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Revista del Centro de Creatividad Literaria
Distribución gratuita
año 3 (segunda época) enero de 2016
Suárez Caamal: el mundo es una metáfora * Tezcucano: artista, diseñador, melómano Jóvenes suburbanos de los 90 en Cancún * Teatro cancunense: pujanza y continuidad Muestra del taller de creación del CCL * II Bienal: el presente vivo de nuestra plástica
Fernando del Paso: Palinuro ayer y hoy
Editorial
E
l impulso a los programas de cultura emanados desde las instancias oficiales no siempre da los resultados esperados, sobre todo en generación de nuevos públicos, a pesar de las oficiosas y buenas intenciones de las autoridades responsables. Por desgracia, esto es particularmente visible en el área de literatura y mucho más preocupante cuando se trata de una ciudad como Cancún (tan necesitada de oxígeno cultural). Las jornadas literarias celebradas en la Plaza de la Reforma en el marco del Festival de Cultura del Caribe 2015, son una muestra palpable de la necesidad de replantear a fondo el modelo de organización de estos eventos, que registraron, como siempre, asistencias de público lamentablemente ínfimas, salvo algunas excepciones (la de José M. Recillas, Agustín Labrada, David Anuar, y la del libro de memorias de la cantante colombiana Margarita “la Diosa de la Cumbia). No es difícil imaginar el loable esfuerzo de quienes coordinan estos eventos, ni la inversión en tiempo, recursos económicos y humanos, que por su resultado se traducen en una especie de dispendio. Desde la estructuración de un programa, la definición del criterio para invitar (a quiénes y por qué), el contacto con los seleccionados, la estrategia de comunicación (muy deficiente, por cierto), la logística de traslado y hospedaje, etcétera. Todo ese gran esfuerzo para un pobre resultado, por ejemplo, un espacio semivacío, el habilitado en la Plaza de la Reforma, colindante con mesas y mamparas de exhibición y venta de libros en una feria organizada por la Secretaría de Educación y Cultura (SEyC) y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem). Porque al parecer a eso le apostaron los organizadores (y quizá no es mala idea): a que los asistentes a la feria, atraídos por los libros, se sintieran a la vez atraídos hacia las presentaciones. Es decir, en lugar de encerrar un acto cultural en un recinto, sacarlo a la plaza pública y llevarlo a su probable consumidor. Funcionó con los actos musicales y con los infantiles (excepcional, sin duda, el de Daniel Gallo), y quizá para algunas presentaciones, a las cuales, por curiosidad, se acercaba la gente (que iba a ver libros, se topaba de pronto con un evento y se quedaba). Sin embargo, fue una pena constatar, por solo dar un ejemplo, la extrañeza de la escritora Beatriz Rivas ante las sillas vacías durante la presentación de su obra. Por supuesto, el público ya creado (el conformado por nuestra pequeña elite cultural e interesado en la literatura) no está exento de responsabilidad de estos fallidos eventos. Es fácil identificar a un sector de este público: acostumbra quejarse, pero se compromete poco con quienes se esfuerzan en participar; no respeta horarios de inicio ni pone atención a los presentados (si bien el formato del lugar permitió mucha dispersión), y no se informa lo suficiente para llegar mínimamente preparado con la intención de animar un posible diálogo. ¿Quiere decir esto que tenemos los eventos que nos merecemos? En suma, las autoridades culturales en Quintana Roo tienen ante sí un enorme reto. Particularmente, ahora que contamos con una flamante Secretaría de Cultura (deslindada de la Secretaría de Educación), que deberá confrontar su principal tarea: atraer públicos masivos, nuevos, que consuman los productos culturales generados por los creadores. El reto se torna mayúsculo cuando se enfrenta la provincia. Sobre todo, una provincia cultural como Cancún.. Tropo
¿Y qué es TROPO? El nombre de esta revista es una expresión metafórica que implica varios niveles de sentido. Une dos conceptos y luego los expande. Por un lado, la frase “trompo a la uña” (primer nivel) que es el nombre de la suerte más difícil del juego del trompo: subirse el trompo a la uña mientras este gira veloz es labor solo para expertos. Por extensión (segundo nivel), se aplica a toda aquella empresa que implica una dificultad especial, todo un reto. Por otro lado, la palabra “tropo”, término propio de la retórica, que es la sustitución de una expresión por otra cuyo sentido es figurado. Implica cambio de dirección. El uso de tropos es cualidad esencial al lenguaje literario. Al unir el segundo sentido de la primera expresión (realizar una empresa difícil) con el término “tropo” (que aprovecha su semejanza fónica con “trompo”), aparecen los dos sentidos ocultos y crean una nueva realidad: darle vida a una revista literaria en Cancún es por cierto una empresa difícil, todo un desafío, TROPO a la uña enfrenta este desafío con gusto.
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O Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza
ENTREVISTA
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Ramón Suárez Caamal. El mundo es una metáfora Lizbeth Peña
26 No hay teatro si no hay espectador: Francisco Solís Katia Rejón
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Norma Quintana Lourdes Cabrera Martín Ramos Lorena Careaga Agustín Labrada Kenia Cano David Anuar Ramón Suárez Caamal Antonio Vera Jorge Cortés Ancona
28 Addy Góngora Basterra, una malabarista de historias Guadalupe Gerónimo Salaya 30 Ser muy honesto con lo que haces: Tezcucano Jorge Luis Arcila
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Consejo editorial Javier España José Díaz Cervera Wildernain Villegas Carrillo Carlos Torres Marién Espinosa Felipe Reyes Antonio Leal Elvira Aguilar Angulo Karinna Maich Rodolfo Novelo
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Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)
TRASLUZ
Diseño Mauricio Cejín
11 Visitaciones Ramón Suárez Caamal
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Asistencia editorial Lizbeth Peña René Vera
Consejo artístico Gena Bezanilla Leonard Escamilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo
25 La azotea José Antonio Íñiguez DEVEZENCUENTO 16 Muestra del taller de creación literaria del CCL René Vera
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Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez
Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha
17 El hombre invisible Moisés Nájera Ku
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Administración: Servicios Corporativos de Cancún, S. C. Comercialización Georgina de la Parra Cel. 9988 740148 Correo-e: gina@georginadelaparrapeniche.com TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún,
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18 Piel blanca Ana Paola Santoyo Moreno 40
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Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102. Visítenos en nuestra página web: www.centrodecreatividadliteraria.org Envío de colaboraciones: revistatropo@cclcancun.com Centro de Creatividad Literaria – CCL Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria
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19 El ojo Ana María Moreno 20 Antes de clases Alexa García 21 No solo el corazón late Marcelo Lisandro Lenski
44 Narrar, esa tiranía del silencio Elsa Aurora Arias De la Cruz PAPIROS 46 La esterilidad de lo barroco Miguel Miranda
LATINTATENTA
47 Una novela agridulce Ma. Ofelia Arruti
13 Palinuro ayer y hoy Marién Espinosa Garay
48 Todos somos un acertijo Mariel Turrent
22 Urgente, una política teatral para Cancún Raúl Castro-Lebrija
49 No deje de leerlo
35 Pasado y presente de la plástica cancunense Jaime Villegas 38 De perfil: 50 años de una obra inaugural Miguel Meza 40 La generación de los 90 en Cancún Mauricio Ocampo Campos 43
Un híbrido de dos cabezas: teoría y creación literaria David Anuar González Vázquez
50 El placer de la mirada Víctor Vallado
Leonardo Tezcucano Tell me a great story (2014, Casa Lamm, Cd. de México) Gráfica digital impresa sobre acrílico para caja de luz. En exposición colectiva para la marca Nixon.
51 Nada, un libro del siglo XXI Enrique Arrúa TERTULIAS 52 La batalla contra el cine Antonio Uribe 54 El poder de la palabra escrita Pablo Luna 56 El síndrome Giuseppe Juan Carlos Serrano
P U N T O S
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58 El club de la pelea Miguel Meza 60 La fotografía: ver y saber ver Angélica Mercado PORTAFOLIO 62 Angélica Mercado
D I S T R I B U C I Ó N
CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Educal • Iztaccíhuatl Needful Things • Colibrí CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pabilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza Caracol • Biblioteca Barocio RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur Anáhuac • UNID
EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus AMJE • Ayuntamiento HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y encuentros de escritores y medios de difusión PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida Biblioteca Jaime Torres Bodet MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías
Ramón Iván SuárezCaamal
Fotografía: Arlos Montoya
Entrevista con
El mundo es una metáfora Lizbeth Peña Con más de diez premios nacionales y tres internacionales, Ramón I. Suárez Caamal (Calkiní, Campeche, 1950) es uno de los autores más prolíficos de la región, suma más de cuarenta publicaciones —entre ellas diez poemarios para niños y libros didácticos, como Poesía en acción (Alfaguara)— y tiene diez libros inéditos. Radica en Quintana Roo desde 1973, estudió lengua y literatura españolas en la Escuela Normal Superior de México, es el creador de la letra del himno de nuestro estado y un ferviente promotor de la escritura en sus incontables talleres literarios. Ramón Suárez es un referente de inventiva, sensibilidad y disciplina creativa; en sus respuestas nos deja ver su lado más entrañable: el del hombre noble y sencillo, el del artista siempre curioso y el del poeta infatigable para el cual el mundo es una gran metáfora que no deja de manifestársele.
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acerle unas preguntas debía de ser fácil. Lo difícil era encontrar el momento. Coincidíamos varias veces en su gira de presentaciones, pero había poco tiempo entre lecturas, firmas de libros, planes de ir a una ciudad y otra, y tantos otros requerimientos de funcionarios, lectores y escritores que lo buscaban para talleres, festivales y actividades literarias. Lo cierto es que Ramón salta de actividad en actividad; solo pone pausa, luego regresa, y crea nuevos proyectos para seguir en esa esfera dinámica que es su vida. Al presentar sus poemarios en Chetumal, se queda de pie, desborda energía; juguetón desenrolla los versos como si de un actor se tratara hasta terminar rapeando uno de sus poemas. Porque al poeta los versos le llegan con música, incluso varios de esos tarareos los compartió con Carlitos Chak cuando este ofreció musicalizarle varios poemas. “Me hubiera gustado aprender a tocar guitarra, pero soy torpe con los dedos”. Para la música quizá, pero no para la pintura, pues ha participado en varias exposiciones y se pueden observar cuadros suyos en su casa, en su pequeño hotel.
En el contexto de su participación en el Festival de Cultura del Caribe en Cancún, pude por fin entrevistar al autor de Flora (uno de sus más recientes poemarios, un homenaje e invocación a Alejandra Pizarnik). Cuando llegué a la cita en el hotel donde lo hospedaban, una mujer de Playa del Carmen hablaba con él: “Porque tú fuiste el causante de que hiciera mi libro”, comentó ella después de pedirle que presentara su poemario. Él, por supuesto, dijo que sí. Y antes de comenzar nuestra plática, me dice entre risas: “que sean fáciles, no me hagas preguntas difíciles”. PRIMERAS LECTURAS, PRIMERAS ANÉCDOTAS —Has contado que un profesor de la Normal les encomendó hacer un periódico, y que eso te acercó más a la literatura y a la difusión (obtuvo el Premio Estatal de Periodismo de Quintana Roo en 1987 por su labor con revistas literarias). Pero antes, ¿qué leía Ramón y qué le leían? —En un cuarto de mi casa, en Calkiní, Campeche, mi tía tenía cajas de cartón llenas de cartas, de postales, creo que eran modelos de la época, con sus peinados y demás;
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y ahí había unos libros del tamaño de una caja de cerillos. Se llamaban Cuentos de Callejo. Son los primeros que leí por voluntad propia, por afición. Traían cuentos tradicionales como “La princesa y el guisante”, Los viajes de Gulliver… De la época de la primaria no recuerdo ningún título, pero sí las visitas a la biblioteca, que entonces veíamos enorme. Era un salón especial dentro de la misma escuela. Los libros estaban cerrados, creo que ni no los daban, no lo sé. Estaba llena de estantes encima de los cuales había frascos de vidrio con formol y animales en conserva, disecados: iguanas, sapos y no sé qué tanto. Recuerdo un libro de lecturas de sexto año —la SEP aún no repartía libros de textos gratuitos—; traía leyendas, poemas, escritos universales, pero fue en la biblioteca de la Normal donde me di vuelo: ahí leí, creo, casi todas las colecciones de novela del realismo y el romanticismo mexicanos, Rafael Delgado y otros. A veces en las noches, una tía nos contaba historias, pero recuerdo más a ese peluquero de Calkiní que cada vez que nos íbamos a cortar el pelo nos relataba cuentos, muchos de la tradición oral maya, del Popol Vuh, otros de la tradición europea. A veces mezclaba una cosa con otra y les ponía de su propia cosecha. Me acuerdo del conejo que engañaba siempre a los demás animales, y ahora ya he visto esta historia también en libros. Por ahí tenía algunos parientes que eran versificadores populares, uno que anunciaba todo lo que vendía en verso, en un mercado en Campeche; igual estaba un señor que vendía antojitos y ponía versos en su pequeño pizarrón. Eso se dio bastante allá en Calkiní, había muchos versificadores de humor. —Has dicho que te gusta vivir en Bacalar por su tranquilidad. Y cuando se habla de esa ciudad, el mayor referente es la laguna de los siete colores, pero solo te recuerdo paseando sobre ella en un barco durante el Festival de Poesía Oxígeno, o conversando junto al agua. ¿Entras, sabes nadar? Entonces Ramón evoca cuando estuvo a punto de aho-
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garse. Estudiaba la secundaria en la escuela de Hecelchakán y con un grupo como de cuarenta alumnos fue de excursión a conocer Garrafón en Isla Mujeres. El cayuco en el que iban —los barcos no llegaban a la orilla— se volcó a causa del vaivén provocado por un compañero, gordo, que iba agarrado de él mientras nadaba. Ramón solo se acuerda cuando se iba al fondo junto con su cámara fotográfica. Lo sacó un amigo, y el dueño del barco se lanzó al mar, volteó el cayuco y subió a los que no sabían nadar. Desde entonces le tiene pavor al agua. —Mientras no me llegue hasta por acá (señala el pecho), pero sí contemplo la laguna, de lejecitos, en la orilla (ríe). Una vez ya con mi familia entré al agua, pero con chaleco salvavidas. Así ya no hay problema. —¿Y qué te gusta hacer cuando no escribes ni pintas? —Buena pregunta… Bueno, ir al cine. Me gustan más las películas de ciencia ficción, no soy de películas de arte, sino para entretenerse, de acción, de misterio, de terror no. Escuchar música, la música clásica sí me gusta, la trova... Qué más, ponerme a pensar muchas cosas: en proyectos y más proyectos. —¿Hay algo que hubieras querido ser antes de elegir el magisterio, además de ser escritor? ¿Se te hizo más fácil decidir esa carrera por tener la Normal en Campeche (en la cual estudió antes de ir a la ENSEM, en el Estado de México)? —En ese tiempo, por la situación económica y las escuelas existentes no podíamos elegir. El magisterio fue la opción para tener una profesión, para poder superarse, y no me arrepiento de eso, 43 años de servicio y una labor que creo que ha rendido frutos, para mí es lo importante; no fue mi elección voluntaria al principio, luego sí. Aunque me hubiera gustado ser creador de dibujos animados, eso siempre me ha llamado la atención, me da curiosidad cómo se hacen, cómo formarlos, y ahora con los adelantos que tienen ya están casi, casi reales. En ese tiempo nada más eran los de Walt Disney y los del gato Félix que son unas caricaturas medio surrealistas.
CUANDO UNO QUIERE HACER ALGO, SE BUSCA SU TIEMPO —Ahora ya estás jubilado, pero cómo le haces para estar en todo y a la vez parecer tan apacible. —Duermo poco. Y cuando uno quiere hacer algo se busca su tiempo, un intermedio, cuando hay que ir a hacer antesala a algún lugar (Ramón recomendaba en un taller hacer palíndromas y juegos de palabras durante las esperas), en el transcurso cuando vas de viaje. Además, aparentemente no, pero soy muy irascible. Bueno, nada más en los imprevistos, cuando planifico algo y de repente no sucede. Y cuenta que hace unos días olvidó una conferencia que debía dar en la escuela Normal de Bacalar. La tenía en su agenda, pero andaba distraído con la compra de su boleto para venir a Cancún y luego a Miami. Cuando le llamaron, él ya casi llegaba a Chetumal (que está a media hora de ahí). Su hija conducía y ella no podía regresar porque debía realizar trámites personales. Entonces se bajó y regresó en taxi, pero al llegar a su casa descubrió que no tenía la llave, así que llamó a su hijo para que le fuera a abrir. La urgencia y los inconvenientes lo desesperaron. Ya en la conferencia, actuó como nunca lo hace: pidió a varios alumnos que apagaran su celular (porque se distraían mientras él hablaba), y como continuaron, les dijo que se salieran o se quedaran a escuchar. —Nunca hago eso, creo que fue un reflejo de lo que pasó. Las carreras y el tiempo me pusieron un poco molesto, y más que nada nervioso, angustiado. Por eso mejor ni planifico. —Actualmente te dedicas a escribir mayormente para niños y jóvenes, has investigado y leído mucho para ello, y te vas poniendo nuevos retos. ¿Hay temas que aún no te atrevas o no quieras tocar en esos libros? —No sé, quizá el bullying, el acoso, la violencia en el hogar. Los he tocado un poquito en Tris Tras el miedo, están
algunos de soslayo, pero en especial no. Hay otro libro que estoy escribiendo, que por ahora se llama Historias del niño invisible (título que podría cambiar), donde estoy profundizando un poquito más en esos temas. Ya empecé. Pero no sé de qué no hablaría, no me lo he preguntado. Quizá tal vez lo difícil sea cómo entrarle al tema para que no sea crudo. He visto algunos libros de miedo, por ejemplo, que lo tratan de un modo humorístico, no entran realmente a la esencia. Ahí tengo mis dudas de si no deba tratarse de manera más cruda o real y si deba disfrazarse y estilizarse a través de metáforas. Todavía ando en esas investigaciones de qué tanto se debe decir y qué tanto se debe hacer casi como una parábola, como en El pato y la muerte. Salvo ese libro (Juul, de Gregie de Maeyer y Koen Vanmechelen) que me prestaste, del niño que sufre bullying, al que lastiman, es el que me ha servido más o menos. —¿Hay algún poema que sientas que hable de ti, que te represente? —En Historias de un niño invisible hay un poema que habla de un niño que está creciendo en un charco. Ese podría ser un poco autobiográfico porque me recuerda mi niñez. Vivíamos en un lugar pobre, y mis hermanos y yo (todos muy flacos) a veces sentíamos un poco la discriminación social por la situación económica, más que nada. En ese tiempo, hace más de cuarenta años, Calkiní era muy clasista; aunque no se quisiera, se sentía esa división. —¿Por qué crees que se da más la poesía que la prosa en Quintana Roo? —Ahí sí, bonita pregunta. (Se ríe). Quién sabe por qué. Posiblemente porque la poesía es más cercana a la emoción, y tal vez algunos tienen la idea de que es más fácil porque es más espontánea, es un volcarse en los sentimientos. Y en la prosa pues no. Si es un cuento o si es una novela hay un trabajo intelectual más razonado, una sistematización de lo que se va a hacer, o en el ensayo. Yo mismo sufro para escribir un ensayo. Por ejemplo, esta ponencia que daré en Miami me costó mucho trabajo. Le
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e n t r e v i s t a hice unos remiendos, pero no estoy totalmente satisfecho. No es fácil para mí pensar los ensayos, yo estoy más hecho a la poesía. Tal vez eso es lo que pasa: que piensan que es más fácil por sentirla más cercana. —Una vez te dijeron que no ibas a servir para la poesía… —Eso fue en Roque, Guanajuato, en un encuentro de normales rurales (Juegos deportivos y culturales nacionales). Fui a concursar en oratoria (llegué a ser campeón de oratoria en la escuela y también por ella empecé en la literatura). Ahí hubo una reunión donde varios escritores jóvenes presentaron sus poemas, no recuerdo quién la coordinaba. Cuando me tocó leer me dijeron que no servía para nada. Y a lo mejor era verdad, quizá no servía para nada en ese tiempo, pero lo importante es seguir. CUESTA AUTOCORREGIRSE, PERO HAY QUE SER DESPIADADO CON LOS PROPIOS TEXTOS —¿Crees que influyó ese acercamiento tan brusco para que utilices mucho la motivación en tus talleres de escritura? —Yo pienso que sí porque es gacho. Digamos, es un impacto que te digan “esto que te gusta tanto no sirve para nada, mejor dedícate a otra cosa”, es falta de tacto. Mejor te pueden decir “lo tuyo no funciona bien todavía, pero échale más ganas y vas a ver”, es otra cosa. Y en los talleres más que criticarlos hay que acercarlos. Ya serán los mismos talleristas los que se darán cuenta si por allá va su camino. Primero es dejarles volar su imaginación y la escritura y después ya vendrá lo otro. —Cuando termine la remodelación de la Casa Internacional del Escritor (en Bacalar, de la cual Ramón es director), ¿tienes algún proyecto para trabajar corrección con los que han participado en tus talleres, que son más de estimulación? —No es mi campo lo de la corrección, no me convence mucho, pero sí lo podemos hacer. Ahora me están pidiendo un taller de métrica tradicional, de sonetos, ese sí lo puedo dar y explicar sus características: cómo hacer un soneto en forma, con todos sus requisitos, porque básicamente es como un ensayo poético que tiene su presentación, su desarrollo y su conclusión. Y sí (los poemas) se pueden corregir, pero la idea sería que aprendan a autocorregir, que es lo más importante. De qué sirve que les corrijan un texto si ellos no pueden por sí mismos hacer uso de las tijeras y decir esto no sirve. —¿Y cómo llegan a eso? Porque en Quintana Roo estamos con mucha creación, pero no con la autocorrección. —Hay varias causas. Algunos creen que el trabajo, una vez que está ahí, es intocable, algo sagrado, y no es cierto. Por ejemplo, hay libros míos de sesenta páginas que reduzco a veinte o a diez porque ya soy muy riguroso y digo
