CARTA EDITORIAL La RAE ha definido “Otredad” como la condición de ser otro. ¿Otro a qué? Hemos sido criados en espejos. En buscar la mirada semejante y temerle a la diferente. ¿Qué pertenece y qué no? Resulta inquietante pensar que hay uno que es, y otro que no es. No termino de comprender el condicionante a ser otro. La relevancia de las diferencias pasan por alto cuando se piensa en enriquecimiento a partir de lo desconocido. Lo otro deja de ser otro cuando se le conoce. Cuando se le piensa. Cuando se le incluye.
M.I. Flores Nachón
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Syrcas AGC
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Bajo un tiempo Pablo López
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Navegando la otredad: Perspectivas un tanto personales Miguel Jímenez
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Las huellas que dejó el tiempo Victor Rivera
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La “otra” y el nopal que crece fuera M.I. Flores Nachón
Voyager: J'étais en train de choisir une cravate pour sortir avec ma femme
SYRCAS AGC
Al hablar del arte me parece bastante claro que abarcamos un sinfín de representaciones, artistas, culturas y técnicas. Me parece realmente difícil encasillar al arte en una caja y establecer sus parámetros, especialmente cuando el mundo está constantemente cambiando, y por ende también sus representaciones artísticas. Habiendo dicho esto, es curioso que por lo menos en occidente, a la primera mención del arte, lo primero que a muchos se les viene a la cabeza es el arte europeo, grandes artistas como Leonardo DaVici o Miguel Ángel, recuerdan el expresionismo con Monet o la trágica historia de Van Gogh, y no digo que esté mal, sino que hay mucho más que ver, escuchar y aprender. A muchos artistas esto les puede causar desconcierto, en especial si eres una poeta, fotógrafa, escritora e historiadora cultural escocesa, de ascendencia ghanesa que se ha pasado toda su vida cuestionando e investigando la compleja migración cultural africana en la historia dentro de la cultura europea durante los últimos seiscientos años.
– d. 2008) presenta la exposición Syrcas (c. 1990) que constó de dieciséis fotomontajes que sobreponen piezas artísticas tanto africanas como europeas, resultando en una mezcla que reconoce las diferencias de cada una, pero les da el mismo valor artístico y cultural. Asimismo, estas piezas exponen temas como la falta de representación histórica de la mujer negra en
De manera que, para expresar esta amalgama y ambas raíces culturales, Maud Sulter (b. 1960
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el arte y la fotografía, la exclusión histórica de las personas negras dentro de las narrativas del holocausto, la presencia africana en Europa y como fácilmente las historias de las minorías pueden pasar desapercibidas o desaparecer. La yuxtaposición de estas imágenes, que no parecen tener parecido alguno, desafía las narrativas históricas y da al público una nueva manera de ver el arte. Sulter nos entrega un creativo palimpsesto que a pesar de desafiar los lugares comunes de las imágenes europeas y los objetos y obras de arte tradicionales africanas, termina porgenerar nuevas narrativas convincentes que desafían lo tradicional, dan una propuesta fresca y dan pie a nuevas formas de contar la historia al público. Este mes, Hélas l’héroïne. Quelques instants plus tard, Monique cherchait sa brosse à cheveux, o ¡Ay de la heroína! Unos momentos después, Monique estaba buscando su cepillo para el cabello (1933), de la serie Syrcas es la obra que nos ayuda a representar la otredad en la vida y en el arte.
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BAJO UN TIEMPO, Pablo López
DE LA GUERRA, EL DOLOR DE LOS PARES
En el inmenso escenario de la vida, donde las sombras de la guerra y el lamento de los semejantes pintan una tragedia desgarradora, emergen cuestionamientos profundos que nos sumen en un abismo aún más sombrío. ¿Cómo puede un ser humano, dotado de la potencia de su cuerpo y la agudeza de su mente, destilar muerte y destrucción sobre sus iguales? ¿Es acaso la diferencia del otro motivo suficiente para provocar su infelicidad? De ninguna manera. Entonces, ¿por qué persistimos en forjar cadenas de dolor y sufrimiento? El ser humano es capaz de maravillas, verdadera poesía, en el sentido más amplio de la palabra, pero esta misma capacidad creadora se tuerce en una paradoja siniestra que lo lleva a causar daño, herir y urdir nuevas formas de odio. Se ha dicho que, si solo viéramos un solo color, aún discriminaríamos por el olor, una afirmación de una profundidad insondable, que me rehúso a aceptar.
