Letras PandĂŠmicas
D.R. © 2020, Colectivo Mazapili gracias a la colaboración de la SECRETARIA DE CULTURA DE LACIUDAD DE MÉXICO
Coordinador del Colectivo Mazapili: Ce-Acatl Hernández Mora Compilador: Josué Isaac Muñoz Núñez Editor: Leonardo E. Arteaga Ibarra Diseñador gráfico: Sergio Blanco Trejo
Este material se realiza en colaboración con el programa social “Colectivos Culturales Comunitarios Ciudad de México 2020” de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Este programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa, en la Ciudad de México, será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente.
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Impreso y hecho en México – Printed and made in Mexico
Prólogo Hace un año, nadie creería que estaríamos confinados a tomar clases online en nuestras casas. Que nuestra vida se volvería digital. Algo semejante a lo que las películas de ciencia-ficción proponen, pero siempre la realidad supera a la ficción. El 2020 es un año mágico, simbólico, la repetición de un número. Puede ser mera casualidad numérica, pero fue el año en que el COVID, pasó de ser un virus que surgió en Wuhan, China, a volverse un virus mundial. Global. Su letalidad de propagación hizo que se tomaran medidas de distanciamiento. Esto rompió con nuestro modo de vida, pero no fue obstáculo para seguir generando cultura. Aprendimos
nuevos
modos
de
comunicarnos y dar talleres. Tenemos la suerte de V
tener estos medios digitales. Usarlos para un bien y para cuidarnos unos y otros. Un bien común que es la cultura. Fue un gran logro para el Centro Cultural Mazapili dar talleres de dibujo, pintura, teatro, clown, yoga y literatura. Por lo que aunque esté año ha sido complejo y difícil se ha logrado avanzar y superar los retos que el aislamiento nos impuso. Por mi parte, como tallerista de creación literaria, creo que la literatura es un bien cultural de primera necesidad, y que en un país donde la gente no tiene el hábito de la lectura, hacer talleres de creación literaria es un reto social. Es ir contracorriente, porque la cultura general en México no recompensa ni le da su lugar a la literatura como tal. No se toma en serio el arte de escribir y leer. Por lo que para este segundo libro, el reto era doble. Por un lado, superar el aislamiento social, al dar clases online, y además, generar el amor por la lectura y la escritura. VI
Fomentar el amor por la palabra y acercar las letras a todo público. Es uno de los retos de estos talleres, lograr que no haya distinciones sociales entre los participantes. Todos son igual de importantes. Tengo la idea y la convicción de que la literatura nos une. En el taller siempre leíamos algún cuento, ensayo, poema, obra de teatro o fragmento de una novela. Lo analizábamos, descifrábamos sus secretos y nos poníamos a trabajar sobre eso. Poníamos en marcha la escritura, donde cada uno de los participantes con sus conocimientos e ideas plasmaba sus vivencias. Escribían algo que era parte de su vida. Y con esto, nos conocíamos pues nos mostrábamos ante los demás como éramos. Creo que la literatura nos une más como personas, nos hace más auténticos y nos compromete más con el otro. Hay muchos modos de acercarnos, pero las letras transforman a las VII
personas. Nadie sale indiferente ante la literatura. Las letras nos hablan desde diferentes tonos y melodías, cada uno de modo distinto. Cada participante tiene su lectura; sin embargo, cada uno comparte su lectura con el otro. Esto nos acerca, pues por medio del arte convergemos. Un mismo objeto visto por diferentes personas lo enriquece, y las personas también se alimentan de esto. Por eso la importancia de este libro como producto de este taller, pues pienso que logramos superar la barrera del distanciamiento social y acercarnos por medio de la palabra. Josué Isaac Muñoz Núñez
VIII
Cuento
En un cuento: se trabaja con imaginación, intuición y una verdad aparente; cuando esto se consigue, entonces se logra la historia que uno quiere dar a conocer. JUAN RULFO
Las personas siempre han contado cuentos. Mucho antes de que la humanidad aprendiera a leer y escribir, todo el mundo escuchaba cuentos. Y había narradores que los contaban mejor que otros, es decir, que la gente les creía más sus mentiras. GÜNTER GRASS
Todo cuento es como se lo cuenta, la conciencia de que fondo y forma no son dos cosas es lo que hace al buen narrador oral, que no se diferencia así del buen escritor aunque los prejuicios y los editores estén a favor de este último. JULIO CORTÁZAR
Entre dos realidades Abril Desirée Para Irlanda fue difícil verse al espejo desnuda, no reconocerse,
dejaba
que
sus
lágrimas
la
acariciaran y cubrieran, apreciaba su traje de piel con su reflejo como compañía, antes eran dos, debía sentirse completa pero el espejo frente a ella
representaba
la
ausencia,
se
sentía
destrozada… — Somos moldes, éramos perfectos moldes idénticos, un espejo no cubre su ausencia. Las lágrimas no cesaban, la habitación comenzó a inundarse, ella nadaba, olas de pensamientos intentaban ahogarla, el agua subió hasta el techo, ella quedó sin aliento… se desvaneció. 11
Despertó en una habitación de hospital, se sentía mojada, no podía ver claro, estaba asustada, y comenzó a llorar… escuchó un llanto más y al doctor decir… — Felicidades, son dos hermosas niñas.
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Botones Abril Desirée Época aquella en la que Abu y yo pasábamos las tardes en este cuarto de coser, con sus paredes azul celeste bañadas de las palabras que vivieron… — Ay, Abu… que triste es escuchar el silencio de tu máquina de coser y que opacos lucen ese sin fin de botones, dueles, mi querida Dolores. Dol ha dejado un hueco en mi corazón, a pesar de estar lleno por sus palabras y enseñanzas, la falta de sus abrazos lo enfría. Recuerdo cuando intentó enseñarme a coser y me pinché el dedo en más de una ocasión, no puedo comparar el dolor que siento por dentro, ni pincharme en todas partes al mismo tiempo se le 13
acercaría… ¿saben? Jamás fui buena con la máquina, pero era buena escuchándola y sobre todo ordenando los botones para las camisas que ella reparaba. Diría que estoy loca al hablar con los botones, pero en ellos su esencia perdura. — Mi niña, si quieres aprender a coser, primero debes ordenar los botones o la maquina te castigará y pinchará. Cuánta razón tenías mi Dol, cuánta razón... por algo siempre me pinchaba. No importaba cuantas veces los ordenaba y acomodaba en sus cajones, al día siguiente, había una revolución y sonriendo me decías: “los botones son como los hombres, así es su naturaleza tan alterada”, pero la alterada era yo, por la frustración que era encontrarlos hechos un lío al día siguiente, no me lo explicaba, hasta que esta mañana vi a mi Abuelo alterado por no encontrar los zapatos negros que tu ordenabas siempre. — Ay, Dol. 14
— Mija, ¿quieres café? — Sí, por favor, mamá. — Deje de jugar con esos botones, su Abu se los va a tirar. Me encantaría escuchar tus regaños por hacer torres con ellos y ojalá tires estas tristes torres de opacos botones… recuerdo cuando me explicaste porqué los hombres perdían los botones de sus camisas, tenía sentido, al menos para mi yo de 8 años… — Abu, entonces, el hombre al ser alterado pierde los botones de sus camisas. — Así es mi niña, en el amor, la mujer es la camisa, y el hombre es cada uno de los botones, ellos solitos se pierden, se caen, se descosen, por su naturaleza alterada. — Vaya... por eso mi abuelo nunca encuentra sus zapatos. — Qué astuta, pero ahora, serías más astuta si dejas de hacer torres con ellos. 15
Siempre disfruté que los botones fueran compañeros de mis manos y ojos, hasta estos momentos, lucen rasposos y despintados, duele tocarlos, al parecer también han llorado. Ojalá pudieras ver la camisa que mi Abuelo se puso, no tiene botones, al parecer se cayeron, pero yo veo que es él quien está en el suelo… — Abuelo, vamos por otra camisa, esa no tiene botones. — ¡No!, no me pondré otra. — Pero, no tiene botones, Abuelo… — Lo sé, yo mismo se los he quitado, mi Doli… mi Doli… haz que regrese mi Doli… Abu, no sabes cómo me dolió ver llorar un mar a mi Abuelo, se fue con la camisa sin botones al panteón, en todo momento lo acompañé del brazo, me dijo que tú eras su camisa, siempre cubriéndolo, haciéndolo ver bien, perfectamente planchada, con un orden impecable, pero los 16
botones siempre siendo un caos cuando él los abrochaba, es por eso que se los ha quitado este día. Él ya no está contigo mi Dol, así como su camisa ya no tiene botones.
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La oveja Tomas Temoatzin Madrigal Sandoval La aventura comienza en un paraje muy peculiar, al sur de donde un rey loco vivía. Su hogar era un desastre: calzoncillos, pantalones, camisas, un montón de lodo manchaba el suelo; botellas y platos cubrían la mesa de su pequeña sala. En las ventanas aunque manchadas aún se podía notar algo afuera. Alguien lo observaba, una mirada plagada de furia, rencor, envidia y melancolía. Era una oveja, una oveja de color blanquecino con manchas cafés, su pelo estaba desarreglado y sucio, algo que indicaba que el rey loco no lo cuidaba, ¡ni hablar del resto de ovejas! Nuestro protagonista tenía un sueño cada noche, el convertirse en un humano.
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Cambiamos drásticamente a un lugar lleno de oscuridad plagado de humedad, sonidos que parecen provenir de una bestia, poco a poco ese sitio se llena de luz y un calor reconfortante. Eran los dos dioses gemelos con forma de nube, el dios nube gris que peleaba por una botella de cristal con el dios nube blanca. Era un curioso objeto, ya que tenía dentro un extraño líquido de color purpura. Podríamos pensar que era un veneno, pero no era eso; un pequeño pedazo de papel decía: “poción de belleza para ser un galán de telenovela”. En un descuido la botella se les resbala de las manos a ambos dioses, la botella va cayendo en dirección al pequeño pueblo de ese extraño reino. Mientras tanto nuestro pequeño amigo peludo sigue soñando en convertirse en un humano y poder tomar las cosas con eso que los humanos tienen llamadas manos y dedos; la oveja exclamó en voz alta “¡Ah, cómo me gustaría 19
poder caminar, tocar, bailar y hacer muchas cosas cómo los humanos; y tomar esa bebida de color amarillo que los humanos llaman cerveza!” ¡Plash! Un sonido estruendoso despierta al protagonista y cuando abre los ojos alcanza a ver una botella que cae del cielo al pequeño pueblo. Por un momento la oveja creyó que era una botella común y corriente, pero algo no tenía sentido, ¿qué haría una botella cayendo del cielo? Su voz interna le decía que fuera hacia donde la botella cayó. La labor sería difícil porque para ir por ella tenía que lograr salir por una reja que era imposible de cruzar por lo alta que era. Después de un par de minutos, la oveja logró salir por un pequeño espacio que había en la reja. Tuvo que recorrer nueve kilómetros para llegar al pueblo, entre perros rabiosos, gente que se le quedaba viendo como pensando en llevársela para añadirla a su rebaño y la lluvia que con fuerza azotaba al pueblo. 20
Encontró la botella, solo había un problema. La oveja no tenía dedos para poder tomarla y abrirla. Así que tomó la decisión de tomarla con la boca y llevarla al lugar donde por mucho tiempo ha sido su hogar. Tardó lo mismo en llegar al pueblo, pero al fin llegó a la casa del rey loco y se puso a idear la forma en la que el rey le ayudaría a destapar la botella. Claro antes le quitó la etiqueta para que el rey nunca supiera el contenido de ésta. Pasaron dos días y por fin puso en marcha su plan, que consistía en meterse por la ventana de la habitación de su dueño, dejar la botella a un lado, con eso que el rey loco siempre que despertaba tomaba una de sus botellas de su mesa de noche y le daba dos tragos y volvía a caer dormido esperaba que dejara la botella abierta. La oveja pensó: “que bueno que el rey loco vive en esta choza pequeña, si fuera un castillo me costaría más trabajo, pobre diablo, lástima, le tocó 21
la suerte de ser un loco”. La oveja llevó a marcha su plan, a los dos tragos el rey quedó dormido y la botella destapada. La oveja se acercó con mucho cuidado a la mesa tomó la botella y se la llevó fuera para así poder tomar la poción mágica. No sabía mal. Tenía un sabor cómo el alimento que el rey les daba... Al fin comenzó a sentir un hormigueo en su panza. Empezó a sentir como si crecieran sus extremidades y tomaron formas humanas, su pelo se le caía a mechones, su nariz se hizo más lisa y pudo erguirse. Abrió los ojos y se dio cuenta que al fin era un humano. Le dio curiosidad ver su nuevo rostro, así que fue a verse en un charco de agua; casi se desmaya de la impresión y pensó: “por fin mi sueño se ha hecho realidad, al fin tendré una vida libre, sin un amo”. La oveja fue y tomó ropa del ropero del loco rey, se la puso, pero... al ver al rey dormido pensó: “y que tal si me deshago del loco rey y vivo su vida, eso podría funcionar, ¿no?”. 22
Las noches del barrio 2.0 Temoatzin Madrigal Sandoval La noche está bien chida, chida, para vender mis tacos de suaperro; veo que el Molusco y la Britany vienen pa´cá. Les voy a servir de la carnita que más les gusta je, je. El Molusco viene con hambre le voy a dar unos dos tacos extras. A la Britany le voy a dar solo un taco extra porque no me ha pagado una orden de hace un mes. Les platico muy chido al Molusco y a la Britany de una anécdota que me pasó una noche vendiendo, aquí afuera de la tienda de doña Nancy o como le apodan “la chanclas”... La pinche Britany me interrumpe me lleva la chingada, deja le cuento al Molusco el por qué le llaman así a la doña Nancy.
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Le cuento por qué le llaman “la chanclas”, esto porque un día el José se equivocó dando el cambio a una doña, y cuando se enteró, su jefa se lo surtió bien chingón con un putazo de la chancla que traía la doña Nancy ¡Nombre! le cuento al Molusco que también al José ese día se le apodó cómo el tatuado, por la marca que le quedó de la chancla. El Molusco se sorprende y dice que su jefa sí que se lo surtió bien chido, yo asiento con la cabeza. El Molusco pregunta si ya están sus tacos de suaperro, yo le digo que sí y se los paso. En eso, que detrás del Molusco y la Britany aparece la Werita que apodé como “la Mars”, cuerpo de guitarra y rostro de estrella. Cada diez días pasa por aquí. El Molusco le dice a la Werita que como quisiera que ella fuera el aguacate de su torta, yo le pregunto: “¿qué es lo que comen los pajaritos?” y le digo: “pues...masitaaa”. La Werita voltea y nos dice "¡Ay nacos, perros sarnosos, prietos sin educación!". 25
Después, mocos que le da una cachetada al Molusco. Le digo a la niñita fresa que no sea gacha que no se desquite con el pobre Molusco. En eso, la Britany quien estuvo calmada comiendo sus ricos tacos campechanos que le comienza a decir que no va a permitir que trate lo así, que se largué porque el barrio la respalda. “La Mars” que se enpincha bien gacho y que le dice a la Britany que ella ya se va, pero no porque ella se lo ordene y como dijo una vez Walter Mercado: "tengo un escudo, me protejo, me protejo, me protejo” y después se despide con un “chau”. Esa parte sí que estuvo rara y todos nos quedamos con cara de sope por buen rato, pero a los pocos minutos la Britany, como es bien tragona, rompe el silencio pidiendo otros tacos pero esta vez de suaperro. El Molusco me pregunta que si yo ya conocía a la Wera, le respondo que hace unos diez días me había topado 26
con la Werita aquí en mi puesto y que por lengua suelta me dio una cachetada igual que al Molusco. El molusco se echa la mano a la frente y me reclama el por qué no le avise antes para no sufrir la cachetada, yo me rio disculpándome a la par que escucho a la Britany volver a pedir los tacos de suaperro que me había pedido.
