Avant-propos Desde hace unos años comprendí que el idioma avanza con más rapidez de la que puedo llegar a comprender, con la dinámica del lenguaje también descubrí la belleza de la literatura de los bordes, no es un libelo contra la literatura clásica, que es hermosa, digna y profunda, es irreprochable la belleza de las letras de maestros como Borges o Neruda, leo y vuelvo a leer a García Marquez, a mis compatriotas: Augusto Roa Bastos o Manuel Ortíz Guerrero y en la medida que más conozco sus obras, más admiro la patria donde nací. Pero también conocí a Parra, Gala, Bolaño, Cortazar y andando por ahí a Canserbero, Anita Tijoux, los chicos de Kleina MC & Emcikario, la literatura, aquí y en cualquier rincón del mundo no es más que la refracción imaginada de la realidad cotidiana. Empecé haciendo el Taller Literario Colofón, en el 2015, la experiencia fue interesante, pues se trabaja con las fronteras de la palabra: los entornos digitales, el audiovisual, el cine, la música, arte urbano, grafitis y cuanta cosa la sociedad utiliza como medio difusor de sus ideas, no defiendo la calle ni acuso a la academia, por que pertenezco a ambas, pero si debo elegir una bandera, no dudo en que la literatura desde La Odisea hasta Cien años de soledad, son imaginarios de autores que ven belleza en las cosas simples de su andar diario por la vida.
En (Entre letras) se puede leer materiales que fueron desarrollados a lo largo del taller, son personas que se han animado a escribir, vencieron el miedo al papel en blanco y han podido expresar en palabras sus ideas, el lector juzgará la calidad de las historias, pero en el Taller Colofón se pretende que las personas, en esencia, aprendan a contar historias y sepan que casi todo lo imaginado y pensado ya ha sido escrito, la diferencia radica en la forma de contarlas, la belleza de las letras no radica en las palabras impresas, si no en lo que queda entre líneas, entre las letras.
Osvaldo Olivera Coordinador Taller literario Colofón
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Esquizofrenia. Se escucha el cantar de unas hélices, cada vez más, más cerca y sofocante. Semejante alboroto proviene de tres objetos voladores del tamaño de un puño adulto; estos se parecían a unos drones, de esos que se suelen ver en las películas de ciencia ficción, sus diminutas cámaras, también contaban con unos reflectores cuya descomposición de luz blanca variaba a tonos eléctricos y chillantes. Sylvia, aún en un estado de noctambulismo, abre los ojos irritada y observa ese espectacular despliegue de colores revoloteandole a su alrededor, en un impulso automático, agita sus manos, como cuando una mosca se nos atraviesa en el camino, a consecuencia, sufre unos cortes en la muñeca y nudillos, las sábanas comienzan a absorver lo que estas despedían, haciéndose las manchas de sangre cada vez más grandes. En un intento por huir, cae de la cama mientras gime desesperadamente, no entendía lo que estaba aconteciendo; se sentía abatida mientras retrocedía lentamente hasta que4
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dar acurrucada en una esquina de su habitación. Los drones en ese instante, con movimientos turbulentos y un sonido, esta vez más irritante que a principio, se formaron en un triángulo, dejando a Sylvia como punto centro, teniéndola en aquel estado de completa sumisión, sus luces danzaron, un color proseguía a otro hasta que al unísono, destelló un verde brillante que la dejó inconsciente. El despertador sonó como todos los días al marcar las siente en punto; con su respiración agitada y su cuerpo aún temblando, Sylvia se recobra en sí y con la vista borrosa, observa la figura de Helena, la vieja enfermera de esbelta y amable figura que se aproxima a ella, que con la misma puntualidad de siempre le administra sus medicinas. -Meghan
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Artistero: Crónicas del Arte en la Calle. Noto en este tiempo que todo lo que veo y toco se vuelve de color exploto de contraste y mi pintura es como un poema que habla parece ser que las palabras son comunes pero en simbiosis con mi ser completan la parte necesaria para entenderme como artista Aprendí a lidiar en el inbox frases como “tu obra se desvaloriza si pones en la calle” “no salgas en la calle porque van a decir que sos un artista que no se valora”. ¡La calle! Soy un callejero me crié en la calle como aquel niño chacariteño que un día en Palma e Independencia Nacional me dijo: tu bota tiene todo pintura te voy a lustrar para que brille demasiado no lustras tu cuero y tenés que cuidar o si no se te va a secar todo. Le respondí: no tengo monedas A lo que respondió: no quiero tu moneda pintame el dibujo de dama y caballero en mi caja No pude resistir al trueque Al terminar nuestro acuerdo me dijo: yo entro sexto grado quiero también saber pintar como vos cuando yo sea grande voy a ser fiscal te voy a buscar e invitar a mi casa para que 6
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pintes mi pared y eso Vos pintas bien es bueno lo que haces Y se fue sin decir su nombre Ojala un día lo encuentre de nuevo y decirle que me emocionó saber sus ganas de estudiar superarse y estar seguro de ser un entendido de las leyes Otros niños me dicen: vos pintás plantas raras ¿para qué pintas así para vender es o pintas por diversión nomas? Luego les explico que el problema es medioambiental Una nena me dijo: no voy a poder ayudarte a limpiar el arroyo como vos haces con tu mano porque mi mamá no me va a dar permiso para venir a hacer eso pero sé que no debo tirar basura en el arroyo. Por eso quien me pregunte qué hago por la calle acá está la respuesta en este papel y no en el inbox. Soy un patrimonio cultural vivo existo junto a otros tantos artistas y vamos a cumplir la misión de seguir educando gente por la calle Voy a crear tantas competencias pueda a sensibilizar tanta gente pueda y educar la mayor cantidad de niños Ya mi obra fue vendida por muchos lados estando en la calle o no Hago pinturas grabados y un sinfín de técnicas Soy “artistero” “halero” agente de talentos y descubro artistas con potencia No enseño técnica sino a ser artista o persona sensible al arte y sus manifestaciones voy a seguir estando en la calle hasta cuando sea anciano Y con mi lente hû me voy a inspirar para hacer caso omiso a los mensajes que me llegan El arte es permitirse pensar y comunicar visualmente el arte es oír como deambula el sonido también saltar el espacio y hacer bailar al tiempo del mismo modo se puede pintar el cielo con distintos colores modular la voz y mover el cuerpo Y así decimos los que nos inspiramos. Por eso me inspiro para inspirarte. Ha upeciha aikorei árupi inspirado lejos ha mombyry aha apeminte y tan cerca voy llegando Este juego del arte 7
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no para de tener fuerza del mbarete hatã ha pya`e jaiko oryryi py`a mbyte en el mismo lugar de siempre donde la potencia no es por velocidad sino el tuvy que va corriendo en las venas Ahecha sa´y kuera che resárupive aiko ape ha amo aju ha aha nendive ñamanómeve Yo sabía que iba a ser así solo que me faltaba la paciencia y momento exacto ha`ehagua ndeve rohayhuha ko pyhareve ka`aru ha pe pyhare ouva omomimbi nde resa eíraicha isa´yva Che ahecha umi sa´yntevoi taha´e che ñe`eme o en el color de tus ojos Aharei hese y continuo con lo sucedido en las calles de donde provengo hay días en que exploro e indago sobre cada gota que cae cuando hay lluvia y camino ¿por qué me gusta tanto su ruido cuando cae sobre el techo o la piel? por qué me gusta tanto cuando se siente caer y dan ganas de muchas cosas ¿Cuál es su efecto cuando la poesía cae del cielo? Donde la poesía suele aparecer es cuando la lluvia cae y las lenguas sobre la otra Donde surge una letra es cuando los ojos cruzan débiles miradas y en segundo momento vuelven a cruzarse con más fuerza dando un si a esa mirada es allí donde se consuma lo que llamamos historias del bus cuando un músico cantaba en la línea 29 miraba a una chica y le decía muchas cosas improvisando con su musiquita que ya se imaginarán de un rapero y ella se derritió Yo nomas pensaba en unas letras que hubiese dicho el muchacho de esas frases que dicen los que salen recién de la cárcel: yo me subo al colectivo y te traigo un chupetín me subo a este “colectio” a pedir bien porque recién salí de la cárcel y para no robar me subo a pedirte el favor y si no me compras chupetín a mil`i te voy a robar un beso ne mitakuña´i Pero medio que nadie va a querer beso de un ex Takumbu y se me fueron las ganas Luego se refería a mí y dijo: amo kape nohendui mba`eve oreko auricular Pero yo 8
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escuché todito lo que le dijo a la chica luego le habló a la dama y consiguió su número habrá terminado en un intercambio verbal en lengua castellana o guaraní Y estas cosas son las que vemos en la calle después dicen que la calle no es lugar para el arte. También aparece la poesía cuando de repente tu amigo es un loco que ni su nombre sabés pero habrá sido algún cultísimo literato y se dejó llevar por las vyresas de la vida. Y una tarde-noche sobre calle herrera haku hendy estaba el tiempo, ha okyselento jeyma y le vi a mi amigo… Serios ataques se han considerado en mi mente y recapacité sicológicamente del calor con unas suaves gotas viendo unos papeles de periódico pegados a la pared de un casa antigua destruida por el revoque de cemento y un filosofal mendigo leyendo lo que existía en las ilegibles tipografías Recapacitar que los poetas no se arman solo con ir a la escuela, que los poetas no se inspiran solo con sus imágenes mentales conectados al pulso, sino que son artistas que se contentan con un pedazo de papel de obra segunda adosado al abandonado cemento Los poetas como este no se encuentra en libros más bien con un lápiz corrigiendo los errores ortográficos de las ediciones pegadas a la pared tiene que ser “valé” por algo nomas está ahí corrigiendo Su función de poeta vivo y muerto cumple la exacta manera en la que a veces me inspiro: en las calles poeta urbano solo unos pocos te conocemos no cambiaste tu apariencia paupérrima no te gusta el facebook pero si las imágenes que contengan letras y las letras que contengan imágenes. Y fue un placer ver al amigo que no se su nombre Pero ha`e oiko cállere. Hablar de poetas y de las artes es también hablar del punto como elemento visual único y fundamental el que se en9
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cuentra en cada célula de la naturaleza de la matemática la ciencia y de todos las teorías que abordamos para crear arte y a veces no sabemos ni el porqué pero lo hacemos y pega Pega saber que el arte es incesante frente a la vida misma del artista Después del artista sigue su arte mombyry lejos y no veremos cómo perdurará nuestra obra así quiero ser fantasma y venir en el futuro a ver quién comercializa mis lienzos y papeles, y ahora no vale nada luego tu obra porque andas por la calle pues Esto es cultura La cultura también tiene sumergida a la plástica visual el teatro el baile y copar con sonidos los oídos Es volar matando esas ansias que quedaron en algún momento La inspiración es la voluntad de manifestar nuestro más profundo ser el artista flota a pesar de su realidad la magnífica forma de no caer pintando escribiendo grabando esculpiendo y bailando haciendo lo que sabemos sin dudar un segundo de haber tomado este camino nuestra fuerza poética es la más limpia forma de alcanzar el eco de la gente que dirá: este es artista es raro y loco hay que dejarlo ser Ofrezcamos pedazos de alma pedazos de trapo y papel tiempos de música es valeroso lo que hacemos y reunirse entre artistas es hacer cosas grandes eso falta entre los artistas paraguayos es la mejor forma de ganar nuestro lugar y nuestro espacio como dijo Jorge Von Horoch en una noche dentro de la Manzana de la Rivera cuando le dimos un homenaje: el arte debe ser paraguayo debe verse que tu arte representa al Paraguay Pasa que nuestro arte debe ser reflejo de nosotros Muchos son actores parte de comunidades distanciadas del centro de actividades culturales pues tampoco necesitan más que su propia voluntad para forjar una política artística y educativa es esa simbiosis de artistas la que falta aunque sea utópico ese logro Posiblemente con mis obras no expresaré lo que en letras podría abstraer 10
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más he visto tantas banderas de arte y de los rojo blanco y azul la libertad Poesía que no cumple ni con el mínimo requisito de los poetas muertos ¡que bien muertos quedaron! pues ellos vieron las banderas sangrar en distintos colores Poesía barata: Más barata que los propios libros y más que la muerte viendo las banderas incididas por la ausencia la injusticia la devastación y otras palabras. Poesía barata casi como el sueño que es gratis. Mis memorias están en libros y dicen que aquellos poetas volvieron para seguir soñando y hacer arte paraguayo Somos parte de esta cultura desde el lugar que uno quiera desde allí cumplimos una función la que fuere y nunca será desacertada aunque tengamos que migrar a otro mundo Soy de la calle por eso digo que las palabras son comunes como las de los poetas pero completan la parte necesaria para entenderme como artista La música la plástica danza y tú movimiento escénico me conmueven para inspirarme en lo que haces e inspirar a otros. Ñande ko`ãgagua Artistas de la calle. ¡Arte! ¡Calle! ¡Arte! ¡Calle! ¡Arte! Damos lo que sabemos.
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-César Chaparro
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Tierra de cementerio
“Aquí te entrego la tierra oscura y te arrebato la luna; Para que domine la locura y te lleve la runa. Que sea su sombra la tuya, y tu luz la suya. Que cambie su vibra a buena, y a negra la tuya”. Ale. 7 años. 1976 Apenas eran las siete de la mañana, pero la niña ya estaba con los ojos bien abiertos y tenía ganas de gastar toda esa extraordinaria energía que había recuperado tras dormir. Se calzó los zapatos, se levantó y cruzó la habitación de sus padres. Su papá roncaba sobre su colchón viejo, sin notar que ella pasaba por ahí. Sabía que su mamá ya se había levantado a las cinco de la mañana para preparar el desayuno y posteriormente el almuerzo, pues todo tardaba horas en hacerse. Escuchó que preguntaba algo desde la cocina, pero justo antes de salir, escuchó otra voz que le respondía. Se detuvo. Ale se acercó de puntillas a la puerta y espió a través del cerrojo antes de salir. Conocía esa voz, y por eso se detuvo antes de traspasar el umbral porque no quería cruzarse con la dueña de aquel sonido estridente que salía de la mujer rechoncha de cada mañana: la verdulera. 12
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Dolores. 48 años. 2017 Estaba segura de que en cualquier momento moriría. No había otra explicación para tanto dolor. Cada enfermedad que aparecía y desaparecía no hacía más que acrecentar sus ganas de abandonar la vida, más aún cuando su alma todavía sangraba, y sabía que nunca cerraría la (o las) herida que llevaba dentro. Si seguía respirando era por inercia y porque de vez en cuando decidía ir a última hora al médico para averiguar que nueva causa la aquejaba; pero al final del día, cuando se acostaba en su cama y miraba durante horas el techo gris de su pieza, se preguntaba por qué seguir. Si nada estaba a su favor, por qué seguir luchando contra esa mala suerte que había arrastrado toda su vida…, y lo peor: parecía que cada vez esa energía negativa ganaba más fuerza, debilitándola desde distintos aristas antes de dar un golpe fuerte para producirle, sino la muerte, por lo menos un knockout que le duraba meses. Su madre había elegido bien su nombre: Dolores; y no es que fuera al azar, el calendario litúrgico así lo marcaba cuando nació, pero a lo mejor el día en que uno nace ya traza el destino del resto de su vida. Si hubiera sabido eso cincuenta años atrás, en seguida se hubiera ido al registro a cambiar su nombre para escapar de su sufrimiento; aún no se había recuperado del último y sabía que nunca lo haría. Ale. 7 años. 1976 Ale esperó a que la verdulera saliera de la cocina; escuchó a su mamá despedirse de ella y entonces entró. Su mamá estaba de espaldas a ella quitando las verduras que acaba de seleccionar de una bolsa de papel color crema y lavándolas cuidadosamente. Se acercó, apenas le alcanzaba la cintura, y la saludó abrazándoles las piernas. Su madre dio un res13
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pingo y al darse cuenta de que era ella, le dio un beso en la cabeza con un “Buen día, mi Alegra” para después dedicarle una sonrisa amorosa. Ale corrió hasta la silla del comedor y esperó ansiosa su desayuno. Su mamá sacó una pequeña jarra de metal de la alacena y le pasó diciéndole: —Todavía no me dio tiempo de hervir la leche; andá traé un poco del balde que está cerca de la vaca donde se ordeña y te voy a preparar cocido. Ale agarró la jarra y salió corriendo. El establo hecho de tejido y paja se encontraba al fondo de la casa. Las dos vacas que tenía solían dormir dentro, y ya una vez que se las ordeñaba la dejaban pasear por todo el terreno que rodeaba su casa. Ale se dirigía directamente al establo, cuando del baño de ladrillo visto que se encontraba al otro lado salía la verdulera. Frenó. La mujer gorda esbozó una sonrisa al verla y limpió sus manos con el delantal desteñido que llevaba, sacándose polvo, del ladrillo quizás, que tenía en ellas. —¿Por qué tan rápido? – le chilló con su voz aguda intentando ser amable. – No te vayas a caer y lastimar, niña. Tenés demasiada buena energía como para tener que estar en cama… Ale no le dijo nada. Sólo se limitó a mirarle. Sólo una vez le había dicho “hola”, y eso fue cuando la había conocido y su mamá la había obligado a que la saludara. La mujer agarró la canasta que dejó fuera del baño y salió por el costado de la casa sin decir una palabra más. Ale entró rápido al establo cuando la vio salir y se sentó en el banquito cerca del balde. Tenía miedo de volver a encontrarse con esa señora, así que sacó un poco de leche del balde con su jarrita y la tomó directamente. 14
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Esa noche, no pudo dormir del dolor de estómago y los vómitos que la aquejaban; los cuales la dejaron temblorosa y débil en su cama durante tres días hasta que se recuperó gracias a los té de laurel de su mamá. Nunca más volvió a tomar leche sin hervir. Dolores. 27 años. 1997 La primera vez que se había enfrentado a la muerte a través de un ser querido fue una fría mañana de junio, hacía veinte años atrás. Esa semana había regresado a vivir a la casa de sus padres después de que ya no soportara la situación con su pareja. Él podría ser alguien importante, pero como persona dejaba mucho que desear una vez que las puertas se cerraban para los demás y él se encontraba en todo su dominio en lo que llamaba hogar. Es por eso que cuando Dolores entendió que ya no era su vida la que solamente corría peligro si permanecía más tiempo ahí, sino que también su hija, tomó coraje, juntó sus cosas mientras él estaba en el trabajo y salió sin mirar atrás. No extrañaría esa casa, sólo la idea de formar parte de una familia convencional como la época exigía. Él la buscó los primeros tres días, pero en el último intento el padre de Dolores amenazó con denunciarlo a la policía si volvía, y eso lo hizo desistir, pues alguien como él no quería involucrarse en ningún escándalo, además, esa mujer no valía la pena tanto esfuerzo. Esa noche su padre la abrazó fuertemente y le dijo que sea fuerte, que todo saldría bien y que ellos la ayudarían con su hija. Por primera vez en mucho tiempo Dolores volvió a sentirse segura. Dio un beso a su papá en la mejilla, le agradeció y fue a acostarse en su antigua habitación. Su hija 15
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de siete años ocupaba plácidamente la cama que ella misma había usado desde que tenía su edad. No estaba segura si había dormido mucho tiempo, pero aún estaba oscuro cuando abrió súbitamente los ojos y sintió cómo su corazón latía con velocidad. Ella aún no entendía el por qué, así que aguzó la vista y los oídos para ver qué andaba mal. Escuchó que su mamá caminaba frenéticamente al otro lado de la puerta; de vez en cuando sollozaba y gritaba a su papá, pero parecía querer controlarse. Se había levantado rápidamente para ver qué ocurría. Al abrir la puerta encontró a su mamá al teléfono mientras con la otra mano sujetaba con fuerza la de su papá, quien se encontraba respirando con dificultad. Tenía la vista perdida. Asustada, Dolores se acercó hasta él y trató de hacerlo reaccionar con pequeños golpes en la cara, pero no funcionaba. Su mamá colgó el teléfono y dijo que se pusiera algo rápido para ir al hospital, que ya venía su tío a buscarlos. Dolores despertó a su hija y la vistió justo a tiempo cuando su tío llegaba. El hospital no estaba más que a tres kilómetros de distancia, pero sentía que eran demasiado. Faltaban diez minutos para que dieran las siete de la mañana cuando le informaron que su papá había fallecido a los 66 años de edad a causa de un derrame cerebral. Ale. 16 años. 1985 —¡Ale! ¿vos dejaste la plancha prendida?! – Le gritó su mamá desde la habitación. Ale no respondió; se quedó enfrente de la casa mirando cómo pasaban las vacas mientras un muchacho las arreaba desde atrás. —¡Ale! – repitió su mamá abriendo la ventana que estaba detrás de ella. - ¿Vos querés que se incendie la casa? No vuelvas a dejar prendida la plancha una vez que uses todo. 16
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A tu edad yo ya me había casado y vos sin embargo seguís jugando con la plancha todavía. —Sí, mamá; perdón… - respondió sin ánimo. En ese momento su papá entraba por el portón de madera con un montón de dulces bajo el brazo. Ella fue corriendo hasta él y tomo el primer alfajor que vio. —¡Hola, princesa – la saludó. Estaba cerrando el portón cuando la mamá de Ale gritó desde la ventana: —¡Por fin ya llegaste! ¿a quién visitaste esta vez? A Ña Pancha? A Ña Zulma? —A mi hermano, Querida. No sé de dónde sacás todas esas ideas de que voy a visitarle a cada mujer que se cruza en la calle. Ella la miró suspicazmente pero no dijo nada; sin embargo, miró a Ale y le apuntó un dedo mientras decía: —Y vos dejate de juntar con Carmencita que lo único que hace es tirarte mal de ojo cada vez que te ve. —¿Qué? Pero si hace mucho que no la veo! —¡No me vayas a mentir! si vuelvo a saber que le viste sos vos la que no va a salir. – Y dicho eso, cerró la ventana. Ale y su papá se miraron consternados. Él meneó la cabeza como alejando lo sucedido y la abrazó mientras entraban juntos. —Tranquila, Ale; quizás sólo está en sus días… Dolores. 28 años. 1997 Después de la muerte de su papá, la vida de Dolores dio un giro de ciento ochenta grados. Claro que con el tiempo uno se recupera de la muerte de alguien, aunque nunca lo supera. A sus veintiocho años, Dolores tuvo que afrontar lo que quedaba del año tratando de conseguir un trabajo esta17
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ble, manteniendo a una hija de siete años sin más sustento que lo poco que su propia madre podía darle de la entrada del oficio de costurera. No era fácil. Aunque después del duelo se decidió a salir adelante, con el paso de las semanas y meses su ánimo fue decayendo porque cada puerta que tocaba estaba cerrada. Eso sí, por más necesitada que hubiera estado nunca pidió ayuda a su ex, porque ¡claro que él la ayudaría! Seguro le podría conseguir un buen puesto moviendo sus contactos. Finalmente, un vecino la ayudó a conseguir trabajo como secretaria en una oficina pública que se había creado hacía tan solo un mes. Lo que ganaba no era el sueldo mínimo, pero algo era algo. Ale. 16 años. 1985 Hacía tiempo que no pensaba en Carmencita. Habían sido compañeras hasta el segundo curso. Carmencita faltaba mucho a clases porque cada semana sufría una enfermedad nueva, y hasta el más mínimo resfriado la acercaba al borde la muerte, pero siempre se recuperaba. Ale no recordaba si alguna vez estuvo realmente bien. Se preocupaba por ella, y siempre se había ofrecido en ayudarle con las tareas pendientes. Cada tanto Carmencita iba hasta su casa (con un bolso lleno de remedios yuyos, flores y piedras para ahuyentar los malos espíritus) para completar los deberes o jugar un poco. Cuando eran niñas, la mamá de Ale las hacía sentar en dos sillitas de madera y les preparaba tortas caseras rellenas de dulce de leche; a cambio de esa dulce merienda, Carmencita le regalaba hojas de distintas plantas para la buena suerte, muchas veces se trataba de la misma planta: el laurel, que la reconocía 18
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perfectamente porque su mamá la utilizaba para todas las comidas. Eso había sido así desde los siete hasta los trece años de edad. Su amiga llevaba una semana sin aparecer por la escuela, y según la profesora era porque estaba muy enferma; así que Ale averiguó su dirección y camino veinte cuadras hasta llegar a la casa. Nunca antes había tenido que ir. Dolores. 33 años. 2002 Llevaba cinco años trabajando como secretaria sin que su sueldo o su posición cambiara en lo más mínimo a pesar de su buen desempeño. De verdad le ponía ganas, no llegaba tarde y no se quejaba del trabajo extra que tenía porque su compañera de vez en cuando decidía firmar la planilla e ir en horas de trabajo al gimnasio que quedaba a unas cuadras de la oficina. No la culpaba, apenas tenía veintitanto y no se daba cuenta de lo que hacía, pero cuando gracias a esos ejercicios empezó a tener un mejor físico, llamó la atención de los superiores y rápidamente fue ascendida a un puesto con mejor paga. Eso sí la molestó. Es por eso que decidió hablar con su jefa y preguntarle si podía tener un aumento, pues tenía que mantener a una hija que estaba entrando en la adolescencia y a una a madre que ya no trabajaba. Su jefa le dijo que no había recursos para eso, le entrego diez carpetas más para su trabajo del día y le cerró la puerta por la cara. A continuación, fue junto al nuevo jefe de su ex compañera; a lo mejor él era más dado en dar trabajo. Entró para hablar con él y le explicó lo mismo: su mamá, su hija… Él la miró de arriba abajo hasta donde le permitía su escritorio y negó con la cabeza: “Lo siento, pero no hay recursos; el presupuesto es ajustado y necesita además demostrar mé19
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ritos; que yo recuerde usted ni siquiera entró por oposición pública”. —¿Y su nueva secretaria qué? Ella también entró de refilón nomás y en un año ya ascendió asesora de no sé qué, ganando dos veces más que yo cuando ni siquiera hacía su propio trabajo como secretaria. – Replicó sin poder contenerse. —Ella… es un caso especial. —¿Ah, sí? ¿por qué es la excepción? ¿Por su figura? Sabía usted que se iba al gimnasio en su horario de trabajo? —¡Basta! Estoy muy ocupado, Sra… como se llame. A usted no le incumbe el trabajo de los demás; vuelva a su trabajo si no quiere que la amonestemos por incumplimiento. —Y bajó la cabeza fingiendo concentrarse en unos papeles que debía firmar. —Los voy a denunciar… - murmuró con rabia. Ale. 13 años. 1982 Cuando Ale llegó a la casa de su amiga, no le sorprendió que fuera tan creyente de los remedios yuyos y otras plantas. Su casa misma parecía un herbolario de todas ellas. Muchos creerían que la casa se hallaba abandonada, pero cuando uno se fijaba bien podía distinguir el cultivo de distintas plantas que su amiga solía llevar a la escuela. Las trepadoras ya había dominado tanto su pared que darles una nueva capa de pintura era imposible. Palmó. Una señora rechoncha salió a duras penas con una escoba de paja en la mano. Se quedó en la puerta al ver que era Ale quien venía. Ale, por su parte, se quedó allí mismo y no dijo nada cuando reconoció a la vieja señora que se iba a su casa a llevarle diariamente las verduras. Durante mucho tiempo, sin 20
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explicación alguna, esa mujer había constituido como parte de sus pesadillas de la infancia. Pensó que había muerto cuando ya no apareció, a lo mejor nunca había pensado realmente en eso hasta hace unos segundos cuando recordó que se había dejado de ir hacía tanto tiempo. Jamás hubiera asociado a su amiga flaca y débil con ella. —¿Está Carmencita? – preguntó con un hilo de voz. No se había perdido la imponencia que ejercía esa mujer sobre ella con el paso del tiempo. —No. – Contestó la mamá; Y se quedó ahí, sin decir nada más, observándola. —Le… le traje la tarea, señora. —A vos te recuerdo... ¿por qué no pasás? Justo estaba preparando un té para la merienda. Carmencita debe llegar en cualquier momento. Ale dudó. La mujer no le inspiraba confianza, pero quería ver a su amiga; así que se armó de valor y se dijo que por más grande que fuera esa mujer, no debía imponerle ningún miedo. Entró. La casa era muy distinta a las que había visto en toda su vida. Era chica, como todas las casas; pero el color bordó de la pared y la cantidad de artilugios que colgaban por todas partes hacía que se viera más pequeña, apenas podía moverse sin que rozara un ramo de flores, una máscara india, o trazos de tela. A lo mejor, pensó, dejó de vender verduras para dedicarse a la herbolaria y hacer ropas como su mamá. Se sentó en la sala mientras la señora iba a la cocina a traerle la merienda. Un mueble llamó especialmente su atención, pues allí parecía concentrarse la mayor parte de los objetos extraños que decoraban la casa: cuerdas trenzadas, lazos con nudos, velas 21
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de distintos colores, un muñeco hecho de paja, piedra con forma de flecha, agujas, alfileres… —¡Acá está tu té! Hice especialmente para vos. - dijo acercándose y colocando un platito con una taza humeante que contenía un líquido traslúcido color amarillento. El olor a naranja envolvió rápidamente a Ale. —¿Té de Naranja? – preguntó desconcertada. La verdad, nunca había tomado té. ¿Se suponía que era como un jugo caliente? Se preguntó. —Exacto ¡tomá! Te va a hacer bien…voy a hornear unas galletitas que estaba preparando… Y salió. Ale dejó el té sobre la mesa; aunque le era extraño ese líquido y el olor le gustaba, no podía tomarlo debido a que notaba que estaba muy caliente. Esperaría a que se enfriara. Justo en ese momento, se abrió la puerta de la sala. Carmencita entró fatigosamente con unas plantas en la mano. A pesar del cansancio, no se la veían tan mal; salvo que rengueaba un poco al caminar. Se detuvo al verle a Ale en la sala. —¡Hola! – le saludó Ale con una sonrisa y fue a abrazarla. —te traje las tareas; la profe dijo que estabas enferma. —Sí… - murmuró desconcertada; se fijó en los libros que estaban sobre la mesita cerca de la taza. - ¿Estás tomando té? – preguntó. —Sí. – respondió soltándole. – Tu mamá me acaba de preparar. —No tomes. – Murmuró. —¿Qué? —No te va a gustar; nunca tomaste, así que… dejame, yo voy a tomar ahora. 22
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—Pero… - quería decirle que quería quedarse a merendar con ella; pero la verdad, se sentía un poco cansada y decidió que a lo mejor otro día volvían a juntarse para merendar juntas. —Gracias por los libros, te llevo cuando esté mejor. – Dijo Carmencita con una sonrisa. Si Ale le hubiera prestado atención, se habría dado cuenta de que era una sonrisa nerviosa. —No te ves tan mal. —Ya estoy mejorando... – Y se quedó ahí, esperando a que saliera. —Bueno, espero que te vayas pronto al colegio; ya es aburrido sin vos. —Ahí voy a estar. Ale salió, la miró una vez más y se alejó caminando lentamente. Sentía dos fuerzas contrarias: por una parte quería quedarse allí con su amiga, pero por otra sólo quería alejarse lo más rápido posible de esa casa. Dolores. 38 años. 2007 Su atrevimiento lo pagó caro. Los denunció ante Auditoría, sí; pero tras las “investigaciones” concluyeron que su ex compañera tenía los méritos y la antigüedad suficiente para el cargo. Dolores sabía que ni siquiera había terminado la universidad; y aunque no perdió su trabajo para que no llamara más la atención, se ganó enemigos permanentes y el puesto de secretaria con un sueldo base durante los próximos quince años sin posibilidad de ascender. Su otra opción era seguir la lucha, pero no estaba preparada para afrontarlo sola, y debía mantener a tres personas incluida ella. No podía darse el lujo de perder su trabajo. Terminó siendo una autómata. Cinco años después de aquello, Dolores volvía de su 23
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trabajo a las tres de la tarde con un sol implacable. El calor no daba tregua en esos días. Sólo quería llegar y dormir un buen rato para recuperar energía. Apenas abrió el portón, su hija, ya de dieciséis años, salió y con los ojos desorbitados le dijo que la abuela se había encerrado en el depósito y había empezado a gritar desde hacía más de media hora. De prisa, Dolores fue hasta ahí. Golpeó la puerta. —¡Mamá! ¿Estás bien? – le preguntó dubitativa. Silencio. —¡Andate! – gritó desde adentro. —¡Mamá! ¡Abrime la puerta! —¡Andate te digo! ¡Vos mataste a mi marido! ¡Vos te lo llevaste! – y un sonido metálico golpeó la puerta. Dolores golpeó más fuerte, intentando que abriera. Tras mucho insistir, su mamá abrió y salió. Le miró a Dolores y le sonrió como si no la hubiera visto hacía tiempo. —¿Ya viniste? – le preguntó alegre. —Mamá, ¿estás bien? – volvió a preguntar Dolores. —Sí, mi hija; ¿por qué no iba a estar bien? Pero no, no estaba bien; su mamá fue empeorando: cada vez se encerraba más tiempo en el baño a gritarle a un ser desconocido, tiraba cosas a la ventana diciendo que alguien la vigilaba, murmuraba cosas incomprensibles sobre los vecinos; y pronto empezó a levantarse puntualmente a las tres de la mañana a caminar por la casa, en silencio al comienzo, luego haciendo mucho ruido. Se preparaba un mate y se sentaba a discutir con su amigo/enemigo. Tras un examen, finalmente le diagnosticaron esquizofrenia. En los siguientes años las cosas fueron tornándose cada vez más difíciles: salía de la casa sin aviso y aparecía horas después, diciendo que había visitado a alguien. Dejaba abierta la llave de gas, la heladera sin cerrar, la plancha 24
