Colectivo Taller Maladrón. Sembrando voces. Antología de creación literaria. Ciudad de México: Secretaría de Cultura de la Ciudad de México Ediciones Maladrón, 2020, 170 p.
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Fotografía de la portada: Puente de Nonoalco de Alejandro Rodríguez.
© Colectivo Taller Maladrón. © Los autores de los respectivos textos. Esta obra es de circulación gratuita. Se prohíbe su venta. Contacto: edicionesmaladron@gmail.com; www.facebook.com/tallermaladron/ Impreso y hecho en México.
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SEMBRANDO VOCES ANTOLOGÍA DE CREACIÓN LITERARIA
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ÍNDICE
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Presentación Módulo de narrativa, primera parte: Espacios ficcionales. Alejandro Rodríguez - Introducción Lupita Perfecto - Pelandusca Liliana Segovia - Ellos Rosario Monter - Atrapada Guille Acosta - No dejes de mirarme Mariana González - Yeshua Sandra Santos - Sopor Lucina Vázquez Miranda - Estigia Sara Monter - La calentura de Juanito
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Módulo de narrativa, segunda parte: Narrativa de la memoria. Armando Escandón - Introducción Cris Piña - Recuerdos de una memoria perdida Lucina vázquez Miranda - Las letras del óbito Sandra Santos - Entre nubes Guille Acosta - Mi alma antigua de niña Sara Monter - Crónica de un domingo setentero en Cuernavaca
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Módulo de poesía: Donde revientan los botones de voz Abraham Pérez Aragón / Diego Arredondo Morales / Introducción a cuatro manos Martín Iniesta - Vórtice poético Pame Vicario - Simbiosis
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LITERARIA
Guille Acosta - Arribo a San Luis Miguel Olivera Medrano -Décima Lucina Vázquez Miranda - Voy hacia ti con todos mis ejércitos Liliana Segovia -Testamento Esther Martínez - Poema mentiroso Esther Martínez - La maestra Esther Martínez - Cambio Miguel Olivera Medrano - Por si me miras Guille Acosta - Adán y Eva (estrofa soñada)
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Módulo de literatura híbrida, primera parte Nidya Areli Díaz - Ensayar la selección Lucina Vázquez Miranda - Colorín colorado Miguel Olivera Medrano - Lo literario y la literatura Mariana Medina Reyna - Compañeros anónimos Mariana González - ¡No, hombre!, la lucha no es en tu contra Francisco Illescas - ¿Viejas maneras de bailar para nuevos tiempos? Elu Ríos - ¿Abusas de la carne? Berenice Ibarías - Bling bling es magia Angélica López - Educación distancia Marisela Romero - El ensayo y la comunicación Pilar Peralta - Entre tacones navegas Guille Acosta - La otra pandemia Paul Sauce - La vía efímera Rosa Icela Cortés Hernández - Mis amantes Arantza Rito - Pensamientos taciturnos entre virus y verdes paisajes Karina Anabell Martínez Pichardo - La violencia invisible Ricardo Galván Matías - Convencionalismos sociales y sociedad de consumo Mar Nava - La mente vs el cuerpo y su enigmática relación Maura Sofía Paredes Hernández - De camino a la inclusión María Estela Aguirre - Una fuente de alegría que duró veinticuatro años, ¿volverá?
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Angélica López - Aroma Mariana González - Haikus Karina Anabell Martínez Pichardo - Reflexiones Francisco Illescas - Escritura híbrida / Aforismos / Variación 1 y 2 Pilar Peralta – Despedida / Mezcal / Fatiga / Escape I, II Y III Elu Ríos - Haikus Ricardo Galván Matías - El cubrebocas, en la flor y en el canto Mar Nava - Catarsis Maura Sofía Paredes Hernández - El encierro Lucina Vázquez Miranda - Un aroma Alma Massé - Aforismo Arantza Rito - Miedo / Mar Rosa Icela Cortés Hernández - Abuela, abuela, abuela Sol Cortez – I / Sueño / II / III / IV / V / VII / María Estela Aguirre - Imaginaciones que no pudieron ser haikus Carolina Pontones Argueta - Mi jardín Liliana Segovia - Autorretrato II
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Módulo de literatura híbrida, segunda parte Guillermo Santana - Introducción Esther Martínez - Al vuelo
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PRESENTACIÓN
Colectivo Taller Maladrón –inspirado en la figura de Gestas, el “Mal ladrón” (y en una novela homónima del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias), aquel quien no se arrepiente de su actuar en el aquí y en el ahora– dio sus primeros pasos con Carabela, folleto de leyendas escrito a varias manos (2011). Maladrón, de modo formal, nació en 2011 con miras a establecerse como una editorial independiente. Ese trabajo, consecuencia del tallereo literario grupal, fructificó en la publicación de diversos materiales impresos. Más adelante, el crecimiento de la agrupación y el deseo de tener un mayor impacto social, volcó los intereses de los integrantes en un colectivo que les permitiera ampliar sus alcances, mismos que decantaron en lecturas en voz alta, talleres de creación literaria –efectuados en diversos espacios y comunidades–, edición y presentación de libros, así como conferencias sobre literatura, historia, arte y psicoanálisis, entre otras actividades. En ese horizonte, y en vísperas de trabajar en la colonia Atlampa de la alcaldía Cuauhtémoc, conjuntamente con la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México, a través del proyecto Sembrando Voces, se generó un taller de creación literaria, constituido por tres módulos: narrativa, poesía y escritura híbrida, porque consideramos que el acto creativo puede ser un detonante para el vínculo comunitario. En su momento, el taller se planteó para impartirse de 9
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forma presencial, no obstante, dada la situación sanitaria de la COVID 19, tuvo que adecuarse para llevarse a cabo de manera virtual. Sin embargo, esto facilitó tener un impacto más allá de la localidad señalada. Así, se sumaron más de 60 personas de diversos puntos de la Ciudad de México. Narrativa, el primer módulo, impartido por Alejandro Rodríguez y Armando Escandón, contó con una pluralidad de voces y experiencias. Mujeres y hombres –de distintas edades y con diversos grados de acercamiento a la literatura–, convergieron para analizar y explorar múltiples posibilidades de construcción de espacios ficcionales y de narrativa de la memoria. En el proceso, tanto los talleristas como los participantes aprendieron de manera recíproca. La palabra circuló de unos a otros con el fin de diseminar la semilla de la creación sobre la hoja en blanco. Dentro del módulo de poesía, a cargo de Abraham Pérez y Diego Arredondo, se abordaron el ritmo y la métrica, dando atención particular al soneto y a la décima. Para ello, se recurrió a músicos y a poetas con el fin de revisar la forma en que son utilizadas las figuras fonológicas, gramaticales, retóricas y tropos; para después comenzar a crear obra propia. Al finalizar, los poemas escritos por los alumnos, se comentaron, criticaron y construyeron; abandonando así sus versos que forman parte de esta antología. El tercer módulo de este taller, ensayo y literatura híbrida, impartido por Nidya Areli Díaz y Guillermo Santana, conjuntó una necesidad de abordar la escritura creativa y la académica, unir también otras formas poco conocidas y quizá nuevas. El ensayo es un abanico que nos lleva a la investigación, pero también a la creatividad desde la prosa argumentativa o poética. ¿Qué sería de la escritura sin la historia y sin el registro? ¿Qué sería del tú y del yo sin la investigación y sin la fuente verdadera? ¿Qué sería de la literatura sin la conjunción de formas y criterios? Así, el ensayo nos llevó a caminos amplios y valles soleados, pero la escritura híbrida nos llevó al paraje y al silencio. En este tercer módulo abordamos el todo y la nada, y el sonido primigenio.
Cada tallerista tuvo libertad tanto para su trabajo como para su criterio de selección de materiales –de ahí incluso la postura a veces divergente en criterios como el de acentuación–. Buscando cada uno, por cuenta propia, los poderes antiguos de la palabra, en voces de hoy, que dejan sembradas sus respectivas semillas y que hablarán más tarde desde sus múltiples ramas.
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Colectivo Taller Maladrón Noviembre de 2020, Ciudad de México
ANTOLOGÍA DE CREACIÓN
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Módulo de narrativa, primera parte: Módulos ficcionales Alejandro Rodríguez
Hacía mucho calor, me arrepentí de llevar sudadera y no una gorra. Eran aproximadamente veinte minutos de camino. Al llegar a la tienda le pedí al tendero una papaya, quince pesos de jamón y el resto de pechugas para empanizar, pues recordé que en casa había pan molido; quizá caducado aun servía. Salí de la tienda. Estaba a punto de cruzar la calle, pero un hijo de perra casi me arrolla: –¡Mi abuelita maneja mejor! –refunfuñé entre dientes. El hombre del automóvil entró al bar, venía malhumorado, se le veía en la cara. Yo también entré, aunque con pena y miedo, pues, ¿qué haría un menor en un bar? Nadie me dijo nada, casi no había personas, tampoco muchas mesas, solo alcancé a ver a puro señor… Me dirigí hacia la barra donde estaba un ruco jetón y le pregunté por ella, a lo cual no dio importancia y echó a reír. Me preguntó “si me iba a estrenar”, había oído sobre eso en la escuela, sobre todo en los chicos grandes, aunque no entendí porque fue esa su respuesta a mi pregunta. Me dijo que a esa le quedaba grande cualquiera, que si pensaba pagar con el pan era más que suficiente. Al momento no entendí de lo que hablaba, pero de pronto sentí como si mi cara y mis manos fueran a estallar. Salí de allí echando humo; no sabía qué hacer. Fui a dar a la parte de atrás del dichoso bar, de lejos vi al malhumorado con una mujer de cabellos falsos color rosa, una mini falda de mezclilla con medias rasgadas, un simple brasier negro y zapatos negros de tacón bajo… era ella; estaban bien prensados. Al viejo le había cambiado el semblante, se notaba… Inmediatamente entendí todo, quería reclamarle porque me había mentido (¿o no?), quería llorar hasta quedarme dormido para nunca despertar. ¡Qué decepción! Decidí regresar a casa. Durante el camino estuve pensando en papá, en lo felices que éramos, en lo que a ambos nos enseñó a hacer. Quizá si yo trabajara le habría ayudado, pero eso no justificaba su comportamiento, sus tratos, su hedor a alcohol, o a quien sabe que cosas, cuando llegaba en la madrugada. Finalmente llegué. Abrí la puerta, ni siquiera noté que lo que había comprado lo dejé olvidado en aquel sitio. Desconsolado me puse a ver las fotografías de papá, de nuestra vida… ¿Cómo algo tan lindo pudo romperse tan fácil? Tal vez no lo era. Triste, muy triste.
Hay veces que un solo mundo no es suficiente. Pasa que no hartamos, sucede que nos aburrimos y, entonces, la imaginación produce en nuestra mente la ficción, creando nuevos universos que buscan la forma de cobrar vida a través de la literatura. Los espacios ficcionales han estado ahí, convergiendo con los de a de veras, desde el inicio de los tiempos. De la tradición oral la humanidad pasó a plasmar narraciones fantásticas, alegres, tristes, terribles y extraordinarias, a través de las letras. Y en algún momento todo eso se hizo teoría y se categorizó. La narrativa surge a partir de las historias épicas de los grandes héroes y dioses de quienes se hablaba en el pasado. Va tomando forma con las fábulas, los relatos, las leyendas. Llega Cervantes y comienza a haber novelas. Viene Poe y el cuento ve sus primeras luces. La historia de la literatura es tan basta y rica que harían falta muchas páginas para hablar a cabalidad, aunque sea de uno de sus subgéneros. Lo cierto es que ahí está y es necesaria. Sobre el Cuento, Cortázar, aficionado al boxeo, llegó a decir que este gana por nocaut y la Novela por puntos. Numerosos son los autores que han hablado de este subgénero, coincidiendo en que la contundencia es una de sus características principales. Quien desea escribir cuentos debe poder condensar en unas pocas hojas un mundo. No hay tiempo para inventar mil personajes, ni detenerse en pequeños detalles. Desde el clavo en la pared del que cuelga un retrato, hasta el cuchillo de cocina con el que el asesino
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INTRODUCCIÓN
ANTOLOGÍA DE CREACIÓN
LITERARIA
comete su crimen, todos los elementos que aparecen deben tener razón de ser. No es fácil soltar la pluma y deslizarla en el papel; arrastrar el dedo y dibujar en la pantalla un primer carácter; o teclear en algún dispositivo electrónico una primera palabra. Es necesario un chispazo primigenio de inspiración, pero más que eso, se requiere dar ese paso, sacar de la cabeza los mil mundos que en ella habitan y perderle el miedo a la hoja en blanco. La tarea se vuelve mucho más sencilla al darnos cuenta que la incertidumbre de no saber cómo comenzar es compartida. En el camino nos vamos encontrando con gente de todos los tamaños y colores, personas con costumbres y pensamientos diferentes, pero con la misma inquietud y curiosidad por construir, mediante la palabra, espacios donde la ficción cobra vida. Estos seres nos van construyendo, nos van enseñando sus experiencias mientras asimilan las nuestras, nos inspiran y nos motivan. Escribir, entonces, se vuelve una actividad lúdica, una válvula de escape, una panacea para el tedio y la monotonía. Pues a través de las letras hallamos la manera de sacar aquello que llevamos en lo más profundo del alma para enseñarlo. Fue a través del programa Colectivos Culturales Comunitarios de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México que diversas voces femeninas convergieron en el ciberespacio al confluir en el taller literario Sembrando Voces. Mujeres inquietas que, mediante la palabra, nos deleitan ahora con una colección de cuentos, fruto del incesante trabajo de un mes, de su compromiso y por supuesto de su creatividad y motivaciones. Los trabajos de cada una de las autoras forman un mosaico de una policromía muy rica, resultado de la pluralidad de saberes de cada una de ellas. Espero que las obras presentadas en esta sección les estremezcan tanto como a mí la primera vez que las leí.
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PELANDUSCA Lupita Perfecto
Me levanté una mañana… como cualquiera. Siete con siete, fui a orinar y, mientras lavaba mis manos, su voz se escuchó en la cocina. Decía que ya era tarde; no para un niño de once años. Torpemente abrochaba los botones de su blusa. Su uniforme era de una falda negra, pegada; blusa blanca, de botones a tres cuartos de manga; zapatos negros, de tacón bajo; y un abrigo viejo de la abuela. Salió a trabajar. Su trabajo le quitaba mucho tiempo. Ya no estaba en casa y no pasaba rato conmigo, pero fue lo único que pudo conseguir desde que papá murió. La hacía de mesera en un bar rascuache, o al menos eso me comentó. No estaba muy lejos de casa. Me dijo, antes de irse, que en el refrigerador había tres huevos y medio litro de leche. Yo lo sabía, puesto que era lo único que comía últimamente. Ya estaba hasta el gorro de huevos y leche, pensé en comprar otra cosa, pero papá siempre decía que no había que salir a la calle con el estómago vacío, además iría a comprar en la tarde. Así que puse una sartén en la estufa, le vertí aceite y eché a freír el blanquillo. Esta vez no me quemé como otras al hacerme el desayuno. Estaba bien feliz mientras comía, en mi mente trazaba mi ruta para ir a la tienda que está justamente frente al bar, aprovecharía para saludarla. Me puse a hacer el aseo de la casa… En fin… ya eran cuarto para las cuatro. Me preparé para salir. Tomé setenta y cinco pesos de lo que gané en vacaciones al ayudarle al abuelo con las vacas. Cerré la puerta con llave y me puse en marcha. 15
SEMBRANDO VOCES
ATRAPADA Rosario Monter
Definitivamente, esta tarde no tenía que haber salido. Aparte de caerme semejante aguacero, mientras atravesaba el patio, al dar vuelta en la esquina, el mismo imbécil de siempre me asustó: –Ja, ja, ja, te espanté, ¿verdad? –me dijo, con esa risita idiota que lo caracterizaba, escurriéndole la baba con mirada lasciva. No pude más. ¡Era mucha mi tortura! Otra vez la angustia se apoderó de mí. Una sensación helada recorrió todo mi cuerpo como dentro de una pesadilla a la que no hay salida. Nuevamente no distinguí entre el instinto y la razón. Pasaron días, nadie supo qué fue de él. En los pasillos del edificio, unos decían que se había escapado, otros, que lo habían trasladado. Puros rumores. Yo bien sabía dónde estaba enterrado su cuerpo y eso me angustiaba aun más. Fue una tarde fría en que di vuelta en esa misma esquina cuando alcancé a verlo, al final del patio. Supe que era él por la sonrisa idiota. Mi corazón estalló, la presión se me bajó a los suelos, sentí cómo me iba hundiendo lentamente, hasta fundirme con el piso. Los de blanco me llevaron como pudieron. Me inyectaron. Al poco rato se fueron. Sellé ventanas y grifos, me aseguré que nadie pudiera entrar. Llegó la noche y con ella la ansiedad. Rasgué paredes y me arrastré por los rincones. Tomé de golpe todas las pastillas. Vencida, apoyé mi cabeza en la almohada para descansar, para olvidarlo todo, pero justo antes de dejar caer mis párpados, me crucé con su mirada al fondo del armario. 20
Papá se suicidó después de enterarse de que el cáncer había establecido su domicilio permanente en sus pulmones. Se clavó uno de los cuchillos de la cocina en el pecho; fue muy duro. Me quedé sentado un buen rato, no me di cuenta cómo pasó el tiempo. Casi media noche y ella aun no llegaba. Me llené de coraje. Recordé cuántas veces me quemé al tratar de hacerme de desayunar, porque ella se iba a trabajar; o cuando herví la leche e hice mierda la cocina. Ese día llegó tarde; no supe la hora. Estaba dormido y de la nada sentí un fuerte dolor en el pulgar de mi mano derecha. Era ella, tenía sujeta mi mano y un cuchillo con la punta al rojo vivo atravesaba mi piel. Arrancó un trocito de mi pulgar, y por más que gritaba me decía que eso era para que aprendiera a hacer las cosas bien; fue horrible. Estaba perdido en la tristeza, en coraje, en miedo, en miles de sentimientos. Guardé las fotos de papá, no sin antes darles un beso y apretarlas contra el pecho. Me dirigí a la cocina, tomé un cuchillo, lo examiné desde la punta hasta el mango, un cuchillo común; encendí la hornilla de la estufa y coloqué la punta del cuchillo en ella. –¡Déjala hasta el rojo vivo! –me ordenó una voz en mi cabeza. Un auto, el del señor malhumorado, se asomó. Venía a dejarla, ella bajó y aquel hombre se fue. Yo tomé el cuchillo entre mis manos, lo puse detrás de mí, salí y me quedé en la entrada. –¡Déjala hasta el rojo vivo! –sonó de nuevo la voz en mi cabeza. Ella se acercó; apestaba. Recordé todo una vez más, el impulso se apoderó de mí, aquella punta caliente atravesó uno de los botones de su blusa, después su carne hasta llegar más profundo. Cayó al suelo y junto con ella la bolsa donde estaban las cosas que yo había comprado, me puse de rodillas y le susurré al oído: –¡Espero mami, que algún día, puedas perdonarme!
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SEMBRANDO VOCES
ELLOS Liliana Segovia
Hoy es jueves 23 de enero y son las 4:30 a.m. Estoy escribiendo con tu pluma favorita. (Esa que me regalaste)… Pensaba ella para empezar su carta, mientras sostenía esa cajita de recuerdos en sus manos. Había pasado ya un tiempo de haberle cambiado a la noche su sueño, por la vigilia, para poder llenarla de ese universo que en tan pocos meses habían construido, gracias a las tantas charlas sobre lagartijas de plástico con panza color naranja, tan pequeñito Gerardo en el primer día de clases y atorando la cabeza en un barandal, las tantas cosas que dejó para hacer su primer viaje. Ella, la Manzanilla, cómo él tan cariñosamente la nombraba, con sus cuadernos para colorear, sus entusiasmos por danzar, maravillada por él, y su afanoso compromiso, de mostrar siempre los mejores postres escondidos en la ciudad; y es que un día podían disfrutar marquesitas en el Solar y al otro comer flan en la proa de un barco –sí, un barco también en el Distrito Federal–, pedir pan de feria, y caminar. Otros días sólo bastaba con trazar el cuadrante de San Francisco para llegar a su escondite y dejar todo el trabajo a sus pies encima siempre uno del otro, para abrazarse, balancearse y platicar. Y con todo eso, o tal vez con tan poco, ella no pudo evitar quebrarse al saber que, al final, Gerardo sí había subido a ese avión, no pudo verlo partir, solo sabía que desde ese día sus realidades funcionarían a 15 horas aproximadas de vuelo. Y es que los nosotros, y los ellos, siempre son realidades no duraderas, de lo contrario no podrían existir. Lo que sí se quedó, y siguió existiendo, fue esa niebla que rodeaba su universo, y lo pudieron comprobar el día que, ante otro 18
milagro de la ciudad, se encontraron de nuevo frente a frente, acompañados de un candor lúcido, un abrazo de algodón que tembló gracias a las metáforas de la vida, tan ardientes, vestidas de encanto y dientes de ausencias. Y ahí estaban, comiendo una jericalla para dos, con el corazón acelerado y las manos sudorosas, sin dejarse de mirar, pero sin pedir café para que tuvieran siempre algo pendiente. Los ríos de sensaciones desembocaron, pausada o fríamente en océanos bastos, tantos espacios habían sido propicios para los sucesos extraordinarios, esos que solían tener un rasgo distintivo; provocando que los sentidos los mantuvieran vivos dentro del mundo cotidiano, ya que se humedecían de algo misterioso, sublime. Manzanilla, al despedirse de nuevo, cerró muy fuerte los ojos, esperó tres segundos para abrirlos, se inclinó para apoyar las manos en el piso y se dejó llevar durante 6 minutos y 53 segundos por ese otro recuerdo del charco. Porque ver a través del charco era más seguro, para no quedarse ciega, le decía su Tía Pera, pues un suceso de esa magnitud no ocurriría en mucho tiempo para quien en ese entonces era una niña de cuatro años, contemplando el eclipse solar del 91, desde el charco, y porque entre ese eclipse que ya no está y lo amalgamados o biengamados, como la cintura y seda del danzón que les hubiese gustado bailar, todavía no están, y el día se ha dividido en dos, porque el volverse a ver ha sido un día igual al eclipse y a sus pasados encuentros. Siempre sucediendo en la noche, casi día y en el día casi noche, casi siempre despidiéndose al amanecer, siempre la luna cubriendo al sol. Siempre Manzanilla escribiendo: “No he podido dormir, sigo pensando que hasta hace un par de semanas, llevaba año y medio sin verte, y hoy, no ha pasado ni una semana de la última vez que no es la última en realidad, solo la última de esta vez que nos hemos abrazado. Tú eres mi piel, esa frontera con todo el inmenso mar adentro y el afuera del mundo, ese que tú conoces, a los lugares que has viajado y que aun no he pisado. Viajero mío. Tengo la carne viva, latiendo, re viviendo una y otra vez estos días… Siempre ellos llamándose a través del sueño y de los recuerdos, ocupando cada dedo que se comprime como se comprimen las palabras, una tras otra, listas para acertar y liberar el fuego que arde en urgentes letras con miradas y abrazos fulminantes. 19
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La sostuve un largo rato entre mis manos, nunca supe cuánto tiempo, hasta que un ligero escalofrío pareció recorrer mi cuerpo. ¿Esa imagen intentaba decirme algo? Pero en ese instante no supe qué y solo sentí una gran inquietud por saber quién era aquella bella mujer. Guardé de prisa todas las fotos en su caja y la cerré con firmeza, dejando fuera aquella del rostro melancólico. Mi inquietud desapareció cuando vi lo tarde que era para llegar al trabajo, así que, sin dudarlo, coloqué la caja en un lugar apartado y me olvidé del asunto. Tan solo dos noches después soñé que caminaba por la solitaria vereda de un ajeno país. Cargaba un pesado maletín y mi prisa era angustiosa por llegar a una cabaña, cuyo escenario resultaba ser una campiña boscosa y un tanto sombría, donde mi abuela, tan joven como yo lo era ahora, recibía esa valija. Después, el paisaje se torneaba irreal, como fragmentado, e iluminado por un fuego que ardía alto, donde la valija cerrada se consumía hasta volverse cenizas. Desperté con una gran inquietud y, sin saber por qué, recordé a la joven desconocida, perdí el sueño, mi habitación comenzó a aclararse junto con la convicción por descubrir la identidad de la joven del retrato. Los días siguientes, los recuerdos de mi madre guiaron mi búsqueda. Sentadas en su pequeña sala, con el sonido del televisor como fondo, ella me contó primero que las fotos de la caja no pertenecían a nuestra familia. La joven del retrato ya tenía un nombre: Ángela, ella y mi abuela fueron hermanas; las únicas mujeres en una familia de muchos varones. Ángela se había casado muy joven con un hombre mayor que ella; tuvieron tres hijos. Y hubo algo más: ella desapareció hacía mucho tiempo y para siempre, dejando a los niños en la orfandad. La inquietud por saber más de ella se tornaba desesperación y los ojos de mi madre se posaron en mí con ternura. –¿La verdad? No sé cómo esa caja fue a dar con tu abuela. Recuerdo que una madrugada llegaron sus hermanos, iban muy enojados. Me acuerdo porque me asusté al oír que gritaban. Yo todavía era una niña y los escuché desde la cama. Nos despertaron a todos.
No, no quiero despertar. Mañana estará ahí con su risita idiota, diciéndome: “¡Ja ja ja!, te espanté, ¿verdad?”, y como un ritual, me darán electrochoques, acallarán mis gritos, dirán que me tienen que inyectar, hacer análisis, y que no podré salir de aquí por mucho tiempo.
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Después de la muerte de mi abuela, su vieja casa, de dos plantas con un descuidado jardín, quedó en silencio. Al cabo de unos días llegamos todos en tropel: hijos, nietos, primos… solo para jugar a los piratas y arrebatarnos el botín. Y ahí estaba yo, inmóvil, clavada a una silla huérfana de un comedor que también se había marchado, mirando burlona como mis parientes subían y bajaban enloquecidos, chocando entre sí, mientras saqueaban la casa; dando explicaciones al aire de que si “Yo nací primero”, de que si “Yo la cuidé mucho más que nadie”, de que si “Yo era el preferido”… No les importaba cruzar la frontera de su refinada decencia con su voracidad: le ponían punto final a la dinastía familiar. Un tanto divertida por la insólita cobranza de amor de mis familiares, el esposo de mi prima apareció cargando un viejo radio con chasis de caoba, de aquellos que se usaron a principios del siglo pasado. Una punzada en el estómago me hizo ponerme en pie, quise respingar, pero la indignación me enmudeció. El aparato había estado guardado en el cuarto de trebejos desde que yo era una niña, me había propuesto pedírselo un día a la abuela, pero crecí y olvidé el asunto. Para distraer mí envidia comencé a entrar y salir de un cuarto a otro, el frenesí de mis parientes no disminuía: revisaban, tiraban, guardaban… En el piso de arriba, donde había una especie de sala antes de entrar a las habitaciones, una solitaria caja de madera, cuyo brillo
había sido mateado y arañado por el tiempo, llamó mi atención, arrinconada y lejana nadie parecía haberla visto, era antigua y no muy grande. Para acercármele, me hinqué. No me sorprendí cuando la abrí sin dificultad, miré que su interior guardaba una gran cantidad de viejas fotografías. Entonces, la cerré apresuradamente y levanté la vista. Nadie parecía mirarme. Quise esconder la caja y salir corriendo, había encontrado un tesoro y nadie lo sabría. Con mustia actitud, me levanté y con paso lento, pero firme, bajé las anchas escaleras en forma de medio círculo, que me parecieron interminables. Terminé escapando hacia la calle por la cocina. Una vez fuera, sentí el amparo de la luz amarillenta y respiré. Corrí hasta que llegué al carro, donde con sumo cuidado coloqué la caja, arranqué de prisa hasta que estuve muy lejos. De algún modo, como mis parientes, también yo había enloquecido. Fue hasta que entré a casa, un departamento ubicado al poniente de la ciudad, que sentí la pesadez de aquel cajón, con solemnidad casi teatral, lo coloqué en la única mesa y caminé hacia atrás, muy despacio, sin perderlo de vista, contemplándolo, parecía un pequeño ataúd. Tuve la certeza de haberme llevado el premio mayor y una imperceptible sonrisa de triunfo apareció en mi rostro. Sin dudarlo encendí un cigarro y abrí con cuidado el cajón, no pude evitar esbozar una sonrisa. Cuando saqué la primera fotografía, observé la estrecha relación que tiene esta con el tiempo, pues no solo lo evoca también lo detiene y lo hace infinito. Horas más tarde, la caja estaba vacía y un montón de imágenes en blanco y negro se dispersaban, abarcando toda la mesa. No había encontrado nada excepcional, únicamente viejas fotos de familias en el campo y en una ciudad que parecía ser Guadalajara; hombres recargados en autos de modelo antiguo; retratos de mujeres con sombrero y muchos niños acicalados, todos en pose. No reconocí a ninguno de mis ancestros y pensé que esas imágenes no pertenecían a mi árbol genealógico. Amanecía cuando de pronto, entre el desorden de fotos y un cenicero atestado de colillas, uno de los retratos llamó, lo juro, mi atención, era la imagen de una joven que, mirando hacia abajo, parecía una virgen vencida, su rostro revelaba tal ternura y melancolía que logró seducirme junto con el primer rayo de sol que entraba por la ventana.
