Nuevaepoca tropo 09

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Editorial

L

a presencia cada vez más frecuente de ciertos nombres en las páginas de esta revista, la concurrencia de voces nuevas que se agregan y el gesto literario que revelan en esta manifestación, hacen pensar en la aparición de algo más que una inquietud cultural pasajera o veleidosa. Sin caer en el exceso de llamar a esta tendencia “movimiento literario, corriente o generación”, pensamos que esta confluencia revela la existencia en nuestra ciudad de una comunidad literaria cada vez más activa, más interesada en darse a conocer y, sobre todo, deseosa de encontrar lectores que aporten la retroalimentación necesaria para darle sentido a su actividad. No sabemos aún si hablar de una comunidad literaria homogénea en Cancún, o cuántos de sus integrantes aspiran a trascender ni qué tanto se distinguen de los diletantes o de los escritores de ocasión. Lo cierto es que en los escritos de estas nuevas voces hay ciertas señales que revelan una conciencia del hecho creativo dignas de comentarse: preocupación por la literariedad de sus contribuciones, defensa al parecer de una ética del lenguaje, y deseo de complejizar los problemas abordados con la inclusión de asociaciones intra y extra textuales que los expliquen o los muestren en dimensiones que escapan a la obviedad o al lugar común. Es de esperarse que estos jóvenes escritores (que se unen a aquellos que desde la academia han enriquecido desde el inicio nuestras páginas) encuentren en los lectores la contraparte sustanciosa que anhela todo aquel que pergeña sus ideas por escrito, a fin de cerrar el círculo virtuoso del diálogo intelectual, que muchas veces se ve entorpecido por la premura o la banalidad propiciadas por las nuevas formas de comunicación. Sin duda, el papel de los receptores de estas manifestaciones es fundamental. Sin duda también, por desgracia, no se manifiesta como se desearía: la actividad crítica en nuestro medio brilla por su ausencia. El escritor local carece de interlocutores, y, salvo escasas excepciones (algunas de ellas publicadas en esta revista), la valoración, ponderación o evaluación de lo que se edita en nuestro entorno no ocurre como uno quisiera debido a diversos factores, entre ellos, desconocimiento de una tradición crítica e inseguridad por falta de contexto de lecturas. Para atacar estos prejuicios e impulsar la actividad crítica deseable, quienes hacemos esta revista deseamos reiterar la invitación a los jóvenes escritores de nuestra comunidad a participar activamente en esta tarea enviándonos sus textos, dándonos a conocer su parecer sobre lo que se publica e intercambiando con nosotros sus ideas, quizá incluso a través de la sección de cartas. Y que por supuesto, estén atentos a las convocatorias que venimos lanzando a través de nuestra página web para colaborar en poesía, cuento y artículo literario. Tropo

¿Y qué es TROPO? El nombre de esta revista es una expresión metafórica que implica varios niveles de sentido. Une dos conceptos y luego los expande. Por un lado, la frase “trompo a la uña” (primer nivel) que es el nombre de la suerte más difícil del juego del trompo: subirse el trompo a la uña mientras este gira veloz es labor solo para expertos. Por extensión (segundo nivel), se aplica a toda aquella empresa que implica una dificultad especial, todo un reto. Por otro lado, la palabra “tropo”, término propio de la retórica, que es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es figurado. Implica cambio de dirección. El uso de tropos es cualidad esencial al lenguaje literario. Al unir el segundo sentido de la primera expresión (realizar una empresa difícil) con el término “tropo” (que aprovecha su semejanza fónica con “trompo”), aparecen los dos sentidos ocultos y crean una nueva realidad: darle vida a una revista literaria en Cancún es por cierto una empresa difícil, todo un desafío, TROPO a la uña enfrenta este desafío con gusto.

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Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza

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Permanezco enmascarado en las palabras: Daniel Téllez Guadalupe Gerónimo Salaya

38 Alhucema y romero en el teatro de Conchi León Katia Rejón Márquez

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Norma Quintana Lourdes Cabrera Martín Ramos Lorena Careaga Agustín Labrada Kenia Cano David Anuar Ramón Suárez Caamal Antonio Vera Jorge Cortés Ancona

TRASLUZ 7 Poema Daniel Téllez

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Consejo editorial Javier España José Díaz Cervera Wildernain Villegas Carrillo Carlos Torres Marién Espinosa Felipe Reyes Antonio Leal Elvira Aguilar Angulo Karinna Maich Rodolfo Novelo

ENTREVISTA

30 Yasmin Pineda: todo lo que hago llena mi vida René Vera

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Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)

Asistencia editorial Lizbeth Peña René Vera

10 Poemas Agustín Labrada

Diseño Mauricio Cejín

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21 En la educación antigua John Mcliberty

Consejo artístico Gena Bezanilla Leonard Escamilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo

40 Luna luna Jorge Cauich

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Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez

25 Un travesti camina a media calle David Guerrero

DEVEZENCUENTO

Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha

12 Asesoría matrimonial Enrique Arrúa

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Administración: Servicios Corporativos de Cancún, S. C. Responsable ventas y donativos: José Luis Etchegaray

26 El día de las elecciones Carlos Torres

TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas

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en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102.

Visítenos en nuestra página web: www.centrodecreatividadliteraria.org Envío de colaboraciones: revistatropo@cclcancun.com Centro de Creatividad Literaria – CCL Reseñas y columnas en la web: cclcancun.com Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria

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42 Un canto a la ciudad y a nuestras máscaras David Guerrero 8 Octavio Paz y la inspiración como ritmo sin fin 45 La finca verraca David Anuar Miguel Miranda 14 Toribio Cruz: la literatura 46 Los telescopios que como salvación vi desde un poema Norma Quintana Norma Quintana 16 Toribio, protector y amigo 48 El miedo a olvidarlo todo Lizbeth Peña Ma. Ofelia Arruti 18 Alicia en aire, invocación 49 No deje de leerlo Marién Espinosa Garay LATINTATENTA

22 Literatura de Quintana Roo, la elusiva identidad Onésimo Moreira Seijós

Yasmin Pineda No solo el pez muere por la boca Técnica: Grabado al aguatinta Medidas (cm): 35 x 45

50 Para acercarse a lo diferente Vanesa González-Rizzo Krasniansky

28 Siria José Castillo

TERTULIAS

29 Introducción a la Poesía de Paul Celan Sinae Dasein

52 No es lo mismo hap-in-ess que have-a-penis Antonio Uribe

35 ¿Por qué las mujeres son atractivas? Héctor Hernández PAPIROS 41 Arráncame la vida: vigencia de una obra Johanna Aguilar

59 Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga Viliesid

54 Belleza americana Miguel Meza

60 Mario Islasáinz: poesía y experiencia de vida Jorge Yam y René Vera

55 Fuerza mayor: una avalancha emocional Enrique Medina 56 Cancún en tiempo de híbridos Mauricio Ocampo Campos

P U N T O S

D E

58 Bestalia René Vera

PORTAFOLIO 62 Adrián Hernández Binz

D I S T R I B U C I Ó N

CANCÚN LIBRERÍAS: • Dalí • Porrúa • Dante (Plaza Las Américas)

P L A Y A D E L C A R M E N : • Café Andrade • Jardín El Edén

• Educal • Needful Things (Av. Cobá) • Utopía City (Andador Gladiolas 16-A, frente oficina CURP).

• Le Lotus Rouge • Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida • Biblioteca Jaime Torres Bodet

CENTROS CULTURALES: • Teatro Xbalamqué • Casa de la Cultura • La Pitahaya • Instituto para la Cultura y las Artes • Galería Balance

MÉRIDA: • Dante • Fondo de Cultura Económica (calle 59 entre 60 y 62,

Z. H., Km 8.5, Plaza Caracol, planta alta.

RESTAURANTES: • Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café • Bisquets Obregón • El Pabilo • Café Andrade • Café Cardoni • Marakame Café • La Casa de los Abuelos

Centro Histórico) • Centro Cultural Dante (Prolongación Paseo de Montejo) • Dante Plaza Fiesta • Educal “Juan García Ponce” (calle 60 entre 59 y 61, Centro Histórico) • Café Punta del Cielo (calle 63 entre 60 y 62, Centro Histórico) • Flores Café (calle 16, entre Av. Colón y 23).


Entrevista con

Daniel TĂŠllez


Sigo enmascarado en las palabras Guadalupe Gerónimo Salaya El poeta y ensayista Daniel Téllez —Premio Nacional de Poesía Joven “Elías Nandino 2001” y Premio “Rey Poeta Netzahualcóyotl 2006” a Creadores con Trayectoria— estuvo recientemente en Cancún para presentar su libro A tiro de piedra (en el Centro Cultural La Pitahaya) e impartir un taller literario a jóvenes poetas en el CCL. En la siguiente entrevista, Téllez compartió con Tropo a la uña los enigmas de aquel poemario, habló de su resistencia desde la poesía y del diálogo de los lectores con su obra.

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e habla a menudo de los temas inagotables de la literatura. El amor y el odio, la vida y la muerte, la resistencia y la derrota son el espejo en el que el poeta se refleja. Daniel Téllez (Ciudad de México, 1972) se mira en ese espejo bajo una máscara, reconoce apenas sus ojos, las palabras lo han enmascarado. Sólo unas décadas atrás portaba un nombre luchístico, todavía vigente y que en una suerte de juramento hipocrático no puede ser revelado. Recuerda con brillantez su formación en el Toreo de Cuatro Caminos y el enlonado de la Pista Arena Revolución, entrañable sitio en el sur de la capital de México. Téllez forma parte de la segunda y última época de oro de la lucha libre mexicana. Y no sólo eso, es afecto a vincular dos universos, el arte pancracio y el arte de la palabra. —¿Tu manera de estar en el mundo es la poesía? —Me gusta estar en la poesía porque me permite des-

cifrar una realidad inmediata, que puede ser la mía o la de cualquier otro individuo. Con esto estoy diciendo que alguien puede dialogar más allá de la realidad que lo envuelve. Yo me aíslo desde la escritura y, al mismo tiempo, busco la palabra precisa para dialogar desde la resistencia y la salvedad que ofrece la poesía. La escritura es un acto de redención y resistencia personales. Y resistirse a través del lenguaje poético quiere decir eliminarse del mundo pero ganar la transparencia, es decir, la comprensión pesimista de nuestro entorno, de todos los tópicos por todo ser humano conocidos y vividos. La transparencia del mundo recae en la transparencia de las palabras del poema, incluso en su discurso monotemático, escaso y sin significantes, para muchos. ¿A quién le sirve escribir poesía? ¿A quién le interesa que el poema comunique algo del mundo? A muy pocos. Solo aquellos convencidos que eligen las palabras que contienen el mundo en el poema, son los elegidos. —¿Qué libros marcaron tu camino hacia el menester de la palabra?

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e n t r e v i s t a

—La poesía como El mundo no necesiun ejercicio penta más poesía sado en el deporte, y sí un mayor númeconcretamente en el ro de lectores béisbol. El poeta al bate. La conciencia —Ahora háblame de poética dictamina: A tiro de piedra. Contieun hit o un batazo ne enigmas, está escrito al cuadro. El discuren un idioma desinteso del poema tejido grado, como adviertes dentro de su propio al colocar el epígrafe de escenario y estructu- Con enorme generosidad e inteligencia, Daniel Téllez compartió con poetas lo- Rafael Cadenas al inicio ra. A ello se suma la cales sus nociones de poética y tradición en la lírica mexicana y trabajó los textos del libro: Hálito de foexperiencia del bateo que se mostraron en el taller de poesía organizado por el Centro de Creatividad gata en mis narices, mi Literaria. Aquí en el momento del tallereo. (Foto: René Vera). (las lecturas inmeidioma desintegrado, / la diatas, póstumas y sombra todavía húmeda sensuales). Y en todo diálogo me parece que uno asis- de un sortilegio. ¿Cuáles son esos enigmas que encontrate sin remedio a bateadores de gran choque de pelota, rán tus lectores? siguiendo el argot beisbolero; bateadores de home run. —Cuando uno lee un libro asiste a una época y diaBasta con mencionar a Mallarmé, Lezama Lima, César loga en una temporalidad que no es la propia; por eso Vallejo, Paz y Gerardo Deniz; recientemente, a Raúl Zuri- la alusión al idioma desintegrado. Debo confesarte que ta, Mario Montalbetti, Leónidas Lamborghini, Héctor Viel disfruto el juego de la reactivación y del diálogo con un Temperley, José Kozer, Eduardo Espina o Charles Berns- poema que me asombra, con las posibilidades de la expetein, por mencionar algunos. rimentación donde el lector está dentro de una tradición y —Y antes de enmascararte con las palabras usaste abreva en otra mediante la lectura con la opción de asirse máscara en el cuadrilátero. Háblame de tu paso por la lu- de estas lecturas y de la nostalgia que provoca su lejanía o cha libre. su enigma. No confío en la escritura complaciente y creo —Permanezco enmascarado en las palabras, como que toda tentativa de escribir poesía es una transgresión dices. Fueron, durante mi juventud, dos modos de estar en sí misma. El mundo no necesita más poesía y sí un en el mundo que forjaron mi carácter y la rudeza nece- mayor número de lectores. Lectores imposibles diría yo y saria para mirar la vida. Comencé a entrenar lucha libre un modo de estar en esa imposibilidad es el poema y sus en uno de los gimnasios de la empresa Lucha Libre In- enigmas. Pienso que el mayor de todos es el abismo de ternacional que tenía su sede y ofrecía las mejores carte- sentido que se genera entre el lector y el poema y que no leras internacionales en el desaparecido Toreo de Cuatro está determinado, precisamente, por formas armónicas Caminos. Religiosamente los domingos, a las 5 de la tar- del decir. Más bien hay dispositivos canónicos que tensan de, por ahí desfilaban verdaderos trogloditas, iconos de el lenguaje y los significantes antes de concebirse en el la lucha libre mexicana. Cito unos cuantos: Mil Másca- lector. Ahora nos hemos dejado de reconocer en el poeras, Canek, The Killer, Los Villanos, Enrique Vera, Súper ma y, en un amplio sentido de libertad, el poeta ha hecho Astro, Ultramán y Solar (que conformaron el célebre trío del poema un espacio irreconocible, provisional, como las Los Cadetes del Espacio), El Signo, Black Power, Negro palabras, organismos vivos, de rupturas e irrupciones, con Navarro y Dos Caras, estos dos últimos mis maestros en lo aparente que sacude al lector cuando se halla frente a la lucha olímpica y libre. Imagínate el poder del entrena- frente con el poema. Tropo miento y la garantía de la formación que me permitieron Guadalupe Gerónimo Salaya (Tabasco, 1992). Egresada de la Licenpisar los escenarios de la empresa que en ese entonces ciatura en Literatura Latinoamericana de la Universidad Autónoma comandaba don Francisco Flores y Carlos Maynez, homde Yucatán. Sus ensayos, entrevistas y artículos han sido publicados bres visionarios porque además trajeron a nuestro país en la sección “Cultura” y Unicornio, Suplemento Científico y Cultural a los más talentosos luchadores que han pisado suelo del periódico Por Esto!; las revistas Miopía, Morbífica y Los otros. Pemexicano. Sin lugar a dudas fue la segunda y última époriódico universitario. Fue becaria en el Encuentro de Literatura “Los ca de oro de la lucha libre mexicana. Logré pisar también Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE, Mérida 2014. el enlonado de la Pista Arena Revolución.

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t r a s l u z

Poema Daniel Téllez Verla era vivir. Esto era una certeza. Ricardo Garibay

nuestra suave patria fue el pujar de nuestra mitología la ilustración que imaginamos en el regazo de la tradición platónica la paideia lopezvelardiana entre la corrección y la belleza fue la profesora de español que entre risas y gritos de muchachas incendió la sandunga en nuestra sangre y al compás de sus nalgas en vaivén empinó nuestro tiempo en su cintura suave patria gavilana mereciste la pena recitarte y un salmo vertical de espaldas boca abajo entre los dormitorios y los mesabancos esa acaudalada infancia maduró los genes y como cucos descargando aletazos contra el vidrio mantuvimos intacta la irascible congoja de las insignificancias remar ya no es posible canalla suave patria sobre la saya de tus constelaciones ni chapoteando en la pesadilla o en el lodazal encenderá tu sandunga nuestro filo De A tiro de piedra (Bonobos, 2014)

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Octavio Paz y la inspiración

como ritmo sin fin David Anuar

E

l Arco y la lira (1979) de Octavio Paz es un ensayo que roza lo poético y lo filosófico. En este libro abundan los conceptos antitéticos, de ahí que se pueda apreciar su pensamiento como un ritmo binario, es decir, un ir y venir entre dos polos. Ejemplo de ello es su concepción del desarraigo de la convencionalidad de la palabra que lleva a cabo el poeta, y el arraigo de la misma a través de la asignación de sentido por parte del lector, creando así la “chispa de la poesía”; entre estos dos puntos hay un ritmo, un ritmo complementario, ya que el desarraigo sin arraigo no completaría el círculo y la “chispa” no se daría. Así pues, uno necesita del otro para que el ritmo se complete, y lo mismo sucede con otros conceptos que Paz maneja en toda su obra, ya que como él mismo dice “el ritmo es imagen viva del universo, encarnación visible de la legalidad cósmica” (1972, 59-60). Mi propósito será mostrar el ritmo que se establece en la relación que Octavio Paz señala entre inspiración, la “otra orilla” y la otredad. Estos conceptos, desde mi perspectiva, son inesperables, o, por lo menos, para su mejor comprensión, es esencial tomarlos como un sistema, como un ritmo, como un círculo sin fisuras que es un ir hacia un fin que también es un inicio. Para empezar a desentrañar el ritmo de la inspiración es necesario comprender la noción de ritmo para Paz. Dice: “el ritmo no es medida: es visión del mundo” (1972, 59); así pues, cada sociedad posee su propio ritmo, ya sean binarios, es decir por dualidades como día y noche, mujer y hombre; terciarios como padre, madre, hijo; o

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La definición del hombre como un ser que trabaja debe cambiarse por la del hombre como un ser que desea. Octavio Paz, Postdata

Dios, Cristo y Espíritu Santo; cíclicos como las cosechas, las estaciones y en general, los rituales. Pero también el ritmo es un ir hacia algo, siempre un ir hacia algo, hacia otra cosa distinta a la propia: “sentimos que el ritmo es un ir hacia algo, aunque no sepamos qué pueda ser ese algo” (Paz 1972, 57). El ritmo entonces es una visión del mundo que siempre cambia, que va hacia otra cosa, a lo ajeno, a la otredad. Ahora bien, llegamos a la otredad, ya que aparentemente el ritmo desemboca invariablemente en la otredad, pero ¿qué es la otredad? La otredad es lo que es ajeno a nosotros y, sin embargo, nos define, ya que yo soy lo que no soy. El humano es, precisamente, cambio, deseo de ser lo que no es. Por ello, el humano aspira constantemente a la otredad: “el hombre sin cesar avanza y cae —dice Paz—, y a cada paso es otro y él mismo. La ´otredad´ está en el hombre mismo” (1972, 176). Se aprecia que el hombre va hacia algo, es decir lleva un ritmo (quizá el hombre en sí mismo sea un ritmo); hacia qué se dirige, es incierto, ya que el hombre va hacia lo que quiere ser, pero que a la vez no es, de ahí que busque constantemente la otredad, y esta búsqueda se da a través de la imaginación. Dice Paz en Corriente alterna: “todo lo que hace [el hombre], sin excluir los actos más simples y materiales, está teñido de aspiración hacia lo absoluto [la otredad]. La imaginación —la facultad de producir y descubrir imágenes y la tentación de encarnar en esas imágenes— es su fondo último, su fondo sin fin” (2000, 83). Cabe mencionar que Paz retoma este concepto de Coleridge, y así, el deseo de ser del hombre se satisface con la creación de lo que yo deseo ser, y el hombre es un ritmo que va hacia esa imagen.


l a t i n t a t e n t a

La imagen tras la cual va el hombre es nombrada por Paz como la “otra orilla”, ya que es lo que yace al otro lado, quizá, de nuestra imaginación, o de nuestra aspiración; asimismo Paz llama a la acción de cruzar lo que nos separa de la “otra orilla” como “salto mortal”, entonces la acción del salto es quitar la brecha que nos separa de lo que deseamos ser y lo que somos, “en suma […], la experiencia de la “otra orilla” implica un cambio de naturaleza: es un morir y un nacer. Mas la “otra orilla” está en nosotros mismos” (Paz 1972, 122-123). La “otra orilla” no es otra cosa que la otredad que deseamos ser, y esta otredad está en nosotros mismos, ya que nosotros creamos lo que queremos ser a través de la imaginación. Pero para ser algo “nuevo” o “diferente”, es necesario dejar de ser lo que éramos, de ahí que Paz diga que es un nacer y un morir, pues efectivamente es una transformación del “yo” en “otro yo”, es un dejar de ser para volver a ser, es un ir y un venir del ser al no ser, es un ritmo entre el “yo” y el “otro yo”, es un ritmo existencial. Ahora bien, ya hemos visto lo que es el ritmo, la otredad y la “otra orilla”, pero ¿dónde queda la inspiración?, ¿dónde encaja en este sistema de engranes del ser y el querer ser? Para empezar es necesario decir qué es la inspiración. Para Paz “la inspiración no está en ninguna parte, simplemente no está, ni es algo: es una aspiración, un ir, un movimiento hacia adelante: hacia eso que somos nosotros mismos (el segundo subrayado es mío)” (1972, 179). Es evidente que las piezas del rompecabezas empiezan a encajar y a tomar forma de un todo aún no completo. Paz nos dice que la inspiración es un ir, es un movimiento hacia adelante, es decir un ritmo, un ritmo hacia lo que quiero ser, hacia la otredad de la “otra orilla”; entonces se nos perfila un todo que funciona como un ciclo. La inspiración es una aspiración de lo que yo quiero ser, es una aspiración hacia la otredad, hacia un “yo” proyectado hacia un “otro yo” deseado. El ritmo de la inspiración es entonces un ciclo más o menos definido de la siguiente manera: primero el hombre es, tiene que ser forzosamente algo, lo que sea, pero tiene que ser; en segundo lugar debe desear algo que él no es, es decir, debe desear la otredad, y este deseo toma forma a través de la imaginación; ya teniendo la imagen de lo que se desea ser, el hombre es lanzado al abismo del hacerse otro, a ese “salto mortal” como lo llama Paz, y en medio de ese salto, el hombre es una totalidad, es pasado y es futuro, es vida y muerte, es lo que era y lo que será, por un instante el hombre es un aquí y un allá, pero sólo por un instante; acto seguido el hombre cae en la “otra orilla”,

Chelo Bañó. Tinta.

el ritmo desemboca en el nuevo “yo”, así, yo me convierto en mi otredad, la cual dejará de ser otredad para convertirse en mi nuevo “yo”. Se aprecia entonces que el ritmo de la inspiración es un ciclo sin fin, ya que cuando el hombre conquista su otredad, al asimilarla deseará ser otro y así sucesivamente; el ciclo de la inspiración volverá a comenzar una y otra vez hasta la muerte del hombre; porque cabe decir que el hombre es ante todo deseo de ser, y esto es lo que lo distingue de cualquier otro animal, la posibilidad de ser lo que el hombre imagine: el hombre es posibilidad rítmica de ser, el hombre se vuelve un poema en sí mismo, creándose y destruyéndose cada vez que logra cruzar lo que lo separa de aquello que desea ser. El hombre se vuelve un reflejo del ritmo cósmico natural, de ahí que en este ciclo de la inspiración, o mejor dicho de la aspiración del ser, se refleje ese ritmo, pues es un ciclo humano; la inspiración, la “otra orilla” y la otredad son ritmos o partes de un ritmo que como dije al principio, para ser entendidos de mejor forma es necesario verlos como un sistema, pues el hombre es un ciclo que está en constante creación y destrucción. Tropo

Bibliografía Paz, Octavio. 2000. Corriente alterna. México, D.F.: Siglo veintiuno. Paz, Octavio. 1972. El arco y la lira: el poema, la revelación poética, poesía e historia. México, D.F.: FCE.

