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13 a oc ép
Revista del Centro de Creatividad Literaria
Distribución gratuita
año 3 (segunda época) julio de 2017
Lorena Careaga y la hechura de la historia Elvira García: el arte de la entrevista Marcuse y García Ponce: la presencia de Eros Bolaño y los paratextos de 2666 Poesía árabe contemporánea Colectivo (4 poetas): búsqueda y posicionamiento
Abigael Bohórquez (homenaje en Q. Roo)
O I
Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza
A
Norma Quintana Lourdes Cabrera Martín Ramos Lorena Careaga Agustín Labrada David Anuar Ramón Suárez Caamal Jorge Cortés Ancona
Diseño Mauricio Cejín
27 La libertad de expresión se conquista a diario: Elvira García Pablo Luna TRAS L UZ 11 Colectivo, Colectivo: de la búsqueda al posicionamiento 12 John Mcliberty
14 Alejandro Hernández
U
DEVEZEN C UENTO
Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez
16 El hilo de Ariadna Marién Espinosa Garay LATINT A TENTA
S
Corresponsal en Cozumel Karen Correa Corresponsal en Felipe Carrillo Puerto Ángel Sulub
Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C.
Lorena Careaga: la hechura de una historia Jorge Jufresa
15 David Guerrero
Consejo artístico Gena Bezanilla Leonard Escamilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo
Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha
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13 Jorge Yam
M
Consejo editorial Javier España José Díaz Cervera Wildernain Villegas Carrillo Carlos Torres Marién Espinosa Antonio Leal Elvira Aguilar Angulo Rodolfo Novelo
R
Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)
ENTRE V ISTA
19 La inmortalidad… ¿es deseable y posible? Héctor Hernández
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TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102. Visítenos en nuestra página web: www.centrodecreatividadliteraria.org Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria Envío de colaboraciones: revistatropo@cclcancun.com tropoalauna@gmail.com
22 Los paratextos como antesala del horror en 2666 Antonio Tec
47 Déjalo ser, de Marcos Constandse Miguel Ángel Meza
30 Abigael Bohórquez (un homenaje en Q. Roo) Gerardo Bustamante
48 Tres cartas de la memoria de las Indias, de Al Berto Guadalupe Gerónimo Salaya
34 Carta a Molière Leticia Santiago 36 Marcuse y García Ponce: la presencia de Eros José Castillo Baeza PAP I ROS 40 El cazador de tatuajes, de Juvenal Acosta Mariel Turrent
50 Poesía árabe contemporánea David Anuar TERT U LIAS 52 Elle, de Paul Verhoeven Vanesa González-Rizzo K. 54 Mosáico: Mi Polis Juan Carlos Serrano
41 La joven durmiente y el huso, de Neil Gaiman Habib Sánchez
56 Periscopio Carlos Torres
42 Yabilaj, de Ever Canul Norma Quintana
57 Butaca teatral Mónica Aguilar
44 Engranaje, de Jorge Yam Fernando de la Cruz
58 Los enemigos de nuestro desarrollo Marcos Constandse
46 Al final del periférico, de Guillermo Fadanelli Miguel Miranda
P U N T O S
60 #autorretrato Angélica Mercado
D E
Maryliz Tamez (Mérida, Yucatán) Canciones de soledad para no estar tan solo (sobre un poema de Abigail Bohórquez) 2016 Medidas: 29 x 47 cm Técnica: Acuarela sobre papel canson www.facebook.com/apolchiks2 www.apolchiks.deviantart.com
PORTAF O LIO 62 Karen Boquer ART- T ROPO-DO 64 Carlos Varela
D I S T R I B U C I Ó N
CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Educal • Iztaccíhuatl
HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia
Needful Things • Colibrí • Utopía City
Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución
CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y
OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y
Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pa-
encuentros de escritores y medios de difusión
bilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza
PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén
Caracol • Biblioteca Barocio
Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida
RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café
Biblioteca Jaime Torres Bodet
Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare
COZUMEL: Magenta Centro • Cultural • Restaurante del Museo de
UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur • Anáhuac
la Isla * El Coffee Cozumel.
UNID • Universidad de Quintana Roo (Chetumal y campus Cancún).
CARRILLO PUERTO: Museo Maya Santa Cruz Xbáalam Naj • Casa de
EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus
la Cultura de FCP • Centro Cultural La Casa de los sueños • Tierra Café
AMMJE • Ayuntamiento
MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías
Lorena Careaga
La hechura de una historia Jorge Jufresa En el contexto de la publicación en 2016 del libro Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906, presentamos a continuación fragmentos de la charla que Jorge Jufresa sostuvo con la autora en días pasados. El texto contribuye sin duda a divulgar una obra que los quintanarroenses deben conocer no solo por su indiscutible importancia historiográfica sino también por su calidad literaria, y resulta fundamental para valorar el papel que Lorena Careaga ha jugado para mostrar desde otra óptica la historia de la Guerra de Castas de la península de Yucatán y del propio devenir del estado de Quintana Roo. ¿[…]cómo hacer una narración lo suficientemente densa como para tratar no sólo la serie de acontecimientos e intenciones conscientes de sus agentes, sino también las estructuras —intuiciones, modos de pensamiento, etc.—… ¿Cómo sería una narración así? Peter Burke
L
orena Careaga Viliesid se ha labrado un sitio distinguido en la historiografía mexicana dedicando una fructífera carrera al estudio de dos temas principales: la Guerra de Castas de la península de Yucatán y la historia del estado de Quintana Roo. Este último se ha subordinado al primero. Empezó a estudiarlo como contexto y se convirtió frecuentemente en un valorado producto independiente. Lo que hace notable su obra son los enfoques con que ha abordado su tema emblemático. En la historiografía existe un vie-
jo debate entre quienes sostienen que la Historia, como disciplina profesional, tendría que limitarse a establecer acontecimientos, y sus explicaciones fácticas, y quienes desarrollan herramientas para tratar de comprenderlos. En su estudio sobre la historiografía de los últimos cien años, Peter Burke echa mano de un conocido ejemplo para ilustrar estos tres puntos de vista. La mayoría de historiadores tradicionales se quedarían en el hecho: “la ventana se rompió”, y, la explicación: “se rompió porque tal o cual le arrojó una piedra”. Los historiadores insatisfechos tratarán de alcanzar mayor profundidad; dirían algo así como: “la ventana se rompió porque estaba débil”. Todas las tesis profesionales de Lorena Careaga han tratado de aportar elementos de comprensión de la Guerra de castas, aceptando provisionalmente muchos de los hechos y explicaciones convencionales establecidos por historiadores1 que le precedieron, y a los que siempre ha admirado; pero valiéndose de su doble formación como antropóloga social y como historiadora, se aproximó a esta Guerra de manera distinta: primero con conceptos
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e n t r e v i s t a más sociológicos; luego, con la óptica de la historia de las mentalidades. Ahora, su tesis doctoral, titulada: Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906, retoma el tema con un marco teórico más complejo. Y, más que avanzar en la comprensión de los sucesos, procura mostrarnos cómo se pueden refinar las herramientas de análisis y se pueden incorporar y utilizar fuentes olvidadas para calar más hondo en la captación de este acontecimiento. Esta tesis doctoral, que le valió el graduarse con mención de honor en 2015 y que ha sido cuidadosamente publicada en forma de libro2, es un prodigio de arquitectura y, como lo quiero ponderar aquí, una pieza literaria de muy deleitable lectura. En síntesis lo que nuestra historiadora hace en esta ocasión es validar la mirada del Otro para captar la vida cotidiana de un lugar determinado; en este caso, el Yucatán del siglo XIX. Tras justificar por qué los viajeros extranjeros pueden ocupar el lugar de ese gran Otro, decide peinar los registros de aquellos que pasaron por la Península, desde poco tiempo antes o durante la conflagración que se prolongó en esta área por más de 50 años. Al final de su pesquisa, encontró tantos (58 en total) que tuvo que generar un nuevo criterio de selección para poderlos abordar en una tesis factible en tiempo razonable. Se quedó con los 33 viajeros, entre ellos tres notables viajeras, que dejaron testimonio por escrito de su paso por la región. Luego, sin pretender agotar sus posibilidades, nos muestra cómo se puede utilizar este material para complementar el conocimiento de los hechos y sobre todo para arrojar nueva luz a la vida cotidiana durante el conflicto. Para ello, no basta contar con todos los testimonios que puedan recuperarse: diarios de viaje, reportes, cartas, fotos, pinturas, filmaciones (que entonces comenzaban a existir), los métodos de la Historia obligan a un examen crítico de estas fuentes: cuál era su filiación y motivo de viaje, con qué tipo de actitud contemplaban los escenarios que describen o recuentan. Y luego, es necesario mostrar que sus percepciones enriquecen el cuadro con luces que no obtendríamos sin su concurso. Sólo una historiadora muy experimentada con extraordinarias dotes narrativas podría evitar que todo este entramado historiográfico ahogara en un mar de consideraciones teóricas, técnicas y hasta filosóficas, el recuento de hechos y situaciones vividas, lo que un libro de Historia promete por definición, y en particular se esperaría al leer el título de esta tesis.
¿Quién es nuestra historiadora? Lorena Careaga es, desde hace algunos meses, Directora General de Cooperación Académica de la Universidad de Quintana Roo. Para ella, este nombramiento sig-
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Lorena ha aprendido a conjugar esas dos perspectivas (Filosofía y Letras). Fundidas en una perspicacia para detectar y perseguir temáticas, ambas miradas cohabitan naturalmente en ella y se derraman en toda situación vehiculadas con las habilidades vitales de una refinada personalidad: cabeza clara; talante firme, pero amable; preciosa disposición para la charla y el humor, comunicación directa, tanto por escrito como de viva voz.
nifica su retorno a una institución de la que es maestra fundadora y a la que siempre ha llevado en su corazón. Nuestra autora estudió Antropología Social en la Universidad Iberoamericana e Historia en la UNAM. De hecho, al completar los créditos de la maestría le dijeron que podía continuar con los créditos del doctorado y obtenerlo con una sola tesis. Disfruta mucho recordando que al optar por esta posibilidad, dado que ella no procedía de la licenciatura en Historia, tuvo que revalidar algunas materias con compañeros de primer ingreso, es decir, bastante más jóvenes, en la tremebunda Facultad de Filosofía y Letras. A través de la copiosa labor que hemos indicado, Lorena ha aprendido a conjugar esas dos perspectivas. Fundidas en una perspicacia para detectar y perseguir temáticas y un estilo para titular sus obras, ambas miradas cohabitan naturalmente en ella y se derraman en toda situación vehiculadas con las habilidades vitales de una refinada personalidad: cabeza clara; talante firme, pero amable; preciosa disposición para la charla y el humor, comunicación directa, tanto por escrito como de viva voz. Es culta, pero no culterana. Los lectores de Tropo que la conocen3 no me dejarán mentir: es un placer charlar con ella.
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La charla que sostuvimos me confirmó que esta escritora no es de las que se sientan a esperar la inspiración. Alguna vez, dentro de la Universidad del Caribe, colaboré tangencialmente en un proyecto de la Biblioteca, que ella encabezaba. Tuve ahí un primer atisbo de su perfil profesional. Tan pronto era ingeniera, como maestra de obras o albañila (literalmente se encaramó a colgar las lonas de una hermosa línea del tiempo, hasta que, por fin, y, por supuesto, a tiempo, estuvieron listas). Su estilo es arremangarse y comenzar a cernir datos, a tomar notas en su propio cuaderno. El rumbo se encuentra sobre la marcha, chambeando. No le preocupa la brújula porque la lleva integrada a su persona. La meta es una realización oportuna y de la más alta calidad. ¿Ideas y visiones?, hay muchas. Las suyas y las de los interlocutores en la tarea. Ya se alinearán por el camino. Lo que no se puede es parar el carro de esta historia que estamos haciendo, ahora. “Se hace camino al andar”, diría uno de sus trovadores favoritos, por su conducto, cuando, en una faceta que no vamos a tocar aquí, Lorena empuña la guitarra y canta. Por supuesto, esa confianza en su propia persona le viene de alguna parte. Encontró tempranamente un tema y se ha hecho famosa con él, es cierto. Un componente esencial
en esa elección, son sus intuiciones y pasiones personales, es cierto. Pero a partir de ahí, se ha hecho historiadora, a pulso y en gerundio. Ha construido su profesión haciendo adobes para las de otros, metiendo mano en montones de documentos, hurgando u organizando archivos, que a veces estaban abarrotados y enmohecidos en un galerón municipal o una vieja parroquia; preparando bibliografías, editando colecciones de libros. Ha realizado labor documental y editorial para el gobierno del estado, desde sus inicios, tratando directamente con el gobernador Martínez Ross, hasta la fecha; luego, para la UQROO, para el Instituto José María Luis Mora, para el COLMEX; ahí, en colaboración con otra de sus grandes veneraciones e influencias, el epítome de la micro historia en México, don Luis González y González (el que también tenía historia para la “y” entre sus apellidos). Sus pesquisas la han llevado a la Biblioteca de Washington, al Archivo de Indias, al General de la Nación. Todas sus tesis profesionales y graduaciones han tenido que caminar al ritmo que les impuso una señorita que la mayor parte de su tiempo lo ocupaba en barbechar su campo de cultivo, curtiéndose en el oficio. Por eso se aprendió al dedillo el estado de Quintana Roo y la Península de Yucatán. Por eso, cuando en 1985 Eugenia Meyer, entonces directora del Instituto Mora,
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e n t r e v i s t a solicitó un especialista que pudiera hablar sobre Quintana Roo en una importante conferencia sobre la Frontera Sur, le dijeron que una carta, si no la única, era Lorena Careaga. Esa participación le abrió la puerta para que, años después, cuando ella quiso volver a radicarse en la ciudad de México, fuera invitada por ese Instituto, primero, a colaborar con el volumen dedicado a Quintana Roo y, más tarde, a dirigir la colección de Historia Regional y escribir el tomo dedicado al estado de Morelos. Así es como nuestra historiadora construyó su profesión. Ese impulso le duró para acreditarse en su exigente campo vocacional. Luego su vida le pidió hacer un alto. ¿Un balance? La Lorena que ahora tenía enfrente era la persona que —tras un lapso de 10 años precipitado por una jornada de reencuentro consigo misma que la llevó a un viaje espiritual por la India; y luego, a montar en Chetumal un centro de práctica de yoga y a renunciar por entero a la vida académica— había sido recuperada para el mundo de la investigación por el Observatorio Urbano y de Violencia y Equidad de Género de Quintana Roo. Colaboró con los instrumentos de su expertise en un estudio sobre suicidio en Quintana Roo4. Esa vía de regreso al terreno académico fue sumamente importante para ella. Saberse equipada para contribuir a un propósito de tan alta sensibilidad social en un momento en que había resuelto muchas de las dudas existenciales que la habían conducido a probar otros caminos, le hizo revalorizar el capital de habilidades profesionales y vitales que había conseguido con tanto esfuerzo y que había puesto a hibernar. Ella hubiera querido continuar ese camino de acercamiento a la realidad social. Así lo propuso, pero Fernando Espinoza de los Reyes dispuso… otra cosa. Por supuesto, Lorena podía seguir colaborando con el Observatorio, pero el entonces Rector la Universidad del Caribe le hizo una propuesta que no pudo rehusar. Él necesitaba una persona idónea para aterrizar la Biblioteca de sus sueños en el campus de Corales. Aquí tenía una académica reconocida que no es que hubiera tratado con libros, había nadado en ellos toda su vida. No había estudiado métodos de clasificación y de servicio bibliotecario, los había sufrido. Su aparato crítico, más que practicarlo, lo adquirió por ósmosis. Fue así que, más madura y con nueva energía, la antigua ratona de biblioteca se decidió a volver a las andadas. No pasó mucho tiempo antes de que el propio Rector la instara a retomar su propósito de doctorarse. Sumergida en las intensas tareas de conducir la Biblioteca Antonio Enríquez Savignac, tuvo que emplear muchas horas extra de trabajo y casi todos sus días de asueto y de vacaciones para preparar la enorme tesis con la que por fin se doctoró. Le tomó siete años, terminarla. El armazón de esta tesis es muy inteligente: distribuye la presentación de los maravillosos personajes que
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encontró, sobre el telón de fondo de los acontecimientos generales habidos en la Península, según la época en que iban llegando. Cada uno entra, muestra su perfil, hace su pirueta y sale. Lo que los lectores obtenemos es un rico sabor de la época y quedarnos picados con el destino de cada uno de estos aventureros. Todo ello, sin obligación de correr la vista hacia la letra pequeña, si el lector no es historiador y no quiere suspender las emociones de la trama principal. Aunque hay que advertir que muchas de esas notas a pie de página contienen detalles y complementos muy disfrutables.
¿Para qué estudiar la vida cotidiana? La vida cotidiana es el conjunto de actividades que caracterizan [….] la reproducción social. En toda sociedad hay, pues, una vida cotidiana: sin ella no hay sociedad. Agnes Heller Una cuestión que me ha suscitado esta tesis y que por ahora no he podido acabar de conversar con la autora, es “para qué estudiar la vida cotidiana”. En principio, como frase, “la vida cotidiana de una guerra” parece un oxímoron. Pues si uno repasa la acepción básica de “cotidiano”: “[lo] que ocurre, se hace o se repite todos los días (en forma habitual o usual)”, nada parece más contrario a esa regularidad que las convulsiones caóticas que suele acarrear una guerra. La guerra, al menos para las poblaciones que la sufren, suele trastocar toda normalidad e impedir que se reinstale. Pero, en efecto, si adoptamos el punto de vista de Agnes Heller, la contradicción se disuelve. Tal vez desaparezca la forma habitual de satisfacer las necesidades, pero no desaparecen las necesidades que, todos los días, retornan tercamente. Si una persona o un pueblo sobreviven, de forma habitual o no, quiere decir que de alguna manera atienden esas necesidades, que tienen algún género de vida cotidiana. Esa es la huidiza realidad que Lorena ha tratado de atrapar con diferentes redes conceptuales. Primero, la pasante de Antropología intentó caracterizar la comunidad cimarrona que los mayas rebeldes habían formado en la selva con la categoría de “campesinado reconstituido”. Les soltó esa bomba teórica a sus colegas de la Universidad Iberoamericana y, mientras estos intentaban desmontarla, ella se pasó a cursar el doctorado en Historia en la UNAM. Con sus nuevas herramientas, intentó comprender el funcionamiento de un culto político-religioso: la Cruz Parlante, como factor de cohesión y, luego, de división, del bando maya. Hoy, la doctora va más allá. La inclusión de Michel de Certeau en su marco teórico nos indica el sentido de su nuevo empeño.
e n t r e v i s t a
Dejo aquí, en la pluma de Luce Giard, la colega y editora de Michel de Certeau, la caracterización de la mirada de éste, asentada en la Introducción a la versión revisada del tomo 1 de La invención de la vida cotidiana: De Certeau [siempre detecta el] movimiento de micro-resistencias, las cuales fundan a su vez micro-libertades, movilizan recursos insospechados, ocultos en la gente ordinaria, y con esto desplazan las fronteras verdaderas de la influencia de los poderes sobre la multitud anónima. De Certeau habla a menudo de esta inversión y subversión por parte de los más débiles, por ejemplo a propósito de los indios de América Latina, sometidos a una cristianización forzada por el colonizador español. En realidad ellos “metaforizaban el orden dominante” al hacer funcionar sus leyes y sus representaciones “bajo otro registro”, en el marco de su propia tradición.
[…] su atención a la libertad interior de los disconformes, aun reducidos al silencio […] su respeto a toda resistencia, por mínima que sea, y a la forma de movilidad que abre esta resistencia, todo esto da a Michel de Certeau la posibilidad de creer firmemente en la libertad montaraz de las prácticas. Cuando un libro de historia aborda una época con esta mirada, ya no habla sólo del pasado, nos incluye. Nos remite a nuestra cotidianidad como eterno retorno de lo distinto, ráfagas de variaciones que frecuentemente ponen en juego nuestras capacidades de improvisación y nos exigen la heroicidad de la astucia. Lorena Careaga nos demuestra que el pasado nos habla mejor si lo estudiamos con distintos instrumentos e incluimos sistemáticamente la mirada del Otro. Los propios siempre nos miramos con el sesgo de nuestra perspectiva. Tropo
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e n t r e v i s t a
Aparte de sus tesis de graduación académica, Lorena Careaga ha abordado diversos aspectos de la guerra peninsular en otros libros o colecciones de ensayos: Filibusteros, mercenarios y voluntarios norteamericanos en la Guerra de Castas… (1997); Hierofanía combatiente. Lucha, simbolismo y religiosidad en la Guerra de Castas (Universidad de Quintana Roo y CONACYT, 1998); De llaves y cerrojos: Yucatán, Texas y Estados Unidos a mediados del siglo XIX (Fundación Rockefeller e Instituto Mora, 2001); Pablo EK, el defensor de la cruz parlante; y Episodios de una entidad futura (Fundación Oasis y Universidad del Caribe, 2002).
