Nueva Época tropo 15

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a oc ép

Distribución gratuita

Entrevista con Jordi Soler • El grabado de Samuel Chávez • En el centenario de Arreola Lasana Sekou: turismo e inautenticidad del ser • Muestra del Laboratorio de poesía del CCL Carlos Düring (in memoriam) • Heidegger y la poética de la arquitectura

a ev nu

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Revista del Centro de Creatividad Literaria

año 4 (segunda época) enero de 2018




SUMARIO

Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza Directora CCL Cristina Del Razo Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador) Consejo editorial Javier España José Díaz Cervera Wildernain Villegas Carrillo Carlos Torres Marién Espinosa Antonio Leal Elvira Aguilar Angulo Rodolfo Novelo

Norma Quintana Lourdes Cabrera Martín Ramos Lorena Careaga Agustín Labrada David Anuar Ramón Suárez Caamal Jorge Cortés Ancona

Diseño Mauricio Cejín Consejo artístico Gena Bezanilla Leonard Escamilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez Corresponsal en Cozumel Karen Correa Corresponsal en Felipe Carrillo Puerto Ángel Sulub Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C.

ENTREVISTA 4 Jordi Soler: de rockstar a escritor de culto Miguel Miranda 30

Raíz mágica ancestral como inspiración Gena Bezanilla / Cristina del Razo / Miguel Meza

TRASLUZ 11 Muestra del Laboratorio de poesía del CCL José Antonio Íñiguez 12 Lizbeth Peña 14 Anisia García 15 Eréndira Proa 16 Habib Sánchez

Jesús Pacheco Montalbán

17 Igor Rocha

Yessi Rivero

Luis Alberto G. Sánchez

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TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102. Visítenos en nuestra página web: www.centrodecreatividadliteraria.org Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria Envío de colaboraciones: revistatropo@cclcancun.com tropoalauna@gmail.com


DEVEZENCUENTO 18 Los consejos del terapeuta Queta Navagómez 20 Las ocho en punto Saulo Matasanos

LATINTATENTA 22 Carlos Düring (in memoriam) Norma Quintana 24 El argentino de la cola de caballo Agustín Labrada 26 ¿…Y se cayó el Ángel? Mónica Peña / Marien Espinosa 35 Lasana Sekou: turismo e inautenticidad del ser David Anuar 40 En el centenario de Juan José Arreola Eduardo Torres Rodríguez

P U N T O S

44 ¿Por qué existe algo en vez de nada? Héctor Hernández

PAPIROS 47 La hora ciega, de Juvenal Acosta Mariel Turrent

TERTULIAS 49 Poética de la arquitectura. La cabaña de Heidegger Isabel Rosas Martín del C. 53 El descenso a las minas de Falun José Castillo Baeza 54 De-fines y comienzos o el comienzo del fin Vanesa González-Rizzo K. 56 El tiangiztli en Cuancún Mauricio Ocampo 58 ¿Y cómo cumplirán sus promesas? Marcos Constandse

D E

Samuel Chávez (Ciudad de México, 1986) Bruja VII con venado (la beata) Medidas: 76 por 56 cm Técnica mixta: siligrafía a dos placas con hoja de plata, impresa en papel guarro súper Alfa Impresa en el Taller de la Fundación Difusión Cultural Obra seleccionada en la Tercera Bienal de Cancún (noviembre de 2017)

60 Cuarto oscuro de mi corazón Angélica Mercado

PORTAFOLIO 62 Alejandra Mendoza

Art-TROPO-do 64 Carlos Varela

D I S T R I B U C I Ó N

CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Educal • Iztaccíhuatl

HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia

Needful Things • Colibrí • Utopía City

Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución

CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y

OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y

Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pa-

encuentros de escritores y medios de difusión

bilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza

PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén

Caracol • Biblioteca Barocio

Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida

RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café

Biblioteca Jaime Torres Bodet

Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare

COZUMEL: Magenta Centro • Cultural • Restaurante del Museo de

UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur • Anáhuac

la Isla * El Coffee Cozumel.

UNID • Universidad de Quintana Roo (Chetumal y campus Cancún).

CARRILLO PUERTO: Museo Maya Santa Cruz Xbáalam Naj • Casa de

EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus

la Cultura de FCP • Centro Cultural La Casa de los sueños • Tierra Café

AMMJE • Ayuntamiento

MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías


Entrevista con

Jordi Soler


De rockstar a escritor de culto Miguel Miranda Con la fascinación de un fan que busca los secretos de su ídolo, y la curiosidad intelectual de un lector acucioso que sabe concretizar el sentido de su lectura, nuestro colaborador Miguel Miranda conversa en la siguiente entrevista con el autor Jordi Soler a propósito de la más reciente novela de este escritor mexicano radicado en Barcelona. En esta charla, Jordi Soler descubre algunos secretos de su oficio como creador, y se extraña de quienes lo definen como escritor de culto. Él sencillamente se considera “un trabajador de la palabra”.

H

abía terminado de leer El cuerpo eléctrico de Jordi Soler y me encontraba sumergido en Google, recopilando información adicional, no tanto para escribir la reseña, sino en la búsqueda del “metadato” del escritor; quería hurgar en el Jordi Soler que conocí hace más de veinticinco años, cuando él era un locutor de radio de voz heterodoxa que hablaba de temas igual de heterodoxos para la radio comercial y que transformó junto a sus compañeros de Rock 101 a una generación chilanga como la mía, de chavos que pretendíamos cambiar al mundo. Por ello, cuando di con su correo electrónico no dudé ni un instante y le envié un comunicado de febril sustancia para pedirle una entrevista para Tropo a la uña. Jordi contestó afirmativamente después de un fin de semana. Pactamos el día y la hora para reunirnos por Skype, Jordi en Barcelona, yo en Cancún, “a las diecinueve mías, doce tuyas”, dijo en un lacónico correo. Llegada la fecha, la pantalla desplegó al escritor de doce novelas, dos libros de

poesía y un sinfín de relatos y artículos publicados, quien conversó conmigo con fluidez y claridad, como si estuviéramos en algún cafetín de Las Ramblas. –Jordi, en tu última novela, El cuerpo eléctrico (Alfaguara, 2017) te autodenominas como “un exégeta”, ¿cómo surgió la idea de escribir esta obra? –Varias de mis novelas, desde luego las últimas, están planteadas desde ese punto de vista. Siempre el narrador es alguien que va desentrañando una historia; está ahí para que él la escriba, pero además va explicando cómo la escribe y cómo investiga para llegar a poner por escrito esa historia. Me gusta siempre escribir mis libros en primera persona porque es mi manera para tutear a los personajes, para estar metido en medio de ellos. Mis narradores son, generalmente, como este de El cuerpo eléctrico, un narrador que también forma parte de la trama. No sé explicarte por qué; seguramente porque así me parece más divertido escribir mis libros. Tengo más aire, no solamente estoy contando la historia sino la periferia de esa historia que me parece siempre interesante. Porque, a veces, esa periferia es más interesante que la novela que es-

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e n t r e v i s t a tás contando. Para escribir El cuerpo eléctrico, este punto de vista fue extremadamente útil. Si yo fuera cineasta, El cuerpo eléctrico hubiera sido mi gran superproducción. Es una novela que va por praderas enormes en medio de Estados Unidos, que pasa por Veracruz a Estados Unidos, va de atrás para delante, en fin… El cuerpo eléctrico es una historia de ficción en gran medida. Lo que existía al principio era la enana, Lucía Zárate, un personaje histórico, o más o menos histórico porque no tiene suficiente documentación, y así termina no siendo tan histórico. Y eso es una ventaja para mí porque me dio un gran margen para la invención. Cuando la biografía es escasa lo considero una señal; tengo la oportunidad de redondear esa vida. Y para acompañar la aventura de Lucía, inventé al personaje de Cristino Lobatón, pero estos dos elementos requerían de un exégeta —como dice el narrador en esa novela— que fuera desentrañando los textos de Cristino Lobatón que son imprescindibles para entender lo que ha pasado con Lucía Zárate y con él mismo. Al final, creo que el personaje de Lobatón, que es el inventado, termina devorándose a Lucía Zárate, que es el personaje histórico. La exégesis que propone el narrador en suma es, perdona la brusquedad, el pegamento que une a los dos personajes —La novela Los rojos de ultramar es la historia de tu familia, la historia de Arcadi, tu abuelo, y una consecuencia totalmente temporal e histórica. —Sí, Los rojos de ultramar siempre estuvo supeditada a la historia con mayúscula y esto supuso grandes dificultades. Lo que más me entusiasma es la invención, la imaginación que hay en mis novelas, y aquí estaba constreñido por datos duros: la guerra sucedió de tal a tal año, el exilio empezó en tal año, el campo de concentración francés tenía tales características. La psicosis de los exiliados es muy puntual también; todos se comportan de una manera similar. De hecho, el destino de los exiliados siempre se parece porque no hay más de dos o tres destinos que puede tener un exiliado; que, por otra parte se parece al destino de los enamorados. En fin, en realidad, hay muy pocas posibilidades de tramas narrativas, la vida ofrece pocas posibilidades, y al final escribir una novela es el arte de la combinación de las pocas posibilidades que hay. Además estaba la historia familiar, algo tampoco inventado por mí. Sin embargo, al final logré abrir este espacio del que te hablaba, y por eso en Los rojos de ultramar hay una gran cantidad de invención. La historia dura es tal cual pasó pero hay zonas de invención que no son las que te imaginas (por ejemplo, sí había un elefante en el jardín de casa). Los rojos de ultramar fue muy dura de escribir por todo lo que tuve que batallar contra la historia ya escrita, que además es una historia muy grave, muy seria, y yo quería que en la novela hubiera también humor y ahí estuvo la batalla: desolemnizar la historia, sobre todo aquí, en Espa-

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(…) la verdad es que uno escribe como puede y lo que puede, luego ya tus libros te los van clasificando. Me gusta que digan que soy “escritor de culto”, pero yo me veo como un trabajador de la palabra, no noto el glamour que ven en mí. (…) …quedé vacunado contra todo tipo de fama y celebridad. La fama es un gran malentendido.

ña, sin quitarle ninguno de sus atributos. Recuerdo pasajes como el del campo de concentración, porque yo estaba haciendo literatura con un episodio muy grave, que de verdad le había pasado a un familiar mío, a mi abuelo, y quería además que fuera un episodio muy dramático. Me metí mucho en ese episodio; vivía en Irlanda en aquel entonces y viajé a Argelès-sur-Mer, la playa donde estuvo el campo de concentración. Todo lo que cuento en esa novela es verdad, lo hice, fui a verlo. Pero no cuento que iba con mi mujer y mi hijo, que era muy pequeño entonces, de dos años acaso, apenas caminaba. Estaba recorriendo esa playa en invierno pensando cómo iba a resolver ese capítulo diabólico, sintiendo lo que era estar ahí, un día helado por otra parte, igual que los días que iba a describir. Cuando estaba pensando en todo esto, salió un perro negro, enorme, detrás de una duna. A mí me pareció todo un símbolo. No sabía qué hacer, estaba seguro de que el perro nos iba a morder, todo pasaba en segundos. Puse detrás de mí a mi hijo, me dispuse a patear al perro, pues no llevaba nada para pegarle, y unos segundos después salió un hippie detrás de la duna: “perdón, perdón, se me escapó el perro”; me di cuenta de que había un camper ahí, que era donde vivía el hippie. Todo eso me pareció tremendamente simbólico, tan simbólico que no lo escribí. —Se convirtió en una historia personal —Sí, era demasiado. Todo esto para decirte que esa historia fue bastante más difícil de escribir que la de la enana, que simplemente me parecía interesante, incluso divertida. Otra de mis novelas en las que tuve que batallar


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contra la “Historia” con mayúsculas, además contra un personaje mayor de la literatura —Antonin Artaud, el gran poeta francés— fue Diles que son cadáveres. Fue también muy complicado porque había que ir respetando lo que de verdad le pasó a él, pero bueno, una vez respetado esto, el proceso de escritura fue exactamente igual que el de todas mis novelas: una vez que ésta va mar adentro todo es el arte combinatorio, la alquimia, la música de la novela. Es exactamente igual. —De todo lo que has escrito hasta ahora ¿cuál de todas tus novelas es tu hija favorita? —Bueno, pues te podría hablar de dos o tres por distintas razones e igualmente importantes. Por ejemplo, mi primera novela, Bocafloja, no me explico… es una novela a la que he regresado porque hubo un proyecto de hacerla cine, me metí a desmenuzarla para tratar de hacer un guion. Después ha habido varias reimpresiones, varias reediciones, y en alguna cometí el atrevimiento de meterle mano; ya habían pasado muchos años y a mí me parecía honesto poner esa novela al día. Luego hubo lectores que se quejaron. Hasta la fecha no sé si hice bien, pero yo me quedé más tranquilo. Esa novela fue importante, porque no me explico todavía cómo pude terminarla ¿Cómo alguien puede terminar una novela sin la experiencia de haber hecho otra novela? Es un acto de audacia, de inconsciencia ¿Quién te crees que eres para escribir una novela? ¿Quién te la va a publicar? Bocafloja fue rechazada por tres editoriales, tardó seis años en publicarse, fue un esfuerzo de resistencia por mi parte, no sé cómo la acabé y sobre todo, no

sé cómo se leyó; pero bueno, esa novela es importante por eso. Después está la novela que me dio un nombre, permitió el acceso de mis libros a otros países y abrió el mundo de las traducciones que es Los rojos de ultramar. Y de esa trilogía conformada por Los rojos de ultramar, La última hora del último día y La fiesta del oso, la que siento más mía es La última hora del último día: es probablemente mi novela favorita. Es tremendamente personal, tremendamente honesta y me parece, desde mi punto de vista —si bien el punto de vista del escritor es un punto de vista más; pues la novela cuando está hecha ya no es tuya— mi novela más redonda. Personalmente, me deshice de muchos fantasmas. Fue un éxito porque logré convertirlos en personajes literarios, en fantasmas literarios. Diles que son cadáveres fue una novela que estuve arrastrando durante años, interrumpiendo y volviendo a escribir; es mi novela irlandesa y por ello le tengo especial cariño. En fin, todas son especiales. Ahora estoy con una, por ejemplo, que empecé a escribir en Canadá. Vengo de estar un año allá. Es una novela donde hay mucha nieve y mucho bosque, y con la cual estoy entusiasmado. No puedo contar nada aún porque no está hecha. Llevo dos meses tratando de abrir el espacio que te comentaba, pero más de un año escribiéndola; es mi novela favorita desde luego, porque es la que estoy escribiendo ahora y es a la que regreso cada día, la que me tiene obsesionado y la que ocupa el ochenta por ciento de mi disco duro todos los días. —¿Cómo trabajas, Jordi? ¿Cómo le dedicas el tiempo a tu novela? ¿Cómo es tu rutina?

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e n t r e v i s t a —Soy escritor de mañanas, cuando estoy mucho más vivo porque se me ocurren las mejores ideas. Consecuentemente, empiezo a escribir muy temprano (soy un chico de pueblo, nací en un pueblo, desde que era niño amanecía con los biorritmos del campo, que empiezan muy temprano). Después interrumpo para llevar a mi hija al colegio y luego me hago un gran paseo con el perro, en un cerro que tenemos aquí cerca, regreso y escribo la novela durante toda la mañana hasta la hora de comer. En la tarde hago artículos para la prensa, leo, hago notas sobre la misma novela, cosas que no impliquen tanta concentración. La novela consume casi la totalidad de mis energías después de la siesta que hago después de la comida y ya estoy verdaderamente disminuido, con la batería baja. Conforme va avanzando la tarde y va cayendo la noche me voy convirtiendo en un cero a la izquierda: sólo sirvo para ver series en la televisión. —Hoy, entonces, vives de la literatura y para la literatura, pero me gustaría regresar un poco al pasado ¿Tú escribiste Bocafloja cuando trabajabas en Rock 101? —Sí, era el jefe de la estación, así que podía disponer más o menos de mi horario sin que se notara mucho mi ausencia. Escribía como siempre, como te digo, muy temprano, y llegaba como a las doce a mi oficina. Creo que era la época en que tenía un programa a las 12, precisamente. Era un trabajo muy divertido, muy nutricional para mí, aprendía muchas cosas, vivía la vida de manera extrema y tuve un montón de episodios que después trasladé a esta novela. En realidad, lo sensato hubiera sido “entregarme” a mi papel de estrella de la radio, que era muy gratificante; sin embargo, seguramente porque soy producto del judeo-cristianismo occidental, pues me tenía que torturar todos los días escribiendo para poder “merecer” el paraíso que era llegar a mi oficina y hacer radio. —Por los años de Bocafloja ya escribías para el Reforma, La Jornada y varias revistas. ¿Has recopilado en algún libro esos artículos y relatos? —Sí, el año pasado salió aquí en España un libro titulado Ensayos bárbaros, publicado por una editorial de Madrid llamada “Círculo de tiza” (que no distribuye en México). Estoy pensando editarlo con “Mal paso”, que publicó Pinches Jipis, que edita aquí y allá, porque sí me gustaría que circulara en México; para mí es un poco bochornoso que un libro mío no circule en mi país. —¿Barcelona tiene algo que ver con tu historia familiar, con retornar al lugar donde vivieron tus ancestros y que allí crezcan tus hijos? —Sí, de hecho mi madre nació aquí también… Barcelona ha sido la ciudad de referencia para mí. Desde que era joven venía aquí todo el tiempo, tengo grades amigos desde hace treinta y tantos años y una serie de conexiones emocionales tremendas que no tengo en ninguna otra ciudad, salvo el D. F. Regresar aquí tiene que ver con

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eso, con esa parte emocional. Por esta historia de exilio, no crecí aquí; sin querer me echaron de esta ciudad, y me hace ilusión que mis hijos crezcan aquí; me hace ilusión hablar en catalán con ellos, la lengua que hablaba yo con mi madre cuando era niño; me hace ilusión que mis hijos jueguen —bueno, ahora mi hijo mayor es adolescente— en el mismo parque donde jugaban mi madre y mi abuelo, en el Turó Parc. Mientras yo estaba pasando las de Caín en la selva de Veracruz, éstos jugaban en el Turó Parc en Barcelona. Y vivo en el barrio de mi madre; de hecho, vivo en la calle donde nació mi madre, por lo que el tema emocional y familiar está presente, pero también tiene que ver con que Barcelona es una ciudad muy cómoda para vivir. Quizás si mis nexos familiares estuvieran en Kosovo, pues seguramente no me hubiera quedado quince años, no hubiera sido tan cómodo vivir ahí, incluso ahora que está tomada por los independentistas. —¿Sigues haciendo poesía? ¿Te ha ayudado con tu prosa? —Mi interés por el lenguaje es parte de la poesía. Acabo de publicar un poema traducido al francés en una revista francesa que se llama Artaud. Es una revista de trescientas


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páginas que acaba de salir; una típica locura francesa… Es lo único que he publicado en años. ¿Y por qué lo publico en francés y no en español? Yo creo que por pudor; no estoy últimamente en mis poemas, pero sigo escribiendo poesía. —Tienes dos libros de poesía que son muy difíciles de conseguir. —Sí, creo que ya no existen, son viejos además, pero tengo la inquietud de publicar un libro de poemas, no sé exactamente cuándo porque ahora estoy muy liado con lo que estoy haciendo, pero lo haré en algún momento; tal vez logre un acuerdo conmigo wmismo. —¿Pinches Jipis salió antes o después de El cuerpo eléctrico? —Fue una novela que salió en España un año antes que El cuerpo eléctrico y el editor de aquí, por estar planeando el lanzamiento con tanto detalle al final no lo planeó bien y acabó saliendo después de El cuerpo eléctrico en México. —¿De qué trata Pinches Jipis? —Es la historia de Emiliano Conejero que escribía en forma de radio novela en Rock 101, aquí echa novela, terminada y con ánimo de convertirla en una saga. Era una

vieja deuda que tenía con quienes escuchaban mi programa en aquella época. —Jordi ¿te consideras un escritor de culto? —No, pero la prensa dice que sí. Sobre todo la de aquí. —¿Y eso te va bien o te va mal? —Pues mira, la verdad es que uno escribe como puede y lo que puede, luego ya tus libros te los van clasificando. Me gusta que digan que soy “escritor de culto”, pero yo me veo como un trabajador de la palabra, no noto el glamour que ven en mí. —¿No extrañas esa época de cuando eras una especie de rockstar en Rock 101? —Por supuesto que no, quedé vacunado contra todo tipo de fama y celebridad. La fama es un gran malentendido. Tropo

Miguel I. Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966) Diseñador gráfico y comunicólogo. Profesor de la Universidad Anáhuac. Reseñista habitual de Tropo a la uña. Correo electrónico: zorombatico@gmail.com

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l a t i n t a t e n t a

La estatura de tu vida Miguel Miranda El cuerpo eléctrico Jordi Soler Alfaguara 2017 280 p.