David Anuar González Vázquez (Cancún, 1989). Licenciado en Literatura Latinoamericana por la UADY. Autor de la plaquette de poesía Erogramas (Catarsis Literaria - El drenaje, 2011). Radica en Mérida.

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Poem g u s t í n

a s

L

d e

a b r a d a

Tablas podridas

Desfiladeros

Toco en el bar donde beben los tristes que sin paraguas, ante los sortilegios, los cercena el alcohol.

Tantas murallas, tantos desfiladeros, miles de insomnios y mudas callejuelas para acabar desnudo.

Endeudados por tantas pesadillas, pueden minar toda la prosa con un leve sollozo.

Amargo late, desde esa desnudez, este instrumento en cuyas cicatrices se devela un umbral.

Tablas podridas hubo bajo sus huesos, luego volcán y ciegos alacranes y al final la derrota.

Transmigrarían por ese umbral saetas hacia el exilio de un tatuado rencor, donde enjaulado sueño.

Toco en el bar y alguno de ellos canta y se encadena en un hondo velorio, que a todos hipnotiza.

¿En cuál tonada torcería el sepulcro las osamentas con los torpes quejidos, que engarza esta vorágine?


t r a s l u z

En los tejados

Deudas oxidadas

Madrugo hoy tocando en los tejados, los gatos vienen a maullar su tristeza mientras se va la luna.

Con un aullido se desgarran milenios, la inexistencia que entre mis semejantes nombran identidad.

En lila ascienden –con siluetas de humo– al rascacielos todas las serenatas con que me amordazaron.

Al otear los inmensos ayeres, sus equinoccios, suben al corazón tres deudas oxidadas.

Ahora diluvia, catorce agujas de agua zurcen el muelle, van lamiendo las notas, siegan mis estandartes.

Lamentaré, asilado en la náusea, que ya no ladren las penas tan suicidas por donde erró mi arpegio.

Silba el diluvio arrasando laureles. Contra su lengua punzo esta sinfonía y lento me reescribo.

Desde las tumbas, tocaré para todos: a los que amé y a quienes me atacaron, juntos en la ceniza.

Obtiene Labrada Premio Internacional de Poesía en Perú Los poemas que aparecen en estas páginas corresponden al poemario Saxofoneando, con el cual el escritor Agustín Labrada obtuvo el I Premio Internacional de Poesía Municipalidad de La Arena 2015, Perú. Labrada compitió con 94 libros procedentes de países hispanoamericanos, Brasil, Estados Unidos, Canadá, España y Dinamarca.

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Los árboles deben tener ojos, adrianhernandezbinz.com

Asesoría matrimonial

¿

Enrique Arrúa

Qué dices? ¡Es nuestra intimidad! ¿Para qué hablas de esto ahora? —pienso mientras escucho con asombro a mi mujer y un recuerdo relámpago me la muestra días atrás, deslizando su dedo índice sobre la pantalla del celular, diciéndome enfática: —Necesitamos una mediadora. Alguien que nos enseñe a comunicarnos. Había inspirado con fuerza antes de hablar, mirando la pantalla, para luego dejar su dedo suspendido e izar su mirada de aguamiel hasta mis ojos, expectante. —¿Y sabes con quién? —Lo he comentado con las chicas y me han orientado. Siempre fui renuente a cuestionarle sobre sus decisiones —aunque simplificara las grietas de la relación a sólo tener que aprender a comunicarnos—, pero el que Ana quisiera tratar el tema con una mediadora era algo sorprendentemente nuevo en ella. La habitación o consultorio —o como se llame este lugar— es inhóspito para mí. La mediadora echa su cuerpo hacia delante cuando escucha a mi mujer, afirmando, negando. De vez en vez se reclina y me mira rápidamente frunciendo el entrecejo.

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¿Tenías que hablar de esto? ¿Para qué Ana, para qué? Mi desinterés por el sexo (contigo) es la disfunción más vulgar de este tiempo. ¿De qué se sorprenderán estas dos? ¿Cuántas maneras hay para “comunicarle” a estas niñas que la competencia es deliciosa y a su vez extenuante? ¿Que exige sacrificios, y que el éxito no siempre se refleja en la cama? Pero omito decírselo a la mediadora… omito decirle por qué y para qué optamos por… En los primeros tiempos de la relación actuábamos siempre a través de acuerdos, pero si se nos preguntara ahora desde cuándo y cómo la dinámica de los primeros años comenzó a cambiar, no sabríamos responder. Poco a poco fuimos integrando a nuestra vida el modelo de vida y familia que Ana deseaba: ser mamá y ama de casa de tiempo completo, delegándome la proveeduría, que consistía en el bienestareconómico de la familia que debería cubrir casapropia, gastosmédicosmayoresymenores, colegiosprivados, ytodolodemás de lo que debe hacerse cargo una persona proveedora. Poco a poco cada quien se dedicó a lo suyo de tiempo completo. Yo competí exitosamente. Meta alcanzada. ¿Qué falló? Siempre me reclama que no hablo de nuestra familia, como si no fuera mi familia. Pero Ana tiene razón, no


d e v e z e n c u e n t o es mi familia: es su familia, es la familia que ella quiso. Mi familia hubiera seguido siendo ella y Encarnación. Encarna, la perra. De la que nos tuvimos que deshacer por prescripción médica cuando los niños comenzaron a padecer alergias… Cuando acepté la mediación, pensé que el tiempo de la consulta transcurriría enunciando proposiciones simples para revisar la capacidad de comprensión de cada parte. Para dar y obtener respuestas claras y recibir algunas técnicas para manejar conflictos. Para poner fin a agresiones y mutismos propios de nuestra comunicación presente. En lugar de ello, escucho de mi mujer un manojo desordenado de quejas. Se queja de mí. Mi pensamiento se bifurca cuando la mediadora cruza las piernas: me concentro momentáneamente en evaluar la firmeza de sus muslos mientras en la lejanía oigo a Ana hablando de sus hijos. Es un bombón, pienso. Un Bombón. Me mira para confirmar que sigo aquí, sí, presto atención, nena. ¿Se habrá dado cuenta de que le miraba las piernas? Tengo que responderles algo. —¿Los hijos, qué? Tú quisiste hijos y ahí los tienes. No. Nunca los he rechazado ni ignorado, simplemente, no los amo ni amaré como tú deseas. Complacerte no implicaba mi amor hacia ellos. ¿Pero quieres que diga algo a tu favor? Debo agradecerte que no me hayas torturado con el instinto maternal. Que desearas satisfacer tu sentimiento maternal sin apelar al instinto me hizo sentir menos anormal a tus ojos. ¡Gracias! Y no soy egoísta. ¿Es egoísta quien paga la hipotecaeducacióncomida y brackets para la dentadura feliz de esta familia, doctora? Bombón no me responde, me ignora, algo la hace enojar. Bombón es una mujer relativamente joven, posiblemente es la misma persona que veo en televisión, sensual y deseable…. Pero ésta no tiene los repiques sabrosones de la voz de aquélla con la que les recuerda a las mujeres con tonalidades sensualeslascivasgozosasycalientes, séfemenina (y aquí quiebra la voz) fortalecetuautoestima, gozosa, desliza su mano abierta sobre sus pechos como si allí estuviera concentrada toda su autoestima, tuautoestimasobretodaslascosasniña abre la boca y su lengua humedece sus labios más tiempo del necesario para seguir con su perorata. Si no hubiera aceptado su proyecto de vida, ¿continuaríamos siendo libres como entonces? En la aventura vibrante, relacionándonos con otras personas por el puro placer del placer, el sexo como medio y fin. El potro libre del placer, ¿lo recordará? ¿Cómo claudiqué? Podríamos seguir encontrándonos con tantas mujeres. Mujeres como la mediadora. ¿La verá como yo la veo? Para un trío de fin de semana. Para varios fines de semana... Sólo le falta relajarse, mirarme diferente, ¡cómo me mira! En la tele abre y cierra su programa con un simbolito que se inventó para decir que todo es amor. Luego se de-

dica a aconsejar conocetodoslossecretos parateneratupareja comiendodetumano; sensual, expira, inspira y sonríe comesano eresloquecomes, se acomoda en la silla, entrecierra sus ojos y, por último, aprendeapreparatumascarilladepepino y descruza sus piernas. Pretendiendo no ser obvia. Es el gran espectáculo de una mujer que sabe todo lo que cada mujer necesita y debe hacer. Y una provocación para el autoerotismo. Fui aceptando, cediendo. Fuiste necia, terca, consistente, coherente acerca de lo que tú querías. Yo, en cambio, vacilante, siempre creí tener el poder de tu felicidad en mis manos. Consistente e insistente hasta que yo cedía y tú exclamabas ¡qué feliz me haces! ¿Y a mí, consentirte —¿consentirte?—, ceder, abdicar, para qué me sirvió? Ante cada avance tuyo mi amor libre, poliamoroso y desparpajado, desfallecía. Si la mediadora es la misma de la tele, ésta muestra una cara diferente. ¿Ausencia de maquillaje? Frunce el entrecejo cada vez más profundamente, su voz no es dulce ni caliente, es borrascosa, aunque de la cintura para abajo parece idéntica. A ésta, como aquélla, la presión de sus muslos quiere rasgarle la falda; y me imagino su sexo moreno, candente y palpitante, debajo de esos pliegues. Y los pechos, aunque discretos, no dejan de ser atractivos aunque los preferiría un poco más voluminosos, como los de Ana. Le observo el cabello recogido por detrás de las orejas, que quedan expuestas a mis labios ávidos de unos lóbulos aterciopelados… La mediadora bruscamente se voltea y me mira. Su mirada es violenta y me violenta con su mirada. Comienza a hablar del bien y el mal, de lo normal y lo anormal. Bombón, conozco mucho a las mujeres y de las mujeres como tú conozco sus argumentos y más. Vas a convulsionar, Bombón. Bombón no acepta interrupciones. Lo que hablas, esas cosas que salen de tu boca ofenden tu belleza. Estás dejando de ser mi bombón, Bombón… Ana escucha a la mediadora atentamente. —Señora, le vuelvo a preguntar si me oye, le pregunto si me está prestando atención. Claro que te escucho Bombón, pienso, y me pongo de pie. —Ana, vámonos. —Ustedes no se pueden retirar así, señoras —dice agriamente la mediadora. —Claro que podemos. Vámonos, Ana. —Yo me quedo, Estela —me responde firmemente Ana. —Señora, usted no se da cuenta, pero su inconsciente… —¿Te quedas? —me dirijo a Ana, ignorando a la mediadora. Ana no me responde ni me mira, su atención puesta en la otra. Me toma poco tiempo decidir. Me dirijo a la salida del consultorio, abro la puerta y salgo. Y cierro tras de mí. Tropo Enrique Arrúa. Escritor. Residente en Cancún. Ha participado en los talleres de cuento y poesía de Miguel Meza. Correo jearrua@hotmail.com

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Toribio Cruz:

la literatura como salvación Norma Quintana

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oreno, enjuto, con unos ojillos de hurón que al mirar, parece, te dejarán la marca de un rasguño; tatuajes en los antebrazos…recuerdo de estancias en mundos para mí desconocidos, testimonio de pertenencias y fidelidades acaso inconfesables. Así lo vi el día ya lejano hace más de una década en que coincidimos por vez primera en un evento, con certeza en la Casa Internacional del Escritor. Recién llegaba yo de mi isla y no entendía casi nada, de manera que su aspecto me asustó, y mucho más su modo de decir las cosas, sin anestesia. Acaso quienes no lo conocen aún compongan “a priori” una imagen parecida de este hombre que, no tardé en descubrir, es todo corazón, un caballero que va arrastrando por el mundo su pinta de facineroso, y la explota para gastarnos una inocente broma. Han pasado los años y de sus brazos desaparecieron los tatuajes; y descubrí que el rasguño de su mirada no es sino ternura, y que su manera de decir es la única posible para quien ha vivido a trancazos y se ha salvado de mil infiernos con el optimismo intacto. Toribio, el insumergible, salió a flote una y otra vez cuando la vida se empeñó en mandarlo al fondo. Y de estos naufragios ha tenido la sabiduría de guardar recuerdos, pedazos de una canción que va tarareando para mostrarle, a quien lo quiera escuchar, todo lo endiablada y angelical que puede ser la naturaleza humana. El día 16 de abril de 1947 nada parecía anunciar que el primogénito de Toribio Cruz Pérez, campesino, albañil y

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cazador de liebres y doña Guadalupe González y Ramírez andaría más de cuarenta años después enredado en asuntos de líneas argumentales y puntos de vista de narrador. Dice mi amiga Lilí Conde que Dios escribe derecho con renglones torcidos, y parece que con Toribio eso se cumple a la perfección. La cadena de acontecimientos que van jalonando su vida parecía llevar derechito a cualquier cosa menos a la literatura: orfandad temprana gracias al balazo de un marido celoso, una madre que intenta sostener a sus hijos buscando siempre la protección de un hombre, que luego la abandona y sigue otro, y otro; familia numerosa en calidad de emigrante hacia la capital, privaciones, una madre que debe abandonar durante todo el día a los hijos para poder darles de comer y, finalmente, el Internado Infantil Guadalupano, triste aprendizaje sobre los sótanos más oscuros de la “caridad” cristiana, pero útil para adquirir conocimientos y habilidades que algún día lo sacarían de apuros. Cual “Lazarillo de Tormes”, niño fugitivo, buscavidas sin ley, vive en las calles del D. F. después de escapar del internado. Mientras sobrevive, trata de encontrar a la madre que lo encomendara a los buenos oficios de los curas. Capturado por la policía, que lo entrega a un hospicio del gobierno, va a dar de nuevo con los guadalupanos hasta que ¡por fin! es rescatado por la providencial Guadalupe, esta vez su madre, quien lleva algún tiempo tratando de juntar a sus hijos desperdigados. Esperanza fallida porque el padrastro de turno, boxeador y borracho, no contento con practicar sus jabs sobre doña Lupita, lo hacía también contra el muchacho que, por costumbre, terminó agarrándole el gusto a eso de andar dando madrazos y hasta


l a t i n t a t e n t a vino a parar en campeón en el torneo Guantes de Oro del Distrito Federal, con la secreta idea de cobrarle al “mentor” todas las que le debía. Como en la vida todo se resume a la fórmula “a un gustazo un trancazo”, el trompón que le rompió la nariz a Ruperto Martínez lo sacó —a Toribio— definitivamente de su casa. Sin rumbo y sin propósito definido, cuenta: “empecé a recorrer el país arreando ganado, de caporal, labriego, ayudante de carpintero, peón en el arrastre de madera, minero, etc. Cuando los gringos me echaron de California por tercera vez, me entraron unas ganas locas de ver a mamá, y estaba dormido bajo una banca de la estación de Irapuato, esperando el tren de carga que, de aventón, me llevaría a México, cuando el haz de una linterna en la cara me despertó, y por ahí merito me entró lo militar: era una Sección de soldados que, en fila de a dos, llevaban en medio a una recua de muchachos greñudos y sucios, como yo. “En el cuartel del 9º de Caballería nos desinfectaron, luego vino el baño, uniformes usados, pero limpios, y a esperar a que en México una comisión militar encontrara a mamá. Pero como el Ruperto golpeaba a cuanto vecino se le ponía enfrente, cada dos o tres meses se cambiaban de casa. Nunca dieron con ella para que me rescatara, y acabé firmando contrato en el 40º batallón de Infantería destacado en Ciudad Ixtepec, Oaxaca (…)”. El ejército, escuela ruda si las hay, lo nutrió de anécdotas y personajes que años más tarde cobrarían vida en una novela que tuve oportunidad de leer cuando apenas era un borrador y que, después de miles de revisadas, espera aún por su publicación. Pero también fue en el ejército donde tomó gusto por la lectura, gracias a la amistad con un compañero que, por azares del destino, de seminarista vino a dar en soldado. El libro ha sido desde entonces su mejor amigo, la compañía más luminosa en tiempos de oscuridad y tristeza, y también fuente de satisfacción, abono para crecer, proveedor de camaradas, amigos, discípulos, dispensador de bondades sin cuento. Cansado de la vida militar, decide “declinar el honor” de pertenecer al ilustre “Instituto armado” y en su deambular por los caminos de la patria un buen día de 1972 llegó a Chetumal. En Quintana Roo, su naturaleza errante y, sobre todo, la necesidad lo llevaron de un lado a otro ejerciendo los más variados oficios, hasta que sus habilidades de hombre multiusos le consiguieron una plaza de intendente en la Normal de Bacalar. Sin abandonar la escoba y el trapeador, según sus propias palabras, comienza a estudiar en cursos abiertos hasta lograr, primero, una plaza de maestro de carpintería y, más tarde, una de profesor de educación musical. Alternando estudio y trabajo sigue superándose, y, entre tanto, la semilla plantada en él por aquel ex seminarista comienza a tomar forma hasta convertirse en vocación.

En 1989 asiste a uno de los cursos que el Programa Cultural de las Fronteras solía organizar en los estados comprendidos en el proyecto, y a lo largo de tres meses se aplica a devorar toda la información, a adquirir sentido crítico, el ojo clínico para detectar el desliz, la solución fallida, la palabra incompetente. Es cuando recibe la invitación del poeta Javier España para incorporarse a las sesiones del taller que coordinaba en el IQC. Con Javier aprendió a entender la labor del maestro orientador, la necesidad del rigor, y ese aprendizaje es la semilla de su hoy extensa y entregada labor como coordinador de talleres literarios. En el año 1992 forma parte del grupo de escritores que recibió el “Primer Diplomado de Escritores del Sureste Mexicano”. Durante tres meses, en la Casa Internacional del Escritor de Bacalar, creadores de Quintana Roo, Tabasco, Chiapas, Yucatán, Campeche, Cuba, Honduras, Guatemala y El salvador convivieron y recibieron entrenamiento intensivo para mejorar su desempeño en el arte de la palabra. Toribio estaría allí, con su mente como un radar, acaparando cuanto pudiera ser útil en la misión que se había impuesto: capturar la vida, con toda su maravilla y con toda su miseria en historias que pudieran ayudar a bien vivir, y a veces a bien morir. Desde entonces ha estado en más cursos, talleres y diplomados de los que puede retener la memoria a corto plazo. Ha publicado su trabajo en medios locales y revistas especializadas en Quintana Roo y a todo lo largo de la geografía mexicana. Dos libros suyos han visto la luz: Destiempos del sino, colección de cuentos dada a las prensas en el 2003, y Eek’lu’un, noveleta publicada en el 2005. Ningún comentario más certero para describir el trabajo de este trotamundos que las palabras de presentación de Agustín Mosreal a la edición de Destiempos del sino: (…) Conocedor de no pocos rincones soslayados del alma, Toribio sigue con certidumbre caminos, huellas no convencionales, atreve paradojas de comportamiento, sustenta congruencias, se introduce en áreas vedadas, descubre ante nuestra vista y nos pone en las manos hilos de Ariadna que nos llevan y nos traen y nos alejan y nos regresan sin posibilidad de escape por laberintos, lo mismo hechos de afanes que de desolación, de duelos vitales que de salvajes desengaños. Así es la vida, parece decirnos entre enjundioso y quitado de la pena (…). Pero, como dijera el memorable personaje de Chejov, “la vida no es tan mala, allá afuera nevando y nosotros aquí, tan calientitos”, en el calor de la amistad y de la compañía que no nos abandona, la del bendito deseo de escribir y sacar del cuerpo, como se saca un mal aire, todo cuanto nos atormenta, siempre será posible acudir al buen Toribio para sonsacarle una idea, un comentario que nos alumbre el camino, con ese modo deslenguado de llamar al pan, pan y al vino, vino. Nada lo hace más feliz. Tropo

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Toribio, el protector, el amigo Lizbeth Peña

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oribio Cruz (1947-2015) era la personificación de un relato mío vinculado a la niñez, a una de mis “leyendas” favoritas: los nahuales. Él me podía curar, me dijo en cuanto se enteró de que yo padecía migraña y había dejado la medicina recetada por el neurólogo, porque cuando la tomaba me sentía más atontada de lo normal. Así que me ofreció una terapia (claro, no usó esa palabra) a base de imanes y hierbas y otras cosas. Acepté, totalmente incrédula pero harto curiosa. Estaría en mi propia escena chamánica de curaciones alternativas y sin tener que pagar. Cuando llegué a Chetumal con mi novio, Toribio fue por nosotros a la terminal y nos cuidó desde nuestra llegada como si fuéramos niños. Luego de los tratamientos (a mí del dolor mencionado, a mi novio de un problema de la espalda, del cual ya habían intentado antes curarlo, infructuosamente), nos dejó descansar en su cuarto. Procuraba un ambiente relajado y, a la vez, divertido. Compró dulces y botanas, luego nos invitó la cena. Atendernos de la mejor forma posible es lo que se indica en esos casos, decía, o se le podía revertir todo para mal. Y si bien mi dolor nunca se fue del todo, repetí con Toribio la experiencia con los imanes porque la energía no solo era ese jalar de un imán a otro, sino las conversaciones, el sentirse cuidada por un ser protector en el que se convertía, aún más, cuando estaba en esos menesteres. Como un protector también lo recuerda el poeta Wildernaín Villegas, quien encontró un mejor camino a la música de sus palabras cuando Toribio (que daba un taller literario en José María Morelos, donde vivía Wil) lo invitó a que asistiera también al taller de Javier España. Después, cuando Wildernaín vivía ya en Chetumal, fue como un segundo padre para él: “Me enseñaba y me protegía”, dice Wil, sobre todo en los seis años en que convivieron más de cerca.