Jorge Jufresa Carreras (1947). Ensayista. Nació en la ciudad de México cuando esta era D. F. Dejó oportunamente inconclusas las carreras: de contabilidad, en el ISEC; de periodismo, en la Carlos Septién García; de Investigación de la Historia, en el COLMEX; de Terapia Gestalt en el CEIG; y de músico, en la calle; títulos impresentables que no han hecho otra cosa que nutrir su enorme interés por la humanidad de los seres humanos. NOTAS: . Señaladamente el historiador Howard Cline, uno de los grandes bibliógrafos de la historia de este conflicto; y el periodista Nelson Reed, cuya famosa obra La guerra de Casta de Yucatán fue su primera gran inspiración para dedicar su vida profesional a este tema. 2 . Lorena Careaga Viliesid: Invasores, exploradores y viajeros: la vida cotidiana en Yucatán desde la óptica del otro, 1834-1906. Colección Libro Abierto del Fondo del Fomento a la Lectura “Felipe Carrillo Puerto” del Consejo Editorial de la Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán (2016, Año del Centenario del Congreso Feminista de Yucatán) (2 volúmenes). 3 . Su vena narrativa se puede apreciar en Crónicas de Ámbarluna (que aparecen en sus blog y en esta revista: o en Noticias del Trópico, su otro blog. 4 . Lorena aportó la parte de Othón P. Blanco. 1
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Colectivo Colectivo Entre la búsqueda y el posicionamiento ...lo fugitivo permanece y dura
I
Francisco de Quevedo
ntegrado por los jóvenes poetas Jorge Yam, John Mcliberty, David Guerrero y Alejandro Hernández, el grupo literario Colectivo Colectivo cumple su primer lustro en diciembre de este año. Y al parecer, a lo largo de este lapso, sus fundadores han cumplido aquello que los definió como movimiento, al menos en la parte de afirmarse como escritores deseosos de darse a conocer en el medio, y han conservado la actitud que los empujó originalmente a emprender este camino: camaradería, complicidad y sueños de grandeza. Desde aquel momento en que se reunían en el Parque de las Palapas para compartir sus textos, opinar sobre ellos y hablar sobre la poesía en Cancún, hasta el actual en que intensifican una secuencia de lecturas colectivas, el grupo ha pasado por una serie de altibajos que quizá los ha fortalecido. Han transitado por la discusión y la disidencia (origen de la inclusión y deserción de varios de sus miembros); y han llegado incluso a la ruptura temporal del grupo, que llevó a muchos integrantes a realizar trabajos de manera independiente (incluso formando otros grupos literarios), en lo que fue considerado por ellos mismos como “un letargo de maduración para alcanzar objetivos personales y saber con quiénes verdaderamente se cuenta”. Pero lo más importante ha sido el reencuentro actual, que los ha llevado a contabilizar una especie de saldo de este ciclo: intervenciones en lecturas, intercambio de textos, fomento a la lectura y organización de diversos festivales de poesía, uno de ellos incluso (el de 2016) con el objetivo de integrar varias disciplinas artísticas. Sin embargo, más allá del ruido de la vida literaria, más allá de la legítima intención de posicionarse
como grupo y del papel promocional de sus integrantes (especialmente el de Jorge Yam), resulta pertinente valorar sus logros individuales como poetas, y sopesar su mérito estrictamente literario. En este sentido, el crecimiento personal de los cuatro con respecto a sí mismos es de destacarse: voz propia más definida, búsquedas temáticas honestas, muy coherentes con sus vivencias, e indagación formal cada vez más sometida a la función comunicativa del poema; especialmente Jorge Yam, el de más trayectoria (el que más ha publicado), quien ha venido formulando una poesía que oscila entre el yo más subjetivo y el yo más social, que si bien cuida una construcción de lenguaje no elude el coloquialismo para expresar sus intuiciones. John Mcliberty y David Guerrero, por su parte, y tomando como ejemplo representativo la muestra aquí presentada, han venido ganando en legibilidad y coherencia poética, si bien su realización a veces arrastra cierta oscuridad retórica (más en el primero) y un afán experimentalista no siempre logrado (en el segundo). La expresión de ambos, orientada más hacia una poesía narrativa, desarrolla sus temas desde una perspectiva del realismo existencial un tanto tremendista. Finalmente, el poema de Alejandro Hernández que se publica aquí mantiene un misterio atractivo y cadencioso sobre el tiempo y la muerte (esos “cabos concretándose” en el instante) en versos que juegan con el ritmo, el enigma y la revelación, y en un tono que se resuelve con un guiño irónico muy fino. En conclusión, Colectivo Colectivo tendrá vida por delante sin duda, solo si sus integrantes apelan a la exigencia formal más irrestricta, a la lúcida asimilación de sus lecturas y a la lúdica permanencia de sus sueños, todo ello desde el compromiso con la literatura, incluso más allá de la pertenencia al grupo. Tropo
Sin embargo, más allá del ruido de la vida literaria, más allá de la legítima intención de posicionarse como grupo y del papel promocional de sus integrantes, resulta pertinente valorar sus logros individuales como poetas, y sopesar su mérito estrictamente literario.
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t r a s l u z
Como forma de resistencia John Mcliberty Como forma de resistencia quieres correr a la velocidad de una piedra lanzada al azar con coraje quieres correr como si en tu pelvis hubiera un tigre enloquecido desdibujando las cartografías de tu cerebro. ¡Hey!, muchacho, ¿de qué huyes? ¿qué conjura no quieren escuchar tus huesos? ¿El llanto te persigue en silencio a donde vayas? ¡Hey!, muchacho, ¿de qué huyes? Tu corazón es un cenicero en tu mirada hay brújulas agitándose el velocímetro de tu sangre llegó al límite. En esta ciudad no hay salidas de emergencia la ciudad es un reptil que cambia de piel la vida es ilegible aunque no lo creas no vale la pena arrastrar tu cuerpo a contraflujo. ¡Hey!, muchacho, ¿de qué huyes? John Mcliberty Domínguez. Licenciado en Educación. Egresado de la Red de Educación Artística en línea de la Secretaria de Cultura y las Artes de Yucatán (REDALICY). Becario en el Encuentro Regional de Literatura “Los signos en Rotación” del Festival Interfaz del ISSSTE 2014. Pertenece al grupo literario “Colectivo–Colectivo” de Cancún. Algunos de sus poemas han sido publicados en las antologías Voces de agua (Gaceta del Pensamiento) y Caminos de la lluvia (Ediciones Del Lirio) y en la revista Tropo.
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t r a s l u z
Recuadros
Las redes
Jorge Yam
Jorge Yam
Se miran a cada foto resquicios de mi pasado.
Lanzo mis redes a la noche espesa. Lanzo también mis redes a los muertos.
Inmóviles, empolvados de nostalgia solo sonríen para ocultarse después en sus sombras.
Redes y más redes, huesos y más huesos alrededor de esta barca de sombra.
Mi álbum guarda ahora una carcajada mía para divertirse.
Pero a la distancia, una hoja de ceiba cae sobre una estrella. Titubean estas palabras.
Tomados de la mano, mi carcajada y yo, permaneceremos quietos posando ante la nada. Jorge Yam (Bacalar, 1980). Integrante del Taller Literario “Sian Ka’an” de Bacalar dirigido por el poeta Ramón Iván Suarez Caamal. Publicó la plaqueta Las fauces de la luna (Nave de Papel). Segundo Lugar de los Juegos Florales de Yucatán. Ha sido incluido en antologías poéticas como En la Puerta del Cielo, Álbum de familia, Voces del agua, Dispersión, Navíos sin derivas y en Los caminos de la lluvia: Muestra poética de Cancún. Poemas suyos han sido publicados en las revistas Tropo y Salvo el Crepúsculo. Recientemente publicó sus poemarios Engranaje y Traspatio.
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t r a s l u z
Los eternos segundos antes del minuto 90 Alejandro Hernández Suicida que resbala por el aire agitado sin esperanza de seguir respirando como cuando dios la tierra giraba alrededor del sol. Camina hacia su muerte en una guía mecánica que sobre engranes asesina amores. Para de recordarnos el finito con ese ruido continuo, porque antes de comenzar algo marcas negativos hacia atrás. no vale nada pasado presente futuro cabos concretándose. Reloj ingrato prefiero el silencio de los calendarios. Alejandro Hernández (Huamantla, Tlaxcala. 1988). Escritor, editor y promotor cultural. Estudiante de Diseño Gráfico Digital en el IPN. Participó en los talleres de narrativa y poesía del FARO de Oriente en la Ciudad de México y en el Comité Estudiantil de Difusión Cultural del Instituto Politécnico Nacional. Desde 2010 radica en Cancún.
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t r a s l u z
Nota suicida David Guerrero Anoche no encontré soga que aguante ni bala que perfore.
es de mañana y estoy con mis pensamientos
Esta mañana decidí lanzarme al mar vi la costa la arena toda esa agua y no me inunda he tomado una foto hay gaviotas y palmeras he decidido no lanzarme.
El vecino ha salido al trabajo. He abierto el refrigerador y he encontrado un milagro tengo despensa y una fría más muerta ha estado esperando
Fui a la selva en el cenote pensé hacer un ritual vi la luz que caía desde el techo como una estrella deshilachada en lo profundo de la caverna eso me hizo pensar en la noche en la oscuridad en mi tristeza.
Y ahora subrayo una palabra en la sección de empleos quizás hoy no se acabe el mundo quizás deba cambiar de sitio planchar mi ropa y tener un perro.
Ahora estoy en casa he vuelto a ella y sigue vacía fría y vacía y llueve he decidido esperar un huracán. Llovió ha vuelto la noche
David Guerrero (Ciudad de México, 1982). Ha publicado los poemarios La fe de los diositos (2012), Tributo (2015), Seis pasos para llegar al horizonte (2016) y participa en varias antologías del estado: Dispersión (2013), Voces de agua (2012), Los caminos de la lluvia (2014, Ediciones Del Lirio), en el libro Festival Cuatro Conjuros (2015, Ediciones Librélula), y en De Cancún a Ayotzinapa (2016, publicación independiente).
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d e v e z e n c u e n t o
Ilustración: Baccio Baldini, Teseo recibe el hilo de Ariadna (1465).
El hilo de Ariadna o el laberinto del minotauro Marién Espinosa Garay
P
or supuesto que no es casualidad que mi nombre sea Ariadna y este bar tenga un maldito letrero en la entrada que, fulgurando luminosamente en un neón vulgar, parpadea rítmicamente una mítica palabra: Naxos. Creo que desde hace mucho le debo una explicación al mundo, pero estoy demasiado ebria para pensar con claridad. Escribo en un cuaderno que quizás nadie lea, pero me he decidido a aclarar al fin una mentira de milenios. Ahora he de hacerlo, y así fluyen las palabras y los recuerdos:
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“Desde que lo vi supe que él al fin había llegado. Lo esperé durante años. Venía entre los jóvenes destinados al sacrificio. Mi padre obligaba al suyo a donar catorce jóvenes cada nueve años, para alimentar al Minotauro. Pero los rapsodas primero, luego los monjes en sus palimpsestos, más tarde los libros impresos y ahora la Internet no cuentan toda la verdad. Yo, Ariadna, la fea hija del Rey Minos, hija también de su viciosa esposa Parsifae, al fin revelaré la historia como realmente ocurrió, para que los siglos reescriban las leyendas y los artistas de todos los tiempos retoquen sus retablos y sus esculturas de mármol.
Fotografía: Agustín Labrada. Del mundo frágil...
“Debo reconocer que no era tarea fácil para mi padre casar a una hija fea. Los pretendientes escaseaban. Las malas lenguas susurraban en todo Cnossos que yo era casi tan monstruosa como mi hermano. Así que fui relegada al laberinto de habitaciones del palacio, de la misma manera en que Asterión, el Minotauro, hijo también de mis padres, yacía en su inextricable laberinto de piedra. Condenados ambos a la soledad, yo escapaba de la férrea vigilancia de los guardias para acercarme a la muralla de su encierro, mientras él arrimaba el testuz al cenit de la luna, asomado en un hueco desde las profundidades de su castigo, y llorábamos ambos, entre suspiros y mugidos lánguidos. Y así, a la sombra del dolor compartido, buscábamos escapar de nuestros destinos, aunque fuese hasta la barca de Caronte y al Tártaro. “Teseo no pudo ocultar su origen principesco desde que su nave anclara en la rada de Cnossos. Mientras los jóvenes y las doncellas eran conducidos a palacio, atados como las víctimas que eran, los observé detrás de un parapeto. Teseo era tratado por sus compañeros de destino con respeto y temor. Las mujeres le lanzaban miradas huidizas, acaso cegadas por la belleza del mancebo. Supe que al fin el hijo del rey Egeo había venido con la esperanza de matar al Minotauro y terminar así con este tributo sangriento. “Esa noche avisé a mi hermano que la liberación estaba cerca. Al fin se presentó la oportunidad tan esperada mientras planeábamos nuestra venganza. Acordamos el plan, ensayado tantas veces en el pasado en compañía
del siempre rico en recursos Dédalo, quien diseñara el vergonzoso aparato que permitió a mi madre fornicar con el toro de Poseidón, y así concebir al Minotauro. Fue el mismo Dédalo quien construyó el terrible laberinto, donde al fin mi padre encerraría también al arquitecto, junto con su hijo Ícaro. Pero el siempre fecundo en recursos fabricó unas alas de cera para huir de allí, con las que muriera su hijo por acercarse demasiado al sol. Sin embargo, las leyendas no relatan las maquinaciones que inventó para nosotros, compadecido de nuestro cruel destino. A mí me otorgó la famosa madeja de oro y la espada que debía entregar al príncipe de Atenas. Y éste liberaría al Minotauro de su vida infame. Ahora, Asterión y yo estábamos listos, como si tuviésemos atadas en la espalda unas alas de cera también. “A la mañana siguiente, los siete jóvenes y las siete doncellas fueron recluidos en el laberinto. La noche anterior yo había buscado a Teseo en las mazmorras para entregarle los míticos objetos que han mencionado las edades en tan variopintas literaturas, pero fingí un amor que no sentía para obtener su promesa de llevarme a Atenas en la nave de las velas negras, una vez que hubiese cumplido el crimen. Si, hasta la madrugada lloré por la infausta suerte de mi hermano, pero su muerte significaría la libertad para mí, y él parecía ansiar también el momento de su violenta liberación. “La hecatombe sacrificial podría durar un tiempo indefinido. Yo fingí indiferencia ante los guardias y las esclavas en mi confinamiento durante largos días de
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Fotografía: Agustín Labrada. Habanera.
incertidumbre, pero cada noche esperé una señal de mi salvador. Entretanto, vagaba sin rumbo en mi propio laberinto de murales pintados, toros de colores representados en los vivaces ejercicios de la taurocatapsia, preguntándome si la lid en las mazmorras del laberinto no sería tan colorida, sino acaso sangrienta y oscura, donde también un toro y un hombre danzarían las acrobacias de la muerte. “Pero entonces percibí en mis entrañas un temblor nuevo. Se me endulzó el vientre, los pechos enraizaron flores, y mi cabeza anidaba pájaros. Tuve que admitir esa nueva desazón: comenzaba a amar a Teseo, deslumbrada por la misma belleza que enmudecía a sus compañeras de infortunio. Ya no era preciso fingir más, era muy cierto que el odio que sentí por quien se convertiría en el asesino de mi hermano, se había trocado en un deseo implacable. Entonces lo esperé con temblores y anticipaciones nuevos, indignos en una princesa de mi estirpe, y ridículos en una mujer tan fea como yo. “Hasta que una noche distinguí desde el parapeto su figura egregia entre las sombras de los jardines. La luna reveló apenas sus vestiduras, su espada y el ovillo áureo, todos tintos en sangre. Bajé las escalinatas en silencio y corrí tras él, siguiendo apenas sus veloces zancadas por los callejones hasta el puerto y el barco de las velas negras. “Y nos hicimos a la mar, tan oscura como el cielo y la nave misma, dejando una estela de negrura a nuestro paso. Pero él me evadía. Ordenó a sus hombres que fuera encerrada en una endeble habitación de la nave, allí permanecí varios días, enferma de amor. Él jamás se acercó a mi puerta. Comprendí con vergüenza que así como yo había fingido amor ante el príncipe para buscar mi liberación, él había hecho lo mismo ante la princesa fea. Ahora era prisionera del enemigo.
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“Días después la nave atracó en la isla de Naxos. Fui llevada a la playa. Entonces lo vi al fin. Bajó de la nave con parsimonia, y mientras se acercaba, creí reconocer el ritmo torpe de sus pasos en la arena. Entonces lloré a gritos. Me estremecí al roce de su mano. El testuz había desaparecido, su rostro era casi el mismo del —entonces lo supe— difunto Teseo, acaso más velludo, pero era él, mi hermano Asterión, el Minotauro, al fin era libre también. “No fueron necesarias las explicaciones. Comprendí que de alguna extraña manera, el ingenioso Dédalo había proporcionado un secreto recurso al monstruo que él había ayudado a crear, para portar el rostro del príncipe, una vez que éste intentara matarlo. Asterión, ahora casi tan hermoso como Teseo, puso en mi mano la madeja manchada por la sangre del héroe, la hilatura de oro que ayudara al Minotauro a salir del laberinto. “Besé los hilos, quería beber al menos la sangre del hombre que aplacaría mi fiebre como agua fresca. Pero sentí vergüenza ante mi hermano, por lamentar en sollozos indignos la muerte del enemigo, por desear la suya propia, en aras de calmar los ardores del amor. Pero él me miró sonriendo, y me supe perdonada en su abrazo. “—Espera, espera a Dioniso. Un dios vendrá a ti. “Y Asterión volvió al barco de las velas negras. Por supuesto que no las cambió por las velas blancas, así el rey Egeo se suicidaría de dolor. Sepan entonces los siglos que el Minotauro engañó a todos. Y se convirtió en el rey de Atenas. “Yo esperé a Dioniso. Al fin conocí el amor que jamás es saciado”. Y esta es la historia verdadera de Teseo, el Minotauro y el hilo de Ariadna. Termino de escribirla ahora, bastante ebria y en la mesa de un bar, para que los libros de mitologías sean corregidos. Pero hay algo más que prefiero callarme. Nadie lo creería en este siglo. Por eso tal vez sea inútil aclarar que Dioniso me dio a probar la ambrosía. Y no he logrado morir desde entonces. Tropo
Marién Espinosa Garay (Monterrey, NL, 1953). Maestra en estudios humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Primer Lugar Premio FIMPES 2012 a la Innovación Educativa y Segundo Lugar Premio FIMPES 1996. 1er. Lugar concurso de cuento “Como el mar que Regresa” 2000, Casa de la Cultura, Cancún. Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Docente universitaria. Artista plástica, pintora y escultora. Correo: marien46@hotmail.com
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La inmortalidad… ¿es deseable y posible? Hector Hernández Una vez leí un relato breve sobre un genio que le ofreció a un hombre el cumplimiento de cualquier deseo que este formulase. El hombre se apresuró a decir que deseaba vivir mil años. El genio le concedió el deseo y convirtió al hombre en un árbol. Michio Kaku
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stando de viaje, un niño de 8 años preguntó: “Papá, ¿tú sabes dónde me voy a morir?”. El padre respondió: “No, pero ¿por qué lo preguntas?”. El niño dijo: “Para no ir allí nunca”. Al igual que este niño inocente, la mayoría de la gente preferiría seguir viviendo indefinidamente si eso fuera posible. Digo la mayoría y no todos porque hay también mucha gente que no ve la inmortalidad como algo deseable. Una razón para esto es el aburrimiento: “¿Para qué quieren tener una vida inmortal si ni siquiera saben qué hacer en un día lluvioso?”, se ha oído decir a alguien. Sin embargo, muchos de nosotros no nos preocupamos por un posible aburrimiento porque sabemos que hay mucho que estudiar y aprender, muchos lugares y hechos por descubrir, mucha historia por conocer, mu-
Fotografía: Agustín Labrada. Algún día volverás…
cho arte que disfrutar, muchas comidas por probar, formas de vida y personas que conocer, etc. En la ciencia en general, y en particular en matemáticas, hay muchos problemas que no han sido resueltos. Un ejemplo es la llamada Conjetura de Goldbach (“Todo número par mayor que 2 puede expresarse como una suma de dos números primos”). A pesar de que esta afirmación tiene más de 270 años de antigüedad, hasta ahora nadie ha podido demostrarla. Charles Chaplin dijo: “Todos somos aficionados. La vida es tan corta que no da para más”. Hay muchas cosas de las cuales disfrutar y cuando se disfrutan no le causan aburrimiento a nadie. Pensemos en algo sencillo como una sabrosa comida. La gente mayor no dice: “Llevo 60 años comiendo todos los días, ya me aburrí. A partir de mañana dejaré de comer”. Yo puedo seguir comiendo platillos ricos todos los días sin aburrirme de comer y me parece que muchos otros también. “No hay amor más sincero que el amor a la comida”, dijo un líder iberoamericano. Algo similar puede suceder con muchas otras actividades si nos gustan: ver películas, leer, ir a la playa, practicar algún deporte, etc. La percepción del tiempo es relativa: cuando la gente disfruta mucho de algo, el tiempo se le pasa volando, pero lo contrario también es cierto. Como dijo alguien. “No es lo mismo estar una hora con tu novia que una hora con tu suegra”. La gente puede
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aburrirse de algo cuando no le gusta, aunque viva pocos años, pero si siempre encuentra actividades que pueda disfrutar, el seguir viviendo no tiene por qué terminar en aburrimiento. Pero si aún eso le cuesta trabajo a alguien, ya existe en México la licenciatura en administración del tiempo libre y la licenciatura en administración deportiva y recreativa, las cuales forman profesionistas que podrían orientar a la gente sobre las mejores opciones en las que pueden ocupar su tiempo libre, entre otras cosas, si ese fuera un problema. A otros no les atrae la inmortalidad porque encuentran mucho sufrimiento en la vida actual y la muerte les puede parecer menos mala. Woody Allen dijo: “En la vida hay cosas peores que la muerte. ¿Ha pasado una tarde con un vendedor de seguros?”. Un entrenador de la NFL, George Allen, comentó: “Perder el Super Bowl es peor que la muerte. En el caso de la muerte no tienes que levantarte al día siguiente”. En realidad, hay muy pocas cosas peores que la muerte y el avance de la medicina, la biotecnología, la psicología y el desarrollo científico en general pueden contribuir a reducir cada vez más el sufrimiento y conseguir una mejor calidad de vida. Otros rechazan la inmortalidad porque quieren evitar el error que cometió la diosa de la aurora Eos, quien según la mitología griega era eterna, y cuando se enamoró de un hombre llamado Titono, le rogó a Zeus que le concediera también vivir para siempre. Zeus cumplió este deseo, pero Titono, aunque no moría, sí envejeció cada vez más hasta convertirse en un grillo, y cuando le preguntaron cuál era su mayor deseo, su respuesta fue: “morir, morir, morir”. Obviamente la inmortalidad tendría que ir acompañada de suficiente salud y si no juventud, al menos suficiente fuerza, para poder disfrutarse. Supongamos que la eternidad estuviera acompañada de juventud y salud, con todo lo deseable para nosotros, todavía quedaría la pregunta, ¿es posible? Obviamente no me refiero a seguir viviendo en los recuerdos o el corazón de los demás por alguna obra, como dijo Woody Allen: “No quiero alcanzar la inmortalidad a través de mi trabajo. La quiero conseguir sin morir.” Tampoco estoy pensando en ser inmortal solo por poseer un alma que lo es. El filósofo escocés David Hume expresó varias dudas sobre la existencia de un alma inmortal señalando lo siguiente en su obra De la inmortalidad del alma:
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1. La gente enfoca sus preocupaciones y conocimientos a la vida presente, pero si realmente todos somos ya inmortales por poseer un alma eterna, “¡Qué crueldad, qué iniquidad, qué injusticia en la naturaleza limitar así toda nuestra preocupación y todo nuestro conocimiento, a la vida presente, si hay aún otra escena esperándonos, de importancia infinitamente mayor!” 2. Si el alma está ligada indiscerniblemente al cuerpo, morirá cuando éste muera… Solo podrá seguir viviendo en el caso de mudarse del cuerpo muerto a un cuerpo vivo, pero eso no demostraría que el alma es inmortal, sino que solo puede sobrevivir si hay un cuerpo sobre el cual posarse. Si algún día todos los cuerpos se extinguieran el alma no tendría donde vivir y se moriría, como un pez que estuviera fuera del agua. Pero si el alma puede sobrevivir a la muerte del cuerpo, entonces no requiere del cuerpo para su subsistencia y entonces puede funcionar independiente del cuerpo. Pero si así es, ¿por qué un suceso menos drástico que la muerte, como un sueño profundo o un desmayo, puede hacer que la gente no se dé cuenta de lo que sucede a su alrededor? Si la muerte no le afecta, menos estos períodos de inconsciencia por lo que no debería ser necesario decirle a la gente lo que sucedió en ese lapso. 3. Existe naturalmente un terror ante la muerte como el fin de nuestra existencia, ese terror ayuda a la gente a tomar precauciones y evitar situaciones de peligro de muerte para preservar la especie humana lo máximo posible. Pero si el alma fuera realmente inmortal nuestra inexistencia no sería posible, y ese terror no tendría sentido, pues la naturaleza no nos daría un terror inútil contra un acontecimiento imposible, ya que la naturaleza no hace nada en vano. Así que cuando hablo de prolongar la vida me refiero a vivir con este mismo cuerpo y mente. No estoy hablando tampoco de la vida después de la muerte, la cual constituye un tema aparte que trae sus propias complicaciones y dudas. “No creo en la vida después de la muerte, pero me llevo otra muda de ropa interior por si las dudas”, dijo Woody Allen. ¿Qué razones hay para pensar que es posible para un ser humano vivir miles de años en cuerpo físico? En primer lugar, como indica el biólogo John Medi-
na en su libro El Reloj de la Edad, se conocen actualmente ya ciertos seres vivos que son potencialmente inmortales. Es decir, existen ciertos organismos (principalmente bacterias, virus u hongos) que si encuentran a su alrededor los elementos nutritivos que necesitan, no mueren. Alguien puede replicar que estas son formas de vida muy distintas a la humana y no se puede comparar. Pero resulta que también existen células humanas que pueden ser mantenidas con vida indefinidamente. De hecho, Medina comenta: “He trabajado con células de una mujer llamada Helen, que murió tres años antes de que yo naciera”. De hecho, se considera que ciertas células humanas, como las cancerígenas, podrían vivir ilimitadamente. (Esto sin incluir la discusión sobre la medusa japonesa Turritopsis dohrnii de la que se dice que es uno de los pocos animales que han logrado burlar a la muerte mediante invertir el proceso de envejecimiento y de la que se cree que podría vivir indefinidamente). Otra razón para dar cabida a la posibilidad de prolongar la vida es que los científicos han descubierto que el cerebro humano tiene una capacidad de almacenar recuerdos y pensamientos mucho mayor que la que realmente usamos en nuestras cortas vidas actuales. Un equipo de investigadores publicó en 2015, en la revista eLife, la conclusión de que “en promedio, una sinapsis puede contener cerca de 4,7 bits de información. Esto significa que el cerebro humano tiene una capacidad de un petabyte, o 1.000.000.000.000.000 bytes, que es suficiente para almacenar casi todo el contenido actual de Internet.” (Véase https://elifesciences.org/content/4/e10778). Alguien puede objetar que por muy grande que sea la capacidad del cerebro, es siempre finita y que no tenemos realmente idea de lo que es el infinito. Debo conceder que el concepto de infinito no es fácil de comprender y tampoco tener una idea clara de cómo manejarlo. Albert Einstein dijo: «Solo hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; y del universo no estoy tan seguro». En respuesta a la objeción debo decir que para poder seguir viviendo indefinidamente no requerimos tener
Fotografía: Agustín Labrada. Te esperaré.