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NO DEJES DE MIRARME Guille Acosta Las personas guardan bien sus secretos porque todos los que los rodean son sordos y ciegos. Marcel Proust
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maleta que, ahora sé, era un secreto familiar que yo ya no pensaba cargar… Pero algo muy íntimo, casi doloroso, me hizo callar lo que asumía, había descubierto. Tiempo después, regresaría a Guadalajara solo para entregarle a mi tío el pequeño ataúd de fotografías. Por lo que me quedara de vida, habría de recordar el secreto de la hermosa tía, asesinada por su marido, y escondido con celo por la torpeza de unos hermanos sordos y ciegos.
Decían que el esposo de Ángela les había dicho que ella se había largado con otro hombre. ¡Y los tíos estaban furiosos! Quizá me confundí, pero contaban algo así como que Ángela había ofendido con su acción el honor de la familia–. Mi madre hizo un gesto de desconcierto y continuó: –Tu abuela les reclamaba, les rogaba que la buscaran, pero ellos decían que no, alegaban que para ellos estaba muerta y que si se había largado, jamás la buscarían. Me miró, sorprendida por recordar de otra manera esos episodios, tan solo por el hecho de contemplarlos desde otra etapa de su vida. –Cuando los tíos se fueron, vi llorar inconsolable a tu abuela y odié a esos hombres. Lanzó indignada la pregunta al aire: –¿Y ellos, no la buscaron nunca? –Su mirada se tornó ahora de una ausencia tan lejana como el viaje sin retorno de la joven del retrato. –Ahora entiendo porque nunca supimos de ellos –finalizó. La tele volvió a atraer su atención y la hizo olvidarse de mí y de mis inquietudes. Al día siguiente enmarqué la foto, pasaba horas contemplándola, comencé a imaginar la vida de Ángela y los motivos de su alejamiento y de su silencio: pensé en un accidente, en un caso de amnesia, exploré todas las posibilidades que pudiera tener una mujer para desaparecer para siempre de la vida de sus hijos, gastaba horas de sueño cavilando en ello, no podía dejar de mirar la imagen. Había zarpado ya en un viaje sin retorno. Unos días después, volé de la ciudad de México a Guadalajara, decidida a rastrear todo aquello que tuviera el aroma de Angela. La búsqueda no fue nada extraordinario, una serie de llamadas realizadas desde el hotel utilizando el directorio telefónico, después de dos días comencé encontrar a los que habían sido sus hijos. Pronto me di cuenta que ellos no querían saber nada de una madre que los había abandonado, ni de mí tampoco. Pero tenía que atreverme a hablar con ellos. Una mañana calurosa llegué a la casa del que había sido el hijo menor y lo esperé desde muy temprano, sentada en la banqueta
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mientras me secaba constantemente el sudor. Cuando la puerta del zaguán se abrió, mi corazón se aceleró y apareció un hombre que rebasaba los sesenta años –como mi madre–. Me levanté de prisa y me acerqué, pero una vez que estuve frente a él, mi voz tardó en salir. –¿Y sí ella, quizá, se perdió? –lo dije sin saber por qué. El hombre me miró sorprendido y enfocó su mirada en mí, lentamente vi el desprecio aparecer en sus ojos, sin decir nada dio media vuelta y yo quedé ahí plantada, sin poder moverme, viendo cómo su figura de hombros caídos se hacía cada vez más pequeña, mientras se alejaba. Aquel día transcurrió lento, a cada momento me reprochaba mi acercamiento fallido y por la pregunta absurda que le había formulado al hijo de Ángela, pero no me iba a dar por vencida. Dejé pasar un día, me dediqué a vagabundear por la ciudad y a la siguiente mañana ahí estaba yo de nuevo, sentada en la banqueta bajo la sombra de un árbol que el día anterior no había visto, esta vez estaba tranquila. A la hora que salió el hombre me acerqué a él, esta vez en silencio. –Tío… –le dije con voz suplicante. Me miró como creo lo hubiera hecho Ángela: vencido. Fue grato encontrar algo de calidez en su mirada, después de todo yo era su sobrina, esta vez me escuchó. –Te traje esto –le mostré la fotografía colocada en un moderno marco–. Las manos le temblaron ligeramente mientras la observaba. No sé cuánto tiempo pasó hasta que me invitó a entrar. Era una hermosa casa, las puertas de las habitaciones daban a un pasillo techado y lleno de macetones desde donde podía observarse un jardín central. Nos sentamos uno frente al otro en un salón de amplios sillones, le sonreí cuando le dije: –Tengo más fotos de ti y de tus hermanos, mi abuela me las heredó con la intención de que te las entregara, –mentí–. Me gustaría traértelas después, si tú quieres, claro. Él continuaba contemplando la imagen sin pretender hacer nada más, su alma pareció serenarse cuando dijo sin mirarme: –¡Qué hermosa era! –y continuó: –Cuando se fue, lo primero que hizo mi padre fue exigirnos no hablar nunca de ella, no podíamos ni siquiera nombrarla porque él se
enojaba. Era de ese tipo de hombres que sabía imponerse a los demás y si no lo lograba se enfurecía mucho, siempre se encolerizaba por todo… Yo era muy pequeño y recuerdo que la veía por todas partes: en los rostros de las maestras, en los de las mamás de mis compañeros y hasta en las caras de las actrices de algunas películas ¿cómo la podía olvidar? –percibí un dolor aun latente y me arrellané en el sillón. –La noche que ella se fue, yo dormía en una de estas habitaciones, pero me despertó un resplandor que llegaba al cuarto, al asomarme por la ventana, vi a mi padre frente a una gran hoguera en el patio donde, está ahora el jardín, quemaba ropa y algunas cosas que ella no se había podido llevar –yo le escuchaba con los ojos bien abiertos. –Al día siguiente –continuó en tono de confesión–, mi padre nos dijo que ella se había largado con otro hombre y que nunca más volvería. Aun me duele mucho que ella nunca se atrevió a regresar. La voz del tío se cortó y un resquicio de amargura se dibujó en su débil sonrisa. Apenada, dirigí mi vista hacia otra parte del salón, el hijo de Ángela pareció irse muy lejos cuanto me topé con aquel cuadro. Era un óleo colgado en la pared que no había visto al entrar: un hombre canoso, poco más o menos viejo, aunque había dureza en su mirada, su expresión parecía casi agradable. Me paré de inmediato y me acerqué a la imagen. Mi corazón comenzó a latir de prisa, una honda emoción me sacudió el cuerpo y se clavó como punzada en mi alma. Me coloqué en una posición en la que los ojos del hombre se hundieron en los míos, tuve la sensación de que se rendía porque sabía quién era yo. Comencé a sentir pesada la cabeza y temí perder la razón, cuando en sus pupilas pude ver el rostro lleno de ternura de Ángela que parecía decirme: “No dejes de mirarme”. La frase que parecía haber intuido desde que su imagen me atrapó, parecía cobrar voz. Entonces vi de golpe la crueldad y el sufrimiento de Angela al marcharse y lo comprendí todo: la caja solitaria que nadie vio nunca en la casa de mi abuela; el retrato que me había perturbado dos noches después de haberlo encontrado, como si las noches hubiesen sido el transcurso de dos generaciones; los sueños luminarios en aquel insólito lugar, donde mi abuela quemaba la pesada carga de una
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SOPOR Sandra Santos
YESHUA Mariana González
Cursaba el primer año de la carrera cuando ocurrió esto que voy a contar. Andaba entre los dieciocho-diecinueve años, te imaginarás que eran épocas de desvelos, resulta que la noche anterior al día de lo acontecido había dormido apenas un par de horas, por lo que estaba súper cansada, y para el colmo de mis males, me tocó viajar parada. Tomé el camión a eso de las seis de la mañana, como no me tocó asiento, no pude dormir durante el trayecto. Entonces, todo el día tuve un sueño super denso, tuvimos clases corridas y en la proyección de una película que nos programaron en clase –como ya estaba cabeceando–, el maestro me mandó a despejarme, pero ni eso me despertó. Luego tuvimos reunión para hacer un proyecto en equipo, lo que ocasionó que saliera tardísimo. De regreso a casa decidí tomar el bus hasta la terminal, así podría descansar al menos una hora, que era lo que duraba el viaje. Como de costumbre, elegí uno de los últimos lugares. Apenas el camión arrancó, me desconecté del mundo, por el movimiento del vehículo solo alcanzaba a advertir vagamente cómo bajaban y subían cada cierto tiempo los pasajeros. A su vez, cambiaba de acompañantes en ese subir y bajar, pude sentir por el roce de sus figuras, que se sentó a mi lado una señora, una mujer joven, también una niña. Cuando estaba a treinta minutos más o menos de llegar al Centro (mi destino), comenzaba a hacer un esfuerzo, necesitaba estudiar mi entorno, pero no podía. El sopor se había apoderado de mí. Únicamente alcancé a ver de reojo que de nuevo alguien se
Los recuerdos son como una pequeña enfermedad. A veces te da atisbos de que se avecinan como una gripe, hasta que se hacen presentes y otras, ¡pum! Ojos rojos de un momento a otro: Conjuntivitis. La gripe, por ejemplo, no es tan molesta, con un antihistamínico probablemente estés bien e incluso hay algo de placer en sentir el cuerpo cortado y acostarse en la cama, mientras te acurrucas, y una vez que pasa, es como si volvieras a nacer, no fue nada grave, pero qué bien se siente estar sano. Hay recuerdos que aparecen sin aviso previo y dan la impresión de que estuvieron guardados en un baúl involuntariamente. ¿Por qué? Quién sabe, pero ahí estuvieron y se desempolvaron como si tuvieran vida propia y parecieran ajenos; te sorprende, porque no parecen tuyos, sin embargo, sabes que sí lo son. Hay otros recuerdos que te alegras de haberlos desbloqueado como si fueran un nivel en un videojuego y hay también otros que desearías haberlos mantenido en la obscuridad y desvivirlos, si fuera posible. Hoy, me asaltaron las ganas de revisar tu Facebook y aunque duela, es una orden casi imperativa que me obligo a realizar. ¿Qué más da? Me fijo en cada detalle de manera tan meticulosa, que pienso que si cobrara por espiar el perfil que cualquier persona me pidiera, lo lograría estoicamente. Tu foto de perfil actual no me dice nada, es de 2016, 5 me encanta, nada relevante. Hay muchas otras en las que tienes
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diferentes looks y no logro recordar algún hecho importante. No logro recordar qué pensé, cuando vi que te teñiste la barba de color verde, o será que estábamos distanciados, o no sé. 2010, te estoy besando la mejilla, no tiene ningún like, seguramente en ese momento tenía otro perfil, ya sabemos que eliminé mi cuenta muchas veces. ¿Por qué tienes una foto de Perla en tu perfil? No entiendo por qué eran tan amigos, me parece una chica que no tendría mucho en común contigo, porque creo que tú y yo compartíamos una conexión que poca gente logra poseer, y yo no tengo nada que ver con esa mujer. ¿Por qué tú sí? Ya vi cada una de tus fotos. Ahora quiero cagarme el corazón viendo lo que nos escribimos durante años. Nos amamos mucho, ¿no? Nos regalamos buenos momentos, no he encontrado a nadie que atine al humor tan ácido que nos caracterizaba. Durante mucho tiempo fuiste mi hogar y creo que nunca te lo dije. Gracias. Conforme crecemos nos persiguen recuerdos más viejos como si con los años se tuvieran que manifestar en ciertas situaciones para enseñarnos algo y no olvidarlos. Hoy que trato de recordar cada uno de los detalles que vivimos, me doy cuenta de que están escondidos y aparecerán de repente, como cuando pasas por un pasillo y hueles un aroma que te recuerda al jabón con el que te bañaban cuando eras chiquito, o pruebas un platillo que te recuerda la sazón de alguien querido. Quise olvidarte muchas veces, dejar de invocarte, pero de eso se encarga el tiempo, es verdad. Queda eso, un recuerdo borroso de toda una vida, pero un retrato vivo de tu rostro y de tu voz, aunque no digas nada, a veces sin gesto, a veces sonriendo. Me gusta pensar que la última vez que nos vimos, por lo menos te quedaste tranquilo, porque tú sabías que no nos volveríamos a ver, por lo menos tuviste la opción de elegir. Con el tiempo he aprendido que nos construimos solos, pero que siempre necesitamos de alguien para descubrirnos y contigo siempre me sentí completa. Fui feliz. Nunca me hiciste sufrir. Creo que el significado de extrañar, se vuelve un concepto muy poderoso con el tiempo; aprendemos lo que realmente significa y lo
mucho que duele. Añorar un abrazo, una conversación, hasta un regaño. Hubiera dado todo de mí porque te quedarás más tiempo. Trato de convencerme de que no me siento culpable, pero la verdad es que sí, aunque también sé que no lo pude haber evitado. Esta no era tu época, quién sabe de dónde venías, o tal vez ese es mi refugio para sentirme más tranquila. Una vez me escribiste: “Te extrañé mucho, no te vuelvas a ir nunca. Te amo”. Y tú sí te fuiste. ¿Sabes por qué velamos a los muertos? Y no, no me salgas que porque antes nos enterraban vivos… Velamos a los muertos porque nos da paz a los vivos. Porque poder ver por última vez a una persona que algún día nos acompañó, nos hace entender que ya no está, que solo está el cuerpo que ocupó y pronto desaparecerá. Te extraño. Espero volver a verte, cuando se acabe el mar, cuando ya no salga el sol, cuando no nazcan las flores, cuando no quede nada porqué sonreír. Te amo.
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Todavía iba saboreando los resabios de la marihuana que había fumado, cuando entró a la vieja piquera de Mesones. Los vapores de alcohol y el humo del cigarro se mezclaban con las carcajadas circundantes de putas, cargadores y chichifos de la Merced y el Carmen. Juan echó un vistazo general a la concurrencia de pura vieja chichona y de nalga caída que vacilaba y se dejaba tortear entre los arrimones que la salsa pedía. Dos mujeres pintarrajeadas de pirujas se le atravesaron para ofrecerle compañía, pero él les dijo que no y se dirigió a la mesa de siempre, la que se ajusta con el pedacito de cartón de cerveza para nivelarla. Le gusta ese lugar porque desde allí puede ver toda la carne que hay a su alrededor haciendo que se le ponga… Por allá, su mirada se topa con buenas tetas, pero sin culo; más cerquita hay dos o tres que están repinches culeras, pero con tremendo cabús. Se relame los bigotes empapados de cerveza. De pronto, en una esquina, su mirada se cruza con una hembra suculenta, llena de carnes firmes y abundantes, que promete buenas chambas y un encerrón sabroso. –Esta noche cena Pacho –dijo, mientras con una seña invitó a la damita a acercarse. Ella, sonriente, echó a andar en un contoneo rico que hizo jadear a más de tres. Un intercambio de palabras y ya estaban compartiendo la copa, y riendo, y bailando pegaditos, metiéndose mano por todos lados. Si la paga es buena, ella debe hacer bien su trabajo. Más tarde, el calor, la música cachonda y tropicalosa, el olor a cigarros, los tragos y las risas empujaron a la parejita a cogerse cariño
sentaba a mi lado, era un hombre joven. Transcurrieron algunos minutos, mi cabeza golpeaba a la ventana, me incorporaba y hasta que un nuevo golpe me daba en la cabeza volvía a esforzarme por mantenerme recta. De pronto, entre ese cabeceo doloroso, mi incorporación y caída de vuelta, comencé a sentir cómo se acentuaba cierto movimiento… Lo creí normal (siempre se siente más intensidad en la cola del bus). Hice un intento por abrir los ojos, de soslayo noté que, sobre las piernas del joven en cuestión, había un bulto cuyo contenido estaba cubierto por una sudadera, pensé que el olor que provenía de ese sitio lo causaba un perrito, este hombre llevaba un perrito entre las piernas. Estaba por llegar a mi destino, la proximidad de solicitar mi descenso era casi inmediata. Hice un esfuerzo sobrenatural por incorporarme, froté mi cara, entonces me di cuenta de que el vehículo estaba casi vacío, cosa que me parecía bastante penosa. ¿Cuánta gente me había visto aletargada? Al dar la última vuelta para llegar, giré la cabeza con total naturalidad hacia mi lado derecho. El tipo que vino a mi lado la mitad del viaje, tenía su verga erecta sostenida con la mano que antes creí, acariciaba al dichoso perrito. Al notar mi sorpresa, frotó una vez más, haciendo una seña que hasta hoy entiendo tiene que ver con la invitación nauseabunda del ser depravado, hacia quien en ese momento es su víctima. Quedé estupefacta ¡Me dio asco! ¡No supe qué hacer! Me volteé hacia el lado que daba a la ventana. “¿Qué hago?” –pensé–. “¿Grito? ¿Lo golpeo? ¿Lloro? ¿Qué hago?” No tenía mucho tiempo para pensar. De manera instintiva me levanté como en señal de que iba a bajar. Él, mientras se incorporaba, subía su bragueta. Entonces planeó su plan de escape, pidió su bajada justo en donde yo lo haría. El camión se detuvo, cuando el tipo iba descendiendo, le di una patada en el culo que hizo que bajara de un solo salto, el chofer me preguntó si todo estaba bien (ahora pienso que quizá sí hubiera sido buena opción gritar). Me llevaba de ventaja algunos pasos, bajé tan rápido como pude. Sostuve con impulso el asa de la pesada mochila, una fuerza hasta entonces desconocida se apoderó de mí. Entonces. lancé tremendo trancazo a la nuca del ser depravado, aún pude ver, cómo corría trastabillando.
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LA CALENTURA DE JUANITO Sara Monter
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En el baño con azulejos grandes y de blanco resplandeciente, se encuentra sumergida en la tina del mismo color. A la derecha, la taza del inodoro hace juego con el resto, un lugar que no puede disfrutar en privado la mayor parte del tiempo. No percibe si hace frío o calor, solo siente al agua fresca lavándole la culpa y la vergüenza de haber nacido desprovista, de no sentir. El ocaso acecha. Los débiles rayos de luz son casi imperceptibles, a través de esa ventana, demasiado pequeña a su gusto. El encierro la asfixia; necesita aire… Necesita vivir. Un espejo se encumbra imitando al sol cenital sobre el ónix del lavamanos, reflejando la bata de baño limpia con sus iniciales bordadas en manuscrita colgada del perchero. El ambiente se encuentra levemente impregnado de la salinidad marina que le dio nacencia. Esa manía por exfoliar su cuerpo, exteriorización de lo impío de sus entrañas. Un mueble marrón “corona” al trono de porcelana, resaltando en medio del albo y húmedo escenario. Dentro de este, se observan las obsesiones más simples: la serie de cremas acomodadas en estricto tamaño y con las boquillas alineadas a la derecha; en el entrepaño de arriba, las usadas por la mañana; en el de abajo, las nocturnas. En esa introspección acuática se cuestiona: –“¿En qué rio infernal se ahogarán las almas de las madres como yo?, ¿en el del fuego?, ¿en el del odio? Cualquiera sería poco, ¿será normal? Cargo con la obligación de la maternidad más que con el placer de criar. Cuando culmina el parto se está pactando un juramento perpetuo, no puedo con ese peso.
Mis anhelos se deslíen por la coladera. Él y su percepción de la paternidad, no sé si me mira con sorna o con lastima, su cara de perplejidad gritando mi incapacidad para algo tan fácil como es cuidar a un hijo las veinticuatro horas. Y por si fuera poco… tengo que estar feliz”. Abriendo los ojos se incorpora de golpe; ha pasado el tiempo y el lampo de las luminarias callejeras navegando sobre el agua, ya fría, logra sacarla de sus pensamientos. Quince días después; inmersa en la misma tina, con un lapicero sosteniendo el chongo, ha comprobado que es posible dejar la mente en blanco sin necesidad de pastillas. El horizonte imita al color de la arena. Está cansada de escribir en secreto, escondiendo sus notas: sus emociones. –Se río; minimizó, como es su costumbre, todo lo que me gusta. ¿Por qué escribo? Si quiere saberlo, se lo voy a decir. Nunca supo cuándo se levantó, ni de dónde tomó el delineador de ojos negro, solo se detuvo cuando se percató que el albornoz tenía mugre. Cualquier superficie lisa sirvió de lienzo, desde los vidrios hasta el escusado. Se alcanzaba a leer: “Lo hago para reinventarme. Para poder digerir el caos cotidiano se necesita silencio. Escribo para provocar el silencio que va antes y después de las palabras. Para ser la voz de la gente de los espejos, las de los invisibles. Por un instante soy Belisa Crepusculario e invento palabras, secretas y nuevas. Para reescribir la historia, para reescribir mi historia. Para jugar a ser Dios, para eso… escribo”. Ha pasado ya un mes, los frascos en el estante están desordenados, imitando sus horas, el ambiente no huele a sales. La misma cerámica luce plúmbea, hay cabellos sobre el piso, el astro de cristal está llorando en el nadir. Su frágil figura abraza su libreta negra; envuelta en la bata, que hace semanas era lavanda, yace acurrucada en la tina sin agua. Lentamente y en sigilo, se diluye con la tinta de sus relatos, ya no tiene que aparentar, finalmente… ES.
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ESTIGIA Lucina Vázquez Miranda
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la historia de un objeto (biografía cultural), el recuerdo de alguna receta de cocina, un remedio a base de herbolaria, algún mito o leyenda olvidados, incluso desde la ficción. Así, en las siguientes líneas los participantes del módulo Narrativa de la memoria, del Taller de creación literaria “Sembrando voces” nos llevan a un viaje a través del tiempo y el espacio. Cris Piña en Recuerdos de una memoria perdida presenta a una mujer que se niega a olvidar lo más importante en su vida. A su vez, Lucina Vázquez Miranda, en Las letras del óbito, plantea un recorrido por algunos epitafios célebres. Por su parte, Sandra Santos, en Entre nubes, le da voz a un personaje, quien comparte sus memorias. Asimismo, Guille Acosta presenta Mi alma antigua de niña, texto en el que plantea sus recuerdos y nos lleva por algunos lugares ya desaparecidos de la ciudad. Finalmente, Sara Monter nos comparte Crónica de un domingo setentero en Cuernavaca, escrito en el que se retratan los excesos de un sistema policial decadente.
por un rato y, por un par de billetitos que Amelia se enfundó entre los senos redondos y turgentes, se fueron para el hotel. Allí estaba el Juan bien entretenido saboreándose a la Amelia. Gemidos, gritos, murmullos que, actuados o sinceros, encendían a los amantes a continuar con el deleite. Una hora después de darle duro al catre sonó insistente el celular del caballero, quien no quiso hacer caso y continuó en la faena, pero la llamada persistía. Amelia, con fastidio, se levantó para buscarlo en los bolsillos del pantalón de su acompañante. Miró a Juan con hartazgo y se metió al baño para contestar. A Juan no le quedó otra más que suspirar. Prendió un cigarrillo y se volvió a la cama, poniendo su brazo izquierdo sobre la nuca. Esperaba que la Amelia volviera para darle con más ganas, habían pasado dos meses de abstinencia por culpa de los viajes que obligaba el trabajo, pero ahora que estaban allí, la Amelia no se le iba a ir viva. Tenían planeado esto desde hacía tiempo y nada lo iba a frustrar. Ya estaba por terminarse la mitad del cigarrillo, cuando Amelia salió del baño con cara de preocupación y le dijo: –Juan, vístete. Era tu mamá. Tenemos que ir por Juanito, parece que tiene fiebre. Algo le cayó mal y hay que llevarlo al hospital. El hombre suspiró, no podía creer que así iba acabar la noche y toda su fantasía, pero aún con esperanzas le dijo con voz acaramelada a su esposa: –Bueno, pero antes nos echamos un rapidín, ¿sí?, porque no creo que se vaya a morir.
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Módulo de narrativa, segunda parte: Narrativa de la memoria Armando Escandón
INTRODUCCIÓN Los griegos, incluyendo a figuras como Sócrates o el propio Aristóteles, consideraban a la memoria como la madre de las musas. Así, el mito griego señala que Zeus –rey del Olimpo– y Mnemósine –titánida, encarnación de la memoria–, hicieron el amor durante nueve noches seguidas y de esa unión nacieron las nueve musas: Calíope (elocuencia), Clío (historia), Erato (poesía lírica), Euterpe (música tocada con flauta), Melpómene (música de la tragedia), Polimnia (cantos sagrados y poesía sacra), Terpsícore (danza y poesía coral), Talía (comedia y poesía bucólica).1 Homero inicia La Ilíada con el verso: “¡Canta, oh, musa, la funesta cólera del pélida Aquiles…!”. La fórmula clásica de la épica griega señala que se invoca a esta deidad antes de comenzar el recuento de lo acaecido, porque su presencia brinda la inspiración divina, pero también, en gran medida, es quien, al menos en este caso, resguarda la memoria de Aquiles, los caudillos griegos y la destrucción de Troya. Entre los griegos y romanos, el olvido también era parte importante, una contraposición necesaria de Mnemosiné. Según uno de los mitos del inframundo, del trono de Hades brotaban la corriente de los cinco ríos infernales: Aqueronte, Leteo, Cocito, Flegeton y Estigia. Cuando alguien fallecía debía cruzar cada uno de
esos ríos y del Leteo debían beber para olvidar su experiencia de vida y que la memoria de su pasado los dejara continuar con “su noexistencia” en el reino de Hades.2 El Diccionario de la Lengua Española ofrece siete acepciones para el concepto de memoria: 1. f. Facultad psíquica por medio de la cual se retiene y recuerda el pasado. 2. f. Recuerdo que se hace o aviso que se da de algo pasado. 3. f. Exposición de hechos, datos o motivos referentes a determinado asunto. 4. f. Estudio, o disertación escrita, sobre alguna materia. 5. f. Relación de gastos hechos en una dependencia o negociado, o apuntamiento de otras cosas, como una especie de inventario sin formalidad. 6. f. Monumento para recuerdo o gloria de algo. 7. f. Obra pía o aniversario que instituye o funda alguien y en que se conserva su memoria.3 Asimismo, Néstor Braunstein, con sustentos del psicoanálisis, dice sobre el vínculo entre el sujeto y la memoria lo siguiente: Uno es en la medida en que puede recordar lo que ha sido. El sujeto, con su variable cuota de narcisismo, se aferra a la memoria para escapar de la disolución que lo amenazaría si renunciase a ella. Creemos tener una memoria cuando, en verdad, sería más justo decir que somos una memoria en movimiento (así como la nube es memoria de las aguas evaporadas y los vientos que le dieron forma). Muchos hay para decirnos que somos lo que hemos aprendido, es decir, lo que recordamos.4 Entonces, para este curso se llamó “narrativa de la memoria” a todo aquello que diera cuenta de algún suceso del pasado, con el ánimo de perpetuarlo, de rescatarlo del olvido, mediante al acto de comunicarlo, ya sea mediante una crónica, una entrevista, un diario, 2Gebhardt, Víctor, Los dioses griegos y romanos. Vol. I. Barcelona: Espasa, 1880, p. 587. 3Diccionario de la Lengua Española. Consultado en línea: «https://dle.rae.es/memoria?m=form».
1Véase, Hesíodo. La Teogonía. Y para una visión panorámica de las musas: Gebhardt, Víctor, Los dioses griegos y romanos. Vol. II. Barcelona: Espasa, 1880, pp. 111-115.
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Última acceso: 14/IX/2020. 4 Braunstein, Néstor, La memoria la inventora, México, Siglo XXI, 2008, p. 9.
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LAS LETRAS DEL ÓBITO Lucina Vázquez Miranda
RECUERDOS DE UNA MEMORIA PERDIDA Cris Piña
Cuando le preguntas a alguien por su epitafio, generalmente se asusta. Tildan el tema de lúgubre y triste. Curiosa –y humana– contradicción. Si le planteas a esa misma persona en qué se gastaría la lotería en caso de ganarla y se emociona. Entonces, mientras que morir será un hecho, lo segundo es muy remotamente probable: de 1 de 10 posibilidades. Así es la paradoja de la vida y la muerte. Es verdad, también, que por cuestiones prácticas, económicas y principalmente de espacio, la gran mayoría de los que lean estas líneas no seremos enterrados, si corremos con suerte, nos cremarán y si nuestro bolsillo lo permite, podremos convertirnos en árbol, o diamante. Pero invariablemente escribirán en alguna superficie nuestro nombre con algún “dato” para recordarnos. Por estricta definición un epitafio es la “Inscripción que se pone, o se supone puesta, sobre un sepulcro o en la lápida o lámina colocada junto al enterramiento” (DLE). Sin embargo, independientemente de la arista con la que se estudien, encontramos para todos los gustos y de distinta índole. Ya en su momento, Crespo Fernández los clasificó acorde a la tabla que aparece en la página siguiente. Si aun no has pensado en tus últimas letras, te invito a dar un recorrido por varios países para que te “inspires” y conozcas más acerca de algunos personajes. Muchos de estos epitafios están acompañados de iconografía destacada, otros muestran la genialidad artística de sus autores.