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Homenaje realizado por la Sala de Lectura Toribio Cruz, coordinada por Esther Delfín, en colaboración con el Colectivo Clanyosileo, en Chetumal. 24 de abril de 2015.

Toribio Cruz (San Miguel de Allende, Guanajuato 1947; Chetumal, 2015). Vivió en Chetumal desde 1972. Fue profesor de educación secundaria. Estudió creación literaria en la SOGEM donde realizó un diplomado para escritores del Sureste y Centroamérica. Dirigió talleres literarios desde 1994: en la Casa de la Cultura de Chetumal, en el CERESO de Chetumal, y el del Centro de internamiento para jóvenes infractores. Fue coordinador de Literatura del Instituto Quintanarroense de la Cultura. Publicó el libro de cuentos Destiempos del sino y la noveleta E’ek Lu’un (Estrella en la tierra). Dejó inédita una novela.


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Experiencias que calan hasta la médula Destiempos del sino es un libro que “al abrirse se manifiesta como un mosaico de experiencias de vida que calan hasta la médula, hasta el hueso último de las emociones, porque son el reflejo punzante, penosamente cierto de situaciones concretas e inmediatas que muchas veces tenemos frente a los ojos, pero no queremos mirar, no queremos admitir, preferimos hacernos de la vista gorda ante ellas y fingir que no existen, que no tiene que ver con nosotros (…) “(…) con este su primer libro de cuentos (Toribio), no le tira a la fácil e intrascendente jactancia de escribir para meramente entretener y después si te leí ni me acuerdo; no, Toribio apunta más hacia lo profundo, a no pasar de largo por el surco amorosa y generosamente abierto sino a l sembrar con buenos modos y mejor semilla la tierra sagrada de la literatura. De la cosecha habrá de hablarnos el tiempo, que es quien tiene siempre la última palabra.” (Agustín Monsreal). Pero no todo fue siempre miel. Toribio me mostró un cuento suyo (inédito), de tema fuerte y sensacionalista (me pareció), con un final que más que sorpresivo resultó predecible. Como me consideré una conocida reciente, no me atreví a comentar más de lo que comenté, lo que lamentablemente me condujo a marcarlo con un estigma: alejarme de sus textos. En ese entonces era más categórica que ahora, y tardé mucho tiempo en acercarme al par de libros que publicó. Lo curioso es que (a pesar de ciertas advertencias sobre sus “rarezas” y su hablar duro) no pude detener el acercamiento hacia a él porque se daba todo, generoso y sonriente. Así emerge Toribio en otra serie de mi memoria, en los encuentros en torno al taller del escritor Agustín Ramos, quien propiciaba la convivencia para los que deseaban quedarse y para los que llegábamos tarde a las sesiones. Al cierre de ese curso, como despedida, fuimos a casa de una amiga, miembro de La Tlacuila que a la vez se despedía de la ciudad. Hubo botanas argentinas (como nuestra anfitriona) y hasta baile... Y aquí hay añoranza por ese día, añoranza por tres mujeres tlacuilas que están ahora en otro país y por esos dos escritores que me hicieron pensar que me gustarían mucho los encuentros literarios (aunque no resultara así). Hablamos, también, de lecturas y de libros, pero en mi mente lo que más conservo es un momento que quiso tener rasgos sagrados y profundos. Después de una serie de bromas (de esas donde ya no se sabe cómo inició todo), Agustín se convirtió en el monaguillo y Toribio en el cura que presidía. Uno, ceremonioso, llevaba el incensario; el otro, iba adelante con paso lento y firme; y, claro, también estaban los cantos… En esa ocasión Toribio había venido a Cancún también a dar un taller de escritura pero en la cárcel. Al respecto, nos hablaba muy emocionado sobre los textos logrados ahí, aunque se apesadumbraba al contar ciertas anécdotas

que escuchó adentro. Pero hablando de su pasado, contando y mostrando sus “marcas de guerra”, era donde su voz se volvía más oscura, porque ese tono es el que decoloraba los cuentos de su vida. No sé cuánto había de ficción en sus historias, pero llegaba a convertirse en un gran narrador y entonces le creía todo mientras lo escuchaba; después dudaba, pero la historia ya estaba en mí, anidando. Llevaba años con su novela (igualmente inédita), corrigiendo, cambiando, esperando la posible y siempre futura publicación. La penúltima vez que lo vi albergaba aún muchos sueños: participar en la fundación de una escuela de escritores, compartir más la lectura, curar a más personas. Pero un despido, sentirse al margen, los recuerdos del pasado… pueden ser situaciones insaciables que se alimentan de uno mismo. Me ha dolido saber que falleció entre la depresión y el sufrimiento, sin poder ver su novela publicada. La tenacidad había sido una de sus mejores virtudes; lástima que se haya diluido hacia el final de su vida (o quizá fue la tenacidad la que buscaba otras soluciones y al final, la que no lo dejaba ir). Espero que su guía en esos viajes, representado por un perro negro, lo esté acompañando ahora en ese otro viaje hacia lo que él antes ya había vislumbrado. Tropo

Lizbeth Peña (Acapulco, Guerrero, 1987) es coordinadora de la Sala de Lectura La Tlacuila, con dos espacios semanales y uno mensual. Fue becaria por el género de narrativa en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE, 2014. Ha impartido talleres de lectura en escuelas, bibliotecas y en un programa de la SEDESOL. Imparte un taller de escritura creativa organizado por el Centro de Creatividad Literaria (CCL) en el Instituto Tecnológico de Cancún.

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Alicia en aire, invocación Marién Espinosa Garay Hace más de veintitrés años llegué a Cancún y, buscando la única biblioteca que entonces existía en la comunidad, me dirigí a la Casa de la Cultura. Allí encontré a una dinámica mujer, maestra y poeta, que irradiaba, a través de aquellos claros ojos suyos, un dinamismo extraordinario.

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e sentí bienvenida cuando Alicia Ferreira me invitó a participar en proyectos, concursos de poesía, pláticas, eventos. ¿Cómo podría saber entonces que estaba ante un personaje inolvidable que cimentaría algunas de las florecientes instituciones culturales de Cancún? Alicia ha sido, además de mujer de letras, directora, organizadora y pionera. Ella dio nacimiento al taller de creatividad literaria Surgir en 1990, el más antiguo de nuestra ciudad. Siempre inquieta, al año siguiente encabezó la sección Recreación y Cultura para el Patronato por los Jóvenes de Cancún y, en 1994, comenzó su destacada participación en la Casa de la Cultura. Los poetas cancunenses encontraron en Alicia no sólo una promotora sino a una cómplice. Lanzaba convocatorias para concursos de poesía unos, de narrativa otros. De

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esta manera, a su alrededor brotó un semillero de escritores como Michel Moreno, Dulce María Medina, Lía Villava, Alejandra Camposeco, Esther Almeida y Mariel Turrent, por nombrar sólo algunas. Con ritmo y pulso fueron apareciendo sus obras. Algunos títulos: Jardín interno, Escalas del paisaje, La mujer en el faro y otras historias, Fragmentos y astillas… Alicia, a pesar de su sensible partida es y seguirá siendo una grafitera del silencio. En 2011 hizo el honor de invitarme a presentar su libro Delmira en llamas, Invocación. De esta obra, la autora comentaría al entrevistarse con la también escritora y también uruguaya Karinna Maich para el número 1 de Tropo a la Uña (segunda época): “Todo mi libro Delmira en llamas (Invocación), es contar la vida y la muerte, el final de Delmira. Pero a su vez, yo la invoco. En el último verso ella acude a mí, a mi memoria…o a mi presencia. (…) Entonces empecé a invocar a


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De poemas infantiles y teatro guiñol, el libro póstumo de Alicia Ferreira Poco antes de que la sorprendiera la muerte, y con la enfermedad avanzando implacable, la escritora Alicia Ferreira se encontraba preparando una serie de poemas infantiles cuya característica principal es la sencillez del lenguaje y el sentido lúdico de su propuesta. Editado por las alumnas del taller Surgir —que se coordinaron para rescatar esta obra—, Para no mojar la luna (2015) recoge 28 poemas y tres obras para teatro guiñol, y muestra ilustraciones de Javier Bruhn. La obra se dio a conocer en abril pasado en la Casa de la Cultura en una emotiva presentación pocas semanas después del fallecimiento de la poeta. En dicho evento, que convocó a un público leal a la escritora, Dulce María Medina (una de sus alumnas más consistentes) leyó algunos poemas, lectura que se complementó con la representación de una obra de guiñol que aparece en el breve volumen. Los poemas de temas diversos dirigidos al público infantil, revelan a una poeta inquieta que aun en medio de la postración creaba un universo optimista para la mirada futura de los que comienzan su estadía vital y lo hacía a través de un lenguaje despojado y afable, de metáforas accesibles y juegos de palabras, experimentando en muchos textos con elementos visuales. (TROPO con información de Jorge Yam y Mariel Turrent).

Delmira para que viniera, que me hablara, que me explicara, y eso fue lo que escribí. Me referí fundamentalmente a su muerte violenta, a su carácter. Escribí un poema respecto a cómo ella, con sus ojos, ve la cama; en otro, ella cuenta cómo quedaron los cuerpos devastados. Hay otro poema que cuenta por qué se reunía con el marido, por qué la mató… Creo que la invocación se vio compensada” El 24 de octubre de aquel año tuve la oportunidad de comentar, ante un público generoso, el poemario Delmira en llamas, Invocación. Difícil tarea decir algo ante una poeta de su altura. Entonces yo hice lo mismo, comencé a invocar a las poetas femeninas desde la antigüedad, para que me auxiliaran en la tarea. Así nombré por supuesto a Safo, alegando que las antes llamadas poetisas nos permiten ver el mundo decantado a través de unos ojos femeninos. Dando un salto de siglos, mencioné después a la mística Santa Teresa de Ávila, pero me puse meditativa para subrayar que, según la sabiduría popular, las mujeres que

hablan latín ni se casan ni tienen buen fin y, por supuesto, para ejemplo no pude dejar de nombrar a la insigne Sor Juana. Mencioné otros nombres señeros, como Elizabeth Barret y Emily Dickinson. Pero más cerca de nuestro espacio y nuestro tiempo, eché un vistazo a las latinoamericanas: Juana de Ibarborou —tan uruguaya como Alicia—, la argentina Alfonsina Storni, la chilena y Premio Nobel Lucila Godoy, o Gabriela Mistral. Y así, en esta hermandad casi conventual, después de invocar sus nombres y evocar una misma vocación poética, en el común denominador de la condición femenina, me atreví a decir que Alicia, nuestra poeta, buscando ese debate interno que a veces es pregunta y hasta reclamo, encuentra a Delmira Agustini y establece con ella un diálogo ferviente, intenso, casi místico, de sensibilidad a sensibilidad. Entonces hice un paréntesis para dibujar el esbozo de un retrato: Delmira era también una niña prodigio que vivió el arranque del siglo XX impregnada de la estética modernista, entonces liderada por Rubén Darío.

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l a t i n t a t e n t a La muy joven poeta es considerada miembro de la llamada Generación de 1900. Sin embargo, el escándalo de Delmira no consistía solamente en ser mujer, poeta, hermosa y valiente, sino en sus temas que exponían la sexualidad femenina de maneras pocas veces intentadas en el arte de aquellos tiempos. Aparecía entonces ante una sociedad puritana la poética de un erotismo tan explícito como sublime, sorpresivamente incendiaria ante la tradición milenaria de la poesía escrita por varones, donde la mujer es apenas la musa inspiradora, muda, complaciente, abnegada y hasta moribunda a veces. Delmira inflamó el escándalo de una apuesta por la vida, por una nueva manera de habitar el mundo, sin avergonzarse de la expresión sincera de la más íntima femineidad. Declaré entonces que Alicia buscó en Delmira una amistad de mujer a mujer, de poeta a poeta. Indagó su presencia, le siguió la pista en los versos, en los subtextos, en los hipertextos, en los pretextos. Invoca: El cristal resbala el alba en gotas. Te escucho lejana pasos de sombra transparencia de voz frenada en la mitad del aire Así, una poeta se encuentra en la otra. Desde las infancias compartidas: Yo soñaba siempre aún despierta Las noches se alargaban en mi frente. Caminaba sola murmurando palabras incoherentes y preciosas. Y al morir un ave entre sus manos, la niña dice: Yo quería que volara para alejarme con él de mi destino. Destino extraño para Delmira quien, apenas casada regresó al hogar paterno diciendo: “¡Es tan vulgar…!” Acaso el amor o la sensualidad desprovistos de poesía le parecían de una insoportable mediocridad. Pero después del divorcio, en medio de algunas entrevistas furtivas —dándole oportunidad tal vez a la reconciliación—, el esposo acaba disparando a la joven poeta, suicidándose después. La nada avanzaba hacia nosotros… …las manchas cárdenas desgarran consternadas

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el límpido reflejo de la cama. caídos en la nada. Pero además, Alicia elige morir junto a Delmira, víctimas ambas, juntas e inocentes, como si la invocación hubiese sido a la inversa, para compartir la sorpresa del desamor, del proyectil, del olvido. …Nosotras caídas en la sordidez del cuarto perdimos el rubor y la alas en el cautiverio de tu peso. Luego la bala construyó el tallo débil del silencio la noche bebe el llanto como un pañuelo negro. Y después, el disimulo del escándalo en la alta sociedad: …la ronda de los rostros en silencio Mientras recogen pétalos marchitos… Cuántas huellas fugándose en la espesura del decoro. “¿Por qué?” se pregunta Alicia. Han pasado más de cien años desde la tragedia y el tiempo no ha borrado esta terrible interrogación. Pero esta muerte será transformada por Alicia en imágenes de flores, como si una explosión de sangre pudiera ser recortada en pétalos. Porque las manchas cárdenas se han llenado de savia, de perfume y cuando Delmira corresponde a la visita y asiste a la invocación de Alicia, lo hace en medio del susurro de las rojas flores del ceibo: Escribo tu nombre Te invoco Cantera de hojas nuevas Sonrojado incendio del ceibo. (El ceibo, no la ceiba. El ceibo: símbolo del Uruguay). Ahora que Alicia ha partido al destino que a todos nos espera, acaso quisiera reescribir las palabras que una vez dije para presentar su poemario. Y titularlas: “Alicia en aire, invocación”. Si, Delmira en llamas, ella se consumió en el ardor íntimo de sus pasiones perfumadas, pero Alicia no. Alicia en aire, en el aire del faro, como su poema, ella es La Mujer en el faro, siempre en las alturas, mirando al horizonte y más allá. Tropo Marién Espinosa (Monterrey, 1953). Maestra en Estudios Humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Premio de cuento Como el mar que regresa (2000). Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Coordinadora de Humanidades en La Salle Cancún.


t r a s l u z

En la educación antigua John Mcliberty El momento más grave de mi vida no ha llegado Cesar vallejo

Mi madre me dio dos o más chingadazos por tratar de ocultar su voz por no comer lo que destazó hasta el último peso O por no ir a la tienda. Mi madre me dio dos o más chingadazos por decirle marrano a mi hermanito también por decir: mi Tío, su hermano es Maricón. Mi madre me dio dos o más chingadazos por llevarme con Octavio Alias Perruché e intentaron expulsarme del colegio. Pero de pronto se azota la oscuridad con la puerta es mi padre que llega borracho a casa más aroma a puta y madre comprendió que ella ya se había chingado para toda la vida.

John Mcliberty (Chetumal, 1988). Licenciado en Educación. Egresado de la Red de Educación Artística en línea de la Secretaria de Cultura y las Artes de Yucatán (REDALICY). Fue becario en el Encuentro Regional de Literatura “Los signos en Rotación” del Festival Interfaz del ISSSTE, 2014. Algunos de sus poemas han sido publicados en las antologías Voces de agua (Gaceta del Pensamiento); Antología poética (Instituto de Benito Juárez) y Caminos de la lluvia. Muestra poética de Cancún (Ediciones Del Lirio).

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Literatura de Quintana Roo

La elusiva identidad Onésimo Moreira Seijós A partir de su acuciosa lectura de un breve libro de ensayos de Agustín Labrada (basado más “en los escritores y no en sus obras), el catedrático de la UQROO, Onésimo Moreira Seijós, realiza en el siguiente ensayo una penetrante reflexión sobre identidad y literatura quintanarroense (o la falta de ellas), y agrega argumentos que enriquecen las ideas acerca de uno de nuestros temas más debatidos.

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n su libro Teje sus voces la memoria, Agustín Labrada corre el riesgo de introducirse en un terreno movedizo, un terreno versátil en la historia, en la geografía y en la literatura; en fin, un terreno culturalmente inconstante que debe su condición a la tendencia de identificar la creación artística con el espacio físico equivalente a las denominaciones político-administrativas mexicanas. El autor, consciente de ese riesgo, y para no renunciar a su empresa de estudiar el devenir literario de Quintana Roo, acude entonces a un recurso frecuente e igualmente confuso: denominar a estas tierras como “Caribe mexicano”. Y, en efecto, Quintana Roo tiene costas al mar Caribe; sin embargo, ocurre que lo “caribeño” es un concepto más cultural que geográfico y, en ese sentido, las tradiciones culturales de las poblaciones asentadas en estas tierras son más cercanas a lo centroamericano que a lo caribeño. La historia de Quintana Roo es muy joven y también lo es su literatura, aun cuando se parte del principio de que tal relación es convencional, pues no puede existir una regla que estipule el carácter patrimonial de la literatura, su pertenencia a un pedazo de tierra o a una entidad gubernamental. En los últimos años, he leído sobre la existencia de varios grupos, asociaciones e instituciones empeñadas en rescatar la identidad cultural de Quintana Roo; en oca-

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siones, con un entusiasmo desprejuiciado que los lleva a dar lo deseado por real y les empaña la visión del carácter fabricado y artificial del objeto de rescate. La carencia de una legítima cultura quintanarroense no se verifica solamente al corroborar el alto índice de población flotante que todavía hoy registra este estado de la República mexicana, sino por el hecho en sí de que, incluso quienes se declaran quintanarroenses, no arrastran una espiritualidad común ancestral que los diferencie de otros pueblos del propio entorno geográfico. No basta con tener un himno y un espacio físico más o menos definido para poder reclamar una identidad auténtica. En su momento, la creación de este estado respondió a determinados intereses de carácter político-administrativo, sin que existiera un genuino sustento cultural que aglomerase con una rúbrica identitaria a los diversos grupos humanos componentes del espacio físico. A esto debe agregarse que, a diferencia de otros estados mexicanos, a Quintana Roo la globalización lo sorprendió demasiado joven, sin tener todavía los necesarios elementos superestructurales que tipifican la identidad. Con la irrupción de una posmodernidad acelerada y desmesurada, sin que de forma previa estuvieran cimentadas las raíces comunes, resulta realmente ardua la tarea de englobar en un estudio los rasgos de uniformidad cultural que pudieran estar presentes, a través de la historia, en la letra impresa de y sobre estas tierras.


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Fotografía: Agustín Labrada. La suerte que vendrá.

Al respecto, los dos méritos esenciales de Agustín Labrada en los ensayos de Teje sus voces la memoria son haberse lanzado en esa búsqueda y haber obtenido tales resultados con este libro. Conocedor de las inexactitudes que le brinda el objeto de estudio, el autor enuncia una comunidad basada en los escritores y no en sus obras. De esa forma, considera que la denominada creación literaria quintanarroense responde a tres grupos de autores: los oriundos, que radican y escriben en el estado; los foráneos, que se asentaron y crearon aquí, y, por último, los naturales o formados en el estado, pero que han desarrollado su obra en otros lugares. Labrada, sin embargo, motivado por alguna dosis de sencillez y modestia, cae en la trampa del apocamiento y no se incluye a sí mismo en el segundo segmento de su clasificación, al que por derecho propio pertenece y cuyo reconocimiento merece tras veinte años de estar arraigado en estas tierras, en las cuales ha estado produciendo ininterrumpidamente gran parte de su obra literaria. Quizás sea esa misma candidez la que lo lleva, sin dejar de hacer muy acertadas y profundas estimaciones críticas, a mostrarse identificado con los autores que estudia e, incluso en ocasiones, llegar a sobrestimar los valores literarios de algunos. Aun sin el afán de enaltecer a una obra o un autor, puede resultar un gesto excesivamente bondadoso el hablar, por ejemplo, de libro “aguilariano” para referirse a un texto del escritor chetumaleño de ascendencia

cubana Héctor Aguilar Camín, en la misma página en la que también se discurre sobre lo “garciamarqueano”. Este último término es una adjetivación ya usual, con un sello, una marca; es una etiqueta, un estandarte para la obra del colombiano universal. Y, con el mayor respeto, no es de considerar que los textos de Aguilar Camín trasciendan hacia esos niveles paradigmáticos que merezcan su adjetivación, máxime cuando el propio Agustín reconoce que en esa obra “los tonos” que diferencian a los personajes “son tan leves que casi no se descubren” y son afines hasta “en el uso del mismo lenguaje”. Teje sus voces la memoria es una investigación que logra inventariar, con pinceladas críticas y comentarios acuciosos, lo escrito en estas tierras y sobre estas tierras. Los ensayos se encuentran agrupados en cuatro bloques de acuerdo con su unidad temática y género literario, con el ingrediente común de estar salpicados de amenas alusiones bíblicas y filosóficas. Estos no son de historia de la literatura regional, ni son de crítica literaria; son sencillamente de ambas cosas y de mucho más, pues también se sumergen en las aguas de lo que otros han escrito sobre la literatura regional. Su lectura puede dejarnos la sensación de que los autores que han estado de paso han dejado una impronta relativamente más marcada que la dejada por los oriundos; sin embargo, ésa no es una característica exclusiva de Quintana Roo. La historiografía de la Revolución mexica-

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Fotografía: Agustín Labrada. Huir hacia el origen.

na, por ejemplo, sólo en las dos últimas décadas ha asistido a un incremento en la producción de autores mexicanos; antes de los años noventa existía un predominio de autores extranjeros, sin arraigo en la cultura mexicana y que eran utilizados como fuentes esenciales por los estudiosos nacionales. De manera profesional, a lo largo de todo el texto, Agustín Labrada va dando fe de los datos editoriales de las obras que estudia o de las que simplemente hace mención; quizás pudiera resultar demasiado exigente señalar que Teje sus voces la memoria no menguaría su excelente calidad si también incluyera pequeñas glosas biográficas sobre los diversos autores que se estudian, en aras de que el lector pueda reconocer con facilidad su pertenencia a uno de los tres grupos enunciados. Labrada logra el tejido que su título sugiere, a pesar de que la materia prima no es abundante, que las hebras de esas voces no sean uniformes, que el estambre de esa memoria no siempre fue bien entreverado y, sobre todo, a pesar de que la ubicación exacta del telar sea históricamente imposible. Como enseñanza de este libro queda que este espacio geográfico ha sido, y sigue siendo, más lo que el propio Agustín llama “un set para la narrativa” que una fábrica con urdimbre literaria.