DE LA DIFERENCIA, LA MUERTE DEL YO
Conversando sobre la diferencia, hallamos la muerte de lo individual, la pérdida de la singularidad en un mundo empeñado en dividirse. Ceder a un sistema que perpetúa la enemistad es casi insoportable, pero aceptarlo sin cuestionar es sellar un pacto con la perpetuidad del conflicto. ¿Por qué debo aceptar la violencia de mi hermano humano? ¿Por qué debo soportarla? En los ojos del otro yace un fragmento de mi propia identidad; su vida es un espejo donde vislumbro las posibilidades de la mía. ¿Por qué habría de herirme? ¿Por ideologías? ¿Por un dios que lo consiente? El otro soy yo, una variante de mí mismo, un eco que revela la riqueza de la diversidad humana. Sin embargo, en este vasto teatro de la existencia, todo está predestinado a desvanecerse. Este pensamiento no constituye una lápida, sino una invitación a abrazar la
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vida alejados del odio, a vivir intensamente, a amar a pesar de la ineludible sombra de la muerte… me muero, te muero, lo morimos. La voz poética que perdura en el tiempo es consciente de la fugacidad de la vida, como lo demostró en su tiempo el primer texto escrito "[...] o La angustia por la muerte".
PARA EL ODIO, EL TIERNO REMEDIO
¿Cuál es el remedio para él odio? No lo sé, pero dice aquella sentencia hermética todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos, y por tradición aceptamos que es el amor lo contrario del odio, Entonces ¿un justo medio aristotélico? dicen, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre, pero basta con voltear los ojos para darnos cuenta de que un poco de odio es suficiente para que la comunidad se destruya. La comunidad, un colectivo de almas afines donde el arte y la palabra actúan como un bálsamo para las diferencias, y la paz, el amor y la ternura funcionan como las tres piernas de un trípode solidario.
LA RECETA, ENTONCES, PODRÍA CONSISTIR EN:
Paz: Un estado de conciencia en el cual la convivencia no solo es posible, sino enriquecedora. La premisa es simple: mientras el otro florezca, yo florezco, en una comunidad de entendimiento mutuo. Amor: El amor, como proclamaba Virgilio, lo vence todo (aunque por su contexto pensaba algo un poco distinto). Es la fuerza que nos permite disfrutar de nuestra individualidad y, al mismo tiempo, construir lazos teñidos de color verde, comprensión y empatía. Ternura: es el lugar que no debemos olvidar, pues en ella los ojos se lagrimean, el corazón se expande, la ternura es la tierra dónde los sentimientos crecen en forma de expresiones de bondad. ¿Todo esto es posible o solo es el mero sueño alguien que no ha vivido lo suficiente para no empatizar con los otros? Si es cierto que nuestra condena es la libertad, elegiré siempre vivir bajo estos principios, y que sea mi lapida la que comunique al mundo;
Bajo un tiempo, amor y paz platican, ternura nos envuelve. 7
PIROSFÍAS
Que las siguientes poesías de contemplación sean chispas de reflexión, ardientes como el amor, que sientas el calor de la paz, y que siempre veas la ternura de los colores. Bajo el mismo sol, nuestros corazones laten, ¿cuándo nos vemos? Tus ojos reflejan mi vida, la mirada un lazo sagrado. Silencio dorado, la paz tiñe el mundo entero, nada más que calma. Murmullos de la multitud, abrazando la quietud, paz en soledad. Palomas en vuelo, mensajeras de la serenidad, ¿la guerra se aleja? Caricias suaves, lenguaje sin palabras, amor en cada gesto. En brazos cálidos, el mundo se hace pequeño, ternura infinita. Susurros de vida, como hojas en el viento, ondulan con ternura.