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La otra cara de la moneda Dra. Aurora Luisa Hercog Linazasoro Salió la Dra. Ramírez ese día con el tiempo justo para llegar al hospital. En el trayecto iba pensando en todo el trabajo del día: junta a las 10:00 a.m. con los pacientes del protocolo de las diálisis semanales y a las 12:00 p.m. pláticas con las madres de los niños obesos. Llegó en ese momento al hospital y tardó en encontrar lugar en el estacionamiento. Se puso la bata con la identificación y se apresuró a llegar al checador. Al llegar a la entrada se encontró con dos nuevos policías y los saludó, pero ellos le impidieron la entrada preguntando: — ¿Es usted médico de aquí? — Por supuesto— contestó. — Su nombre, por favor. 28
— Dra. Ramírez, y ya voy a checar tarde si me sigue entreteniendo. El policía checó en una lista y le dijo: — No puede pasar porque es de la tercera edad se tiene que regresar a su casa y no salir hasta nueva orden. La doctora indignada responde si esto es una restricción por la cuarentena del coronavirus. — Ya he visto bastantes pacientes y no he tenido problema. — Pues son las nuevas reglas. Este hospital ha sido asignado para la atención de COVID 19 y únicamente podrán acceder los enfermos de COVID porque se asignó como hospital de concentración. — Eso
es
imposible.
—contestó
la
doctora— Este es el principal hospital de concentración de la zona y se manejan muchos pacientes crónicos.
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El policía se encoge de hombros y contesta: — Son órdenes y usted no entra. La doctora respira profundo y le dice: — Por ley no me puede impedir ver al director así que déjeme entrar para hablar con él. De mala gana los policías le franquea la entrada y ella pasa echa un bólido hacia la dirección. De pronto escucha: — ¡Dra. Ramírez, Dra. Ramírez, venga por favor! Se detiene en seco al oír la conocida voz de la trabajadora social y voltea hacia su cubículo. En ese momento se percata de la expresión de Juanita; desencajada pálida y temblorosa. Pasa el cubículo y le pregunta: — ¿Qué pasa Juanita, qué es todo esto? La joven le responde:
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— Nos acaban de dar la orden de no recibir pacientes habituales ni citados y sólo van a pasar los que presenten síntomas de COVID. —Con voz muy angustiada le dice— En la mañana antes de salir me hice la prueba de embarazo y resultó positivo. — ¡Qué gusto! —le contestas la doctora— ¡lo que estabas esperando! — Sí, pero me dijeron que voy a tener que estar aquí trabajando con doble turno porque (risita) mi compañera es de la tercera edad. — ¡Cómo! La doctora te tienen que dar incapacidad, por lo menos los tres primeros meses, eso yo te lo había indicado.
Y
más
ahora
con
este
problema del coronavirus, no sabemos qué efectos puede tener en el producto.
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— Sí, eso me tiene desesperada doctora ninguno de los médicos me quiere extender la incapacidad y cuando les digo del riesgo se ríen y me contestan “pues que te la de la Dra. Ramírez”. — No te preocupes en este momento lo hago. — Pero no puede. La acaban de suspender de la plantilla del hospital tanto usted como al resto de médicos enfermeras y afanadoras de la tercera edad. La Dra. Ramírez hace una aspiración profunda y dice: — No te preocupes yo te la consigo. Hablaré con el Dr. Rodríguez, me debe algunos favores, él lo hará. — ¡Gracias doctora! — Oye, tengo una duda, ¿qué va a pasar con los pacientes crónicos, ancianos, que vienen a diálisis? 32
— Pues les dijeron a los policías que los manden a la clínica que les corresponde para que los atiendan y no les permiten pasar a informes. Y a mí me prohibieron moverme de mi lugar so pena de suspensión e igual sí daba información de cualquier tipo. — Bueno me voy a la dirección. — Ni se moleste, la secretaria niega al director y los policías tienen orden de sacarla y enviarla a su casa y decirle que se le avisará cuando pueda volver a laborar. — Pero, ¿qué va a pasar con todos los pacientes? — Ya le dije que se les va a decir que vayan a su clínica correspondiente y ahí se les dará seguimiento. Doctora por favor váyase a su casa porque si no puede tener repercusiones. 33
La Dra. Ramírez se retira y aún sigue en espera después de muchos meses para que vuelva a su trabajo.
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Leyenda de la luna Dra. Aurora Luisa Hercog Linazasoro En el principio de los tiempos el mundo estaba en tinieblas. Únicamente existían los dioses y esto se reunieron para hacer la luz, porque sólo se iluminaban con hogueras de fuego. Entonces dijeron: “tenemos que hacer un sacrificio y uno de nosotros se debe de arrojar al fuego para poder iluminar el mundo”. Tecuchitecatl era un dios apuesto, rico y muy engreído; él se ofreció a hacer el sacrificio e invitó a todos los dioses a tomar y comer en su despedida. Por otro lado, estaba Nanahuatzin quien era un dios tímido, pobre, lleno de pupas en el cuerpo y siempre se andaba ocultando del resto. Él también se ofreció para hacer el sacrificio, pero se 35
burlaron de él comparándolo con Tecuchitecatl que se habría ofrecido. Y llegó el día del sacrificio, y alrededor de la hoguera en que se iba a efectuar, se reunieron todos los dioses para el espectáculo. Entonces entró Tecuchitecatl, vestido con sus grandes ropas erguido, y presumiendo de sí mismo, como siempre, y se acercó con paso firme a la hoguera, pero al llegar se arrepintió. Dio la vuelta sobre sí, y empezó a caminar hacia atrás con gran consternación de los presentes. En ese momento, corrió Nanahuatzin hacia la hoguera y sin pensarlo se arrojó a ella. ¡Oh maravilla! En ese instante renació con el Sol e iluminó todo. Dándose cuenta de su error, Tecuchitecatl, regresó corriendo a la hoguera y se lanzó a ella. Los dioses se quedaron azorados, “¿qué va a pasar ahora?”, dijeron. “No puede haber dos soles”, y en lugar de surgir otro sol surgió la luna. 36
Esto no les gustó a los dioses amigos de Tecuchitecatl,
pero
Ometochtli
(nuestro
equivalente de Baco, que como se sabe era un conejo) empezó a burlarse y a reírse de él. Sin embargo, un dios que estaba a su lado, amigo de Tecuchitecatl, lo tomó por las orejas y lo aventó hasta la luna donde se estampó. Es por ello que en las noches de luna llena cuando miramos a la luna vemos ahí, estampado, a nuestro simpático dios, Ometochtli.
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Acto de amor Natalia Abigail López Pérez Un día nació un gato totalmente negro muy bonito, estaba solo porque su mamá murió. Después de un tiempo conoció a José su primer dueño. Ellos se llevaban muy bien, pero un día José murió y el gato tuvo que quedarse en la calle y buscar un nuevo hogar. Caminó mucho, pasó mucha hambre y frío hasta que llegó a una esquina y se quedó temblando de frío, cuando apareció Sara. Una mujer muy formal y muy atareada que, por accidente y buena suerte del gato, se tropezó con una piedra a punto de caerse encontrándose con la mirada desesperada del minino negro; lo vio y sintió lastima. Así que le dio todo lo que llevaba
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en las manos a su mayordomo, para poder agarrar al gato. Y se subieron a su auto lujoso. Cuando llego a su casa le dio un baño y le ofreció comida y leche en platos resplandecientes, también le dio un nuevo nombre: “Minu”, la verdad le gustaba “Patric” como su antiguo dueño le llamaba, pero le encantó la comida y agradeció tener un nuevo hogar. Luego exploró la casa, era muy grande, de color blanco y dorado con muchas cosas lujosas. Sara le compró una cama y un arenero grande que limpiaban tres veces al día. Minu se sintió muy cómodo al principio, pero como Sara trabajaba todos los días no tenía tiempo para él, aunque siempre tenía arena limpia y deliciosa comida en su plato, pero Minu se empezaba a sentir solo. El pasaba todo el día en su cama durmiendo y se levantaba solamente a comer, añoraba una caricia, un abrazo, que pasaran tiempo con el como lo hacía José y recordó los momentos juntos, abrazados en el sofá 39
frente al fuego y pensó que nunca había hecho nada de eso con Sara. Un día se le ocurrió irse de la casa, se quiso salir por la ventana, pero como era muy alta primero trepó las cortinas rasgándolas cuando estuvo frente a la abertura saltó, afortunadamente Sara apareció atrapándolo antes de que se lastimara, después lo metió a la casa, cerró las ventanas, pidió que cambiaran las cortinas y luego ella se fue. Otro día intentó escapar de noche por la puerta, pero en ese momento llegaba Sara del trabajo, lo agarró, lo puso en su cama y ella se fue a dormir. Al otro día Minu se despertó, le dio probadas a sus croquetas y se quedó en el tapete junto al fuego pensando que Sara ya había salido, se estaba quedando dormido cuando llegó Sara lo tomó entre sus brazos y lo acaricio él empezó a ronronear estaba confundido entonces Sara le dijo que le tenía una sorpresa. Ir de vacaciones a 40
acampar en el Amazonas y lo metió en su transportadora. Después a la parte trasera del auto, Sara se subió para manejar y se fueron. Minu no entendía porque ahora quería pasar tiempo con él. Al principio todo marchaba bien, en el campamento Sara y él estaban muy contentos cuando un día Minu decidió explorar el lugar y se adentró más en la selva. No sentía que se había perdido únicamente se dedicó a caminar y husmear, pero su dueña cuando se dio cuenta que no
estaba,
lo
buscó
en
los
alrededores,
desesperada y angustiada, llamó a la policía. Revisaron e investigaron lo más que pudieron, pero no lo encontraron y desgraciadamente no podían pasar el área restringida del Amazonas donde el gato se encontraba. Minu se encontró primero con la anaconda y se saludaron, luego con la pantera y las tarántulas y ellos le dijeron que no se tenía que preocupar porque la selva es donde pertenecían todos los animales. Él creyó que había 41
encontrado al fin el lugar dónde pertenecía, pero Minu no imaginaba que en realidad los animales de la selva se lo querían comer. Mientras tanto Sara estaba tan desesperada que decidió cargar una pistola y una navaja para entrar al interior del Amazonas sin que la vieran los guardias. Decidida a encontrar a Minu. Mientras
tanto
él
disfrutaba
que
lo
apreciaban sus nuevos amigos hasta que se confió mucho y lo rodearon para atacarlo. Cuando se dio cuenta que se lo querían comer trato de escapar. En ese momento se oyó un disparo, era Sara que logró ver a Minu en peligro. Eso los distrajo mientas Sara seguía disparando e intentaba seguir alejando a los animales de Minu, él corrió a toda prisa para salvarse. Sara después de gastar la última bala de su pistola intentó escapar, pero una serpiente venenosa la mordió inyectándole mucho veneno.
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Sara lamentablemente murió deseando con las fuerzas (que ya no tenía) que su felino amigo estuviera vivo. Minu estaba tan aterrado que cayó al rio, en el camino se encontró con una pareja de exploradores que rápidamente lo sacaron del agua y cuando salieron de la selva lo bañaron le dieron de comer y le llamaron “Sam” el solo espera que esta familia no se muera, él siempre tendrá presentes el amor de José y de Sara .
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Joven de barrio Citlali Malinallitzin Lozano Verdel Yo, mis carnalitos, les quiero contar que el otro día, pues ya saben, ¿no? Estaba así con mis carnales, a punto de salirme pal jale, y tómala barbón, que me marca acá una pompi, pero bien buena mijo, de esas morras que ¡uh papa!, pero no wey. Ya me tenía que ir porque un día anterior apenas y me había hecho dos dedos, wey, ni pa decirle a la morra, vente mija, aquí te apapacho ¡Ah, verdad! Y no mis pirruris, que le digo que andaba enfermo del estómago, ¡y qué me cree! Hasta me dijo: “cuídate papito”. Y yo ahí siguiéndole que me dolía mucho, ¡ja, ja, ja, ja… me la rifé! Y ya que salgo a comparar mis dulces y así trepándome al primer camión, que me topo con la Dani, 45
¡carnales! Iba en el pesero de su carnal y pues que se hace así la que no me quiere saludar y pues yo acá, hablándole a mi carnalito, su hermano, de la Dany wey; ese vato es bien Barrio. El carnal, ese wey sí es de los que tira paro y ya carnales. La Dani nomás me miraba a ver a qué hora le iba a hablar y ya que me iba a bajar del micro y que le digo: “oiga, Werita, no quiere una paleta, para usted son dos por tres” ¡y que me sonríe, wey! Y yo así de ¡ja, ja, ja, ja ya cayó! Le empecé a hacer la plática y su carnal ni se enoja wey, y tómala, ya hasta me había pasado de mis rumbos de venta. ¡Y tómala mijo! Que se sube la morra que me llamó en la mañana y yo ni en cuenta, hasta que me dice: “¡ándale pinche Jorge, no que con chorro y todo!, pero qué tal vienes aquí bien trepado”. Y yo ni pa´ decirle que era porque no tenía varo y que no la quería ver. Y ni pedo compas, se me arruinó el jale. 46
La noche fresa Patricia Morgado La noche nos poseía. Mi cuerpo al ritmo del electro no dejaba de moverse; el beat recorría todo mi cuerpo. Fue entonces que lo sentí. Mi corazón a punto de estallar me anunciaba que lo que consumí no me detendría por largo tiempo. Cuadro, tacha, perico y bacacho; cuadro, tacha, perico y bacacho. Eso es lo que traía encima. Desenfrenadas no dejábamos al dance. La pista
se
fundía
con
nosotras,
las
luces
parpadeaban en grandes destellos que nos envolvían en amarillos, azules y morados colores. Cuando tenía sed, un traguito de bacacho, cuando me sentía peda, una rayita; y cuando quería sentir más la música, medio cuadrito y una tachita. 48
Doña Dalila Patricia Morgado Vivir en condominios estables, como tener una casa grande es complicado. Pero no todas las personas pueden gozar de dicho privilegio. Somos millones los que vivimos en agonía por el lugar donde vivimos, espacios confinados que pueden ir de lo más pequeño a lo grande. Estos
espacios
pequeños,
llamados
apartamentos, obligan a los inquilinos a entrar en relaciones que la mayoría de las veces no quiere tener; cuántos de nosotros no hemos tenido problemas con nuestros vecinos. Este es el caso de Doña Dalila, mujer sola y solitaria que se esconde entre sus cortinas para observar a esos que la merodean, pareciera una
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espía con miles de cámaras escondidas en lo más recónditos lugares del edificio. Si la información es poder, Doña Dalila, sería un gran ejército. Ella ha acompañado por cuarenta años la vida del edifico, de ahí que sepa tanto de todos los inquilinos. Por más sola y solitaria que esté. La intriga y la arrogancia están en las puertas de sus vecinas, que con gusto le abren y llegada la confianza le cuentan sus más íntimos anhelos y deseos. Doña Dalila que no es tan fea para sus vecinos. Se convirtió en el más feo murciélago que vive de la sangre de los demás. Tanto la intriga y el chisme en Doña Dalila, son la sangre que bebe todos los días.