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“ya esto no funciona”. Más que nada es eso. Segundo, no es fácil, cuesta trabajo aprender a corregirse uno mismo; tienes que ser despiadado con tus textos. Y muchos sienten que son sus hijos predilectos y no los quieren tocar. Además, creo que hay que corregir más que detalles; luego solo se van a si rimó esto o lo otro; las correcciones deben ser más de estructura, globales, lo mismo que se utilice para un poema debe utilizarse para construir un libro; por ahí debe ir la directriz de la corrección. La cuestión gramatical cada uno debe aprenderla, si no qué lío. A mí se me hace difícil decirle a alguien “oye, no sabes usar la puntuación”. Por ejemplo, cuando uno es jurado en un concurso (de poesía), qué ve, que impacte. Para mí, primero que te atrape; segundo, que tenga unidad, de cualquier tipo: temática, de estilo, de emoción; y, posteriormente, ya se va uno a la cuestión técnica, cómo va el ritmo, cómo va lo otro, pero esos ya son detalles. Hay libros que te atrapan por el enfoque, por lo novedoso, por la fuerza del tema. —Hemos hablado un par de veces sobre la declamación. ¿Qué consejos les darías a los profesores? Porque si bien es cierto que acerca a los jóvenes y a los niños a conocer más poemas, luego la gente se queda con la idea de que la poesía es esos poemas que se declaman y esa es la forma en que se leen. —Sí, yo les he dicho: primero hay que actualizarse, no quedarse con la “Chacha Micaila”, “Por qué me quité del vicio”, “Mamá, soy Paquito”, poemas del siglo XIX o principios del XX; o aquellos que empiezan a declamar poemas de por qué soy drogadicto y todas esas cosas que tienen una temática más tremendista, ya no sé ni cómo calificarlos. En una ocasión en un concurso, otro de los jurados me dijo “ay, qué bonito declamó el poema (el participante)”, era de unos jóvenes que se emborracharon, chocaron, uno murió y desde su tumba estaba hablando. Y un poco sarcástico, le dije “sí, está bien, hay que dárselo a los de tránsito para que lo promuevan”. Ese tipo de poemas no me convence. Esos son los peligros de la declamación, pero si se utiliza de otro modo, con poemas más actuales, más bellos, y si se dicen de forma natural, sin afectación… Yo creo que eso es lo importante. He escuchado a declamadores muy buenos que parecen que te están conversando, no tienen que tirarse al suelo, ni revolcarse ni payasada y media. La declamación es una forma de dar a conocer la poesía. La poesía no es la declamación. Es uno de sus aspectos para difundirla, así como lo son las canciones. No se puede decir no sirve, pero sí no caer en los excesos. —Acabas de publicar Vasta memoria, y me agradó la variedad temática, que se siente como algo nuevo, aunque sean sonetos; contrario a lo que suele pasar con muchos que practican esa forma y cuando lees sus poemas parecen de un libro de hace tiempo, con versos similares a los autores que vivieron hace años. Tú practicas la métrica
tradicional, pero también el verso libre e incluso el poema en prosa. ¿Qué les dirías a los que creen que si no es con métrica y rimas no es poema? ¿Por qué lo otro sí se puede considerar poesía si no cumple con una estructura? —Yo diría que son formas distintas, y son válidas. En el caso del verso medido son moldes, pero dentro de ellos hay que ser fluido y libre, eso es lo que hay que buscar. Por ejemplo, en el soneto lo importante es el encabalgamiento que rompe de algún modo con la rigidez de la forma; y segundo, los enfoques a veces novedosos, temáticos, humorísticos. Digamos que mi modelo es Ricardo Yáñez en cuanto a la poesía medida. Cuando lo lees, ah, caray, qué bien están sus sonetos y todo lo que escribe. El verso libre tiene su propio ritmo, no se llama así porque no tiene rima y porque no tiene medida. Tiene reglas, no es tan libre como para suponer que es así como salga y ya. Su ritmo puede ser la respiración misma, la repetición de figuras; hay varias características que permiten que el verso libre sea tan valioso como el verso medido. Precisamente es lo que estoy tratando de decirles a los chavos de mi taller: si ya están diestros en el verso libre, ahora hay que intentar el verso medido, que no se queden en que está difícil; es un reto, hay que aprenderlo. Y lo mismo le podría decir a las personas que están con el verso medido, bueno, rompan los moldes y vámonos al verso libre. Eso es lo importante, no quedarse. Y el poema en prosa, ese lo he practicado muy poco, salvo en el libro que habla de pintores (La mirada) y en otros poemas sueltos que no he publicado; no tengo mucha experiencia, sin embargo, es una forma válida también, como que te da más libertad, más aire para expandirse. —¿Qué autores nos recomiendas de la literatura infantil y juvenil (LIJ)? —María Baranda. Y de las no tan nuevas están Mirtha Aguirre (Juegos y otros poemas), María García Esperón (Copo de algodón). Me gustó mucho el del niño que pierde el ojo (Las aventuras de Max y su ojo submarino, de Luigi Amara). En la FILIJ compré nueve libros que andaba persiguiendo, tienen mala distribución, son del Fondo Editorial del Estado de México, los que convocan el concurso Sor Juana. Entre esos compré uno de Andrés Acosta (El libro de los fantasmas). Y otro (Entre monstruos, de Elizabeth Cruz Madrid) que tiene una forma novedosa para tratar los problemas familiares, donde los papás tienen nombres de un monstruo: la mamá de la primera historia es “la llorona”, que todo el tiempo está cortando cebollas para ocultar que está deprimida; en otro cuento,
un papá que sufrió un accidente y quedó desfigurado es “el hombre invisible”, pero están muy bien contados; los leí en una secundaria y fue un éxito. A mi esposa (quien igual es maestra) le están pidiendo que les vuelva a llevar ese libro. Además, adquirí Dragones en el cielo, de Sergio Andricaín, y Temible monstruo, un cuentito de Baranda. Y recomiendo a Ricardo Chávez Castañeda, que cuando pertenecía a la SOGEM estuvo en Bacalar como un mes, incluso hace tiempo hizo un libro (Los encebados) que tiene como personajes a las niñas del taller de Bacalar. Ambos estuvimos en la feria de libro de Aguascalientes, no nos vimos, pero me dejó una carta, quiere que organice algo en la Casa del Escritor. Ricardo es uno de los mejores cuentistas de la LIJ en México, acaban de sacar otro libro suyo en el Fondo de Cultura Económica, ese lo compré en el aeropuerto. —Actualmente, además de los libros de la LIJ, ¿lees algo más? —Mi problema es que tengo glaucoma, ya me cansa leer, por ejemplo, las novelotas que antes leía. Pero lo que caiga de poesía nueva, de autores con mucho prestigio, es lo que estoy leyendo. Quiero volver a leer a Adonis, el poeta sirio, quiero conseguir sus libros, solo tengo poemas sueltos, lo he leído en internet. Y si por allá me sugieren autores que yo desconozca. Hace tiempo presté El alquimista, de Charles Simic, a una alumna de mi taller y lo quiero volver a tener; ya lo pedí a varias editoriales, pero no lo tienen. —María García Esperón, hablando de ti, decía que es muy difícil que a un mexicano lo premien y publiquen en España, por las diferencias culturales, por ejemplo, y a ti te han dado dos reconocimientos y además Kalandraka va a publicar otro libro tuyo. ¿Cómo estuvo el viaje para ir a recoger el Premio Luna de aire? (Reconocimiento que obtuvo por Pregúntale al sol y te responderá la luna). —Fui con mi esposa, y mi hija que nos ayudaba con el tren porque si te descuidas te deja; allá el transporte todo es automático. Visité el Museo del Prado, aunque ya lo conocía, había ido antes en una excursión con mi esposa. Y la premiación fue una cuestión más interna, el jurado, la televisión, la radio; donde estuvo muy padre fue donde no fui (se refiere a cuando ganó en el 2011 el premio de Kalandraka con Te canto un cuento), vi las fotos, había muchos niños. Un amigo por el Facebook, Pedro Villar (autor de Tres veces la mar) nos dio un paseo muy bonito. Yo quería hacer una lectura, pero no se pudo, los niños estaban de vacaciones. En total fueron 16 días. Solo visitar, caminar, platicar, no escribí nada, fui con la mentalidad de pasear.
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e n t r e v i s t a SOY DE POEMAS BREVES; NO ME PREOCUPA ESCRIBIR UN POEMA LARGO —¿Qué opinas de los que dicen que a Ramón Iván solo le falta su poema de largo aliento? Como los grandes poemas de Latinoamérica. —No es mi fuerte, yo soy más bien del haikú. En un principio escribí poemas de largo aliento, pero era cuando estaba empezando, están “Códices, templos de ficciones”, “Bajo el signo del árbol”. Pero eso es de la prehistoria. Si se da alguna vez lo haré, pero no es mi estilo, no es mi vocación, no es mi forma. Yo más bien soy más sintético. Mis modelos son los haikús y el poema breve. No es mi preocupación escribir un poema largo. Tal vez no lo haga, pero bueno, ni modo. —Cualquiera que te ve pensaría que ganas todos los premios, incluso algunos dicen que deberías dejar ganar a otros, pero no ven qué hay detrás. Además de que publicas libros con tus propios recursos o con quien te invite, antes de concursar lees los libros que han ganado anteriormente, eliges qué poemario conviene más mandar a tal convocatoria y cuando no ganas un concurso reestructuras el libro, los conviertes en dos o más, pides sugerencias… —Sí, tengo que ver que reúna ciertas características, como cuando uno es competidor en algo, tienes que tener ciertas condiciones físicas para ganar, si no para qué gastar. Sobre todo, cuando es en otros países, por el envío a España para concursar en “Luna de aire” fueron como 900 pesos, y ya era la tercera vez que participaba. Esto es como la lotería, si no compras boleto nunca te vas a ganar el premio. Y ya no participo tanto en los otros concursos, solo en los de poesía para niños. Es más, por eso algunos piensan que solo escribo para niños, no conocen lo otro, lo que he hecho antes, pero para mí es importante dedicarme a esto. UN POETA INCANSABLE, CON VARIOS LIBROS EN PROCESO —Tienes en formación un poemario sobre bicicletas, que anunciaste en Facebook, ¿qué otros libros tienes en espera? —¡Varios! Tengo uno que ya está listo, Canciones para Meñique, que va publicar Kalandraka, pero no han encontrado al ilustrador que quieren, y los que encuentran están ocupados en tiempo, ellos son muy exigentes en cuanto a la ilustración. Está Zig zag zoo, que ya lo está ilustrando y diseñando Karlita (Moo), está pactado con un chavo de una editorial independiente de Colima. Uno de haikús, que es una recopilación junto con un montón de nuevos que escribí, ya igual está ilustrándose. El de Historias de un niño invisible, las ilustraciones las está haciendo Yazhael (Villegas). Hay uno que ya dejé en pausa porque no se me ocurría más, es sobre el tiempo, los relojes. Uno de limericks que tengo por allá, solo que los releo y algunos no me gustan, voy a
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trabajarlos. Uno sobre el primer amor con metáforas de animales. Y de los que no son para niños, tengo un libro con los poemas que leí en Cancún (en mayo de 2015, junto a Miguel Ángel Meza, en una lectura organizada por La Tlacuila), aún no tiene título, creo que va ir muy lento; y tengo uno que habla de puros fantasmas y aparecidos, más bien de apariciones. Recuerdo una vez que le comentamos a Ramón que nos parecía que el poema de apertura —en un libro que ya tenía listo— no debía ir ahí, como que faltaba el de inicio, y hablamos de algunas opciones para mover uno de los textos que ya tenía en ese engargolado. Después de la plática se fue a una reunión familiar, era domingo. Y unas horas más tarde recibí un mensaje en mi celular, el poema para abrir el libro ya estaba escrito. Por eso se le van juntando los libros inéditos, publica uno y atrás tiene diez esperando. Sobre esos procesos nos cuenta: “Siempre escribo en papel, y aunque a veces corrijo ahí mismo, acostumbro a hacer las correcciones en la computadora. No escribo así todo porque el brillo me lastima un poquito. Somos una generación que creció con el papel y el lapicero, así que no es tan fácil, estoy a medias. Cuando no hay de otra, entonces en mi teléfono, donde sea escribo. Todo lo del Facebook prefiero verlo en la tableta o en la computadora portátil”. Ramón es un escritor muy activo en esta red social, ahí promociona sus presentaciones, comparte sus poemas, las ilustraciones de sus próximos libros, difunde eventos de otros, artículos, noticias, organiza encuentros, los detalles de sus giras. Además, por el insomnio, el día es alarga para él. “No es que prefiera escribir en la madrugada, sino que a esa hora llega. Creo que voy a patentar la Coca-Cola para eso, cuando la tomo al mediodía, o Pepsi-Cola, no puedo dormir, y empiezan a venir un montón de ideas. Yo no tomo café, porque si no ya no dormiría. Generalmente mi hora de dormir es a las once de la noche, pero cuando tengo insomnio, uy. O a veces me duermo bien, y a las tres o cuatro ya estoy despierto, y es un lío. El problema es al otro día: me estoy durmiendo en todos lados. Lo importante es cuando el insomnio es productivo y escribo, vale la pena. Pero yo creo que hay que tener varios proyectos al mismo tiempo, eso permite que de uno u otro lleguen las ideas”. Tropo
Lizbeth Peña (Acapulco, Guerrero, 1987) es mediadora de la Sala de Lectura La Tlacuila. Fue becaria por el género de narrativa en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE, 2014. Ha impartido talleres de lectura en escuelas, bibliotecas y en un programa de la SEDESOL. Actualmente imparte el taller de escritura creativa en el Instituto Tecnológico de Cancún y es editora en Letramar del Centro de Creatividad Literaria.
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Visitaciones Ramón Iván Suárez Caamal 1
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Algo como campos de caña. Algo como viento en las cimeras o plumero sobre luna suave a los ojos. Algo como ánimas en el viento que llegan a decirnos la extraña tiranía de sentir su presencia. Algo de mar donde no lo haya. Algo del poco que no tuve. Algo como tocar los huesos con la luz…
Vino la poesía, vino la giba de la tarántula que me aleló con alhelíes en el mar de las páginas en blanco.
2 Miraré con los ojos de las sardinas el sueño de los guijarros del fondo. Moraré con los ojos de las sardinas entre las cabelleras de la tribu. Morderé las migajas que arrojan los niños hasta saciar el hambre del cardumen. Moriré con los ojos de las sardinas en la transparencia de los frascos mientras exploro donde acaba el mundo y porque sus espejos me retienen.
4 Árboles bajo lluvia, manada de elefantes. No son grises, el cielo sí; ellos, de verdes trompas, beben a grandes sorbos en cuencos de nubes. ¡Estampida! O truenos que anteceden al chubasco. Los árboles se calman, doblan las patas delanteras, comparten sus frutos con nosotros.
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5 Llegan los pájaros con mariposas muertas. ¿Debo cantar? 6 Tus manos eran liquen en mis huesos sin certeza. Miré los clavos vivos, hice raíz y pude darme al elemento que conmueve el mineral asombro. Una mano, la otra: cinco peces siniestros y otros cinco en la huesa del fondo enarenado de mi muerte.
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La vi sentada en el sofá, su piel, a rayas, con la misma tela suave de cebra o tigre que pintaba el mueble porque objeto y visita eran uno. Me levanté de madrugada. Eso puede explicar mi confusión. Pero la vi. Por un instante donde nadie estaba, ella había. Los fantasmas son elusivos. ¿Qué podría decirle? Hace buen clima en la habitación a pesar de lo gélido de su presencia. Esta rosa cumple tres días en su vaso. Cuando regrese, ¿tocará a la puerta? Usted me da escalofríos… No sería cortés. 8 A esas sombras no quiero preguntarles la razón de su extravío. Podrían responderme ajenas a las tribulaciones de este mundo o ignorarme. Algunas veces las veo: flechas, aspas, momentáneos descuidos en la costumbre de saberse invisibles. Vienen o se marchan. Las siento en el olor a limo de los peces sonámbulos. Vayan en paz. Cada quién viva su sueño.
Palinuro ayer y hoy Marién Espinosa Garay
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espués de José Trigo, cualquier cosa era de esperarse. Porque Fernando del Paso, Premio Cervantes 2015, salió victorioso de aquel desgarramiento de tiempos, equilibrios y lenguajes, ya que impuso por encima de ese mosaico de claroscuros una sensibilidad descarnada, además de una percepción inédita de las cosas. El primer reconocimiento —el Premio Xavier Villaurrutia—, le concedió la razón. En 1966 aún no había nacido su Palinuro. Entonces Del Paso se dejó llevar aún más por las urgencias de la prosa poética. Si en su primera novela había sido fiel a un argumento, aunque fragmentado, si en ella dejaba entrever una firme consciencia histórica como surco donde sembrar gentes, nombres, tiempos y paisajes, en la segunda, Palinuro de México, publicada en 1976, pareciera hacer a un lado los andamios y dejarse llevar por un océano apenas navegable. Sin embargo, en sus escenarios cambiantes, el autor nos entrega varias novelas imbricadas en una. Además, en el entramado de los tiempos apenas si se perciben el sentido y la dirección, no hay dibujos lineales en los argumentos, ni circulares, acaso saltos de mata. Este libro pareciera una cajonera gigantesca: se puede comenzar en uno u otro capítulo cualquiera, pues la historia es una constelación de cuadros que, hilvanados con paciencia, completan un cosmos. Y no se alude aquí al infinito por casualidad. Si como dicen los astrofísicos el infinito está sembrado de universos enclaustrados en las entrañas de otros firmamentos, entonces la gesta de Palinuro puede iniciar y recomenzar en cualquier parte. Sin embargo, hay que ser perseverante: imposible leerla de un jalón. Mejor aún si se hace en desorden, de un capítulo a dos después, de adelante hacia atrás o jugando al azar, abriéndola donde los dedos lo decidan, el embrujo es el mismo desde cualquiera de sus interminables parrafadas, tan grandes que no conocen el suspiro del punto y aparte. Sin
remedio, estas constelaciones de tinta transforman para siempre al incauto que se ha atrevido a internarse en ellas. Un ejemplo: el Palinuro logra, en su perfecta alquimia, que el lector se sienta traicionado en sus más prístinos prejuicios en aras de la maestría del lenguaje. Porque se encontrará asqueado ante el constante desfile de todas las excreciones humanas en rampante algarabía: asistirá a la descripción de todos los vicios, de las más asquerosas porquerías; pareciera que el cuerpo fuera un lienzo donde se trazan dibujos hiperrealistas de las miserias de la carne, viva o muerta y, sin embargo, la inaudita belleza del lenguaje, en su seducción sin escape, llevará al lector a calificar de hermoso algo así como el capítulo llamado “La cofradía del pedo flamígero”, del cual los comentarios sobran a menos que se hagan en una prosa exquisita. Quizá al final de cuentas uno de los escondidos propósitos de este alud de cuartillas primorosamente labradas es hacer alarde de esa terrible habilidad para colocar, en claroscuros, las porquerías al lado del impecable oficio de la palabra. En esta obra, Fernando del Paso se revela como un alquimista medieval que ha logrado su objetivo: convertir la mierda en oro. Y en algunos pasajes hace esto, literalmente. Abriendo los cajones de este armario de letras encontramos al personaje —quien a veces parece escindirse en dos, hablando de sí mismo como si fuera otra persona y encarnándose en uno cada vez que se le da la gana—, mientras dirige las travesuras delictivas de sus compinches, todos estudiantes de medicina —–Fabricio y Molkas—, que orbitan el anfiteatro de los cadáveres como planetas alrededor de un sol oscuro. Otro cajoncillo nos abrirá los sentidos a la más hermosa descripción de una mujer: Estefanía, hermosa sin remedio, inocente y puta en la más feliz contradicción, la femineidad irrevocable como arquetipo. Pero hay más gavetas: el Viaje de Palinuro por las Agencias de Publicidad y otras Islas Imaginarias, donde el paisaje es ahora un desdoblamiento geográfico de las experiencias surreales
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donde tal vez vivió el autor algunos de sus años oscuros. Al final, podría haber quedado esta obra como un mosaico barroco o preciosista sobre los recovecos del cuerpo y sus avatares. Pero en el penúltimo capítulo el autor abre de pronto el telón de una representación teatral esperpéntica. Los personajes de la Commedia dell´Arte aparecen hablando, entre payasadas, de un suceso descomunal, hasta entonces sin precedente: acaba de suceder una represión estudiantil orquestada por el ejército en la explanada de Palacio Nacional. Y se materializa el horror: entra desde el zaguán Palinuro herido, quien se esfuerza en subir los escalones del edificio que habita en la Plaza de Santo Domingo y, mientras se arrastra, aparecen los vecinos, que van saliendo de sus puertas numeradas comentando —en su miopía, desinterés o incredulidad—, innumerables impertinencias ante el cuerpo moribundo de un estudiante. A través de los cuadros tragicómicos, entendemos que las actuaciones de Colombina, Pantalone, Arlequín y sus comparsas corresponden a los desvaríos de la mente de Palinuro, y en estas ensoñaciones aparece también la muerte en múltiples disfraces. La realidad y la fantasía están imbricadas. La escalera que penosamente sube el protagonista es la metáfora de la represión estudiantil, que asciende escalón a escalón, mientras se habla del bazukazo en San Ildefonso, de la Manifestación del Silencio, de las campanas de la Catedral (que tañen irreverentemente los chamacos). Y es que Palinuro —que comía un algodón de azúcar sin importarle maldita la cosa— ve pasar por las calles a los manifestantes y se contagia de la fiebre por las consignas y las pancartas, hasta que decide practicar el toreo con los tanques de los soldados. Entonces la Plaza de la Constitución se convierte en un ruedo y la protesta en una faena, que encuentra
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un final funesto cuando el toreador es embestido por un tanque, para ser pateado y ultimado a culatazos. Sin embargo, después de serpentear por las calles y teñir la escalera con su sangre, Palinuro es depositado en su cama inconsciente, pero se levanta y se alza en triunfo en la parte central y más alta del escenario: “Lo que más siento, hermano, es la muerte tricolor de mi bandera, el que mi bandera haya sido planchada por los tanques…” Sobre su cabeza brilla una luz intensísima cuando Pierrot aparece montado en un columpio diciendo: “Los huesos de Palinuro le rezan a la Estrella Polar…”1 Sin advertencia, Del paso nos ha abierto otro cajón violentamente. Entonces rebuscamos en el libro y resulta que el autor menciona en sus notas finales un poema de W.S. Merwin: Danos consuelo. El viento nos esparce / Nuestra blancura es una desordenada estela nocturna. / Resplandor solitario, sé constante sobre nosotros / que desolados fulguramos sin indicar ya el rumbo. /2 Si esta novela-cajonera pudiese tener raíces como un árbol, éste sería el primero: el nombre Palinuro es una referencia mitológica. El Palinuro más antiguo es el timonel que guía a la flota entera de Eneas hacia Italia en La Eneida. Personaje noble y confiable, sin embargo, ante la exigencia de Venus y Neptuno, que requieren una víctima para asegurar el arribo de las naves a puerto seguro, Somnus, dios del sueño, vence las fuerzas del piloto de la nave insignia, y el desdichado Palinuro cae al mar. Eneas se molesta al encontrar sus navíos a la deriva, toma el timón y dirige la travesía, sin saber que Palinuro es arrastrado por las olas hasta las costas de Italia donde será muerto a manos de unos rufianes. Estos desgraciados tendrán tan mala suerte después del crimen, que volverán para colocar en un túmulo los blancos huesos y, de esta manera, el es-