V

i a Jordi Soler caminar como si fuera un rockstar rodeado de groupies rumbo al auditorio de la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas, en Xochimilco, para dar una conferencia. Era 1989, creo recordar. Por aquel entonces él llevaba una doble vida: públicamente era uno de los locutores estrella de una afamada estación que ya no existe, Rock 101, y sin que nadie supiera, escribía a hurtadillas su primera novela: Bocafloja (Grijalbo, 1994). Recordado por el público defeño de aquel entonces como el locutor de Argonáutica o Naufragio, Jordi Soler ha publicado más de doce novelas, dos libros de poesía e infinidad de artículos, cuentos y ensayos en diferentes medios editoriales. El tiempo le ha sentado bien; dejó la radio, siguió escribiendo, pasó un tiempo en Dublín como agregado cultural de la Embajada de México y ha producido literatura de buena calidad y extraordinario octanaje creativo. Con la experiencia de más de veinte años a cuestas como escritor traducido

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a varios idiomas, Soler publica en 2017 El cuerpo eléctrico, su más reciente novela que sitúa a dos personajes centrales, la liliputiense Lucía Zárate, quien solamente medía 51 centímetros, era frágil y diminuta pero proporcionada, y además existió realmente; nació en lo que ahora es Cempoala, Veracruz, en 1864. Por su parte, Cristino Lobatón, un personaje de ficción, será quien lleve el destino de la enana protagonista hasta el final, desde Veracruz hasta la exposición Universal en Filadelfia, y de ahí por todo Estados Unidos viajando a bordo de un tren que es mitad transporte de un Freak Show, mitad planta procesadora y fumadero de opio. Con una narrativa que parte de un ambiente de campus universitario, muy al estilo de Ciudades desiertas de José Agustín o de Donde van a morir los elefantes de José Donoso, Soler narra los hechos como un autodenominado exégeta, quien se introduce en los personajes y las situaciones para refulgirlas de narrativa y ambientes extraordinarios. La lectura nos lleva así de circunstancias que van de lo real y verosímil a lo fantástico y extraordinario: de repente el lector se encuentra a bordo de un tren que atraviesa de Este a Oeste las praderas norteamericanas con un socio de Barnum, una mujer hirsuta, siameses que se contradicen entre sí, un enano lúbrico y alcohólico, además de un chino singular, mejor amigo desde la infancia de Lobatón, quien regentea muy a la mexicana un incipiente negocio que podría ser un ejemplo de proto-narco.

Los recursos narrativos de Soler están derivados de esa exégesis inicial, donde parte como narrador en primera persona dando vida y espacio a los demás personajes que conviven a finales del siglo XIX. Un recurso muy favorable para mantener expectante al lector y utilizado por el escritor nacido en La Portuguesa, Veracruz, en casi todas sus novelas. Al final, el lector de El cuerpo eléctrico, se lleva una superproducción de imágenes mentales debido a la narración que comienza con una enanita insignificante en un pueblo perdido de Veracruz, convertida en instrumento para que un muchacho con aspiraciones políticas pueblerinas se transforme en un magnate mexicano en Estados Unidos. La riqueza narrativa que propone Soler derrama en el lector ese imaginario particular, aderezándolo también con reflexiones sociológicas acerca de cómo cohabitamos mexicanos, chinos, indios, negros o anglosajones, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. ¿Serán acaso los mismos vicios o solo ha cambiado la forma? Tropo


Muestra del laboratorio de poesía del CCL

E

n contra de ese lastre de marginalidad que intentan adjudicarle a la práctica de la poesía, la creación literaria llevada a nivel colectivo siempre trae resultados inesperados. Hay, por ejemplo, personas que jamás en su vida han leído un poema y, sin embargo, en un curso de creación literaria logran sorprenderte con un texto genuino, con chispazos de poesía verdaderamente admirables. En esta ocasión esto no dejó de suceder. Los talleristas —la mayoría foráneos, como es común en esta ciudad— oscilan entre los 20 y los 50 años. Su experiencia en la escritura varía. Hay primerizos, en efecto, pero también hay quien decidió integrarse para retomar, como se dice en el argot literario, “el oficio”. Nada de esto, claro está, tendría que valer al instante de publicar. Sobra decir que su entusiasmo y talento aquí mostrados, son sus credenciales. El laboratorio de poesía, además de haber ofrecido otro modo de apreciar los elementos básicos que componen un poema, tenía también como finalidad hacer que los integrantes reconozcan otras formas de entender el fenómenos poético y que, al mismo tiempo, consideren que la escritura es —como lo creía el poeta estadounidense Wallace Stevens— un acto en primera instancia de indagación íntima y experimentación. El producto final: los siguientes poemas que son —pese a la timidez y el miedo escénico que tiene todo poeta incipiente o no— una demostración de valentía y vivacidad poéticas. Ergo, rescato de los textos de Anisia García y Lizbeth Peña la ambición y el afán de torcer la convención del poema; de Eréndira Proa y Yessi Rivero la síntesis cargada de intensidad y la búsqueda de la resignificación de sus emociones; de Igor Rocha, Jesús Pacheco Montalbán y Habib Sánchez la vuelta de tuerca, la jiribilla y el remate puntual; y de Luis Alberto G. Sánchez, el buen manejo del verso de carácter reflexivo, intimista. Uno de los alicientes propuestos para los talleristas fue la publicación en TROPO a la uña de una muestra de los mejores poemas escritos a lo largo de los tres meses de laboratorio. Aquí, pues, la suma de todos los versos que espero signifique para los autores el inicio (e incluso el reinicio) de una aventura poética estimulante. Tropo José Antonio Íñiguez. Coordinador

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t r a s l u z

Remix: Ed & Stranger Lizbeth Peña It seems so good un día cualquiera to see you entre él y tú entre inglés y francés How long has it been?

en un momento solo porque sí te extraño youtube Ed Sheeran una excusa para imaginarte pero él tiene una voz como su piel y su edad tan tierna y tan bella que no me deja dice smile y yo me alegro el segundo track es un cuadro frenético ahí la calle es luminosa y tampoco apareces Te recuerdo pienso y voy a la melodía anterior buscándote pero él está en un campo duende irlandés labios rosa cabello casi oro casi fuego que me atrevería a tocar me culpas por elegir lo tangible la felicidad y escapas antes de que te pueda definir Qué pasará cuando se acabe la pila y el camino aún sea largo y Ed Sheeran no esté conmigo… Honey tú vas a volver querré decirte hello stranger que todo lo que siento se vuelque de golpe igual que antes como te prometí ¿Hace cuánto tiempo? Me parece tan bueno verte…. Practico el saludo para el encuentro

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t r a s l u z

si hablas conmigo sabré que Dios no ha muerto que el dedo disecado de Vallejo ya nada tiene que decirme quiero volver al momento en que te dejamos yo y mi banco de peces selectivos mais… je suis très fatigué Solo Sheeran puede reconfigurarme tu cabello oscuro no está aquí sobre nada y me dejaría acariciar por su cabello casi ámbar casi luz casi amor oh Darling/ so/ now no importa el camino ya dentro o fuera y me acurruco en la esquina ya no deseo nada más que cambiar de canción el nuevo mood casual es alegre ya no eres polvo que todo lo cubre solo un borroso dios entre los acordes estabas estás no importa cuando él canta sorry honey no puedo aguardarte más ni ensayar “Hello stranger” para nuestro encuentro algún día voy a nombrarte con mi dedo deicida para que todos sepan que ya no eres útil ahora te escapas y no puedo señalarte para decirte por fin au revoir étranger

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t r a s l u z

Postal de un parque Anisia García

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Tres dimensiones: estática, perspectiva y movimiento.

Punto de partida: el columpio frente al restaurante de pastas con platillos para dos.

A 45 grados: la luna proyecta la posibilidad de vivir como nómadas.

Punto medio: un faro intermitente se niega a seguir intentándolo.

Mientras: el azul profundo transita entre raíces.

Punto final: la incubadora de las nueces, el hábitat de los ángeles, la jaula del conejo.

Alineados, hombre y mujer se vuelven uno: cinco grados a la izquierda no se hablan y se dejan 12 grados hacia abajo.

En común no hay nada, solamente el lugar, y el blanco y el verde y el azul.


t r a s l u z

Contracanto al infiel Eréndira Proa De sus ojos descríbeme el color, vacíame el rosa de su boca en estas pestañas mancilladas. Hazme llorar preguntas carmesí, aunque tus respuestas sean como labios mordisqueados. Designado tienes siempre tu propósito, fabulas tragedias y partidas y regresas a mí como extranjero. Dime ya cómo lavas tu rostro con mi sangre y te regalaré el credo de mi duda. En esta noche envenenada, serpentea tus palabras otra vez.

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t r a s l u z

Sala de espera Habib Sánchez Cuando muera, el sacerdote y el sonido del viento serán los asistentes de mi velorio. Así como en la vida, los muebles son los únicos que me acompañan.

La montaña Jesús Pacheco Montalbán Mi vida creció en un valle, pero mi curiosidad era elevada. Piedra a piedra, ella me esperó desde antes de mi nacimiento. Verla me hizo entender: Mahoma nunca estuvo en una.

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t r a s l u z

Última instrucción Igor Rocha Tendría que existir un pequeño manual, que disipe penas y que garantice alivio.

Escena rutinaria ante un cuadro after cat BWV 974 Luis Alberto G. Sánchez

Llegas tarde a casa. Después de las cuatro llamadas al teléfono, abres la puerta y encuentras al gato bajo tus pies. Enciendes las luces En negro por los persignados, (las sombras de tus muebles no te van a decir breve para los solemnes, ningún secreto) y en la mesa de centro ignoras doblado en cuatro que alguien te buscaba insistentemente. Tú como una cruz. no sabes pero tu madre se ha quedado dormida. En casa tus hermanos trazan círculos por Una guía mínima la habitación como si se tratara de un festejo que explique sin tapujos sorpresa o como si la noche fuera la espera la manera precisa para nuevamente comenzar la historia. Ves de vestirse de cadáver. al gato. Te desprendes de lo que sucede afuera y enciendes el televisor (ningún sonido tan constante como el del teléfono, ninguna noticia importante como la perdida, ninguna historia tan magnífica como la que ya no vives). Levantas el teléfono y recuerdas que tu madre necesita hablar contigo. Hoy es tarde porque ella duerme, piensas. El silencio cae sobre la siYessi Rivero lla y te dices que no necesitas desvelarte, que no te hacen falta, junto a tus hermanos, los Mi llanto se camufla tras un plástico amarillo. festejos del día nuevo. (Tú te levantarás maSoy quizá el espejismo de un esquizofrénico. ñana seguramente como te levantaste hoy.) Llamas al gato y lo acaricias. Dejas que la noComo Pedro intentando seguir al Maestro, che continúe y en el televisor ves la escena de me sumerjo en aguas turbias. un hombre sentado en la acera que delante de él escribe algo incomprensible. Sin saber por No confío. Permanezco quieta. qué, te estremeces. Tropo

Autodiagnóstico

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d e v e z e n c u e n t o

Los consejos del terapeuta Queta Navagómez

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edúzcalo, señora, válgase de sus encantos, de su imaginación, de la pasión que todavía le quede por su marido —me aconsejó el terapeuta. Lo miré sorprendida de que me indicara eso cuando acababa de contarle que mi esposo me trataba con indiferencia. —Los hombres a veces no nos fijamos en los detalles que ustedes tienen para con nosotros. Es hasta que esas atenciones terminan cuando las valoramos, pero, ¿para qué esperar la tragedia? Deje de ser el ama de casa laboriosa y cumplida que ha sido hasta ahora, ya vio que eso no da resultado. Transfórmese en la mundana, la seductora que él desea encontrar. —Doctor, véame, ya estoy vieja y… —A los sesenta años una mujer sigue siendo interesante, señora. Inicie hoy mismo. Me dijo que le gustaba el teatro, ¿no?, pues sea actriz de su propio escenario. Imagine que no han pasado estos treinta y tantos años de aburrido matrimonio, suponga que apenas regresa de la luna de miel y actúe como recién casada. Verá cómo la busca… Verá cómo renace el amor. Las palabras del terapeuta me hicieron olvidar que mi marido había llevado su indiferencia hasta el grado de casi no dirigirme la palabra. Salí del consultorio resuelta a todo con tal de que mi esposo me buscara, al menos que preguntara por mi salud o mi estado de ánimo antes de sentarse sábados y domingos completos a ver programas deportivos frente a la televisión. Pero, ¿qué iba a hacer yo con lonjas en la cintura, senos caídos y tantos años encima?, me pregunté mientras el camión lidiaba con el tránsito y la lluvia. Acabé diciéndome que existían las fajas, la depilación y el maquillaje: eso solucionaba todo. Al llegar a casa estaba yo convencida de ser una estrella, había leído tantas obras de teatro que sabía cómo actuar. Esa misma noche empecé a planear mis escenarios, a hacer cuentas para calcular qué alcanzaría a comprar

Ilustración: Otto Dix. Lady, 1922.

con la miseria que recibía de gasto y mis ahorros de muchísimos años. Me sostenía la creencia de que no importaban los sacrificios cuando estaba intentando, por todos los medios, salvar mi matrimonio. Tres noches después, cuando llegó mi esposo, yo tenía la sala tapizada de pasto natural, había llevado los muebles a la recámara para que pudieran caber tres árboles sembrados en cubeta y la casa de campaña que me había prestado la comadre Celia. Mi traje de exploradora lo alquilé en una tienda de disfraces. —¡Bienvenido al campamento del bosque, compañero explorador, prepárese para una noche ardiente a mitad de la naturaleza! —dije al verlo entrar y plantarle un sonoro beso. Sentía temblar mis piernas pero las palabras del terapeuta me impulsaban: Transfórmese en la mundana, la seductora, la que él desea encontrar, había dicho y ahí estaba yo, con la chaqueta de exploradora abierta, mostrando el diminuto brasier color beige con manchitas negras que parecían gritarle: ¡mira nada más los regalotes que te tenemos! Él, sorprendido, frunció el ceño, se rascó la cabeza, miró con desconfianza la multitud de mariposas, abejas y pajaritos de unicel que yo había pegado en las paredes de la sala. Resuelto, se acercó a apagar el foco que estaba oculto en una pelota de papel que simulaba la luna, luego, levantando los hombros se fue a la cocina. Lo seguí. Abrió el refrigera-


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Ilustración: Otto Dix. Yaciente sobre piel de leopardo, 1927.

dor, encendió la estufa, calentó algunas cosas y se puso a cenar tranquilamente. Yo hacía esfuerzos para soportar el desdén. Me encerré en mi cuarto para afianzar la idea de que la soledad que a veces me causaba insomnio se debía a su indiferencia. Pero no era tanta su culpa, no, era culpa del “síndrome del nido vacío” que, me había explicado el terapeuta, lo causó el que hubiéramos vivido para los hijos y, al marcharse ellos, dejamos de encontrarle sentido a nuestras vidas. Ah… pero el que ahora estuviéramos solos, no era una tragedia sino una oportunidad que debíamos aprovechar para sentir con intensidad cada momento. No me di por vencida, a la semana lo recibí vestida de sirena. Con ayuda de papel maché, cartón y pintura, el sofá se transformó en una roca inmensa en la que yo me acomodé dispuesta a cantar. El agua la simulaban muchísimos pliegos de transparente papel celofán azul. En las paredes había picos blanquecinos que simulaban olas, recortes de gaviotas, albatros y garzas. Mi cola de sirena, al igual que el brasier que le hacía juego, en color violeta, me habían costado tres días completos de estar pegando con hilo y aguja lentejuelas y chaquiras. Los collares, aretes, pulseras y peinetas de concha y caracoles, los había ido a comprar hasta el mercado de artesanías. El foco ahora tenía una esfera de papel color naranja encendido, para simular el sol de un atardecer tropical. Un CD con sonidos de aves y agua que

corría, ambientaba el lugar. Recordaba completo el consejo del terapeuta: Sedúzcalo, señora, válgase de sus encantos, de su imaginación, de la pasión que todavía le quede por su marido. Él me miró de arriba a abajo, no quiso acercarse y sólo me saludó agitando la mano. Se fue a la cocina a calentar su cena. Sin rendirme hice coro a la voz de una soprano que a mi gusto cantaba como verdadera sirena, tratando de atraerlo. Cuando escuché el ruido de la televisión en la recámara, entendí que todo estaba perdido. Levanté los pedazos de mi orgullo, empecé a quitar el decorado y me propuse no llorar. A la siguiente noche se interesó por mi salud: traía la tarjeta de presentación de una psiquiatra que le habían recomendado mucho, dijo que podría acompañarme un fin de semana. Algo es algo, empiezo a interesarle, pensé, y le di un abrazo con toda mi alegría. Ese detalle hizo resurgir mi espíritu de lucha. A la semana lo recibí con una decoración de cantina sureña. De frente, al fondo, nuestro pequeño bar de madera, con espejos y foquitos. Las botellas y copas sobre la barra, eran una sutil invitación a tomar un trago. Al centro, tres mesitas redondas con sus desnudas sillas. En el mueble esquinero, puesto con todos los cuidados, un bandoneón auténtico, una reliquia que conseguí tras mucho rogarle a mi amiga Laurita, quien lo heredó de un tío que tocaba tangos en su natal Argentina. En la otra esquina

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puse una sinfonola vieja e inservible, que me sirvió para ocultar mi flamante equipo de sonido y un USB con al menos cien tangos que derramaban sus notas quejumbrosas por la sala, iluminada a media luz. Al centro estaba yo, con un entallado y rojo vestido largo con aberturas a los lados para mostrar mis muslos envueltos en seductoras medias negras. Yo, mujer fatal, estaba esperando a mi amado con una copa en la mano. En cuanto el muy desgraciado me vio, soltó la carcajada. Llena de indignación le lancé el licor de mi copa al rostro y sin poder contenerme corrí a encerrarme en la recámara para llorar mi rabia. Lo odiaba, me sentía tremendamente estúpida y sola. La tristeza me hizo recordar que después de recibirlo como exploradora, no fue para ofrecerme ayuda cuando me vio levantando el pasto natural y las plastas de tierra que éste desprendía. También me ignoró cuando quité los kilos de papel celofán azul y las piedritas de río utilizadas para la escenografía del mar. Lo odiaba, no quería saber nada de él. Cuando tocó la puerta preguntando si ya podía entrar porque era muy noche y necesitaba dormir, salí furibunda, le eché en cara su egoísmo, su indiferencia y le juré que me iría de la casa. Me iría, sí y él iba a buscarme por días, semanas, quizá meses. Con el dedo índice en los labios me exigió silencio, abrió el clóset y buscó su pijama. Diez minutos después se había recostado y fingía dormir. —¡Por esta que me vas a buscar! —le advertí besando la cruz que formé con mis dedos y salí de la recámara dando el portazo. ¡Mi plan resultó!, ¡me está buscando! Mi celular no deja de timbrar pero no contesto. Que sufra. Para suerte, los hijos viven en otros países y no puede apoyarse en ellos. ¡Me está buscando!, le juré que iba a hacerlo y la satisfacción me colma. Verá cómo la busca, me dijo aquella vez el terapeuta y ese vaticinio se ha cumplido. Me está buscando, pero no voy a ceder tan fácilmente, regresaré hasta que me pida perdón y prometa no ignorarme más. Tendrá que aceptar mis condiciones: desde ahora salidas al cine o a bailar cada fin de semana; desde ahora regalos o tarjetas cada quincena: detalles que me hagan saber que sigo siendo importante en su vida. Sólo así volveré con las cosas que me traje; sólo así le regresaré los collares y pulseras de oro, perlas, diamantes y esmeraldas que recibió como herencia de su abuela. Tropo Queta Navagómez (Nayarit, 1954). Licenciada en Educación Física. Representó internacionalmente a México en carreras de 800 y 1500 metros planos. Concluyó el Diplomado en Creación Literaria, en la Escuela de Escritores, de la Sociedad General de Escritores de México. Escribe cuento, poesía y novela. El cuento que se publica en estas páginas obtuvo el Primer lugar del certamen “Nada que fingir” 2017.

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Las ocho en punto Saulo Matasanos

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20:00 os gemidos y el rechinar de la cama se interrumpen cuando la botella de cristal se revienta contra la cabeza de Flor, que está montada sobre Isiel. Un golpe efectivo para arrebatarle la vida. La cuarta parte del líquido en la botella de un litro aporta el peso suficiente, lo demás es sólo producto del buen tino de María, su esposa. Flor, empapada de cerveza y sangre, cae sobre él. No ha notado que está muerta, ni siquiera ha notado a su esposa, que no hace ningún ruido antes del acto. Por eso continúa moviendo la pelvis de arriba-abajo y chupando la redonda teta humedecida con cerveza que chorrea desde la espalda, mientras su esposa, atónita, mira la escena. No tarda muchos en advertir el sabor metálico de la sangre, en sentir las sábanas y el cabello de su amante adherirse a él. “¿Qué pasa?”, pregunta sin recibir respuesta. Luego mira su reloj: siguen siendo las ocho en punto. Este se detuvo desde hace dos horas, pero no tiene tiempo para descubrirlo pues recibe la primera de veinte puñaladas con el cuello astillado de la botella.

20:00 Isiel paga las siete copas de Flor Silvestre y la convence de ir con él a cambio de ochocientos pesos. En su cartera aún subsisten dos billetes de quinientos.