una capacidad infinita en nuestro cerebro, de la misma forma que no requerimos un estomago con un volumen infinito para asegurar que podremos alimentarnos todos los días, porque cada vez que comemos introducimos una cantidad finita de alimentos. De manera similar, por mucho que alguien prolongue su vida en cada momento siempre tendrá una cantidad finita de años y un largo futuro por delante. Además de la enorme capacidad que naturalmente ya tiene el cerebro humano, no puedo evitar pensar en que nuestras capacidades actuales pueden ser ampliamente mejoradas gradualmente por avances en la medicina, la ingeniería genética, la biónica, la regeneración y reemplazo de órganos o incluso elementos de la vida artificial. Por todo lo anterior, no parece descabellado que algún ser humano en el futuro logre vivir 500 años, después otro, 700 años, luego conseguir la meta de 1000 y así sucesivamente. Ojalá alguno de nuestros lectores pueda ser testigo de uno estos logros. Tropo
Héctor Hernández (México, D. F.) Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es jefe del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe.
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Los paratextos como antesala del horror en
2666 Antonio Tec
La obra 2666, novela póstuma, novela total, de Roberto Bolaño, se publicó un año después de la muerte de su autor. Se divide en cinco secciones o partes, cada una titulada con la misma frase inicial: “La parte de…”. Se abre con una “Nota de los herederos” (*) en donde se dice que el libro ha sido publicado como un solo volumen a pesar de que Bolaño dejó encargado que se publicaran las cinco partes por separado si moría antes. Así, los herederos surgen como defensores de esa idea primera (publicar las cinco partes como una sola novela y no por entregas). A partir de esta presentación, todo es historia, todo es crítica.
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a obra 2666 ha sido analizada en un principio como obra póstuma, inacabada e imperfecta ante la falta de un trabajo consciente de edición junto con el autor. Sin embargo, posee particularidades de obra bien trabajada, pues su temática y tono narrativo son coherentes (aun en relación con otras obras de Bolaño). Incluso los elementos paratextuales e intertextuales parecen coincidir con la orquestación propuesta por el escritor chileno abocado al tema del mal, que creo llega a su cúspide de horror en 2666. En el presente ensayo analizaré cuatro de sus elementos paratextuales, pero me enfocaré más en dos de ellos, el título y el epígrafe, pues ambos contienen nexos intertextuales e intratextuales, fundamentales para un primer acercamiento, auténticos umbrales de las obras literarias, según refiere Genette.
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La nota de los herederos Para iniciar con el análisis paratextual de 2666, comentaré dos paratextos editoriales, considerados así cuando no son responsabilidad directa del autor (Sabia, 2005). Son dos notas, una de los herederos del autor y la otra del editor (lo que define Genette como “La instancia prefacial”). La “Nota de los herederos” aparece al inicio de la novela en la página siguiente al epígrafe, justo antes del título de la primera parte (“La parte de los críticos”). Según Genette, primero va la dedicatoria, después el epígrafe, lo que da la sensación de que éste es un evento más cercano a la obra (2001: 124). Sin embargo, “La nota de los herederos”, por su posición y título de nota, al igual que por su contenido, parece mucho más cercana a la novela, inmiscuida en su corpus; es decir, existe una liga mucho más cercana entre la obra y esta especie de prefacio, pues no es un prólogo, o una introducción escrita por algún crítico, sino una breve nota “redactada” por los herederos del autor. Además, la palabra herederos nos remite al tema de lo póstumo, y le da una cercanía carnal innegable con la obra que leemos: son los hijos, el legado familiar del autor difunto, lo que se comunica con nosotros. Esta nota básicamente dice que la novela fue planeada por el autor como una novela total, pero Bolaño, ante su muerte inminente, había dejado encargado que se dividiera en las cinco partes que contiene el libro y se publicaran de manera individual para mejorar las ganancias económicas. Agrega la nota, que Bolaño deja dicho que se confíe en su amigo Ignacio Echeverría cualquier asunto literario. Finaliza con la decisión de los herederos y del al-
bacea literario de publicar el libro como lo había planeado inicialmente Roberto: un solo libro divido en cinco partes y no cinco libros individuales. Esta nota tiene relevancia plena en la lectura, pues, en efecto, cada una de las partes pueden leerse por separado; el lector podría leer alguna ignorando las otras partes y no las extrañaría. Sin embargo, los nexos son innegables entre las cinco partes del libro, las cuales en su conjunto funcionan como una gran novela. La “Nota de los herederos” abona a esa unicidad: el lector entra de lleno a la valoración predispuesta de que el libro que lee es una sola novela y no cinco novelas en un libro. Más aún. A pesar de ser póstuma, sentimos que es una obra plena de Roberto Bolaño.
La nota a la primera edición Otro paratexto interesante se encuentra al final del libro, la “Nota a la primera edición” (Bolaño, 2008a: 1121-1125), del puño y letra de Ignacio Echeverría, editor de la novela, quien habla con un tono narrativo sobre su experiencia como amigo, editor y lector de Bolaño. Deja claro que este libro es el más ambicioso del autor, más que Los detectives salvajes (2008c), y presume que es una novela casi del todo acabada, que la versión que se tiene de ella es muy cercana a la que el autor deseaba. Dice también que es un libro planeado de mucho tiempo, e inmediatamente hace un nexo con una obra previa de Bolaño, Amuleto (2007), en donde encontramos por primera vez, de manera muy exacta, el número que da título al libro: “… un cementerio del año 2666, un cementerio olvidado debajo de un párpado muerto o nonato, las acuosidades desapasionadas de un ojo que por querer olvidar algo ha terminado por olvidarlo todo” (Bolaño, 2007: 77).
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Este elemento paratextual se vuelve funcional para la lectura del libro, en cuanto a su origen póstumo. Después de la nota parece que los resquicios de duda sobre la obra como terminada se cierran un tanto más. Sin embargo, algo bastante llamativo es que se encuentra al final del libro y no al principio. Parece que el editor no quería infectar la lectura del libro hasta el final; más que una búsqueda de orientar una lectura es una constatación. O al menos eso siente el lector al encontrársela al terminar la novela.
El título Ahora entraremos al análisis de los paratextos autorales: el título y el epígrafe. Si bien el libro contiene cinco títulos —“La parte de los críticos” (p.13), “La parte de Amalfitano” (p. 209), “La parte de Fate” (p. 293), “La parte de los crímenes” (p. 441) y “La parte de Archimboldi” (p. 793)—, únicamente me enfocaré en el (así lo llamaré) título total de la novela, la cifra 2666. El título total no ha sido analizado concisamente, quizá como consecuencia de la nota de Ignacio Echeverría en donde parece dar una respuesta contundente al cuestionamiento que pudiera desprenderse del título del libro. La cifra parece referirse a un año en específico. Indagando en la obra de Bolaño, él mismo parece haber plantado las pistas para tener esta noción. El título se explica por lo general por medio de la intratextualidad. En su libro La intertextualidad literaria, Martínez Fernández afirma: “Hablo de intratextualidad cuando el proceso intertextual opera sobre los textos del mismo autor” (2001: 151). En el caso específico de 2666, el intratexto se afinca en un elemento paratextual. El título, acompañado de una lectura intratextual cobra una significación mucho más profunda y clarificadora de lo que trata la novela. Al ser una cifra, las preguntas obvias podrían estar dirigidas hacia qué se refiere ¿A una fecha futurística? ¿A una cantidad? En su nota, Ignacio Echeverría alude a una referencia intratextual, la referente a la novela Amuleto, escrita en 1999, cuatro años antes de la muerte del autor. Si creemos que Bolaño trabajó los últimos años de su vida (cinco) en 2666, como dice Echeverría en la nota (Bolaño, 2008a: 1122-1123), ya tenía idea de la novela al momento de publicar Amuleto. Otro intratexto que ayuda a clarificar el título lo encontramos en Los detectives salvajes, en donde se lee lo siguiente en voz de Cesárea Tinajero: “dijo algo de los tiempos que se avecinaban, […] apuntó una fecha: allá por el año 2.600. Dos mil seiscientos y pico” (Bolaño,
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2008c: 596). El número no es exacto como en la cita de Amuleto, pero podemos inferir que se trata de uno muy similar. El capítulo en el que Cesárea suelta ese número es próximo al momento de su asesinato, y la poeta se refería a la perdición del hombre, un tema presente en la obra de Roberto Bolaño. Estas dos referencias intratextuales dan idea aproximada hacia las significación del título. La intratextualidad “transfiere cohesión y da sentido de conjunto a la obra de un poeta, pero puede, además, ser guía u orientación de la lectura” (Martínez Fernández, 2001: 154). Así, Bolaño da los guiños para orientar nuestra lectura. Sin embargo, no podemos dejar de lado la significación semántica de esta cifra titular. Si omitiéramos el número 2 inicial, estaríamos frente al número bíblico de la bestia mencionado en el libro de Apocalipsis, capítulo 13, versículo 18: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis” (Apocalipsis, 13: 18). Este número, nos dice la Biblia, se refiere a la marca que llevarán en la frente los avenidos a la bestia que llegará contra la santidad del mundo, todo situado en el ámbito preinfernal. Este intertexto redirigiría nuestra lectura hacia lo infernal, que es una de las bases del horror de la novela —la ciudad infernal de Santa Teresa asolada por los oscuros feminicidios como resultado del mal— y tiene su clímax en el tono del horror prevaleciente en la novela. Esto nos lleva al siguiente punto: el epígrafe. Pero antes conviene detenerse un poco más en el título del libro. En su análisis de los epígrafes, Saïd Sabia dice: “Una vez finalizada la obra es, en efecto, cuando el lector suele volver a considerar los epígrafes y comprobar la presencia de éstos en la forma con que lo han influenciado” (2005: s/p). Esta cita, a pesar de referirse a epígrafes, es aplicable a este título que no posee características descriptivas, y cuya lectura intratextual es únicamente posible a los lectores que conozcan las ya mencionadas referencias. Así, podría decirse que el título de la novela adquiere más sentido después de leerla: el número tiene los ya mencionados nexos con las obras anteriores de Bolaño, se relaciona con una fecha augurio de la perdición del hombre, un fin del mundo temido, que no podemos evitar; y tiene un nexo bíblico, más específicamente apocalíptico. El título de la obra de Bolaño presagia algo maligno, y la obra lo confirma. 2666 es una tratado sobre el mal humano, un mal creciente y sin sentido, un sin sentido del que el hombre trata de escapar para sumergirse irremediablemente en el horror.
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El epígrafe Justamente, del horror es de lo que trata el epígrafe de la novela: “Un oasis de horror / en medio de un desierto de aburrimiento”. Los versos son de Baudelaire. Pero la traducción parece afectada para las intenciones de Bolaño, pues el verso original dice: “Une oasis d’horreur dans un désert d’ennui” (2014: 233). La traducción literal sería: “Un oasis de horror en un desierto de tedio” (2014: 151). Como nos dice Carlos Walker (2014), Bolaño ya había utilizado este verso en su libro El gaucho insufrible (2008b), en su texto “Literatura más enfermedad”. Pero la cita del poema de Baudelaire es diferente a la de 2666: “en desiertos de tedio, un oasis de horror”. Walker también apunta que la traducción que Bolaño usó en esta cita es la de Antonio Martínez. Un cambio sobresaliente en el epígrafe de 2666 es la singularización del sustantivo desierto. En El gaucho insufrible Bolaño utiliza el plural. Walker dice que quizá se debe a que Bolaño quería “el orden y singular del original”. Es probable, pero a la vez restituye una versión más similar al original. Bolaño divide el verso en dos, añadiendo la partícula “en medio de”, que le da un nuevo tono al verso. Por lo general, el epígrafe funciona como una direccionador de la lectura, siempre y cuando el lector conozca la intertextualidad que lo rige. El epígrafe de 2666 es importante en este sentido. El poema del que está tomado se titula “El viaje”, y trata sobre la duración de la vida y la vivencia repetitiva que la rodea. Bolaño lo retoma en este sentido en su libro El gaucho insufrible: “Para salir del aburrimiento, para escapar del punto muerto, lo único que tenemos a mano, y no tan a mano, también en eso hay que esforzarse, es el horror, es decir el mal.” (2008b: 151). El horror para Bolaño es una consecuencia lógica del aburrimiento. De allí que el oasis, el lugar de descanso, sea el horror. En el sentido anterior, 2666 trata sobre la nimiedad de la existencia circundada por una tediosa repetición, de la cual, el único escape es el horror, el mal latente.
La humanidad, como el mismo Bolaño dice en El gaucho insufrible, está condenada a la enfermedad del mal, y para él el mal es el alimento de la literatura. Y la literatura misma funciona como un alimento, un refugio. Desde su lectura del poema de Baudelaire, Bolaño hace un repaso de la existencia como la de un viaje, en donde el declive es inminente: En un oasis uno puede beber, comer, curarse las heridas, descansar, pero si el oasis es de horror, si solo existen oasis de horror, el viajero podrá confirmar, esta vez de forma fehaciente, que la carne es triste, que llega un día que todos los libros están leídos y que viajar es solo un espejismo. Hoy, todo parece indicar que sólo existen oasis de horror o que la deriva de todo oasis es hacia el horror. (2008b: 152)
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A diferencia de Walker, quien considera que el oasis podría estar representado por un cementerio, el cementerio del año 2666, desde mi lectura, considero que el oasis del horror al que Bolaño se refiere es la literatura misma; su intención, desde una lectura pragmática, es mostrar que la literatura funciona como un lugar de reposo del tedio diario. En este caso en específico, no es un tedio patidifuso sino una realidad herida y mutilada que es asimilada como cotidiana o normal. En el caso particular de 2666, los feminicidios, que únicamente pueden mirarse con un cariz de aburrimiento si nos sumergimos en el contexto de la diégesis de la novela: mujeres que mueren todos los días, crímenes que son asimilados y absorbidos por todo mundo como algo cotidiano; allí radica el sentido del tedio que preocupa a Bolaño. El aburrimiento es lo repetitivo que se ha convertido en un crimen, que, a su vez, se vuelve indolente; y a través del proceso de fictivización1, un lector consciente de la realidad de Ciudad Juárez asimila el reflejo de los feminicidios en la novela de Bolaño y vislumbra la apatía de sus espectadores. Los crímenes interminables en la novela representan el oasis/horror para el lector. No obstante, para los personajes, esas mismas atrocidades parecen ser el temible tedio, y el oasis horroroso sólo es develado por el lector. Hay un juego interesante entre realidad y ficción amparado en el reflejo de uno y otro en el que tanto el tedio como el horror cambian de posición: para el lector el horror son los crímenes, y los crímenes son el tedio de la mayoría de los personajes; sin embargo, en la realidad están los feminicidios de Ciudad Juárez que, peligrosamente, se vuelven un tedio (en el sentido de apatía y asimilación) en la realidad. Tomando como base los direccionalizadores paratextuales e intratextuales parece ser que Bolaño señala un problema social, utilizando el medio que él considera adecuado: la ficcionalización de la realidad. Con 2666, Roberto Bolaño, parece conseguir ponerle una cifra al horror, una cifra que como título o paratexto, umbral, es el portal a la iniquidad destinada a la apatía del hombre. La literatura, la ficción para ser más específico, es el espejo idóneo en el que nos miramos reflejados, donde la desidia ante las injusticias de un mundo que se vuelve dolorosamente indolente, entumido y paralizado, es material. La literatura espejo de la ficción real. Para concluir, cabe resaltar el posible engranaje entre estos elementos paratextuales en intertextuales. Las notas del principio y del final del libro persiguen lo mismo, una reafirmación de la novela como una obra literaria de valor, ya sea reanimando su valor estético como obra finalizada
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o su valor en el contexto de la obra completa del autor, basadas en los nexos intratextuales. Y tanto el título total como el epígrafe, como en casi todas las obras literarias, toman la función de direccionar la lectura de la obra, pues ellos son los portales por los que reconocemos y presuponemos las habitaciones en las que nos internaremos, ya sean oscuras y caóticas, o luminosas y frescas. En su conjunto estos elementos —las notas, el título total y el epígrafe— nos presentan una obra póstuma que nos permite hablar sobre uno de los temas recurrentes en la obra de Bolaño, pero nos anuncian una cumbre, o una inmersión plena en el abismo del mal; la novela escrita por un moribundo, un enfermo terminal que esperaba a la muerte más que al trasplante de hígado, que logró finalizar un libro ambicioso para reflejar el horror del mundo que dejaba, inmerso en guerras mundiales, golpes de Estado, feminicidios; masacres institucionalizadas y no, y que son la base diegética de 2666. Tropo Bibliografía: Bolaño, Roberto (2007), Amuleto. Barcelona: Anagrama. (2008a), 2666. Barcelona: Anagrama. (2008b), El gaucho insufrible. Barcelona: Anagrama. (2008c), Los detectives salvajes. Barcelona: Anagrama. Baudelaire, Charles (2014), Les fleurs du mal. Recuperado en formato pdf el 20 de noviembre de 2014 en: http://yo0ne.free.fr/LesFleursdumal.pdf Baudalaire, Charles (2014), Las flores del mal. Recuperado en PDF el 20 de noviembre en: http://www.avempace.com/file_download/2894/Baudelaire poesia_y_piezas_condenadas_completo.pdf Biblia (2007), Santa Biblia, versión Reina-Valera 1960. Sao Paulo: Sociedades Bíblicas Unidas. Genette, Gerard (2001), Umbrales. Ciudad de México: Siglo XXI. Recuperado en formato pdf el 20 de noviembre de 2014 en: https://www.scribd.com/ doc/181966997/Umbrales-Gerard-Genette-PDF Martínez Fernández, José Enrique (2001), La intertextualidad literaria. Base teórica y práctica textual. Madrid: Cátedra. Sabia, Said. (2005), “Paratexto. Títulos, dedicatorias, epígrafes en algunas novelas mexicanas”. Recuperado en formato pdf el 20 de noviembre de 2014 en: http://www.ucm.es/info/especulo/numero31/paratext.html Walker, Carlos (2010), “El tono del horror: 2666 de Roberto Bolaño”. Recuperado en formato pdf el 15 de septiembre de 2014 en: http://www7.uc.cl/letras/ html/6_publicaciones/pdf_revistas/taller/tl46_7.pdf * Nota del editor Debe aclararse que la nueva edición de 2666 reeditada por Alfaguara suprime tanto la “Nota de los herederos del autor” que figuraba al frente como la “Nota a la primera edición” que iba al final (debido al litigio que actualmente mantiene la viuda de Bolaño, Carolina López, con Jorge Herralde, editor de Anagrama). Publicamos de cualquier modo este ensayo (que se basa en esta primera edición de Anagrama), debido a su importancia en el análisis de otros valores de la obra magna del escritor chileno. Notas 1 Aceptación de las reglas y leyes de una obra de ficción, por ende su asimilación como real, sin embargo, sabiendo que son hechos ficcionalizados, como un contrato de fingimiento y credibilidad entre el lector y la obra.
e n t r e v i s t a con
Elvira García
La libertad de expresión se conquista todos los días Pablo Luna Invitada por la Librería Utopía, la escritora Elvira García —una de las comunicadoras más destacadas en la actualidad— presentará en Cancún en fechas próximas su libro De lunas garapiñadas. Una biografía de Cri-Cri, y compartirá con sus colegas su experiencia de muchos años en el difícil terreno de la entrevista, género que la ha llevado a recibir en tres ocasiones el Premio Nacional de Periodismo (2006, 2011 y 2016). En la siguiente entrevista, la también autora de cinco libros —uno particularmente polémico, Ellas, tecleando su historia, donde entrevista a 14 mujeres periodistas de tres generaciones— habla de su vocación comunicadora, confiesa parte de su trayectoria y dice del género que la destaca: “entrevistar es como hacer el amor”.