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enchufada – incluso lo colocaba en el baño, cerca del lavatorio -, acusaba a su hija de robarle comida…; y aunque le costara, Dolores simplemente no podía llevarle a un asilo o a un psiquiátrico y dejarla allí. Era su mamá; era la que la había criado, la que estuvo allí cuando regresó con su hija y ambas perdieron a su papá. Era su mamá, y por ese simple hecho lucharía por ella costara lo que costara. Ale. 20 años. 1989 La última vez que vio a Carmencita fue unos días después de que había visitado su casa, cuando ésta fue a la escuela y le devolvió los libros. Con ellos le entregó una pulsera hecha de tres piedras, que según su amiga era rubí, sardónica y ojo de gato: como una muestra de su amistad. Después de eso ya no supo nada. Según dijeron, se había ido al exterior a tratarse de Leucemia; que por lo visto había funcionado durante un tiempo porque vivió hasta los veintiún años. Ale se fue al entierro; no hubo un velorio porque su mamá no era cristiana. Allí, lloró sinceramente, pero en silencio, porque a pesar de que había pasado casi diez años desde la última vez que se habían visto, era su amiga. Después de ella no pudo volver a entablar una verdadera amistad con nadie. Sintió realmente por su mamá, pues era su única hija. Se la veía deshecha, dijo que había hecho de todo para salvarla. Cuando Ale fue a saludarle – por respeto más que nada -, su mamá se fijó en la pulsera que se había puesto para la ocasión. —¿De dónde sacaste eso? – preguntó con cierto asombro en la voz. —Me regaló Carmencita la última vez que nos vimos. La mujer pasó los dedos por las piedras y de pronto fue 25
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como si tuviera un brillo de entendimiento. —¿Me la das?... es la pulsera que le dio su abuela a Carmencita, creí que la había perdido. Ale dudó. Esa pulsera era lo único que le quedaba de su antigua amiga, quería decirle que no; pero viendo su dolor, viendo que era ella quien había perdido a su única hija y que esa pulsera era de toda una generación, con pesar se la quitó y la entregó. Sintiendo como si tuviera un peso encima, como si con ese acto hubiera abandonado a su amiga, salió en silencio del cementerio y fue a esperar el colectivo. Allí sentada, cabizbaja, conoció a Carlos. Dolores. 44 años. 2013 La enfermedad de su mamá fue empeorando. Además de todos los accidentes que ya podía haber ocasionado por descuido – y pensar que era muy exigente con ella sobre eso cuando era chica-, se volvió más violenta. Al comienzo tomaba los remedios que le había recetado el doctor, pero de un día para otro se negó a tomar. Dolores tuvo que darle a escondidas en su cocido, y al cabo de unas semanas también ya empezó a desconfiar de ella. Su mamá aseguraba que la quería envenenar, y no tomaba nada de lo que ella preparara; fingía que sí, pero apenas Dolores se daba la vuelta, derramaba todo el contenido en la plantera de adelante. Lo positivo era que no dudaba de su comida, y por lo menos sabía que no moriría de inanición. Al final desistió de los medicamentos – por temor a que se negara a comer si la descubría -, y aprendió a vivir con la enfermedad. Su hija por otro lado no aguantó toda la locura de la abuela. Entró en una etapa de rebeldía; llegaba tarde, salía sin permiso, apenas había terminado la secundaria. Desapa26
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recía dos o tres días y luego regresaba sin dar explicación alguna. Un día, Dolores regresaba una vez más de su trabajo, cuando encontró a su hija recostada por la puerta de entrada de la casa, totalmente ida. Dolores intentó despertarla, pero no pudo. Su hija sudaba frío, y no reaccionada a ningún estímulo: golpes, pellizcos, alcohol, sonidos, nada. Pidió ayuda al vecino y la llevaron al hospital, al mismo que años antes habían ido con su papá, eso le dio escalofríos. Una vez allí, ansiosa, angustiada y desesperada, sólo pudo respirar cuando le dijeron que estaba intoxicada pero fuera de peligro. Dolores no le cuestionó ni le reprochó nada. Estaba viva, y eso era lo que importaba. A partir de ahora era sólo cuestión de volver a retomar el camino, de ayudarla; su hija le dijo que quería estar bien, que quería salir adelante, que ya no le gustaba la vida que llevaba. Dolores fue hasta el centro de rehabilitación Pública, decidida a hacer algo, pero la no pudieron ingresar, no había lugar; y con lo que ganaba en el trabajo, no le alcanzaba para uno privado. Decepcionada, Dolores volvió abatida a su casa, pero se dijo que una solución iba a encontrar. Su hija no estaba ahí cuando llegó. Y pasaron horas… días. Toda esa semana faltó a su trabajo; no le importó que la amenazaran con abrir un sumario por esas ausencias “injustificadas”; para ella la desaparición de su hija era una razón más que suficiente, aunque le dijeran que ya regresaría y que sólo estaba siendo dramática. Dramática… ¿estaba siendo dramática cuando una semana después encontraron a su hija en un edificio abandonado muerta por sobredosis? ¿Estaba siendo dramática cuando se dio cuenta de que no existía “una vez más” en sus vidas como madre e hija? Quería gritarles, decirles que ella 27
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sabía, que el corazón de una madre siente cuando algo no anda bien… pero no pudo, y tampoco valía la pena. Se limitó a sentarse en el sillón de la sala a recibir las condolencias que tanto odiaba escuchar, mientras su mamá miraba furtivamente desde la persiana del cuarto, sin llorar, sólo observando. Ale. 21 años. 1990 —Él no me agrada, Ale. – Respondió asertivamente su padre desde la puerta cuando le preguntó por qué no quería que vaya a vivir con Carlos, mientras guardaba sus ropas y pertenencias personales en tres grandes bolsos. —Pero es el papá de mi hija, y nadie va a ver bien que sea madre soltera. Quiero una familia tradicional, papá… reprochó sin detenerse. Ya llevaba siete meses de embarazo, y pronto tendría a su primera hija en sus brazos. Adoraba vivir con sus padres, pero a su edad ya no podía seguir con ellos. Sus compañeras ya se habían casado, ya incluso tenían dos hijos, y ella sin embargo seguía allí; pero eso podía cambiarlo ahora. Carlos era una buena persona a pesar de lo que le dijera su padre. Ocupaba un puesto importante dentro de la función pública y sabía que dinero no le faltaría para críar a la niña, y eso era lo más importante. Y sí, lo quería, era el primer hombre que realmente anduvo detrás de ella, y quien se preocupaba por ella; si aún no se habían casado era porque la ocasión no se dio, pero él era el hombre con quien quería vivir el resto de su vida; así que terminó de empacar y salió tras despedirse de sus padres. Su mamá no quería saber nada de ese hombre, pero prefirió callarse. Su papá intentó una vez más en convencerla que se quedara, sin éxito. Se dieron dos besos en la mejilla y Ale subió al auto que la esperaba enfrente. Su nueva vida estaba empezando. 28
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Dolores. 47 años. 2016 Tres años y cinco meses habían pasado desde que había perdido a su hija; pero la lloraba en cada cumpleaños, en cada día de la madre, en cada navidad… cada día, en silencio. Tanto estrés emocional empezaba a repercutirle físicamente, y distintas enfermedades fueron apareciendo con más frecuencia. Su mamá permanecía más tiempo en silencio, y sus gritos se hicieron menos intensos. Esa mañana, sin embargo, su mamá amaneció con un humor que hacía años que no la había visto. Reconocía perfectamente a Dolores, e incluso pudo tener una conversación cuerda con ella durante quince minutos antes de que se llamara otra vez al silencio, pero manteniendo una energía alegre. Dolores limpió la casa, lavó las ropas, cocinó y finalmente se sentó a almorzar. Su mamá solía comer en su cuarto, pero esa siesta arrastro pesadamente una silla y se sentó con su hija a comer. Sorprendida, Dolores le sirvió un buen pedazo de sopa con arroz kesú y le puso enfrente. Durante los primeros cinco minutos ninguna dijo nada; pero de la nada, su mamá se sirvió un vaso de jugo – hacía años que no tomaba nada de ella por miedo a envenenarse y la miró intensamente. —La culpa lo tiene Ña Pachica. – dijo segura. Dolores creyó ver un atisbo de lucidez en esa mirada, pero no la entendía. —¿Culpa de qué, mamá? – preguntó tratando de seguir la conversación. —De todo… ella sigue acá. Siempre nos tuvo envidia, te tuvo envidia. Dolores no lo entendía. Ni siquiera conocía a una tal Ña Pachica. Intentó encontrarle sentido, diciendo que tal 29
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vez tenía algo que ver con su hija, pero tras pensarlo no encontró relación. —Ella mató a tu papá, a tu hija y pronto me va a matar a mí también… pero no me importa, ya estoy vieja y cansada, ya hace tiempo que quiero volver a verle a tu papá. Anoche vino a visitarme y dijo que va a venir a buscarme… Dolores respiró profundamente. Estaba equivocada si pensaba que podía volver a tener una conversación coherente como el de esa mañana. Su madre sólo deliraba, como siempre, y no podía hacer nada contra eso. Se levantó y llevó los platos al fregadero. —Vos sabés dónde está… - continuó su mamá-; buscá y deshacete de eso; no dejes que a vos también te lleve antes de tiempo, mi Alegra… 2017 Estaba segura de que en cualquier momento moriría. No había otra explicación para tanto dolor. Cada enfermedad que aparecía y desaparecía no hacía más que acrecentar sus ganas de abandonar la vida, más aún cuando su alma todavía sangraba, y sabía que nunca cerraría la (o las) herida que llevaba dentro. Si seguía respirando era por inercia y porque de vez en cuando decidía ir a última hora al médico para averiguar que nueva causa la aquejaba, sólo para que le digan que esa psicosomático; pero al final del día, cuando se acostaba en su cama y miraba durante horas el techo gris de su pieza, se preguntaba por qué seguir. Si nada estaba a su favor, por qué seguir luchando contra esa mala suerte que había arrastrado toda su vida…, y lo peor: parecía que cada vez esa energía negativa ganaba más fuerza, debilitándola desde distintos aristas antes de dar un golpe fuerte para producirle, sino la muerte, por lo menos un knockout que le duraba meses. 30
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Su madre había elegido bien su nombre: Dolores; aunque ella y su papá siempre la habían llamado “Alegra” o “Ale”, porque decían que tenía una alegría contagiante desde que era pequeña. ¿Qué había pasado de esa alegría que decían? Ni siquiera recordaba haber sido feliz alguna vez… Pero sí, sí lo había sido; a pesar de todo lo que había pasado, sí recordaba su niñez como la mejor época de su vida, donde no tenía que preguntarse por nada, donde podía correr libremente por todo el campo mientras las vacas pastoreaban a su alrededor, y ser feliz como su hija misma lo había sido un tiempo; donde recibía a su papá cada mañana en la puerta esperando a ver qué le había traído, y podía sentarse en la cocina con su mamá para ver cómo trabajaba y aprendiendo trucos de ella antes de que la esquizofrenia la apartara de su lado y por culpa de eso un accidente doméstico la arrebatara definitivamente. Hacía tan solo unos meses atrás atrás perdía a la última persona que le quedaba, y aunque le dolía, sabía que su mamá ya estaba mejor; y como ella le había dicho antes de irse: se reunió con su papá, con su nieta incluso; y de seguro en cualquier momento con ella misma… “No dejes que a vos también te lleve antes de tiempo”. Había olvidado esa conversación. Estaba tan ensimismada con todo lo que había sucedido que ya no pensó en lo último que le había dicho. A decir verdad, le había prestado poca atención al ver que deliraba de vuelta. Pero… ¿lo estaba realmente? ¿Acaso no tenía una extraña lucidez? “Todo es culpa de Ña Pachica”… había dicho. Ña Pachica… Ña Pachica; el nombre le sonaba pero no lograba darle un rostro. 31
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Se le vino a la mente una casa abandonada; no, no estaba abandonada, ahí vivía… Car…¡Carmencita!; síii! Su amiga! Hacía tiempo que no pensaba en ella…; pero ¿qué tenía que ver con Ña Pachica? Había muerto tan joven de una leucemia; muy creyente, de los remedios yuyos al menos, porque siempre le daba alguno “para su protección”, incluso le había dado una pulsera hecha de piedras. Recordó que una sola vez había ido a su casa, y allí dentro se había asombrado de todas las cosas extrañas que había encontrado: lazos, velas, muñecos de paja… Dolores se incorporó bruscamente de la cama; de pronto había olvidado que le dolían los pies. Repasó mentalmente cada elemento que había visto esa mañana en la casa de su amiga, la hija de la verdulera…y de pronto recordó; recordó que había escuchado ese nombre cuando era muy chica y la señora solía ir a llevarle verduras a su mamá… ¿No le había presentado ella misma? ¿no lo había escuchado detrás de la puerta esa mañana cuando creyó que ya se iba y su mamá se despedía de ella? ¿No le había dicho que tenía demasiada buena energía? Una energía tan buena que fue perdiendo tras la muerte de Carmencita – cuando le devolvió la pulsera-, y todo fue decayendo…; sí, le había dicho eso cuando salía del baño, mientras se limpiaba las manos con el delantal… “vos sabés dónde está”… Dolores se levantó. Definitivamente en ese momento físicamente no le aquejaba nada. Cruzó toda la casa y salió al patio trasero. Allí en el fondo aún estaba la antigua caseta del baño que ahora utilizaba como depósito. Nunca había sentido la necesidad de echarlo o modificarlo. Se dirigió directo hasta ahí y abrió la puerta. Una pila de viejos artefactos reposaba contra la pared; comenzó a quitarlos a montones hasta que el pequeño espacio quedó completa32
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mente vacío; fue a buscar una linterna y comenzó a pasarlo por toda la pared; esa pared nunca se había pintado, siempre había sido de ladrillo visto. Recorrió cada centímetro, y al llegar al tope, entre la pared y el techo de metal, vio un papel. Tomó una vieja silla que había quitado y se subió sobre ella. Allí encima, estiró su brazo y sacó una pequeña bolsita de papel crema escondida entre la grieta; se notaba el paso del tiempo en ella; adentro se encontraba un puñado de polvo gris y marrón oscuro… Dolores lo tiró por impulso al darse cuenta de lo que era; el papel y todo su contenido cayó fuera de la caseta, y con el viento la tierra se levantó y se dispersó por el aire, y unos segundos después el papel crema desgastado también voló. Dolores vio cómo cruzaba su patio y se perdía por el horizonte… Ella sabía que ya no recuperaría a sus padres, que ya no podrían devolverla a su hija, pero sabía – y nunca se había sentido más segura- de que esa mala energía que la había estado siguiendo se estaba yendo. Si no lo hubiera encontrado, sólo habría sido cuestión de tiempo para que finalmente también se lo hubiera llevado a ella; y si no lo fue antes era porque Carmencita se había encargado de eso con la pulsera y sus plantas: para que por un tiempo más su amiga Dolores siguiera siendo simplemente Alegra… -Gia Ramos
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Magdalena Cumplía 18 años Magdalena, una joven de ojos color café, de larga cabellera negra, y piel canela que a la luz sol brillaba, era mediana de estatura, disfrutaba de ponerse zapatos con tacos y caminar moviendo sus caderas e imaginándose como una princesa, era tanta su belleza que provocaba envidias y suspiros. Vivía con sus tías y demás mujeres en una casa de paredes frías y húmedas, pintadas en partes de un triste color celeste, la vivienda estaba ubicada en Avenida Defensores del Chaco, a cuadras del viaducto de 4 Mojones, entre edificios viejos y abandonados cuyas únicas funciones eran ser el aguantadero de drogadictos y niños de la calle, había crecido ahí luego de que a sus ocho años haya perdido a su madre por culpa de una infección post aborto, vivió sus lágrimas y risas oculta en una pequeña pieza en el fondo de la casa, jugando con Mirta, una niña dos años mayor que ella, ignorando o queriendo ignorar así a su destino, el mismo que aquel día le obsequiaría el debut en la sociedad nocturna de la cual eran anfitrionas “Las aves de paso”. El día tan ansiado por las damas más veteranas había 34
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llegado, Magdalena representaba un jugoso ingreso económico. Era bella, joven, se destacaba por sus finas caderas, podrían obtener abundante dinero a cambio de su pureza. Comenzaron los preparativos dentro del gran salón, estaba dispuesta una conservadora llena de cervezas Polar, el rack ya estaba puesto sobre la mesa de billar y todo se veía envuelto en la poca iluminación del rojo fluorescente, ambientado para recibir a los clientes fieles y antiguos de la casa que en un viernes de fin de mes no faltarían al “Pub” que les abría las puertas desde hacía treinta años, ofreciéndoles gran variedad de bebidas y mujeres, de acuerdo al “capital” que traían. Mientras, en la antigua pieza, Mirta, quien ya llevaba dos años de experiencia en el oficio, y que hasta ese momento era la favorita de los clientes por su virtud de buena amante, ayudaba a Magdalena a vestirse mientras le secaba las lágrimas y la trataba de consolar: —Así nomás ko luego es, Magda, la primera vez demasiado cuesta, pero después ningo te acostumbras y ya vas a tener tu platita, te va alcanzar para comprarte ropa nueva, y yo te puedo acompañar al mercado. ¡Deja sí que de llorar, no todo ko es malo! , yo también tenía miedo ante, pero si cumplís bien con los muchachos, te tienen como reina luego . Pero vanas eran las palabras, con tanta tristeza Magdalena no podía oír. Llegada la noche y como era habitual las mujeres salían a la vereda, vestidas con prendas que dejaban poco a la imaginación, tiraban el anzuelo con piropos y sonrisas, buscando pescar peces nuevos o esperando a el mismo cardumen de siempre. A las ocho y media de la noche llegó Don Eligio, jefe de obras que gastaba sus jornales en vicios y en todo lo que 35
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creía le hacía más hombre, caminaba a pasos lentos, a la medida que le permitían sus kilos demás, traía consigo a su hijo Fidencio, un joven de 20 años, alto y delgado, su rostro fino de pómulos hundidos le hacían parecer un niño, era elegante al caminar, todo lo opuesto al padre, quien quería enseñarle el mundo de las mujeres, el juego, el alcohol, quería que sea todo arriero, -nde tujama, 20 años, ereko hetama ara la kuña, le decía Don Eligio. Una vez dentro, los recibió Amparo, la gran dama, la encargada de que el negocio prospere, ella se encargó de dictar el menú femenino que tenía disponible, y como este era uno de los parroquianos que más aportaba , no demoró en ofrecerle a Magdalena. —Hoy estrenamos che karai, una de 18 años, unas tetas que ni te imaginas, de larga cabellera, como te gustan. En cuanto el hombre recibió la propuesta aceptó el ofrecimiento —La quiero, pero esta vez quien disfrutará será mi hijo. Inmediatamente mandaron a preparar la habitación más lujosa, —Con ventilador y todo, la cama rechina un poco pero ¡oikoite!, afirmó Amparo. Estaba todo listo, vestida con un baby doll negro, nervios y enojo Magdalena esperaba al desgraciado que pagó por ella. Y más nervioso aún lo estaba Fidencio, que ante la mirada de su padre caminaba como todo un fortachón, pero entró temblando como perro callejero. Sería vano el intento acercarse a ella para explicar cómo había sucedido todo y cuáles eran sus intenciones, antes de que pudiera decir alguna palabra, Magdalena frenéticamente gritó: —Ni te acerques luego a mí, no me importa cuánto pa36
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gaste, no quiero saber nada de vos ni de nadie, nde sucio, calentón! —Espera na vamos a hablar- le dijo Fidencio –Te voy na contar que lo que pasa Mientras Magdalena agarró un Ladrillo del piso, decidida lo levanto contra él. —Anike voi te acercas más, vas a probar mi puntería, en tu asunto te voy a tirar, ándate bien nomas ya de acá —Espera na – Replicó Fidencio – No tires na vos la primera piedra, —No quiero co hacerte nada che ama, yo ko soy gay. -Vy´a Colmán
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Oscar Martes 29 de junio del 2010, la selección paraguaya de futbol participando en el mundial en Sudáfrica, supera a Japón en la definición por penales, Oscar “Tacuara” Cardozo ejecuta el quinto penal convirtiendo y así la albirroja por primera vez pasa a cuarto, próximo rival España. Mario, Edgar y Lucio compañeros en la distribuidora farmacéutica, saltaban de emoción ante el triunfo de la albirroja, ese martes 29 de junio era histórico para ellos fanáticos de la selección, que por primera vez superaba esta fase de grupos y se instalaba en cuartos del mundial de futbol. Ya comenzaban a planificar el próximo encuentro futbolero, esta vez no sería en el depósito de la distribuidora, sino en casa de Mario Barchetta , arquitecto de profesión se encargaba del área de marketing y el diseño de las estanterías que eran ubicadas en las farmacias con los productos que la empresa representaba en el país, residente desde la infancia en el barrio San Vicente de la ciudad de Asunción, le gustaba ver los partidos de fútbol, más, después de un accidente que tuvo en su juventud supervisando una obra en construcción. Cuando una viga de lapacho se movió de 38
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su lugar y en la caída golpeó una pared de ladrillos que cayó sobre Mario, afectando su humanidad y lesionando su rodilla. Hasta ese momento solía jugar al futbol en la canchita de la parroquia del barrio, era uno más del montón y disfrutaba del deporte rudo que se producía casi siempre y no pocas veces terminaba a los tongos. Edgar Kvoos encargado de las ventas de los productos de la distribuidora, un descendiente de alemanes que se instalaron en San Bernardino a principios del siglo XX. Puntual, riguroso, meticuloso en su trabajo, era un dóberman de las ventas, fino en el trato y delicado en sus exposiciones, entusiasta con la comida se especializó en hacer paellas españolas y este sábado 3 de julio era una oportunidad para una paella esperando el partido de la albirroja ante la furia roja. La casa de Mario era el lugar, con su sala comedor amplia y un TV de 50 pulgadas recientemente comprado había que ver su calidad de imagen HD y el encuentro deportivo calificaba para ello. Lugcio Lopez, responsable de las cobranzas en la empresa, un tipo tranquilo, metódico, serio en su trabajo, hacía unos meses que retiró del representante una moto Kenton cobrador GT150 color verde, a pagar en cuotas. Un año atrás comenzaba a trabajar en este lugar, las buenas ventas que realizaba Edgar repercutían en cobranzas importantes que con suma impaciencia Lugcio Lopez ejecutaba con aire de gentleman. Los tres acordaron reunirse el sábado después del trabajo para ver el partido, con paella de por medio. En las calles de la ciudad la algarabía brotaba con banderas y remeras que se comercializaban en los sitios como las plazas céntricas y en lugares no tan comunes como algunos cruces semafóricos a las salidas de la ciudad. Por llegar a estas ins39
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tancias en un campeonato mundial, la prensa internacional colocaban al país en las noticias por algo positivo, se hablaba de Paraguay, su ubicación, que no era Uruguay aunque en el mismo continente sudamericano, que estaba al lado de Brasil y Argentina, que su clima caluroso y húmedo, que su idioma guaraní hablado por una población no indígena, que su sopa sólida, que España había recibido a más de cien mil paraguayos emigrando en los últimos diez años para trabajar. Que las familias desmembradas porque mamá se fue a trabajar y envía el dinero que permite a la familia vivir dignamente, donde los niños son cuidados por el papá que ya no procura un empleo, el cuida de la casa como un amo de casa mientras los euros vienen en remesas mensuales. En las calles otros ambientes se viven, personas en una realidad distinta. El mundial de fútbol había comenzado el 11 de junio, se transformaba en un mes especial, todo estaba supeditado a los encuentros deportivos, televisores en negocios, transmitiendo los partidos, la necesidad de que los clientes no pierdan los detalles de este deporte nacional que mueve pasiones, mueve dinero que se traduce en consumos generosos de cerveza en botella y en latas de aluminio. Objetos de reciclaje para Ángel y Oscar dos cuates de Cateura a los que este tiempo de invierno paraguayo benigno por cierto colaboraba para el consumo y alentado por el excelente desempeño de la selección con “Tacuara” Cardozo en la delantera y Villar en el arco. Partidos de las eliminatorias, día caluroso y mucha cerveza hacen una alianza estratégica para los recolectores de latas lo cual hacía que cada día se tengan que movilizar rápido para apilar la mayor cantidad de latitas de aluminio (60-70 latas hacen un kilo y se paga 3 mil G$) en un día pueden juntar un kilo y medio y los fines de semana diez a doce kilos 40
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Este tiempo venía bien la recolección. Ángel, no terminó la primaria, su familia vino del interior y se instaló en barrio Republicano allá por 1999, él tenía 11 años y se decía que en la capital las posibilidades de trabajo eran mejor…Oscar recuerda que siempre vivió en Cateura, el barrio donde se a acopia la basura de la ciudad capital y otras aledañas que no tienen donde depositarla. Miles de personas viven y trabajan reciclando en la basura. No siempre se logra juntar una buena cantidad de objetos para el reciclado, o sea cambiar por dinero, para comprar comida o droga. El ambiente festivo por lo deportivo mitiga muchas miserias humanas, también invita a volar un poco para relajar el cuerpo ante días de caminatas largas por la periferia de Cateura sumando acopio reciclable. Esta semana viene bien, muchas latas de aluminio se observan por las veredas, se hace fácil la juntada y hasta excita el entusiasmo. Se piensa en llenar la panza, también en beber como los otros, en conseguir unos porritos que últimamente se logra sin mucha cautela en un bar camino al caracolito. Vale la pena, la selección se lo merece y el cuerpo lo pide y si no lo pide le damos pa´que pruebe algo más que unas birras nacionales. Ambos recicladores se cruzaban cada tanto en sus rutas de trabajo, ya que en este y otros oficios, son zonificados…para no molestarse. Una ley tácita del gremio. Se trabaja en equipo o solo y se tiene un sector de varias manzanas para hacer la ronda todos los días sumando lo que se puede reciclar y vender. En otras ocasiones se reunían a compartir algo, luego de una jornada de trabajo, en otra ocasiones se reunían para un extra que siempre surgía por ahí. Ese sábado 3 de julio Ángel y Óscar se encontraron a 41
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la siesta sobre la Av. José Félix Bogado, uno subiendo desde el norte y el otro desde el sur bajeando desde el semáforo de Av. Japón…ambos venían caminando en una soleada tarde del invierno paraguayo, agradable para caminar…mirar si hay algo disponible. Ángel en ocasiones hacía raterismo, sin complicarse, una garrafa accesible, alguna bicicleta que fácilmente se hacía plata. En esta ocasión invitó a Oscar ya que plata siempre se necesita y quería experimentar otras opciones laborales. Comenzaron a caminar por el barrio Sanvicente, clase media, casas con poca seguridad, zona de viviendas familiares. Tranquila tarde, ya que había futbol por el mundial, la selección paraguaya jugaba contra la española. Casi nada de movimiento en las calles, caminando por aquí, por allá, hasta que subiendo por una calle hacia el este, una suave pendiente divisaron una motocicleta estacionada en una vereda un poco alta, más de lo común, ideal para sentarse y tener semi colgado los pies. Al arribar se sentaron a unos metros de la moto, nuevita, reluciente, tenía chapa. La tarde soleada seguía silenciosa. Luego de un rato de fumar unas colillas sin mucho discurso entre ambos se arrimaron a la moto. Sentados en la vereda con los pies semi suspendidos en esa vereda tan imponente si se mira desde la calle empedrada. Ángel toco la rueda delantera de la moto y sintió algo de rigidez, parece que tenía su traba puesta, un artilugio que se activa con una cerradura kañí con la misma llave del encendido. Ángel en una ocasión jugando con la moto de un cuate le forzó la cerradura del volante, no era gran cosa, un metal de mala calidad que con un poco de ingenio y fuerza se destraba. A sí que hizo su prueba en esta ocasión y resultó, casi no se movió de su lugar para la operación, siguieron conversando vuirezas. Sol, brisa tenue, cero movimientos 42
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en las calles. Óscar sacó un destornillador, transformado en multifunción, lo metió al costado de la luz delantera buscando un manojo de cables, chick..chick..un tirón y corte. Era su habilidad para estos trabajos. Tarea hecha. Siguieron conversando, mirando el sol de invierno paraguayo. La moto estaba ahí a su disposición en la vereda de esa casa que tenía una muralla de ladrillo con una mata de jazmín que daba un aspecto sombrío. No se sentían ruidos, ni perro que ladre. Nada. Ambiente ideal. En la vereda del frente alguien observaba lo que sucedía entre esos dos jóvenes. La inseguridad es una rutina. Mirando por una ventana semi cubierta con un cortinado y mucho miedo sostenía su celular para filmar lo que acontecía, temblaba su pulso mientras trataba de recordar cómo se llamaba ese vecino de la muralla alta de ladrillo común, para llamarle por teléfono y advertirle lo que pasaba en su vereda, seguramente esa moto era de un amigo del vecino. Ángel se puso de pie como desperezándose mientras lo miraba Oscar con una sonrisa burlona. Le siguió en sus pasos, ambos empujaron la moto para descenderla de la vereda a la calle y en el envión hacerla arrancar. Oscar montó la moto y Ángel empujaba. Se estaba grabando todo mientras su madre trataba de encontrar el número de teléfono del vecino. Los tres compañeros de trabajo estaban vibrando con el partido de fútbol, continuaba cera a cero, vibrante, ya que la selección paraguaya tenía sus buenas oportunidades de aventajar en el tanteador a la española. Ring…ring… suena el teléfono en la casa de Mario, atiende y le escucha a una vecina que le informa del robo de una moto que estaba en su vereda, Sorprendido le agradece y grita Lugcio están 43
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robado tu moto, rápido chera´a, salí…corre Lugcio, sale al corredor de la casa y de allí a la puerta hacia la calle… no está la moto, detrás viene Edgar y Mario… lo tranquilizan y Mario se dispone a llamar a la comisaría del barrio, la 18VA metropolitana sobre Av. Félix Bogado y Once Proyectada, le atienden enseguida y luego de identificarse, les cuenta lo ocurrido. Inmediatamente sale una patrullera bajeando por la calle Casanello y a lo lejos ven a dos muchachos empujando una moto que dobla hacia la izquierda... con sigilo van en persecución. Lugcio perplejo, por el robo de su moto, no sabe cómo reaccionar, Edgar le tranquiliza y le dice de ir a la comisaría a realizar la denuncia. Ambos se dirigen hacia allí. Ni bien llegan, se identifican e informan de lo sucedido. Inmediatamente le comunican que se recuperó la moto y se arrestó a un joven, en unos minutos llegarían a la dependencia policial. Lugcio, presenta su documentación de la moto y se redacta el parte policial. En la carrocería de la patrullera traen la moto, sin mayores perjuicios, la descienden y verifican los datos, le informan que no la puede retirar pues ha sido rescatada en mano de uno de los malhechores, el otro escapó. Se debía informar a la fiscalía quien debe ordenar la entrega. El joven detenido era Óscar, le salió mal el tiro. En pocos minutos la policía recuperó la moto, toda una proeza, para el ciudadano acostumbrado a la inseguridad y las anécdotas de malas experiencias por los servicios de seguridad. Mientras tanto el partido se puso electrizante en el minuto 59 una falta en el área y penal para Paraguay, Óscar Cardozo se dispone a ejecutar, era su habilidad en estos momentos…su tiro fue atajado por el arquero Íker Casillas, y a continuación la selección española logra un gol, que 44
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deja afuera del mundial a la albirroja y la furia roja sigue en camino…Oscar, el futbolista, quedó frustrado por esa acción, a Oscar, el reciclador, se le frustro en su acción. El primero quedó triste, dolido y encerrados en críticas por muchos años. El segundo quedó triste, dolido y encerrado en la cárcel por varios meses. Cuando algo no te sale bien, no importa quién eres, te sentirás triste y dolido.