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Saulo Matasanos (Chetumal, 1993). Estudiante de Maestría en Apreciación y Creación Literaria en el Instituto de Estudios Universitarios. Coordinador y editor en Editorial Gazapo, colaborador en el fanzine digital Letrina, autor de la plaquette “Héroe y otros relatos”. Ha participado en el 1er Encuentro Literario del Sureste, el Encuentro de escritores “Hala Ken” de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco y los dos Encuentros de Escritores “Bakhalal” de la Casa Internacional del Escritor de Bacalar. Becario Festival Interfaz Mérida, Yucatán, 2017. Correo electrónico: saulobernes@gmail.com Ilustración: Otto Dix. Asesinato por placer, 1922.

Suben al auto, ella le informa que tiene que pagar un motel, él responde que no le alcanza, luego pregunta por la casa de Flor, esta contesta que en su cuartería no le permiten llevar clientes. Isiel mira su reloj e informa que su casa se encuentra disponible. No le dice que a las diez en punto llega su mujer. Flor acepta y le pregunta si aún puede manejar. Arrancan y se van. Ella sugiere que deberían beber algo. Isiel hace una pausa en una tienda cercana en donde no tienen nada más que cerveza. Cambia sus billetes de quinientos comprando tres caguamas y dos vasos de plástico. Beben durante todo el camino, cruzando la ciudad a cincuenta o sesenta kilómetros por hora. Mientras conduce recuerda la discusión con María en la mañana. Ella, al revisarle el celular, descubrió varios mensajes con otra mujer, en ellos encuentra fotos del pene de su marido, fotos del culo y las tetas de otra mujer, también encuentra agradecimientos por la bolsa Gucci, los vestidos Chanel, los zapatos Prada. Pero María conserva la calma hasta que lee el final de esa conversación: “Coges muy rico… vamos a repetirlo el viernes…”. Leyó esas palabras dos o tres veces pensando en que pudo haberse equivocado, pero no. Como por instinto se le escaparon las lágrimas y decidió arrojar el teléfono contra el suelo haciéndolo pedazos. “Eres un poco hombre, ni siquiera me cumples a mí y te estas cogiendo a otra puta”, reclamó ella y él le rompió la nariz de un puñetazo.

Cuarenta minutos después llegan a la casa e Isiel se estaciona subiendo la llanta delantera a la banqueta. Se han bebido dos caguamas y destapan la tercera. Dejan los vasos en el auto y caminan como pueden para llegar hasta la puerta. Al entrar Flor pide su pago, él se lo entrega. Después se saca la verga y le dice que se la chupe, “sí, mi cielo”, responde mientras se pone en cuclillas. El miembro enhiesto de Isiel responde de inmediato, no como con María. Mientras ella chupa, Isiel da un largo trago, luego deja la botella medio vacía en la mesita de la entrada. Conoce bien a su esposa y sabe que jamás le perdonará la infidelidad. También sabe que ya no serán la familia que soñaron juntos alguna vez. Jamás habrá dos niños corriendo por la casa, vacaciones en la playa, fotos familiares de fin de año. Todo se ha ido a la mierda, piensa. Mira su reloj: ocho en punto. Tienen tiempo de sobra. Ambos se desnudan y van hacia la habitación. 20:00 El reloj de Isiel detiene sus manecillas justo a las ocho en punto, momento exacto en el que salen del bar. Tras cuatro años de vida útil, la batería de su Rolex dorado se agotó por fin. Él aún no lo sabe. Cualquier otro día esto no hubiese importado. Tropo

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Carlos Düring. Fotografía: Norma Ordieres.

Carlos Düring (in memoriam) Norma Quintana

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legué a Quintana Roo en la primavera de 1992 y pocos días después estaba en Bacalar. Los que conocemos este rincón del sureste mexicano sabemos la cualidad cosmopolita del lugar, y si tuviera que definirlo con una palabra tendría que ser “cordialidad”. Esta pequeña ciudad otrora perdida en la “región de los confines” es el ejemplo perfecto de una manera de ser que implica capacidad para darse, empatizar, fluir hacia el otro con la sencilla alegría de quien existe en un universo transparente. En Bacalar la naturaleza y los seres humanos se encuentran en un estado de armonía; y quizá por eso desfilan por aquí

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las almas perdidas, los espíritus desasidos, la gente vagabunda en busca de cobijo, los buscadores de luz, los empecinados creyentes en la posibilidad de construir un mundo mejor. Por azares del destino, fui una de esas almas. No empezaba todavía a sentir los embates de la más poderosa desdicha que puede agujerear el corazón de un ser humano, el exilio —eso vendría después—, y todo se me revelaba como una experiencia de altos quilates, una suerte de soñar despierta, casi un trance contemplativo. Y en ese sueño fue donde vi por primera vez a Carlos Düring. Por aquellos años, la alta figura de este argentino atravesaba, como la quilla de un velero, el aire caliente de Bacalar. Era un viajero impenitente que, después de haber


l a t i n t a t e n t a sobrevivido al Viacrucis de la dictadura y las persecuciones en su país, terminaba —o eso parecía— su accidentado periplo en este lugar bendito, donde todo convocaba a entregar lo mejor de la inteligencia y la voluntad para vestir de gala, en el ámbito de la cultura, lo que la naturaleza ya había engalanado sin medida. Contratado por el Centro de Investigaciones de Quintana Roo para preservar en material fílmico el trabajo de los científicos, se integró al paisaje del sureste con el mismo amable espíritu que lo llevó de su Buenos Aires natal a Brasil, y de allí a la ciudad de México. Había llegado a Chetumal tras la pista de una historia conmovedora, con la cual dio forma a un guion cinematográfico que tenía como trasfondo histórico la Guerra de Castas, y como tantos otros se quedó. Aquel proyecto que nunca encontró su camino hacia las salas de los cines, armaba con singular pericia la anécdota real de un muchacho nacido en Bacalar, cuyo trágico destino estuvo marcado por los vaivenes de un conflicto bélico con el que no tenía relación alguna. Víctima de las circunstancias, Miguel Mena termina ante un tribunal, acusado de crímenes que no cometió. Antes de conocerlo mejor, me pregunté muchas veces cuál era el motivo de la fascinación de aquel porteño por ese proceso perdido en el fárrago de documentos relativos a un pasado ajeno a su historia personal y a su cultura. Los años y la amistad que luego se instaló en nuestras vidas, como remanso para adormecer un amplio repertorio de ausencias, me dieron la respuesta: Carlos era un náufrago en medio de los mares procelosos del fatum, y de algún modo había encontrado en aquella historia de fatalidad y de muerte un recodo en el que se encontraba con la suya propia. Los grandes escenarios históricos arrasan con las pequeñas vidas de los seres humanos empujados por la vorágine de la guerra, los conflictos sociales, las represiones, el desarraigo, la renuncia… y el trasplante. A Carlos nada le era indiferente, su enorme comprensión del universo se abría como las puertas de una casa para recibir todo lo que necesitara entendimiento, argumentación, adquirir significado, ser reparado. Y así arraigó en el afecto de los bacalareños, que pronto se acostumbraron a su humanidad alta y delgada, a sus medias sonrisas, y a su modo peculiar de involucrarse en los temas de la comunidad. La hermosa casa que rentaba, recostada sobre una ladera que bajaba en suave declive verde hasta encontrarse con el agua, se convirtió en nuestro refugio en horas de incertidumbre. Allí acudíamos Agustín Labrada y yo, como pollitos huérfanos, y allí encontrábamos siempre alimento para el cuerpo y para el alma. Incontables fueron las tardes en que nos rescataron de la tristeza, y del aburrimiento, la conversación amena, la buena música, las

anécdotas que nos regalaba mientras Ron, su pastor alemán, se desplazaba entre nosotros como un buen espíritu doméstico encarnado en perro. Y hasta allí derivaron los integrantes de un grupo de locos, escritores de variopinto origen, que la literatura reunió en la Casa Internacional del Escritor entre junio y agosto de 1992. Juntos, llenos de ideas, de expectativas, cada quién con su fardo a cuestas, alborotadores, irreverentes, amantes de todo lo que contuviera alcohol, y de todo lo que sirviera para nutrir el espíritu, llenamos interminables horas a la orilla de la laguna, en aquel remanso de camaradería donde siempre fuimos bien recibidos. Carlos era el anfitrión perfecto. La amistad que nació entonces no ha sido derrotada ni por el tiempo, ni por las distancias, ni porque todos —sin excepción— “los de entonces ya no somos los mismos”. Y aunque el viento implacable de la necesidad lo levantó en peso un día y se lo llevó para dejarlo junto al mar, en Isla Mujeres, y luego a Cancún y más tarde de regreso a su Buenos Aires natal, una parte de Carlos se quedó junto a los azules de Bacalar, en nuestro espacio vital, como un referente perpetuo de la pasión por lo bien hecho, de la generosidad sin fronteras, del compromiso con las convicciones y lo que se decide defender. Conversador inigualable, inteligente con la inteligencia de los artistas convencidos y enamorados de las causas justas, encantador de mujeres, de almas y de perros, jamás olvidaré la cualidad única que le daba a su acento porteño su voz pastosa y acariciante, su manera peculiar de hablar entre dientes, las historias de sus aventuras en su vagabundear de desterrado, su esbelta figura a contraluz en el muelle que hizo nuestras delicias en su hogar, junto al agua mansa de la laguna. De él aprendí que no importa cuán delirantes parezcan nuestras empresas si creemos en ellas, incluso si nunca llegan a concretarse, que lo verdaderamente importante y hermoso es ponerle el corazón a cuanto hacemos, aunque tropecemos una y otra vez. Quijotesco, irónico, histrión de altos vuelos, pasó por nuestras vidas con su elegancia de caballero andante y, como no podía morirse de un mal vulgar, se fue porque su corazón se detuvo a descansar después de tanto y tato darse. Se me convocó a escribir una semblanza, un ejercicio que lleva siempre la impronta de los sentimientos, la percepción emocional de quien la crea; por eso no voy a hablar más que de lo que dejó en el lienzo de mis días, en el mapa de mi imaginario personal. Hay un espacio en el universo en el que siempre va a faltar, aunque vibre ya para siempre feliz en otra dimensión, su imagen ahora diluida, hecha una en el recuerdo de quienes lo bautizamos como Tío Carlos en aquel hermoso verano de hermandad, poesía y noches de luna. Tropo

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El argentino de la cola de caballo Agustín Labrada

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a tarde del 18 de octubre de 2017, dejó de latir el corazón de Carlos Düring en su casa de la calle Ecuador, en Buenos Aires, ciudad donde vino al mundo muchos años atrás sin imaginarse su larga aventura mexicana que culminaría en Quintana Roo, tras las huellas de la Guerra de Castas, para escribir un libro cinematográfico que nunca pudo filmar. Cuando llegué al Caribe mexicano, hacia 1992, Carlos fue uno de los primeros amigos que hice y por ese afecto tan perdurable me duele urdir estas líneas, pues estoy de luto y sé que Düring no volverá a sonreír con su acento porteño y su dicción ceñida entre dientes, frente a la Laguna de Bacalar, donde entonces vivía con su perro Ron y un viejo Volkswagen. Carlos escribió ese guión, que se contextualiza en la Guerra de Castas y tiene como escenarios principales las poblaciones fronterizas de Bacalar y Corozal en el siglo XIX, y ya no regresó a la Ciudad de México, de donde procedía tras escaparse de Argentina, víctima del régimen fascista de Jorge Rafael Videla, y haber incursionado como actor de teatro. Carlos siguió aquí haciendo teatro, como actor y como director, aunque no de una manera sistemática; y en 1995 codirigió, con el coreógrafo y bailarín Armando Yuvero, el espectáculo multidisciplinario Martí, un hombre extraño (en el que participé leyendo un texto) para

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conmemorar el centenario de la caída en combate del poeta, político y apóstol de Cuba José Martí. Düring vivió en Bacalar, Chetumal, Isla Mujeres y Cancún. Hizo documentales de relieve estético como Señora Tecolote de alas extendidas, para el ex Centro de Investigaciones de Quintana Roo (de índole científica) y Un grito por la vida para el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (sobre el retorno de los guatemaltecos a su tierra de origen). El argentino compartió de cerca los episodios de los refugiados guatemaltecos, campesinos de diferentes etnias que tuvieron que huir de su país, donde eran masacrados por el ejército, y en el sur de Quintana Roo levantaron tres campamentos: Kuchumatán, La Laguna y Maya Balam (hoy poblaciones mexicanas), con sus desarraigos, sus sueños y su honda tragedia. Con Carlos colaboré también, bajo los auspicios del entonces gobierno de Fidel Villanueva Madrid, en la logística y la realización de un encuentro de escritores caribeños en Isla Mujeres, en el entorno de la primera convocatoria del Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén (1997): una fiesta maravillosa que hizo crecer al concurso hasta su décimo quinta edición. La producción de Carlos no es amplia, pero sí honda y original, a la que aspiran los verdaderos artistas, como ese cuento suyo “De la distancia y otras cosas” (donde me inserta como personaje), publicado en la revista cubana Casa de las Américas y en la antología de narrativa y poesía del sur de México Inventa la memoria, que vio la luz en la editorial Alfaguara.


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Carlos Düring y Chaplin. Fotografía: Norma Ordieres.

Durante un tiempo, también desde Isla Mujeres y con el apoyo de la UNESCO, Carlos dirigió la revista cultural Atando Cabos, y en ella, solidariamente, promovió a la revista Río Hondo, que en Chetumal yo editaba. A su vez, en mi libro Palabra de la frontera le dedico un texto a su guion cinematográfico y se le menciona igualmente en Más se perdió en la guerra. En Más se perdió en la guerra, el guionista mexicano Xavier Robles (autor de “Rojo amanecer”) comenta en una de sus respuestas el libro cinematográfico escrito por Düring como un ejemplo de buen guion, representativo de la historia del Caribe mexicano; y en Palabra de la frontera se resalta el manejo que Carlos hace en él de los personajes y los conflictos. Se sugiere incluso que transforme ese guion, que protagoniza el joven mexicano Miguel Mena (un héroe trágico) en una novela, ya que el lenguaje usado es intensamente literario, y porque la Guerra de Castas es abordada aquí desde ángulos más personales y humanos con destellos de universalidad y desde ámbitos microhistóricos poco explorados por autores de ficción. Enfermo de sus cuerdas vocales, a través de las gestiones del escritor Francisco López Sacha y otras personas, Düring recibió atención médica especializada en La Habana, y, aún con su nueva voz artificial, siguió trabajando por la cultura, esta vez en Cancún, hasta que (tras un arranque de nostalgia) regresó a su Argentina, donde fue acogido con calidez por mucha gente.

A él me unen numerosas anécdotas desde aquellos días en Bacalar en que un grupo de escritores latinoamericanos –Omar Ocampo, Eutimio Sosa, Luis Aceituno, Norma Quintana, Yadira Eguiguren, Eduardo Casar… y quien esto escribe– solíamos juntarnos en su casa de entonces, convertida hoy en un club de velas, a desafiar el universo, amparados por el tequila, junto al agua. He de decir también que el espectáculo, concebido por él y el maestro Armando Yuvero Zamora, en el patio del Museo de la Cultura Maya, ha sido una de la presentaciones más emotivas que se ha cristalizado en Chetumal, y en ella, recuerdo, Francisco López Sacha (quien olvidó sus lentes para leer) “fabuló” de memoria fragmentos del Diario de campaña, de José Martí. Fue hace dos años y medio la última vez que vi en persona a Düring. Estuvo en la presentación de mi libro Ellas están de paso, en el hotel Oasis Smart de Cancún, y luego nos fuimos a cenar con Jorge González Durán, Isadora Medina y Antonio Mekler. No imaginé entonces, al despedirme, que aquel era el último abrazo el que le iba a dar a mi loco y gran amigo. Desprendido, galán ante las mujeres y solidario con los amigos, Carlos tuvo dos hijos que le sobreviven: el arquitecto Emiliano y la adolescente Bárbara, quien nació en Isla Mujeres y tiene en sus venas fuego de este Caribe que su padre amó, pese a las nubes de xenofobia. Van aquí mis condolencias para ellos y la certidumbre de que nunca olvidaremos al argentino de la cola de caballo. Tropo

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¿…Y se cayó el Ángel? Mónica Peña / Marién Espinosa

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na sacudida enorme, como una mano implacable que ha lanzado al aire todos los olvidos y le arranca los sueños de la cabeza. Apenas puede saltar de la cama hasta la ventana… ¡Sí, está temblando! Ruedan piedras en la calle, se mueven los árboles en convulsiones y espasmos, la casa toda es un desconocido megáfono de tintineos, golpes y chirridos… …un latigazo le arranca el suelo de los pies, y cae dos pasos atrás. Pero escucha gritar al niño, se levanta a tientas y en el cuarto contiguo lo encuentra caído de la cama, aterrado en el suelo. La niña se aferra a los barrotes de la cuna… Y miente descaradamente: —No se asusten… no pasa nada… Desde entonces, los niños dejaron de creer en ella.

Me derrumbo ante este cerro de escombros / pensando en que esta vez fuiste tú / y no yo / ¿Por qué? / ¿Por qué eres tú quien lucha por seguir respirando / atrapado en ese abismo de caos / resistiendo el dolor de los huesos rotos / y los dedos llagados de tanto escarbar? Aquella mañana de jueves no hubo escuela y el niño lo celebró con risas. Ella acomodó a los chiquillos frente al televisor, aprovisionados de un arsenal de galletas. —Hoy veremos las noticias —declaró, pero Lourdes Guerrero había salido del aire después de anunciar el temblor y, como no había señal, la madre encendió la vieja radio pequeñita de transistores. Zabludovsky estaba haciendo la crónica del infierno. Hablaba de helicópteros, de escombros, de los atrapados en el café La Súper Leche, de incendios, del Hotel Regis, “…no hay piedra sobre piedra…”, y su voz se quiebra frente a los escombros de Televisa. ¿Qué pensarás todas estas horas / días / noches in / ter / mi / na / bles / mientras la sangre y las esperanzas / se

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desvanecen entre las grietas? / Ante la cercanía de los Topos / ¡GRITAS! / pero tu voz se ha apagado / y sólo resuena el murmullo / de la muerte / seduciéndote al oído. El padre llega diciendo que la ciudad es un caos, que parece zona de guerra. Tiene que regresar al trabajo, los dejará solos, pero les advierte sobre las réplicas. La televisión quedó muda desde las 7:19 de la mañana, pero a mediodía y con lapsos de negrura, vuelve la señal. Por la tarde suena también el teléfono muerto. Llaman los abuelos. El Distrito Federal había desaparecido para el mundo, sólo los radioaficionados confirmaron la permanencia de la urbe en su maltrecha laguna, pero ahora se escuchan voces intermitentes por el auricular: “… ¿y se cayó el Ángel? En el temblor del 57 si se cayó y se rompió en el suelo. Nosotros guarda-


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mos las fotos de los periódicos. Y hubo muchos muertos, nadie supo cuántos, entonces los canales no transmitían de madrugada…” No, el Ángel sigue impertérrito en su pedestal. Al parecer esto de los terremotos es también asunto de las tecnologías, de las memorias y de las generaciones. Durante esa primera noche la televisión ha sido el sistema nervioso de la ciudad colapsada. Las autoridades se contradicen, las órdenes de militares y gobernantes se atropellan, pero la gente se desborda en una oleada de sentido común. Ricardo Rocha pide biberones con leche caliente para algún hospital infantil y pocos minutos después suplica que cesen de llevarlos, pues han llegado más de mil. La solidaridad es un sentimiento nuevo, un regalo inconmensurable. En tu mente revives una y otra vez / ese momento eterno / y a la vez tan breve / en el que el tiempo dio / un vuelco / y la historia giró en círculos: / el rugido de la tierra que no espera, / las entrañas retorciéndose, / furia que bulle desde el suelo… Al día siguiente, los espasmos de la réplica y la desesperación de una multitud interminable que —ignorando cordones policiacos—, se dirige al centro de la devastada ciudad, avanzando muda, sin saber por qué. Plácido Domingo dice en la pantalla que no le importa su voz, que seguirá cavando las entrañas del caído Edificio Pino Suárez en Tlaltelolco, cuyo costillar abierto, como osamenta descarnada, muestra bajo el traqueteo de los helicópteros su enorme torso astillado, concreto y acero agonizantes que serpentean en la tierra, vencidos. Los alumnos del Conalep aparecen de entre las grietas, uno a uno, algunos acallados por la muerte, otros gritando a la vez con dolor y alegría. Los improvisados Topos los van sacando, en espontánea celebración de la resiliencia y la abrupta conciencia del heroísmo recién estrenado. En otro canal hay también aplausos de júbilo, y las pesadas cámaras enfocan a los bebés que renacieron entre el papel de aluminio donde los envolvían sus rescatistas. Y / … / de pronto / … / el colapso / se lo lleva todo: / columnas, / techos, / castillos, / sueños. / ¿Por qué? / ¿Cuál es ese sutil orden de las cosas / que me hizo posible salir a mí / y a ti, no?