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He conocido a personas que nunca escribieron poesía y no saben que son poetas naturales, pues piensan y hablan en imágenes artísticas. También he conocido a quienes se consideran a sí mismos poetas y, sin embargo, alegan que no les va bien la redacción y se muestran incapaces de estructurar una prosa diáfana, sin detenerse a analizar que la jactancia les impide dilucidar que su prosa no es coherente porque tampoco lo es su poesía. La buena poesía, más allá del estilo y la corriente literaria, está constituida por una distribución ordenada del pensamiento y por una pericia intrínseca para la expresión de ideas. En este sentido, Agustín Labrada es un magnífico poeta y como todos los buenos poetas tiene también una prosa elegante y vigorosa como lo ha demostrado en este libro y a lo largo de toda su obra, en la que ha alternado la poesía con la prosa de ficción, la crítica literaria y el periodismo cultural. Tropo Onésimo Moreira Seijós (La Habana, Cuba, 1958) es profesor-investigador de la Universidad de Quintana Roo; ha ofrecido conferencias en universidades del mundo; textos académicos y literarios suyos han visto la luz en distintas publicaciones; y es autor del libro El conflicto chipriota, entre la distorsión nacionalista y el europeísmo fracturado. Correo electrónico: onemores2@hotmail.com.


t r a s l u z

Un travesti camina a media calle David Guerrero Recuerdo a ese maricón ridículo; sus cabellos cenizos y mejillas pigmentadas, la blusa arriba de su ombligo, sus pies chuecos y pómulos regordetes. Ahora pienso en su desgracia como una espora perfecta donde giran las casualidades premia lo absurdo. Casi lloro por él. Pensar que su alegre risa es una falda larga que cubre una falacia. Entonces, observé mi cuerpo y se destapó la comprensión. Así, ya no es tan ridículo un marica. Cada uno viste con sus huesos. Y al terminar de la calle cada quien maquilla su desgracia.

David Guerrero (Ciudad de México, 1982). Miembro del grupo colaborativo de poesía Colectivo Colectivo. Ha publicado La fe de los diositos (Editorial Cartonera Hortera, 2012); y en las antologías Dispersión (2013), Voces del agua (Gaceta del pensamiento, 2012), en Los caminos de la lluvia, (Ediciones del Lirio, 2013) y en el libro del Festival Cuatro Conjuros (Librélula editores, 2015). Radica en Cancún, Quintana Roo.

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El día de las elecciones Carlos Torres

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se domingo, antes de ir a jugar cartas, acompañé a mi amigo Eduardo a llevar a la casa de éste, un encargo para su mamá, ocasión que aprovechó Eduardo para enseñarme el cuarto que estaba construyendo en la planta alta de su casa, y del cual me había hablado más de una vez. Era día de votación para elegir diputados federales, así que esa incursión a un ambiente familiar, me pareció un escape a toda esa parafernalia que saturó durante unos dos meses, medios de comunicación, conversaciones, espacios citadinos, y la mente de muchas personas, involucradas directa o indirectamente, en la campaña electoral. Habíamos llegado a casa de Eduardo, en el auto de éste, a través de un laberinto zigzagueante de calles, y cuando le dije a mi amigo que no sabía yo dónde me encontraba, por tantas calles transitadas, se rio y me dijo, no sé si diciendo la verdad o bromeando, que el camino seguido era el único para llegar a su hogar. En el trayecto, le comenté que una botella de torito veracruzano (alcohol, leche, azúcar y guanábana), que yo había comprado la víspera, en prevención de la Ley Seca que agosta la garganta de la ciudadanía en fechas electorales, se me había echado a perder porque no tuve la previsión de guardarla en un refrigerador, y al destaparla al día siguiente, o sea ese domingo de sufragios, se había convertido en un poderoso surtidor de una materia blancuzca, efervescente, de olor y sabor agrio, que bañó el espacio circundante. Así pues, al llegar a la casa de Eduardo, éste me dijo: “Bájate.” Yo pensé que me quería presentar a su familia, lo cual fue en parte cierto, porque al entrar a su domicilio, lo primero que vi fue a una encantadora bebita de poco más de un año de edad, que me sonrió y, como siempre me ocurre en tales circunstancias, me transportó al limbo; es decir, al lugar de la inocencia absoluta. Después, mi anfitrión me presentó a su abuelita, una dulce señora que de inmedia-

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to, me confió que Eduardo la llamaba mamá porque ella lo había criado, junto con la verdadera mamá de mi amigo. Pero además de estos protocolos, la verdadera razón de esa orden de bajarme del auto, fue que Eduardo conservaba sin abrir, una botella de coñac francés, de excelente calidad, que sin más ni más, destapó para ofrecerme una copa primero, y otra después, de esa exquisita bebida. Calmada ya mi ansiedad alcohólica, y luego de inspeccionar la obra negra de esa recámara en construcción, salimos a la calle. Ahí me dijo que estaba esperando a su mamá, quien había ido a votar. Yo supuse que mi amigo tenía que decirle algo de importancia, o transmitirle algún recado, o entregarle algún encargo, pero lo cierto es que Eduardo sólo quería saludarla, pues como ya era media tarde y él salía desde las seis de la mañana para ir a trabajar, había la necesidad de verla, para cumplir un rito ancestral de las familias bien avenidas. En ésas estábamos cuando llegaron los ex suegros de Eduardo en una camioneta, provenientes de Cancún, quienes habían convenido con la mamá de mi amigo, en que ésta les preparara algo de comer, para no tener la fatiga de prepararse comida tras el viaje de unas cinco horas, y para evitarse comprar comida que no fuese casera. A los pocos minutos, llegó en un auto la ex mujer de Eduardo, invitada a comer con sus padres, de modo que mientras mi amigo los atendía dentro de su domicilio, y les enseñaba, como lo había hecho conmigo, los pormenores de su cuarto en construcción, yo me quedé frente a su casa, y fue entonces cuando comenzó la esencia de este relato. La ex familia política de Eduardo se entretuvo en la entrada de la casa preguntando el nombre de las diversas plantas que delimitaban la vivienda y la calle; yo quise acercarme, para aprender algo de botánica regional del Caribe Mexicano, pero me contuve, porque la plática era familiar y no quise entrometerme; sin embargo, alcancé a oír sólo una de las preguntas y su respectiva respuesta: —Y ésta, ¿qué es? —preguntó el ex suegro de Eduardo.


d e v e z e n C u e n t o

Chelo Bañó. Tinta.

—Maravilla —le contestó la mamá de Eduardo. —¿Y qué da? —Flores. El grupo se internó en la casa, y entonces tuve oportunidad de mirar mi entorno. En primer lugar, junto a mí, estaba la entrada al patio frontal de una casa típica de la zona, donde un árbol de guayaba marcaba el inicio de la propiedad. Al fondo, junto a la puerta de la casa, dos mujeres permanecían sentadas, en obvia actitud de reposo. Un niño como de cuatro años, que estaba cerca del guayabo, me sonrió abiertamente, y luego, tal vez con la intención de impresionarme, empezó a trepar el pequeño árbol de guayaba; pero a una altura no mayor de un metro, se encontró con dificultad para seguir su ascenso; empero, era evidente que el pequeño quería esforzarse para seguir adelante, y entonces, su abuela se acercó a él con un cinturón en la mano, para obligarlo a descender, pero el niño nunca perdió su sonrisa, por lo cual deduje que no solía ser golpeado, sino sólo amenazado. Entonces, para no alentar más la intrepidez de ese pequeño, empecé a ver hacia otras partes. Esto fue lo que vi: frente a donde yo estaba, junto a la casa de Eduardo, una pareja en su segunda juventud, limpiaba el frente de su vivienda, recogiendo las hojas que un frondoso árbol había regado en la calle y en la acera. Estaban los dos, hombre y mujer, absortos en su tarea; no hablaban, pero sus movimientos eran elocuentes, pues denotaban una placidez dominguera y más aún: una relación marital, regida por los sobreentendidos; por ejemplo: yo soy feliz si tú eres feliz. En ese momento, pasó una adolescente en bicicleta junto a esa pareja, y justo al rebasarlos, tocó las ramas del referido árbol, en un acto instintivo que yo interpreté como de unión ancestral con la naturaleza, y también como una acción refleja, que respondía a la serena felicidad de ese matrimonio que limpiaba el frente de su casa. Ya inmerso en este tipo de interpretaciones, podría yo agregar que ese espacio, era la realización plena del viejo

anhelo de dicha que palpita en cada ser humano; y entonces me vino a la mente el hermosísimo cuento de Katherine Mansfield, Felicidad, que comienza así: “A pesar de sus treinta años, Berta Young tenía momentos como éste de ahora, en los que hubiera deseado correr en vez de andar; deslizarse por los suelos relucientes de su casa, marcando pasos de danza; rodar un aro; tirar alguna cosa al aire para volverla a coger, o quedarse quieta y reír... simplemente por nada.” Aquella muchacha que pasó en bicicleta, llegó a su casa, situada a unos pocos metros de donde yo estaba, y le gritó a su hermana menor, que vagabundeaba en las inmediaciones: –Ábreme la puerta. Sólo entonces me di cuenta de que esa chica no podía abrir la reja del garaje de su casa, porque había ido a la tienda a comprar, y llevaba un pequeño bulto que le dificultaba esa acción. Y eso, también tenía un encanto inmemorial, muy lejano de los apuros que habían pasado, y de las ansias que estaban teniendo ese día los diez candidatos que se disputaban una curul federal. Luego, pasados unos días de ese domingo, y a pregunta mía, Eduardo me dijo el nombre de ese barrio de Chetumal: Jardines. Y me explicó que esas calles, tienen nombres de flores. Y de alguna manera, este detalle vino a “explicarme” el encanto que yo había saboreado, esa tarde del día de elecciones. Tropo

Carlos Torres. Veracruz. 1949. Autodidacta. Periodista cultrual, ensayista y poeta. Ha publicado los libros Canción para la luz de tus ojos (poesía), Los arrebatados cuentos mutuos (relatos) y Nueve Voces (ensayos). Figura en las antologías Voces de ciudad joven y Cancún, poesía selecta. Actualmente colabora en la revista político-cultural El Vigilante, editada en Chetumal.

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Siria José Castillo Baeza

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ace muchos siglos Europa convulsionaba entre las fauces de un monstruo de cien cabezas, como ahora. Los primeros momentos de nuestra era nos mostraron el rostro de una crisis generada por la incapacidad de ver la belleza natural que anida en lo diverso y en lo diferente: judíos, helenos, cristianos y un puñado de religiones mistéricas brotaban de las entrañas de un imperio que, como todos, tenía la vista puesta en un futuro ilusorio desdibujado por la ambición y no en lo que concretamente existe; sin saberlo, Roma ya comenzaba a emanar el olor de sus propias cenizas. Los historiadores suelen ver en este período una profunda actitud espiritual en detrimento del pensamiento filosófico que apenas unos cuantos siglos antes había encontrado en Atenas su momento climático. La violencia de las conquistas, los genocidios culturales y la imposición de políticas ajenas a los lugares de origen arrojaron al hombre europeo al amparo de una esperanza forjada más allá de lo que tenía enfrente, como ahora. Y al final, cuando el imperio vio que la amenaza de la caída era real, la capital fue trasladada a Bizancio mientras Occidente se fragmentaba y languidecía ante un espejo que aprendió a olvidar. Y olvidamos. En los feudos de la Edad Media el hambre dejaba muy poco lugar para el pasado o para el futuro. Nuestras grandes conquistas culturales parecían perdidas para siempre y eso que hoy llamamos modernidad no podía caber en la imaginación de nadie. Entonces Oriente, a través de Siria —el mismo país del que hoy huyen centenares de personas que acaban como cadáveres en las playas—, nos enseñó a recordar. Fue Siria el lugar donde Oriente y Occidente se hablaron de tú como pocas veces en la historia; y fue Siria el mar donde ríos con diversas densidades y distintos flujos confluyeron para formar las aguas nutricias sin las cuales hubiese sido imposible el pensamiento y las culturas modernas. Pues fue ahí, como cuenta Pascual Casañ, donde diversos

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grupos de estudiosos perseguidos resguardaron lo mejor del pensamiento que había producido la Antigüedad, traduciendo el legado griego al siriaco. Tiempo después, cuando los árabes entraron en contacto con estos intelectuales, se interesaron por las obras de Aristóteles, Platón, Euclides, Ptolomeo y muchos otros, por lo que, las obras fueron traducidas del siriaco al árabe en la “Casa de la sabiduría” de Bagdad. De esta forma, mientras Occidente pagaba las consecuencias de buscar la unidad ahí donde no puede haberla, nuestra continuidad cultural quedó bien resguardada, puesto que precisamente fueron los árabes quienes introdujeron estos saberes en España, donde fueron traducidos al latín y a las lenguas romances. El Otro nos mostraba un espejo para enseñarnos a recordar ese mismo legado que hoy la educación considera letra muerta, artículo de museo o mera información de adorno reducida hasta la caricatura en los libros de texto también cada vez más reducidos. Hasta el Trívium y el Quadrivium medievales eran más educación que lo que tenemos hoy; porque no estaban orientadas a la producción. La historia nos muestra una más de sus macabras paradojas: Siria, antes río, confluencia, fraternidad e intercambio cultural es hoy dolor, incomprensión, muerte, pero sobre todo olvido. La terrorífica Odisea que estamos presenciando no tiene lugar para dioses que presten ayuda. Ninguna ninfa ayudó al pequeño Alayn Kurdi a respirar, ninguna hechicera buena le dio víveres para el largo trayecto, ninguna deidad se encargó de calmar la furia de las aguas: las personas que están cruzando el mar y las montañas nos hablan a través de su dolor y desamparo de una humanidad que busca inútilmente refugiarse de sí misma. El pequeño Alayn, sus tres años, su familia, no buscaban regresar a casa sino encontrar una. Y sin embargo, los pulmones llenos de agua de todos esos niños que amanecen muertos en las costas griegas, la palidez de su piel, la tristeza de sus zapatos, adquieren un matiz más trágico y desesperanzador cuando entendemos que no, que no puede ser Ítaca, ni nada que se le aparezca, aquello que les esperaba al otro lado. Tropo


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La estela de las heridas Sinae Dasein

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ntrar en la poesía de Paul Celan es, de inicio, aprender una nueva lengua: el celaniano. Una lengua dentro de la lengua, una “lengua de arte” (Kunstsprache): es necesario aprender esta lengua, autónoma y libre, para encontrar el sentido y su significación. Sin embargo, los poemas no son fácilmente accesibles sin sus fechas, sin sus lugares (por ejemplo, el 20 de enero de 1942, su 20 de enero). Es decir, los poemas no están escritos fuera de la Historia sino dentro de ella (la destrucción del pueblo judío por parte de los nazis y la negación del acontecimiento, las acusaciones de plagio). Cito: Porque el poema no es intemporal. Plantea, ciertamente, una pretensión de infinitud, intenta actuar a través del tiempo —a través de él, no por encima de él. El “yo” histórico y el “tú” lírico mantienen un diálogo dentro de cada poema (sarcástico, atroz, mordaz y reflexivo), forman un “nosotros” que, a su vez, son los muertos (como en el poema “Salmo” de La Rosa de Nadie) que lo acompañan. Los poemas ascienden a manera de monumento para las víctimas: Tenerse en pie, a la sombra/ de la estela de las heridas en el aire//. Las flores se mantienen firmes, proyectando su verdad sobre el silencio (de los asesinos), sobre todo lo que haya podido contribuir a la celebración de las matanzas (véase el poema “Fuga de muerte” de Adormidera y Memoria: la muerte es un maestro que viene de Alemania). La poesía de Celan es iconoclasta. Los intérpretes han querido ver en ella lo místico, lo religioso —al judío siendo arrastrado por la lengua—, un tradicionalismo literario que sofoca por completo (y nos aleja del poema) el uso que el poeta hace de la lengua, su lengua. Afirmarlo es negar el acontecimiento histórico (Celan jamás habría aceptado el término Holocausto o Shoá), la materia crítica de su trabajo. Nombres como Gadamer (discípulo directo de Heidegger), Derridà (quien sigue de cerca la hermenéutica de Gadamer) o George Steiner (entre otros discípulos del filósofo de la Selva Negra) han impuesto un modo de lectura que es

incompatible con el arte de Celan. Su arte solo es un pretexto para desarrollar sus sistemas interpretativos o para introducir falsos sentidos. Jean Bollack se ha aproximado a los textos de una forma radical y nueva (dentro de la hermenéutica) al interpretar, como primer paso, las interpretaciones previas y así posicionarse sobre ellas con un método más crítico y ético que des-cifra el contenido de cada palabra —átomo por átomo— de la red lingüística celaniana. Como ejemplo se pueden comparar las interpretaciones que se han hecho del poema (célebre entre los heideggerianos) “Todtnauberg” de Luz a la Fuerza. Según Gadamer, al inicio de su breve “comentario”: Sobre este poema se ha dicho que documenta el poco éxito que tuvo la visita, algo que hay que dejar a los biógrafos (incluso, si fuere necesario, a la del autobiógrafo, el poeta mismo). El poema no sabe nada de todo eso, pero tiene un comienzo más profundo. El poema no sabe nada, como si la mano que lo ha escrito hubiese sido arrastrada por el delirio de la lengua (Die Sprache spricht), lo cual no sucede en esta poesía, en esta Kunstsprache. El poema es comprendido como un homenaje del “alumno” hacia el “maestro”, como un intento de hacer hablar al “pensador” sobre lo ocurrido (el extermino), como un recorrido sobre tierras salvíficas. En realidad, el poema dice todo lo contrario y lo dice, digan lo que digan los intérpretes heideggerianos, con el poder de una lengua que no es la de Heidegger: el poeta conduce al pensador a través de los pantanos, sus pantanos, donde se han construido los campos, allí, los muertos recibirán la ofrenda —obtenida por Celan durante el viaje—: En este lugar infernal, Heidegger, el anfitrión de la cabaña, será conducido por Celan, su visitante, descifrador de los pantanos. El poeta está plenamente acreditado para guiarlo; todo está dispuesto, incluso el barquero —guía y testigo—, encargado de transportarlos juntos. El arte de Celan cuestiona toda la tradición literaria, todo aquello que pudo estar implicado en el horror: para acercarnos a su poesía, es necesario recorrer todos los círculos del infierno. Tropo

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Todo lo que hago llena mi vida René Vera Nacida en Bacalar, en donde actualmente vive, dedicada a la docencia e impartición de talleres de pintura para niños en comunidades rurales y resolviendo día a día el eterno dilema entre arte y vida (actualmente la maternidad ha puesto en suspenso su trabajo creativo), Yasmin Pineda Castillo está considerada como una de las referencias interesantes de las artes plásticas en el sur del estado, pese a su tardía dedicación a esta disciplina y gracias al cultivo del talento. En la siguiente entrevista, la artista les pide a los jóvenes: experimenten, desarrollen su creatividad, edúquense. En una palabra: “aviéntense”.

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on un lenguaje plástico que fusiona elementos abstractos y concretos y una rica paleta cromática, Yasmin Pineda Castillo se muestra —entre los artistas visuales emergentes de la región— como una pintora sólida que maneja sus recursos y sus materiales con gran destreza: la adquirida en el taller independiente de creación plástica “Punto y Línea” fundado por Carlos Valdez Chay (del cual formó parte en 1997); en el grupo plástico” Kinich Tzunuum” de Chetumal (al que se integró en 2009), y en su viaje a la República Federal de Alemania, en 2011, como representante de este colectivo. Desde muy pequeña tuvo una inclinación al dibujo, que pudo desarrollar medianamente a los 10 años cuando asistió en la Casa de la Cultura de Bacalar a la clase de pun-

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to y línea de Ignacio Poot, a su vez alumno del maestro Carlos Valdez Chay, actividad que abandonó debido a sus otros estudios, y que retoma a los 19, cuando se inclina por completo hacia la pintura. Educadora de profesión, Yasmin combina su pasión por la formación escolar de niños y su trabajo plástico creativo (que aún considera en formación): “Mi mayor ambición es impulsar a los niños. Darles el apoyo, la oportunidad que no tuve en mi niñez para hacer pintura”, afirma con un tono de voz suave pero enfático. Yasmin sostiene a su bebé, una nena de casi un año que da pequeñas patadas a la madre y hace sonidos como tratando de contestar también las preguntas. La pintora sonríe: “se está portando muy bien”. “Quiere platicar”. —¿Cómo concilias la maternidad con la docencia y el arte? ¿Ha influido en tu obra? —Desde pequeña quería ser maestra. Mis padres me


Buscando la luz de la vida.

dejaban pintar y hacer actividades, pero siempre tenía que responder bien en la escuela. Ellos me procuraron una carrera que tuviera una entrada segura. Ya sabes, la idea de ser artista y vivir de ello aún ahora no es algo que muchos padres apoyen. En ese entonces tampoco, y me formé la vocación de maestra. Tampoco la pintura me dejaba y empecé a asistir a la Casa de la Cultura y a aprender. Tuve la dicha de vender mi primer cuadro en mi primera exposición. Posteriormente, ingresé a la escuela de pintura, pero las largas jornadas entre el trabajo y la escuela eran muy extenuantes, pues durante dos años tuve que desplazarme de Bacalar a Chetumal para tomar mis clases. Cuando me dieron una plaza en una comunidad un poco más alejada tuve que dejar la escuela. Un embarazo complicado (con muchos mareos y malestares) impidió dedicarme a la pintura, y ahora que tengo a mi bebé no me he puesto a crear aún. Siento que la maternidad sí va influir, aunque no sabría decirte en qué forma: lo siento cuando me pongo a pensar en qué voy a pintar.