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N avegando la otredad: PERSPECTIVAS UN TANTO PERSONALES Miguel Jiménez El concepto de "otredad" es complejo y multifacético. Como antropólogo me he encontrado en constante análisis e intentando profundizar sobre las complejidades de las sociedades humanas, las costumbres y las leyes que las gobiernan, de estas es que se puede establecer el concepto de “otro” ya que no existe uno sin que exista su inverso. Sin embargo, mi estudio por el mundo de la "otredad" adquirió una nueva dimensión cuando me embarqué en mi reciente aventura en Hessen, Alemania.
proporcionarnos herramientas para explorar las diversas formas en que las personas perciben e interactúan con sus pares y con el que llegan a percibir como "otro". Esta disciplina nos alienta a abrazar y celebrar la diversidad cultural, argumentando que no existe una norma única y universal de percibir y lidiar con el mundo, si fuera este el caso no existiría diferencias tan grandes entre países, estados y ciudades. Este argumento nos ofrece la oportunidad de liberar nuestras concepciones y de abrazar nuevas formas de existir.
EL LENTE DEL ANTROPÓLOGO La antropología, resumida como el estudio de las sociedades y culturas humanas, puede proporcionarnos herramientas para explorar las
En esta disciplina, reconocemos que cada sociedad tiene sus propias costumbres, valores y normas, a menudo influenciadas por factores históricos, geográficos y sociales.
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Estos factores no nos hablan sobre la naturaleza o biología de las personas viviendo en estos lugares, más bien sirven como formas de adaptación para cumplir con necesidades fundamentales como la seguridad, el amor, la amistad, la alimentación, etc. La "otredad" no es algo que deba temerse o evitarse; más bien, es una oportunidad para explorar el rico entramado de experiencias humanas y las diversas formas en que las sociedades moldean y son moldeadas por sus miembros en el día a día.
LA PERSPECTIVA DEL ABOGADO El derecho, por otra parte, nos propone otra forma a partir de la cual podemos examinar a la "otredad". Esto lo hace por medio de un marco estructurado y ciertamente rígido para resolver disputas, proteger derechos y defender la justicia. La resolución de estas disputas, la protección de derechos y su jerarquía y el concepto de justicia son todas sujetas a las perspectivas que nacen de la cultura y la historia de donde viene ese marco legal.
Esto significa que la interpretación y aplicación de la ley puede variar ampliamente de una jurisdicción (la palabra jurisdicción hace las veces de cultura de cierta manera) a otra, y esta divergencia a menudo refleja diferentes normas, valores históricos y culturales. Contrario a lo que opinan los positivistas legales, para los abogados, como seres humanos con valores morales que difieren y contrastan, comprender el concepto de "otredad" es vital, ya que subraya la importancia de respetar las diferencias culturales mientras se lucha por la justicia legal. Nos desafía a defender los derechos de los individuos, independientemente de sus antecedentes o de la "otredad" que puedan representar dentro de una sociedad determinada.
ESTANCIA EN FULDA Mi propio viaje hacia la "otredad" se vio reflejado cuando me mudé a Fulda, una pintoresca ciudad en Hessen, Alemania. Adaptarse a una nueva cultura, idioma y modo de vida ha sido una de las experiencias más desafiantes en mi vida. Los aprendizajes que he encontrado en este proceso resaltan el tema central de la "otredad" en mi vida diaria, desde el momento en que me bajé del avión en el aeropuerto de Frankfurt me encontré en un lugar donde soy un “otro” por completo, lo sepan o no las personas a mi alrededor.
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En esta nueva etapa he tenido que poner a prueba mis capacidades, desde mi racha en Duolingo (más de 500 días que no me da pena presumir) hasta el tratar de comprender el sistema de transporte público (nervioso por haberme subido al equivocado al lado de niños que suben y bajan casi sin pensarlo). Me he enfrentado a la "otredad" de una nueva cultura, mientras me esfuerzo por comprender las costumbres alemanas y batallo a cada momento con sentimientos de tristeza y de soledad. Es un recordatorio de que la "otredad" existe no sólo entre sociedades sino también dentro de ellas, ya que en estas encontramos personas de diversos orígenes y perspectivas.