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-Edu Logwiniuk
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Una injusta espera Fue dejado por la corrupta justicia en un pabellón amplio con cientos de otros convictos, compartía su sucia celda con paredes cubiertas de mohos y vestigios de antiguas escrituras de personas que por allí pasaron. Su cama, un fino colchón en el helado piso de arena, al lado del inodoro que debió ser blanco alguna vez y hoy era apestoso y de color marrón. Su compañero más cercano era un hombre condenado por homicidio, con trastornos psicológicos severos, ese hombre no lo dejó dormir una sola noche, por el miedo de amanecer muerto victima de la locura de su compañero a quien, además, le tenía cierto aprecio además de mucho temor. Pasaron los meses y la sentencia no llegaba, la comida era escasa, incipiente y mal oliente, las celdas eran fríos barrotes de colores grisáceos, por donde no penetraba el sol, ni la luz de la luna llena, a veces se recubrían con gotas de agua de los días de tormenta, cuando no había agua para beber, él y su compañero juntaban las gotas que bajaban por 46
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los sucios barrotes y llenaban un jarro de metal abollado, para preparar, quizás, un cocido quemado. Tampoco había medicamentos para sanar los dolores físicos, pero nada dolía más que contemplar las desesperanzadoras caminatas de aquellos hombres desnutridos y con el torso descubierto a pesar de las bajas temperaturas. El convicto encarcelado sin pruebas ni testigos, era como muchos en ese lugar, víctima de un sistema judicial autoritario e ineficaz que lo obligaba a permanecer encerrado para de este modo pisotear su dignidad, abofetear sus esperanzas y ultrajar sus ideales de una sociedad equitativa y justa, espera injusta, a la ausente justicia. -Cintia Noemí
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Predestinación Caminando con pasos lentos pero firmes, con la levedad de un alma que por fin cumplió con su asignación y puede seguir su rumbo ya con la misión cumplida, Pía ingresa al cementerio de la Recoleta por el portón N° 2 sobre la calle Choferes del Chaco, una entrada por la que desde que tiene memoria, había ingresado muchas veces, sólo pensando en llegar al lugar donde se encontraba parte de su historia, hasta hace un año desconocida, escondida bajo la tierra, cubierta por historias más recientes. “Zona VIII Virgen del Carmen” leyó en voz alta. Era la primera vez que se fijaba en ese cartel, que tenía el nombre de la zona donde se encontraba el panteón familiar, ya que a la mano izquierda se encontraba el columbario que tantas veces se le apareció en sueños y que siempre atraía su atención las veces que fue a ese sitio, pero hoy, ya no sentía la ansiedad de años atrás. Virgen del Carmen, volvió a repetir, dándole más énfasis al recordar que ese era el nombre de la Parroquia donde se congregó durante toda su infancia y juventud la abuela 48
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materna de Pía, y donde, coincidentemente pasaría la eternidad. Iba recorriendo con la mirada, e imaginando las historias que habían detrás de cada lápida, cada foto, cada apellido, incluso dentro de cada panteón. – ¿Serán tan fantasiosas como las de mi familia? Incluso hasta ahora me parecen sacadas de una novela– Tal vez sí, o tal vez no- le respondió Ángel, quien acababa de llegar y se encontraba detrás de Pía – Cada persona es única, cada familia, lo que importa es lo que significa para cada miembro, saber aceptarla, pero además comprender que cada uno es dueño de su destino y tiene el poder de transformarlo, incluso cuando ese destino ya está marcado desde antes de nacer. —Estoy tan feliz de haberte encontrado en este tiempo Ángel. —No me encontraste, ya estaba, en todo caso, te diste cuenta de mi existencia en este tiempo Pía- contestó Ángel. Ambos se miraron y se echaron a reír. —Que escena - le dijo Ángel – Nosotros aquí muriéndonos de la risa en un lugar donde abunda el llanto. —Si nos morimos, menos esfuerzo para traernos al cementerio, ya que estamos, aprovechemos al máximo. Una vez más se largaron a reír, acelerando el paso. En el panteón familiar le estaba esperando el encargado. Hace muchos años que no venía a visitar a sus muertos. Después de la muerte de Don Lorenzo, su abuelo paterno, había venido un par de veces acompañando a su madre y a su abuela, pero después de su matrimonio, ya no volvió. Encendió una vela para el abuelo Lorenzo y otra para la bisabuela Clementina, una más frente a la variedad de imágenes de santos que se encontraban en el nicho, y una más en el piso. 49
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—Mba´eiko rejapó1 señorita – le interrogó el encargado. —Había sido se nos escapó una difunta, mi tatarabuela se hizo la retobada y no quiso que le acomodáramos en el panteón, quería quedarse en la tierra nomás. El hombre se rascó la cabeza y con una expresión de poca comprensión se retiró del lugar. —Al fin después de tanto tiempo, puedo volver a este lugar, pero ahora ya sin el temor de antes. Ahora sé que los muertos son mucho más confiables que los vivos- Dijo Pía con una sonrisa de satisfacción por sentir superado aquel trauma de su infancia, donde imaginaba que al entrar al cementerio, si miraba demasiado algún cajón o nicho, el muerto se enojaría y saldría de su morada a “retarle”2 . Sacó de la bolsa de arpillera que traía, una cruz nueva, con una placa reluciente que tenía la inscripción: “María Magdalena Yarati” 16/01/1880 – 25/05/1909 Tu alma descanse en paz” Recuerdos, secretos Desde que tuvo uso de razón, Pía, sintió que ya había vivido en otras épocas y a consecuencia de eso, nació con una tristeza profunda, en la mirada y semblante. Tal vez por cosas no resueltas, pecados imperdonables, vaya uno a saber, cosas que ella misma no podía explicar. Cada atardecer, el espectáculo más lindo para todos, era un suplicio para Pía, se ponía a llorar amargamente, como un alma en pena, como condenada al sufrimiento por la eternidad. A medida que fue creciendo, esos sentimientos se fue1 2
Mba´eiko rejapó: Qué estás haciendo. Retarle: Amonestación verbal
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ron acrecentando, de melancólicas escenas pasaron a ser verdaderos ataques de pánico, dignos de tratamientos psicológicos, incluso, psiquiátricos. Cada noche anterior al año nuevo, su único deseo era dejar este mundo para olvidar todo aquello que la atormentaba, o en su lugar, encontrar algo que la hiciera olvidar su miedo al desconocido mundo del más allá. —Ella es así nomás, es su carácter- decía todo aquel que la conocía. Llorona, histérica, miedosa, tímida, adjetivos todos que la acompañaron durante su niñez y parte de la adolescencia. Aunque, fuera de eso, también tenían otros conceptos más benevolentes sobre ella: Inteligente, colaborativa, educada, toda una artista, el arte era aquello que la hacía olvidar sus vacíos existenciales. Aprendió a tocar instrumentos, le fascinaba la guitarra, integró el coro del colegio y el de la parroquia. Su habilidad para la danza la posicionó de manera diferente en la época de la secundaria, ya no era la niña llorona, era la artista del barrio. Pero el vacío seguía, era como un pozo profundo tapado con hojarazcas, a la vista podía ser normal, pero quien intentara llegar hasta ella se encontraría con su verdadera faceta. Por el carácter de autosuficiencia que fue adquiriendo con los años, y su falta de compromiso hacia las relaciones interpersonales, fue creando sobre sí una coraza, que la hacía fuerte por fuera, pero por dentro nadie sabía de su fragilidad. Tantas actividades en las que se involucraba no le daban tiempo para ponerse a reflexionar sobre esas cosas.- Por suerte -pensaba- no me da el tiempo de conocer a las personas profundamente y que ellas me conozcan-. Su 51
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mayor temor era que conocieran sus imperfecciones, sus miedos, lo insegura que era, por sobre todo, no quería ser lastimada. Cuando creía que toda su vida estaba encaminada, ciertos acontecimientos empezaron a ocurrir en la vida de Pía, coincidentes con la aparición de su tía Nora, quién venía a quedarse una temporada con ellos, ya que vivía en Buenos Aires y por motivos laborales necesitaba quedarse en Asunción hasta concluir con las gestiones necesarias. Nora realizaba trabajos de gestoría para personas que por motivos laborales o problemas de documentación no podían venir a realizarlos por cuenta propia, eso era lo que sabían de ella. Las veces que venía a Paraguay, lo primero que hacía era ir junto a la “monjita” en el Mercado 4. Pía siempre escuchaba de pasadas sobre las actividades de la tía Nora y de las anécdotas de su segunda ocupación, médica naturalista, según ella misma se definía. Una tarde, en la cual Pía estaba en la casa, la tía Nora le pidió que la acompañara a lo de la “monjita” pues tenía que retirar unos remedios para llevar a sus pacientes de Formosa. Pía aceptó, ya que no tenía otra cosa que hacer, y además le causaba curiosidad lo que hacía su tía en cada visita. Fueron hasta el Mercado n° 4 de Asunción, y adentrándose entre los pasillos más oscuros, entraron por una puerta, cuyo pasillo conducía a una sala iluminada con velas de todos los tamaños y colores, aunque el blanco era el preponderante, le llamaban la atención la cantidad de velas amarillas y rojas que también habían frente a diversas imágenes de santos. Se destacaban entre todos, San Expedito, patrono de los imposibles, de las causas urgentes y justas; San Antonio 52
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“el casamentero”, Patrono del amor y de los novios; San Cayetano “Patrono del pan y del trabajo” y otros que no logró reconocer por la cantidad de velas encendidas. —Las blancas son las que concentran todos los colores, atraen energía positiva, paz y ayudan al equilibrio emocional- Explicó la “monjita”. Pía ya se había percatado que era una payesera3. —El color rojo está asociado al fuego, al amor y la sexualidad. Por tanto, es un color con mucha fuerza y vitalidad, que proporciona energía para enfrentarnos a la vida y sus retos- seguía explicando. —El amarillo, color del oro, está asociado a la riqueza y los bienes materiales. Esas sí que se llevan mucho aquí en el mercado- respondió entusiasmada la payesera, que además hacia lectura de cartas, gratuitamente la primera vez. Pía no quería meterse en sortilegios, pero la curiosidad la estaba carcomiendo. —Ya que estamos, sería interesante saber qué es lo que me va a decir- Le dijo a la tía Nora. —Mirá que esha es una de las mejores- respondió Nora, -. -Seguro querés saber que te depara el amor- Le dijo la “monjita”. Pía asintió con la cabeza, le daba vergüenza admitir que esa era su mayor preocupación en ese momento. —Sentáte che memby4 vamos a ver que hay para vosLa payesera empezó a mezclar las cartas, le pidió a Pía que parta el mazo por la mitad con la mano izquierda, pensando en lo que quería saber. Lo hizo presurosa. Las cartas seguían mezclándose, hasta que la monjita pidió a Pía que 3 Payesera: Hechicera. Mujer que se dedica a la magia y hechizos, tanto para el bien o mal. 4 Che memby (guaraní): Mi hija
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eligiera tres cartas y que las pusiera boca abajo. Así lo hizo. Le pidió que vuelva a elegir tres cartas más y que realice el mismo procedimiento. Pía lo volvió a hacer. Una tercera vez se realizó el mismo procedimiento y las cartas fueron acomodadas en forma de columnas. —Aquí están tu pasado, presente y futuro- Dijo la vidente —Vas a ir dando vueltas las cartas de a una de izquierda a derecha, y yo las voy a interpretar. Se hizo un espacio de silencio entre las palabras que presagiaban que algo no anda bien. —Hay un secreto muy oscuro en tu familia, si querés saberlo, podemos continuar, pero te advierto mija, que a lo mejor son cosas que no te conviene saber, y que a lo mejor ya no es necesario que conozcas. Pía tenía el presentimiento de que ahí podría estar la explicación de todo ese dolor irracional que sentía desde que tenía conciencia, estaba temerosa pero a la vez ansiosa de conocer la verdad. —Continúe señora. —Bueno che ama, como quiera usted, continuemos. En ese momento escucharon las gotas de lluvia caer sobre el techo de chapa que las cubría. Génesis Esa noche, Pía se quedó dormida por el cansancio, producto del llanto imparable y de las noches en vela de los últimos días. Había perdido la costumbre de la independencia y autonomía que le caracterizaban, pues le había cedido toda su vida a Fernando y no porque él se lo pidiera. Ella estaba tan ansiosa por compartir sus noches solitarias, sus logros y sueños, o simplemente conversar sobre los misterios de la vida y la muerte. 54
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Cuando se conocieron, Pía creyó encontrar en él al hombre de sus sueños y se entregó por completa. Se aferró tanto que perdió la noción de su singularidad. Ahora se sentía desprotegida, sola, vulnerable y con el alma desnuda, tan frágil que hasta la más mínima expresión de compasión que recibía la desmoronaba. Había vuelto a la casa materna, lugar del cual había salido menospreciando la humildad de su familia, sus costumbres y el pensamiento conformista que ella tanto detestaba. Se sentía humillada y desconcertada, pues la forma en que sucedieron las cosas no fueron equivalentes al trato con el que la recibieron: mucho afecto, nada de reproches, todo lo contrario al que Pía estaba acostumbrada a usar con sus allegados, eso la convertía aún más en un ser despreciable según pensaba. El único lugar disponible para quedarse era un rincón en el fondo de la casa, pues a su partida, nadie imaginó que volvería por esos lares y mucho menos a quedarse. Hacía tiempo que su espacio fue ocupado, y ella sentía por primera vez, que no tenía derecho a organizar la vida de los demás en torno a la suya. Ahora se encontraba alojada en el depósito de las cosas inservibles, lugar del cual salían los objetos cuando existía una esperanza de que sirvieran o tuviesen solución. Entre ese mundo de electrodomésticos fallados, sillones con cables sueltos, colchones viejos y bolsas de ropas para donar, le pusieron una cama de madera, utilizada por ella de niña, compartida con su hermana menor y de la que de adolescente se había adueñado, dejando a su hermana con una más pequeña. Ocurrió una noche cualquiera, Pía había quedado dormida y durante la madrugada, se levantó de repente, como 55
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si una explosión interior la despertara y se puso a observar el cuarto buscando algo, pero no sabía exactamente qué. Escuchó el trueno que dio inicio a una fuerte lluvia y fijó la mirada en el techo de madera… por un momento tuvo la sensación de estar bajo un puente y recordó la vez que transitando por Veintiún Proyectadas, tal vez 20 años atrás, observó las precarias construcciones que se encontraban debajo del armazón de cemento. En ese momento, cayó en cuenta de cuál podía haber sido su circunstancia como consecuencia de su actitud egocéntrica, y pidió perdón de rodillas por todo su actuar mezquino hasta ese momento. En ese instante, un minúsculo destello de luz apareció y empezó a expandirse hasta tomar forma humana, un poco más grande que Pía. Ella, de rodillas al lado de la cama y con las manos sobre su rostro, seguía sollozando, y no se percató de la presencia que estaba en la habitación hasta que el ente, empezó a recordarle escenas de su vida que fueron claves para llegar hasta el momento presente. La voz le era familiar, por eso no tuvo temor al escucharla, pero se sorprendió de sobremanera al ver el ser luminoso del cual provenía, pues la voz en varias ocasiones ya le había presagiado ciertos acontecimientos importantes en su vida, pero nunca lo había visto. —Esto es sólo el comienzo a tu verdadero destino, todo lo pasado fue sólo parte de tu preparación - dijo, dirigiéndose a ella. —¿Inicio de qué, preparación para qué? - interrogó Pía. —Paciencia – Le contestó. —¿Más de la que ya tuve? – respondió ella subiendo el tono de la conversación. —Un día a la vez – Dijo la luz. 56
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—¡Ya pasaron muchos días!- Gritó ofuscada. – Me dijiste que sería por poco tiempo. —No fui yo, ese fue tu deseo. Pero las cosas no funcionan siempre así, como estás acostumbrada. Querer imponer tu voluntad a cualquier precio, incluso a lo que no está bajo tu control te estaba llevando a tu destino por el camino más difícil. —¿Y qué debo hacer? –Le preguntó con una actitud suplicante. —En su momento sabrás que hacer - le dijo el haz de luz —No puedo con esto- dijo Pía. —Si puedes, por eso llegaste aquí, al inicio de un nuevo nivel. —¿Nivel de qué? – preguntó ella con incertidumbre. Cuando terminó la frase, el ser de luz se desvaneció. Kurusú Ára5 Temprano en la mañana del 3 de mayo, como ritual anual familiar, Rosa empezó con la limpieza de la casa materna para luego realizar el altar bajo la enramada de jazmines donde tendrá lugar la tradición que empezó su abuela materna, Clementina González, como promesa a la Santa Cruz por haber devuelto con vida, a su entonces amado el Coronel Ramón J. Delvalle. Pía, su hija, volvió del Mercado 4 con sendas ramas de ka’avó para completar el armado de la gruta vegetal que serviría como sostén a las figuras circulares y alargadas características de esta celebración. El día anterior, las mujeres de la casa elaboraron las chipas de diversas formas, argollas, cruces, palomitas y bastones, para adornar el altar y repartirlas luego del “ñembo’e”. 5
Día de la cruz
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Marta, la hija menor, empezó con la elaboración de los rosarios de manduví, esmerándose en que cada uno tenga las cuentas exactas. Cuando todos los elementos necesarios estuvieron listos, las tres mujeres se pusieron a armar el altar, colocando sobre la mesa cuatro cruces, tres enormes pertenecientes al abuelo Lorenzo, otra, de la Bisabuela Clementina, otra de la Tatarabuela María Asunción y una cruz diminuta. Pía coloca las cruces sobre la mesa, y trata de colocarlas de forma cronológica. Se le ocurrió hacerlo de acuerdo a los años de nacimiento, pues para ella, todo tenía que tener una lógica y un significado. Nada tenía que estar colocado al azar.- El azar y la improvisación son de mal gusto- pensaba. Empezó a mirar detenidamente la pequeña cruz, treinta y cuatro años de su vida, aproximadamente veintiocho años participando de manera consciente de esta celebración, y nunca supo el porqué de ese minúsculo símbolo cristiano. La verdad, nunca le interesó nada de las tradiciones familiares, le parecían una vulgaridad, así que nunca les dio importancia y mucho menos se interesó en saber su historia. Pero en el nuevo contexto en que le tocaba vivir, se había vuelto sensible hacia sus raíces familiares, y quería saberlo todo, indagaba, preguntaba, realmente era otra persona. —Esa cruz fue encontrada por tu bisabuela un poco antes de que estallara la guerra del Chaco- Empezó a relatar Rosa al ver la cara de duda que expresaba Pía con la crucecita en la mano. —Ella se la había entregado a tu bisabuelo Ramón como amuleto-continuó relatando Rosa- cuando partió al frente de batalla, haciendo la promesa de que si él volvía sano y salvo, celebraría su festividad hasta el fin de sus días. 58
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Pasaron ocho meses y medio desde la partida del Coronel Ramón, Clementina había crecido en volumen. Ya le pesaba el vientre y entre los calurosos días de enero y la ansiedad por saber qué ocurrió con su amado, su vida se había vuelto un verdadero vía crucis. Todos los días iba a misa a rezar y pedir por el retorno del padre de su hija. Ya faltaba poco para dar a luz, cuando Ramón retornó del frente de batalla. Al verlo, olvidando su estado, Clementina fue corriendo a recibirlo, sin percatarse del semblante duro e inexpresivo de aquél hombre, que en otro tiempo era el ser más dulce y atento que había conocido. Entre sollozos le preguntó que había pasado en todo ese tiempo en que la mayoría de los combatientes ya había regresado pero él no lo había hecho. —¿Escuchaste lo que fue la batalla de Boquerón?—Si, escuché algo. Antes que iniciara esa Batalla, el regimiento en el que estaba fue a hacer reconocimiento del terreno, todos estábamos en un grupo bien cerrado. Cuando estábamos por llegar a la zona, me di cuenta que el kuruzú que me diste se me había caído, entonces regresé a buscarlo, y mientras retomaba el camino por donde habíamos pasado, sentí como se oscurecía por tandas el cielo y el ruido era peor que un trueno, los bolí empezaron a bombardear desde el aire, desde unos aviones, dicen que se llaman, esos pájaros de hierro que son unos verdaderos animales asesinos. Respiró profundo, con la mirada perdida hacia el horizonte, como si se hubiera trasladado nuevamente hasta el lugar de lo relatado. Luego prosiguió. —Todos los de mi batallón murieron, gracias a la cruz 59
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que me diste estoy aquí, ella me salvó de acompañar a mis compañeros en ese viaje sin retorno. Parecía ser que sus ojos se le humedecieron, pero podría ser el sol del atardecer que le daba ese aspecto. —Quedáte a descansar che karaí, mucho ya pasaste, después me vas a seguir contando lo que pasó, lo importante es que reikó gueterí. —Hasta mañana nomás me quedo Clementina, tengo que ir a Villeta a solucionar un asunto. ¿Y decime, esa criatura que vas a tener de quién es?- Preguntó Ramón con un gesto aún más duro en el rostro. —Tuyo ko es che karaí, es consecuencia de la despedida que tuvimos antes de tu partida. Ramón, empezó a hacer un rápido cálculo mental, de los días y meses, luego de un silencio que parecía eterno salieron unas palabras que sonaron casi como una amenaza. —Si nace para el 25 de enero, es mío y me voy a hacer cargo, si nace después de esa fecha, yo no me hago responsable, quiere decir que otro es su padre. Con esas palabras de aquél hombre, ahora irreconocible, el corazón de Clementina, que antes se encontraba gozoso, ahora acrecentaba el peso con el que ya cargaba. En el fondo, pensaba, que hubiera sido mejor que volviera después de haber nacido la criatura, o en todo caso, que se hubiera quedado nomás con su regimiento allá en el campo de batalla. Todo el amor que alguna vez tuvo por Ramón, en un instante se transformó en dolor y rencor por esa desconfianza tan grande hacia ella. Esa noche él durmió afuera en una hamaca, al día siguiente, muy temprano, después de tomar unos mates que él mismo se había preparado, se alistó para volver al frente. Antes de partir, le devolvió la diminuta cruz que le 60
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había servido de amuleto, le pidió que la conservara, ya que ella en su estado la iba a necesitar más. Realmente era una forma de despedirse de Clementina, él hubiera querido que nada más lo uniera a ella, ya que al regreso de la guerra, su corazón encontró morada en otros brazos, y realmente de ahí ya no hubo vuelta atrás. Ya otro rostro invadía sus sueños, pero decirle eso a Clementina en ese instante, le pareció demasiado cruel. Volvió para el 25 de enero, fecha en la que se daría el alumbramiento, según sus cálculos. Milagro de la cruz también, el hecho de que Clementina tuviera a su hija exactamente en esa fecha. El 3 de mayo, fiel a su palabra, se inició el pago de la promesa hecha. El peso de aquella diminuta cruz, se asemejaba al de una de tamaño natural. Ser fiel a una promesa que de nada le sirvió, realmente era un enorme sacrificio, ya que de igual manera perdió a aquél hombre por quien había pedido tanto. —Pero él ya no es el mismo- Se decía para consolarseMejor andar sola, a que me traten como se le antojaEse fue el inicio de la tradición familiar, y la continuación implícita de lo que hasta ese momento nadie sabía, fue parte de la herencia matriarcal: la rebelión hacia la dominación masculina y hacia las imposiciones morales y sociales que soportaban las mujeres de todos los estratos sociales. Al rato empezaron a llegar las pequeñas niñas del barrio para ayudar a colgar las chipas y los rosarios en el altar, y ser parte así del kurusú jeguá, maravillándose con las distintas figuras realizadas en chipa, y eligiendo cada una cual se llevarían a casa después del ñembo’e. Una vez terminado el altar, todos los presentes se retiraron a sus casas para prepararse para el momento del rezo. 61
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—¿Mamá, esa fue la historia de tu abuela? —Eso es lo que me contaron mis tíos, los hermanos de mamá, en momentos de borrachera, donde tenían la lengua bien suelta.-No podemos quejarnos de tu abuelo, siempre de alguna manera se hizo cargo de tu mamá, aunque también siempre hubo una diferencia en el trato con sus otras hijas del matrimonio- le dijeron a Rosa. —¿Al final se casó con la mujer por la que le dejó a tu abuela Clementina? —Si, y fueron muy felices. Y eso carcomía más el corazón de ella. Y la amargura la invadió, y por más que tuvo otros hijos con otros hombres, nunca encontró ser feliz con ninguno de ellos. La charla se interrumpió nuevamente con la llegada de los vecinos para el rezo del rosario. Con el encendido de una vela, empezó la plegaria dedicada especialmente a “las benditas almas del purgatorio”, una vez terminada la oración del credo y de la señal de la cruz, Rosa se dispuso a “arrancar las chipas y los rosarios” colocándolas en canastitas para ser repartidos a los asistentes, que se fueron despidiendo agradecidos. Rosa apagó la vela mientras que Pía y su hermana trasladaron las cruces con mucho cuidado y veneración al interior de la casa para ser llevadas luego al cementerio al día siguiente. Pía miró con ternura y un poco de tristeza a su abuela Leonarda que estaba observando el altar desde una esquina en su silla de ruedas. Ella no había participado esta vez en toda la preparación y tampoco pudo dirigir el rezo del rosario como era su costumbre, ya los achaques de la edad se lo impidieron. Tenía una mirada ensimismada, como tratando de recordar algo muy lejano. 62
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Había tantas cosas que ahora empezaban a tener sentido para Pía: su carácter rígido, su falta de afectividad y sus manipulaciones. Pero seguía pensando en que algo no encajaba con lo dicho por “la monjita” sobre su pasado, tenía cierta concordancia con lo que le había relatado la madre, pero faltaban piezas. Un repentino aguacero la volvió al tiempo presente. -Laura Mel
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Una vida por cinco ¿De qué trata la muerte? ¿De qué trata existir y ser? ¿De qué se trata vivir? Nadie lo sabe con exactitud, el ser humano ha desarrollado una infinidad de grupos, ha desarrollado estudios y los ha desglosado hasta que se vuelvan tan íntimos de su tema. El ser humano ha creado el capitalismo, la exclusividad, ha desatado la envidia, la ira, el odio, el dolor, el poder, ha creado conceptos para despreciar, los ha desarrollado para incrementar su poder y aclarar quien es mejor. Nadie sabe dónde uno va después de morir, la religión habla de la vida, ir a otro mundo, el cielo, en donde descansará por la eternidad, las tribus también hablan de un lugar divino al lado de los Dioses que otorga la tierra, hablan de espíritus y de que las almas nunca mueren, pero también el ser humano ha creado grupos opositores que no creen en eso, así que al morir el cuerpo muere junto con él y deja de existir. La sociedad ha puesto muchos estándares de cómo hay que vivir, desde pequeños nos van mostrando la manera en 64
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la que debemos vivir y crecer. Nos muestran lo bueno y nos diferencian de lo malo, hasta qué punto está bien. Nuestra existencia no sabemos a qué se debe, no sabemos si seremos grandes, no todos caen con la misma suerte, muchos de esos seres nuevos, su inicio en este mundo es tan trágica que preferirían no haber nacido, otros que tuvieron lo necesario para ser alguien más, otros que cayeron sin poder seguir por influencias de su mismo grupo de ser humanos, que inundaron su mente de lo que ellos querían que fuesen. Maldita sociedad, maldito ser humano contaminado por todo, por ser como es, por ser quien es, no todos tenemos suerte. Según Allan Hobson uno de los investigadores más importantes del sustrato neural del sueño describe de la siguiente forma lo que es un sueño: “La actividad mental que ocurre en el sueño se caracteriza por una imaginación sensomotora vivida que se experimenta como si fuera la realidad despierta, a pesar de características cognitivas como la imposibilidad del tiempo, del lugar, de las personas y de las acciones; emociones, especialmente el miedo, el regocijo, y la ira, predominan sobre la tristeza, la vergüenza y la culpabilidad y a veces alcanzan una fuerza suficiente para despertar al durmiente; la memoria, incluso de los muy vívidos, es tenue y tiende a desvanecerse rápidamente después de despertarse a no ser que se tomen medidas especiales para retenerlo”. Pero aquel día al despertar del sueño, fue una pesadilla. 22 de mayo del 2016, viernes 7am Apenas había despertado, saliendo de la pieza yendo a saludar a mi madre, la vi hablando por teléfono, tan temprano no era raro en ella, apenas colgó se acercó a mí y con vos 65
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llorosa me dio la noticia: un primo se había accidentado. No sabía qué decir, qué sentir, cómo pensar, ella solo siguió hablando y dijo que fue en la cabeza, que había sido un golpe fuerte y que mis tíos ya estaban en el hospital. Me vestí tan pronto como pude y fuimos donde ocurrió el accidente, no era lejos de nuestra casa. Aun estando en ese momento no dimensionaba en absoluto lo que sucedía, solo me imaginaba un accidente ligero, donde te lesionas un brazo o algunos cortes. Al llegar estaba una patrullera, los autos ya habían sido acomodados en las esquinas de unas calles, había aún gente curioseando en el lugar, estacioné y fuimos en dirección al auto. —Oh Dios. Aclamaba su voz, desesperado, fui hasta allí. Tres horas antes… —Hubo un accidente, aquí en la ruta de Transchaco, son 2 hombres, el golpe fue fuerte. Reporta una ambulancia. —Hallé, los documentos de este hombre lo auxiliaremos primero, y lo derivaremos al hospital. —¿Y qué hacemos con el otro?, parece ser joven. —Esperaremos a los bomberos ellos lo derivaran al Hospital de Emergencia no encontramos nada de él, lo reportaremos a emergencias como persona anónima. —Apenas llegaron los bomberos lo asistieron uuhh wiuuiuiuiuiui, sonaba la sirena de auxilio hasta el hospital. —…estamos llegando resiste. —Asistencia, es emergencia, traemos un herido. —¿Hace cuánto sucedió el accidente? —Hace tres horas doctor… —¡Oh, Dios! —Porque no lo entubaron 66
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—Pues Doctor, solo los médicos y paramédicos están autorizados. Al llegar al hospital no había lugar donde ponerlo así que debió esperar y esperar... A que se desocupara o consiguieran una cama, una habitación, lo único positivo de la situación fue que cayó en manos de buenísimos doctores, y lo más curioso que él era uno de ellos. En este tipo de accidentes hay dos puntos muy primordiales para que la vida del paciente esté asegurado en un 50 % La primera: Auxilio, rescate inmediato, recibir los primeros auxilios…. Y este no era el caso La segunda: Tiempo en llegar al hospital y ser atendido. 22 de mayo de 2016 Ring…Ring… son las 5 am. (guardia en IPS) Era normal que me llame, solemos hablar siempre, fuimos compañeros y ahora colegas, así que no me extrañó su llamada y atendí…. —¿Hola? —¡Hola! - sí, ¿ha llegado allí un paciente, a emergencias? Me han dicho que mi hermano tuvo un accidente, pero no saben dónde lo han derivado. Al escucharlo pude sentir su voz temblorosa pero fuerte, tiene una voz potente como la de un sargento pero amigable como la de un amigo, un gran doctor, nunca había oído la inquietud y el temor en él. Salí de la sala en la que me encontraba descansando. Fui a emergencias, y me habían dicho que nadie llego, por un segundo pensé oh… ¿podría estar ahí?, tome dirección salí de emergencias y mi corazón pedía no encontrarlo, era 67
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en la sala de reanimación, en donde se les lleva a los pacientes en estado grave. Y no estaba allí. Devuelvo la llamada, y ya lo habían encontrado se encontraba en el hospital de Emergencias. Fui el primero en llegar, su hermano mayor ya estaba en camino había salido apenas recibió la llamada a 385 km de distancia. Aquel día no me esperaba ver ni un tipo de resultado extraño, solo quería que fuese un pequeño golpe nada grave, pero no fue así. Como médico y cirujano al ver visto tantos casos, ese caso no se volvería ninguna excepción. Al ver la mamografía, mi mente de medico ya me había dado un resultado de 90%, pero el 10 que quedaba se esforzaba en ser un 100 % una fe inquebrantable, a ese ser tan grande que hay en el cielo. En ese tiempo no había cama, así que llamamos a IPS, y logramos conseguir un lugar para él. Pero el traslado a pacientes en situación delicada, era un riesgo grande. Pasó un tiempo y le habían conseguido un lugar. 06:30 am Llegaron sus padres, estaban atónitos a lo sucedido, con lágrimas en los ojos y temerosos a lo sucedido. Aquella mujer tan fuerte como un soldado y tan tierna como una flor, sufriendo del dolor de madre, que ha criado y luchado junto a su hijo a convertirse en un gran doctor, de servir a pacientes pasó a formar uno de ellos. Al salir del hospital, una vez que fue atendido y sus padres habían llegado, salí camino al lugar del accidente, mientras manejaba recordé de aquel año era….