—¿Qué tanto de talento hay en tu pintura y que tanto hay de trabajo? —No me gusta mucho opinar acerca de mi trabajo. Yo siento que me descubrí. Me di cuenta de que tenía esa habilidad. Mi obra me gusta. No soy de pintar cosas figurativas, pero siempre hay algo que llama y las personas lo ven. Combino las dos cosas. Al principio el maestro me dijo: busca tu propia expresión. Eso para mí fue importante. Luego, cuando entré a estudiar la carrera cambió un poco este hecho; ahí es un poco más academia. Ahí rompí con ello, sin embargo, pienso que mezclo mi talento con el trabajo. Siento que fui mejorando al descubrir esas formas, ese estilo. No soy tan tradicional. Cuando se trata de pintar no tengo algo definido (por ejemplo, en Sinfonía marina, me dejo llevar), pero hay otros temas definidos para alguna exposición o concurso. Ahí defino qué es lo que quiero y trato siempre de poner mi estilo, imprimir mi sello. —En tu obra manejas iconografía maya también, algo de naturaleza, todo ello contrastado con obra donde sobresale el uso de figuras geométricas, y algo un poco más abstracto.

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Sinfonía marina.

—Esas obras (con iconografía maya) las hice en la escuela, donde buscábamos un modelo. Toqué ese tema por petición y sugerencia de maestros. No voy por ese rumbo. Quizá más adelante toque esos temas de nuevo. Se necesita investigación y respeto. Admiro a las personas que lo hacen. Yo me vuelvo tan exigente que si no armo la colección siento que hay algo incompleto. Me gusta lo semiabstracto y geométrico y voy más por ese camino. —¿Qué necesitarías para dedicarte completamente a la pintura? —Tal vez tendría que dejar mi carrera docente, pero me gusta enseñar. En la escuela doy talleres de pintura donde veo una oportunidad de servir de guía a los niños (guía que yo no tuve), ayudarlos a hacer exposiciones que permitan dar a conocer su visión de la comunidad, buscarles espacios. Por otro lado es necesaria cierta estabilidad económica. Tengo que trabajar para obtener ingresos familiares. Si dejo la enseñanza no podría subsistir y ahora no estoy sola. Hasta para mandar obra a otros lados se me complica. Me gustaría que hubiera una clase de arte en la escuela en la que estoy y ser maestra de pintura. —¿Te sientes en desventaja respecto a tus compañeros de generación? Melodía I.

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—He visto que avanzan más rápidamente. Me considero una artista emergente. Tengo algo de trayectoria, pero aún me estoy consolidando. —¿Qué viene? ¿Hacia dónde te diriges? —No sé. He querido agarrar mis pinceles, pero no he podido. Cuando pinto, me transporto y no existe nada más que mi cuadro y yo, y no puedo hacerlo ahora por la maternidad y el trabajo. Pero no pienso dejarlo. Lo voy a buscar. Me gusta lo que hago pero ahora estoy dividida. Desde que tienes ese gusto por la pintura, eres una persona especial. Percibimos el mundo de otra forma. —¿Sientes que falta apoyo? —Yo veo que aquí no es tanto el apoyo que se les brinda a los artistas en cualquier área. Es un poco complicado porque al final de cuentas uno siempre saca de

su bolsa para comprar materiales, los marcos, etc. Muchas veces se venden algunas obras y ahí te recuperas. Pero Igual la gente no está muy dada a comprar obra. Sí van a ver las exposiciones y conocer pero no tenemos esa cultura de adquirir obras de arte y además está la situación económica. —¿Expones en alguna galería? —El que siempre me ha invitado y siempre le he dado la vuelta es Leo Escamilla. Si he expuesto en colectivo pero no he tenido los medios para transportar mi obra y poder darle salida. Igual y ahí viene el hecho de que quizá mi labor como docente no me permite desprenderme y hacer gestión de mi trabajo. —¿Qué consejo le darías a los jóvenes que se quieren dedicar al arte? —Que se den la oportunidad de experimentar, que

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Melodía II.

la desarrollen. Ahora que tocas este punto, creo que me faltó saber que existían programas para apoyar a los jóvenes, quizá sobre las becas y concursos. No obtuve el conocimiento. Les aconsejo que se informen y les invito a participar. Si no hay recursos, que participen, que busquen para desarrollar ese talento. También deben tener una carrera. Y si tienen esa seguridad, dedicarse al cien por ciento para que busquen los medios. Tengo amigos en el camino, Argáez, mis respetos para él. Se fue a Veracruz y ahora anda en Monterrey. Él decidió dedicarse

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y se avienta. Yo no lo pude hacer. Desde pequeña quería ser maestra y estudiando descubrí que podía ser artista plástico. Si me hubiera definido antes de cursar la carrera quizá me hubiera aventado o que mis padres me hubieran ayudado, ellos buscaron algo seguro pero en el trayecto me hubiera gustado. Para los jóvenes, si tienen oportunidad y el talento, que lo aprovechen. La ventaja que tengo es que soy inquieta en ese sentido, siempre estoy aprendiendo y me gusta aprender. Y todo lo que hago llena mi vida. Tropo


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¿Por qué las mujeres son atractivas? Héctor Hernández

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ntre 1953 y 1978 la inmensa mayoría de los huracanes tenían nombre de mujer. Cuando se le preguntó a un miembro del Centro Meteorológico encargado el porqué de esta costumbre, la respuesta fue: “Por su carácter impredecible y violento”. Afortunadamente, la mayoría de las mujeres no son violentas, pero lo que sí parece ser acertado es lo impredecible de su comportamiento, que parece ser un factor clave que llevó a aquel estudioso del comportamiento humano, Sigmund Freud, a pensar que un enigma muy difícil de superar es la pregunta: “¿qué quieren las mujeres?” Muy probablemente lo enigmático de una mujer es parte de su atractivo. Ante la pregunta de por qué las mujeres son atractivas, alguien podría decir simplemente porque así se asegura la reproducción y la supervivencia del nombre de la familia. Pero los estériles también se sienten atraídos por damas que ya no pueden tener hijos, así que quién sabe cuál sea el fin último de la atracción. En este texto solo pretendo indicar qué factores específicos contribuyen a que las mujeres se vean más atractivas, aun cuando se reconoce que lo que se valora por bello suele ser subjetivo y relativo, pues influye la cultura dominante y los gustos personales (no extraña entonces que lo que para algunos es “atractivo” para otros es un “defecto”). La voz y la forma de hablar Se dice que al filósofo alemán Immanuel Kant (17241804) le gustaba provocar a las damas diciendo que había encontrado una prueba bíblica de que las mujeres no van al cielo, y cuando le pedían más detalles, recordaba un pa-

Una mujer hermosa es el paraíso de los ojos, el infierno del alma y el purgatorio del bolsillo. Bernard de Fontenelle

saje del Apocalipsis del apóstol Juan que dice que en el cielo hubo media hora de silencio, lo cual sería imposible —bromeaba Kant— si hubiera alguna mujer allí. Varios estudios recientes sugieren que hay bases biológicas en la constitución del cerebro femenino facilitadoras del mejor desempeño de las mujeres en tareas relacionadas con el lenguaje y la habilidad verbal. Así, difícilmente se puede pasar por alto la peculiar forma de hablar de una dama. De hecho, se comenta que en cierta ocasión le preguntaron a Thomas Alva Edison, el prolífico inventor nacido en Ohio, si era él quien había inventado la primera máquina parlante, y él respondió: “No, la primera máquina parlante la inventó Dios de una costilla de Adán”. Esto no significa que a una dama le guste decir todo lo que sabe; un ejemplo típico en muchas culturas es la renuencia de una mujer a decir su edad. Aludiendo a esta costumbre, Oscar Wilde comentó: “¿Cómo se puede tener confianza en una mujer que le dice a uno su verdadera edad? Una mujer capaz de decir esto es capaz de decirlo todo.” Eso sí, se puede afirmar con certeza que la mujer ejerce una muy notable influencia en el aprendizaje de la lengua de sus hijos. Es notable que llamemos lengua materna a nuestro idioma nativo y no lengua paterna, aunque nuestro padre hable el mismo idioma y tenga más edad que nuestra madre. La razón que suele darse es que “es la mujer quien la transmite a los hijos”. Esto suele ser así en la generalidad de las lenguas, lo cual es significativo si se tiene en cuenta que, según la UNESCO, en el mundo se hablan actualmente unas 7000 lenguas. (De hecho, a fin de promover la diversidad lingüística y cultural, desde el año 2000 existe un Día Internacional de la Lengua Materna, el 21 de febrero.). En resumen, en mi opinión, parte del atractivo que ejerce una mujer reside en su voz y su forma de hablar, que puede prometer una buena comunicación y un buen ambiente para los hijos.

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l a t i n t a t e n t a Facciones y cabello Por otra parte, los ojos siempre han jugado un papel importante en el impacto de una dama. De hecho, una planta medicinal se llama belladona (que significa “mujer hermosa”) porque dilata los ojos y así produce una mirada más llamativa, aunque no se recomienda usarla con ese único fin porque la sustancia puede ser venenosa. Sobre el encanto cultivado por los ojos femeninos, en el soneto XVII de Shakespeare (1564-1616) leemos lo siguiente (mi traducción): “Si pudiera describir la belleza de tus ojos y detallar en poemas sucesivos todas tus gracias, entonces la gente del futuro diría: “Este poeta miente, tales rasgos celestiales jamás pertenecieron a rostros terrenales”. Algo similar suele decirse de la nariz y la boca. En el siglo XVII, Blas Pascal (1623-1662) escribió: “Si la nariz de Cleopatra hubiera sido más pequeña, la faz del mundo hubiera cambiado”. En la cultura japonesa, la boca ha ocupado un lugar central en la belleza femenina. De hecho, en Japón existe la leyenda mitológica de una mujer muy hermosa infiel a su esposo, un samurái que en un arranque de furia y celos le cortó la boca de oreja a oreja y la asesinó. La mujer (conocida como Kuchisake-Onna) se convirtió en un espíritu maligno y regresa por las noches con una mascarilla para vengarse, preguntando a los hombres que se encuentra en su camino si es hermosa. Si le responden que sí, se quita la máscara y les presenta su malévola sonrisa, y les vuelve a preguntar si la siguen viendo hermosa. Si el entrevistado responde que no, le corta la boca con unas tijeras, y si responde que sí, lo sigue a su casa y lo asesina. Como ninguno de estos dos finales es muy alentador, se dice que hay formas de apaciguar su furia. Una de ellas es ofreciéndole dulces. Oferta que me parece algo extraña, porque los dulces se le saldrían de la boca con tal tamaño de cavidad. Pero en fin, otros dicen que con una respuesta lógica (como: “Eres fea y no quiero ser como tú”) se le podría hacer desaparecer. Obviamente la boca es importante también por su conexión con la sonrisa cautivadora de una mujer y porque una mueca podría revelar buena salud y el estado de ánimo de la dama, lo cual nos permite tomar precauciones. En general, los diversos rasgos del rostro de una mujer suelen captar la atención de los hombres, así como sin duda el cabello. Las mujeres de la Antigua Grecia y Roma solían llevar una larga cabellera, en contraste con las esclavas, que llevaban el cabello corto. Quizás el cabello atrae tanto porque puede ser un indicador del nivel de juventud y salud de alguien. Al ser un tejido que crece muy rápido con una vida media de unos cinco años, puede manifestar anomalías graves en el cuerpo si existen, o su pérdida y canicie pueden indicar la cercanía de la edad madura.

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La importancia del arreglo del cabello queda manifiesta por el hecho de que en siglos posteriores, entre otras estrategias para atraer al sexo opuesto, se recurría a cabello postizo si no se consideraba satisfactorio el cabello natural. Por ello, no es extraño que después, en 1770, se propusiera ante el Parlamento británico una ley que decía: “Las mujeres de cualquier edad, rango o profesión, ya sean vírgenes, doncellas o viudas, que seduzcan o induzcan con fines matrimoniales sirviéndose de esencias, pinturas, aplicaciones cosméticas, dientes o cabellos postizos, incurrirán ante la ley en las mismas penas que se aplican contra la brujería, y el matrimonio será considerado nulo”. Ropa y figura ¿Cuánta importancia suele conceder una mujer a su peso y figura? En una encuesta de opinión realizada en 1984 por la revista Glamour en la que participaron 33 mil mujeres con edades entre 18 y 35 años, 75% respondió que tiene un peso excesivo, aunque médicamente solo 25% tenía un peso superior al ideal. El 80% de estas mujeres manifestó su deseo de adelgazar para ser atractiva a los hombres. Los resultados sugieren una creciente tendencia cultural a pensar que, sin importar talla y peso, casi ninguna mujer cree que está lo suficientemente delgada y muchas hacen grandes sacrificios por perder peso. Parece más fácil ganar que perder peso, como dijo Mafalda: “Ojalá todo fuera tan fácil como engordar”. Ante la dificultad de adelgazar, quizás el último recurso sea la conocida oración: “Señor, si yo no puedo adelgazar, haz que engorden todas mis amigas”. Curiosamente, hay lugares del mundo donde sucede lo contrario: las mujeres se sacrifican por engordar, por ejemplo en Mauritania. Por otra parte, la simetría y la figura curvilínea de una mujer puede ser realzada por la forma de vestir, que suele ser factor influyente en la manera de percibir a alguien. Cuando a un niño le preguntaron qué mujer era la más hermosa de una pintura donde aparecían tres mujeres desnudas, dijo: “No puedo decirlo, porque no llevan puesta la ropa”. De hecho, la expresión “hermoso” viene del latín formosus que significa “bien formado” o “de bella forma o figura”. Sin profundizar en más detalles sobre el impacto de la figura u otros aspectos como la suavidad, la sensualidad, la sensibilidad, etc., solo citaré la opinión del filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) en El arte de tratar a las mujeres: “Los senos femeninos bien redondos y de buena forma ejercen una notable fascinación en los hombres, porque estando directamente relacionados con las funciones reproductoras de la mujer, prometen abundante alimento para el recién nacido.” Algo similar se dice de la cadera amplia, y de otras zonas de su cuerpo donde la mujer acumula más grasa, que le permite resistir más eficazmente una situación de hambre prolongada, por ejemplo un naufragio.


Calzado y forma de caminar En 2014 el investigador Nicolás Gueguen publicó los resultados de una serie de experimentos en el que participaron mujeres que utilizaban zapatos negros con tacones de distintas alturas (los más altos 9cm). El estudio encontró que los hombres son más atentos con las mujeres que usan tacones altos que con las que usan zapatos planos. Por ejemplo, si una mujer con tacones altos deja caer un guante en la calle, tiene 50% más probabilidades de que un hombre se lo recoja que si está usando zapatos sin tacón. Una mujer con zapatos altos tiene el doble de probabilidades de persuadir en la calle a un hombre de pararse a contestar una encuesta, y un hombre en un bar tarda la mitad de tiempo en acercarse a una mujer con zapatos de tacón que a una mujer con zapatos planos. La conclusión del autor es: “Sencillamente, hacen que la mujer se vea más hermosa”. Entonces, ¿cuál es el tipo de zapatos femeninos que las hace ver más atractivas?: en mi opinión, las zapatillas de tacón alto y los zapatos abiertos. No extraña que los zapatos femeninos más caros (diseñados por Michael Shellis con oro y diamantes) sean precisamente una combinación de estos dos tipos: zapatillas abiertas de tacón alto. En contraste, los zapatos menos favorables a una mujer (aunque para ciertas labores son necesarios) son los zapatos tipo militar y el calzado deportivo (“los tenis”). En la medida que el calzado femenino se parezca a los tipos favorables o desfavorables contribuirá ya sea al atractivo o a lo contrario. En realidad, las damas saben esto y por eso suelen estar dispuestas a sacrificar la comodidad y a veces la salud a cambio de la elegancia y el poder. Como dijo Marilyn Monroe: “Dale a una mujer los zapatos adecuados y podrá conquistar el mundo”. Un rasgo de belleza asociado con el calzado suele ser la forma de caminar. El movimiento vibratorio natural originado en las características anatómicas femeninas que se produce en el andar de una mujer y que con frecuencia es enfatizado artificialmente parece ser efectivo como atractivo y es conocido en diversas culturas. En su ensayo ¿Qué hace bella a una mujer?, Havelock Ellis, comenta lo siguiente: “Parece ser que los papúes admiran esta forma de andar de las mujeres. Las madres se la enseñan tenazmente a sus hijas en cuanto cumplen 7 u 8 años, y las jóvenes papúes caminan así siempre que se encuentran en presencia de un hombre, adoptando un paso más sencillo cuando ningún varón las observa.”

mente bajo como para triunfar por mí mismo”, dijo Woody Allen. Si una persona, en particular una mujer, es amable y jovial, podría considerarse atractiva aun si su apariencia es ordinaria. Por ejemplo, este año la revista People declaró que la mujer más bella del mundo es Sandra Bullock, decisión que parece haberse fundado más en sus cualidades y simpatía que en su apariencia física. En general un factor que contribuye al atractivo de una mujer es su grata compañía. A la edad de 28 años, el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) escribió una carta para sí mismo a dos columnas donde analiza los pros y los contras del matrimonio. Entre las ventajas del matrimonio incluyó: compañía constante, mejor que la de un perro, y disfrutar de la conversación con la mujer. Entre las desventajas señala que estará obligado a visitar y recibir visitas, y con ello una terrible pérdida de tiempo. Al final del análisis se casó con su prima Emma y tuvo 10 hijos, así que no es necesario explicar qué columna ganó. Obviamente Darwin pensaba en la compañía pacífica, cuando se llevan bien, no en casos de frecuentes conflictos, que probablemente subyacen a la siguiente frase de Woody Allen: “Prefiero que me incineren a que me sepulten y ambas cosas a un fin de semana con mi mujer.” Finalmente, una dama inteligente puede ser atractiva para un hombre inteligente, pero desafortunadamente parece que quizás no en general. Cuando le preguntaron a Madame de Staël, la baronesa de Staël-Holstein, por qué las mujeres hermosas tienen más éxito entre los hombres que las mujeres inteligentes, la escritora respondió: “Porque entre los hombres hay muy pocos ciegos, pero abundan los tontos”. Las características de la belleza se han asociado a la juventud y fertilidad, pero el atractivo hacia personas estériles o de edad madura no queda capturado por esta explicación, quizás tengan que ver más bien con la resistencia y las probabilidades de supervivencia y en última instancia con la estabilidad y preservación de la familia. Obviamente una dama que tenga a su favor los factores mencionados y las cualidades enlistadas no pasará desapercibida y tendrá un impacto en diversas decisiones de otros. No extraña que exista una fobia hacia las mujeres hermosas (llamada “caliginefobia”) y varios hombres solo puedan verlas de lejos. Pero sin importar la distancia, no es posible escapar de su encantadora influencia. Como dijo el poeta francés Alfred de Musset: “La mujer es como una sombra: no podrás atraparla, pero tampoco huir de ella.” Tropo

Personalidad y conducta En muchos casos la personalidad y la conducta han llegado a superar la apariencia física cuando se trata de entablar una relación con alguien o tomar decisiones de largo alcance. ”Soy lo suficientemente feo y lo suficiente-

Héctor Hernández (México, D. F.) Licenciado en Actuaría y Matemáticas, doctor en Filosofía de la Ciencia y doctor en Educación. Actualmente es jefe del departamento de Desarrollo Humano en la Universidad del Caribe.

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entrevista con la actriz y dramaturga

Conchi León

Un escenario de alhucema y romero Katia Rejón Márquez En el marco del primer aniversario de ‘Unidos por Chivis’ —asociación enfocada a informar a la mujer sobre histerectomía—, la actriz y dramaturga Conchi León presentó en el auditorio del Planetario Ka’Yok’ de Cancún su más reciente obra Del manantial al corazón. Junto con Addy Téyer y Andrea Herrera, la actriz retrata la maternidad de las mujeres del Mayab, la muerte de los niños en zonas rurales y la crianza de pequeños con facultades diferentes. Con música original de Pedro Carlos Herrera, director de la Orquesta Típica Yukalpetén, escenografía de petatillo y vestuarios bordados por mujeres de Maní, la puesta en escena, en agosto pasado, hizo de la obra una experiencia única para el espectador. Para conocer más detalles de este experimento teatral, platicamos con la dramaturga, investigadora también de la Secretaría de la Cultura y las Artes, per-

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teneciente al Sistema Nacional de Creadores de Arte de Conaculta-Fonca y autora de la obra Mestiza Power, quizá su trabajo más representativo (que verá próximamente su traslado al formato de guión cinematográfico a manos del joven cineasta Mario Galván, beca PECDA para dicha labor). —¿Piensa que las mujeres del Mayab experimentan la maternidad de una forma diferente a las madres de otros lugares? —Sí, estoy segura, están rodeadas de mitos y cuidados, de miedos sobre los niños y de dudas sobre hacer o no hacer lo que la tradición obliga. —Alfredo Barrera Vázquez dijo sobre el teatro y la danza en Yucatán que éstas eran materializaciones de una expresión cultural de complejos juegos y profundo signi-


l a t i n t a t e n t a ficado social. ¿Cuál es el papel de Socorro y el Chino como personas y personajes dentro de nuestra sociedad? —Como personajes pretendo que sean un reflejo de lo que pasa muchas veces con los niños con capacidades diferentes: los dejan en el abandono, los esconden o no los llevan a escuelas adecuadas para que se desarrollen lo mejor posible. Como personas son ejemplo y fuente de inspiración. —¿Alguna de las presentaciones de la obra Manantial del corazón en las comisarías y distintos estados y foros ha destacado más que otras? —La última función que dimos en el municipio fue muy linda porque el bebé que participó en el Hetzmek fue el bebé de la comunidad. Otra cosa importante de las funciones en los municipios fue que después de las presentaciones, nos siguieron informando sobre los cuidados de los bebés y las embarazadas. —La puesta en escena tiene características muy particulares como la música original de Pedro Carlos Herrera, el vestuario de las bordadoras de Maní, el petatillo y la ceremonia del Hetzmek donde participa el público. ¿Cómo favorecen a la obra estos pequeños detalles? —Crean un universo único alrededor de ella. El maestro Pedro Carlos compone una serie de melodías que el espectador sólo escuchará en el teatro. —A nivel personal, ¿cómo espera que esta obra trascienda ante la problemática que representa? —En primer lugar espero que las personas que tienen contacto con las y los niños con capacidades diferentes se sensibilicen y hagan lo posible por ayudarlos; o si están encerrados o viven maltrato, denuncien la situación para ayudar a los pequeños. Espero también que nos haga conscientes de la belleza de nuestros rituales mayas; como el Hetzmek, la importancia de lanzar palabras amorosas a los niños desde temprana edad. —Sobre otra de sus obras igualmente exitosas, Mestiza Power, ¿qué opina sobre las obras dramáticas como material audiovisual y particularmente qué opina sobre el vínculo entre el cine y el teatro? –A mí me encanta el cine, creo que todo lo que nos ayude a contar una historia es válido, y todo lo que lleve a la gente al teatro también lo es. Justo ahora están escribiendo el guión cinematográfico de Mestiza Power, obviamente no tendrá el mismo impacto que la obra, pero llegará a más públicos si consigue realizarse. Tropo Katia Rejón Márquez, (Cd. Del Carmen Campeche, 1993). Vive en Mérida, Yucatán. Egresada de la licenciatura en Periodismo, estudiante de Comunicación Social en la UADY. Colabora en medios digitales e impresos sobre cultura y arte como La Vieja Guardia. Dirige la Revista Digital Memoriasdenomada.com. En poesía ha publicado en Enter Magazine y Círculo de Poesía.