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l leer tu libro, Ellas, tecleando sus historias, al ver la serie que realizaste para Canal 22, Periodistas mexicanos, y ante el reciente asesinato de Javier Valdez Cárdenas, Miroslava Breach y 121 periodistas más, qué piensas de cómo se ejerce el periodismo en México. ¿Cómo revertir esa política de asesinar impunemente para acallar? ¿Cómo establecer una alianza entre sociedad y periodistas honestos para que la información cumpla su misión de generar opinión y puntos de vista? —Hoy México está ante una crisis de credibilidad y de seguridad nacional. Hoy está Enrique Peña Nieto ante un momento clave para revertir los bajos índices de popularidad de su gobierno. ¿Cómo? Actuando de manera dis-
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Elvira García. Fotografía: Isadora Cuéllar García.
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tinta a como lo ha hecho desde el inicio de su sexenio y lo hicieron los dos anteriores presidentes frente a la matanza de periodistas y de civiles, sean o no delincuentes. El gran problema de México, y no descubro con ello el hilo negro, es la impunidad y la corrupción y, con ello, la inseguridad. El problema hoy es que la denuncia no sirve para nada. Los presidentes de México ya no nos escuchan, no solo a los periodistas, tampoco a la ciudadanía. Cada día nos toca más de cerca la muerte de un colega, cada día es alguien que alguno de nosotros conoció, se hizo amigo, trató. Y, cada día, uno siente más miedo, más inseguridad. Aunque yo me dedique hoy a temas culturales que no tienen un filo de peligro, no puedo mantenerme al margen de la indignación, la tristeza, el enojo y la sensación de impotencia; impotencia porque aunque alcemos la voz, la persona que debe atender nuestras peticiones —que es el Presidente de este país— no nos escucha y no las atiende. Buena parte de la sociedad está de nuestro lado, pero también cada miembro de esa misma sociedad tiene miedo de, un día, no volver a casa. Los periodistas no somos más importantes ni mejores seres humanos que el resto de los mexicanos. No pedimos un trato diferenciado o de privilegio. Pedimos un alto a la impunidad y a la corrupción, pedimos un alto al asesinato vil de cualquier mexicano, sea quien sea. Pedimos justicia para todos los crímenes, todos.
Hay que encontrar las formas de saber decir las cosas difíciles —¿Hay prensa libre en México? ¿A qué nos arriesgamos al no tener información veraz? ¿Para qué sirve leer periódicos? —Considero que la libertad de expresión se conquista todos los días, y algo de esa batalla por la libertad también se pierde todos los días. El periodismo es flor de un día, así pues, la libertad de expresión se trabaja y se conquista a diario. Lo que ayer logré, logramos, ya es historia; el reto es lo que hay que hacer mañana por ampliar los márgenes de la libertad de ayer, y así, al infinito. La prensa, entendida como los periódicos vive de la publicidad gubernamental, eso no hay que olvidarlo; o de la publicidad empresarial. Por tanto, ningún periódico o medio electrónico es totalmente libre, porque depende de una de esas ataduras. O de las dos. Yo creo que los periodistas debemos encontrar las formas de saber decir las cosas difíciles; al menos así lo vivo yo en la radio, donde las palabras vuelan y pueden llegar a deformar un hecho si no son las correctas o preci-
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sas. Hay que encontrar el momento y el término adecuado para decir lo que pensamos, pero no censurarnos, pues la peor de las censuras es la autocensura. —¿Quién ha sido tu gran maestro en el oficio de la entrevista. ¿Hay periodistas de otras épocas, de otros ámbitos cuya influencia haya sido importante en tu trabajo? —Mi primera influencia en el periodismo fue Eduardo Téllez Vargas, mejor conocido como “El güero” Téllez Vargas, el mejor reportero de policía, o nota roja, entre los años cuarenta y los setenta, en El Universal. Lo conocí gracias a mi padre. El “Güero” fue el único reportero que logra colarse al quirófano, y se disfraza de médico, para ver de cerca la operación para retirarle el piolet a León Trosky. Y así podría contarte decenas de casos que cubrió como el audaz reportero, multi-premiado y que viajaba en el avión presidencial pues fue el periodista consentido de muchos presidentes hasta inicios de los años ochenta. Fue mi guía, me corrigió mis primeros pésimos escritos, me dejaba tarea, y yo la cumplía. Ya en el género de la entrevista, mi mayor influencia formativa fue leer las que hacía Oriana Falacci y algunas de Norman Mailer, así como ciertos libros de él, como el espléndido que escribió sobre Marilyn Monroe, que se llama, sencillamente: Marilyn. En general, te confieso que soy tan apasionada del género que disfruto cualquier buena entrevista, sea del ámbito que sea; soy fan de algunos buenos entrevistadores de diarios como El País, y también de otros que aparecen en la televisión, como Cristina Pacheco, así como de Óscar Uriel, que en Canal 11 hace una espléndida serie de entrevistas con actores y directores de teatro y cine, que se llama: Tap (Taller de Actores Profesionales), y hoy va ya como en la cuarta temporada. Pero también sigo, cuando puedo, a Mónica Garza que en TV Azteca hace un buen trabajo de entrevista de semblanza en su programa: Historias Engarzadas. Joaquín López Dóriga tiene gran capacidad para entrevistar a políticos y sabe sacarles “la sopa”, cuando quiere. Lee mucho y sabe más de política de lo que confiesa. Me cae muy bien, y lo digo aunque la gente me critique. México cuenta con excelentes entrevistadores, yo los sigo lo más que puedo porque deseo aprender de ellos.
Entrevistar es como hacer el amor —Tus libros de entrevistas son libros de historia y de historias: Redonda soledad, la vida de Guadalupe Amor; Cuando los grandes eran chicos, De lunas garapiñadas y el mencionado Ellas, tecleando su historia.¿Has pensado en entrevistar a Elvira García? Porque ella tiene mucho que contar.
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—Es cierto, qué buena observación haces: mis libros cuentan algo de la historia de México. No, no he pensado entrevistar a Elvira y, ahora que me haces pensarlo, te digo que no lo haría. Estoy demasiado ocupada yendo a escuchar las historias de otras personas que me interesan, como para ponerme a contar las mías. Ni siquiera sé a cuántas personalidades he entrevistado. No llevo la cuenta. Creo que no es eso tan importante para mí, pero sin duda que a veces me acuerdo de anécdotas sensacionales con mis entrevistados, y me río. Pero, volviendo a tu pregunta, no sé si alguna vez me entrevistaré cuando me retire del periodismo, pero no creo –en el retiro ni en que me entrevistaré. Esa tarea se la dejo a otras personas que, como tú, se interesen en mi trabajo. En realidad, entrevistar es conversar; eso les digo a todos mis invitados a mis programas de radio, sobre todo a los que van a EntreNos, que conduzco en Radio Red, pues este es un programa de entrevista de semblanza, y es en vivo. Para quitarles la tensión que provoca una cabina, un micrófono y un equipo de producción entrando y saliendo, les digo que piensen que estamos sentados en la sala de su casa, platicando. Y funciona mágicamente. Entrevistar es como hacer el amor; por tanto, para que la magia se dé, la entrevista tiene que ser entre dos. —Vendrás a presentar en fecha próxima tu libro De lunas garapiñadas, recientemente reeditado por la Fundación Francisco Gabilondo Soler. Cuéntanos cómo fue convivir y compartir con el inolvidable Cri-Cri, porque sabemos que no era muy accesible a las entrevistas. —No era fácil de entrevistar, pero esos retos me encantan, siempre me ha gustado lo difícil; lo fácil digamos que me aburre o no tiene emoción para mí. Esta tercera edición conserva el nombre original: De Lunas Garapiñadas (y toma el nombre de una frase de la canción: Lunada) pero incluye un agregado: Abrazando la memoria. Francisco Gabilondo Soler cuenta su vida, que sugirió la Fundación Gabilondo Soler, que es mi editora. Por lo general no me gustan los títulos largos para un libro, pero este creo que sí define mucho de lo que hay al interior de esa obra. Fue la última entrevista, y la más larga, o la única larga, que concedió Gabilondo antes de morir. Y yo tuve esa suerte, esa oportunidad. Y, como anciano que ya era, don Pancho Gabilondo hizo frente a mi grabadora un recuento de vida. Eso me emocionará y significará un orgullo siempre. Esta tercera edición es más bien una nueva versión de la primera que se publicó en 1983. Es una obra de madurez mía, con una visión más amplia y más profunda de quién fue y qué hizo el creador de CriCri, en y por su vida.
—A los jóvenes de comunicación, ¿qué les sugerirías para ser buenos entrevistadores? —Es mucha responsabilidad dar consejos a estudiantes. Creo que uno descubre sus propios mecanismos, sus herramientas, a lo largo del camino. Lo que sí es muy importante, fundamental, es prepararse. No hay peor cosa que un reportero ignorante e impreparado. Todos ignoramos mucho, eso es normal, pero no es justificación para llegar sin información previa a una entrevista. Hoy menos que antes, pues existe muchas formas de acercarse datos, al instante, vía Internet. Sugiero a estudiantes que hay que leer mucho, pero leer libros, no solo periódicos; hay que leer literatura, novela, cuento, poesía e historia, como herramienta básica para andar por el mundo haciendo periodismo de cualquier género, pero más si se hace periodismo cultural. Una buena entrevista es resultado de ese background pero también de preparar un buen cuestionario revisando cuidadosamente el historial de vida del entrevistado. No deben perder de vista la mirada de su interlocutor, es reveladora de eso que no dice con palabras. Tropo
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Abigael Bohórquez (un homenaje en Quintana Roo) Gerardo Bustamante Bermúdez
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n 1957, el poeta, dramaturgo, dibujante, promotor cultural y hombre de letras, Abigael Bohórquez (1936–1995) se dio a conocer en el ambiente literario con su libro Poesía i teatro, con el que obtuvo el premio El Libro Sonorense. Tenía apenas 21 años. El texto pasó casi inadvertido a nivel nacional, a pesar de que autores como el poeta sonorense Mosén Francisco de Ávila y el tabasqueño Carlos Pellicer, le auguraron una fructífera trayectoria al escritor. En 1954, Bohórquez había viajado a la ciudad de México con la intención de hacer estudios teatrales; un par de años duró su estadía al cabo de la cual regresó a Sonora, donde tuvo un programa de radio; publicó en periódicos locales y montó su pieza teatral El aguijón de la abeja e incluso se desempeñó como cantante en centros nocturnos de San Luis Río Colorado, frontera con Estados Unidos, con la intención de obtener dinero para el día a día. Quizás estas experiencias diversas le sirvieron para intentar el regreso a la capital mexicana, en donde se instaló de 1962 y hasta 1990; obtuvo algunos empleos, entre ellos podemos enumerar el de mecanógrafo del departamento de Difusión del INBA, Director de Ediciones y maestro de poesía coral en el Organismo de Promoción Internacional de la Cultura, que dependía de la Secretaría de Relaciones Exteriores, así como maestro de actividades culturales en el Instituto Mexicano del Seguro Social. ¿Dónde estaban sus contemporáneos, las editoriales, los críticos y periodistas de los años sesenta y setenta? ¿Por qué casi no se hablaba sobre su poesía y las compañías teatrales no montaron obras emblemáticas de la dramaturgia nacional como Nocturno del alquilado y la tórtola, Caín en el espejo o La madrugada del centauro? A la fecha, su teatro sigue en el olvido en tanto no
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l a t i n t a t e n t a se materialice en la puesta en escena. Su poesía, por el contrario, se ha mantenido vigente dentro de los lectores y escritores que reconocen que la poesía, además de ritmo y construcción con el lenguaje, es discurso y compromiso con la palabra. La publicación del libro Poesía reunida e inédita, publicado en el 2016 por el Instituto Sonorense de Cultura fue un verdadero reconocimiento a la pluma del escritor. Y fue justo que su estado natal reconociera y apoyara el rescate de su legado poético. En México se tiene la costumbre de hacer homenajes a tal o cual escritor, aunque los lectores no sepamos en ocasiones bien a bien cuáles son los verdaderos méritos del creador ni consideremos que su obra es trascendental para la cultura nacional, así sucede con buena parte de los autores que bajo el patrocinio del pueblo, vía el Estado, asisten a lo que denominan la “legión” de representantes en ferias de libros internacionales. ¿De verdad representan lo mejor de la literatura nacional? ¿Quién lo decide? ¿Sus obras serán con el paso de las décadas e incluso de los siglos, textos clásicos mexicanos o universales? Quizás porque de otra manera sería una decepción, ya que se invierte en ellos. En México tenemos la costumbre de valorar y publicitar textos por el nombre del autor y no por la factura literaria; en los periódicos la mayor parte de la crítica literaria se ejerce a través de la descalificación personal o la elegía obsesiva, como si se tratara de una letanía literaria en donde se nos dice que ha nacido el mejor novelista en lengua española, el mejor poeta de América y generalidades por el estilo. La crítica literaria en estricto sentido es una valoración de la obra utilizando los parámetros de la estética literaria; lo demás no es necesario. Un lector no debe tomar demasiado en cuenta el número de premios obtenidos por el autor, los homenajes, la invitación a festivales con gastos pagados; en síntesis, la alfombra roja y la suntuosidad no son importantes si la obra no resuena. La crítica literaria al inscribir a los autores a generaciones o grupos literarios lo que hace en soslayar la presencia de unos y privilegiar a otros, aunque a veces una obra literaria no resista un mínimo análisis. Así las cosas, ha sido necesario que la publicación del libro Poesía reunida e inédita viaje por distintas partes del país, sobre todo porque es la primera vez que se recopila la obra poética completa del autor, más un nutrido corpus de textos inéditos, pertenecientes a colecciones particulares, ya sea de familiares, escritores, críticos o amigos. La poesía de Bohórquez es una caja de Pandora y por eso era necesario reeditarla, ponerla al alcance del público y decir que el nombre del sonorense está a la altura de los mejores poetas de su siglo como Xavier Villaurrutia, Efraín Huerta, Octavio Paz, José Carlos Be-
cerra, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero y otros tantos que podemos enumerar porque México tienen una larga tradición poética, pero hacía falta el nombre de Bohórquez, siempre hizo falta porque nunca se le promocionó ni reconoció como se merecía, sin embargo, el reconocimiento, se dice, se lo dan los lectores a un artista y eso es Bohórquez: un artista. Poesía reunida e inédita pone nuevamente en circulación a un autor indispensable, a un creador que no perteneció a generación poética alguna ni a grupos teatrales oficialistas. La obra de Abigael se defiende sola, por eso las nuevas generaciones se encuentran con ese velero de poemas frescos, íntimos y desafiantes y esa es la razón por la cual decidí hace algunos años emprender el rescate de su obra, sobre todo porque me di cuenta de que su presencia en antologías era inexistente; medité que durante mis estudios universitarios, ninguno de mis profesores me habló sobre él, que en las bibliotecas no se encontraban sus libros y que incluso circulaban en fotocopias entre los que esperaban las reediciones. La sorpresa en la presentación del libro en Quintana Roo, en el contexto del Festival de la Cultura del Caribe fue saber que varios jóvenes escritores de la región viajaron de ciudades cercanas sólo para ver la presentación y encontrarse con el libro del vate sonorense, abrazar las casi setecientas páginas de poesía amatoria, cruda, desafiante. Y lo hicieron quizás porque la fortaleza del discurso poético ha resistido varias décadas de ignorancia y censura institucional. Así, las ciudades de Cancún, Cozumel y Puerto Morelos conocieron o se reencontraron hace algunas semanas con una voz potente, con un discurso que cimbra las emociones de quien escucha la voz rabial, a veces tierna, erótica y desnuda de Abigael Bohórquez, el que para algunos está a punto de convertirse en una religión literaria que resurge en medio de tanta poesía actual. Los textos del gran poeta mexicano le escupen a los cretinos, a los sádicos de poder, a los insolentes de la censura y Quintana Roo ha sido un escenario propicio para dar a conocer a un autor que con su palabra sigue siendo vigente pues en sus versos hay solidaridad, amor y dignidad por el hombre y la naturaleza, por el amor y los placeres, pues finalmente de lo que se trata es de vivir el breve tránsito del hombre hacia la muerte. La poesía sincera sólo pueden lograrla aquellos que indagan en la verdad del hombre, en las emociones francas, aquellos que no toman a la poesía como un recurso de fama. A lo largo de su vida, Bohórquez estuvo en las instituciones sólo como un sencillo maestro; no fue el funcionario que aparece en nóminas con sueldos ostentosos y ofensivos, como aquellos que viajan a diversos países y duermen en hoteles de muchas estrellas; no fue el diplomático cultural o embajador y qué bueno
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Bustamante desnuda la obra de Bohórquez
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ediante un espectáculo que combinó la danza, la música y la teatralización de la lectura de fragmentos de poemas, el artista Gerardo Bustamante fue la sorpresa de las jornadas literarias del recientemente celebrado Festival de Cultura del Caribe 2017. Al contemplarlo totalmente desnudo sobre el escenario, el público de Cancún, Cozumel y Puerto Morelos testificó una propuesta artística en donde el performance fue el vehículo para presentar de manera resumida la vida del poeta Abigael Bohórquez, así como del libro que reúne toda la obra de este autor sonorense no suficientemente conocido aún. En el espectáculo artístico Gerardo leyó fragmentos de sus reflexiones como ensayista alrededor de la obra
porque eso lo hace un auténtico escritor underground, un verdadero outsider, un disidente de la propia poesía nacional de su tiempo. En meses recientes he presentado el libro Poesía reunida e inédita en diferentes lugares de la ciudad de México, así como en Sonora, Puebla, Tabasco, Chiapas y Yucatán; la recepción ha sido destacable, sobre todo porque la presentación se ha realizado bajo un formato en el que intervienen recursos del teatro y el performance, mismos que se mezclan con la lectura de fragmentos reflexivos sobre la obra del autor. Una presentación que no puede ser tradicional o acartonada; así se les informa a las instituciones que me invitan, sobre todo porque no admito, bajo ninguna circunstancia, la censura. Abigael la padeció por cuarenta años y ahora que se habla mucho de libertad de expresión, identidades de género y democracia –aunque sólo desde el discurso– es necesario tomar la palabra y hablar, que es el único recurso que conduce a la libertad del hombre. Abigael Bohórquez ha sido por décadas un escritor amado u odiado. Algunos poemas suyos son un muestrario de resistencia y actualidad política, sobre todo cuando en el país hemos aprendido a inconformarnos con rabia por el asesinato de periodistas, los feminicidios, la impunidad, la corrupción, la desaparición de estudiantes, los crímenes por homofobia, la pederastia y el descaro político. El resur-
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gimiento de poemarios como Acta de confirmación (1966) y Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (1967) son una muestra clara, por eso era evidente que en su época Bohórquez fuera un autor silenciado, no complaciente: Canto al hombre del mundo por el dedo en las llagas de su estatua, de su hambre y de su hombría; si no tiene mi verso sonido de martillos levantando edificios, cantos de obrero en marcha, ímpetu de azadón, pico y máquina de coser, si no viene mi verso a decir las verdades del hombre no me sirve. Eso es todo. (De “Manifiesto poético”) Por otra parte, el resurgimiento de la poesía de Bohórquez viene a aleccionar a los individuos en su educación sexual y afectiva. Su poesía son alas de libertad, son susurros o gritos, por eso en ocasiones levanta ámpulas, saca ronchas a las buenas conciencias, a las moralidades decimonónicas, “a los maliciosos bragueteros”, “a los re-
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del bardo nacido en Caborca y recitó los poemas del autor con una intensidad donde las manos y el cuerpo en general hablaron lo mismo que la palabra. Así, fue posible que el amor, el erotismo y el coraje de Bohórquez aparecieran poco a poco hasta fusionarlo con el artista Bustamante en un acto poético envuelto en la luz mágica del escenario. Con el telón de fondo de la voz de Cuco Sánchez, Lucha Villa y María Luisa Landín, Bustamante bailó por el escenario, se envolvió en rebozos que bien pudieron ser la metáfora de un joven amado, un galán esquivo, una madre muerta o un falo. Manipulando ejemplares del libro presentado, el artista bailó hasta hacer subir la intensidad al máximo mientras al fondo un video proyectaba fotos del escritor homenajeado. Fue entonces cuando se escuchó la canción “Amor perdido” en voz de María Luisa Landín, cuando la luz azul y roja recordó un cabaret de los años sesenta, mientras Bustamante se desnudaba lentamente, bailando con un rebozo la danza de un olvido. Todo se volvió memoria entonces e interés por descubrir la obra de Abigael Bohórquez, un autor que renació en este espectáculo creativo, una de las más audaces presentaciones editoriales en el Festival de Cultura del Caribe. Tropo (Con información de Luis David Canul Suárez).
sentidos calenturientos” a la “distinguida cogelona”, como lo describe en su poemario Digo lo que amo, testimonio poético en donde les escupe y les mienta la madre a sus detractores, los conocidos y los anónimos. Abigael se divierte también con su poesía; hace pastiches de la tradición. Sus versos potentes dinamitan el placer, como en el siguiente soneto paródico de la poesía romántica y modernista. Scorpio, el humo, el ron y reencontrarnos en el sitio, la hora, lo esperado; ojos devastadores, labio armado y la urgencia de entrar, luchar, amarnos. Ninguna cosa más, hablar a tientos, apagando la luz, redescubriéndote; yo dejándome hacer y tú entreabriéndote, ancla de pan, sedestremecimientos. Luego subiste sangre, pendulaste entero y firme badajo de ambrosía, yo muy acá; entonces te alocaste; y en mar de amar mientras cegaba el día en sexo concertado me dejaste,
mientras pasaba el último tranvía. Ahora, lenguante el mar, bramal y salitrado, profundamente canta en la memoria, canta, mientras la vida, con revuelta marea rejunta entre sus aguas las aguas de este olvido. Todo tiene su precio. Y he pagado con vejez o con lágrimas aquel amor perdido. (De “Los dulces nombres”) Gerardo Bustamante Bermúdez. Doctor en Letras por la UNAM, maestro en Letras Mexicanas por la misma institución y Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana. Sobre el escritor sonorense Abigael Bohórquez ha editado los libros Dramaturgia reunida de Abigael Bohórquez (2014), Digo lo que amo (2015), Acta de confirmación. Canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles (2015). En el 2016 el Instituto Sonorense de Cultura publicó el libro Poesía reunida e inédita de Abigael Bohórquez, en el que realizó la recopilación, estudio, edición y notas. Prepara un libro de Bohórquez en el que recopila su producción ensayística.