Entre las muchas historias que se cuentan, hay una en especial en mi tierra que me duele, pero me gusta. Es la historia de mi madre, a quien con cariño todavía recuerdo. Para mí era la mujer más amable y tierna con nosotros. Sin embargo, el tiempo pasa y te va cobrando de formas diferentes: con la vida, con nuestra juventud, o con los recuerdos. Si puedo decirlo, a ella le tocó lo último. Con el tiempo, fui creciendo y ella iba envejeciendo como todas las personas. Cada vez que la visitaba, tenía algo diferente ahora en sus ojos, ahora en sus movimientos. Recuerdo que una vez estaba hablando con ella. De un momento a otro, se perdió en sus pensamientos, en los que, al parecer, yo era ajeno. Creí que era algo normal. Decidí no decir nada. Un día, por el motivo de su cumpleaños, volví a visitarla. Antes de llegar a la puerta, escuché cómo gritaba desesperada. Me asusté demasiado y entré apresuradamente. Ella caminaba de un lado a otro, buscando algo, había varias cosas tiradas en el suelo decidí preguntar. –¿Qué pasa, madre? ¿Qué buscas? Me respondió desesperada: –¡Mis aretes! ¡Los aretes que me regaló tu abuela! No los encuentro. Decidí ayudarla a buscar, hasta que le pregunté: –Y en tu cajita de madera donde guardas los demás, ¿ya buscaste?
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Ella me miró un poco consternada. Su cara cambió como si hubiera despertado de un profundo sueño. Así que fue corriendo a su cuarto averiguar si se encontraban ahí. En efecto, estaban en el lugar indicado. Regresó un poco preocupada por lo sucedido. Yo, como si no hubiera pasado nada, la felicité por su cumpleaños. Mi madre me miró desconcertada. Me dijo que no era su cumpleaños, que todavía faltaba. Yo le dije que era 12 de marzo, día de su onomástico. No me creía, así que le mostré el periódico con la fecha. Se impresionó, se puso demasiada nerviosa y asustada, porque ni sabía en qué día estaba. A lo que ella respondió. –Disculpa, hijo. He estado tan ocupada, que se me olvidó que hoy era mi cumpleaños. Después de eso, ya no le creía nada de lo que me contaba. Yo sabía bien lo que estaba pasando, mi madre estaba perdiendo la memoria. La llevé al doctor. Él confirmó mis presentimientos. Entonces, con el fin de que mi madre estuviera más segura, el médico sugirió que se fuera a vivir conmigo y la prescripción de unos ejercicios que debía realizar con ella. Con el tiempo, las cosas empeoraron. Ya no recordaba parte de su rutina, ni ciertos lugares que solía visitar. Como parte de sus ejercicios, debía describir las fotos antiguas, de un álbum. Se sentaba a recordar sus días pasados. Las lágrimas caían de sus ojos. No era por alegría, sino por la desesperación de no recordar. Eso a mí me destrozaba. Una noche la escuché llorando, mientras gritaba mi nombre. Me desperté asustado, no sabía lo que le había pasado. Corrí desesperado a verla. La encontré en las escaleras, gimoteando amargamente. La abracé fuertemente hacia mi regazo, como ella lo hacía cuando yo era un niño. Me dijo entre lágrimas que no recordaba cómo se llamaba su madre, que no sabía el nombre de mi padre. Seguía llorando tristemente. Al siguiente día, me pidió que la llevara al antiguo hogar de mis abuelos. El lugar donde pasó su infancia. No quería olvidar ese sitio. Asentí a su solicitud. Desde tiempo antes de su enfermedad, me contaba que cuando era niña, en su casa había un árbol grande, enorme, en el que habían puesto un columpio, desde el que en las noches, cuando el cielo nocturno era claro, se podía ver
perfectamente el cielo estrellado. Al mecerse, ella sentía que volaba entre las estrellas. Me entristecía saber que sus recuerdos se estaban marchitando poco a poco. En mi desesperación, un día le pregunté: –¿Madre, te acuerdas de mí? –Hijo, te prometo que tú serás lo último que olvide de este mundo. Me abrazó fuertemente, como yo nunca antes había sentido. Llegamos a su antigua casa. En la noche, ella me pidió que la dejara columpiarse. Yo accedí, la dejé sola. Yo veía por la ventana cómo se mecía, cómo se remontaba a su infancia y era una niña, jugando a recordar. Después, se quedó observando a la luna, era una luna grande, enorme, diferente. Tras un tiempo, decidí ir con ella. Cuando llegué, no se movía. Estaba absorta, pérdida en la luna. Toqué su brazo, le escurría sangre. Se había cortado las venas y aun lado, estaba escrito mi nombre. Me estaba empezando a olvidar. Ella no quería eso. Fui su último recuerdo.
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de muchos, su álter ego emergiendo de las profundidades marinas: el mismísimo capitán Nemo. Ya lo expresó el “francotirador de la literatura”: “¡Qué costumbre tan salvaje esta de enterrar a los muertos!, ¡de matarlos, de aniquilarlos, de borrarlos de la tierra! Es tratarlos alevosamente, es negarles la posibilidad de revivir”. Aun más paradójico resulta el hecho de que él mismo se encuentra sepultado en el Panteón Jardín. Así, Sabines, el amoroso mayor, ya está “llorando la hermosa vida”… Dicha frase bien podría hacer las veces de su epitafio. Y el tuyo, ¿cuál será?
SEMBRANDO VOCES Epitafios informativos
Epitafios opinativos Subjetivos Ilocucionarios / Perlocucionarios Lenguaje íntimo, emotivo Fórmula personalizada Elogio del difunto Consuelo ante la muerte
Objetivos Locucionarios Lenguaje impersonal Fórmula estandarizada Filiación del difunto
Pena de los deudos Función referencial del lenguaje
Funciónes expresivas conativas o poética del lenguaje
México Mario Moreno, Cantinflas (Panteón Español). “Parece que se ha ido, pero no es cierto”. En que sí se fue o no se fue, en que sí se murió el morido, o no: Ahí está el detalle de este genio, a quien la vida dio por nombre completo Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes y la posteridad lo recordará como lo bautizó el mismo Charles Chaplin: “El mejor comediante del mundo”. Guatemala María García Granados y Saborío, “La niña de Guatemala” (Cementerio general de Guatemala). Delfín Xiqués narra que, después de radicar en México, José Martí, por motivos políticos, llegó a Guatemala en 1877, donde participó activamente en las veladas artísticas y literarias que organizaba Izaguirre, su connacional y director de la escuela Normal. En la tertulia del 21 de abril pronunció un discurso de saludo a Guatemala. Se dice que ese día conoció a María, hija de Miguel García Granados, quien fungió como presidente de aquel país. No tardaron ambos caballeros en hacerse amigos, disfrutaban del ajedrez, por lo que Martí se volvió una visita frecuente en la casa de García Granados. 48
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Martí fue nombrado catedrático de la Universidad de Guatemala. Todo marchaba bien para él, pero, como hombre de honor, no podía eludir ni tampoco terminar su compromiso con la joven camagüeyana, Carmen Zayas Bazán Hidalgo, quien lo esperaba en México para casarse, como ocurrió el 20 de diciembre de 1877. En enero de 1878, Martí regresó a Guatemala, sin embargo, esta vez en compañía de su esposa. No vistió más la residencia García Granados. María falleció el 10 de mayo del mismo año. Trece años después, el prócer cubano la inmortalizó en sus Versos sencillos, IX, publicados en Nueva York, a mediados de 1891. En la tumba de María se puso un fragmento del poema:
SEMBRANDO VOCES Si yo pudiera ponerle un epitafio sin dudarlo escogería su frase: “Amando, se poseen todas las primaveras”. El día que pise ese cementerio uruguayo, lloraré letras, envuelta en “Oro y tormenta”, en esa “Rosa de los vientos”, fingiendo ser una tal Avellaneda, bebiendo de “Los cálices vacíos” de Delmira Agustini y recitando su Poesía Erótica. Suiza Jorge Luis Borges (Cementerio de los Reyes, Ginebra). “…y que no temiera”.
Quiero, a la sombra de un ala, contar este cuento en flor: la niña de Guatemala, la que se murió de amor. Uruguay Mario Benedetti (Cementerio Central de Montevideo). Defender la alegría como una trinchera defenderla del escándalo y la rutina de la miseria y los miserables de las ausencias transitorias y las definitivas. Después de varios trámites burocráticos y años de espera, Mario Orlando Hardy Hamlet Brenno Benedetti Farrugia, descansa junto a su amada Luz, quien por fin lo alumbra entre las tinieblas, la muerte hizo con él una Tregua, ya que su obra es inmortal. Idem. Juana de Ibarbourou, Juana de América. Una tumba de granito simple y sin gusto, alberga el cuerpo de la poeta uruguaya, fallecida en 1979. Sobre la lápida hay una foto de la madre de la autora de Las lenguas de Diamante. 46
Acorde a Martín Hadis, quien escribió un libro exclusivamente sobre la lápida, aparentemente simple, en su obra: Siete Guerreros Nortumbrios explica cómo esa simpleza es únicamente la punta del iceberg, ya que, al ahondar en su estudio, lleva a una red de significados e ideas. En el frente, tiene tallada la imagen de siete guerreros que blanden sus armas. Y debajo, una frase en inglés antiguo, que pertenece a un poema que conmemora la batalla de Maldon, ocurrida en el año 991 d. C., en el que un ejército sajón debió enfrentar a una horda de vikingos. La frase es AND NE FORTHEDON NA, "y que no temieran", misma que forma parte de la arenga que el líder sajón dio a sus hombres, antes de la batalla. Es decir, les dice que no tengan miedo ante la muerte, y que muestren coraje. Morir sin temor, era una de las grandes ambiciones de Borges. Francia Julio Verne (Cimetière de La Madeleine d'Amiens) Amiens. "Hacia la inmortalidad y la eterna juventud". Levantando la loza blanca con su cuerpo, como si estuviese resucitando, su busto brota de la tierra con su brazo derecho y su mirada proyectados hacia el cielo. La escultura podría ser, a juicio 47
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Las enfermedades, sobre todo aquellas que provocan una larga agonía, juegan como un gato a punto de matar a su presa, cuando esta siente que quedará libre, el felino lanza sus garras con más fuerza, duele más, hiere más. Después suelta, sintiendo la presa que quedará libre. Uno de esos días, en que ese gato descansó, la señora rompió el silencio con que ya se comía todas las tardes: –Soñé que estaba acostada en medio de un sembradío de nubes, olía bien rico –dijo. Una mañana, como a eso de las nueve, notamos que algo raro ocurría. Todo estaba en su lugar, menos ella, porque aunque enferma, no podía dormir hasta tarde. Su rutina era la misma, levantarse temprano, caminar, peinar sus escasos cabellos cortos. La hija de la señora, la que llevaba en su vientre cuando la conocí, entró a la recámara, solo el tic-tac del viejo reloj se escuchaba, y el frío de la noche anterior fue absorbido por la estancia que olía a esas flores que la gente suele poner en los velorios. Con ella, se fue el ruido de la gran casa, ya no hubo quién mandara a hacer nada, quién gritara, quién se levantara temprano. Las cosas han cambiado. A veces, el señor aun se acerca a mí. Me observa, sin embargo, calla. Tal vez se da cuenta de que es imposible, quizá le recuerdo a ella. No lo sé, sus ojos tampoco dicen nada. Han pasado ya ocho años de su muerte. Me sorprende cómo sus hijos todavía hablan de ella con cierto recato, con cierto temor, como si al nombrarla fuera a salir de las paredes su voz, exclamando: “¡Dejen de hacerse pendejos!” Porque lo peor que pudiera presenciar ella, era ver a alguien desocupado. Yo los veo y, a veces, en verdad parecen estáticos, están ahí, sin moverse, pero casi en automático reaccionan, poniéndose a limpiar, a barrer o a llorar. ¿Quién iba a pensar que, pudiendo controlar todo en esta vida terrenal, no podría hacerlo desde allá en donde se encuentra? ¿Quién iba a pensar que los habitantes de la casa todavía quisieran sacar de los recuerdos respuestas que nomás no llegan, porque no están en los cuartos, ni en las mesas arrumbadas que ocupaba en sus múltiples fiestas, ni en el corredor, ni en ti un árbol seco y deshojado? Mucho menos en mí, un simple sillón viejo y arrumbado, que quiere ser destruido, porque ya se cansó de cargar con tanta tristeza y con tanto olor a vencido.
Llegué aquí hace más de treinta años, justo el día en que se celebra al Santo patrono. Lo recuerdo como si fuera ayer, eran tiempos de opulencia y la señora no se limitaba en los gastos de sus fiestas: hacía mole, carnitas, pollo y recibía a todo aquel que se acercara a pedir un taco, no importaba si lo conocía, o no. Fue la primera de tantas pachangas que presencié en esta casa, también la primera vez que vi cómo una mujer podía, con tan solo levantar la voz, estremecer a cualquier persona que estuviera a su paso. Esto y su aspecto físico eran para muchos una aterradora conjugación. ¡Estaba gordísima! Además de que esperaba a su última cría, yo la veía enorme, voluminosa. Sí, fíjate que he escuchado un chorro de cosas acerca de su mal carácter. Ya ves, la gente habla mucho, aun en mi presencia dicen cosas como que jamás quiso a su esposo, pero eso no es cierto, cuando estábamos a solas, se desnudaba en sus recuerdos. Entonces, me contaba fragmentos de su historia, lo hacía casi siempre entre lágrimas, con un llanto de esos bien profundos, por eso llegué a la conclusión de que sí quiso al señor, sin embargo, como él era un pobre diablo, según las malas lenguas, siempre lo trató mal. Yo no la culpo, a diferencia de los demás pienso que la vida se portó cabrona con ella. ¿Con quién no, verdad? Imagínate, ella fue la niña más pequeña de siete hermanos, sus padres murieron cuando era muy chica. Calculo que tendría diez años, porque todavía recordaba que su mamá le llegó a decir: “¡Cuando crezcas te vas a
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ENTRE NUBES Sandra Santos Esperé tantas noches despierto, queriendo soñar mientras espantaba los recuerdos con la mano una y otra vez, sintiendo cómo revoloteaban sobre mi cabeza. Martha Cerda
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casar, hazlo con quien quieras, menos con uno de esos pinches pobres!” Y tal cual, fue lo primero que hizo. Se casó con el pinche pobre aquél. Y es que te digo que sí lo quiso, nomás que siento que le daba vergüenza aceptarlo. Aparte de que en aquellos tiempos, o al menos en estos lares, la gente no se preocupaba por pensar demasiado en los sentimientos. “Que si sí lo quiero, o que si no”, eran pérdidas de tiempo, la gente nomás tenía hijos para asegurarse de que alguien los cuidaría cuando fueran viejos. Para esto, la hermana mayor tuvo mucho que ver. Trinidad se llamaba, y bien que le hizo honor al significado de su nombre, ya ves que vale por tres: por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Solo que ella valía como papá, mamá y hermana mayor. Lo que quería decir que la muy jija, tenía toda la libertad y el derecho de educar a sus hermanos, sacando sus frustraciones, madreándose a todos parejo, quizá ese fue el motivo principal por el que los varones a la primera oportunidad se fueron para el De-Efe. Esto influyó mucho en cómo la señora se comportó con su marido, porque Tila, como le decían a Trinidad, bien seguido venía a la casa bajo cualquier pretexto, metiendo las narices “hasta la cocina”. Parecía que su objetivo era hacer sentir mal a su hermana, entre sus: “Deberías de hacerle así, acomodar aquí, limpiar por allá”, siempre terminaba su visita diciéndole a la señora una sarta de cosas como que era una pendeja por haberse casado con “ese”. La mujer fuerte, grande y gorda que me impactó el día en que llegué a este lugar, desaparecía, convirtiéndose en la que nadie más pudo ver: un ser sensible, dolorido, capaz de llorar por su imposibilidad de demostrar sus sentimientos, a veces pienso que eso y no su enfermedad oficial fue lo que hizo que se acabara poco a poco, hasta convertirse en una pasita. Y es que esa sensibilidad disfrazada fue el principal motivo por el que sus hijos, poco a poco, se alejaron de ella, para ellos representaba a su madre, únicamente eso. Esto es algo que me cuesta contar, hubiera querido darle un mejor consejo, uno que ella tomara en cuenta. En cambio, solo pude ofrecer mis sentidos y presencia. ¿Hay algo más doloroso que querer estar con alguien, y no poder, porque ese alguien busca algo que no está en ti?
Hay quienes sufren por amor y otros por no amar, este último caso es el de ella. Sus hijos le temían terriblemente. Te dije que admiraba cómo movía a las personas al son de su voz, a veces la escuchaban ellos y en lugar de hacer lo que les pedía, daban vueltas en el mismo lugar. Lo que en verdad sentían, era miedo, no respeto. Y es que así como Tila le pegó de niña, ella también educó a punta de trancazos a sus propios hijos. Sin embargo, eso cambiaba cuando estos procreaban, la verdad es que con los nietos, sobre todo con los primeros, siempre se comportó amorosa. A una de ellas, la que lleva casi la edad de su hija la más chica, le dio pecho. ¿Te imaginas? ¡Mamar de las tetas de tu abuela! Eso, y la conexión que tuvo con ellos, ha sido la cosa más bonita que pude presenciar aquí. Sus hijos le llegaron a reclamar sobre el porqué a ellos jamás les había demostrado cariño. En cambio, siempre los había insultado, golpeado, maltratado. –¡Porque ustedes son mis hijos y no tienen nada que reclamar! –Solía responder. Trato de no juzgar, mi vida en esta gran casa siempre se limitó a observar, no obstante, algo que me ha parecido triste fue ver cómo esa mujer altanera, fuerte, grande, poco a poco se consumió por su enfermedad. Con el correr de los años, se le fueron las ganas de regañar, gritar y hasta de platicar conmigo. A veces decía cosas que ni yo alcanzaba a escuchar, por más esfuerzo que hiciera. Una mañana, mientras ella se calentaba en el sol, se acercó la mayor de sus nietas y se sentó junto a ella. –¡Vete! –le gritó la señora. –¿Qué pasa, abue? –Vete de aquí, allá con tus tíos o no sé, pero vete. –¿Por qué? –contestó la muchacha, muy confundida y con la voz cortada. –¿Qué no hueles? ¡Apesto! Su nieta no dijo nada, no se movió. El líquido de sus ojos, convertidos en chispazos de tristeza, mojaba el suelo, ese, en el que tantas veces jugó, cuando era niña. Desde hacía unos días, la muerte ya había entrado a la casa a rociarle un poco de su aroma, aunque el efecto tardó algunos meses en consumarse.
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música de Mike Laure parecía cambiar con el ladeo izquierda-derecha de mi cabeza y el abrir de mis ojos, a una burda realidad. Al día siguiente escondí mi viejo abriguito gris y odié por siempre la música del trópico. No importa lo breve que haya sido, la famosa prenda me acompañó durante la eternidad que, sentí, fue mi infancia. En el colegio donde cursé la primaria, las monjas intentaron acercarme a Dios a través de relatarme historias que hicieran nacer en mi corazón el temor al “pecado”, relatos que yo no comprendía, porque mi único miedo era la oscuridad. Durante muchas noches, cualquier rincón oscuro era el umbral de donde podían emerger fantasmas y muertos descabezados, que vendrían por mí para alejarme del confort de mi hogar… Entonces me juraba a mí misma no volver a acompañar a mi abuela al cementerio para dejarle flores a sus padres. Sin embargo, al día siguiente, a la luz del día, el miedo desparecía y, sin saber cómo, me volvía a encontrar retozando entre las lápidas del cementerio español, mientras mi abuela rezaba ante la tumba de sus padres, yo iba por ahí, asomándome por todos lados para mirar las fechas en las lápidas y las fotos de los muertos, colocadas frente a flores plásticas y descoloridas en las capillas, una morbosa curiosidad me hizo entender que la muerte se llevaba también a los niños y a los jóvenes. Volví a sentir miedo. Misas por aquí y misas por allá en el colegio, y los domingos en casa era obligatorio acudir; pero yo sabía bien escaparme de lo ineludible, ahí nació mi real fantasía. Comencé por imaginar historias eróticas para distraerme y mientras el cura alzaba su hostia, mi inocente rostro lo miraba y mi mente estaba inmersa en un excitante y lujurioso escenario del que nadie sabía nada, ¡tan bien me enseñaron a fingir mis ancestros! Una oscura madrugada de domingo, mi padre nos despertó bruscamente, el sopor del sueño retrasó mi entendimiento, pero no mi dolor: “¡Tu madre se ha largado, nos ha abandonado!” El hombre caminaba de un lado a otro por toda la casa, mientras gritaba y lloraba. Cuando se cansó, se sentó en una silla y con sus dos manos se tocaba la cabeza, apretándosela, daba la impresión de querer destornillársela. Sin embargo, ese acto no fue lo terrible, sin proponérselo nos castigó:
Cuando nací, mis padres me recibieron con el sentimiento más generoso que un par de jóvenes llenos de falsas expectativas por la vida pudieran tener por su primer bebé, y a los que el miedo y la fantasía unió en sagrado matrimonio. Precioso caldo de cultivo para una perfecta familia disfuncional: Estados Unidos, en abierta competencia con la URSS, iniciaba el desarrollo de programas para la fabricación de satélites. La humanidad ingresaba a la era espacial. La atención de mi padre hacia mí duró lo que tardó en llegar el siguiente hermano, los cuidados de mi madre también porque, como conejillos, vinieron a este mundo cuatro hermanos más. Años más tarde viviríamos juntos “el apocalipsis”, un intermitente divorcio de los furiosos jóvenes que no soportaron desilusionarse el uno del otro. Nuestra casa quedó detrás de la de unos abuelos que nunca simpatizaron con mi madre. Yo nunca supe si mi padre les pertenecía a ellos o a nosotros. Algunas tardes, mientras mi abuela limpiaba la cocina, con mis pequeñas manos quietas sobre el mantel de plástico, le escuchaba contarme historias. Entonces, podía ver a su padre recorriendo senderos de montañas boscosas, con valor, entre las fronteras del Estado de México y Michoacán, acompañado de un par de mulas cargadas de mercancías para tenderos, escondiéndose de la “leva” y de la desbandada que fue la Revolución. Otro día me hablaba de Adán y Eva y de cómo el mundo fue creado en siete días desde la nada: que la manzana prohibida, que la serpiente seductora, que el
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MI ALMA ANTIGUA DE NIÑA Guille Acosta
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árbol del bien y el mal… Un día me confesó que, alrededor de los doce años, formó con dos amigas el “club de rosarios para difuntos” y andaban caminando por ahí, persiguiendo muertos frescos para rezarles letanía y media, en medio de la admiración y el luto de acongojados adultos. En diciembre, al llegar las posadas, mis hermanos y yo entrábamos corriendo en la casa de enfrente, solo para ver a la tía Tere llenar celosamente canastillas navideñas. Nunca nos permitió ayudarle, y las enormes bolsas de chocolates y golosinas se convertían en un tesoro lleno de gracia, más valioso que el oro y la plata. Obtener el botín tenía un precio: permanecer casi una hora hincados frente al gran nacimiento de casitas perdidas en el heno y el musgo iluminados por foquillos coloridos. Siempre bajo la mirada austera de mi abuela, rezando y entonando cánticos a los que les descomponíamos las letras solo para estallar después en risas. Mi abuela nos miraba entonces y continuaba con su rezo, demostrándonos que nada la iba a perturbar en su conversación con Dios. Yo asumía que, quizá, ese Dios esperaba otra forma de comunicación que acaso ella no conocía. ¿Si no, por qué solía verla tan triste y llena de miedo en algunas ocasiones? Cuando mi vista se detenía en la arena con sus tres reyes, me preguntaba si ser “santo” tenía algún sentido, porque ser “mago” sí, me respondía. Solo un mago podía ser capaz de transformar el oro, la mirra y el incienso en juguetes olorosos a plástico nuevo y a felicidad desbordada. Para evadirme del aburrimiento, merced a mi imaginación, me perdía en el bosque del musgo y podía ver, lo juro, cómo se desarrollaba la vida en el viejo Belén, sin divisiones políticas ni religiosas, e iluminado por una gran estrella fugaz de brillante diamantina, aunque llegaba el momento en que las rodillas comenzaban a dolerme. No obstante, pasar del misticismo a la fiesta, no me desconcertaba. En medio de una gran algarabía, entre tíos y primos rompíamos coloridas piñatas de picos que volaban sus tiras de papel, en la negrura de la noche, de aquellas que simbolizan los siete pecados capitales, a los que años más tarde, ya adultos, habríamos de enfrentarnos sin remedio. Mi abuelo siempre vio en mi padre a su chofer, le pedía que algunos domingos, después de comer, nos llevara a los prados que
fueron los “Indios Verdes” –antes de la deforestación y la instalación del tren metropolitano–, para volar cometas... Ahí, con la fuerza de mi mano y la emoción en mi corazón, conocí al viento deslizando papalotes por el cielo azul. En seguida, gracias a la navegación área, me tiraba cansada en medio de la alta hierba y, escondida, contemplaba nubes: en las manchas grises de luminoso perfil descubría serpientes y dragones, también ardillas y conejos… Como un insecto, un avión rompía el espacio y yo me fugaba con él. Tuve que volver a concentrarme: el dragón había perdido su forma, ahora era únicamente una nube más. La tía Tere nunca se casó. Inflexible en sus decisiones, y creyendo que la habían parido los marcianos, siempre desconoció y subestimó la opinión de los demás adultos, lo que al final de sus días le ganó el aislamiento de la gran tribu, pero no el mío, porque mientras envejecía, se dedicó a regalarnos juguetes, dulces y a llevarnos a pasear. Recuerdo un domingo nublado, con mi abriguito gris de largas mangas arremangadas, resguardándome del frío a las siete de la mañana, en medio de mis hermanos y mi tía, mientras su amante secreto remaba y remaba, conduciendo la única lancha en medio del inmenso y solitario lago de Chapultepec, que un puente, aun sin mucha gente, dividía. Y hablando de abriguitos, recuerdo a un amigo de mi padre, un señor mayor al que le decíamos “el Compadre”, sin saber que el alcohol los había apadrinado. Un sábado fuimos invitados a una de sus fiestas, donde la comida y las diferentes costumbres me hicieron añorar muy pronto mi casa. La noche tardó en llegar y yo me puse mi abriguito gris, que ya para entonces me quedaba corto de las mangas, y exigí salir de ahí. Mi padre ni siquiera me miró y mi madre, que nunca bebió, me mandó a sentarme al patio, en una fila de sillas alquiladas. La desilusión de no haber sido escuchada, me hizo relajar los hombros y cerrar mis ojos. Retumbaba el “Tiburón-tiburón” y al tiempo que mi cabecita llena de sueño se ladeaba hacia la derecha, el sonido parecía evaporarse. Después de quedarme profundamente dormida por unos segundos, mis oídos se lastimaban con “La rajita de canela” y mi cabecita se había movido hacía el otro lado. Volví a cerrar los ojos de nuevo y al despertar ahí estaba otra vez el “Tiburón-tiburón”, la
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cuando vio a un hombre joven que le tocaba enfurecidamente la ventana. Lo ignoró. Era incapaz de reconocer su culpa. Por el contrario, se burló de él y se dispuso a encender el auto para salir de allí, sin ánimo de arreglar la situación. No podía permitirse el lujo de quedar mal ante la mujer, así que decidió fanfarronear, queriendo huir del lugar como si no hubiera pasado nada. Sin embargo, en ese momento, la puerta de su Marquís se abrió y sintió cómo fuertes brazos lo agarraban de la solapa y lo sacaban de su asiento. Después del golpe que casi nos lleva de un tirón al parabrisas, todos callamos súbitamente. El silencio invade el pequeño Datsun, cuando papá se baja del coche. Los cuatro pronto nos acomodamos nuevamente en el asiento trasero del auto y nos pegamos a la ventana para ver qué va a pasar. No comprendemos bien qué pasa, ni mucho menos qué es lo que puede ocurrir. Sólo tenemos claro que papá es muy valiente y que a nada le tiene miedo, ni siquiera a ese señor que le ha pegado a nuestro carro nuevo. ¿Qué le dice? Se ríe de mi papá y no se quiere bajar a ver el golpe que su carro ha hecho. Mamá no deja oír qué está pasando por querernos calmar, pero nosotros estamos bien. Quizá un poco asustados por el golpe, y porque papá en este momento abre la puerta del carro grande y saca con todas sus fuerzas al señor. Es un viejo canoso y muy gordo: su panza se asoma por debajo de la chaqueta color crema. Vemos que lo acompaña una mujer (ahora la imagino, o recuerdo, como una especie de Sasha Montenegro, aun no estoy segura si es porque encontré algún parecido físico entre aquella prostituta y la vedette, o porque mi mamá me dijo que la mujer era una puta, y las putas de ese entonces eran como Sasha). El hombre parece borracho, se tambalea, grita con voz de perro que no va a pagar nada e intenta meterse a su carro, pero papá no lo deja y empiezan los trancazos. El vejete feo lanza, a tontas y a locas, golpes que no le hacen daño a mi papá, porque él es muy rápido y fuerte y, además, practica karate, y por eso logra, de un karatazo brutal, abrirle el ojo al gordo, haciendo que se lleve las dos manos a la cara. Entonces, mi papá le da otro karatazo en la panza, y todos aplaudimos porque papá está ganando la pelea, cuando vemos a mi mamá hablando con la señora, y al viejo muy enojado sacando una pistola: ahora sí estamos asustados. Todos nos preguntamos qué va a pasar. –Isidro, por favor, no te bajes. No te bajes. Te lo suplico. Viene borracho. Negrito, piensa en tus hijos. Por favor. A lo mejor no le pasó nada. Dios mío. Niños, por favor, recen por su papito. Tranquilos, todo va a estar bien. ¡Dios mío, por favor! Tranquilos, niños. No pasa nada. ¡Ay, Madre mía! ¡Dios mío, qué no vaya a pasar
–¡Pro-hi-bi-do, prohibido decirles a los abuelos lo que aquí sucede!–¡Se-caaallaaaaraaaánn! –vociferaba de dolor y amenazaba. Yo obedecí ciegamente. Así que, durante ese día, poco a poco, comenzaron a llegar mis tías con sus maridos, sus hijos, sus ropas nuevas y sus caras felices y yo sentía el vacío de mi abriguito gris y el abandono de mi madre, hilando un nudo en mi garganta. Desde ese día, mi porvenir incierto consistiría en encontrar la canción que deshiciera tal nudo. Del colegio fui lanzada bruscamente a una escuela secundaria de gobierno, donde el “bullying” era la marea que nos ahogaba en el océano de una hora vacía. Un día pusimos una pequeña hoja en la silla con adhesivo hacia arriba, así que cuando el maestro usó la tiza en el pizarrón, pudo leerse el “Soy un burro” pegado en su nalga, en medio de un resonante estallido de risas. “¿Quién mató al comendador?”… Nos castigaron, dejándonos encerrados sin salir al descanso por toda una larga semana. Un día, ya casi para concluir la secundaria, ocurrió una tragedia. El niño de apellido De la Rosa, faltó una semana a clases: su madre había muerto. A su regreso, supe que lo veía por primera vez: era menudo y frágil. ¿Acaso había yo conocido a alguien más hermoso? El amor más impetuoso, más dichoso, más dramático que haya yo experimentado en la vida, llegó a mí en medio de una ebullición hormonal y de una inmensa ternura. Pero ahora al maldito miedo le añadía la vergüenza, entonces pensaba: “Se burlará de mí si le digo que le amo y me romperá el corazón y después andaré por ahí, como alma en pena, buscando una razón para vivir por todo lo que me reste de vida”. Fue así que unos días antes de que terminaran las clases, sin saber para qué, después del recreo y antes de entrar a clases, le confesé que le amaba. De la Rosa me miró con los ojos bien abiertos y calló. Cuando salimos de la escuela, él se marchó de prisa, sin hablarme, y yo experimenté algo parecido a la calma. Al día siguiente ya no me importaba si De la Rosa me hablaba o no, yo estaba feliz, podía sentir y entender el desaire de mi amigo. Hacía viento y yo, con la fuerza de mi mano, controlaba al cometa y este se comportaba dando un espectáculo espléndido sobre el radiante azul del cielo, parecía yo un viejo marinero dirigiendo una barca, en medio de la tempestad.