ESTANCIA EN FULDA Estos días en Fulda me recuerdan que el “otro” es un concepto que cambia, evoluciona y se adapta conforme se interactúa con el mundo a nuestro alrededor. Cuando hablamos de aceptar la "otredad" en verdad estamos diciendo que queremos crear una oportunidad para cerrar brechas culturales, de romper con estereotipos y de participar en diálogos interculturales significativos que nos llevan al progreso. Como antropólogo y abogado, me encuentro en una posición idónea para apreciar la "otredad" que me rodea, ya sea en la forma de una nueva sociedad, un sistema legal diferente o interacciones con conciudadanos globales. Es un recordatorio de que nuestra humanidad compartida nos une, a pesar de los sentimientos que inicialmente podrían dividirnos. Con corazones y mentes abiertos, todos podemos contribuir a cambiar la forma en que vemos e interactuamos con el "otro".
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LAS HUELLAS QUE DEJÓ EL
TIEMPO Victor Rivera
Despertó de una corta siesta cuando se cerraron las puertas en metro Chabacano y reconoció de inmediato que la nota más próxima al sonido que se emite previo al cierre de puertas se asemejaba a un La menor, bastante fácil de asociar debido a la alta exposición que tuvo al Vals del minuto de Frédéric Chopin durante su etapa universitaria. Sin embargo, ese tipo de curiosidades se las callaba, porque no tenía con quién compartirlas. A diferencia de la juventud, pareciera que cuando uno crece pierde ciertas habilidades comunicativas y la inseguridad, sujeta al ritmo y los estilos de vida, provoca que se pierda el interés por formar lazos estrechos con los compañeros de trabajo.
Pensó en ello mientras su mirada se mantenía fija en el niño del asiento de enfrente, quien no dejaba de patalear de la emoción de contarle a su madre sobre los descubrimientos que había hecho en su juego del teléfono. Quiso mostrarle sus avances a su madre, pero al levantar su mano, el teléfono salió disparado y cayó justó debajo del asiento de Roberto. El hombre se agachó y le devolvió su teléfono, a lo que el niño le dio las gracias y, sin reparo, le hizo varias preguntas sobre su persona. Su madre, quien en un principio le hizo señas para no hablar con el desconocido, pronto se acostumbró a la atmósfera que solo existe dentro de los vagones de la CDMX y decidió dejar que el niño hablara.
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Pensó en ello mientras su mirada se mantenía fija en el niño del asiento de enfrente, quien no dejaba de patalear de la emoción de contarle a su madre sobre los descubrimientos que había hecho en su juego del teléfono. Quiso mostrarle sus avances a su madre, pero al levantar su mano, el teléfono salió disparado y cayó justó debajo del asiento de Roberto. El hombre se agachó y le devolvió su teléfono, a lo que el niño le dio las gracias y, sin reparo, le hizo varias preguntas sobre su persona. Su madre, quien en un principio le hizo señas para no hablar con el desconocido, pronto se acostumbró a la atmósfera que solo existe dentro de los vagones de la CDMX y decidió dejar que el niño hablara. Cuando bajaron, a la altura del Zócalo, el hombre no hizo más que reafirmar el punto. Los niños, sean tímidos o no, pueden formar lazos rápidamente con las personas, sin embargo, si hubiese sido una persona mayor quien le interrogara, seguramente la hubiese mandado a chingar a su madre, o simplemente la hubiera ignorado tanto como le fuera posible. Como de costumbre, el convoy, que solía detenerse en dicha estación durante unos minutos debido al flujo de personas, comenzó a llenarse hasta que una señora, de al menos unos cuarenta años, se colocó en el pasillo, justo a su izquierda con la bolsa de mano de frente. Un paraguas que se asomaba de la bolsa lateral golpeó su cabeza en más de una ocasión, hasta que se decidió a decirle que lo moviera. La mujer, ofendida por este hecho, le dijo —Si quiere viajar cómodo, váyase en taxi —le dijo. Roberto no intentó dialogar más con la mujer y esperó a llegar a su parada en metro Hidalgo. Al bajar, salió de la estación y caminó por la Alameda, sin rumbo preciso. Deambuló por unos minutos con la cabeza en blanco, como quien busca algo sin saber qué o a quién. Continuó a ciegas unos minutos hasta que decidió sentarse en una de las bancas que rodean la fuente. Observó a las familias y a los enamorados, a los jóvenes en patinetas y a los extranjeros que se maravillaban por cualquier cosa. Trató de concentrarse en lo que veía, pero ni dos minutos pasaron hasta que un vendedor ambulante quiso venderle