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N o t a s
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c a f é
Carta a Molière Leticia Santiago
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utuus Tarjoaja me extendió un par de hojas tamaño oficio, escritas a mano y con letra manuscrita grande. Me pidió que las leyera, pero nunca que le diera mi opinión. En su rostro se reflejaban la incertidumbre y la incredulidad. Un rostro que mostraba la absoluta sorpresa ante lo que no se puede creer, ante lo que no se puede comprender, a pesar de verlo tan tangible. Había en su mirada hastío y cansancio haciéndole frente al incumplimiento de uno de sus más grandes anhelos. Aunque los anteojos no podían esconder la desesperanza que guardaba su mirada, tampoco dejaba de lucir fresca y feliz, como desde que había decidido responsabilizarse de su felicidad. Doblé las hojas a la mitad y las coloqué dentro de mi bolso para leerlas en un momento más calmado. Hoy por la mañana, leí algo que decía así: “En cualquier lugar del planeta, en pleno Siglo XXI. Jean Baptiste Poquelin, alias “Molière” VIGENTE ASUNTO: Pequeños apuntes a cuatro versos de su obra Escuela de mujeres. “Apreciable Señor Molière, “No quisiera comenzar con el asunto que me ocupa sin antes reconocer ampliamente la exquisitez de sus versos y la hilaridad a la que me condujeron. Entre la comedia y la farsa, he encontrado siempre un punto en que la ironía y el sarcasmo no solo han de producir carcajadas sino que también convergen en un espacio de reflexión. Por eso, hoy me atrevo a dirigirle esta
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misiva, en el afán de hacerle saber cuánto siento que sus reflexiones, profundas, revolucionarias y vanguardistas para su contexto histórico, permanezcan dentro del ámbito del primitivo naturalismo, que hoy lamentablemente sigue vigente, y en el que usted ha sido encajonado por diversos estudiosos de su obra. Lo siento porque, aunque en su momento cambiaron la visión de millones de mujeres y hombres en su quehacer social y biológico, quedaron también tatuadas en la memoria genética de una sociedad que hoy en día, parece no haber esencialmente evolucionado. “Esa visión feminista que usted defiende en el siglo XVII, aparece en mi perspectiva como otra más de sus comedias. Eso sí, aprecio enormemente la libertad que nos otorga para elegir estar o no dentro de una relación marital. Incluso, me parece que su postura de dejar en completo dominio a la mujer sobre la decisión de casarse solo cuando exista el amor y darle la oportunidad de elegir con quién habrá de jugársela, está fuera de su época y resulta, todavía en nuestros días, totalmente liberadora. ¡Wow! ¡Vaya que es liberadora! Además, hay que reconocer que esta visión que usted abanderó en Francia, hoy hace más de 350 años, representó un fundamento ideológico del feminismo desatado y desenfrenado del Siglo XX.
“Sin embargo, Señor Molière, sigo leyendo con asombro y enojo, en su obra Escuela de mujeres, una aseveración aberrante que usted pone en boca de Arnolphe cuando dialoga con Chrysalde: “Épouser une sotte c’est pour n’être point sot (…) Mais une femme habile est un mauvais présage”1. Y es en este sentido que se sitúa el eje del asunto que hoy vengo a reclamarle: en pocas palabras, apreciable señor Molière, según su parecer, ¿las hábiles y pensantes están solas o insatisfechas y las otras no?, ¿son en realidad un mal presagio las mujeres inteligentes? Todavía me extrañó más cuando Chrysalde le pregunta: “Une femme stupide est donc votre marotte?” Y Arnolphe contesta: “Tant que j’aimerais mieux une laide bien sotte, qu’une femme fort belle avec beaucoup d’esprit.”2, porque entonces confirma mis dudas acerca del verdadero feminismo que usted proclama y que se queda en una más de sus comedias. ¡Cómo! ¿Dónde está el gentilhombre que tanto y tan bien caracteriza a lo largo y ancho de su obra? “Es cierto, quiero creer, que sus experiencias amorosas hayan sido traumáticas. Sé, de buena fuente, que fracasó varias veces en el arte del amor y que eso dejó una herida de rencor abierta de por vida. Sobre todo, entiendo que para quien acostumbra “echar el cerebro a andar” como en su caso, se dificulte más de lo normal establecer una relación de pareja estable y enriquecedora; una relación horizontal de igual a igual. Se requiere, eso sí, más coraje e inteligencia lidiar con quien también reflexione; amar un ser pensante. Es un reto y así se juegan los retos. Puedo entender, también, que para alguien de un genio literario y de pensamiento como el que usted posee, encontrar una mujer que no lo opacara fuera más cómodo y sencillo. Me puedo explicar hasta qué punto el ego y el engaño lo hizo buscar brillar en función de la obscuridad de los demás. Hecho que también en nuestros días sigue vigente. Aunque, contrario a usted, mi opinión es que dos luces emanan más luz al mundo que una sola. “En conclusión, apreciable Señor Molière, quiero solo manifestarle mi rebelión y el enojo que provocan estos versos. Además de asegurarle que las mujeres y los hombres somos una especie capaz de amar y pensar simultáneamente; que nuestra poca o mucha belleza no determina nuestro coeficiente intelectual y que es nuestro elevado coeficiente emocional es el que ha salvado a nuestro género de históricas vejaciones. Señor, es hora de aceptar y dejar que el ego calle. Quiero seguir teniendo esperanza. ¿Podré, en algo, contribuir con la presente misiva para cambiar esa memoria histórica y genética que a veces nos hunde a las mujeres en la desesperanza?
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Quedo de Usted, siempre admiradora de sus letras y en constante reflexión. Atentamente, Su admiradora Autuus Tarjoaja, mujer inteligente, bella y feliz, buscando alguien que me acepte así. Ccp Arthur Schopenhauer: ¿Me estás oyendo inútil? A propósito de tu obra El Arte de Tratar a las Mujeres” —Un espresso doble con un chorrito de agua caliente, por favor —pedí a Juan absolutamente esperanzada mientras doblaba de nuevo las hojas. Tropo
(1).De La Escuela de mujeres, Molière. “Desposar una tonta no es por ser tonto. (...) Pero una mujer hábil es un mal presagio.” Traducción del autor. (2). Ibídem. “Entonces, ¿una mujer tonta es vuestra moda?” (...) “Tanto, que más prefiero una fea bien tonta, que una bella y con gran espíritu.”. Traducción del autor.
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Herbert Marcuse.
Marcuse y García Ponce: la presencia de Eros José Castillo Baeza I
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ue una búsqueda personal la que me llevó al libro Eros y civilización de Herbert Marcuse. No es el tema de estas notas ahondar en dicha búsqueda, pero sí viene al caso decir que mucho de lo que me llevó a leer al filósofo alemán provenía de la idea de no sentirse a gusto en un mundo en el que absolutamente todas las aristas de la vida se han banalizado: la educación, la economía, las relaciones sociales y personales. Caer en la cuenta de que la hipocresía y la imagen son los móviles de muchísimas acciones tanto a nivel individual como institucional, me llevó a cuestionar qué papel es el que juegan el arte y la literatura, si es que estos se han salvado
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de la degradación que sufrimos en este inicio de segunda década del siglo XXI. Es decir, más allá de la retórica que señala que la literatura cumple una función social, que nos humaniza, que retrata el mundo y sus matices, ¿realmente tiene algún tipo de participación activa en la construcción de una vida mejor? Fue tal el pasmo que dejó en mí Eros y civilización, que al cerrar el libro volví a abrirlo en las primeras páginas para revisar la fecha de publicación, y entonces vi, con asombro, que el traductor al castellano de dicha obra es nada menos que Juan García Ponce, quien había traducido, además, El hombre unidimensional y Un ensayo sobre la liberación, ambos en 1968 —hagamos el énfasis que la fecha merece.
l a t i n t a t e n t a El libro de Marcuse es una especie de respuesta o réplica a El malestar en la cultura de Freud. Libro paradigmático donde el psicoanalista afirma, de manera contundente, que la cultura es, por origen, represiva; que no hay manera de construir una civilización donde el hombre se sienta en plenitud. Dice Freud que el principio del placer “ni siquiera es realizable, pues todo el orden del universo se le opone, y aun estaríamos por afirmar que el plan de la “creación” no incluye el propósito de que el hombre sea feliz”. La afirmación no es nimia. Dice Freud: “... los miembros de la comunidad restringen sus posibilidades de satisfacción, mientras que el individuo aislado no reconocía tales restricciones”. La esperanza de una civilización diferente, es el tema del libro que tradujo García Ponce. Marcuse coincide en muchos aspectos con Freud; de hecho, las primeras partes del libro son un análisis de El malestar en la cultura: “El individuo llega a la traumática comprensión de que la gratificación total y sin dolor de sus necesidades es imposible. Y después de esta experiencia de frustración, un nuevo principio de funcionamiento mental gana ascendencia. El principio de la realidad invalida al principio del placer: el hombre aprende a sustituir el placer momentáneo, incierto y destructivo, por el placer retardado, restringido, pero ‘seguro’”. Para que exista cultura, el hombre debe reprimir sus instintos y, en consecuencia, el principio del placer: la satisfacción individual debe ser sacrificada en nombre de la comunidad. La ananké (escasez) obliga al hombre al trabajo. Lo que Freud no señala pero sí lo hace Marcuse es que esta escasez es organizada por nuestro modelo económico. El Eros libre que el filósofo de la Escuela de Frankfurt propone es, también, el Eros implícito en la obra de García Ponce: la libertad del individuo con sentido de colectividad. Marcuse socializa la explicación de Freud y afirma que el verdadero conflicto no se da entre trabajo y Eros, sino entre trabajo enajenado y Eros: la mecanización del trabajo y la duración de este; el control del tiempo libre a través de una industria de la diversión enajenante. De ahí también que nuestra educación (entendida en el sentido más amplio del término) sea represiva y no transformadora. De ahí también que la educación sea una especie de entrenamiento para el trabajo, un moldeamiento de acuerdo con los valores de la cultura. Al respecto, Octavi Fullat ha cuestionado: “Educar exclusivamente en vistas a lo útil e inmediato, en vistas a lo que hay, ¿no será, sin esperarlo, elemental doma de elefantes de circo o simple domesticación del perrito hogareño, al que enseñamos a no defecar en casa?”
te en muchos sentidos. Primero, porque hay muy pocas acciones en él; muy poco se cuenta en el relato. Más bien, todo sucede a nivel de los indicios. Al narrador le interesa más construir una atmósfera que contar propiamente una historia; una especie de mezcla entre el lirismo que alcanzan algunas narraciones de María Luisa Bombal y la tensión dramática que generan los cuentos de Raymond Carver. Infinidad de veces hemos imaginado qué sucede después del final de una historia. Cuando los finales son abiertos, participamos en la construcción de los posibles desenlaces; cuando los finales son cerrados, más de una vez hemos pensado qué hay más allá del punto final: ¿Qué fue de la vida de tal personaje? ¿Cómo será la vejez de Lolita? ¿Qué habrá pasado con la institutriz de Otra vuelta de tuerca de Henry James? ¿Cómo fue la vida de Odiseo y Penélope después del regreso del héroe? Pues bien, el cuento Después de la cita parece ser el apéndice de otro cuento que no nos contaron; eso que pasa después de que el autor finaliza la historia. Cuando el texto empieza, lo más importante ya ha pasado. Todo lo que se nos cuenta es la caminata de una mu-
II Hay quien afirma que Después de la cita fue el primer cuento escrito por García Ponce. Es un relato interesanJuan García Ponce.
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l a t i n t a t e n t a jer a través de la ciudad después de un supuesto encuentro con alguien. La cita apenas nos es referida, el personaje no habla; únicamente camina, observa, cambian sus estados de ánimo. Y es que casi todo en el relato tiene vida. Mediante el recurso de la prosopopeya, García Ponce logra que la atmósfera se convierta en un agente significativo donde la luz, la oscuridad y el aire se personifican. Al principio del relato los árboles tienen “intricados esqueletos” que “resisten” el paso del aire, este, a su vez, hace “murmurar” y “cantar” las pocas hojas que quedan en otras ramas. Es decir, la vida que se otorga a estos elementos connota, paradójicamente ausencia de esta. Graciela Gliemmo ha dicho que son las imágenes las verdaderas protagonistas del autor yucateco: “[...] en la narrativa de Juan García Ponce la historia se circunscribe a lo que acontece en espacios interpersonales e íntimos”. En este sentido, Armando Pereira ha señalado la importancia de un libro como El arco y la lira de Octavo Paz, un ensayo sobre poesía que los narradores de la generación de medio siglo hicieron suyo mediante el lirismo que recorren muchos de sus relatos. En la caminata de la mujer podemos distinguir distintos momentos marcados por la presencia alternada de la luz y la oscuridad. “Caminando en diagonal, salió del camellón, atravesó la calle y siguió avanzando por la banqueta. Al llegar a la primera bocacalle una súbita corriente de aire despeinó aún más sus cabellos. Metió las manos hasta el fondo de la gabardina y apresuró un poco el paso”. Seguidamente de esto, al llegar a la primera zona iluminada, la mujer se quedará viendo a través de una ventana, a una pareja de ancianos que “se sonreían, afectuosa, calurosamente, desde cada uno de los extremos de la mesa”. Aparentemente aquí la luz tiene un valor positivo, está ligada al afecto, a la convivencia, la familia, sin embargo el personaje “no quiso ver más. Suspiró inexplicablemente y siguió caminando”. Cuando ella ha vuelto ya a las calles, el narrador nos dice que el viejo se levanta de la mesa y apaga la luz. La escena es sugerente y ambigua. No se nos dice nada más. Entonces ella deja la calle y vuelve a la oscuridad del camellón donde ve un bulto oscuro que resulta ser una pareja que se separa cuando ella se aproxima. Se escucha una risa nerviosa. El narrador remata: “Un halo de soledad se desprendía de la débil luz que la interminable fila de faroles proyectaba sobre el piso brillante”. La mujer decide comprar algo de comer en un puesto ambulante, pasa de largo por el cine y entonces viene la única pista que se nos otorga para saber qué sucedió antes: “Durante largas horas había esperado inútilmente, aterida de frío, impaciente, unas cuantas calles atrás. Nada de eso importaba ya. Sólo el cansancio y el sabor incierto de la espera le recordaban esos momentos. Quería caminar y
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olvidarlo todo; la alegría y la esperanza y después el principio de las dudas y al final la certeza de que no vendría, junto con la necesidad angustiosa de decir a alguien todas las palabras que tenía guardadas para él”. Este párrafo perdido en el bosque atmosférico de insinuaciones y sugerencias que García Ponce construye, nos confirma que la cita a la que alude el título en realidad nunca existió como tal porque él, la persona a la que ella esperaba, nunca llegó. “Las ventanas iluminadas y el brillo del cine quedaron atrás”, dice el narrador. Es decir, volvemos a la oscuridad de “flores marchitas” donde las hojas “ruidosas” caen. Un niño se le acerca y le pide un cigarro. “El silbato de un tren cubrió de melancolía y tristeza los densos rumores de la noche”. El niño está despeinado, sucio y descalzo. Él le cuenta que duerme en la calle y que no ha comido. Ella entonces siente “una lástima extraña, que la abarcaba a ella misma” y le regala lo que trae en la bolsa. Sube a un camión y observa a los pasajeros: dos obreros, albañiles seguramente; un señor gordo y canoso, un muchacho flaco con barros y ojos tristes, una mujer, una vieja y una niña, y al fondo, bajo la luz tenue y gastada, una pareja de edad indefinida, compañeros de oficina probablemente. Todo ello “le parecía mortecino y agónico”. Al bajar del autobús “la calle brillaba como un espejo y la ciudad entera parecía alegrarse de ello”. Y durante su caminata final el personaje “pensó en su casa, en las preguntas y reproches y en las mentiras que tendría que inventar. El recuerdo de la espera le llenó nuevamente la boca, y los aparadores perdieron todo su encanto. Atravesó rápidamente y paró un taxi, tratando de evitar que el nudo en la garganta se convirtiera en lágrimas.
III De la desolación interior García Ponce presenta entonces, en este relato, la caminata de una mujer por una ciudad indiferente. Mientras ella avanza y observa, el narrador habla del mundo ¿Qué dice? Que afuera hay desolación, o acaso que la desolación está dentro de ella y se refleja en la manera en la que percibe. De cualquier forma es lo mismo. Lo que ve y le sucede al personaje es una estampa de la cultura que hemos creado: el amor como fracaso y una sociedad represiva que posterga el placer y pone candados para Eros. En este cuento, la oposición luz/oscuridad que marca el camino a casa de la protagonista es engañosa. Eso que parecía un contraste donde la luz simboliza el valor positivo del amor y de nuestras relaciones con el otro; y la oscuridad un lugar donde aparece nuestra podredumbre social es únicamente apariencia. Lo cierto es que, si observamos con deteni-
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Fotografía: Agustín Labrada. Tristezas.
miento en cada uno de las escenas en las que la luz se convierte en agente significativo, podremos apreciar que se trata, en realidad, de una luz oscurecida. La luz que emana de los aparadores cuando ella está por llegar a casa, es una luz fría, impersonal, urbana; artificial, puede decirse: “Libros, discos, pieles, vestidos, alhajas, curiosidades...”. Incluso en la escena de la ventana, cuando pensaríamos que la luz es afirmativa al ser metáfora del amor de pareja, la familia o la vejez acompañada, la nostalgia de la protagonista termina por teñir esa luz con un suspiro inexplicable. Algo similar podemos decir de la flama que ilumina al niño que le pide un cigarro casi al final del relato. Y por otro lado, ¿Qué es lo que encontramos en la oscuridad?: árboles que son como esqueletos, hojas que caen inevitablemente, una pareja que se tiene que esconder la pasión detrás de las sombras, la pobreza y la marginación social; todo lo que escondemos bajo la alfombra de los callejones y los interiores de los camiones urbanos, ahí donde se guarda el polvo que esconde la normalidad que impone el orden social. El García Ponce ensayista no era ajeno a nada ello. Cuando habla acerca de sus entes ficcionales dice: “La culpa, la muerte, la destrucción del amor, la locura son el precio que cobran las normas sociales y también el que les impone a los personajes su propia incapacidad para mantenerse fuera de las normas”.
Hoy ya nadie se pregunta por la felicidad. Pareciera que la represión de la sociedad industrial, para decirlo en términos de Marcuse, ha terminado por hacernos dóciles y obedientes, pero sobre todo, hemos aceptado que esa nebulosa que llamamos sistema es imposible de cambiar, y hay que vivir, entonces, apegados a los pequeños intersticios que nuestra subjetividad tiene para que nuestro espíritu sonría solamente de vez en cuando. En Después de la cita, vemos cómo García Ponce conjuga los dos polos de nuestra caminata por el mundo: las relaciones interpersonales y nuestra vida en sociedad. La mujer que llega a su casa a llorar desconsoladamente proyecta la imagen del amor como fragmentación social, donde el culpable de ello es, en gran medida, no tanto el personaje que nunca llegó, sino nuestra subjetividad atravesada y rota. Quizá por eso los relatos tienen que terminar, porque después de ellos hay desolación y un inquietante silencio. Tal vez por ello, García Ponce, decidió escribir el epílogo de una historia que nunca se contó. A espaldas de la literatura está la vida y, en ella, ni la luz ni Eros brillan realmente. El llanto final de la protagonista del cuento termina por confirmar que la poderosa arquitectura que sostiene nuestra civilización se empeña en ignorar que los cimientos que la sostienen están hechos de miedo, desolación e indiferencia. Tropo
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Con alevosía Mariel Turrent El cazador de tatuajes Juvenal Acosta Tusquets 2004, 2017 195 pp.
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al vez la inocencia de una acción espontánea me hubiese salvado, pero mi pasado semiletrado me condenó a una acción ruin por premeditada –no en mi cabeza, sino en otra más perversa que la mía”. Y es que por fuerza eso nos sucede a todos los lectores: nos dejamos seducir por las ideas, palabras y experiencias creadas por otra mente. El lector se desdobla y entra en la dimensión de la ficción; poseído, hace y deshace, imagina, siente. Sí, siente profundamente. En pocas palabras vive todo lo que el autor ideó con alevosía y luego, como un falsificador, de manera consciente o inconsciente, lo recrea. Alevosía. Me encanta esa palabra y lo que me recuerda. Y me parece adecuada para calificar con ella la manera en la que Juvenal Acosta hace del El Cazador de Tatuajes una metáfora de la lectura. La narración inicia en una cama de hospital. Julián Cáceres, profesor de literatura se encuentra atrapado en el calabozo de su cuerpo inerte e incomunicado con la realidad. El único recurso que tiene para afirmar su identidad es recordar las marcas indelebles, los tatuajes y las cicatrices que le fueron
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dejando las lecturas de su semiletrado pasado y cuatro mujeres (símbolos de sus cuatro puntos cardinales, cuatro ciudades, las cuatro estaciones de su vida, los cuatro elementos: aire, agua, fuego y tierra). Como Artemio Cruz, vencido por su cuerpo, escucha voces, pero a Cáceres las voces le hablan de sí mismo: un producto de signos creados por Rilke y Blake que recrea escenas de Greenaway y se descubre enamorado de una mujer, cuya violencia de orden intelectual ha sido moldeada por Sade, Bataille y Klossowski. Julián es el seductor tercermundista, víctima de su miedo histórico, padeciendo la insoportable levedad de Kundera, recorriendo paisajes de Onetti y Borges y hasta nombrando a sus gatos en honor a López Velarde y Kierkegaard. Dividido entre realidades simultáneas distorsionadas, la poesía y el deseo contaminado, Julián explora temas profundos como la seducción, la identidad y la condición de exiliado tratando de entender su caída en el pozo más obscuro de la casi Isla fracturada de Ferlinghetti, donde asume que será devorado por las fallas geológicas de su propia geografía. “¿Qué cosa es el cuerpo sino el problemático instrumento de nuestros instintos, nuestras necesidades y nuestros deseos?” El cazador de tatuajes es el primer libro de la trilogía Vidas menores. La novela consta de 64 capítulos titulados, al igual que en la ópera, con la elocuente frase inicial. Desde su primer capítulo, el narrador en primera persona, con una agilidad sorprendente, nos atrapa en las profundidades de su ser. Su lenguaje, claro y directo,
transita de lo sensual a lo soez mientras recorre con los sentidos la biografía sexual de un hombre cuyo único presente es su pasado. Buscando la fusión de la prosa y la poesía, Juvenal Acosta utiliza con maestría la escritura del orgasmo, donde va alternando el lenguaje poético con una prosa filosófica que copula para engendrar una historia donde el cuerpo es una metáfora del mundo que decide cruzar la frontera hacia su lado obscuro. No es casualidad que Julián Cáceres, alter ego de Juvenal Acosta, se proponga escribir un estudio sobre la obra de García Ponce y su empeño se vea constantemente interrumpido por sus conquistas. Con alevosía el autor nos hace cómplices de la umbrosa vorágine de esta obra filosófica y erótica que a las claras se convierte en un homenaje al escritor yucateco de la Generación de la Ruptura. Tropo Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo electrónico: marielturrent@gmail.com
Ilustrado con magia negra Habib Sánchez La joven durmiente y el huso Neil Gaiman Salamandra, 2015 72 pp.