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La tarde anterior, Isidro había llegado con su familia a las cabañas Santa María, en Cuernavaca. Estaba dispuesto a disfrutar de aire puro y ejercicio con sus hijos y su esposa, a lo largo de una semana completa. Durante meses, había hecho grandes esfuerzos económicos para vacacionar cómodamente en aquel sitio: un lugar bonito, rodeado de jardines, albercas y lindas cabañas blancas con cocineta. Aspecto muy favorecedor para los bolsillos de un Isidro práctico, que aprovecharía que su esposa era excelente, y muy dispuesta cocinera, para economizar una fortuna en restaurantes. Veía el modo de compensar ese ahorro con los gastos que le había generado la adquisición del flamante Datsun rojo. Esa noche durmió tranquilo, no sin antes planear con su esposa lo que harían al día siguiente: misa a las diez, compras en el Sardinero para toda la semana, nadar, comer y dormir. Son las nueve de la mañana y sus cuatro hijos, bañaditos todos, esperan a que su papá regrese de su carrera dominical. A pesar de ser vacaciones, y estar fuera de la ciudad, Sara ya ha preparado el desayuno: fruta picada, huevos a la mexicana y frijoles refritos; todo está listo para que se alimente la familia completa. Después de desayunar y lavar los platos, Sarita se arregla rápidamente para continuar fielmente con los planes de su marido. Aun con la obligación de cocinar y lavar los platos, ella se siente feliz al ver a su familia contenta, y más, a su marido. Lo adora, a pesar de las múltiples infidelidades y el divorcio, que ella misma pedirá cuarenta años
después, y le llorará, con todo el rencor y con todo el amor, todavía veinte años más tarde, el día que estuvo frente a su ataúd. Pero en ese momento, ella no sabe el futuro, y, hoy, se siente feliz. Después de la misa, acudieron en tropel al Sardinero, donde adquirieron lo necesario para la semana. Ya en el auto, el calor obligó a abrir las cuatro ventanas. En la radio sonaba Amigo de Roberto Carlos, que Isidro iba cantando con sus hijos. Cuando llegaron a Viaducto, Two Sound Machine estaba a todo lo que daba y el ambiente del Datsun era festivo: la familia completa cantaba y bailaba, sin que Isidro dejara de atender, de reojo, por el retrovisor, al Marquís negro que iba atrás de él, acelerando y frenando de modo irresponsable. El tránsito estaba cada vez más lento, y el auto de atrás constantemente se pegaba y se pegaba más al carro rojo, sin respetar la distancia. En un desnivel, Isidro y otros autos de adelante frenaron de manera intempestiva, pero el Marquís de atrás, no. Un golpe seco se escuchó y se sintió en la parte trasera del auto. Isi, por un instante, crispó los puños, respiró, apagó el auto y se bajó. El club de nudistas había cerrado a las seis y el comandante quería seguir la fiesta en el hotel. La chamaca lo había puesto muy caliente. Creía firmemente que se parecía a Sasha Montenegro y no quería dejarla ir. Máxime, porque ese día tenía licencia. Así que pagó por ella la billetiza solicitada y salieron del congal junto con sus amigos. Primero, se la fueron a curar a un mercadito que le recomendaron con un menudo calientito y sus cervezas. Ya después, los amigos se desperdigaron y la parejita enfiló para el hotel. Tomaron el Viaducto. El vapor de alcohol, el estómago lleno, los senos y las piernas cruzadas de la prostituta ponían cachondo al comandante, a quien ya le urgía apagar su calentura, pero el méndigo tráfico se lo impedía. Por momentos, frenaba, aceleraba, cambiaba de carril, hasta que se atoró y tuvo que bajar la velocidad. Cuando llegaron a un desnivel, pronto sintió que unas manos frotaban su entrepierna y dedos ágiles le bajaban la bragueta. Sintió el aliento cálido y una lengua húmeda que tocaban su miembro eréctil. Por un instante, el comandante cerró los ojos y, creyendo pisar el freno, accionó el acelerador. El Datsun rojo de enfrente, como todos los de ese carril, había frenado, y había sido el único al que se le habían estampado. El comandante reaccionó tres segundos después,
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CRÓNICA DE UN DOMINGO SETENTERO EN CUERNAVACA Sara Monter
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Módulo de poesía: Donde revientan los botones de luz Abraham Pérez Aragón Diego Arredondo Morales
Con estas semillas de hambre entre las manos alimentamos al ave del deseo; con las palabras borboteándonos en un pulso de imágenes sentidas, buscamos decirnos algo de lo que estaba oculto: la lengua quiere nombres en donde es imposible nombrar. Eso que no sabemos, pero seguimos nombrando poesía, llega de repente a su llamado y convoca al mundo hasta su acontecer: repta por los rincones de una búsqueda por las formas y las trastrueca en un repoblarse de sí misma, o vuela por cimas inesperadas. El poema surge del deseo radical dirigido a la palabra desconocida, a la palabra por venir; decir poeta es nombrar un lugar que escucha la palma de una mano, la recuerda en el futuro y escribe lo que se le revela, lo que se revela sobre sí. No en un desborde emotivo sin discernimiento, ni en una pretendida lucidez absoluta: lo lúcido se intuye falto. Exactitud y experimentación: correspondencia entre convulsiones y pasos. Nadie es capaz de hablar en nombre de la alteridad, dialogamos con ella y lanzamos dardos de poesía como pequeños soles en el ombligo de la creación. Que el poema brinde vivacidad a quien paladea la letra y cultiva su trazo. Reescribamos: en cada verso todos los versos se reescriben. Cada obra y cada pluma hablarán por sí mismas o serán petrificadas al no palparse en el espejo de Narciso. En esta selección hay pinceladas de pájaro que ya tenía sus horas de vuelo, cascarones largamente esculpidos que rompen la membrana del silencio por vez primera, trazos de canto que se sorprenden al descubrir el tiempo regocijándose en la voz. Partimos
nada! ¡Señores, por favor, ayuden a mi marido, por favor! ¡Detengan la pelea! ¡Llamen a una patrulla! ¡El señor viene borracho! Le pegaron al carro de mi marido y no le quiere pagar –Sara corre hacia el Marquís negro–. –Señora, por favor, por lo que más quiera, dígale a su marido que se detenga. Piense en sus hijos. Su esposo va a matar a mi marido –toca desesperadamente con los nudillos la ventana del auto, sin mayor respuesta que una cara de asombro. Un minuto después, la mujer de perfume barato y aliento alcohólico, sale del auto, dejando a su paso algunas lentejuelas multicolores. No, no es su esposa, eso es definitivo. Sara siente cómo la desesperación se desborda al ver una pistola apuntando a su marido. Se adivina viuda. Grita y pide ayuda con todas sus fuerzas a todas aquellas personas que se asoman por las ventanas de los autos, y a las que se apretujan en los bordes del Viaducto, divertidas e impacientes, por saber el desenlace. (Décadas más tarde, Sara le contaría a su nieto que en aquellos tiempos la gente se regocijaba en no perder detalle del suceso, y prefería quedarse allí que pedir ayuda, porque llamar a la patrulla era perderse el chisme casi completo: correr a alguna esquina, encontrar un teléfono público vacío, buscar cambio, depositar monedas y esperar a que le contestaran, para después volver al sitio y pedirle a un buen samaritano que le contara las novedades, en vez de ayudar a una familia que cayó en la desgracia de tropezar con un borracho con pistola, en una ciudad que no era la suya, y sin que llegara la bendita policía). Sintió el golpe en la sien derecha. Se pegó contra el volante, pero no fue nada serio porque la panza del comandante le amortiguó la otra sien. Por un momento, pensó que eso le había pasado por pendeja, por querer mantenerlo caliente y empezó a reírse hasta que el comandante le jaló del cabello para subirle rápidamente la cabeza. Entonces, pudo ver el abollón que le hizo al cochecito rojo de enfrente y al señor que se salió del carro y que se dirigió hacia ellos. Se veía muy enojado. Escuchó a medias lo que este le dijo a su acompañante y se limitó a ver. Se mantuvo indiferente un buen rato, incluso, se acomodó en los asientos de piel, sacó su polvera y el labial de la bolsita de lentejuelas que tenía entre sus piernas. Confió, a pesar de que el hombre del carro rojo sacó de un jalón al comandante, que
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INTRODUCCIÓN A CUATRO MANOS
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este arreglaría la situación, es decir, que soltaría un charolazo o dinero, y seguiría la fiesta. Buscó un cigarrillo y se dispuso a encenderlo, cuando vio a la señora del coche que le tocaba la ventana. Estaba histérica, aterrorizada; sus manos temblaban al golpear frenéticamente la ventanilla del auto. Se quedó inerte, estupefacta, no logró comprender bien las cosas que la señora le decía. Escuchó algunas palabras como “señora”, “esposo”, “ayúdeme”, “pistola”, y, en ese momento, comprendió que la fiesta había terminado. En realidad, poco le importó la situación de la señora, el golpe del auto o lo que pasara con su acompañante. Durante un rato se había mantenido alejada del accidente, pero, repentinamente, entendió que ella no debía permanecer más tiempo allí. Comprendió que, si el comandante disparaba, iba a verse involucrada, y podían llevarla al Ministerio Público, y pedirle su declaración, y meterse en broncas con su patrón y con la justicia, ya tenía cola... Decidió salir en chinga para evitarse problemas innecesarios. Abrió la puerta del coche, y sin importar que la señora estuviera en un mar de lágrimas, la empujó diciéndole que ella no era la esposa. Corrió en sentido contrario a la circulación. Las prisas y los nervios impidieron que escuchara los gritos, las risas y chiflidos que su look nocturno de Wanda Seux causaba a mediodía. Se fue corriendo en contraflujo tan rápido como sus tacones se lo permitieron. Se cruzó con un motociclista y una patrulla que pedían abrir el paso. Pensó que había huido de allí justo a tiempo. Se sintió a salvo, y le dieron ganas de buscar un teléfono para llamarle a su amiga Olga y contarle todo lo que había pasado. Nunca se sabrá si el hombre del Marquís iba a dispararle a Isidro o solo fue una treta para asustarlo, lo que sí es seguro, y también afortunado, es que algunos policías llegaron para impedir que el plei-to continuara, o que se agravara. Por desgracia, las cosas no terminaron como podría esperarse en la mente de cuatro niños entre los seis y nueve años, o en las películas de Hollywood. Es decir, en las que el hombre bueno es rescatado por la policía y el hombre malo es llevado a la cárcel. No fue así. Resultó que el hombre del Marquís pertenecía a la “honorable” Policía Judicial del Estado de Morelos, y, fácilmente, convenció a los patrulleros de encerrar en los separos al ojete que se siente muy salsa y muy cabrón, y que no sabe con quién se mete, fueron las últimas palabras que escucharon los niños del hombre del Marquís.
Tus hermanos están jugando y tú acompañas a mamá, porque se encuentra sola en espera de que lleguen los tíos, para que saquen a papá de la cárcel. Sientes que nada está bien, porque no puedes ver a tu papá. Tus piernas flaquean, quieres desmayarte, pero no puedes porque sólo las niñas de quince años que son débiles o flacas se desmayan, y tú no tienes quince años, ni tampoco flacura. Así que te aguantas. No eres la protagonista de la historia, piensas. Son las seis de la tarde y ves a tus tíos llegar. El mayor es abogado y miras cómo se pone a platicar con la gente de la ventanilla. Al poco rato, los tres desaparecen tras una puerta. Sigues en espera, tu mamá cuida de tus hermanos. Ya tenemos hambre. Son las once de la noche. Por fin. Isidro sale. Se ve triste y golpeado. Sus pómulos son dos manzanas prietas enrojecidas. Tiene la mandíbula inflamada, sin embargo, saluda sonriente a su esposa y a sus hijos. Yo miro con tristeza la cara de mi mamá y la sonrisa forzada de mi padre y, entre asombro y rabia, veo a mis tíos, despidiéndose de palmadita al hombro del infeliz judicial que amenazó a mi padre, aquel domingo en Cuernavaca. Sobra decir que esta noche volvimos al Distrito Federal. Sus hijos nunca le preguntaron a su padre qué ocurrió en los separos. En el fondo, todos quisieron que él olvidara aquel día. Lo único que siempre recordará aquella familia es que, ese domingo, Isidro le mostró a su familia que nunca se dejó amilanar por esos güeyes.
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sólo nosotros deteniendo el tiempo porque no tenemos necesidades y somos tan felices enarbolando esa rutina a lo más sagrado y alto como cuando Palinuro permanece con Estefanía y ya nada hace falta. En el recuerdo infantil de la casa paterna; escalando las paredes e ir caminando por las láminas de asbesto para llegar al terreno yermo de al lado y ver cómo habían crecido sorprendentemente unas flores amarillas sobre la pared, y mirar a los colibríes alimentarse un sol tras otro. Ese suceso espléndido fue el cimiento de mi historicidad como ser sensible. En el amanecer imprevisible. II La poesía, deviene. III Desbordándose a cada instante y todo lo que miro y toco y huelo y aspiro y sollozo y exhalo en una suerte de catarsis inequívoca de salirla a buscar para no encontrarla y tenerla en mis brazos como Oliveira a la Maga; irrumpiendo en todos los tiempos como cuando tatuó Octavio que no dejemos de recordar el olvidado asombro de sentirnos vivos y me derramo y exploto y mis partículas violáceas 68
SEMBRANDO VOCES con Martín Iniesta de los vórtices por donde la sed revolotea y hallamos un reposo en los tributos al placer que Pame Vicario inscribe. Resurgimos donde lo viejo nace a los ojos de una niña, con Guille Acosta y contemplamos el modelado de Miguel Olivera, sobre el cortés deseo que tiene el deseo por ser recibido. La tierra tiembla bajo las batallas que Lucina Vázquez cuelga de la seducción, o se extiende una línea inacabada por el legado de lo que la seducción produjo, con Liliana Segovia. Esther Martínez invoca a su búsqueda por la forma lo más próximo y sentido: un gato, clases en línea, la soledad. Para cerrar el recorrido por la pluralidad de paisajes que supone una reunión de textos, volveremos hacia Miguel Olivera con las certidumbres otorgadas al amante por el simple hecho de amar y escucharemos el último tañido en las raíces entrañables de Eva de la mano de Guille Acosta. Ver y no describir, sonar y no narrar, transmitir y no convencer. El poema es un círculo de imágenes que parecen alejadas, pero que en realidad tienen una misma sangre. Complementarias, las palabras deben olerse, saborearse, intuirse. Avanzan sobre sí mismas, tienen vida propia y enseñan, en fragmentos, la realidad que estaba escondida. Los sentidos se corresponden. Acentos, ritmos, combinaciones algo más que afortunadas de los sonidos, tensiones semánticas, armonías de significación. Paradoja, oxímoron, antítesis, muestran lo aparentemente invisible, lo adornan para que se exhiba. Lo real es imaginario y lo imaginario produce sus efectos sobre lo real: REALIDAD, con mayúsculas, aquella que, más allá de la materialidad, la poesía logra señalar o se inventa en el arrojo de querer decir hasta el colmo de la expresión; apunta con su dedo guía, para que miremos aquello que no cesa en su descifrarse. Un conjunto de ojos dispara hacia un mismo sitio, llevando en sus iris al poema mismo. Piernas que le danzan al espacio, abarcando lo que la soledad no cubre. Manos que forman una red donde el tiempo se hunde sin quebrarla. Aquí, donde revientan en corolazos los primeros botones de la voz, esos cuerpos mantendrán levitando el mundo, aunque parezca que se caiga por momentos.
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SEMBRANDO VOCES En esta absenta que bebo mientras fluyo como vendaval, en esta pluma fuente que se desliza suave por las hojas en una suerte de mis manos recorriendo toda la espuma de mar de su cuerpo.
VÓRTICE POÉTICO Martín Iniesta I ¿Dónde está la poesía? Contenida en los pliegues diáfanos de mi piel. Introyectándose en la sima de mi inconsciente. En la parte más oscura de mis ojos. En la paleta ocre del otoño deshojado. En el suspiro solitario de José Arcadio por las tardes bajo el castaño. En la sed desértica de mi impotencia por no beber el polvo del amor. En la añoranza del silencio eterno de la gente; cuando sólo quiero escuchar el palpitar sonoro de las entrañas de la tierra. En los días que me levanto antes del primer destello áureo y puedo ver a la lejanía la mujer dormida. En las noches de alcoholismo irremediable y no hay ninguna mujer dormida en mi cama. En la yema de mi índice derecho que ha transitado miles de páginas. En la sístole diástole de mis lamentos.
En mis danzas con objetos olvidados y vidas acabadas. En el hallazgo fortuito de mujeres de bronce esculpidas por Zúñiga y Ponzanelli. En los murales épicos de Rivera, Orozco y Siqueiros; en las texturas de Tamayo. En la búsqueda inalcanzable, y de pronto tener encuentros extraordinarios como el que me dio mi primer amor y mi unigénito. En el dolor de pies nocturno por tanto trabajar; Pípila incandescente sobre mí. En el olvido de “El hombre que fue jueves” y de “Piedra de sol”; cuando los dejo abandonados como si fueran unos hijos nunca deseados; en el temor de agarrar la vida de frente y ponerme a escribir sin tener miedo al fracaso de la mala escritura. Permanece en esa soledad fetal que cargo desde la placenta. En la fuerza de haber nacido y florecido. En la disertación de que aunque esté en los extremos de la campana de Gauss, positivo-negativo, no dejaré de ser un lugar común: tengo una necesidad irremediable de amar y ser amado; esta soledad infinita que me abrasa. En ese salir a recorrer las pléyades de concreto para tener el descubrimiento más inmenso que cambie para siempre mi perspectiva; en ese regresar solo, desorientado y despertarme con una jaqueca sin haber podido cambiar nada. En esas salidas al cine con Otto para ver todos los estrenos clasificación A y atiborrarnos con palomitas y refresco; cuando esa cotidianidad se sublima y es lo más grande que existe,
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ARRIBO A SAN LUIS Guille Acosta Para Sofy, que llegó a vivir a San Luis Potosí el día 29 de septiembre del 2020
En medio del torbellino del caos, no te importó subirte al viejo camión. Ibas con tu alegría de niña de siete años, ibas con tus juguetes, ibas con tus papás. Las horas se perdieron en la autopista, cuando una rendija del viejo mudancero te mostró al llegar el mundo nuevo de las viejas calles empedradas de San Luis. En la oscuridad de tu arribo, un margen de luz enmarca tu figura, inquieta, observas la ciudad calma y el desafío en tu mirada reconoce el futuro. Pasada la tormenta de la mudanza, serás consciente de tu marcha y sabrás que partiste olvidando dos o tres juguetes y sabrás que partiste rompiendo dos o tres almas.
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navegan los días y quiero llorar por algo y suspiro y me detengo y ya no me quiero detener y quiero mandar todo a la chingada y su puta madre el deber ser y sólo quiero viajar, ¡y qué la colegiatura para una buena educación, si la gran Tenochtitlan está violada! IV Tres segundos. Medio suspiro. V Fluye en la calma; en unas bocanadas para reflexionar las líneas de arriba. VI Sé que permanece contenida en el muelle de mi pecho y que pronto se desbordará de mis ojos y nunca se detendrá y verteré del crisol miles de perras negras, juguetonas, bravas y con rabia, esplendorosas y alucinantes. Auténticas.
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SIMBIOSIS Pame Vicario
Bebo de ti en cada caricia que precede mi lengua, de rodillas, juguetona, en las densas olas negras tus manos se ciñen tras mis oídos, asentadas cual placer marino. Te dejas llevar por la corriente, con la inocencia de un pez joven seduciendo a la medusa inerte; bajo el azul monocromático una danza de naturaleza brava se lleva a cabo, cubierta de colores. Nos besamos, con un sabor a sal y a locura, la luminiscencia en las miradas, un silencio que se interrumpe con tu sonrisa escandalosa. Y me conviertes en espuma, que abrazando la arena reposa, donde la caricia apenas perceptible de tus manos temblorosas es la brisa que acomoda mi melena. 70
Con la luz de un sol que se prepara para ocultarse de la dama blanca, nos teñimos de naranja. El tono sepia otorga cierto drama a esta escena de fragilidades desbocadas. Son tus brazos, el refugio vanidoso al que se aferra mi sustancia antes de precipitarse a tu boca, en un intento vano por recuperar la cordura que me has arrebatado. Apasionado giro mientras el cenit deja caer sus hojas, tú desciendes a la sima de mi cuerpo, desbordando una corriente albina que pareces anunciar con el rugir de un trueno. Y esas flores, a medio terminar, que devoran tu agudo pecho se desploman sobre mi sutileza en un gesto tan sublime que ha inspirado un par de versos.
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POEMA MENTIROSO Esther Martínez
Tú de noche no existes, mal amigo, orgulloso de ti, sereno y noble cariñoso, calientito, mi amigo. Tal vez no es complicado sino simple. Así de sigiloso es este amigo: si acaso él no te parece noble, así, travieso, blanquito, mi pingo tener su compañía es imposible. ¡Por qué no lo entienden!, que no me importan rasguños, heridas, siempre ocultando al médico, que no sabe qué pasa.
DÉCIMA Miguel Olivera Medrano
Aunque de sobra usted sabe que la quiero como nunca, si la esperanza se trunca no permita que se acabe; cuando con ternura alabe, dé refugio a mi alabanza. Con un poco de esperanza pronto llegará el consuelo, le juro que no es señuelo: acabe su desconfianza.
Aunque, decir la verdad sobrepasa, ya saben, no le anden menëando: a mí sus opiniones no me importan.
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VOY HACIA TI CON TODOS MIS EJÉRCITOS Lucina Vázquez Miranda
Prepárate, que voy al frente, es una declaración de guerra: vamos a librar una batalla sin vencedor y sin medalla.
TESTAMENTO Liliana Segovia
Nos hemos ocultado como la hoja se oculta en un castaño.
Voy hacia ti con todos mis ejércitos, desplegaré mis armas de combate. Voy a conquistar tus territorios y las sombras a estos circunscritos. Prepárate, que estoy en marcha con todas mis ganas, como generalas, ordenando a mis ansias, las sargentos. Voy hacia ti, ponte en guardia. Siguiendo las coordenadas de tus ojos, librando la lucha contra el tiempo, descubriendo la estrategia del deseo. Prepárate: estoy en el derrotero. Voy hacia ti, con todos mis ejércitos, a despojarte de tus vivos y tus muertos.
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Nos hemos soñado largas, vaporosas, naranjas noches del verano. Nos hemos mirado en lugares del mundo distanciados. Nos hemos abrazado con el pecho de esa lluvia ensimismados.
Nos hemos dibujado garabatos, alicantes reinos enfebrecidos engendrando. Me has dejado. Te he dejado. Hasta hoy. Hemos cruzado el mar en una diagonal que nunca tuvo desenlace.
Nos hemos añorado en lo más alto, montaña de azúcar, gravitando.
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ADÁN Y EVA (Estrofa soñada) Guille Acosta
LA MAESTRA Esther Martínez
Para Adán el paraíso era donde Eva estaba Mark Twain
Tu nítida ausencia lacera mi corazón. Retorno al paraíso donde reposas, y ante tu cuerpo inerte me desplomo de rodillas y miro tus ojos ciegos, Eva y tu esencia no encuentra tu esencia. Te conozco desde hace mil eras pero ya no, así no. Mis lágrimas caen y humedecen tus restos, la hierba verde germina: te cubre y te rodea, lloro hasta que la rabia me vence lloro hasta el amanecer de los tiempos.
Inicia un nuevo semestre en medio de una epidemia, culparán a la pandemia, también al extraterrestre. No pedirán que alimente a sus cerebros inquietos, llenos de tantos secretos. Sus padres han preguntado que cuándo el certificado: hasta que tengan biznietos.
El llanto no cesa, la fatiga no cesa, el sueño es mi salvador. Reposo en un frondoso árbol al despertar. ¿A qué hora creciste, a qué hora maduraste? Miro que tus ramas me protegen, me dan sombra. Me aferro a tu verdoso esplendor pleno de ramas generosas, de frutos no prohibidos. 80
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CAMBIO Esther Martínez
Soledad acompañada Primer mdulo de siempre día con día probada acariciada hermosa dormida contigo tan escondida odiada rechazada tomada así la nada perdida olvida vida muerta perdona tira desgarra rompe solo hoy
POR SI ME MIRAS Miguel Olivera Medrano
Rescoldo de sublime incandescencia, fuente de placidez inexorable, confuso laberinto inmemorable, candidez infantil de la inocencia, resquicio que libera mi demencia, enigma por demás indescifrable, muestra de voluntad inquebrantable, límpida claridad en la inconsciencia. Feliz augurio del mejor futuro, más feliz cuanto más inesperado, elíxir inmortal en el que curo mis ansias de alcanzar, ilusionado, la paz del corazón con el que juro querer llevar el tuyo a cualquier lado.
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SEMBRANDO VOCES El tiempo es ahora nuestro aliado mientras noches negras estrelladas, tardes cálidas y perezosas, y amaneceres lluviosos hacen su tarea en el paraíso.
COLORÍN COLORADO Lucina Vázquez Miranda
Mis manos se vuelven ramas y mis pies raíces en esta nuestra tierra que nos ve amarnos ahora de forma nueva. No somos mejores, somos distintos, nuestra inteligencia es diferente, hemos retornado al paraíso.