Los niños lloran ante las imágenes: han comprendido el drama interminable de la televisión. El padre se ha ofrecido como voluntario y ha llevado hielo al Campo de Béisbol, para conservar los cadáveres. Los pequeños ya no concilian el sueño. Entonces ella inventa una salida para encauzar el terror, y sin pensarlo demasiado enuncia una idea consoladora ante dos infantes llorosos: mañana tenemos que salir a ayudar, es la única manera de espantar el miedo… El dolor cedía un poco. Llevaron alimentos a las escuelas que se habían convertido en improvisados centros de acopio, sin ningún aviso, plan o acuerdo de autoridad ninguna, sólo siguiendo el impulso de aquella apenas encontrada empatía colectiva: ríos de gentes donadoras, coches haciendo cola para engrosar las viandas en los to-

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neles apostados sobre las banquetas, que reunían comidas de todos los sazones: “¿Qué trajo? Órale, las tortillas en la canasta…” “¡Aquí, eche la sopa de arroz!” “Medicinas por acá…” “Las frazadas en aquel montón…” Corriste por las escaleras, / pero ya era tarde / y ni todas las palas, brigadas / ni puños alzados pueden evitar / que tu vida se consuma, / frágil y lentamente, / como una tenue vela. Ahora sabe que nunca olvidaron esa mañana, aunque nadie volvió a mencionarla. Lo recuerda treinta y dos años después cuando recibió sus mensajes por whatsap. “¿Estás bien?” Las redes comenzaron a viralizar imágenes desoladoras por el ancho ciberespacio, imágenes distintas, pero tan iguales a las que por momentos se levantaban como sombras recién iluminadas y que habían permanecido sepultadas bajo los escombros del tiempo. Y otra vez el mismo desamparo, las mismas palabras que fluyen en locuciones nuevas, como si nunca se hubiesen ido, allí están otra vez, ahora en todas las pantallas, en el iphone, en las laps, en la tablet, en la web, en los memes, en el mismo pánico enquistado que se despertó ante una mano implacable que ha lanzado al aire todos los olvidos, y ella les preguntó: “… ¿y se cayó el Ángel? En el 85 tampoco, pero estaba destrozado en el 58, tus abuelos guardaron las fotos… Y hubo muchos muertos, nunca supimos cuántos, entonces no había Internet…” Sí, esto es asunto de las tecnologías, de la memoria y de las generaciones. Y yo aquí afuera / tan entera en el exterior / pero colapsada por dentro / quisiera volverme viento, / espectro / luz / para colarme entre las fisuras / envolverte en mí, / abrazar tu último aliento / y / antes de que te vayas, / darte paz. /

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Entonces estuvo segura: la historia es una espiral, aunque nadie tenía tiempo de escuchar semejante disparate. —Todo vuelve —insistió—, aunque no igual. La espiral se quiebra un poco para abrir su voluta y así evitar el círculo vicioso… Pero los niños de antes ya habían aprendido a no creer en ella. —Sí —condescendían—, tienes razón. Pero ahorita tenemos que salir a ayudar, es la única manera de espantar el miedo… —¿Lo ves?, ¿Te das cuenta?... todo regresa, hasta las palabras que alguna vez yo les mencionaba hace tantos años han regresado… ahora han vuelto como vuelven las olas, quizá porque el tiempo es también un oleaje… —Mira mamá, ahorita no es momento para platicar, tenemos prisa, te dejamos a la nieta, cuídala, que está asustada… Te la envío / igualmente desde aquí / te abrazo desde aquí / no sé si puedas sentirlo / no sé si sirva de algo, / pero es apenas lo que te debo / por seguir respirando aquí afuera / con un hogar intacto al cual volver / e inmersa en / una rutina mecánica / que, gracias a ti, / jamás volveré a ver igual. / Y otra vez un arsenal de galletas, pero ahora frente a los clips de YouTube. Las redes son el sistema nervioso de la ciudad colapsada. “¿Qué está pasando, abuela?”, los mismos ojitos espantados de hace algunas décadas. Esta vez diría la verdad, para evitar la desconfianza de los retoños más tiernos, que nunca perdonan las mentiras de los viejos. “Hubo un temblor y se cayeron muchos edificios…” La carita se contrae, “¿Y se murieron las personas que estaban adentro?”, “Algunas sí, otras no… Mira cómo las sacan de debajo de las piedras… Todos juntos, unidos, jalando enormes cuerdas, levantando los puños en silencio, cantando el Cielito lindo, el Himno Nacional… la historia se repite, pero no igual, ahora la


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solidaridad no es ya un sentimiento nuevo, sino un recuerdo que ha brincado otra vez a la luz…” Las lágrimas amenazan ambos rostros, el joven y el viejo. “Y los niños… ¿también se murieron?”, “Algunos sí, otros no… Pero ya están los angelitos en el cielo jugando con ellos, nada más que llegaron muchos niños al cielo de repente, y los angelitos andan muy ocupados buscando más juguetes, para darles la bienvenida…” Las verdades de una abuela son incuestionables. La sonrisa de la nieta diluye un poco el terror.

A nadie le extrañó que el padre de la nieta apareciera hasta el día siguiente. “Anduve haciendo muchas cosas, luego platicamos, me llevo a la niña, gracias por cuidarla…”, “¿Y tu hermana?”, “Se quedó apoyando a los rescatistas, no hemos dormido… —dijo sonriente, como todos los jóvenes de ahora, en su momento de probar por primera vez el sabor de la dignidad colectiva—, pero en los ratos de calma se puso a escribir un poema, y ya lo subió a la red…” Allí estaba. En Facebook, en medio de tantos memes, advertía:

Gracias, querido desconocido, / por recordarnos que no / somos eternos / y que cada instante podría ser el último.

Lo escribí para exorcizar tanta tristeza por lo ocurrido, / siéntete libre de compartir.

Tu partida no es en vano, / nos sacude hasta los cimientos / donde nos reencontramos / con lo verdaderamente esencial/ y donde descubrimos / que cada inhalación, / cada exhalación, / y cada latido, / son siempre / nuestro mayor tesoro.

Compartir una débil esperanza. Tal vez los tiempos sean espirales que dan giros y revueltas, quizá sean mareas que llevan y traen en sus oleajes las memorias. Pero que nunca se repitan en un círculo vicioso, sino que trasciendan en la maroma virtuosa de la espiral…Tropo

La niña sonríe más, señalando la pantalla de la lap: “¡Mira abuela, los perros que rescatan a la gente!” “Sí, nosotras también tenemos que salir a ayudar, es la única manera de espantar el miedo…” Y llegaron a los nuevos centros de acopio, ahora comunicados globalmente, más eficientes y dinámicos que aquellos del recuerdo. Donaron lo poco que tenían, llevando también al inútil perro de la casa, que estorbó dondequiera, pues la nieta se encaprichó en utilizarlo para imaginarse protagonista de fantásticos rescates. Pero estaban allí, de la mano de sus mayores, muchos otros niños también, aprendiendo las lecciones vertebrales de la vida. Ella sabe por experiencia que no las olvidarán, y cuando sea necesario, los niños de ahora repetirán los gestos heroicos, las manos generosas, la respuesta solidaria, inmediata, eficiente. En medio del desastre, la palabra esperanza a veces no parece tan absurda.

REFERENCIAS Terremoto en el Distrito Federal, México, julio 28, 1957 http://www.eluniversal.com.mx/articulo/cultura/patrimonio/2017/07/28/eldia-que-se-cayo-el-angel-de-la-independencia https://www.publimetro.com.mx/mx/estilo-vida/2016/07/23/cara-cara-visita-cabeza-angel-independencia.html Terremoto en el Distrito Federal, México, septiembre 19, 1985 http://interactivo.eluniversal.com.mx/sismo85-jacobo-zabludovsky/ http://www.sopitas.com/523983-30-datos-sobre-el-sismo-del-19-de-septiembre-de-1985/ h t t p s : //o s c a r e n f o t o s . c o m / 2 0 1 5 / 0 9 / 1 9 / 3 0 - a n i v e r s a r i o - t e r r e m o to-cd-de-mexico/#_edn5 http://www.sopitas.com/524003-asi-reportaron-los-medios-el-inolvidable-sismo-de-1985/ http://www.milenio.com/cultura/terremoto-mexico-1985-linea_de_tiempo-cronologia-sucesos-milenio-noticias_0_1032497083.html

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Samuel Chávez Mazatl

Bruja V (2017).

Raíz mágica ancestral como inspiración Gena Bezanilla / Cristina del Razo / Miguel Meza

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Con la representación de la imagen femenina como vehículo icónico para canalizar sus obsesiones, Samuel Chávez Mazatl ha creado una obra personal en grabado muy sugestiva, que se centra en el uso de figuras animales y alusiones culturales emblemáticas (como tigres, diablos y lechuzas, entre otros), elementos iconográficos prehispánicos y referentes simbólicos de la cultura popular. Ello le ha permitido desarrollar temas como la muerte y el erotismo en un lenguaje plástico vinculado a una raíz mágica ancestral, donde los nahuales, las brujas y demás figuras humanas poseen la capacidad de transformarse e introducir al espectador en un mundo misterioso donde lo enigmático, lo oscuro y, tal vez, lo perverso, es decir, lo otro, acechan.

I

nspirado temáticamente en las diversas culturas prehispánicas del país —contacto que adquirió durante su trabajo de cuatro años en el área de Etnología del Museo de Antropología e Historia—, el artista gráfico Samuel Chávez Mazatl (Ciudad de México, 1986), se ha destacado por su inclinación hacia lo etnográfico y el carácter vivo de nuestras culturas, con sus danzas y artesanías, sus textiles y símbolos en general. Por ejemplo, visitando a los coras —explica el artista—, conoció no solo su cultura viva sino su cosmovisión, y la combinación entre el pasado y el presente, lo cual, entre otras cosas, se ha convertido en su inspiración, y desde la cual interpreta y crea algo personal. Con estudios de Diseño Gráfico en Universidad del Valle de México y después en la Academia de San Carlos, Chávez Mazatl estudió pintura con el maestro hidalguense Leo Acosta (uno de los más importantes litógrafos del país), y luego se involucró, en los siguientes cuatro años,

en el mundo de la gráfica en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (ENAP) de la Cd. de México, en especial en la litografía, técnica que desarrolla con más gusto. A partir del dominio de estas técnicas y definida su motivación formal, Chávez ha centrado su atención en el elemento erótico y su poder transformador, lo cual representa a través de Rebeca, su modelo en la ciudad de México, y con la cual trabaja sus referencias para después producirlas en Cancún. Así lo femenino se ha convertido en un vehículo para desarrollar los temas que le preocupan: la muerte, los nahuales, las brujas y las demás figuras humanas que poseen la capacidad de transformarse. Todo ello inmerso en un mundo donde pululan elementos iconográficos como tigres, diablos, lechuzas y demás símbolos prehispánicos, uno de los cuales —el mazatl (palabra que en náhuatl significa “venado”)— lo ha marcado de tal manera que no solo la ha empleado para denominar su taller (Taller de Gráfica Venado), sino para utilizarla como parte de su propio nombre.

Sinfonía de la domesticación (2017).

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Head like a hole (2013).

T aller de G ráfica V enado Recién llegado a Cancún en 2015, Samuel Chávez Mazatl se ha ido posicionando en tan solo un año en el mundo de las artes gráficas locales debido a su proyecto de emprendimiento personal, el Taller de Gráfica Venado, donde produce obra propia, ofrece cursos con diversas técnicas de grabado e invita a varios artistas grabadores de renombre regional y nacional a imprimir sus obras o a coeditar, y compartir sus conocimientos con los alumnos. Abrir este espacio creativo y accesible para ofrecer cursos y talleres personalizados, ha sido la realización de un sueño individual, dice Samuel Chávez, un sueño que busca volverse proyecto colectivo, pues la idea de este joven artista de 31 años es difundir en Cancún las diversas formas de la gráfica, crecer a otros lugares dentro del estado y transmitir las técnicas necesarias para que los alumnos adquieran sus propias herramientas y máquinas para dominar esta disciplina artística. “Ya tengo cuatro alumnas con sus propias máquinas —informa el creador—, así que espero que en un futuro, ellas también instalen sus talleres y que sean abiertos para seguir difundiendo esta técnica”, pues hay pocos talleres en Quintana Roo (uno en Bacalar, dos en Playa del Carmen, uno en Tulum y tres en Cancún). “Se trata de crecer el Taller de Gráfica Venado —enfatiza el propio Chávez—; expandir más las técnicas de grabado; estructurar bien la galería que se acaba de Where you blonde.

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CoWorking Creativo & Laboratorio de Artes Ingenio + Internet + Café = Ideas en acción Talleres Arte Objeto, Dibujo, Pintura, Cuento, Escritura Creativa, Poesía, Ortografía, Ventas, Mapas Mentales y +

Tejemos redes, concretamos sueños

Punta Conoco 12 Sm24

9982 38 87 28


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AstartĂŠ (2015).

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Domadora de bestias (2017).

El cora y las nahualas.

abrir aquí, que incluye cerca de 150 obras con diversas técnicas de gráfica y pintura, de más de 60 artistas aproximadamente, varios reconocidos, otros emergentes y muchos locales, y presentar exhibiciones constantes de artistas ligados al taller. La obra de este acervo presenta técnicas como linografía, xilografía, litografía, grabado el metal, serigrafía, entre otras. El proyecto se visualiza también como un espacio de residencia para artistas de diversos orígenes que deseen quedarse y producir en Cancún; así como promover exposiciones y venta de obra. “Con mi alumno Kevin —comenta el artista—, hicimos el proyecto de playeras. Elaboramos piezas en algodón, donde imprimimos directamente de la placa de textil con el proceso tradicional de grabado, sobre la playera. No es serigrafía, sino piezas originales que nos ayudan a difundir la técnica y a capitalizarnos.”

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Aunque su técnica favorita es la litografía, aquí en Cancún no tiene prensas litográficas, por lo cual se ha adaptado a los tórculos, donde produce gráfica en linolium, silografía en madera, silografía en placas de offset, grabado ecológico en tetrapak, trovisel, punta seca, en acrílico, hasta en cd’s. Todo ello en un formato de medio pliego de Guarro 76 x 56 cms, estándar, que es la capacidad del tórculo para formatos medianos: “Se puede hacer gráfica con lo que quieras”, dice. Taller Venado ha colaborado con otros gestores culturales, por ejemplo, con los organizadores del Primer y Segundo Coloquio de Gráfica en Cancún, con universidades locales como la Anáhuac, Gestalt, Universidad del Sur, Estudio creativo, UNID, etcétera, así como con casa Nawala donde imparte el curso introductorio a las técnicas de grabado. Y además de trabajar en su taller, colabora con una asociación civil de promotores de arte llamada Difusión Cultural, al lado de maestros como Julieta Barrios y Damián Lescas, entre otros. Tropo Gena Bezanilla. Ciudad de México. Licenciada en Historia del Arte por la U Iberoamericana. Ha colaborado en distintas instituciones museísticas. Del 2014 al 2016 fue Directora Ejecutiva en el Museo Subacuático de Arte, MUSA. Ha sido miembro de distintos Comités y Consejos, como el Consejo Directivo del Instituto para la Cultura y las Artes de Cancún y del Consejo Artístico de Tropo a la Uña, el Comité Organizador de la Bienal de Artes Visuales de Cancún, y dos Comités distintos para el Patrimonio Cultural, uno de ellos con el IMPLAN con el que recientemente se elaboró el Primer Inventario de Patrimonio Cultural Tangible de la Ciudad de Cancún.


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Lasana Sekou: turismo e inautenticidad del ser David Anuar

L

asana Sekou, poeta caribeño nacido en Aruba pero criado en la Isla de San Martín1, escribe una poesía crítica y comprometida socialmente con el contexto caribeño y su historia. De particular interés para mí, como poeta, escritor y crítico literario nacido en Cancún, ciudad cifrada por el turismo, ha sido leer los poemas en que Sekou aborda la dependencia neocolonial generada por la di1

námica económica del turismo. Por lo anterior, deseo analizar dos poemas de Lasana Sekou: “Isla Cordial”, publicado originalmente en Nacido aquí / Born here (1986), y “cediendo terreno” en El cosechador de sal / The Salt Reaper - Poems form the flats (2004); ambos textos han sido consultados en la antología Corazón de pelicano / Pelican Heart (2010). Estos poemas presentan una voz lírica que testimonia la otra cara de la moneda del turismo, es decir, nos dan una mirada subalterna, pues no nos sitúan en la

Peculiar isla de las Antillas por su administración política, ya que la parte norte forma parte de la República Francesa y la parte sur al Reino de los Países Bajos

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l a t i n t a t e n t a visión del turista, sino que se posiciona en el lugar de los locales, y cómo éstos reaccionan en su cotidiano ante el turismo2 como un fenómeno social que reproduce relaciones neocoloniales de dominación, como señalan autores como Guadeloupe, “Tourism is built upon the palimpsest of the plantation system” (2009: 19) o Kaplan, “tourism must not be separated from its colonial legacy” (2000: 63). Ahora bien, se hace necesario recurrir a dos conceptos, uno en torno al viaje, no el del turista, sino el de los sujetos que reciben al turista, pues propongo pensarlos como exiliados en su propio suelo, es decir, hay una suerte de exilio endémico causado por la necesidad de satisfacer las exigencias de los turistas. Normalmente se tiende a clasificar en dos los tipos de exilio, el exilio externo y físico, y el exilio interno y estático3: “el exilio físico, ya sea voluntario o necesario, será un proceso marcado por el desarraigo y el choque con el espacio del otro, en donde los recuerdos del espacio perdido serán recurrentes y que puede dar lugar a otra figura: el exilio interior” (Baeza Bastarrachea, 2006: 107). No obstante, al leer los poemas de Sekou estas categorías resultan insuficientes. Por ello propongo una posibilidad más que denomino endoexilio, la cual defino como exilio estático que se produce por la intervención de fuerzas hegemónicas —en nuestro caso el turismo— en el espacio propio, forzando al ente a una negación o exilo de sí mismo, un exilio de su propia manera de ser. La acuñación del concepto de endoexilio surge de un diálogo con diversas obras, la primera de ellas es el sistema filosófico del Ser, expuesto en Sein und Zeit (Ser y Tiempo, 1927), del filósofo alemán Martín Heidegger. Asimismo, por lecturas de Benítez Rojo (1998), Baeza Bastarrachea (2006) y el texto “Caribe y travestismo”4 2005), de Mayra Santos Febres. Como ya he dicho, el endoexilio es literalmente el exilio de la autenticidad del ser caribeño por presiones externas hegemónicas. Me gustaría desarrollar un poco más esta idea. Partiendo del supuesto de que hay una cierta forma de ser caribeño, un ser-ahí5 característico del Caribe (Dasein, en la terminología original de Heidegger), como nos dice Mayra Santos Febres, haciendo eco de: “Benítez Rojo en su ensayo teórico La isla que se repite, lo caribeño es un andar ‘de cierta manera’, una manera de ser y estar en el cuerpo que se resiste a la categorización lógica y que protege su opacidad y por

lo tanto su diferencia” (2005: 138). Presuponiendo, pues, este Dasein caribeño, al ente se le presentan dos opciones al decir de Heidegger, optar por realizar su ser-ahí, su Dasein, y por ende tener una existencia auténtica; o por el contrario, inclinarse a un ser-ahí inauténtico, optar por una identidad que Heidegger llama man6, que podríamos definir como una identidad impuesta desde afuera por el sistema del mundo: Al decidirse entre la existencia auténtica y la inauténtica el hombre elige entre lo verdadero y lo falso. El meollo del asunto reside en la decisión, en la opción fundamental por la que el Dasein opta por mantenerse sometido a la tiranía del man, y con ello a los prejuicios y a las apariencias, a la irresponsabilidad y al abandono, o bien por asumir la responsabilidad de su vida que le permite realizarse libremente desprendido de toda sujeción extraña (Corvez, 1975: 102). El ente caribeño tiene la posibilidad de buscar cumplir su existencia auténtica, o dejarse moldear e imponer una existencia inauténtica por el man, es decir, por las configuraciones imperialistas, en este caso, el turismo es el man que busca llevar al ente caribeño a una existencia inauténtica. Ahora bien, Mayra Santos Febres, al proponer un Caribe travestido, menciona que hay técnicas de ocultamiento, de camuflaje, cifradas por disfrazar el ser caribeño de otras identidades que no corresponden a la propia, y en este sentido, el disfraz tiene una cualidad performativa, es decir, según sea el sapo será el disfraz que se use: “el travestismo humano es una aparición imaginaria y la convergencia de las tres posibilidades del mimetismo: la metamorfosis, el camuflaje y la intimidación” (2005: 130). En consonancia con la idea anterior, Maurice Corvez —glosando a Heidegger— dice que “cuando el Dasein decae de sus posibilidades más altas […] el existente está disfrazado. En lugar de fundar la verdad por su acción, el Dasein establece la apariencia. La apariencia afirma entonces su poder, y la ex-sistencia cae en lo inauténtico” (1975: 76). Llamo la atención sobre cómo al aceptar una existencia inauténtica, cualquier ente, otorga al man una exaltación de su poder y su dominio, reproduciendo así las dinámicas de dominación. Como corolario de esta reflexión, el endoexilio es la aceptación de la identidad impuesta por el man y la renuncia al Dasein propio, en nuestro caso el caribeño.