una pulsera artesanal. Le dijo que no estaba interesado, pero el hombre no desistió. Le mostró separadores de libro y le habló sobre una comunidad marginada en Michoacán, asegurando que semanalmente depositaba dinero a sus abuelos para poder tener un ingreso digno. Roberto le dio quince pesos, pero no aceptó nada de lo que el comerciante le ofreció. La situación se repitió al menos unas cinco veces en menos de veinte minutos, por lo que decidió levantarse y tomar algo en un establecimiento aledaño. Al sentarse, se sintió ridículo. ¿Por qué un hombre de mediana edad llegaba a las seis de la tarde a tomar algo a un café, sin compañía, cuando podría estar en su casa, con sus hijos, o teniendo un pasatiempo acorde a su edad? Cuando el mesero lo atendió, un joven menor a los veinte, lo miró durante unos segundos a los ojos y tuvo la sensación de haber entendido mucho más de él de lo que hubiera entendido en una plática larga. Ordenó un té y un pan de elote y sacó una libreta en donde posteriormente dibujó los ojos del muchacho. —¿En dónde los he visto? —pensó—. Sé que los he visto en algún lado.
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Minutos después, el mesero de nombre Gabriel le llevó su plato y un vaso desechable que contenía un té de hierbabuena y justo cuando se retiraba, Roberto le preguntó si era familiar de Lorena Munguía. Lorena había sido una amiga suya de la universidad, a la que no había visto desde que él se fue a vivir unos años a Guanajuato. En ese entonces, se sintió avergonzado debido a que todas sus amistades habían conseguido trabajo en cuanto salieron de la carrera, sin embargo, él tuvo que aceptar un trabajo como repartidor. Aunque muchos de ellos comenzaron a adentrarse al mundo de las redes sociales y a crear grupos de convivencia, el optó por mantenerse a raya lo más que pudo. El mesero contestó extrañado que no conocía a esa persona y aunque Roberto insistió en el parecido, repitiendo la pregunta con una voz temblorosa, Gabriel retrocedió, sonriendo incómodamente, y le pidió que disfrutara su comida. Roberto no dejó de ver al chico, más por la impresión de haber entrado en contacto con su pasado que por el propio joven, cuya cara ni siquiera quedó grabada en su memoria. De ahí, el gerente del le pidió que se retirara y le dijo que no tenía que preocuparse por el pago. Roberto se dio cuenta finalmente de que había actuado de manera inapropiada durante su estancia en la cafetería y pidió disculpas. Colocó un billete de doscientos pesos en la mesa y se retiró con el recipiente de té en la mano, disculpándose nuevamente. Al salir, tronaba por la lluvia que había empezado a caer sobre el asfalto y sin intenciones de buscar refugio, caminó por en medio de la acera. Cruzó el Eje Central y paró un taxi. Subió al automóvil y le dio las indicaciones para llegar a su departamento. A diferencia de cómo se sentía en la cafetería, ya no tenía ganas de hablar. No obstante, el conductor comenzó a hacer comentarios sobre el clima, tema que incluso para Roberto era bastante forzado. Al inicio del viaje, se limitó a contestar en monosílabos, sin embargo, el hombre que llevaba una boina en la cabeza le contó una historia de cómo su padre, quien también había sido taxista, le inculcó los valores del esfuerzo y del trabajo duro. —Si me viera, señor, cómo llego del trabajo cansado, con la espalda desmadrada, pero con la ilusión de ver a mi niña… Se lo digo, no hay nada como estar con la familia —le dijo a Roberto, quien permaneció en silencio. Al llegar a su parada, Roberto bajó sin despedirse y cerró la puerta del coche. Cuando el conductor avanzó, se dio cuenta de este detalle y buscó gritarle con todas sus fuerzas que estaba agradecido, pero justo antes de hacerlo, se sintió anclado al suelo y pudo constatar que el aire que salió de su boca no emitió ningún sonido, por lo cual decidió quedarse con el mal trago y subir a su departamento. Abrió la puerta y encendió la luz. El espacio era impecable. Todo en su cocina estaba ocupaba una proporción perfecta y cada frasco, aunque nadie más viviera con él, estaba etiquetado para evitar confusiones. Los platos y vasos estaban lavados, las sillas de su comedor estaban metidas y alineadas, los manteles no tenían un asola mancha, los sillones perfectamente tapizados. Ahí no existía el desorden y cualquiera que hubiese entrado detrás de él hubiera pensado que era el cuarto de una persona feliz, organizada, quizá con mucha consciencia sobre cómo un espacio ordenado y limpio puede definir ciertos rasgos dentro del tema de la salud mental.