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Año 2001 Y lo recuerdos sumergen del vacío, estudiar medicina en este País, en esos años no había muchas opciones, desde el principio de este mandatario tan corrupto que domina esta tierra, la medicina nunca fue su prioridad. Solo tenía 3 opciones: una privada, y dos públicas, La UNA y la CPI era una facultad que estaba iniciando en una de las ciudades que hoy día es uno de los atractivos más grandes que hay: Encarnación. En aquellos años no había la variedad infinita de tecnologías que hoy existen no había internet y ni mucho menos celulares, el estudio se basaba en libros, libros majestuosos que parecían infinitos. Mi primera opción en aquel entonces era la UNA, pero estaba siendo intervenido por manejos de examen en los cursillos. Así fue que un amigo del colegio me habló de la CPI. No tenía manera de como estudiar, mis padres no tenían dinero para mantenerme, pagarme los estudios, los libros, las copias, los exámenes y mucho menos un lugar donde vivir. Pero yo solo quería ser un doctor no importaba el sacrificio que fuese, salí de mi casa con una maleta y una meta puesta, ingresar. Al estacionar el auto encontré a otras personas y bajé. Mientras miraba el auto observe que llegaron sus hermanas, un tío y un primo entre llantos llego el Dr. Mi madre lo saludo, le pregunto si ya estuvo por el hospital, por lo que él respondió que si…hubo un momento de silencio, entonces ella pregunto —¿Va estar bien? —Tuvo un golpe muy fuerte en la cabeza, como médico te digo que es muy difícil pero como amigo espero el milagro. 69
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Me informaron de que llego al hospital sin respirador porque le auxiliaron los bomberos y ellos no tenían el equipo. Recuerdo el día de su graduación 2010, toda la familia fuimos a Encarnación, todos estábamos muy emocionados, preparamos nuestros vestido para la noche de gala, y la ropa para la entrega de título, recuerdo en esa hermosa mañana radiante el sol, con un hermoso jardín y el con su sonrisa encantadora resplandecía, dirigía en la ceremonia el juramento de un médico. Con su voz fuerte parecida a la de su hermano. Regresamos a casa y para más tarde el hospital se volvería como nuestra segunda casa que horrible suena decirlo. En misma tarde, las personas iban llegando, todas con velas, rosarios, imágenes de santo y la virgen, iban formando parte de aquella cadena de oración que iba empezando, a la par que la noticia se propagaba, una inmensa ola de frío iba acechando aquellas noches. El patio de aquel hospital empezaba verse con un hormiguero lleno de personas que iban a visitarlo, llevaban comida, mate para los que se encontraban ahí en la espera y continúa oración aferrados a su fe, nadie podía acceder a su habitación, su situación era tan delicada, que solo sus padres y hermana, y hermano podía entrar a ella. 25 de mayo, 2016 La imagen pequeña de un Divino Niño acompañaba mis días en la facultad, no había mejor forma que sentirme cerca de todos ellos, y más a mi fe, las palabras de consuelo que estará bien y que la tecnología avanzada que había en este siglo era posible de ayudarlo en su rehabilitación inundaba mis oídos. 70
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Al principio en mis peticiones pedía lo mejor para él, pero luego fue —Que abra los ojos, y en el resplandezca la alegría y la buena salud. Fue la primera vez que una imagen acompañaba mis tardes en este lugar y recordé… Año 2014 Conocí más fondo a los seres llamados ateos, personas formidables, y muchos de ellos interesantes hasta el punto en que abren la boca solo para llenarla de pura mierda, arrogantes y crueles creyendo tener la razón y lograr involucrar a personas ajenas en sus pensamientos erróneos. Es imposible tener la razón en todo. Pero había algo que no entendía que no encajaba dentro de mi cabeza, se podía notar de lejos que tan nueva y ajena era entre aquella cultura, que mis clases de filosofía y ética se convertía en un batallón de guerra entre grupos diferenciados por la sociedad. Pero como era posible, que tenga tanta culpa de cómo era el mundo, si yo no hice nada, no lo hice, jamás hice nada. Pero la historia es un punto fuerte en que las personas se aferran a ellas. Solo tenía una fe, una fe que buscaba el bien común, que buscaba la alegría y el consuelo. Pero si lo sé, no todos somos iguales, somos seres humanos, todos diferentes e una infinidad de formas. No pedía a nadie más que crea, pero ellos si quieren que creas solo en lo que ellos dicen. Pero ellos no ellos si eran iguales, y creían tener la razón de que el mundo es como es por nuestra causa. Grave error. 71
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Al sacarlo de la cartera podía notar las miradas, penetraban en una forma tan fría que no me importo, ella puesta en mi mesa en constante oración. Al terminal las clases iba directo al hospital, cada día iban llegando más colegas, amigos, compañeros y familiares y las noches seguían siendo tan heladas como la anterior, la luna regalaba su luz, y el viento se adentraba dentro mío hasta congelarte las puntas de los dedos del pie. 29 de mayo, del 2016 Todas las noches hacia una oración en la que pedía que despertara sin ninguna lesión, que la mañana siguiente sea la última y todo volviera a ser como antes, luego dormía y soñaba, era uno de esos sueños extraños pero lindos, en los que crees que todo se soluciona y cuando despiertas nada ha cambiado. Pero ese día no fue así, solo apenas logre ver su figura frente a mí, aún seguía acostada estaba aún toda tapada, y con una voz resquebrajada dijo: —El falleció. Una vez más, ahí viene ese vomito dentro que no sabes que hacer que decir cómo reaccionar, no lo entendía yo se lo pedí, yo le ore fuimos muchos, fueron muchos, mi cuerpo se levantó con un gran impulso de la cama, y salí en pijamas. No entendía, me dijeron que estaría bien si creía y yo lo hice. Solo las lágrimas fueron mi mayor consuelo. Aquel día amaneció lloviendo, y el sol no se presentó solo salieron las nubes grises, y el viento tan fuerte, la tristeza tenia combinación perfecta. La naturaleza contemplaba aquel dolor tan profundo que dejo aquel ser. Fuimos al funeral y la inmensa cantidad de personas 72
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que había allí duraron horas y horas, personas de diferentes puntos del país llegaban para despedirse de él, era increíble, pareciera que murió un Grande de la música Pop o algún jugador reconocido, es increíble como podemos llegar a tantas personas y la manera en la que la hagamos será tan especial. No importa que seamos o que fuimos, artistas o ingenieros o panaderos lo que sembremos en vida es lo que más importa. La vida de un médico no es nada fácil, a diferencias de otros ellos inician con los estudios de inmensos libros, por horas, y al culminar los 6 años deben adentrarse a las residencias, rendir un examen para tener una oportunidad en incluirse a los hospitales, elegir qué clase de médico quieren ser, según sea tu especialización inicias de nuevo, y ahí te emprendes como Doctor, es como una patada en el trasero, te das cuenta que empiezas de cero. Tienes consultas, sobre carga de horarios, cirugías, noches de desvelo, no tienes salidas, no tienes navidad, año nuevo, no tienes tiempo de salir y cuando sales del hospital solo buscas la cama. Al terminar el internado de un año deben iniciar la residencia ya eras un Gran Dr. Y el formaba parte de ese gran equipo un Gran Doctor, uno de esos reconocidos por su talento, dedicación, amor, bondad y servicio que entregaba. Allí se fue, se fue un grande, pero ¡oigan!, se fue aun sirviendo… Antes de morir los médicos le dijeron que iban a desconectarlo, la falta de oxígeno que padeció el cerebro tras el accidente fue uno de los motivos que diagnosticaron su gravedad. El Doctor era especialista conocido, realizaba cirugías y atención, era muy atento con sus pacientes y en sus últi73
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mos tiempos realizaba trasplantes de órganos. El terminó donando todos los suyos, salvó cinco vidas y se fue una. Aún lo escucho reír, hablar, lo veo a mi lado, aun lo imagino aquí sirviendo con amor, y humildad. Solo en un país como este, la salud está ubicada en la décima posición de prioridades, si existiese alguna lista que enumere lo más importante, la salud es un caso que debería ser lo primero, pero está muy lejos de ser la número uno en este país. Porque aquí nunca es asistida, no hay infraestructura, no hay inversión, no hay sueldos para los profesionales, ni espacio, vehículos, comodidad, no hay en absoluto nada, solo hay personas quejándose en contra de doctores y doctores con la voluntad de salvar, pero eso nunca será suficiente, hay más enfermos, plagas, infecciones, accidentes, pero no hay ambulancias, no hay auxilio. Un grupo de doctores que estaban en sus guardias de emergencias, seres humanos que están despiertos de continuado por 36 horas de servicio. Sin descansar, atendiendo consultas, cirugías complejas hasta altas horas de la madrugada, con lo poco que tienen intentan hacer todo por aquellos extraños que cruzan esas puertas, sin siquiera poder descansar, muchas veces durmiendo en el piso o en sofás poco cómodos, estos seres humanos, con una vida propia, con familia, hijos, esposa, padres o hermanos. Dejan todo por servir, muchas veces no tienen siquiera navidad o año nuevo. Tan ingrata eres pobre sociedad, corrompida por la ignorancia, devoras soberbia, pobreza, solo echas quejas y no agradecimientos, por esos seres que buscan salvarte y no tienen la culpa de nada. 74
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Maldita polĂtica, que dejas a tu pueblo morir, solo piensas en tu poder, que el dinero al morir desaparecerĂĄ, tan corrupta es tu alma, tan corrupto eres. -Kiwika
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Encuentro profundo con la naturaleza En Asunción, un lluvioso octubre, el profesor de un grupo de jóvenes estudiantes de literatura moderna, alienta a sus alumnos a realizar un viaje reparador e inspirador para empezar a escribir las próximas obras literarias que deben ser publicadas al finalizar el año. Los estudiantes y el profesor, acuerdan una fecha, una ciudad y un horario, los jóvenes están dispuestos a viajar a 52 kilómetros de la ciudad de Asunción, para contemplar el campo, la naturaleza y las cristalinas aguas de aquel arroyo , durante todo un fin de semana. El encuentro para emprender el viaje, se inicia a tempranas horas de una mañana de sábado lluvioso, frío y húmedo, no todos los estudiantes pudieron llegar hasta la terminal de ómnibus, donde debían de encontrarse para partir a dicho viaje aventurero y necesariamente estricto para el mundo de las letras en el que convivían los estudiantes. Son siete los que se reúnen en la plataforma treinta tres de la terminal de ómnibus, minutos después llega el profesor, cargado de bultos con abundancia de alimentos 76
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que él mismo prepararía con esmero para sus estudiantes. Una alumna no llega a tiempo, y por este motivo, avisa que tomará el mismo bus que sus compañeros, unos kilómetros más adelante cuando el bus parta de la terminal. Felices los estudiantes y el profesor, copan los asientos traseros , entre bromas y carcajadas, parten rumbo a la travesía que jamás se hubieran esperado. El bus debe atravesar varias ciudades para llegar al destino establecido, pero en la ciudad más cercana, encuentra su primer obstáculo; una vía en construcción que traerá a los citadinos, un nuevo sistema de transporte, parece obstaculizar a todos los buses que realizan viajes de largas y medianas distancias. Los desvíos del camino aumentan la incertidumbre de la joven que debía abordar el bus en el trayecto, finalmente luego de varias peripecias y recovecos que la joven tuvo que recorrer con trotes y saltos que le valían taquicardias y enormes esfuerzos pulmonares, la joven aborda el bus para encontrarse con sus compañeros. Nuevamente las sonrisas y la alegría de ese diminuto grupo literario, y la tranquilidad del profesor quién no quería dejar fuera del viaje a ninguno de sus alumnos. Luego de casi tres horas de viaje, bajo la llovizna y un cielo gris, los jóvenes deben bajarse del bus, para abordar otro pequeño bus que los debe transportar a la casa donde los estudiantes debían de alojarse. Ya en tierra firme, y un poco agotados del viaje que solo debía durar dos horas, el grupo se entera que han llegado tarde para abordar el bus interno de la zona, motivo por el cual deciden caminar tierra adentro, entre cinco y seis kilómetros de distancia desde la avenida en donde se encontraban. Nuevamente el profesor alienta a sus alumnos a emprender la segunda para parte del viaje caminando, con los 77
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bultos y la inestabilidad del tiempo, con gustos los alumnos aceptan, de todos modos, vinieron a aventurarse, aquello no era nuevo para ellos, pero los sacaba de sus rutinarias vidas de estudios y arduo trabajo. Minutos después, otra alumna quien puedo ir hasta el lugar en su propio vehículo, avisa que ya se encontraba frente a la casa, hacia varios minutos, el profesor le sugiere que aguarde allí frente al lugar, ya que pronto se reunirían con ella. La larga caminata de los estudiantes y el profesor, empezó con carcajadas y chistes, los zapatos de los chicos se iban incrustando dentro de la tierra colorada que estaba húmeda a consecuencia de las intensas lluvias de los días pasados, los primeros mil metros fueron graciosos, luego ya se empezaba a notar el silencio, el motivo era el jadeo y la cantidad de aire que debían tomar todos para seguir el trayecto, el paisaje era casi por completo verde, el autentico campo, con su típico aroma a tierra mojada, eso los motivaba, los inspiraba a seguir adelante, con sus vistas maravilladas. En un repentino instante, aparece por aquel angosto camino con desniveles de piedra y arena, una camioneta capaz de arrollar cualquier adversidad. Se estaciona a unos metros de los estudiantes, era un hombre de unos sesenta años más o menos, y se ofrece amablemente a alcanzar a los jóvenes, hasta su destino… La emoción de los estudiantes y el profesor era más que nada aliviante y reconfortante. Al subir todos al vehículo, distribuidos en la parte de la cabina del conductor y en la carrocería trasera de la camioneta, el amable chofer se percata que no eran todas mujeres las que marchaban en tal peregrinación, al principio el chofer proponía llevarlos a los estudiantes hasta su destino final, pero al darse cuenta de que las mujeres estaban acompañadas 78
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de otros hombres, tomó la decisión de sólo llevarlos unos metros. De todos modos para los estudiantes, aquello ya era satisfactorio, sin embargo para el hombre no resultó ser satisfactorio, vaya a saber con qué intenciones se mostraba tan afectivo y sonriente con las señoritas del grupo El grupo desciende de la camioneta, nuevamente emprenden el recorrido caminando, ya no sabían cuantos kilómetros les restaban por caminar, pero en seguida empezaron las carcajadas y los anecdóticos chistes sobre las intenciones del chofer de esa enorme y deslumbrante camioneta. Ahora la llovizna fría y el viento fresco, abrazaba a los estudiantes, el profesor como si no sintiera nada, llevaba mucho más bultos a cuesta que el resto, a medida que avanzaban…los celulares, ya solo les servían para tomar algunas fotos, la señal se les iba debilitando, algunos se desesperaban y a otros parecía no importarles. Casi una hora y media después y cerca al medio día, el grupo llega a su destino. Los recibió una linda casa en forma de cabaña, con un mojado pastizal verde, a unos metros del cristalino arroyo que con su sonido, dormiría a cualquier cansado caminante o a la más enfurecida fiera. Nuevamente sonrientes, entusiasmados, alegres, todos los jóvenes y el profesor, bajan sus bultos, la joven que tenia la llave de la casa, con gusto abre las puertas del lugar, saca unas sillas para que sus compañeros descansen, todos en la galería de casa respiran, estiran las piernas, y se acuerdan que una compañera ya debía estar ahí en el lugar, dentro de su vehículo. Recorren el lugar y no la encuentran, sin señal en los teléfonos, todos asumen que la compañera se cansó de esperar y fue a su casa de regreso. El grupo se vuelve a juntar y empiezan a planificar el día, lo primero en la lista del profesor, era empezar a cocinar 79
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para deleitar a sus alumnos con todos sus conocimientos culinarios. Un grupo decide ir a explorar el lugar, mientras que otro decide quedarse a seguir descansando. Todos había decido pasar allí el fin de semana, pero repentinamente para algunos estudiantes, ese pensamiento empezó a cambiar. El día seguía fresco y lluvioso, los alumnos quizás esperaban un día brillante de sol para zambullirse en las cristalinas aguas del arroyo. Al profesor lo único que le importaba era iniciar el fuego para poner a la parrilla, todas las comidas que transportó en aquella pesada conservadora azul. Entre los ataques de las gallinas y los gigantescos perros que Vivian en el lugar, no era fácil alejarse de la parrilla, el profesor permaneció allí, hasta que terminó de cocinar y pidió que sus estudiantes se acerquen a probar ese delicioso almuerzo que había preparado para ellos. Los estudiantes que estaban semidormidos, se acercaron a la mesa, los que estaban explorando, fueron llamados con gritos que el silencioso bosque les entregaba a los jóvenes, como un mensaje instantáneo de las redes sociales. El grupo nuevamente se junta, descansan bajo los frondosos árboles, cerca de la parrilla, se sirven algunos tragos, vino y fernet, disfrutan de la comida, sin pensar que estaban siendo vigilados y escuchados. En un momento, un grupo de cuatro jóvenes avisa que prefieren volver esa misma noche a sus casas, lo que llama la atención del resto del grupo; el profesor asombrado pregunta el motivo, y los jóvenes contestan que tenían algunos compromisos pero la verdad era que estar allí alejados de la tecnología, el internet, la señal de teléfono, eso les aterraba. El profesor insiste que debían quedarse, pero los alumnos ya habían tomado la decisión, saldrían nuevamente para Asunción, en el último bus de las diecinueve horas. 80
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Ya solo quedaba disfrutar de un par de horas al aire libre. La conversación del grupo sigue su curso, acompañada con algunos tragos de vino, risas, historias de la niñez. El silencio del bosque era indescriptible, el arroyo con su cauce parecía más enfurecido, las aves en los arboles se aglomeraban como atentas al descansar de los jóvenes. Después de casi dos horas de comida, bebida e historias, el sol se asomaba tímido entre las hojas de los arboles, el grupo decide ir en conjunto a tomarse una foto al arroyo. Algunos jóvenes se cambiaron de ropa, y se pusieron algo más cómodo y holgado, otros fueron con sus abrigadas ropas hasta el lugar. La cantidad de agua fresca y cristalina, les llegaba a todos por las rodillas. Llevaron sus teléfonos celulares, iba atardeciendo lentamente, faltaban un par de horas para que el grupo que decidió volver anticipadamente, tomara el bus de regreso. Los alumnos y el profesor, se metieron al cristalino arroyo con piedras grises, y un paisaje verde que hermoseaba el lugar. Una de las alumnas dijo que había visto peces en el agua, todos se burlaban de ella, aquello era imposible. Por ese lugar no había peces ya que el cauce y la corriente que desembocaban en el rio, era muy turbulenta. Nuevamente la compañera afirma haber visto peces, todos pensaban que ella se había excedido un poco con el vino, y por este motivo estaba alucinando. Se tomaron entre risas y carcajadas, varias fotos con diferentes teléfonos, nuevamente el profesor irrumpe pidiéndoles a sus alumnos que pasen la noche allí, ya que eso fue lo acordado previamente. Uno de los alumnos afirma que no puede quedarse, que es para él un problema permanecer lejos de su ciudad sin contacto vía teléfono con sus familiares, otra compañera se adhiere diciendo que ella 81
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necesita de internet para terminar algunas cosas y pasar un fin de semana en tranquilidad. El profesor insiste, diciendo que habían hecho ese viaje para disfrutar de la naturaleza, los arboles y el campo, cuando el alumno le responde, “Ya hemos disfrutado mucho de la naturaleza por hoy “. En ese momento todo el bosque se llamó a silencio, ya no se escuchaba el trinar de las aves, el sol se volvió a ocultar, el arroyo dejó de fluir, no se escuchaba absolutamente nada, los alumnos y el profesor se miraron, pensaban que aquello era un transe repentino por el alcohol, en un instante, los cuerpos empezaron a achicarse, todos se miraban ahora un poco mas desconcertados, la voz no les salía, tampoco alcanzaban a oír o interpretar los gestos del compañero de al lado, las ropas se empezaron a soltar, las formas iban cambiando, ya no podían sostener ni sus teléfonos, los ojos les empezaron a saltar, las caras se volvían anchas, empezaron a desaparecer sus extremidades, ya no tenían brazos ni pernas, de la piel les empezaron a salir escamas, a cada uno les salían escamas de diferentes colores y brillos, dos alumnos intentaron salir del agua, pero el arroyo los arrastraba hacia él. Para este momento, ninguno podía respirar fuera del agua, sus pulmones se había convertido en branquias, en cuestión de minutos, todo aquel grupo de alumnos y profesor, se habían transformado en peces, peces de diferentes especies, lo que hacía más imposible aún la comunicación entre ellos. Bajo el agua, el grupo tenia consciencia de lo que pasaba, la desesperación de no saber cómo salir de esa situación, se miraban sin poder comunicarse, el arroyo aún no fluía, el silencio era aturdidor… Pasaron un par de horas, cada uno pensaba una manera de salir de esa situación sin poder avisarle al compañero, luego vino la noche, al menos aún seguían siendo un grupo, 82
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solo que ahora eran un cardumen de peces de diferentes especies, todos aglomerados bajo una inmensa roca. Llegó la noche, desde el fondo del agua se veía una gran luna y un cielo estrellado, ninguno tenía sueño solo podían contemplar todo en silencio. Al día siguiente, los sorprendió un rayo de sol que cortaba con fuerza la superficie del agua, el cardumen se reunió nuevamente para mirarse, y todavía no saber cómo salir de allí. Transcurrió el domingo, y por la tarde, un hombre que pasaba por la casa, vio que el lugar estaba lleno de pertenencias de algunas personas, pero no vio a nadie, el fuego de la parrilla seguía encendido, y la comida seguía en la mesa, se alertó y llamó a la policía, quienes ese domingo casi entrando el anochecer, llegaron hasta el lugar, registraron la casa y no encontraron a nadie, fueron hasta el arroyo, donde vieron las ropas y los teléfonos de los jóvenes, flotando en el agua. Aquello era un misterio para la policía, los alumnos ahora en forma de peces bajo el agua, intentaban llamar la intención de los policías, pero ninguno creería que en aquel arroyo existiera algún tipo de pez. Uno de los policías pensó haber visto un pez, pero todos se burlaron del mismo, entonces decidió no decir más nada, bajo el agua, los peces y con todo el silencio de la naturaleza, podían oír las conversaciones de los policías, lo que hacía más angustiante la espera, luego entre la incertidumbre de los policías y la desesperación del cardumen, el cauce del arroyo volvió a fluir, ahora ya no se escuchaba ni el andar ni el hablar de los policías. Los peces bajo el agua empezaron a ser arrastrados rio a bajo, con tanta fuerza que ellos no podían hacer nada, se miraron como despidiéndose cada uno, se iban alejando del lugar, veían desaparecer en la distancia, los cuerpos regordetes de los uniformados. Casi como aceptando su destino, los estudiantes y el profesor 83
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ahora convertidos en peces, tuvieron que unirse al destino natural que antes habían desconocido. El lunes por la noche, la compañera que se desencontró con el grupo, fue al curso, subió hasta el piso séptimo donde se desarrollaban las clases, el lugar estaba abierto, encendió las luces, sacó la acostumbrada botella de vino que llevaban los estudiantes para acompañar las clases de escritura. A la alumna le llamó la atención el nombre de aquella botella de vino que eligió y que se llamaba “El cardumen” , sentada la compañera, esperó y esperó en el aula vacía, se bebió hasta la última gota de ese llamativo vino, en el grupo del whatsApp nadie respondía, entonces llamó a su marido para pedirle que la pasara a buscar del lugar, dejó la botella de vino sobre la mesa, caminó hasta la puerta, apagó las luces, y se fue sin entender la misteriosa desaparición de sus compañeros de quienes no volvió a saber nada.
