El presente libro reúne el trabajo desarrollado en el taller de creación literaria del colectivo Chicome Tochtli, que se llevó a cabo de agosto a octubre de 2020, como parte del proyecto Las narraciones del maguey, con el apoyo de los Colectivos Culturales Comunitarios, en el que participaron los integrantes del colectivo: Ivette Pradel Flores, Pablo Moreno Campos, Minerva Eunice Estrada Rosaslanda, Jonathan Bobadilla Hernández; y los participantes: Yoloxochitl Martínez Salazar, Andrea Citlatzin Ponce García, David Cruz Arelio, María Fernanda Galicia Páez, Silvestre Jacinto Arguelles Contreras, Isy Jazmín Lucero Aguilera Jiménez, Ximena Medina Solares, Oliver Emilio Escalante Pescador.
Este Programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quién haga uso indebido de los recursos de este programa en la Ciudad de México, será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente.
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Las narraciones del maguey
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Este material se realiza en colaboración con el Programa Social “Colectivos Culturales Comunitarios Ciudad de México 2020”. Este Programa es de carácter público, no es patrocinado ni promovido por partido político alguno y sus recursos provienen de los impuestos que pagan todos los contribuyentes. Está prohibido el uso de este programa con fines políticos, electorales, de lucro y otros distintos a los establecidos. Quien haga uso indebido de los recursos de este programa en la Ciudad de México será sancionado de acuerdo con la ley aplicable y ante la autoridad competente.
Primera Edición: 2020 © Las narraciones del maguey © Chicome Tochtli © Ivette Pradel (Compiladora) © Taller de Creación Literaria / Chicome Tochtli Encargado de edición: Liborio Tinajeros Esta obra está sujeta a la Licencia Creative Commons
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Índice Prólogo ......................................................................................... 7 Prefacio ........................................................................................ 9
TOMASA Y MANUEL ............................................................ 17 Recuerdos ............................................................................... 19 “Todos los jueves con mi esposo Manuel” .............................. 21 “Entre sombras de la naturaleza se observa Doña Tomasa” ... 22 Tlachiquera ............................................................................. 23 “Otro día temprano” ................................................................ 24 Pulque para todos ................................................................... 25 Tesoro cosechado ................................................................... 27 Melodía matutina .................................................................... 28 El mismo tarro ........................................................................ 29 Camino a la montaña .............................................................. 31 “Caminando va entre distintos tonos de verde” ...................... 32 “Aguamiel corriendo por sus venas” ...................................... 33 “Manos enriquecidas de fermentos” ....................................... 34 Un matrimonio tlachiquero ..................................................... 34 Me gusta mirarte al llegar ....................................................... 35 Recordando a mi padre ........................................................... 36 Madrugada en casa de Don Manuel y Doña Tomasa ............. 37 3
“A apurarnos, viejo” ............................................................... 38 Murciélagos en la cueva .......................................................... 39 Encuentro................................................................................. 40
GABINA Y EUSTOLIA........................................................... 47 Manual para hacer una salsa borracha .................................... 49 La verdadera Magia del Pulque .............................................. 52 Raíz de mieles......................................................................... 53 Recuerdo de la milpa .............................................................. 54 “Ahí, en las faldas de la colina, vive Doña Gabina”............... 55 “Soy Eustolia” ........................................................................ 57 Conexiones de sangre blanca .................................................. 58 Mujer de alma fuerte............................................................... 62 “Después de años, por fin, un hogar con vida”....................... 63 “Mi bello Querétaro” .............................................................. 64 Resumen del amor al cuidado de las plantas .......................... 65 La siembra del maguey ........................................................... 65 Me basta tu compañía ............................................................. 68 El pulque en la sangre ............................................................ 69 “Al pie de la montaña” ........................................................... 70 “Otro buen día para la venta ................................................... 71
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JUANA ...................................................................................... 73 ¡Pulque, salsa y tortillas! ¡Ah, qué sabrosa es la vida! ........... 75 Mi encuentro con Mayahuel ................................................... 77 2 de noviembre de 1952.......................................................... 80 “Con el cuero de borrego amarrado con ixtle” ....................... 81 “Llevaremos ya cien o doscientos días” ................................. 82 “Abuelita, ¿cómo dice que el pulque es medicina?” .............. 82 “Respirando aire frío entre verdores” ..................................... 83 “Su ocio no se va en la televisión” ......................................... 85 “¿Cómo aprendí del pulque?”................................................. 86 Conexiones neuronales ........................................................... 87
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Prólogo Dicen que hay que mirar al campo y venerarlo. Lo dicen quienes labran y viven de la tierra y de la lluvia. También dicen que vivir entre montañas cobija el alma, será porque nacemos rodeados de colores y de vida. Crecemos correteando al aire que acompaña nuestros pasos, y encontrando tesoros en una piedra, una semilla, una flor. Nos sabemos uno pero nos reconocemos en los otros.
Dicen los que no conocen Milpa Alta que vivimos olvidados, pero nosotros sabemos que eso no es cierto. Hemos visto nuestros pueblos crecer al mismo tiempo que nuestras familias se hacen más grandes. Aprendemos desde muy pequeños a escuchar las enseñanzas de nuestros padres y nuestros abuelos, y compartimos las historias que escuchamos para que sigan existiendo.
De esta manera, Las narraciones del maguey persigue ese propósito ancestral de transmitir, a partir de la palabra hablada y escrita, los saberes de las tlachiqueras y los tlachiqueros de Milpa Alta que resisten en su labor del raspado del maguey. 7
Agradecemos a Doña Juanita, Doña Gabina, Doña Eustolia, Doña Tomasa y a Don Manuel, tlachiqueras y tlachiquero de los pueblos de San Salvador Cuauhtenco y San Pablo Oztotepec.
No
podemos
expresar
cuánto
nos
han
compartido y todo lo que significa que nos hayan confiado sus historias y enseñanzas del proceso del raspado del maguey, la extracción de aguamiel y la fermentación del pulque.
Las narraciones del maguey reúnen y guardan en sí las historias e invenciones de los autores a partir de las fotos y los videos que se obtuvieron en el taller vivencial de saberes, pero que, en la escritura, la creatividad y el imaginario de cada uno de ellos, se crearon y entrelazaron historias ficticias.
Agradecemos a los Colectivos Culturales Comunitarios por todo el apoyo que nos brindaron para el desarrollo de este proyecto. Ivette Pradel, Milpa Alta
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Prefacio Hoy, querido lector, es una tarde de júbilo, no te imaginas por qué, pero te lo explicaré sin rodeos: entre tus manos tienes el corazón de doce escritores neófitos, tal vez, pero esperamos que no te hagas un prejuicio de quien hace las cosas con el alma, más aún porque esto que tienes aquí no busca fama, ni premios, ni riquezas. Las narraciones del maguey se escribieron por y para la cultura, y nos alegramos que lo tengas entre las manos porque eso quiere decir que buscas lo mismo que nosotros como autores, acercarte a un mundo del que solo escuchas murmullos y, así como lo hicimos nosotros con este libro, te pedimos que pases la voz, que hables de estos relatos y que resistas, así como la cultura mexicana ha resistido saqueos, guerra y dictaduras. Resiste con la cultura porque ésta nos hace libres, fuertes y autónomos.
No solo construimos templos de piedra, mujeres y hombres, somos como ladrillos que se aglutinan de amor y resistencia. Perduramos en los cantos, en las pinturas, en las palabras y saberes que no dejamos morir. Creamos con las 9
manos y con los corazones a pesar del tiempo. El pulque, cuyos símbolos y técnicas se pierden en el origen mismo de nuestra cultura, es uno de esos templos.
Pulque Neutli Tlachique Cuentan las abuelas que sólo compartiendo se perdura en el tiempo.
En la época que nos ha tocado vivir, escribir pareciera sencillo; pero no lo es. El escritor arriesga su corazón y lo pone a disposición de su lector, esperando que un poco de lo que vive, escucha y siente irrumpa la cotidianeidad de la vida. Pero aún más difícil es escuchar con oídos bien abiertos; escuchar y volverse parte de las historias contadas por los tlachiqueros; escuchar y amar los textos de otros escritores que abren sus corazones y se comparten al mundo, aunque sea un mundo muy pequeño, un mundo perteneciente a la nueva y vieja malacaxtepec moxco.
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Así que, aquí te confiamos, querido lector, y ponemos a tu entera disposición, doce almas escribas y, en cada uno, cinco corazones sabios que le comparten sus saberes. Estos textos, que usted recibe representan identidad, una forma de compartir las historias de vida que nos han acompañado a cada uno. Además de ser las historias de cuatro sabias tlachiqueras y un tlachiquero, son también las historias de nuestras abuelas, de nuestra Milpa Alta.
Los pueblos de Milpa Alta, a pesar de su creciente paso a la modernidad capitalista, han procurado siempre resguardar, en lo profundo de sus corazones, una parte esencial de su identidad, tradiciones, de su tranquilidad y colorido como pueblos originarios.
En ese sentido, se vuelve imprescindible para nosotros transmitirte un poco de la importancia de conservar parte de lo que nos caracteriza: amor por el pulque, la tierra, añoranza al pasado.
Hay un tesoro enorme, abandonado a la orilla de la ciudad, que queremos compartir y mostrar para tener una mayor 11
identidad social. Este colectivo, Chicome Tochtli, nos trae la oportunidad de aprender y encariñarnos con las historias de la práctica tlachiquera.
Gracias a nuestras tlachiqueras aprendimos que el pulque sabe a mañanas frías junto al tlecuil, a tortillas recién salidas del comal, a salsita borracha y a las palabras dulces de nuestra madre. Gracias a nuestros tlachiqueros comprendimos que la entereza de nuestros ancestros se parece al verdor inconfundible del maguey entre la milpa, y que el aguamiel conserva los dones del bosque y la llanura.
Este libro es una pequeña muestra del cariño y respeto para lo que nos rodea, nos abraza con amor; la Madre Tierra, la dulce Madre Tierra. Con alegría y emoción en el alma, les presentamos Las narraciones del maguey, que es una conexión entre vivencias colectivas, plenas de identidad, cultura, compañerismo y mucho más...
Si te gusta el pulque y ser mexicano, este libro es para ti.
¿Qué queremos transmitir? 12
Pedacito de pasión paso a paso pisadas de pensamientos.
Primero: pensar paso presuroso presumo proceso palabras perdidas ¡Puros pensamientos!
Punto.
¿Por qué? Pensantes posibles.
Para pedir pulpa pal' susto pal' valor pal' tacto pal' tamilpa MILPALTA Milpa Alta 13
Milpal ta ta' bien ta' bueno Bueno salud. ยกSalud con un pulque!
