Selección relatos de caballeria

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La Aventura de Sir Pelinor Durante la boda de sir Iván y Laudine, un pastor se presentó desesperado ante el rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda. -Mi hija fue raptada por un gigante -explicó, en medio de sollozos-o Lo perseguí a través del bosque, pero cuando tomó el Camino Oscuro no me atreví a continuar tras sus pasos. Les ruego que me ayuden. Tras oír este relato, fue sir Pelinor quien solicitó permiso al Rey para socorrer a la joven hija del pastor. Arturo se lo concedió. Partieron enseguida, y Pelinor cabalgó con el pastor hasta la linde del Camino Oscuro. El caballero prometió regresar con la joven sana y salva, y luego se internó en el espectral sendero, al que jamás llegaba la luz del sol. A poco de andar, el camino se transformó en un desfiladero que bordeaba un hondo precipicio. Era un pasaje escarpado y sinuoso, y en uno de sus recodos, sir Pelinor se topó de pronto con una bestia escalofriante. Tenía el tamaño de un oso y los ojos despedían fuego. Al ver al caballero, el monstruo abrió sus fauces llenas de colmillos, y a sir Pelinor le pareció escuchar ladridos. Y, en efecto, así era: la espantosa criatura devoraba perros enteros, que permanecían vivos en su estómago durante un tiempo. Sir Pelinor desenvainó la espada y, cuando la horrenda fiera se lanzó hacia él, le atravesó de lado a lado el pecho y le abrió el vientre. La bestia cayó muerta y los perros, liberados de su cárcel viviente, escoltaron a sir Pelinor en el resto del sombrío trayecto. Después de un largo trayecto, arribaron a las orillas de un lago. Allí había una mujer de largos cabellos rojos sentada en una roca. Era un hada. -Para dar con el gigante y la joven -le dijo el hada a sir Pelinor-, tienes que pasar al Otro Mundo. -Entonces dime, por favor, dónde se encuentra la entrada, pues estoy preparado -repuso él. -Debes saber que no es fácil regresar de allí. Muy pocos lo han logrado. -Lo sé -dijo el caballero-. Pero me aventuré hasta aquí con un objetivo e intentaré cumplirlo hasta las últimas consecuencias. -Si es así, adelante, valiente señor -dijo el hada-o La entrada ya la encontraste: estás ante ella. Y mientras terminaba de pronunciar estas palabras, una niebla densa envolvió todas las cosas. Cuando la niebla se disipó, el paisaje había cambiado por completo. Los perros ya no estaban, ni el lago, ni el hada... Era un paraje gris, mudo, lleno de retorcidos árboles secos. En las ramas de los árboles había pájaros, pero no cantaban. Entre las piedras del suelo reptaban serpientes. Sir Pelinor distinguió a la distancia una alta y ruinosa construcción, y hacia allí se encaminó. Casi había llegado cuando la puerta se abrió, y del interior salió el gigante que sostenía un hacha en la mano. -Si vienes a buscar a la doncella, puedes volver sobre tuS pasos -dijo amenazante-o No te permitiré pasar. Además, ella está muerta. Se secó de tanto llorar. -En ese caso -replicó sir Pelinor, desenvainando la espada-, ya que vine hasta aquí, me tomaré la molestia de evitar que otras jóvenes corran la misma suerte. Con un ágil movimiento, el caballero hirió al gigante en las piernas antes de que este pudiera reaccionar. El gigante cayó de rodillas, y sir Pelinor lo golpeó en la espalda. En ese instante, el bosque se iluminó con un suave resplandor dorado. La sucia vivienda se transformó en un castillo, creció el pasto en el suelo, las ramas de los árboles se poblaron de hojas y frutos, y los pájaros volvieron a cantar. Mientras el cuerpo del gigante se VER!!!!!!!deEl lugar era enorme y deslumbrante, de un lujo y un gusto como jamás he visto ni, creo, volveré a ver. Las altas columnas estaban revestidas de bronce y, al reflejar la luz de las velas que ardían en los altos candelabros, teñían los pisos y las paredes de un suave resplandor dorado se desvanecía, en la puerta del castillo apareció la joven raptada, a la que sir Pelinor creía muerta. -Me has salvado, señor -dijo la doncella-o Mi padre era el dueño de estas tierras, y vivíamos felices en ellas. Pero un día, el odioso gigante se las robó, y todo se volvió triste y gris. ¡Qué bueno es ver brillar la vida otra vez! Quédate aquí conmigo. Te aseguro que seremos muy felices. Sir Pelinor se sintió confundido. Sabía que el padre de la joven era un pobre pastor, no un señor. Y era imposible que conociera ese lugar, puesto que ni siquiera se había atrevido a entrar en el Camino Oscuro. Inmediatamente, se dio cuenta de lo que sucedía: aquello era una ilusión. Un engaño del gigante, que aún vivía y estaba obrando un hechizo. Decidido, el caballero volvió a blandir su espada y, apartando la vista para no seguir siendo víctima del encantamiento, hundió la hoja en el pecho de la joven. Oyó un grito de agonía y, cuando volvió a mirar, encontró al gigante de bruces sobre el polvo, herido de muerte El hechizo estaba roto. El paisaje volvió a