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La conspiración de las cucarachas Leonardo E. Arteaga Ibarra En cierta casa, de cierta ciudad, vivían cientos de cucarachas. Las cuales trataban de alimentarse y reproducirse con los restos de comida que habían dejado los antiguos inquilinos del hogar. El abandono de la casa por parte de la familia que antes rentaba ahí implicó para las cucarachas muchas dificultades, pues después de un par de semanas la comida y el agua empezaban a escasear. Sin embargo, un día, un nuevo habitante llegó al lugar. Era un hombre mayor y solitario, que a pesar de su avanzada edad estaba lleno de vitalidad. Él buscaba pasar tranquilamente los últimos años de su vida en aquella casa, lejos del murmullo de los grandes edificios de oficinas y el 51
tráfico que caracteriza a los grandes centros metropolitanos. En un principio, la llegada de aquel hombre supuso para las cucarachas una gran noticia, pues la comida, el alimento y el agua de la cual antes carecían comenzaron a multiplicarse. Las viejas tuberías se reactivaron, la alacena se volvió a llenar, el refrigerador, la estufa, el horno, el microondas y los azulejos de la cocina empezaron a llenarse de una deliciosa grasa de la cual disfrutaban cada noche. La abundante comida significó también el aumento y reproducción de las cucarachas, por lo que dejaron de ser cientos y comenzaron a ser miles. Este gran aumento en sus números impidió que
las
cucarachas
se
pudieran
esconder
fácilmente, como lo habían venido haciendo las primeras semanas. Aquel hombre, al percatarse de que la casa estaba infestada de cucarachas decidió comenzar a fumigarlas poco a poco. Primero 52
colocando veneno e insecticida en zonas claves, como la entrada de la cocina y el baño. Y después rociando espray en las paredes y esquinas de las habitaciones. Al darse cuenta de que las intenciones del nuevo inquilino era exterminarlas, las cucarachas, decidieron idear una estrategia para protegerse, una conspiración. El plan implicaba mantener al hombre completamente vigilado, de día y de noche, lo mismo en la sala que en el baño. Las empezaba a ver en cada pared, en el suelo, en el techo, en la mesa, en las sillas, en las repisas, en cada sillón, en cada habitación. Nada escapaba al ojo de las cucarachas. Comenzó el hombre a volverse cada vez más y más loco. Las veía en todas partes, en cada centímetro del hogar. Podía ver claramente sus formas, desde sus pequeñas patas velludas hasta sus inconfundibles antenas. Eran las antenas lo que más le molestaba, pues con el tiempo, pensó que estas servían para 53
comunicarse, como si de un radio se tratase. Y sus alas, sus ligeras alas, tan ligeras que en contadas ocasiones las abrían para alzar el vuelo. El hombre se levantaba temprano y se dormía tarde para rociar espray por toda la casa, pensando que eso haría que las cucarachas desaparecieran. A veces, incluso, poniendo en riesgo su salud, pero las cucarachas no reducían sus números, y cada día parecía que llegaban más. Fue así que
lenta y constantemente
comenzó a pasar más tiempo en su casa. Tratando de matarlas. Dejó de salir a hacer sus actividades recreativas y de ver a sus amistades, dejó de ir al mercado y al banco a hacer sus pagos. Comenzó a perder esa vitalidad que le caracterizaba, al punto de aceptar que las cucarachas formaban ya parte de la casa, como todos los utensilios de cocina, como todos los mueble de la sala, como la humedad del baño, como su estudio, como su cuarto, como él mismo. 54
Las
cucarachas
triunfaron
en
su
conspiraciรณn y convirtieron a aquel hombre en una cucaracha mรกs.
55
Murió de espanto Leonardo E. Arteaga Ibarra Hace ya bastantes años que arrastré a mi amado al mundo de los muertos. No era mi intención que me acompañara en este lúgubre lugar, pero era obvio que, tarde o temprano, él iba a llegar. El mundo de los muertos si bien es lúgubre no es un lugar en donde uno se lo pase mal. Al contrario, es un mundo en donde uno encuentra bastante tranquilidad. Cabe mencionar que, nosotros los muertos, tenemos permitido visitar el mundo de los vivos cada año. Entre el 31 de octubre y 3 de noviembre. Fue en una de esas visitas en donde conocí a mi amado. Recuerdo la primera vez que lo vi. Era un 2 de noviembre. Había ido a visitar a mi familia en la ofrenda que ponían. Ahí nos reuníamos 57
abuelos, tíos, primos y sobrinos fallecidos. Las visitas al mundo de los vivos no siempre son divertidas, y, en realidad, depende mucho del ambiente que tenga tu familia. En esa ocasión yo me encontraba un poco aburrida y decidí dar un paseo por mi antigua tumba. Me gusta mucho ver la esquela que mis jóvenes padres pusieron en la lápida: “Aquí yace nuestra querida y amada hija María, quién es su momento de vida nos colmó de felicidad y alegría”. De mi muerte no recuerdo mucho, pero de aquella vez lo recuerdo todo. Paseando por mi tumba logré divisar, entre el cementerio, un sombrero que llamó mucho mi atención. Era un sombrero negro de ala ancha. En un primer momento supuse que era mi buena amiga la Muerte que se había dado su escapada para recorrer el pueblo. Así que la seguí hasta la Iglesia para entablar una de sus elocuentes conversaciones. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que el sombrero pertenecía a un joven de 58
unos veinte o treinta años. De un elegante buen vestir, quien llevaba una capa y unas lustrosas botas
cafés.
Me
enamoré
del
joven
inmediatamente. Su piel era gruesa y morena, muy morena. Sus ojos de un inmenso color negro, igual que su cabello. Tenía una mirada profunda. Era un joven lleno de furia. Alto y esbelto. Y al igual que su ropa, de un caminar elegante. Algunas personas pensarán que por ser vieja la cosa del enamoramiento es fácil para mí, pero como ya deben de suponer morí a una edad muy temprana. Ha pasado tanto tiempo que no lo recuerdo. Y no soy buena para sacar las cuentas de las fechas que aparecen en mi lápida. Así que deben de saber que a pesar de mi avanzada edad mantengo el alma de una joven. Me aferré a proceder lenta y decididamente. Sabía que no iba a tener mucho tiempo para declararle mi amor, ya que el 3 de noviembre es la fecha que los muertos tenemos como máximo para abandonar el mundo 59
de los vivos. Concluí que la mejor manera de acercarme y declararle mi amor era a través de una hermosa carta perfumada. Escribí lo siguiente: 2 de noviembre Amado mío, Sólo te he visto una vez en mi vida y ya sé que quiero pasar la eternidad contigo. No me tomes por una mujer atrevida, sino por una joven desesperada por declarar su amor. Sé que posiblemente no correspondas completamente mis sentimientos, pero aun así me gustaría verte. Los próximos días saldré de viaje y no volveré al pueblo hasta el 31 de octubre del próximo año. Por favor, respóndeme hoy mismo si nos podemos ver dentro de un año, es decir, el 2 de noviembre, a la media noche en el enorme árbol que está justo en el centro del cementerio municipal. Elijo
60
ese lugar porque a pesar de mi amor tengo un oscuro secreto que contarte. Atte. María Pd. Lleva tu hermoso sombrero negro de ala ancha. Para dar a conocer un poco mi secreto perfumé
la
carta
con
hojas
de
flor
de
Cempaxúchitl. Al terminar de redactarla me vestí rápidamente con un velo negro y escondida detrás de un árbol le pedí a un pequeño niño del pueblo que se la llevara y esperara su respuesta. Inmediatamente después de que el niño le entregó la carta, el joven comenzó a leerla. Vi con mucha emoción y entusiasmo como sonreía al leer cada frase de aquella carta. Seguramente pensaba que la joven enamorada era alguna chica que vacacionaba en el pueblo. Así que di por sentado 61
que él estaría presente el próximo año. Mi intuición se confirmó al recibir la respuesta del joven. La cual decía lo siguiente: 2 de noviembre Querida desconocida, Confirmo que dentro de un año nos veremos a la media noche en el viejo árbol que está en el centro del cementerio municipal. No me importa cuál es ese oscuro secreto, pues la fuerza que te ha llevado a escribirme esta carta es lo que verdaderamente valoro. Atte. El joven de un hermoso sombrero negro de ala ancha. Pd. Tus sentimientos serán correspondidos. Fue así como pasé un año bastante caluroso en el mundo de los muertos. Recuerdo que cada 62
ánima que me encontraba me preguntaba por qué mi desgastada y fea sonrisa se veía cada día más grande. Yo sólo me limitaba a contestar que estaba feliz de esperar la próxima visita al mundo de los vivos. Sin revelar a nadie lo que sentía por el joven mortal. Ni siquiera a mi buena amiga la Muerte. Al llegar el ansiado día me vestí lo más elegante posible. Obviamente, de un hermoso vestido blanco con un largo velo que resaltaría perfectamente con la luz de la luna de aquella esperada media noche. Todo marchaba según lo previsto. Llegué media hora antes y vi, a lo lejos, como a las once cincuenta de la noche mi galán de un hermoso sombrero negro de ala ancha entraba por la puerta principal del cementerio municipal. Pero de la nada me inundó una enorme inseguridad, así que decidí ocultarme detrás de una de las lápidas que estaban cerca de aquel grueso árbol. Después de 63
todo quién iba a aceptar un cuerpo tan demacrado y viejo como el mío. Exactamente a la media noche mi amado ya se encontraba en el lugar. Esperé un poco más en salir, pues temía que se llevara una enorme decepción y me rechazara tan sólo con verme. No obstante, después de varios minutos, cuando vi que comenzaba a desesperar me arme de valor y decidí salir a su encuentro. Me paré enfrente de él y me descubrí el largo velo sólo para ver como su rostro se deformaba al verme y de sus labios salía un ahogado grito de agonía. En menos de tres segundos mi amado murió de espanto. Hace ya bastante tiempo que estamos juntos en el mundo de los muertos. Él nunca me ha reclamado nada. Tal vez no tiene ningún rencor hacia mí por haberlo arrastrado hasta acá, o simplemente, el susto que se llevó aquella noche lo dejó mudo para toda la eternidad.
64
Da igual Andrea Morales Castillo Con las sábanas sucias y la cama hecha un desastre, Ana despertaba, con el maquillaje corrido y el dolor de cabeza que ya era habitual para ella. Vio su celular con la intención de saber la hora, apenas tenía 3% de batería, sin tomarle importancia, aventó su celular. Volteó
a
todos
lados,
buscando
su
calendario o algo que le indicara qué día era, sin éxito, comenzó a cambiarse porque en cualquier momento llegarían Janny y Yisus para trabajar con unos ritmos y arreglar algunas cosas con la disquera. — ¿Cómo estás mujer? Te ves fatal— dijo Janny en cuanto vio a Ana abrir la puerta. 65
Janny era amiga de Ana desde hace mucho tiempo, no eran mejores amigas, pero si viejas amigas. — Esa es su cara de Oxicodin— dijo Yisus. — Es culpa de la puta realidad— contestó Ana. — Tómalo con calma, Ana— respondió Yisus. Ana llegó al estudio, inconsciente del camino de siempre, estuvieron componiendo hasta el amanecer. Una pista, una barra y otro tema, sin darse cuenta, pasaban los días y las noches, amigos, fiestas, muchas risas y lágrimas, más lágrimas que risas, de igual forma siempre tenía Clonazepam y Vicodin, sus grandes aliados para cuando sentía dolor y quería desconectarse. Ana ya había tenido problemas con las sustancias, logró limpiarse, pero este verano tuvo una recaída, ella pensaba que todos la odiaban por volver, ella lo entendía, también se odiaba, si 66
pudiera regresar en el tiempo y cambiar su vida, lo haría. — Qué onda hermana— le dijo JC a Ana. Él era amigo de la universidad, fueron muy buenos
amigos
por
un
tiempo,
aunque
actualmente se han alejado, realmente Ana se había alejado de sus amigos, no quería encariñarse con las personas, siempre las terminaba dañando. — Qué
onda
hermano,
¿qué
hay?—
respondió Ana. — Pues dándole pa’ delante— dijo JC mientras prendía su cigarro y se sentaba a mi lado, al ver que yo no tenía la mínima intención de hablar, continuó. —He estado escribiendo, para grabar un nuevo álbum, ¿te lo puedo cantar y tú me dices qué opinas? — Seguro
hermano—
dijo
Ana,
preparándose para todo un monólogo. JC sabía que Ana era de pocas palabras, 67
así que él disfrutaba de su silencio para practicar sus rimas, en especial cuando andaba elevado. — Estoy arriba tengo una vista increíble, lo que atraigo con la mente luego lo hago posible, ¿en qué te convertirás por tener un convertible? A mí la falta de temor, me está volviendo temible. No sé lo
que
me
espera,
fallé
cuando
esperé...— Rapeaba JC con emoción. A Ana le alegraba verlo emocionado, a veces no lo escuchaba del todo, se quedaba analizando su sonrisa y viendo como escupía al cantar más fuerte. Lo veía con ganas de vivir y ella solo se daba cuenta de las ganas que le faltaban, da igual, pensó. JC le contó que daría una fiesta el sábado para anunciar el lanzamiento de su disco, básicamente sus amigos y amigas siempre buscan un pretexto para hacer una fiesta.
68
Karen, Metzi y Dafne llegaron por Ana el sábado por la noche, fueron a cenar antes de llegar a la fiesta. Platicaron todo el tiempo, de nuevos proyectos, anécdotas en fiestas, hombres, alcohol y música. Angie notó las miradas de Dafne durante la cena, Dafne era muy buena amiga, era la única que la escuchaba de verdad. Ana no culpaba a las otras, eran buenas personas, pero no buenas amigas. Karen nunca dejaba de hablar, así que era difícil que escuchara de verdad a sus amigas y Metzi es muy solitaria, casi siempre está enfocada en sus pensamientos y no convive profundamente con los demás. Dafne sabía que Ana estaba mal, casi nadie sabía, Ana nunca hablaba de sus sentimientos, era difícil
acercarse
a
ella,
siempre
termina
ocultándose y buscando otra salida, así lo hacen todos en el estudio, es lo de siempre, no hablar de los sentimientos pero si de drogas, lo de siempre. 69
Ana estaba bailando, tranquila, con un chico. 2:00 am. Le dio más drogas, Ana se sentía feliz, por fin feliz, su mente estaba tranquila, no la bombardeaba de pensamientos como siempre. Ana tomó más pastillas. 3:00 am. Sintió el efecto adecuado, se dio cuenta de que era la sensación que había buscado toda su vida. 4:00 am. Ana entró tan profundo en ella misma, a la parte de ella que no tenía nombre, no tenía juicios ni cuerpo físico, era ella pero al mismo tiempo era todo su exterior, era el sonido morado, las luces lentas y el humo grueso, —creo que es la parte más abstracta de mí— pensó. 5:00 am.
70
Ana no era lo que había mostrado anteriormente, era muchos momentos y un pensamiento, o un pensamiento y muchos momentos, ni si quiera lo entendía, pero eso no importaba, lo que importa es lo que pasaba en su piel, lo que estaba sintiendo. Estaba muy volada. 6:00 El tiempo se divide, se fragmenta y se vuelve infinito. Sus pensamientos se expresan en su cuerpo, se ven las ideas en la forma de mover su cabeza y sus hombros. — Los fragmentos se dispersan y la totalidad nunca es visible, ¿qué estaba diciendo?
¿Qué
estoy
haciendo?—
pensó Ana. Los momentos se le iban, sin darse la oportunidad de notarlo, las ideas giraban y giraban en la mente de Ana. Ana gritó.
71
— ¡Profundas y cortas escenas en una película, en sólo dos minutos!— Sus amigos rieron e intentaron seguirle el hilo. Ana solamente sentía el momento y fluía, ella pensaba que lo importante es no saber qué estás haciendo o por qué. Después de muchos espacios en los que la mente de Ana quedaba en blanco, sintió una gran paz, y su mente quedó en blanco. 7:16 am.