Es importante señalar que el turismo en San Martin es el eje de la economía. Fabián Ade Badejo, poblador de la isla, nos dice que “el turismo es la actividad fundamental de la economía, y 54% de los visitantes provienen de los EU y Canadá” (La Ventana, portal informativo de la Casa de las Américas). 3 El “exilio interior, como ese exilio “inmóvil” que se da como un proceso mental de los personajes, el ejercicio de encerarse en sí mismos para realizar un viaje imaginario, como resultado de las tensiones del mundo en que vive…” (Baeza Bastarrachea, 2006: 17). 4 Incluido en el libro Sobre piel y papel (2005). 5 Dasein: “ser particular que somos”, es “estar allí (en el mundo)” (Corvez, 1975: 11), que “es inmediata y regularmente poseído por su mundo (Heidegger, 2002:129). 6 “ El “uno” que no es nadie determinado y que son todos, si bien no como suma, prescribe la forma de ser de la cotidianidad” (Heidegger, 2002: 143). Man y uno son sinónimos, pues al escribir en alemán, las traducciones de los conceptos pueden variar, pero en este caso man y uno se refieren a lo mismo, de hecho, man es el término alemán y uno es el término traducido al español por José Gaos. 2

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El poeta de St. Martin, Lasana M. Sekou, lee su poema “Great Salt Pond Speaks” en el Auditorium de Santa Margherita, en el Festival Literario de Venecia 2017, Cruces de Civilización.

Después de esta somera exposición teórica, entremos al análisis de los poemas que nos atañen. El primer poema, “Isla cordial”, comienza con los siguientes versos: Bajo todas esas sonrisas Que se anuncian como de aquí Tantos de nosotros Nos hemos hecho tan duros unos con otros (Sekou, 2010: 66). Para la interpretación del poema es fundamental tener en cuenta que la voz lírica poetiza la relación entre el local y los turistas, y la dependencia económica que éstos tienen de aquéllos. En el primer verso hay que resaltar la palabra “sonrisas” que se repite en los últimos versos, dándole una redondez estética al poema, como si éste fuera un ciclo de relaciones coloniales-neocoloniales que está condenado a reproducirse una y otra vez como una sinfonola descompuesta. En los versos finales se relaciona explícitamente el vocablo “sonrisa” con “turistas”: Vienen turistas Cada jueves, viernes O toda la jodida semana en la esquina Todos sonríen Otra pantomima invernal ¡Sonríe! (Sekou, 2010: 67).

Esta relación actualiza la lectura del segundo verso del poema, pues las sonrisas son “como de aquí”, es decir, aparentan, se intentan camuflajear, disfrazar como de aquí, aunque en realidad son impuestas desde allá: el imperio de la lógica capitalista. Tras la imposición de la sonrisa (metonimia del ambiente confortable para la recreación de los turistas), se establece una relación de dominación que tensiona las relaciones sociales de los locales al introducir la discordia de la competencia, reiterada una y otra vez en los versos a través del uso de la epífora al repetir la palabra “otro”, haciendo alusión a los “otros locales” y no a los “otros-turistas”: Nos lanzamos sal a los ojos uno al otro Rezamos por pecados para el otro Maldecimos la felicidad del otro Deseamos robar lo mejor del otro Acechamos las debilidades del otro (Sekou, 2010: 66). A la luz de los versos de Lassana Sekou, adquiere mucho sentido lo que Macleod dice: “tourism is genuinely powerful and unique force for change in the community” (2004: 3), es decir, el turismo es una fuerza de cambio que altera la dinámica local en que se inserta. Sin embargo, también se manifiesta la incomodidad y la represión de la identidad, de la existencia auténtica, y en su lugar se acu-

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ña una identidad ficticia, un disfraz: “Todos sonríen / Otra pantomima invernal / ¡Sonríe!” (Sekou, 2010: 67). Es aquí donde se manifiesta una crítica al sistema de explotación en la isla, basado en una economía de dependencia: “not only do islands become dependent on tourism in an economic sense but the use of tourism as a ‘monocrop’ draws islands into a type of dependency on centers elsewhere” (Macleod, 2004: 15). El fantasma de la Plantación acecha detrás del inocente disfraz del turismo. El poema “cediendo terreno”, desde la lectura que aquí proponemos, también muestra la dependencia del turismo, de ese centro que está en algún otro lado pero nunca en el “aquí” de la voz lírica. La actividad turística proyecta su sombra sobre la dinámica social de la isla, modificándola, en este caso por el abandono de la autenticidad — religiosa— ante la necesidad de servir y vivir por y para la comodidad del turista, el imperio del sol y de la arena. En los versos (v. p. 39): “el comisionado del gobierno dijo por radio: “Si no hay turistas / no hay St. Maarten?” (Sekou, 2010: 176), la autoridad gubernamental de la isla (de la parte holandesa, al menos eso se infiere del vocablo “St. Maarten”, que es la forma en que se escribe el nombre de la isla en holandés), reconoce explícitamente la dependencia económica, ya que hay conciencia de las dinámicas neo-coloniales. Por otro lado, la modificación social se da en la esfera de la religiosidad, pues se aprecia cómo en St. Martin las iglesias alegres y ruidosas, carismáticas (en el sentido espiritual), han tenido que cambiar para rendir pleitesía al turista. De los dos poemas podemos deducir o ir concluyendo que el turismo impacta la dinámica social de St. Martin de tal forma que condiciona la existencia de sus pobladores —al menos eso se muestra en la representación literaria de Sekou—, este condicionamiento lleva a una represión de la identidad y, por ende, la renuncia a la existencia auténtica y al endoexilio. Francio Guadeloupe, al hacer un estudio sociológico de St. Martin, observa que “History was a game one played for tourists. It was not a game one played to assert one’s belonging or to construct a collective identity” (2009: 15). En este sentido, la historia ya no sirve para construir un sentido de pertenencia al lugar, sino una identidad-espectáculo en función de las necesidades del turista. Heidegger discierne que “el ‘ser uno con otro’ –local y turistas– en el uno no es, en absoluto, una apretada, pero indiferen-

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te compañía, sino un tenso, pero ambiguo acecharse uno a otro, un secreto aguzar los oídos mutuamente. Tras la máscara del ‘uno para otro’ actúa un ‘uno contra otro’” (2002: 194). Los poemas de Lasana Sekou critican la forma en que el turismo, como práctica neocolonial, afecta a la sociedad sanmartinense. Hay una zona de contacto y una suerte de transculturación externa o de camuflaje, pues los locales se disfrazan de una existencia inauténtica para satisfacer las necesidades del turista, y así autosatisfacer sus necesidades económicas, esta situación conduce al endoexilio, enraizado en el turismo y en el imperio de la lógica capitalista. En los poemas hay una denuncia de esta pérdida del ser auténtico sanmartinense, sin llegar a ser una poesía anticolonial y mordaz, pues se reconoce que el turismo es necesario para la propia sobrevivencia, y ésta es la gran paradoja que, como una sociedad que vive del turismo, late también en nuestra sangre: lo que me alimenta, me niega. Tropo BIBLIOGRAFÍA Badejo, Fabián Ade (2010) “Literatura, edición y dimensión caribeña de la Feria Internacional del Libro de San Martín”, en La Ventana, La Habana: Casa de las Américas. Versión digital: http://laventana.casa.cult.cu/modules. php?name=News&file=print&sid=5797 Baeza Bastarrachea, Gabriela (2006), Viaje y exilio en la literatura caribeña: la construcción del sujeto en el Caribe, Tesis de licenciatura, Mérida: UADY. Corvez, Maurice (1975), La filosofía de Heidegger, Ciudad de México: FCE. Guadeloupe, Francio (2009), Chanting down the New Jerusalem: calypso, Christianity, and capitalism in the Caribbean, Estados Unidos de América: University of California Press. Heidegger, Martin (2002), El ser y el tiempo, Traducción de José Gaos, Ciudad de México: FCE. Kaplan, Caren (2000), Questions of Travel. Postmodern Discourses of Displacement, Estados Unidos de América: Duke University Press. Macleod, Donald (2004), Tourism, Globalisation and Cultural Change. An Island Community Perspective, England: Channel View. Santos-Febres, Mayra (2005), Sobre piel y papel, San Juan: Ediciones Callejón. Sekou, Lasana (2010), Corazón de pelícano, Philipsburg: House of Nehesi.

David Anuar (Cancún, Q. Roo, 1989) Licenciado en Literatura Latinoamericana (UADY). Estudiante de la Maestría en Historia (CIESAS-Peninsular). Becario del PECDA (2012, 2015). Ganador del Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada (2011). Autor de las plaquettes de poesía Erogramas (2011) y Estrellas errantes (2016) y de los libros Cuatro Ensayos sobre Poesía Hispanoamericana (2014) y Bitácora del tiempo que transcurre (2015).


t r a s l u z

cediendo terreno ¿Cómo sabes cuándo tienes que luchar y no hay dónde dormir? puedes decirme si es cierto que un agosto 10, a eso de las 12:47 del mediodía el comisionado del gobierno dijo por radio: “Si no hay turistas no hay St. Maarten.” ? puedes decir si sigue siendo cierto en 2004 claro que la iglesia en que había talladas en piedra blanca imágenes otra vez en la puerta) por donde entras a un ruido alegre y sin una sola mirada petrificada como la mayoría de ustedes. de nuevo. ahora se someten a ni siquiera gemir: no doblan las campanas para cantar en una mañana de great bay Porque van a despertar a los turistas ?

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Paratextualidad

en

“De

m e m o r i a y o lv i d o ” d e

Confabulario (1952)

En el centenario de Juan José Arreola R. Eduardo Torres Rodríguez

J

uan José Arreola, cuentista y confabulador mexicano, nació el mes de septiembre de 1918 en el municipio de Zapotlán el Grande, Jalisco, “en el estrago de la gripe española, día de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos” (Arreola, 2011: 9). El jalisciense fue recibido por el mundo en un instante en el que se cruzaron eventos que alcanzaron, como su obra cuentística, un grado de repercusión y significación de carácter universal: faltaba poco tiempo para el fin del primer conflicto armado contemporáneo entre potencias mundiales (la Primera Guerra Mundial), eran los últimos años de un desgastante conflicto militar y social mexicano (la Revolución Mexicana), y fue el momento de una de las pandemias más mortales de la historia humana contemporánea (la Gripe Española). La guerra, la revolución y

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la enfermedad rodean a un escritor que a partir de la mitad del siglo XX ofrecerá una obra cuentística de considerable valor para la literatura mexicana de aquellos años. Juan José Arreola escribe de todo y para todos. Junto al ejercicio periodístico recopilado en su Inventario, y La Feria como muestra novelesca, el jalisciense halla en el género cuentístico la comodidad necesaria para desenvolver el universo sígnico y pluridiscursivo que podemos hallar en el Confabulario. En 1953, a los 34 años, moviéndose entre los intelectuales vinculados al Colegio de México, Arreola publica en el Fondo de Cultura Económica su primera obra reconocida dentro de su producción literaria: Confabulario —la segunda, después de Varia Invención—. A través de este segundo libro de cuentos (o confabulaciones, si uno lo prefiere), Arreola logra encontrar homogeneidad, si no temática, al menos de orden genérico. Ello no evita que desde la publicación original hasta nuestros tiempos hayan aparecido más Confabularios, autorales o editoriales, en los que la disposición de los


cuentos (y alguna que otra palabra) se encuentra modificada. (Al día de hoy, estoy convencido de que, si aún viviera, Arreola —revisando, repensando y reescribiendo— publicaría el Confabulario Definitivo-Absoluto-Completo-Final). ¿Pero acaso el cuento tiene una forma específica, unívoca e invariable? Así como Arreola tampoco otorgó a su Confabulario una única forma, sería imprudente afirmar que el cuento es un ente inmóvil en esta época —momento en que la modernidad ya no encuentra un prefijo que le acomode—, sobre todo si se considera la aparición, en los últimos años, de textos que, partiendo del género cuentístico o como ramificaciones de éste, buscan condensar todo un sistema sígnico a través de la minimización y la fragmentación narrativa. Las palabras del jalisciense explican el proceso de mezcla y remezcla creativa que se dio a partir de la publicación secuencial de tres de sus obras: Por azares diversos, Varia invención, Confabulario y Bestiario se contaminaron entre sí, a partir de 1949. (La feria es un caso aparte.) Ahora cada uno de esos libros devuelve a los otros lo que no es suyo y recobra simultáneamente lo propio. Este Confabulario se queda con los cuentos maduros y aquello más que se les parece. A Varia invención irán los textos primitivos, ya para siempre verdes. El Bestiario tendrá Prosodia de complemento, porque se trata de textos breves en ambos casos: prosa poética y poesía prosaica. (No me asustan los términos) (Arreola, 2011: 11). Escritas en “De memoria y olvido”, el texto que de acuerdo con Arreola precede a la edición definitiva del Confabulario, estas aclaraciones autobiográficas ayudan a reforzar la construcción de la imagen de un escritor que, consciente de sus aspiraciones universales, existenciales y fantásticas, encontró que el cuento puede ser el espacio de las más variadas formas de narración. (Suponemos, también, que no le asustan las modalidades discursivas, ni los juegos paratextuales). A través de un breve análisis paratextual, consideraré el prólogo autoral y biográfico “De memoria y olvido” — que aparece en la edición del Confabulario (Planeta, 2011) que utilizaré— como una modalidad discursiva y paratextual que precede y acompaña a la obra. En un extenso ensayo sobre la paratextualidad en algunas novelas mexicanas, el académico Saïd Sabia comienza su trabajo aludiendo a la mediatización de la obra, una de las características más importantes del paratexto: Los lectores no entramos nunca en contacto con el texto novelesco de modo directo sino de forma mediatizada. Esta mediatización se inscribe en el marco global de la lógica comunicacional y pragmática que subyace a toda obra literaria y se efectúa por medio de

una serie de instrumentos y estrategias que se engloban bajo el nombre de “paratexto” (Sabia, 2005). Así, se entiende que ante el paratexto la lectura de cualquier texto (novelesco, cuentístico, poético, etc.) no podrá ser directa, sino delimitada por aquél. Como explica Genette en sus Umbrales, “el texto raramente se presenta desnudo, sin el refuerzo y acompañamiento de un cierto número de producciones, verbales o no […], que no sabemos si debemos considerarlas o no como pertenecientes al texto, pero que en todo caso lo rodean y lo prolongan precisamente por presentarlo […], por darle presencia, por asegurar su existencia en el mundo” (2001: 7). El paratexto arropa al texto, lo acompaña en sus primeros pasos y se encarga de llevarlo al mundo para concretar su presencia dentro de éste. En primera instancia, el paratexto es una estrategia autoral. A pesar de esto, no se puede negar que en tiempos recientes (un siglo y un tanto más, podríamos decir) las decisiones del autor, como primer creador (primero, por-

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l a t i n t a t e n t a que después del punto final vienen otros más) de la obra literaria, se han visto arrinconadas por la fuerte influencia de las decisiones editoriales al momento de la publicación (y posteriores reediciones o reimpresiones) de la obra. Esta situación, para bien o para mal, es constante en las prácticas editoriales contemporáneas, a pesar de que la franja paratextual “constituye, entre texto y extra-texto, una zona no sólo de transición, sino de transacción: lugar privilegiado de una pragmática y de una estrategia, de una acción sobre el público, al servicio, más o menos comprendido y cumplido, de una lectura más pertinente […] a los ojos del autor y sus aliados” (Genette, 2001: 8). La transacción que se realiza dentro del paratexto se ve transformada, por momentos, ya no en un intercambio de signos estético-literarios, sino en una forma de persuasión publicitaria. La presencia de elementos paratextuales “no es uniformemente constante y sistemática”, nos dice Genette. Esto significa que ningún texto tendrá todos los elementos paratextuales propuestos hasta ahora, por lo que se abre la posibilidad de introducir nuevos conceptos a la clasificación. Lo paratextual, por lo tanto, abre sus umbrales a la reestructuración y la reformulación teórica, pues “las vías y medios del paratexto se modifican sin cesar según las épocas, las culturas, los géneros, los autores, las obras, las ediciones de una misma obra” (Genette, 2001: 9). El paratexto se desintegra y se reconstruye en diferentes contextos espaciotemporales, y su presencia es constante desde la Antigüedad (con la mayúscula que resalta su distancia temporal respecto a nosotros) hasta los tiempos [inserte prefijo correspondiente al siglo XXI] modernos: “se puede afirmar que no existe, y jamás ha existido, un texto sin paratexto” (Genette, 2001: 9). “De memoria y olvido”, elemento paratextual que utilizaré del Confabulario, se categoriza por su espacialidad en perítexto, ya que se encuentra “alrededor del texto, en el espacio de volumen” (Genette, 2001:10); por su situación temporal, como paratexto original: los que “aparecen al mismo tiempo que el texto” (Genette, 2001: 11); por su reescritura y ausencia en algunas ediciones del Confabulario, me atrevo a considerarlo como un paratexto intermitente, pues su presencia no ha sido constante en las ediciones, e incluso un par de párrafos han sido añadidos al original (“La duración del paratexto tiene a menudo eclipses, y esta intermitencia está estrechamente ligada a su carácter esencialmente funcional”) (Genette, 2001: 12). Por su producción durante la vida creativa de Arreola, es un paratexto ántumo; y por “estatus sustancial”, es un paratexto textual, categoría que podría sonar redundante, pues “el paratexto es un texto: si aún no es el texto, al menos ya es texto”, aunque, explica Genette, hay que considerar las manifestaciones icónicas, materiales y hasta factuales del paratexto, como puede ser la existencia de un contexto que resignifique, en mayor o menor medida, al texto (Genette, 2001: 12).

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Dentro de categorizaciones de tipo pragmático, retomo la idea de unos párrafos anteriores: el paratexto no es producido exclusivamente por el autor —primer creador— de la obra. Aunque “De memoria y olvido” pudo haber sido escrito por el editor o algún amigo de Arreola, la firma que se halla al final del texto, con las iniciales del autor (“J. J. A.”), supone una aceptación de responsabilidad; por esto, lo considero como un paratexto autoral (Genette, 2001: 13). Del mismo modo, es público (“se dirigen, lo que no significa que lo alcancen, al público en general”), oficial (“asumido abiertamente por el autor y/o editor y del que no se puede rehuir la responsabilidad”) (Genette, 2001: 14), y provee de información pura y podría tratarse de un compromiso, pues se específica el nombre (o al menos las iniciales) del autor y comprende una condensada autobiografía del mismo (Genette, 2001: 15). He repasado con lente estructural las categorías paratextuales en las que encaja el prólogo autoral que antecede al Confabulario, pero no podría continuar sin antes regresar a la idea central de la propia existencia del paratexto: su funcionalidad. El paratexto, ente multiforme y polifacético, depende íntegramente de la existencia de un elemento previo: el texto del que se desprende. Todas sus caras son reflejos, ampliados o distorsionados, del texto; cada una excluye a la otra y, al mismo tiempo, cada cara puede portar distintas máscaras (Genette, 2001: 16). “De memoria y olvido” está compuesto por tres elementos principales: es un prólogo, es escrito por el autor y presenta rasgos autobiográficos. Un fragmento inicial permite observar estas afirmaciones: “Yo, señores, soy de Zapotlán el Grande. Un pueblo que de tan grande nos lo hicieron Ciudad Guzmán hace cien años. Pero nosotros seguimos siendo tan pueblo que todavía le decimos Zapotlán” (Arreola, 2011: 7). Arreola se presenta de manera directa y personal al hacer referencia a la ciudad (pueblo) donde nació, realizando una declaración de orgullo por la tierra de origen. El jalisciense, dice Emmanuel Carballo, “primero vivía sus textos y después los redactaba” (2010: 27). La vivencia es lo que define la producción de este prólogo autoral de rasgos autobiográficos: “La primera etapa era impredecible en cuanto a duración; la que venía después, la propiamente literaria, duraba unos cuantos días o unas cuantas semanas. Pese a que las apariencias indicaran lo contrario, le era más fácil escribir que vivir” (Carballo, 2010: 27). Comparto la afirmación de Carballo al considerar todos los trabajos que tuvo que realizar Arreola durante tres décadas antes de poder dedicarse a lo que lo convertiría en “un artista más que un hombre de ideas” (Carballo, 2010: 27): Desde 1930 hasta la fecha he desempeñado más de veinte oficios y empleos diferentes…He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y co-


l a t i n t a t e n t a brador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran. […] A mi vuelta de Francia, el Fondo de Cultura Económica me acogió en su departamento técnico gracias a los buenos oficios de Antonio Alatorre, que me hizo pasar por filólogo y gramático. Después de tres años de corregir pruebas de imprentas, traducciones y originales, pasé a figurar en el catálogo de autores (Varia Invención apareció en Tenzontle, 1949) (Arreola, 2011: 10). La calle, el taller, la cocina, la oficina y, en última instancia, la casa editorial, fueron los espacios en los que Arreola se movió en vida. En 1949, a los 31 años, es cuando el confabulador publica su primer libro de cuentos: Varia Invención. La académica Sara Poot Herrera escribe las siguientes ideas sobre la obra arreolesca y la importancia del oficio o profesión de sus personajes: La situación económica y social de los personajes está condicionada por su hacer, lo que trasluce la manera como el escritor percibe la división social a partir del trabajo. En la obra aparece una amplia gama de oficios y ocupaciones […] La vida íntima y la ocupación de los personajes entran en un juego de repercusiones mutuas. De la reflexión sobre los oficios, descritos minuciosamente en los textos, se deriva también el proceso de creación […] El papel del trabajo y el acto de creación son, pues, aspectos de la realidad que interesan al escritor (1992: 49-51). El quehacer literario requiere una inversión de tiempo mayor a una jornada semanal de ocho horas diarias: la creación es tiempo en sí. Uno, como Arreola, escribe por anhelo antes que por esfuerzo. De todos los trabajos que Arreola realizó en vida, la literatura no fue uno de ellos: “Una última confesión melancólica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla.” (Carballo, 2010: 27). Además de “De memoria y olvido”, en el espacio arreolesco encontramos otros elementos que podrían analizarse en un estudio paratextual más amplio. En primera instancia, Confabulario (1953) y Bestiario (1959), los títulos que encabezan dos de sus obras más reconocidas (y reimpresas). De Bestiario, la semblanza editorial sobre el autor —“JUAN JOSÉ ARREOLA (1918-2001) nació en Ciudad Guzmán, Jalisco, y empezó a escribir a los diez años. Tuvo los empleos más diversos (…)”—, la nota bibliográfica que explica una grave ausencia de la edición consultada —“Los textos de Bestiario aparecen originalmente en la carpeta de 24 dibujos del artista Héctor Xavier (…)”—, la dedicatoria —“A Arturo González Cosío”— y el “Prólogo” autoral situado como el primer texto del Bestiario.