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Para él, sin embargo, era como una penitencia. Desde pequeño, su madre le había prohibido jugar demasiado. Ya grande, como siempre pensó que tendría la vida ejemplar de la que los adultos siempre hablaban, con una esposa amorosa y varios hijos, no asimiló bien el no ser capaz de conseguir una novia. No tuvo cara para explicar por qué se había mantenido oculto durante tantos años. Sintió envidia del niño que había hablado con él un par de horas antes. Su mente se quedó en blanco otra vez y dejó el vaso desechable sobre la mesa de la sala. De pronto, cuando llegó al baño y se echó agua en el rostro, tuvo una sensación de extrañeza. En las películas, en la literatura y en el arte en general, cuando un personaje se mira al espejo y no se reconoce, suele entenderse que este ha envejecido, que la persona ya no es la misma que solía ser. No obstante, este no era el caso de Roberto. Todo en lo que vio fue aún más extraordinario que cualquier antecedente de ficción. Aquel hombre que había vivido sesenta años sin ser capaz nunca de tomar el protagonismo de su historia, sin haber elegido el camino por el que quería deambular, indeciso, dubitativo, se dio cuenta de que había dejado de existir hace mucho tiempo. —Quizás nunca estuve vivo —se dijo con toda la seguridad del mundo. Al aceptar esto en su corazón, que para dicho momento ya comenzaba a desvanecerse, no le quedó más que elegir el lugar más preciso para su inexistencia. Notó cómo su pierna izquierda desaparecía y pasó lo mismo con su brazo derecho. Su cuerpo desaparecía en medio del tiempo, que contradictoriamente era testigo de su paso por el mundo. Conforme el resto de su cuerpo se esfumaba, gradualmente comenzó a sentirse abrumado. Y justo, cuando solo quedaba su rostro flotando sobre la sala, se dio cuenta de que el vaso desechable se había caído y el té que quedaba se derramó sobre la alfombra. He ahí que la frustración se volvió insoportable. Él se borraba del mundo, pero su paso por él quedaba intacto. El niño probablemente hablaría de él con su familia, Gabriel contaría lo extraño que fue atender a un hombre que lo miraba fijamente, el conductor del taxi les hablaría a otros pasajeros sobre un pendejo que por poco se fue sin pagar. Inmóvil, consumido por el tiempo y por su propia decisión de desaparecer, Roberto olvidó su nombre, se despojó de su cuerpo y sus ojos lloraron, hasta que dejaron de ser suyos.
Netherlands de Marc Kleen (@marckleen)
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La otra y el nopal QUE CRECE FUERA M.I. Flores Nachón
Llevo cerca de un mes y medio viviendo en Europa. La aventura que siempre imaginé ha tenido altibajos en el proceso. Me doy cuenta de lo idealizado que tenía al continente tan lejano a casa. Desde Xalapa, Veracruz, llegué a Groningen, Países Bajos para estudiar una maestría y volver a casa con un papel que acredite mis nuevos conocimientos sobre Cognición y Crítica de Arte.