72
Terapia Andrea Morales Castillo Nadie se imaginaría el martirio que es para mí el caer de la noche, cuando ya no puedo ver nada y las
siluetas
se
convierten
en
sombras,
o
simplemente bultos, eso sí que me da miedo. Mis padres siempre me han dicho que el mejor momento para salir era en la noche, había menos humanos deambulando por ahí, menos ruido y más libertad. Nosotros los hombres lobos y mujeres lobas solíamos reunirnos para el cumpleaños del tío Pitt; era en luna llena, así nos guiamos, no tenemos fechas, solamente observamos la luna y sabemos sí ese día es el cumpleaños del tío Pitt o no. Era un cumpleaños importante, el tío era buena persona y hacía grandes reuniones en hermosos 73
bosques, daba un enorme banquete y en el amanecer bailábamos y aullábamos. En la reunión del año pasado, todo iba perfecto. Era una fresca madrugada, había silencio, un buen clima frío, como nos gusta y la luna llena era hermosa. Yo platicaba con mis primas Lili y Tani, cuando la tía Cristi, esposa del tío Pitt soltó un gran aullido y no era un aullido de fiesta, era aterrador. Todos y todas volteamos asustados cuando vimos entrar por el bosque a un grupo de humanos muy borrachos. Toda mi familia huyó en seguida para esconderse entre la oscuridad de los árboles del bosque. Yo me quedé pasmado; jamás había visto a un humano, mucho menos a un grupo de humanos tan cerca de mí. Ciertamente, no quise esconderme, quería ver quiénes eran esos de los que tanto se habla en las noticias y en los libros. — ¡No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el 74
reeeeey!— cantaba el grupo de hombres muy
desafinados
mientras
se
tambaleaban. La verdad se veían muy amables y contentos, así que decidí acercarme un poco y en cuanto me vieron, sus caras se pusieron pálidas, abrieron sus ojos como platos, lanzaron una especie de aullido humano demasiado horrible y chillón. Después intentaron huir, corrían y corrían cayéndose a cada rato. Yo me quedé pasmado, después no hice más que huir, corrí y corrí, intentando escapar de ese
momento,
de
esa
oscuridad,
de
esa
inseguridad, nunca había visto algo así. Parecía que se les iba a salir el corazón. Fue raro, yo creía que todo el mundo sabía de nosotros; tampoco era para tanto, es decir, ellos también son feos, estúpidos y destructores, ¿qué tenía yo de diferente?
75
Esa
noche
me
sentí
encerrado.
No
encontraba salida, ni de mí mismo ni del bosque. No sabía de lo que estaba huyendo. Me estaba hiperventilando, no veía nada, no había claridad en el camino, las siluetas de los árboles tomaron formas horribles. Sentía que eran humanos persiguiéndome. Yo solo huía de esa sombra, de esa oscuridad, que me perseguía y no me dejaba. Junto con esa sensación de estar encerrado, al no poder ver nada más que oscuridad, corrí por horas. Me parecía imposible escapar de ese lugar. Llegué hasta la carretera al amanecer, y cuando por fin empezó a salir el sol me sentí mejor. Al poco tiempo aparecieron encabezados en los periódicos con títulos amarillistas sobre la aparición de hombres lobos en el pueblo de Querétaro: “Terribles hombres lobo en Querétaro salen en las lunas llenas”, “Hambriento hombre lobo intenta atacar a un grupo de chicos”, 76
“Invasión de hombres lobos en el pequeño pueblo de Amealco”. Empezaron a inventar que en luna llena salíamos, que matábamos humanos, que un ritual de luna llena o no sé qué tanta obsesión con la luna. Lo peor es que aquí todo se sabe: las personas del pueblo estuvieron espiándonos todas las noches, traían siempre sus antorchas y algún arma. Hasta empezaron a llegar más turistas a Amealco; incluso la industria cinematográfica quería venir a documentar, dizque para tener más material para sus películas y no sé qué tanto. En fin, esa experiencia realmente afectó mi vida y la de mi familia, ciertamente todo fue mi culpa. — Tranquilo, tu familia sabe que no es tu culpa, es culpa de los humanos, pero dime. ¿Qué fue lo que te hizo huir esa noche?— dijo el psicolobo.
77
— No lo sé. Ver a humanos tan aterrados simplemente por mi apariencia, ¿cuál era mi problema? No tenían que huir, creo que soy demasiado amigable, o al menos eso creía. A partir de ese día dude de todo lo que pensaba sobre mí mismo, ¿soy muy feo? — No eres feo— dijo mi psicolobo. — ¿Cómo es posible que yo pueda causarle tanto temor a las personas? Vamos, si ellos no son hermosos. A decir verdad, son seres aterradores. Comen animales, los cazan y los disecan por simple placer, o bueno, se justifican diciendo que
“por
necesidad”,
pero
todos
sabemos que no. En fin, que terror dan esos humanos—dije intentando limpiar con
mis
lágrimas.
78
dedos,
unas
incipientes
— ¿Y desde ese día desarrollaste tu miedo a la oscuridad? —preguntó mi psicolobo acercándome la caja de pañuelos. — Mi miedo a la oscuridad, a los humanos y a las lunas llenas. Creo que desde ese día ya no soy un lobo normal. No sé qué esperar de mí si soy tan aterrador, si soy tan feo que les saco infartos a las personas que me ven. Ya no puedo salir a cazar en las noches, ni convivir con los demás en la manada. Realmente me la paso mal al salir de noche. Me siento encerrado. Como esa vez en el bosque, cuando estaba huyendo; ese día sí que es traumante. Nunca me había adentrado tanto en el bosque, y menos yo solo. Mi mamá decía que cuando era pequeño tenía claustrofobia y que por eso decidimos mudarnos a un pueblo con más espacio. 79
— Ahora lo entiendo, las personas con claustrofobia son propensas a desarrollar ese miedo a la oscuridad, ya que se sienten encerrados con la oscuridad, ¿fue así como dices que te sentiste en el bosque?— dijo el psicolobo mientras tomaba notas en su libreta. — Justo así me sentía. — Y a partir de ese momento, ¿cómo ha sido tu vida?— preguntó mi psicólogo mientras cruzaba las piernas. — Pues eso me ha llevado a recluirme. Ahora soy un hombre lobo que pasa el tiempo en la biblioteca de la casa y duerme
temprano,
antes
de
que
oscurezca. Mis padres se enojan porque no salgo a convivir, pero creo que realmente no es algo que necesito. Tampoco me conflictúa no ser un hombre lobo común que está dentro de 80
la normatividad. Simplemente no me gusta la oscuridad, ni las lunas llenas, ni mucho menos toparme con humanos, ¿me entiendes? — Claro, me parece muy comprensible, además, lo más importante es que conozcas la razón de tus miedos. Eso es un gran paso para las sesiones. Muchas gracias
por
logramos
abrirte
un
buen
conmigo
hoy,
diagnóstico
y
seguiremos trabajando en ello. Bien Carl,
mi
querido
hombre
lobo—
continuó el psicolobo —se acabó la sesión, tranquilo, pronto podrás salir a disfrutar de la noche— dijo mientras cerraba su libreta. Me despedí de él y fui a mi casa. Me encontré con el atardecer y lo disfrute hasta que llegara la oscuridad. En cuanto anocheció corrí y corrí a casa imaginándome que me perseguía un 81
humano que quería disecarme y exhibirme en un museo. Los humanos suelen cazar en la oscuridad, una razón más para no salir en la noche. Llegué a casa, hiperventilando y temblando. ¡Rayos, qué peligro es la obscuridad!
82
Dos visiones Ce-Acatl Hernández Mora Era un día como cualquiera o así parecía. Me levante, fui a correr, pero en el camino empedrado encontré en una pequeña calle de árboles y sin pavimentar. La mañana era gris como ese gis que nadie ocupa. Corría y corría sin importarme nada. Iba hacia el bosque de luz, un bosque que tiene árboles bien podados, que te inspiran. Y entonces de una esquina derecha a mí salió esa loca mujer, pero que hermosa, como de 1.65 metros de altura, cabello castaño, ojos regulares y piel morena claro, un aroma exquisito. Lo malo es que me arrolló, chocó conmigo. Ella se fue a caer lejos, y aunque no lo crean, nada le paso. Salto de la bicicleta, y se partió en dos la bici. Parecía magia. 84
Yo rebote por el impacto, caí en el suelo y me dolieron mis piernas y rodillas. Grite: “¡Chinga, fíjate!” La mujer solo sonrió, y me dijo cosas que no entendí. Elba Aquella,
Elba,
estaba
a
punto
de
consagrarse como bruja “wallo”, un máximo nivel de bruja. Estaba tan emocionada, que olvidó llevar su bicicleta normal, se llevó la especial: una bici que cuando hay riesgo de accidente, se rompe. Quien pensaría que en ese momento, ella, en el camino encontraría a un alocado corredor que andaba a máxima velocidad en medio de la calle ¿De verdad es eso ser astuto? Cuando iba por su reconocimiento como bruja Wallo, llevaba una gran sonrisa de alegría, aceleró en la esquina y que choca con aquel impertinente. Se enamoró perdidamente del chico
85
que arrolló, pero desafortunadamente no pudo decirle nada. Tampoco entendió lo que decía. Probablemente le pidió disculpas por su forma tan precipitada de correr. Sea como sea un día aprendería su idioma: catalán. Es lo malo de las brujas de hoy que o solo saben Alemán, o Inglés.
86
Fuga en el número 27-A Ce-Acatl Hernández Mora Era un día más de una semana de verano. Casi se iba ese mes que era como gris, lluvioso, sentía un terrible dolor de cabeza y también una vergüenza que me hacía ponerme rojo. Había pasado ya un mes de la broma de mi amigo que llevo a la ruptura con Clara. Fui con mi amigo a un bar y era una noche común, pero empezamos a tomar demasiado alcohol. A la mañana siguiente me encontraba mojado. Llego mi novia, toco a la puerta tres veces. Yo creí era la casera ¡No!, era ella. Me encontró en un terrible estado: estaba todo oloroso a alcohol y orina. Se sorprendió y me dijo:
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— Hola bebe, ¿qué hiciste la noche anterior? Yo estaba apenado y me puse rojo solo subí mis hombros y dije: — No sé. Después no supe que pasó, desperté en un barranco ¿Qué había pasado?, ¿y mi novia? Estaba desnudo, apenado, y cerca de un puente que con letras gigantes decía 27-A y ni un ruido. El
puente
parecía
abandonado,
muy
extraño. El campo se encontraba húmedo y muy a lo lejos se vislumbraban las luces de mi ciudad. Ni un alma alrededor, ni un recuerdo de que había pasado.
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Lobo Montero Arturo Delgado Sánchez Manos de sueños dejo en par la puerta. El cielo es la piel salpicada del jaguar en reposo; la luna un pedazo de pereza sustrayendo reflejos al sol. Pinus, sintió mi miedo desde no sé cuál de sus sentidos. Los que saben de distancias afirman que el miedo aniquila. Mi compañero nocturno me oprime sienes y frente. Los primeros Monteros se adiestraron bajo técnicas ancestrales; sometían al miedo y a los sanguinarios cánidos. Eran más feroces que estos. Descubrieron
la
infalible
sustancia
que
transformaba a voluntad. ¡Vencían! Manos de sueños era de esa cofradía. Acaso lobo. Pinus, llegó, cuando abatieron a fieros lobos que no dejaron habitantes en pie, por Villa 90
de Matas. Su madre escuchó apenas un aullido en vientre. El destino acudía. El padre no volvió. Mi tío lo adora. Las montañas se hacen a las sombras, dejan sentir su dimensión en todo el cuerpo. El lago un frío y sereno espejo donde danzan siluetas y se asoma el siervo. El bosque un laberinto sin puertas definidas. El astrolabio apunta estrellas; el viento te hace veleta y empuja hacia un norte. La sangre es una pista que cae tibia en el mapa. Por ahí el oponente. Manos de sueños canta los vestigios. El último, definitivo. La escasa luz destaca la apurada impronta en tierra floja: cuatro gotas al frente con sus triangulares filos y detrás —igual— una especie de triangulo pandeado por sus lados. Se multiplicaban en recta. El tiempo es plano en el bosque y en las laderas de las montañas. El aire una carga conforme asumes altura. El río de sangre una piel 91
ulcerada a la vista. Al otro extremo, los aullidos denuncian el nocturno ritual. Con y sin luna invocan la guerra, dijo Pinus, que terminaba el baño de polvo de argenta y el Sasaltik en trago. Lobo de la Tarde y Lobo de Viento, son a estos lares. Nuestras miradas, insignias brillantes que saben de trampas. Las zancadas rápidas y firmes; la cascabel sacude un adiós al paso por el puente; chirriar de grillos inquietos; hueco chuchear del búho; nervioso graznar entre copas. Imperante forma
de
expresar
astucia,
hostilidad
y
exterminio. El gruñir de la jauría cada vez atronador; el entorno es un campo minado de fauces listas para el ataque, acechando nuestro descuido. Pinus en las montañas y bosque que embellecen Chinatú. Manos de sueños, abuelo de poder. Sasaltik, brebaje infalible. Infantil vivencia con lobos; en tanto pacto. Travesías de sol 92
vespertino, cantar en noches bañadas de plata. Didáctica de los solitarios. Todo inició en el ascenso a Punta Dorada. Tres años antes, mareado, desmayo al llegar a la cúspide de la gran montaña. Atónito, a la transformación de Pinus en un canido blanco; enorme, juguetón, afectivo saltando hacía mí y, en determinado momento, con su hocico, me da a beber el Sasaltik. Incipiente el linaje. Pelo en cuerpo al viento, agiles extremidades a la libertad: Lobo de la Tarde y Lobo de Viento; divagar el valle. Ahí estaban. El círculo rodeaba a las presas obtenidas (cinco finados Monteros, de la villa de Chinatú), esa instintiva manera de saberse poderosos en la cadena alimenticia. El líder, rugir fuerte, el resto gregario estruendo. Más de veinte hocicos asidos al hambre. La oscuridad densa. La neblina, velo entre el dantesco espectáculo. A la orden del líder, Colmillos de Fuego —según 93
Manos de Sueños—, sin contemplación a sus presas. Lobo de Viento aguarda y, una vez cubierta la impaciencia de sangre y carne, irá sobre Colmillos de Fuego, y yo —Lobo de la Tarde— hacia el subordinado Hocico de Rabia. Sabían de nosotros. El polvo de argenta no nos hace del todo visibles, pero impide ser captados por el fino olfato de los fieros animales. A pesar de esto. Inicia el ágape nocturno a la señal de Colmillos de Fuego. Incesante engullir de anatomías inertes de los Monteros, contrarios al consejo de Manos de Sueños. Viejo porfiado, exaltando el convivio con estos salvajes que no caben en las páginas de la civilización — blasfemia al unísono. Hoy, frío y crudo bocado de cánidos. El ensangrentado manjar en plenitud, destazamiento de cuerpos, disputa de órganos y músculos, protocolo de rapiña, como si en ello se 94
concentraran la furia y la venganza de años. Voraces fauces y largos hocicos teñidos de plasma, cuya fetidez anima el atroz consumo. Disensión de carnívoros finalizada en fúrica imposición de poder. Consumidos los cuerpos. Sopor del saciado. Al término de la carnicería, Lobo de Viento hasta el cuello de Colmillos de Fuego; absorto. El resto de los animales también. Hocico de Rabia interviene brusco, sobre el costado; voy hacía él. Pirueta de hostilidades. La agresión es otra forma de comunicación. Los hocicos enfrascados en arteras mordidas, el choque de colmillos atina dolor. Coreografía de animación a la furia. Llagas al fragor de la saña. La noche huele a sangre kilómetros a la distancia. Ya es vieja. Lapidar es la rúbrica del último bramido. Colmillos de Fuego y Hocico de Rabia: Nexcoyo y Kuetlach; exánimes. De costado al sol que escruta abiertas carnes y hervir de moscas 95
sobre sangre. Manos de sueños, enésimo acierto. El polvo argenta blinda heridas, huellas indelebles en carne, acuñamiento profundo a la memoria. Pinus y yo impuntuales al almuerzo. El autobús detiene su marcha en la brecha rural que lleva a Chinatú. Soy el único pasajero que lo ve perderse en la perfecta maleza verde y la neblina perezosa de la tarde. Me aguardan Nexcoyo, sirviente de mi tío, y el fiel joven Kuetlach. Saludan inexpresivos. El carruaje avanza a trastumbo. El choque de herraduras en guijarros de roca y el rechinar de maderas y muelles oxidados, revientan el silencio del camino. Pinus se cuela en mi entendimiento. Estamos próximos a la villa. Tío Germán y yo, un moño de afecto.