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eil Gaiman es un autor británico multifacético que ha escrito novelas, cuentos, poesía, cómics y guiones para cine y televisión, siendo laureado en diversas ocasiones. Sus escritos siempre vienen acompañados de asombrosas portadas o ilustraciones internas logradas por las mentes de artistas como Dave McKean, quien colaboró con él en Sandman, una de las novelas gráficas más premiadas y considerada de culto en el medio. Otro ilustrador con el que ha hecho mancuerna es Chris Riddell, quien hizo una reinterpretación de Coraline y ha colaborado con portadas para otros libros de Gaiman. La joven durmiente y el huso es un libro que a primera vista reconoces, ya que combina dos cuentos que son muy identificables. Aunque se podría considerar que el escritor hace uso del retelling para darnos una versión nueva de los mismos, la verdad es que no. Gaiman nos obsequia una historia aparte que toma como base elemen-
tos de los clásicos infantiles e hilvana una conexión entre ambos y hace una continuación del “y vivieron felices...”. Chris Ridell por su lado encanta visualmente con su arte durante el transcurso de la narración. Las imágenes forman una perfecta simbiosis entre lo tétrico y la belleza. La entrega del artista se muestra en su obsesión por el detalle, retratando minuciosamente cada hebra capilar, cada uno de los árboles en la panorámica de un mapa o incluso las hojas en una enredadera. Los dibujos tienen un acabado estilizado en sus trazos, con líneas precisas que marcan los contornos de los personajes. La paleta de colores escasa (solo blanco, negro y dorado en ocasiones) hace una perfecta sinergia con todo el arte, aportándole un perfil de sobriedad a toda la obra, que cautiva a lectores de diferentes edades. La obra tiene matices que buscan atraer a distintas audiencias. Tiene el enfoque de un cuento clásico, con ese toque de terror que busca asustar a los lectores jóvenes con las consecuencias de la desobediencia o la curiosidad ociosa. Por otro lado, tiene pequeñas pinceladas de feminismo con una heroína, de personalidad determinada, que pone a un lado sus arreglos prematrimoniales por asuntos que considera de mayor importancia, además de no ser ella la damisela en peligro, abandonando la imagen del caballero que llegará en algún punto a rescatarla; de hecho, hay una au-
sencia de protagonistas masculinos durante la narración. También abarca un poco de existencialismo, abordado en los predicamentos de la unión en un matrimonio y los cambios futuros que acarrea la decisión o la libertad de elección en la vida. El cuento empieza en las vísperas de la boda de la gobernante de un reino que se ve amenazado por la extraña enfermedad del sueño. La reina emprende un viaje con el objetivo de salvar sus dominios y descubrir el misterio del padecimiento que azota a sus súbditos. Ella intuye que, al haber sido atacada por una maldición similar en el pasado, ningún otro hechizo de ese tipo puede afectarle, lo que no la hace dudar de su riesgosa aventura. Durante la misión, habrá pequeñas dosis de humor, impartidas por los seguidores de la joven o el propio narrador; otras de acción, como la huida de una turba de sonámbulos infectados o un paseo con lobos; y una pequeña de erotismo, escondida en la solución para disolver un maleficio. Un libro que merece estar en la colección de cualquiera, ya que cada página es tejida por el hilo brillante de una rueca encantada en la mente de Neil Gaiman. Tropo
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Con la serenidad de un espíritu bondadoso Norma Quintana Yabilaj Ever Canul Plumas Negras Editorial 2017
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ver Canul está rodeado de un aura bondadosa; su mirada tranquila y su mesura revelan que es un hombre paciente. Con paciencia fue cercándose a las palabras, durante años las fue rondando como un amante tímido, sin saber a ciencia cierta qué esperaba de ellas. Más seguro estaba de su interés por el hombre y su lugar en el universo. Aprendió a leer en el rostro impasible de los mayas una pasión que siempre estuvo más allá del código lingüístico. Hay cosas que se comprenden por instinto. Porque Ever es antropólogo. Cuando se le pregunta cuál es el lugar de las confluencias, el lazo entre la condición de poeta y su profesión, responde que no hay diferencias más que en lo aparente, porque al final se trata de lo mismo: la esencia de lo humano. Ever es un hombre curioso, y esa curiosidad ese espíritu indagatorio lo definen como creador. Es en la poesía
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en donde encuentra las respuestas que siempre estuvo buscando. Como su avance sobre la palabra poética ha sido extenso en el tiempo, es un escritor de pasos medidos, la poesía en él es un proceso que se cuece a fuego lento. Por eso solo ha publicado cuatro libros; del primero al último hay todo un camino de decantación y maduración expresiva. También hay un profundo cambio en el concepto y en la búsqueda de la verdad literaria. Su personal verdad. Este libro es una celebración de la imagen, sin cuya existencia no podría hablarse de ese fenómeno espiritual llamado poesía. El autor se adentra esta vez en los códigos de la tradición poética japonesa, un ejercicio complejo por el esfuerzo que implica trasladar el espíritu de una concepción del mundo y una expresión surgidas de una cultura y una lengua raigalmente distintas a las nuestras. La forma escogida es la composición conocida como tanka, una canción corta formada por dos estrofas desiguales; la primera, llamada hokku, sigue un patrón característico: tres versos sin rima de 5-7-5 moras, la unidad de medida que al trasladarse al español entendemos como sílabas métricas, mientras que la segunda está formada por dos versos de 7 moras, o silabas.
El tanka japonés está relacionado con el haikú, poema breve formado por tres versos de 5, 7 y 5 sílabas y cuya esencia es la yuxtaposición de dos imágenes separadas por un término que oficia como elemento cortante, y que establece el punto de flexión que a la vez las contrasta y las relaciona. De manera que al escribir tankas el poeta agrega dos versos de 7 sílabas procurando que no se diluya el espíritu original de la composición, cuya poética se basa en la emoción provocada por el asombro ante la naturaleza. En la base de esta poesía, especialmente el haiku, hay una percepción directa del mundo circundante, apegada a lo que puede ser captado por los sentidos y desnuda de abstracciones. Es por eso que en ellos la naturaleza no es, como en el Romanticismo, un pretexto para desbordarse en palabras y mimetizar en ellas los sentimientos humanos; antes bien, es un objeto poético en sí mismo que atrapa con extrema sencillez una conmoción del espíritu que es a la vez estética y sentimental, de ahí su contundente eficacia. Esta breve y hermosa colección de textos nos brinda la personal combustión (y elijo este término porque la poesía no es otra cosa que arder) de nuestro autor frente a las asombrosas
trazos que bailan en una dimensión icónica, al menos a mí me cuentan historias, historias en la cuales se traza el singular relato de una vida respirada, olida, vista y bebida a sorbos pequeños con la serenidad de un espíritu bondadoso, atento y pleno, con la plenitud de quien sabe que la felicidad es vibrar con las cosas bellas y con las no tan bellas de la vida. Tropo
Fotografía: Agustín Labrada. Final del agua.
posibilidades de la imagen pura como vehículo para desgranar la magia del descubrimiento, la profunda empatía del ser con las cosas que conforman su universo:
poética que tiene en México numerosos cultivadores, algunos de altura mítica como Octavio Paz, es que estas breves composiciones, más que
Norma Quintana (Pinar del Río, Cuba) es poeta, crítica literaria y profesora en la UQROO en Chetumal. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios Éxodos (1991) y De pólvora y jazmines (2014), y el libro de ensayos La muerte en la poesía de Nicolás Guillén.
Al mar regreso Mi alma también regresa Como un pájaro Mi infancia es un eco De olas y relámpagos En la comunión Fervorosa del día Solo silencio Un arcoíris pleno La niña que lo mira Verde mi casa Pasan y pasan loros Pasa una moto El camión de la basura Y en el cielo una garza Así, el paisaje cotidiano adquiere una dimensión que rebasa lo puramente descriptivo, cumpliéndose así el proverbio japonés que reza: cuando dibujas una rama, debes escuchar el suspiro del aire. Lo que veo como logro personal de Ever en el empleo de una forma
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Para emprender el vuelo * Fer de la Cruz Engranaje Jorge Yam Textual 2016 77 pp
Entramos en reversa Iniciamos al final
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n su prolegómeno, curiosamente al final de este libro, José Antonio Íñiguez señala un paisaje interior en conflicto —ahí me identifico, y pocos no lo harían— como hilo conductor en este fascinante mecanismo de transmisión lectoral cuyos engranes nos llevan de la poesía de compromiso social a la mencionada subjetividad intimista, en “cuatro movimientos o amagues ante la realidad que bien podrían ser los de cualquier ser humano” (p. 75). En este recorrido desde atrás hacia adelante, vamos a encontrar poemas cercanos tanto al “yo” como al “nosotros” así, en colectivo. Esto es Engranaje de Jorge Yam. Arrancamos.
Punto muerto cobra vida Metemos primera En la sección final que le da título al libro, encaramos a la muerte mero-
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deando las páginas tal vez como un revoloteo descendente en una taza de café, como la ausencia de quien promete gozo dejando cicatrices y resacas “donde las olas caminan en reversa” (p. 68), donde “niego entonces mi palabra / que ha quedado / en el borde de la copa” (p. 69). Hallamos en este cierre los motivos marinos recurrentes en todo el libro, entrelazados con los de la metapoesía (la página, las letras, la tinta…), pero ahora el sol tiene la mirada gris, la arena convalece, las emociones naufragan, las páginas temen no sobrevivir a las letras, en un lirismo franco y finamente perturbador.
Abrimos ventanillas Metemos clutch. Segunda Ni parabrisas ni salpicaderas nos protegerían de la hermosura contemplativa que Jorge Yam recoge ahora de paisajes naturales y nos avienta en “Destellos”, la penúltima sección. Se trata de seis haikús impecables en fondo y forma y que dotan de alas a nuestro recorrido.
Tercera velocidad La segunda sección es “Fondo azul”. El poeta cuestiona la razón de su existencia, como ante el espejo mismo de la mirada, como hilva-
nando los fragmentos dejados por las letras ante otro espejo despedazado. Los recuerdos empapelan al silencio para curar la timidez de los bolígrafos junto al cenicero. Afuera, la naturaleza vuelca árboles con ráfagas de viento como un monstruo que acaricia paredes y ventanas. ¿Y la naturaleza humana dónde acaso aterriza para mostrar su rostro? El poema llega escoltado por la duda. “Las respuestas […] no logran posarse en su vuelo” (p. 28) en tanto “[l]a poesía brinca entre mis dedos” (p. 29).
Llegamos al comienzo Quien insiste en la postura huidobriana de que la poesía debe mantenerse libre de contenido social, descalifica casi toda la obra de Neruda. ¿Quién dice que la poesía no puede cuestionar esta omnipresente “democracia a la mex” que resulta fachada de una dictablanda cada vez más dura? Engranaje, de hecho, abre con la sección “Política impura”, cuyos poemas denuncian a algunos monstruos de nuestra maquinaria nacional como la inequidad en las oportunidades, la
desesperanza que mueve a tantos a montar la bestia persiguiendo un sueño que se torna pesadilla, o el devenir de los 43 de Ayotzinapa y tantos más de ese y otros lados en este nuestro México no siempre lindo pero sí muy querido. Aquí las letras son proyectiles, “los ciegos […] no encuentran / justificación de su mirada” (p. 13), “las flores se dicen / con la voz alta de nuestros muertos” (p. 14) y “[l]a democracia se toma en las rocas / en una mesa redonda / donde nunca serás invitado” (p. 16).
La culebra del tiempo vuela en círculos mordiéndose la cola Retomando el acertado prolegómeno epilogal de José Antonio Íñiguez: “[L]as cuatro secciones que componen este libro conforman un engranaje que pone en marcha la voz, el grito, el ademán de un yo lírico que busca abrirse paso entre el silencio y la incertidumbre […] Engranaje, pues, es un libro que invita a desajustar las piezas que componen lo real y ejercer un movimiento seguro entre sus páginas. Valdrá la pena seguir su movimiento” (p. 76). Concuerdo con Íñiguez. No lo pudo haber dicho mejor. Y felicito a Jorge Yam por esta fascinante maquinaria modelo 2016, de 77 páginas en papel cultural, construido en los hangares de Textual Editorial del entonces México, D. F. y que hoy llega a buen puerto para deleite de quienes quieran abordarlo. TROPO
Fotografía: Agustín Labrada. Anclajes.
Fernando de la Cruz (Monterrey, Nue-
del Seminario de Escritura Creativa en
vo León, 1971) Radica en Mérida. Máster en Español por Ohio University. Profesor fundador de la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes, en Mérida, donde laboró por cuatro años. También impartió dos semestres
la Universidad de Quintana Roo. Actualmente coordina el plantel Centro Histórico del Centro de Idiomas del Sureste. Es autor de varios títulos de poesía y ha recibido dos premios nacionales, dos regionales y dos estatales.
* Texto leído por su autor durante la presentación del libro Engranaje el pasado 11 de marzo de 2017, en el Gran Museo del Mundo Maya, en el marco del 2º Encuentro Literario del Sureste, como parte de la Feria Internacional de la Lectura Yucatán (FILEY) en Mérida, Yucatán.
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Papiros
Alfalfa, vacas y caca Miguel Miranda Al final del periférico Guillermo Fadanelli Literatura Random House 2017 192 pp.
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l periférico de la Ciudad de México en los años setenta terminaba en Cuemanco, justo donde está ubicada la pista olímpica de remo y canotaje “Virgilio Uribe”. En aquellos años, la capital del país todavía incluía pastizales y áreas deshabitadas donde los ejidos cedieron ante los fraccionamientos, y las clases medias se expandieron a sus anchas. “Al final del periférico todo comienza o todo termina”, relata Guillermo Fadanelli (Ciudad de México, 1960) en su última novela escrita con la furia de un escritor frustrado que recuerda su adolescencia en Villa Cuemanco —un residencial al final del periférico donde se han establecido las familias de la nueva clase media pujante de los años setenta, en el sur de una ciudad que no tiene aún domesticados ni urbanizados sus suburbios—, y cuya acción se lleva a cabo en canales de aguas confinadas de Xochimilco, campos de béisbol de la Liga Mexica, establos y muchas vacas, donde cohabitan pandillas de adolescentes que buscan dar rienda suelta a “la edad de la punzada”. Willy es uno de ellos. Lo narra la voz en primera persona del escritor cincuentón y frustrado que ahora vive en la colonia Narvarte y trabaja para una
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editorial que le exprime a destajo. Willy es el propio Fadanelli que advierte desde la primera página que la biografía no existe y que los hechos narrados son producto de su imaginación. Sin embargo, hay mucho de verdad. La zona sur de Coapa está mapeada en la narrativa de Fadanelli; las calles, los canales, los colegios de la zona donde se “educaron” todos aquellos chamacos, existieron realmente (algunos lugares persisten hasta el día de hoy, como el Colegio Lestonnac). Pero lo que surge de la escenografía montada para la obra son los propios personajes de esa variopinta pandilla que transita de inocentes travesuras voyeristas y despertares sexuales hasta criminales radiografías de la sociedad mexicana que se fue impregnando de la codicia, gandallez y frustración de lo que ahora somos, cuarenta años después de que el periférico mirara inconcluso hacia las llanuras de Chalco. Fadanelli logra hilvanar a través de sus relatos una serie de pequeñas anécdotas que construyen la novela, con personajes muy claros y perfectamente estructurados, donde cada cual es parte del imaginario de la sociedad mexicana y condimenta su obra con situaciones inverosímiles, aparentemente graciosas pero con un trasfondo irónico que hace disfrutar al lector por la calidad imaginativa del escritor, aunado al surrealismo de aquella zona del sur de la ciudad de esos años: una colonia de clase media invadida por vacas, alfalfa y caca, como reza la porra de la Preparatoria 5. El autor ha sido elogiado por su última novela, fruto del esfuerzo y de-
dicación como el escritor tozudo que es, surgido desde el underground chilango, fundador de la revista Moho y de la editorial del mismo nombre. Fadanelli es el escritor de la ironía, del pesimismo y del escepticismo del fin de siglo del otrora Distrito Federal y área conurbada; la mayor parte de su obra novelística se basa en historias de aprendizaje como La otra cara de Rock Hudson (1997) o Educar a los topos (2006). Al final del periférico no es más que un retrato fiel de lo que somos los mexicanos como sociedad; escrito sin mucha filigrana literaria ni demasiadas vueltas de lenguaje, divierte, entretiene y hace pensar al lector; aquel lector (cada vez más escaso) que, en palabras del autor, no esté entretenido en el espectáculo barato, la aburrida tecnología y en la ansiedad del consumo de las cosas inútiles. Tropo
Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Tiene una maestría en Comunicación Corporativa. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún. Se dedica a la comunicación visual y a la publicidad.
Defensa de un Cancún Miguel Ángel Meza ¡Déjalo ser! Marcos Constandse Diana 2017 163 pp.
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caballo entre el ensayo testimonial, la crónica memoriosa y autobiográfica, y la novela de tesis (donde se defiende una visión empresarial del desarrollo de Cancún), ¡Déjalo ser! se suma a esa serie de textos que, desde diferentes perspectivas, recuerdan los orígenes de Cancún y tratan de interpretar las contradicciones inherentes al milagro económico de nuestro destino turístico. Narrada con una prosa correcta, sin pretensiones estilísticas literarias, la obra se ciñe más bien a la tradición oral, donde los personajes asumen la voz en largos monólogos —aun con interlocutor presente— para contar su historia, y la de la ciudad, para defender alguna de las tesis que plantea el autor, implícita o explícitamente: la integración de la población maya al auge económico de la región, el reconocimiento al esfuerzo de los pioneros, y la idea que vehicula el significado de la obra: todo aquel que se esfuerza lo suficiente, puede acceder a la riqueza que genera el trabajo honesto y en este caso el que genera el turismo. Situada en un hipotético 2026, donde la acción parecería articular
un primer plano temporal interesante (resuelto luego solo como historia de amor como telón de fondo para retornos al pasado), en realidad la novela es una crónica memoriosa realizada por sus personajes, especialmente para recordar cómo participaron en el surgimiento de Cancún desde 1976 a la fecha, en su crecimiento, en su consolidación. Así, se describen muchos conflictos ocurridos a lo largo de cincuenta años: la problemática del home port, la creación de los tiempos compartidos, la defensa del all inclusive, las disputas entre taxistas y camioneros, y hasta el rechazo a la llegada de una empresa como Uber, pasando por la recuperación laboriosa de Cancún luego del paso devastador de Gilberto, y la traumática experiencia de Wilma y los saqueos. Como pionero él mismo de la urbanización de proyectos de vivienda y escuelas, el ingeniero Marcos Constandse —quien impulsó importantes conceptos hoteleros y contribuyó a la consolidación de los parques recreativos del Grupo Xcaret—, traslada todas estas vivencias a su novela, describe las zonas de la ciudad, rinde tributo a la concepción y éxito de Cancún, y expone su filosofía empresarial en defensa de nuestra elección de desarrollo argumentando a través de sus personajes por qué hay que seguir apoyando esta idea a fin de enfrentar los nuevos retos a los que se enfrenta. Se trata de exponer una visión capitalista integradora —sobre todo de los nativos de la etnia maya— en contra de la nacionalista guberna-
mental —que defendería el respeto a usos y costumbres—, a través de una inserción radical al mercado de trabajo mediante justas prestaciones, buenos salarios y calidad de vida propia de las democracias capitalistas modernas, donde un indígena maya —o cualquiera— puede acceder a un trabajo digno como maestro de obras y prospera, cuya hija puede estudiar en colegios privados, obtener una maestría y doctorado y casarse con un catedrático de izquierdas. Para el lector de novela, que espera el seguimiento de una trama, la acción de una intriga y la caracterización conflictiva de los personajes, el libro pudiera desconcertarle, sobre todo cuando entra de lleno en una vertiente casi sociológica de análisis económico y turístico o en una puramente descriptiva de espacios de la ciudad, casi de realismo costumbrista. Pero si se lee procurando entender la tesis que apuntala la obra, resulta interesante porque plantea con sinceridad una realidad de crecimiento de Cancún que busca defenderse como idea de desarrollo… que quizá muchos no compartan. Tropo
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Papiros
Cartas de la neblina Guadalupe Gerónimo Salaya Tres cartas de la memoria de las Indias Al Berto Trad. de Mario Bojórquez. Editorial Valparaíso, México 2016.