-Cintia Noemí
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Corazón por Corazón Corriendo a toda velocidad, se dirigía Paquinho, como le llamaban los del barrio, apresurado pues acababa de cometer un robo, en la despensa de Ña Katy, que se encontraba en la esquina de 34 Proyectadas y Antequera, uno de los borrachos de la cuadra se quedó dormitando en una de las mesas luego de una intensa jornada de trabajo en la construcción y con poco más de dos docenas de pilsen’i encima. Un Samsung J7 fue el trofeo que Paquinho se llevaría hasta la casa del dealer. Por estos días la inseguridad en el barrio era el pan con el que todos desayunaban en las mañanas. Hartos de esta situación, los vecinos crearon un grupo de WhatsApp y propusieron hacer una reunión en la casa de Ña Katy. Ese mismo día por la tarde fueron todos los vecinos al lugar mencionado y empezaron a debatir cuales serían las medidas que tomarían para combatir aquellas lacras que cada día ocasionaban perjuicios a todos los del barrio, el 911 no hacía nada y la impotencia se empezó a apoderar de todo el colectivo. 85
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—Yo ya estoy cansada de todo esto! Ayer ya fue el colmo, del copetín le robaron a Don Pedro su celular. —Pero vos tenés cámara ahí, si o si vamos a saber quién fue! Hay que hacer nomas ya la denuncia a estos hijos de puta, vagos partida. —Yo sé que mi sobrino anda metido en todo eso de la droga, hace días que le estoy andando atrás, se juntan allá atrás del cementerio a fumar su chespi de mierda. Ese lo que le vuelve todo loco a los jóvenes ahora —Doña Katy mi nieto entiende todo eso de las computadoras, vamos a decirle que haga una copia del video de la cámara y vamos nomas ya ahí en la 8va a hacer la denuncia! Esto ya no puede seguir así, ni en la vereda ya no se puede estar. Mientras que la reunión vecinal se desarrollaba en la casa de Doña Katy, Paquinho iba hacia la casilla en la zanja en Montevideo, a disfrutar del nuevo producto que había traído Daniel, el primo de Pachigua, desde la villa Boca en Argentina. —Kape, ¿no surge pio uno de 100 por este?.-Le decía mientras le mostraba el J7. —Y si kape, por ese te puedo tirar un cochi. Paquinho era adicto al crack o chespi como se lo conoce comúnmente, esto son básicamente los residuos que quedan del proceso químico de purificación de la cocaína. Empezó fumando marihuana cuando iba al colegio. Es huérfano, aunque vivió con su abuela hasta que cumplió los 15 años, luego comenzó a tener nuevos amigos, de un día para otro, ya no iba al colegio, lo poco que su abuela le podía comprar con su sueldo de jubilada, él lo empezaba a vender, primero era solo para comprar la marihuana y alcohol, luego conoció a Pachigua, y este le invito lo que algunos llaman el 86
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hechizo, este fue el detonador en la vida de Paquinho. Salía todos los días de su casa con la excusa de que iba al colegio, pero en realidad, bajaba hasta la casilla de la zanja para darse unos toques con Pachigua, su nuevo amigo. El ritual era sencillo, Pachigua era el dealer de la zona, por lo que siempre tenía una que otra sustancia divertida con él, todo empezaba a eso de las 9 de la mañana, se juntaban a tomar terere, escuchar un poco de música y cuando el grupo se completaba, Paquinho era el primero en liar un cigarrillo de marihuana. —Japita la inea -Decía en un tono chistoso mientras los otros conversaban. —Dale py.- Respondía Pachigua. —Jajapo la jo’a nde yu’ilo plaga reikoa. –Le respondía Paquinho A las 9 de mañana se daban su primer toque del día. Pero tiempo después, la marihuana ya no bastaría para saciar esa euforia a la cual los jóvenes estaban acostumbrados. —Nderakore kape, fumo y fumo y no me pega luego esta mierda.-Dijo Paquiño ofuscado. —Jajajaja ha todo el día repita nde estúpido, muy de joi nomas no te va a dejar loco! Pero si querés te puedo invitar una onda. Así callado nomas koiter funa? —Que es, ¿pega pio? Al terminar de decir esto, Pachigua metió la mano por debajo de su shortcito de futbol del Real Madrid, y Paquinho con los ojos rojos, permaneció atento a lo que su amigo estaba por sacar de entre sus piernas. —La pipa kape la pipa.-Le dijo Pachigua con un susurro y señalando por detrás de él. Paquinho se dio media vuelta, y vio que detrás de unas cajas de cartón que estaban casi podridas por la humedad, 87
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había un codito de cañería, liado en papel de aluminio, era una pipa casera. Pachigua saco un pequeño contenedor de metal de esos caramelos Mentos, dentro de ella había una pequeña bolsita de color celeste, la abrió delicadamente dejando ver algo parecido a unas piedritas de color marrón. —Pea pio mba’e tio?.- Pregunto Paquinho. —Eprobá mi rey! Entre los dos amigos se miraron fijamente y fueron segundos de sepulcral silencio hasta que Paquinho volvió a preguntar: —¿Ese es… —Nde epita’ara kape mba’e la e pregunta jey nderakore.-Respondió Pachigua Haciendo curuvicas una de las piedrita que saco de la bolsa, lo coloco delicadamente dentro de la pipa artesanal que tenía escondida dentro de la casilla. Luego, la relleno con marihuana y se la paso a Paquinho diciendo. —Kape, préndele y fúmale. Paquinho agarro el codito de caño haciendo lo que su amigo le había dicho, le dio mecha con el encendedor y aspiro de la mezcla que había dentro hasta que sus pulmones se llenaron del humo. Lo aguanto dentro de su garganta, y ni bien pasaron apenas unos 2 minutos Paquinho ya empezaba a sentir los efectos de lo que su amigo le había convidado —¡Kape nderakore, me pego re loco!. -Le dijo a Pachigua con una tos casi inhumana —Jajajaja, ¿te pego pio? Banca no te vayas todo. -Le dijo Pachigua mientras se daba un toque con la pipa. Sentían un aumento brusco en la frecuencia respiratoria, la tensión arterial aumento considerablemente, comen88
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zaron pequeños ataques de taquicardia y aunque no hacía calor las gotas de sudor comenzaron a deslizarse por toda la cara, les temblaban las extremidades, se le adormecieron los labios, sensaciones vertiginosas y pensamientos sin sentido, paranoia y al final, el cuerpo terminaba pidiendo una segunda vuelta de aquella pipa. La casería Llegando a la comisaría 8va, Doña Katy acompañada de Don Pedro, fueron a hablar con el comisario de turno Crhistian Gonzales Perdeu, que se encontraba sentado en el escritorio de la recepción desayunando una empanada de choclo del Peruano con una Pulp naranja. Se podía escuchar de fondo la voz de Ruben Rodriguez Jr. en la radio haciendo los comentarios sobre las actividades fiesteras que había para aquel fin de semana. “Este sábado tenemos en vivo a Lalo y los Descalzos, que van a estar celebrando con nosotros el 9no aniversario de tu complejo bailable Checho’s… Anoche… yo me enamoré…” —Dígame señora, en que le podemos ayudar?. -Pregunto el comisario. —Venimos para hacer una denuncia, estamos cansados de la inseguridad que hay en el barrio y lastimosamente ustedes la autoridad no hacen nada tampoco, se pasan jorobando en la patrullera con el wifi ahí de la plaza y nosotros acá sufriendo pobres ciudadanos trabajadores. —Señora le voy a pedir que se calme y que me cuente cual es la situación para que podamos encontrar una solución. Siéntese por favor. Ya más calmada Doña Katy, le explica al comisario cual es la situación que le traía hasta ese lugar: 89
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—Ayer a mi vecino le robaron su celular dentro de mi copetín. Ya le tenemos identificado al muchachito y acá le traigo el video donde se ve que fue el. -Diciendo esto Ña Katy le acerca el celular al oficial para que este pueda ver el video en cuestión. —Todo el barrio le conoce a este drogadicto, se le dice Paquinho y vive luego por la calle, siempre se le ve ahí hacia el cementerio, por ahí lo que hace su macanada. —Bueno señora, este video usted está presentando como evidencia de lo que dice. Le voy a tomar sus datos para la denuncia y voy a mandar un móvil para que haga rondas por la zona, a ver si le podemos agarrar al muchacho este. Tomando su carpeta el oficial procede a tomar nota de los detalles de la denuncia que estaba realizando la señora, terminando los apuntes, el oficial tomo la radio de su emisora y sintonizando informo al móvil 21 para que fuera a dar una vuelta por la zona del cementerio. La Izuzu Dmax con la azulgrana encendida se dirigía hacia la zona del Cementerio del Sur, para dar unas vueltas a ver si encontraban al joven del que solo sabían cómo iba vestido y que su apodo era Paquinho. Yendo por la calle Dr. Adriano Irala, los oficiales Carlos Copirrata, y Freddy Perdeu Gonzales que era sobrino del comisario Crhistian, divisaron a un grupo de jóvenes sentados en el paseo central con actitud sospechosa. Aceleraron hasta llegar al lugar donde se encontraba el grupo. Frenando bruscamente se percatan de que solo eran unas chicas que se encontraban hablando y tomando terere bajo la sombra de un ficus. Desde la ventana de la camioneta el oficial Copirrata les dijo. —Buen día señoritas, por si acaso no le vieron pasar por 90
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acá a un joven? Llevaba puesto una remera de color negro y una bermuda amarrilla. El grupo de amigas se miraron unas a otras y haciendo el mismo gesto de cabezas dijeron: —Legalmente no oficial, no le vimos a nadie vestido así. ¿Porque? ¿Qué paso? El oficial siguiendo la conversación les comenta: —Hubo un robo ayer por acá y la que denuncio dijo que por estos lados anda siempre el muchacho, si le ven a alguien parecido no se acerquen puede ser que tenga arma blanca, cualquier cosa llamen nomas al 911. —Dale oficial no hay problema, ya nos estamos por ir luego. —Dijeron las amigas. —Si, por acá se dice lo que es peligroso. –Añadió una de las chicas. —Dale, gracias señoritas, perdonen la molestia. Luego de esto, la camioneta siguió su camino, y al llegar a la esquina giro a la derecha para continuar por la calle Antequera. Las chicas se miraron durante un segundo y luego empezaron a reír. —Boooludaaa yo pensé que ya venía por nosotras nderakore luego me re asuste y tire todo el pucho. —Jajajaja paranoia pio? Yo sabía que no venía por nosotras, que lo que te divagas idiota! —Boluuuda esos le estaban buscando a Paquinho, el nomas lo que usa bermuda amarilla. —Bebé lo que es ese Paquinho, lástima que se fue todo con el chespi pero igual mientras no me robe le re doy. Lua y Mire eran amigas de Paquinho, lo conocieron a él y a Pachigua en una fiesta del Colegio Nacional Americano, Lua salía con Paquinho de vez en cuando, decía que él era un chico muy bueno, pero que lastimosamente tenía 91
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problemas con las drogas, dentro de todo ella lo defendía, ya que los padres de Lua también sabían que aquel muchacho estaba metido en cosas feas y si su hija seguía juntándose con el, iba a terminar teniendo problemas. Mire era compañera de colegio y mejor amiga de Lua, una chica muy callada, pero dentro de todo siempre trataba de dar consejos a su mejor amiga, cuando ella sentía que las cosas iban mal. Luego del encuentro que tuvieron con los oficiales en la calle, decidieron ir a la casa de Lua, pues ella quería escribirle a Paquinho o por lo menos dejarle un mensaje en su Facebook ya que sabía que los oficiales de hace un momento, lo estaban buscando, por algo que seguramente él había hecho estando bajo los efectos de alguna sustancia. Llegando a su casa, entraron y se sentaron en el patio bajo la sombra de la Santa Rita. Con su celular en la mano, mientras que Lua escribía a Paquinho en Facebook, Mire la observaba atentamente y después unos segundos le dijo: —¿Boluda ese tipo está loco legalmente, que lo que haces con él? —No le digas así, él no está loco ni nada, tiene problemas nomas pero él es re bueno legalmente. —Y si vos decís, yo legalmente si era vos me habría de el por un tiempo, porque se nota que ahora ya hizo una macanada, ayer escuche que se robó ahí en Ña Katy y algo me dice que fue él. —Ni ahí que lo que decís boluda, si vas a ser así deja nomas y abrite de mi casa. Otra vez sábado Paquinho quedo en encontrarse con Pachigua a eso de las 92
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9 de la noche, hacia el club Presidente Yankee, había una fiesta de colegio y la entrada era un regalo, Gs. 15 mil por cabeza. Había vendido una campera Hollyster que saco de una casa, al pobre ex dueño se le ocurrió dejar secando la ropa muy cerca de las rejas de la calle. De un estirón, se hicieron Gs. 150 mil para el delirio de la noche del sábado. Al encontrarse, lo primero que hicieron luego de saludarse fue prender un cigarrillo de marihuana, se sentaron a fumar en el cordón de la vereda mientras esperaban el colectivo que los llevaba hacia el centro, Pachigua aparte de tener una bolsita de marihuana, tenía dos cartones de LSD. Le pregunto a Paquinho si alguna vez lo había probado, este le dijo que no, pero que había escuchado que el vuelo que te producía, era de otro nivel, que algunos abusaron y terminaron sobre la Av. Venezuela. Pachigua le dijo que eso era mentira, y que si probaba uno, que no le iba a dejar loco, aparte tampoco iban a mezclar con alcohol, decidieron entonces que iban a tomar agua toda la noche. Pachigua agarro un cartón y se lo puso en la lengua, le dio el otro a Paquinho y le dijo que no lo trague, que lo chupe hasta que se deshaga en su lengua. En lo que se fumaron el cigarrillo de marihuana y se tomaron el ácido, llego el colectivo, le hicieron la para, subieron y comenzaron su trayecto hasta el centro. El colectivo estaba vacío, seguramente era uno de los últimos que venían desde la parada, se sentaron en el fondo y empezaron a repasar cual sería el plan para esa noche. Paquinho dijo que él iba a pagar la entrada de los dos, que hizo un golpe y que tenía toda la plata. Poco después se bajaron sobres las calles Haedo e Iturbe, estaban a 4 cuadras del colegio y la música ya se podía escuchar. Los amigos estaban 93
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un poco eufóricos, el ácido ya empezaba a hacer efecto y el subidón que tenían gracias a la marihuana hacia que la noche pareciera perfecta. A dos cuadras de lugar, se detuvieron a comprar un poco de agua ya que tenían sed, Pachigua tanteo a Paquinho para que comprara una botella de Frizze, para entonarse un poco antes de entrar, ya que sospechaba que adentro del colegio no se vendería alcohol. —¡Nderakore kape! antes de subirnos me dijiste que no íbamos a chupar y ahora queres tomar ejabri. —La puta mi amor, un juguito nomas co es trae sique nde jopylo. Pachigua luego de insistir por unos minutos convenció a Paquinho de comprar el Frizze. En lo que este fue hasta la bodeguita Pachigua lo esperaba en la esquina. Al entrar Paquinho, un poco mareado, se acercó hasta la heladera donde estaban las bebidas, en lo que abrió la puerta se quedó colgado mirando las bebidas, con todos sus colores exóticos. Una chica lo bajó de su viaje diciéndo: —Permiso, voy a sacar algo mientras seguís pensando. Reaccionando, Paquinho pudo ver a dos chicas que se estaban riendo de él. Sin saber que decirles exactamente, es más, no podía hablar ya que su lengua estaba medio adormecida, seca por la sed y además tenía contracciones musculares a causa del LSD. Observo que las chicas sacaron una botella de Frizze Evolution de color azul, y recordó que él estaba ahí por lo mismo, tomo otras dos botellas y fue rápidamente a alcanzar a las chicas a la caja. A llegar a la caja, la misma chica que le había dirigido la palabra la primera vez le dijo: —¿Y tanto pensaste para llevar lo mismo que yo? 94
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Paquinho la miro fijamente y solo sonrió. La chica detallándose en Paquinho le pregunta: —¿Porque esta rojo tu ojo? ¿Te dejo tu novia y por eso vas a tomar? Jajajaja lloron. —Ni ahí jajaja. –Le respondió Paquinho con toda la normalidad con la que le fue posible en ese momento. Luego de pagar las chicas salieron, Paquinho se apresuró en pagar las bebidas para ir tras ellas, al salir del local vio que se subieron a un auto donde estaban esperando otros dos muchachos. Fue hasta la esquina junto a Pachigua, se sentaron en el escalón de una casa sobre la calle Iturbe y empezaron a beber. —Nderakore kape, demasiado bebe ya era esa mina, bajón se fue con los chetos en el carro. —Kaaape y seguro se van ahí al colegio, al toque le vamos a ver otra vez y le vamos a hacer perder nomas a los cheboludos ni bollo por ellos. Luego de tomar las dos botellas de Frizze, prendieron otro cigarrillo de marihuana y caminaron toda una vuelta a la manzana, para bajar por la calle Caballero y alargar el camino antes de llegar a lugar de la fiesta. Ya estando en la vereda, frente al colegio, le hicieron señas a Mathi, que era amigo de Pachigua, y por ende conocía toda la onda en la que este andaba. —¿Qué tal bro? (Le dijo Mathi a Pachigua mientras se hacían un saludo con las manos) —Mba’e bro pio, jaha atu vamo a entrar! —Kape vamos a quemar un fino antes de entrar, yo quiero estar locore también asi como ustedes. —Ni ahí kape, te voy a tirar para un fino y después nomas fúmale! 95
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Ya dentro, los amigos fueron hacia el tinglado, donde estaba el escenario, la música, las chicas, todo pintaba como ellos se los esperaban. Las chicas se movían al ritmo del dembow que resonaba en los parlantes, las patadas que daban los buffers eran tan potentes que la vibración se podía sentir dentro del cuerpo. Los amigos parados en una de las equina bajo el tinglado, dejaban que sus cuerpos sean hipnotizados por los compases de la música, cerraban su ojos y dentro de su cabeza se veían formas y colores. Cedían a la música misma, el control sobre sus cuerpos, estos reaccionaban por si solos siguiendo el ritmo. Veían las luces y los cuerpos de las chicas estirarse, parecía que el sonido viajaba grandes distancias a través de su canal auditivo, agudos graves, agudos, graves, la sensación para Paquinho era inexplicable. Pachigua le dijo que no se deje llevar demasiado por los efectos del LSD, que más tarde iban a continuar en la calle y que se tranquilice para poder amanecer en la costanera, como hacían las veces que salían de fiesta. Yendo hacia la cantina que quedaba al otro lado del tinglado, pasando entre la gente, Paquinho vio a la chica, con la que se había encontrado en la bodega, estaba bailando con su amiga y con otros dos muchachos más, Pachigua le dijo que no se quede atrás y que le siga. Al llegar a la cantina Pachigua, quien parecía estar menos loco, pregunto que había para tomar, el encargado de la cantina lo miro un poco raro, seguro era porque tenía una cara de vicioso, le dijo que había gaseosas, agua y algunos tragos. —¿Qué trago pio tenes dupla? —Tengo fernet y vodka con citrus —Cuanto pio es? 96
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—20 cada uno. —Bancame un fla Se dio vuelta y fue a contarle a Paquinho que había alcohol para tomar, él le dijo que estaba mareado y que quería esperar antes de seguir tomando, Pachigua le insistió hasta que Paquinho le dio dinero para que este compre más bebida. Pachigua se volvió a acercar al mozo y le dijo que le prepare dos vasos de vodka con citrus, bien fuertes, porque la fiesta estaba siendo aburrida. Ya con los tragos en mano los amigos comenzaron a pasearse a través de todo el lugar buscando ver si no encontraban a alguien conocido con quien acoplarse. En una de esas vueltas, vuelven a pasar cerca de las chicas, con las que Paquinho se había encontrado en la bodega. —Kape allaite están esas minas que se subieron en el auto, jahaese —Jahaese ni bollo. Los amigos fueron hasta llegar al lugar en donde ellas estaban bailando. Se quedaron ahí parados un momento haciendo como que bailaban mientras observaban a las chicas, una era blanca de pelo castaño claro y con una sonrisa súper atractiva, la otra chica era pelirroja, no era tan alta como la primera, pero si tenía sus atributos. Los dos amigos, alucinados y ebrios no paraban de mirar a las chicas, en lo que les daban ataques de baile descontrolado cuando escuchaban algún tema de Ms Nina o de La Mafia del Amor. Bailando como dos locos, a los que no les importaba nada, con el vaso en alto movían la cabeza y su cuerpo de lado a lado. 97
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En una de esas, entre el viaje que les producía la música, Paquinho se percata que las chicas se quedaron solas, sin que Pachigua se dé cuenta, él se acercó a la chica que le había hablado en la bodega y le dice: —¡Legalmente si vos era la que me dejaba, iba a llorar! La chica lo mira desentendida y pone una cara rara. —¡Y vos co me dijiste hace rato, que si estaba llorando porque me dejo mi novia! La chica lo vuelve a mirar detenidamente y exclama: —Jajaja que bobo ya me acuerdo de vos, lloraste mucho parece. —Y si un fla, tu novio no es celoso? Porque si viene oikota la bronca. –Le respondió Paquinho. Entre las chicas se miraron y comenzaron a reír, le dijeron a Paquinho que los muchachos eran amigos, y que además de eso eran gays, así que por esa parte no había problemas con que estén hablando. —¿Y cómo te llamas? — Lua y vos? —Paquinho nomas me dicen los amigos, y ahora vos también me podes decir así. —Jajajajaja Paquinho gua’u. Luego de estar hablando durante un tiempo y acompañados de algunos vasos de citruska, el hielo entre Paquinho y la chica que acaba de conocer se rompería, comenzarían a bailar. Él no era muy bueno moviéndose, pero por el contrario, la cadera de Lua parecía tener vida propia. En los parlantes del Dj comenzó a sonar la intro más esperada de la noche, era el hit del momento, “…sabes bien, como usar tu cuerpo, me prendes como leña al fuego cuando bailas...” al escuchar esto, Lua pego un grito y fue como si la canción 98
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también controlara cada parte de su cuerpo, pegándose a Paquinho, coloco las manos de él por encima de su cintura, y siguiendo el ritmo de los bajos, comenzaron a bailar …nos conocimos una noche de verano, yo te miraba desde lejos..” La boca de Lua, seducida por el sabor traicionero de la citruzca, soltaba versos de la canción en los oídos de Paquinho, el por su parte, sentía una mezcla de emociones en su cuerpo, literalmente podía sentir la mezcla brotar a través de los poros de su piel. Cuando la fiesta se estaba poniendo más interesante, un grupo de ebrios inadaptados comenzaron una pequeña pelea que se avivo como el fuego y terminaron viendo botellas y sillas volar por debajo de todo el tinglado. Paquinho junto con las chicas salieron afuera ya que era obvio que la fiesta se suspendería. Dentro de la euforia y locura Paquinho se percata que Pachigua no está con él. Esto lejos de ser solo un pequeño detalle que debía tener en cuenta, despertó la paranoia de Paquinho, y empezó a mirar por todos lados buscando con desesperación a su amigo, pues tenía miedo de que con la llegada de la policía se pongan a revisar y que encuentren por el las cositas que guardaba. Todo esto ocurría dentro de la cabeza de Paquinho y el agarrado a la mano de Lua, toma unos segundos para bajar de su locura y le dice: —Voy a ir a buscarle a mi socio, no quiero que tenga problemas y que este el solo. —Dale anda nomas, si querés te esperamos acá. –Le respondió Lua —Ni ahí, vayan nomas, préstame tu celular me voy a añadir en Facebook y escribime más tarde si queres.