96
Ya nomás por seguirle… Arturo Delgado Sánchez
Miguel Ángel, ni siquiera pensaba estudiar el bachillerato; él seguía en su juvenil vida vendiendo por las calles las barras de amaranto con miel y nuez, que preparaba semanalmente de acuerdo con una receta familiar que su abuelo le había enseñado desde pequeño. Los días en que no salía con su tabla a vender las alegrías trabajaba en la escarda o regando los cultivos todavía existentes allá por Tulyehualco. Trabajar desde la niñez era una costumbre muy arraigada en su familia y, por supuesto, agotadora. Por eso cuando en la secundaria finalizaban los periodos escolares y llegaban las vacaciones, solía decirse animado: “ahora sí, ya vamos a salir de vacaciones: ¡qué padre!” Pero su 97
entusiasmo se venía a tierra cuando, al llegar a casa con la boleta de calificaciones finales, su madre le informaba que, a partir del primer día de asueto, se tenía que reportar muy de mañana con don Pancho, pues ya lo había alquilado para que le ayudara a este señor. Miguel jamás veía en sus manos el dinero de
ese
trabajo,
pues
sus
empleadores
le
entregaban por adelantado a su mamá el salario que a él le correspondía. Si en determinado momento, Miguel Ángel llegaba a pedir una explicación al respecto, su madre, le respondía enfática: — Pos, ya lo gasté en cosas de la casa, ¿qué querías?, ¿de dónde crees que comes, vistes y calzas? Cierto día, por pura casualidad, su primo Filoteo le hizo saber que las inscripciones para entrar al bachillerato de la UNAM, estaban próximas, pero era necesario entregar toda la 98
documentación correspondiente hasta allá por la avenida del IMAN, en el local de registro. La tarde de ese día, al terminar su jornada de trabajo, llegó a su casa y reunió toda la documentación que su primo le había indicado y la metió en un sobre tamaño carta, junto con algunos billetes de cincuenta pesos que tenía guardados en los cajones donde ordenaba su ropa. Muy temprano le pidió permiso a don Pancho
para
faltar
a
trabajar
ese
día,
argumentando que su madre le había encargado unos medicamentos que solo venden en una farmacia del centro de la ciudad. El señor no quedó muy convencido de lo que Miguel Ángel le decía y, a regañadientes, le otorgó el permiso. Como Dios le dio a entender, llegó hasta el Centro de Registro, guiado principalmente por las aglomeraciones de jóvenes que él suponía se dirigían al mismo lugar al que él deseaba llegar, no sin antes realizar el pago de inscripción en un 99
banco. El trámite de registro como aspirante al examen de admisión fue ágil. Al salir sintió un ligero cansancio y se fue a sentar bajo la sombra de una pared alta que daba amplia sombra en la banqueta. Al ver pasar las grandes cantidades de personas que llegaban y llegaban al local de registro, le hicieron pensar: “hubiera aprovechado para traer mi tabla de barras de alegrías; las acabaría de vender bien rápido y hasta me quedaría dinero para comprarme alguna camisita como la que estos muchachones usan.” El día del examen llegó puntualmente a la cita. Como muchos aspirantes, sintió en carne propia el temor de no aprobar al ver a cientos de jóvenes acudiendo para presentar la obligada evaluación de ingreso. Se hizo fuerte y terminó el examen en el tiempo establecido, llenando a lápiz todos los circulitos rojos de la hoja de respuestas. La inteligencia y la suerte estaban de su lado. Pese a sus extenuantes jornadas laborales, 100
aprobó el examen y se quedó en la tercera opción que había seleccionado. Le hubiera gustado quedarse en la primera de ellas —CCH Sur—, pero le tocó su tercera opción. — Algo es algo— dijo conforme. Se inscribió en el plantel universitario. Plantel, regido por un autogobierno que, Miguel Ángel, nunca comprendió a cabalidad. Le asignaron el segundo turno en el edificio K y la mayoría de sus compañeros de grupo eran de su misma edad. Sin embargo, ocurría en Miguel como una especie de crisis personal que afectaba su rendimiento escolar. Era inteligente pero no tenía una motivación extra como el resto de sus compañeros. Además, la necesidad de aportar dinero para su familia era prioritaria. Dicen los que saben de distancias que, cuando se vuelve más apremiante la cobertura de carencias
económicas,
los
padres
suelen 101
menospreciar la formación educativa de los hijos; aunque también, la juvenil edad, no permite dimensionar el valor de la educación a mediano y largo plazo. Conforme los semestres avanzaban, las dificultades abrumaban a Miguel. Atender su trabajo, salir con su tabla a vender las barras de alegrías, el no contar con el apoyo económico necesario por parte de sus padres para comprar libros y a todo esto le sumaba, también, el inicio de su romance con Chelita, una joven campirana que lo traía como trastornado. Finalmente, todas dificultades que rodeaban a Miguel Ángel terminaron por abatirlo. Pero, entre sus pensamientos, algo le decía que debería de terminar el bachillerato, de algo le serviría el papel que le darían. Lo hizo seis años después de los
tres
que
normalmente
establecía
la
Universidad. La materia de Ciencia de la Salud fue su Némesis. El profesor titular de esa materia 102
—antes de morir—, se compadeció de Miguel y le puso
una
calificación
mínima
aprobatoria,
después de infinidad de intentos por pasarla en los exámenes extraordinarios. — Ahora sí que nomás por seguirle; pero te das cuenta de que esto no es igual para todos, por mucho que te lo repitan los presidentes
y
los
secretarios
de
educación— me comentó Miguel Ángel cabizbajo, una mañana fresca de agosto mientras su pequeño y desgastado lápiz, subrayaba
una
a
una
las
ofertas
enlistadas en la sección de bolsa de trabajo de un periódico con fecha de un día anterior. FIN
103
Ensayo
Soledad Temoatzin Madrigal Sandoval Mi única compañía es la soledad. Con ella como, camino, hablo, duermo. No recuerdo la última vez que tuve a alguien que no fuera mi mamá o mi papá con quien hablar de cosas muy mundanas como de esa chica que vi por la calle y me pareció hermosa, hablar de videojuegos, de nuestros colores favoritos etc. Ahora que lo pienso, mis pensamientos comienzan a fastidiarme. Hay veces en las que no puedo
dormir
temprano
por
culpa
de
pensamientos estúpidos. Y cuando logro dormir, duermo en posición fetal, como un bebé... La última vez que tuve a unas personas a quien llamarle "amigo" solo lo fue por un tiempo, por conveniencia. 106
No existía autoestima, pronto aprendí a no confiar en nadie ni siquiera en mi sombra, pero si en alguien podía confiar, con la ventaja de que nunca me iba a traicionar, esa era ella, soledad siempre está conmigo. Algunas veces hablo solo y en ocasiones puedo parecer un loco, pero no lo estoy, solo... solo estoy cansado; cansado de este peso que me lleva aplastando desde los siete años. Tengo voces internas que me dicen muchas cosas, malas, medio malas y solo una voz que me intenta consolar, pero las otras voces la silencian. Por momentos suena en mi cabeza, aunque cada vez se escucha menos. Hasta que ya no la escucho, y ya no se escucha más. Otra voz toma el control, y me dice que acabe con todo; cuando acabe todo ya no me sentiré miserable... que será igual que quedar dormido como cada noche normal... pero siempre me acobardo, me acobardo y no me quedo dormido, porque soy cobarde.
107
Ha pasado mucho tiempo y soledad ya no me visita, solo de vez en cuando me siento triste. Me alegro de no haberme quedado dormido. A veces es bueno ver hacia el horizonte ver la luz.
108
Crepuscular luz de otoño Arturo Delgado Sánchez Pareciera ser un hecho insignificante, pero no por ello —pienso— debe pasar desapercibido; o al menos no para mí. Refiero a las imágenes peculiares que crean los rayos del sol vespertino durante el otoño; murales de luz en las paredes de las fachadas, cuyos rostros urbanos dan al poniente, y que también se aprecian en los reflejos de los cristales de las ventanas e igualmente cuando estos rayos los cruzan. Resultan ser formas atractivas como evocadoras que me hacen recordar etapas de mi vida, en donde estos crepúsculos de otoño cautivaban mi sensibilidad. La mayoría de las ocasiones, cuando he expresado públicamente las sensaciones que despiertan en mí estas postales de rayos del sol en 109
las tardes de otoño, muy de mi agrado, reitero, he sido tachado como un pálido soñador trasnochado que repara en algo que no tiene la más mínima importancia, como para detenerse a pensar en ellas o al menos calificarlas con peculiar encanto. En todo caso, cada uno tendrá la valoración que quiera otorgarles desde la contemplación estética que le despierten estas imágenes que aludo y, también,
porque
no,
formar
parte
de
su
indiferencia, sí así lo desean; pero a mí, por nada del mundo, me van a impedir atesorar y disfrutar estos cuadros vespertinos creados naturalmente por los rayos del sol. Si la memoria no me abandona, las primeras imágenes de luz vespertina aparecieron durante mi niñez cuando, por las tardes, salía tomado de la mano de mi padre a dar un paseo vespertino por las calles del barrio donde vivíamos. Lo primero que llamó mi atención en esas andanzas, fue el reflejo de los rayos solares 110
en las paredes, que incendiaban las fachadas pintadas de colores vivos y parecían adquirir una forma más atractiva al ser vistas con sosiego. Contemplarlas me conducían a lugares que, probablemente, llegue a distinguir en alguno de mis sueños y se volvían realidad durante este caminar vespertino. En mi formación primaria, este mismo sol proyectaba sus rayos vespertinos a través de los cuadros de cristal con los que estaban construidas las
paredes
del
salón
y
los
ventanales
rectangulares que daban al patio de la escuela — cada ventana era sol, cada cuarto era ventanas, afirmó Alfonso Reyes—. Los rayos se introducían irreverentes
al
salón
sin
permiso
alguno,
proyectando una especie de tubo transparente, fijando un punto amarillento en la pared, mismo que, cuando alcanzaba la mollera de mis compañeros, sentados en los últimos mesabancos del aula, estos cabeceaban y se quedaban 111
dormidos hasta ser despertados por la didáctica regla de la maestra. Los agradables rayos vespertinos significaban, para mí, la señal del fin de la jornada escolar por ese día y, eran, además, tan risueños que llegaban a contagiar con su sonrisa al resto de mis compañeritos de clase. Camino a casa, al salir de la escuela, los rayos vespertinos se iban despidiendo conforme las primeras sombras ocupaban las paredes de las fachadas de las casas. Intuía entonces que la noche estaba por entrar y se me haría tarde para llegar a merendar, si no apuraba mi paso. Cierta vez platiqué con mi abuela, al calor de una taza de atole blanco y un pan de panela con figura de puerquito, sobre el placer que estas imágenes vespertinas generaban en mí. Ella me preguntó qué cosa era lo que yo imaginaba de esos paisajes que tanto llamaban mi atención; yo respondía, desde mi infantil visión, que eran como un saludo del sol a la tierra, como una muestra de cariño que 112
se daban entre ellos. La abuela no quedó muy satisfecha con mi respuesta, por lo que me aseguro, desde su fe, que los rayos del sol y las imágenes que formaban eran cabellos que los ángeles dejaban caer a la tierra para que nos diéramos cuenta de que Dios existe. Yo, inocente, aceptaba complacido su respuesta. En los fines de semana del otoño, subía a la azotea de mi casa para advertir la caída de los rayos vespertinos en las fachadas y ventanas de los vecinos. Por las observaciones que llegué a realizar, reconocí que las imágenes producidas por los rayos del sol no duraban más allá de hora y media, siempre y cuando, claro está, la tarde no se nublara o cayera un feroz aguacero que resfriara a la gente y me impidiera disfrutar de este cromático paisaje. En esta contemplación, venían a mi mente las actividades que hacían los antiguos mexicanos al analizar este tipo de eventos y, de las cuales, mis profesores afirmaron en clases que 113
eran unos verdaderos expertos en el conocimiento del movimiento de los astros, particularmente del sol, de lo cual derivaron un calendario tan exacto que impresionó a propios y extraños. Desde luego que yo no era ni mucho menos un experto como ellos, solo me dedicaba a disfrutar las postales hasta que las sombras de las noches me sorprendían o el viento frío del otoño abrazaba mi cuerpo. Concluía que las imágenes solares vespertinas no siempre eran las mismas, pero eso sí, cada una de ellas se distinguían por su singular belleza. También llegué a reconocer que los crepúsculos de otoño, bañando fachadas y ventanales, no eran los mismos en la ciudad que en las pequeñas poblaciones de provincia, había algo que no dispongo de las palabras certeras para describir claramente la diferencia entre paisajes. Obviamente, ambas imágenes, desde distintos puntos geográficos, eran majestuosas, cada una de 114
ellas con su dosis muy propia de encanto, de insólita
presencia,
de
colores
ruborizados,
fascinación de rostro sonriente. Despeinado y dulce, claro y amarillo, gradualmente asocié estos paisajes a las palabras que Reyes expresa en su Sol de Monterrey, y lo que mis sentidos atrapaban las tardes de rayos de sol otoñal, en las fachadas de mi ciudad y de las ciudades de otras latitudes. En la etapa madura de mi vida, tuve la oportunidad de colaborar en la Biblioteca Vasconcelos, ese espacio monumental como imponente en su estructura y arquitectura que, dentro de la misma, uno parece atrapado tras los costillares de una ballena disecada, inerte, y que a sus costados se cuelan impacientes los rayos del sol: por la mañana, los rayos toman por sorpresa los ventanales del lado oriente y, por la tarde, se filtran los rayos solares entre los ventanales del lado poniente que dan hasta los espacios de los acervos y algunas secciones de lectura. El paso de 115
los rayos por los ventanales del poniente, eran los que más me cautivaban, pues brindan un espectáculo
impresionante
por
la
tarde,
principalmente. Tanto que, cuando algunos colegas llegan a cuestionarme sobre lo que más añoro
de
esa
biblioteca,
sin
pensarlo,
inevitablemente rescato aquellas tardes regadas de sol al interior de esa biblioteca, mismas que evocaban mi niñez fresca y apacible; aunque, en igual modo, en la biblioteca donde ejerzo actualmente, también ingresan furtivos los rayos de sol vespertino, aunque, debido a las polarizadas paredes de cristal con las que cuenta esta biblioteca, no llegan con la misma intensidad a la que acostumbre disfrutarlos desde tiempo atrás. Cuánta razón tenía Paz: bajo los arcos de la luz penetro los corredores de un otoño diáfano. La otoñal tarde continúa incendiando mis ojos, como desde aquella vez que se hizo a mí en la infancia.
116
Crรณnica
El temblor de 8.1 Dra. Aurora Luisa Hercog Linazasoro Era jueves en la mañana mi esposo había salido temprano, porque daba clase en el Hospital de Jesús, a las 7:00 a.m. Le había dado de desayunar y llamé a dos de mis hijos para que se levantarán. Les estaba dando el desayuno a los mayores cuándo
empezó
el
temblor.