píritu de Palinuro al fin tendrá paz. Pero el poeta canta a la desolación de esos huesos, acostumbrados en vida a leer las estrellas para navegar sobre los mares, y en la muerte, a invocar al más grande faro celeste, suplicando piedad. Así Del Paso vuelve a deslumbrarnos con sus alardes de erudición. Es imposible seguir el ritmo del portentoso acopio referencias históricas, literarias, artísticas, aun de leyendas y mitos, así como conocimientos de medicina, biología, química, física, astronomía. La cajonera es infinita, y esconde corredores, pasadizos, venas, arterias, vasos comunicantes. Quizá al subir a la torre en la Universidad de Glasgow, Fernando del Paso tuviera, en aquellas alturas, un asalto de las musas inspiradoras. El autor habla a través del primo Walter, quien escribe una carta a Palinuro sobre la vida en Londres, en el capítulo “Del sentimiento tragicómico de la vida”. Para Fernando del Paso tal vez este fuera el momento en que el Palinuro fue concebido: “Y mientras bajaba las tortuosas y oscuras escaleras de la Universidad de Glasgow, pensé en los capítulos del Ulises, cada uno dedicado a un órgano distinto, y pensé en Borges ‘no es inconcebible una historia con los sueños de un hombre; otra, con los órganos de su cuerpo…’ , y pensé en Henry James que afirmaba que toda novela debía ser como un organismo viviente, único y continuo, y me prometí que ese libro que yo iba a escribir alguna vez, sería tan enfermizo, frágil y defectuoso como el organismo humano, pero a la vez, si fuera posible (aunque es imposible) tan complicado y magnífico, dije, mientras yo y mis cien mil kilómetros de tubería sanguínea bajábamos de dos en dos la escalera de caracol de la torre, pero no será, me dije (me repetí hasta el cansancio) no será un libro con una piel apolínea, con una piel lisa y blanca y suave como la piel de Ofelia que corra un
velo estético sobre la realidad, no: será un libro descarnado, dije, saliendo a las calles de Glasgow, un libro dionisíaco que afirme triunfalmente la vida con toda su oscuridad y horror”.3 Si así lo urdió entonces, supo tramarlo al hilo. Pero también, ¿quiso Fernando del Paso insinuar con el título Palinuro de México que su personaje es un timonel adolescente que navega los mares violentos de la realidad nacional para al fin morir sacrificado en los altares de la sinrazón? ¿Cómo saberlo? Lo evidente es que muchas décadas después del 68, la obra teatral Palinuro en la Escalera, es tan actual como entonces. Tristemente, aún hay padres y madres que buscan sin esperanza, todavía se escuchan comentarios impertinentes en el camino ascendente de la violencia, y también existen, en toda su blancura, huesos insepultos que miran al cielo nocturno. Estos diálogos trascienden el tiempo: LA PATRIA FOSFORESCENTE ¡Ay, mis hijos…, ayyyy, mis hijos (sale). ¿A dónde se los llevaron? ¡Ayyyy, mis hijoooos! VOCES DEL PÚBLICO ¡Sí! ¿A dónde se los llevaron? ¡Queremos saber a dónde! LA VOZ DE PALINURO Si quieren saber, cabrones, ¡pregúntenle a la Rosa de los Vientos! DEL PASO, FERNANDO (1990) Palinuro de México, México, Editorial Diana. Pp. 499-500 2 THE BONES OF PALINURUS PRAY TO THE NORTH STAR Console us. The wind chooses among us./Our whiteness is a night wake disordered./Lone candor, be constant over/ Us desolate who gleam no direction./ W. S. Mervin http://www.80mundos.es/2005/02/bones-of-palinurus-pray-to-north-star.html 3 Ibidem. Pp. 615, 619 4 Ibidem. P. 620 1
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Había una vez Muestra del taller de CREACIÓN LITERARIA del CCL La presente muestra de cuentos tiene por objetivo dar a conocer una parte del trabajo de los compañeros del taller de creación literaria del Centro de Creatividad Literaria (CCL). También es una ventana para acercarse a aquellos que han decidido hacer de la escritura algo más que un ejercicio creativo y se empeñan en ofrecer al lector una muestra de las posibilidades que ofrece la ficción. La variedad de temas cumple con uno de los propósitos del taller: que el autor logre desarrollar sus ideas literarias, aunque para ello tenga que adecuarlas a ciertos requerimientos. En este caso lo fueron la extensión y las exigencias que marca Guillermo Samperio para el cuento moderno: inicio con el conflicto desarrollado; una primera historia delimitada; y una segunda historia encubierta, que motiva y da significación al texto. Acotados a estas exigencias, los resultados fueron diversos. Nos acompañan tres mujeres y dos hombres cuyas edades oscilan entre los 16 y los 50 años. Los textos van de la ciencia ficción al cuento psicológico. Para la mayoría esta es su primera participación en un taller y la primera vez en que afrontaron la escritura con el objetivo en mente de adecuar su flujo creativo a las necesidades formales. Existe una muletilla en el cuento clásico (especialmente el de hadas) para iniciar una historia: “había una vez”. Aunque generalmente ya no se usa, su sentido queda: propiciar una buena disposición ante el deseo de saber qué sigue. Es así como los talleristas se enfrentaron a ese inicio expectante con el deseo de avanzar en sus posibilidades creativas. Y es así como ahora exponen al lector sus trabajos escritos: como lo hace cualquier escritor, sin meter las manos, esperando que los disfruten. (René Vera, Coordinador). Tropo
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bajo la lluvia todo se ve diferente, y daría lo mismo no ir. Atravesar todas estas tundras de comercios y archipiélagos de dudas, para rescatar unas simples hojas, de donde fluyen esos viajes de las superficies blancas, esas historias que acompañan mi vida. En realidad, en vez de regresar hubiera seguido a mi casa, pero ya no puedo. Siento las infinitas gotas brincando entre los dedos de mis pies descalzos cuando me detengo. No puedo fumar: mi pipa se ha mojado. De nuevo avanzo como regresando al pasado, o al futuro, no lo sé. Solo me doy cuenta de que con la trampa de mi nostalgia he retornado a este punto, aunque no me explico por qué he venido absurdamente a buscar esas hojas. Ya veo el bar con sus luces que te poseen, tan real y tan presente, como si ese lugar nunca supiese que me había ido. Donde estuve hay un hombre negro, al que rodea la gente, expectante. Tiene en sus manos mis hojas, la cabeza inclinada sobre ellas; lee. Las cejas se me juntan, estoy molesto. Abruptamente me lanzo con el espinazo encorvado a reclamar mis escritos. El sonido lánguido del hombre se esclarece cuando me acerco, y escucho. Sus labios están morados, ha muerto el cosaco, y los hombres han olvidado su nombre. El sujeto termina de leer, pone los papeles sobre la mesa, saca aire de la boca como vencido y, levantando nuevamente las hojas, dice: “¡lo ha hecho otra vez!”. Los que lo rodean gritan en coro: “¡otra vez lo hizo, es un genio!”. Algo como una mueca de felicidad se apodera de mi rostro; y creo que ha valido la pena regresar para ver esto. Excitados, todos dicen un nombre que ahora reconozco. Es el mío y, aunque nadie me mira, entiendo: soy ese escritor anónimo. Calmado, salgo del bar. La lluvia arrecia. Tropo
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resiento que en este lugar muchos saben mi nombre, pero nadie me mira. ¿Acaso seré invisible? ¡Puede ser! Salgo del bar, la noche está temblorosa, llueve. No es un aguacero, más bien una lluvia agradable que me refresca el rostro y moja mis pies. Descalzo, cruzo las calles entre charcos dispersos, igualito que ese gato que salta dos charcas y se sumerge como un guante negro en los canalillos del drenaje. Bajo al subterráneo para esperar el metro. Miro el túnel que me transporta todos los días a mi cueva (donde nadie me espera). Un rayo me asedia, y no son los relámpagos empaquetados en la lluvia, es algo más lacerante: son mis hojas, que invariablemente olvido en el bar. La lluvia aumenta cuando surjo nuevamente del subterráneo. Esto es París en una noche lluviosa: calles escasamente alumbradas y vacías. La gente por este barrio camina desanimada en días como estos. Hoy no se ve un alma, solo un hombre corre con un capote y, deslizándose, dobla la esquina delante del único auto que se aleja por la avenida, salpica el agua de los charcos arrinconados, moja las banquetas fundidas en una soledad que circula por las calles. Y yo, tomando el fresco de las gotas que rebotan en mis labios, me pregunto de qué me sirve ir por esas hojas. No están hechas de oro, solo están escritas con las manecillas de las palabras. ¡Y ya sé que es absurdo ir a escribir al mismo bar!, pero mi cuerpo, que es como una ciénaga solitaria, me lo pide; aunque siempre me distraigo y olvido esas hojas, que no son importantes, lo admito; pero hoy quiero regresar por ellas. Doblo la esquina de Art Levre y me doy cuenta que
M u e s t r a
Moisés Nájera Ku
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El hombre invisible
Piel blanca Ana Paola Santoyo Moreno
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llan veía el cielo y reflexionaba sobre el origen y el porqué de esa ansiedad que se apoderaba de sus pensamientos. Sin encontrar justificación alguna, caminaba renuente a llegar a casa. La luna le recordaba la piel de Kimberley, su esposa. Temía encontrarse con ella, porque el deseo de ver a su mujer nuevamente retorciéndose de dolor lo abrumaba al mismo tiempo que lo excitaba. Sabía que no era correcto, pero se le había vuelto una obsesión difícil de controlar. Desesperado, caminó la distancia que lo separaba de su casa, ideando la manera de distraer a su imaginación. Al llegar frente a la entrada de su hogar, se detuvo sobre la acera para contemplar la ventana donde se veía a Kimberley con un vestido ligero, azul. Pasados unos minutos avanzó hacia la puerta sin perder de vista la ventana que le permitía observar la sensual figura de Kimberley con sus rizos cayéndole hasta los omóplatos. Para Allan, la puerta era imponente como una botella de vino cerrada para un alcohólico. Sintiendo que un escalofrió le recorría la espalda, acercó su mano a la manija. Al abrir y encontrarse frente a ella, llegó a su mente la noche en que la halló dentro de la ducha llorando y cubierta de moretones, que resaltaban hermosamente en su piel blanca, ocasionándole una inquietante excitación. Al verla, el impulso de abalanzarse sobre ella amenazó con hacerle perder la cordura: deseaba manchar esa piel tersa y suave y perderse en el rojo sangre de sus labios. Aterrado por su apetito, se refugió en su estudio, escupiendo una excusa para su aislamiento. Kimberley, que ya tenía puesta la mesa, le pidió que cenara, pero Allan volteó enfadado a verla y, con voz fuerte, dijo que no mientras cerraba la puerta de la oficina con seguro. Dentro del despacho comprendió que ya no podría escapar de ese deseo; necesitaba ver correr la sangre en la
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Pierre Klossowski, Dans le parc (1977).
hermosa piel de Kimberly. Pero no podía matarla, la amaba. Con sigilo salió de la oficina, tomó las llaves del auto y condujo en línea recta sin detenerse. Quería escapar de esa ansiedad, pero la interrupción de un semáforo lo detuvo. Al mirar hacia los lados, observó a una pequeña niña de no más de diez años meciéndose en un columpio del parque. La calle lucía solitaria y oscura. Un pensamiento se había adueñado de él y sonrió mientras se estacionaba. Envolvió a la niña en sus brazos y, tapándole la boca con el pañuelo que Kimberley le había regalado en su cumpleaños, susurró algo casi inaudible. Más tarde, miraría con desprecio el cuerpo destrozado de la niña sin sentirse enteramente satisfecho. Deseaba más. Contempló nuevamente la luna, y se imaginó ver la sangre resbalar sobre la piel blanca de Kimberley. Tropo
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bía adueñado de su alcoba, cuando el trueno la despertó empapada en sudor. Al ver hacia el clóset, el ojo seguía observándola con su mirada de fuego, y al mirar detenidamente dentro de la pupila se vio quemándose dentro de él, mientras millares de gusanos entraban y salían por los poros de su epidermis. Horrorizada, decidió que había llegado el momento impostergable de hacerle frente y, sigilosa, se dirigió al cuarto de herramientas, tomó el hacha que su padrastro mantenía afilada y se dirigió a su alcoba. Cuando estaba a punto de entrar, su madre, que salía de la cocina, alcanzó a verla. Al ser cuestionada sobre el hacha, no respondió, cerró la puerta y, dirigiéndose rápidamente al clóset, propinó el primer hachazo, que le salpicó el rostro de sangre; pero dejó una herida en el ojo. Al ser atacado, una serpiente de fuego surgió del iris, jalándola con su lengua de remolino hacia sus hercúleas y babosas fauces. Al escuchar los gritos y los golpes, su madre, desesperada, pidió ayuda. Su padre, que arreglaba el auto en la calle, corrió al escuchar los gritos y, de una patada, derribó la puerta. Al entrar, el hacha descansaba sobre el suelo en un extraño charco de sangre junto al clóset, que lucía en perfecto estado. De Andrea no encontraron el menor rastro, y la ventana de la habitación mantenía intacta su protección de metal. Tropo
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ndrea sentía que se ahogaba en el diluvio de lágrimas surgido del enorme ojo que la miraba desde una esquina de la pecera en que se había convertido la habitación del hotel. Dentro de ese líquido salado, cientos de ojos de varios tamaños nadaban sin apartar la vista de ella. Con la angustia sobre los hombros, se levantó rápidamente de la cama, recogió su ropa, que flotaba entre las lágrimas y, mientras se vestía, observó con horror la mano de José, que aún mostraba la huella de una argolla matrimonial. Rápidamente, salió del cuarto como quien huye de las garras del demonio, azotando la puerta justo cuando caía un trueno. En ese momento despertó, sudorosa. La pesadilla le hizo recordar la primera vez que vio el ojo en el clóset. En un inicio pensó que era un capricho de su imaginación. Luego notó que cuando leía las cartas que José le pasaba en cualquier oportunidad, la miraba con burla y dejaba escurrir constantemente un río de lágrimas hasta formar un charco de sangre en el piso sin una explicación lógica. En otras ocasiones, sintió la mirada cargada de odio sobre su espalda, una mirada que la atravesaba como un puñal de miedo del que siempre se sobrepuso confiando en que Dios la cuidaría, pues ella no deseaba desbaratar el hogar de José y, para demostrarlo, estaba dispuesta a vivir en el anonimato. Pero ese viernes, cuando se escabulló de su madre durante el viacrucis y se dirigió a su cita en el hotel, José le dio la sorpresa de que iba a divorciarse para casarse con ella, y Andrea solo pudo imaginar la tristeza en los ojos de las hijas de él, mientras ellos caminaban abrazados por la plaza y la gente murmuraba a sus espaldas. Eran las cuatro de la tarde cuando regresó a su casa. Se sentía enferma. Su mamá atribuyó el malestar a la insolación por el viacrucis y le recomendó recostarse. Al entrar a la habitación, se tiró sobre la cama, agotada emocionalmente, cerró los ojos y se quedó dormida. La noche se ha-
M u e s t r a
Ana María Moreno
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L i t e r a r i a
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El ojo
Antes de clases Alexa García
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ijo buenos días, y estiró el brazo ofreciéndole su pequeña mano extendida. Su voz infantil fue de lo más amable, pero incapaz de conquistar el interés de don Martín, que miraba fijamente hacia una pared de concreto. Juan, ruborizado, agitó despacio su mano en señal de despedida. Se alejó hacia al colegio, dando traspiés, moviéndose de un lado a otro, balanceando una pesada mochila que le resultaba difícil de sostener aun con la vitalidad de sus diez años. Una mañana, Juan descubrió el extraordinario entendimiento que Martín tenía con las palomas. Lo vio sentado en su silla de ruedas en un pequeño parque donde recibía limosnas. Pensó que era como una estatua viviente de cobre que, aún polvorienta, decoraba el jardín donde algunas aves aterrizaban: se le iban acercando con sutileza hasta la altura de sus brazos y, formando un semicírculo, bajaban en sincronía hasta sus pies, dándole dimensiones mágicas. Desde esa vez, le quedó claro que con nadie más podría vivir algo semejante. Además, las facciones de su rostro siempre le resultaron familiares. El pequeño aseguraba que bajo su compañía lo más probable es que siempre sucediera algo impensado. Consiguió disciplinarse. Ahorraba tiempo de su ducha. Se tomaba su desayuno en un instante para luego irse, todavía masticando el último bocado al cruzar con rapidez por la sala y echar el cerrojo a la reja. La movilización provocada por la lluvia entre los transeúntes duró muy poco. Pronto no se vio a nadie, y solo se escuchaba el ruido de coches circulando y el golpeteo de las gotas sobre metal, cristal o pavimento.
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Juan, al escuchar los truenos, se quedó tan aturdido que pareció como si la lluvia nunca hubiera formado parte de la naturaleza. Corrió al parque maniobrando su paraguas. El sonido de los relámpagos le produjo menos angustia que la duda de si don Martín había sido capaz de moverse por su cuenta y resguardarse. Llegó hasta el lugar acostumbrado deseando saber algo. Permaneció inmóvil debajo de un árbol mientras sus tenis se mojaban y el aguacero avanzaba humedeciendo sus piernas. Por un momento, cabizbajo, pensó en irse. Un segundo después cambió de parecer, verificó, pero no había indicio de nada, y al final se marchó, empujado por la realidad. Esa lluvia lo condenó a pasar varios días en casa, con un molesto resfriado. Después de los días de lluvia, el calor era asombroso. Juan, recuperado por completo, se dirigió al parque. En sus manos llevaba una sorpresa, un yo-yo de plástico azul marino con una cuerda blanca. De pie, frente a la silla de ruedas, en su primer y único intento, no precisó su fuerza de lanzamiento y, sin lograr que subiera, el yo-yo quedó oscilando de un lado a otro. Supo que su torpeza no era algo físico, tenía que ver con el temor a equivocarse, pero, con todo y eso, disfrutaba esos momentos donde era imposible aburrirse. De inmediato metió el yo-yo en su bolsillo y se secó el sudor, era hora de irse. En aquel instante se dio cuenta de que había conseguido lo que pretendía: la atención de don Martín, aunque eso no significaba que fuera a perdurar. A Juan se le iluminó la cara redonda y se le llenó de aire cada rincón de los pulmones. Esta vez se retiró con la explosión de una risa. Tropo
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se las ingenió para anotar un par de oraciones. Ahora tenía que entregarla, pero ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo? Ya no existía el correo. Dejarla sobre su escritorio era demasiado evidente. Llevarla hasta su departamento tal vez fuese atrevido. Sabía que ella asistía a actividades no especificadas en un edificio de la zona industrial al cual él también solía ir, por ocasiones habían viajado en el mismo transporte. Investigó horarios en busca de coincidencias. Anduvo rondando los pasillos de aquel edificio, con la carta en su bolsillo, en busca de alguna señal que delatara dónde encontrarla. Escuchó música proveniente de una sala cercana. En aquel predio funcionaban consultorios y centros de programación, ese lugar estaba presente en sus primeros recuerdos. La humanidad había desterrado la enfermedad, la muerte y la superpoblación resolviendo la vida con cálculos severos, hasta reemplazarla con ellos. Sin ir más lejos, él ni sabía lo que era el hambre, ni había experimentado envidia ni rencor. Algo lo impulsaba con una fuerza desgarradora. No entendía lo que no le habían enseñado. Al fin entró por una de las puertas metálicas al fondo de un corredor. La gravedad de aquel ser lo succionaba como un agujero negro. La encontró de espaldas. Ella observaba a través de un espléndido ventanal, la música emanaba de su cuerpo. Ondas de diferentes frecuencias envolvían el espacio. La sorprendió con el sobre en la mano. Ella leyó su contenido: Tú presencia me altera. ¿A ti también te sucede? Y le transmitió una vibración que aclaraba sus dudas. Tropo
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e acercaba la hora de salida. El transbordador lo esperaba en la plataforma para llevarlo hasta su cubículo habitacional. Al llegar comenzó a recibir notificaciones; sus conocidos vivían en lugares remotos, pero estaba tecnológicamente conectado con ellos. Los escritorios de su oficina eran diminutos y las pantallas cubrían las paredes semejando los ojos de un insecto. Él temía ser vigilado desde allí: la sensación de ser observado lo abrumaba. En su distrito había muchos jóvenes; en realidad no conocía a nadie mayor. Tampoco había visto niños en la ciudad, pero sabía de su existencia. Ella pasó a su lado a la hora habitual. Sintió su presencia y esa peculiar huella electrónica. La información era accesible y el ambiente estaba repleto de datos. A pesar de trabajar a metros de distancia, jamás se habían hablado. La comunicación era usualmente establecida con individuos físicamente ausentes. Formaban parte de algún grupo de afinidad determinado por complicados algoritmos; así, la interacción se daba armónicamente. Entonces, ¿por qué sentía curiosidad, ansias por conocerla? Parecían no tener nada en común. ¿Qué era lo que lo atraía? Tenía que hacer algo para contactarla. Encontró artículos antiguos que hablaban de las cartas. Leyó que así se comunicaba la gente en el pasado. Estas podían demorar días, semanas o tal vez meses en ser recibidas y se escribían a mano. Pensó en cómo hubiera sido vivir en aquellas épocas. Sentarse a preparar una carta le pareció una aberración, aunque quizás no fuese una mala idea elaborarla. Se le ocurrió que era algo original. Hallar un sobre, le dio trabajo, pero más escribir a mano; su letra le pareció extraña. Las palabras le eran esquivas, pero
M u e s t r a
Marcelo Lisandro Lenski
C r e a c i ó n
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No solo el corazón late
E l C i rc u i t o P u ro Te a t ro , g ra n l o g ro d e l a s c o m p a ñ í a s l o c a l e s
Urgente, una política teatral para Cancún Necesario equilibrar la calidad de las obras, la preparación de los artistas y la generación de públicos Raúl Castro-Lebrija Siempre inquieta, creativa, tenaz y un tanto necia, la comunidad teatral de Cancún tuvo en el 2015 —sin temor a equivocarnos— uno de los años más importantes en la breve pero nutrida historia de esta ciudad. Y no fue porque el público haya disfrutado de las mejores o más novedosas propuestas escénicas que se presentaron en este lugar, sino porque, por primera ocasión, se lograron sentar las bases para tener un verdadero crecimiento teatral y para, tal vez lo más importante, la generación de nuevos públicos.