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t r a s l u z

Luna luna Jorge Cauich Toledano Es la noche. La luna luna es un espejo y colgada de tu oreja duerme duerme una caricia y el murmullo de una estrella se rompe rompe con un beso beso beso.

Jorge Cauich Toledano (Mérida, Yucatán, 1974) es editorialista del Diario de Yucatán y periodista. Licenciado en Economía por la UADY. Ha publicado narrativa en revistas. Actualmente es coordinador de Comunicación Social del Ayuntamiento de Mérida.

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Arráncame la vida: vigencia de una obra Johanna Aguilar

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rráncame la vida es título de una canción de Agustín Lara y de una novela de Ángeles Mastretta, novela que fue (como otras) escrita antes de ser escrita. Según datos históricos, la autora deseaba consagrarse no como poetiza, sino como novelista y así, curiosamente, fue como la vida se acomodó, y después de obtener un premio por un libro de poesía, un buen mecenas interesado en los menesteres literarios de una joven escritora, decidió formular la propuesta con la que todo aquel que desea escribir sueña. 1985 fue el año que abrió la puerta a los lectores y especialistas, es necesario decir la puerta grande, pues de inmediato recibió excelentes críticas, las cuales fueron respaldadas por la obtención del Premio Mazatlán de Literatura. Así, la novela ha recorrido ferias del libro, presentaciones, librerías, bibliotecas y así también ha permanecido incólume en el estante de algún gran lector, durante 30 años. ¿Qué implica cuando el lector con las manos sudadas en el asiento de un autobús, abre la novela y reivindica la palabra escrita de Ángeles Mastretta? Da lectura con los ojos ávidos por saber cuál será el fin del tórrido romance entre la protagonista principal, mujer beligerante y bella (mala combinación) y el sofisticado director de orquesta, al mismo tiempo que se pregunta por la situación política de su país, mientras un vendedor ambulante ofrece la cura para las reumas en un frasco que sólo “le vale 20 pesos”. Escrita por una mujer y protagonizada por otra Arráncame la vida es una novela que despierta comentarios venenosos respecto al papel de la mujer. Pues dentro de la trama, la figura femenina es mostrada como una fuente de belleza y adorno, depositaria de la voluntad y querer masculinos. Por otra parte, en el ámbito literario, estos comentarios colocan

a la autora como partidaria del movimiento feminista y designan su escritura tendenciosa e influida por una época en la cual la mujer mexicana decide dar voz a sus memorias. Lo anterior, si bien es cierto y podría ser comprobable con la actividad profesional y literaria de Ángeles Mastretta, no es ni debería ser la única ni la prioritaria dimensión de análisis de la novela, pues se dejaría de lado la dimensión histórica plasmada en la crítica a la política entre los treinta y los cuarenta, y su estructura lineal, acompañada de un lenguaje muy accesible y un planteamiento sencillo. Esta característica, según la tradición, sería un demérito para la novela, pero un reconocimiento, pues la forma como se muestra la perspectiva femenina, permite leer cómo la mujer a lo largo de su vida tiene mayor contacto con la memoria, retiene los pequeños detalles de los lugares donde amó o sufrió la vida y, así mismo, dedica más tiempo a pensar sobre las emociones y diálogos que han dado forma y sentido a su querer y a su vida. Arráncame la vida celebra 30 años y sigue vigente. Por eso, invitamos a los lectores a que la conozcan o la reconozcan, pues es una novela que además de acercarnos a la historia, nos habla de la problemática social de la época, de la postura de la mujer, pero ante todo de una escritura poética que nos invita a leer con pasión, con deseo y anhelo de encontrar respuestas en la memoria. Tropo Johanna Aguilar (Toluca, 1980). Licenciada en Primaria en el Medio Indígena y licenciada en Psicología, con una maestría en Saberes sobre Subjetividad y Violencia. Ha cursado diversos talleres literarios y ha publicado en antologías y revistas. Es coautora de los libros: Embarazo adolescente, una responsabilidad compartida del Instituto Nacional y Estatal de la Mujer en Coedición con Editorial Homérica; y Entre la violencia y la dignidad del Instituto Nacional y Estatal de la Mujer en Coedición con el Consejo Editorial del Estado de México (ambos en Toluca, México).

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Un canto a la ciudad y a nuestras máscaras David Guerrero El rostro que habitamos Miguel Meza Edición de autor 2015 103 p.

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omo lo adelantó el año pasado en la presentación de Cada quien su paraíso, su libro de cuentos, Miguel Meza expone en su nuevo poemario una temática focalizada en la ciudad de Cancún, intención de difícil realización debido al compromiso que implica describir la identidad de una sociedad “aparentemente” desarraigada dado su breve tiempo histórico. Sin embargo, El rostro que habitamos (edición de autor, 2015) logra comunicar ese desarraigo, y el lector que ha vivido años en la ciudad (el propio autor radica aquí desde mediados de los ochenta), encontrará en estas construcciones verbales lugares

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y personajes sugeridos, atmósferas y congojas afines. De ahí la resonancia de muchos versos, pues surgen desde la experiencia vital más honda. El rostro que habitamos es, así, un canto a la ciudad. De inicio, la portada del libro nos muestra un choque visual —sociedad-naturaleza—: la imagen de un poste de luz con su tendido de cables y un pez globo en el centro de un hexágono formado por una madeja de trazos que bocetan peces, flores, palmeras, y líneas en espiral que bien podrían ser olas o viento. Un fragmento del trazo urbano del primer cuadro de la ciudad, deliberadamente borroso, se descubre en los nombres de calles reconocibles, en el borde de la circunferencia, todo lo cual, en su conjunto, representa la actual confrontación entre medio ambiente y sociedad. La metáfora del título propone adentrarnos en ese cuerpo —la ciudad— para hacer un reconocimiento de nuestro habitar en un salvajismo asfáltico que, irremediablemente, refleja caos y resignación. Así, se invita,

por un lado, a conocerse a sí mismo y, por otro, a desenmascararnos. Octavio Paz afirma en El arco y la lira: “El poema no es una forma literaria sino el lugar de encuentro entre la poesía y el hombre”. En el poemario de Meza se concreta el encuentro del que habla Paz. De igual modo, el libro conlleva a la confrontación. Y la confrontación, más que descubrir, se encuentra en el simple observar aquello que está frente al espejo social, aunque muchas veces parece ocultarse tras una máscara cuyos ecos no escuchamos en las imágenes que a diario vemos en nuestro desenvolver inmediato. Desde luego, Miguel Meza no le reprocha nada a nadie: Me uní así a la procesión de piedras fantasmales. Y así muero hoy entre vitrales de polvo: en la belleza del día inmolado. (“Noticia del inmigrante”. p. 15) Al contrario, inicia su lento reconocimiento, su paulatina aceptación: Te entregas a esta mujer recién pa-


rida, extraña y familiar, a su fragancia de vegetación exótica. Y la soledad se entibia: empieza a oler bien. (“Diez trazos para otra máscara”, fragmento II, p. 16). El libro, divido en cinco apartados, podría subdividirse a su vez en dos, según su forma: prosa y verso. La primera parte Vientos en prosa contiene así Diez trazos para otra máscara (con diez poemas) e Inmolaciones en cuatro pactos (con dieciocho). La segunda parte —en verso abarcaría: Bitácora de oficios (con ocho poemas), El rostro que habitamos (que da título al libro y a uno de los poema, con doce) y Evidencias de la piedra insomne (con nueve). El libro trata en sí acerca de una “fenomenología de un estar en un espacio donde el verso proyecta una poética del habitar…”, según se lee en la contraportada, lo cual se va concretando desde las primeras líneas: Caminas en la ciudad y no te reconoces. Sus espejos no te reconocen. Sus manglares de concreto, su cielo al alcance de la mano, el aire con su piel húmeda, la luz enceguecida de tanta luz: todo anega tus ojos todavía forasteros. (“Diez trazos para otra máscara”, fragmento I, p. 15). En este primer poema de tono nostálgico, sentencioso, con una voz en segunda persona, pareciera que Miguel Meza encontrara en su voz poética, más que un dialogo, ese rostro oculto: “…que abre su abanico como un novedoso pavorreal”. Y es ahí en donde pareciera develado el sentir inequívoco resultante: “Solo vez el gesto de tu máscara: nostalgia de tu nostalgia”. (p. 15). Sin embargo, después de abordar algunos rasgos de un Cancún caótico en sus dimensiones de polo turístico, encuentra calma y belleza —no resig-

nación, aunque lo pareciera—, comprensión del tiempo y justificación del habitar. El océano y sus altares. El incienso de sus fragmentados vitrales adorándote en silencio. Su resonancia muda te llena. Te vacía. Su lluvia de cristal líquido, su polvo de húmeda incandescencia, su semoviente canto de espuma. Todo te habla en ese magma silencioso. Escuchas. Una remotísima voz te hace levitar en los siglos perecidos y venideros. Es solo un instante: gota de arena que se esfuma. (p. 24). En el segundo apartado de Vientos en prosa (Inmolaciones en cuatro pactos), domina el significado fatalista (con el suicido como tema dominante) aludido en la palabra “Inmolación-es”, asumido en una complicidad (son “cuatro pactos”) e inmersos en la atmósfera última e irremediable de melancolía y muerte, esa belleza del horror de que advierte la contraportada. En Bitácora de oficios —que abre la segunda parte del libro, la escrita en verso libre—, el epígrafe de Dante (“antes de hablar del bien (…), revelaré las demás cosa que he visto”) pareciera una primera anotación de esta bitácora. Pues Meza hace aquí una inmersión en la profundidad de los estratos “suburbanos” —intención declarada en sus presentaciones—. Se apropia de distintas voces o personajes y narra pequeñas historias, haciendo uso del verso libre encadenado, la metáfora, la adjetivación —a veces sobreexpuesta—, el símil, el uso arbitrario de la rima asonante que pareciera exigida por el propio ritmo, la nostalgia, la pesadumbre y conmiseración. Son voces que se lamentan en esta parte del libro, rasgo decadente de actores relegados en la sociedad: Vengo mutilado de horas y sonrisas con las estrellas del camino clava-

das en los pies y ya no puedo caminar en esta ciudad (p. 51) Estas breves historias han sido tomadas de una realidad que acarrea los fierros masticados por la herrumbre. Como en “El ataúd del chatarrero”: una radiografía en tono conversacional, donde acontece una situación tétrica y sorprendente en sus enumeraciones metafóricas, sus símiles, sus descripciones que moldean el tono y resultan en revelación. Es también en esta parte donde encontramos el poema “El estudiante” —historia de un sicario tensada en once estrofas—. Debemos anotar aquí, sin embargo, que una rima arbitraria en una estrofa dentro del poema ensució un poco la armonía toda, dejando como distractor la insatisfacción rítmica, que nos hace apuntar el dedo hacia cierto rigor ignorado. Dentro de este segundo apartado encontramos El rostro que habitamos, con epígrafe de Baudelaire, que nos sitúa en la parte medular del libro. Dice el epígrafe: “¡Criatura mía, hermana mía, / piensa en la dulzura / de ir a vivir juntos! / ¡Amar a nuestras anchas, / amar o morir / en el país que se te parece!”. Estos versos del simbolista francés engloban el tono y el conjunto de los poemas de esta parcela. Aquí encontramos: pertenencia, humanismo, ternura, añoranza, deseo y, desde luego, amor y muerte. Hay que puntualizar la referencia comparativa aludida en el último verso del epígrafe: “en el país que se te parece”. Es en este “se te parece” en donde surge el encuentro, la revelación —de la que habla Paz y que vemos reflejada, también, en algunos de los poemas anteriores—. Este apartado (El rostro que habitamos) está compuesto por doce poemas, en donde el autor nos muestra versos intimistas llenos de cargas emotivas y una sesuda comprensión sicológica de fenómenos sociales que transcri-

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Papiros be, cuenta, describe (“… hay algo de secta entre ella y yo…”, “... su marca de origen…”, “¡Cómo bebo cada año el cáliz de esa belleza …”). El propio poema que da nombre al libro, “El rostro que habitamos”, refleja la forma en que se fue estructurando el volumen hasta ahora, tanto por el tema como por la intencionalidad, pues todo él fue trabajado para querer mostrar (revelar) el lugar “donde fue moldeado de noche el rostro”, dice Saint John Perse en el epígrafe. En este poema convergen tres vertientes que, a manera de simbiosis, se unen y son inseparables: una de ellas se nos revela en el modo de abordar mediante la imagen descriptiva del entorno, naturalmente caribeña: Este rostro respira la flora del silencio la soledad ocre de la uva marina el grito sordo de sus lirios acuáticos el rubor de su flor de siricote la mueca del cocotal que agoniza (p. 88) La segunda vertiente es de naturaleza con urbanidad: […] el otro mar: el que alba su reposo en el patio donde gesticula el día sus mareas y siembran las aves su griterío su queja lisiada en sueños de frágiles puentes (p. 89) Lo que observamos en la tercera parte del poema es la interiorización de la voz poética, que descubre y asienta, en la reflexión, una complicidad que revela el designio último de un final inevitable y diáfano: Ahora lo veo claro con la transparencia del día no nacido: el rostro que habitamos ya era la casa el terruño: solo esperaba nuestro esqueleto mudo

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tica, y otros actos relacionados con la poética del autor, como en “Buenas intenciones”. En esta parte del libro se encuentran también poemas en memoria a otros poetas —algunas referencias directas del autor—: Gonzalo Rojas y Jorge Eduardo Eielson, u otros como: “Se busca”, el único poema de tono irónico y humorístico a diferencia del tono nostálgico que acompaña y ondula a lo largo del libro:

Miguel Meza

nuestros dioses: la voz sin máscara de nuestra voz (p. 90) La última parte del libro: Evidencias de la piedra insomne, abre con un epígrafe de Roberto Juarroz (“Y es entonces cuando surge a veces / la verdadera contraseña, / la palabra-silencio / el signo de la fidelidad de las ausencias / la reapertura hacia el poema…”), epígrafe que más pareciera un epitafio por el profundo significado que adquieren las palabras silencio y ausencias, y por la importancia inminente que toma el poema hacia “la reapertura…”. Así La renuncia del juglar es un canto que parece ser de exequias: La antorcha del silencio vence siempre alza su victoria en el abismo de la hoja donde la palabra luz elude retocarse el rostro y enciende la chispa que termina por cremarnos (p. 94) O encontramos en otros poemas —ya sin “máscaras”— el cuestionamiento de reproche hacia la voz poé-

Se busca poeta no mayor que su soberbia (…) … que no haya asaltado noches solo en los parques ni pintado grafitis únicamente en la espalda (…) Poetas de ocasión absténganse. (p. 101) Sin duda el poemario de Miguel Meza es una lectura recomendada. En ella el lector sabrá descubrir seguramente otras revelaciones, que necesitarán de minucia y de luz, u oscuridad, para poder encontrar —como lo dice el propio autor— al “ave ciega que cincela en su voz / la innombrable postura de la piedra” (p. 96). Tropo

Referencia bibliográfica:

Paz, Octavio. El arco y la lira (1956), FCE (19nva. reimpresión, 2012), Ciudad de México.

David Guerrero (México, D. F., 1982). Escritor radicado en Cancún. Miembro del grupo Colectivo Colectivo. Ha publicado La fe de los diositos (2012) y Dispersión (2013), en Cartonera Hortera. Aparece en las antologías Voces del agua (Gaceta del Pensamiento, 2012), Los caminos de la lluvia (Ediciones El lirio, 2013) y en el libro del Festival Cuatro Conjuros (Editorial Librélula, 2015).


La finca verraca Miguel Miranda La Oculta Héctor Abad Faciolince Alfaguara 2015 344 p.

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egún algunos, existen dos clases de colombianos: los antioqueños y los demás. El antioqueño o “paisa” es aquel nacido en el Departamento de Antioquia y se caracteriza en su mayoría por ser entrón, trabajador, bueno para los negocios, pero sobre todo, por su tremendo amor a su tierra; a la finca, que probablemente heredó o que trabajó muy duro para obtenerla. De esta idea un tanto post-rural parte la trama narrativa de La Oculta. En su más reciente novela, Abad Faciolince (Medellín, 1958) desnuda el alma escondida de buena parte de la sociedad antioqueña contando la historia de una finca, como nombran allá a las haciendas o a los ranchos, llamada La Oculta. Tres hermanos que nacieron en la década de los cincuenta, narran en primera persona los acontecimientos que sucedieron en La Oculta y en sus propias vidas, según su personalidad y condición: Toño, el más joven, vive en Nueva York con su marido; es homosexual y tiene una permanente nostalgia de su finca, que lo lleva a planear un hipo-

tético regreso a Colombia y al mismo tiempo, lo orilla a un vuelco hacia el pasado en una investigación genealógica de su familia y los orígenes del pueblo de Jericó, en el cual se establecerán sus ascendientes. Pilar, la hermana mayor, le ha jurado a su padre en su lecho de muerte que nunca venderá La Oculta, a la que ama como a su marido Alberto y a sus cinco hijos; es tradicionalista y se ha ido a vivir ahí con tal de conservarla. Eva, dos años menor que Pilar y completamente diferente a ella, que ha tenido tres matrimonios y muchos hombres, pero jamás ha encontrado el amor, se refugia por temporadas en La Oculta para lamer las heridas producidas por la vida y su propia naturaleza. Un hecho cambia entonces por completo su percepción de las cosas: los mafiosos entran a la finca para matarla. Los tres hermanos alternan su voz narrativa en toda la novela, impregnando voces con saltos al pasado que van doscientos años atrás en la fundación del pueblo de Jericó, al suroeste de Medellín y que relatan también la historia reciente y negra de Colombia, envuelta en guerras civiles, guerrilla, narcotráfico, secuestros, mafiosos y paramilitares, aunado todo a crisis económicas, familiares y hasta religiosas y tocando temas como la homosexualidad en un entorno pueblerino. La Oculta transita entre la novela histórica y la novela familiar, donde el escritor le pone voz a tres hermanos

para hablar de una finca donde hay un lago oscuro, negro, que se ha llevado en sus aguas a varios ahogados; algunos de ellos un tanto metafóricos, otros reales y tan colombianos de la vida real como cualquiera. La novela es recomendable si a usted le gustan los chismes de familia bien escritos y además, entretenidos. Para algunos, Abad Faciolince, antioqueño de varias generaciones (hijo de un defensor de los derechos humanos asesinado en 1987), ha escrito una novela de su pasado familiar que no interesa a nadie. Para mi gusto, aunque se queda corto en algunos detalles, tal vez tratando de ser políticamente correcto, La Oculta es una buena novela que si bien no descubre nada nuevo en su forma, en el fondo describe muy bien lo que los colombianos dicen de los antioqueños: son unos verracos. Tropo

Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Tiene una maestría en Comunicación Corporativa. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún. Se dedica a la comunicación visual y a la publicidad.

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Los telescopios que vi desde un poema Norma Quintana Los poemas que vi por un telescopio Yaxkin Melchy Fondo Editorial Tierra Adentro 2009

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iempre he pensado que dar a conocer un libro debería ser un gesto tan natural como el de presentar a alguien a nuestro mejor amigo. Las personas que organizan presentaciones, con el muy loable propósito de halagar a los autores, suelen concebirlas como ceremonias, a veces muy formales; y en ocasiones asistimos a verdaderos maratones de análisis, más propios de un estudio crítico que de un procedimiento cuyo objetivo primordial es conseguir lectores (y obviamente, justo es decirlo, compradores) para ese objeto creado para ser vuelto a crear por el acto de la lectura, gracias a la mirada de un personaje cuya presencia está implícita en toda obra literaria. Hay libros y autores que se ajustan a estas ceremonias, como un gato se acomoda en un cojín para dejarse aca-

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riciar. Pero la obra y el autor que voy a reseñar no responden a ese perfil. Y por eso voy a decir de la manera más natural que me sea dada las razones por las cuales leerían este libro y dejarían a su autor entrar en sus vidas, que es lo que uno hace cuando realiza esa suerte de comunión conocida como lectura. Lo primero que me gustó de este libro fue su título, porque así como cada ser humano lleva por delante su nombre como una marca identitaria —nuestro nombre nos representa y nos resume—, el título de una obra literaria es el modo que tiene el texto para decirnos quién es o qué quiere ser. En este caso, el libro nos está diciendo soy una aventura, un viaje, pero un viaje hecho a partir de la única vía que permite sustentar la emoción y mantenerla viva; pues, antes que realización y, por consiguiente, asunto concluido, será siempre posibilidad, deseo, meta: esa vía es la mirada que atisba detrás de la lente de nuestra sensibilidad posibilitando hacer nuestro el universo en el espacio que va de la percepción al reflejo de lo percibido, al concepto, y por consiguiente a la imaginación. Es un viaje este libro a la poesía inexistente, a la poesía que espera ser

creada, así como cuando miramos al firmamento con un telescopio lo que vemos es la luz enviada por los astros hace miles de años. También es un viaje introspectivo, una búsqueda en los laberintos de la mente, de la memoria, del propio ser. El poeta que se observa a sí mismo, como quien escudriña el firmamento, y se ve viajar en dos dimensiones: hacia la creación poética, o la salvación; y hacia su propio Minotauro interior. Lo segundo que me gusta de este libro es que, a pesar de su aparente desestructuración, es coherente, en el mejor sentido que es el de poseer la tan mentada armonía entre fondo y forma, o entre significado o significante. A la dimensión caótica de una conciencia atormentada por el absurdo cotidiano, por la vorágine de la vida urbana, los desencuentros y la imposibilidad de comunicación, se corresponde un lenguaje que echa mano de cuanto recurso puede ser útil para expresar ese caos. Y si esta manera de decir lo que no puede ser dicho de otro modo no es en rigor enteramente nueva, sí le sirve de vehículo a una sensibilidad auténtica, personal e irrepetible. Es, simplemente, la visión del mundo de Yaxkin Melchy, armada con circuitos, y fotos, y dibujos,


Yaxkin Melchy.

y textos enmarcados, y series de números binarios, fragmentos de prosa y versos en una aparente revoltura que no lo es en absoluto porque el poeta lo tiene todo bien ordenado. Intuición programada, sería el término más justo para definir cómo concibe el cuerpo textual. Lo tercero que me gusta de este libro es que es alivianado, incluso cuando toca temas estremecedores, porque su autor sabe que ser lúdico es el único modo de salvar la poesía del acartonamiento. Así que juega con las formas, y también con la tradición, y juega con el lector cuando lo saca de su zona de confort y lo obliga a cuestionarse el sentido de todo ese gran remolino, a pescar en río revuelto una pista que lo lleve a lugar conocido. Poesía estimulante, pienso yo, no provocadora: Yaxkin no es socarrón, ni cínico. Hay una vena secreta (a veces no tan secreta) de dolor, que precisamente hace más valioso su alegato contra el aburrimiento. Lo último que voy a decir de por qué me gusta este libro tiene que ver con el inevitable tema de la continuidad y la ruptura. He leído comentarios sobre el propósito contestatario de su poesía, y no sólo en el sentido de sus cuestionamientos de orden

moral, o ético, que también tienen su sitio en el aparente caos, sino en específico sobre la puesta en marcha de una maquinaria de negación respecto de la poesía canónica, convencional y universalmente respetada, maquinaria que supone, entre otras cosas la existencia de un movimiento, un grupo constituido, con plan para sí mismos y quizá no tanto una estética como una ética: a saber, los muchachos que se reconocen como “Los poetas salvajes”, que han encontrado su espacio en ese, el más democrático de todos los espacios: la red. Creo, sin embargo, que Yaxkyn y sus compas son la manifestación contemporánea, en México, de una larga cadena de rupturas con lo establecido cuyo rastro, al menos yo, puede seguirse hasta el Romanticismo, y de ahí al Modernismo, y de ahí a la Vanguardia con todos sus “ismos” (veo especial rastro de Huidobro y — obviamente— de Apollinaire con sus ideogramas y caligramas, supongo que no estoy descubriendo el hilo negro). Esta cadena de rebeliones constituye la vena por donde le llega de trecho en trecho un impulso ascendente, un ansia de transforma-

ción a la poesía, aire fresco, semilla de la evolución, de lo que cambia y a la vez permanece, y por eso este libro es también parte de una tradición. Sólo el tiempo dirá cuánto de lo que hoy enarbolan permanecerá frente a cadena de acontecimientos que serán sus vidas, sus experiencias personales. Pero hoy están ahí, y son fuertes porque creen en lo que hacen, tienen a su favor el desenfado, el sentido crítico, la entrega absoluta a su vocación literaria. Yo sólo puedo decirles, con ese gesto espontáneo del que les hablaba al principio: éste es el libro de Yaxkyn, y es parte de otro que siempre está escribiendo, porque es un libro del futuro, y se llama El nuevo mundo. Los obligará a pensar, incluso tal vez a estudiar un poco de física, pero nunca los aburrirá. Es un excelente compañero de viaje, les encantará conocerlo. Tropo Norma Quintana (Pinar del Río, Cuba) es poeta, crítica literaria y profesora en la UQROO en Chetumal. Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas en la Universidad de La Habana. Ha publicado los poemarios Éxodos (1991) y De pólvora y jazmines (2014), y el libro de ensayos La muerte en la poesía de Nicolás Guillén.