Yolo David Isy Silvestre Marifer Pablo Ximena Jonathan Eunice Andy Emilio Ivette
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In ilhuicac malacachtepec momozco Francisco Morales Baranda
Axcan, oc huell citlalyohuaItona itzintIa ilhuicac Malacachtepec Momozco. Axcan, oc huell cuica in molohtotome, pahpatlani in papalome ohuetzincatica ihuan toxochimilcalpa ahuiac mohmoloni. / Auh quimatij ¿quenin oc yezqueh inin tlamantli in moztlatica? yehce, noyohIlo quihtohua, zan tehuan ipampa ticmalhuizqueh ica totlahzo, tlein ocechmomaquilli in ipalnemoaItzintli: tocuauhtitla, tocuicame, toxochititla, totlacame, mochi itzintla ilhuicac Malacachtepec Momozco. El Cielo de Milpa Alta Hoy, aún tenemos noches estrelladas bajo el cielo de Milpa Alta. Hoy, aún cantan los gorriones, vuelan las mariposas por la mañana y las flores de nuestras casas despiden sus aromas. ¡Quien sabe! ¿Cómo estarán estas cosas el día de mañana? 15
Pero, mi corazรณn dice, que solamente nosotros habremos de cuidar con amor, lo que nos ha dado el Dador de la vida: nuestros bosques, nuestros cantos, nuestras flores, nuestros hombres, todo bajo el cielo de Milpa Alta.
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TOMASA y MANUEL
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Soy hijo de buenos padres, me criĂŠ entre los magueyes. Yo tomo buen pulque, no agua como los bueyes.
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Recuerdos por Yolo Martínez
A doña Tomasita y mi abuelita Paty, gracias infinitas por compartirme sus historias, en este texto van sus dos corazones
Como todos los jueves, después de esperar a mi viejo de la raspa, me dirigí al tianguis frente a la iglesia de nuestro milagroso San Chavita, coloqué mis tiliches frente a la casa de mi hermana para comenzar la vendimia. De pronto, vi pasar a una mujer de pelos grisáceos, con su caminar encorvado, quien iba vendiendo de puesto en puesto sus largos tendederos de ixtle. Me recordó tanto a mi bisabuela, una mujer longeva, muy a la usanza de nuestros antepasados: chincuete negro con blanco, blusa blanca bordada en punto de cruz, y dos largas trenzas entrenzadas con cintas de telar, en las que se dibujaba toda la magia de las flores y los animales del bosque momoxca.
Mi abuela murió a los 118 años, ya sin poder caminar, pero con una lucidez que ya quisiera yo a mis años. Recuerdo 19
que mi madre nos mandaba a mí y a mi hermana a dejarle comida. En ese entonces, teníamos que cruzar por las hondas barrancas de Oztotepec para llegar y escuchar de nuevo sus historias. A sus cuarenta, le tocó ver a los revolucionarios, a mujeres y niños del pueblo esconderse de los feroces lobos carrancistas, quienes se refugiaban en su pequeña casa de doble caída. Era la última casita de Oztotepec, allá por el paraje donde le llaman Tehuixco, por el camino viejo a Xochimilco.
Cuando yo apenas era una chamaca, recuerdo que mi abuelita hacía una lumbrada y los mezotes los metía en el rescoldo. Tenía una piedrita, como… ora verás... como una piedrita filosa, con la que ya cosida la penca le quitaba el pellejo de encima y de adentro sacaba el ixtle.
Mi abuelita era una mujer muy sabia sobre los asuntos del maguey; quién lo iba a decir, ahora yo convertida en la compañera de un amable tlachiquero.
Dejé el recuerdo y volví a mi puesto.
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Pásele, joven, ¿cuántos litritos le voy a dar? También
tengo
endulzado
con
aguamiel
y
campechano. -
Oiga, Doña Tomasa, fíjese que ando con una garraspera desde hace una semana y nomás no se me quiere quitar, yo creo que ya me agarró la tos. Usted que sabe tanto, ¿con qué me puedo curar?
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Mire, joven, en un litro de pulque le pone usted un piloncillo grande y lo haces en la estufa como atolito y lo más caliente que aguante; se le quita la tos, lo tiene que tomar varias veces.
“Todos los jueves con mi esposo Manuel” por Witsilin
Todos los jueves, con mi esposo Manuel, nos preparamos para un largo día de trabajo, llegando al tianguis lo primero que hago es colgar mi anuncio de SE VENDE PULQUE. Cada semana, veo comprar a la gente y me pregunto dónde habrán adquirido su gusto por la gran bebida blanca, como el cabello de mi madre. 21
“Entre sombras de la naturaleza se observa Doña Tomasa” por Citlaltzin Ponce
Entre sombras de la naturaleza se observa Doña Tomasa, que con la mirada fija y manos sudorosas hace muestra de humildad, de bondad. Frente a la cámara, su colorido armamento contrastante con su piel, que le acompaña en su andar atareado, en sus días eternos llenos de quehaceres en casa ajena, excepto por los días jueves y domingos, que son días en los que se va a vender.
Debajo de ese tierno cubrebocas se perciben cúmulos firmes, quizá una noble sonrisa que delinea su rostro alegre.
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Tlachiquera por Isy Luciérnaga
Colorida mujer de piel canela, cuya raíz la llevó a unirse con Mayahuel. Ella no lo sabe, pero su mirada transmite mieles desbordantes. Doña Tomasita, con el jardín de casa lleno de vida y alegría, lleva en el cuerpo el andar tlachiquero que comparte en un puesto de convivencia fraterna para todas y todos.
Ya no raspa el maguey, pero lleva el proceso del fermentoso pulque para beber y guiar al alimento. La conocí mientras bebía pulque en su puesto, de veras que ese lugar te regresa a la vida; siempre atenta a los comensales, con una buena charla y muchos chistoretes, no para de reír y hablar, lleva la palabra como aguas de mar.
Su compañero, Don Manuel, nos platica grandes anécdotas del cerro y su labor con el maguey, ese proceso de lo que bebemos y desconocemos. ¿Cuántos tipos de maguey habremos probado? ¿Cuántos habrán raspado Doña Tomasita y Don Manuel? Mientras mi mente viajaba con 23
esas preguntas, Don Manuel me dice - ¡Ey, muchacha! ¿Ya te pego el pulquito o dónde andas? - Sonrío y le digo - Es que los pulques de usted y de Doña Tomasita son mágicos, te llevan a otra galaxia. Todos reímos y seguimos bebiendo el delicioso sabor del maguey fermentado.
“Otro día temprano” por Pablo Moreno
Otro día temprano. Las pencas nos esperan, camisa de manta; pantalón, igual, su sombrero ancho porque el sol no acaricia. Acompaño el camino de mi padre por un terreno sin fin, filas de magueyes que nos dan alimento, ropa y una forma de vida. Un trabajo duro pero con una recompensa en el corazón, extraemos el agüita, agarro una penca y desayuno néctar de vida. Al fin siento la fuerza entrando a mi cuerpo, horas de recolección acompañados por Chun, quién carga los cueros llenos de aguamiel, ya de regreso mamá nos tiene el almuerzo listo, frijoles, tortillas y un chile tronado y ya me puedo tirar de panza un rato.
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Pulque para todos por Arelio
Manuel calma la sed del camino con un poco de aguamiel. Sentado sobre un montón de piedras, descansa antes de iniciar su jornada. Todavía con la respiración agitada, mira su parcela llena de magueyes de todos tamaños. El sol se impone en la mañana azul de Milpa Alta, pero en la montaña es como un fantasma. Manuel siente las manos endurecidas por el frío y trata de recordar el día que sembró a cada uno de sus hijos, su mirada se pierde en el verdor profundo del bosque.
Un aliento húmedo nace entre los encinos y Manuel alcanza a escucharlo como un susurro. Algo intuye, recuerda las palabras de un viejo que conoció recién había llegado a estas tierras: “Este bosque es de todos, le da de comer a todos, por eso lo cuidamos. Nos ha costado mucho conservarlo”. Se levanta, toma su acocote y decide empezar.
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Desde la vista privilegiada de San Pablo, las faldas del guardián parecen doradas. El Teuhtli le recuerda a la tierra caliente y árida de su infancia y a los enormes magueyes donde aprendió a raspar nomás de ver a su padre. Allá en Hidalgo, su mamá le decía que el buen pulque se hace de los magueyes que fueron cuidados como hijos.
Camina por el laberinto de espinas, él no ocupa a los magueyes para dividir parcelas, él les da su lugar. Llega al último y ve la piedra que tapaba a su maguey recién capado lejos de su sitio. El hueco donde esperaba encontrar al menos medio litro de aguamiel, solo tiene las huellas del pequeño ladrón: un cacomixtle madrugó a Manuel. Este bosque es de todos, le da de comer a todos, se repite resignado. Nunca ha entendido cómo es que ese animalito tiene la fuerza para aventar una piedra de tal tamaño.
Ya de regreso, dos amigos se acercan para pedirle un pulquito.
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Yo quiero uno fuerte, fuerte, dice el más viejo Manuel ya sabe a qué pulque se refiere, se mete a su 26
casa y regresa al poco tiempo con un vasito lleno de un pulque azulado, muy baboso y casi sin espuma. -
Éste ya lleva quince días - le dice Manuel. El viejo toma el vaso con cuidado, le da un pequeño trago y su expresión es la prueba de lo agrio del fermento.
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Es que ando mal de la panza - dice para explicar su pedido. Todos se ríen. Los amigos platican frente a la casa de Manuel hasta que el frío de la tarde y las panzas llenas los invitan a guardarse.
Tesoro cosechado por euniceesro
Desmañanado, pero tranquilo, camina a diario Don Manuel, despertándose temprano. El suéter de jerga le ha resultado muy bueno, pa’l frío y el rocío que cae de los árboles que hay. Recorriendo los delgados caminos -como las líneas en su rostro- para llegar a las pencas, cuidándolas como si fueran hijas, extrayendo el agüita y conociéndolas como a las palmas de sus manos. Cansado, piensa que para él tal
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vez es un humilde trabajo, pero aún no cae en cuenta que es un tesoro que ha heredado de nuestros antepasados.
Melodía matutina por Silvestre Arguelles Contreras
El sonido de los grillos es la melodía que le acompaña en su andar. Las notas del soplar del viento recorren todo su cuerpo. El frío calador le mantiene alerta, pero se defiende de las bajas temperaturas usando un gorro en su cabeza y una chamarra con cicatrices de rasgaduras de varios años de antigüedad. La vegetación que le rodea ni siquiera le saluda, ellos se mantienen a la espera de los fuertes rayos del sol.
Tiene una mirada cargada de pundonor. Su frente caída y mejillas levantadas esconden unos ojos que han visto fluir litros y litros de aguamiel. La postura de su cuerpo expresa la humildad de alguien que no esconde nada y denota que ha recorrido muchas veces el caminito y la vereda para llegar al terreno donde se encuentran los magueyes. En sus 28
manos sostiene sus instrumentos de trabajo, los cuales se han vuelto una extensión de su persona.
El mismo tarro por Silvestre Arguelles Contreras
¡Tiene unos ojos muy inquietos! Fue la primera impresión de su madre al cargarlo. Para cuando la comadrona terminó de limpiar, ambos estaban dormidos. Ella cargaba entre sus brazos al recién nacido. Había sido mucho el estrés del parto.