En la edición utilizada de Confabulario (2011), se encuentra, por ser de la misma editorial, la misma semblanza del autor que en el Bestiario. Luego, uno puede encontrar el prólogo autoral que repasé en este trabajo: “De memoria y olvido”; y después de éste, bajo el título de la obra, un epígrafe de Carlos Pellicer: “(...) mudo espío mientras alguien voraz a mí me observa”. Estos ejemplos sólo han sido acercamientos superficiales y previos, en algunos casos, incluso al texto. En la obra arreolesca existen infinidad de elementos paratextuales, dentro o fuera de los mismos textos: los títulos de los cuentos, sus epígrafes, algunas notas al pie de página, las dedicatorias iniciales, las portadas y las contraportadas de las distintas ediciones, y hasta el orden en el que se presentan los cuentos. Estos elementos son, como afirmó Genette, una zona indecisa entre el adentro y el afuera, sin límite riguroso, ni hacia el interior (el texto) ni hacia el exterior (el discurso del mundo sobre el texto), un espacio que, al mismo tiempo, está dentro y fuera. Desde la primera edición de los Umbrales (1987) de Genette, el análisis paratextual ha sido practicado de forma continua, llegando, pienso, a influir directamente en las decisiones autorales y editoriales contemporáneas, partiendo de una previa y nada inocente intencionalidad a una intención evidentemente proyectada hacia una mayor recepción —y mayor volumen de ventas— de la obra. Como elemento premeditado por su creador y dependiente de la obra que envuelve, el paratexto supone una conexión directa con el texto y, necesariamente, con el contexto de éste. Por su movimiento constante, entendemos que el paratexto forma una órbita en torno al texto: es un juego de interacción entre autor, editorial y lector. Y, en última instancia, entre todos los jugadores que circunstancial o voluntariamente (aquí me incluyo) se unan. Tropo Bibliografía ARRREOLA, Juan José (2011), “De memoria y olvido”. En Confabulario, 11ª reimpresión. México, D.F.: Editorial Planeta Mexicana, pp.7-11. ARRREOLA, Juan José (2012), Bestiario, 5ª reimpresión. México, D.F.: Editorial Planeta Mexicana, pp. 1-9 CARBALLO, Emmanuel (2010), “El autor y sus primeras lecturas”, versión digital, Revista de la Universidad de México. Nueva época, número 80, pp. 22-30. Consultado el 1° de diciembre de 2014. http://www.reerrsióvistadelauniversidad.unam.mx/8010/carballo/80carballo.html. GENETTE, Gerard (2001), “Introducción”. En Umbrales. México: Siglo Veintiuno Editores, pp. 7-18. SABIA, Saïd (2005), “Paratexto. Títulos, dedicatorias y epígrafes en algunas novelas mexicanas”, Espéculo. Revista de estudios literarios, Universidad Complutense de Madrid. Consultado el 1° de diciembre de 2014. http://www. ucm.es/info/especulo/numero31/paratext.html. POOT HERRERA Sara (1992), “Oficios y ocupaciones”. En Un giro en espiral. El proyecto literario de Juan José Arreola. Guadalajara, Jalisco: Editorial Universidad de Guadalajara, pp. 49-51.

R. Eduardo Torres Rodríguez. (Cancún, Q. Roo, 1994). Estudia la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la Universidad Autónoma de Yucatán.

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¿Por qué existe algo en vez de nada? Héctor Hernández Ortiz “El universo no solo es más misterioso de lo que imaginamos, sino más misterioso de lo que podemos imaginar.” J.B. S. Haldane

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ay quien cree que jamás podremos llegar a responder la pregunta. Es el interrogante que nos lleva a pensar en el profundo misterio de la existencia, no solo de los seres vivos, sino de cualquier cosa que hay a nuestro alrededor. Con algo de humor, podemos decir que los seres humanos hemos pasado la mayor parte del tiempo que ha existido el universo en la inexistencia, así que en principio deberíamos estar más acostumbrados a ella que a la existencia, pero aun así a muchos pensadores les ha preocupado la posibilidad de dejar de existir para siempre y, junto con ella, la razón de nuestra existencia. En su libro ¿Por qué existe el mundo? Una historia sobre los orígenes del universo y la existencia, el filósofo Jim Holt presenta la respuesta que han dado varios pensadores a la pregunta que Martin Heidegger llamaba la más fundamental de todas las preguntas: “¿por qué existe algo en vez de nada?”. Una primera reacción es que se trata de una pregunta imposible de responder. Arthur Schopenhauer pensaba que quienes pretendían responder esa pregunta eran “locos”, “engreídos vanos” y “charlatanes”. Aquí presentaremos una breve exposición de algunas de las respuestas

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Jim Holt.

que se han dado y una reflexiva crítica a ellas. Al final presento mi propia propuesta de respuesta. Lo primero que hay que notar es que la pregunta presupone 3 cosas: 1) que hay algo, 2) que no hay nada y 3) que existe un por qué de la existencia del algo. Todos estamos de acuerdo con 1) que hay algo, pero algunos podrían dudar o incluso negar 2) que no hay nada. Por ejemplo, Robert Nozick sostiene que no hay algo en vez de nada, sino que hay ambas cosas, hay algo y nada al mismo tiempo. No tengo problema en aceptar que algo y nada pueden convivir al mismo tiempo e incluso en el mismo lugar, siempre y cuando esa nada no sea la negación de ese algo. Por ejemplo en la motivación profunda de una relación puede haber algo de dinero y nada de amor. De hecho en una línea recta tenemos algo de longitud y nada de anchura (Euclides definió la recta como una longitud sin anchura), en un plano cartesiano tenemos algo de longitud y algo de anchura, pero nada de altura o profundidad. Algo y nada pueden ser vistos como dos partes contrapuestas que se comportan como aquellos matrimonios que han sido descritos como las dos caras de una misma moneda: no pueden separarse, pero tampoco pueden verse. Así que en el mundo hay muchos tipos de algos y de nadas conviviendo juntos, pero esta propuesta de que existen las dos cosas todavía deja sin responder la pregunta: “¿por qué no existe solo nada, sin ningún tipo de algo?”


l a t i n t a t e n t a A primera vista este argumento tiene la siguiente forma: X es mejor que Y; Y es mejor que Z. Por lo tanto, X es mejor que Z. El problema es que en el argumento la expresión “nada” se utiliza en dos sentidos distintos. Lo mismo puede decirse del argumento de Holt, utiliza la expresión “nada” con dos sentidos distintos, como “la nada” y como “ninguna cosa que pueda prohibirse” y así el argumento parece incurrir en un error engañoso que lo convierte en una falacia de equívoco. Esto me recuerda la siguiente adivinanza metafísica que parece muy profunda “¿Qué es algo y a la vez nada?”, pero la respuesta (humorística) es: el pez. El pez es algo, un animal acuático, y a la vez que es algo, nada en el agua. R espuesta de W. L eibniz Las cosas que existen y pudieron no haber existido existen debido a la voluntad de Dios, quien las creó por decisión propia y libre, movido por su infinita bondad. Si alguien plantea la pregunta: “¿qué hay de Dios, por qué existe?”, Leibniz respondería que Su existencia nunca inició porque es imposible que no exista (es un ser necesario), así que Su existencia no requiere una justificación ajena a él mismo, contiene en sí mismo la razón de su propia existencia, ya que Su inexistencia es lógicamente imposible.

R espuesta de J im H olt Una respuesta que se ha dado es que la nada absoluta es imposible y por eso es que hay algo. El propio Jim Holt da una demostración de eso en el prólogo de su libro mencionado antes: “Demostración rápida de que debe haber algo en vez de nada, dirigida a las personas de vida ajetreada de hoy. Supongamos que no hubiera nada. No habría leyes, porque las leyes, al fin y al cabo, son algo. Si no hubiera leyes, entonces todo estaría permitido. Si todo estuviera permitido entonces nada estaría prohibido. De manera que si no hubiera nada, nada estaría prohibido. Por lo tanto, la nada está prohibida por sí misma. Luego debe haber algo. Quod erat demonstrandum.” P roblemas con la respuesta de H olt Un problema con este argumento es que parece cometer un error similar al siguiente argumento humorístico: Un sándwich de jamón es mejor que nada. Nada es mejor que la felicidad eterna. Por lo tanto, un sándwich de jamón es mejor que la felicidad eterna.

P roblemas Un problema con esta respuesta es que todavía deja sin responder la pregunta más profunda de por qué existe un ser necesario (Dios), en vez de ninguno. Además algunos filósofos, como Hume y Kant, niegan que pueda existir un ser necesario. Por otra parte, desde hace mucho la gente ha preguntado “¿Qué hacía Dios antes de crear el mundo?”. Varios autores han dicho que Agustín de Hipona respondió: “Preparaba el infierno para las personas que hacen preguntas como esa”. Pero eso es un mito. En el libro undécimo de su obra Confesiones, capítulo XII, Agustín aclara que esa respuesta la dio alguien en broma y qué él preferiría haber respondido “No sé lo que no sé”, aunque en realidad revela que su respuesta es: “No hacía nada”, porque si hiciese algo, ¿qué podía hacer sino una criatura? Y es obvio que “ninguna criatura existió antes de que alguna criatura fuese hecha.” Aunque a mí me parece más bromista la respuesta que algunos consideran seria de que “no hizo nada porque no tenía tiempo” y no tuvo tiempo porque todavía no creaba el tiempo. Sin embargo, como matemático me gusta más la respuesta que dio el matemático J. E. Littlewood cuando le preguntaron qué hacía Dios antes de crear el mundo, dijo que “estaba haciendo matemática pura y pensó que sería bueno hacer un poco de matemática aplicada.” R espuesta del físico El universo surgió por azar de una fluctuación cuántica en el vacío. Puesto que 1-1 = 0, “algo” y “menos algo” equivale

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a nada, pero lo inverso también es cierto: se puede sustituir la nada por “algo” y “menos algo”, materia y antimateria, un universo y un anti-universo, etc. Así que después de todo algo sí puede surgir de la nada. Esta respuesta tampoco es convincente porque confunde el cero con la nada. Es cierto que hay algunas similitudes, pero no son lo mismo. El cero es algo, es un número con ciertas propiedades, por ejemplo es un número par. Mientras que la nada no es algo, ni siquiera un número. Por ejemplo, es distinto decir que un objeto tiene temperatura 0° a decir que no tiene temperatura. Alguien puede conseguir que el agua de cierto recipiente tenga temperatura 0°, pero nadie puede hacer que el agua de cualquier recipiente no tenga temperatura. De hecho, el vacío de los físicos no está completamente vacío porque tiene energía, luz, temperatura y varias irregularidades, las cuales no puede tener la nada. Finalmente puede ser que no haya ninguna razón, causa o propósito por la que existe algo en vez de nada. Hay cosas que no suceden con un objetivo específico, sino que surgen como resultado inevitable de otras cosas que sí se hacen con un propósito, como por ejemplo la basura. Hace años un niño le preguntó al señor que se lleva la basura: “Señor, ¿de qué hacen la basura?” y el señor, ante la pregunta inesperada, se quedó callado. Y esa es la misma respuesta que algunos creen que se debe dar a la pregunta “¿por qué hay algo en vez de nada?”. Creen que se trata de una pseudo-pregunta que no tiene ni puede tener respuesta. M i respuesta Si la ley de la conservación de la energía es inviolable (“la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”) y

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si la materia es una forma compacta de energía (como se desprende de la ecuación de Einstein: e=mc2), entonces la energía del universo no se creó en el Big Bang, sino solo sufrió una transformación espectacular que dio lugar a la materia. Por consiguiente, es imposible que la energía tenga un principio, ya que siempre ha existido en alguna de sus formas. Esto permite entender mejor la posibilidad de una cadena de sucesiones de expansiones y contracciones del universo o de los universos si cada etapa corresponde a uno distinto. Esto deja abierta la posibilidad de múltiples universos, no solo posibles, sino reales que han existido en algún eslabón de la cadena. También le permite al teísta una explicación más satisfactoria del origen de la materia utilizando la “energía dinámica” o el “vigor de la energía” de Dios (Isaías 20:26, TNM y de Jerusalén). En otras palabras sabiendo que es una cualidad de la materia que su existencia requiere energía y que la energía no se puede crear de la nada, la nada no existe porque es imposible conseguirla en un universo donde hay energía eterna disponible. En fin, si ninguna respuesta nos convence, todavía podemos responder como el profesor bromista, Sidney Morgenbesser de la Universidad de Columbia. Cuando un estudiante le preguntó “Profesor, ¿por qué existe algo en vez de nada?”, interpretó la pregunta como una queja y respondió: “Vamos, si no existiera nada, igual te quejarías”. Pero obviamente si no hubiera nada, tampoco estaría el estudiante para quejarse. Tropo

Héctor Hernández (México, D. F.). Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es profesor del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe.


Papiros

La ebriedad de la hora ciega Mariel Turrent “Tú serás algún día igual que esta basura Que esta horrible infección Estrella de mis ojos Calor de mi ternura ¡Ángel de mi pasión!” Baudelaire

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La hora ciega Juvenal Acosta Tusquets 2017 307p.

ice Juvenal Acosta: “La vida no está en otra parte, y si lo está, no es en el futuro sino en el pasado”. Tal vez por eso es que me reencuentro en su libro. Al igual que uno de sus personajes, en una época de mi vida —que ahora me parece prehistórica— fui al cine Apolo, envié cartas de amor por la oficina de correos frente a Plaza Satélite y vi a escondidas

“Almohada para tres”. A pesar de que en La hora ciega Juvenal Acosta profundiza en muchos temas (el erotismo, la sexualidad, la obsesión, el amor, la belleza, la vejez, la muerte, la inmigración, la transnacionalidad), hay uno (el de la memoria distante en la Ciudad de México de los años ochenta) que unifica esta novela con el resto de la trilogía (El cazador de tatuajes y Terciopelo violento). El que ahora comento me acoge a mí porque, como Juvenal y sus personajes, yo también un buen día me marché de la ciudad y dejé atrás esa vida que ahora casi no recuerdo y mucho menos añoro. No me he cansado de leer a Juvenal Acosta. Me fascina su lenguaje poético y todas esas alusiones que se refieren también a mí. Aunque confieso que esta vez, quise huir. Y es que Acosta utiliza la literatura como una forma de catarsis: vacía en su obra todo aquello que de alguna manera lo condena y lo redime: lo sublime y lo nefasto, sus elegías y herejías, sus musas y demonios. Esto lo vemos con claridad en La hora ciega, que comenzó a escribirse en el 2004, pero fue abandonado un par de veces, porque después del nacimiento de su

hijo, el autor no quiso entrar de nuevo a ese “cuarto tan tétrico” que es la mente complicada de sus personajes perversos, Julián Cáceres y Ángela Caín. Sin embargo, después de veinte años, decidió cerrar el ciclo terminando este libro con un collage de personajes alineados en dos historias paralelas que se entrecruzan con Ángela y Julián, a los que trata de evadir opacándolos con la niebla del oscuro ambiente que va tejiendo. Por un lado, un pintor expatriado narra en primera persona, con un ritmo más lento e intimista, la relación erótica y sublime de su abuelo pintor con su modelo y musa, mientras la contrasta con la suya propia y la de Sarah, una estudiante que posa para él, pero quien a sus espaldas transgrede los límites y cae en el abismo de la pornografía cibernética. El autor confiesa aquí haber aprovechado una historia que necesitaba contar (la de su propio abuelo) al mismo tiempo que nos plantea un personaje paralelo a Cáceres (otro alter ego suyo) pero al que rescata, esta vez, ofreciéndole una posibilidad más luminosa. Paralelamente, se desarrolla una narración de corte policiaco en tercera persona que nos va implicando en la

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Papiros sayo” y a hacer intromisiones autorales con notas a pie de página para, en sus palabras, “recuperar el tono de meditación que exploró en el primer libro”. Dividido en seis partes que a su vez se dividen en varios capítulos, la novela transcurre del erotismo más fino a la infecciosa putrefacción de la perversión y los crímenes sexuales. Cada capítulo es una pequeña anécdota con un título elocuente. La trama no es tan evidente, pero se va tejiendo en la mente del lector que conoce el pasado de los personajes que la detonan. “Todo es pecado en esta ordinaria carnicería de los sentidos, todo es apetito voraz en la ebriedad de la hora ciega.”

Fotografía: Norma Ordieres. Mujer 1.

Acosta utiliza la literatura como una forma de catarsis: vacía en su obra todo aquello que de alguna manera lo condena y lo redime: lo sublime y lo nefasto, sus elegías y herejías, sus musas y demonios.

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vida corrupta y obscura de dos personajes: el galante teniente Román Fierro (único policía del estado de Luisiana que leía poesía) y su amigo Lotremor (escritor argentino de novelas de detectives, íntimo amigo de Emil Cioran). Igual que en los libros anteriores, Juvenal Acosta hace alarde de su conocimiento citando a infinidad de autores, y dándonos una cátedra de ópera, música, cine, filosofía, pintura. Expone su visión acerca de temas que van desde el uso ya degenerado de los tatuajes, hasta la carcomida sociedad americana. Incluso se atreve a interrumpir la trama con lo que él llama un “mini en-

Viví la trilogía de Vidas Menores como quien viaja descubriendo los insólitos territorios de un mismo continente. Recorrí encantada valles con destellos románticos y atisbé temerosa los abismos más obscuros. En ocasiones, quise mantener cierta distancia, pero las más, me vi sumergida en las pasiones más delirantes de su erotismo. No lo puedo negar, en algunos pasajes me sentí perdida y en otros aceleré el paso, inútilmente, buscando a Julián y a la Condesa. Y es que la obra de Juvenal Acosta no es un territorio plano y predecible, sino un camino plagado de claroscuros con diferentes técnicas narrativas que procura un estilo desconcertante, donde el lector no siempre encuentra lo que espera. Tropo Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros “Desde adentro” (aforismos) y “Cajón de muertes y amores” (cuentos), y “La jornada del viento” y “Desnudeces de agua” (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo electrónico: marielturrent@gmail.com


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La cabaña de Heidegger Isabel Rosas Martín del Campo Cuando leí el título del libro de Adam Sharr, La cabaña de Heidegger, un espacio para pensar (editorial Gustavo Gilly, 2008 / 2015), fui cautivada por la segunda frase, pues la relacioné con la poesía que nos lleva a la ensoñación, a la intimidad. Es así el espacio arquitectónico que se piensa para pensar. ¿No acaso son nuestros pensamientos los que nos dirigen?, ¿y estos a su vez procrean sentimientos, inconscientes de que se está comenzando un diálogo secreto en el habitar, entre la persona y el lugar? Es el ejemplo perfecto para comprobar que la arquitectura tiene alma dentro de un contexto que procure el espíritu del hábitat humano. Esto sugiere que el espacio vivido sobrepasa la simple complacencia de las necesidades primitivas de refugio.