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ADIÓS AL CANIBALISMO ace no muchos años, algunas de las compañías teatrales de Cancún se relacionaban entre sí más como caníbales que como colegas artísticos. Cada compañía tenía su propio foro que era cuidado como un feudo vedado para otras agrupaciones. Recuerdo que en varias ocasiones tuve
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que hacer gestiones para que uno de esos grupos pudiera presentarse en el antiguo teatro “8 de octubre” y siempre me topaba con respuestas como “ese día está ocupado, ese día tenemos ensayo”. Total, las compañías que contaban con un teatro difícilmente lo prestaban a otra agrupación —a menos que la orden viniera de muy arriba— y los que no contaban con un foro la pasaban realmente difícil buscando espacios que pudieran habilitarse como teatros u optar por la de-
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Al concluir el Coloquio de Teatro del Caribe
cisión “sencilla” que implicaba rentar el Teatro de Cancún de la zona hotelera, cuyo costo, superior a los 30 mil pesos por función, obligaba a los productores a llenar el recinto para no terminar en números rojos. No había la menor solidaridad entre muchas de las compañías. Incluso, siendo directores o actores profesionales, prácticamente nadie asistía a presenciar las piezas presentadas por las compañías competidoras, lo que comprendería un acto de profesionalismo básico. Ese canibalismo teatral llegó a su fin en el 2015. CIRCUITO PURO TEATRO Por primera ocasión, los miembros de las principales compañías teatrales de Cancún pudieron sentarse a la mesa para planear e idear productos, bajo el entendido de que esa era la única forma de que todos ganaran. Bajo esta perspectiva se crearon dos iniciativas. La primera fue que los nueve principales grupos teatrales de Cancún se agruparon en el denominado Colectivo 45, a propósito de los 45 años que cumplió la ciudad en abril pasado. La creación del colectivo quedó plasmada en un breve video donde directores y dramaturgos como Saúl Enríquez, de Nunca Merlot Teatro; Hirán Sánchez, de La Bambalina, o Magdalena Hidalgo, de la Compañía de Teatro Municipal Usigli, reconocían, como un primer gran logro, haberse puesto de acuerdo.
Apoyados en todo momento por la directora de la Casa de la Cultura de Cancún, Juanita Santín, el colectivo dio un primer fruto en la figura del Circuito Puro Teatro, que tuvo lugar entre el 17 y el 20 de junio. Las compañías mostraron sus mejores piezas y, por primera ocasión, hubo elementos para que el público pudiera comparar el arte escénico que se desarrolla en Cancún e identificara elementos de identidad del teatro local. El primero de ellos: imaginación para sustituir la falta de infraestructura. La obra Rebanadas de vida, escrita por Verónica Musalem y dirigida por Jorge Piña-Williams, es un excelente ejemplo de este punto: teatro escenificado en lugares sin la infraestructura necesaria, por lo que los actores cambian de vestuario en el mismo escenario durante pausas musicales, con escenografías, iluminación y sonido básico. Debido a la estrechez presupuestal, las propuestas escénicas tuvieron que adecuarse a foros como el antiguo teatro “8 de octubre” o el teatro “Xbalamqué”, y ya recientemente el Planetario de Cancún, que cuenta con un auditorio cómodo y digno, pero sin lo necesario para una puesta en escena. De hecho, no se puede desmontar la gran pantalla del auditorio, que se vuelve incómoda en piezas como Nocaut al corazón, de Alma Wilheleme y Jorge Piña-Williams, o el monólogo El Anticristo, una tarde con Nietzsche, que le valió a Carlos Martínez el premio como mejor actor del V
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l a t i n t a t e n t a Festival de Teatro de Pequeño Formato, de Miami, Florida, apenas en noviembre pasado. NUEVOS PÚBLICOS Personalmente, considero que la más importante aportación del Circuito Puro Teatro tiene que ver con la generación de nuevos públicos. Es decir, a pesar de la promoción y difusión que realiza la Casa de la Cultura, el público no llena, por ejemplo, el auditorio, sin el cual sería impensable hablar de una escena teatral cancunense. Sin embargo, los nuevos foros ubicados fuera del Centro de Cancún, como son el Foro Zoila y La Carpita Teatro, registraron entradas que sorprendieron a todos. Estuve presente en La Carpita Teatro durante la presentación de Lentas pero seguras, escrita por Laura Iglesias San Martín y dirigida por Patricia Madero, y no solo se registró un lleno total, sino que fue necesario sacar —no sé de dónde— cerca de veinte sillas más para ubicar a un público que no dejó de reír y de aplaudir. El Foro Zoila, bautizado así en honor de la madre del director Ernesto Aquino, por su parte, es un foro digno, cómodo y con una acústica que permite disfrutar el espectáculo. Eso, sin duda, fue parte del éxito que también en 2015 tuvo la pieza Qui’ubo carnal, escrita y producida por Víctor Legaspe y dirigida por Magdalena Hidalgo. El éxito registrado en estos dos teatros nos demuestra que más allá del Centro y de la Zona Hotelera, existe un público ávido de espectáculos y de entretenimiento. Se vuelve necesaria, entonces, una política teatral para Cancún que equilibre la calidad de las obras, la preparación de los artistas y la generación de públicos. El problema es que la directora del Instituto de la Cultura y las Artes del municipio de Benito Juárez, Alia Rodríguez Narchi, en quien debería recaer la responsabilidad de desarrollar esa política teatral, solamente acude a estos espectáculos a tomarse la foto.
primera instancia, para que los productores, escritores y artistas asistentes pudieran hacer una reflexión sobre el momento que vive el teatro en Cancún y, la parte complicada, tratar de definir el rumbo o los retos que enfrentan los creadores. El actor Alejandro Limón, ya en el último día de actividades del coloquio, soltó a los participantes una pregunta clave: ¿Por qué Cancún no tiene un teatro con un perfil definido como sucede en otras ciudades del país, como Xalapa? La respuesta es sencilla: Porque Cancún no es Xalapa. Es decir, Cancún es una ciudad que nació donde no había nada, gracias al trabajo de mucha gente. Es el hogar no solo de personas de toda la República sino de más de 100 países, de acuerdo con los datos del Instituto Nacional de Migración (INM). Esa composición pluricultural, el principal rasgo de identidad de la ciudad, aplica para todas las artes, no solo para el teatro. En esta ciudad deberán convivir muchas formas de teatro: la vanguardia de Saúl Enríquez, el clown de Daniel Gallo, las comedias de Patricia Madero y Jorge Piña-Williams, el teatro regional de la compañía La Libélula, las obras infantiles de las compañías Valola y Tavart Teatro, así como los musicales de Arte de Cancún, Afán Producciones o Por amor al arte. De hecho, deberíamos hablar de “los teatros” y no del “teatro” hecho en Cancún. Lo necesario, entonces, es que los creadores puedan viajar a otras ciudades para obtener mejores herramientas para desarrollar su arte, y que a la ciudad puedan venir maestros de todo el mundo —¿quién se negaría a venir a Cancún, aunque fuera un fin de semana?—, para que nutran las propuestas locales. Lo que hoy debe preocupar a los creadores escénicos de la ciudad es hacer, cada día, un trabajo de mayor calidad. En una ciudad pluricultural como esta, públicos es lo que habrá de sobrar. Tropo
CANCÚN NO ES XALAPA La nueva organización que goza la comunidad teatral de Cancún facilitó que, del 3 al 5 de noviembre y teniendo como marco el Festival de Cultura del Caribe, se llevara al cabo el coloquio Quintana Roo y el Caribe en el Teatro, que fue moderado por uno de los jóvenes creadores más premiados de México: David Gaytán. El evento sirvió, en
Raúl Castro-Lebrija (Coatzacoalcos, Veracruz, 1974) es un periodista con más de 20 años de experiencia en medios impresos, digitales, radio y Televisión. Ha trabajado para El Heraldo de México, Televisa, Televisa Radio, El Economista, Expansión, Milenio Diario y Milenio Semanal. Vive en Cancún desde hace siete años y actualmente edita el sitio de información cultural www.uikencancun.com.
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La azotea José Antonio Íñiguez el tiempo volaba como para arrollarnos, con un ruido de aguas espumosas. Enrique Lihn 1. Mi hermano y yo solíamos de niños subir a la azotea. El primero en llegar, de acuerdo a nuestro pergamino, se convertía inmediatamente en el capitán del barco, y el último, en un marinero insigne. Acto seguido, antes de alzar las anclas de cemento, veíamos siempre por última vez las luces de la ciudad y comenzábamos los preparativos para la fuga. 2. Nuestro barco, según un mapamundi, estaba encallado a unos cuantos metros de un río que desembocaba directo en el Atlántico. Pero para llegar ahí, debíamos primero arrastrar la embarcación hacia las aguas con ayuda de lianas resistentes; y segundo, lo más forzoso: fijar los minutos como días, la ropa de mi padre como la vela más tensa, un tubo de fierro como un potente cañón, y los ladrillos como arsenal de dinamita, para combatir con viejos bucaneros. 3. Horas más tarde, hecha ya la retaguardia y alzadas las velas, mi hermano y yo nos sentábamos en la orilla de la cubierta, para contemplar cómo la casa se alejaba lentamente del vado del río. Entretanto, una música lejana siempre hacía las veces del canto de un loro parlanchín, y otras, del gorjeo aciago de los últimos tucanes. 4. A pocos kilómetros de viaje, el río inesperadamente se volvía el más extenso y furioso de la selva. Cláxones, voces, pregones y alaridos eran de pronto olas pedregosas que batían nuestro barco hacia meandros misteriosos. Sin embargo, mi hermano y yo, para resistir en la turbulencia, descubríamos sólo así que todo bastaba con cerrar los ojos y decir en voz alta, aferrados ya sobre el timón: El Atlántico está sólo a la vuelta de la esquina. De Otros días (libro inédito)
José Antonio Íñiguez (Quintana Roo, 1991). Sus poemas han sido publicados en diversas revistas como Trinchera, Río Grande Review, Tropo a la uña (segunda época), entre otras. Fue fundador de las revistas digitales Salvo el crepúsculo (2011-2013), Órfico (2014) y Enter Magazine. Ha sido becario en el Encuentro de Literatura «Los Signos en Rotación» del Festival Interfaz-Issste (Mérida, 2014). Recientemente fue incluido en las antologías Los caminos de la lluvia: muestra poética de Cancún (Ediciones Del lirio, 2013), Los volátiles: poetas de los ochentas y noventas (J.C., 2014) y Por la señal del alba (Poemínima editorial, 2015). Actualmente es editor de contenido de Revista El humo.
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No hay teatro si no hay espectador El teatro, románticamente, todavía lo hacemos a mano Katia Rejón
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rancisco Solís (México, D. F., 1972) es director teatral, creador de la Compañía Teatro del Sueño y del Foro Alternativo Rubén Chacón, uno de los recintos teatrales con mayor actividad y oferta en Mérida. Descubrió el teatro a los quince años cuando estudiaba en el CEDART en Yucatán (donde vivía desde los trece años) y abandonó sus planes originales de ser músico para irse a estudiar a la Escuela Nacional de Arte Teatral en la Ciudad de México. Desde entonces se ha dedicado a dirigir y a impulsar las producciones de compañías independientes. Nos citamos en la Plaza Grande en medio del incienso
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y los altares del Hanal Pixan. No fue difícil encontrarlo: a pesar de la gente y el sol cegador, su sombrerón negro resaltaba entre un grupo de estudiantes reunidos en una de las casitas de paja cuya placa versaba: Escuela Superior de Artes de Yucatán. En entrevista, platicó que al terminar la carrera quiso volver a Yucatán para compartir lo que había aprendido. En el 2001 obtuvo el primer lugar del Premio Estatal de Teatro Wilberto Cantón por Trilogía de engaños, además de ser dos veces acreedor del premio de Concurso Regional de Monólogos y Unipersonales en Cancún. El Foro Alternativo Rubén Chacón comenzó sus actividades en el 2012: “Por políticas de Estado, los espacios teatrales se comenzaron a rentar incluso para los profe-
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Todo lo que encontré en el agua, de Conchi León.
sionales del teatro. Desafortunadamente, ni entonces ni ahora había un público consolidado para las obras de teatro, es decir, pienso que hay más propuesta teatral que público”, eso ocasionó que los artistas comenzaran a pensar en el teatro íntimo, de pocos espectadores. “Tu miras los foros, ya sea Casa Tanicho, el Teatrito, La Rendija, Tapanco, y tienen espacio para 60 personas y aun así no se llenan”, continuó. Por lo tanto era difícil pensar en llenar un espacio como el Teatro Armando Manzanero, además de los costos del montaje y la renta del lugar. “Sin entrar en una discusión sobre qué es mejor o no, pretendemos otro tipo de teatro, muy diferente al popular que ya tiene sus espacios y su público. Nosotros tenemos otra propuesta, con otros fines, más artísticos, menos lucrativos”. También abre la convocatoria cada mes de junio para el Festival de Teatro Estudiantil para alumnos de cualquier escuela, e incluso da la posibilidad de que artistas emergentes que necesiten experiencia tengan un lugar para montar sus obras. El teatro está ubicado dentro de la ex Penitenciaría Juárez frente al Parque de la Paz, el cual tiene una sala para 60 espectadores, dos salones de ensayo, un taller de construcción de escenografía, una bodega, y cuenta con iluminación y equipo de audio. El año pasado tuvo más de 250 representaciones, y en promedio se programan diez funciones al mes. Juan Ramón Góngora, Enrique Cascante, Bryant Caballero, Óscar López, son algunos de los dramaturgos que han dirigido en este espacio. Al preguntarle su opinión sobre la educación artística, contestó: “A mí me gustaría que la clase de educación artística dejara de llamarse de esa manera y comenzara a llamarse educación estética. Pienso que debe estar más ligada a la apreciación porque no todos podemos ser artistas, pero sí todos podemos ser público. Para mí el contenido es esencial, el arte del entretenimiento ya está saturado y como dice Dubatti, el teatro es una de las últimas manifestaciones humanas que requiere del convivio: no hay
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teatro si no hay espectador. Este mensaje sin mediadores es algo que todavía lo hace fascinante, el teatro románticamente lo hacemos a mano”. Actualmente, trabaja en un proyecto de montaje de las obras de actores yucatecos vivos, siendo Todo lo que encontré en el agua, de Conchi León, su más reciente obra. Además, presentará próximamente Mujeres de arena, teatro documental sobre las muertas de Juárez, escrita por Humberto Robles y montada en el XX aniversario de la Compañía Teatro del Sueño. En lo académico, cursa la maestría en Dirección Escénica, es el Coordinador de la Licenciatura en Teatro de la ESAY, y es profesor en la Normal Superior de Yucatán, formando a los próximos maestros en Educación Artística. Tropo
Katia Rejón Márquez (Cd. del Carmen, Campeche, 1993). Egresada de la licenciatura en Periodismo, es estudiante de Comunicación Social en la UADY. Colabora en medios digitales e impresos sobre cultura y arte como La Vieja Guardia. Dirige la revista digital Memoriasdenomada.com. Ha publicado poemas en Enter Magazine y Círculo de Poesía. Vive en Mérida, Yucatán.
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entrevista con la narradora y ensayista
Addy Góngora Basterra
Malabarista de historias que te tocan Guadalupe Gerónimo Salaya
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a imagino escribiendo en su estudio con los libreros todavía vacíos, sin llenar de historias, libros, cartas y pensamientos. La puedo ver frente a ese gran espejo que refleja su silueta, alzando la mirada, cada cierto tiempo, solo para cerciorarse de que ella, Addy Góngora Basterra (Veracruz, 1982), realmente está escribiendo sobre el papel con una plumilla. Aunque, el proyecto de Letranías es producto de la distancia física y las tecnologías digitales —primero a través del correo electrónico y Blogspot, después en las redes sociales—, Addy se identifica parte de la escuela clásica: prefiere las libretas con apuntes y las hojas llenas de tachaduras a las teclas al momento de escribir. Difiere de los nativos digitales que escriben, leen y declaman desde sus smartphones, las tabletas y computadoras portátiles. Letranías es un invento, un juego de palabras, el esbozo primero de una columna de un periódico. Afortunado es que no se haya concretado ese primer propósito, de lo contrario, tal vez no tendríamos ese proyecto de fomento a la lectura, laboratorio de sus reflexiones vueltas relatos, ensayos, cuentos. Plataforma donde las fronteras de los géneros literarios se confunden. Porque ante una minoría de ensayistas literarios en la península, Addy arroja luz al esbozar sus ideas en una escritura tan compleja. Narradora y ensayista, columnista del Diario de Yucatán y colaboradora de Nexos Cultura, es autora del libro de relatos Cantos para ser contados. Desde 2010 imparte la asignatura Historia del Arte en la Universidad Autónoma de Yucatán y dirige el grupo de lectura “Puro Cuento” en la Quinientos25. Ha trabajado en la Dirección de Cultura del Ayuntamiento de Mérida, involucrándose en el evento “La
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Noche Blanca”. —¿Cómo empieza el proyecto de Letranías? —Estaba viviendo en Argentina, país al que me fui a estudiar una maestría en literatura desde el 2005. Letranías fue mantener cerca a mis amigos, familia y pareja.
El 27 de febrero de 2007 inicié esa manera de acercar a mi gente, compartiendo lo que amo que son mis lecturas. Empecé enviando por correo lo que encontraba y leía, de forma paralela creé el blog subiendo todo lo mandado. Se transformó en un deber conmigo misma. Nadie me paga por hacerlo, pero la satisfacción ha sido que cuando no mando una nueva entrada, las personas me contactan y preguntan: ¿qué pasó?, ¿por qué no he recibido un correo tuyo? Al principio no me metí a las redes sociales, no estaba familiarizada. Cuando regresé a México en 2010, vi que podía potenciar lo que hacía. Creé la fanpage en Facebook y un año después una cuenta en Twitter. —Y también podemos leerte a ti. —En un primer momento el blog fue solo compartir lo que leía, después se volvió en una inquietud por escribir. Así como hay personas en Mérida, que han creado galerías, salas de arte independientes, foros alternativos, lo que hice con Letranías fue hacer un espacio donde pudiera compartir mi creación. A partir de eso es que me han abierto las puertas el Diario de Yucatán y Nexos Cultura. —Entre tus lectores están escritores nacionales e internacionales, lo mismo que académicos. ¿Cuál ha sido su respuesta hacia tu propuesta? —La primera persona de la que puedo hablar es Sara Poot, suelo verla cada vez que viene a Mérida, nos frecuentamos y escribimos. Con los años se ha dado una amistad. Sara siempre me alienta, me responde con algún comentario sobre el autor o contenido que comparto. Igual Noé Jitrik, el crítico argentino. Es como un juego de ping-pong, pocas palabras que van y vienen constantes, sabes que siempre están al otro lado del monitor. —En Letranías lo que escribes es anecdótico, muy conversacional. —Trato de buscar temas que puedan interesar a la gente, son relatos breves, un puente hacia algo más. Por eso doy clases, me gusta compartir, que las personas conozcan. Ahora aquí en mi estudio, dirijo el grupo de lectura “Puro Cuento” y uno sobre historia del arte. Mi alegría es que se involucren con voces a las que no han llegado, entonces al escribir intento tender puentes. Así como un Tarzán literario, que va de liana en liana, llegas a un relato y te lleva a otra cosa, tal vez desconocida. Son los malabares que me gusta hacer con las historias de lo que me pasa, me cuentan, con lo que leo y escucho. Para mí es importante el estilo y la extensión, procuro que no sean textos largos porque tengo la intención de enganchar al lector. En el blog hay otros escritos más largos, más ensayísticos, eso sí, anecdóticos. Casi
todo lo que mando a los periódicos y revistas es anecdótico. —Tu escritura es bastante personal para haberla iniciado en un taller literario, en Mérida lo más común es explorar la poesía y el cuento. —Fíjate que nunca he estado en un taller literario, no me siento cómoda. Para muchos son muy útiles, incluso es una manera de escribir, así como las personas que entrenan un deporte en equipo. En algún momento tuve curiosidad, pero sentí que no lo necesitaba. Mi proceso de escritura empieza por la necesidad de compartir. Cuando escribo no siempre es para publicar, lo hago pensando en lo que me interesa. Ahora quiero trabajar sobre la historia del cuento. No he tenido tiempo de sentarme a escribir, cambié de estudio, mi vida dio un giro de 360 grados hace un mes. Apenas me estoy reacomodando, sin embargo, en la cabeza hago la historia sin pensar en publicar o dictar un curso. Es como tener sed y buscar hidratarte. La hidratación viene de escribir, investigar, crear las ideas porque no tengo las palabras. Puede ser como un ensayo. —¿Te consideras ensayista o narradora? Me considero narradora, me gusta contar. Una historia que se puede relatar de muchas maneras. —En tu ensayo “Arquitectura literaria: Gunter y Galeano”, mencionas que no es lo mismo escribir en un blog que sentarte a escribir en serio. Lo traigo a tema porque la mayor parte de tu escritura se publica en esta plataforma virtual, en periódicos y revistas. Mira, cuando escribo en el blog es porque quiero expresar algo, es parecido a lo que algunas personas hacen en sus estados de facebook. A veces escribo directamente en el blog y me doy cuenta que eso no es lo que realmente quiero, cierro la ventana, abro un archivo y me pongo a escribir. Una cosa es la escritura popcorn, que en 30 minutos se calienta y está lista, como una entrada en mi blog, y otra es preparar algo pormenorizadamente para posteriormente publicarlo. Esa es la diferencia. Prefiero no publicar por publicar cualquier cosa. En el Diario de Yucatán alguien me dijo “no publicaste hoy”, y es porque el texto que estoy preparando no está listo. Antes que publicar está la calidad. Tropo Guadalupe Gerónimo Salaya (Tabasco, 1992). Egresada de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY. Sus ensayos, entrevistas y artículos han sido publicados en la sección “Cultura” y Unicornio, Suplemento Científico y Cultural del periódico PorEsto!; y en las revistas Miopía, Morbífica y Los otros. Periódico universitario. Fue becaria en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE 2014, por el género de ensayo. Radica en Mérida, Yucatán.
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T e z c u c a n o
Ser muy honesto con lo que haces Jorge Luis Arcila Nacido en la Ciudad de México en 1977, y egresado de la Universidad Autónoma de Morelos (UAEM) —donde estudió la carrera de artes plásticas y tomó cursos con reconocidos artistas como José Luis Cuevas, Vlady y Roberto Cortázar—, Leonardo Tezcucano radica desde hace algún tiempo en nuestra ciudad, por gusto, necesidad y como escaparate. Cancún le brinda un ambiente nuevo para la realización de su obra, mezcla de diferentes corrientes y técnicas: el diseño, el arte plástico, la fotografía y el amor a la música —toca la batería—. Estos son los ingredientes principales en la obra de este artista que ha sido expuesta en diferentes publicaciones, en la biblioteca del Instituto Politécnico Nacional, y en diversas exposiciones en Estados Unidos y México.
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omo pintor, Leonardo Tezcucano reconoce algunas de sus influencias en Francis Bacon, Pablo Picasso, Antoni Tàpies, Robert Rauschenberg… Y como diseñador ha sido elegido por diferentes marcas para trabajar en su publicidad (Montblanc, Absolut, Samsung), merecedor del tercer lugar como Mejor Artista Emergente en el Perrier Plastic Art Contest en Zona Maco, 2009. Así, este artista, diseñador, melómano, que se mueve por diferentes disciplinas (pasiones) que se nutren entre sí, dando forma a su obra con una apretada agenda de trabajo, nos brinda un poco de su tiempo para platicar con nosotros.