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El lugar equivocado Eran las 7 de la mañana, cuando el Comisario de Turno Crhistian Gonzales, se dispone a llamar la lista de asistencia en la recepción de la Comisaria 8va Metropolitana para así asignar las tareas del día al personal que se encontraba presente. —¿Temario? .- Presente —¿Colmán? .- Presente —¿Espinilla? .-Presente —¿Perdeu? .—¿Ha la che sobrino moo iome co aragan? Durmiendo en la parte trasera de la patrullera se encontraba el sobrino del oficial, Freddy Perdeu no tenía madera para ser policía, era un tonto, pero como es costumbre, muchas veces uno no necesita de aptitud para entrar a trabajar en lugares como la policía o el sector público, basta con ser bruto y tener parientes bien posicionados en la política, en el caso de Freddy, el tenia ambos. El Comisario fue rápidamente a despertar a su sobrino diciéndole que la patrullera no era la suite de un Hotel para que se quede dormitando adentro como si fuera que no hay cosas para hacer. —Mira Freddy yo no tengo problema de que ahora seas policía y que trabajes en mi jurisdicción pero no podes hacer estas cosas porque yo soy acá el encargado y si a mí me llaman la atención por tu culpa yo te voy a trasladar nomas en el interior y allá vamos a ver si podes dormir en el móvil así con el aire prendido. —No para na tío, ya no voy a hacer más nada de eso te prometo. Porfa na no me manden al interior allá no pega. Con Freddy incorporándose a la fila con el resto del personal, el Comisario empezó a repasar las órdenes del día 100
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e hizo una mención especial a que se tenía que seguir con la búsqueda del joven del video que había dejado la señora Katy el día de ayer. —Al que le traiga a este mondaha va a recibir su premio, últimamente a mí me están presionando con el tema de la inseguridad acá en la zona así que dejen de joder y hagan su trabajo carajo. Freddy al oír esto, visualizo su redención como oficial de la policía al saber que si encontraban al muchacho en cuestión, su tío seguramente le ayudaría a conseguir un mejor puesto dentro la de comisaria y así tal vez solo trabajaría en horario de oficina y dejaría de hacer las aburridas rondas nocturnas con su compañero. Saliendo de la comisaria, Carlos Copirrata y Freddy Perdeu se dirigen al Mercadito para poder desayunar antes de comenzar con los recorridos rutinarios por la zona, y tal vez volver a pasar por el cementerio, a ver si no encontraban al joven que andaban buscando y por el cual el comisario les había regañado. Terminado el tortillon de papa y la taza de café negro, los policías abordan su móvil y se disponen a hacer sus rondas. Desayunando en el comedor de su casa, Lua seguía preocupada pues no recibió ningún mensaje de Paquinho, ella no quería pensar que los policías ya lo habían agarrado, pues tampoco había vuelto a escuchar algún chisme del robo que hubo en la despensa de Ña Katy. Agarro su taza, con cocido quemado y leche, en otro platito coloco unas cuantas rosquitas y fue a sentarse en la computadora de escritorio. Abrió el Facebook y empezó a chatear con Mire. Le comentaba que estaba muy preocupa101
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da por lo que había pasado el día de ayer, Mire le respondió que en su casa nadie más había comentado sobre el robo en lo de Ña Katy, que se quede tranquila, que cualquier novedad ella se lo iba a hacer saber. Quedaron en verse esa tarde en lo de Lua para poder tomar terere y tal vez salir a dar un paseo por el barrio. Llegada la tarde Mire fue a buscar a Lua a su casa, iba caminando por la calle Antequera cuando a lo lejos observo que una patrullera venia en sentido contrario. Al acercarse unos metros más pudo distinguir a los oficiales que iban dentro, eran los mismos que el día anterior habían preguntado por Paquinho. Sin mirarlos a la cara ella siguió por su camino. Al llegar a la casa de Lua, está la saludo e inmediatamente le pregunto qué le sucedía, ya que notaba un poco de angustia en la cara de Mire. Una vez adentro de la casa ella le comento que mientras venia se volvió a cruzar con la patrullera que estaba buscando a Paquinho. —Boluda no sé qué onda me volví a cruzar con la patrullera y eran los mismos que nos hablaron ayer. ¿Vos decís que le siguen buscando a tu chuli? —En serio me decís? Yo le escribo y él no me contesta legalmente me estoy empezando a preocupar. No quiero que le hagan nada. Luego de conversar un rato sobre el tema, Mire le propuso a Lua salir e ir hasta el paseo del cementerio a tomar terere debajo de alguna sombra, le dijo que le iba a venir bien distraerse de todo este problema porque parecía que ya le comenzaba a afectar. Salieron de la casa de Lua y arribaron por Antequera, al llegar y girar en la esquina de la calle que daba al cementerio, a lo lejos les pareció ver a Paquinho. Se apresuraron 102
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en alcanzarlo y para su sorpresa no era el, sino que se trataba de Pachigua. Le preguntaron qué hacía por esos lugares, que no era el mejor momento para andar divagando y más aún en la forma en la que estaba vestido. —¿Por qué que onda pio?. –Pregunto Pachigua —¿No te enteraste pio? Ayer Paquinho robo ahí en Ña Katy y ahora le está buscando la cana. Al oir esto la cara de Pachigua cambio totalmente, su test canela se volvió pálida en una fracción de segundo. —¿El robo un teléfono verdad?. —Pregunto Pachigua —¡Siii! Boludo ayer la cana paso por acá y nos preguntó por él y hace rato paso ahí por Antequera, legalmente tenés que abrirte re marque que estés así vestido. ¿Cómo tenés su ropa? En lo que las chicas le comentaban a Pachigua cual era la situación, sin percatarse, la patrullera donde estaban los oficiales, se acercaba en sentido contrario de donde los amigos se encontraban hablando. Mire al darse cuenta de lo que estaba por pasar salió corriendo del lugar consumida por el miedo y la paranoia de que la policía la encuentren con un sospechoso de robo y que además se sabía que siempre tenía droga consigo. Pachigua al ver que la chica se había asustado y salío corriendo miro por detrás y vio que la Izuzu Dmax avanzaba a toda velocidad sobre la calle empedrada. Sintió su corazón subir hasta su garganta y de un segundo para el otro el cuerpo se le torno frio. Su reacción por instinto a la conservación de su libertad lo hizo corre en la misma dirección a la cual Mire también había huido, con un impulso y valiéndose de sus 1,83 metros de altura, logro subirse y pasar por encima la muralla del cementerio. Por otro lado Lua no asimilo a tiempo lo que estaba sucediendo y quedo ella al encuentro de los uniformados que al llegar 103
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donde se encontraban, con toda la neandeartalidad posible la sometieron contra la pared y comenzaron a interrogarla. —¡Quieta ahí! ¡Quieta ahí! —¿Por qué se corrieron? ¡Eh! ¿Qué tenés contigo vamos a revisarte? —Oficial se asustó nomas mi amiga y corrió no se que onda. —Dijo Lua con una voz llorosa —Y de que se va a asustar si no tienen nada, por algo nomas corrió ¿Y el muchacho? —Ese es el del video ama. –Le dijo Freddy al oficial Carlos Corroborando las impresiones que tenían los oficiales del video que había presentado la señora Katy, pudieron encontrar gran similitud entre la vestimenta y la contextura física. Una vez esto, decidieron subir a Lua a la patrullera y la llevaron hasta la comisaria. Al llegar la bajaron esposada y la presentaron ante el comisario Crhistian Gonzales. —Mi comisario acá le traemos a una sospechosa, estaba con el posible autor del robo del video que trajo la señora el día de ayer. —Oficial yo no robe nada te juro, nadie no robo nada nos asustamos nomas y por eso corrieron. –Decía Lua entre llanto y mocos que le salían de la nariz —Y porque lo que corrieron acá hay algo sospechoso. Eguerahay calabozope Copirrata. Tomale sus datos y si tiene familiares que se contacte nomas ya con ellos. El mundo de Lua se venía abajo, nunca se imaginó que de estar hablando con su mejor amiga, y el amigo del chico que le gustaba, pasaría a esta encerrada en una pieza que no tenía ni 4 paredes, el olor a orina era inhumano, entre náuseas y llanto le suplicaba al oficial Copirrata que no la 104
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dejara en ese lugar tan feo. —No puedo hacer nada, el jefe me pidió que te encierre acá, aparte si no hiciste nada porque tus amigos se corrieron y te dejaron, ahí pasaba algo raro por eso nomas salieron así. Lua trato de calmarse por un momento y se puso a pensar en lo que realmente estaba pasando. Sus padres la echarían de la casa si se enteraban en el problema en el que estaba metida, su mejor amiga la había abandonado sin siquiera decirle que tenía que reaccionar con ella, correr, hacer algo. Pensándolo mejor, fue una reacción estúpida, ¿que se le había pasado por la cabeza para salir corriendo? El oficial Freddy se acercó hasta las rejas del calabozo y le pidió a Lua que le diga sus datos personales, y que le entregara todos los objetos de valor que tenía consigo, incluyendo su teléfono celular. Ella le suplico que no se lo quite, que tenía la urgencia de comunicarse con alguien para que la pueda ayudar, pero que por nada del mundo iba a llamar a sus padres. El oficial le replico que no había de otra y que si no quería pasar la noche allí, que los llame para ver si es que ellos podían solucionar el problema en el que ella estaba metida. —Estabas con un sospechoso de robo señorita, ya veo porque se corrieron. –Comento de forma burlona Freddy —¡Yo no soy ninguna ladrona estás loco vos imbécil de mierda! —Bueno basta ya, pásame acá todas tus cosas. El oficial se había salido con la suya y despojo a Lua de todas sus pertenencias de valor y de su teléfono celular. Se los llevo a su tío y le dijo que esas eran las pertenencias de la joven y en donde las podía colocar. 105
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—Mi hijo anique peyapo la macanada ina porque rehota la interiope ehenduma? —¡Si comisario! —Voy a salir un rato, ahí nomás deja todo eso, si viene algún familiar de esta chica decile nomas a Copirrata que le atienda y que espere mi orden para hacer cualquier procedimiento. Anique re falla osino reikua’ama. Las palabras del comisario hicieron sudar frio a Freddy Perdeu, él no quería que se le traslade al interior por el simple hecho de que iba a perder todas las facilidades que su tío le ofrecía dentro de la 8va. Comenzó a tener ataques de pánico y a modo de distraer su mente se puso a jugar con el teléfono de Lua, ya que para la mala suerte de ella, se lo había entregado desbloqueado. Comenzó revisando la galería, era una chica muy bonita así que pensó que seguramente encontraría fotos divertidas. Pero para su suerte, no encontró ninguna. Entonces decidió ir más allá en la intimidad de la joven y se puso a leer sus conversaciones de WhatsApp. Lua no escondía ningún chat comprometedor, eran solo grupos de amigos del colegio, grupos familiares, reunión con amigas, salidas nada raro en una chica de 16 años. Al no encontrar nada, Freddy volvió a ir hasta el calabozo donde se encontraba Lua, le pregunto si ya había pensado en la opción de llamar a sus padres, si era así, le devolvería el teléfono para que pueda hacer sus llamadas. Ella le dijo que si, que quería comunicarse con alguien, y que le agradecería que le devolviese el celular, Freddy accedió y se lo paso a través de los barrotes del portoncito que tenía la celda. Luana rápidamente entro al WhatsApp y le escribió un mensaje a Mire diciéndole que ella estaba en la comisaria 106
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por su culpa y que vea la forma de ayudarla para salir de ahí sin que sus padres se enteren. En lo que ella le estaba escribiendo a Mire, sorpresivamente recibe una notificación de mensaje nuevo, era Paquinho quien le escribía. Al oír la notificación, el oficial Freddy le llamo la atención a Lua, le dijo que si no había escuchado que tenía que hacer llamadas y no ponerse a chatear. —Dame acá tu celular —No por favor na no me saques oficial porfa. –Le suplicaba Lua mientras su cara se hacía en llanto. Freddy estiro el celular de las manos de Lua y se alejó de las rejas del calabozo. —Jahechamina quien lo que te escribe. El uniformado hacía gestos de concentración con la cara, comenzó a leer los mensajes del Facebook de Lua, mientras esta le gritaba y lloraba arrodillada a las rejas del calabozo. El rostro de piel blanca de Lua se volvía colorado a causa del llanto y del nerviosismo que le producía ver al policía leer todos sus mensajes como si fuera que el celular era de él. Luego de varios minutos Freddy se volvió a acercar a las rejas del calabozo y le dijo a Luana. —¿Vos le conoces a este muchacho? Seguido de esto, el oficial Freddy saco su teléfono celular y le mostro el video del circuito cerrado de la despensa de Ña Katy. Lua miro detenidamente como Paquinho se robaba el celular de aquel señor borracho, que consumido por el cansancio del trabajo, sucumbió ante el sueño. La cabeza de la joven en ese momento era un nudo de preguntas, sentimientos, emociones amargas, odio, depresión. El chico que 107
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ella quería era un delincuente drogadicto, aquel muchacho que ella tanto quería y defendía, resulto no ser tan bueno como ella pensaba después de todo. Aun así miro al oficial y le dijo que no, que no conocía al joven del video. Que ella lo único que quería era salir de ese lugar y volver a su casa. —A mí no me mentís nena, decime donde esta y te vamos a soltar. Es más decile que te queres ver con el ahora y cuando venga le agarramos y vos te quedas libre, te devuelvo tus cosas y te vas. Aprovecha que no está el comisario porque si él sabe esto, no salís mas de acá por cómplice, fácilmente vas a comer 2 año allá en el Buen Pastor. —Yo no le conozco a nadie oficial. – Le respondió en llanto Lua —Y bueno te gusta entonces estar ahí encerrada, en el buen pastor la celda es más grande que esa piecita, vas a estar mejor ahí. Durante varios minutos Freddy utilizo ese tipo de tortura psicológica, sabiendo que en algún momento la pobre niña iba a ceder a lo que él le pedía, y que esa sería su oportunidad para agarrar a Paquinho y que su tío lo felicite por lo que había logrado. Lua por su parte ya no tenía ganas ni ánimos para pensar en que podía hacer, la desesperación consumió su cordura por completo, arrodillada mirando el techo lleno de telarañas del calabozo, le oraba a Dios para que la sacara de ahí. Los minutos pasaban literalmente volando. En un abrir y cerrar de ojos ya habían transcurrido casi dos horas desde que la patrullera la trajo a la comisaria. El oficial Freddy sentado sobre una silla a metro y medio de la reja del calabozo, observaba como ella sufría y se ahogaba en su desesperación. En ese momento comenzó a sonar el teléfono de Lua, su padre la estaba llamando. Ella al oír el 108
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tono personalizado que le había puesto al contacto, se levantó rápidamente del suelo y le dijo a Freddy que por lo que más quisiera en esta vida que no atienda el teléfono. El empezó a burlarse de ella y a decirle que nada de lo que una delincuente le diga le importaba, que su tiempo se estaba acabando y que solamente dependía de ella si quería seguir estando en ese mugroso lugar, con olor a orina, las paredes llenas de moho debido a la humedad que se levantaba del pequeño inodoro que estaba en el fondo. Lua agacho a cabeza y se quedó en silencio por varios minutos, luego alzo la mirada y le dijo al oficial que le diera su teléfono, que tenía que mandar un mensaje. Con lágrimas en los ojos Lua envió un mensaje a Paquinho: “Bebé necesito que hablemos, te espero en el lugar de siempre. No hace falta que respondas este mensaje, ya salgo para ir a esperarte. Te quiero” Lua en compañía de los oficiales Freddy y Carlos, abordaron la patrullera y fueron hasta un viejo deshuesadero de buses ubicado en el barrio Sajonia. Al llegar Lua bajo de la camioneta y les dijo a los oficiales que ella esperaría sentada debajo de un gran árbol de mango que había en el lugar. Los oficiales se alejaron para aguardar el momento en el que el joven tenía que aparecer. Pasaron casi 45 minutos y Freddy ya empezaba a perder la paciencia, justo cuando estaba por ir de nuevo junto a Lua para regañarla, Carlos Copirrata lo detiene y le dice que observe, que había un muchacho que se estaba acercando hacia donde se encontraba la joven. Ambos oficiales se quedaron mirando desde la distancia expectantes a lo que ocurriría. Paquinho llego junto a Lua y la saludo con un beso en 109
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la frente, ella tenía la cara toda hinchada y los ojos llorosos. —Cha, ¿qué pio te pasa? ¿Por qué estas así?. –Pregunto Paquinho exaltado Lua nuevamente comenzó a llorar, las lágrimas le brotaban de los ojos como si fuese una canilla con el grifo descompuesto. —¡Disculpame disculpame bebe!. –Le gritaba Lua a Paquinho —Shh, calmate pues, que te tengo que disculpar no entiendo nada —¡No valgo nada, nunca más me vas a perdonar!. –Volvió a decirle Lua con su vos ahogada en llanto. Ella abrazo a Paquinho, y este sin entender aun lo que sucedía también abrazo a Lua, acerco su boca hasta el oído de la chica y le dijo. —¡No sé qué te pasa, pero no olvides que yo te quiero de verdad! Lua al oír esto se tiró al piso y comenzó nuevamente a llorar desconsoladamente, Paquinho sin entender aun que era lo que pasaba le pedía que se levante que no haga eso. Trato de levantarla y en el momento en el que él la estaba estirando, puedo oír un grito que le decía: —¡Alto ahí alto ahí! —¡Epyta epyta carajo! Los oficiales venían corriendo a toda velocidad para detener a Paquinho, él se quedó helado, no sabía que hacer, su mente se había quedado en blanco al ver a los uniformados venir hacia él y hacia su chica. Lua lo empuja y le grita —¡Corre salí de acá rápido ándate ya! ¡La puta Paquinho ándate! Lua volvió a empujar a Paquinho y este callo senta110
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do al suelo, le volvió a gritar que se vaya mientas miraba con terror como los policías se acercaban a ellos. Paquinho sin entender nada se levantó y comenzó a correr para tratar de escaparse entre unos yuyales que estaban por detrás del predio del deshuesadero. Freddy al ver como su ascenso se escapaba sin dudar saco su arma y pego dos tiros al aire para tratar de intimidar al delincuente que se escapaba corriendo. Sin embargo esto no resulto pues Paquinho seguía huyendo. En un último intento desesperado por detenerlo Freddy le vuelve a realizar dos disparos apuntando al cuerpo de Paquinho. El primer tiro falla pero el segundo impacta en la zona del omoplato. Paquinho cae al suelo y es alcanzado por los policías. Estos lo levantan y lo llevan hasta la carrocería de la patrullera. El oficial Carlos Copirrata a través de la radio solicita la presencia de una ambulancia para que le puedan hacer los primeros auxilios porque estaba perdiendo mucha sangre. En lo que Copirrata hablaba por la radio, Freddy Perdeu se volvió a acercar hasta donde estaba Lua. Paquinho observaba todo desde la carrocería. —Acá tenes tus cosas como te había prometido. Te podes ir nomas ya nena. —Sos una mierda como le vas a disparar y después si le matabas. –Le grito Lua con una vox exaltadisima. —Y si no le mate yo ahora en la cárcel le van a matar. Esta clase de gente no vale nada, tenes que alejarte de personas así. Quien te dice que no te va a querer nada después de lo que le hiciste ahora. –Esto último lo decía Freddy con un tono burlón. Mientras Freddy Perdeu se alejaba, Lua lo miraba tirada en el suelo. Los vio subir a Paquinho a la patrullera, el sol caía por detrás del deshuesadero de buses. Mientras el 111
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móvil se alejaba, Lua se quedaba mirando a lo lejos como se llevaban una parte de su corazón. Pudo ver que Paquinho la miraba fijamente a través de la ventana con una cara inexpresiva. Días después, Lua como de costumbre, despertó a las nueve de la mañana, se preparó una taza de cocido quemado con leche y un plato con palitos. Fue hasta la computador de mesa, se sentó, abrío el Facebook y vio que entre sus mensajes había uno de Mire. El mensaje decía. “Lua, le soltaron otra vez a Paquinho, escuche que te anda buscando, quiere hablar contigo”.
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-Yunque
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Sombras ¿Por qué todo esta tan oscuro?, ¿Qué estoy haciendo en este puto lugar?, ¿SAQUENME DE AQUÍ? Todo comenzó el día que me mude a un departamento, me iba a independizar, salir de la falda de mi madre por primera vez en mi vida, pero bueno ya cumplido los 25 años, no pueden detenerme. Recuerdo como mamá lloraba. —Mi hija ¿cuídate qué?, vivir sola es peligroso. —Tranquila mamá, todo va estar bien, es un departamento pequeño, pero familiar, todos los vecinos parecen buena onda. —Avísame cualquier cosa, no te olvides, que esta es tu casa. —Lo sé, no exageres, todo tranquilo. Sabes que te amo mucho, no llores. Fue un 31 de Julio, recién cobre, contraté a un flete, no tenía gran cosa, pero la cama, heladera, televisión y ropero que compré tenía que ser trasladado, además de mi ropa y otras chucherías. Llena de ilusiones miraba por la ventanilla del taxi, 113
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entre controlar el flete, y divagar con mi sueños, me percate que una cuadra antes de mi nuevo hogar, se encontraba, en la esquina, un policía, al observarlo nuestras miradas se cruzaron; al bajar del taxi, el policía estaba controlando todo lo que pasaba, patrullando de aquí para allá, opté por no darle mucha importancia, comenzamos a bajar las cosas y en poco tiempo me encontré sola en el departamento con mucho por hacer. Era medio día, decidí buscar algo de comer, salí a la calle a recorrer y almorzar, al pisar la vereda del edificio, di la vuelta para observar si el policía seguía ahí, pero no estaba, ni señales de él, o alguna patrulla rondando. Entré a un copetín a unas cuadras y me senté a una mesa para almorzar tranquila, estaba tan abstracta en todo lo que suponía ser independiente. Regrese a casa y termine de arreglarlo todo como a las tres de la madrugada, como había pedido permiso en el trabajo por unos días, para poder organizar mis cosas, no me vi desesperada por la hora en que me acosté, entre bañarme y darme vueltas eran las cinco, me desperté a las nueve de la noche, al despertarme encontré diez llamadas perdidas de mi mamá, sentí que sudaba frio, conociendo a mi mamá, si no tuvo un ataque y llamo a la policía, me va enviar de aquí a la luna, que Dios me ampare, seguro me va decir hasta de que me voy a morir. —¡Hola mami! no escuche el teléfono, estaba re cansada. —¡Che memby!, che jukata mba’asygui - que te paso, no soy nada para vos, no me tenes en cuenta para nada, un mensaje no podes enviar, para saber que estas viva nomas luego. —Hay na mamá no exageres, sabias bien que tenía muchas cosas que hacer. 114
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—Sí, por eso me asuste cuando todo un día no tuve señales de vida, desconsiderada. —Tranquila na, termine todo a la madrugada y me acosté tarde nomás, no es para que llores, ¿mamá?, me corto. Luego de un baño, me encontré llena de energía, pero sin ánimos de seguir ordenando, así que opte por prepararme y salir a trotar, después de todo era una hermosa noche. Trace mi ruta mentalmente, y me puse a trotar por las calles asuncenas, no vivía muy lejos de la costanera, así que fije mi rumbo a esa zona, la noche estaba tan agradable, las estrellas se dejaban ver, la luna llena, alumbraba mi camino, llegue a mi destino en cinco minutos, el aire fresco que provenía del río, relajaba todos mis sentidos, estaba más viva que nunca. Troté y caminé por una hora, luego emprendí el camino a casa, había mucha gente aun por las calles, y eso que era martes, como no tenía prisa pero si hambre, pase por calle Palma, al parecer se realizaba algún evento, porque estaba una multitud, hambrienta y cansada me dirigía hacia el Lido Bar, moría de ganas de comer un sándwiche de pollo y palmito, pero entre la multitud conseguí distinguir una sombra, que parecía seguirme, me di la vuelta y no había nadie en particular. Es notable como en el Lido Bar todas las que atienden, tienen el micrófono a su lado para hacer el pedido, pero ellas prefieren gritar, es una costumbre muy extraña pero que hace único a este lugar. De regreso a casa ya era medianoche, el barullo iba cesando, yo me iba alejando cada vez más del centro. Si ya con el estómago lleno y aligerando el paso de repente pensé que tardar tanto y estando yo sola no era una buena idea, pero como estaba a ocho cuadras de casa, sin mayor complica115
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ción llegue, me saque los calzados deportivos y deje enfriar los pie para poder meterme a bañar. Una vez limpia, la energía que tenía al despertarme ya había mermado, pero quise dejar algunas cosas en orden, como había dejado mi ropa toda desordenada opté por arreglarla ya que el lunes tenía que volver al trabajo. Ese armario no parecía tan chico, o yo tengo muchas cosas, creo que tengo que empezar a aplicar el método Konmari y tirar todo lo que no me sirve. Suena el celular a esta hora, no es un numero conocido ¿Quién será?; —Hola —Hola, ¿Fer? —Si, ¿Quién sos? —Mateo soy, tu compañero de la facu, perdón que te llame a esta hora, pero me preocupé como no fuiste estos días. —¿Mateo?, es que ando ocupada, discúlpame compis, ¿necesitas algo? es muy extraño que me llames, ya que casi no hablamos. —Perdón, ahora estoy revisando el reloj, no me di cuenta que era tan tarde, seguro te desperté y querés matarme. —No, tranquilo no me despertaste, pero no me respondiste tampoco, ¿que necesitas? —Sos bastante desconfiada che, pero en realidad si te quería preguntar algo. —Jajajaja lo sabia, que pasa Mateo, das muchas vueltas y disculpá pero estoy muy cansada. —Lo que te quería preguntar es si ¿querés ir a bailar este viernes a Pirata’s?, vamos a estar un grupo de la facultad, y como no te veo hablar con casi nadie, quería saber si te interesaba para hacer nuevas amistades. —La verdad no es muy lo mío bailar, pero está bien, tenes razón no suelo socializar mucho con los compañeros, 116
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bueno ahora te tengo que dejar, hablamos otro día. —Está bien te llamo mañana para coordinar todo, si querés te paso a buscar. —Hablamos mañana Mateo, ¡Chau! Me pareció algo extraño, salir a bailar, la verdad es que no socializaba por falta de tiempo nada más, pero cuando me mude a vivir sola, era mi propia jefa. Se habia hecho demasiado tarde otra vez, mejor me acuesto antes de que se me haga costumbre esto de trasnochar tanto. Odio el sonido del despertador, tenía un sueño tan lindo. —Crac!! —Que es ese ruido, ¡hay alguien en casa! Me levanté de repente todo estaba oscuro, luego me doy cuenta que ese sonido en realidad lo estaba soñando, o no, mire el despertador, aún no ha sonado, recién son las 3 de la mañana, fue una pesadilla, pero por cualquier cosa mejor hecho un vistazo, dentro de la casa no hay nadie, todo fue un sueño. —Crac!! —Mierda!! no puedo decir que estoy soñando ahora, ¿de dónde vino ese ruido? Dentro de la casa no hay nadie, ya prendí todas las luces y revisé cada rincón, ¿qué está pasando? —Crac!! —¡Es de afuera! Al mirar abajo, era el policía, me estaba mirando atentamente desde la calle, me invadió el pánico, lo único que acerté a hacer fue cerrar todo con llave, tomé un cuchillo de la cocina y me fui a la cama. Ya eran las 7 de la mañana y no había cerrado el ojo, tenía miedo de salir y encontrarme con ese policía acosador, no tenía idea de donde era, para poder ir a denunciarlo, 117
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ni si era policía o un criminal disfrazado, solo sabía que tenía miedo y no dormí. —Suena mi teléfono, ¿Quién llama a esta hora, justo cuando conseguí dormir un poco? —Holaaaaa Ferrrrr, Mateo soy, supongo que ya guardaste mi número. —Hola, la verdad es que no, lo siento se me paso. —Aun no te has levantado? Ya es pasado el mediodía. —¿Qué?, tan rápido, no lo puedo creer! —¿A que debo el honor de tu llamada? —Llamo para coordinar lo de ir a bailar ¿te acordas? —Sí, claro, tenes razón, la verdad es que lo había olvidado, cuando sería la salida? —¿Queres que pase a buscarte?. —No, nos encontramos en Piratas, a ¿qué hora? —Mejor si nos encontramos en el Bolsi, así cenamos primero, yo invito. —Está bien, a ¿qué hora? —Te parece bien a las ocho? —Sí esta súper bien, nos vemos mañana. El día pasó sin novedades, ordene lo que faltaba y para las ocho de la noche, ya me encontraba lista, así que decidí salir a trotar, en esta ocasión quise curiosear más hacia arriba, así que me dirigí a la plaza Italia.Creo que fue una mala elección, por más que no era muy tarde todo estaba muy oscuro, cuando lo ví, era el policía, me di vuelta y salí corriendo, sentía como iba acelerando el también el paso. —Mierda, mierda, me va alcanzar. Cuando pensé que ya no había escapatoria, me di la vuelta a mirar, pero no había nadie, no entendía que pasaba, como pudo desaparecer como si nada, fui directo a casa, me 118
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bañe y me acosté, cuando toque la almohada, instantáneamente me puse a llorar, fue un susto muy grande. Mientras dormia una voz me decía, tienes que matar a los que te dañen, desperte asustada, debo tratar de calmarme. Era viernes, me estaba alistando para ir a cenar y luego a bailar con Mateo y los compañeros, me puse unos jeans azules gastados, con una chatita y una blusa algo transparente, para ser honesta tenía un físico bastante moldeado, no digo ser Mis Universo pero mal no estoy, quise ponerme un vestido, pero caminar con vestido y más después de la noche anterior, no lo veía conveniente ni necesario. Llegue al Bolsi, Mateo me estaba esperando, él iba con bastante facha, no voy a negar que es muy atractivo, me atrae la pinta de leñador metrosexual, cuando me vio se portó muy galante, quien diría, la estaba pasando tan bien, llegada las once de la noche vamos a piratas, ahí nos encontramos con los demás compañeros, nos pasamos bailando, yo no tome ni un trago, porque iba a ir sola hasta casa así que lo mejor era tomar mis precauciones. Eran las 3 de la mañana y le dije a Mateo que ya me iba a casa que era tarde para mí, se ofreció a acompañarme, ya que no era muy lejos y según él quería pasar más tiempo conmigo, acepte gustosa. Íbamos caminado arribando Ayolas, estábamos en la intersección de Ayolas y Humaita, cuando lo vi, lo mire fijamente y el me devolvió la mirada, sonrió, yo sentí como el alma se me iba al piso, mire a Mateo y le dije que corra, pero el no alcanzo a entender, una bala ya atravesó su cabeza, vi cómo se desplomaba en el suelo, y la sangre que salpico mi cara y mis manos, antes de poder ver y entender que paso, el policía ya me tenía en sus manos, me agarro del 119
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pelo, no se preocupó por taparme la boca, no podía gritar, entre en shock, solo sentía como respiraba agitadamente, y pensaba que iba a morir, pero no, el no quería matarme, el quería poseerme, me arrastró hasta la plaza Italia, no se como pero rompió el portón que cerraba a esta, me metió hasta el medio de la plaza y ahí sin más me violo, entre golpes y lágrimas, sentía que iba a morir, deseaba morir, no me hablaba, solo sentía su respiración, entre golpe y golpe, me dejo tirada en la plaza, a punto de perder la conciencia, luego sentí una mano y una voz extraña que me decía, niña estas bien. Ya era de día, el sereno que abria la plaza se extraño de encontrarla abierta y entro a inspeccionar y ahí me encontró, con la ropa toda rota y con extraños golpes, no dije nada, me levante y fui a casa, ahí sin saber que hacer, solo podía escuchar una voz que decía: —matate, matate, matate, termina con todo de una vez —NO! Me voy a vengar. Llame a mamá y le conté todo lo que paso, como mataron a Mateo, y lo que el Policía me había hecho, no habrán pasado ni media hora cuando mamá ya estaba en mi puerta. Fuimos a un hospital ahí me hicieron todos los estudios y las curaciones, pero lo que dijo la Dra, me dejo atónita. —Tienes muchos golpes Fer, pero nada grave, y tampoco presentas signos de violencia ni restos de semen, en los genitales, no hay desgarro ni nada que de signos de una violación. Entre en corto, explote y grite: —QUE QUIERE DECIR, que yo invente todo, que vi como mataron a mi amigo y que sentir como ese psicópata me violaba y golpeaba era producto de mi imaginación. En ese momento entraron unos enfermeros, me aga120