Don Manuel llevó a Doña María hasta la cocina, le ofreció un bultito de tortillas y un jarro de aquel líquido blanco de aroma agrio. Acépteme esto por favor, en la cosecha nos reponemos.
¡Manuelito! Ve a recoger maíz, tu apá ya te dejó desde anoche preparados los ayates. Manuelito únicamente escuchó “ayates”, se encontraba escondido mirando las montañas más lejanas. Sin embargo, reaccionó al instante, 29
sabía a dónde ir y qué hacer, el año anterior Don Manuel le había guiado por toda la milpa. El pequeño se escondía detrás de las cañas y su padre, mientras recogía las mazorcas, repetía en tono de melodía: “maíz de la tierra, maíz mi sustento. Dios padre bendice a mi familia y bendice nuestro alimento”.
Pasaron horas llenando costales de maíz, hasta que cayó el sol. Los llevaron para la casa y Manuelito se quedó de encargado del hogar mientras su papá cargaba todas sus herramientas para la raspa. Don Manuel regresaba cuando el cielo estaba iluminado por infinitos puntos luminosos. Todos sentados en la mesa, cenaron, las tortillas no paraban de salir humeantes del comal en un concierto donde su madre era la maestra de ceremonias.
La cocina conservaba un aspecto similar. Las bancas y la mesa siguen luciendo igual: tablas largas de madera, conectadas horizontalmente de muro a muro. El mismo tarro aquel donde había bebido la comadrona hace diez años, ahora es usado por Manuelito; en su interior, el
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líquido blanco de aroma agrio que refrescó a Doña María, después de seis horas de parto.
Camino a la montaña por Maria Fernanda Galicia Páez
Escuchar las aves cantar y sentir el frio calar significa que tenemos que ir a la montaña. En camino, observamos la naturaleza y el cielo azulado, sentimos en la cara el fresco de la mañana y, caminando entre el pasto mojado, nos dirigimos a lo alto de la montaña.
Acompañado de su chamarra, sin dejar atrás su garrafón en la mano derecha y los raspadores en la mano izquierda, llegamos a donde estaba sembrado el maguey, unos apenas de un mes, otro de tiempo medio y el que rasparía Don Manuel. Recuerdo los tiempos en los que junto con mis padres raspábamos el maguey para saciar la sed de los hombres.
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¡Ahhh, caray! Qué afortunado y bendecido soy por la hermosa Mayahuel y el dios Metl, quienes nos regalaron el licor de los dioses. “Cuando me esté yo muriendo y me echen la bendición, que me la eche un pulquero muy colorado y panzón”.
“Caminando va entre distintos tonos de verde” por Citlaltzin Ponce
Caminando va entre distintos tonos de verde y aireadas heladas que erizan la piel…
Elementos como el frío y el agua le acompañan; el primero, que se refleja en su respiración que al salir se evapora; el segundo, en la parte más obscura de su pantalón que roza con esos zapatos de cuero gastados, agua de sereno mañanero.
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Anda con seguridad por aquel lugar, lejano al aire espeso de la ciudad, seguridad y experiencia que la necesidad y el tiempo le han regalado. En sus manos, ligeramente blancas por resequedad, duras como el roble por esfuerzo continuo, sostienen lo que necesita pa' ganarse el taco. Su indumentaria, abrigante pero no pesada, puesta en él como un manto de energía, como un humeante café en días lluviosos.
Esa vitalidad tan escondida en su piel, la cual a pesar del cansancio conserva la voluntad de seguir en pie, la tranquilidad de aquel "oficio"...
“Aguamiel corriendo por sus venas” por Witsilin
Aguamiel corriendo por sus venas, mirada penetrante, gustoso de trabajar el campo, opacado el frío con el calor del trabajo, cargando litros y litros de pulque en su espalda fornida, piel morena reflejando las horas de trabajo. 33
“Manos enriquecidas de fermentos” por Isy Luciérnaga
Manos enriquecidas de fermentos, de fermentos deliciosos que lleva a muchos palpitares, se ha conectado con el maguey, esa estrella que guarda mieles desbordantes, guarda tuzas; alimento de seres nocturnos. Don Manuel lo lleva en su raíz, en el trabajo labrado por la tierra y sus cerros, le amanece todos los días en esos cerros.
Un matrimonio tlachiquero por Maria Fernanda Galicia Páez
Ella cada mañana encamina a Don Manuel a la montaña, pidiéndole que no olvide la chamarra. Sentada en su jardín, a través de los lentes -con esos ojos pequeños y rasgadosrecuerda los tiempos que pasó junto a su padre cuando lo acompañaba a raspar el maguey. Rodeada por sus plantas, con simpatía y portando su babero rosa, a lo lejos ve llegar a Don Manuel, quien viene acalorado de la montaña y con el garrafón de aguamiel. Un matrimonio humilde y lleno de 34
saberes, nada los detiene. La señora Tomasa ahora toma el papel de jicarera en su puesto ubicado en el tianguis de San Salvador Cuauhtenco, donde no hace falta nada más que unos bancos, una sombrilla, y un letrero que dice: “SE VENDE PULQUE”
Me gusta mirarte al llegar por euniceesro
Como cada tarde, estás tú. Te veo de lejos, pasan los años, crece el árbol que cuidamos desde pequeño.
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¿Cómo estás, viejo? - Me preguntó cuando me paré frente a ella. Ya tenía una jarra de pulque y llenó mi guaje vacío.
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Ya está caliente el guisado - Me dijo y después de ayudar a cargar el agua me sirvió un plato de sopa y me platicó sobre la venta, me contó que se encontró a una vieja amiga de San Salvador, del tiempo antes de conocerla. 35
Me hubiera dado gusto conocerla, pero ya no pude castrar a una, la flor ya quiere brotar. Ni modo, vieja.
Recordando a mi padre por euniceesro
- Tal vez ese café hubiera estado bueno, pero ya voy en camino, ‘orita se va el frío - Dije mientras caminaba por los caminos del monte. Recuerdo cuando mi padre comenzó a enseñarme, puse mis cosas en un lugar cerca y comencé a revisar entre los magueyes cuál estaba listo.
- Tráete el acocote, te vas a poner bien fuerte Siempre me decía… Cómo me gustaría que vieras lo qué hice con la Tomasa. Aquí vivimos tranquilos, me vengo a dar mis vueltas mientras ella vende. Ahora que tengo tu edad, me doy cuenta de cómo pasa el tiempo.
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Madrugada en casa de Don Manuel y Doña Tomasa por Silvestre Arguelles Contreras grrrrrrrrrrrrrr… buuuuuuuuuuuuf… grrrrrrrrrrrrr
Duerme profundamente al fin. Hace semanas que no lo hacía. Lo observaba desde hace días, ese paso firme cuando se aleja por el sendero no era el de siempre. Esa forma de sostener su tarro durante la merienda no era la misma. El beso de buenas noches ya no se sentía igual. Y es que no había sido el mismo desde que le llamaron por teléfono para decirle…
¡Manuel! ¿¡Qué pasa, mujer!? Se oyen ruidos allá afuera. Déjame ir a ver.
Por fin no soñaba nada. ¿Que habrá escuchado la Tomasa? ¿Y el garrote dónde lo dejé? Me salí sin chamarra y está re juerte el frío. Ya vi, aquel matorral se mueve mucho. ¿Qué será pues? Tengo 37
que caminar despacio, si no, me van a ver. Alguien dejo acá un suéter, y yo con tanto frío ¡caramba!
Ya casi llego. Ya vi. ¡A ver, chamacos, vístanse y lárguense pa’ su casa!
¡A apurarnos, viejo! por Citlaltzin Ponce
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¡A apurarnos, viejo! Que hoy es día de plaza.
Agarro mi mandil, la escoba, el jabón. Acomodo, limpio, en especial la mesita de madera, cubierta con ese plástico florido que se ensucia seguido.
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¡Manuel! Ve llenando las garrafas con pulque, que desde aquí se ve lo fresco.
Que no se olvide nada: los vasos, el cártel, las sillas.
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Vamos como burros, cargue y cargue, me da un gusto saludarle a la gente del pueblo...
Por fin llegamos, tengo fe de que hoy será un buen día. Voy corriendo por mi cafecito antes de que lleguen a comprar. Siento cansadas las piernas y la espalda, pero no le hace. Desayunando me siento mejor.
Murciélagos en la cueva por Isy Luciérnaga
Recuerdo tanto a mi madre, esa mujer que me hacía sentir segura en el cerro, acompañándola para raspar el maguey, tantos recuerdos con mis hermanos corriendo y sintiendo la tierra.
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Doña Tomasa, ¿me da un naturalito?
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¡Ay, mijo! Me acabas de sacar de mis recuerdos.
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¿Pues que anda pensando, Doña Tomasita?
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Pensando, pensando en los tiempos de antes, de la juventud y la niñez. 39
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¿Pensaba en sus aventuras y los novios, ¿verdad, Doña Tomasita?
Nada más se observa cómo Don Manuel la mira de reojo con picardía. Se acuerdan los dos seguramente de sus historias juntos y su camino andante en compañía. En los caminos del cerro y de las pencas del maguey.
Don Manuel se acordó de los murciélagos, cuando a Doña Tomasa le revoloteaban en las cuevas que andaban explorando juntos en la juventud. Ese día se estaban enamorando tuvieron una gran noche entre sustos de mamíferos voladores, el cielo estrellado y el frío abrasador.
Encuentro por Pablo Moreno
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¡Increíble ¿Cuánto caminamos? – pregunté a mi papá. La subida parecía una eternidad, pero la recompensa valdría la pena.
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Una última loma y ya no te quejes - me respondió. 40
Al fin llegamos y nos recibe Doña Tomasa, con esa sonrisa amable, sus ojos ocultos por aquellas líneas que arrastran su paso por la vida y tras esos lentes parecen incluso piezas dignas de un museo por toda la historia que encierran.
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Ay, muchacho, ya se me había olvidado que ibas a venir, pero pásale - me dijo con una sonrisa natural.
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Muchas gracias - le dije con una expresión similar a la suya.
Entra a su casa y discute brevemente.
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¡Manuel, tápate la chamarra porque está el sereno! dijo intentando que no se escuchara por fuera.
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Pero cómo se van a ver las fotos - le réplica el esposo con voz firme.
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Pues no me estés chillando luego - dijo ya sin importar si la escuchaban.
Sale Don Manuel ya con la chamarra puesta.
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Joven, ya está - me dice al cruzar la puerta, con una sonrisa amable y con sus instrumentos en la mano.
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Sí, Don Manuel, ¿está bueno el frío, no? - dije.
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Así es en la mañana, vente - me dijo adelantándose por el camino.
Lo seguimos loma abajo. Él caminaba dando pasos altos y firmes, el pasto estaba mojado y congelaba los pies pero no importaba, al final el trabajo tenía que hacerse.
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¿Qué es lo que quieres ver? - dijo parándose en seco y volteando a verme.
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Usted siga su día normal y vamos viendo - le respondí.
La caminata seguía entre veredas, cuando por fin los vi: altos magueyes y bajos también.