ser gris, y el castillo se transformó una vez más en una mísera vivienda. Adentro, sir Pelinor halló a la joven doncella, viva y maniatada Juntos emprendieron el regreso. De nuevo se toparon con bestias desconocidas y feroces, que esta vez no atacaron a sir Pelinor, pues sabían que el caballero había matado al amo de esas tierras, yeso les inspiraba temor y respeto. Sin embargo, él no sabía con exactitud qué camino debía tomar para volver. Había pasado al Otro Mundo por obra del hada del lago, y ahora, en realidad, estaba extraviado. Bajaron de la montura y se sentaron a: descansar, reclinando las espaldas Contra una roca. -¿Crees que lograremos regresar, mi señor? -preguntó la joven, temblando de miedo. -Claro que sí -dijo él-o No te quepa la menor duda, Era una respuesta de cortesía, pues ningún buen caballero consentiría en mostrarse vencido y desalentado ante una dama. Pero lo cierto es que sir Pelinor no estaba nada seguro. Al fin y al cabo, se hallaban en el Otro Mundo, en el Valle sin Retorno, y era sabido que allí los caminos eran circulares, se abrían en múltiples direcciones o recorrían distancias que parecían infinitas, sin llevar a ningún lado. Además, ya hacía mucho tiempo que no comían ni bebían nada, y ningún alimento de provecho para el hombre crecía en esos parajes. A pesar de este negro panorama, sir Pelinor se mostraba tranquilo y satisfecho. Sabía que había hecho lo correcto, y las consecuencias no le importaban .., o le importaban mucho menos que la certeza de haber obrado de acuerdo con lo que le mandaba su alma. EN esto estaba pensando cuando el hada del lago se presentó y dijo: -Que esto que te diré, señor, se sepa entre todos los caballeros -anunció-o Solamente podrán salir de aquí aquellos que, como lo has hecho tú en el día de hoy, vengan por el bien de los demás. Los que lleguen buscando aventuras con el único afán de aumentar su fama, podrán entrar, pero nunca serán capaces de salir. Y tras hablar así, el hada se desvaneció, y sir Pelinor pudo distinguir con claridad el camino de retorno. Al día siguiente, se conocieron en Camelot las palabras del hada, y se supo que, una vez más, un caballero de la Mesa Redonda había sabido cumplir su honorable juramento.

La Aventura de Sir Percival FALTA TEXTO VER ORIGINAL Hacía días que las estrellas que habitualmente me guían no brillaban en el cielo, y tal vez me desorienté o me perdí. El caso es que, un atardecer, fui a dar a un ancho río, imposible de sortear a caballo. "A lo lejos, divisé un bote con un pescador. Por señas y Con gritos, le pedí que me indicara dónde podía hallar un vado para cruzar. El pescador me contestó que el vado estaba a veinte leguas, que no llegaría con luz, y que a OScuras corría el riesgo de ahogarrne. "-Puedes pasar la noche en mi casa, señor, y partir al alba -gritó el hombre, señalando una loma cercana-o Si cruzas esa colina, verás mi morada. Espérame allí, yo llegaré pronto. "Agradecí su hospitalidad y me dirigí hacia donde me había indicado. Pero, al llegar a la cima de la colina, no vi. casa alguna ni cerca ni lejos. "Bajé la pendiente pensando que acaso el hombre se había burlado de mí. Y, de pronto, como si hubiera salido de la nada, apareció antes mis ojos un castillo alto, sólido, hermoso. ¿Cómo no lo había visto antes desde la colina? "Mientras me acercaba, el puente levadizo bajó y dos escuderos salieron a recibirme. Se ocuparon de mi caballo y me condujeron a la sala principal. "Más allá, cerca del hogar y del gran fuego encendido, había un hombre echado sobre una manta bordada con hilos de púrpura y oro. "-Bienvenido a mi casa, caballero -me dijo el hombre. "Me pareció reconocer la voz del pescador que había visto de lejos en el río, aunque no pude explicarme cómo había hecho para llegar allí antes que yo. "-Discúlpame si no me paro a recibirte -continuó mi anfitrión-, pero sufro una vieja herida en la pierna. "Me acerqué a saludarlo. Su rostro gastado reflejaba un corazón noble y sabio. "Las sillas habían sido talladas en ébano, y la mesa estaba labrada en el más puro marfil ... Y eso no era más que el comienzo, pues nos sirvieron manjares que mi rústico paladar no terminaba de apreciar. Cabezas de cerdo rellenas con frutos secos, pescados con especias orientales, panes untados con hígado de pato ahumado y quién sabe cuántas cosas más ... El magnífico vino que bebí no parecía vino, sino algún elixir maravilloso. Y si hubiera verdadera justicia en este mundo, todos los hombres de bien deberían poder probar, al menos una vez en la vida, los postres que yo probé esa noche.