Seguimos
desayunando, pero les comenté: “este temblor está muy fuerte se siente como el del 57, ojalá que no haya problemas en la ciudad”. En ese momento empezó a trepidar, el agua se salió de la cisterna igual que el comedor. Me asusté, estaba muy, muy fuerte, pero nuestra casa está bien construida y no le pasó nada. Terminaron de desayunar y les dije “vámonos a la escuela”.
118
Nos subimos al auto y saliendo a la calle me di cuenta de la gran alteración de los vecinos. Tomamos la calle de Marcos Carrillo para entrar al Viaducto y en Coruña di la vuelta y les dije “hoy no vamos a la escuela se quedan en casa”. Siempre he tenido miedo de morir ahogada en el Viaducto, desde que lo entubaron, porque toda mi infancia vi correr el río de La piedad que iba hacia el este. Y supongo que entroncaba con el de Churubusco; en aquel entonces yo era una niña pequeña y la colonia donde vivo, la Viaducto era un llano, que en época de lluvias, se llenaba de flores amarillas parecidas a las margaritas, y los chicos con los que jugaba en la calle hacían túneles. Entonces se jugaba patada al bote, y todos corríamos a escondernos entre los túneles, mis amiguitos solían agarrar ratitas, eran ratoncitos pequeños y les amarraban un hilo a la patita trasera y los andaban paseando. En ocasiones cuando yo salía a jugar, a veces me regalaban uno, 119
y nos divertíamos echando carreras con ellos, pobrecitos, ¿verdad? Pero al llegar la tarde, nos aburríamos de jugar con ellos, y mis amiguitos les quitaban el hilo con los que los habían amarrado. Para nuevamente regresarlos al campo libres. Los días que hacía mucho calor después de estar jugando, algunos decían vámonos a nadar al río, y se quitaba la ropa y se metían en calzones. Yo sólo los miraba desde la orilla, porque, siempre me habían prohibido meterme al agua, y con mucha razón porque no sabía nadar y esos otros lo podían hacer cuando era época de secas, en que venía con poca agua, y estaba muy tranquilo; porque en época de lluvias, venía muy fuerte, turbulento, sucio de ramas, hojas y tierra. Regresando al momento del temblor… Di vuelta con el coche y regresamos a la casa.
120
Temblor de 1985 Patricia Morgado Era un día normal como cualquier otro. El despertador empezó a sonar a la 6:00 a.m. No despertaba, me encontraba con flojera, pero al fin lo logré. Lo primero que hice fue meterme a bañar. Cuando salí del baño, ya tenía preparado el uniforme de mi trabajo. Desayuné algo ligero y me dispuse a salir para tomar mi camión para llegar al metro. Subí al camión y venía lleno; no pude sentarme y me sostuve del tubo. Eran ya las 7:19 am cuando un movimiento sísmico nos sorprendió. El camión se empezó a mover bastante fuerte. La gente empezó a gritarle al chofer que parara para poder bajar. Era impresionante como se movían los edificios y chocaban entre sí. Se escuchaba como se rompían 121
vidrios, la gente gritaba, era muy intenso; ese minuto y medio que duró, dejó muchos edificios dañados y otros totalmente aplastados. No se veía nada del humo que ocasionó la caída de los edificios. Se escuchaba sirenas, cruces, bomberos, era un caos. No hubo transporte para regresar a mi casa y tuve que caminar mucho para llegar, pero todo lo que veía, era que la gente trataba de ayudar en los escombros. Eso era algo muy feo, se me salían las lágrimas y me ponía a temblar; ya quería regresar a mi casa para saber de mis hermanos
y mi familia, esperaba que nos les
hubiera pasado nada. Cuando pude comunicarme con mis hermanos, todos estaban bien, gracias a Dios. Toda la gente trató de ayudar para quitar piedras y escombros, para salvar a las personas que salían heridas. Los vecinos que conocía estaban preocupados por los niños que entraba a las 7:00 a.m. Algunos vecinos fueron caminando a 122
buscarlos a las escuelas. Nadie sabía nada de lo que ocurría, la gente lloraba mucho. Yo traté de comunicarme con mi abuelita, y mi tía me dijo que estaban bien todos, que no me preocupara, que me fuera para su casa, para que no estuviera sola, mis hermanos también iban para la casa. Todo el día se escucharon muchas sirenas, ambulancias y patrullas, se sentía hasta escalofrío, y el olor a gas en toda la ciudad se podía percibir. No había agua en la casa, los vecinos se mantuvieron unidos, yo traté de estar tranquila para poder ir a la casa se mi tía. A veces la gente me dio un aventón, como pude llegué a la casa de mi tía. Algo de comunicación se escuchaba, muchos edificios de Reforma, Centro, Juárez y colonias de la Colonia Roma, se habían caído, también escuelas. Era algo horrible, no se podía calcular todo lo que había pasado. Mucha gente muerta y muchos heridos. No podíamos creer, que ese movimiento 123
de un minuto y medio fuera catastrófico, pedíamos oraciones por las personas. Poco a poco fueron llegando mis hermanos y algunos primos, ese día ya nadie trabajo. Se pusieron de acuerdo para llevar agua a las personas que estaba ayudando y algo de comida. Las personas se unieron para ayudar, todos los medios de comunicación también. Todo el día se hizo muy lento por todo lo que había pasado, pero teníamos que seguir para apoyarnos y no decaer, debíamos estar unidos en las buenas y en las malas. Eso fue la más importante que aprendí: que debemos estar más unidos. Mucha gente que estaba atrapada la pudieron sacar de los escombros. Es algo que vivimos los mexicanos y que estuvimos muy unidos por ésta situación. Fue cuando nos dimos cuenta que lo más importante es ayudar cuando hay necesidad. Lo que 124
realmente importa es luchar para seguir adelante, y así nos volvimos a levantar, duró mucho tiempo, pero lo logramos con esfuerzo y dedicación. Y así seguiremos siempre. Fue mucho dolor porque mucha gente perdió a familias enteras o algún familiar muy querido. Lo importante es que seguiremos
apoyándonos
siempre
que
lo
necesitemos. Gracias.
125
Pasó en el Centro Histórico de México Ce-Acatl Hernández Mora Podrías ser uno más de esos peatones o ciclistas que pululan por todo el país… De que lo eres, es probable. Lo digo porque hasta los que manejan automóviles a veces les gusta montar en bicicleta o salir de compras, o a dar el rol. Lo que voy a contar pasó en octubre de 2020. Ocurrió para ser exacto, en una calle del Centro Histórico, en dónde ¿qué creen que pasa a parte de coches privados?, el Metrobús. Pues sí, en esa calle ajustada pasa el Metrobús, ese transporte que se dice que es muy rápido y que supera al transporte de bus. Allí, en una calle cerca del Salvador, conducía una camioneta un joven de menos de 126
treinta años. Y detrás de él, estaba una bicicleta y su conductor. Cosas del destino, ocurrió que la camioneta verde se encontró con el Metrobús. Y aunque la camioneta iba hacia un sentido y el Metrobús hacia otro, resulta que habían parado un carro en el carril del Metrobús; debido a ese carro mal estacionado, ocurría que el Metrobús no podía pasar. Entonces, el joven de la camioneta se hizo hacia atrás y sin darse cuenta daño a la bicicleta. Yo estaba cerca de allí y escuche toda la discusión y el problema. El ciclista reclamaba: “¡Qué pendejo!, ¡bájate que me golpeaste!” Y el conductor le decía al ciclista que se calmará, que porque no lo había visto. Seguía reclamando el ciclista, pero no decía claramente lo que quería, sino solo irradiaba irá y agresión. Ante esa situación el del carro agarra y dice: “No te voy a pagar nada”. Y que se va 127
volando. Serian menos de dos minutos, y el ciclista intentaba perseguir a la camioneta. Yo digo que sin éxito, ya que tendría que ser muy buen corredor para lograr alcanzar aquel monstruo máquina. Finalmente no sé qué habrá pasado con esa situación, pero una cosa es cierta: en una ciudad tan grande, es difícil que un ciclista triunfe sobre el transporte motorizado. De un peatón, menos podemos decir que triunfe sobre el automovilista. Sin embargo, cada vez hay más carteles o leyes o acciones que les dan espacios a los ciclistas, para que situaciones como la anterior se repitan cada vez menos. No sabemos qué pasará en el futuro. Allí queda para cada uno de los que lee, el juicio tanto al conductor de la camioneta, como al ciclista o al conductor del metro bus, o a la
128
gente
que
solo
se
quedó
viendo.
Poesía
Poesía No. 1 Luz de luna escucho tu llamado, para allá voy a toda prisa en busca de tu canción. Dulce compañía de mi tranquilidad. Vuelve a toda prisa como un colibrí manso en busca de su dulce néctar de alegría.
130
Poesía No. 3 Voy muy rápido y deprisa a llevar la noticia de esa linda sonrisa que hechizó mi corazón.
131
Poesía No. 4 Tu rostro es el sol que me despierta cada [día. Mi alegría y vida no serían nada sin ti. Como un hombre perdido y sediento que busca agua, enloquecería sin tus caricias y besos. Temoatzin Madrigal Sandoval
132
Velut umbra A Edgar Allan Poe Como una nube, como una nave. Ominosa enfermedad del alma, monstruo perpetuo hecho de calma. Oscura, silenciosa y nocturna ave. Una característica que nombra nietos y descendencia heroica. Artística y en valentía rica. Sí, aunque marcho por el valle de la [Sombra. Ocaso y crepúsculo de penumbra, maligna bilis ambivalente. Buena o mala, está siempre presente. Relámpago de tristeza. Ente, audaz inspiración, muerte ausente … melancolía es velut umbra.
133
El duende El duende… ¿En dónde está el duende? En la noche fusilada por balas de plata. En el ocaso del gigante astro naranja. En la inmensidad de las nubes celestes. ¿En dónde está el duende? En el abismo del oscuro fondo marino. En las siniestras entrañas de la tierra. En las profundas cavernas subterráneas. ¿En dónde está?... En algún antiguo secreto familiar. En la ausencia de su cuerpo. En mi roja sangre derrotada. Este duende no se calla, ni vacila. Este duende brota cada día con el húmedo fuego de la herida. Este duende tiene sed y hambre. Este duende come carne y muerte. 134
Nocturno Esmeralda ¿Volverá mis oscuras fantasías, en las noches, a soñar con el mar? ¿Romperán las arenas con mi amar? ¿De las olas espumosas, sombrías, entrarán las nocturnas agonías? ¿En la playa de mi hogar, Miramar, saciaré mi solitario soñar? Mis tinieblas, las lunas y los días, esmeraldas serán. Y mi rocío rasgará de colorado limón a los rayos del sol. Y el amorío. las luciérnagas jade, el corazón de colibrí y el verde helecho del río a mi oído llegarán con pasión. Leonardo E. Arteaga Ibarra
135
En esta ciudad Salgo de madrugada, la ciudad sabe a soledad y a peligro en cualquier esquina. A cemento frío de banquetas reventadas por el tiempo, avenidas solitarias ávidas de suelas que multipliquen las prisas. Los perros ladran, el paso titubeante de los extraños, las aves tímidas esbozan sonidos al amparo de las colgadas ramas dispuestas al viento. Las casas se ordenan en frías hileras con muros de puertas y ventanas clausuradas al riesgo, en su interior, los sueños 136
aún se acurrucan entre sábanas tibias en lo que queda de noche. La ciudad sabe de ti, lo sé desde la lógica de mis absurdos y de los sueños donde deambula mi locura. A la ciudad le pregunto por ti guarda su respuesta y agacha el semblante, esconde su mirada gris, me da la espalda de muro devastado por el tiempo sotera mi zozobra en la indiferencia del asfalto. Esta ciudad con cuerpo de cemento de humo por aliento sabe de ti, narra tu historia de todos los días, 137
los apuros de mañanas abandonando tu cama agua tibia apartando espuma y pereza hasta la coladera de tu paciencia a mitad del día, cuando un barquillo de vainilla besa tus labios y te endulza la vida de la fuerza que empuja, de la flaqueza cuando exiges sábanas para el reposo luego de tensas horas. Sabe de ti lo reconozco porque calla y otorga, porque sabe todos los caminos de tus pasos nómadas, de los recintos en que ingresas he impregnas tu aroma en ellos de los escasos prados que reciben la finura [de tus pies, de tu voz que hace 138
añicos la inexpresiva contestación de aquellas esquinas en que acordamos citas con la expresión fácil de nuestro afecto. Esta ciudad alguna vez se acercó a mi oído murmuro a baja voz tu nombre en la frecuencia del viento vaticinó tu llegada en los naipes de la suerte y me hice a sus calles convencido que entre sus muros, banquetas, asfalto, humo y esquinas te harías a mi encuentro como el águila y la serpiente marcaron la tierra prometida. Esta ciudad sabe de ti y procuro hacerme a ella, para que me entregue 139
las coordenadas donde te ubicas, EdĂŠn donde tu cuerpo florece a un palmo de la manzana que coqueta guiĂąa mi condena.
140
Lluvia triste Lluvia de pertinaz, descenso al margen de la voluntad. De mar y montañas venida tránsito de rayo y furia, nublada presencia, gafas de ciego al sol. Plegaria en la cañada al pie de la ofrenda viva, llama titubeante entre la sombra, espera de las nubes petición cumplida. Silente mañana húmeda discusión de viento y descarga el trueno voz de batalla para avanzar a la tierra, 141
rendición de vagabundas osadías. Alguien escribió tu historia (o algo así por el estilo) y las gotas mojaron el cuaderno hasta hundirlo en oscuras aguas. Vienes lluvia con llorosos ojos, extiendo el pañuelo reconozco la dimensión de tu pena, posa tu lamento en mi hombro y déjame conocer los agotados latidos de tu alma. Por si de algo puede ser útil en ti mi presencia. 142
En mi letra Acudes al rostro blanco de la hoja que aguarda mi tinta traduce mi mano en ella el discurso de tus facciones. Hablar interminable de rasgos en su legĂtima expresiĂłn, diĂĄlogo en el silencio de tu imagen y mi pluma en este oficio obstinado por descifrar tu presencia en este furor de letras buscando saber de ti. Trazo de palabra incansable que asfixien la indiferencia y se prendan al asombro en cualquier parte 143
del dĂa. Vocabulario dispuesto para escribirte en poesĂa hilvanar cada signo en horizontales costuras, resaltar tu nombre con toda la claridad hasta brillar en pupilas ayer de advertencia parda. Hoy encandilada vista que rige mi cavilar exterminio de fantasmas que acobardaban ideas arrebujadas en pluma, de lĂłbrega torpeza, ahora lucido cantar seduciendo sentidos. En este dar con tu noche en donde cuelgas tu luna para alumbrar la llegada 144
de los enunciados en fila para decirse en voz alta con gracia discrecional junto al maullar de los gatos, el violín de los grillos, el ulular de los lobos, silbidos de pájaros nocturnos como sonidos de fondo del recital de dementes de los que escapan de un sueño donde es rey el silencio y la imaginación canta en la torre. En esta prosa que eres el pretexto de lo sublime mis líneas corren en fuga tras de tu magia esquiva advenedizos caminos, en los que suelo extraviarme 145
hasta dar con tu diáfana letra que se ajusta a mi verso, savia clara que transcurre de lo efímero a lo perenne en este jardín de luces qué ciega la necedad. La libreta está saciada del ensayo y el error próxima al desecho de escritos que no cobran vida en ella no va tu efigie que sin recelo mantengo frotar de tinta y papel donde apareces centella incendiando mi exposición en altas horas de luz en qué conjugo tu nombre y entono fuerte tu rima. Acudes al rostro blanco 146
de la hoja impetuosa que grita mi tinta. Arturo Delgado Sรกnchez
147
Calaverita Estrenó el año la parca. Repartiendo en todo el mundo un COVID bastante inmundo, cuál si fuera buena marca. Pero a México suertudo. Nos vinieron a regar un coronavirus chino que resultó a todo dar. Porque no hizo ni cosquillas en toda la sociedad. Hizo con el COVID rosquillas y las engullo en cantidad. De todas formas nos fue muy mal [a los mexicanos, 148
pues la ONU nos mandó a quedarnos encerrados con cubrebocas tapados hasta los ojos y manos. Nos prohibieron las pachangas, las fiestas y los jolgorios. Nos ataron las mangas hasta abajo de los hombros. Y si no fuera por Claudia, que luchó con mucha enjundia, nos meten toque de queda. Y que se salve el que pueda. Al fin y al cabo mexicas somos bien, bien resistentes. Y con uno que otro enfermo, y también algún "pelado", 149
cubrimos con nuestra cuota, sin darnos a la derrota. Y esperemos bien pendientes, y con oĂdo avispado, la junta de presidentes y lo den por terminado. Dra. Aurora Luisa Hercog Linazasoro
150
Calaverita del año.Año de encierro y pena. Año de tos que no acaba. De china dicen que vino y se va a la china. 2020 es el año, dónde la testadura huesuda se llevó a muertos de COVID o de miedo o de crisis... y también a este famoso año se lo llevará al [más allá. Año de peste y encierro. "Les hago un gran favor llevándome al 2020 y con eso su terror", 151
alardeó la huesuda. Dos meses o menos ya, de vida para este [año. ¡Qué no vuelva, que muera ya! Ce-Acatl Hernández Mora
152
Teatro
La feria súper morada Andrea Morales Castillo Personajes: Carmina: 10 años Oliver: 38 años Mamá de Carmina. Personajes ambientales: policías en la estación. Primer acto Los personajes están haciendo fila en la noria de la feria, en el fondo se oyen gritos y sonidos de niños. Hay mucha gente en la fila, todas y todos hablan entre sí o ven sus celulares.