-
Mira, muchacho, ése ya está muerto, no le tomes foto - me dijo siguiendo de largo. Yo ya había empezado a tomar las fotos y sus palabras no me iban a detener. 42
-
Éste ya está bueno, ¿verdad? - le comenté mirando al más grande de los magueyes.
-
Sí, en unos tres días ya está bueno, mira las pencas, están macizas. Tómale foto a esté - dijo señalando al maguey.
Le tomo muchos ángulos y me parecen fascinantes las formas que se hacen dentro de la misma planta.
-
Ven, éste es el que voy a trabajar- me dijo caminando hacía un maguey mediano. Camino apresurado con temor de caerme.
-
Mira, éste ya está lleno, le jalas y cuando ya no aguantes, tápale el hoyo y lo pasas al garrafón- dijo mientras me daba el acocote improvisado con una botella y una manguera.
-
Uy, hasta me mareé, jefe jajaja - dije después de no sacar ni la mitad de aguamiel.
Él termina el trabajo y continúa.
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-
Después de sacarle todo, se le raspa con esto, así en círculo y se lo quitas pa’ que no se haga feo, tómale foto - comentó al mismo tiempo que hacía todo el trabajo.
-
Sí, jefe - asentí con la cabeza.
-
Ven, aquí hay uno chiquito, apenas tiene un mes que lo moví - me dijo caminando hacía el costado de un maguey al que se le distinguía la edad con solo mirarlo.
No sé en qué momento dejar de tomar fotos.
-
Ves éste que tiene flor, ya tiene tiempo que le salió, tómale foto - dijo señalándolo.
-
¿A éste ya no le sale aguamiel? – pregunté.
-
No, ése nunca se trabajó, por eso le salió flor - me aclaró al caminar afuera del plantío.
Grandioso lo que puedes aprender con solo unos minutos, volvemos a su casa con el producto.
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-
No lo vaya a juntar, Don Manuel, voy a querer aguamiel - le digo y saco una botella de mi mochila.
-
Claro, muchacho, ¿cuánto vas a querer? - dijo mientras dejaba su garrafa y buscaba un embudo.
-
Dos litros, por favor - dije y extendí mi mano con la botella vacía.
Don Manuel, con ojo de buen cubero, y por la experiencia midiendo el pulque me sirvió sin medidor ni nada. Le agradecimos por todo lo que ha compartido con nosotros y le prometimos regresar con las fotos de ese día impresas.
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Gabina y Eustolia
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Agua de las verdes matas, tĂş me tiras, tĂş me matas. TĂş me haces andar a gatas
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Manual para hacer una salsa borracha por Yolo Martínez
Ha de saber usted, querido lector, que yo me crié allá en la sierra del Estado de Puebla, allá no tomábamos agua, nomás puro pulque. A las niñas y los niños, desde su primer año que empiezan a comer, se les da un jarrito de aguamiel y un buen taco de salsa con frijolitos de la olla; ése es el alimento de un pequeño. Es importante acostumbrarlos desde chicos a probar el sabor del campo para reforzar su sistema inmune, prevenir enfermedades, como el colesterol, los llamados triglicéridos, y esas raras enfermedades de la ciudad. Así que, si usted quiere gozar de los beneficios de una buena salsa, ahorita le voy a enseñar cómo se molcajetea:
Empiece usted a tomar toda el agua que pueda; mueva las manos de arriba abajo, lo más rápido posible, una después de la otra; procure inhalar aire, con mucha fuerza, varias veces hasta sentir una sensación de alivio. Le aseguro que todo esto lo necesitará para calmar la enchilada que se va a dar. 49
Enseguida, procure abrigarse de los pies a la cabeza: es indispensable que usted se traslade a la brevedad posible a uno de los pueblos de la montaña, donde el frío cala los huesos. Yo le recomendaría arribar a la sierra de Puebla (claro está), pero si sus ocupaciones se lo impiden, también puede dirigirse a algún pueblo de la bella Milpa Alta o a algún otro de alguna montaña. En mi caso, yo me trasladé desde hace ya varios años a Cuauhtenco; es cierto, no se parece en mucho a donde yo vivía, pero sus verdes magueyes en los campos, amables vecinos y el trinar de los pájaros, hacen propicio el clima para molcajetear una salsa perfecta.
Si se encuentra ya en algunos de esos pueblos, diríjase con precisión al tianguis más cercano, camine con tranquilidad y distinga todos los colores y olores. Después de identificados los aromas, comprará usted tomates, una cebolla, ajo, sal de grano, chile manzano, un molcajete y, por supuesto, un tarro de pulque. Si usted se dirigió al tianguis de Cuauhtenco, le recomiendo comprar este último producto con Doña Tomasita, esposa de Don Manuel,
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quienes venden pulque bueno, de ese que es entre cremita y blanco.
A continuación, pique con precaución los tomates y los chiles; pele el ajo y colóquelos lentamente sobre un comal caliente. Al instante notará que se comienzan a zangolotear, no se preocupe, es totalmente normal, siéntese y disfrute del caluroso y colorido espectáculo. Después de algunos minutos de presenciar esa hermosa coreografía, tome una cuchara y apoye a los ingredientes a cambiar de posición. Permítase gozar de esos aromas que evocan la tranquilidad, mientras tose al aspirar el picor del chile manzano.
En cuanto los ingredientes cambien de tonalidad, páselos a su molcajete y, con su respectivo tejolote, comience a presionar en forma de círculo, al instante agregue el pulque, sal de grano y continúe. Finalmente, coloque la salsa en una tortilla, para ello es preciso tener a la mano una tortilla azul y un jarrito de pulque para bajar el taco. En caso de enchilarse, regrese al primer paso de este manual y sustituya el agua por pulque.
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La verdadera Magia del Pulque por Emilio Escalante
Como todas las tardes, Gabina estaba recogiendo pulque, trabajando en el sol. Quiso refrescarse, bebió un poco de pulque, quedando totalmente dormida. Al despertar era de noche, estaba ahí donde se quedó, de pronto apareció un conejo que caminó hacia donde estaba una mujer, la cual ella creyó que era una bruja, como las que acostumbraban aparecerse en el cielo en las noches.
Sin miedo, ella se acercó y observó que estaba pintada su piel, podía reconocer la tinta de la cochinilla, pero ese azul, ese azul solo lo había visto en los restos de pirámides y ofrendas de la vieja cultura.
-
Mujer, pero si acabas de beber de mí, no temas- Le decía aquella mujer.
Se volvió a acercar el conejo, acariciando la pierna de Gabina.
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-
Mi nombre es Mayahuel, y él es Chicome, uno de mis 400 centzon totochtin. Ellos salen cuando una persona bebe, cada uno con su propia personalidad y comportamiento. Estoy aquí para agradecerte que cuides de mis raíces. Yo sé que amas el néctar que brota de mi corazón y que usas mis hojas para muchas cosas más.
El conejo le ofreció un trago de pulque y la mujer le habló de cómo se enamoró de Ehécatl y terminó siendo despedazada. De repente se le nubló la vista y despertó entre los magueyes. Corrió con sus cosas y regresó a su casa sin saber cómo es que realmente era Mayahuel.
Raíz de mieles por Isy Luciérnaga
San Salvador Cuauhtenco es su lugar, su primer momento con el encuentro de Mayahuel, una y otra vez mirando el proceso del aguamiel, sus ojos estaban dispuestos a aprender, a seguir soñando, a seguir conectando con la 53
tierra. Por las tardes, caminaba entre magueyes, se encontraba con cacomixtles, tlacuaches, tuzas, zacatuches y murciélagos; su favorito, el cacomixtle. Ella los adoraba, pero sabía que podían ser unos escurridizos para el maguey que había que raspar. Día a día fue creciendo con el sabio aprendizaje de su padre, de su madre y el amor a todo andar que lleva hacer el pulque, ahora es y será tlachiquera con todo lo que representa la palabra. Mujer ancestra de saberes; de saberes que comparte para que siga el linaje del pulque y el maguey.
Recuerdo de la milpa por Misael JB
El amanecer llega de nuevo y me dirijo hacia la milpa, como todos los días. Al empezar a oler los encinos del campo, llegan a mí los recuerdos, pareciera que apenas transcurrieron ayer; con mi caminar entre los magueyes, recuerdo las anécdotas de los abuelos. Me abro paso entre los magueyes encontrando el más maduro, levanto el cajete y extraigo el aguamiel, sirvo un poco en mi guaje, y lo 54
tomo con los primeros rayos del sol, siento cómo las fuerzas llegan a mi cuerpo pa´ ponerme a raspar. Regreso después del cenit del día pa’ llevarme el bendecido néctar. Al probarlo, llega a mi memoria aquella ocasión en que mi mamá nos preparó una salsa pa’ comer y nuestro pulque pa’ beber. Con el sonido de los grillos y el canto de los pájaros termina el día y da comienzo la noche con el soplido del viento que hace eco en los árboles.
“Ahí, en las faldas de la colina, vive Doña Gabina” por Ivette Pradel
Ahí, en las faldas de la colina, vive Doña Gabina. A ella la conocimos porque nos abrió las puertas de su casa, no sólo para proveernos de techo, sino también para compartirnos un pedacito de sus saberes tlachiqueros. Ella tiene su casita en San Salvador Cuauhtenco, en la mera montaña de Milpa Alta, pero gran parte de su infancia y juventud la vivió en la sierra de Puebla. ¡Cómo se emociona cuando rememora esos tiempos! Nos repite que lo que más le gustaba era raspar el maguey porque se raspa en círculos, y no puedo 55
más que imaginármela dibujando eclipses en el corazón del maguey: una niña garabateando el aguamiel. Le veo sus ojitos, que brillan y expresan lo que las palabras no pueden. Ella nos mira también, seguramente sorprendida porque nos tiene bien calladitos, escuchando sus historias ahí, en el campo que la rodea. Casi todos tomábamos pulque, nos cuenta Doña Gaby: los hombres llenaban su guaje para resistir la jornada labrando la tierra, las mujeres embarazadas bebían para nutrir los dos corazones que sus cuerpos resguardaban de todo peligro, a los niños les daban probaditas para que fortalecieran el alma y el cuerpo.
No podíamos estar más a gusto. La montaña y Doña Gaby parecían un solo ser en esa casa: las dos cuidaban y alimentaban a sus personas amadas. Ese día nos enseñó a hacer una salsa con pulque en molcajete, y nosotros la veíamos como si estuviera preparando el elixir de algún ritual antiguo, una protección destinada a habitar nuestros cuerpos. De un montoncito de tomates, chiles, cebollas y ajos, surgió la mezcla asada de la salsa. Aquí tengo el pulque, nos dijo enseñando su jarrito de barro repleto de la bebida fermentada. Así como a la salsa se le pone agua, le 56
vamos a poner el pulque, explicaba Doña Gaby, como si supiera que estábamos intentado anotar todo lo que nos compartía en nuestros pensamientos. Ahorita comemos, continuaba diciendo, van a ver que, con esta salsa en tacos, no nos va a hacer falta nada más, así, como en mi rancho. Tuvo razón. Ahora replicamos la receta en nuestros hogares y yo sigo imaginando a la niña tlachiquera dibujando corazones circulares en los magueyes del pasado y del porvenir.