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ublicado en 2005 en la escuela de arquitectura de Cardiff University, este libro detalla la configuración de ese refugio a donde el filósofo se mudó en 1922, y describe “su emplazamiento, cómo llegó a construirse, la disposición de sus tres habitaciones y cómo se utilizó”, pero, sobre todo, “trata de la intensa relación entre el lugar y la persona”, lo cual es el sentido legítimo del espacio arquitectónico que reclama una intimidad emocional e intelectual entre sus planos y su propia naturaleza. Para el filósofo alemán Martin Heidegger (1889-1976), “la cabaña” —como él llamó a esta construcción— fue un espacio pequeño en superficie y muy grande en signifi-

cados. Ubicada en Todtnauberg —un valle al suroeste de Alemania, cercano a la frontera de Suiza, entre bosques y valles profundos—, la cabaña representó para el filósofo un lugar legitimado y sublimado que transformaba sus pensamientos, convirtiéndose en parte de su propia existencia, con un carácter abstracto, espiritual, en cuyo espacio volcó su propia expresión traducida en silencio y pensamientos. Si bien su casa familiar de la ciudad le ofrecía todas las comodidades y significados de la sociedad burguesa, Todtnauberg llegó a tener tanta fuerza sobre la condición del filósofo que este consideró irónicamente la cabaña como un lugar para escapar precisamente de esa vida familiar. Su vida carecía de interés en comparación con su pensamiento. Y por ello, Todtnauberg y el espacio en su conjunto se convirtieron en un referente como exploración del pen-

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En la imagen superior se muestra la maqueta de la cabaña situada sobre su plataforma nivelada. Abajo, se ve la cabaña, construida en ladera. Sus muros revestidos con escamas de madera se apoyan sobre un zócalo de mampostería careada. El tejado casi tiene la misma altura que los muros. (Fotografías tomadas del libro La cabaña de Heidegger, un espacio para pensar, de Adam Sharr).

samiento, conformando una sinfonía con acordes entre la naturaleza y un artificio arquitectónico que está entendiendo la poética y narrativa del lenguaje y su musicalidad. Para el filósofo, la vida de ciudad estaba absorta en sus propios engaños, mientras que la vida bucólica que le ofrecía Todtnauberg conducía su Filosofía como un oficio, y este se encontraba en una solitaria confrontación entre su mente, su lenguaje y la autoridad física de la naturaleza. La tensión suburbana le parecía de una veracidad inmoral carente de alma que solo ofrecía comodidades contemporáneas muy alejadas de sus necesidades primordiales. Había sentimientos ambivalentes: su casa de ciudad lo ponía en contacto con su realidad, la cabaña lo ponía en contacto con su existencia. Largas estadías y caminatas lo convirtieron en un gran observador de la vida común de las aldeas, contexto que él llamó “provincial”. Una comunión natural entre el espacio arquitectónico y el espacio de vida le dio genuinos motivos para hacer de la naturaleza poesía: el atardecer, el amanecer, la lluvia, el frío, la hojarasca, el ruido del viento, el silencio. Esta sensibilidad que solo pudo inspirarle Todtnauberg, logró que nacieran dos grandes ensayos: Construir, habitar y pensar y Poéticamente habita el hombre, escritos que debieran formar parte de la biblioteca de todo buen lector, especialmente de quienes nos dedicamos a la arquitectura, obras que forman parte del debate arquitectónico del siglo XX y XXI.

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Este libro deja muy en claro a través de la experiencia de un filósofo que necesitaba un especial contexto sociocultural del habitar, que el espacio arquitectónico debe abordarse desde una perspectiva espiritual-humana en principio, y matemática al final. En esta diferencia entre el espacio medido matemáticamente y el espacio medido emocionalmente, las dimensiones de presencia y ausencia dan el espíritu al vacío habitado. Heidegger descubrió y experimentó estos anhelos estando al amparo de los paisajes y del clima del valle. Con esto demuestro que no es únicamente la envolvente plástica de una edificación, sus habitaciones y su decoración lo que da sustento a un espacio arquitectónico y tampoco decide su verdad; es el conjunto de fuerza y coherencia entre el lugar y la persona lo que la convierte en una obra de expresión artística y lenguaje poético. Algo más que una morfología construida para cubrirlo del frío. Ésta le tendía los brazos hacia el exterior para dejarlo contemplar la profundidad que le permitía interpretar en palabras el contenido de la existencia intensificada en contradicción con la ciudad de forzados momentos de inmersión estética y artificiales paisajes. Una noche cerrada de invierno era el momento perfecto para filosofar, largos períodos de aislamiento donde dejó escritas estas impresionantes líneas:


Heidegger posando en su escritorio. Puede verse la cama del estudio detrás de la silla. Fotografía de Digne Meller Marcovicz tomada del libro La cabaña de Heidegger, un espacio para pensar, de Adam Sharr.

“La lucha para moldear algo en el lenguaje es como la resistencia de los altos abetos contra la tormenta”. “La soledad tiene el peculiar y original poder de no aislarnos sino de proyectar toda nuestra existencia hacia afuera, hacia la vasta proximidad de la presencia de todas las cosas.” Estos pensamientos de profunda poética del habitar son extraordinarias tesis filosóficas, expresados por un hombre que los vivió hasta sus entrañas; lo cual me lleva a inferir que todo artificio arquitectónico que no comulga con la propia naturaleza de la que emana puede convertirse en un objeto intruso de “franqueza inmoral”, en un mundo al que de ninguna manera debiera ser ajeno. Con esto presumo que un envolvente arquitectónico tiene un vacío arquitectónico que está allí dispuesto a vivir y a convivir. Este habitar de personas espiritualiza sus actos al convertirlos en ritos diarios. Si, y solo si, se subliman las necesidades que magnifican la expresión del espacio. Y si las personas salen de esa envolvente y miran más allá, quizá puedan encontrar los valles que miraba Heidegger reducidos y representados en un árbol donde canta un ave y que tan dignamente podrá rememorar aquello que la ciudad no nos ofrece, con el mismo talante que una ca-

baña perdida en el campo. Se revaloriza el espacio y el vacío a un plano elevado de existencia –Tierra–cielo–divinidad–mortalidad– que al tomar los aspectos del entorno natural exige una franqueza moral que no se daría en un entorno artificial, una esencia triunfal en su propio ser, el paisaje filosofal, con él, a través de él. Donde ese verbo “construir” da cuerpo físico a esos rastros de existencia y ese “habitar” encarna la presencia de mentes humanas en lo individual. La envolvente arquitectónica debe ofrecer al habitante una tranquilidad benevolente, que enfatice la fragilidad humana como inferencia de sensibilidad, más no como un sistema de Poder, donde el ser humano queda como un prisionero y no como fuerza inspiradora de creación que dé significado al potencial de “acogida del edificio”. Así existe una relación del pensamiento expandido hacia las bondades concretas y abstractas del lugar como significantes. El vacío arquitectónico y la proxémica de sus planos en todas sus dimensiones con el ser humano ocupante logran un lenguaje dinámico por mediación del espacio y el tiempo. De aquí la atribución ascética que dio Heidegger a este valle, a su cabaña y a sus habitantes aledaños. Un lugar que por sus características contextuales le ponía a prueba todos los días. Situación que nos sigue ocurrien-

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do a todos en nuestros diferentes contextos y realidades humanas, solo que con un enfoque totalmente contrario. La modernidad tiene sus muy particulares vicisitudes. El confinamiento es la principal fuente de segregación de pensamientos, que acarrea costos sociales y antropológicos importantes en nuestras ciudades de siglo XXI: falta de identidad y de referencia en los habitantes, quienes se encuentran extraños en cada espacio que habitan, convirtiendo el tiempo en ráfaga y, por tanto, los espacios en atemporales. Así, cada arquitecto debería asumirse como un escritor que está conociendo y perfilando en toda su dimensión la psicología de su personaje principal, o principales, según sea el caso. Su papel es omnisciente desde el punto de vista que deberá conocer cada detalle y cada paso de sus personajes. Y la historia que querrá dibujar en cada página espacial deberá tener una narrativa de coherencia, de espacio, de tiempo y de forma. En la actualidad, sin una conciencia moral del proceso arquitectónico de vivienda, estos componentes producen espacios habitables en masa que solo resuelven prototipos impersonales, o envolventes. Estos espacios se alinean a un sistema capitalista que dicta modas de estilos de vida dirigidos a estratos económicos que aspiran a una sociedad capitalista burguesa, engañada y confundida, alejada de los modos reales y genuinos del “habitar” y del “vivir”, en principio conceptos inseparables, ya que uno deriva en el “hacer y el otro en el “ser”. Es la dictadura de la moda del pensamiento masivo. Por ello, es necesaria una filosofía del habitar con un sentido fenomenológico más humano y no mercadotécnico, pues este último reitera una estética sistematizada, mucho más visual que emocional y de experiencia, donde el ser y el hacer del hábitat se subestiman, inmersos en un mecanismo estético de poder económico, y convierten el contexto habitacional en modelos comunistas disfrazados de capitalismo. La afectación urbana está enraizada con las convenciones sociales de habitabilidad, cómplices del confort tecnológico y su influencia sobre la experiencia inmediata del mundo globalizado. Heidegger pensaba que estos nuevos modelos de habitabilidad eran “ héroes” sobre falsos pedestales, ligados a una moda y abstracciones de un sistema. Afortunadamente, gracias al legado que nos dejó en su tesis —del habitar y el lugar—, resultado de su vivencia en la cabaña, su filosofía trascendió con un pensamiento y una actitud cuidadosa con el “entorno”, un hombre que no siendo arquitecto supo dejarnos por escrito —en ese diálogo constante con el espacio arquitectónico, atrapado entre los muros de la cabaña y los muros del pensamiento— esa aproximación que experimentó entre la arquitectura y el ser humano. Una vivienda que te pone en momentos reflexivos a ritmo lento.

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En la actualidad, sin una conciencia moral del proceso arquitectónico de vivienda, estos componentes producen espacios habitables en masa que solo resuelven prototipos impersonales, o envolventes. Estos espacios se alinean a un sistema capitalista que dicta modas de estilos de vida dirigidos a estratos económicos que aspiran a una sociedad capitalista burguesa, engañada y confundida, alejada de los modos reales y genuinos del “habitar” y del “vivir” (…). Es la dictadura de la moda del pensamiento masivo.

Finalmente, con este maravilloso libro reafirmo el poder que puede dar un vacío arquitectónico a la vida de alguien, hasta perfilar su vida y su trabajo hacia la felicidad y paz emocional, que te pone en contacto con tu existencia de forma exponencial. El libro de Sharr descubre una clara semiótica arquitectónica entre un hombre y su cabaña: una lectura precisa, un lenguaje claro, una narrativa fluida y una historia vivida. Creo que la poética de Heidegger quedará por siempre plasmada como impronta en su cabaña de Todtnauberg. Su cuerpo, su mente, su pensar, su escribir y su vivir. Extraordinaria literatura de un espacio arquitectónico que te permite encontrarte, reconocerte y escucharte, como eco viviente en cada elemento y componente que hace unidad, formando un “todo” entre tu cuerpo, tu mente, tu pensamiento y tu vida. Tropo

Isabel Rosas Martín del Campo. Arquitecta de profesión, actualmente cursa la maestría de literatura y escritura creativa; su consiga es el estudio profundo de la teoría del quehacer arquitectónico y su vinculación con la gramática y la poesía como metodología y semiótica del proceso del diseño del espacio. Es docente universitaria. Ha participado con contenidos en el periódico Novedades y Diario la Verdad. Es conferencista y consultora. Radica en Cancún desde hace 24 años.


Tertulias

El descenso a las minas de Falun José Castillo Baeza

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ocas frases han encontrado un eco permanente en las paredes agrietadas de mi memoria. Una de ellas la dijo José Ramón Enríquez no sé cuándo ni en qué contexto, pero recuerdo bien que se refería a la creación literaria. Decía más o menos así: “La técnica sirve para ser completamente fieles al sueño que tenemos en la cabeza”. Se refería, desde luego, a la necesidad ineludible de que los escritores conozcan las maneras y las formas del oficio con el fin de dar cauce de palabra a la materia luminosa y abismal que asoma por la garganta de quien pretende hacer literatura. No deja de ser curioso que la frase haya salido de las barbas de alguien que no cree en los talleres literarios o que, al menos, no cree en las dinámicas que se llevan a cabo en ellos. Al menos así me lo contó Cristina, que lo constató una tarde de octubre, cuando esperaba la llegada del viejo maestro en un café a espaldas de la estatua de los Montejo. La joven, ávida de tachaduras, esperaba, pluma en mano, la cantaleta propia del tallerista, y lo que José Ramón le dijo fue otra cosa: “si esperas que te diga cómo puedes mejorar la novela debes buscar a otra persona. Vamos a platicar de tus obsesiones, de tu voz, yo no voy a corregir. Hablemos”.

Podría pensarse, con razón, que la anécdota que me contaron y la frase que cité al principio no solo son antinómicas sino que resulta difícil pensar que refieren a la misma persona. ¿Por qué alguien que cree que la técnica es fundamental en el quehacer literario decide no corregir ni señalar ni sugerir modificaciones en la novela de una muchacha que acude en su ayuda? E. T. A. Hoffmann cuenta en un relato que tituló “Las minas de Falun” la historia de Elis Fröbom, un marinero melancólico que ha soportado, una a una, la muerte de todos sus seres queridos. Tras la misteriosa aparición de un anciano con el que platica, decide abandonar el mar para hacerse minero. Pronto, el encanto por el mundo de las profundidades y los cristales sin vida que ahí encuentra se convierten en una contraparte de su corazón mineralizado en la tristeza; las paredes cavernosas en las que se sumerge son las de su interioridad. Elis Fröbom siente una fascinación terrorífica ante el brillo muerto de las piedras acaso porque está mirando las tinieblas con las que vive. La atracción de los abismos le llevará, al final del relato, a boicotear su propia felicidad a la manera de un Narciso enamorado de su propia desolación. Lo que encuentra Elis Fröbom en las minas de Falun es, quizá, la materia originaria con la que se construye el

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Tertulias sueño del que habla José Ramón Enríquez. Aprender a escribir es recorrer un camino —o un descenso— intransitable para cualquier otra persona que no sea el aprendiz. Pero en muchos talleres literarios se pretende ayudar a pulir la gema sin haber descendido a buscarla. El resultado es una joyería de fantasía, un abanico de efectos de manual: “Esto funciona en el texto”, “hay que seguir estos pasos”, “debemos tener una gran frase para enganchar al lector”, “el final debe ser un nocaut”, “la historia debe ser verosímil”, “bla, bla, bla”. Pareciera que muchos formadores poseen un manual invisible y universal de lo que debe ser la buena literatura. En consecuencia, lo que se trabaja en los talleres muchas veces responde a modelos prediseñados a los cuales el aprendiz debe adaptarse. Desde luego que existe una tradición y también es cierto que la literatura es artificio, pero ni la tradición es una ni el artificio puede formarse sin la sustancia que enciende la chispa: ningún alquimista es capaz de convertir la nada en algo. Ayudar a un escritor a formarse debería parecerse más a fomentar en él una didáctica de la mirada, a descubrir las voces que le recorren la sangre, a mineralizar los vapores que lo asedian. Cualquier técnica o efecto debería ser resultado de un trabajo previo con la intuición artística. Confundir causa y efecto equivale a confundir al mago con el ilusionista u olvidar que, como decía el aforismo de Paul Valéry, “la sintaxis es una facultad del alma”, o que la técnica también es orgánica y también crece como una flor de las entrañas. Lo que originariamente eran consejos se han convertido en dogmas inflexibles de la creación literaria, como aquel que dice que se debe de escribir a diario. La imposición de una rutina o la llamada profesionalización del oficio de escritor juegan, en ocasiones, en contra de la paciencia, por otra parte siempre recompensada, de quien es capaz esperar meses abonando la tierra hasta ver brotar, desde las minas de Falun, los primeros tonos verdes del sueño que, por otro lado, había estado ahí desde siempre. Tropo

José Castillo Baeza (Chetumal, 1987). Es licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Modelo, y cuenta con una especialización en Docencia en la Universidad Autónoma de Yucatán. Ha publicado dos novelas: Hojas recicladas (IQC y Escuela Modelo, 2005) y Garabato (Secretaría de la Cultura y las Artes de Yucatán, 2014), y el libro de cuentos A la espera (2008). Actualmente, se desempeña como profesor de Literatura e Historia en la Escuela de Creación Literaria del Centro Estatal de Bellas Artes. Parte de su trabajo literario y periodístico puede leerse en el sitio: www.hojasrecicladas.blogspot.com

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De-fines y comienzos o el comienzo del fin Vanesa González-Rizzo Krasniansky

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asar de un año a otro implica sentimientos encontrados para una amplia mayoría de la población. Cuando los meses comienzan a acercarse al fin de año, las personas viven transformaciones de diversos tipos. Hay quienes se ponen eufóricos porque ya terminará este año y comenzará uno nuevo, recién estrenado, en la creencia de que la persona también se renovará. Lo viven como una oportunidad para lograr todo eso que no se pudo en el año pasado (dejar atrás las malas prácticas, los vicios, a las personas nocivas, etc.). También hay quienes frente al cierre del año se angustian, se recriminan todo lo que no hicieron con la oportunidad que ya se desvanece, y se acaba. El impacto de esta invención temporal de fin de año sobre las vidas humanas es impresionante. Estamos habituados a vivir en ciclos, y el fin de año es un ciclo clarísimo de algo que termina. ¡Uf, qué difícil cerrar, acabar! Parece que a la humanidad le resultaría más sencillo un continuo eterno; sería menos cuestionada, tendría la oportunidad de mentirse un poco más, de no hacer un corte y separar. De negar todo aquello que implica dolor, dolor psíquico. El fin de año, querámoslo o no, es un duelo, grande o pequeño, intenso o intrascendente, eso dependerá de cada quién, de sus historias, pero todas y todos tenemos que atravesar por un pasaje que nos lleva a algo nuevo, a transitar entre lo que está y se va, y lo que no está y vendrá.


Hay una gran parte de la población que hacia el final del año empieza a entristecerse. No le gusta saber que se acaba eso inefable. Hay personas que incluso se deprimen, no saben bien por qué, pero sucede, algo escurre como arena entre los dedos. Ello dependerá mucho de la personalidad, la circunstancia de vida y la historia de cada ser humano, aunque en los últimos tiempos un halo depresivo recorre cada vez a más personas durante estas fechas. ¿A qué se debe? Quizá podamos relacionarlo con nuestra manera de vivir, con la dificultad impuesta socialmente para asumir la insatisfacción, para poder reconocer que la falta es parte de la existencia, y, a pesar de ello, lograr la dicha. El mundo capitalista siempre nos pide más, nos invita a consumir sin freno, a tener “mayores éxitos” y resulta en una presión tal que cualquiera que no alcance las supuestas metas, vivirá frustrado. Si a este panorama le sumamos las severas dificultades económicas de una amplia mayoría de mexicanos y mexicanas, complicamos el panorama; y la desdicha, junto con enojo, tristeza y devaluación personal, se acrecientan. Acceder a los modelos impuestos es cada vez más difícil. Entonces pensar en transitar por un duelo en fin de año, no resulta extraño. Duelo implica elaboración, es un proceso en el que se transforman aspectos íntimos. Ya Freud nos decía en su clásico Duelo y melancolía que el duelo significa un conflicto entre la aceptación y la negación de la pérdida. ¿Cómo? Si aquí no estamos perdiendo a un ser querido; no hay alguien que muere. Sólo es un año que se acaba. Es cierto, y el mismo autor nos invita a pensar que el duelo puede ocurrir también ante la desilusión o el fracaso en la realización de los ideales. En este último aspecto se incluye la mayoría de las personas que se deprimen con la llegada de diciembre. Surge el recorrido de todo eso que dije que cambiaría y no pude, todos los kilos que bajaría, los viajes que realizaría, los novios que tendría… En esos cruces entre los deseos y las realidades nos vamos olvidando de lo que sí se tiene, sí se logró y de los momentos hermosos que vivimos durante los once meses precedentes. Están también quienes se sienten felices con el cierre de año y se encuentran con la esperanza del porvenir. Hacen ceremonias, se llenan de luces, colores y quieren rápidamente deshacerse de lo que pasó, para que venga lo nuevo. Otros no buscan desecharlo, simplemente llevan su vida de ahora, pero desean la próxima con muchas ganas, pues reconocen que tienen una nueva oportunidad. ¿De qué? Justo de lo mismo, de intentar transformar todo lo que no han podido: obtener el ansiado título universitario, el novio, coche, casa, etcétera, etcétera. Quizá parte de lo que se necesita para el tránsito entre un momento y otro, un año y otro, es poder hacer distinciones, tener claro que despedirse no es morirse (se dice fácil y en la consciencia a todos nos resulta comprensible,

Fotografía: Norma Ordieres. Lamento ignoto 1.

sin embargo, las equiparaciones que se hacen en este sentido son constantes). Al cambiar de año nos despedimos de este que nos brindó experiencias diversas pero que no implica, como con la muerte, dejar de estar. Es decir, podemos tender puentes entre un año y otro. Seguimos siendo nosotros y tenemos la opción de decirle adiós a eso que no queremos más, cerrar el proceso que nos perturba, pero mantener los vínculos, las acciones e ideales que nos generan bienestar. Tenemos que entender que el cambio de año no es un “borrón y cuenta nueva” en forma homogénea, pues habrá cosas para las que consigamos hacer cortes tajantes y otras que nos conviene mantener. Sean pues para todos ustedes momentos de-fines placenteros. Tropo

Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 15 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos.