Cuando se piensa en Veracruz, casi en automático se vienen a la mente arena, mar, sol y degustar unos ricos mariscos cocinados muy al estilo jarocho. Algunos pensarán en el café “La parroquia”; probablemente prefieran comer una “bomba” (concha con frijoles) o alguna “picadita”, ya sea negra o blanca, y aligerar “la calor” con una “chambola”. Pero hablar de la gastronomía de Veracruz es mucho más que eso: qué se puede esperar del estado cuyos límites el mismísimo Santa Anna marcó a caballo; un estado que además, contiene la mayor variedad natural del país. Al norte, un zacahuil acompañado de molotes y cueritos curtidos es lo más representativo; al sur, gracias a la influencia de las entidades federativas circunvecinas, se deleita uno con tegogolos, camarón seco, “chanchamitos”, carne ahumada (según de chango) y se bebe “popo” espumoso en jícaras, sin contar el marisco que se consume a lo largo de todo su litoral. Pero ¿y el centro? Veracruz se divide en siete regiones, cada una con una grandeza cultural y natural propia, lo que permite que su cocina sea igual de variada. Recordemos que la orografía más alta del país, el Cerro de la Estrella mejor conocido como Pico de Orizaba, se encuentra en la zona central de la entidad y es denominada Grandes montañas. Ahí también se localiza la capital: Xalapa; la cual no podía ser más contrastante con la idea general que se tiene del estado. Envuelta en un manto de niebla, con un eterno “chipi-chipi “como eco, se levanta 84
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Módulo de literatura híbrida, primera parte Nidya Areli Díaz
ENSAYAR LA SELECCIÓN Dada la naturaleza del género ensayo, definido por el gran ensayista, faraón de faraones en estos temas, Alfonso Reyes, como el “centauro de los géneros”, nada menos que porque aquí todo cabe, palabras más palabras menos, cuando se trata de ponerse a la tarea de coordinar un conjunto de estas obras no se puede más que sentarse a disfrutar en cada línea del horizonte inmenso y variado de contenidos y estilos, y es que este taller contó, a buen vuelo de pájaro, con especialistas en un sinfín de materias, que fueron desde la Biología y la Docencia, pasando por la Literatura, la Arquitectura y la Medicina, a las Matemáticas y el Derecho, y asimismo podemos vagar por el feminismo desmenuzado o bien, analizar la realidad desde ópticas directa o indirectamente marxistas. La escritura, en este sentido, da cauce a más de treinta voces, que si bien se condensan en las diecinueve que quedaron al final, aperturó el río de las palabras que fueron vertiéndose como en cascada irredenta, con las motivaciones e inquietudes que cada uno vivía desde su propia experiencia, dejando aquí y allá las migas, como Hansel y Gretel, camino de las propias luces, reencontrándose en las prosas con sus diferentes tonalidades, colores y matices. Yo, complacida, un ciego más entre los ciegos, conmovida en cada ocasión por las plumas brillantes, promesas de futuras y extensas letras, disfruté, amé y me llené de júbilo con cada discusión durante todas las sesiones, con cada charla hilvanada de dudas, misterios y 82
consciencias compartidas, dando gracias de tanto gozo en medio de tiempos tan difíciles para tantos. Comparto ahora la dicha de mirar nuestra obra terminada; que engloba la de cada participante del taller que meditó en torno a los textos revisados, que opinó en torno a ellos o expresó sus dudas, para después amotinar las posaderas detrás del teclado, y con ellas el cerebro, los nervios, la perseverancia, la creatividad y el corazón, llevando a sus últimas consecuencias la palabra y el misterio que ella encierra, ensayando, ensayándose, como un acto de libertad bárbaro y terrible, pero al mismo tiempo amoroso e introspecto, dado a los otros y a uno mismo. He aquí nuestras ideas y sentimientos expuestos; nuestro ejercicio argumental en redacciones diversas. He aquí la prueba fehaciente de que el pensamiento florece y contagia aún en los peores momentos, porque la consciencia es libre y un alado ente, excepcional e inasible; porque la libertad no se coarta a pesar de lo que sea y nos sigue hermanando siempre.
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En este caso, el emisor es el autor y el receptor el oyente, espectador o lector, el cual, para descodificar o interpretar adecuadamente la obra, debe poseer cierta competencia textual y literaria. En este sentido, se supone que el texto literario tiene una finalidad estético-comunicativa; por eso, además del código verbal, incluye otros como el propio de la retórica, el de los géneros, el de la estética, etc.2
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2María Victoria Reyzábal. Diccionario de términos literarios I (A-N). Madrid: Acento Editorial, 1998. Pp. 16-17. 3Op. cit. P. 59.
erguida en medio de cinco cerros, a casi 1500 metros sobre el nivel del mar, conocida por algunos como la “Atenas Veracruzana” y por otros, con el epíteto que le dio el barón de Von Humboldt: “Ciudad de las flores”. Las flores, por otro lado, son un rasgo que se ha relacionado no sólo con la historia y paisajismo de Xalapa, sino con su arte culinario. Estudios Etnobotánicos realizados en la zona arrojan que son tres las flores con más valor comestible en la capital y sus áreas aledañas. Así, con este marco de referencia, encontramos como protagonistas comestibles a las flores de calabaza, la del izote y el colorín. El gasparito, pito, machetito o colorín es el nombre que se le da a la flor del árbol Erythrina americana, pero en Xalapa se le conoce como esquimite. De febrero a abril, los campos y mercados “se pintan de rojo”, debido a la producción de este alimento prehispánico, cuyo consumo aún en nuestro tiempo se mantiene vigente. Se venden en cualquier mercado por “montocito”, que es la cantidad que una mano grande puede agarrar, generalmente a diez pesos. Se le conoce como “carne de vigilia”, dado que su sabor es parecido y que su floración coincide con la cuaresma, por lo que los practicantes elaboran platillos con los colorines. Las flores maduras pueden alcanzar una altura de hasta seis centímetros y eso es lo que se cocina, pero deben eliminarse los estambres y pistilos, ya que dan un sabor amargo. Puede refrigerarse durante dos o tres días antes de cocinarse y para su recolección solamente se usan canastas y morrales; aunque es frágil, lo es en menos medida que la flor de calabaza. No hay datos sobre su producción floral, pero se dice que es la mayor de las flores comestibles ya mencionadas. Quien se jacte de ser “xalapeño” ha probado los gasparitos al menos con huevo, que es la forma más tradicional, su sabor es parecido al del chayote. Simplemente se hierven las flores, se escurren y se cocinan con “blanquillos”. Se le puede agregar salsa de chile seco, otra joya gastronómica de la zona. Más recetas con esta flor serían: Para tortas, se hierven los pétalos, se escurren, se les añade huevo y se fríe. Se pueden comer en seco o con mole. También se sirven las tortas en una salsa preparada con chile seco, pipián y ajonjolí molido.
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Por su parte, la definición de Literatura que da el mismo Diccionario, señala que: […] Para algunos autores, el determinar si un texto pertenece o no al campo literario depende de su carácter de ficcionalidad o creación artística de una nueva realidad. Otro rasgo sería la plurisignificación o connotación del discurso literario; sin embargo, para otros autores lo que da entidad literaria a una obra sería el hecho de que la comunidad la acepte como tal […].3 De este modo, se puede constatar que la primera acepción del campo literario induce a menos errores, pues hay textos cuyos autores afirman que son poesía, cuando el hecho es que se trata de obras en prosa cortadas en lo que pretenden ser versos. El uso de muletillas por parte de los autores, aleja sus textos de lo literario. Si el empleo de las muletillas es innecesario, suena raro y hasta aburrido en el lenguaje hablado, se puede considerar un acto criminal en la obra literaria. Sin embargo, no podemos decir esto de los poemas de escritores como Carlos Rivas Larrauri, quien en sus obras buscaba reflejar el lenguaje popular cotidiano de los habitantes de la Ciudad de México, en la primera mitad del siglo XX. Óscar de la Borbolla nos dice que aproximarse a lo literario es acercarse a la técnica que vuelve más eficaz la narrativa. Los escritores profesionales usan historias subterráneas que fluyen por debajo de la
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Con frijol, se hierven los frijoles y se fríen. Por otro lado, se hierven y escurren los colorines y se añaden a los frijoles ya cocidos, agregándoles también cilantro. Este platillo es conocido como Tlatonile. Aún recuerdo la primera vez que los vi, caminaba con mi abuela por las calles aledañas al mercado “Jáuregui” y los vendían sobre la banqueta, pensé que eran “chicharos rojos”, para mi sorpresa me dijeron que su nombre era gasparitos; por la edad no podía pronunciar bien la palabra y se me hizo más fácil su otro sobrenombre de colorines, con el paso del tiempo fui conociendo el resto de sus “apodos”. Ahora mi abuela se fue, pero queda su recuerdo en los “campos colorados”, en los aromas y sabores de sus flores, en sus recetas, en sus cazuelas, en toda su cocina. Conocer la gastronomía tradicional es conocer una parte del todo, los colorines son parte de la dieta de un gran número de habitantes en la región. Para muchos, las flores son belleza, son obras de arte, inspiración, fragancia y halago, pero algunos otros vemos en las flores no sólo una conexión con nuestras raíces, sino también una nueva experiencia gastronómica que probar. Colorín colorado… este platillo se ha acabado.
LO LITERARIO Y LA LITERATURA Miguel Olivera Medrano En literatura se puede ser todo, incluso asesino, como François Villon, pero no ingenuo. Óscar de la Borbolla
El escritor mexicano Lauro Zavala dice que para elaborar una obra literaria es preciso ir más allá de la anécdota. Eso confirma la idea de que es preciso leer, valorar y tomar en cuenta las recomendaciones de escritores y teóricos literarios, referentes a este tema. Pero, ¿cómo demonios se aleja el escritor principiante de lo anecdótico al plasmar en el papel lo que pretende sea una obra literaria? La respuesta la da Mario González Suárez en su curso de Narrativa latinoamericana, que imparte, de manera presencial y en línea, en la escuela Literaria. Centro Mexicano de Escritores.1 El énfasis que en los talleres de creación literaria se pone en “hacer”, no exime a los escritores en ciernes de la responsabilidad de saber. Óscar de la Borbolla en su Manual de creación literaria señala que la creación literaria no puede ser el resultado de la ignorancia que improvisa. Veamos algunos elementos vinculados con esta cuestión. En el Diccionario de términos literarios, de María Victoria Reyzábal, se define la comunicación literaria como el: […] Proceso de transmisión de textos literarios, por lo cual se basa en la comunicación verbal en cuanto capacidad previa pero no suficiente. Esta, como ya se sabe, remite, al menos, a un emisor, un receptor, un código, un mensaje y un canal, y a dos funciones: la de codificar y la de descodificar. 1En línea: «https://www.literariacentro.org/».
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poder cuidar la de aquellos que están entre sus manos, a quienes juraron su tiempo, su dedicación y su esfuerzo, a pesar de saber que socialmente son la sombra del médico, pues su trabajo pocas veces es realmente reconocido y respetado. Desde que se es estudiante de enfermería y se realizan las primeras prácticas, se nota la diferencia con la que es tratado un médico y una enfermera, puesto que, tanto el personal como los pacientes, conciben a la enfermera en un rango de inferioridad y, hasta cierto punto, con menosprecio. Cuando el paciente egresa, siempre agradece efusivamente a los médicos por salvarle la vida o ayudarle a mejorar su estado de salud, siendo la minoría quien se toma un segundo para agradecer los cuidados brindados por parte de la enfermera, quien en realidad es quien acompaña al paciente en todo momento, desde las etapas críticas hasta su rehabilitación o, en otros casos, quien sostiene su mano o la de su familiar en su lecho de muerte. Algunas de las frases más comunes que en referencia a ello podemos escuchar, son: “¿Por qué Enfermería y no Medicina? ¡Pero vas a ser la chacha del doctor! ¡Pero si eres inteligente, ¿por qué no eres doctor?! ¡Las enfermeras sólo saben seguir órdenes y servir al doctor!, entre muchos otros dichos y prejuicios más. Pero, ¿alguna vez han observado a las enfermeras recorrer la ciudad con su termo y sus vacunas?, ¿alguna vez han prestado atención a todas las acciones que realiza la profesión? La respuesta de la mayoría será un rotundo no. La realidad es que esta profesión interviene en todos los niveles de atención, no sólo del área operacional, sino también administrativa, docente y, para sorpresa de muchos, de investigación. Ser enfermera ha sido un reto a través de los tiempos, no es algo actual, pues desde Florence Nightingale, la madre de la enfermería moderna, quien tuvo que abrirse camino en un tiempo en que las mujeres eran difícilmente escuchadas y tomadas en cuenta y, a pesar de ello, logró implementar las medidas higiénicas que se siguen hasta la a actualidad, haciendo caer la tasa de mortalidad del 40 al 2%, hasta el día de hoy, el papel de la enfermera sigue siendo minimizado, aun en plena pandemia, en donde el servicio de enfermería es indispensable e insustituible. Ana es una enfermera que ha servido durante los últimos veinte años y tiene una maestría en docencia y una especialidad en
historia principal, con esto se plasma la intriga. Cita este autor a Ricardo Piglia, quien afirma que: “todo cuento cuenta dos historias”.4 Entonces, se debe evitar la escritura de textos planos, para así alejarse de la anécdota. El empleo de las historias subterráneas es un recurso valioso, pues refuerzan el carácter literario de las obras. También están los silencios, las omisiones, como herramienta para la construcción de la narrativa. Nos dice Óscar de la Borbolla que “lo que no se dice del personaje repercute favorablemente en la calidad de la obra”.5 En el cuento “No sólo en Navidad”, que aparece en el libro Los silencios del Dr. Murke y otras sátiras, Heinrich Böll no describe el estado mental de la abuela, quien reinicia la celebración de la Navidad en cuanto acaba de concluir dicha celebración. Resulta muy divertido que, por la locura no declarada, aunque evidente de la abuela, se deba celebrar la Navidad durante todo el año y durante varios años, seguro hasta la muerte de la anciana. Otro rasgo que debe tener la narrativa literaria es la verosimilitud. Para Óscar de la Borbolla: “Es esa característica que permite que nos perdamos en la dimensión literaria, que en cuanto el texto se despliega ante nosotros nos envuelva y nos sumerja en ese mundo del que el texto habla”.6 Por ello, gracias a la verosimilitud el lector entra y se mantiene en la dimensión literaria. Junto con la verosimilitud –dice de la Borbolla– resultan primordiales las actitudes de los personajes, que pueden lubricar la entrada del lector en la ficción. ¿Pero dónde queda la verosimilitud en la literatura fantástica? Para de la Borbolla una forma de lograr la verosimilitud en esa literatura “es establecer una proporción entre el elemento fantástico y los elementos convencionales”.7 En el Realismo Mágico y en los cuentos de hadas, “la aceptación del lector se provoca más bien imprimiendo al texto una velocidad tal que impide que el lector pueda formular ningún reparo y haciendo que todo lo extraordinario
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4Óscar de la Borbolla. Manual de creación literaria. México: Nueva Imagen / Grupo Patria Cultural, 2006. P. 16. 5 Op. cit. P. 18. 6 Op. cit. P. 31. 7Op. cit. P. 39. 8Op. cit. P. 40.
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nunca sea tomado como anormal”.8 Tal es el caso de El hombre que atravesaba las paredes, de Marcel Aymé, y Cien años de soledad, de García Márquez. Hasta aquí se ha hablado de la necesidad, para los futuros escritores, de esforzarse en evitar la creación de narraciones anecdóticas y de lo que pueden hacer para dar un carácter literario a sus obras. Se ha destacado la importancia de revisar y tomar en cuenta las recomendaciones de los escritores consagrados acerca de cómo llegar a realizar una mejor escritura. Como ejemplos se han mencionado el contar dos historias paralelas y contar historias verosímiles, haciéndolas creíbles en el caso de la literatura fantástica, así como la corriente literaria del Realismo Mágico. Hay quienes optan por ignorar las recomendaciones y escriben sin importarles la forma de esa escritura, bastándoles con decir lo que quieren y de la forma que quieren. Entonces corren el riesgo de tardarse en encontrar el camino para obtener una creación literaria sólida. El estudio de las recomendaciones que nos han legado los grandes escritores y encontrar la forma de reflejar eso en la obra propia, si bien es un acto que requiere paciencia, más cuando se monta el caballo desbocado de la escritura, es algo necesario y trae como resultado la obtención de mejores textos. Procuremos entonces, por todos los medios, crear una obra literaria en la que prevalezca lo literario, sin anécdota.
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COMPAÑEROS ANÓNIMOS Mariana Medina Reyna
Más allá de una necesidad, una ciencia o un arte, el cuidado es la base de la supervivencia de la humanidad y del establecimiento de la salud desde el origen de la vida. La atención a otros ha sido un cimiento desde el inicio de los tiempos, desde que somos concebidos estamos a disposición de nuestra cuidadora natural, nuestra madre, pero además, a la de aquella persona que, con una formación profesional, se encarga de traernos a la vida de forma segura, tanto para la madre como para nosotros. Sin embargo, este apoyo que asegura nuestra existencia, nuestro bienestar y nuestro desarrollo, durante muchos años y hasta la fecha se ha visto minimizado por la sociedad, tanto como en el proceso natural, como lo es la maternidad, como en el grado profesional, llevado a cabo por la ciencia de la enfermería. Pero, ¿qué es la enfermería? De forma explícita, es descrita como la ciencia y el arte del cuidado; pero más allá de eso, está involucrada en todos los niveles de atención de la salud, desde la prevención, el tratamiento, la rehabilitación y el acompañamiento en etapas terminales. Como refiere Virginia Henderson, una de las principales teóricas de la enfermería y quien desarrolló la Teoría de las 14 necesidades: “La enfermera es temporalmente la conciencia del inconsciente, el amor del suicida, la pierna del amputado, los ojos de quien ha quedado ciego, un medio de locomoción para el niño, la experiencia y la confianza para una joven madre, la boca de los demasiado débiles o privados del habla”. La enfermería, en otras palabras, es la profesión de quienes dedican su vida y su salud para 91
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No dejan de sorprenderme opiniones con las que me encuentro que parecen más una broma: “¡Tssss!, ¡aaaaaah!, pues a los hombres también nos matan… Mira las estadísticas”. Sí, mi queridísimo hombre a quien le duele que no reconozcan que también ustedes mueren, pero te tengo noticias, prepárate, es muy simple: No te matan por ser hombre. Ya sé, ya sé, léelo otra vez, sé que es impresionante. Ésa es la sutil diferencia, no se trata de polarizar los múltiples problemas que existen: inseguridad, tráfico de menores, pedofilia, pobreza, discriminación y un infinito etcétera. Se trata de que si estamos intentando lograr algo con una lucha que nos ha llevado tanto tiempo y nos llevará mucho más, te calles la boca y escuches un poquito. La lucha se ha diversificado con diferentes grupos, porque hay de todo en esta viña del Señor, pero me parece que el fin es el mismo: igualdad, seguridad y equidad. Las mujeres hemos sido oprimidas durante siglos y todavía hoy seguimos sufriendo de esos estragos. Nuestros cuerpos se han vuelto objetos sexuales. En este punto, también he visto a hombres que han hablado de la corriente “body positive” desde su cómodo asiento de machos, burlándose y asegurando que algunas mujeres tratan de hacer de la obesidad un estereotipo de belleza. A lo que creo no se está normalizando el sobrepeso, se intenta luchar contra un montón de cánones que para la mayoría de las mujeres son inalcanzables. Creo que ya se ha evidenciado muchas veces, pero yo nunca he escuchado decir a una madre a su hijo: “Ya no comas tanto, te vas a poner como marrano”, cuando las mujeres lo hemos escuchado infinidad de veces. ¿Por qué? Porque tenemos que ser perfectas para no quedarnos solteronas, porque durante generaciones el único papel del sexo femenino fue conseguir marido y dedicarse al hogar. Así que, por fa, de verdad, dejen de tratar de equiparar que ustedes, los hombres, también han sufrido y que no ven campañas de hombres gordos y que sufren tanto, porque lo único que hacen es burlarse, lo único que causan es vergüencita ajena y literalmente parece que no tienen madre. Dejen de aplaudirle a hombres que saben planchar, limpiar, cambiar pañales, porque simplemente se trata de actividades de adultos; adultos como todos cuando crecemos y tenemos que pagar renta, lavar ropa, comprar despensa, fregar trastos… Dejen de
Atención al Paciente Adulto en Estado Crítico, desempeñándose en áreas como la Unidad de Terapia Intensiva. Para ella, la vida se ha ido demasiado rápido, entre un vals infinito que danza religiosamente en los pasillos del hospital, de un lado para otro, de un paciente a otro. Más de mil vidas han pasado por sus manos, desde neonatos que se esfuerzan para sobrevivir aun cuando el pronóstico es malo, hasta aquel paciente a quien le cantó “Amor eterno” en su último suspiro: “Nosotras –dice– solamente somos una herramienta de Dios, de la vida, del universo… una herramienta que tiene vida, tiene amor, tiene conocimientos y jamás debe de detenerse, porque el mundo sigue cambiando, las tecnologías, las enfermedades y los cuidados”. “A veces solamente me da risa cuando escucho a las personas decir que las enfermeras casi no sabemos, cuando en realidad muchas veces nosotras somos las que enseñan incluso a los médicos aquello que ya conocemos y dominamos; somos un equipo, en el cual solo ellos tienen reconocimiento”. Estas fueron las palabras de una enfermera que actualmente se encuentra en cuarentena porque padece el virus que ha desatado la pandemia. Afirma con una sonrisa, mientras se realiza la videollamada, que a pesar de que el ser enfermera le ha traído como consecuencia el contagiarse y perderse momentos importantes con su familia, no cambiaría la satisfacción de ver egresar a sus pacientes por nada del mundo: “Esas personas –dice– son mi familia, yo les doy todo el amor que me gustaría que mis seres amados recibieran en caso de estar enfermos; son personas, son padres, madres, hermanos, hijos de alguien que sufre angustia mientras espera su recuperación con fe casi inquebrantable, no podemos abandonarlos, a pesar de que el cansancio llegue a ser extremo”. La enfermería es vista de forma minimizada por la sociedad, sin tomar en cuenta que cada vacuna, cada procedimiento de curación, el material estéril de una cirugía, el medicamento que alivia, son suministrados por la enfermera, entre miles de acciones más. ¿Acaso es el médico quien cuida en todo momento de su paciente? ¿Acaso es él quien sostiene su mano cuando éste padece una enfermedad infecciosa, mientras la sociedad lo rechaza? No, es la enfermera quien se encarga de ello, quien al estar en contacto con el paciente, descubrió que estimular a la persona con Poliomielitis es
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más favorable que mantenerlo inmovilizado, quien sostuvo la mano del infectado con VIH cuando aún no se sabía su medio de transmisión, y quien hoy sostiene la mano de pacientes con COVID, dándoles consuelo día a día, leyéndoles las cartas de sus familias, hablándoles a pesar de que están dormidos, porque si algo tiene claro la profesión, es que el ser humano debe ser visto desde una perspectiva holística; es decir, a través de la unidad de cuerpo, mente, emoción, espíritu y medio ambiente. Y así, entre sombras, entre desconocimiento por parte de la mayoría de la sociedad, las y los enfermeros siguen su día a día, arriesgando su vida, su salud mental y física por intentar rescatar la de cientos de desconocidos que pasarán por sus manos a través de su vida profesional, con el corazón reconfortado por aquel paciente que logró egresar exitosamente y el corazón roto por aquél que perdió la batalla, sosteniendo su mano, dándole el respeto y los últimos cuidados a su cuerpo. Y, a pesar de todo, del anonimato, de la falta de reconocimiento y empatía por parte de la sociedad, la mayoría de las y los enfermeros podemos decir que nacimos y moriremos sirviendo para ello.
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¡NO, HOMBRE!, LA LUCHA NO ES EN TU CONTRA Mariana González
Hace poco vi una imagen circulando en redes que hablaba de que la responsabilidad de mantener a un hijo es de ambos padres, haciendo alusión a que los hombres que dan pensión alimenticia (si es que la dan) no tienen por qué mantener a la madre de sus hijos, y venía una cantidad absurda que aseguraba que era suficiente para mantener a un niño; después vi videos en TikTok que hablaban del mismo tema, pero siendo peyorativos hacia la mujer, tachando a las madres que reciben pensión alimenticia de flojas y arribistas. La verdad ya no sé cómo sentirme al respecto, no sé si me indigna más la simple matemática que se utiliza para inferir que con tan poca cantidad se puede mantener a un hijo, o que hablan de una “igualdad” que debe existir entre ambos padres, pero únicamente para la manutención, no para la educación ni para hacer tareas ni para nada más, porque, dejando a un lado si tienen razón o no, no veo que apliquen ese mismo principio en todos los demás aspectos de la vida de un niño. Creo en todo caso que lo que de verdad me molesta es ese afán de querer disfrazar su machismo, aludiendo que las leyes nos favorecen más a las mujeres: que si nos jubilamos antes, que si la pensión alimenticia, que si la maternidad o cualquier otra cosa que se les ocurra. Pienso en fin, con ironía, que seguramente no será por eso que sólo un 26% de mujeres ocupan cargos directivos en México, ni tampoco que percibimos un 16% menos en salario ocupando el mismo cargo que un varón, por el simple hecho de ser mujeres. 95
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La situación actual del mundo y en particular de México nos hace reflexionar obligadamente a los profesionales de la educación sobre esta nueva época y lo que nos atañe directamente: los jóvenes estudiantes. La enseñanza del arte y particularmente de la danza en un mundo que está cambiando a una enorme velocidad no es tarea fácil. A los docentes de danza contemporánea lo que nos convoca es la formación de jóvenes bailarines para un mercado laboral inexistente o en vías de cambios radicales. Sabemos que el mercado laboral se estrecha angustiosamente, hasta unos meses antes de la crisis de salud que atravesamos, había ya un déficit de espacios para la presentación de las agrupaciones dancísticas profesionales, hay cada vez menos apoyos colectivos e individuales, existe poca trascendencia o de plano ausencia en los medios masivos de comunicación, escasa afluencia de público. En pocas palabras, tenemos un panorama de trabajo con pocas posibilidades de sobrevivencia para los bailarines profesionales. Si bien es cierto que la danza contemporánea mexicana tiene una solidez y prestigio generado a través de muchísimo esfuerzo y trabajo, reflejada en la calidad y cantidad de sus bailarines, también es verdad que los profesores, docentes y en general quienes tenemos bajo nuestra responsabilidad la formación de nuevos cuadros de intérpretes tenemos la obligación de estar pendientes del panorama profesional actual y tratar de proyectar de qué manera se insertan del
idealizarlos y recalcarnos lo afortunadas que somos por tener a una persona al lado que sabe hacer lo mismo que nosotras. He trabajado formalmente desde los 18 años y nunca he tenido una jefa, todos han sido hombres y he tenido que aguantar todos sus comentarios machistas y, bueno, siendo honesta, no me ha ido nada mal: “Mariana, habla, no te tengo ahí por bonita…” Pero si opinaba lo que realmente pensaba, de pendeja no me bajaban. “Oye, Mariana, dile al diseñador que quiero un color más… como el logo, es que tú eres mujer, tú sabes de colores” (el señor no era daltónico). “Vamos a celebrar la venta que cerró Mariana (sin Mariana porque somos puros hombres)”. Ok. Como muchas personas, aún tengo pensamientos machistas, pero trato de reconocerlos y entender que vienen de ideas superarraigadas de mi familia y por ende, cambiarlos, porque igualmente muchas veces pensé que la culpa “nunca” era de un hombre, sino de la mujer golpeada, y hoy conozco mujeres que amo con todo mi corazón, viviendo situaciones peligrosísimas con machitos disfrazados de caballeros, y me doy cuenta de que esto no sólo se da en estratos sociales bajos, se da también con mujeres que tuvieron acceso a la educación, con muchísimas cualidades, y no es culpa de ellas, nunca lo ha sido. Para mí era muy fácil juzgar, diciendo: “A la primera me voy”. No te vas, porque crees que todo va a cambiar, porque piensas que es tu obligación mantener una familia unida o quedarte en pareja, puesto que tenemos un chip casi desde que nacemos que nos hace creer que todo va a estar bien y que no hay problema, que no va a llegar a mayores. Y reparo en lo sumamente difícil que es salir de una situación así y me aterra perder a gente que quiero, pero tampoco puedo portarme intransigente, pues por lo menos quiero que me sigan teniendo confianza porque si algo pasa, sé que podré ayudar. ¡Mujer, no estás sola!... Bueno, después de este pequeño desahogo, también quiero decirte que dejes de escudarte demeritando y burlándote del movimiento feminista, siendo un patán y vomitando pura estupidez como: “Aah, pues muy feministas, ¿no? Que ellas inviten, que ellas me abran la puerta”. No seas tan básico. Sí, los tiempos cambian, también nosotras pagamos, no hay bronca –aunque ganemos
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¿VIEJAS MANERAS DE BAILAR PARA NUEVOS TIEMPOS? Francisco Illescas
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muchísimo menos que tú–, pero ten tantita educación, esfuérzate en conquistar si ése es tu objetivo, no seas tan idiota. Das lástima. Y, por último, pero no menos importante: Aborto libre, legal y gratuito. Te voy a contar algo rapidito, porque sé que a veces da flojera leer y quizá también te vas a asombrar: Nadie quiere abortar, no es como que un día amanezcas y digas: “Ay, pero qué ganas tengo de abortar. Voy a embarazarme para abortar”. Lo que buscamos es que por la razón que sea, la que sea –que tampoco es problema tuyo–, si abrimos las piernas, si se rompió el condón, si simplemente no estamos preparadas, lo podamos hacer. Hay muchísimos métodos anticonceptivos actualmente, y yo pensaba: Habiendo tantos métodos, quien se embaraza en estos tiempos es porque quiere, y luego sentí vergüenza por mi estúpido pensar. Pero, ¿qué crees? Hablaba desde mi privilegio y como bien decía otra imagen que también circulaba por ahí, el aborto no sólo es para mí o para la que se emborrachó y la regó o para la que está muy chavita, sino también para la que fue violada, la que vive en pueblos marginados y su marido se la madrea porque no le “da” el varón que tanto quiere. Dejen de achacarnos la maternidad a fuerza. Cuando tienes novio, molestan preguntando cuando te vas a casar; cuando te casas no dejan de importunar porque tengas un mocoso, como si ellos lo fueran a cuidar o mantener. He escuchado incontables veces que cuándo tendré un hijo. Dejen de normalizar esa conducta, es algo íntimo y personal. Mi primo y yo tenemos la misma edad y nunca he escuchado que a él le pregunten cuándo será papá, porque tener un hijo sólo se le atribuye a la mujer, una de las muchas raíces de los problemas que vivimos a diario. Y les repito: nadie quiere abortar, pero si tenemos que hacerlo, que no sea a manos de carniceros en clínicas clandestinas, muriendo desangradas. Es un tema complejo, pero el principio es el mismo: Nuestros cuerpos no le pertenecen a nadie. Porque tampoco veo que la gente provida hable de las comunidades indígenas y marginadas donde les colocan dispositivos intrauterinos a las mujeres en contra de su voluntad, donde las hacen firmar sin siquiera saber leer y escribir, ¿entiendes
cuál es el problema? Que siempre quieren decidir por nosotras y hacer con nuestro cuerpo lo que creen que es mejor. Escribo estas líneas con rabia y enojo, porque yo, siendo mujer, que incluso promovía el machismo, que menospreciaba a mi género, que crecí en una familia rota, llena de engaños, de hombres golpeadores, borrachos y abusadores en general, trabajo ahora en mí, lo hago todo el tiempo y es superdoloroso, pues crecer casi siempre duele. Todavía no puedo concebir a quienes no entienden esta lucha, tanto hombres como mujeres, y me expreso quizá de forma agresiva, sin florituras, porque quiero que despertemos ¡todos! Quiero que podamos analizar un poco el tema que sea, con el que estemos o no de acuerdo, y argumentarlo siendo inteligentes. He aprendido que no puedo ir peleándome con cada ser que me encuentro que no entiende lo que hemos sufrido las mujeres, pero no me cansaré de dar argumentos reales y exponer el tema que me parece nos compete a todos. Estamos en un momento en el que el mundo está despertando, hay mucho en que trabajar, a veces caemos en la exageración de lo políticamente correcto, pero esta lucha es más grande que eso, así como la lucha de todos los grupos vulnerables (mas no víctimas) como la gente que sufre racismo, niños que son maltratados o mujeres que son asesinadas. La lucha no es en tu contra, querido hombre, tú no eres el protagonista, no te odiamos; nuestra lucha es en contra de lo que nos han inculcado toda la vida: permitir que nos sobajen y verlo con normalidad.