"Mientras comíamos, se abrió una puerta en un extremo del salón y entró un escudero, todo vestido de blanco. Llevaba una lanza también blanca, en cuya punta, sin embargo, brillaba una gota de sangre fresca. "El hombre caminó en silencio y salió por una puerta, en el otro extremo el salón. "A continuación, aparecieron cuatro doncellas. Las dos que iban delante portaban candelabros de diez velas. La tercera, en el medio, llevaba entre las manos una hermosa copa de oro. Y la cuarta, que cerraba la procesión, iba con una bandeja de plata. "Al igual que el escudero, las damas atravesaron el salón de lado a lado en solemne silencio y desaparecieron por la puerta que se hallaba en el extremo opuesto a aquel por donde habían entrado. "¿Qué significaba todo eso? Mi curiosidad era enorme, pero mi pudor me impedía preguntar. Tal vez se trataba de una ceremonia a la que mi anfitrión6! estaba acostumbrado. Pero él no dijo nada, y yo no me atreví a indagar, por temor a ofenderlo. "Terminada la comida, el dueño de casa me dijo: "-Espero que hayas disfrutado de la cena. Enseguida te darán un cuarto apropiado para que descanses. Que tengas buenas noches. "Nos despedimos. Un criado me condujo escaleras arriba, hasta un cómodo dormitorio. Agotado como estaba por el viaje, y con el estómago lleno de comida, no tardé en conciliar el sueño. "Dormí sin interrupciones hasta que el sol en la ventana me despertó. Me vestí, esperando que algún criado acudiera a ayudarme con la armadura, pero nadie apareció. "Entonces salí del dormitorio. En el largo pasillo tampoco vi a nadie. La puerta de la habitación contigua a la mía estaba abierta, y me asomé: vacía. Bajé las escaleras, recorrí la sala, entré en la cocina, pero no había un alma por ningún lado. Miré en los establos y en las perreras… ¡tampoco había animales! Salvo el eco de mis pasos, el silencio reinaba en el castillo desierto. No era un silencio de personas que duermen o callan o se esconden, sino un silencio vacío, un silencio sin presencia, como si aquella fortaleza estuviera abandonada desde hacía mucho tiempo. "Inquieto, salí al patio. Allí me esperaban mi caballo, ya listo y ensillado, mi espada y mi lanza. El puente levadizo estaba abierto, y decidí marcharme enseguida. Monté y, apenas lo crucé al galope, oí que el puente se cerraba a mis espaldas. Pero un poco más adelante, cuando me di vuelta para echar Una mirada al extraño castillo por última vez, este ya no estaba. No había nada: solo campo, flores, algún árbol. Y, más allá, un leñador que pasaba con su carga. "-Dime, leñador -llamé-o ¿Sabes de algún castillo por aquí? "-EI único castillo, señor, es el del Rey Pescador -me respondió el hombre-o Dicen que está aquí mismo, en este valle, y que aparece y desaparece. Allí, según cuentan, está guardado el Santo Grial. Pero yo siempre paso por aquí y jamás vi. nada. "Y así comprendí que aquella noche, sin saberlo, yo había estado más cerca del Santo Grial que ningún otro hombre en este mundo”


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