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Tertulias

El tianguiztli en Cuancún Mauricio Ocampo Campos

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uando los invasores españoles llegaron a este continente llamado por los aborígenes Kuna como Abya-Yala —ahora Continente Americano—, se sorprendieron de muchas cosas que en su lugar de origen no existían. Por ejemplo, se preguntaron cuál era el árbol que daba una fruta con carne adentro —refiriéndose a los tamales—, y también les sorprendió la cantidad de metales preciosos que servían como insignia religiosa y no económica. Pero un fenómeno que a sus ojos era sorprendente, fue la cantidad de personas aglutinadas en una plaza, donde, según testigos de la época y en palabras del mismo Cortés (como lo manifiesta en sus Cartas de Relación) había entre 40 mil y 60 mil personas. Los invasores se referían a la Gran Plaza del Mercado de Tlatelolco, lugar donde se ubicaba uno de los Mercados más grandes de la época. En náhuatl, el nombre que recibían esos espacios de mercadeo e intercambio, era Macuil Tianquizti que significa Mercado de Cinco, ya que se realizaban cada cinco días. Los productos que en él se ofertaban estaban divididos por sectores: en un área, frutas; en otra, animales, etc. Incluso había tianguis para productos específicos. El Tianquiztli no sucumbió con la invasión española, al contrario se incrementó en diversidad de productos, espacios y tiempos. Muchos de ellos, como el gran tianguis de San Martín Texmelucan, Puebla, considerado el segundo más grande de Latinoamérica, son ya una tradición que ha prevalecido a pesar de las grandes modificaciones en los procesos

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comerciales productos de globalización. Los que tenemos la oportunidad de conocerlo, sabemos que no se recorre en un día, y que en él podemos encontrar una gran variedad de productos inimaginables, pero no sólo productos, también personajes enigmáticos que resisten a la gran vorágine hacendaria a través de una gran estructura organizada en un comercio informal que abarata costos, tiempos y genera una gran cantidad de empleos que de otra manera no existirían. II Quienes llegamos a Cancún somos una tribu de errantes que ha decidido, al igual que nuestros abuelos aztecas, buscar la tierra prometida para radicar. Así llegamos a estos lares, con sueños en la espalda, esperanza, deseos de sumergirnos en un mar de posibilidades, pero sobre todo, con las manos llenas de tierra. Sí, llenas de tierra, eso no es una casualidad. Hemos sido desde siempre los constructores de un país que muchos se esmeran en destruir; a estos les llamamos políticos, empresarios, buitres. Nosotros somos herederos de grandes constructores. Por ejemplo, el mexicano promedio trabaja más de ocho horas al día, sobrepasando lo establecido para una jornada laboral. Pero eso no es suficiente, pues arriba nos quieren seguir pintando con zarape y sombrero sentados bajo un árbol. Así llegaron nuestros padres y abuelos a este lugar llamado Cancún. Ellos los construyeron con sudor y lágrimas, ellos le han dado forma e identidad y a nosotros nos toca continuar el óleo; quizá el mar es salado porque concentra el sudor y las lágrimas derramadas.


En su memoria colectiva, los nuevos pobladores trajeron el ingenio y la supervivencia y la llevaron a las calles, crecieron en ellas y con ellas, se establecieron en las cuadras, los barrios, las súper manzanas y transformaron productos “originales” en copias auténticas. Las llevaron a la calle en puestos informales, con estructuras de metal, lonas que cubren el sol y se agitan con el viento, sábanas que en el piso sirven como muestrario de productos nuevos y/o usados, árboles que a medio día son buenos aliados para cubrirse del sol. Abarataron los costos y lograron con su ingenio aglutinar a una muchedumbre que asiste cada semana en distintos lugares a este ritual ancestral pintado ya de sincretismo. En él, la señora se vuelve señorita, el moreno güerito, el anciano joven y todo ello, una estructura de comercio informal que ha sido heredara y reproducida por más de 500 años y que en aquel México Tenochtitlan sorprendió a Cortés. Cuando las tiendas de autoservicio entraron a nuestro país, muchas tiendas de la esquina cerraron, pues no pudieron competir con los grandes monstruos. De ahí que muchas personas presagiaran el fin de los tianguis. Sin embargo, al contrario, estos espacios colectivos crecen con la ciudad y tienen mayor afluencia que muchos súper mercados. Basta ir un viernes a media tarde al tianguis de la Región 235 y ver cómo hay un mar de gente, mientras la mega tienda cercana funge como estacionamiento para los cientos de marchantes que van y vienen. Lo mismo pasa con el tianguis de la Región 100 en día domingo. La conciencia colectiva no sólo se configura en la mente, se hace presente en la práctica y es ahí donde radica uno de los elementos significativos de los tianguis: la solidaridad. Detrás de estos mercados, existe una resistencia hacia las grandes trasnacionales, una red socioeconómica que en muchos de los casos es totalmente familiar. El ingenio y la creatividad llevan no sólo a crear productos similares a los que se venden en los súper mercados, sino que se pueden mejorar y abaratar los costos. Las verduras son más frescas, se eliminan en mucho los intermediarios y existe un plus; el trueque siempre sale a relucir en ese mar de gente que no solo intercambia bienes materiales, sino que también proyecta sonrisas, fastidio, emoción, ira, pero, sobre todo el auténtico deseo de supervivencia en un ritual que ya no solo impera cada cinco días, sino que llena las súper manzanas de Cancún a diario en horario matutino y vespertino como si fuese permanencia voluntaria. Tropo

ALGUNOS TIANGUIS EN CANCÚN LUNES POR LA MAÑANA • Región 229 Av. Kabah, Av. Las Torres y Tierra Maya. LUNES POR LA TARDE

• Tierra Maya, Fraccionamiento Las Palmas, Fraccionamiento Vista Real. MARTES POR LA MAÑANA

• Región 102 y Región 221. MARTES POR LA TARDE

• Villas del Mar 3 y Fraccionamiento Corales. MIÉRCOLES POR LA MAÑANA

• Región 228, Región 99, Colonia 3 Reyes, Fraccionamiento Ara y Región 510. MIÉRCOLES POR LA TARDE

• Región 225, Fraccionamiento Los Arrecifes y Fraccionamiento Villas del Mar Plus. JUEVES POR LA MAÑANA

• Región 227, Región 94, Fraccionamiento La Guadalupana y Paseos del Mar. JUEVES POR LA TARDE

• Fraccionamiento Guadalupana y Fraccionamiento Paseos Kabah. VIERNES POR LA MAÑANA

• Región 102, Región 235, Región 96 y Bonfil. VIERNES POR LA TARDE

• Región 102, Región 235, Región 96 y Bonfil. SÁBADO POR LA MAÑANA

• Tierra Maya 2 y Región 103. SÁBADO POR LA TARDE

• Región 219, Región 240 y Región 227. DOMINGO POR LA MAÑANA

• Región 101, Ruta 7, Región 237, Región 225, Paraíso Maya y Paseos del Mar. DOMINGO POR LA TARDE

Mauricio Ocampo. Sociólogo con especialidad en Cultura y maestro en Pedagogía. Es autor del libro La Universidad Pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012).

• Fraccionamiento Paraíso Maya, El Torito – Villas Otoch y Fraccionamiento Paseos del Mar.

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Filosofía, Ecología, Economía y Política

¿Y cómo cumplirán sus promesas? Marcos Constandse

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nte el inminente proceso electoral, el más competido de la historia de México para renovar la presidencia de la República, el presente artículo propone a los lectores hacer un breve repaso histórico de las fases que nos han llevado a este punto crucial enfatizando el surgimiento del espectro político básico —izquierda, centro, derecha—, que hoy prácticamente ha desaparecido. Desea con ello contribuir a la reflexión del elector a la hora de ejercer el voto, en un momento en que la lucha por el poder se ha tornado cada vez más virulenta y la decisión para determinar el futuro de nuestra democracia es más compleja. Así pues, a riesgo de simplificar demasiado, recordemos brevemente las cinco etapas en que se divide la historia de México: 1) la era pre-colombina con su gran civilización indígena hasta la conquista española; 2) el periodo colonial, de trescientos años aproximadamente en que fuimos gobernados por el imperio español por medio de virreyes; 3) el México Independiente, que luego de repúblicas y monarquías culminó con el porfiriato, el cual duró treinta años, dio pie a la Revolución y continuó con una fase de inestabilidad hasta 1930, cuando comienza la institucionalización del poder a través de un partido único; 4) la pseudo democracia instaurada por el PRI, fase conocida como “periodo estabilizador”, que va de los años treinta hasta el año 2000; y 5) la democracia propiamente dicha de 2000 a la fecha. Vale señalar que durante el México Independiente florecieron dos corrientes ideológicas fundamentales —la conservadora y la liberal—, y no fue hasta la Revolución cuando empezó a surgir un movimiento de iz-

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quierda más radical, muy influenciada por la vertiente comunista que se implementó en la Unión Soviética. Y luego, a través del siglo XX, se fueron formando y consolidando tres líneas políticas, que quedaron claramente conformadas al inicio del siglo XXI: I. La corriente de izquierda. Se origina con los partidos comunista y socialista en los inicios del siglo XX y va evolucionando hasta los 80’s cuando se consolida con la conformación del Partido de la Revolución Democrática (PRD) con Cuauhtémoc Cárdenas al frente, y del cual han surgido después grandes divisiones y corrientes internas que lo dividen entre izquierda y centro. Más tarde, ya en el siglo XXI, aparece Manuel López Obrador, priista de origen, que emigra al PRD al no recibir apoyo para la candidatura a la presidencia municipal de Comalcalco; y luego, al no contar con el respaldo incondicional de los perredistas, emigra también de esta agrupación y forma su propio partido, Movimiento de Renovación Nacional (Morena), del cual es líder indiscutible y bajo cuya bandera ha recorrido varias veces el país; ahora es el político más conocido en México, y lucha por tercera vez por la presidencia de la República. Aunque se sitúa en el espectro de la izquierda, López Obrador no presenta una definición clara en este sentido, y sí una tendencia a adoptar posturas que lo incluirían en la corriente “populista”, desde donde ha enfatizado la honestidad —condición que no se le puede negar— como principal herramienta de promoción. II. La corriente del centro. En esta posición se encontraría localizado el Partido Revolucionario Institucional (PRI), representado internamente por corrientes moderadas de izquierda-centro y medio derecha, y que se ha definido como un organismo que apoya la estabilidad de la macroeconomía y el libre mercado. Sin embargo, su cre-


1. Similitud en sus propuestas económicas: todas las corrientes políticas creen y están convencidas de que la estabilidad de la macroeconomía así como el libre comercio son necesarios para el bienestar de México. 2. Pérdida de identificación ideológica: todos los partidos han perdido su solidez ideológica y ya no es posible identificar cuál de ellos pertenece a una posición neta de izquierda, centro o derecha, pues se fomentan las alianzas más contradictorias y se promueve un intercambio de integrantes de un partido a otro sin distingo de ideas, obedeciendo solamente a un sentido pragmático de búsqueda de poder y de obtención de beneficios personales. 3. Corrupción: en todos los organismos políticos, 90% de los funcionarios desde los más altos niveles hasta los cargos menores son corruptos indistintamente de las ideologías que los “definan”. dibilidad se ha visto seriamente afectada debido a los graves problemas de corrupción de sus altos funcionarios y políticos de turno. Por ello, ha ido perdiendo su supremacía histórica, la que tuvo cuando defendía los principios emanados de la Revolución y mantenía los equilibrios de poderes, momento durante el cual, además, se consolidó su visión política de centro. III. La corriente conservadora. Surge en el México independiente y siempre se colocó al lado de las estructuras del poder, tanto las del gobierno como las de la Iglesia y los ricos terratenientes. Apoyó, por ejemplo, la monarquía bajo el breve reinado de Maximiliano y su visión de México fue particularmente contradictoria, pues si bien manifestó su amor al país, a lo largo de la historia, sobre todo en el siglo XIX, marginó a las grandes masas campesinas de aquellas épocas debido a sus políticas patrimonialistas. Esta derecha radical evolucionó durante el siglo XX hacia una postura más moderada. Si bien sigue siendo clerical, su visión incluye a los sectores menos favorecidos, como campesinos y obreros, lo cual la llevó a conformar el Partido Acción Nacional (PAN), y a ganar las elecciones presidenciales para dos periodos consecutivos (2000 y 2006) en medio de la corrupción e ineficacia generalizada del PRI, cuya hegemonía rompe luego de que éste había ejercido el poder durante 70 años. Si bien con el PAN se consolidó la macroeconomía y se expandió la teoría del libre comercio en México, en consonancia con el mundo, su ineficacia como partido gobernante lo hizo perder el poder ante el PRI en el 2012. Actualmente, el espectro político presenta tres características, por lo cual es imposible ya hablar de izquierda, centro y derecha:

Ante esta lamentable realidad, los ciudadanos han empezado a reaccionar asumiendo un activismo poco antes visto. Las organizaciones civiles —que aumentan en todo el país— se han vuelto más ejecutivas y dan seguimiento cercano a las acciones de sus gobernantes; la figura de candidato independiente se posiciona cada vez con más fuerza en el imaginario del elector, y mediante esta opción varios políticos han ganado diputaciones, senadurías, presidencias municipales y hasta gubernaturas; y, finalmente, la formación de alianzas entre partidos del más diverso cuño ideológico han encontrado en esta fórmula la vía para derrocar a los partidos hegemónicos en distintos estados del país. De esta manera, en un momento en que las campañas políticas son únicamente propaganda (con su desmesura de promesas que nadie cree), y cuando sus programas de gobierno son muy similares, quizá lo más importante para el futuro elector es centrar su preocupación en cómo harán los aspirantes a la Presidencia para cumplir todo aquello que prometen, y observar sus respuestas y votar por aquel que más nos convenza de cómo piensa hacerlo. Porque de una cosa estamos seguros: todos serán populistas, pero también entre “los populistas” hay diferencias. Ojalá el pueblo de México sepa distinguirlos y sepa elegir lo mejor. Tropo

Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es, Déjalo ser, una novela sobre la historia de Cancún. Correo-e: marcos@xcaret.com

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Fotografía

Cuarto oscuro de mi corazón Angélica Mercado

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ace unos meses, se lanzó Gudak, una aplicación exclusiva para celulares iOS que simula el uso de un rollo de película de 24 exposiciones, una vez que se termina debes esperar una hora para “recargar” otro y cuando éste acaba, tienes que esperar tres días para el “proceso de revelado” y así poder verlas. La intención es alejar al usuario del botón de deshacer y de la rutinaria vista previa para acercarlos a la revaloración de los momentos personales más preciados a través de la encantadora y nostálgica experiencia de la espera. Lo llaman “el momento Gudak”, aclaran que fue en homenaje al original momento Kodak, aquél cuando se invitaba a consumir fotografías impresas para almacenarlas y asegurar la permanencia de la memoria. No es sorpresa que el imperio de la fotografía comercial ataque su mercado a base de sentimentalismos ni que una aplicación imite un proceso fotográfico. Sin embargo, Gudak no simula un proceso en sí, más bien lo omite y se salta directo al aspecto sentimental que provocan las fotografías en tanto recuerdo tangible. Pese a que la pretensión es confusa —dado que la aplicación no es para imprimir— según las reseñas de este pequeño universo de usuarios, funciona. Algunos aseguran prestar más atención a lo que registran y cómo lo usan; otros, recurren a la impresión. Aunque las apps son solo productos comerciales, este fenómeno me resulta oportuno para compartir el mundo oscuro de la fotografía, y de paso aclarar algunos puntos: una fotografía no es un producto pre-fabricado ni tecnológicamente

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garantizado, y los procesos químicos que la producen no son solo un vago recuerdo que se manifiesta con filtros que retocan la apariencia de una imagen digital. Sucede lo contrario, el creciente auge de la fotografía química lo demuestra. Los millennials, estereotipados como prisioneros de las tecnologías de la comunicación, generalmente están más interesados en la búsqueda de experiencias personales significativas; la tendencia hacia el “Hágalo usted mismo” refleja la necesidad de otorgar valor a lo que se piensa y enriquecerse emocionalmente con ello. Esta generación, entre otras, ha encontrado en el cuarto oscuro, un ambiente propicio para el aprendizaje experiencial, tanto sobre las técnicas como de sí mismos. Prueba de ello es el festival fotográfico Revela-t, un punto de encuentro para vivir y sentir la fotografía química a través de talleres, exposiciones, conferencias y concursos cuya convocatoria crece día a día y que ha generado propuestas relevantes en la fotografía contemporánea. O Sales de plata, un taller, escuela, laboratorio y tienda que ofrece todo lo necesario para hacer fotografía química. En México, varias tiendas especializadas como Cámara 1 también ofertan los materiales. No, la fotografía química no es una práctica obsoleta —y mucho menos ochentera— que dura tres días de espera, ni refiere únicamente a una imagen impresa, en sí; es una experiencia de libertad creativa que se vive a tientas bajo la oscuridad. Ahí dentro, se podría recorrer la historia de la fotografía practicando técnicas antiguas y tal vez, reinventarlas. Las posibilidades de creación son ilimitadas, te involucras en todo el proceso y te sorprendes con cada resultado. A veces, ni el mismo fotógrafo conoce con seguridad el final


que un fotograma es una foto sin cámara? ¿Y cómo demonios íbamos a tomar fotos en la oscuridad? Tomó algo llamado serpentina, un tipo de carrete metálico que sirve para revelar película. La colocó sobre un papel que había sacado de una bolsa de plástico negra cuidadosamente colocada dentro de una caja de cartón rígido y elegantemente decorada con el logo de Kodak. Le proyectó luz con una ampliadora, un aparato grande con una lente de diafragmas y un foco oculto, conectada a un simpático reloj que marcaba segundos y sus milésimas con unas líneas a relieve, ajustó el tiempo, y después de un flashazo estábamos de regreso en la penumbra. Sumergió el papel en una charola con químicos y la balanceó quedito, en silencio, volteó el papel con unas pinzas y — atenta– dijo. Justo ahí, apareció poco a poco la imagen de la serpentina, perfectamente delineada en blanco puro, ¡era un negativo original! La pasó por dos charolas más y después de un enjuague de agua, la secó y me la entregó. Literalmente quedé encantada. Pasó mucho tiempo para el reencuentro, y desde que volví, no imagino la fotografía sin él.

de su creación, esto se debe a que factores como la temperatura de los químicos, la porosidad del papel, o cualquier otra sustancia puede causar variaciones en la fotografía final. El cuarto oscuro estimula los sentidos, apasiona, es algo así como el amor a primera vista… pero sin ver. EL CUARTO OSCURO Y YO Todo amor tiene su historia. La mía comenzó cuando tenía 13 años. Mi papá finalmente me había soltado su Yashica 6”x6”, una cámara de formato medio y visor de cintura, un “camarón” después de mi primera cámara, la Kodak de Mafafa Musguito, de la Agfa 110, de negativos tan diminutos que daban ternura o de la Polaroid, que hacía del revelado un hechizo pasajero. Era la primera vez que hacía fotografía en blanco y negro en negativos enormes, y solo tenía una película, 12 escasas oportunidades para experimentar. Aproveché cada una de ellas y las llevé a revelar al único laboratorio que ofrecía el servicio; después de una eterna semana podría verlas. Llegué puntual a recogerlas, se acercó una señorita y me dijo con toda tranquilidad: “su rollo se veló, puede llevarse otro rollo sin costo, si gusta”. Exigí una explicación y lo que obtuve fue una revelación. El fotógrafo encargado comprendió mi terrible pérdida y, en compensación, me invitó a entrar al cuarto oscuro. “Te voy a regalar un fotograma”, me dijo; no sabía lo que significaba pero sonaba casi justo. Para entrar había que pasar una puerta de seguridad cilíndrica y negra, como una cápsula cuyo interior apenas era suficiente para dos personas. Girabas la puerta y entrabas a otra dimensión, una roja y fría a la vez, de olores penetrantes y sonidos sutiles; me pareció un lugar de inmensa quietud hasta que iniciaron las inquietudes. Para empezar, ¿cómo

A RIENDA SUELTA EN LA OSCURIDAD El cuarto oscuro, como cualquier otro laboratorio, es un espacio para la invención, los descubrimientos, el ensayo y el error, los logros, la reflexión y, sobre todo, para la experimentación. Artistas como Man Ray, Laszlo Moholy Nagy y Christian Schad innovaron a partir de la intervención fotográfica en cuarto oscuro. La originalidad en el uso de materiales y manipulación de las técnicas evolucionaron en formas emergentes de creación fotográfica. El irreverente ingenio de Man Ray generó técnicas como la solarización —efecto disponible en apps—, un accidente provocado que consiste en velar parcialmente la película durante el revelado creando el efecto de contraste al invertir los tonos y delinear los contornos con una línea negra llamada línea mackie. Usaba material caduco, lo vulneraba y manipulaba, exploraba los límites como todo surrealista. Por otro lado, los fotogramas eran instrumentos para la nueva visión de Moholy Nagy, quien buscaba transformar las limitaciones de la visión humana en un universo de formas de luz a través de las leyes ópticas de la cámara y la química en la fotografía. En sus fotogramas, las relaciones entre luz, espacio y forma son evidenciadas en un documento fotográfico. Arte y tecnología en reconciliación que deriva en una nueva forma de presentar el mundo, la naturaleza física de la óptica de la cámara y las ilimitadas posibilidades de la química, invitaban a transgredir a fin de crear un nuevo lenguaje. A diferencia de otras invenciones, fascinantes o meramente utilitarias, la fotografía nació en el cuarto oscuro, otorgándole una doble posibilidad: la científica y la artística. Ambas siguen transformando nuestra percepción visual y hacen del proceso, una experiencia personal. Sí, el amor por la fotografía definitivamente se revela en la oscuridad. Tropo

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Alejandra Mendoza


portafolio

Cuarto oscuro: Ese lugar donde no es posible vislumbrar ni siquiera la mano propia. Ese lugar fue, es y será por siempre un refugio, un santuario, un espacio para desnudar por completo cada risa, miedo, sueño, deseo y lágrima en compañía de nada más que la plata y una oscuridad que te cobija paso a paso. (Alejandra Mendoza) Pág. 62: Arriba: Revelado desigual 1 // Abajo: Doble exposición, negativo y fotograma. Esta página: Revelado desigual 2

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