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rraron y me sedaron, cuando desperté vi a la doctora hablar con mi mamá, ella estaba llorando y yo estaba atada, no entendía nada, porque me trataban a mi como un criminal. Al ver que me desperté mamá se acercó a mí, me dijo llorando que los Doctores no encontraron nada en mi cuerpo, pero que los golpes que tenía era como si yo me los hubiera hecho, llamo a la mama de Mateo y le conto lo que paso y esta le dijo que Mateo está bien, que llego sano y salvo a su casa, que él le dijo que me dejo en el Dpto. a las 3 que nos besamos y luego el regreso a la fiesta. No entendía de que estaba hablando mi madre, si yo lo vi morir, y yo sentí a ese cerdo tocar mi cuerpo y lastimarme, no tenía sentido nada de lo que decía, empecé a llorar desconsoladamente y luego me volvieron a sedar. Y desperté en este lugar, todo oscuro, no es el hospital, no sé dónde estoy, porque nadie me responde, porque las paredes tienen cojines, que es este lugar… -Guada Estigarribia
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El festejo Esa nena flaquita de pelo corto se acercó a la maestra con ojos húmedos, mascullando en sollozos angustiantes la pérdida de su lapicera Parker regalo de su madrina. Inmediatamente la maestra consolando a la alumna se puso de pie y dirigiéndose a la clase con mirada severa exigió que se devuelva el objeto ajeno. Nos hizo revisar nuestras cartucheras, en el portafolio, en el bolsillo del guardapolvo. La Parker no aparecía y la nena seguía sollozando. La maestra recorría la clase e insinuó la presencia de un ladrón que debía ser descubierto, para ello se daría aviso a la policía, quien se ocuparía de esta acción. Para eso está la policía, para combatir el delito, de cualquier índole y donde sea. ¿Para que perdió su lapicera esa nena?, se va a llamar a la policía, ese comentario me incomodaba. Ellos, la policía se ocupan de aquellos que cometen actos indebidos. ¿Será que vendrán?, y ¿si es así?, ¿qué sucederá?, ¿nos interrogarán?, ¿preguntaran cómo nos llamamos?, ¿dónde vivimos? 122
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Me sentía incómodo, y el nerviosismo comenzaba lentamente a evidenciarse en mi rostro… Esa tarde invitaba una vez más al festejo en medio de los fardos de eucaliptus seco apilados en la esquina de la cuadra. El aire tibio peinaba entre las ramas acompañando el sonido del trabajo. Jugamos igual que ayer corriendo, saltando, trepando sobre los fardos, armando un rincón simulando un cumpleaños con regalitos improvisados de objetos que trajimos de nuestras casas. En el bolsillo del mameluco traía la cajita de cerillos, la mesa de hojas secas sostenidas por las ramas, una torta improvisada invitaba a un entretenido festejo. El cerillo que encendimos para soplar como una velita de cumpleaños se animó con el viento y tomó las hojas secas de eucaliptus tomando rápidamente por los fardos, intentamos apagarlo, golpeando con las manos pero se hizo grande, me desesperé y salí corriendo hacia mi casa, entré asustado y me escondí bajo mi cama huyendo del travieso delito cometido, pronto se escucharon las sirenas, vecinos gritando y corriendo con baldes de agua para apagar ese gran incendio, el fuego fue creciendo y apeligrando las casas próximas al sitio,la policía, los bomberos pronto llegaron, una hoguera inmensa se desató consumiendo todo. Muchos días después volví para ver lo que quedó de ese lugar, en medio de las ramas carbonizadas aparecía una lapicera Parker derretida. -Edu Logwiniuk
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El Aquelarre de las Brujas Durante siete días y siete noches, siete jovencitas muy peculiares que practican la magia blanca viven circunstancias que incluso pondrán en jaque su unidad como “hermanas”. En eso, un monje misterioso llega al pueblo y desde ese momento, empiezan a suscitarse extraños acontecimientos. La cosecha destruida, la muerte de los ganados, lluvias prolongadas, así como la espeluznante presencia de un enorme perro negro que ha logrado morder a la más joven de las muchachas. Todo ello hacen que de alguna manera la sospecha sobre la posible presencia de un ser maligno que ha estado merodeando a las siete sea aterradoramente un hecho. ------------------------------------------------------------------------------Este relato tiene lugar en una pequeña región encantada por sus tradiciones y su propia gente. Ocurrió en un pueblo que se encuentra ubicado en el extremo noreste de la península itálica, rodeado de alpes montañosos y espesas llanuras, con frondosos bosques y estrechas lagunas. Poseedora de hermosos paisajes rurales y algún que otro castillo perteneciente a algún noble terrateniente que habita en sus villas. 124
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Sus habitantes se dedican a la actividad agrícola, la cual es su principal sustento de vida. Y cada tanto, en cierta época del año, se lleva a cabo lo que se conoce como el festival de la cosecha. De esta celebración pagana que se realiza en las afueras del pueblo, casi adentrándose en los bosques, prácticamente en la zona de las villas, entre los castillos y los escombros de éstos que aún perduran con el paso de los siglos, están encargadas las personas más peculiares con las que uno puede encontrarse en estos místicos parajes, las que se hacen llamar así mismas como devotas de la naturaleza y hacedoras del bien. Tienen el deber de velar por las cosechas y repeler a aquellos que desean hacer el mal. Pese a la juventud que ciñe sobre ellas, han logrado destacarse por sus dotes llenos de misticismo, aunque prefieren mantener la discreción en cuanto a sus poderes. Siete mujeres que han salido de sus hogares y de sus carpas en la noche más importante para una de sus integrantes, pues el festival no es sólo un ritual de agradecimiento por la cosecha de éste año sino también el inicio de una nueva etapa en lo que respecta a lo que ellas llaman, el inicio a “La Hermandad”. La luna estaba llena, cuando un joven con harapos de gitano iba montado sobre su caballo con una muchacha de vestido blanco y fino. Ella se sostenía con ambos brazos entorno a sus hombros. Pronto llegaron a un lugar donde se iba a llevar a cabo a lo que a simple vista pareciera una ceremonia. La joven en cuestión tenía los ojos vendados. El joven bajó primero del noble animal con extrema cautela y extendió el brazo para que la joven bajase tranquilamente. Una vez que descendió, la hizo caminar unos pasos hasta llegar al centro de lo que sería un círculo cubierto de hermosas flores. 125
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—¿Ya puedo quitarme las vendas? –preguntó la muchacha con ansiedad. —Aún no. Espera a que el viento las traiga. –le respondió el joven con un tono misterioso al mismo tiempo que poco a poco se fue alejando de ella, con una leve sonrisa. —¿A quiénes? –volvió a preguntar pero esta vez algo asustada mientras el joven volvió a montar su caballo y emprendió galope marchándose. La muchacha quedó sola. De repente, se sintió una fuerte brisa que había llegado al lugar. Como debajo del suelo que se encontraba cubierto de inmensas flores, seis sombras emergieron alrededor suyo. Luego siguió otra brisa mucho más fuerte que encendió unas antorchas entorno al círculo en la que la muchacha empezaba a inquietarse. Tal fue el escalofrío que sintió cuando empezaron a cantar e iban acercándose, lentamente. —¿Giustino? -preguntó alterada- No juegues así conmigo. Sabes que esta noche es el festival y no puedo perder mi tiempo con tus juegos. Las demás me están… -sintió como que algo la callaba. —¡Shuuuu! –dijo una de las figuras que con un dedo se abalanzó a la muchacha como pidiéndole silencio- ¡Silencio! Estamos en un lugar sagrado. La ceremonia va a empezar y el sacrificio a los dioses de la cosecha esta lista. Pues ha llegado justo a tiempo. ¡Verdad, chicas! Rápidamente, la muchacha se quitó la venda y tal fue su sorpresa cuando aquellas seis figuras encapotadas se desprendieron de sus túnicas negras que cubrían sus cuerpos. Eran seis mujeres vestidas con túnicas blancas y finas, algunas cubiertas con coronas, collares y pulseras de flores, así como con copas de vino bañadas en bronce en sus manos. Gritaron con júbilo y alegría: ¡¡¡Sorpresaaa!!! —¡Felicidades, Laure! –dijo la chica de tez canela y pelo 126
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largo enrulado, quien fue la primera en abrazarla seguido de las demás al mismo tiempo. Aquellas muchachas le habían preparado una sorpresa a Laure por sus veinte años recién cumplidos. El lugar era un jardín lleno de hermosas flores a la luz de la luna llena y las antorchas que formaban un círculo perfecto para lo que continuaría después. El festival de la cosecha también se trataba de algo más. Pues cuando una de ellas llega a la edad requerida para iniciarse en el noviciado de su pequeño aquelarre, arman lo que sigue como un rito. Cinco de ellas se tomaron fuertemente de las manos, con Laure sentada en el centro. Zafira, la sapienza del grupo, como así la llamaban, se acercó sola a ella con una corona impregnada de toda clase de flores. La colocó por sobre su cabeza, al rato que la tomó de los brazos y luego extendió una mano para acercar su mano derecha a la suya mientras pronunciaba unas palabras en una lengua arcaica al mismo tiempo que derramaba sobre Laure una especie de sortilegio a través de un polvo mezclado con hierbas. Al ritmo que se realizaba aquello, el rito continúo con las cinco acercándose a las dos sin romper el círculo humano que habían hecho agarrándose de las manos. A lo que Zafira pronunció las siguientes palabras: —De ahora en más, de esta noche que celebramos el festival de la cosecha, recuerda que ya no eres una niña. Tienes deberes y responsabilidades que cumplir para con la madre naturaleza, para con la gente de éste pueblo que no deben saber que somos nosotras sus protectoras nocturnas y por sobre todo, para con tus propias hermanas. ¡Qué los lazos de la Hermandad, no se rompan! —¡Qué los lazos de la Hermandad, no se rompan! –reptieron todas juntas. 127
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Todas se abrazaron a Laure y aquel aquelarre de brujas prosiguió con su festín. Las seis muchachas danzaban de un lado a otro con sus copas de vino bien en alto, manteniendo a Laure como figura en el centro. En un momento, la joven de tez canela y pelo largo enrulado la agarró del brazo y la invitó a unirse al baile, realizando una ronda de algarabías y saltos. Cada una tomó un puñado del polvo que se encontraba dentro de una bolsa que Zafira les había pasado y lanzándolas en dirección a la luna en su máximo esplendor, a viva voz pidieron buen augurio tanto por la iniciada al clan como por lo que queda de la cosecha. Finalmente, se colocaron cuerpo a tierra, sobre el campo de flores, mirando al cielo e imitando su forma como el aro que envuelve al astro rey de la noche. Cerraron sus ojos y realizaron una respiración profunda, enviando el aire a través de sus diafragmas para luego liberarla levemente hasta el punto que ese efecto hizo que las flores comenzaran a flotar alrededor cubriéndolas como capas que las envolvía sin tocarlas. Ni siquiera las gotas de lluvia que empezaron a caer del cielo sobre sus rostros extasiados las detuvo. Las siete continuaron danzando durante toda la noche, sirviéndose bebidas y comiendo banquetes con frutas deliciosas. El festival de la cosecha terminó con el amanecer. He aquí, en éste punto de la historia que un personaje desconocido haría su aparición. Cuando el sol empezó a salir por el horizonte, de lado de las llanuras se divisaba una carreta con una persona. Mientras las muchachas intentaban ver de quien se trataba, ya que les llamó la atención por la prisa con la que iba, las gotas de lluvia que anteriormente parecían leves, ahora caían con mayor fuerza. Todas se dispersaron y buscando refugiarse terminaron perdiendo 128
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de vista al individuo. En tanto, el sol que había salido hacía unos momentos era cubierto por nubes grises. Pero ésa no sería la primera ni la última vez que lo vieran. De hecho, lo que sigue a continuación retrata un poco los encuentros que tuvieron cada una. Estos sucesos pasaron inmediatamente después de aquella noche, ¿quizás como consecuencia del ritual llamaron la atención de alguien o de algo?, quién sabe. DANIELLE Danielle es la más joven de las siete y hermana menor de Zafira. De piel blanca, cabello largo y negro igual que sus ojos. Es la más inocente del grupo. También la más entusiasta y con un gran espíritu de aventura. Sin duda, tiene un gran potencial para cuando sea iniciada en los próximos años por venir. La inmensa lluvia de aquel día posterior al festival de la cosecha había cesado. Según los rumores del pueblo, coincidió con la llegada de un misterioso monje, que a juzgar por su vestidura negra, pertenecería a la orden de los benedictinos. Lo extraño para las personas es que no portaba ningún escapulario. Esto había llegado a oídos de Danielle, quien trabajaba como una de dama de compañía para una viuda, que pese a su origen gitano, la señora no tenía ningún prejuicio hacia ellos. En un principio, lo que había escuchado de las otras chicas que atendían en la casa, no le importó. Sólo le llamó la atención, cuando una comentó que otros vieron que el recién llegado había pronunciado unas palabras antes de ingresar al hospicio dónde se encuentra albergado. No tenía ningún rosario, tampoco hizo la señal de la cruz. Y el cielo que estaba gris había recuperado su 129
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color azul, casi inmediatamente. Igual no tenía ningún interés en ello, mientras juntaba su túnica mojada en un cesto y con sus harapos de chica gitana, pidió permiso a la dueña para que pudiera salir e ir al campamento de los gitanos. En el camino, tuvo la sensación de que alguien la seguía. Caminaba a pasos rápidos y cada tanto giraba para ver si alguien estaba detrás suyo. Había cruzado la parte del mercado del pueblo cuando se detuvo a ver el hospicio del cual habían hablado. Es el único lugar por ahí dónde se encuentran niños huérfanos y desamparados. Era muy común que algún monje enviado desde Roma, viniera cada cierto tiempo a ver cómo van las cosas. Quizás para brindar algún alivio espiritual o monetaria en el recinto. Fue entonces, cuando su mirada se dirigió a una de las ventanas que daba hacia el ala derecha y vio la silueta de una persona que la observaba desde el otro lado. La persona llevaba una capucha, por lo que le era difícil ver su rostro. Danielle dio unos pasos al frente para tratar de ver mejor y en cuestión de segundos, la figura ya no estaba. Camino al campamento, sucedió lo inesperado. Mientras caminaba por un pequeño puente de madera, volvió a sentir la sensación de que alguien la seguía. Giró en todas las direcciones y no vio nada extraño. Sólo una leve niebla que empezaba a expandirse. —Sí hay alguien ahí. Salga ahora. Puedo gritar y vendrán en mi auxilio. El campamento de los gitanos no está lejos y me van a escuchar. –dijo Danielle. De pronto, detrás de unos arbustos comenzó a emerger una cosa negra. Primero, unas patas alargadas, luego una cabeza peluda y unos ojos amarillos. Aquello empezó a caminar hacia ella sigilosamente. Parecía un enorme perro negro que se movía de una manera como si quisiera atacar130
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la. Danielle estaba aterrorizada. Soltó el cesto, dio la vuelta y empezó a correr lo más rápido que pudo. GIACONDA A diferencia de Danielle, Giaconda no correría la misma suerte. Tanto ella como Zafira y las otras cuatro habían pasado toda esa noche en el campamento atendiendo sus heridas con hierbas medicinales. Danielle se había roto el tobillo y fue mordida en el brazo izquierdo por aquel perro. Si no hubiera sido por Giustino, un gitano que estaba cerca, tal vez la historia hubiese sido peor. Según dijo él, se había abalanzado sobre el animal, clavándole un cuchillo. Por lo cual dedujo que había muerto al instante, sin embargo, cuando buscó su cuerpo, éste ya desapareció. La mañana siguiente, la más preocupada era Gia, así la llamaban sus amigas más cercanas. Tiene la tez trigueña, el pelo negro hasta la altura de los hombros, de contextura delgada y es la más alta de las siete. Mientras las demás permanecían en la tienda, ella y Laure fueron en busca de tallos de hinojo. La segunda se mostró un poco curiosa del porqué, a lo que Gia respondió que era más por precaución. Los tallos de hinojo no solamente tenían propiedades curativas, las usaban para repeler los maleficios de los que ellas llamaban como malandantes. Tal vez fuera muy precipitado pensar que ellos tenían que ver y ya había pasado un tiempo desde la última vez que se habían encontrado con uno de ellos, pero nunca estaba demás tener algunas para la batalla por cualquier eventualidad. Gran sorpresa se llevaron cuando encontraron que la cosecha de hinojos fue arruinada. Todo el hinojo estaba estropeado, incluso los de un huerto que pertenecía a un 131
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conocido terrateniente extranjero apreciado por su amabilidad. Ya que según los rumores, pretendía ganarse el afecto de una de las siete y tenía por costumbre ser bastante gentil con ella y las otras, desconociendo por supuesto lo que realmente eran. Las demás cosechas también empezaban a deteriorarse poco a poco. Esto llamó la atención de algunos pobladores aludiendo que esto es una clase de maleficio de los gitanos, en tanto éstos acuñaban a que el festival de la cosecha no se realizó correctamente. Un señor trigueño y de cabello largo negro que desde cierta perspectiva se torna plateado debido a las canas que van cubriendo su cabellera les dijo que a la mañana vio a un monje recorrer los campos de hortalizas, y que veía cómo éste seleccionaba algunos cultivos y los arrancaba para ponerlos en una bolsa, en tanto que otras las volvía a meter bajo tierra, su deducción era que capaz los que estaban en buen estado fueron a parar en el hospicio en dónde todos sabían que se había instalado un día antes. Laure regresó junto a las demás antes del anochecer. Sin embargo, Gia decidió quedarse un poco más recorriendo los campos en busca de alguna señal que demostrará que su teoría de que un malandante, como ellos los llaman, estaba detrás de todo. Pues una de sus mañas es arruinar las cosechas de los otros, mientras que el deber de los benandantes, en este caso ellas, que es cómo también se las conoce, es la de combatirles. Llegada la media noche, disfrazada de un mozo, con el sombrero de pico y la chaqueta color marrón, con guantes negros, montado sobre un caballo y con el pelo recogido para pasar como un muchacho que a la media noche va a visitar a su amada a escondidas, Gia realizó un recorrido por los campos. Y fue ahí, cerca de las tierras de Lafourcade, que 132
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descendió del animal y empezó a realizar un conjuro que se le es permitido realizar como una manera de detectar a los malandantes. Estaba rociando un polvo sobre la tierra, dibujando un círculo, cuando de pronto ve una figura caminando sobre las hortalizas. Ésta empieza a abalanzarse por acción de un viento fuerte que por la posición de las manos, Gia había invocado. Ésa figura se vuelve más nítida y adquiere la forma de una persona cubierta por una túnica. —¿Qué eres? –pregunta Gia, mientras el viento hace que su sombrero vuele y el caballo empiece a agitarse. Por la distancia sólo se alcanza a ver que mueve los labios cómo si fuera que está diciendo algo. A lo que Gia le vuelve a preguntar. —¿Eres el monje del que rumorea el pueblo? ¿O eres uno de ellos, los que andan para hacer el mal? ¡Contéstame! —la figura volvió a mover los labios pero esta vez ella se percató que le estaba diciendo algo mientras el viento se hacía más fuerte. En un último esfuerzo por saber lo que le estaba diciendo, terminó deletreando en voz alta las palabras que leía de la boca de su asechador. —¡MAL-DO-NA-TI! Quedó tan estupefacta al decir esas palabras sintió como una fuerza generada por el viento chocaba contra ella mandándola a volar por los aires hasta caer sobre un campo de lechugas, que amortiguaron su caída. Giaconda perdió el conocimiento. LAURE Hacía sólo tres noches Laure había sido iniciada a “La Hermandad”. Y en sólo dos días, Danielle fue atacada por un animal y yacía herida en el campamento de los gitanos 133
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junto a Gia que había perdido el conocimiento tras su encuentro con aquel ser misterioso y no ha despertado desde entonces. A pedido de Zafira, el patriarca de los zíngaros, ordenó a todos los suyos a estar alerta, recorrer los alrededores y por sobretodo, que algunos custodiaran a las otras cuatro por cualquier cosa. No podían ir por ahí sin que uno al menos las esté protegiendo. Esto no le tranquilizaba del todo a Laure, que estaba desconcertada, abatida y muy golpeada por lo sucedido. Había llorado toda esa mañana junto al cuerpo inmóvil de su amiga. En tanto, que la otra seguía delicada pero al menos consciente. Destrozada emocionalmente se culpaba así misma por lo que les ocurrió a ambas, alegando que tal vez todo ello fue consecuencia de su iniciación como novicia. Al verla en ese estado una de ellas la agarró del brazo, la levantó y la sacó de la tienda. En compañía de uno de los gitanos, la llevaron a la casa de ésta última para que se sintiera mejor. —Toma éste ungüento. Te hará sentir mejor. –le dijo la chica de tez canela y cabello largo enrulado, mientras la calmaba. A diferencia de las demás, esta era una amiga de la infancia de Laure. Habían pasado por circunstancias muy dolorosas, cuando la tragedia había llegado a los Le Friant, hace bastante tiempo. Por lo que siempre tuvieron una conexión que iba más allá de no tener la misma sangre o ser de la misma familia. Sabía cómo se sentía y para aliviarla un poco más le dijo que esa misma noche irían al lugar dónde Gia fue atacada. La lluvia volvió esa noche. Ambas iban cubiertas por sus capas de color escarlata y detrás de ellas, iba el gitano que los había acompañado anteriormente haciendo de custodio. Éste llevaba un objeto grande en sus manos que ni 134
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Laure sabía de qué se trataba, pues lo llevaba envuelto con un manto. Muy pronto llegaron a un establo para protegerse de la tormenta que se había hecho más fuerte. Entonces la chica de tez canela pidió al gitano que quitara la envoltura de lo que hasta ese momento lo estaba cargando en su espalda. Se trataba de un espejo. Según ella, si aquel monje misterioso era un malandante o algún espíritu que no podía descansar en paz, mediante un ritual que ella misma llevaría a cabo, habría una manera de capturarlo. Ordenó al gitano que lo ayudase en buscar algunas hierbas específicas en ciertos lugares de la plantación Lafourcade, lugar en dónde aquel ser había aparecido ante Gia y la había arrojado con una fuerza sobrenatural. Y ellas estaban ahí. A Laure le extrañó que su amiga conociera el lugar además del camino para llegar. Parecía que no era la primera vez que estaba ahí. Ante su interrogativa sólo alego que lo conocía gracias a un amigo de mucho aprecio suyo. El gitano volvió con unas hierbas y dijo a ver visto un perro enorme por la plantación. Estaba aterrado y no paraba de temblar. Laure al escuchar su relato, quedó pasmada. Ya quería que la lluvia y todo aquello terminase. Su amiga sacó un mechón de cabello que llevaba escondida entre las mangas sujetas por una liña. Seguidamente, con ayuda del gitano montaron una especie de círculo, montaron unas velas alrededor y ella con Laure en el centro se dispusieron a juntar sus brazos y cerrando sus ojos, empezaron a realiza un hechizo. Pronunciaban palabras inentendibles para el gitano que las veía estupefacto. Tenían acento francés con algo de latín. En eso, el perro enorme que fuera visto hace unos momentos estaba en la puerta del establo. El gitano agarró una barra de hierro, que fue lo primero que tenía a su alcancé. Sin embargo, no fue suficiente. El feroz 135
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animal se lanzó sobre él. Le estaba mordiendo el cuello al punto que expulsaba sangre por la boca. Su atacante no lo soltaba. Laure no podía concentrarse y abrió los ojos. Vio cómo la bestia le arrancaba el brazo a su víctima. Mientras su amiga seguía concentrada en recitar aquellas palabras que sólo ellas podían pronunciarlas. No pudo evitar estremecerse y empezar a llorar. Las flamas de las velas empezaron a danzar en una dirección. Las hierbas puestas en una posición ceremonial sobre la paja empezaron a cambiar su orientación. Algunas cambiaban a un color púrpura como de podredumbre. Laure no podía dejar de temblar. De pronto, escuchó una voz que la llamaba. Miró si se trataba del gitano, pero éste yacía muerto. -¡Laure, concéntrate! –dijo su amiga como volviendo del trance en que estaba pero manteniendo siempre los ojos cerrados. Laure volvió a escuchar esa voz susurrante. Esta vez venía de otra dirección. Justo hacia donde habían colocado el espejo. La voz le hablaba y le decía: -¿Quieres verme? – era una voz susurrante y raspada. Laure giró lentamente la cabeza en dirección al espejo. Lo miró fijamente y pudo ver la figura de un hombre encapuchado, del cual sólo llegó avislumbrar una sonrisa arlequina. Inmediatamente, Laure emitió un grito tan fuerte y desgarrador que hizo despertar a su amiga del trance. Y una fuerza sobrenatural lanzó a la chica de tez canela por los aires e impactó contra un puñado de paja. KENYA Y MAGAL El cuarto y quinto día tuvo a Kenya y Magal como protagonistas. Ambas eran hermanas de sangre, así como Zafira 136
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y Danielle. Sólo que estás podían pasar por mellizas. Una tenía la piel blanca y la otra un poco morena pero tenían el mismo tono de cabello castaño largo y lacio. Kenya es serena y cautelosa, en tanto Magal, es más inquieta y atrevida. Las dos trabajaban en el hospicio y se habían ausentado desde aquella tormenta del primer día. En cuanto volvieron, notaron que las cosas estaban diferentes. Ya estaban enteradas de que un monje albergaba uno de los cuartos. Los cocineros del albergue les habían dicho que se trataba de un hombre joven que pasaba enclaustrado en su dormitorio, meditando y rezando la mayor parte del tiempo. Kenya había entrado a servirle el desayuno esa mañana cuando lo vio sentado sobre una silla de madera mientras pintaba un cuadro. Tanto ella como Magal no sospechaban nada del misterioso huésped. Había traído varias bolsas con monedas de oro y se lo había entregado a la dueña del hospicio. Kenya sabía de esto y tenía pensado agradecerle en persona por su solidaridad con los niños. —Dios sabe las cosas que están pasando estos niños. Es mi deber dar un poco de lo que traigo para apaciguar sus pequeñas almas. Y eso incluye a la de ustedes también, los paganos.-dijo el monje mientras no perdía la concentración en su trabajo. Kenya había dejado el desayuno sobre una mesita. Lo que le dijo el monje la consternó. Pues no había emitido palabra alguna y era como si él le respondiera a lo que ella pensaba en ese momento. Luego, como atraída por una fuerza magnética, ya se encontraba caminando hacia él. La capucha negra que formaba parte de su insigne investidura, no dejaba ver su verdadero rostro. ¿Quizás se trate de un hombre deforme?, se preguntaba mientras llegaba para ver lo que estaba pintando. Tal fue su sorpresa y su espanto al 137
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ver la pintura que éste estaba haciendo. Era la imagen de siete jovencitas danzando en un campo de flores alrededor de una caldera hirviendo. Eso le recordó al festival de la cosecha de hace unas noches. Sin embargo, la pintura tenía algo diferente: tres de las jovencitas del cuadro estaban marcadas por un rojo intenso y un sombreado alrededor. Pero lo que más le llamó la atención fue que dos estaban cubiertas por un relieve un poco más brillante que las demás y de sus ojos caían gotas azules como lágrimas, en tanto que las otras dos que quedaban, tenían unas manchas moradas por el brazo y por el rostro. En el fondo, se veía una figura negra, como la de un perro. Y lo que hizo que Kenya entrara en pánico fue la figura misma de su autor plasmado en el lienzo, parado en una esquina como observando a aquellas que hacían un ritual. —Yo llamaría a este cuadro, el aquelarre de las pequeñas brujas tontas. Esa fue la respuesta del monje, en tono triunfante y hasta aterrador, ante el espasmo de Kenya al ver la imagen. Justo cuando estaba por huir de ahí, el hombre extendió su mano y la detuvo sujetándola fuertemente de un brazo, a lo que le siguió la sensación de que su opresor la estaba quemando. Indescriptiblemente, aquella noche Kenya cayó enferma y estuvo en cama. Magal la revisó y se percató de la presencia de unas extrañas manchas moradas que partían desde el lugar del brazo dónde ella le dijo que el monje la había sujetado. Impresionada ante lo que había escuchado, la hizo desprenderse de todas sus prendas hasta verla completamente desnuda. Magal quedó sorprendida al ver que todo su cuerpo estaba repleto de aquellas manchas. Algunas de ellas ya empezaban a infectarse de manera acelerada. 138
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Entonces pasó toda la noche postrada a lado de su hermana para darle fuerzas y con palabras de reconfortamiento le prometió que apenas amanezca, iría ella misma a encarar a ese monje. Mientras ambas dormían una a lado de la otra. En la punta de la cama, emergiendo de lo más oscuro del cuarto, una mano blanca y pálida avanzaba. Magal estaba inquieta y giraba de un lado a otro sin despertar a su hermana, quien estaba profundamente dormida. De pronto, la mano proyectaba una sombra que parecía cobrar vida, pues recorría el cuerpo de la joven. Cubrió su rostro y eso hizo que Magal se tranquilizara. Una voz dijo lo siguiente: —Sí cuatro de ustedes no pudieron conmigo, ¿qué te hace pensar que tú y las otras dos que quedan podrán? Ni con todos sus hechizos absurdos podrían detenerme. Magal podía escuchar pero no despertar del trance de sueño en la que estaba sumergida. Llevó sus manos a su cuello como cuando uno se aferra a los brazos de alguien que lo intentan matar por asfixia, pues de eso se trataba, la sombra la estaba dejando sin aire. La mano blanca retrocedió y como la sombra que ésta proyectaba desaparecieron. Esa mañana, Magal despertó y vio que tenía las mismas manchas moradas que Kenya, tanto en los brazos como en las piernas. Ella también estaba infectada por alguna extraña enfermedad producida por el contacto físico con un ser sobrenatural. Dos días fueron suficientes para que todo el hospicio quedara infectado por aquella plaga. Tanto los niños cómo los que trabajaban ahí padecieron las mismas manchas moradas, seguidas de fiebre y vómito. La única persona inmune a todo aquello, fue el monje. Quién sentado en un rincón se dispuso a pintar un nuevo lienzo. 139
