Amigo Carlos: Ya sabes que en este despiadado mundo nuestro cada vez es más difícil poder fiarte de alguien. A cualquiera que le preguntemos, enseguida nos aporta variadas experiencias negativas al respecto. Amigos que los defraudaron, compañeros de trabajo que los vendieron, gobiernos que miserablemente los engañaron, contratos con letra pequeña ilegible, - sobre todo en los seguros-, e incluso cónyuges que los traicionaron. Un consejo que se viene inculcando a los jóvenes desde hace mucho tiempo es el conocido: "No te fíes... ni de tu padre". Así que cuando encuentras a alguien en quien poder confiar se pone de manifiesto el manoseado dicho: "Quien ha encontrado un amigo, ha encontrado un tesoro". La famosa frase no pienses que es nueva. Viene de antiguo. Es nada menos que una frase bíblica. Del Eclesiastés 6-14 "Qui invenit amicum, invenit thesaurum, o sea que ya se valoraba desde antiguo el hecho de poder confiar en alguien. En realidad la frase que aparece en la Vulgata es algo más contundente: Amicus fidelis, protectio fortis: qui autem invenit illum, invenit thesaurum. Y sin embargo, Carlos, todavía quedan en el mundo ciertos entornos en los que se sigue practicando una fe ciega en los demás. Donde a veces, para sobrevivir, se depende de la mano desinteresada de un amigo. Me estoy refiriendo concretamente a la montaña, a la práctica del montañismo. Para llegar a la cima cuando las condiciones climatológicas son adversas, cuando la niebla cubre el paisaje con su espeso sudario y se hace imposible localizar los puntos de referencia, cuando los caminos son enrevesados como laberintos diabólicos, cuando parece que todas las piedras son iguales y no hay manera de dilucidar cuál es el verdadero sendero que las transita, entonces se recurre al "cairn", la mano amiga, un montoncito intencionado de piedras, una pequeña pirámide que nos muestra la senda a seguir. Y te puedes fiar de él. Ni siquiera el moderno GPS ha podido con ellos. "Cairn" es su nombre más internacional, en los Pirineos
los llaman así por influencia francesa y la voz viene del irlandés "carn", del galés "carnedd" o del gaélico escocés "càrn". En Italia, sobre todo en los Alpes, un cairn es una ometto, u "hombrecito". En alemán y holandés, los "cairn" se conocen como steinmann y stenenman respectivamente, que viene a significar "hombre de piedra" en ambas lenguas. En Portugal, el cairn recibe el nombre de "moledro" y se piensa que cada piedra que lo compone es un soldado. Incluso se dice que si se retira alguna piedra de la pirámide, por la noche regresa a su lugar. Sin embargo en la zona de Picos de Europa, la cordillera Cantábrica y León se los conoce como "jitos". Pienso que la voz puede derivar de la castellana "hito": Mojón o poste de piedra, por lo común labrada, que sirve para indicar la dirección o la distancia en los caminos o para delimitar terrenos y que procede del latín fictus, del verbo figere, clavar, fijar. La variedad oriental del primitivo dialecto leonés ofrecía como rasgo peculiar la aspiración [h] <h.> de la /f-/ inicial latina y posiblemente fuera la causante del vocablo. Venga de donde venga, lo importante para reseñar aquí es la enorme alegría que te produce irlos encontrando cuando la situación se va volviendo comprometida.
Siempre he mostrado hacia los "jitos" una actitud reverencial, como guías o hermanos mayores en la senda, respetándolos y afianzando sus componentes, las más de las veces en equilibrio precario. Aunque es precisamente esa difícil armonía lo que los destaca del paisaje. Señalan el orden, la mano humana, dentro del caos de la naturaleza.
Pero últimamente me he dado cuenta del potencial ornamental de este valioso aliado y me he dedicado a recolectar imágenes de estas sencillas construcciones que tan valiosa ayuda nos aportan cuando transitamos por sendas desconocidas o cuando las condiciones del clima son difíciles.
La forma más natural de estos pétreos guardias de circulación, es la pirámide. Aunque a veces es posible ver otras formaciones en forma de sofisticada columna griega. De todas formas hemos de considerar que el aspecto artístico de estas rústicas construcciones pasa a un segundo plano en favor de su evidente sentido práctico.
Aunque ciertamente algunas veces hay que rendirse al evidente buen gusto del paciente samaritano que las construyó.
Aunque he comenzado esta tipología hace poco tiempo, ya dispongo de una amplia variedad de estilos y modelos desde las grandes construcciones megalíticas, que exigen un esfuerzo y un tiempo considerables
hasta las más pequeñas que se acogen a la corriente artística del minimalismo
Bueno, sean grandes o pequeñas, tienen el inmenso valor de dar confianza al caminante y además algunas dan realce al paisaje. Yo comencé a fotografiarlas por ello, pues me servían como punto de referencia y enriquecían la vista panorámica
Ahora ya empiezo a perseguirlos por otras características, si son solo de piedras o si llevan adosado algún palo a guisa de tridente o de mástil de un invisible gallardete.
Ya ves amigo Carlos, a través de este humilde ejercicio puedes captar las enormes posibilidades que la fotografía ofrece para plasmar sencillas realidades de nuestro entorno. En este caso pequeñas señales indicadoras de que vamos por el buen camino. Es una pena encontrarlas solo al caminar y no poder verlas en otras actividades de la vida, en los negocios, en la vida familiar o la educación de los hijos. Sería maravilloso poder fiarnos de alguien.
Si pudiéramos encontrar la manera de balizar el buen camino pasaríamos a la posteridad. Así que como es público y notorio, al estar mal señalizado el bueno, todos terminamos en el mal camino y ahora mismo ese mal camino está congestionado por un atasco de dimensiones colosales.
Bueno amigo mío, desde el agradecimiento a estos anónimos y desinteresados constructores, estos filántropos arquitectos del orden y los buenos deseos, que me han dado pie a este loco comentario, te envío, como siempre, el mejor de mis abrazos. Javier