154
Carmina:
(Hablando
hacia
Oliver,
mientras toma de su refresco) ¿Puedes creer que puedo recordar mi pastel de tres años? No sé por qué nadie me cree, así son los adultos, no confían en nada, pero yo sí confío en ellos; obviamente no tanto como en mis perros; creo que las mascotas deben ser algo así como psicólogos, no sé, siempre te escuchan, no te juzgan y son los únicos con los que tendrás la total seguridad de que no contarán un secreto. Oliver: (Desesperado) Muy interesante niña, pero ya me estoy preocupando, tu mamá dijo que no tardaría, seguro me quiere ver la cara de tonto y dejarte conmigo, ¡qué, nadie piensa en mí! ¿Se cree que tengo todo el tiempo del mundo? O más bien, ¿piensa que tendría ganas de dejar mis ocupaciones para cuidar a una niña de 5 años? Carmina: (Enojada, levantando la voz) Para empezar, tengo 10 y no quiero que resuelva
155
mi vida, solo quiero salir de ésta fila; ya llevamos 20 minutos aquí. Oliver: No podemos movernos. Tu mamá dijo que iba a venir aquí mismo, tendremos que esperar más, pero a ver dime ¿yo qué culpa tengo de los descuidos de tu madre? Por algo decidí no tener hijos. Carmina: Yo tampoco quiero tener hijos, ya lo decidí, Galilea dice que contaminan mucho; no entiendo muy bien eso, pero si entiendo que no quiero contaminar. Imagínese usted, si se acaba el mundo, no quiero ni pensarlo, ya ni siquiera seré grande, el mundo se perderá de la Carmina del futuro. Oliver: Sea como sea, el mundo se va a acabar, así que mejor ni me preocupo por eso, ¿qué se puede hacer? No va a cambiar el mundo porque dejemos de utilizar las bolsas de plástico, el problema es de las grandes empresas, ahí yo ni
156
entro ni salgo, ya es su problema, mientras yo vea salir el sol, todo bien. Carmina: (Un poco ansiosa, sin detenerse en los que dijo Oliver) ¡Señor, quiero más refresco, quiero más! Oliver: A mí ni me pidas; este es mi refresco favorito y no pienso dárselo a una niña que acabo de conocer en la fila, ¿qué refresco estabas tomando? Carmina: Es una mezcla de Red-bull y Vive 100, yo la inventé. Oliver: (Sorprendido y exaltado, dice levantando la voz) ¿Quéeee? ¿Tu mamá te lo permite? Carmina:
No,
nunca,
por
eso
hoy
aproveché que había refil gratis y ¡wow!, esto está loquísimo, nunca me había sentido así, tan emocionada, tan, tan, tan, ¿me entiende? Me siento muy mucho, muuuy mucho, pero muy. ¡Ya
157
quiero más refresco, por favor, no se imagina cuanto lo necesito! (dice berrinchuda) Oliver: (Volteando los ojos desesperado) Lo que me faltaba, ahora estoy a cargo de una niña casi borracha, ¿sabes qué? Vámonos a buscar a tu mamá, no creo que sea tan difícil encontrarla. Segundo acto Oliver
y
Carmina
dan
vueltas
desesperados por los alrededores de la Noria. Oliver (pensativo y hablando para sí mismo): Como me voy a ver yo frente a todos si llego con una niña, ¿qué tal si me busca la policía? O sea, todo lo que he construido, el nombre que me he creado, ¿y ahora? Carmina: (Carmina jala a Oliver para llamarle la atención) Peor para mí, ¿cree que quiero pasar mi vida en una feria? Tengo mucho 158
que hacer allá afuera, necesito una carrera universitaria, una casa, un coche, toda una vida me espera, ¿es que no lo entienden? No puedo esperar a que pase el tiempo, necesito ya empezar con mi vida. Oliver: Mira, lo único que entiendo es que tendré problemas si no te devuelvo con tu madre. Carmina: (Con los ojos muy abiertos y haciendo ademanes exagerados) Sí y yo tengo mucha energía, demasiada energía, tanta que podría hacer funcionar esta feria, de hecho sería un desperdicio de mi energía; es más, podría hacer funcionar una ciudad, ¿entiende? ¡Una ciudad entera! En el futuro seré la niña que iluminó una ciudad entera en un día con solo tomar Red-bull y Vive 100. Oliver: ¿Siempre eres así? Carmina: No, mi mamá dice que soy una niña muy tranquila, eso sí, siempre he sido
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centrada, desde que nací, supe que estaba hecha para cambiar al mundo. Oliver: Eso piensan todos y todas. Carmina: Yo no solo lo pienso, yo lo sé, tengo ese gran presentimiento. Oliver: ¿Cómo cambiarías al mundo? Carmina: Todavía no lo sé, por eso debo estar ya en el futuro, por eso debo encontrar a mi mamá, y que me lleve por más refresco y ya irme a mi casa y saludar a mis perros y contarles de usted y que no me digan nada como siempre y que yo les diga que me digan algo y que ellos sigan sin decirme nada y, y… Oliver:
(Interrumpiendo
a
Carmina)
Perdón por mi falta de interés, pero la verdad no me importa lo que dices, vamos a la estación y ahí veré que pasará contigo, tal vez tu mamá ya esté ahí. No seguiremos dando vueltas en vano, mis rodillas son muy sensibles y ya no doy para más.
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Carmina: Tal vez te falte calcio, Galilea me dijo que las cáscaras de huevo tienen calcio, ni modo, tendrás que comer cáscaras de huevo. Sí, es muy asqueroso, pero parece que todo lo curativo debe ser asqueroso, como el jarabe, ¿a quién se le ocurre ese sabor? ¿No piensan en nada? Oliver (para sus adentros): ¡Ayyy en qué me metí, yo que culpa tengo! Carmina: Te estoy escuchando, fuerte y claro; tengo muy buen oído. Mi mamá dice que soy como superdodada, o ¿dorada? ¿yodada? ¿morada? ¿súper morada? Ja, ja, ja creo que mi mamá dice puras babosadas, ¿cómo súper morada? Oliver: (más desesperado tocándose las sienes) Súper dotada, do-ta-da. Espera, creo que por fin veo la estación. (Dice emocionado señalando con el brazo) Carmina: ¿Estación?
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Oliver: Para niños y niñas perdidos, ya por fin me libraré de ti, no puedo creer que mi día se haya arruinado por ti, todo iba tan bien. Ven, ya vamos. Tercer acto Oliver y Carmina están sentados en la sala de espera de la estación de policía, esperando alguna respuesta de los policías. Carmina:
(sentada
balanceando
sus
piernas dice dirigiéndose a Oliver) Cuando llegue a mi casa voy a escribir esto en mi diario y cuando sea grande lo voy a leer, a ver qué piensa la Carmina del futuro. O tal vez se lo leeré a mi perro del futuro, que seguro ya va a poder hablar, espera un momento, ¡tal vez eso es! (dice Carmina dando saltos exageradamente altos y sin ritmo) 162
Oliver:
¿Qué?
(pregunta
desanimado,
mientras esperaba con los cachetes hundidos entre las palmas de sus manos) Carmina: (Deja de saltar) ¡Lo que haré en el futuro para cambiar el mundo! lograr que los perros hablen, ja, ja sería genial, muy genial; yo platicaría con ellos, seguro hablaríamos de política, porque obvio los perros tendrían los puestos de política, ¿sabes lo que quiere decir? Que entenderé la política, ese es mi futuro, por fin seré un adulto con una buena plática de adulto. Oliver: Yo por eso ni tengo perros. Pensar en tener que limpiar los desechos a otro individuo, vacunarlo y alimentarlo, no, yo no, eso sí que no. Carmina: Espera un momento, ya no le dije cómo era mi pastel de tres años, ja, ja, ja como se me pudo pasar, es súper importantísimo, era una pastel del elefante morado, de Winnie Pooh, ay, a mí me encanta Winnie, me sé todas las
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canciones, y puedo imitar la voz de sus personajes, ¿quieres escuchar? Oliver: No. Carmina: (Muy enojada, dice con la voz entrecortada) Bueno, será fácil encontrar a alguien que sí me escuche y me apoye. Porque se ve que para ti el único importante eres tú. (Carmina enseguida le saca la lengua a Oliver. Intenta que los demás en la estación le hagan caso, pero son indiferentes a ella.) Oliver (ve que nadie le hace caso a Carmina): Oye espera, ¿qué tratas de decirme? Carmina: Que no le importa nadie más que usted. Oliver: (dice subiendo el tono de voz, pero intentado no gritar) ¡Ah! ¿Entonces crees que deba de perder mi tiempo fingiendo interés de hablar con una niña que está obsesionada con su futuro? Carmina: ¿Obsesionada? 164
Oliver: ¿No me importa nadie más que yo? Carmina: Egoísta. Oliver: ¿Ahhh sí? (dice Oliver ofendido) pues tú eres una grosera. Carmina: ¡Tú un aburrido! Oliver: ¡Súper morada! Carmina: ¡Súper menso! Oliver: ¡Parlanchina! Carmina: ¡Infantil! Oliver: ¡Borracha! Carmina: ¡Señor niño! Oliver: ¡Niña señora! Mamá de Carmina: (con el rímel corrido y el chongo caído, entra a la estación directamente hacia Carmina) ¡Hija! Carmina: ¡Mamá! En ese momento, Oliver se da cuenta de que todos los policías de la estación estaban presenciando su pelea, voltea hacia todos lados apenado. 165
Mamรก de Carmina: Hija, por fin te encuentro (dice la madre intentando respirar. Carmina y su mamรก se abrazan fuerte) FIN
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Las Amigas Patricia Morgado Personajes: Norma Adriana Primer acto Tocan la puerta. Norma está sentada en la cocina. Norma: Sí, está bien pasa, estoy en la cocina haciendo una gelatina, vente para acá. ¿Qué te pasa? ¿Qué bueno que vienes a verme?
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Adriana: ¡Ay, amiga! Ya no sé qué hacer. Desde que me levanto voy al baño para fumar un cigarro, y luego me siento mareada. Norma: ¡Ay, amiga! Tienes que tratar de dejarlo para que no te vayas a enfermar. Adriana: Tengo muchos problemas con mi esposo y mis hijos, se enojan mucho porque cada rato me estoy cayendo en la casa, y a veces me llego a lastimar por los ataques que me dan. Norma:
¡Amiga!
Necesitas hacer un
esfuerzo para que te sientas mejor y no tengas tantos problemas. Adriana: Todos los días voy por la leche, pero siempre con los cigarros. Es un vicio. No sé qué hacer. Por eso quiero que me aconsejes, ¿Cómo ves? ¿Crees que me puedas venir conmigo a caminar para hacer algo de ejercicio? Norma: ¡Claro, amiga! Me gustaría, porque yo soy muy aprehensiva y eso me va ayudar a estar mejor. Yo también me siento muy mal de 168
saber que te puede pasar algo, como un golpe cuando te dan los ataques. Adriana: Gracias Amiga, espero mañana nos veamos a las 8 de la mañana en las canchas. A mi esposo le va a dar mucho gusto porque no fuma y le molesta el olor del tabaco. También quiero pedirte de favor que me enseñes a cocinar alguno postre para mis hijos, como la gelatina o pan queso con zarzamora que te muy rico. Norma: Sí, es bueno que te acompañe y vayamos a caminar; así platicando se nos va ir el tiempo más rápido y tendremos más energía para hacer nuestras actividades.