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ALIVE (2013). Pieza para exposición y lanzamiento del vino MÍO. Técnica: gráfica digital. Medidas: 380 x 160
Kate Moss. Ilustración (lápiz, crayola y acuarela sobre papel algodón). Impresión digital sobre canvas.
—En tu trabajo se mezclan perfectamente varias disciplinas, el arte en sí, el diseño..., ¿cómo encaras un proyecto?, ¿cómo decides el camino a seguir? —Como bien lo mencionas, depende del proyecto o de la idea; es lo que me marca la pauta para elegir las técnicas. Muchas veces comienzo por bocetar con una técnica, y termino mezclando más de tres. Los resultados siempre superan mis expectativas. —Platícanos un poco sobre los materiales que utilizas… —Utilizo prácticamente de todo: óleo, acrílico, carbón, cera, plumones de gasolina, acetatos, lápiz, esmalte en agua, arenas, pigmentos en polvo, acuarelas, crayones en óleo, pastel, aerosol, etc. Y cuando se trata de pintura trato de usar la mayor cantidad de materiales ya que enriquece mucho el resultado final. —Eres favorito de diferentes marcas para crear su publicidad. ¿Es esta una nueva vía del artista plástico de nuestros tiempos? La capacidad de adaptarse a la necesidad del espectador, porque el observador de esa publicidad también es un observador de arte. —De hecho, creo que de una década para acá las marcas son las que se han acercado a los artistas pues ven su potencial como imagen mediática hacia sus usuarios o compradores. Se vuelve más atractivo que un artista plasme sus ideas y su huella a través de una marca. Considero que es un perfecto trampolín para ambos lados. La gente ya está un poco cansada de ver siempre los mismos espectaculares, o etiquetas serias de una marca rigurosa. Tal es el caso de muchos artistas que abrieron este mercado como es el icónico Andy Warhol, o las primeras campañas publicitarias de Absolut Vodka, etc… —Cuando es un proyecto por encargo, ¿te dan puntos de
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Pieza especial para Bruxo Mezcal. Exhibida en Miami durante Art Basel en la feria Spectrum. (Técnica mixta sobre lienzo).
referencia para tu obra o tienes carta libre a la hora de crear? —Tengo de todo tipo de clientes. Muchos me dan la libertad de hacer lo que yo tenga en mente, otras veces solo me dan las ideas, pero siempre confiando en mi estilo ya que eso están buscando en mi trabajo. —Como amante de la música que eres, ¿por qué la plástica y no la música? —Soy melómano y toco la batería. Tuve mi grupo de rock y toqué en otras bandas. Ganamos una guerra de bandas, grabamos un disco en estudio, se promovió y estuvimos en las diez canciones más tocadas de la semana por varios meses, y probablemente me pude haber dedicado a la música, pero el camino me fue llevando al arte. Hay muchos músicos que pintan o viceversa. Las artes no están divorciadas; al contrario, son ramas de la creatividad que viven latentes en las aristas. Son nuestros medios de expresión. —¿Piensas retomar tus proyectos musicales? —Uno nunca sabe. El amor a la música es único; y si saliera un proyecto interesante, por supuesto, lo retomaba. —¿Qué hizo que vinieras a vivir a este destino turístico? ¿Influyen en tu trabajo las diferencias entre el D. F. y Cancún? —Definitivamente. Cancún es un lugar mágico. Desde muy pequeño siempre quise vivir en el mar, pero una
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Memory Man. Técnica: gráfica digital.
de las razones de nuestra decisión fue que mi mujer y yo queríamos que nuestro hijo naciera y creciera en un lugar sano, limpio. Y decidimos Cancún por varias razones: yo tengo familia aquí, mi mujer es de aquí, tengo amigos de toda la vida aquí, y al ser lugar turístico número uno a nivel mundial, eso nos da una ventana muy amplia para mi trabajo y también para poder viajar a cualquier destino directo saliendo desde aquí. —¿Crees que hay una escena artística fuerte en Cancún o la Riviera Maya? —¡Por supuesto! Creo y lo veo. Hay muchos artistas emergentes, artistas con una trayectoria, y que están ávidos por buscar espacios, de encontrar plataformas, de abrir brecha en este medio tan difícil que la gente comprenda, ya que en las grandes ciudades se generan guetos muy celosos y cerrados. En mi caso, todo el recorrido lo he desarrollado sin galletitas, sin corredores de arte, sin un mánager, sin ningún padrino; es el resultado de ser tenaces y creer en lo que uno hace con pasión. —Antes era llamado grafiti, ahora arte urbano, ¿qué opinas de esto? —Para mí son solo títulos, o técnicas diferentes. El grafiti empezó en los 60, tomó fuerza en New York en los años 70 cuando la gran mayoría utilizaba pintura en aerosol por la rapidez de aplicación y de secado —
Cuadro mural para Absolut vodka. Latinoamérica, 2003. (Medidas: 280 x 360).
ya que estaba considerado como acto vandálico (y lo sigue siendo)—. Solo que ahora se le ha dado un espacio y un valor plástico. Hoy en día existen artistas plásticos grafiteros que mezclan diferentes técnicas con calidad cada vez más sorprendente. Debido a su demanda, muchos festivales difunden a estos artistas y su trabajo, pero ya no solamente en lugares como New York sino alrededor del mundo. Esto se ha viralizado tanto que de alguna manera acercan al espectador al arte de forma mediática dejando un mensaje social, educativo, recreativo, hasta político en muchos casos. Desde mi punto de vista, creo que el grafiti es un tipo de arte espontáneo, muy colorido, en donde la técnica varía en los trazos y las “caps” que utilizan en las latas de aerosol; y el arte urbano conlleva un trabajo más pictórico, en donde puedes ver veladuras, transparencias, sombras, brochadas, materia plástica: un trabajo más pictórico más que callejero. —¿Crees que en estos días el concepto ha superado a la obra? —El arte conceptual existe desde Marcel Duchamp, de ahí viene el nombre: hay un concepto. Hay obras que lo sustentan y otras que para mí son una burla para el espectador. Si una pieza de arte no te mueve las entrañas, no es arte. Y mucho de lo que está pasando con el arte conceptual es tratar de ser lo que no es, sin un sustento, una justificación o una fuerza interna.
Mural en Holbox, 2015. Técnica mixta sobre muro.
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“Su lenguaje visual a partir de distintas técnicas, privilegia el gusto por la línea y los grafismos, y por el color y sus transparencias. Así también se balancea su narrativa que, con la constante presencia de la figura humana como ancla visual, alterna con la abstracción y la geometría en composiciones abiertas y contornos borrosos”. (Gena Bezanilla, historiadora del arte).
dos. Actualmente, vivimos en un momento en donde todo es desechable, en donde la gente necesita ser bombardeado con imágenes por segundo, en donde haces historia en un día y al otro día ya eres obsoleto. Por eso, en este medio, tienes que tener muy claro lo que quieres, hacia dónde vas, y ser muy honesto con todo lo que haces. Ahí es en donde realmente radica un artista o un estafador. Tropo Psique, 2015. Técnica: óleo y acrílico sobre madera. Medidas aprox. 60 x 110.
—¿Qué tan importantes son las redes sociales para la promoción de tu trabajo? —Juegan un papel muy importante. Gracias a ellas, mi trabajo se ha difundido en todo el mundo y ha permitido que clientes de diferentes países me hayan pedido obra. Desde Rusia, Brasil, EUA, Argentina y otros. Son una herramienta fundamental, y más en la época digital tan voraz en la que vivimos. No puedes estar fuera de ellas. —Gente como Banksy ha sabido aprovechar la publicidad para darse a conocer, ¿es parte también del cambio de rol del artista? —Creo que es al revés. La publicidad y los medios adoptaron su libertad de expresión y su frescura mediática, y eso ha sido su éxito: llegar a tanta gente en tan poco tiempo. Ahora lo podemos ver en las redes sociales. Hay artistas que se vuelven famosos de la noche a la mañana solo por un post que le dio la vuelta al mundo en segun-
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Jorge Luis Arcila (Cancún, 1980). Cursó un taller de dibujo de figura humana con Silvana Arciniega en la Casa de la Cultura de Cancún y un taller de escultura con Elier Amado Gil en el Instituto para la Cultura y las Artes de Benito Juárez. Está en proceso de graduación de la carrera técnica profesional en guitarra eléctrica, y toca en Paraíso de la Bonita, en la Riviera Maya. Ha tomado talleres de creación literaria y actualmente trabaja en una novela gráfica. leotezcucano@gmail.com Facebook: Leonardo Tezcucano www.leotezcucano.tumblr.com
Botella Perrier para Zona Maco, 2007. Instalación que obtuvo cinco premios internacionales.(Técnica: gráfica digital. Medidas: 120 x 160).
II Bienal Artes Visuales Cancún 20015
Pasado y presente de la plástica cancunense 1
Jaime Villegas La expresión artística en cualquier lugar es inevitable. Donde exista el ser humano habrá arte, y en Cancún con tan breve historia lo hay; la cultura no puede dejar de existir. Para el estudio de las culturas antiguas siempre ha sido primordial el arte: es lo que queda para la posteridad y gracias a ello las conocemos. En ninguna sociedad puede haber crecimiento ni progreso alguno sin un desarrollo artístico paralelo. Si una ciudad crece y la sociedad se desarrolla, su arte evoluciona. Esto es lo que ha ocurrido en Cancún. 2 BREVE HISTORIA DE LOS COLECTIVOS DE ARTE VISUAL
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n promedio, actualmente, se realizan en Cancún 120 inauguraciones de artes visuales cada año, lo que equivale a 700 exposiciones en los recientes seis años. Dos y un poco más a la semana. La mayoría de esas exposiciones son, por supuesto, individuales, y las protagonizan desde principiantes hasta artistas con trayectoria, todo lo cual conforma el devenir de las artes visuales cancunenses en la actualidad. Y eso ya es un movimiento.3 ¿Por qué se da este movimiento en Cancún? Recordemos que el gobierno municipal creó en 2003 el Jardín del Arte del centro de la ciudad. Y se impulsó un proyecto que rebasó las expectativas gracias a la amplia respuesta de los artistas y al entusiasmo y calidad humana de Fernando Domínguez Mora, quien convocó y coordinó. En esta etapa también había gran efervescencia en otras disciplinas artísticas, y la mayor parte de la actividad se desarrollaba en la zona centro de Cancún. Fue así como no solo se logró reunir al gremio de artistas plásticos, sino
que se formó una comunidad artística que produjo una breve e intensa época cultural. Parece que la historia se mueve por oleadas, y las cosas cambian, pero no se detienen. Por ello, en este análisis, es muy importante observar la continuidad que han tenido todos estos eventos. Por un lado, está la importancia de las convocatorias de carácter oficial, que se basan en el respaldo institucional que las hace curriculares. Por otro, están los eventos surgidos de la iniciativa de la comunidad. Son los integrantes de esta quienes, al continuar la labor, crean una tradición, lo cual aumenta enormemente su importancia.4 Sin embargo, aquellos eventos —seis u ocho ediciones de una Bienal, lo que ha significado una continuidad de 12 o 16 años— han quedado ya lejos y dejaron de hacerse. Y en los recientes 10 o 15 años, ninguna de las iniciativas oficiales ha tenido continuidad. Tampoco ha quedado por lo general registro impreso o virtual del evento, más que el dato, pero no el contenido. No ha habido catálogos. De ahí, la importancia de los libros Cancún Art 2006 y Cancún Art 2008, editados por Antonio Zúñiga, que son excepción y sientan un único precedente.
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Yo preguntaría a mis colegas y amigos artistas: ¿cómo hacemos una plástica cancunense, o quintanarroense? Yo creo que trabajando. Y ¿cómo hacemos una identidad?: con honestidad. Alguna vez escribí, respecto a mis dibujos de la Crónica visual: “Cuando se dibuja lo que se ve, y el dibujo logra mostrar lo que sucede, entonces es transparente. Si los habitantes de una ciudad expresan lo que son y lo que viven, entonces hay transparencia. Acaso ahí se halle la identidad.” LA PROPUESTA: CONTINUIDAD La forma de ver la evolución artística de una sociedad es reunir cada cierto tiempo una muestra de lo que hacen sus creadores, en cualquier disciplina. No será posible percibir dicha evolución sin ver y comparar varias muestras al paso del tiempo. No hay otra forma de escribir la historia. Esta exposición continua debería estar acompañada por una mayor atención en los medios de difusión y por una labor crítica, que no se está dando. Si bien los temas de difusión y el de la falta de educación artística formal a nivel técnico o licenciatura serán tratados seguramente en otras mesas de este Foro, hay que mencionar dos esfuerzos locales en ese sentido: el que realiza la revista literaria cancunense Tropo a la uña (dirigida por Miguel Ángel Meza), que incluye en cada número una entrevista a un artista plástico con una muestra de su obra en portada e interiores, más dos páginas dedicadas a fotografía; y el que realiza la revista Gaceta del Pensamiento (editada por Nicolás Durán) en una sección similar, aunque en este caso los artistas no siempre son cancunenses. Los gobiernos no producen arte, lo produce la gente. A los gobiernos les corresponde dar a la cultura su lugar. Esa fue la base para establecer la Muestra Bienal de Artes Visuales de Cancún. Por eso es importante contar con este Centro Cultural de las Artes, inmueble para uso cultural y galería municipal cuya habilitación se debe al primer director del Instituto, el escritor y arquitecto Carlos Hurtado (1955-2015). Y por eso fue posible para el que esto escribe proponer y realizar la I Bienal de Cancún, con el apoyo de Alejandro Ramos, entonces director del Instituto, con el trabajo de Pablo García Robles al frente de la galería del instituto y siempre con el respaldo de Cecilia Alonso. Organizar un colectivo desde una Institución le daba el carácter oficial y presentaba el reto de darle continuidad para que no quedara en otro intento aislado. Había un hueco que llenar en esta historia porque no era posible que un estado o una ciudad importante no tuviera un foro propio para las artes visuales. Por ello, para comenzar,
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busqué el apoyo de la comunidad de artistas (pues esta no era una propuesta individual sino un reclamo de la sociedad). El proyecto se presentó con base en un Manifiesto hecho público en un blog y a través de un grupo de Facebook, firmado por cerca de un centenar de artistas. La iniciativa se aprobó en Cabildo y la I Muestra bienal de Artes visuales de Cancún se inauguró en junio de 2013, con la participación de 76 artistas y más de 100 obras. Era un buen primer paso, como comentó la artista Artemisa García.5 Ahora estamos dando el siguiente. Por ello, agradezco infinitamente a la Maestra Alia Jazmín Rodríguez, actual directora del Instituto por la decisión de realizar la II Bienal, a Gena Bezanilla, como miembro del Consejo Directivo del Instituto por el decidido y constante apoyo, a los artistas Selma Guisande y Pablo García Robles por su trabajo para ejecutar y consolidar este proyecto. La Bienal de Cancún ahora sí es Bienal: ahora es posible la tercera. El camino por delante es prometedor con artistas, eventos, evolución y buenos años por venir. Por eso invito a mis colegas y amigos artistas a sumarse a la respuesta a estas preguntas: ¿cómo hacemos una plástica cancunense, o quintanarroense?: ¡trabajando! Y ¿cómo hacemos una identidad?, con honestidad. Tropo NOTAS: 1. Ponencia presentada en el I Foro Anual de Artes Visuales Cancún, el viernes 20 de noviembre de 2015 en el Centro Cultural de las Artes, a propósito de la celebración de la II Bienal de Artes visuales Cancún 2015. (N. de la R. Debido a su extensión original, se publica ligeramente editada con autorización del autor. El título es obra de la redacción). 2. Hablo de los recientes doce años de esa historia, que es la que conozco, consciente, por supuesto, de que antes hubo mucho más. 3. http://anuarioculturaldecancun.blogspot.mx/. 4. Mención especial merece Víctor Fosado (1931-2002) y Matty Roca, ambos parte importante de la historia cultural de Cancún. El primero, entre otras cosas, fue miembro en 1999 y 2001 del Comité organizador para la VI y VII “Muestra de Artes Plásticas de Cancún”; la segunda organizó —con su Cofradía del Arte— diversos eventos y colectivas que representan toda una época en nuestra cultura. 5. Catálogo virtual: www.bienalarteb.blogspot.com
Colectivas realizadas en Cancún desde el 2002 2002 — ”Manos a la obra”, Galería de Arte Kukulcán (Claudio Obregón Clairín, organizador). 2004 — Retrospectiva de Artistas Plásticos de Cancún, Cafebrería “El Pabilo —“Figura Humana”, Jardín del Arte y Rincón del Vino (Jardín del Arte, organizador). 2005 — “Artes Plásticas”, UTC (Asociación de artistas plásticos de Cancún, organizador). —“Día Mundial del Medio Ambiente”, Domo Palacio Municipal (Municipio, convocante). —“Tirando Raíces”, CBTIS 1 (Municipio, convocante). —“1er Foro de Expresión Xel-há”, Plaza La Isla (Erika Arredondo, organizadora). 2006 — “Expo colectiva”, Cancún Center, Matty Roca, organizadora). — Evento “Equilibrio”, Hotel Westin Resort & Spa, (Municipio, convocante a iniciativa de Ana Mari Irabién. — “2do Foro de Expresión Xel-há”, Plaza Kukulkán —“Exposición parabólicas”, Pabilo (Cecilia Alonso, propuesta). 2007 — “Exposición colectiva de Autorretratos”, “El Pabilo”, (Cecilia Alonso y Jaime Villegas. Propuesta, con la colaboración de Gina Saldaña y Paco Alzaga) —“Arte por la Tierra”, Plaza Kukulkán (fundación Galería Pulso Terra, y Renato Dorfman, organizadores). 2008 —“Las Colaboraciones”, colectiva y puestas en escena, Fundación Oasis (Jaime Villegas, Cecilia Alonso, Gina Saldaña, y Guillermo Pretelini y otros). Participaron 220 artistas. — Foros de expresión Xel-ha, 4ª edición, y última. 2010 — “Amor y Erotismo”, Galería Amarte, (Michele Moreno y María Carvajal, organizadoras). En 2015 retomaron estas iniciativas con el Concurso El Arte en tiempos de Amarte.
2011 — 1er Concurso de Pintura del Jardín del Arte (Instituto de la Cultura y las Artes del Municipio a iniciativa de Raymundo Becerril y otros artistas).
Eventos multidisciplinarios que incluyen colectivos de arte visual (algunos aún vigentes) Los realizados varios años por el Día Internacional de la Mujer (Gina Saldaña, Patricia Madero y otros colaboradores). Actividades durante varios años del grupo multidisciplinario Arteroo (conformado por Silvana Arciniega, Patricia Madero, Guillermo Talavera, Cuco Fernández, Pablo García Robles, Corina Blázquez entre otros artistas). Eventos de corte ecologista organizados por Alan Vázquez. Ciclo de exposiciones en el hotel Sens de la cadena Oasis, que actualmente ha retomado la fundación Oasis en el mismo hotel, ahora llamado Oh! Expos colectivas dentro de los Festivales Hungría en Cancún, que organiza la pianista húngara Emöke Ujj, algunos años en colaboración Jaime Villegas): Mi cultura (2007), Arte mini (2009) y Franz Liszt y el piano (2011). Las Bellas Artes del Caribe (organiza Annie Cardona). Arte urbano con Liz Rashell y más artistas locales e invitados nacionales e internacionales. Proyecto Varios Barrios, que dirige Daniel Ponce de León (Deken). Bazares de Diseño (como Rapsodia bazar, etc, o formatos como Pecha Kucha, colectivas en diversos géneros ajustados a un formato de 20X20cm. Bienal de Artes Plásticas de Quintana Roo, estatal (que también dejó de realizarse). Exposiciones colectivas, convocadas por el Instituto de la Cultura y las Artes del Municipio y propuestas y organizadas por Pablo García Robles (Cancún Visual Art Expo 2011, Plástica Joven Cancún 2011 e Identidades, punto de encuentro).
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De perfil: 50 años de una obra inaugural Miguel Meza
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i primer contacto con la obra de José Agustín se relaciona con el viaje, el sentido del humor y la rebeldía. Hace unos veinte años*, un grupo de amigos y yo realizamos una travesía en tren a San Luis Potosí en plan de reventón. Llevábamos entre nuestro equipaje aquello que para nosotros era indispensable en ese entonces para pasarla bien: es decir, una respetable dotación de cervezas, música rock, suficientes cigarrillos artesanales y sin marca y muchos deseos de estar en onda. También algunos de nosotros cargábamos un libro para leer, en la medida en que tan sanas diversiones nos lo permitiesen. Llevaba yo la segunda novela de José Agustín, De perfil (Joaquín Mortiz, 1966). Recuerdo que muchas veces durante ese viaje me aislé en medio del barullo de la fiesta cotidiana debido a esta lectura que, a esas alturas de mi formación literaria, me resultaba sumamente provocativa y desconcertante por su fuerte intención experimentalista, pero también tremendamente atractiva por un innegable aire familiar. Descubría en esas páginas un curioso espejo en el cual se reflejaba un
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mundo igual al que me rodeaba, con personajes rebeldes e irrespetuosos que hablaban el mismo lenguaje coloquial de aquellos muchachos con los cuales yo convivía. Ver un mundo tan cercano reflejado de esta manera, me resultaba, pues, fascinante. A partir de entonces he seguido eventualmente la trayectoria de José Agustín y siempre se ha repetido esa experiencia: la de ver un espejo muy realista, muy sarcástico y muy humano de algo que me toca de cerca: los modos de vida de diversos estratos de nuestra sociedad, principalmente el de los jóvenes de la clase media mexicana. Pero también, siempre que he abierto un libro de este escritor, no he podido dejar de recordar aquel momento de inicial acercamiento ni de relacionarlo con lo que aquello significaba: es decir, sentido del viaje y aventura, manera desenfadada y fresca de vivir la vida y especial sentido del humor. Porque uno de los grandes logros de este iniciador de la nueva narrativa mexicana, es el de haber introducido —con toda su fuerza corrosiva— el lenguaje coloquial que utilizaban los jóvenes en los sesenta y setenta. Este rasgo se perfilaba dentro de un hallazgo y audacia mayores por parte de José Agustín: por primera vez se tenía una visión de la juventud desde la misma juventud.