No deje de leerlo El corazón del tártaro. Rosa Montero (Planeta, 2005, 268 p.). Intercalada con referencias a la hermosa leyenda El Caballero de la Rosa escrita en el s. XII (que la protagonista relaciona con su propia vida), esta novela es un doloroso recorrido por una ciudad maldita, llena de barro y perros esqueléticos, por el Madrid de las barriadas, donde una editora de libros medievales huye de un pasado que regresa mostrando que “el mundo está lleno de historias tártaras, de realidades atroces y dolientes”. En este mundo de drogas y dolor sin sentido, que aloja lo mismo a miserables que a niños ricos, “lo peor es que las desgracias no suelen anunciarse”. Con esta obra, Montero refrenda su destacado lugar dentro de la narrativa española contemporánea. (PABLO LUNA).

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Papiros

El miedo a olvidarlo todo Ma. Ofelia Arruti

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El metal y la escoria, Celorio, Gonzalo Tusquets Editores 2014 320 p.

a más reciente novela de Gonzalo Celorio inicia en 1874 en Vibaño, pequeño caserío asturiano donde el abuelo del autor, Emeterio Celorio, se despide de sus padres para irse a “hacer la América”, con la esperanza de prosperar ahí y volver rico a España. Pero Emeterio nunca más vio a sus padres ni jamás regresó a su hogar. En capítulos alternos, Celorio nos va contando la historia de la familia de su abuelo paterno y la de su propia familia. El abuelo, que llega a México a trabajar con un primo suyo, tiene que vivir en la trastienda y pasa grandes apuros económicos. No obstante, termina siendo dueño de un gran imperio de bebidas alcohólicas y de una enorme fortuna que sus hijos mayores se encargan de dilapidar. Undécimo hijo de 12 hermanos,

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Gonzalo tenía apenas 14 años cuando murió su padre y sus recuerdos se entrelazan con los de sus hermanos mayores, a quienes aborda constantemente para preguntarles sobre la historia de la familia de la que sus padres jamás hablaban, como si fuera tabú. No es fácil ser el hermano número once. Sobre todo, cuando tus padres te llaman, recitan un largo rosario de nombres antes de llegar al tuyo o te dicen “chiquillo de mierda”, como terminó su padre por llamar al autor, no con enojo, sino incluso con afecto, simplemente porque no recordaba su nombre. A lo largo de la novela, se alternan e interpelan una primera y una segunda persona, a veces la voz de Benito, quinto hermano del autor; a veces, el propio autor que se habla a sí mismo y al lector: “porque fuera de las experiencias directas y personales que aquí relato, la historia de la familia no la cuento, sino la escucho”. Hay personajes inolvidables, como la tía Luisa del Barrio, fundadora de la Alianza Francesa en Torreón, e historias entrañables, como la aventura del tío Severino Celorio, expulsado del país, a pesar de ser mexicano, por ser un “traidor gachupín” y quien finalmente, aunque demasiado tarde, obtuvo el indulto para regresar al país

cuando se supo que la causa del destierro no tuvo cariz político, sino una venganza de amores. Pero junto a muchos de estos pasajes brillantes, hay descripciones minuciosas que resultan tediosas, y uno no se explica por qué el autor puede pensar que tales detalles nos podrían interesar. Quizá porque la obsesión del narrador es contrarrestar el olvido y estas descripciones son un recurso primordial utilizado para atemperar su temor a sufrir en carne propia el Alzheimer que padecieron su padre y su hermano Benito. Por eso, al llegar al final, cuando describe cómo su hermano Benito está perdiendo no solo sus recuerdos, sino también el habla, el lenguaje e incluso su lugar en el mundo, puedo entender la enorme angustia que siente Celorio ante el temor de pasar por lo mismo. Me doy cuenta de que esos pasajes tediosos no solo son necesarios, sino también significativos. Y me reconcilio definitivamente con la novela y con su autor. Tropo

María Ofelia Arruti. Es traductora, editora y correctora de estilo. Radica en Cancún desde 2003.


No deje de leerlos Cuentos de un minuto. István örkeny (Tecolote, 2014, 219 p.) Se podría decir que retratan la sociedad europea (especialmente a los húngaros) en un contexto histórico y social determinado —después de la II Guerra Mundial—, pero al leerlos también nos encontramos en ellos, con nuestra realidad y los caminos que pueda tomar. Altamente ingeniosos, con formas y anécdotas variadas, sobre una base de humor e ironía, nos permiten reflexionar (u observar) al individuo, sus relaciones con los demás y con la patria. Esta edición (antes Thule) está disponible en las Salas de Lectura; aunque es mejor tenerla cerca y frecuentemente tomar uno de sus 93 textos para degustar la sorpresa que nos depara. (LIZBETH PEÑA). El perro guardián de las estrellas. Takashi murakami (Kamite, México, 2015, 128 p.). Manga narrado por Happy, un perro adoptado que es testigo de la desintegración de su familia sin comprender lo que sucede. Él queda bajo el cuidado de Papá, quien emprende un viaje para vivir su última aventura. Resaltan la sencillez —que abunda en la organización de las viñetas —, la presencia de diálogos cortos y efectivos que realzan las ilustraciones de la vida cotidiana, los paisajes de Japón y la expresividad en las emociones de los personajes. Una historia profunda sobre el corazón del ser humano, el amor incondicional de un perro y el incesante ciclo de la vida. (ABEL NAAL). Mi nunca jamás. David Meza (Cuadrivio Ediciones, 2015). Quizá uno de los poetas más reveladores de la generación de los noventas. En este libro —el segundo de su producción— reafirma, como lo hizo en El sueño de Visnu, que porta no sólo el aliento más robusto de sus congéneres, sino una rabia creciente y capaz de tomarle el pulso a cualquier tópico. Libro de desbordes y hallazgos que, de pronto, arrojan puñaladas traperas, Mi nunca jamás nos recuerda a veces al mejor Pedro Casariego o al Cardoza y Aragón más compenetrado con el status poético del yo en el universo. Hay poetas que, de cuando en cuando, ofrecen obras inquietantes y propositivas; David Meza es, sin duda, uno de ellos. (JOSÉ ANTONIO ÍÑIGUEZ) Mr. Gwyn. Alessandro Baricco (Anagrama, 2012, 178 p.). Después de “Seda”, Baricco se enfrenta a lectores con muy altas expectativas y el reto de superarse a sí mismo. Por eso con “Mr. Gwyn”, historia de un exitoso escritor que decide dejar de publicar sus libros y dedicarse a algo jamás visto (realizar retratos en prosa), me sorprendió nuevamente. Misterioso y seductor, Baricco va tejiendo con magia un thriller poético suave, delicioso e intrigante, para al final acelerar de una forma apasionada. Si te atrae aquello que el lenguaje ya no puede explicar, esto es definitivamente algo que debes leer. Al final querrás entrar en la historia, desnudarte ante el retratista y averiguar todo eso que Baricco nunca dice. (MARIEL TURRENT).

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Para acercarse a lo diferente Vanesa González-Rizzo Krasniansky El curioso incidente del perro a medianoche Mark Haddon Ediciones Salamandra Barcelona 2004, pp 268

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uando uno empieza la lectura de El curioso incidente del perro a medianoche lo primero que siente es extrañeza. Parece que algo raro sucede, porque al avanzar en la lectura, no se entiende el orden de los capítulos y se sospecha que nos vendieron una copia mala o que la versión de Internet no es la correcta. Si a ello se le suma que el protagonista —Christopher, un muchacho de quince años, quien escribe el libro que leemos— dice que sabe todos los países del mundo con sus capitales y los números primos hasta el 7,507, pero desconoce los gestos más elementales, cree uno estar en un sitio confuso. ¿Por qué sentimos esa extrañeza? La respuesta es sencilla: desde sus primeras letras el libro nos remite a la otredad, a lo que escapa a nuestra comprensión cotidiana. Las herramientas para evaluar nuestras percepciones diarias y para colocar las diferentes experiencias en categorías nos dicen que algo ajeno se está vi-

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venciando. Se cruza la frontera de lo conocido, lo seguro, lo comprensible. Porque tenemos pánico a lo que no entendemos. La invitación del texto es acercarnos a lo diferente, eso que nos parece loco y que desde siempre se ha marginado, maltratado e intentado alejar. Cuánto nos cuesta reconocernos allí, en ese que tiene miedo cuando hay muchos sonidos, o en ese sentir ganas de acurrucarnos cuando la multitud se aproxima y el espacio es reducido. Cuánto nos cuesta tomar contacto con la parte psicótica de nuestra personalidad, como la llamaba Bion. La que en mayor o menor medida todas y todos tenemos. Christopher asiste a una escuela para personas especiales y sabiamente nos invita a reflexionar: “(…), porque todo el mundo tiene dificultades de aprendizaje, porque aprender a hablar francés o entender la relatividad es difícil. Y todo el mundo tiene necesidades especiales, como Padre, que tiene que llevar siempre encima una cajita de pastillas de edulcorante artificial que echa al café para no engordar, o la Señora Peters que lleva en el oído un aparato de color beige para oír mejor, o Siobhan, que lleva unas gafas tan gruesas que si te las pones te dan dolor de cabeza (…)” Ser especial, diferente y tener problemas para comprender las

reglas del mundo no es sencillo. La locura es dolorosa. Nuestro protagonista vive con el síndrome de Asperger catalogado como uno de los “trastornos del espectro autista”. Sus características son particulares, pues el lenguaje no está comprometido, pero genera dificultades en la interacción social y en la comprensión de situaciones de la vida diaria. Se manifiesta a edades más avanzadas que el autismo y en muchas ocasiones las personas tienen áreas cognitivas en las que destacan. Como Christopher que posee un talento descomunal para las matemáticas. No solo las domina para comprender el mundo exterior, sino que también las utiliza para calmar su mundo interno. Cuando está muy angustiado o con miedo frente a las situaciones que le rodean, los cálculos matemáticos complejos le permiten relajarse, calmar su cabeza y concentrarse en lo que tiene que realizar. La historia enfatiza el valor de la verdad, y muestra tanto la dificultad de tener un hijo con estas características como la violencia del mundo hacia estos chicos. Sobre todo, nos


(…) mientras leía el libro también pensaba: ¿qué hacemos en nuestro estado con las y los niños con algún tipo o grado de autismo? ¿Cuánto nos ocupamos de quienes tienen problemas mentales? ¿Hay profesionales de verdad capacitados? En mi experiencia clínica, trabajando con pacientes con problemas graves, las dificultades para encontrar colegas con quienes hacer equipo, han sido enormes. Hasta hace un mes no había paido psiquiatras en Cancún… (…) permite adentrarnos en la mente de un muchacho que vive con rasgos autistas. Nos invita a descubrir que hay otras miradas posibles y que lo que para alguno de nosotros puede resultar muy sencillo, para otro significa una fuente de angustia muy grande. Por ello, la confianza y la verdad, junto con la autenticidad, son parte de las enseñanzas de la novela del escritor británico Mark Haddon. Por otra parte, mientras leía el libro también pensaba: ¿qué hacemos en nuestro estado con las y los niños con algún tipo o grado de autismo? Sobre todo, niños (hay cuatro veces más niños que niñas con este padecimiento). ¿Cuánto nos ocupamos de quienes tienen problemas mentales? ¿Hay profesionales de verdad capacitados? En mi experiencia clínica, trabajando con pacientes con problemas graves, las dificultades para encontrar colegas con quienes hacer equipo, han sido enormes. Hasta hace un mes no había paido psiquiatras en Cancún y el abordaje desde el lado de los medicamentos significaba poner camisas de fuerza químicas y no conectarse con la construcción subjetiva de la personalidad. Al parecer, el trabajo emocional está poco valorado y se busca entrenar a estos niños para incluirlos en marcos que nos hemos establecido como norma. Las familias también sienten mucha presión social y en las escuelas hay poca sensibilidad (y las que la

tienen son muy costosas). No hay un hospital psiquiátrico o un centro de atención especializado para la salud mental. Cualquier familia que tenga un integrante con alguna dificultad seria desde esta perspectiva, tendrá que hacer esfuerzos titánicos para recibir atención. ¿Se relaciona esta deficiencia institucional con el hecho de vivir en Cancún? En nuestro imaginario, vivir en Cancún o en Quintana Roo significa estar cerca del mar y ello siempre es saludable. ¿Cómo puedes estar mal si vives en la playa? No tenemos estadísticas precisas en relación con la salud mental, pero sabemos que los suicidios en el estado están por encima de la media nacional. La depresión es recurrente y quizá se deba a la soledad, al aislamiento en el que viven muchas personas que vienen a trabajar con la idea de hacer dinero. Descuidar la salud mental por ser un estado joven, resulta absurdo. Tampoco podemos tolerar que porque hay pocos profesionales se puede hacer lo que sea con niños o jóvenes que, como Christopher, tienen problemas graves en su desarrollo. Brindar la atención pertinente para que cada persona pueda tener un lugar, es una tarea pendiente por realizar. Sólo así podremos abrigar un final esperanzador donde el talento y esas diferencias grandiosas de las personas con Asperger les permitan ser felices. Tropo

Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 15 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en el 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro activo de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad la Salle Cancún, entre otras instituciones.

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cine

Tertulias

(…) la estúpida insistencia de encontrar la felicidad justo en el lado opuesto de donde debemos concentrarnos: la sinceridad de las cosas simples y llanas que rodean nuestras vidas, el amor y las imperfecciones de nuestras parejas, hijos o padres, quienes a diario lidian con nuestras infinitas frustraciones, necias convicciones y detestables, aburridos o indescifrables estados de ánimo.

No es lo mismo hap-in-ess que have-a-penis Antonio Uribe

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l título de este texto es la broma de la cual se ríen intensamente Clara (Rosamund Pike), una mercadóloga que diseña campañas de productos farmacéuticos, y Héctor (Simon Pegg), un psicólogo obsesionado con la idea de “felicidad”, ambos integrantes de una pareja que parece llevar una tranquila y ordenada vida feliz. Simon Pegg se encuentra dentro del grupo de los mejores actores de comedia actualmente, que puede interpretar lo mismo un rol de “héroe de acción asistente”, como recién lo hizo en su papel de Benji, un informático que pasa a agente de campo en “Mission: Impossible - Rogue Nation” (2015) al lado de Tom Cruise, a diferencia de un actor de acción (como el caso de Mr. Cruise por ejemplo) que muy difícilmente podrá actuar un excelente rol como el de Pegg en “Hector and the Search for Happiness”, la película del director inglés Peter Chelsom, quien tras ocho intentos tal vez haya conseguido con este su mejor logro. Chelsom ha entregado sendas vergüenzas a la pantalla grande —“Hanna Montana The Movie” (2009)—, e incluso fue ya nominado en los “Razzie Awards” como el peor director por la sosa comedia llena de actores de primer plano “Town&Country” (2001). Sin embargo, lleno de nuevas ilusiones regresa cinco años después con esta comedia

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un tanto romántica e introspectiva. La obra muestra a un doctor de clase media inglesa (léase clase alta mexicana) que decide emprender un viaje de aventuras para darse cuenta que los mejores momentos de su vida —aquellos que le hacen “verdaderamente feliz”— se encuentran en la cotidianidad de su casa-trabajo-hobbies y en la relación con su mujer Clara. Apenas vista en salas de México, “Hector and the Search for Happiness” es la repetida conclusión de algunas otras historias que abordan el tema del viaje personal que se realiza por decisión propia o circunstanciales, al fin del cual el protagonista encuentra el verdadero


Cecilia Alonso. Fluye 10. Serie Latidos (detalle).

sentido de “ser feliz”. Sin embargo, con “Héctor” difiere en que no es lo mismo ver la transición “cuestiona-triste/encuentra-feliz” en la piel de Pegg que en la de Julia Roberts, por ejemplo, en “Eat Pray Love”(2010) —película dirigida por otro muy mediano director (Ryan Murph)—; o siquiera con Russell Crowe en “A Good Year” de Ridley Scott (2006), en donde el australiano tiene que viajar al viñedo heredado de su tío recién fallecido, para encontrar la felicidad entre las uvas y el amor de Archie Panjabi como Gemma. Pegg es una clase de actor inmensamente superior a la chica de Prettty Woman, además complementado con un envidiable elenco: Pike, Jean Reno, la portentosa alemana Veronica Ferres, Stellan Skargard, Toni Collette y, por si fuera poco, Christopher Plummer. Más que el viaje en sí mismo, todos estos personajes dan las lecciones que Héctor necesita para regresar su estado mental y anímico, justo al centro de lo que él supone está huyendo. La película se desenvuelve entre diálogos simpáticos y frases bien diseñadas, que se entrelazan en animaciones, anotaciones y los sueños de Héctor. Por momentos aquí se acerca a la estética de Kurosawa y sus “Sueños”, en donde el propio director se sueña cuestionando la felicidad, que comprende a pedazos en cada fragmento de su subconsciente, tanto al encontrarse con VIncent van Gogh (por cierto interpretado por Martin Scorsese) y sus lavanderas.

Fuera de las limitaciones de Hollywood, el filme también roza y hace recordar el modesto viaje al que Silvio Soldini nos lleva en “Pane e Tulipani” (2000) en donde Licia Maglietta hace de una simpática ama de casa explotada por el “amor” de su propia familia, hasta redescubrirse como hecha para un “más allá” de las labores domésticas y de las exigencias de sus hijos y esposo. Hacia el final, Pegg transmite la conclusión de su viaje en una escena de sentimentalismo bien conducido y libre de la cursilería propia de una historia de amor, que arranca del público una que otra lágrima en recuerdo de la estúpida insistencia de encontrar la felicidad justo en el lado opuesto de donde debemos concentrarnos: la sinceridad de las cosas simples y llanas que rodean nuestras vidas, el amor y las imperfecciones de nuestras parejas, hijos o padres, quienes a diario lidian con nuestras infinitas frustraciones, necias convicciones y detestables, aburridos o indescifrables estados de ánimo. Tropo

Antonio Uribe. México D. F. (1973). Licenciado en Mercadotecnia, cursa un MBA en el ITESM. Promotor cultural, es parte del proyecto Divertimento Taller de Artes Visuales, que busca convertirse en una referencia en la creación visual además de apoyar otras disciplinas. Actualmente publica en Luces del Siglo/Reforma y colabora con Tropo a la uña.