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BLING BLING ES MAGIA Berenice Ibarías Brillas, y brillas tan lindo, y brillamos juntos, entre pestañas. León Larregui
“La verdad es que a mí sí me gusta mucho el bling bling”, dijo mi hermana hace algunos años. Lo dijo de una forma desenfadada, aceptando abiertamente su gusto por aquellos destellos presentes en ropa y bisutería. Lo dijo en un tono valiente, pues se trata de prendas asociadas a la música de reguetón, y lo que tenga relación con el reguetón suele verse con malos ojos. A ella le hipnotiza el brillo, a todos. Es cierto que la mayoría de nosotros no andamos por la vida vestidos de lentejuela, pero existe algo hipnótico en todo aquello que centellea. Por supuesto que esta tendencia en el vestido se vincula con la ostentación: el oro y la plata, las piedras preciosas. Pero más allá del valor monetario, hay algo en aquello que resplandece que atrapa nuestra mirada, algo que nos hace embobarnos con un cielo estrellado y pedirle un deseo al cometa que vimos pasar. Puede ser que asociemos brillo con magia, la magia de la naturaleza. Es así que algunos pequeños hongos como el Panellus stipticus son capaces de producir su bioluminiscencia por medio de una reacción química. En el hongo hay luciferina y luciferasa produciendo una luz neón. En nuestros ojos y mente hay un bosque de hadas con polvillos mágicos. “Bosque de hadas” es también el nombre con que suele referirse a los distintos santuarios de luciérnagas ubicados en 104
mejor modo nuestros graduados en el horizonte profesional, tan distinto a la época en que nosotros mismos éramos estudiantes de danza. Creo que ha llegado el momento de replantearnos la pertinencia o no de las licenciaturas en danza contemporánea, hacernos el cuestionamiento de si son acertadas las características de dichas carreras, si deben tener la orientación que poseen, el perfil de ingreso, de egreso, si la totalidad de las materias son adecuadas para el momento actual, si los maestros en general estamos capacitados para esta nueva normalidad, pues ya observamos que por lo menos en el uso de las Tecnologías de la Información y Comunicación, no estamos lo suficientemente preparados. Parece ser que se nos ha llegado el tiempo para modificar todo, para poder ofrecer a los estudiantes otros procedimientos de formación profesional, incluyendo más habilidades y herramientas para defenderse en el mundo real, considerando que no sólo se necesitan bailarines, sino también docentes, coreógrafos, conocimientos de multimedia y, sobre todo, entender que el trabajo colaborativo, el trabajo en equipo, probablemente sea la única posibilidad de sobrevivencia en un futuro ferozmente más individualista.
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¿ABUSAS DE LA CARNE? Elu Ríos
Una o dos veces por semana incluyo la carne en mi alimentación; primero, por salud y segundo, porque el kilo en el mercado es muy caro y no todos tenemos el privilegio de poder adquirirla cada día. Últimamente se escuchan en diferentes medios de comunicación, los daños que provocan tanto las carnes rojas como las procesadas: salchichas, jamón, etc., que podemos encontrar en los supermercados. Aracely, la nutrióloga de la colonia donde vivo, dice que las carnes hacen que el ser humano envejezca más rápido. La verdad, esta afirmación me deja con el pendiente. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirma que hay alta probabilidad de que las carnes rojas y las procesadas sean causantes de las muertes por cáncer o enfermedades cardiovasculares, como la hipertensión o infartos. Esto me asusta más, pues lo cierto es que en México aún se está lejos de tomar consciencia con respecto a los daños que el abuso de la carne provoca; así, se proyecta que para 2050, habrá más consumidores de carne en nuestro país, pues la producción mundial se habrá duplicado. Según la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Sumergen), un consumo moderado de tres a cuatro raciones por semana no implica riesgo. Luego entonces, ¿a quiénes de nosotros se nos ha dicho en una consulta médica, que disminuyamos el consumo o ya no comamos carnes rojas? Seguramente a muchos. Las carnes son altas en carnitina y Hierro, por lo que es una buena fuente de nutrientes, pero también producen daños a corto o a largo plazo. La carnitina es la 102
proteína responsable del trasporte de ácidos grasos al interior de la mitocondria, y su principal papel es acelerar el proceso de oxidación de ácidos grasos, por lo que, de manera secundaria, promueve la aterosclerosis; es decir, el endurecimiento o la obstrucción de las arterias, lo que puede degenerar el sistema inmune, como lo indica un estudio realizado en la Universidad de Edimburgo, en Alemania, para la biología del envejecimiento. Pero, con todo y este dato, cómo se antojan “los tacos de cabeza, tripa, campechana y al pastor. “Pásale, güerita, aquí están los meros meros para la nutrición”, escucho todos los domingos en el puesto de barbacoa de don Juan. De acuerdo con datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), México en comparación con algunos otros países latinoamericanos, comía menos carne en 1995, cuando el kilo costaba de $40.00 a $42.00 MXN; estadística que cambió drásticamente a partir de 2014: ahora el kilo de carne en el supermercado, oscila entre los $170 y $180 MXN, dependiendo como cada quien quiera matarse, con molida para picadillo, milanesa para asar o con huesos para caldo. Me parece un precio alto, pero ¡ah!, si aumenta, no se dejará de comprar, porque sin carne, uno siente que no se llena. Nos cuesta organizar y disciplinar nuestra alimentación a pesar de las advertencias de los médicos y especialistas en salud; las enfermedades van en aumento y los consumidores de carnes también, parece una competencia para ver quién llega primero al cementerio o al hospital. Por ello, es mejor una alimentación con frutas, legumbres y vegetales, en primera porque no es deseable para nadie envejecer muy rápido; es molesto que le llamen a una “señora”, en plenos 40 tan radiantes y, en segunda, porque siempre es mejor comer nutritivo; no siempre es barato, pero es muy sano. Un refrán dice: “dime qué comes y te diré qué tan sano eres”. El abuso de la carne pone en riesgo la salud, de ahí que es importante la buena alimentación, así como las prácticas de actividad física constante para nuestro bienestar. Por eso, cuando en un restaurante, venga la tentación de comer una pancita o menudo, se debe recordar el poema de Rubén Darío: “Juventud divino tesoro, ya te vas para no volver” y, empero, decidirse a vivir sano. 103
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contamos con un espacio adecuado para estudiar, sino que tenemos que compartir los aposentos y, muchas veces, también los dispositivos con los que se toman las clases. En otros casos, no se cuenta con una conexión estable a internet o, peor aún, no se cuenta con ninguna. En el caso de las clases por televisión, no en todo el país se tiene señal abierta o existen fallas en la misma. Haciendo de lado todos estos factores que sí afectan en el desempeño escolar de los alumnos, también tenemos el hecho de que muchos estudiantes buscan empatía y justificación de sus actos y prórroga para sus entregas, pero no están dispuestos a empatizar con los profesores; mi yo alumno quiere que el profesor haga una excepción por mí para revisar mis tareas, sin importarme que el profesor haya apartado cierto tiempo para revisiones y retroalimentación; mi yo alumno quiere que el profesor me mande sus presentaciones y notas porque no quiero tomar apuntes; mi yo alumno no está dispuesto a leer la información que me envía el profesor, prefiero que durante el tiempo de clase exponga la totalidad de los temas; no importa que me distraiga o no ponga atención a las explicaciones del profesor, ya que es su obligación repetir los conceptos hasta que me queden claros. Es cierto que algunos de estos escenarios ya pasaban en las clases presenciales, que era más fácil tomar una fotografía del pizarrón que anotar en un cuaderno, no entregar tareas sin que pasara nada; sin embargo, teniendo todo respaldado en diferentes plataformas es más fácil comprobar que el alumno no trabajó en los tiempos marcados. Los problemas señalados en el párrafo anterior pueden solucionarse con un cambio de actitud en los alumnos, en algunas escuelas se está brindando apoyo por medio de psicólogos y pedagogos; quienes, además de terapia, ayudan con la creación de técnicas de estudio diseñadas especialmente para el alumno en cuestión. También puede servir el empezar a ver los dispositivos móviles como auxiliares para el aprendizaje en lugar de sólo como medios de entretenimiento o de comunicación con amigos. Respecto a los primeros problemas marcados, realmente no tienen una solución tan sencilla, involucran el uso de recursos que no siempre se tienen, ya sea recursos económicos a nivel familiar o recursos estructurales como la instalación de antenas o repetidoras. Con esto
Tlaxcala, Puebla y el Estado de México que, con la llegada de las lluvias, se preparan para recibir la visita de miles de ilusionados turistas. Muchas son las personas dispuestas a vivir esa experiencia de ensueño en una noche de verano. Pero no es la única experiencia turística y lumínica que ha resultado todo un éxito en los últimos años; son muchos aquellos que desean (deseamos) llegar hasta el fin del mundo, hasta el lugar más recóndito del planeta Tierra, con tal de ver un cielo juguetón y colorido; luces bailarinas que puedan pintarnos el alma de rosa, verde, amarillo o morado. En la región polar, una franja que corona el extremo norte del planeta, se pueden apreciar las luces del norte, también llamadas auroras boreales. La explicación científica nos dice que al chocar el viento solar con el campo magnético de la Tierra, la energía es enviada a los polos, donde la física se encarga de que podamos observar el famoso espectáculo. Supongo que el hecho de estar ahí, en medio de una postal navideña en completo movimiento, tenga la fuerza de hacernos creer en otro tipo de explicaciones. Podríamos pensar en zorros árticos que con colas de fuego cruzan velozmente el cielo, en dragones que libran batallas campales; en todas las historias que narran los pueblos inuit y lapones. Así como brilla el cielo y el bosque, el agua es capaz de salpicar diamantina. Tener la oportunidad de nadar en un cuerpo de agua bioluminiscente, ya sea laguna o playa, se ha convertido también en uno de los destinos favoritos. Es como sentir que puedes sumergirte en la Vía Láctea, que puedes atrapar las estrellas con las manos y, si eso se puede, entonces todo debe ser posible. Debe ser que cuando estos destellos irrumpen en la oscuridad, nos regalan gotitas de luz que nos hacen sentir menos solos, creer que aun en la nada algo puede rescatarnos. Puede que la naturaleza y el universo entero sean consientes de ese gran poder, que por eso el brillo de la galaxia se reproduzca en las profundidades del mar, donde extraños peces van iluminando su camino con pedacitos de su propia luz. Es curioso ver lo poco agraciados que resultan ser los peces abisales, pero, ¿qué importa ser “feo” cuando eres todo luz? Una luz en medio de la oscuridad nos sostiene, por eso a veces
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un chispazo en mi memoria me lleva a las navidades de luces de bengala y árboles centelleantes, a mis juegos infantiles con brillantina y a la tarde que recolecté piedritas que parecían rubíes. Yo creo que en ese momento los ojos me brillan y la cara se me ilumina, algo en mí se enciende. A mí no me gusta el bling bling, no en mí, pero me gusta pensar en calamares que iluminan como el sol, lluvias de estrellas en una noche de octubre o en mi hermana luciendo sensacional en un vestido de chaquira.
EDUCACIÓN A DISTANCIA Angélica López
Durante esta pandemia nos hemos enfrentado a muchos retos, algunos de ellos son trabajar y estudiar desde casa. Realmente no creo que en el aspecto laboral hayan cambiado muchas cosas, si bien es cierto que ya no se tiene el contacto físico con nuestros compañeros y jefes, también es innegable que en muchos trabajos el contacto ya se realizaba por medio de correos y llamadas debido a que las áreas estaban distribuidas en diferentes partes del edificio, país o mundo, haciendo más fácil y práctico el levantar el teléfono o redactar un correo que desplazarse físicamente a la oficina de la otra persona a tratar los diferentes asuntos pendientes; sin embargo, en el tema de la educación las cosas sí han cambiado, hablando estrictamente de la educación tradicional donde el alumno y docente conviven en un salón de clases, ya que la educación en línea y autodidacta ha existido desde hace algunos años. Puede haber muchas razones por las que los alumnos estén rechazando las clases virtuales, entre ellas podemos encontrar que no todos tienen la cualidad autodidacta de la que se gozaba hace algunos años, donde, al no contar con acceso a internet, nos veíamos obligados a consultar libros en alguna biblioteca y buscar, leer, analizar y discriminar la información sin ayuda de la tecnología; análogamente, se tendría que seguir el mismo proceso en investigaciones digitales, aunque no siempre sucede así. También encontramos que en casa se tiene una mayor cantidad de distractores, situación que no ocurre en un salón de clases, o que no todos 106
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plática, hasta explicar lo que se entendió en una clase o con la lectura de un texto; para ir un poco más lejos, representará las bases para preparar una ponencia, un artículo, una tesis de grado e incluso la creación de un libro de cualquier índole. No se debe pasar por alto la estructura básica que facilitará la lectura y comprensión del texto; lo que nos lleva a un tercer elemento: que sea del agrado e interés del lector para evitar que nuestro texto quede condenado al olvido.
no estoy diciendo que el cambio de disposición de los alumnos sea toda la solución; realmente es un tema complejo, pero, dentro de las posibles alternativas, por el momento es más fácil de resolver a nivel personal que a nivel escuela o país.
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Una de las principales actividades humanas es la comunicación. Debería ser de lo más sencillo, ya que de manera natural aprendemos el lenguaje a partir de la niñez y a lo largo del desarrollo como personas, como miembros de una familia, de una comunidad. Sin embargo, no siempre resulta fácil. Algunas veces se complica expresar nuestro pensamiento y adicionalmente, no sabemos cómo hacerlo. Expresar nuestro pensamiento es el objetivo inicial para lograr la comunicación. De este modo, alrededor de los quince años –en el ámbito escolar principalmente– coqueteamos con nuestros primeros ejercicios de comunicación de ideas: el ensayo. Es oportuno resaltar la importancia de la guía que pueden ofrecer los profesores para lograr la elaboración de buenos ensayos, pero lo es más, asumir que es un recurso que nos acompañará por siempre; por lo tanto, hacer uso constante del mismo nos llevará a mejorar nuestra destreza en su elaboración. En su acepción más general, el Diccionario de la lengua española define al ensayo como: “Escrito en prosa en el cual un autor desarrolla sus ideas sobre un tema determinado con carácter y estilo personales”. Es decir, es un ejercicio de aprehender el conocimiento. Esta herramienta, tan útil como eficiente lo será tanto como la pongamos en práctica. Por eso considero que es un ejercicio del pensamiento con el que se puede ser capaz de reflejar de manera clara y ordenada las ideas generadas a partir de nuestra particular percepción del mundo. Ahora bien, para completar el ciclo de la
comunicación, es preciso que llegue al receptor; además de la lectura, me refiero al interés que despierte en el lector, el deseo de establecer un diálogo con el autor “intercambiando” ideas, incluso Con base en la lectura de El ensayo, entre el paraíso y el infierno, de Liliana Weinberg, se puede corroborar y ampliar a diversos niveles el concepto anterior. Puedo inferir que el ingrediente básico del ensayista es el juicio, su opinión sobre un tema en particular; misma que ha alimentado previamente con la lectura y la experiencia personal, en un espacio y tiempo determinados. Además, Weinberg refiere el principio del yo-aquí-ahora que nos guiará a un nosotros, de lo particular a lo general. Esto es, desde la experiencia propia, se transmite el conocimiento adquirido a una comunidad para la que tiene una significación común, de manera que adquiera un sentido en general para un grupo con intereses afines. Con lo anterior me refiero al sentido que adquiere emitir un juicio en un contexto determinado; lograr la comunicación con otros que comparten intereses comunes, que comparten aspectos diversos o afines sobre una materia en particular, de modo que la reflexión que transmitimos enriquecerá sus propios criterios. En lo tocante a la analogía del paraíso y el infierno que plantea Weinberg, asevera que para el ensayista, el paraíso lo constituye el diálogo total, la inteligibilidad, la comprensión total. El infierno, en contraste, es una lectura sin lectores, el silencio, la no lectura. Subrayo: la meta es lograr la comunicación entre escritor y lector, pese a que se trate de un texto reciente o escrito siglos atrás, condición que incluso pondera el mensaje por la vigencia de las ideas contenidas. Seguramente todos hemos experimentado ese mágico momento en el que al leer un texto escrito tiempo antes de nuestro arribo a este mundo, nos percatamos de la similitud de los eventos descritos con situaciones que vivimos o presenciamos. En ese momento caemos en la cuenta de la trascendencia de la condición humana. Así pues, se puede entender el ensayo como ejercicio del pensamiento para estar en posibilidades de establecer la comunicación en diversos niveles, de menos a más. Ejercitar de esta manera el dar un orden a las ideas, se traduce en desarrollar una capacidad comunicativa, desde la simple acción de entablar una
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EL ENSAYO Y LA COMUNICACIÓN Marisela Romero
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Asimismo, en la música, encontramos un tango español que reza: “Fumando espero a la que tanto quiero, / tras los cristales de alegres ventanales. / Y mientras fumo, mi vida NO consumo / porque flotando el humo me suelo adormecer”. La letra de Viladomat Masanas con música de Gaya Gardus1 se escribió para una pieza teatral que se estrenó en España en enero de 1923. Un dato curioso es que más adelante Viladomat escribiría “El tango de la cocaína”, que se estrenó en el popular Teatro Español en 1928, en un tiempo en el que la cocaína y la marihuana circulaban con libertad en ciertos ambientes de la noche, se podría añadir que no más que el cigarrillo mismo. La letra de este tango español nos dice claramente que mientras se fuma, la vida “NO” se consume. Esta falacia parece invitarnos a fumar para que el amor, emergiendo de la nada, nos sorprenda así de pronto, envuelto en el humo sensual de un cigarrillo. Nótese el valor subyacente del cigarro en el desarrollo de acciones creativas y emocionales, entre otras.
ENTRE TACONES NAVEGAS Pilar Peralta
1Manuel Adet. “'Fumando espero' y el tango español”. Revista Digital El Litoral. Abr. 25, 2015. En línea: «https://edicioneslitoral/edicion-digital» [ Consultado: 20/10/2020]. OMS. “Adicción”. Wikipedia. En línea: «https://es.wikipedia.org/wiki/Adicción» [Consultado: 21/10/2020]. 2 “Arquetipos y Jung”. Wikipedia. En línea: «https://es.wikipedia.org/wiki/Arquetipos y Jung». [Consultado: 21/10/2020].
En el siglo XV los tacones hacían la diferencia en el estatus social, así se podía saber quién era poderoso, puesto que entre más alto era su tacón, más potestad tenía esa persona, por lo que eran calzados por hombres y mujeres; también se cuidaba mucho que el individuo estuviera cómodo y no se lastimara el pie. Para el siglo XVII, los “chapines” ya eran un símbolo de estatus entre las mujeres, incluso hubo tacones que llegaron a medir hasta cincuenta centímetros. Pierre Bourdieu, el sociólogo, hubiera podido hacer una obra maestra sobre el tacón y lo simbólico, sobre lo que representaba en ese habitus burgués, clase alta y demás, con respecto a lo que hoy significa, porque ahora, en el siglo XXI, le damos una connotación diferente a la de los siglos anteriores. Hoy en día, los tacones son usados en todos los grupos sociales y también poseen una gran carga simbólica, pero no tiene que ver con el poder económico y político, aunque sí con un poder de sensualidad, carácter y fuerza. ¿Fuerza?, ¿carácter?, ¿sensualidad? ¡Por supuesto! El tacón te realza la figura y realza los pocos o muchos atributos que una mujer tiene, ¿cuáles?, los glúteos, nalgas o asentaderas y, si ese tacón es dorado, plateado o es el tan conocido tacón de aguja, les dan una forma especial a las pantorrillas o chamorros, como se les conoce entre los hombres, expertos de tan hermosos miembros. Las mujeres que llevan tacones altos, muy altos, parece que van en altamar navegando entre hombres y mujeres que las miran al caminar.
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Por otra parte, la difusión del daño que el cigarro hace a nuestro organismo es abundante y profusa y la podemos encontrar en hospitales, clínicas de salud, escuelas de iniciación primaria y secundaria; entonces, ¿por qué seguimos fumando?... Fumar es una de las acciones que están catalogadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como adicción, y la misma instancia nos explica que “una adicción es una enfermedad crónica, en la que el cerebro ansía (casi patológicamente) calmarse, recompensarse o darse un alivio que casi siempre será temporal e instantáneo”.2 Asimismo, por su gran cantidad de consumidores en el mundo, el organismo ha clasificado al tabaquismo como una pandemia. En nuestro país, en 2020, año en que esto se escribe, existen sólo dos empresas que han logrado conseguir todo el control de los procesos de producción y comercialización del tabaco, paradó-
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Y si no me creen, vayamos a las grandes referencias, por ejemplo, ahí tenemos a aquella mujer del cuento “Desafío” de Queta Navagómez, en donde dice que aquella mujer se levantó del asiento en el metro y se contoneaba al caminar mientras los hombres no dejaban de mirarla. También podemos mencionar a Mónica Soto Icaza, que escribe en su novela Tacones en el armario: “Fausto hizo una fogata con mis tacones cuando se encontró mi colección de condones…” Luego entonces, el hombre confirma que los tacones le dan fuerza, carácter y sensualidad a la mujer que los usa, por eso es que los destruye, los quema para lastimar a la dueña o los sataniza si “su mujer” los usa y él se percata de las miradas que se posan en ella, por eso es mejor destruirlos si “su mujer” los viste o disfrutarlos si es otra quien los lleva puestos. Los tacones se encuentran, como ya lo mencioné, en todas partes y en todos los tiempos, sin importar la incomodidad que ocasionan o que atrofien el cuerpo. Los miramos en un baile popular con las jóvenes vestidas de vaqueras, en los antros con sandalias plateadas y doradas, en las oficinas con sus diseños serios y elegantes, con las madres que van por sus hijos a la escuela y realzan su belleza calzándose unos tacones pequeños pero significativos. Esos tacones, grandes o pequeños, le dan seguridad a cualquier mujer, tal vez muchas dirán que no, pero al escoger unos, se toman su tiempo para seleccionar bien y, al calzárselos, se miran al espejo, parándose de lado para ver su hermosa figura y, si no están de acuerdo conmigo, basta con preguntarle a Lupe Esparza, de Bronco, que dirá: “con zapatos de tacón, las nenas se ven mejor que con zapatos de piso. Con zapatos de tacón, lucen más la pantorrilla cuando se ponen vestido”. Por eso, yo sí tengo mis zapatillas tipo amazona que están entre los tenis, huaraches y mis Dr. Martens, y las combino con un vestido negro, satinado y ajustado.
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LA OTRA PANDEMIA Guille Acosta
Ya la televisión dejó de bombardearnos con anuncios de varoniles jinetes que cabalgan por llanuras de hermosos paisajes, mostrándonos su fuerza y agilidad en la captura de caballos salvajes; publicidad que concluía invitándonos a entrar a un mundo donde la libertad se vive sin límites: el mundo Marlboro. El anuncio pretendía colocar al consumidor de esta marca como un ser ágil, decidido, diestro, apuesto y un sinfín de adjetivos de crecimiento personal de los que seguramente un adicto al tabaco carece. Hoy, uno se pregunta por qué entrar al mundo del tabaco conllevaría libertad y no precisamente lo contrario: ser preso de un cúmulo de enfermedades devastadoras e irreversibles que sin duda han de llevar a una muerte atroz y prematura. Y aunque las nuevas generaciones de jóvenes que nacieron al inicio del siglo XXI ya no conocieron esta publicidad tan atrayente para invitarnos a fumar y, a pesar de estar prohibida la difusión del consumo de tabaco por la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía, que es el organismo que da las pautas en este sentido, todavía hoy, en el cine, la literatura y hasta en la música existen, agazapadas, innumerables imágenes que nos muestran gente fumando mientras realizan una acción determinante o simple en su vida. Por ejemplo, en la película de Henry & June, el amanecer sorprendía a Henry Miller en su estrecho departamento de París escribiendo al lado de un cenicero más que repleto de colillas. 115
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Al igual que sucede a los que cuentan historias que han perdurado en el pasar de los años o acontecimientos actuales, y que “condensan” con su ojo hiperobservador para ser contadas en apenas unas horas, llegando a los espectadores que a su vez las reseñan entre su gente. Los solitarios que cargan una pluma y una libreta con más rayones que historias acabadas, suelen dar voz a esas anécdotas que les fueron contadas de chicos o a esas narraciones que se escuchan en el transporte público, aunque más bien gustan de viajar en el tiempo y en el espacio entre muchas vidas. De los breves; sin embargo, no menos trascendentes, hay los que del movimiento de su mismo cuerpo satisfacen una necesidad de comunión para con su entorno en una catarsis muda y llena de emociones. Los prácticos buscan la funcionalidad de los espacios, los más osados copian a la naturaleza edificando artificios habitables. Personas que “cambian de piel” toman distintas vidas de manera intermitente, hacen cualquier cosa para huirle al tiempo, pero saben que en cada bajar del telón dejan una vida en el escenario. Atesoradores de momentos contemplan claroscuros, se despiden de los atardeceres porque, según dicen ellos, “uno no es igual al anterior”. Su memoria se diluye entre mezcla de pinturas; lo que por sus ventanas entra queda plasmado y estático en el tiempo. Todos, de igual manera, buscamos esa extensión de nosotros mismos, diciendo de uno u otro modo que por un lapso de tiempo anduvimos por el mundo, este terreno extraño que se diluye y se hace cada vez más familiar pero que no desciframos del todo.
SEMBRANDO VOCES jicamente, en 1900 existían 740 tabacaleras. Con el fin de asegurar la venta de cigarrillos en el presente y en el futuro, este duopolio enfoca su mercado hacia la población joven, que es la de mayor riesgo para adquirir la adicción a la nicotina. Aquí cabría anotar que los productores de tabaco saben que, igual que con muchas otras sustancias adictivas, fumar tiene un significado emocional, por no decir sicológico. Y si nos remontamos a lo explicado por el sicoanalista Carl Gustav Jung acerca de los arquetipos, podríamos replantearnos la pregunta de por qué fumamos. Los arquetipos, según Jung, son patrones universales que forman parte del inconsciente colectivo; su teoría propone que existen ideas y patrones de conducta que son universales y están presentes en toda la humanidad, más allá del sexo, cultura, edad o religión, ya que pertenecen a la psique humana; es decir que “De una manera u otra, somos parte de una sola mente que todo lo abarca”.3 Jung estableció el modelo de doce arquetipos de la personalidad, en los que cabe toda la humanidad: El inocente, el hombre corriente, el explorador, el sabio, el héroe, el forajido, el mago, el amante, el bufón, el cuidador, el creador y el gobernante. Y es precisamente de estos arquetipos, de los que se han aprovechado con maestría los estudiosos de la Mercadotecnia y la Publicidad para desarrollar complejas y sofisticadas técnicas que llevarán a influir en el cerebro del consumidor. Así que mientras el mercado económico del tabaco se mantiene en boga, por otra parte, se ha generado un verdadero problema de salud pública: combatir la adicción y el tratamiento de las enfermedades desarrolladas por su consumo se han convertido en un inmenso reto para el sector salud. La sociedad en sí se ha enfrentado por décadas contra el monstruo de las mil cabezas enmarcado en el rostro de las poderosas tabacaleras. Sin embargo, es indiscutible que en la adicción a la nicotina, el enemigo principal es uno mismo, pues el tabaquismo es una enfermedad prevenible y quien ha sido adicto a la nicotina sabe que 3 “Arquetipos y Jung”. Wikipedia. En línea: «https://es.wikipedia.org/wiki/Arquetipos y Jung». [Consultado: 21/10/2020].