“Soy Eustolia” por Isy Murciélago
Soy Eustolia, mujer de raíz tlachiquera, retomo la tierra para vivir en mis días, el pulque es mi sustento, el maguey mi guía, doy unión a la convivencia de la vendimia con mis amigas y amigos cercanos. Busco la alegría en cada paso en cada maguey.
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Conexiones de sangre blanca por Silvestre Arguelles Contreras
Quiero hacer un proyecto. No sé cómo, nunca he hecho alguno, pero… este… quiero hacer un proyecto. Y es que, este, recuerdo que les conocí a ellas y me inspiré mucho. Susana conoce a varias personas en las montañas de San Salvador, acá en Milpa Alta. Yo puedo ir a buscar a alguien en San Pablo e Ivette… ¡Ella sabe mucho de literatura! Es su pasión. Este… podemos contar historias de los tlachiqueros… si tan solo encontrara su número, lo guardé en algún lado…
Ivette y Susana se conocieron en un evento de la escuela, cuando Ivette mencionó la palabra “raspador” seguida de un relato detallado sobre la maduración del maguey, supo que debía quedarse ahí e intercambiar ideas con la señorita de los lentes grandes. Susana le contó que conocía a una tal Doña Eustolia, quien le había hecho una degustación de pulque. Susana le dijo a Ivette que con Eustolia había aprendido a diferenciar el pulque “bueno” del “malo”.
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Quedaron en hablar pronto, Ivette no pudo esconder su entusiasmo por finalmente poder conocer a una tlachiquera.
* La palabra tlachiquero proviene del náhuatl tlachiqui y significa “raspar una cosa”. Los tlachiqueros son los guardianes del maguey. Así quedó la nota escrita en el cuaderno de Pablo. Ellas, las dos jóvenes que conoció le habían contado mucho sobre los tlachiqueros, y Pablo quería hacer sobre ese tema su proyecto. Cuando finalmente encontró el número de teléfono de Ivette, y después de dejarle muchos mensajes, quedaron en verse los tres. Irían a visitar a la tlachiquera Doña Eustolia, la guardiana de los magueyes en San Salvador Cuauhtenco. Los tres estaban muy entusiasmados con la idea de ir a satisfacer su necesidad biológica de probióticos, acompañados con un plato de nopales en escabeche y unas tortillas moradas hechas a mano.
Mi abuelo raspaba magueyes. Recuerdo mucho que tenía diez años e íbamos a su casa, para mí - en ese entonces-, la casa de mis abuelos se me hacía muy lejos. Teníamos que 59
tomar un camión en Observatorio, luego ir en taxi (me gustaban porque eran color blanco con azul). Recuerdo mucho a mi mamá diciéndole al señor No, señor, no puede ser tan caro. Unos se enojaban, le ponían caras. Al final, mi mamá siempre encontraba alguna opción más económica. Y es que nadie quería entrar hasta el pueblo de mi mamá. Lo conocen con el nombre de “El Sauco”, y en alguna ocasión escuché que decía mi abuelo con su voz rasposa: ¡No, si aquí Dios dijo que por cada piedra que quites del camino, yo voy a poner diez!
Y es que, en verdad, los caminos tenían mucha piedra, los carros avanzaban despacio y zangoloteándose mucho. ¡Ay, señora, acá el carro se me va a descomponer! Pero valía la pena, mi mamá siempre llevaba muchas cosas al pueblo y yendo en carro no teníamos que cargar tanto. Dice que allá sí se valoran las cosas, que allá hasta una piedra es muy valiosa, menos para los taxistas, supongo.
Mi abuelo raspaba magueyes, y las vacaciones de Semana Santa solíamos pasarlas con ellos. Recuerdo que tomaban un líquido fresco en unos tarros de barro color café. Me 60
viene a la mente que me decían ¡tú no tomes eso! Es para los adultos. Ahora entiendo por qué no me dejaban tomarlo, pero en aquellos años, solo me sorprendía cómo después de tomar su pulque, todos estaban más risueños.
Mi abuelo tomaba pulque y raspaba los magueyes. Eso les escribí a los del colectivo Chicome Tochtli, conformado por Susana, Pablo e Ivette. Me interesa escribir historias, aprender más sobre una práctica que realizaba alguien de quien tengo sangre en mis venas. Y así como el maguey va soltando descendencia a su alrededor y por debajo de la tierra - sin que sea visible, está conectado a sus pequeños magueyes-, así siento una conexión con mi abuelo. Siento que quiero contar su historia a partir de las historias de otros tlachiqueros, personas que sin conocerse les une la tierra, y esa sangre blanca con aroma agrio.
Mi abuelo raspaba magueyes y tomaba pulque, ahora yo escribo sobre los tlachiqueros y también bebo pulque. No sé a dónde llegarán estas historias, pero la conexión no evidente seguirá existiendo por mucho tiempo más.
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Mujer de alma fuerte por Isy Luciérnaga
Tierra de lleno verdor, son los caminos que recorre Doña Eustolia: sencilla y bella mujer de mirada tierna y manos labradas por la tierra y el maguey. Lleva años en la vendimia de los nopalitos en escabeche, una delicia, ¡si los he probado yo! También de lo que le sabe y mucho es al raspado del maguey, tiene tanta experiencia que cuando te platica, todo se escucha tan bonito, con mucha aventura y amor.
El martes pasado me invitó un pulque que raspó ella misma con sus manos, benditas manos y ¡uff! La delicia escurriente en mi boca se recorrió; me contó Doña Eustolia que su hijo siguió su trabajo y ejemplo; que también hace el mejor pulque, que cuando lo pruebe me voy a derretir del sabor. Reímos y charlamos por un rato más y salió volada a la entrega del escabeche. Cuando se iba la mire por detrás y su silueta apurada me dio para pensar en la fortaleza y en la vida que ha llevado tan del tingo al tango, de un lugar a otro. 62
“Después de años, por fin, un hogar con vida” por Pablo Moreno
Después de años, por fin, un hogar con vida, ya estaba harta de la ciudad, todo es plano, gris y maloliente. Ay, pero aquí en el campo me siento renovada, escucho los pajaritos y me acuerdo de mi casa, ya ni me acuerdo cuando me salí por andar de novia y para qué, viejo sin palabra, nomás me dejó y se fue. Ah, pero una es canija y aguanta por los benditos niños, como aquel Pedro, nomás hablo de él y se me llena el corazón de alegría, no era de mi sangre pero como lo iba a dejar solo ahí, ni que fuera yo qué. Aquí creció y aprendió el oficio del maguey, hoy en día ya es un hombre de bien, tiene su pulquería allá en San Pablo y hace del bueno, del que yo le enseñé.
Los demás también volaron, solo me quedé con Gaby que siempre estuvo pegada a mí, ya le dije que me deje y haga su vida, pero es necia y bien canija, igual que yo. Si cuando era niña, ella y yo, raspaba los magueyes, se llevaba los hules con los que tapaba yo el cajete y ahí los andaba meneando de aquí para allá, y me agarraba distraída y ya la 63
encontraba ahí, en la tinaja agarrando el pulque. Las corretizas que le daba yo. Ay, no sabes qué bonito siente uno cuando sus hijos se van por el buen camino, no que luego los ves ahí, tiradotes en la calle, ya no saben ni cómo se llaman, por puro invento de la gente, que su vino, que su cerveza. Si aquí eso no pasaba con el pulque, al contrario, lo usaban para el dolor de barriga, para los pulmones. Si la naturaleza es sabia, nomás que ya no vemos eso.
“Mi bello Querétaro” por Witsilin
Mi bello Querétaro, donde el maguey crece y crece, dando una bebida sagrada llamada pulque: blanco como las nubes que nos acompañaban todas las mañanas. Con la misma técnica que mi papá me enseñó por ahí cuando tenía doce, refrescándonos con el aguamiel que raspábamos con tanto gusto. Admirando el paisaje, mi padre me cuenta cómo el maguey tiene su muerte.
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Resumen del amor al cuidado de las plantas por euniceesro
Raspé durante 18 años, pero a causa de la artritis he dejado de hacerlo. Y es que cuando se endurece, ya no puede uno, aunque aprendí muchas cosas. Tiene su chiste esto de cuidar los magueyes: ver la posición de la tierra, revisar cada maguey hasta que estén maduros para poder trabajarlos y los cuidados después de sacarle el agüita. Y después de eso, tener el contenedor y las manos limpias para que no le vaya a pegar el sabor y la textura porque luego los venden muy feos o rebajados. Y es que como no aprender a raspar el maguey, si desde los 10 o 12 años estaba muy acostumbrada a beberlo.
La siembra del maguey por Yolo Martínez
Por fin, después de terminar de vender los nopalitos con los vecinos, regresé a casa por aquel camino de tierra, crucé el puente de madera y miré hacia Xicomulco. Tantos años de 65
vivir al pie de la montaña, de mirar hacia las nubes y pensar en el viejo Querétaro, recordarme a mí y a mis padres.
Seguí caminando y encontré a Doña Gabi.
-
Querida amiga, vamos a aquel tronquito a tomarnos un pulque, yo te lo invito, me lo acaba de traer mijo, el de allá de San Pablito.
Sacó sus banquitos y nos servimos del pulque blanco, con un poco de miel para endulzarlo. Está bien para pasarnos el rato. Mientras platicaba con mi amiga, vi a lo lejos unos pequeños magueyes pegados en la esquina de una barda, y entre ellos parecía moverse un viejo tejo.
-
¡Canijo tejón! Ya vino a pedorrear el maguey, lo va apestar - pensé, pero la plática estaba muy buena con Gabina y su hija Susana, así que lo dejé pasar.
Por la noche, escuché detrás de la casa un pequeño sonido.
66
-
¡Ha de ser de nuevo el condenado tejón! - Tomé la escoba que dejaba junto al capulín y salí hecha la mocha para espantarlo, pero al salir no vi nada.
A lo lejos, entre las primeras semillas del maguey, parecía moverse algo, me acerqué lentamente hacia el gran maguey y de pronto una vocecita entre las hierbas:
-
Ayúdanos, por favor, aquí estamos muy apretados y no podemos crecer.
Busqué de donde provenía esa voz y, para mi sorpresa, eran los pequeños magueyitos que al unísono pedían cambiar de lugar. La puritita verdá, me asusté un poco, pero no lo dudé: tomé el azadón y poco a poco fui sacándolos de su lugar. Los condenados se movían mucho por las cosquillas que sentían de mis manos.
-
Si tú nos siembras allá abajo en el cerrito, creceremos más rapidito.
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Entre la noche y la milpa, me dirigí al pie del cerro cargando a los hijuelos. Hice el hoyo en la tierra y los senté derechitos, a modo que no les cargue mucha tierra, uno a dos metros del otro.
-
Por favor, déjanos un pozo para que cuando llueva nos caiga agüita.
Así lo hice, me dieron las dos de la mañana y me fui pa’ la casa a descansar un rato.