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esde el principio, la memoria de los navegantes se enraizó a la epístola. Ávidos de abandonarse al conocimiento de lo que encontraron al cruzar la costa, varios registros quedaron constatados únicamente en cartas. Apelar a la veracidad de las misivas sería ingenuo si no advertimos la entremezcla de memoria e imaginación de la que provienen. Lúcidos por la la tinta que derramó más de lo que había sobre esas aguas, algunos escritores reclamaron para la ficción la figura de viajeros, conquistadores y corsarios. En este terreno ficcional —la pradera de la razón y las ideas— se abre un canal de agua del que emana el canto hipnótico de una sirena: es la voz lírica de Tres cartas de la memoria de las Indias (2016). El autor de estas correspondencias creció en Portugal con el nombre de Alberto Raposo Pidwell Tavares y fue bautizado bajo la fe del malditismo rimbaudiano como Al Berto. El poeta nombra cartas al trio de poemas que agrupan la memoria de las Indias, cada una dirigida a un
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destinatario distinto: la esposa “mi mujer”, el padre y un amigo idealizado en el deseo. En las tres correspondencias un hombre revela diferentes matices de su condición problemática de náufrago en tierra. El pesar procede de la mentira que vive desde que llegó a la ciudad; luego de que el tiempo acelerado, los indiferentes vecinos que no lo voltean a ver y la irritación de sus oídos ausentes de mar fueran pruebas de la asolada incomprensión de su esposa. El hombre le escribe a su cónyuge para decirle que ya no la ama; que las mudanzas de casa en casa son inútiles comienzos entre los dos: cambiamos de casa siempre que fue necesario recomenzar vivíamos como nómadas sin habituarnos nunca a la ciudad pero nada de eso sirvió para entendernos Él no pertenece ahí, tiene visiones que la esposa no comprenderá nunca, argumenta insistentemente que jamás lo visitó durante la sofocante estancia en el psiquiátrico, a pesar de ser idea suya. Las epístolas coinciden en la declaración de la huida, la fatalidad de un viaje que promete realizarse cuando el remitente lea las visiones/acusaciones/confesiones del hombre. El marido anuncia el viaje a las Indias imaginadas, una huida incierta a veces que podría permanecer solo en papel. Francisco Pyrard de Laval es el preámbulo de todas las cartas, fue el navegante elegido y traído a la poesía por el ingenio de Al Berto. Primera-
mente tripulante de una embarcación que también anheló llegar a las Indias y naufragó en el océano Índico. Es a través de sus registros ¿imaginarios? de una flora particular (Viaje de Francisco Pyrard de Laval: Traducción y descripción de los animales, árboles y frutos de las Indias Orientales) que los versos epistolares toman sentido: El árbol que se da en las Indias Orientales, y allá llaman triste, es llamado así porque no florece nunca sino de noche, cuando el sol se pone no se ven él flores, y todavía media hora después de puesto el sol, este árbol queda florecido, y apenas el sol lanza nuevamente sus rayos, se le caen las flores, sin quedarle ninguna. No es para menos la presencia de Francisco Pyrard de Laval en el poemario. Julio Verne lo enlista como uno de los viajeros que favoreció la escasa información de países poco frecuentados aun cuando su estancia de siete años en Maldivas haya sido accidental. Impera la imposibilidad del destino último que no se concretó: las Indias. Contra su propósito original
de ir a comerciar, se interpuso el involuntario aprendizaje de una lengua extraña, costumbres impensables y el deseo de escribir sobre la naturaleza que le rodeó. Pyrard vio frustrado el comercio a las Indias, dejándolo en el olvido. Al Berto explica con sus registros el naufragio terrestre de un hombre exasperado de tanto concreto en la ciudad, se siente vulnerable en el ruido doméstico que resulta del endiosamiento de su esposa por la casa, y en el olor a excremento de los callejones grises. Él se hace fugitivo de la cordura de los citadinos, cuya tregua parece ser la noche. No en vano la oscuridad va paralela de la escritura de este marido. La redacción de las cartas es nocturna y el augurio es el poema lápida, puerta del ocaso, umbral crepuscular que anuncia nuestra entrada a una conmoción de noches: la continua oscuridad se vuelve claridad iridiscencia lumbre que incendia el corazón de aquel cuyo oficio es escribir y mirar el mundo a partir de la tiniebla ¿Cartas? ¿Poemas? ¿Narraciones de la neblina? Al Berto arriesga con el verbo. Las imágenes de la oscuridad y la luz muestran los cambios del hogar al despuntar el día y en las noches, cuando son reabiertas las heridas y reina el sueño de dormir con el amigo mientras se duerme con la mujer, así lo sospechamos en la carta que dirige al padre: pero es cierto obtuve otras compensaciones la amistad segura de un amigo tal vez sea mejor no revelar gran cosa sobre este asunto El amigo, a quien conoció durante las noches en que deambulaba huyendo del tedio doméstico, es el mismo amante que sólo las fotografías pueden delatarlo (“acabé por des-
Fotografía: Agustín Labrada. El Caribe infinito.
truir las fotografías las quemé/ para que nadie pueda suponer a través de ellas”), muy a pesar de que la relación jamás se haya consumado (“fue mejor saber cuánto nos queríamos/ sin osar siquiera tocar nuestros cuerpos”). Poseedora del secreto, la noche es la única capaz de transparentar las palabras dejadas por escrito en las cartas, las mismas que son escondidas cuando amanece y la ciudad junto a la luz inunda los objetos y muebles de la casa (“devolviéndoles sus pesos, formas y volúmenes/ los despertará para sus cotidianas utilizaciones”). Pero la noche que leemos, no es la que esconde la carne ansiosa de caricias entre el murmullo de las calles, sino en la que hay un hombre redactando enérgicamente. Durante la lectura de las tres cartas el hombre estará en alguna ciudad costera, mirando barcos salir y llegar a los puertos: me fascinan sobre todo las ciudades costeras en ellas podré embarcarme para otras ciudades o quedarme en el muelle a ver los barcos alejarse
y quedarme en silencio muchas horas al hilo Estará preguntándose si acaso son esos los mares que buscó en gran cantidad de mapas, donde habría de conocerse a sí mismo, esperando que la ruptura del viaje lo lleve a encontrarse con esos horizontes apenas dibujados en las aguas de las Indias Orientales. Porque piensa que, de haber sido marino de otros siglos, sería mejor su entendimiento con la arquitectura de lo real, en la que no encajan en absoluto la casa y la ciudad. Tropo
Guadalupe Gerónimo Salaya (Tabasco, 1992). Egresada de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la Universidad Autónoma de Yucatán. Es columnista sobre temas de educación y literatura en el periódico Milenio Novedades. Ensayos, entrevistas y artículos suyos han aparecido en las publicaciones de arte y cultura Tropo a la uña, Morbífica y Unicornio, Suplemento Científico y Cultural del periódico PorEsto! Fue becaría en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE, Mérida 2014.
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Papiros
Fakhri Ratrout.
Najwan Darwis
Nouri Aljaarrah.
Khazal Almajidi
Desgarraduras: cantos desde el Medio Oriente David Anuar
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En cada dos líneas de mi canto los mártires regresan con otros mártires. Nouri Aljarrah
ecuerdo mi primer contacto con la poesía árabe. Fue a través de un tomito editado en España, con un título prosaico pero descriptivo: Selección de poesía árabe (2003), a cargo de Alberto Manzano. El libro reunía a tres poetas del periodo Abasida (750-1258), tradicionalmente considerado como la Edad de Oro de la literatura árabe. Abbas Ibn al-Ahnaf (750-809), Abdullah Ibn al-Mu’tazz (861-908) y Abu al-Ala al-Ma’arri (973-1057) fueron las voces que descubrí en aquella primera lectura de Medio Oriente. Aún hoy, después de varios años, quizá ya quinquenios, de haber leído la antología, brilla en algún lugar
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de mi memoria aquella especial sensibilidad religiosa y contemplativa ante la naturaleza, y el cromatismo con que era plasmada en los versos de los autores; también recuerdo la calidez y sensualidad que circundaba en general a los poemas, y algunos destellos de fatalismo amoroso esparcidos por aquí y por allá. Como ejemplo de la naturaleza, el cromatismo y la sensualidad, el siguiente poema de Abdullah Ibn al-Mu’tazz: Nos ahogamos en olas de lluvia (Alguien debió de rezar por ella). El sol con ojos legañosos intenta romper la blanda nube como un eunuco esforzándose por penetrar a una vagina. (en Manzano, 2003: 22). También la dimensión reflexiva, con tendencia filosófica, está presente en los versos de estos poetas árabes del periodo Abasida como los de Abu al-Ala al-Ma’arri:
Cuando los hombres estrechan la mano del tiempo, el tiempo los aplasta como vasos; pequeños trozos de cristal. (en Manzano, 2003: 92). Ahora bien, Ghadeer Abusneineh nos ofrece en El canto de los moros…, una visión contemporánea de la poesía árabe, que si bien mantiene un diálogo con su tradición poética enraizada en la naturaleza y el erotismo como en el poema “La canción de los ancianos bajo las palmeras”, donde la imagen del caballo se vuelve metáfora de dicha tradición poética: Déjale nuestros saludos al erotismo, libres de nuestras riendas el caballo desapareció detrás de las colinas y nadie sabe ya nada de él. Salúdame al erotismo. Dile que no nos reproche. El caballo, que escapó, tiene toda la culpa. (Darwish en Abusneineh, 2015: 81). Pero fundamentalmente, esta antología nos deja palpar el presente de una poesía desgarrada por los conflictos bélicos, por la condición de subalternidad, por el colonialismo, por la violencia, por la discriminación, por el exilio y el destierro, la nostalgia, el desencanto, el dolor, la muerte. En síntesis, la desgarradura poética que se tensa de verso a verso en las cuatro voces reunidas en el libro, conformadas por un poeta iraquí, Khazal Almajidi, dos poetas palestinos y uno sirio, Fakhri Ratrout, Najwan Darwish y Nouri Aljaarrah, respectivamente. Sobre ellos, Antonio Cienfuegos escribe en el prólogo del libro que son “cuatro voces, cuatro pájaros incendiados por el capitalismo, cuatro gritos en medio del desierto, cuatro versiones del Corán, cuatro olvidados hijos de Muhammad, cuatro sollozos encendidos, cuatro lamentos del desierto (quizá del destierro), cuatro memorias de prófugo, cuatro corazones zaheridos, mejor aún: cuatro cicatrices de corazón” (en Abusneineh, 2015: 7). Estas cuatro cicatrices del corazón si bien están unidas por el contexto generalizado de violencia y colonialismo imperante en Medio Oriente, y por presentar una visión crítica ante la realidad con tendencias a la denuncia, cada una se expresa en un registro diferente. Khazal Almajidi desanuda sus versos entre el dolor, la tristeza y la nostalgia, por la pérdida tanto de los seres amados como del terruño . Un poema memorable que anuda ambas realidades es “La despedida de Bagdad”: Tal vez te dejaré para siempre. Bagdad dijo: ¿por qué no te quedas conmigo?
Yo le respondí: te quiero y tú me odias ¿Cómo me puedo quedar? Ella dijo: déjame esparcir mi humo para verte. Respondí: tú eres un humo seguido por otro humo y no te revelarás. Ella expresó: ven para despedirte. Le dije: no, quizás me soplarás. Y contestó: déjame cualquier cosa para recordarte. Dije: ya dejé. Preguntó: ¿Qué? Dije: mi hijo. (en Abusneineh, 2015: 14). Nouri Aljaarrah, por su parte, recrea la tradición poética del Corán y de textos fundacionales de la literatura occidental, como la Odisea, en función del tiempo presente. Así, en sus poemas desfilan personajes como Caín, Abel, Noé, Sísifo y Odiseo. Respecto a este último escribe en “Cartas de Odiseo” los siguientes versos: ¿Quién vino a mi casa cuando yo no estaba y vio la sangre en las cortinas? ¿Quién tocó las puertas y anduvo por las habitaciones, quién vio mi cama? Yo no soy Odiseo […] El que vino a mi casa con su auto, el que vino escondido y cuando yo no estaba, el que abrió los armarios y leyó las cartas que me mandé a mí mismo, yo Odiseo el muerto en un barco. (en Abusneineh, 2015: 28-29). Fakhri Ratrout presenta una poesía pesimista y ácida, con un tono irónico, ríspido. Al igual que el poeta anterior retoma personajes de la tradición religiosa como Adán, pero también poetiza la modernidad desquiciante, particularmente tiene una serie de poemas sobre los trenes, del cual transcribo uno: ¿Por qué apresuran las ambulancias? Dos trenes amantes se suicidaron en la estación ferroviaria. Es todo. (en Abusneineh, 2015: 68). Asimismo, celebro y destaco el uso de la ironía, en la serie de cuatro poemas titulados “La experiencia de Adán”. En el primer fragmento el autor combina de una forma magis-
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tral la solemnidad propia del discurso mítico religioso con un giro de tuerca paródico al más puro estilo minificcional: Dios derramó este mundo hermoso de un cántaro de la leche matinal. Nunca encontraremos sus vacas. (en Abusneineh, 2015: 64). Por último, tenemos a Najwan Darwish, cuya poesía gravita en torno a un registro más narrativo, testimonial, y que en general representa la crudeza de su contexto sociohistórico marcado por el prolongado conflicto bélico. A continuación reproduzco tres fragmentos de poemas diferentes, el primero de “En el campo de Chatila”, el segundo de “Soportar la vigilia” y el tercero de “El cadáver”: ¿Cómo pudiste sonreír, ignorando las vallas con alambres de espinas en la frontera que envolvía tu corazón? (en Abusneineh, 2015: 73). (¿De dónde viene este canto enfermo?) No puedo aguantar esta vigilia. Las pesadillas me han vuelto un cobarde. ¡Fado! ¿Cómo dormir entre las bombas que lanzan los aviones y este aire que se desgarra como carne viva? (en Abusneineh, 2015: 76). Un cadáver que nadie lo amortaja. Un cadáver que nadie lo entierra. Un cadáver donde gotea el universo. (en Abusneineh, 2015: 77). El canto de los moros, coeditado por Taberna literaria editores y El Colegio de Puebla, es una punzante visión de Medio Oriente a través de su poesía, son cuatro voces que migran desde el árabe gracias a la selección y traducción de Ghadeer Abusneineh, son cuatro desgarraduras que cantan con la lengua sangrante y malherida pero nunca amordazada. En estos tiempos de violencia que atraviesa nuestro país, con el asesinato de periodistas, con balaceras menudeando por las calles, con emboscadas a militares, con robos y violaciones en carreteras, en fin, en este contexto donde la violencia se adueña de nuestra cotidianidad, el discurso de estos poetas adquiere la claridad de un espejo donde podemos ver nuestras entrañas y, como ellos, no aceptar la mordaza… Tropo
David Anuar González Vázquez (Cancún, 1989). Licenciado en Literatura Latinoamericana por la UADY. Autor de la plaquette de poesía Erogramas (Catarsis Literaria - El drenaje, 2011). Radica en Mérida.
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Oscuridad, perversión y locura Vanesa González-Rizzo Krasniansky
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irigida por Paul Verhoeven y basada en la novela Oh del francés Philippe Djian, Elle (2016) nos cautiva desde la primera escena e invita al pensamiento múltiple. La fascinación que produce este filme en el espectador se explica tal vez porque moviliza nuestro lado oscuro y explora lo que hay en nosotros de perversión y locura. Como bien dijo Freud, los seres humanos nos caracterizamos no tanto por esa aspiración al bien y a la virtud, sino también por la búsqueda de un permanente goce del mal: pulsión de muerte, deseo de crueldad, amor al odio y búsqueda de la desdicha. Parecería que las fibras del sufrimiento se activaran al ver la película, como hormigas que salen disparadas sin un rumbo claro. Y sentimos ese recorrido por nuestro cuerpo al verlas representadas en Elle. Con una magistral actuación de Isabelle Huppert (La pianista), la cinta presenta la historia de Michèle, una guapa ejecutiva que sufre una violación brutal en la primera escena, y que en vez de buscar justicia, intenta seguir con su vida como si no hubiera pasado nada. El espectador huele entonces desde ese momento la perversión, percibe el desarraigo existencial de la mujer y más adelante “comparte” el deleite tortuoso con el que vive. Claro, Michèle ha tenido una historia de vida complicadísima. Hija de un asesino en serie (que al momento de la trama parece que podría salir libre de su encierro tras una
próxima audiencia), y de una madre cercana a la vejez, políticamente incorrecta (que se relaciona con muchachos al menos treinta años menores que ella), Michelle es una sobreviviente. A la locura de su origen y al desprecio por su madre, contrapone una vida profesional exitosa. Amante del marido de Anna, su mejor amiga y socia, nuestra protagonista no muestra ningún escrúpulo en confesárselo el día del festejo de uno de los mayores logros de ambas, ni le interesa el dolor que causa en la otra. Pues Michèle vive sin culpa, y opera como si pudiera tenerlo todo, controlarlo todo: no conoce límites. A partir de entonces creemos entender lo que el director intenta mostrarnos: un vaivén inquietante en la estructura psíquica del personaje: el “éxito” en su vida y en su carrera (donde dirige una empresa que crea juegos virtuales extremadamente violentos) es posible gracias a que la perversión se ha apoderado de su ser. Si no hubiera sido así, estaría desvalida, perdida en la desconexión y la alucinación. La perversión la sostiene, le da un lugar. En Estados sexuales de la mente, Donald Meltzer describe la perversión como la alteración de lo bueno para convertirlo en malo con apariencia de bueno. Las condiciones predominantes son la mentira, el robo, la violencia; la maldad, el cinismo y la destructividad, todo ello presentado como lo bueno. La confusión entre el bien y el mal lleva a la inversión, aquello que las brujas de Macbeth anuncian como su divisa: “Lo malo es bueno y lo bueno es malo”. ¿Qué es lo que arma Michèle con Patrick, el vecino, una vez que se revela la identidad de este? ¿Cuán honesto es el diálogo en el que dice que el vínculo creado “no es normal, no está bien” y cuánto hay de deseo de engancharlo, mantenerlo allí y potenciarlo? La expresión sadomasoquista presentada por nuestra protagonista desde muchos acontecimientos previos, ahora explota y la recibimos con esa mezcla de horror y placer con el que la película nos ha cubierto. Ella ahora lo disfruta, desde el sótano aúlla su goce, es una maldita y lo sabe, no tiene intenciones de ocultarlo. Un nuevo y sorpresivo giro nos espera en el último acto entre los amantes. Es el que muestra el placer del dolor, el que encarna en un instante la conjunción de sus encuentros: la muerte. Y ante este desenlace, una vez más asistimos al espectáculo de la negación. Michèle deja que
lo sucedido se viva como un ataque sexual, la policía llega a la escena y se conduce como sucede normalmente; interrogatorios, fotos, investigación… El mensaje magistral nos es dado en las escenas finales, cuando la esposa de Patrick a punto de mudarse de casa y luego de recibir el pésame, le agradece a Michèle: ¡Pues ella le ha podido dar a su esposo lo que él necesitaba…! ¿Qué ha pasado? Cae una nueva máscara, la de la simulación, la del secreto bien sabido. Cae la doble moral presente en todo el filme y nos encontramos con un personaje que nos parecía un poco simple, muy apegado a la convención, ultra católico y que, sin embargo, nos tenía escondida la última carta: la de la verdad. La película, de tonos grises, sucede de noche. Sus colores no son brillantes y así parece su discurso. Elizabeth Roudinesco (en su obra Nuestro lado oscuro. Historia de los perversos) afirma que la perversión se designó como un “discurso nocturno dónde se enunciaría siempre, en el odio a uno mismo y la fascinación por la muerte, la gran maldición del goce ilimitado”. El goce ilimitado se propone en la trama de Elle cuando conocemos al autor de las violaciones y el juego que inicia una vez que la máscara ha sido retirada. Grandiosa metáfora: retirar un rostro para ver otro, ese que se muestra solo en la oscuridad, ese que es nuestro espejo, aunque nos cueste reconocerlo. Tropo Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 15 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en el 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro activo de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad la Salle Cancún, entre otras instituciones.
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Mosáico
Mi Polis Juan Carlos Serrano
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s indudable afirmar que la vida posee un devenir continuo. Que es dinámica, que esta en perpetuo movimiento. Y me siento imbécil al escribirlo por lo común del hecho, porque todo el mundo lo sabe. Pero aun así me he preguntado muchas veces: si ese cambio indudable es para bien. Kahlil Gibrán dijo: el mundo marcha como debiera. Una verdad incuestionable, que a la vez me deja una extraña sensación de incomodidad. Hay en la frase un claro signo de fatalismo histórico. Parece decir que el mundo avanza indiferente a todos y, a pesar de todo. Cuando recuerdo mis conversaciones con el abuelo Polis, no me parece que fuese así. Polis recibió este misterioso apodo de su mujer Antonia, a la cual no llegué a conocer, porque en realidad su verdadero nombre era Gumersindo. Debo suponer que a nadie le debía de resultar sencillo en la familia decirle a otro: “te presento a Gumersindo”. Así que su nombre fue reducido a Polis, con o sin su consentimiento; no lo sé. Entre sus virtudes acuñó el prestigio de ser longevo, y este hecho me dio tiempo de poder acribillarlo con preguntas. A todos nos transcribió su receta: caminar un kilómetro por día, visitar el excusado sin falta y consumir una aspirina después del desayuno. Nos recibía con su acostumbrado pijama de franela a rayas, en su departamento de la calle Uruguay en el barrio norte, y lo único que lo distraía de nosotros era el negro: un tordo de plumaje brillante, negro azabache, al que él mismo le había cortado las alas, para que como mucho pudiera aterrizar sobre la mesa, trepar hasta sus hombros y desde allí comer una galleta que le ofrecía de sus labios. El ave se deslizaba brincando por el piso, con tanta maestría, que nunca algún zapato tuvo que lamentar un accidente. De mi abuelo, mi padre heredó la calvicie y las cejas pobladas. Y yo ambas cosas de los dos.
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Era evidente que el abuelo era español. El hombre pronunciaba las eses, como si recién se hubiese bajado de algún barco. Y cuando yo le preguntaba por su lugar de nacimiento, con una voz altiva y orgullosa respondía: Pos en la Coruña, en un pueblo llamado El Ferrol, primera plaza fuerte de España y cuna del caudillo. No le hacía falta nombrar a Francisco Franco; para los españoles de su generación, solo existió un caudillo. Por él me enteré que había quedado huérfano siendo aún muy pequeño, y había sido criado por un tío, que era cura. Este tío lo ingresó en la escuela de Artes y Oficios. Al tiempo el abuelo fue carpintero, ebanista y restaurador de antigüedades. Cuando la guerra civil, se instaló en España, y, como tantos otros, decidió emigrar. Sintió hablar de un sitio llamado Buenos Aires, en el sur de América, donde abundaba el trabajo, y la mano de obra de cualquier oficio se pagaba de a peseta la hora. Mucho más de lo que él podía imaginar en su ciudad natal. Me contó que llegó a Buenos Aires después de varios meses de una travesía azarosa y con algunas herramientas. En aquel entonces, los barcos de gran y mediano calado no atracaban en la orilla, como podría suponerse. El canal del Río de la Plata no había sido dragado lo suficiente. Por lo tanto, un carretón de madera tirado por sendos bueyes iba descargando el pasaje y la carga hasta un galpón ubicado en la plaza del Retiro. Allí pernoctaban, dilapidando las horas del día entre el dominó, el mus y el jerez barato, y por las noches comparando las estrellas de aquí con las que habían dejado, tirados sobre un colchón en el piso que el ayuntamiento les había prestado, con la consabida aclaración de que los cuidaran como si fueran propios. Por las mañanas, un personaje, que no siempre era el mismo, anunciaba con un megáfono los oficios requeridos. Así fue que el abuelo, hombre joven y robusto en aquel entonces, partió como carpintero a construir las primeras estaciones, totalmente de madera y teja, del tren del sur que recién comenzaba. Al
Fotografía: Agustín Labrada. No se quedan tan solo los muertos.
ser descubierto como restaurador, algunas familias le ofrecieron la reparación de imágenes religiosas que adornaban sus casas. El abuelo progresaba, resultó cierto el salario y la abundancia de posibilidades. Comenzó a trabajar como restaurador y ebanista para familias “adineradas”. Y un día me dijo, emocionado al recordarlo, que le había construido en madera y nácar, un excusado a la madre de los Alvear, con características muy particulares porque la señora dependía de una silla de ruedas. Su secreto había sido cobrar siempre lo justo. Mi padre un día nos confesó, que se ofendía si intentaban pagarle más que el precio estipulado, retirando la mano con un gesto adusto, hacia aquel que se hubiese permitido semejante osadía. Cuando yo comencé a interrogarlo, ya había abandonado su oficio de carpintero y vivía muy cómodamente en su departamento de la calle Uruguay, con su hija menor, el yerno y el hijo de ambos, mi primo Guillermo. Su último trabajo fue ser acomodador en las plateas bajas del Teatro Colón. Durante treinta años asistió sin faltar ni un solo día, lo que le significó ser el decano de los empleados y varios reconocimientos y homenajes casi al final de su vida. Recuerdo que alguna vez nos llevó a mi hermano y a mí. Conocía el teatro como su propia casa. Nos habló del autor del vitral inmenso que ocupa el cenit abovedado del techo y de la lámpara con innumerables luminarias que cuelga de su centro. Aprendimos lo que significaban las columnas dóricas que sostienen los palcos, y nos mostró con admiración las butacas de terciopelo rojo, donde en alguna velada de gala condujo con unción, y ubicó, al presidente de la Republica y a su señora esposa. Así era mi abuelo, metódico, persistente, intransigente y un trabajador admirable. Pero al cumplir noventa y a pesar de las miles de aspirinas matinales, los médicos diagnosticaron arteriosclerosis. Mi padre comenzó a pagar las deudas del almacén y la peluquería, porque Polis desembolsaba un billete de
un peso, y no entendía por qué no le daban el cambio. Del Teatro Colón llamaron a mi padre y le pidieron amablemente que el abuelo ya no fuera a trabajar. Sus constantes olvidos y el cambio en su carácter estaban perjudicando el buen funcionamiento de aquella prestigiosa institución. Polis se quedó en casa. Pero cuando le descubrieron un cuchillo de cocina debajo de su almohada, mi padre y sus hermanos decidieron internarlo en un Hogar de Ancianos en el pueblo de Banfield. Según dijo, había algo extraño en la mirada de su yerno. Allí lo visité varios fines de semana. Hasta que un día, cumplidos ya sus 93 años decidió morirse solo, como sucede siempre, convencido de que los edificios que vio surgir al final de su vida, no eran más que silos para acumular el grano que llegaba en abundancia, de las provincias agrícolas de su querida tierra adoptiva. Y me quedé pensando en el devenir del tiempo. En este mundo nuestro en constante y perpetuo movimiento. Me acuciaban las preguntas: ¿qué hemos hecho hasta ahora? ¿En donde estamos? ¿Hacia dónde estamos yendo? Me cuesta creer que alguno de nosotros pueda hoy cobrar lo justo, sin sentirse estúpido al día siguiente. O mantener un trabajo por más de treinta años, si esto fuera posible, y sentirse orgulloso de decírselo a alguien. Tropo
Juan Carlos Serrano (Buenos Aires, 1950). Estudió Sociología y teatro. Autor del libro de relatos breves Recuerdos, fantasmas y otras yerbas (1992). Radica en Cancún desde 1999. Sus cuentos fueron publicados en TROPO a la uña (primera época). Coordinó un Taller literario de lectura y cuento en 2008. Aparece en la antología de autores cancunenses Puro cuento, pan y vino (Innova, 2016), que recoge los textos del taller itinerante del mismo nombre.