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se fuma por todo y por nada: porque se está triste y porque se está alegre, porque se espera o se desespera, porque se está mal y porque se está bien. Al tiempo que la nicotina sabe convivir muy bien con la cafeína o el alcohol, el cigarro se convierte en el gran compañero, sin la menor conciencia del adicto de que camina al lado de un verdugo que lo mata lentamente. Uno de los retos de la Clínica de Tabaco del Hospital General de México (HGM) es precisamente ése: ayudar al adicto en el viaje de regreso a casa y, como en la Odisea de Homero, no se llegará sin antes haber recorrido mil aventuras y sobrevivido a igual número de peligros. El viaje del héroe consiste en ayudar al paciente a recorrer su vida mediante una terapia médica y psicológica conjunta, que le permitirá enfrentar los problemas de la vida diaria con asertividad, resiliencia y salud. Entonces, ¿por qué seguimos fumando si existen sitios como esta Clínica de Tabaco, una de las mejores opciones que existen para dejar de fumar? Actualmente la OMS coloca al tabaquismo dentro de los principales factores de riesgo frente al Covid-19. Quizá un día no muy lejano se puedan desarrollar políticas públicas para que desde la niñez se adquiera una conciencia sobre la pandemia del tabaquismo y puedan los niños conceptualizar que los cigarros son muerte. Ya no queremos sólo espacios libres de humo, queremos etapas de vida libres de humo, y la juventud es una de ellas.
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LA VÍA EFÍMERA Paul Sauce
Desde el comienzo de los tiempos de esa línea que une al primer ser humano con el último que pisará la Tierra, hemos buscado arduamente la permanencia de nuestro brevísimo transitar por este camino que llamamos vida, siendo esto último el dínamo que nos estimula a buscar esa trascendencia aunque todos, muy dentro de nosotros, sepamos que en el tiempo será un abrir y cerrar de ojos. Una tarde, siendo apenas un niño pequeño, veía la televisión. En ese entonces, mis días eran similares uno a otro y no comprendía del todo el significado del tiempo, no obstante, lo que vi se quedó en mi pensamiento y hasta hoy en que escribo sobre el tema, no ha cambiado la esencia de aquella primera impresión. Había un programa en el cual mencionaron un dato acerca del espacio, específicamente del sol. Lo que escuché fue que en determinados millones de años, éste se apagaría y por consiguiente ya no sería posible la vida en la Tierra. De esa manera supe que mi línea de tiempo tendría fin. Ahora sé que pasará mucho antes de que el astro rey se apague. La certeza de ser efímeros cambia nuestra perspectiva hacia la búsqueda de la trascendencia, queremos, consciente o inconscientemente, hacer “eco” después de nuestra voz viva. Eso ocurre a quienes labran mediante el cincel, las cuñas, manos que dan forma a la arcilla, metales al rojo vivo creando cabezas de mujeres u hombres ilustres que yacen inanimadas, rígidas y, en parques, plazas o camellones, nos recuerdan un tiempo que ya no nos pertenece. 119
PENSAMIENTOS TACITURNOS ENTRE VIRUS Y VERDES PAISAJES Arantza Rito
MIS AMANTES Rosa Icela Cortés Hernández
Humanos y gorilas, caballos y antílopes y cerdos, monos y chimpancés y murciélagos y virus: todos estamos en esto juntos. David Quammen
¿Cómo son los bosques? Me pregunto desde mi departamento en la urbanidad, lugar casi homogéneo y pulcro donde sólo coexistimos humanos, un perro y una planta. El conocimiento que tengo de la jungla es producto casi exclusivo de historias literarias y gráficas, así como de textos académicos. Pensemos en el árbol, en macacos posados en sus ramas, también en aves paseriformes yendo y viniendo, murciélagos con largas lenguas que polinizan plantas, y en insectos como hormigas y mosquitos. Imaginemos a los actores microscópicos de este ecosistema, las bacterias, hongos y virus que habitan el suelo e infectan a los habitantes de la selva sin causarles mayor molestia… cada quien cuida su casa y toma sólo lo que le es necesario para sobrevivir. Toda la floresta es funcional y armoniosa, hasta que cierta especie comienza a tomar más de lo que necesita. Nosotros, los colonizadores, barremos la arboleda y con ello a los macacos, las aves paseriformes y los murciélagos. Habrá quienes puedan adaptarse a la devastación. El organismo viral que infecta al murciélago ve una oportunidad de subsistencia y la toma. El humano no tiene el bagaje de relación ancestral con este microorganismo a diferencia del murciélago, y así comienza una relación violenta. Después, con todas las invenciones humanas, el patógeno se dispersa globalmente, ahora él es el colonizador y nosotros, los humanos, intentamos desesperadamente sobrevivir. Aquellos entes de naturaleza simple y virulenta, las enfermedades y las ocasionales pandemias que causan han
Amante es una palabra llena de misticismo y amor; es, en la búsqueda de la complacencia¸ eso que te transforma de lo inerte a lo vivo, de lo pasivo a lo activo, algo que te deja un gran sabor de boca, sudorosa, alegre y extasiada, que se convierte en tu confidente y en tu complemento. Desde tiempos lejanos, para la mayoría de la gente, un amante es la persona que mantiene con otra una relación amorosa fuera del matrimonio. Si alguno de los cónyuges siente que su relación es distante, sin afecto, llena de soledad y le falta la gratificación sexual, tratará de encontrar a una “tercera persona”, quien se convertirá en su amante, llevando de forma inherente la ruptura de un contrato, que puede o no haber sido explícito. Se incumple, se atenta contra la confianza dentro de la relación y se generan daños que pueden ir desde el nivel de la autoestima (el valor que el individuo atribuye a su persona y a sus capacidades) hasta un crimen pasional. Históricamente, el hecho de tener amantes no siempre ha sido reprobado, en especial por el lado masculino. Recuerdo que una vez, en el Centro de Integración Juvenil donde trabajé, estábamos en una terapia y uno de los señores que formaba parte de ella mencionó que gracias a que él tuvo una amante, pudo rehacer su matrimonio, reencontrarse con su pareja, vivir plenamente su relación marital y, sobre todo, valorar a su esposa. Con todo y eso, según Madame de Sévigné, “Las infidelidades se perdonan, pero no se olvidan jamás”, aunque ésa, posiblemente, es otra historia…
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El amor, si bien es el estado en el que se conectan todos los sentidos, el que nos permite dar creación a otro ser humano, el que nos inspira a dar felicidad, a disfrutar nuestras actividades y a dejar ver lo que somos desde nuestro corazón, a decir eres mi sol, mi luna, eres la luz de mi ser, tus sonrisas, abrazos y besos me hacen el ser más feliz del mundo, también es el que nos ciega, nos motiva y nos empuja a hacer locuras que jamás hubiésemos imaginado. Bajo este contexto, la falta de amor es lo que te podría llevar a la búsqueda de esa tercera persona, pero aquí el amor se esconde, sólo se muestra en la penumbra, se vuelve prohibido. Entonces si amante y amor van de la mano, ¿sólo un ser humano puede recibir el apelativo de amante? Alguna vez me preguntaron que si yo tenía un amante, por unos segundos me quedé pensando. Respondí ¡sí!, que tenía dos. ¡¿Cómo?!, ¡hasta dos! Sí, dos: El primero de ellos, cada que voy a su encuentro, hace que mi adrenalina suba al 100%, hace que me empape de sudor, pues realizo muchos desplazamientos, saltos y swuicheos (moverme de una posición a otra dependiendo dónde empecé). Con él, hago uso de todos mis sentidos y reflejos; si es necesario me tiro al piso, me arrastro para no dejarlo caer y, una vez que hice contacto con él, lo elevo de forma suave, espero, rápidamente veo las debilidades, golpeo y entonces… ¡Ups! anoto. Con ello, llega esa sensación de éxtasis, de gozo, de euforia, de triunfo y al final, relax total. Al segundo lo gozo de una manera distinta; desde que comienzo a maquillarme muy sutilmente, ya estoy alegre, sonriendo y cantando; en los labios un color carmesí, rubor mínimo; en los ojos, absolutamente nada. Peino mi cabello, me pongo un vestido entallado aunque no necesariamente escotado, pantimedias tono natural o negro con detalles a un lado del muslo, ya sea de flores o grecas, unas zapatillas de punta que tengan pulsera integrada para enlazarse al tobillo y de tacón número cinco. Tomo el abanico, un abrigo y voy a su encuentro. Me recibe en un ambiente cordial, con luces suaves y música a veces pausada, a veces alocada. Mis pies flotan como si estuviera en un columpio, mis caderas se mueven cadenciosamente: adentro, afuera, a un lado y al otro ¡Mmm!, siento un palpitar enorme, mi corazón bombea a todo lo que da, siento
cómo la temperatura va subiendo; mi cara refleja un color rojo; la sublime melodía que escucho hace que todo mi cuerpo vibre y goce al máximo. ¡Wow! Qué deleite… De repente, me siento, inhalo profundo, exhalo, bebo agua y me refresco. Espero el siguiente encuentro. Ambos amantes se conjugan para que yo sienta placer, esa sensación de goce, deleite o satisfacción; ellos me ayudan a establecer un equilibrio anímico, a tener un diálogo interior satisfactorio y positivo conmigo misma, a aceptarme, a valorarme, a respetarme, porque no hay nada más hermoso que el amor por uno mismo, el amor propio. Por eso, no necesito de una tercera persona, aunque sí ese complemento que me mantenga viva en espíritu, cuerpo y mente. Necesito a mis dos amantes: ¡El voleibol y el baile!
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psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. De esta forma, al ser un acto netamente “humano”, es un asunto cultural y por ende, con posibilidad de transformarse y eliminarse. Por desgracia, la violencia está interiorizada en la vida de millones de familias que se acostumbran a ella y no la cuestionan; la mayoría de las veces ni siquiera la perciben. Trataré someramente la violencia contra las mujeres, a la que todas nos hemos enfrentado en algún momento de la vida y que, hasta hace apenas unos años, a partir de la difusión masiva de información, muchas aún desconocíamos. Así, hace un par de décadas yo no sabía que la celotipia fuera una forma de violencia, así como el control que ejercía una pareja respecto a mi tiempo, a mis relaciones con mi familia y amigos e incluso en la ejecución de todas mis actividades. Algunas desconocen que los apodos degradantes, la descalificación de todas sus acciones, actitudes, logros o esfuerzos, incluso el silencio –la conocida ley del hielo– hacia ellas son formas de violencia psicológica en su contra. De la misma forma, ignoraba la existencia de la violencia económica, aquella que se ejerce cuando la persona no puede tomar el control de sus bienes, de su dinero o cualquiera de sus posesiones. Otra forma de violencia es la institucional, la cual se presenta al impedirse el ejercicio de los derechos de las mujeres en el uso de un servicio público, así como la negación del acceso a la justicia o el acoso y hostigamiento sexual o laboral en la escuela o el trabajo. La amenaza de despido o el despido del trabajo por estar embarazada es otra de sus expresiones. Tampoco sabía qué era la violencia estructural; aquélla ejercida al impedir el acceso a las necesidades básicas y que se presenta como desigualdad social, carencias y falta de servicios. Yo sólo veía que el trato hacia mis hermanos y primos varones era diferente en la familia con respecto a las mujeres desde la infancia, y que luego las diferencias se hicieron más marcadas hacia la adolescencia. Percibía la injusticia de no poder elegir a dónde ir, cómo vestirme, cómo actuar y expresarme e, incluso, no poder decidir la profesión a la cual dedicarme. Sabía que no era normal recibir miradas lascivas y comentarios obscenos; mi cuerpo me avisaba de
acompañado la vida del planeta desde siempre, no obstante, estas últimas han tenido un auge en la historia reciente. Curiosamente, este aumento coincide con el llamado Antropoceno; es decir, la era de la actividad del ser humano como agente de cambio del ecosistema. Antes, los espacios eran todo verde, ahora el crecimiento demográfico, la voracidad humana por satisfacer intereses secundarios y la priorización de lo económico por encima de la vida han cambiado el verde por gris, y con ello han desplazado a los habitantes de los ecosistemas. En su lucha por sobrevivir, los animales silvestres se desplazan hacia nichos domésticos y, en otros casos, los humanos vulnerados socioeconómicamente cazan estas especies y las hacinan en jaulas en un intento también de supervivencia. A un nivel microscópico, los virus que habitan a los animales silvestres también intentan sobrevivir y, al ver que su hábitat silvestre disminuye, buscan otro espacio a ocupar, éste se les presenta en bandeja de plata. Así lo hemos visto antes con los virus Ébola y VIH, los cuales tuvieron éxito al trasladarse de una especie silvestre a nosotros, pero además lograron una cadena de infección sostenida y un alto costo en mortandad. Actualmente la humanidad vuelve a tropezar con el mismo lastre, ahora a título de la pandemia por el SARS-COV-2. Esta reincidencia me recuerda a las novelas románticas típicas de la televisión mexicana que rehacen cambiando pequeños detalles, sólo que esta vez la historia nos resultó funesta. La vida de pronto se detuvo. Los restaurantes, cines y escuelas cerraron. Los hospitales fueron los únicos que continuaron y en ellos pudimos ver muchas historias trágicas, pero también muchas de valentía. En las noticias se escuchaba que las muertes iban en ascenso y la economía a la inversa. Muchas personas perdieron sus empleos y otras su acceso a la educación. Al mismo tiempo, la vida comenzó a pasar más lento y el mundo se tornó menos ruidoso. El Antropoceno parecía haber cesado, aunque sea por un momento. Dentro de este descanso, los animales que antes habían sido desplazados de sus hábitats por la actividad humana, regresaban a estos nichos. No todo es negro, dentro de la adversidad siempre hay calma. La situación actual nos invita a reflexionar sobre la manera en que priorizamos nuestra vida. Debemos pensar con miras más altas con el objetivo de prevenir en vez de reaccionar. Por primera vez se
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debe priorizar la vida por encima de la utilidad y así destinar recursos a la conservación de ecosistemas funcionales que a su vez retroalimenten el mecanismo de amortiguamiento de enfermedades, entre muchos otros beneficios. Esto no es tarea fácil ni mucho menos de unos cuantos, más bien se requiere de un cambio radical y estructural de sentires y percepciones del mundo natural, uno que nos incluya en lugar de abstraernos de éste. Sólo así libraremos la próxima pandemia.
LA VIOLENCIA INVISIBLE Karina Anabell Martínez Pichardo
En México, la violencia se presenta en la vida cotidiana desde hace siglos. Generalmente la identificamos como la guerra al narcotráfico, los secuestros, la tortura, los golpes, los insultos y gritos; sin embargo, nos olvidamos de la violencia que está en todos los espacios, públicos o privados, pero es prácticamente invisible a nuestros ojos, muchas veces silenciada por la cultura que nos rodea. La mayoría de las personas no perciben que una represión, limitación o impedimento de la libertad o el ejercicio de nuestros derechos también es considerada violencia y, de igual forma, se pasa por alto que la falta de servicios, la imposibilidad de una vida digna y la permanencia de la extrema pobreza también son manifestaciones de este problema. Pero, ¿qué es la violencia? Debido a que es una cuestión multidimensional, no se cuenta con una definición que pueda abarcarla en su totalidad, pero se llega al consenso de que es una acción humana, pues tiene la intención de causar un daño a otro, por lo que no se debe confundir con la agresividad que, por el contrario, es una cualidad biológica imposible de erradicar, ya que tiene la función de perpetuar la vida ante situaciones de riesgo. La Organización Mundial de la Salud logra considerar los elementos más significativos de la violencia en la siguiente definición: “el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o como amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños 126
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Publicidad y Convencionalismos Sociales
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1Julen Berrueta. “Bernays, el hombre que utilizó el feminismo para que las mujeres empezaran a fumar”. El Español. 15/10/2020. En línea «https://www.elespanol.com/cultura/20190513-/bernays-hombreutilizo-feminismo-mujeres-empezaran-fumar/397461194_0.html» (Consultado: 20/10/ 2020).
manera física que no era correcto, peor aún, sufrir los tocamientos de desconocidos en el transporte público. Identificaba bien el sentimiento de temor ante una situación donde me encontraba sola con un grupo de varones en cualquier espacio, el temor a ir sola en la calle sin la luz del sol, el temor a ser perseguida en el metro o en las avenidas. Para disminuir ese miedo a salir, a estudiar, a caminar, a usar el transporte público, la única solución que se me ocurrió fue pasar desapercibida, volverme invisible ante los ojos de los hombres al dejar de usar ropa que para mí era bonita, tacones, maquillaje, vestidos, faldas y blusas; me transformé en una joven de veinte años que usaba pants, sudaderas y playeras de hombre para evitar ser molestada en la calle, pues sólo así sentía tranquilidad al regresar a mi casa o en la universidad. No sabía expresar mi disgusto, impotencia y coraje por la violación a mi espacio, a mi cuerpo, a mi voz, a mis ideales y mis deseos. La violencia psicológica y física sufrida de niña, con las repetidas agresiones sexuales a temprana edad, borraron mi identidad, mi fortaleza y la capacidad para tomar decisiones; había aprendido a vivir en el umbral, a no cuestionar y no discutir, porque cuando opinaba o criticaba las imposiciones reiteradas a mi rol de niña y adolescente, recibía más violencia a cambio, la violencia que sí identificaba como tal, los golpes o los insultos, de tal forma que preferí callarlo todo, pasar desapercibida y anular mi libertad y mi existencia. A mi entender como adolescente, los varones gozaban de innumerables privilegios, mientras que yo padecía de muchas restricciones y amenazas, torturas emocionales que me hacían romper en llanto y sentirme desacoplada de mi familia, mi entorno social y de mí misma en todo momento. Muchas mujeres fuimos educadas para escuchar, no para opinar; fuimos obligadas a gustar y a complacer, pero nunca a exigir; se nos acostumbró a obedecer y no a decidir. Algunos dirán que no se compara la lesión causada en el cuerpo con las heridas emocionales, del alma o del espíritu. Es cierto, son cuestiones diferentes, claro que me siento afortunada porque estoy viva, porque aún puedo estar junto a mi familia, porque no soy una estadística y porque ahora tengo las posibilidades de expresar mi voz de manera más contundente que cuando era una niña. Pero esa
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Uno de estos científicos sociales fue un sobrino de Sigmund Freud; nos referimos al agrónomo de formación y periodista de profesión Eduard Bernay, quien usó el feminismo para inducir a las mujeres a consumir los cigarrillos de la American Tobbaco Company, ya que, conocedor del psicoanálisis de su tío Sigmund Freud, sabía que la mujer tenía un ansia reprimida y una necesidad legítima por equipararse al hombre, por lo que al fumar tabaco lograría un escape para esa ansiedad. Para ello, acordó con un grupo de mujeres encabezadas por la escritora y periodista feminista Ruth Hale, que se presentaran fumando en un evento público de moda, el Easter Parade de Nueva York de 1929, meses antes del Viernes Negro o Crac del 29;1 sin embargo, el evento fue nota por varios días, ya que Eduard Bernay tenía excelente relación con sus colegas de la prensa, en adelante y a través de los años, se aceptó como un convencionalismo el que las mujeres fumaran imitando a esas mujeres, íconos de la liberación de la mujer: manipulación total. Eduard Bernay también fue el creador del desayuno americano. Para sembrar simpatías en el público hacia la persona del presidente Calvin Coolidge, invitaba desayunar con él a diversas personalidades de Hollywood y, siguiendo su estrategia mediática del Easter Parade y los cigarrillos, usó su influencia y fama para convencer a cinco mil médicos de opinar para la prensa que el desayuno con huevos y tocino era una alimentación balanceada que permitía recuperar energía después del sueño. La combinación de simpáticas y estéticas estrellas de Hollywood con huevos y tocino logró entre los norteamericanos que disminuyera la antipatía por Calvid Coolidge y que la costumbre de comer huevos con tocino por la mañana se adoptara en el imaginario colectivo como un desayuno ideal. Por lo que así nace el “desayuno americano” y obviamente diversas marcas de tocino le dieron bastante dinero al estratega publicitario, ya que las ventas de este producto aumentaron exponencialmente.
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violencia silenciosa y oculta, que se sufre y se desconoce, disminuye la capacidad de actuar y de cambiar, porque las amenazas siguen presentes en la vida pública y más en la vida privada, dejando huellas imborrables en el cuerpo y en las emociones. La mayoría de la población conoce la violencia directa o visible, la que implica una cicatriz o marca física, pero pocos identifican las violencias invisibles, las llamadas culturales y estructurales, y se siguen reproduciendo y callando. Por ello la importancia de seguir comunicando sobre el tema, de reconocer y ser capaces de percibir las diferentes expresiones de la violencia, la cual, al ser un problema cultural, tiene como única opción ser modificada o erradicada a través de la transformación social, que toma tiempo y varias generaciones para construirse. Es momento de detener su avance.
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CONVENCIONALISMOS SOCIALES Y SOCIEDAD DE CONSUMO Ricardo Galván Matías
Las medidas sanitarias para evitar contagios por COVID-19 han puesto a prueba las relaciones “amorosas”; las parejas deben compartir sus vidas en el mismo espacio y con una disminución en sus ingresos, la incertidumbre acecha. Haciendo una búsqueda en google, se puede leer que los psicoterapeutas al dar su opinión sobre este tema, señalan que algunas personas han experimentado inseguridades, que al combinarse con la mala comunicación entre la pareja, pueden afectar la relación, generando mayores conflictos en las personas que no tienen una relación madura o bien establecida. Por ello, mis compañeros abogados y yo mismo, hemos percibido un incremento en las consultas por hipótesis de divorcio, separación de bienes, guardia y custodia de hijos y pensiones alimenticias. El COVID 19 no sólo ha puesto en evidencia la debilidad del sistema económico mercantilista global, sino que también hace patente la debilidad de los lazos sentimentales en general; siempre he tenido esa inquietud por conocer la razón del porqué los tramites de los juicios de conflictos familiares son exponencialmente más numerosos que el resto de asuntos que se desahogan en otras materias del derecho. A quince años de observar el fenómeno social en cuestión, podemos afirmar que los convencionalismos sociales influyen en las relaciones interpersonales, y, a su vez, la publicidad y la propaganda influyen en esos convencionalismos sociales; es decir, que hay científicos sociales atrás de las bambalinas de este circo humano. 131
LA MENTE vs EL CUERPO Y SU ENIGMÁTICA RELACIÓN Mar Nava
A lo largo de su existencia el ser humano se ha planteado estas preguntas: ¿La mente manda al cuerpo? o ¿El cuerpo a la mente?, cuestionamientos que quizá no se logren resolver del todo, o por lo menos en total satisfacción. Está documentado en las investigaciones del campo de la Medicina, principalmente, que el cuerpo puede seguir vivo sin que los procesos mentales se hagan visibles; por ejemplo, cuando una persona queda en estado de coma, es conectado a ciertos aparatos que le proveen de manera artificial los elementos necesarios para que su cuerpo siga viviendo. Pero, ¿qué pasará con su mente?, ¿acaso la mente se pone en estado de hibernación como los osos? Algunas teorías que ofrecen una explicación sobre la relación mente-cuerpo, como el fisicismo, el conductismo y el funcionalismo, abordan el tema con posturas reduccionistas, las cuales explican la relación mente-cuerpo desde lo biológico. El fisicismo es una teoría que explica los procesos mentales de una forma meramente material; es decir, todo lo que sucede en el cuerpo se remite a una explicación de los hechos físicos, materiales. El conductismo se refiere al estudio de todo aquello que se puede observar; no se pueden hacer estudios de lo que no es observable (ideas, pensamientos, etcétera), sino que sólo se puede observar el comportamiento. El funcionalismo nos dice, en términos coloquiales, que “lo importante es el fin no el medio”, la mente en sí no es importante, lo importante es la función que realiza. 136
SEMBRANDO VOCES Así, Eduard Bernay impuso convencionalismos sociales con estrategias mediáticas, usando la necesidad de aprobación y los aspectos inconscientes de la gente. Por su parte, Sigmund Freud descubrió que las acciones del ser humano están dirigidas por el inconsciente personal del sujeto. La sensación de ser aceptado por los demás es una de esas fuerzas inconscientes usadas por la publicidad para generar necesidades artificiales para el consumo de mercancías. La televisión incrementó el poder de la manipulación colectiva, pues el cerebro humano libera endorfinas cuando observa imágenes que le gustan, lo entretienen o lo hacen reír; la capacidad de razonar se anula mientras ese proceso tiene lugar,2 por lo que la publicidad llega sin razonar al cerebro del sujeto y se van creando grabaciones mentales para aceptar pasivamente modelos de conducta y condicionamientos sociales de dominación que se representan en las telenovelas o los dramas que se interpretan por carismáticas estrellas de Hollywood. El descubrimiento de las endorfinas ocurrió en 1975, y es el primer fruto de la investigación sobre las relaciones ente el mundo de la conciencia y la química corporal; cada pensamiento y cada sentimiento se materializan en una combinación específica de diferentes neurotrasmisores. Cabe precisar que éstos son sustancias naturales sintetizadas por el cerebro que, entre otras cosas, alivian la angustia y el dolor como sólo pueden hacerlo, en el universo sintético, los opiáceos que incluyen a la morfina y la heroína.3 Los científicos de la conducta como Fros Campelo, descubrieron que las reacciones químicas del cerebro podrían tener una aplicación en el Marketing, puesto que el cerebro tiene una forma de procesar la información que es netamente social, el reconocimiento social activa nuestro sistema de recompensa y el neurotrasmisor responsable de ese torrente de entusiasmo se llama dopamina.4 Erich Fromm nos explica que consumir una cosa, es una manera de poseer y saciar nuestra hambre de tener; por ello, el niño 2Daniel Estulin. El Instituto Tavistock. México: Ediciones B, 2018. P. 130.
3Carmen Sánchez Mora. “Las endorfinas”, Revista ¿Como ves? No. 29. Abril, 2001. P.10 4Federico Fros Campelo. El cerebro del consumo. Buenos Aires: Ediciones B, 2015. P. 76.
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tiende a meterse en la boca las cosas que desea. Descubrimos la misma relación entre incorporación y posesión en muchas formas de canibalismo. La sensación de placer que puede traernos ir de compras para obtener cosas que nos signifiquen sentirnos reconocidos socialmente, como la última versión del Yate, del coche, del SmartPhone, un perfume exquisito, ropa de las marcas que usan los protagonistas de la cultura de masas, llámense influencers, pop stars, rock stars, etc., va a generar la liberación de oxitocina y dopamina en las personas que consumen dicha “cultura”. El Marketing tiene como objetivo enganchar la conciencia del posible consumidor, ya que es la interpretación del cliente lo que da valor al objeto del deseo de compra. El mismo razonamiento es aplicable a la relación de pareja; si una de los dos personas se siente atada, el término de pareja deja de existir, ya que el amor es libre y la construcción de una vida en común se basa en ese concepto. Convencionalismos sociales y relaciones afectivas La psicóloga clínica Liliam Cubillos afirma que, en su experiencia, el 80% de las parejas se siente atada y apenas el 20% se siente en una relación libre, estable y verdadera. En la entrevista que le hace Sheyla Mosquera, también afirma que “las ataduras entre las parejas se originan en los procesos desde la crianza, los filtros mentales y marcos conceptuales, que hacen a la hora de elegir a su compañero o compañera, cayendo en convencionalismos sociales como estatus, apellido, dinero e incluso adicción sexual”.5 Nos sigue refiriendo Sheyla que los convencionalismos sociales son los que en algunas parejas hacen sostener relaciones toxicas, viviendo una felicidad que no es real, presentándose hechos de infidelidad, violencia doméstica, agresiones psicológicas, bajos niveles de autoestima o exigencias de servilismo. En Facebook vemos el alto índice de necesidad de reconocimiento como una forma de reafirmación y tal vez de llenar el
SEMBRANDO VOCES vació de amor propio en hombres y mujeres. La ostentación de fama y fortuna por medio de “selfies” es una manera simulada de existencia feliz, es con el poder de las imágenes que algunas personas pretenden usar el disfraz de un arquetipo de mujer/hombre con éxito y felicidad por tener cosas. Walter Lipmann, otro periodista, sustituyó el término jungiano “arquetipo” por “estereotipo”, y éste consiste en una imagen mental sobre alguna realidad; imagen fortalecida por multimedia y el control de la opinión pública por parte de las fuerzas impulsoras del mercado. Con base en estos estereotipos, algunas mujeres y hombres buscan la estabilidad material por sobre cualquier cosa, desde luego que estos comportamientos no son conscientes. En conclusión, es necesario conocer el origen y la causa de nuestros deseos, pasiones y pulsiones; la escritura de nuestros sueños nos puede auxiliar para identificar el origen de nuestros deseos inmersos en el inconsciente, ya que de lo contrario algún Eduard Bernay podría manipularnos para hacernos elegir lo que vamos a consumir o incluso hasta de quien nos podemos “enamorar”. El office work impuesto por el COVID-19 nos da la oportunidad de reflexionar sobre los lazos afectivos con nosotros mismos, con nuestra pareja, con nuestra familia e incluso con nuestro planeta, para dejar de sentirnos el centro del universo; no somos conscientes de que un estilo de vida consumista genera basura por la obsolescencia de las mercancías, sólo viviendo una verdadera transformación interna podremos generar las bases de una verdadera transformación social, una vida más humana, un horizonte postcovid.
