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Escuela de Otoño

“Unidos en el amor” Veinticinco años de Escuela

Luis Ángel Rodríguez Suárez Técnico de Formación y Voluntariado

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La vida es un camino. Desde que nacemos es preciso partir, dejar atrás muchos aspectos de nuestra infancia, familia, hogar... Y no podemos pararnos, la vida sigue y tenemos que caminar, salir del presente y orientarnos hacia el futuro. Lo importante es no salirse del camino, aunque a veces resulta difícil y cuesta arriba, pero somos conscientes de que no estamos solos, estamos “Unidos en el Amor”, como decía el lema de la XXV Escuela de Otoño, caminamos con los otros y Cristo se hace el mejor compañero en este camino. Camino que ya hemos recorrido durante veinticinco años en nuestra querida Escuela de Otoño.

Si tuviera que explicar con palabras lo más significativo de lo que ha sido la celebración de la Escuela de Otoño, me vienen a la mente y al corazón diferentes imágenes, gestos, encuentros, vivencias que no necesitarían más explicación para los que hemos podido participar en ella. Sevilla 6

Era el día 6 de noviembre, se intuía una mañana fría, pero llena de emociones, de encuentro, de intercambio de palabras, de ternura, de muchos nervios y de cercanía ante el encuentro tan deseado por parte de los que participábamos, después de tanto tiempo sin poder reunirnos físicamente, aunque siempre unidos desde la fe y el corazón.

Comenzábamos la mañana poniéndonos en la presencia del Señor, teniendo un recuerdo muy especial por todas aquellas personas que hemos perdido sin poder despedirnos y por todas las familias que están pasando dificultades por la crisis social, sanitaria y económica que estamos viviendo.

A continuación, el señor arzobispo, don José Ángel Saiz Meneses, dedicó unas palabras de afecto y reconocimiento a la labor de nuestros voluntarios, y nos animaba a ponernos en camino desde la esperanza que no defrauda,

a vivir en el camino de la vida como buenos samaritanos, fundamento de nuestra acción social: descalzarse ante el sufrimiento del hermano, porque es “tierra sagrada”, abrir los ojos y el corazón para reconocer la presencia de Dios en el otro; para abrazarle, escucharle, consolarle... siendo bálsamo que alivie su dolor y realidad.., desde la prudencia, valentía y delicadeza que tienen todos los voluntarios y voluntarias que trabajan con los más necesitados. Tras un fuerte y caluroso aplauso por parte de los participantes ante estas palabras, Nicolás Martínez, director de la Escuela, nos animó a ver la exposición del vigésimo quinto aniversario, a realizar una lectura reposada e histórica de su influencia en la vida del voluntariado de Cáritas, a pensar en cómo sigue iluminando y seguirá dando vida a quienes, durante todo este tiempo, se han formado en la pedagogía del corazón y la espiritualidad encarnada en la realidad.

A continuación, Mariano Pérez de Ayala, director de Cáritas, nos animaba, tras analizar la realidad de vulnerabilidad y pobreza en la que viven muchas personas de nuestra sociedad, los que viven en la calle, las familias desestructuradas, los inmigrantes sin documentación... a seguir trabajando con entusiasmo por los derechos de los más débiles, a ser defensores de los derechos fundamentales de nuestros hermanos y, siempre desde nuestro ser comunidad, de nuestro ser Iglesia, de ser ese grano de mostaza que camina en esperanza en la construcción del Reino de Dios, de amor, de justicia y fraternidad.

Tras un merecido descanso, momento de convivencia, de intercambio de opiniones y de ver que en la vida es necesario valorar las situaciones a las que nos enfrentamos y actuar en consecuencia a nuestra fe, escuchábamos con gran atención a Raúl Flores, del equipo de Estudios de Cáritas Española, que, Sevilla 8

aunque de una manera u otra ya intuíamos cuál era la realidad, nos mostraba con un lenguaje cercano y sencillo, que hacía que nuestro corazón se encogiese, una radiografía de la realidad social en la que nos encontramos tras la crisis que acabamos de vivir: falta de ingresos, menos ingresos, mismo alquiler; trabajos precarios, una brecha digital muy marcada, falta de vivienda, de un hogar..: “nueva crisis, mismos perdedores”.

A continuación, y llevando en la mente y el corazón muchas inquietudes, incertidumbres tras las palabras del ponente, tocaba un momento muy esperado y fundamental en la celebración de la Escuela de Otoño: los grupos de reflexión, donde reinaba un ambiente de diálogo, de esperanza, marcado por un riquísimo y profundo diálogo compartido, donde los miedos, los interrogantes y

reflexiones personales se compartían en un clima lleno de saber y sentir que Dios nos acompaña en nuestro caminar.

Tras la comida, que con mucha ilusión nos prepararon los trabajadores de Lantana, lugar significativo donde se han celebrado los veinticinco años de la Escuela de Otoño, volvimos al trabajo en grupo, donde salieron a relucir los retos y compromisos que marcarán el trabajo de Cáritas y aquellos lugares donde más falta hace que nos esforcemos por construir comunidades vivas respondan a las realidades de pobreza y exclusión que nos encontramos.

A mitad de tarde, nos poníamos en manos de la teóloga Montse Escribano, que nos ofrecía algunas claves para que nuestro acercamiento a la pobreza y la exclusión esté marcado por la vivencia real, viva y dinámica de un Dios “prójimo” que amanse las aguas bravas donde nos movemos y, al mismo tiempo, genere esperanza activa y contagie fraternidad transformadora de la realidad.

Para finalizar esta vigésima quinta Escuela de Otoño, y con el corazón lleno de esperanza, de alegría compartida y de una fe que nos anima a abrir los brazos al Amor de un Dios que se hace pequeño para estar a nuestro lado, realizamos un gesto final en torno a la cruz y a la luz que ilumina nuestro ser y hacer como voluntarios de Cáritas, escuchando una canción de Luis Guitarra que puso punto y final a la Escuela de Otoño: “Mientras tengamos un horizonte en esta tierra, mientras no perdamos las ganas de reír, mientras brille en nuestra vida la luz de Dios, no te rindas, no te canses de vivir... porque todo va a ir bien”. Sevilla 9

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