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Periscopio
Defensa e ilustración de mi incompetencia Carlos Torres
A
gradeciendo con todo el corazón la gentileza del director de esta heroica revista, Miguel Ángel Meza, de escribir habitualmente una columna para TROPO a la uña, la inicio defendiendo su nombre, que no es nada original pero que he utilizado para otras publicaciones impresas de Quintana Roo, aunque sobre todo, lo utilizo porque mi imaginación no encuentra uno nuevo a la altura de una revista cultural. Siendo así, con la modestia que distingue a Sancho Panza cuando rehúsa que le apliquen el tratamiento de “don” cuando asume el gobierno de la ínsula Barataria, tengo que reconocer que eso de columnista es una camisa demasiado grande para mí, sobre todo cuando pienso en el sin par José Emilio Pacheco y su Inventario de Proceso, o en las columnas de Jorge Ibargüengoitia publicadas en Excélsior. Pero antes de proseguir, séame permitido reproducir el aludido pasaje de la ínsula Barataria, porque genera mucho placer literario y filosófico: “—Y ¿a quién llaman don Sancho Panza? —preguntó Sancho. ”—A vuestra señoría —respondió el mayordomo—, que en esta ínsula no ha entrado otro Panza sino el que está sentado en esa silla. ”—Pues advertid, hermano —dijo Sancho—, que yo no tengo don, ni en todo mi linaje lo ha habido: Sancho Panza me llaman a secas, y Sancho se llamó mi padre, y Sancho mi agüelo, y todos fueron Panzas, sin
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Samuel Ramos.
añadiduras de dones ni donas; y yo imagino que en esta ínsula debe de haber más dones que piedras; pero basta: Dios me entiende.” Así pues, despojado de toda pretenciosidad, acudo al consejo del también inigualable Samuel Ramos, quien dentro de su célebre ensayo El perfil del hombre y la cultura en México —por cierto, mal copiado por su discípulo Octavio Paz en El laberinto de la soledad—, advierte que el mexicano es propenso a emprender acciones y proyectos que rebasan sus capacidades, y por lo mismo suele acarrearse muchos problemas, como a costa de mi propia persona me consta. En este caso, también me complace acudir a la fuente original, para no desdibujar con mis turbias palabras el diáfano lenguaje de Samuel Ramos: “…nos hemos atrevido a descubrir ciertas verdades que todo mexicano se esfuerza por mantener ocultas, ya que sobrepone a ellas una imagen de sí mismo que no representa lo que es, sino lo que quisiera ser. Y, ¿cuál es el deseo más fuerte y más íntimo del mexicano? Quisiera ser un hombre que predomina entre los demás por su valentía y su poder. La sugestión de esta imagen lo exalta artificialmente, obligándolo a obrar conforme a ella, hasta que llega a creer en la realidad del fantasma que de sí mismo ha creado.” Evidentemente, en su momento este filósofo mexicano recibió la airada reacción de los bien pensantes, quie-
Tertulias nes habrían acusado a Samuel Ramos de “piensacrimen” si en ese tiempo (circa 1934) ya hubiese existido la novela 1984, escrita en 1948 y publicada en el ‘49. Pero el “hubiera” no existe, según reza axiomáticamente la sabiduría popular, así que regresemos a la realidad y veamos que las enseñanzas de Samuel Ramos no han trascendido al espacio que buscaba este maestro de la juventud, discípulo de Antonio Caso y continuador de la línea de pensamiento del muy emérito José Vasconcelos; es decir, el espacio de la popularidad, arrebatado precisamente por ese libro infame de Paz, El laberinto de la soledad, que es misógino y racista, porque esta mala copia fue implementada como libro de texto en educación media por nuestras estólidas autoridades educativas, que en eso de ser rematadamente brutales no tienen comparación. Al respecto, recuerdo el caso de una alta funcionaria de la SEP, que incrustó en libros de texto gratuitos sus propios “poemas”, al lado de los de auténticos poetas. O aquel secretario federal de Educación Pública, de apellido Alzatti, que en el inicio del sexenio oscuro de Ernesto Zedillo protagonizó un escándalo mediático, porque firmó un documento como postgraduado sin tener el título.
La herencia de Samuel Ramos permanece ahí, en los círculos intelectuales y académicos, mientras el mexicano sigue siendo demasiado mexicano y con ello la nación se hunde, porque dice Ramos que el mexicano citadino, que es el que determina en mayor grado el carácter de su sociedad, “no desconfía de tal o cual hombre o de tal o cual mujer; desconfía de todos los hombres y de todas las mujeres. Su desconfianza no se circunscribe al género humano; se extiende a cuando existe y sucede. Si es comerciante, no cree en los negocios; si es profesional, no cree en su profesión; si es político, no cree en la política”. En consecuencia, yo, que creo ser mexicano, no tengo mucha confianza en mi faceta de columnista; pero como soy mexicano, continuaré publicando este Periscopio en las hospitalarias páginas de Tropo a la uña.
Carlos Torres. Veracruz. 1949. Autodidacto. Periodista cultual, ensayista y poeta. Ha publicado los libros Canción para la luz de tus ojos (poesía), Los arrebatados cuentos mutuos (relatos) y Nueve Voces (ensayos). Figura en las antologías Voces de ciudad joven y Cancún, poesía selecta.
Butaca Teatral
Por Mónica Aguilar Álvarez
Jaleo, jugar o comer
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uando la voluntad y el ingenio de jóvenes emprendedores se unen con el arte y la visión de expertos, pueden surgir resultados insospechados. Tal es el caso del Chef Eduardo Delgado quien ha encontrado la mancuerna ideal en Daniel Velasco, director del Centro Integral de Artes Escénicas (CIAE), para darle vida a una nueva opción de teatro para los cancunenses. El recientemente abierto foro de “La Pastería”, ubicado en la planta alta de este singular restaurante de ambiente ecléctico, es un escenario, que a pesar de encontrarse en obra negra, encierra la magia de un espacio diseñado para dar rienda suelta a la imaginación, a la risa y a las emociones invitando a los espectadores a ser copartícipes del talento de grandes actores de nuestra ciudad.
Como parte de la cartelera del mes de abril del nuevo foro, se presentó la obra “Jaleo, jugar o comer” de Daniel Gallo quien con su estilo muy particular del género clown, condujo a la numerosa audiencia desde una dra-
mática y depresiva primera escena hasta la carcajada explosiva y nerviosa de la última en la que descaradamente volaban lechugas, palomitas y sandía por todo el lugar. “Jaleo” es una obra compuesta de distintos actos divididos por el sonar de una chicharra y una gran variedad de frutas, a las que cualquier familia de bajos recursos aspiraría, de las que se vale Gallo para lograr expresiones de sorpresa, de asco, de empatía y sobre todo de diversión en los espectadores. En silencio, sin una sola palabra pero valiéndose de miradas, gestos, instrumentos musicales, lenguaje corporal y a la participación incondicional de actores amateurs salidos de las bancas del auditorio, el payaso de maquillaje maltrecho cumplió con creces su objetivo de mover las emociones de sus seguidores. Tropo
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Filosofía, Ecología, Economía y Política
Los enemigos de nuestro desarrollo Marcos Constandse
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l 95% de los ingresos de Quintana Roo proviene del turismo, de la economía de servicios externos, del transporte náutico, del comercio y de los servicios profesionales, entre otros factores. Otras actividades como la agricultura y ganadería, no tienen posibilidad alguna de desarrollo debido al suelo rocoso calizo de la zona. Y cuando hay alguna forma sofisticada de avance agrícola, como la hidroponía, la escala es solo de auto consumo, pues la distancia de centros urbanos grandes impide la comercialización efectiva. Así pues, el flujo turístico que arriba a Quintana Roo se mantiene en esos niveles debido a tres factores fundamentales: la calidad del destino, la realidad de las instalaciones y servicios, y la promoción que se haga del mismo. Está probado que el estado cumple con los más altos estándares en el sector de “sol y playa”, a los cuales se le han agregado otros nichos que complementan su vocación, como es el de turismo de aventura, el cultural, el médico, y el de conocimiento, con una diversidad de universidades. La suma de estos factores abre grandes perspectivas futuras con un tipo de turismo de gran diversidad y competitividad. Por otro lado, si bien es cierto que predomina el turismo de masas, el estado destaca cada vez en atractivos para élite de visitantes que buscan hoteles de categoría gran turismo, de cinco estrellas y también de cinco diamantes, oferta que se complementa con otras ventajas: una gas-
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tronomía de gran calidad mundial y más de cien tours de todo tipo, todo ello dentro de altos estándares ecológicos y de sustentabilidad. Pero para que esto siga dando frutos es importante no olvidar la promoción del destino, un concepto históricamente mal comprendido por el gobierno. De hecho, apenas ahora —ante la realidad de que la industria turística en general, produce 10% de las fuentes de trabajo y un porcentaje similar del índice del desarrollo económico del país—, el turismo se empieza a publicitar adecuadamente, porque no hacerlo implica perder mercado, por sólido que esté el producto y el servicio. Ante esta realidad, es fundamental llamar la atención sobre tres adversidades que pueden alterar este importante desarrollo turístico: la ecología mal entendida, que ha sido un obstáculo permanente para el desarrollo de la industria sin chimeneas; la inseguridad, el fantasma más serio de nuestro destino, que puede rebasar los índices de tolerancia del turista (lo cual podría producir una hecatombe turística sin precedente, de la cual sea difícil recuperarse, como le ha ocurrido a Acapulco, a Bali y a Tailandia); y, finalmente, la corrupción política y social. En diferentes foros hemos insistido en que los movimientos ecologistas, que en general son impulsados por gente buena y de sana intención, en realidad están mal informados. Las grandes potencias —China, Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea—, causantes de 90% de la polución del ambiente en el planeta, contaminan más que los 200 000 cuartos que puede tener el estado de Quintana Roo, que generarían 90% de las fuentes de trabajo de 2’400,000 habitantes, o sea, 1’500,000 fuentes de trabajo.
La ecología y su relación con la economía El Estado cuenta con: 50,843 km2 de extensión 5,500 Km de carreteras de diversa categoría 1´500,000 habitantes (2015) 1.25 de la población nacional 943 Hoteles en (2015) 90,048 Cuartos de Hotel (2015) 3’800,000 Turistas recibidos por barco (2015) 10´431,681 Turistas recibidos vía aérea (2015 1’000,000 (+ -) Turistas recibidos por carretera (2015) 67% de la población es económicamente activa 49% son mujeres y 50.1 son hombres 6º. Lugar en competitividad nacional
Ahora comprendemos que cada quien debe apostar su parte. Y el estado de Quintana Roo lo está haciendo, pues es la entidad que, en proporción del número de sus habitantes y del tamaño de su territorio, tiene posiblemente más reservas ecológicas de selva y mar en el mundo, y la reserva de Sian Ka’an es modelo mundial y garantía de conservación. Debemos comprender igualmente que la zona costera de la Riviera Maya, con la súper carretera que divide la costa de la selva, crea una caracterización ambiental distinta al resto del estado. Su longitud de 120 km de largo tiene solamente entre 2 y 5 km de ancho; y ahora, con la nueva reserva de la Biosfera Marina del Arrecife, que protege al mar, se encuentra entre la selva protegida por su baja densidad e interés económico, no así ecológico, y el mar protegido. Los dos grandes obstáculos han sido el mangle y la palma chit, y no acabamos de comprender que ambos son restituibles. Tan solo en la laguna de Cancún se han restituido más de 100 hectáreas de mangle, que los ciclones habían destruido. El ejemplo de esto es el desarrollo conocido como Tajamar aprobado por el gobierno y las autoridades, prácticamente desde el nacimiento de Cancún. Tajamar ya fue urbanizado, ya no tiene conexión directa con la laguna y ya fue vendido. El sitio es de tremenda utilidad para la ciudad de Cancún y puede generar aún miles de millones de pesos de inversión para vivienda de calidad, que ya no tiene casi espacio en Cancún, además de miles de fuentes de trabajo. Sin embargo, su desarrollo —que se puede negociar con medidas de mitigación y reforestación del manglar secundario— está suspendido “para salvar al mundo” en un claro ejemplo de mal información y de objetivos equivocados, lo cual implica un precio enorme para Cancún y Quintana Roo.
Diagnóstico para el año 2050: No. de habitantes 2’600,000 (2% de la población de México) Recibirá: 7´000,000 de turistas por barco 21´000,000 de turistas por avión 2´000,000 de turistas por carretera 30´000,000 de turistas al año Para lo que requiere: 1º. Mayor capacidad carretera Cancún – Chetumal 2º. Mayor capacidad de aeropuertos 3º. Mayor capacidad de cuartos (200,000) 4º. Mayor capacidad de infraestructura urbana.
En esas condiciones se encuentran presas hidroeléctricas (las que menos generan contaminantes), carreteras e infraestructura fundamental para el desarrollo de México y cientos de inversiones necesarias para terminar de una vez con la pobreza y desigualdad de 50% de la población del país. Es claro que debemos cuidar la biodiversidad y la ecología, pero con conciencia y conocimiento de toda la realidad y no con fanatismo ni demagogia. Es fundamental centrarnos en la no contaminación del medio ambiente y la no contaminación de nuestros acuíferos; es fundamental el tratamiento de las aguas negras, que no contaminen el mar a ningún precio, y que nuestras playas siempre mantengan calificativos “A” de limpieza. Finalmente, dos factores que perjudican nuestra principal fuente de recursos e impiden que los presupuestos destinados a infraestructura limpia y no contaminante se lleven a cabo, son sin duda la delincuencia y la corrupción. Ambas están relacionadas, y una no puede ser posible sin la existencia, complacencia y complicidad de la otra. En este tema no nos queda más que insistir en que las nuevas autoridades apliquen la ley con todo rigor a todos aquellos que la infrinjan en cualquiera de esos conceptos, que perturban la vida de quienes habitamos aquí y arriesgan el futuro de las nuevas generaciones. Tropo
Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es, Déjalo ser, una novela sobre la historia de Cancún. Correo-e: marcos@xcaret.com
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Fotografía
“El cuerpo que ven aquí es el del señor Bayard, inventor del proceso que se les acaba de mostrar. Por lo que sé, este experimentador infatigable estuvo ocupado por más de tres años con su descubrimiento. El gobierno que ha sido tan generoso con el señor Daguerre, ha dicho que no puede hacer nada por Bayard, y el pobre hombre se ha ahogado. Ha estado en la morgue por varios días, y nadie lo ha reconocido o reclamado. Damas y caballeros, mejor se apuran a pasar, por miedo a ofender su sentido del olfato, pues como pueden observar, la cara y las manos de este caballero están comenzando a descomponerse.”
#autorretrato Angélica Mercado
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n 2016 alrededor de 310 millones de personas en el mundo usaron #yo solo en Instagram. Fotografiarse a sí mismo es un fenómeno social significativo, la cámara integrada a smartphones y sus complementarias apps revolucionaron la forma de conectarnos con los demás en una práctica masiva de auto afirmación controlada aparentemente por likes. El autorretrato fotográfico experimenta un cambio sin precedentes desde la llegada triunfal de las redes sociales; de entrada, abrir una cuenta en Facebook requiere de un retrato cuyo objetivo es identificarte ante los demás pero nuestra peculiar exigencia por la socialización hace indispensable ir más allá de una descripción cercana a lo real. El desgastado Photoshop generó la oportunidad de crear una apariencia idealizada que si bien refleja quiénes somos como cultura se convirtió en una herramienta que manipula personas no fotografías. La invitación a tomarse la foto uno mismo pronto se convirtió en tendencia, en sí, una vez que se cuenta con una cámara tarde o temprano empezarás a fotografiarte como impulso por asomarte al mundo, y por qué no, al de los demás.
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Por otro lado, Instagram parece erradicar el cuerpo perfecto para dar entrada a la diversidad y a la representación de nuestra identidad mediante selfies que se acercan cada vez más a la acción-efecto de crear un autorretrato. La espontaneidad y autenticidad de los usuarios de Instagram, su formato original aleja los comentarios de otros y acerca las miradas en una competencia que genera creatividad. La selfie como variación del autorretrato (o transmutación) pretende describir en varias tomas el día a día; yo comiendo, yo con mi nuevo corte de pelo, yo paseando, yo despertando, yo enviando beso a la cámara, se trata de yo estoy, en cambio un autorretrato trata de yo soy. No basta estirar la mano y posar según la tendencia o estilo personal (que se convierte en colectivo muy pronto), se requiere de tiempo e introspección. Expresar quiénes somos como exploración del ser es una práctica artística tan antigua como necesaria, pocos artistas han escapado de la fascinación por crearse a sí mismos con intenciones y funciones distintas. Un autorretrato no refleja la imagen de su creador, más bien, en el ejercicio autoral se exterioriza el ser para construir una nueva versión de nosotros mismos, o bien, una catarsis. Tal es el caso de, posiblemente, el primer autorretrato ti-
La interminable fila de retratos en las redes refleja un sentido de pertenencia global y a la vez de intensa solitud: el autorretrato permite explorar esas emociones encontradas y apaciguar la más apremiante. tulado “autorretrato de un hombre ahogado” de Hippolyte Bayard realizado en 1840, justo un año después de la presentación de la fotografía adjudicada a Daguerre. Bayard se autorretrató a manera de protesta contra el gobierno francés por no reconocer su valioso papel en la invención de la fotografía, Bayard expresa su fatal sentir mostrándose muerto y complementando la imagen con un breve texto (ver recuadro página anterior). La contundente y creativa declaración de Bayard generó una forma distinta de mostrarnos ante el mundo. Desde entonces, la fotografía ha propiciado una reconstrucción más verdadera de nuestro yo, una especie de revelación divina que encanta. La furia de los retratos de estudio a mediados del siglo XIX pronto suscitó un fenómeno parecido al de hoy, quienes podían costear sesiones de estudio se convirtieron en verdaderos fans de sí mismos, los demás recurrían a la popular tarjeta de visita de Disdéri, el equivalente a la foto de perfil. La interminable fila de retratos en las redes refleja un sentido de pertenencia global y a la vez de intensa solitud, el autorretrato permite explorar esas emociones encontradas y apaciguar la más apremiante. Por supuesto que existen autorretratos invaluables pero también desechables, algunos definen y otros arrojan indicios; cualquiera que sea su forma o estilo, la identidad individual y colectiva se expresa a través del autorretrato a medida que te sinceres frente a la cámara. Tú decides, tú controlas. ¿Qué tipo de autorretrato harás la próxima vez? o más bien ¿qué verdad sobre ti quieres descubrir? Tropo
La Condesa de Castiglione cayó a los pies de su propia belleza retratándose casi todos los días. Prácticamente tomaba selfies usando al fotógrafo como un operador de cámara ya que ella dirigía cada elemento de la toma. Conocida como la mujer más bella del mundo y convencida de que así lo era, la “Condesa Divina” exploró distintas formas de mostrarse ante otros hasta que el efímero don de la belleza la encaminó hacia la extravagancia (o locura para el resto del pueblo). A los 40 años de edad fotografiaba partes de su cuerpo, en especial las piernas, tanto para saciar su adicción como para hacerse presente sin parecer fea o como ella creía, vieja. Su vanidad desató otros deseos y sus caprichos el fin de su documentada historia.
Maier guardó un secreto toda su vida. En sus años de niñera fotografió la calle, su gente pero sobre todo a ella misma; sus autorretratos revelan experimentación del medio, control y audacia. Se presenta fragmentada, reflejada, proyectada, como si una forma de ver no bastara, como si el acto de fotografiarse le diera el espacio necesario para ser ella en privado, oculta de los ojos de los demás. Su trabajo permaneció en secreto hasta después de su muerte cuando fue descubierto en una subasta.
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Karen Boker
p o r t a f o l i o
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Karen Boquer estudió Comunicación en la Universidad Anáhuac Mayab; actualmente es universitaria, estudia Letras y sigue haciendo fotografía. De ella comenta Angélica Mercado: “Los autorretratos de Karen Boquer son honestos y reflejan una profunda exploración del ser, una búsqueda personal expresada a través de la fotografía”.
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