5Sheyla Mosquera. “En pareja: Ataduras y atavismos”. El Universo. 27/04/2008. En línea: «http://www.eluniverso.com//2008/04/27/0001/221/94AFC455808D401887F8C4B291383833Ht ml?device=mobile» [Consultado: 20/10/ 2020].
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donde quisieran. De eso se trataba entonces y de eso se trata ahora, de no derrotarse en el camino a pesar de las vicisitudes. Y tú aprendiste con ellos que en esta vida se tiene que avanzar y que no es opción quedarse quieto; hay que seguir avanzando, siempre avanzando.
Por lo anterior, considero que las posturas reduccionistas son insuficientes para explicar de manera satisfactoria lo que sucede en la relación mente-cuerpo. Es pretencioso reducir a hechos visibles y/o palpables los fenómenos, entendiendo éstos como todo tipo de acciones realizadas por el cuerpo humano; es restarle importancia al estudio de la mente por sí misma. Al aceptar que todo movimiento corporal lo determina sólo su funcionalidad y no posibilitar que dichos movimientos son la manera en que la mente se hace objetiva, entonces ¿cuál sería la explicación sobre el diagnóstico a un paciente que ha quedado paralítico sin esperanzas de que vuelva a caminar, y al cabo de un tiempo, por fuerza de voluntad, recobra la movilidad nuevamente? En conclusión, es evidente la imposibilidad de las teorías reduccionistas de abarcar totalmente el estudio mente-cuerpo, pues ha revisado esta relación de manera acotada a la interacción del funcionamiento orgánico. Son teorías que continúan sin lograr una descripción satisfactoria de esta relación causal, sobre la cual se da la representatividad de la acción del cuerpo y el origen del funcionamiento mental. Sin embargo, son estas mismas teorías las que provocan estudios más amplios sobre el tema y así, paradójicamente, la mente y el cuerpo seguirán juntos para su función y separados para su acción. Esta relación seguirá siendo, pues, un enigma.
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Hace 30 años que empezaste a trabajar, ¿qué querías hacer? ¡Estudiaste durante tantos años para poder ayudar! ¡Para transformar el mundo! ¡Nada más lejos de la realidad! ¿De veras creíste que cambiarías el mundo? Empezaste con él ímpetu y los saberes de toda recién egresada y qué mejor lugar que los “Grupos Integrados”, en donde se daba atención a los niños y niñas que no podían aprender tan rápido y tan bien como la mayoría de los alumnos. Existía el grupo integrado “A”, que abarcaba los aprendizajes de 1º a 3º grado, y el grupo integrado “B”, que planeaba que los chicos aprendieran 4º, 5º y 6º. Eran dos grupos que, como su nombre lo dice, estaban “integrados” a la escuela regular, pero muy lejos de estar incluidos en actividades, en derechos y en trato igualitario. Desde 1990 hasta 1995, atendiste a los niños con el “Modelo Clínico”, el cual pretendía “arreglar” a los sujetos que no aprendían o cuya conducta no era la más adecuada para lograr que se incluyeran en la sociedad productiva. Empezaste a aplicar tus pruebas de inteligencia, obteniendo así diagnósticos psicométricos que darían la pauta para las estrategias que modificarían la situación de esa niña o de ese niño. Ellos necesitaban (o querían) aprender a leer y escribir. Y trataste de darles un espacio, que pertenecieran a un lugar a pesar de que las escuelas en ese entonces no fueran las más inclusivas. Con la Declaración de Salamanca en 1994, donde más de 90 países y la UNESCO se reunieron para discutir sobre los derechos de las personas con necesidades educativas y recibir un trato más justo y
respetuoso, sin importar sus características individuales, se vislumbraba entonces, una educación más inclusiva. Dicha declaración proclamaba el derecho de todos los niños, independientemente de su sexo, a la educación y un nivel de conocimientos mínimos para poder defenderse en la vida. Es decir, que, sin importar las características, intereses y necesidades de aprendizaje de cada uno, el sistema educativo y el currículum deberían ser diseñados de tal forma que pudiera atender a la diversidad escolar. Es entonces, cuando surge el término “Necesidades Educativas Especiales”. Con dicha declaración se pretendía apoyar desde otra perspectiva a los chicos que tenían dificultades para aprender, cierto que, con un enfoque más humanista, pero aún excluyente y discriminativo, pues era en los individuos donde se centraba el problema. ¡Entonces te diste cuenta de que había niños que preferían estar en la escuela sólo porque era más seguro estar ahí, porque no importaba si no terminaban las tareas, si no entendían cómo resolver un problema, si no llegaban a saber cuántos dulces podían sumar o repartir a otros niños, ya que en sus casas no tenían el ingreso suficiente ni para comer a diario! Te diste cuenta de que lo menos importante para ellos era aprender a leer y escribir; ellos querían ser escuchados, ser vistos, ser importantes para alguien. Pero tú querías (o necesitabas) que aprendieran, aunque fuera lo elemental. ¿Recuerdas a Bernardo, el primer niño que no lograste que pudiera leer y escribir en el segundo ni en el tercer curso? Y pasó a cuarto y quinto sin aprender, pero nunca te detuviste a ver qué era lo que sí había logrado, hasta que fue el tiempo de despedirte de ese lugar y él, con esa linda carita, con esa ternura que lo caracterizó, te dijo: “No se vaya, maestra, la queremos mucho”. Y luego ya no pudiste cambiar el mundo. ¡Ya no pudiste transformarlo!, Pero tal vez ayudaste a uno o dos niños a no caer en los ganchos del narco, y tal vez ayudaste a que algunas niñas no terminaran en la oscura prostitución. Puede ser que a varios de ellos los acompañaras para vislumbrar un mejor despertar, una promesa de éxito y de lograr lo que les gustaba hacer. Los alentaste a sentirse fuertes y capaces de ir alcanzando sus sueños, de poder encontrar caminos para llegar hasta
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DE CAMINO A LA INCLUSIÓN Maura Sofía Paredes Hernández
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León, Aída Cuevas, Óscar Chávez, Botellita de Jerez, entre otros. El Teatro Universitario de la feria se ha llenado de alegría con el espectáculo de tales figuras, y a su vez este acontecimiento repercute no sólo a nivel cultural, sino además en el ámbito económico; sólo por poner un ejemplo, según la Directora General de Difusión Cultural y Servicio, la Lic. Silvia Castillejos Peral (directora en aquel tiempo), declaró al periódico en línea -“20 minutos”-, que en la feria del 5-15 de octubre de 2017, “se prevé una derrama económica de cien millones de pesos, cuyos recursos económicos serán para los mil artesanos de todo el país que participarán”. Esto también ha traído alegría a los artesanos por el apoyo económico que les brinda esta noble institución. En conclusión, las veinticuatro ferias que lleva en su haber la Universidad Autónoma Chapingo han traído mucha felicidad a miles de personas, ya sea porque lucen y venden sus artesanías, o porque los órganos de los sentidos de la gente que ha visto al menos una de ellas, han vivido emociones y alegrías de ésas que se sienten pocas veces en la vida. Desafortunadamente, en este año 2020, no hubo; fue un octubre sin fiesta, sin alegría debido al Covid-19. Y la gran pregunta es: ¿volverán las ferias, seremos otra vez felices? Ojalá que sí.
UNA FUENTE DE ALEGRÍA QUE DURÓ VEINTICUATRO AÑOS, ¿VOLVERÁ? María Estela Aguirre
Una definición de belleza dice que es la “Cualidad de una persona, animal o cosa capaz de provocar en quien los contempla o los escucha un placer sensorial, intelectual o espiritual”. La Feria Nacional de la Cultura Rural de la Universidad Autónoma Chapingo es un evento que se realiza cada año, y tiene como propósito dar cabida y promover a las diferentes manifestaciones artesanales, culturales y gastronómicas del país, así como mostrar el folclor de los distintos estados de México; de esta suerte, cada año la feria se dedica a una región en específico, en 2014 se dedicó al norte del país: Chihuahua, Coahuila, Durango, Nuevo León y Zacatecas; en 2016, a la región noroeste: Baja California Norte, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa, por citar algunos ejemplos. Cada nueva emisión es un medio de vinculación con los sectores rurales, gastronómicos y artesanales del país. Hay muchas instancias organizadoras, entre las que se encuentra la Coordinación de Asociaciones de los Estados (CAE); su dirigente en turno y sus colaboradores (todos ellos alumnos) se encargan de contactar y traer a la universidad a los artesanos, así como gestionar su alimentación y hospedaje. En la feria de 2018 asistieron más de ciento treinta mil visitantes; hubo alrededor de cien actividades artísticas y musicales y más de mil artesanos. El recorrido por los pasillos de las artesanías deja ver una gran cantidad de colores, rostros de los artesanos curtidos por el sol, las
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preocupaciones y los años transcurridos en muchos de esos cuerpos que, afanosos, hilvanan hilos para convertirlos en un tapete multicolor. También se ve a mujeres de pocos años, avejentadas antes de tiempo, con una criatura colgada en la espalda, mezclando hilos de colores al bordar blusas, dejando de tejer sueños para ganarse unos pesos, y llaman a la alegría al menos mientras están en la universidad. Y así, los pasillos cuentan múltiples historias, interminablemente, siempre con alegría. Otras artesanas y artesanos, cuando un comprador lleva su queso cotija de Zacatecas o, en otro puesto, una canastita decorada de cobre, le platican un trozo de su vida; muchos de ellos han tenido innumerables penas, pero estar en Chapingo los hace olvidarse por diez días de sus sufrimientos, sus carencias materiales y emocionales, y entonces disfrutan su estancia, conviven, sonríen, son felices. En otro pasillo se puede ver a un curandero huichol de Nayarit vistiendo un traje de manta bordado con hilos de algodón con las figuras de un venado, el peyote, el maíz y un águila. Le hace una limpia a una señora como de setenta años. También hay guitarras y salterios hechos a mano, como los que elabora el señor Delfino Reyes, en cuya entrevista de 2017, afirmó sentirse muy contento por la realización de la feria, así como su disposición a realizar cualquier tipo de pedido. De igual forma, podemos atestiguar la alegría que muestra otro artesano de Tenango de Doria, del estado de Hidalgo, quien se dedica a hacer esos caminos de mesa multicolores, fundas y colchitas, todos bordados con motivos de flores, conejos, colibríes y estrellas fugaces. El artesano se llama Pedro Pérez, se le nota feliz y orgulloso por sus tenangos y porque sus diseños y su trabajo provienen de generación en generación. Dice -y se le ve- que lo hace con empeño.
SEMBRANDO VOCES En cada feria anual, se presenta la Pasarela de Trajes Típicos. Las alumnas de la universidad que participan provienen de algún estado y se atavían con trajes hermosos de su región. La presentadora detalla el traje y sus simbolismos; luego, cada alumna habla de las bellezas naturales de su estado, sus platillos típicos y, muchas veces, también del pueblo o ciudad donde nació. Esta pasarela muestra una belleza asombrosa por el colorido de los vestuarios, los juegos de luces láser y la simpatía, belleza y frescura de las estudiantes que participan. En la pasarela de la XXIV Feria, en 2019, la presentadora describió un detalle del traje típico de San Luis Potosí: “el quexquemetl es la prenda más significativa del traje utilizado exclusivamente por las mujeres indígenas. Los cuatro pétalos de la prenda significan los cuatro puntos cardinales”. Por su parte, los alumnos provenientes de los diferentes estados que están entre el público, silban, gritan, brincan, aplauden y se ponen eufóricos cuando pasa la representante de su estado. El público de fuera y dentro de la universidad mira absorto, emocionado y feliz a cada una de las chicas de los trajes, y devora y deja en la memoria el más mínimo detalle de cada vestuario, el brillito en el maquillaje de los ojos y las mejillas de las chicas; mira atentamente el color de los zapatos. Es muy común que las muchachas participantes verbalicen también la añoranza que sienten por su tierra natal, puesto que llegan a la universidad cuando tienen quince o dieciocho años, dependiendo si van a estudiar desde la preparatoria o si ya cursaron el nivel medio superior en otro lugar. También hay muchas sonrisas de los artistas que ya actuaron en el Teatro Universitario de la feria, donde es la pasarela; no faltan risas artesanas, gente feliz. Alegría por estar vivos en esos momentos y en ese lugar. Destacan las pestañas postizas en ojos muy jóvenes y bellos de las estudiantes, adornados con brillos de oro y plata de mentiras. Se ven muy satisfechas por su desempeño en algún bailable o su actuación en la Pasarela de Trajes. Algunas sorben, felices, un helado mientras ven hacia arriba a los Voladores de Papantla.
A la entrada del Pabellón Gastronómico hay una representación del escudo de la Universidad Autónoma Chapingo hecha con frutas y verduras. También hay puestos de tlayudas, cabritos de Nuevo León, tamales de Oaxaca, gordas de maíz de Zacatecas, pulque de Hidalgo, tortillas de harina de Chihuahua, enchiladas mineras de Guanajuato y muchos platillos, bebidas típicas y antojitos de otras regiones del país.
En diferentes emisiones han participado artistas muy famosos y reconocidos en México y el extranjero, como Lila Downs, Eugenia
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Módulo de literatura híbrida, segunda parte Guillermo Santana AROMA Angélica López
INTRODUCCIÓN
Tu aroma sigue impregnado en mi piel y tu recuerdo parece más cercano hoy pero la distancia no se acorta y cada vez más el ego nos aleja.
Una escritura híbrida que hable del brebaje del árbol que crece en medio del concreto y que sea tan clara y natural como el agua del río naciendo en las montañas alimentando los cuencos de los ojos y las vertientes de los asentamientos. En estas palabras, reflejos de luz ultravioleta y encierro de poetas, haijines, matemáticos escultores de una escritura que combina el metal con las rocas milenarias, las calles del paisaje con la contemplación absoluta. Cada uno refleja su forma de ver el encierro de esta pandemia en medio de la nueva era, la nueva norma que desahucia toda inspiración y nos mantiene tan cerca de las redes que es imposible decir que no al bit, al lenguaje de programación, a la síntesis y a las nuevas formas de expresión. Difícil definir la devastación del mundo, difícil describir las olas de mar en esta pandemia. Es complicado abrirse paso y decir que todo irá mejor cuando este año nació muerto y terminará por hacernos un orificio en la nuca como el cáncer en el Polo Sur. Esta sección refleja el eco y el regreso del búmeran, el deseo de vaciar los unos y los ceros a cambio del aislamiento. Algunas formas escritas que encontrarás aquí son indefinibles por su concepción misma, son bodegas de hormigón sin cuartos definidos, construcciones sin reglas claras pero con tendencias describibles. Se trata de aforismos, sentencias lanzadas al abismo de una computadora, reglas que esperan la muerte y la resurrección; algunos son concretos que tienden al lenguaje binario; otros son vuelos de pájaros en una jaula, discretos, asomándose al infinito. Otras han desarrollado el
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gusto por el aroma en esta pandemia, han dejado de escuchar y se aventuraron a poesía discreta, me refiero al haikai, la forma mínima de una nación distante que dejó la tierra, dejó las estaciones, el kigo y el satori para conocer otras formas de comunicación, nuevas lenguas adiestradas para el fuego y el erotismo ¡Qué la contemplación se tire a la cama, que se revuelque entre las sábanas en vuelo vertical! El haiku no solo tendrá el silencio que lo rodea sino la respiración absoluta de quien pone la ropa junto a la cama para tomar el mezcal en la boca de su amante. Pues bien, en medio de la devastación de una pandemia nacieron las letras que verás a continuación, producto del equilibrio de una libélula, del suspiro encima de un teclado. Algunas de las letras que verás se decantaron por el silencio y el descanso en un valle inmenso, otras letras se fugaron (escaparon) de sí mismas para encontrarse en el mismo sitio de la mesa donde comenzaron. No es raro callar para escuchar la propia respiración, no es raro dejar de lado la extensión del camino para encontrar el instante, la forma, el término cerrado que defina el instante. Algunas veces encontrarás pocas palabras. Espera, respira profundo, siente el aire entrar en los pulmones. Es genial saber que aún respiramos.
AL VUELO Esther Martínez AL VUELO Iba de un lado a otro apretando la masa rojiza contra el pecho tenía que llegar. De pronto sintió el aire del vuelo había caído de la cama. ALIMENTO Esto es lo que hay naturaleza muerta alimenten el fuego VOCES Sembrando voces sigo llenando campos hablarán un día, lo sé.
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DESPEDIDA Pilar Peralta
Esta noche a la luz de la luna los recuerdos vienen los recuerdos van Tú te has ido Tú ya no estás La luna te ve partir La luna me ve llorar La luna traza el camino por el que no te voy a ver regresar. MEZCAL
HAIKUS Mariana González
Tus labios de sal el mar de tus besos las olas de ti Si no despierto que quede un recuerdo ayer, por siempre La noche caerá Con ella mis deseos siempre de luz
Para todo mal un buen mezcal yo te quise mucho yo te quise más. Y si quieres litro y medio dámelo a mí primero y si quieres un galón tómatelo de un jalón. Beso a beso, tómalo primero beso a beso, tómate litro y medio beso a beso para el mal del corazón. 152
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REFLEXIONES Karina Anabell Martínez Pichardo
REFLEXIONES DIURNAS Mientras la solitaria mente habla consigo misma, el corazón se desahoga con el empático estómago. Las palabras no son nada; son todo. El ruido de la mente se calla con el estruendoso grito del alma.
ESCRITURA HÍBRIDA Francisco Illescas
Ayer fluyó mi escritura, tenía mucho que decir. Hoy no llega nada, no escribo. Escribo. Poco escribo, escribo muy poco. Hoy escribo muy poco, ayer fluía mi escritura.
REFLEXIONES A OSCURAS VARIACIÓN 1 Espacio, posibilidades infinitas. Noche, cuna de luces eternas. Aurora, viento de sol. Cometas, lágrimas de tiempo. Estrellas, fantasmas de energía.
El bailarín se movía constantemente, con música que nadie oía, creía que esa era la única forma de vivir. VARIACIÓN 2 Él bailaba constantemente con una música que nadie oía, creía que esa era la única forma de vivir.
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SEMBRANDO VOCES FATIGA Tus ojos cansados de mirarme se perdieron en otro horizonte.
CATARSIS Mar Nava
¿Qué es? Es un momento exacerbado del ser. Hacer catarsis debería ser una regla, creo, habría menos violencia. Prefiero hacer catarsis observando a los demás, hago mío su desahogo, de esa forma las crisis pasan. Soy después, no soy ahora, tal vez, paradigma de la inconstancia. Para mi alma, vivir es la catarsis del morir. Hombre sentado en acto,
ESCAPE I Entre humo y sollozos cual líquido tú escapas entre mis lágrimas. ESCAPE II Mis ojos son la ventana por la que escapaste.
frío y risa en preocupación.
ESCAPE III
Calaveras hoy,
No entiendo cómo te perdí si nunca te tuve.
muestra de mis antepasados, están aquí. Árboles de atardecer hojarasca, tapete de tantos.
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HAIKUS Elu Ríos
La noche cae Inicia el silencio ¡Y, Yo con miedo! ¡De repente vi! Cambios en todos lados ¡Nada es igual! Vive la vida Alégrate y goza Morir es opción AFORISMOS Las palabras hirientes, no buscan meterse al corazón, ellas lo habitaban. Hay vivos que están muertos, que se olvidan que los muertos ya no viven. CUENTO CORTO
EL CUBREBOCAS, EN LA FLOR Y EN EL CANTO Ricardo Galván Matías
En la flor, en el canto. Nezahualcóyotl rey poeta, tu poema invita a reflexionar en un cubrebocas después de cinco siglos. Ahora que usamos cubrebocas cuidaremos más nuestros labios, nuestro verbo y ¿nuestros cantos? En la flor, en el canto, la vida florece y se marchita en un susurro en breves sorbos, la cocacola nos acerca más o menos al límite del susurro, los pensamientos, las palabras también son alimento que sostiene o enferma la vida. Ahora el poder de la palabra puede empoderarnos en este infierno del consumismo. Ley superior vence la inferior, la belleza del alma es el mejor poder para no encadenarnos a ningún deseo, a ningún apego. Vivir el instante de la eternidad, aunque esté fuera de moda. Nezahualcóyotl eres inmortal Rey, poeta y mago, eres inmortal.
Érase un hombre que cargaba al mundo, al darse cuenta que pesaba tanto decidió soltarlo y siguió caminando. 154
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MIEDO Arantza Rito
Te preocupa envejecer, que las líneas del tiempo se hagan evidentes en tu rostro, que los ojos que recibas solo miren la mortalidad y un semblante de alguien torpe e incapaz... A mí me preocupa tu miedo, que dejes que tu casa te defina, que no aceptes las capas de la corteza que recubre tu corazón, símbolo de tus años, de tu historia. Te escribo esto con inmenso desasosiego, aunque también con certezas, el cuerpo se marchita; pero somos más que esta coraza orgánica que nos contiene. MAR Todos tenemos mares y ríos dentro pocos aprenden a nadar, menos aprenden a respirar.
EL ENCIERRO Maura Sofía Paredes Hernández
Y con el encierro, las personas se quedan en casa, en su propia casa. La mayoría del tiempo solo llegaban a dormir, no sabían que en casa hay mucho por hacer. La familia era una idea, un concepto aprendido, en ocasiones ni se veían ni sabían si estaban ahí. De vez en cuando se oían. De vez en cuando se hablaban. ¿Y ahora? Con tantos meses de encierro, has podido volver a conocer a tus padres, a tus hermanos, a tus abuelos, en fin, a todos con los que habitas y que habías olvidado. Ya quieres salir. ¡Ya todos queremos salir! Pero aún no es tiempo, porque si crees que en casa ya no puedes más… Afuera ya no hay nada. Afuera ya no hay nadie.
Hace meses que me llueven chaparrones, luego enfurezco en tormentas y huracanes. Temo que mi bajel ceda ante el cataclismo. El tiempo se precipita en mí, sin descanso, braceo hasta la costa... ¿Algún día aprenderé a respirar? 160
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UN AROMA Lucina Vázquez Miranda
AFORISMO Alma Massé AFORISMO
Son el viento y El aroma dos novios Que se encuentran
El silencio, un campo infinito de posibilidades.
Ayer destapé un perfume nuevo, un regalo guardado y su aroma evocó recuerdos, memorias enterradas, inmortales al paso del tiempo. La razón dicta olvidarlas, la pasión a gritos llama. Lo mío son las notas de nardos, jazmines, violetas y lavanda acompañadas de naranjo y cardamomo. Por esta ocasión ganaron las maderas de ciprés, copal blanco, mirra y pachulí. Adiós mis vetiveres, limoneros y guayabos. Resucitaron de las aguas de Leteo esos nombres que había ahogado.
Sentada a espaldas de un árbol vio caer la última hoja seca. Pensó: –Es el cambio de estación, del otoño al invierno. Se dijo: –Si el árbol no se aferra a su última hoja ¿por qué me aferro yo? En ese instante se levantó y siguió su ciclo.
MINIFICCIÓN
Benditos sean los Incendios apagados Cuerpo a cuerpo
Flor de cempasúchil Luz guía su camino Espera la muerte Encuentro con la vida Sol cempasúchil Espera de la muerte Luces que guían Encuentro con la vida
Vientos de Danzón, Expresión vertical Deseo horizontal
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IMAGINACIONES QUE NO PUDIERON SER HAIKUS María Estela Aguirre
ABUELA, ABUELA, ABUELA Rosa Icela Cortés Hernández
Mi abuela, una señora que siempre vestía enaguas y blusa de manta con encajes, arriba de esas enaguas se ponía una falda de satín de colores muy vistosos: amarillo, rosa o verde, su cintura la rodeaba una faja de lana, hecha por ella misma, un rebozo a los hombros y cabello trenzado con cintas de colores. Nunca entendí su lengua materna pero ella la mía sí. Abuela Josh, cómo olvidar esos momentos en la milpa mientras yo corría, daba vueltas y saltos, tú raspabas el maguey, extraías aguamiel, ¡qué rico sabía! O cuando estábamos en la cocina y molías el nixtamal. Era todo un arte y hasta mágico para mí; ponías los granos de maíz en el metate, agarrabas el metlapil, sobre ellos lo deslizabas de arriba hacia abajo, una y otra vez hasta convertirlos en masa, elaborabas tortillas, las cacheteabas y las echabas al comal, no usabas máquina, las hacías con tus manos al igual que esos tamalitos de frijol con anís y la salsa molcajeteada. ¡Abuela, abuela, abuela, me siento orgullosa de tus raíces y de llevar sangre mazahua!
I Ronda la alondra por el estanque azul las hadas huyen. II El lucero aparece cuando el sol se pone. Vuela la garza. III Pía quedito pájaro loco de atar la luna canta. IV El cempasúchitl soltó su color naranja La vela se apagó. Y la muerte sonrió.
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SEMBRANDO VOCES
SIN TÍTULO Sol Cortez
I Me sueño despierta Y una pequeña brisa Me recuerda mi nombre: Sol
V De los ojos Las hojas Sembrando días
SUEÑO Era de día y no sabían los ojos
VII El olor de la mañana Perfuma la mirada Despierta el sol
II Delante de ti las letras: Escriben lo que no lloran Los ojos
VIII Como manecillas Del reloj Las gotas caen
III Dormida me veo Y me sueño despierta IV Hablas y no escuchas tu voz Escuchas al tiempo Y del tiempo me escapé Y en el tiempo estoy 162
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SEMBRANDO VOCES V Haz tu cuento de Moana niña corazón de nube. que Moana navegue, mientras tú y yo nos besamos.
AUTORRETRATO II Liliana Segovia
VI Dos duendes me jalan la mano, me dicen: niña ruiseñor, te llama tu mamá. La lluvia cesa. VII Ulises muestra su sonrisa de tres años. Le gustan mis palabras. Conserva la alegría, hijo. Las estaciones de la vida son un sueño.
Araña con heridas de patas danzantes, telaraña cómo piel en el tejido de mis apegos. FUTURO Ayer, mi casa era un árbol manzano. Hoy mi casa del árbol tu abrazo. RAPÓNCHIGO La mujer que cepilla su cabello para contar el tiempo, porque contiene los secretos de sus ancestros, trenzando a diario los vientos, para arrullar a su abuela que hoy duerme en sus párpados cerrados.
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ANTOLOGÍA DE CREACIÓN
LITERARIA
PALABRAS DE AMOR PARA MI ABUELA Mi abuela me cuenta historias de su vida con las arrugas de su cara: cada línea es un golpe en la cabeza, un parto, una herida sangrante. Trenzas de plata, enaguas negras, ceño de olán. Un dolor eterno grabado con fuego: mi abuela.
MI JARDÍN Carolina Pontones Argueta
Soliloquio. Terror a que su cuarto se incendie con los fósforos que prenden por arte de magia. No temas abuela, yo te cuido. Los cerillos no se raspan solos. Locura y dolor hasta que el sol y la luna se apagan. COSAS SIN TEMINAR, MENOS UNA Ella está sentada en medio de la luna menguante, columpiándose. Desde ahí mira algunas de sus incompletudes: el libro de misterio que dejó en la página 39; sus calzones remojándose con detergente Roma y cinco gotas de cloro; la cama sin la colcha de azucenas rojas y fondo rosa y el impreso sin final del cuento que trata de su abuela loca. Va a dar un brinco para leer la página 40 del libro de Dashiell Hammett, y, de pronto, la luna gira y la joven cae. Por fin termina algo: su cuerpo vuelto cenizas por los 6000°C del centro de la Tierra. Antes, alcanzó a sonreír porque pudo acabar, aunque sea algo.
Me apropio de nuevo del jardín, con caminatas constantes. Niños jugando, niños riendo, niños gritando. El viento, compañero de mis pasos, llena mis pulmones. Flores rojas y azules, campanillas olorosas, adornan mi caminata. MINIFICCIÓN Estábamos en una tertulia encantados y placidos platicábamos de ciencias, del navegante Fernando de Magallanes, de Galileo y lo último que habíamos aprendido de física y astronomía. De repente se hizo un silencio abrupto cuando se escuchó de entre la multitud una voz emocionada que grito: “¡Sí, soy terraplanista!”.
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SEMBRANDO VOCES Antología de creación literaria. Se terminó de imprimir a finales de 2020 –un año por demás oscuro, en que mediante las letras hemos encontrado algo de luz– en Texto e imagen, Bolívar 297, Colonia Obrera. Ciudad de México. El tiraje fue de 200 ejemplares.