Así me levanto
temprano y se me va a quitar esa sensación de flojera que a veces me pasa muy seguido, creó que cuando estoy estresada, me duele mi cabeza amiga. Adriana: ¿Qué bueno
que esto nos va
ayudar a las dos amiga? Me parece muy bien, así
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no vamos a pensar lo que nos ésta pasando, ni lo del tabaco ni lo de tú estrés. Norma: Me parece muy bien y así vas a estar contenta con tu esposo y tus hijos que te quieren mucho amiga. Adriana: Tú también cuídate mucho, te quiero. Se despiden de beso, y se dan un gran abrazo. FIN
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Izquierda o derecha Temoatzin Madrigal Sandoval Personajes: Enrique y Jorge amigos desde 2 años y medio. Primer acto Dos amigos en un coche, rumbo a una cita doble. Enrique: Oye, písale más al acelerador, Jorge, vamos a perder nuestra cita doble y va a ser por tu culpa. Jorge: Ya cálmate Enrique, no seas impaciente ten paciencia vele el lado bueno así 171
nos van a querer más las chicas, eres muy negativo. Enrique:
Y
tú
eres
extremadamente
positivo, no hay nada de malo pero lo llevas a veces a extremos. Jorge: Y tú eres exasperante, eres negativo serena tu mente. Enrique: Quedamos con las chicas a las 4:00 en punto, te recogí a tu traba... Un coche se pasa el semáforo en rojo, Enrique toca el clackson furioso ¡clack clack claaack! Enrique: ¡Fíjate ciego! Jorge se toca el pecho a distancia de su corazón y su rostro refleja miedo y enojo, Enrique sigue conduciendo. Jorge: Cálmate Enrique, no grites por favor...de nada sirve. Por lo que veo conducir es muy tenso, ya entiendo el por qué mi padre a veces llegaba enojado después de trabajar. 172
Enrique: ¿Tu papá trabajaba en taxi? Disculpa pero no llevamos mucho tiempo de ser amigos. Jorge: No, él era paramédico y siempre conducía la ambulancia, llegaba siempre tarde. Recuerdo escucharlo abrir la puerta y oír su refunfuñar, siempre subía a mi cuarto para darme un beso en la frente e irse lentamente cerrando la puerta detrás de sí. El coche hace ruidos Enrique: se oye como un papá muy amoroso y trabajador. ¿Y qué hay de tu mamá? ¿Ella de que trabajaba? Jorge: Ella era maestra de secundaría. Trabajo 25 años en el sector público, después estuvo 2 años inactiva, y después se metió a enseñar a una escuela privada, nunca me falto nada tuve las cosas justas, comida ropa, educación de calidad me cuidaban y amaban mi niñez fue muy bella. 173
El coche se frena de golpe, Enrique lo intentan hacer arrancar, Jorge calma a Enrique Enrique: Me lo cuentas con mucho cariño. Yo tuve una infancia feliz, por lo menos hasta cuando cumplí 18...tuve depresión y me duro 5 años, no dure más con ella gracias a Dios. Enrique impaciente acaba de hablar Jorge: Pero, ¿por qué tuviste depresión Enrique? Calma, ahora se soluciona, sigamos hablando (Jorge le da una palmada en el hombro a Enrique). Enrique: Bueno...es una historia larga [exhala e inhala] pero te la puedo resumir. Jorge: Asiente con la cabeza mientras Enrique busca algo en los asientos traseros y le pide ayuda a Jorge. Enrique: Un mal día me sentí terrible de salud, al ir al hospital a que me atendieran el médico me dijo que físicamente estaba bien, y me pregunto si yo tenía historial de ataques 174
depresivos en el pasado, le dije que no así que me dijo que tenía que ir con el psicólogo, que existía la posibilidad de tener depresión. Jorge: Hay amigo lamento oírlo. Lo dice mientras se reincorpora y sale del coche, seguido de Enrique Jorge: Enrique ve a ver esto, una de las llantas se ponchó. Enrique se da un zape en la frente Enrique:
Tendremos
que
irnos
en
transporte público Jorge, o de plano cancelar la cita, porque sin llanta y gasolina no podremos ir en el coche. Jorge: busquemos en el maletero una llanta de repuesto y una llave. Enrique: Es que no tuve para conseguir una llanta de repuesto y la llave no la traje, por eso no me gusta salir Jorge. Jorge: No seas negativo, vámonos en el metro o microbús... 175
Pero
en
ese
momento
un
mensaje
interrumpe reluciendo entre los demás ruidos de la calle Jorge: Son las chicas Enrique, nos están cancelando la cita, dicen que van a salir tarde de su trabajo. Enrique: Con un vil demonio Jorge, primero planear la salida para luego después nos pasen estos problemas, uno tras otro...y ahora que hacemos, no podemos desperdiciar esta tarde. Jorge: Se me ocurren varias cosas que podemos hacer lo que resta del día de hoy, podríamos ir al cine a ver esa película ¿quién necesita a esas chicas? Enrique: La cita era con dos chicas muy guapas Jorge. Jorge: ¡Ya! Suficiente, tu hazme caso y ya. Enrique sorprendido se queda en silencio, Jorge llama a una grúa que en 20 minutos pasa
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por ellos. Mientras la silueta de la remolcadora se pierde en el atardecer. FIN
177
Como sea Arturo Delgado SĂĄnchez Personajes: Alberto:
Joven
inteligente,
ordenado,
estudiante de licenciatura. JesĂşs: Joven inquieto, flojo, irresponsable, estudios de primaria. El Tanque: Joven, elegante, intolerante, violento, serio. Agente
judicial:
Joven,
agresivo,
intolerante. Peregrina: Hombre maduro, firme, violento, risueĂąo Comandante
Reyes:
impaciente, impositivo.
178
Hombre
joven,
Vendedor de periódico: Joven de bajos recursos económicos. Escenario: En la banqueta de una calle solitaria, iluminada.
En
ella,
discutiendo
Alberto
entran y
Jesús.
caminando Esta
y
escena
corresponde al primer acto. Primer acto Salen Alberto y Jesús que discuten acaloradamente. Se quedan en la banqueta con iluminación completa. Alberto: Eres un pendejo, un vulgar pendejo como todos las pinches mulas que andan vendiendo esta madre.
179
Jesús: Ay, cabrón, tú serás la soga en todo este pinche bisne. Eres un pinche mulero igual que yo; pendejo. Alberto: Dime lo que quieras, wey; pero yo no le abro la puerta a los demás muertos de hambre porque es mi territorio. Y menos a los pendejos de Peregrina que son unos pinches burros como tú. Jesús: Yo sé este bisne. Así que ni me aculo. Al final el terreno será solo de los dos. Ya lo viví en Guadalajara. Alberto: Pues, te hubieras quedado allá, wey. No sé porque llegaste hasta acá. Eso quiere decir que por aquel lugar valiste madre. Pinche hocicón, muerto de hambre. A veces te imagino como a un pinche chamaco baboso que, por el solo hecho de escuchar corridos de narcos con bandas ruidosas, y ver las series en televisión de Escobar, piensan que son expertos narcos. ¡Qué pendejo! No olvides que somos unos pinches 180
gatos, unas mierdas al lado de los que nos contran, que son otros gatos de una larga cadena. Jesús: ¡Ya! No tiene caso estar hablando tanta pendejada. Aunque te pongas mamón, el brinco ya está. Alberto: Esto es lo que me emputa de ti, que decidas a lo wey, sin consultarme. Quiero ver que harás cuando llegue el desmadre eh! Jesús: Mira, para que agarres confianza. Este bisne ya está. Aquí está tu primer abono ¿o no los vas a querer? Le muestra dos fajos de billetes de alta denominación a su interlocutor y le extiende uno para que lo tome. Alberto: No quiero, ni madres. Ese dinero está manchado de mierda. De manos de un pendejo que no sabrá ni por donde le llegará el primer chingadazo. Jesús: Ay, cabrón, todo un santo saliste. Toda la lana que obtenemos de la venta de vicio 181
es sucia, por si ya se te olvido… creo que estás más wey tú que yo. Pinche escuincla caprichosa. Alberto se dirige hacia su compañero y lo toma de la camisa para gritarle. Alberto: Mira, hija de tu pinche madre, soy derecho con mi jefe, no quiero pedos. Llevo cinco años y no voy a perderlos por putos caprichos de un pendejo que va y se le abre al pinche anciano del Peregrina. Suelta a Jesús y se le queda mirando retadoramente. Jesús: Peregrina da más camarón, pendejo. Tú pinche Tanquecito te da una mierda de billetes y eso que haces dos chambas, de venta y de cocinero, porque estás
estudiando
química.
Peregrina, te da el triple de lo que el puto ese. Eres terco cabrón. Alberto: Tengo más ventajas con el Tanque. Protección, transporte y soy su principal
182
vendedor. ¿Y tú? Un gato más que lo baje de su azotea ja, ja, ja. Jesús: Pues ni modo. Ya estás adentro. A menos que… Alberto: El que se va a la chingada eres tú; me quedo con el Tanque. Yo nunca me fui a ofrecer al pendejo de Peregrina. Con ese wey solo trabajan culeros y jodidos. Jesús: Ya párale con Peregrina. Aquí está tu parte y no hay vuelta… Alberto: No. Cada uno se va a la chingada; todo está muy caliente y explotara en cualquier momento, por tu puta culpa. Jesús: Mira, Alberto, si nos separamos seremos contras, y es lo que no quiero, wey. Alberto:
Contras
fuimos
cuando
me
enganchaste con el pendejo ese de Peregrina. Desde ahí empezó todo este desmadre. Jesús: Ahora resulta que el culero soy yo por ayudarte a ganar más camarón. 183
Alberto: ¿Y quién más? Con Peregrina ni a putazos. Por si no lo sabías, me abrió de su grupo de dealer en las universidades y las canchas de fut; desde entonces me cae como una patada en los huevos. Jesús: Siendo así, no queda más que repartir los puntos de venta y los productos que cada uno distribuirá. Alberto: Quédate con todo. Hablaré con el Tanque y le pediré que me mueva a otra plaza. Jesús: Marihuana, coca, cristal, pastas, activo ¿a qué le harás? Alberto: Vete a la chingada. Ya veré con que inicio. Nunca debí meterte en este negocio; pinche mierda. Jesús: Deja tu puta lealtad, ellos ni se tientan el corazón con nosotros. Te tiran como pinche trapo viejo, sino es que hasta te dan en la madre y te entusan en la fosa clandestina.
184
Alberto: Entiéndelo tú, pendejo. Fui yo quien te metió en esto y ahora me sales con tus pinches consejos. Mierderos como tú sobran. Salen cada uno contrariamente por los costados del escenario y se apagan las luces. Segundo acto Se desarrolla en la calle. El Tanque sujeta, interroga y golpea a Jesús y Alberto, en presencia del agente judicial. Después llega el comandante y Peregrina. Se produce un enfrentamiento.
Jesús
y
Alberto
quedan
inconscientes en el escenario. Agente Judicial: ¿En dónde hallaste a este par de mierdas? Tanque:
A este wey afuera de la
universidad y a este otro en uno de los antros que están cerca del parque. 185
Agente Judicial: Mmmm, hum… Tanque: ¿Qué paso mi Albertito, en dónde quedo la confianza? Alberto: Aguanta, mira, yo… Le da un golpe a Alberto en el vientre. Tanque: Uno te abre la puerta y tú la pateas, wey… Alberto: No, como cree… Cuando Alberto intenta decirle algo, vuelve a ser golpeado. Agente Judicial: ¿Para esto hiciste que viniera a perder mi tiempo? para ver cómo cachetean a este par de gatos jodidos. Esperaba peces gordos, estos ni a chacalitos llegan; no recibiré nada si los ingreso al reclusorio, hasta me quemaría. Tanque: Este par de pendejos, por sus huevos, abrieron la puerta a los dealers del barrio de Peregrina. Están brincando la plaza…y, el varo, no es el mismo. 186
Agente Judicial: A chinga; a ver a ver. Tú bien sabes que Peregrina le rinde cuentas a mi jefe el comandante Reyes, eso significa una bronca muy seria. Tendría que darme en la madre con él y no solo perdería camarón sino hasta mi cargo en la federica. Tanque: Por eso mandé traer a este par de juditas. Ya me habían dado el pitazo que la plaza estaba siendo invadida por los burreros de Peregrina, incluso agredieron a tres de mis dealers y eso me prendió, ya ve que todo estaba en calma, hasta que esos putos entraron. Agente Judicial Jefe: Pues a ver, wey, suéltale la lengua a este par de gatos pendejos. El Tanque golpea a Jesús, hasta dejarlo tirado en el piso. Enseguida golpea a Alberto. Cuando ambos están tirados en el piso, los continúa pateando. Agente judicial: Ya con eso… Vamos a ver ¿quién negoció con Peregrina el brinco a la 187
plaza? A ver ¿Tú? ¡Dime! -dirigiéndose hacia Alberto. Alberto: No sé nada. Peregrina me cae de la chingada. Es una mierda. El Agente judicial, patea la espalda del Alberto. Agente judicial: Nunca saben nada cuando sienten la recia ¿y tú qué me puedes explicar de Peregrina? -dirigiéndose a Jesús. Jesús: Pues todo lo que usted sabe de él… El agente judicial patea ahora a Jesús. Tanque: Pues usted dirá si los entusamos o los hacemos pozole…ya ve que no quieren soltar nada. No creo que Peregrina quiera hacerle al héroe y venga por ellos. Agente Judicial: Tal vez Peregrina no, pero el comandante Reyes sí. Acuérdate que él es mi jefe y de cualquier forma tengo que agachar mi perfil. No es tan fácil como supones.
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Tanque: No, claro, pero igual están de por medio sus ganancias en este negocio y si las quiere perder, pues el que a dos amos sirve con… El agente judicial golpea al Tanque en el vientre. Agente Judicial: Mira pendejo, no tengo más que un solo jefe; tú solo eres una pinche rata cualquiera que está a mi disposición. Un perro que saque del reclusorio para ordenar mi negocio ¿o ya no te acuerdas, wey? Se hace un silencio. Alberto y Jesús se encuentran
en
el
piso
en
posición
fetal
inconscientes. Entre el Tanque y el agente judicial hay tensión. Se escucha el rechinar de llantas de automóviles. El Jefe Judicial y el Tanque van hacia un costado del escenario. En el costado opuesto del escenario, aparecen Peregrina y el comandante Reyes con pistolas en mano, se dirigen hacia ellos, pero son recibidos con disparos. Repelen la agresión de misma manera. 189
Comandante Reyes: Ya lo temía, pinche agente de mierda. Haciendo transa con la contra y tratando de arrebatarme la parcela. Pero, ahorita vas a ver, gato jodido. Peregrina:
Ya
desmadraron
a
mis
vendedores. Hijos de la chingada. Comandante Reyes: A la chingada; o ellos o nosotros. Órale, a darles. Peregrina: Y ¿qué hacemos con mi par de vendedores? ¿Creo ya hasta los mataron? Comandante Reyes: Estos pendejos no valen nada. Interesa más la plaza. En chinga; apúrale, sobre ellos. Se apagan las luces del escenario. Se escuchan gritos y disparos durante un minuto. Después un silencio. Se corre el telón. Tercer acto El escenario a media luz; Alberto y Jesús se encuentran en medio de este, muestran 190
huellas de haber sido golpeados, sus ropas están desgarradas, sentados. En tanto, pasa un vendedor de periódicos gritando la noticia del día. Vendedor de periódico:
Úuuuultimas
noticias. Se matan judiciales y jefes de plaza. Vea las fotografías de los cuatro balaceados, ayer por la noche. El Tanque y Peregrina, los criminales que dispararon contra los agentes. Úuuuultimas noticias. El vendedor se queda parado en un costado del escenario a la espera de que alguien le compre su periódico. Jesús: Ya ves, wey, y tú que decías que soy un pobre pendejo. Hum. Ya viste que no cabrón. Alberto: Chinga tu madre… Jesús: Ellos terminaron dándose en la madre. Como sea, ahora la plaza es tuya. Tú eres
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el dealer mayor, tu sabrás de tus puntos de venta… eres el jefe… y yo… Alberto: Chinga tu madre… como sea. Acuérdate que no somos más que unos pinches burros, que solo pueden llegar a gatos de muchos otros gatos. Jesús: Como sea, aquí estamos y, jale, pues hay. Se acerca el vendedor de periódicos a ofrecerles un diario. Vendedor de periódico: Cómpreme un periódico, jóvenes. Conozcan a los asesinos. Jesús: Ya los conocíamos… Vendedor de periódico: Ah. Se apagan las luces del escenario. Se corre el telón FIN
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Índice Prólogo .......................................................................... V Cuento ............................................................................... 9 Entre dos realidades...................................................... 11 Botones ......................................................................... 13 La oveja Tomas ............................................................ 18 Las noches del barrio 2.0 .............................................. 24 La otra cara de la moneda............................................. 28 Leyenda de la luna ........................................................ 35 Acto de amor ................................................................ 38 Joven de barrio ............................................................. 45 La noche fresa .............................................................. 48 Doña Dalila................................................................... 49 La conspiración de las cucarachas................................ 51 Murió de espanto .......................................................... 57 Da igual ........................................................................ 65 Terapia .......................................................................... 73 Dos visiones ................................................................. 84 Fuga en el número 27-A ............................................... 87 Lobo Montero ............................................................... 90 Ya nomás por seguirle… .............................................. 97 Ensayo ........................................................................... 105 Soledad ....................................................................... 106
Crepuscular luz de otoño ............................................ 109 Crónica .......................................................................... 117 El temblor de 8.1 ........................................................ 118 Temblor de 1985 ........................................................ 121 Pasó en el Centro Histórico de México ...................... 126 Poesía ............................................................................. 129 Poesía No. 1 ................................................................ 130 Poesía No. 3 ................................................................ 131 Poesía No. 4 ................................................................ 132 Velut umbra ................................................................ 133 El duende .................................................................... 134 Nocturno Esmeralda ................................................... 135 En esta ciudad ............................................................. 136 Lluvia triste................................................................. 141 En mi letra .................................................................. 143 Calaverita.................................................................... 148 Calaverita del año.-..................................................... 151 Teatro ............................................................................ 153 La feria súper morada ................................................. 154 Las Amigas ................................................................. 167 Izquierda o derecha .................................................... 171 Como sea .................................................................... 178
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