Desde siempre supe que al venir, la maestría sería “lo de menos”, porque lo de más sería vivir sola hasta acá. Nunca había vivido sola, nunca había pasado tanto tiempo sin ver a mis papás, nunca había andado en bicicleta para moverme en una ciudad, y nunca había contado tantos días con tanta lluvia, se me advirtió que llovía 300 días al año, y bajo aviso no hay engaño.
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Dibujo de los canales de Groningen, Países Bajos
He llegado a Europa y me he creado el propósito de compartir y romper estigmas sobre Latinoamérica. Una vez que llegué a Europa, me convertí en la visión de otredad. Recordemos y definamos otredad como la condición de ser otro, y se vale la redundancia por que no es necesario usar mayor palabrería para entender lo que es “lo otro”. En México se me consideraba blanca, hegemónica, acá no y hay un tinte de orgullo y herida de rechazo en ello. No me duele reconocerme como latina, al contrario, me llena de orgullo llevar mi narrativa
a todos lados, sin embargo, acá no pertenezco. Lo agradable de estar viviendo en un pueblo multicultural son las otras otredades. Encontrarme con otras que no pertenecen me hace sentir parte de algo que no es parte de algo más. Se vuelve un juego de nunca acabar. Siendo mexicana en el extranjero he tenido una serie de conversaciones que se deslizan en lo desagradable, sobre temas como la inseguridad, hasta la pobreza, y los estereotipos.
“Alguna vez escuché que todos los que tenían tatuado el número 9 en la cara en México, eran narcotraficantes” “¿Y te encontraste al Chapo alguna vez?” “¿Pero si puedes caminar en las calles?” “Algo escuche sobre Pablo Escobar y las balaceras en México” “¡Ah! México, a mi me encantan las fajitas y Cancún” “Pero, ¿si te enseñan sobre Europa en México? Y mi favorito de todos
“ Fui a una pirámide en México, se llamaba Chicken Pizza”
Grabado de Palacio Municipal, Autoría de Carlos Garibay
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No quiero decir que me siento enfadada con la gente que me ha dicho todo esto, al contrario, generan en mí una sonrisa de ternura y compasión y si veo oportunidad entonces me permito hablar sobre las realidades de México. He hablado del arte mexicano en cada posibilidad que se me presenta, la cultura, la comida, la gente, la música, el calor, la danza. He usado, con permiso de Arnold Hauser, el arte como arma en servicio de la sociedad. El arte mexicano se ha vuelto mi estandarte en mi presentación como “la otra”. Viví gran parte de mi vida entendiéndome perteneciente a mi hogar, a cada uno de los colores de mi bandera, pero volteando la cabeza para idealizar los ejemplares europeos, la blanquitud, la hegemonía, la tecnología. El shock cultural fue mínimo; la occidentalización y emblanquecimiento de México logró llegar hasta mí durante mi crianza y crecimiento, lo que provocó que algunas costumbres europeas no fueran tan ajenas a mi. Sin embargo, detecto un frío en las sonrisas y en los huesos. No solo porque la media en Groningen durante octubre es de 5 grados, pero también porque aquí la gente simple y sencillamente tiene otros colores en sus almas. Extraño México, lo bueno de México por lo menos. Me siento de pronto sola en el piso de mi estudio a pensar si realmente todo es tan diferente, si la condición de ser de otro continente genera un sentido de alienamiento. Me pregunto también si quisiera ser más europea, más mexicana, más … ¿combinada? Y las cosas que tendría que hacer para pasar a ser como uno de ellos, para integrarme, para que mi condición de ser otra pase a ser desapercibida y por un momento me sienta bienvenida, junto con todos los otros “otros”. Me ha llegado a parecer absurdo la marcada diferencia en el comportamiento cuando se topan con diferentes colores de cabello. Soy igual, solo soy diferente. Cuando comencé a escribir este texto, pensé en hablar sobre La Cortina de Nopal de José Luis Cuevas y la intención de hacer lo otro al arte nacionalista en México, después el texto se transformó en una columna íntima, celebrando el nopal mexicano que se cultiva fuera.
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Mapa del centro Histórico de Groningen, Países Bajos.
Mapa del centro Histórico de Xalapa, Veracruz.
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