Ya no se trataba el tema de la adolescencia y la juventud desde la posición del adulto que mira hacia atrás y a través del filtro del tiempo analiza su pasado. Se trataba de mostrar los problemas de los jóvenes desde el punto de vista de los mismos jóvenes. Y esto era profundamente innovador. Tan innovador que provocó en su momento una fuerte polémica entre el sector más conservador de las letras mexicanas y aquellos otros que se abrían a las nuevas propuestas narrativas. José Agustín expresaba literariamente —por medio de técnicas narrativas muy libres, muy experimentales— la sensibilidad de los jóvenes de la época y su espíritu rebelde, sus pautas de conducta anticonvencionales y sus gustos, ligados, principalmente, a los fenómenos de la contracultura. A través de sus novelas —y de las de Parménides García Saldaña y Gustavo Sáinz— ingresaba por primera vez a la literatura mexicana no solo el caló característico del habla popular de los jóvenes sino también ciertas formas del cine de autor —en especial el europeo—; el espíritu de la literatura norteamericana (Scott Fitzgerald, Jack Kerouac, Norman Mailer, Salinger, etc.); el mundo de las drogas como vía de conocimiento y disolución de una realidad opresora, el rocanrol y el jazz, y todos aquellos movimientos y personas que significaban un canto al hedonismo y un rechazo al sistema de consumo y a la tradición acartonada. Al mencionar la cultura norteamericana, hay que apuntar la influencia de ciertos aspectos de esta en la formación de José Agustín, principalmente el rock y la literatura. Esta adhesión no le ha impedido sostener también una actitud muy crítica hacia ciertos elementos de la vida de nuestros vecinos del norte: el espíritu imperialista de los Estados Unidos, la deshumanización de la vida cotidiana en ese país, el culto al dinero y su desprecio por las otras culturas, son aspectos que José Agustín ha criticado de manera radical en varias ocasiones. Una de ellas puede apreciarse cabalmente en su novela Ciudades desiertas. Finalmente, uno de los motivos recurrentes, creo yo fundamental en su obra, es el de las implicaciones del viaje y la aventura en un doble sentido — exterior e interior— y del hallazgo del
otro y de los otros, lo que deviene finalmente en exploración y mutación de uno mismo. Pienso, por ejemplo, en Se está haciendo tarde (final en laguna) (1978), en Ciudades desiertas (1982) y en Dos horas de sol (1995) en las cuales los personajes aventuran sus pasos por escenarios —Acapulco y Estados Unidos, respectivamente— donde desarrollan conflictos que los van a enfrentar con su realidad exterior. Estos conflictos son, a su vez, auténticos choques de conciencia que significan literales descensos a sus propios infiernos: desde ahí se sale condenado o purificado, pero siempre con una experiencia nueva y enriquecedora. Desde hace veinte años, desde aquel viaje a San Luis Potosí, siempre que he hecho referencia a José Agustín y a su obra, he pensado en un joven rebelde e irreverente. Y ahora, cuando miro a este hombre de más de cincuenta años —instalado felizmente en su espléndida madurez literaria— no logro empatar ambas imágenes. Sin embargo, en la medida en que su obra no envejece y se sigue leyendo con la misma frescura de hace tantos años, para mí sigue siendo el mismo joven audaz que se atrevió a combinar lo mejor de la tradición literaria de su tiempo con una ruptura anticonvencional basada en un espíritu lúdico dispuesto a arriesgarse a la novedad y al cambio. Tropo
* El viaje ocurrió probablemente a mediados de los setenta, cuando aún Cancún no existía en el horizonte vital del que esto escribe. El texto seguramente es de mediados de los noventa, escrito para la presentación de José Agustín a propósito de su visita a Cancún y de la conferencia sobre literatura impartida por él en un restaurante de la Zona Hotelera. Salvo una leve depuración sintáctica, se recupera el documento tal como fue leído en ese entonces. Solo se ha editado el título para adaptarlo a la actual circunstancia, que recuerda la publicación hace cincuenta años de esta novela emblemática de la literatura mexicana.
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Crónicas subUrbanas
La generación de los 90 en Cancún Mauricio Ocampo Campos Voy en la perrera camino a la prisión he sido arrestado y no sé la razón dicen que soy un vago, que doy mala impresión que soy un depravado y que predico destrucción Prórroga “Desconocido”
En la década de los 90, la esfera juvenil de Cancún apenas daba las primeras pinceladas de las manifestaciones urbanas, suburbanas y contraculturales que hoy se aprecian. Los inmigrantes de las grandes metrópolis no solo traían tras de sí una esperanza para mejores oportunidades de vida, también traían el crisol de expresiones culturales de sus lugares de origen. La convivencia de jóvenes locales con los inmigrantes generó pequeños grupos de nómadas juveniles que rolaban en las pocas regiones que en ese momento existían: de la Ruta 7 a la 94 pasando por la Lombardo o la Donceles; la mayoría jóvenes marginados que aspiraban a la posesión de algo.
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l medio de transporte y generador de estatus en la banda era una bicicleta cromada —en caso de no contar con ella se tenía que atracar—, andar con las chavas más buenas y ser el mejor para el trompo. La crisálida del Ello freudiano en el embrión urbano llevó a esta ciudad a la conformación de la banda, es decir, a aquel grupo de iguales que comparten la apropiación de un territorio, de emociones, de deseos y manifestaciones simbólicas. Las escuelas y la calle eran las palestras de gusto o disgusto para con los iguales. Las
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peleas campales entre las secundarias como la Técnica 11 y la Federal 6 hacían volar piedras y uno que otro grito: el Burro, el Diablo, el Moco y el Mike siempre salían a relucir. La primera banda de los pelones —no los pelones que en la actualidad luchan por el mercado de la droga— que ejercían su dominio en la Lombardo, eran, en voces de la banda, unos malditos. Sus enemigos acérrimos: la banda de la Donceles, lugar en donde en repetidas ocasiones había peleas campales, heridos y uno que otro muerto, y no se puede hablar menos de la temida Ruta 7. La expansión territorial subterránea en Cancún se iba gestando con grupos de clikas que reivindican para sí la
apropiación de un espacio urbano, rayando las paredes con su tag. Un sello particular de estas tribus urbanas era el agandalle: despojar al otro de sus pertenencias; amachinar al de la banda contraria para denotar la supremacía; rayar el tag en el territorio de la clika opuesta… pintar las calles de rojo. Ellos eran los cholos, antecedentes de los hoy denominados chacas —llamados así porque su agandalle lo hacen como chacales—, y eran cholos no porque lo fueran propiamente, sino porque en la incipiente televisión abierta de los años 90, las películas de bandas gringas estaban en su máxima expresión como formas de la explotación del morbo y el modismo televisivo. Como bien lo afirma Oriol (2005): El fenómeno de las tribus comenzó a ser más notorio a partir de 1991, momento en que la emergencia de las tribus se mostraba en los medios y en las calles. Lo anterior se une al hecho de que la incipiente sociedad que Cancún acunaba, no garantizaba condiciones de vida óptimas para sus jóvenes, muchos de ellos analfabetas porque les era negado el derecho de asistir a las escuelas. La mayoría de ellos a lo más que aspiró era a cursar la preparatoria, si es que antes no era expulsado. Así, la primera generación de estudiantes del CECyTE I — ciclo escolar que empezó extemporáneo al calendario oficial allá por el 96 o 97—, estaba integrado en su mayoría de jóvenes que no encontraron lugar en otra escuela, ya sea porque debían materias de la secundaria, o porque habían sido expulsados de otras escuelas por su mala conducta. Ubicado a un costado del parque del Chetumalito, en sus inicios, el CECyTE I acunó a jóvenes suburbanos, algunos de ellos machines y gandallas de la región en la que vivían. Fue por eso que los conflictos del barrio también tomaron partida en el parque mencionado y sus alrededores. Pero no todos los jóvenes asumieron el rol del agandalle, otros, los que venían —quizá— de familias con un consumo cultural y una economía más estable, menos marginados, tuvieron contacto con manifestaciones juveniles de otros lados, más elaboradas, con una estética más definida, con ganas de comerse el mundo, como fue el caso del movimiento Punk. II Niños, jóvenes, animales y ancianos crujir de sueños sobre las almohadas es la revolución de estas almas. Prórroga “La cueva”
A inicios de los 90, en la parte trasera de una casa en obra negra ubicada por la cuchilla y Ruta 4, sonaba el ruido estridente de una guitarra eléctrica, la batería a gran veloci-
Tocada de Prórroga, julio 15 del 2000. el Pollo en la voz,el Chilango en el bajo y el Palillo en la batería (Foto: rockcancun.blogspot.com).
dad y un bajo demasiado contundente. Era Prórroga, una banda de Hardcore Punk, la primera en Cancún. En la voz estaba “el greñas”, quien fuera sustituido tiempo después por “el pollo”, en la batería “el palillo”, en el bajo “el kalaco”. Al igual que las primeras bandas inglesas de punk, los integrantes del grupo se negaban al sobreponer sus apodos a su nombre, quizá porque eran embriones de la generación autonombrada perdida. Así afirma José Agustín (1996) sobre los punks: su influencia fue decisiva en el rock y la contracultura, y en los años 90, perfectamente establecido y con una vasta infraestructura, continuaba con fuerza, porque el mundo seguía cancelando el futuro de los más pobres. En el caso de Prórroga, sus tocadas eran en cumpleaños, cocheras, sindicatos o en los parques. Sus letras hablaban —y siguiendo la tradición del movimiento punk— de la miseria, de la mala política, del dolor, de la farsa electoral, de no ser un mártir más. De hecho, No mártir fue el nombre del único disco grabado en estudio y de forma independiente con los recursos de la miseria, aunque entre la banda rolan grabaciones caseras. Como grupo, no logró trascender a nivel de movimiento social urbano, ni nació del mismo como fue el caso del Colectivo Caótico en Ciudad Neza allá por los 80. Prórroga se quedó en la dinámica de la música y la expresión político/cultural a través de las letras. Lo que sí hizo, fue romper el prototipo de la estética del punk clásico, quizá porque los espacios de expresión musical eran compartidos incluso con bandas de Reggae como lo fue La Gante, o de rock urbano como era Lío Gordo —con los que compartían el espacio de ensayo, y en ocasiones hasta los instrumentos—. Eso por un lado y, por el otro, que nació con jóvenes de clase media y no suburbanos. Lo que sí es un hecho, es que a pesar de que las energías y el sentido de apropiación de la ciudad se dirigió a actividades muy distintas al agandalle de los cholos —quienes en varias ocasiones llegaban y lanzaban piedras al lugar a donde se llevaban a cabo las tocadas [hoyos funky]— en la letra de sus canciones se presenta lo que
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embargo, el elemento político del anarco punk aún no se ha podido consolidar en nuestra ciudad, y de ser una banda de Hardcore Punk con tendencias sociales y políticas, ahora solo vive en el imaginario de los que venimos de esa generación y ha dado pauta al nacimiento de nuevas y distintas expresiones artísticas: las paredes se siguen llenando de tags, pero también de verdaderas obras de arte hechas con latas, en el parque de las palapas suena la improvisación de Hip Hop, pero también en la otra suburbe siguen agandallando los chacas. Epílogo
afirma Oriol (2005): …las “tribus urbanas” […], constituyen un factor potencial de desorden y agitación social, ya que su propio acto de nacimiento representa simbólicamente, “desenterrar el hacha de guerra” contra la sociedad adulta, ante la cual se muestran de manera agresiva y violenta. Lo que hay que aclarar, es que la agitación de los cholos no fue como la agitación que este grupo proponía en sus rolas. Para los primeros, la agitación era contra los iguales, para los segundos, la agitación era contra el Estado y a favor de los Iguales. Lo que marca una y otra agitación, es el nivel de politización y de conciencia social de cada uno. En este caso, es bueno exponer que, en el año 97, el CECyTE I fue la primera escuela que le concedió un espacio a estos grupos. Algunos estudiantes promovieron un toquín en el que participaron las siguientes bandas: La Gente, Lio Gordo, La Gota B, y cerrando la tocada Prórroga. Estilos musicales totalmente distintos, todos impulsando una inconformidad y una rebeldía, todos promoviendo la creación de una biblioteca para la escuela. Esa vez el cover fue un libro. Prórroga marcó precedente para el nacimiento posterior de bandas nuevas después del año 2000, como fue el caso de Los Tanates Rabiosos Y Frijol Con Puerco. Sin
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A lo largo de la historia, los elementos axiológicos de toda sociedad son transgeneracionales. En una relación dialéctica, lo nuevo es un embrión producto de lo viejo, embrión que a su vez negará a su antecesor. En este negar, las nuevas generaciones incluyen siempre residuos de las anteriores, así se hacen y rehacen. Esa generación 90 ya es adulta: algunos se casaron y se enrolaron en la dinámica de la monotonía productiva para una empresa voraz; otros, buscaron su camino en la informalidad: a muchos de ellos se les puede ver en el Parque Luum Pakul —de los hippies—; a los que les fue mal, ya están bajo tierra. Dentro de las nuevas generaciones urbanas el paisaje se parte en tres: por un lado, se puede ver una mayor manifestación cultural, más dinámica, más diversa, más de la clase media o media alta, menos política y más reivindicativa. Por otro lado, la suburbe sigue acunando la violencia juvenil, el atraque; y el agandalle está a la orden del día, pero ya no necesariamente con una estética definida como era el cholo. Ahora cualquiera puede ser malandro, más en esta dinámica televisiva de miedo y caos que genera más rencor y violencia más aguda y constante como consecuencia de las pocas oportunidades en la calidad de vida. La otra parte es la de los jóvenes politizados que no solo manifiestan su creatividad artística, sino política; entre ellos se encuentran algunos jóvenes anarcopunks como es el caso del Frente Libertario de Cancún. Estas nuevas generaciones viajan entre la utopía y la distopía. Tropo Referencias: Agustín, José (1996). La contracultura en México. México: Grijalbo. Oriol, Costa: et.al (2005). Tribus urbanas. El análisis de la identidad juvenil entre el culto a la imagen y la autoafirmación a través de la violencia. Buenos Aires: Paidós. Nivon, Eduardo (1998). Culturas urbanas y movimientos sociales. México: Conaculta/UAM. Mauricio Ocampo. Sociólogo con especialidad en Cultura y maestro en Pedagogía. Es autor del libro La Universidad Pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012).
Un híbrido de dos cabezas: teoría y creación literaria David Anuar González Vázquez
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esde hace más de una década, autores como David Locke han señalado que los textos científicos también son escritura, y que es posible establecer similitudes con los literarios: “Si, entonces, el discurso científico es un dispositivo de persuasión, como la literatura, y un instrumento para la construcción de hechos, como la literatura lo es de la ficción, ¿no se da un parentesco entre los dos cuerpos de discurso?” (1997: p.29). Veamos o no una cercanía entre los textos científicos y literarios, es incuestionable que ambos discursos trabajan y construyen realidades a través y a partir del lenguaje. En una línea similar pero distinta, desde hace algunas décadas también se ha reconocido el valor de la crítica literaria como escritura. Esta idea proviene de Roland Barthes, y ha sido reapropiada por críticos literarios latinoamericanos como Guillermo Sucre: “la crítica es por ello también, y sobre todo, una escritura” (2000, p.264). Ahora bien, si los discursos científicos y crítico-literarios utilizan técnicas de la escritura creativa y literaria, por qué no hacer lo inverso, es decir, elaborar reflexiones académicas y teóricas desde la creación literaria. Ejemplo de ello, de la relación estrecha entre crítica literaria y creación, apareció con anterioridad en las páginas de TROPO 6, con “Éramos el futuro” de Andrea Macías Luna (2014: pp.22-25), y como mencionaba la Editorial de ese número este texto es un “extraordinario híbrido genérico” (TROPO 6, 2014: p.1). Nuevamente, en el espíritu de acortar las fronteras entre Academia y Arte, entre teoría literaria y literatura, Elsa Aurora Arias De la Cruz —en el marco de la asignatura Sociocrítica y Semiótica Literaria, materia obligatoria de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana, impartida por quien estas líneas escribe— nos ofrece “Narrar, esa tiranía del silencio”, un texto híbrido que conjunta la reseña académica con una especie de monólogo (a veces coloquio) ficcional que pone al descubierto un tema complejo dentro de la narratología (teoría de la narración): el problema de la enunciación. Tropo
Bibliografía Locke, David (1997), La ciencia como escritura, Madrid: Frónesis-Cátedra -Universidad de Valencia. Macías Luna, Andrea (2014), “Éramos el futuro”, en Tropo a la uña, año 1, núm. 6, pp. 22-25. Sucre, Guillermo (2000), “La nueva crítica”, en César Fernández Moreno (coordinador), América Latina en su literatura, Ciudad de México: Siglo XXI-UNESCO, pp. 259-278.
David Anuar González Vázquez (Cancún, Q. Roo, 1989) Licenciado en Literatura Latinoamericana (UADY). Estudiante de la Maestría en Español (ENSY). Profesor de Sociocrítica y Semiótica Literaria (UADY). Becario del PECDA con Cuaderno Cancún (2012) y Los escribanos de la selva (2015). Ganador del Concurso de Cuento Corto Juan de la Cabada (2011). Autor de la plaquette de poesía Erogramas (2011) y de los libros Cuatro Ensayos sobre Poesía Hispanoamericana (2014) y Bitácora del tiempo que transcurre (2015).
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Pintura de Lauren Wheeler. http://captainwheeler.deviantart.com
Narrar, esa tiranía del silencio Elsa Aurora Arias De la Cruz
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l comentario de textos narrativos: la novela (Ediciones Júcar, Gijón, 1995) es un texto del teórico y crítico literario español Darío Villanueva que desarrolla a lo largo de sus páginas diversos aspectos del acontecer narratológico bajo el supuesto de que la obra novelística debe estudiarse en su estructura profunda, la cual está dada por su construcción a partir de la organización de la realidad, es decir, del espacio y del tiempo en función del yo. La presente reseña crítica abarca los primeros apartados del texto desde la página 17 a la 60, en los que se desarrollan las distintas modalizaciones y los aspecNO. NO, NO y NO. Pero… que NO. Ya estuvo bueno. Ahora sí me toca hablar a mí. Y tú. Sí, tú. Si de todos modos ibas a leer a este, entonces termina de leerme ¿no?, por lo menos no soy así de aburrido (no soy aburrido, soy serio). Cállate. En fin, ahora que tengo tu atención y que me estás leyendo, quiero que sepas algo importante: yo no vengo a hablar bonito y a hacerle la barba a Villanueva en incisos como tenía planeado hacer la pobre criatura que está bajo el tí-
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tulo (se llama autor real). Cállate. Yo vengo a hacer una denuncia. Vengo a denunciar, a enunciar una tiranía. Esa cosa que tú llamas narración, no es otra cosa que la nada, pero una nada particular. Es puro silencio que habla. Es que te voy a decir algo, la narración es una dictadura porque construye la verdad1 como se le da su regalada gana. Entonces hay cosas que sí se pueden decir y otras que no, hay narradores que pueden hablar, otros que no. Incluso, he visto cómo violan la privacidad mental de los personajes, ¿es eso justo? Lo que para Dorrit Cohn es una psiconarración2 para mí es un acto repudiable. Dice el texto que el silencio pertenece a la narración3, pues sí. Te tapa los ojos, discrimina a otros personajes, calla en muchos aspectos, digo, son ocho modalizaciones, ocho oportunidades de callar de distinta forma. Y calla de tal manera que sabes quién te lee. Eso asusta. Iser dice que se llama lector implícito. Me da miedo y lástima ese pobre, porque yo sé que, en cada letra, en cada silencio que le da estructura al texto, en cada tono, en cada disposición, ese malsano lector implícito está ahí. Él existe por eso, pero eso no quiere decir que exista. Me da pena (tú también das pena). Te voy a ignorar. Pues sí, me da pena.
El caso es que no solo lo vemos en la estructura, sino que tengo la teoría de que él apunta a algo más, algo así como la conciencia del autor o un sentido total de la obra como un discurso y un pensamiento. ¿Puede ser algo así como Dios? Creo que el lector implícito es como un silencio total, significante, que es en sí mismo un discurso que dialoga con los discursos de tu mundo, ese que según tú sí es real. Ese en donde ves las venas de color azul, cuando son rojas, pero que de todos modos crees que es real. Tal vez si le ponen atención al pobre lector implícito, igual y entienden mejor su realidad, la de los dos, claro. El punto aquí, es que estoy viviendo bajo una tiranía (como yo) que controla a través de la censura. Siempre es aterradora la idea, ¿verdad? Van construyendo el mundo en los ejes espacio-tiempo, en donde el primero tiene una carga simbólica; entonces, desde que hablan de él, también callan sobre él, y eso tiene sentido. Incluso los ritmos de la temporalidad son vacío significante. El hecho de que narren a detalle algo, le da importancia a ese algo, pero cuando no es relevante, ¡zaz!, elipsis. Igual y a veces es al revés. El punto es que la nada es algo. Al final, lo que quiero decirte es que te fijes en el silencio, el silencio es parte del texto, lo construye también. Y en ese silencio te puedes dar cuenta de las oscuras intenciones de la narratología. Te lo digo yo, es una perra. Siempre me confunde sobre mí mismo. ¿Soy un narrador?, ¿soy un enunciador?, ¿soy? Sé que existo en primera persona del singular, pero no estoy seguro de estar narrando algo. Me estoy quejando, me estoy revelando, eso sí sé que lo estoy haciendo. Tal vez soy
como el lector implícito y no existo, pero existo… o como la objetividad. ¿Tú crees en la objetividad? Yo pienso que es solo una impresión que buscan ustedes para convencer a alguien de algo… ¿de ustedes mismos? Creo que la objetividad no existe, ni si quiera sé si tú existes. Oye, ¿no sientes que ha estado muy callado el necio que hablaba al principio? Me siento raro…
Notas: 1 Se refiere a que la selección de la modalización, es decir, las estrategias para narrar, excluyen otro tipo de modalizaciones que le pueden dar relevancia a otros aspectos de la historia. Esto quiere decir que la selección no es arbitraria, sino que tiene un sentido. Y ese sentido está dado por los silencios del texto. Te estoy viendo, deja de interrumpir. ² Ver: página 29. ³ Ver: página 36. En serio ¿quién te dio permiso de manifestarte en el pie de página?
Elsa Aurora Arias De la Cruz (Villahermosa, Tab., 1994). Cursa actualmente el 5.º semestre de la licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán. Forma parte del proyecto Ja’ab y colabora con la Revista de Economía de la UADY.