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Tertulias

video en casa

Belleza americana Miguel Meza

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elleza americana (1999), la primera cinta del joven cineasta Sam Mendes, es mucho más que una simple comedia negra sobre el fracaso del sueño americano. El tono ligero del relato y el humor corrosivo que destila la anécdota pueden resultar engañosos en un inicio y hacernos creer que estamos ante una comedia más que ridiculiza al hombre norteamericano promedio, exitoso y decadente. Conforme avanza la cinta, confirmamos que Mendes rebasa la tentación de una parodia satírica cómoda y nos instala en un nivel tragicómico de alcances críticos demoledores y, por lo mismo, más eficaces. La historia de una familia típica de la sociedad norteamericana contemporánea —cumplidora puntual de esa falacia del sueño americano que identifica bienestar profesional y social con felicidad— nos muestra pronto sus contradicciones y nos permite vislumbrar el trasfondo de vacío y sinsentido detrás de la apariencia aséptica en que viven sus miembros, todos ellos depositarios de los beneficios materiales de una sociedad adinerada, pero incapaz de comunicarse ya entre sí de manera sustancial. Bajo esta premisa, la crítica a la familia perfecta es brutal: Lester Burnham (interpretado por un Kevin Spacey que alcanza un prodigioso equilibrio entre parodia y drama) es un padre de familia aparentemente normal, profesional exitoso pero frustrado, condenado por su cónyuge a un onanismo cíclico; Carolyn (Anette Bening, insuperable en el registro de una personalidad histérica y obsesiva) es la esposa compulsiva y frívola cuya mayor preocupación es emular al vendedor inmobiliario más exitoso de la competencia; y Jane (Thora Birch), la hija adolescente amargada y solitaria, es la joven harta de su patética familia e insegura de sí misma porque no cumple el ideal de belleza femenina propuesto por la sociedad. Ante la posibilidad de volver a sentir la vida a través de la pasión que le despierta la amiga de su hija, el cuarentón Lester inicia una súbita transformación, primero de ma-

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nera superficial —inicia un programa de ejercicios y fuma marihuana— y luego siendo más radical —renuncia a su empleo e intenta comunicarse realmente con su familia— hasta propiciar el desastre cuando, sin proponérselo, pone en movimiento un mecanismo que atenta contra el precario equilibrio de la falsedad social en que vive. Los personajes secundarios, fundamentales para el desarrollo de la trama, son asimismo prototipos de la paradoja que subyace en la aparente normalidad: Ricky Fitt (Wes Bentley) es el joven vecino de la familia, correcto y disciplinado, coleccionista de videos, quien al parecer sólo logra comunicarse con el mundo exterior a través de su cámara —de ahí que filme obsesivamente a Jane— y quien cumple irónicamente las premisas del ejecutivo exitoso en su microempresa de narcomenudeo; el padre de Riky, Frank (Chris Cooper), un ex militar reaccionario que odia a los homosexuales y que ha convertido a su esposa, a través del sometimiento y la humillación, en una perfecta autómata. Y finalmente, Ángela (Mena Suvari), la amiga de Jane, coqueta y hábil manipuladora de su belleza, quien en el fondo se sabe superficial y quien necesita reafirmarse continuamente en la promiscuidad para no caer en el abismo de su propio vacío. Al ir más allá de la simple parodia del sueño americano y centrar su reflexión en la dimensión humana de sus personajes, Mendes ha logrado, a través de la figura de Lester, un retrato aleccionador de las paradojas del hombre contemporáneo que al intentar ser digno ante sí mismo se enfrenta a la inercia aniquiladora de la sociedad en que vive. Tropo


cine

Fuerza mayor: una avalancha emocional Enrique Medina Tantas historias sobre héroes y la presión de ser héroes y de realizar actos heroicos en situaciones terribles. Pero la verdad es que cuando tienes la realidad enfrente, te da miedo morir y muy pocos somos heroicos.

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Mats, en Fuerza mayor

uerza mayor (2014), ganadora del premio del jurado en el festival de Cannes, con guion y dirección del sueco Ruben Östlund, inicia mostrándonos a una ideal y perfecta familia feliz tomándose las fotos que les recordarán sus inolvidables vacaciones en los Alpes franceses. Cinco días en la nieve bastarán para mostrarnos a través de un drama salpicado con mucho humor cómo la imagen paterna y el arquetipo masculino se van al carajo, pero no solo eso, la idea utópica de familia, con todo y la obligada fidelidad de la mujer, también es cuestionada. El matrimonio como institución no queda muy bien parado. Östlund nos muestra como a cañonazos incesantes y dando mantenimiento por las noche, una natural belleza se convierte en ese paraíso nevado con todo a modo para producir un bienestar físico y anímico en sus visitantes, lo cual, por lo menos para los protagonistas, no resulta. Durante el almuerzo del segundo día en el hotel, la familia formada por Ebba, Tomas y sus dos hijos vivirán una impresionante avalancha controlada. No hay desastre, no hay víctimas. Tampoco héroes: Tomas, apegándose a su instinto de supervivencia y haciendo válido eso de “más vale que digan aquí corrió, que aquí murió”, sale de ahí con tal velocidad que el mismo Usain Bolt palidecería de envidia. La aterradora experiencia y la decisión del padre de familia ante el inesperado evento tendrán consecuencias inmediatas en cada uno de los integrantes del clan, sobre todo en Ebba, que, decepcionada, producirá su propia avalancha emocional

llevándose en ella a todo aquel que se atraviese en su camino. Östlund no hace una película de acción, no abundan los efectos especiales, el ritmo es lento, nada que no se espere de una película europea; sin embargo, las situaciones, los diálogos, las actuaciones y la bella fotografía, a cargo de Fredrik Wenzel y Arne Wergeland, mantienen la película en muy alto nivel. El espectador no terminará feliz y sonriente al final de esta, a pesar de que en varios momentos se provoca la risa, pero es la risa nerviosa que se da en los momentos embarazosos; hay incomodidad, mucha, sobre todo cuando somos testigos de esas conversaciones y discusiones entre personajes que curiosamente nunca llegan a un acuerdo. En términos legales se denomina fuerza mayor al hecho que impide que la voluntad de dos partes sea llevada a cabo. El director también se ríe, pero de nosotros: nos engaña con la escena de la avalancha, y nunca llega esa película de desastre natural y supervivencia humana gracias al amor y unión de la familia. Nada que ver; él no es Hollywood. Sigue luego un par de escenas de bromas, ridiculiza a los personajes masculinos, da un golpe bajo directo al ego del galán para luego mostrar qué tan primitivos somos; sin embargo, es equitativo porque también al sexo femenino le reparte candela. No conforme con eso nos receta dos finales: uno, irónico, el otro, además de ser desconcertante, le da vuelta a la tortilla. Nuevamente una acción en apariencia controlada termina en algo imprevisto. Y al igual que hace Tomas, no queda más que sonreír, caminar intentando entender qué paso, quizá un cigarro no venga mal para seguirlo pensando. Tropo

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Tertulias

Cancún en tiempo de

híbridos

Mauricio Ocampo Campos Era un gran pueblo magnético con Marías ciclotrónicas, tragafuegos supersónicos y su campesino sideral.

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Rockdrigo González

uestra ciudad sigue cumpliendo su mayoría de edad, y los cuarenta y tantos asoman a rajatabla en su dinámica social. En un primer momento, el sentido identitario del cancunense se perdía en la incertidumbre del quedarse o el volver a la tierra de origen: una sociedad flotante era su esencia: la tierra de las oportunidades. Llegando de distintas partes de nuestro país, Cancún se pintaba de diversidad cultural, con el sentido de pertenencia incierto, pues la estabilidad económica determinaba el quedarse o marcharse. Más de cuarenta años han pasado desde que la cuna acuñó a la serpiente, y entonces, nuestra ciudad va ya configurando su YO. El crecimiento urbano desproporcionado y una carente o incipiente planeación han modificado el paisaje de este lugar desde los sentires y saberes comunes del inconsciente colectivo, principalmente en las zonas más viejas de la ciudad, una ciudad configurada con el fenómeno migratorio. Las constructoras inmobiliarias han planeado (mal) las zonas geográficas más nuevas en su dinámica de uniformidad social. El efecto de esta dinámica en las relaciones interpersonales, vecinales y de comunidad es terrible: más que zonas de ambientes agradables, han creado caparazones endebles que generan distancia entre sus habitantes.

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Ese modelo denominado “modernización” viene también a confrontar lo efímero con lo eterno. Así, en esos espacios de distribución urbana, las identidades culturales rurales —con sus lenguas, su gastronomía, su vestimenta—confluyen con identidades de otras metrópolis como Monterrey, Guadalajara, el D.F… configurando lo popular de este destino turístico. Lo popular es lo excluido: los que no tienen patrimonio o no logran que sea reconocido y conservado; los artesanos que no llegan a ser artistas, a individualizarse, o a participar en el mercado de bienes simbólicos “legítimos”; los espectadores de los medios masivos que quedan fuera de las universidades y los museos, “incapaces” de leer y mirar la alta cultura porque desconocen la historia de los saberes y los estilos (García, Nestor 1999: 119). Y al mismo tiempo, se generan otros encuentros: el de estas dos identidades con ciudadanos de otras partes del mundo que han decidido habitar nuestra ciudad, y con ciudadanos nacidos en Cancún. Sin embargo, no sólo estas diversidades entran en las palestras. Industria cultural y comunicaciones masivas designan los nuevos procesos de producción y circulación de la cultura, que corresponden no sólo a innovaciones tecnológicas sino a nuevas formas de la sensibilidad, a nuevos tipos de recepción, de disfrute y apropiación. Y que tienen si no su origen al menos su correlato más decisivo en las nuevas formas de sociabilidad con que la gente enfrenta la heterogeneidad simbólica y la inabarcabilidad de la ciudad. Es desde esa relación como adquiere espesor cultural lo que pasa en y por los medios y las nuevas tecnologías de comunicación: el modo en que los medios constituyen lo público integrando un imaginario que de alguna manera articula el imaginario urbano disgregado. Es decir, la espectacularización televisiva sustituye la teatralidad callejera de la política, el debilitamiento del sentido histórico y las concepciones globalizadoras, resultado de la inmersión


Bloques de concreto, adrianhernandezbinz.com

en tecnologías que —como el video-clip o los videojuegos— desmaterializan y descontextualizan pues proponen la discontinuidad como hábito perceptivo dominante, al mismo tiempo que cargan de creatividad y sensualidad la relación con la tecnología (Barbero, Martín; et-al: 2001). Así, la industria cultural presentada como mercancía a través de sus grandes campañas de marketing publicitario en medios de información y en megatiendas, pretende permear a las culturas auténticas —si éstas tienen algo que pueda ser vendido— y en ocasiones aniquilarlas —si presentan resistencia—. Y éstas a su vez incluyen a aquélla, la rechazan, la sincretizan o simplemente coexisten, como afirmara Bonfil Batalla en su México profundo (1987): el indígena seguirá siendo indígena, si aún al usar tenis Nike se asume como tal, pero siempre bajo la siguiente dinámica: la industria cultural querrá ponerle precio a todo acto procreativo, y las culturas auténticas pretenderán resistir estos embates. La migración, por su parte, en tanto imaginario de construcción de identidades, trae sobre sí un código cultural implícito propio de un territorio. Y que al llegar

aquí, no siempre desemboca en un sincretismo cultural, es decir, no siempre las visiones del mundo se fusionan; en ocasiones se repelen, otras se excluyen, otras se toleran, a veces simplemente coexisten –según se ha dicho—. Pero todas en su conjunto van forjando, en un proceso transitorio de hibridación, un sentido de identidad que al superar estas contradicciones dará una identidad auténtica. Porque las identidades culturales auténticas no se crean atrás de un escritorio. Se crean y recrean, se inventan y reinventan desde las necesidades procreativas mismas de los sujetos. Y en estas construcciones culturales confluyen muchos proyectos y diferentes formas de entender el mundo, de apropiárselo, de transformarlo, se mueven horizontal y verticalmente en las distintas estructuras sociales. En sus cuarenta y más años de existencia, nuestra ciudad está inmersa en un proceso dialéctico de encuentros identitario/culturales, que darán forma en las próximas generaciones a una identidad auténtica que nos lleve a afirmar: culturalmente, esto es lo que nos representa a los cancunenses… Mientras eso sucede, seguimos siendo actores de este tiempo de híbridos… Tropo Bibliografía: Bonfil, B. Guillermo (1987). México Profundo. Una civilización negada. México: Grijalbo. Barbero, Martín; et-al (2001). Sobre “Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad”. En: Magazín Dominical, No. 445, El Espectador, Noviembre 3. García, Néstor (1999). Culturas hibridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. México: Grijalbo.

Mauricio Ocampo. Sociólogo con especialidad en Cultura y maestro en Pedagogía. Es autor del libro La Universidad Pú-

blica: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012).

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Tertulias

Bestalia Itinerario René Vera

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Estimado Alberto: n mi afán de encontrar al viejo he recorrido esta ciudad, que parecía moverse junto conmigo. No di con su paradero y estoy desalentado. Las calles me juegan bromas que no acostumbro. Se alargan y contraen hasta que caigo casi rendido. Luego ceden y dan paso a una nueva calle. Así, después de mucho caminar decidí ir a verte, pero Azrael no lo tomó a bien y desistí hasta convencerlo. Ahora se para en una esquina de nuestra pequeña habitación y se queda ahí durante horas. Poco a poco me ha dejado de hablar. Solo me ha dado una pista para que no abandone la búsqueda. Creo que lo hace más bien para retrasar nuestro encuentro. Siguiendo su consejo fui a visitar al Dimas, un psicomante que lee la palma de la mano. Es tal vez el único remedio contra la incertidumbre: dejarnos caer en la otra incertidumbre del azar. Al llegar, sacó las cartas españolas. Bastos. Mi mejor mano fueron unos bastos que nunca me parecieron muy agradables pero frente a la interpretación de Dimas me lo han parecido menos todavía. A veces el sol de este lugar arroja pensamientos ciertos sobre mi futuro pero las cartas dicen que nunca conoceré el final de mi camino. Yo no sé lo que eso significa. Mi colección de objetos (que es más tuya porque a mí me basta ver a los nuevos seres y eres tú quien requiere las pruebas) tal vez nunca concluya. ¿Pero a quién le alcanza la vida para conocer todo aquello que necesita conocer? Después de las cartas

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tomó mi mano y se puso a cantar. Me pareció uno de esos charlatanes que mueven muñecos de trapo y que le dicen al público que les da vida con la mente, nada más que yo era ese muñeco de trapo y también el público. Me movía por las artes de la adivinación y me pedía arrojarme al abismo de la certidumbre de un azar que no era el mío. Al final cedí. Tal vez por comodidad y pensando que tú siempre estarías ahí para encontrarte y que un nuevo atraso realmente no iba a cambiar el rumbo del nuestro camino y mucho menos el mío. Por eso ahora te escribo. Para pedirte un poco más de tiempo y que me desees lo mejor. Tengo una lista de seres a los que visitaré y los puntos en la ciudad que el adivino marcó en la palma de mi mano. Azrael me dará las entradas, las llaves para cruzar. Más bien, él es la llave. También predijo que buscaré un nuevo compañero. La primera visita es Baba, una joven partera. Y con ella encontraré a nuestro nuevo compañero. De ahí viajaré a las estancias del Xibalbá. Si vieras las cosas como las veo ahora. Pedí prestada una certeza y ahora la voy a tomar. En esta ocasión no te mando una prueba. O más bien no una que sirva por sí sola ya que no funciona sin el prestidigitador. Te mando esta baraja española. Ojalá encuentres a alguien que te tire la suerte como me la han echado y que encuentres tu camino. Sergio P.D. El rostro de Azrael me recuerda un poco al tuyo.


Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga Viliesid

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l 1 de septiembre de 1859, poderosas ráfagas y eyecciones incontables de masa coronal anunciaron una súper tormenta solar, la más intensa erupción electromagnética ocurrida hasta hoy. En aquella memorable ocasión, nuestra inquieta y siempre misteriosa estrella lanzó hacia el espacio miles de millones de toneladas de partículas cargadas que, al chocar con el campo magnético de la Tierra, provocaron caos y belleza: por un lado, el aumento enloquecido de las corrientes eléctricas en las líneas del telégrafo, desquició el medio de comunicación masivo de aquel entonces; por otro, un espectáculo imprevisto de auroras boreales rojas, verdes y moradas, visibles en lugares tan australes como Hawái y Panamá, impactó a los azorados terrícolas que las presenciaron. Nunca ha vuelto a ocurrir nada parecido. Lo que no quiere decir que no pudiera suceder en cualquier momento. Y para quienes, hace 156 años, oteaban los cielos nocturnos con la ayuda de telescopios, tablas matemáticas, fórmulas algo y logarítmicas, mapeos astrales, tránsitos siderales, retrocesos cósmicos, órbitas coincidentes y fases discrepantes, para ellos, decíamos, resultó evidente el trastorno sutil en la consonancia de los mundos paralelos que el Sol, en su caprichoso y explosivo simulacro, había provocado de forma por demás extravagante y dramática. Entre aquellos sabios consultores y consultantes de los fenómenos celestes, nadie como la damana del observatorio de Pyxis para advertir el casi imperceptible cambio en la vibración del centenar de dijes ambarlunares de todos los tamaños que colgaban del techo de la biblioteca, espacio conocido también como el Cónclave Pluribus Axis Mundi, cuya sorprendente y arcana papiroteca había sido donada por los viajeros Atemporales. Permítaseme una breve digresión para afirmar que sobre los Atemporales no diremos absolutamente nada en este texto. No que no merezcan las más completas y dedicadas alusiones y agradecidas remembranzas, sino porque precisamente las valen tanto que ameritan ser objeto de una larga disquisición propia, y no, como en este

caso, compartida. Hoy nos ocupan los tormentosos caprichos solares y el resultado oscilante, demencial, mutable y desestabilizador que ejercieron en la estética euritmia de los instrumentos de precisión ambarlunares de aquel y de otros laboratorios del saber ancestral. La damana corroboró la milimétrica perturbación en el ambarluna; bien sabemos que son los ínfimos detalles los que realmente cuentan y tienen luego consecuencias tan insólitas e improbables como irrevocables e indefectibles. Se percató de inmediato que durante años, quizá décadas, las de por sí escasas posibilidades de traslación entre universos paralelos se verían drásticamente reducidas, no solo en detrimento de investigaciones científicas de insospechable peso y trascendencia, sino también de los avances que ya se habían logrado en la intercomunicación con los habitantes de otros mundos. A pesar de tal tragedia, la damana suspiró aliviada. Las propiedades fulgurantes, voluptuosas, nigrománticas, alcaloides, inescrutables y lúbricas de los dijes de ambarluna, no sólo no habían sido afectadas ni habían disminuido, sino todo lo contrario, como lo demuestra la celebración de los portentos solares a la que se entregaron los estudiosos cófrades y las letradas correligionarias integrantes del erudito cuerpo investigador del Cónclave Pluribus Axis Mundi. No hay noticia verídica ni crónica detallada de lo que ocurrió aquella noche. No obstante, es de suponer, basándonos en lo que al día siguiente anotó la aplicada damana en su bitácora, que todos se entregaron diligentemente a la degustación de un exquisito y clandestino licor de ambarluna, con las consecuencias que de ello se desprenden y que es posible imaginar… Tropo

Lorena Careaga Viliesid es antropóloga e historiadora. Su vida académica ha girado en torno a la historia de Quintana Roo, del Yucatán decimonónico y de la Guerra de Castas. Fue jefa de la Biblioteca Antonio Enríquez Savignac de la Universidad del Caribe en Cancún. Ha escrito numerosos libros, ensayos y artículos en revistas especializadas, tanto de México como del extranjero.

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Tertulias

Mario Islasáinz: poesía y experiencia de vida Jorge Yam y René Vera

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uchos factores determinan la decisión de un escritor de otra latitud para pasar una estancia lejos de su lugar de origen. El deseo de compartir vivencias y conocimientos y una amistad nacida de una reunión de escritores (el Encuentro Internacional de Escritores en la Región de los Ríos 2014) produjeron en este caso la singular travesía de Mario Islasáinz. La zona norte del estado necesita sin duda una afluencia mayor de escritores para nutrir a los jóvenes creadores. Y como no existen instituciones en ciudades como Cancún, Playa del Carmen y Cozumel, que cumplan con esta función, el trabajo conjunto de promotores culturales cobra cada vez mayor relevancia. Fue así como varias instancias de promoción cultural (Promotora Cultural Maya, el Centro de Creatividad Literaria y Colectivo Colectivo junto con la promotora Brigi Pulido) se unieron para traer a nuestra región a este escritor durante la primera quincena de septiembre. Estos organismos en conjunto asumieron la tarea de preparar los talleres y presentaciones que realizó el creador durante estos días. Las actividades fueron realizadas en distintos recintos acondicionados como el jardín de Arte Edén en Playa del Carmen (que por cierto ya ha cerrado sus puertas), Café Galería de Arte Divertimento y el Tecnológico de Cancún. En la plática que dio en Cancún titulada “Mis 35 años como escritor”, el público allí reunido presenció a un escritor no solo comprometido con la literatura sino a un hombre capaz de transmitir el poder vital de las letras. Fue una charla desenfadada, con un sesgo humorístico. El poeta

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centró su participación en anécdotas relacionadas con su vida literaria al lado de los grandes escritores de los sesenta y setenta, y describió de manera descarnada su viaje en “La bestia”, el tren que abordan los inmigrantes en el sur de la frontera en su búsqueda de una utopía que se resuelve en una travesía de infierno. La estremecedora vivencia orilló al poeta a escribir Código cero, un poemario catártico que deja entrever el horror vivido En el Instituto Tecnológico de Cancún dio un taller de dos días llamado “Provocaciones literarias”, donde desarrolló una dinámica que tuvo como propósito fundamental abrir de golpe la caja de pandora de la creación poética. Estamos convencidos de que pocos poetas son capaces de transmitir esa energía y ese impulso a los jóvenes. Al final de la visita, Mario Islasáinz convivió con algunos poetas de la localidad y expresó su deseo por que se siga trabajando en la formación de los creadores. Islasáinz es licenciado en filosofía y letras por la UDLA y cuenta con una maestría en literatura hispanoamericana. Ha publicado en revistas y suplementos literarios nacionales y extranjeros. Es autor de 18 libros, entre los que se incluyen poesía, cuento y novela. Actualmente, funge como director de la Casa Laboratorio de Expresión y Talleres Libres A. C. Tropo

Jorge Yam. (Bacalar, 1980). Fue miembro de taller literario Sian Ka´an. Segundo lugar en los Juegos Florales Peninsulares (Yucatán). Poemas suyos aparecen en las antologías Voces de agua y Los caminos de la lluvia.


Lic. Gilberto González Anguiano Notario Público Titular

52(998) 892.18.26 52(998) 892.39.54 52(998) 887.89.81 52(998) 884.69.29 Av. Xcaret Lt.5-05 PB, Mz.2 SM.36 77507 Cancún, Quintana Roo

w w w. n o t a r i a 2 9 c a n c u n . c o m

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Adrián Hernández Binz

Adrián dibuja secretos con la luz. Fragmenta lo ordinario en cierta complicidad con el paisaje, como si éste posara con tímida confianza ante él para revelarnos entre líneas y apacibles grises su encuentro con lo bello, tan efímero como el breve viaje de un clic. (Angélica Mercado).

p o r t a f o l i o


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tografía artística especializado en paisajismo y minimalismo. Ha expuesto en ciudades del país, en Miami y en Colombia. En 2013 obtuvo segundo lugar en el 7.° Concurso de fotografía convocado por Xcaret en el Festival de Tradiciones de Vida y Muerte.

Adrián Hernández Binz. Licenciado en Mercadotecnia por el ITESM, campus Monterrey. Maestría en Dirección de Arte (INSA, Barcelona). Fotógrafo profesional dedicado a la fo-

Facebook: adrianhernandezbinzphotography / Instagram: adrian_hernandez_binz Web: adrianhernandezbinz.com / / Twitter: @AdrianHdzBz / Tel: (984) 131 2703





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