Me basta tu compañía por euniceesro
-
Pues, lo bueno es que tengo aquí a mi comadre y estas tierras que nos gustan porque nos traen el agua y el pulque - decía Doña Eustolia sentada junto a la Señora Gabina. Recordando el momento en el que llego a este lugar.
-
Cuidamos de unos cuantos, pero luego compramos unos rebajados, y eso es lo que hay que aprender, a 68
reconocer si está bueno. Y es que pasa el tiempo y éste sigue siendo un lugar tranquilo, no como la cuidad, que parece que nadie se conoce. Aquí el campo nos permite conocernos entre todos. Lo único que cambia son los años, pero un buen pulque junto a ella me hace sentir a gusto.
El pulque en la sangre por Maria Fernanda Galicia Páez
De la ciudad al campo, ¡qué alivio ese cambio! Vivir rodeada de muchos carros, mucha gente no me hacía sentir cómoda. En cambio, en el campo es un gran privilegio vivir entre animales, naturaleza, tradiciones y amor a la tierra. Al cabo de los años, mis chilpayates crecieron y como ley de la vida, volaron. Uno no es de mi sangre pero como si lo fuera, mi amor por la tierra también le nació a él, que ahora ya vende pulque en su local. Mi hija no me quiere dejar, ya le dije a la condenada que tiene que volar, que yo me quedaré aquí en mi jacal.
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Por las tardes agarró camino a el centro de Cuauhtenco, ¿no compra nopalitos?, le dice a sus vecinos, con su canasta en mano y su sombrero puesto. Doña Eustolia, en su camino, lo ve llegar. -
¡Ay, mijito! Ya viniste.
-
Sí, má, te traje tu pulque, como de costumbre.
-
Muchas gracias, mijo, cuando regrese de la venta voy a compartirlo con mi amiga Gabina, ya sabes que en las tardes nos sentamos ahí debajo de ese árbol a platicar. “Un tlachiquero me dijo -apréndete nuestras leyes: El pulque es para los hombres y el agua para los bueyes”.
“Al pie de la montaña” por Citlaltzin Ponce
Al pie de la montaña, ahí en donde el frescor del aire recorre y provoca el vaivén del pasto, de los árboles, donde 70
hay más verdor que concreto, donde hay resonar de los gallos cada amanecer. Ahí vive y comparte dulzor Doña Eustolia, se expresa con bondad, gustosa y dichosa por tomar aquella bebida blancacea (no tan dulce) que desde pequeña le ha visto crecer, criar y trabajar con el corazón.
Prepara sabrosos nopalitos, ya sea con juguito o verdura. Los vende y entrega por ay luego… Acompañados van esos nopalitos con sonrisas, bromas, sorpresas y unas cuantas platicadas, que se escuchan por el pueblo.
“Otro buen día para ir a la venta” por Citlaltzin Ponce
Otro buen día para ir a la venta, hoy es viernes y ya huele a pulque.
-
¡Levántate, mija, que hay que preparar el escabeche, cortar cebolla, jitomate, cilantro y todo lo demás!
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Me alisto, cómo me gusta este pantalón suave, tan cómodo, y mis zapatitos blancos que ¡ah, cómo me han aguantado! El sol avanza y ya está todo listo, incluyendo el quehacer que entre dos ¡le echamos montón!
Qué sed tan tremenda me cargo, lo bueno que ya llegó mijo, cómo me quiere, ¡me trajo tres litrotes! Viene fresco y bien cuidado, como algún día le enseñé, bien que aprendió mi muchachito.
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Juana
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Señor tlachiquero, hágame este día más llevadero...
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¡Pulque, salsa y tortillas! ¡Ah, qué sabrosa es la vida! por Maria Fernanda Galicia Páez
Con cariño para las tlachiqueras y los tlachiqueros que conservan la tradición del pulque.
Esos vidrios transparentes, que cuidan de esa mirada tan humilde y esas manos que tiene con pequeñas grietas de tanto raspar. Basta con solo mirarla y ver que reflejan sus saberes en el campo. Cuenta que era muy pequeña cuando aprendió de su padre el amor por el pulque.
Dice que a partir de los restos de la hermosa Mayahuel, quien era una joven que vivía en las estrellas y a quien Quetzalcoatl convenció para que bajara a la tierra y se amaran en forma de un árbol (Mayahuel aceptó la propuesta de la serpiente emplumada, pero al ser descubierta por su abuela, en pleno amorío con Quetzalcoatl, fue destrozada en el lugar), de los restos que quedaron en el suelo, surgió entonces el maguey, y por eso es que subían a la montaña.
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Cuando cantaba el gallo aún calaba el frío de la mañana, pero acompañada por su gabán y caminando por la vereda, arribaban al espacio donde se encontraba sembrado el maguey que ya tenía edad para ser capado, comenzaba su labor, así es, a raspar y a jalarle al acocote y vaciarlo al guaje. Al terminar, se tenía que cubrir bien el maguey con las pencas, el murciélago cuida por la noche el maguey para ahuyentar al condenado cacomixtle, para que no se tome el aguamiel.
De vuelta al jacalito, con su sombrero y su jarrito de pulque a lado, descansa sobre el pasto, rodeada por maizales y animalitos. Llega la tarde y comienza a preparar esa rica salsa borracha que acompañará con las tortillas que ya hay en el comal y un delicioso pulque. Al atardecer, borda sus servilletas con hilos de distintos colores, y desde lo alto de la montaña observaba las luces de la ciudad. Así es, me gusta escuchar y escribir los saberes de ella porque mi abuela es orgullosamente tlachiquera.
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Mi encuentro con Mayahuel por Yolo Martínez
Por aquel tiempo yo era una chamaca de apenas ocho años, chincuete largo y unas trencitas acompañaban mis travesuras, era yo muy tranquila, pero me encantaba jugar después de la lección de bordado. En aquel entonces eran muy pocos los niños que usaban zapatos, yo no era la excepción: mis piecesitos besaban las calles de tierra cuando jugábamos a la teja.
Aquel día, mi papá me despertó a las cuatro de la mañana, todavía el gallo ni cantaba; pero era hora de emprender el camino hacia la milpa donde por fin me tocaría mi primera lección. Como rayo, bajé del tlapanco donde me tocaba dormir, me puse mi suéter, peiné mis trenzas, y un baño rápido al estilo San Pancho (como decía mi abuelito): una lavada de cara y ¡a darle, que esto es mole de olla!
Nos encaminamos rumbo a Xicomulco. Por ese entonces, mi padrino, que vivía allá en la ciudad, le dejaba raspar a mi papá unos magueyitos que tenía en su terreno. Recuerdo 77
bien aquel día, un amanecer con neblina que parecía que caminábamos sobre las nubes. El clima me parecía raro, los encinos de esa larga bajada a Xicomulco bailaban más que nunca y el trinar del gorrión serrano no dejaba de sonar en todo el camino. De pronto, ya casi al llegar donde partiríamos el maguey, vi pasar a lo lejos y entre el zacatonal a un pequeño zacatuche, más apresurado que otros que he visto en mi vida. A pesar de lo raro del asunto, no le presté importancia, yo iba decidida a por fin tomar el castrador.
Después de tanto, llegamos al maguey elegido; mi papá me dijo que tomara el partidor para partir el maguey y que lo esperara mientras él le iba a echar un ojo al que había raspado el día anterior. Inesperadamente, mientras mi padre se alejaba, comencé a escuchar un palpitar, a pesar de que era muy miedosa, comencé a buscar aquel singular sonido. Cuál fue mi sorpresa al darme cuenta que provenía del interior de aquel maguey de corazón y pencas amarillas. Me acerqué poco a poco tratando de escuchar con oído explorador para desengañarme de mi poderosa imaginación.
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Al tocar el corazón, sentí un fuerte palpitar y, al instante, detrás de mí una joven mujer de nombre Mayahuel me tocó el hombro. Si he de decir la verdad, me asusté tanto que hasta pasé a respingar.
-
Hoy es el día, te necesito - me dijo, alejándose por aquella creciente subida.
Yo no quería que se fuera, necesitaba preguntarle qué significaba lo que me dijo, pero por más que lo intenté no pude sacar palabra alguna. A los pocos segundos llegó mi padre y sin pensarlo me dijo:
-
Es tu turno, te toca partir este maguey.
Mientras limpiaba las pencas para comenzar a partir, de inmediato comprendí el llamado del tlachique. Desde entonces y hasta ahora, seguiré raspando hasta que ya no pueda.
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2 de noviembre de 1952 por Yolo Martínez
Cuentan mis padres que fue el 2 de noviembre de 1952 cuando yo estaba a punto de morir, un cuadro de bronquitis azotaba mi pequeño cuerpo de seis años. Por esas fechas, las montañas de Cuauhtenco parecen tan heladas, que apenas se alcanzan a ver las personas a unos pocos metros. A pesar de que estaba muy chamacha, aún recuerdo mi pequeño cuerpo recostado en el petate, pálido, frío, con enaguas negras, un listoncito rojo y sal en la cabecera como protección.
Entre mi delirio, comencé a ver de nuevo aquel día: descalcita me salí al patio en medio de la tormenta a corretear a las gallinas, mientras saltaba de charco en charco. De pronto, en el reflejo del agua de lluvia, apareció una pequeña silueta: era una niña de vestido blanco, quien se acercó en medio de la tempestad. Sin hablar, me llamaba y la seguí hasta el maguey junto al tepozán de la casa, se inclinó y me ofreció una jicarita llena de aguamiel; sin pensarlo, me lo tomé de un trago. De pronto, desperté 80
recostada, mirando hacia la ofrenda con la foto de mi hermana, que en paz descanse, una niña de doce años con vestido blanco.
“Con el cuero de borrego amarrado con ixtle” por Witsilin
Con el cuero de piel de borrego amarrado con ixtle, caminaba por la vereda todas las mañanas antes de que el gallo cantara. Aún recuerdo la ilusión de saborear el aguamiel con el que iba a terminar mi día de trabajo. Cada mañana admiraba el mitzontete (piña del maguey) y me preguntaba cómo algo de la tierra me puede hacer tan feliz, ahora teniendo el pelo color de pulque, blanco, le doy gracias a la tierra por tanto.
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“Llevaremos ya cien o doscientos días” por Pablo Moreno
Llevaremos ya cien o doscientos días, ya mejor ni cuento, solo espero que esto pase pronto, los muchachos nos explicaron la situación y nos encerramos mi viejito y yo, pero ya quiero ver a mi comadre. Mejor me salgo a traer el aguamiel pa’ reforzar las defensas, cubrebocas, acocote y olla, salgo al imponente frío, pero protegida por mi fortaleza de fibra, alimento y cultura, regalo traído por la mismísima Xochiquetzal para cobijar al hombre como a centeotl. Hoy fue buena la colecta, dos litros de elixir ámbar, nos recargan la pila.