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VÉRONIQUE La joven de tez canela y cabello castaño largo enrulado corresponde al nombre de Véronique, a quién tres días atrás una fuerza extraña la había embestido en el establo de los Lafourcade. Fue tal el golpe que recibió, que tenía vendas que la cubrían desde sus pechos hasta la altura del hombro izquierdo.Laure había perdido tanto la vista como la voz. En tanto, Kenya y Magal estaban infectadas por una extraña enfermedad que las obligaba a estar en cama. Las cosas no andaban bien por el pueblo ni por el campamento de los gitanos. La lluvia persistía con intensidad y una peste había alcanzado a los ganados de la región. Los animales amanecían muertos inexplicablemente. Han transcurrido seis días. Véronique y Zafira eran las últimas que quedaban. Mientras Zafira empezaba a quitarle las vendas de la espalda en busca de alguna mancha o cualquier anomalía, Véronique estaba inmersa en sus pensamientos como cuando uno quiere recordar un sueño. Fue entonces cuando le confesó a Zafira acerca de unos sueños que tuvo desde el festival. No se lo había dicho a nadie hasta ese momento. Le explicó que en esos sueñosse veía en una llanura fría, quizás en los alpes montañosos, con un monje que se le acercaba. Pero cada vez que lo hacía, éste se alejaba. No podía ver su rostro cubierto por la capucha. En una oportunidad, sólo vio una mueca. En otra, lo vio sentado en el rincón de una pequeña sala pintando un cuadro pero no alcanzó a ver lo que era. Y la última vez, acostada en su cuarto, vio cómo un brazo que salía de la ventana se extendía con cautela y le tocaba la frente. Inmediatamente, despertó con la sensación de que una brisa helada la había acariciado mientras dormía. En eso, una gitana llamada Jann, entró junto a ellas 140
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para anunciarles que un señor trigueño y de cabello largo negro, con mechones grises había acudido con noticias. Se trataba de un molinero, Doménico. El mismo que le había informado a Giaconda de las andanzas de un monje por el lugar ese mismo día que fue atacada. Estaba sentado esperando en la tienda cuando Zafira y Véronique se acercaron a escucharlo. El hombre les dijo que todos los niños infectados en el hospicio habían muerto hace unas horas. Sólo dos muchachas aún seguían con vida. Por lo que las trajo al campamento. Ambas estaban impactadas. Pero eso no era todo. Les contó que al entrar al lugar, mientras recorría sobre los cuerpos sin vida de aquellas inocentes criaturas desparramadas por todo el recinto se encontró al monje pintando un cuadro. La imagen era de una iglesia en llamas y unos niños con alas danzando y volando a su alrededor. -Felices de esos niños que ahora conocerán a Dios. Una pena por esas dos muchachas que se niegan a conocerlo, ¿no lo crees así? –era el monje quien le decía mientras seguía pintando- Adelante, puedes llevártelas. Siguen con vida. El monje le había señalado con el dedo la habitación dónde estaban Kenya y Magal. Lo siguiente que pasó es que el hombre fue por ellas lo más rápido que pudo, las cargó en una carreta y las llevó al campamento. Sin embargo, antes de eso el monje le había pedido un favor. —¿Qué fue lo que te pidió? –inquirió Véronique mientras el hombre las miraba a ambas pero no sabiendo como a quién iba el mensaje, les dijo: —Dile que sabe dónde y cómo encontrarme. La espero con ansías antes que termine la noche. La otra puede espe141
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rar su turno pero si quiere puede acudir con ella. No veo el problema. Fue cómo si escucharan la voz del mismo monje a través de lo que les dijo el hombre. Éste se retiró no sin antes entregarle unos tallos de hinojo. Eran las últimas que llevaba en una bolsa consigo. De alguna manera, el molinero sabía que eran más que unas simples gitanas. Una vez que se marchó, Véronique pidió a Zafira que la ayude con lo que tenía pensado hacer. Al principio, se mostró un poco reticente pero terminó ciñéndose a su plan. Y con la ayuda de la otra gitana, montaron una especie de círculo con varios artilugios en el interior de la tienda. Entre hierbas y plantas medicinales, sangre de cordero y figuras paganas. En el centro colocaron una mesa hecha de roble blanco. Zafira llevaba un atuendo rojizo envuelto por una capa escarlata bastante ceremonial, en tanto, Véronique vestía de blanco. Todo estaba listo para que empiece el ritual. -¿Estás segura de lo que quieres hacer? Sabes que si pasas más tiempo ahí. No volverás. -le dijo Zafira mientras frotaba un colgante que llevaba puesto en ese momento. Véronique tomó las manos de Zafira, entrecruzó sus dedos con las de ella y las apretó con fuerza. Un detalle no menos importante es que ambas portaban el mismo colgante que a simple vista parecería un cuarzo. Sin embargo, eran cofias cristalizadas que al parecer usaban como amuletos y parte de sus sortilegios. -Es la única forma de atraparlo. Si no regreso, te encargo que cuides a Laure. -con la voz entrecortada Véronique no pudo evitar soltar unas lágrimas. Estaba temblando. Aquello parecía una triste despedida. Zafira la abrazo con fuerza deseándole toda la suerte del mundo. Jann ayudó a Zafira a acostar a Véronique sobre la mesa de roble 142
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blanco. Cerrando los ojos se dispuso a dormir y dejarse llevar por el sueño. Las otras dos se colocaron de un extremo al otro y alzando sus brazos arriba empezaron a pronunciar unas palabras en un lenguaje arcaico, similar a las dichas en el festival de la cosecha. Una brisa se hizo presente en el lugar. Los amuletos que llevaban en el cuello comenzaron a tener un brillo intenso. El que llevaba Véronique empezó a volverse oscuro. Jann rompió la concentración con desesperación al darse cuenta que se había olvidado de poner en las manos de Véronique los tallos de hinojo que el hombre les había entregado a ellas. El ritual ya estaba en marcha. Véronique abrió los ojos y estos que antes eran de color café se tornaron blancos. Véronique entró en estado somnoliento conocido como éxtasis. ZAFIRA Esa última mañana amaneció gris. Jamás se había visto el alba más desolador de los siete días desde que el visitante misterioso llegó al pueblo. Llovió durante toda la noche y Zafira se quedó dormida con la cabeza reposada por el brazo de su amiga. Al abrir los ojos se dio cuenta de algo que la aterró. Véronique no despertaba. Ya habían pasado algunas horas desde el amanecer y ella aún seguía dormida, inmóvil. Por más que Zafira empezó a sacudirla y a llamarla por su nombre hasta los gritos, era inútil. Fue cuando empezó a desesperarse que se percatara que no estaba sola. Del otro extremo estaba una figura alta con una capucha que cubría un rostro misterioso. El monje había aparecido delante de Zafira y extendiendo su brazo le mostró los tallos de hinojo. —Tal vez si las hubiera tenido en sus manos, les hubiesen sido útil en ese lugar. Su alma no regresó a su cuerpo antes del alba. Entonces sabes que significa que tu amiga está 143
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muerta y su espíritu vagará perdida y desorientada. Ahora mismo podría enviarte a que la acompañes en su andar pero seré piadoso contigo y te daré una oportunidad. –frío y sin escrúpulos. Zafira estaba destrozada emocionalmente por perder a una de las suyas. Sin embargo, el monje ajeno a todo ello continúo con mucha frivolidad. —Ven a verme cuando el día muera y en dónde todo comenzó esa noche. Ve sola y deja que las otras velen a la que ya no está. Tengo una propuesta que hacerte. Tras decir estas palabras el monje desapareció de ahí como si fuera un espejismo. Y fue así, que llegado el atardecer Zafira vio al mismo perro negro que había atacado a su hermana Danielle infiltrarse por el campamento gitano. De alguna manera, el animal vino por ella con la intención de que la siga. Entonces sin avisarle a nadie tomó un caballo y se dirigió al sitio dónde se había llevado a cabo el festival de la cosecha. El molinero Doménico, desde su molino, fue el último en verla subir una colina y desaparecer en el horizonte entre los escombros de un antiguo castillo. Desde esa noche, no se supo más nada de Zafira, la líder de un pequeño aquelarre de brujas blancas. Así tampoco, del monje que había estado durante siete días y siete noches en un hospicio que ardió en llamas sin ninguna explicación ése último día. EPÍLOGO —¿Eso es todo? -preguntó el hombre alto y barba tupida con vestidura eclesial mientras se llevaba una uva a la boca. —Si lo he aburrido con mi historia, le pido disculpas.— respondió el hombre encapuchado. —Cómo cuenta cuentos no lo hace nada mal. 144
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—No me cree. —Tenga, es su pago por su excelente compañía. –sacando una bolsa con muchas monedas de plata del interior de un cofre. —No acepto monedas de plata. –como retrocediendo en su lugar y haciendo un ademán con sus manos de no querer tocar la bolsa. —Entonces, ¿qué es lo que quiere? –volvió a preguntar el hombre que a juzgar por sus vestimentas pertenecía a una orden muy importante de la iglesia católica. —Tal vez en Roma el santo padre se muestre un poco más generoso al escuchar lo que acabo de relatarle. —Es suficiente. –dijo un tercero como interrumpiendo cortésmente. Era un noble caballero, joven pero algo famélico. Tenía un porte de elegancia al sostener su bastón. —Ah entonces es oro fino lo que quieres. Admito que tú historia me pareció entretenida pero para que la Santa Inquisición actúe de oficio contra unas niñas seudobrujas, necesito verlas por mí mismo. A decir verdad, las palabras de un monje charlatán que cubre su rostro y que no porta ningún rosario, además de hacerse el misterioso y jactarse de ser el protagonista de su propia historia, no me parecen argumentos suficientes. El carruaje en el cual los tres personajes se encontraban se detuvo. El hombre alto y barba tupida se mostraba escéptico ante el relato del monje sobre su encuentro con aquellas brujas. —¿Quieres saber qué pasó con Zafira y el monje esa última noche? –el monje giró en dirección al caballero que estaba a su lado- ¿Se lo digo, Amo? —Lo único que tiene que saber éste verdugo de la iglesia es saber hacer su trabajo. Use sus influencias como mejor 145
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le parezca para que la caza de brujas no sea una simple falacia.-el caballero se mostró un poco colerizado que incluso sus ojos se tornaron rojos en un momento- Sólo le advierto que no se meta con cosas que van más allá de su paupérrimo entendimiento. Aquello hizo que el hombre temblara de miedo y se persignara haciendo la señal de la cruz. En tanto, el caballero descendió del vehículo a disfrutar de la puesta del sol en esos momentos, seguido del monje que se hincó de rodillas al suelo. —¿Pudiste aclarar tus dudas? –preguntó. A lo que el monje le respondió siempre manteniendo la cabeza gacha en dirección al piso. —Sí, supongo. Esas descaradas resultaron ser más astutas de lo que yo esperaba. Me disculpo por haberlas subestimado. —No importa. –volteando hacia el monje. ¿Aceptó la propuesta? -No, Amo. Lo más humillante de todo es que me forzaron a usar mis poderes. Lograron lastimarme y eso no las perdonaré. Al menos una de ellas está muerta. –con una sonrisa sarcástica. —¡Monje inútil! La gitana está viva. Su alma regresó a su cuerpo pero antes ya te venció justo en el clímax de su éxtasis y no te percataste. Ahora entiendo esa parte final de tú relato. Tú orgullo no te permite aceptar que fuiste humillado por un aquelarre de “pequeñas” brujas. El inquisidor tiene razón, eres bueno contando historias dónde eres el protagonista. En fin, seré yo quien las visite en esta oportunidad. ¡Qué la cacería de brujas comience! -Lord Dracoel 146
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Otaberra nu Ávitluc En tus entrañas se esconde sorda e inmóvil. En ese estado se halla hasta que la percibes, emerge ella, pero no es una chispa que se enciende, más bien una semilla que va creciendo. Germinando, lo vital es la intensidad, el anhelo de alcanzar, sobrepasar, culminar no basta, y es que nunca termina, cuestión de enfocar. El deseo es el combustible y la brújula la consciencia. 147
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He ahí la justa ración de encontrar el equilibrio y dominar el miedo que surge y resurge como un mal sueño hay que despertar. ¡Cultivá un arrebato!
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-Meghan
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Cecilia Cecilia conoció a Raúl cuando tenía diecisiete años y se enamoró perdidamente de aquel chico un par de años mayor que ella, quien trabajaba como mecánico a unas pocas cuadras de su colegio. Cuando Cecilia pasó al último año de secundaria, ya estaba embarazada de dos meses, situación que la obligó a abandonar sus estudios, ya que empezó con un embarazo delicado a su corta edad y la institución educativa a la que asistía se mostraba poco tolerante ante sus ausencias y continuos permisos. Cecilia y Raúl se sintieron felices y fueron a contarles a sus padres, lo que ellos consideraban una grata noticia, con la sorpresa de que los padres de Cecilia les pidieron que contraigan matrimonio, debido a que Cecilia no debería criar sola al hijo. Luego de una breve ceremonia civil, Cecilia y Raúl pactaron legalmente su amor ante el juez de la zona y decidieron ir a vivir a la casa de los padres de Raúl, por que el dinero no alcanzaba para pagar un lugar que alquilar y mucho menos para comprar una casa. La felicidad de Ceci149
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lia duraría solo unos meses por que después de un tiempo, Raúl venia tarde a la casa y casi nunca llegaba sobrio. Cecilia pensaba que aquel comportamiento solo duraría unos pocos días, y se consolaba haciéndose a la idea de que él se estaba acomodando a la nueva situación marital por la que estaba atravesando. Casi al finalizar el año, nació la primera hija de Cecilia y Raúl, una bella morenita de ojos negros, Raúl y los familiares preferían que haya sido varón, pero se consolaban con el dicho;“ no importa lo que sea, mientras sea sano”. Con el tiempo la situación económica de Cecilia y Raúl no mejoraba, Raúl había cambiado de trabajo varias veces y hubo meses enteros en los que no producía dinero, Cecilia intentó ayudar económicamente, trabajando en algunos lugares limpiando casas y planchando ropas, pero Raúl al cabo de unas pocas semanas, se negó a dejarla ir a trabajar, prefería que ella se quede en la pequeña pieza del fondo, a cuidar de la niña. Meses después, Cecilia supo nuevamente que estaba embarazada, a Raúl no le gustó mucho la idea, incluso llegó a reprocharle la falta de cuidados que tuvo, pero la poca experiencia de Cecilia, le hicieron afirmar que era verdadera la teoría de que si estaba dando de amamantar, era imposible que quedara embarazada, hecho que Cecilia penosamente comprobó tras el análisis positivo de un barato bebe test. Esta vez Cecilia y Raúl ya no estaban tan felices con la noticia de la llegada de un nuevo miembro a la familia, sabían lo duro que era sobrevivir en tiempos de escases laboral, sin embargo, tanto los padres de Cecilia como los de Raúl, se mostraban felices y contentos por la noticia, ya que consideraban que un nuevo bebé sería una bendición en las vidas de Cecilia y Raúl. 150
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Pasaron los meses y en un viejo centro de salud del barrio, Cecilia dio a Luz a un varón, esta vez Raúl se sentía orgulloso, hablaba airoso del club de futbol al que pertenecería su hijo, le compró una pelota y algunos pañales, hasta alardeaba del tamaño del pene del recién nacido. Ahora ya eran cuatro viviendo en esa pequeña pieza, Cecilia tenia esta vez a su cargo a dos bebés, uno que no dejaba de llorar por haber nacido recientemente y otro que requería su atención y afecto para lo que Cecilia ya no tenía tiempo. Raúl se ausentaba por largas horas en el día y volvía entrada la madrugada, últimamente con más frecuencia y con peor estado de ebriedad. Un día Cecilia le reclamó esta conducta a su esposo, y a Raúl se le encendieron los ojos, su respiración era más acelerada y se convirtió en un abominable ser con una fuerza capaz de parar a un tractor, con dicha fuerza y violencia, le propinó un golpe en la cara a Cecilia mientras ella le daba de amamantar al recién nacido. Cecilia tendida en el piso, y aturdida no tanto por el golpe, si no por lo sorpresivo del ataque sumado al llanto de los pequeños niños. Luego de un rato, ella se puso de pie y solo derramó unas lágrimas sin expresar ningún tipo de dolor ni queja, mientras Raúl caminaba hacia el baño para tomarse una ducha. Este fue el inicio de una larga serie de abusos y golpes que Cecilia tuvo que soportar frente a sus hijos, sin olvidar todos los insultos que a diario escuchaba de Raúl, que ya no era el Raúl tierno y dulce del que Cecilia se había enamorado hacia apenas dos años. Un sábado en la noche, luego de una nueva gran golpiza, Cecilia corrió con sus dos pequeños en brazos para pedir ayuda a la comisaría más cercana. Allí la recibió el sub Oficial Jorge, quien tomó su denuncia y organizó una comitiva para ir a buscar al agresor. 151
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Raúl pasó unos días privado de su libertad, hasta que finalmente Cecilia levantó la denuncia, pero ella ya se había ido de la casa. Se llevó todas sus cosas y a los niños, decidió quedarse nuevamente con sus padres, donde no fue muy bien recibida, pero con el tiempo aceptaron la ruptura del matrimonio. Ya en su casa, Raúl insistía que Cecilia vuelva, su discurso era que extrañaba a los niños y que ellos eran su familia. Cecilia presentó una demanda por prestación alimenticia que Raúl se negó a pagar los primero siete meses, cuando la justicia le dio un ultimátum, Raúl se vio en la difícil tarea de aceptar que debía pasarles seiscientos mil guaraníes mensuales a sus hijos. Cecilia se había acentuado en la casa de sus padres y pronto consiguió un trabajo como cajera de un supermercado, su sueldo era escaso, pero alcanzaba para las necesidades de ambos pequeños. Cecilia se sentía nuevamente feliz, aunque en ocasiones Raúl no la dejaba de asechar con alguna que otra llamada con insultos. Un día al salir del trabajo, Cecilia se encontró con Jorge, el suboficial que la había ayudado en aquella horrenda noche oscura que Cecilia jamás olvidaría, y que fuera el trampolín a su nueva vida. El suboficial le preguntó si ella se encontraba bien e intercambiaron números de teléfono , días después acordaron su primera cita. Jorge era atento y dulce con Cecilia, ella sentía que ya lo conocía, unos meses después Cecilia y Jorge se convirtieron en pareja, nuevamente Cecilia se sentía una mujer acompañada y apoyada. Raúl había dejado de molestarla porque sabía que la actual pareja de su ex esposa, era un hombre de la ley que portaba un arma. Jorge le pidió a Cecilia que con sus niños se mudaran a vivir a la casa que Jorge había heredado de sus padres. 152
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La casa era hermosa, con un amplio patio donde los niños jugarían cuando crezcan. Jorge le pidió a Cecilia que abandone su trabajo ya que con él, nada le faltaría. A ella le costó tomar esa decisión, pero prefería estar con sus hijos. Un tiempo después eran nuevamente una familia de cuatro que salían a pasear en auto y se divertían tomando helados. Sin embargo este tiempo de tranquilidad y armonía no duraría mucho, a Jorge no le gustaba que Cecilia hable con su ex marido, se lo prohibía, Cecilia también tenía prohibido vestirse con minifaldas para salir a la calle y algunas veces Jorge revisaba el teléfono de Cecilia para ver si todo estaba en orden. A Cecilia no le gustaban estas actitudes pero las había normalizado tanto, que ella, entendía que aquello era amor, ya que sería peor que no la celara. Jorge trabajaba algunos fines de semana, un domingo Raúl pidió ver a sus hijos y como Jorge no estaba, Raúl vino a la casa a buscar a sus hijos para llevarlos a pasear, Cecilia pensó que era propicio que ella y Jorge pasaran un domingo más intimo y sin los niños. Cundo Raúl se fue con los niños, Jorge llegó minutos después y empezó una gran discusión con cuestionamientos como: a qué había venido el ex a su casa, recalcándole siempre a Cecilia, que esa era su casa. Cecilia asustada trataba de explicarle, y Jorge no entraba en razón, sugirió que ella había planeado todo ese encuentro con su ex marido para tener algún tipo de cercanía sexual con el mismo . Los reclamos se convirtieron en discusiones, las discusiones en insultos y gritos, de pronto en medio del caos, Jorge desenfunda su arma, mirando fijamente a los ojos de Cecilia, aprieta el gatillo y lanza el primer disparo, la bala recorre solo unos metros y se incrusta en la frente de la angustiada Cecilia, y luego el silencio, esta vez el cuerpo de Cecilia se desvanece automáticamente, Jorge vuelve a apuntar y 153
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dispara dos tiros más en diferentes partes de la humanidad de Cecilia. Esta vez Cecilia ya no se pudo poner de pie, se aferró al piso y ya no pudo correr hasta una comisaría para que un amable suboficial la proteja y la acompañe. Así de un instante para el otro, a Cecilia se le fue la vida, asfixiada por el poder voraz del impune machismo. Jorge sabía lo que había hecho, se entregó y fue protegido por sus camaradas policías, hasta que una fuerte comisión de derechos humanos, lo encerró en una privilegiada celda donde Jorge solo cumplió cinco años de cárcel. Unos meses después de recuperar su libertad, Jorge estaba nuevamente en las calles, listo para conseguir una nueva Cecilia. -Cintia Noemí
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La nota León sostenía en sus manos temblorosas, una nota escrita en versos que habrían de quebrantar sus sueños por mucho tiempo. Esa tarde, con la puesta del sol y el clima tibio, desataba los nudos que sostenían al Skiff y los remos encima de su furgoneta t2, eran cercanas las fechas de competición y sus prácticas se intensificaban. Pasaba horas en el agua, remando hasta que la noche caía y aun así permanecía un rato más elevando la mirada hacia las estrellas y la luna, era ese río un lugar mágico para su pasión por el remo y su soledad. En la quietud tomo impulso, y deslizándose con el carro remó hasta llegar al medio del río, donde, el ultimo rayo de sol dejaba a la vista algo extraño creando ondas en el agua, se acercó y pudo ver el cuerpo sin vida de una mujer. Siendo vano el intento de gritar pidiendo auxilio, decidió sujetar el cuerpo al bote y arrastrarlo hasta la orilla. Pasada una hora, el permanecía ahí con el cadáver, esperando al equipo forense que se encargaría del levantamiento. No podía apartar la mirada del rostro de aquella 155
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mujer, y no dejaba de imaginar el color de sus ojos ya ocultos por esos parpados cerrados, se acercó más a ella y notó que llevaba entre el puño de su mano un sobre, lo estiró cuidadosamente, sorprendido de que el papel no se haya desintegrado aun, lo abrió y entre la tinta corrida aún pudo leer lo escrito. Diez años después, León ya no tenía las mismas fuerzas para el deporte, pero volvía siempre a contemplar el atardecer, nostálgico sentado en la arena, no caía en cuenta de que la fecha era la misma que aquella tarde. Irrumpiendo aquel ritual cotidiano se acercó a él una mujer, que, extendiendo su brazo le entregó una carta, él la miró fijamente, perplejo por aquellos ojos negros penetrantes. Pasaron segundos eternos para que ella volviese a tomar su camino rumbo a la ribera y el leyera la carta que contenía en manuscrito: “el río nos une en la eternidad, la muerte nos abraza dándonos vida”. Eran las mismas palabras que había leído diez años atrás. -Vy´a Colmán
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Autores César Luis Chaparro Benítez Nació el 19 de enero de 1985 en la Ciudad del Ita Karu, en la misma fecha que Edgar Allan Poe desde antes de nacer autodefinido como artistero, grabadista, dibujero, pintorista, halero, agente de talentos y poeto callejero. Iniciado en las artes visuales a temprana edad y morirá en la labor visual, cueste lo que le cueste. Se aproxima a escribir desde los 15 años nunca publicó nada y en el presente dispone sus escritos inspirados en la calle. Artistero: Crónicas del Arte en la Calle, Pág. 6
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Gia Ramos (26/03/1992) Oficialmente mi primer cuento fue sobre mi compañera de 6to grado siendo un fantasma. Su interés hizo que incursionara un poco más en la creación literaria, y finalmente me descubrí escribiendo cuentos sobre mí misma para vivir una segunda (tercera y cuarta…) vida. A los quince años mi cuento “El Relicario de los gatos” ganó el “Premio Literario Gabriel Casaccia” organizado por el Colegio La Providencia. Eso me impulsó a seguir escribiendo, aunque lo volví a dejar en segundo plano una vez empezada la facultad. El año pasado intenté algo diferente al crear una historia digital, la cual me valió el tercer puesto en el Concurso de “Premio Itaú de Cuento digital”. Ahí entendí lo limitada que estaba al no tener técnicas ni conocimientos sobre las distintas formas de contar historias, así que me uní al Taller Literario Colofón, donde experimenté diferentes estilos y técnicas de escritura. Defensora de los animales y del medio ambiente; Actriz y amante de todo tipo de arte. Si estuviera en los 70, seguro habría adoptado el estilo Hippie. Como la actuación, la escritura me permite crear y vivir vidas ajenas, haciendo que por momentos los límites de la vida sean el infinito… Tierra de cementerio, Pág 12
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Laura Mel Nacida en Asunción del Paraguay en 1983, incursiona en el mundo del arte a muy temprana edad, empezando por la danza, luego el canto y la música, posteriormente el arte dramático para luego sumergirse en el encantado mundo de las letras en el Taller Literario “Colofón”. Su fascinación por contar historias, especialmente de raíces autóctonas y vivenciales, la conectó con la temática popular paraguaya, su historia y sus costumbres, vinculándose con artísticas y promotores culturales que siguen la misma línea. La Danza es su principal medio de comunicación, por lo que la mayor parte del tiempo es donde explora nuevas maneras de transmitir valores, aprendizajes y nuevos modos de ver la realidad. Amante de la naturaleza, de lo extraordinario, lo intangible y espiritual, tiene como lema personal: “Transformarse a través de la renovación de la mente”, para seguir evolucionando. Es también Profesora Superior en Danza Clásica, Licenciada en Danza, ex integrante del Ballet Nacional del Paraguay, bailarina independiente. Predestinación, Pág 48
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Eduardo Logwiniuk Nacido en 1964 en una ciudad balnearia del atlántico bonaerense, de padres y abuelos de origen eslavo. Criado con veranos de mar y sol, mar y sol. mar y sol, intercalados con escolarización en la escuela pública. Desde 1987 en Paraguay viviendo con , sol y tierra, sol y tierra, sol y tierra, intercalado con distintas actividades laborales y de voluntariado. Fotógrafo, diseñador, docente, escribiente, un viviente que desea escribir. Oscar, Pág 38 El festejo, Pág 120
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Cintia Noemí Mujer sobreviviente al Holocausto sistémico capitalista y patriarcal de la actualidad, nacida en Argentina en la inolvidable década de los ´80. En 1982 se estableció con sus padres y hermanos en su tierra adoptiva, Asunción del Paraguay. Madre soltera, aficionada a la literatura , devota admiradora de las escrituras de Franz Kafka y fanática de las poesías de Benedetti. Decepcionada de asistir a escuelas de escritores promotoras del elitismo y la competitividad literaria, decidió unirse a la escuela Colofón en el 2017, donde inmediatamente empatizó con sus compañeros y se compenetró en el mundo del arte literario escrito. Conoció allí al apólogo, la literatura de lo absurdo y la antipoesía de grandes escritores humanistas revolucionarios cuyas formas literarias la cautivaron profundamente. Dedicó sus primeras incursiones en la escritura a sus hijos; al que nació de su vientre y a los niños que fueron paridos por la desidia y deambulan en las calles víctimas del hambre, la injusticia y la marginalidad. Atea, trabaja por la igualdad de derechos humanos, militante feminista radical, desea vehementemente encontrar en su camino a personas soñadoras, disconformes y cuestionadoras del sistema social deshumanizante que los gobierna, para así frenar la naturalización de la desigualdad, la discriminación y la meritocracia. Desea desde sus entrañas,la muerte total de los pequeños y grandes burgueses de la Nación. Una injusta espera, Pág 46 Encuentro profundo con la naturaleza, Pág 74 Cecilia, Pág 148 161
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Lord Dracoel (Joel E. G. Venialgo) Nacido en Asunción, Paraguay, el 2 de noviembre de 1989. Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Nacional de Asunción (UNA). Actor Integral de Teatro y Audiovisual del Taller Integral de Actuación (TIA). He participado en obras teatrales como actor profesional en “Madre´Tierra” (2016), “Enredándote” (2016), “El mago de Oz” (2016), “Chaco Épico-Experimental” (2017), “Había una vez” (2017), entre otros. Actualmente, formo parte del Taller Literario Colofón. Siempre he sentido una atracción por la escritura y la idea de crear un universo con un sinfín de personajes únicos que con sus historias puedan fascinar a quien los lea, hacen de esto una pasión sin límites. El Aquelarre de las brujas, Pág 122
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Yunque Llegue al mundo una primavera de 1994 … Me pase horas pensando en como contarles contar algo de mí me di cuenta de que realmente eso no importa Tal vez vos que estás leyendo esto pienses que soy un tonto o algo así tampoco me importa ¿Quién soy? Que historias son las que se pueden contar que historias son las que les gusta leer a la gente. Cuantas historias son las que no se cuentan con letras ni palabras. No es mi historia ni es la historia de otra persona es la historias de unos ojos que vagan por ahí un anecdotario anónimo al que solo llamaremos “Yunque” Corazón por Corazón, Pág 83
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Kiwika Nací en Asunción en 1995. Con los oídos y los ojos bien abiertos para recoger todas las historias posibles que ocurran a mi alrededor y las que quieran compartir conmigo, con ellas crear y mezclar la realidad con los sueños, las fantasías, los recuerdos, el amor, el erotismo, y el dolor, que todo sea una gran historia. Para que todas sean escuchadas, recordardas. Y porque no acudir a la imaginación para crear un mundo lleno de fantasías. Aspiro a poder contar tantas historias pueda, y que al leerlas puedas sentir tanto como yo la sentí al escribirla.
Una vida por cinco, Pág 64
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Vy´a Colmán Una soñadora que creció llevando entre las manos un lápiz y un cuaderno, dibujando y escribiendo rimas rebuscadas para expresar los sentimientos que su voz callaba. El tiempo la llevo a soñar aún más, imaginando estudiar diseño le ayudaría a seguir con el taller de su padre “Gua´i creativo” y se complementaría con su sueño de ser graffitera. En el 2014 comenzó a macar su camino definiéndose como una niña “Vy´a” en busca su yvy marane´y, ingreso a la carrera de diseño gráfico en el instituto superior de bellas artes, comenzó a trazar sus primeras líneas en el graffiti. Teniendo a Franza Kafka como inspiración, siguió escribiendo, y llegó a la escuela de escritores de El lector, y a la escuela Colofón buscando adquirir más conocimientos literarios. Magdalena, Pág 34 La nota, Pág 154
Meghan Esquizofrenia, Pรกg. 4 Otaberra nu ร vitluc, Pรกg 146
Guada Estigarribia Sombras Pรกg 111