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Papiros
La esterilidad de lo barroco Miguel Miranda
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El cielo árido Emiliano Monge Grijalbo Mondadori 2012 224 p.
magine usted estar en un mercado de cualquier pueblo mexicano. Imagine mejor que ya está sentado en uno de esos bancos altos con asiento redondo de madera. Imagine el mantel de plástico con impresiones de frutitas de colores donde las ciruelas y los mangos son del tamaño de una piña y forman bodegones en cuatricromía que se repiten en un patrón. Imagine los olores del mercado. Imagine el licuado de plátano con fresas, vainilla y huevo que ha pedido a la sonriente mujer de edad indescifrable que lo atiende. Imagine el vaso rebosante del líquido y esa sensación de vacío que va a sentir la mujer que lo atiende (y usted mismo, seguramente) al instante en que ella vierta directo del vaso metálico de la licuadora hasta la última gota que quede del bebedizo. Eso es el mejor ejemplo que se me ocurre cuando intento explicar el miedo al vacío, el horror vacui que sentimos, por herencia cultural o por carga histórico-genética los mexicanos; esa extraña sensación de que algo falta por hacer, por decir, por llenar, por vivir. La novela El cielo árido cuenta la historia de Germán Alcántara Carnero
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y es, según su autor, Emiliano Monge (Ciudad de México, 1978) “una historia de violencia incontenible y natural que exige ser contada como una biografía discontinua”. En más de doscientas páginas, el autor narra diferentes acontecimientos que suceden en la vida de Germán Alcántara Carnero deteniéndose en sucesos importantes de su vida; desde su concepción, la huida de su casa no sin antes matar a su padre (enfermo de diabetes, obeso mórbido y ciego de un ojo), su lucha en una revolución y en una guerra interminable, su amor a una mujer que muere en una emboscada, el suicidio de su mejor y único amigo, su segunda mujer y su primogénito deforme, sus fechorías matando gente dentro de las iglesias y curas fuera de ellas y sus últimos días rodeado de perros y memorias violentas. El relato de Monge va surcando las páginas con una narración que urge en el barroquismo, en una churrigueresca literaria muy particular y diferente que puede atrapar al lector o, por el contrario, lograr que este entre en un estado catatónico que lo lleve a arrojar la lectura al cesto de la basura y maldecir al autor una buena temporada. La narrativa de Monge es propia y natural; mexicana al fin, como lo es en lo reiterativo, lo cotidiano disfrazado de absurdo; amante de los sinónimos y los apodos de cuando nos hemos hartado de llamar a las personas por su nombre real, y entonces Germán Alcántara Carnero será “Nuestrohombre” o “Quienasciende” o “Elquetiembla”.
Emiliano Monge ha trabajado un estilo que trata de buscar el fondo sin que la forma sea un impedimento para llegar al camino de la violencia de sus personajes, agrestes como el territorio donde los sitúa y empatando la vida del personaje principal a la historia del siglo XX mexicano. El lector tendrá que ir descubriendo esos hilos que debe atar en la narración, aparentemente sin pies ni cabeza, que, a partir de fechas y horas precisas, el autor deja como piezas del rompecabezas. Sin embargo, esta forma de contar la historia tiende una trampa mortal al escritor: el sopor literario, el aburrimiento narrativo que provoca cuando se ha descubierto su fórmula antes de llegar al desenlace. El cielo árido, ganadora del Premio Jaén de Novela 2012, ha sido escrita por un autor que ha apostado a una narrativa diferente, a un barroquismo que bien puede parecer exquisito a algunos y atosigante a otros, pero tan mexicano, audaz y auténtico como el horror vacui y las loncherías. Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Tiene una maestría en Comunicación Corporativa. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún. Se dedica a la comunicación visual y a la publicidad.
Una novela agridulce Ma. Ofelia Arruti Umami Jufresa, Laia Literatura Random House 2015 240 p.
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mami es un vocablo japonés que significa “sabroso” y, junto con dulce, ácido, amargo y salado; es uno de los cinco sabores básicos que podemos percibir. Es un sabor difícil de describir y quizá por eso fue el nombre que la joven autora mexicana Laia Jufresa eligió para su primera novela. En Umami, la autora hace una propuesta fresca y original y quizá también arriesgada. Uno de los aciertos de esta novela es la estructura del relato, que se construye en reversa, lo que nos permite escuchar la voz de Luz, una niña que ya murió al iniciar la historia. La novela consta de cuatro partes que, a su vez, se dividen en diferentes años que van del 2004 al 2000 sin seguir un orden
cronológico. Cada uno de estos años corresponde a la visión de la historia de cada una de las cuatro voces que componen la novela: Ana Pérez Walker, una adolescente de 13 años, cuya hermana Luz murió ahogada; Marina, una joven anoréxica que se escapó de su casa; Alfonso, un antropólogo especialista en alimentación prehispánica que es el dueño de la privada donde viven todos los personajes y cuya esposa, Noelia, murió el mismo año en que Luz se ahogó; Pina, amiga de Ana, cuya madre Chela la abandonó y ahora vive sola con su padre, y Luz, la hermana menor de Ana que murió ahogada a los cinco años mientras visitaba a su abuela en Estados Unidos. La novela gira en torno al duelo, la pérdida y la ausencia que dejan los que se van porque se mueren o nos abandonan. Sin embargo, la autora recurre al humor y la ironía y, de esta manera, aligera el ambiente que, de otra manera, resultaría deprimente. Es raro que una primera novela no tenga errores y esta no es la excepción. En su afán de innovar, la autora recurre a un lenguaje que se
siente falso, inverosímil. Si bien es creíble que una niña pequeña como Luz “invente” palabras que no existen como “camuflash” e “insoportar”, la tendencia de Marina a inventar colores, por ejemplo, el “blanfil”, que es “la luz filtrada por el Tafil”, podría haber sido graciosa si no abusara de este recurso, pero después de unos cuantos, sus colores resultan verdaderamente molestos. Al igual que el sabor que le da nombre, Umami es una novela difícil de clasificar, pero con sus grandes aciertos y sus pocos defectos, es un libro que se disfruta y nos deja con deseos de leer más de esta joven que nació en 1983 en la Ciudad de México y creció en Veracruz. Laia Jufresa es autora del libro de cuentos El esquinista (Tierra Adentro, 2014). Fue seleccionada como uno de los 20 autores menores de 40 años que conforman la antología México20. Tropo
María Ofelia Arruti. Es traductora, editora y correctora de estilo. Radica en Cancún desde 2003.
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Papiros
Todos somos un acertijo Mariel Turrent
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En el café de la juventud perdida Patrick Modiano Anagrama 2007 136 p.
ste es un libro que me eligió a mí. Sin yo conocerlo, brincó del librero a mis manos y no tuve más opción que llevármelo. Me atrapó instantáneamente, y como un detective me fue dejando descubrir las misteriosas pistas, que no quiso develar abiertamente, del profundo ser de cada uno de los personajes que lo habitan. Porque la obra de Patrick Modiano es un caleidoscopio, inquietante y poético, y me ha dejado con un nudo en la garganta. Premio Nobel de Literatura 2014, este escritor francés recurre al pasado para evocar los destinos humanos más inalcanzables. Le inquieta su propia historia y sus antepasados: por ejemplo, su padre —Albert Modiano—, un judío traficante en el mercado negro durante la guerra, obsesionado con el rostro de una mujer que durante el holocausto ha desaparecido de su vista hacia un campo de concentración justo cuando él consigue evadir a los nazis. Patrick Modiano persigue el rastro de esa mujer que ha obsesionado a su
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padre y quiere descubrir su esencia. Así, logra conocer su nombre y su destino en Auschwitz, pero finalmente acepta que parte de su vida y sus pensamientos permanecerán para siempre velados. Ambientada en 1960 entre la bohemia literaria y los estudiantes asiduos de Condé —un café en L’Odeon—, En el café de la juventud perdida aparecen temas recurrentes en el resto de la obra de este autor: por ejemplo, la figura de la mujer que huye o desaparece, la madre poco presente, y un personaje masculino (alusión a su padre) cuya historia lo trastorna debido a su complejidad ética. Modiano retrata el ambiente de Paris, sus calles, su gente, pero sobre todo insiste de manera casi maniática en las características de sus personajes. Así, temas, atmósferas, enfoques regresan continuamente con el único fin de hacerlo entender su propia existencia: el lado obscuro del alma, el peso del pasado, la amenaza de la desaparición física y la frágil frontera de la moral. A diferencia de otras obras suyas, aquí Modiano utiliza por primera vez varios narradores: un estudiante, un viejo detective de pasado obscuro, Louki (alias Jacqueline Delanque) y Roland (joven aprendiz de escritor). Los jóvenes recuerdan sus vivencias con Louki, el detective la busca por encargo del esposo de Delanque y la misma Louki nos cuenta su infancia, sus andanzas. Como piezas de un rompecabezas, los diferentes puntos de vista de estos cuatro narradores
completan un retrato impreciso de aquella joven, hija de una bailarina del Moulin Rouge, alter ego quizá del mismo autor (cuya madre, casi ausente, fue actriz en Bélgica durante la ocupación alemana), que nunca se define del todo, pues guarda para sí sus secretos y nos deja un vacío que nuestra imaginación tendrá que llenar. Recordemos que Modiano ahonda en la evidencia de la existencia con hechos vagos, difíciles de asir, que escapan a nuestro entendimiento. Un libro breve, recomendable para el lector que se involucra y deduce todo aquello que no se dice. Un libro para quien no gusta de lo explícito, sino de ese espacio donde él mismo interviene. En En el café de la juventud perdida, los lectores buscamos, como el autor, reconstruirnos. Y descubrimos que, como Louki, todos somos un acertijo formado con todas las versiones existentes de nosotros mismos. Tropo Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros Desde adentro (aforismos) y Cajón de muertes y amores (cuentos), y La jornada del viento y Desnudeces de agua (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo electrónico: marielturrent@gmail.com
No deje de leerlos DAYTRIPPER. FÁBIO MOON Y GABRIEL BÁ (Vértigo Cómic, México, 2015, 256 p.). Daytripper nos invita a un viaje íntimo por la vida de Brás de Oliva Domingos. Cada lugar visitado es un momento significativo en su vida, navegaremos por sus recuerdos sin ningún orden en particular coinvirtiéndose en una travesía intensa para el lector. Con una excelente narración que da fuerza al dibujo (y viceversa), logra plasmar una vida en cada viñeta. Daytripper fue ganadora en 2014 del Premio Eysner a mejor historia limitada (concluida). Escrita y dibujada por los gemelos de origen brasileño Fábio Moon y Gabriel Bá, es una obra imprescindible que representa lo mejor de la novela grafica contemporánea. (ABEL NAAL).
DISTANCIA DE RESCATE. SAMANTA SCHWEBLIN (Almadía, 2014, 127 p.). Contada desde dos narradores; uno habla de su historia mientras el otro busca el momento que los une, que cambió sus vidas. A través del dialogo entre ellos vamos descubriendo una serie de eventos cada vez más complejos: la confesión de una vecina sobre el origen de su hijo, una aparición en medio de la noche, un virus que azota al pueblo. Temas como la protección de los padres y la transmigración de las almas nos sumergen dentro de una novela cargada de suspenso y terror. Al final, la relectura se nos presentará como necesaria para atrapar ciertos detalles, para revivir esa atmósfera que construye la autora. (HABIB SÁNCHEZ). EL VERANO SIN HOMBRES, SIRI HUSTVEDT (Anagrama, 2011, 218 p.). Comedia intimista, de sesgo psico-filosófico, esta deliciosa obra indaga con sensibilidad e inteligencia los mundos femeninos en que se mueve su personaje, poeta de mediana edad que regresa a la ciudad de su infancia tras una separación catastrófica para su salud mental. Al recuperar aquí reveladores recuerdos de su infancia, descubre asimismo verdades inquietantes acerca de la feminidad de tres generaciones con las que convive: las adolescentes conspiradoras y crueles a las que da clases de poesía; la vecina, incapaz de abandonar al marido que la maltrata; y el grupo de ancianas entre las cuales se encuentra su madre de ochenta años. Una entrañable novela, muy femenina, para lectores sin distinción de género. (MIGUEL MEZA). LOS DESORIENTADOS, AMIN MAALOUF (Seix Barral, 2011, 524 p.). Narrada en dos tiempos —uno que cuenta la acción en presente (el encuentro de un grupo de amigos dispersos en el mundo), y uno que evoca la década del setenta y la guerra civil en el Líbano—, esta novela de tesis obliga a reflexionar sobre uno de los dilemas cruciales de nuestra civilización: ¿cómo conciliar las diferencias entre Oriente y Occidente y acercar a los individuos a un humanismo universal, sin distinciones de razas y credos? Intimista y emotivo, el narrador de esta novela reflexiona con hondura, desde la tradición humanista clásica, sobre temas como la amistad, las ilusiones perdidas y el exilio político, el exilio interior y la identidad, y el multiculturalismo. (MIGUEL MEZA).
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Papiros
El placer de la mirada Víctor Vallado
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Cine Caliente Pedro Calleja Ma Non Troppo México, 2013 280 p.
odos nos deleitamos al observar a otros, somos voyeristas… seamos o no conscientes de serlo. Y es precisamente en el cine erótico que encontramos la ventana perfecta para mirar, con cierto grado de perversión, la historia de otras personas, no tan distintas de nosotros, y al mismo tiempo, tan distantes. Tal emoción y placer al mirar cuerpos bellamente desnudos es descubrir nuevos objetos del deseo, una y otra vez, a los que nos vemos atraídos y que nos hacen cómplices de sus sensuales aventuras. Si bien la historia del cine erótico es tan amplia como controvertida, ahora podemos hacernos con la oportunidad de desvelar una parte de sus misterios: en Cine Caliente, de Pedro Calleja, podremos sumergirnos, entre comentarios eruditos y anécdotas calientes, en lo más trascendente y representativo de lo que ha sido el cine erótico, desde sus inicios a principios del siglo XX, pasando por sus momentos cumbres y películas emblemáticas, hasta lo más reciente que se ha reali-
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zado en los últimos años. Así, Calleja nos presenta en una antología, bastante erudita y amena, en un lenguaje bien cuidado y especialmente claro y sencillo, lo más representativo de lo que se ha venido haciendo sobre el delicado arte que es el cine erótico. Lamentablemente, como toda antología, no puede contener toda la filmografía habida hasta la fecha, sino apenas lo más destacable, eso sí, a criterio del autor, pero también contemplando grandes clásicos del género, como El último tango en París (1972), de Bernardo Bertolucci; y rememorando la escena (inolvidable por cierto) de la mantequilla, o Emmanuelle (1974), de Just Jaeckin, película que causó sensación y múltiples imitaciones, y definió el camino del cine erótico de una forma muy especial; particularmente hermosa y sumamente sensual en cada desnudo es Los Soñadores (2003), también de Bernardo Bertolucci, en la que las escenas de Eva Green son extraordinarias, casi mágicas…, como dice Calleja: “… y Eva Green, en el papel de Isabelle, derrocha una carnalidad natural que aturde (en palabras de Bertolucci, es “de una belleza indecente”)” (pág. 210). También destaca Lolita (1997), de Adrian Lyne, tan apegada estéticamente al libro y poseedora de un erotismo transgresor, y al mismo tiempo, totalmente natural. Y tantas otras tan llenas de bellas imágenes y de historias que esperan a ser vistas una y otra vez… En verdad, el libro de Calleja es una invi-
tación solemne a gustar de primera mano de todas las cintas mencionadas y deliciosamente comentadas. Cine Caliente es un verdadero deleite para todo cinéfilo ávido de sensualidad y erotismo mórbido y para neófitos que quieran iniciarse en el tema. Finalmente, como nos dice el mismo Calleja: “El cine es un espectáculo erótico para mirones”. Y es verdad, pues no hay placer como el de la mirada; la mirada que penetra, que desnuda, que se complace en la contemplación del otro a toda costa. Tropo
Víctor Vallado Castellanos (Mérida, Yucatán, 1979). Estudió la Licenciatura en Humanidades y Filosofía en la UMSA y actualmente se dedica a la docencia en el área de humanidades y en español para extranjeros. Ha colaborado en las revistas literarias Navegaciones Zur y Tropo a la Uña.
Un libro del siglo XXI Enrique Arrúa Nada Janne Teller Seix Barral. Biblioteca furtiva 2011 158 p.
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eyendo Nada (2011) de Janne Teller, me sentí como una cebolla desvistiéndose de cada velo, observando mis capas y pensando en el valor que le he dado a cada nada mío. Llegué hasta mi esqueleto y, vaciado de mí mismo, mirándome los pellejos en el piso y el esqueleto enclenque, descubrí que no quedaba emoción ninguna en mí. Ante esta visión, lo que hice con urgencia fue reacomodarme con rapidez una capa sobre la otra, y necesité completarme otra vez para no morirme de nada, porque pensar en morirme de nada me dio miedo (¡a estas alturas de mi calendario!). Una operación de revestimiento tan urgente no creo me haya asegurado que las capas quedaran en su mismo orden original, pero, como sea, no me quedé desnudo. La ventaja de nada es que al ser nada siempre está ahí y aquí, donde se la quiera ver, si se la quiere ver. Me sorprendió mi compasión y horror por el destino de Cristo en Nada. Una mutilación o una violación
o un cadáver niño podrían haberme conmovido más. Pero no. Nada en comparación con la conmoción que me produjo el crucificado —mira que tener destino(s) tan espeluznante(s)—. Pensé en el buen trabajo hecho por las monjas a cargo de mi educación en mi primera infancia y luego anduve brincando de nada en nada, deteniéndome en algunas, evitando otras, para reprimir la vergüenza que me provocaba no saber nada de ellas o dándoles categoría de naderías a otras, pero nada, aquí están, debajo de los pliegues de mi pellejo. Cuando compré el libro, no esperaba nada mientras el vendedor buscaba mi encargo. Pero cuando tuve a Nada entre mis manos me desilusioné. Me quedé mirando su portada, me pareció poca cosa, casi nada. Luego de la lectura comprendí que sí se me ofrecía desde la portada algo que en su momento no pude y no supe ver. Un océano blanco y gris donde emerge y naufraga la sangre de NADA. Me he prometido y le he prometido al libro una relectura, pero será cuando yo esté listo y Nada no vuelva a pescarme desprevenido. Repudiado por el editor, casi abortado, fue censurado en algunos de los países que llamamos de(l) primer mundo. La historia de la historia de Nada (según leo en los comentarios de la autora, que me dejan ensimismado), me permitió recordar aquella escena ocurrida en México también
en este siglo XXI, cuando el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, del gobierno de Fox, obligó a despedir de la escuela secundaria, de la que era alumna su hija, a su profesora de español por haberle recomendado a sus estudiantes una lectura que, según él, era inapropiada para adolescentes. Fue un escándalo —la censura—; la novela —Aura, de Carlos Fuentes— se revitalizó y la obra comenzó a vender 20,000 ejemplares mensuales. Escrita en 1962, la censura en el 2002. Se encuentran pormenores fácilmente en Internet. La censura contra Nada me hizo recordar también la quema de libros o destrucción de páginas de libros de texto en los que se daba información sobre la reproducción humana en su aspecto biológico. México. Siglo XXI. ¿Qué destino tendrá, qué historia se escribirá de Nada en su andar por nuestros mundos segundo y tercero? Nada, un libro del siglo XXI dirigido a adolescentes, trasciende a hurgaconciencias de adultas y adultos. Tropo
Enrique Arrúa. Escritor. Residente en Cancún. Ha participado en los talleres de cuento y poesía de Miguel Meza. Correo jearrua@hotmail.com
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Tertulias
La batalla contra el cine Antonio Uribe
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stoy esforzándome por no convertirme en un viejo gruñón, pero no creo estar logrando algún avance positivo. Me he dado cuenta, por ejemplo, que ya no aguanto algo tan sencillo como ir al cine. La que fuera una de mis actividades predilectas, ha dejado de serlo. Ahora cuando cedo a mi afición, es porque mi prematura pérdida de memoria me ayuda a olvidar la mala experiencia inmediata anterior, y porque la emoción de ver una nueva película me provoca la esperanza de que justo en esa función, igual no me encontraré con que mi vecino de asiento es un adolescente que se mueve sin cesar, con que la familia de la fila trasera no dejará de platicar y hacer pésimos chistes, con que no escucharé a niños llorando en películas a las que solo debían dejar entrar adultos; y con que seguramente en esa función, no me llegará el molesto aroma de palomas bañadas en salsa Valentina o de la cebolla de los hot dogs. Pero también sigo asistiendo al cine porque mi necedad y necesidad de sentir de cerca el séptimo arte es superior a tener que esperar al FOX, HBO o Netflix para disfrutar, aunque no sea de estreno, cualquier película cómodamente desde mi sillón, lo cual ya tampoco es tan grave como hace algunos años. Hasta hace algún tiempo, si uno deseaba ver películas recientes de cartelera había que ir a buscar los títulos un par de meses después al Videocentro y, posteriormente al Blockbuster. Si a usted le tocaron los primeros, entonces la película era una de miles de copias de mala calidad y, además, las televisiones de la época contaban con una baja calidad de imagen y sonido para lo que hoy estamos acostumbrados. Aun así él videocasete, ya sea en su formato “Beta” o “VHS” fue el primer medio por el cual a muchos se nos abrió una puerta infinita de posibilidades. En mi caso fue poder ver cada filme de Kubrick hasta que en 1999 llegó Eyes Wide Shut y, finalmente, pude ver una obra suya en pantalla grande. Cuando el formato DVD apareció, las primeras tres pelícu-
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las que adquirí fueron Pink Floyd The Wall, la versión sin censura de Calígula, que ya vendían en Tower Records, y por supuesto A Clockwork Orange. Ninguna de las tres las conservo. Hoy tenemos la ventaja de que no es necesario invertir fortunas para tener en casa una pantalla con definición HD y con un sonido decente ya integrado, y eso es más que suficiente para contar con un amplísimo catálogo de títulos, sin requerir incluso un reproductor adicional de Blue Ray o DVD; una computadora portátil o hasta un teléfono moderno se puede conectar a la televisión para trasladar y magnificar la película, serie o programa deseado. Sin necesidad de otro aparato que no sea la TV y el modem del internet, este fin de semana disfruté ampliamente de St. Vincent (2014), con Bill Murray y una muy simpática madre soltera que interpreta Melissa McCarthy, película nominada a un par de Golden Globes y galardonada dentro de algunos festivales de cine. De la tranquilidad que me otorga la privacidad de mi sala, pasé al ánimo de salir al cine para ver Spectre, la última entrega de la serie que narra las siempre exitosas aventuras que James Bond atraviesa para salvar al mundo de un maniático. Me olvidé de que con La Cumbre Escar-
…el intolerable ruido, la mala educación y la falta de respeto hacia la cultura del cine son los mismos sin importar la marca de la ropa.
lata, de Guillermo del Toro, en el Cinemex de la Plaza Outlet, me comenzó la molesta incomodidad con tan solo ver la aglomeración de gente en las filas de los boletos, de la comida, y de la sala; y que en esa ocasión mi “tranquilo y relajado” temperamento evitó un sabotaje en las próximas dos horas, incluso a pesar de que los espectadores de los asientos traseros no pararon de hacer comentarios a escenas específicas del filme, que les parecían “graciosas”. Pero no pasé por alto la pésima experiencia de mi última visita al Cinépolis de Plaza Las Américas, para ver el filme en el cual hacen mancuerna nuevamente Tom Hanks y Steven Spielberg después de más de diez años desde The Terminal (2004); Bridges of Spies relata la clásica historia del héroe anónimo de altos valores, vestido de persona común y que tanto adora Hollywood, cuando a un abogado mediocre le solicitan llevar un caso del juicio de un espía ruso, que el gobierno supone es un mero trámite político. Para el 007, entonces, invertí cinco minutos más de tiempo en llegar al Cinemex Premium Plaza La Roca. Ver que el cine no parece una romería me tranquilizó tanto como el común denominador de “gente bien comida, güerita y saludable”. Por un momento pensé que las playeras Polo RL y los adolescentes con shorts Vilebrequin floreados serían un factor determinante en que, al apagar las luces de la sala, el silencio sepulcral y el disfrute de esos segundos de total oscuridad, me recordarían las viejas funciones de los grandes cines como el Metropolitan, el Ópera o el Latino de Paseo de La Reforma. Sin hacer filas y sentado en una salita de espera pensaba para mis adentros “de aquí soy”, para dar paso al interior de la reluciente sala en la cual un “camarero” te lleva de comer previa orden y pago. Servicio de calidad señores. Mis problemas comenzaron cuando una persona enferma de gripe tomó asiento en mi fila. Aunque estuviera separada por un pasillo, me era imposible no escucharle cada vez que usaba el pañuelo, tanto como le era imposible controlar el flujo de su nariz. Una simpática y platica-
dora familia ocupó toda la fila trasera, y supuse pararían al iniciar los anuncios de los próximos estrenos: no fue así; y supuse que terminarían su “interesante” charla una vez comenzara la película y tampoco fue así. Pensé que su excitación de hablar era por la emoción extrema de ver una película más de la saga, por la secuencia del Centro Histórico del D. F. previo a los títulos iniciales, o por el impecable Daniel Craig. Pero mi paciencia inició un periodo de deterioro absoluto cuando el señor de la familia repetía la misma frase después de Craig: “Bond… James Bond”. “¡Joder! –pensé—. ¿Cuándo va a parar esto?”. Y no paró. Para acabar de rematar, lo que parecía un servicio de primera se convirtió en una pesadilla: los camareros no dejan de interrumpir la función tomando y entregando pedidos, así como aclarando cuentas hasta al menos la mitad del filme, así que entre “primero me pidió dos pepcsis y un paquete amigo con palomas grandes…”, y poner atención a la minúscula escena de Mónica Bellucci, forcé al máximo mi voluntad de mantenerme sentado a esperar el desenlace de una historia más del agente británico por excelencia, que sigue siendo tan “chic” como en los sesentas. En efecto, no hay filas antes de tomar asiento, ni en el mostrador de comida, pero los olores en sala son los mismos, algo que por desgracia ya tomo como “parte de la experiencia”; sin embargo, el intolerable ruido, la mala educación y la falta de respeto hacia la cultura del cine son los mismos sin importar la marca de la ropa. Tropo
Antonio Uribe. (México, D. F., 1973). Licenciado en Mercadotecnia, cursa un MBA en el ITESM. Promotor cultural, es parte del proyecto Divertimento Taller de Artes Visuales, que busca convertirse en una referencia en la creación visual además de apoyar otras disciplinas. Actualmente publica en Luces del Siglo/Reforma y colabora con Tropo a la uña.