“Abuelita, ¿cómo dice que el pulque es medicina?” por Pablo Moreno
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Abuelita, ¿cómo dice que el pulque es medicina, si los teporochos de la pulcata ya se ven bien acabados? Ya no le ande echando mentiras a mi madrina, que no le va a hacer bien. 82
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Mijo, el pulque es curativo, yo estuve bien enferma de los pulmones, ocho años tendría yo, vas a creer que una niña de esa edad se enferme así de la garganta, ni respirar podía, hijo.
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¿Y que, abuelita, no la llevaron al doctor?
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No, mijo, en ese tiempo no había doctores. Mi papá, dios lo tenga en su Santa Gloria, me daba un vaso de pulque en la mañana y en la noche y no me daba agua, me daba aguamiel, en unas semanas ya estaba fuerte para ir a ver a los borregos.
“Respirando aire frío entre verdores” por Citlaltzin Ponce
Respirando aire frío entre verdores, veredas, carreteras. En su terrenito, altos y fuertes sembradíos de maíz, sostén de vida, alma de amor, contenta se le ve a Doña Juanita por compartir de su cosecha, por ahí empezando agosto y antes de los fuertes fríos.
¡Qué cosas tan bonitas hace Dios! 83
Un festival de colores en los granos, solo hay que saber tantear, los blanditos pa'l momento, los duros para desgranar y hacer tortillas o volver a sembrar.
Las líneas blancas que en su cabello abundan dicen más que mil palabras, es sensible, ha estado triste por la pérdida de sus gallinas... ¡Ay, esos perros monteros!
Sin embargo, en su corazón no existe el rencor, por el contrario, sus ojos llenos de esperanza anuncian el retoñar de sus plantas, entre ellas: lechugas, alcatraces, y una que otra curativa… Cuando se da sus vueltas al jardín, se acerca a aquellas pencas grandotas y bien paradas, magueyes que a través del tiempo nutrieron, protegieron y cuidaron la salud de su padre. Acaricia las pencas, les acaricia con cariño, gratitud y sobre todo AMOR, como si toda la buena energía presente en su alma se las transmitiera con aquel tacto cálido.
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“Su ocio no se va en la televisión” por Citlaltzin Ponce
Para Luis José M.C, que es mi motivación constante, es vida, pues llena de color mi mente, cuerpo y corazón. Él, que su sonrisa es semejante a la divinidad. Gracias, con mucho amor.
Su ocio no se va en la televisión, ni en el celular, ni en todas esas cosas que namás quitan el tiempo, sino que disfruta seleccionar colores y diseño, tipo de tela o prenda, y lo más maravilloso, ver su bordado terminado… ¡Bonitos pajaritos, chulas flores!
El bordado
Donde el tiempo pasa distinto, donde se nos permite ver mejor las cosas, convertir los minutos en variadas puntadas, atrapar un momento, un suceso, un sentimiento. Una liberación del quehacer mundano, el bordado.
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“¿Cómo aprendí del pulque?” por euniceesro
¿Cómo aprendí del pulque? Tenía ocho y ya estaba acostumbrada a subir con mi papá, caminábamos hacia los magueyes a diario, él me enseñó a raspar. De derecha a izquierda, con calma. Lo recuerdo bien, con un acocote succionaba el agua y ponía un cuero de piel de borrego amarrado con un ixtle para vaciar el aguamiel y llevarlo a su barril. Lo dejaba reposar durante quince días.
Hay que ver que el corazón suelte todas las hojas, a ver si ya está bueno pa’ partirlo. Tenía que andar ahí revisándolos y me entretenía viendo los insectos, pisando el suelo terroso con la planta de mis pies y mis dedos jugaban con las hojas del pasto. Tomaba un poco de aguamiel cuando me daba sed y seguía investigando cómo esas plantas tan asombrosas podían tener tan maravilloso líquido, que la gente del pueblo lo da hasta como medicina.
Un día oí yo a mi tía decir que mi primo ya se había aliviado de un dolor en el estómago, quesque gastritis, creo, 86
pero decían que con un vaso en ayunas servía mucho. Mi mamá, por supuesto, me daba pero solo si estaba enferma. En cambio, mi padre llenaba siempre su barril. Bebiendo a cualquier hora. Cuando él se fue, se llevó esa parte de mí, pero agradezco tener estas tierras que me hacen recordarlo y querer transmitir esto a mis seres queridos.
Conexiones neuronales por Silvestre Arguelles Contreras
Ciudad de México, 4 de julio de 2020
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Dígame ¿Cómo era que lo extraía ya que lo
había raspado y en el corazón hacía un boquete, y entiendo que ahí se alojaba como algo líquido que es el aguamiel? ¿Qué es lo que hacía? ¿Cuál era el proceso que seguía? -
Bueno, pues mi papá tenía una herramienta,
dijéramos que se llama acocote, yo creo que hasta la fecha así lo conocen, como un acocote, eh, ese mi papá iba a “milpalta” y ahí lo 87
compraba. El acocote es una cosa como botella, tiene un hoyito abajo y un hoyito arriba. Tonces mi papá le succionaba para extraer el aguamiel. Cuando él le succionaba, le ponía el dedo en el hoyito de abajo para echarlo al cuero. Era un cuero de la piel de borrego, que se la sacaban cuando lo mataban al borrego, se la sacaban la piel completa. Nada más le quedaba el hoyito de las patas y de la cola. Esas se las amarraban con un hilito que sacaban de las mismas pencas del maguey.
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¿Cómo se llamaba ese hilito?
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Bueno, aquí le decía mi papá ixtle porque
son los hilitos que le salen de la, de la penca del maguey. Mi papá lo, lo, lo sacaba, lo, lo enrollaba así y los torcía y le hacía así el lacito y lo amarraba en las manos, en la cola y en las patas porque el cuello del borrego era por donde él echaba el aguamiel. Ya luego lo, lo, lo, lo transportaba para ir, para llegar a la casa y
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vaciarlo al barril que, como les digo, es un barril de madera.
Y después de terminar la universidad, ¿qué voy a hacer? Únicamente me falta presentar mi examen profesional. Ya tengo fecha, pero no me gusta nada que sea de modo virtual. Quería que fuera como el de mi hermano mayor, siempre me cuenta sobre eso: fueron sus amigos, su novia, y sus sinodales, quienes son excelentes profesores que le pusieron difícil el camino para aceptar sus respectivos votos. En cambio, a mí me espera solo una pantalla para felicitarme, posteos y comentarios infinitos que deben ser atendidos para aparentar ser amable y sobre todo tener más reacciones.
Este año será recordado como el año de la Gran pandemia. Muchos han enfermado y muchos otros han muerto. Entre los familiares cercanos, aún me cuesta demasiado asimilar el fallecimiento de mi abuelo. Hizo tanto por la disciplina que él amaba, obtuvo el máximo reconocimiento a nivel mundial, y puso el nombre de México muy en alto por sus investigaciones que anticiparon el daño en la atmósfera. Me 89
gustó siempre su forma no presuntuosa de hablar sobre el tema. Solía llevarme a la Universidad de México, y yo sentía mucha emoción al ver sus experimentos, siempre me impulsaba a que siguiera sus pasos. Sin embargo, cuando le conté que quería dedicarme al periodismo, me apoyó mucho, dijo que él había notado mi forma distinta de ver la televisión, me contó que, al terminar los programas, me gustaba hacer preguntas a quien se me pusiera enfrente. Luego comencé a grabar los audios de las conversaciones, en fin, a dedicarme al periodismo de forma natural. También me dijo que no olvidara todos los experimentos que hicimos juntos en su laboratorio, algo que nunca he hecho. Por eso, ahora que voy a titularme en “Arte y comunicación” en la Universidad de la Ciudad de México, recuerdo con especial cariño las historias y momentos vividos con mi abuelo.
Ciudad de México, 4 de julio de 2020
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Y dígame, ¿cuánto tiempo tarda un maguey
para que se pueda raspar? -
Aproximadamente unos ocho o diez años
para que el maguey esté bien. Cuando el corazón, cuando el corazón ya está amarillo. Cuando el corazón ya está amarillo es cuando ya está bueno el maguey. Para que ya se, se parta. Así le decía mi papá, Voy a partir el maguey porque ya está bueno. Ya está su corazón amarillo, Entonces ese corazón amarillo se lo quitaba. Como le quitaba ese corazón amarillo, quedaba la piña, de donde están todas las pencas alrededor, pero el amarillo se lo quitaba y era donde le hacía el boquete para extraer el aguamiel. Él le iba quitando el netzal, le decían el netzal que es como bagazo para que otra vez volviera el aguamiel eh…
Pasaron ocho años ya desde que terminé la universidad, el regreso de Argentina después de dos años de maestría y luego el comienzo con el noticiero hacen que apenas tenga tiempo para recordar. Hoy especialmente recuerdo con 91
mucho cariño ese texto que descubrí en el año de la Gran Pandemia. El año en que prohibieron los abrazos, donde los festejos de cumpleaños se volvieron insípidos ante la falta del humo que surge después de apagar las velas y porque se hacían a través de pantallas, esas pantallas que están por todas partes. El año en el que desaparecieron las bocas de las personas, donde el gel antibacterial era usado al por mayor y a todas horas. Ese año cuando nos pasamos el año entero recluidos en nuestros hogares, el año, el año…
El año en que encontré el archivo PDF del libro que cambió mi vida. Y es que en ese libro, “Las narraciones del maguey”, aprendí el significado de una planta que tiene muchos usos, que contiene una gran tradición en la cultura mexicana y cuyo cuidado y preservación puede significar un cambio de paradigma medioambiental. Con especial cariño recuerdo la receta de salsa borracha de Yolo, en más de una ocasión la preparé en mis reuniones de la Confederación Latinoamericana.
Recuerdo mucho los relatos de Pablo y, claro, los de Ivette, con un estilo muy lindo, producto de, seguramente, una 92
mente muy sutil, sus letras me suenan a música suave; pero lo que me cambió la perspectiva fue visualizar ese corazón amarillo. Por eso el logotipo de “El planeta noticias” tiene un corazón de ese color. Gracias a la entrevista que le hicieron a Doña Juanita, he leído y releído tanto sus páginas, que he desarrollado un afecto especialmente hacia ella. La quiero como si fuera mi tercera abuela.
16 de julio 2020
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Buenas tardes, nuevamente nos encontramos
con la señora Juanita. Hoy nos va a platicar acerca de las propiedades que tiene la penca del maguey. Por favor, señora Juanita, cuéntenos. -
Bueno,
antes,
anteriormente,
mi
papá
cuando se llegaba a cortar, solíamos cortar un pedazo de penca. Le quitaba el mixiote y le sacaba, jimaba y le sacaba una grasita. Después le ponía el mixiote encima y nos amarraba con el mismo ixtle. Y ya con eso nos sanábamos, no había necesidad de otra cosa. El mixiote es la piel y el ixtle es la hebra que sale de la penca. El ixtle sirve 93
para hacer tendederos, estropajos con los que antes nos bañábamos.
