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Dejemos de dar lecciones al mundo

En un diario generalista de nuestro país leía que las macrogranjas de cerdos en nuestro país siguen en aumento. ¡Qué manía con las macrogranjas! Es lo primero que he pensado.

Lo siguiente que me ha venido a la cabeza son los famosos rascacielos que están creando en China, diseñados para la cría de cerdos y que permiten albergar cada uno de ellos 1,2 millones de cerdos.

No sé lo que tendrán que decir sobre eso todos aquellos que denostan las explotaciones de intensivo de nuestro país y presionan constantemente para reducir su número. Seguramente pensarán que pilla muy lejos y no es su guerra, pero me gustaría verles dentro de unos años.

Cuando también en la industria alimentaria dependamos de China y los productos que vengan del país asiático sean los reyes del mercado porque, básicamente, su precio se encuentre muy por debajo de los precios locales, me encantará ver a todos esos que ahora vociferan en contra de nuestro actual modelo ganadero, que dicho sea de paso, es de lejos el más garante con el bienestar animal de cuantos existen en el mundo.

Me imagino que todas esas personas, como seguramente estén montadas en el dólar, seguirán adquiriendo siempre productos españoles, aunque cuesten hasta un 100 % más que el resto de opciones provenientes de otros países y, por tanto, de otros modelos menos respetuosos con la ingente regulación europea.

El problema, cabría imaginar, se encontrará en que no toda la población podrá seguir ese ritmo, pero seguramente habrán pensado en algún plan para solventar este escollo porque, supongo que después de ver cómo el sector juguetero, el textil, el tecnológico o el automotriz, por citar sólo algunos, han decantado la balanza hacia el país asiático, se habrá tomado buena nota por estos lares sobre lo que habría que hacer para no repetir nuevamente la misma situación.

Yo diría que, para evitarlo, podríamos empezar por dejar de mirarnos el ombligo dando lecciones al mundo sobre cómo sería el planeta ideal mientras nos pasan por encima.

Tampoco creo que haya que aspirar a tener torres con animales hacinados, pero sí debemos tratar de no ponernos trabas a nosotros mismos y, sobre todo, luchar por impedir que quienes sí producen en condiciones poco satisfactorias, tengan todo tipo de impedimentos para así complicar la entrada de sus productos en países como el nuestro

Jorge Cocero Director editorial

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