Paraíso de Javier

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Estimado amigo: Cuando a veces oímos hablar de los "Últimos Paraísos", enseguida pensamos en países exóticos y lejanos, en bosques inexplorados y razas desconocidas. Pero no es así. Existen a nuestro alrededor zonas donde perduran las idílicas condiciones primigenias, cuando el mundo estaba menos poblado y menos contaminado que ahora. Hoy, Carlos, quiero hablarte de una de ellas que tuve el privilegio de conocer, mientras Pico Vallines desde la cima del Coriscao ascendía a una olvidada montaña de la Cordillera Cantábrica: El pico Vallines. Esta montaña de roca conglomerada, con aspecto un tanto oscuro y siniestro, alza sus 2153 mts en la vertiente leonesa del puerto de San Glorio y siempre había llamado mi atención. Un buen día, recibí la invitación de una pareja de buenos amantes de la naturaleza, para trepar con ellos a su cumbre y no lo pensé. El día elegido salimos, sin madrugar mucho, del acogedor pueblo de Portilla de la Reina donde habíamos dormido. Pico Vallines desde el puerto de San Glorio Subiendo por la carretera del puerto de Pandetrave, dejamos un coche en el valle de Luriana y otro en el valle de Tejedo, desde donde comenzamos la ascensión. El monte estaba exultante. Una tardía primavera engalanaba con grandes masas de amarillo los piornos o escobas, (Cytsus), que escoltaban nuestro camino a la cumbre. Era comienzo del verano, pero la estación primaveral, exhibiendo sus atavíos, todavía se resistía a dejar paso al estío. La subida es implacable y el camino hacia la cresta cimera no da tregua. Partiendo de los 1274 mts. del lugar de aparcamiento hay que trepar hasta alcanzar los 2145 de la primera cima, cuatro kilómetros y medio de subida con una pendiente media del 20%. Menos mal que voy ascendiendo con dos enamorados de la naturaleza, que además poseen una vista privilegiada. Porque, gracias a Dios, cada poco tiempo se paran con gran sigilo y me muestran a lo lejos unos venados pastando tranquilamente o incluso una pareja de jóvenes zorros correteando. -¿No los ves?- Allí, hombre, debajo de aquellas calizas. Ahora se están moviendo. -Ya nos han visto. -Se marchan. Yo..., asisto extasiado. (Excuso decirte, Carlos, que aquellos descansos me venían de perlas para recuperarme.) Vamos subiendo sin prisas, rodeados de naturaleza virgen, monte a través, pues no hay una mala senda que marque el camino, como no queriendo facilitar la llegada humana.


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