¡Saludos, ojonautas que nos acompañan en este enlace neuronal! Mi nombre es Tulio Molina, y en nuestro noticiero de hoy tenemos preparada toda la información más relevante sobre nuestro planeta vivo. Quédese con nosotros, arrancamos con “Madre Tierra Noticias”. En nuestra sección “Conservación”, les tenemos toda la información más actualizada que llega desde la Estación
Lunar
Armstrong:
tras
muchos
años
de
investigación, el día de hoy revelaron cómo cambiar el eje de la luna, modificando la trayectoria lunar. Con este descubrimiento será posible regular los cielos terrestres, permitiendo revertir los efectos del cambio climático, manteniendo un ecosistema sano. También, en nuestra sección “México mítico”, les hablaremos del libro “Las narraciones del maguey”, un documento escrito hace cuarenta y un años, que sirvió de
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inspiración para el cambio medioambiental y cultural de nuestra querida Confederación Latinoamericana. Finalmente, en nuestra “Entrevista en el tiempo”, nos acompaña Doña Juana, tlachiquera de Milpa Alta, quien nos revelará todos los secretos del símbolo de nuestra Confederación Latinoamericana: la planta del maguey. ¡Quédense con nosotros! ¡Cooooooooomenzamos!
Y empezamos con la entrevista en el tiempo, recuerden que se trata de una revelación neuronal a partir de las letras escritas en las piezas arqueológicas digitales del PDF, y nuestra tecnología actual nos permite ver a Doña Juanita como si estuviéramos en Milpa Alta en el año de la Gran Pandemia.
Así que, sin más preámbulo, veamos qué nos cuenta.
4 de julio 2020
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Buenos días.
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Buenos días. 95
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Hoy estamos con la señora Juana LR. Ella es originaria del pueblo de San Salvador Cuauhtenco y nos va a platicar un poco acerca del proceso y cómo es que ella aprendió el arte de raspar el maguey y producir pulque. Bueno, pues ella nos va a comentar, nos va a platicar un poco de su historia, eh, ¿cómo fue que lo aprendió? ¿Quién se lo enseñó? ¿Cómo es que ella lo vivió y hace cuánto tiempo fue que ella aprendió este oficio para realizar el proceso de elaboración de pulque? La intención es que los saberes de la comunidad oriunda de los pueblos de la montaña de Milpa Alta, que se encuentran ubicados en la Ciudad de México, pues, puedan ser transmitidos a los jóvenes, a otras generaciones. Que quede como un acervo cultural, entonces, por favor, la vamos a escuchar. Ella nos va a compartir un poco de su historia, se las presento nuevamente, ella es la señora Juana LR. ¿Cuántos años tiene usted?
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Setenta y uno
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Setenta y un años, oriunda de San Salvador Cuauhtenco y, bueno, platíquenos, ¿quién le enseñó y cómo fue que aprendió el oficio y el arte de raspar el maguey?
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Bueno, pues mi papá. Él elaboraba pulque, raspaba. Cuando yo tenía como ocho años, yo acompañaba a mi papá a la milpa a donde él iba a traer aguamiel, a raspar. Él… cuando los magueyes ya estaban grandes, ya el corazón estaba amarillo. Ya él iba y los cortaba, los partía. Él decía, voy a partir el maguey, era para sacarle el aguamiel. Le quitaba ese corazón amarillo que tenía todo, y ya le hacía un hoyo dentro del mezontete. El mezontete, así le llamaban porque es una palabra náhuatl, pero en sí, es la piña del maguey, que por dentro le hace un hoyo y le van redondeando con el castrador. El castrador es una como cuchara de metal con filo, para poder extraer el netzal, que es como el bagazo del aguamiel, y de ahí para que vuelva a brotar el aguamiel; pero para que mi papá pudiera elaborar el pulque, él ponía en un barril de madera el aguamiel cuando no tenía asiento de pulque, pues él ponía el 97
aguamiel y diario le iba poniendo el aguamiel tarde y mañana porque en la mañana le raspaba y en la tarde también, dos veces al día raspaba el maguey. Esa aguamiel la iba guardando en el barril durante quince días, él no lo, no lo, no lo tomaba, lo dejaba que fermentara. Entonces cuando esa aguamiel ya fermentaba, ya era pulque. Ya lo podían tomar, entonces ya de ahí mi papá, pues, ya tenía para tomar su pulque porque, pues, él tomaba pulque. Con ese pulque, casi toda la gente de aquí, aquí del pueblo tomaba porque ese era su, como tomar agua cuando
comían,
cuando
almorzaban,
cuando
cenaban, en vez de tomarse un vaso de agua, se tomaban
un
jarro
de
pulque.
Con
ese
se
emborrachaban.
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Una pregunta, señora Juana, ¿y en aquellos años se escuchaba esto de la diabetes?
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No, no había diabetes, no se escuchaba nada de diabetes, nada de cáncer. Ninguna enfermedad se escuchaba.
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Porque me quedo pensando, usted dice que tomaba el pulque como si fuera agua, ¿entonces el pulque tiene propiedades alimenticias?
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Bueno, pues aquí yo escuchaba, yo era chamaca y yo escuchaba que, por ejemplo, las señoras cuando tenían a su bebe, que para que tuvieran leche, les daban un jarrito de pulque en ayunas, para que tuvieran leche para que pudieran amamantar a sus hijos bien y, aparte dicen, decían que el pulque engruesa la tela del pulmón.
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Otra pregunta, señora Juana, entonces, ¿el acocote es de plástico?
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No.
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Porque dijo que era como una botella…
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No, el acocote no es de plástico, el acocote es más o menos como la piel del chilacayote seco.
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Ah, okey, es como un chilacayote seco…
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Si, alargado. Entonces le quitaban, le abren arriba un hoyito y abajo y le sacan, tiene dentro unas semillas, esas…
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Ya que es parecido al chilacayote… 99
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Namás que largo, entonces cuando ya le limpian bien, todo eso ya sirve, ya le lavaron y ya sirve para sacar el aguamiel, y con el mismo acocote le caían ahí al cuero y ya entonces ya se llevan el aguamiel para su casa, y ahí el barril debe de estar en un lugar seco. Que no haya calor, que no haya humedad para que fermente muy bien el pulque. Para que no se agrie porque si le pega el calor, se agria. Si no se tapa bien la piña del maguey con una penca y una piedra encima, se agria. En el boquete que le hace a la piña se debe de poner, se corta un pedazo de penca, se le pone así como una tapa y luego se le pone una piedra. Una para que no se la tomen los cacomixtles y otra para que no se asegue, para que no se agrie.
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No se eche a perder…
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No se eche a perder.
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Okey.
Mamá, ¿entonces la abuela Juanita escribió un libro? No, Florecita, a la abuela la entrevistaron. Pero, ¿por qué están 100
haciendo una transmisión neuronal de las historias de la abuelita? Pensó Florecita, mientras recibía las señales del noticiero. Lo que pasa es que quieren explicar porque el maguey se volvió tan importante, antes no era así. Contestó en pensamiento Flor Maya a su hija. ¿Pero por qué todos tienen que saberlo? A mí, la abuelita me lo contó hace dos años, un día estaba jugando, me senté en el jardín. Miré alrededor, estaban todos los árboles y unas plantas raras con muchos picos, entonces pensé en la abuelita Juanita y ella vino a mi pensamiento. Me contó una historia sobre una diosa llamada “Mayaguela”, creo. Me dijo que de ahí sacaban el aguamiel que tanto me gusta. A la diosa se le conocía como Mayahuel, pero eso fue hace mucho, mucho, tiempo. Interrumpió el pensamiento su mamá. Tú ahora puedes jugar cuando quieras, con solo imaginarlo, pero los mexicanos antes de los mexicanos, los que llegaron aquí por primera vez, tenían tierra, tenían alimentos, pero no sabían de diversión. Ellos creían en sus dioses y uno de ellos les regaló la planta del maguey, que es la Diosa Mayahuel, y con el líquido dulce, ese que te gusta, y que posteriormente
se
fermenta,
ellos
experimentaron
momentos de éxtasis, de felicidad. ¿Y podemos conectarnos 101
con ellos? Quiero que me cuenten cómo era aquí cuando llegaron, interrumpió Florecita. Sí podemos hija, pero nos tomará mucho tiempo. Debo pedirle a la abuela Juana que ella nos reúna con sus padres, ellos deberán a su vez vincularnos con algún familiar anterior y así hasta llegar con ellos, con los fundadores de estas tierras. Además, para poder comunicarnos, debemos aprender a usar su lenguaje. ¡Vamos a hacerlo será divertido!
A partir de ahora, Florecita interrumpió sus pensamientos. Quería comunicarse con sus amigos, jugar con ellos a que era la Diosa Mayahuel. Así lo hizo. Mientras seguían caminando, Florecita jugaba a darles diversión a sus amigos, ellos se encontraban muy lejos, pero eso no importaba, las conexiones neuronales así lo permitían. Mientras su hija jugaba, Flor Maya volvió a prestar atención a la entrevista de Tulio Molina.
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Entonces,
para
poder
producir
pulque
debo
mantener un, mantener un maguey durante diez años. ¿Qué piensa usted de que hoy en día, eh, hay
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muchos lugares donde venden pulque, será que siguen produciéndolo de la misma manera? -
Pues hay partes donde veo que venden pulque, eh, inclusive yo la otra vez, vi que en una casa vendían pulque, pero ese pulque no era pulque natural, era agua porque el pulque natural, cuando es pulque puro hace hebrita. Y el pulque al que le ponen agua pues es, agua revuelta con pulque.
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Eso de “hebrita”, ¿sería como algo que, eh, que pudiéramos simular con la leche condensada que baja como muy espesa?
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Esta espeso, un poco especito, ahora cuando el pulque no se, no se elabora bien, cuando no hay higiene, cuando no hay la higiene adecuada, el pulque decía mi papá, que le sale granizo, ese pulque es muy aguado y tiene como unos granitos, como cuando el agua de guayaba se hace, así igual, ese no sirve porque, porque tiene granizo.
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¿Y ese pulque pudiera afectarte o no pasa nada?
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Pues no, pero no tiene el mismo sabor, aunque no está bueno el pulque, decía mi papá, está enfermo el pulque. Lo colaban con una manta varias veces. Es 103
como una plaga que tiene el aguamiel que no le permite trabajar bien al pulque, no fermenta.
Súbitamente, Florecita preguntó a su mamá. ¿Mamá Flor, y tú me puedes enseñar a cuidar un maguey? Sí, claro, hoy después de responder las preguntas en tu clase y para que relajes tu mente, podemos ir a trasplantar unos cuantos magueyes, podemos ir caminando hasta la calzada Agave, verás que hay muchos tipos de magueyes. Así que podemos ir para que te enseñe sus diferencias, y nos llevamos unos para la casa y te enseñaré a plantarlos y cuidarlos.
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Las narraciones del maguey es un libro conjunto que reĂşne las voces de
Tomasa Manuel Gabina Eustolia Juana a travĂŠs de la escritura y las otras voces de
Yolo David Isy Silvestre Marifer Pablo Ximena Jonathan Eunice Andy Emilio Ivette 105
Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita del Colectivo Chicome Tochtli, bajo licencia copyright, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos . Impreso en los talleres Mantra México Tenochtitlán 2020
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