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Tertulias
El mundo es más fuerte que el hombre, pero la interpretación del mundo es más fuerte que el mundo. (Malraux)
El poder de la palabra escrita Pablo Luna
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l cuento y la novela como formas de arte escritas son primitivos; cualquier forma de arte escrito es primitiva. Es fácil constatarlo si consideramos la tecnología del cine para contarnos una historia (con su sofisticada edición, sus efectos especiales y su música) y la comparamos con la modesta manera en blanco y negro conformada por palabras en una página
impresa. Si el director filma en una calle dispondrá de un gran escenario prácticamente sin costo alguno (más las voces de los actores, su lenguaje corporal, sus expresiones faciales, el acompañamiento de la música y la habilidad y técnica del fotógrafo), y proyectará una imagen que a un escritor puede tomarle semanas de arduo trabajo. La limitación de la forma escrita es obvia: la escritura está hecha de palabras, pero la vida no. Sin embargo, su método meramente simbólico genera una imitación de la vida mucho más visceral, porque esta ocurre en la mente del lector. De ahí su potencial más trascendente: al evocar imágenes, sentimientos, asociaciones e ideas en una línea en blanco y negro, las palabras representan algo más verdadero y real que aquello que consideramos “vida cotidiana”. El gran potencial del cuento y la novela está unido a sus mismos límites. La palabra nombra y, al nombrar, crea, descubre, pro-
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duce imágenes, emociones. “Lo que se puede medir, existe”, dice Max Planck, por lo tanto, lo que se puede nombrar, igualmente, existe. “En el principio era el Verbo…”. Cuando un poeta utiliza el poder de la palabra lo hace, literalmente, a conciencia. Octavio Paz lo confirma: “El poeta recuerda; y al recordar, vaticina. En su alma nacen la memoria y el presentimiento de un estado perdido, y un gusto, una reminiscencia, una nostalgia. ¿Nostalgia de qué? Del primer día. El poeta recuerda el primer día. (…) El poema funda al pueblo porque el poeta remonta la corriente del lenguaje y bebe en la fuente original. En el poema la sociedad se enfrenta con los fundamentos de su ser, con su palabra primera. Al proferir esa palabra original, el hombre se creó”. (“Inocencia”, Vigilias: Diario de un Soñador, en Obras Completas, t. 13, FCE, 1999). Al referirse a la fundación de Macondo, el narrador de Cien años de soledad afirma: “el mundo era tan reciente que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”, es decir, hacemos que existan cosas al nombrarlas, y ahí cobramos conciencia de nuestras existencias, porque los significados imprimen sentido a las cosas. De ahí que Felipe Garrido exprese que el vigor creativo de Rulfo “se descubre más como un recurso que le permite trascender la realidad superficial,
la apariencia de las formas externas y de los hábitos regionales, para profundizar en esa otra realidad superior y universal que es la naturaleza del hombre”. Todo el avance tecnológico —base de la existencia moderna— parece diseñado para mantenernos alejados de la realidad del mundo sensible. El contacto sensorial ha dejado de contar, la realidad es secundaria. El paisaje ya no se siente, ni se huele, ni se gusta, ni se toca, sino que se desliza ante nosotros en una pantalla plana como una decoración cifrada y fugaz, mientras nosotros viajamos en un cómodo asiento impulsado con potentes motores de comida rápida y robótica, persiguiendo lo esquemático, el instante, disminuyendo el sentimiento de la realidad. Porque detenernos y apoderarnos de la realidad es algo que sobrepasa nuestras fuerzas. Ante esa amenaza de des-realización social, el artista se erige como una conciencia del enlace con la realidad. El artista no se abstrae, trabaja con la plena corporeidad del mundo. Esta es para él no solo el tema, sino el material con el que piensa. Las cosas y las formas se entienden como sentido visible del pensamiento. En la corporeidad de la palabra, se le revela el Logos, el ser. Para él, el espíritu es el lenguaje de las cosas. Este empeño en rebasar las fronteras del tiempo, del espacio y de la personalidad, confiere a la literatura moderna un rasgo de exaltada comunidad. La dualidad del espíritu y de la naturaleza, del yo y del no-yo —negada ya
en el romanticismo—, es rechazada. El poeta moderno, explorando el laberinto que contiene, alumbra experiencias colectivas. En el Yo se reúnen las multitudes. Cuando la intuición y la fuerza natural no bastan para tal conjuro, interviene la magia de la cultura que otorga a la humanidad necesitada los materiales sin los cuales no puede subsistir. La gran literatura es una máquina voladora que nos lleva por encima del tiempo a todos los tiempos. Nos eleva sobre la incertidumbre que es hoy, más que nunca, nuestro destino. Dice André Gide que cada uno de sus trabajos es fructificación de una inseguridad; y, en algunos momentos felices, se presenta lo que Joyce escuetamente llamó “sensación de tranquila alegría”. Es la sensación que se encuentra en todo intento de reclamar a las cosas su sentido y llevarlo al común denominador de un gran estilo. Porque, como menciona Malraux, “el mundo es más fuerte que el hombre, pero la interpretación del mundo es más fuerte que el mundo”. Tropo
Pablo Luna (México, D.F.). Hizo estudios de Letras Españolas en la UNAM y Sociología en la Universidad Iberoamericana Campus Santa Fe. Director del Proyecto Utopía City, librería alternativa que promueve la formación de lectores. Maneja la Sala de Lectura “La Casa de la Luna”. Reside en Cancún desde 1996.
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Tertulias
El síndrome Giuseppe Juan Carlos Serrano
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uién no ha sentido temor en la primera infancia. Terrores nocturnos, miedo a la obscuridad, al personaje siniestro de la esquina, a las sábanas flotando en la nada, a los asesinos seriales (que mirábamos en TV antes de irnos a dormir) monstruos horribles, de origen desconocido y dudosa procedencia, violencia. Yo tuve mi propio temor. Y con nombre de pila: Giuseppe. Vivía en el barrio, aunque nunca supimos dónde ni nos atrevimos a preguntar. Se decía que si alguna vez entrábamos a su casa, nos amarraría con cinta canela a una silla, nos amordazaría y ya no volveríamos a salir sino en pedazos, en bolsas negras, y seríamos alimento de los perros. Así que preguntar por su dirección o su apellido salía sobrando. En las tardes, con la calle convertida en patio de juegos, sufríamos las inclemencias del tiempo, y a Giuseppe, que también era un fenómeno natural. Bajaba desde los altos de la calle Zufriategui, silbando canciones estridentes o cantando desaforadamente sin el menor asomo de vergüenza. Si alguien lograba verlo, susurraba un “¡ahí viene el Giuseppe!, el juego se daba por terminado y se propiciaba una desbandada medio ordenada. En otras, cuando nos encontraba desprevenidos, elegía una presa, la burla de sus atropellos y exabruptos, que terminaba en el piso con una llave al cuello, la ropa enlodada y alguna raspadura, más en la dignidad que en el cuerpo. Si se trataba de un juego de pelota, se metía inopinadamente, se apropiaba del balón y comenzaba
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a hacer fintas, transmitiendo a voz en cuello un partido imaginario, hasta que de un puntapié, lo hacía desaparecer detrás de alguna barda. Se alejaba gritando gol, con los brazos levantados y su sonrisa idiota. Supongo que pensaba “misión cumplida, les arruiné la tarde”. Y nosotros ni imaginar en darle una paliza: aunque éramos varios, lo habíamos visto pelearse con muchachos más grandes, y ni por dónde asomara el valiente capaz de ponerse primero en la fila. Una noche de Carnaval, en la calle, se le emparejó a mi hermana, cuatro años mayor que yo, que caminaba con una amiga metros delante de mi padre. Nunca supimos de dónde salió, pero en un instante, Giuseppe algo le trataba de decir. Mi padre, que notó la incomodidad de su hija, se adelantó y le propinó una tremenda patada en el culo al don Juan, que lo levantó en el aire y lo arrojó dos metros adelante. Giuseppe se dio la vuelta, nos lanzó una mirada desafiante, pero prefirió vociferar una puteada incomprensible e irse: seguramente acobardado por el tamaño de mi padre. Yo sentí un extraño regocijo. Por un lado, con aquel zapatazo había logrado una venganza añorada; por otro, pensé que yo sería su revancha, y de poco me sirvió el placer de aquella patada formidable. Lo cierto es que el rostro mofletudo de Giuseppe, sus ojos saltones y esas entradas prominentes, que presagiaban calvicie prematura, acompañaron Foto: Julia Freeman-Woolpert mis insomnios a lo largo de la infancia, y no me permitieron disfrutar la libertad de la calle. Era tal vez cinco años mayor que el resto, y nos preguntábamos cuál sería su interés, por qué no liarse con gente de su edad. Sin embargo, dejé de verlo cuando entré a la secundaria, que
nos alejó de aquel inmenso patio y de la voracidad agresiva de Giuseppe. Una noche, tiempo después (tendría yo veinte años por entonces), lo vi en una pizzería de la calle Corrientes, dos mesas mas allá de la mía donde me hallaba sentado con mi amigo Jorge. Su rostro había cambiado muy poco, sus ojos saltones seguían allí inconfundibles, y se había quedado calvo, como era de esperarse. No me reconoció, a pesar de que lo miraba con cierta insistencia. ¿Sería capaz de recordarme? Parecía hablar solo, o le hablaba a la rebanada de pizza frente a él, vaya uno a saber. No era casual encontrarlo allí —pensé—, en ese Montparnasse porteño que era la calle Corrientes. Varias calles con medio centenar de cafés, bares, restaurantes, cines, teatros, librerías y galerías de arte, donde artistas y bohemios de verdad alternaban con lúmpenes sociales, vagos sin oficio ni beneficio, y de vez en cuando algunos infiltrados como nosotros. Entonces me di cuenta. Y quedé azorado. Mi amigo, atento a mi asombro, preguntó, y yo le vomité la historia. Y él, como corolario, espetó: “por supuesto, ese hombre es un tarado, se le nota a la legua”. Estuve tentado de levantarme, ir hasta su mesa, recordarle quién era, y quizá conocer por primera vez algo de su vida. Pero era triste deducir lo obvio: el rechazo, el desamparo. Hasta llegué a pensar en invitarlo a compartir nuestra mesa. Pero no, no hice nada de eso. Me dio miedo: el recuerdo me enfrentaba a mis noches de insomnio, a un ser sin límites precisos, que únicamente presagiaba un incierto desenlace. Y nos fuimos, dispuestos a preservar nuestro espacio de confort, dejándolo a Giuseppe abandonado en su mundo úni-
co, mientras sostenía en la mano un vaso de vino tinto a modo de despedida, compartiendo su soledad con aquella rebanada de pizza. Tuve la certeza de que nunca más lo volvería a ver. La historia inconclusa de Giuseppe me acompañó a lo largo de mi vida. He pensado en la injusticia para él, en mi ignorancia, en los límites naturales de la infancia que me impidieron entender a un ser diferente. He pensado con malestar que malgasté tanto odio en vano. Pero también me dolió reconocerme egoísta, porque aquella noche de los veinte años, y ya desde la conciencia que me otorgaba la juventud, no pude devolver una disculpa que nos permitiera al menos aliviar el pasado. Su nombre es una espina atorada en mis recuerdos. Un día, décadas después de aquellos hechos, tuve la oportunidad de emocionarme con mis hijos. Era un gozo ver cómo se relacionaban naturalmente con niños de capacidades diferentes. Alguien había apretado un botón en ese kínder Montessori, que puso a funcionar el mecanismo de la solidaridad, tan olvidada en nuestros días. Ayuda, comprensión, paciencia, todo me hablaba de otra cosa. De amor tal vez. Cuestión de aprendizaje —pensé—, al igual que el dominio de los idiomas y los límites, algo que, por supuesto, yo me había perdido. Por supuesto, mis hijos tuvieron otros miedos (no son la excepción), pero el síndrome Giuseppe (como le he llamado), ese temor a las personas diferentes, nunca lo sintieron. Puedo asegurarlo.
Juan Carlos Serrano (Buenos Aires, 1950). Estudió sociología y teatro. Autor del libro de relatos breves Recuerdos, fantasmas y otras yerbas (1992). Radica en Cancún. Forma parte del taller itinerante “Pan, vino y cuentos”.
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Tertulias
video en casa
El club de la pelea Miguel Meza
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asada en una novela de Chuck Palahniuk, un escritor norteamericano marginal y de culto al que deberíamos leer más, El Club de la pelea (1999), de David Fincher (El juego, Seven), es más que una feroz crítica al delirante mundo del consumismo y del supuesto bienestar material: es, también, una escéptica visión de un tipo contemporáneo: el empleado promedio, atrapado en la rutina y la insatisfacción existencial. Los temas que abarca esta subversiva cinta —relacionados con el malestar en la civilización de fin de milenio— son amplios y permiten múltiples lecturas, todas ellas revulsivas. Ya sea como la historia de un caso patológico de doble personalidad; ya como una corrosiva parodia de la espiritualidad light de fin de siglo con su propuesta pseudomística de autorrealización y autocontrol; ya como el relato de la obsesión de un individuo que practica el desapego a lo material, desde la propia destrucción hasta la destrucción de todo aquello que sustenta el bienestar de la vida civilizada, lo cierto es que El club de la pelea es una excelente película de humor negro, con tintes surrealistas, que desconcertará a algunos espectadores y, sin duda, molestará a otros. Ninguno, en todo caso, quedará indiferente a sus provocaciones.
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La marginalidad, excentricidad y desencanto de los personajes proyectan una fascinación morbosa. Un genial Edward Norton —que en dos alardes de virtuosismo se roba la película— es un oscuro yuppie, amargado, solitario y enfermizo, que sufre de insomnio, se vuelve adicto a las terapias de autoayuda y se forja un mundo a la medida de su inconformidad; Brad Pitt —cuyo oficio actoral aquí lo catapulta— es el alter ego de Norton y un anarquista inteligente y cínico cuyas teorías rezuman duras verdades acerca de la condición del hombre actual, que harán pensar a más de uno; y Helena Bonhan Carter —a quien habíamos visto desempeñando papeles de época— es una junkie solitaria y promiscua, abandonada a la inercia existencial y a la sobrevivencia del ego deprimido. Provocativa como Crash, de David Cronenberg, el Club de la pelea es una lúcida indagación del lado oscuro del ser humano y una reflexión acerca del instinto autodestructivo del individuo. Al parecer Fincher y Palahniuk parten de una inquietante premisa: ¿qué pasaría si nuestros más destructivos deseos se concretasen en la realidad, cuando los mecanismos sociales de control que domestican al individuo han fallado y, al contrario, han dañado nuestra salud moral y psicológica? El club de la pelea —un film no apto para espectadores delicados— ofrece una paradójica y alarmante respuesta. Tropo
Lic. Gilberto González Anguiano Notario Público Titular
52(998) 892.18.26 52(998) 892.39.54 52(998) 887.89.81 52(998) 884.69.29 Av. Xcaret Lt.5-05 PB, Mz.2 SM.36 77507 Cancún, Quintana Roo
w w w. n o t a r i a 2 9 c a n c u n . c o m
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fot
Tertulias
grafía
La fotografía: ver y saber ver Angélica Mercado
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Describir es destruir sugerir es crear Robert Doisneau
a fotografía se ha transformado en un rito social: todos hacemos fotografías. A medida que se afirma la necesidad de representarse a sí mismo y lo que nos rodea, aparecen nuevas formas y técnicas que facilitan el acceso a una cámara y el uso de ella. Ya sea culto a la individualidad, experiencia capturada o conmemoración de logros, la fotografía es de uso popular; de hecho, hoy en día es más
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probable que tomes una foto y la envíes, a que escribas un mensaje o hables por teléfono. Tan acostumbrados estamos a ella que al verla es frecuente olvidar que no se trata de lo fotografiado sino de ella misma: fotografía. Hacer conciencia de esta naturaleza, comprenderla en su valor estructural, es parte de la cultura fotográfica, común al fotógrafo y al espectador. Dado que la fotografía requiere, para su evolución, como cualquier otro lenguaje, de la constante evolución del emisor y del receptor, se hace evidente la importancia de comprender su lenguaje, tan complejo como maravilloso. En el lenguaje visual como en el escrito se construyen mensajes a partir de la organización de un cuerpo de datos. Así como las palabras forman textos, los elementos visuales forman significados. Cuando vemos
…saber ver no es una cualidad exclusiva del fotógrafo experimentado; aprender a ver moldea nuestra forma de concebir el mundo, transforma nuestras ideas y permite expresarnos… Después de todo, la belleza de una fotografía depende también del ojo de su espectador.
una fotografía dependemos de nuestro contexto cultural, formación académica y experiencia personal para traducir la imagen en signos y símbolos que reconocemos como constantes. Por ejemplo, la fotografía de esta página de Fred Lyon para Vogue. Sabemos que es la imagen de una escalera, la reconocemos de inmediato, pero, a la vez, la ignoramos, pues evoca otra cosa: son formas compuestas de tal manera que el espectador interpreta una sensación de ritmo y estabilidad a la vez; por lo tanto, agrada y la reconocemos como bella. La composición es un juego de complejidad y sutileza que no son obvias a primera vista. Proporción y armonía refieren belleza desde que los antiguos griegos definieron matemáticamente la perfección. De ellos arranca la fijación de conceptos y principios que fundamentan el arte. El acto de crear belleza consiste desde entonces en lograr la armonía de las partes dentro de un todo. Al componer una imagen, el fotógrafo determina el significado de la misma, ordena los elementos visuales dentro de un cuadro para crear un lenguaje en el que los planos y ángulos de toma contribuyen a intensificar su concepto visual. Lyon compuso esta fotografía de tal forma que nuestra mirada recorre una espiral creando la ilusión de equilibrio armónico, la gama de grises balancea el peso visual de forma proporcional reafirmando la sensación de estabilidad e insinúa profundidad. La fotografía, por estar contenida en una superficie bidimensional tendrá siempre que engañar a nuestra vista fingiendo una tridimensionalidad físicamente imposible en un soporte plano. Sabiendo que la perspectiva no existe en el espacio real y solo en el cerebro del espectador. El fotógrafo debe valerse de su mirada atenta a la luz para recrear la sensación de volumen y de su conocimiento sobre los efectos perceptivos del punto y la línea para simular profundidad. Al ver la fotografía de Lyon percibimos la sensación de un espacio tridimensional por la disposición de líneas que convergen en un punto de fuga representado por el círculo blanco que, por su tamaño relativo, refiere distancia. Resulta obvio pensar que Lyon dependió de una esca-
lera para realizar su composición, lo que nos lleva a considerar el contenido de una imagen; es decir, el contexto o entorno sugiere la composición y esta ayuda a exponer el mensaje. Entre el contenido de una imagen y su composición hay una relación dinámica que se puede aprovechar en un sentido creativo, como en el caso de la fotografía de Lyon: su fuerza reside en la composición. Sin embargo, una fotografía como “la niña afgana” de Steve McCurry impacta de inmediato por su contenido; lo que la hace especial es que McCurry no solo representa el acontecimiento sino también nos invita a comprenderlo; lejos de marcar distancia, la anula. Composición y contenido actuando como fuerzas complementarias. Una fotografía creada a conciencia es el resultado de un proceso complejo que no solo implica la aplicación del conocimiento referido, sino también sensibilidad e intuición. Afortunadamente, saber ver no es una cualidad exclusiva del fotógrafo experimentado; aprender a ver moldea nuestra forma de concebir el mundo, transforma nuestras ideas y permite expresarnos, lo que hace de este aprendizaje una necesidad fehaciente para establecer una comunicación más clara y comprensible, o bien, para ver una fotografía y reconocer su valor. Después de todo, la belleza de una fotografía depende también del ojo de su espectador. Tropo
Angélica Mercado. Fotógrafa independiente, egresada de la Escuela Activa de Fotografía y docente de historia del arte, fotografía y técnicas de laboratorio blanco y negro. Colabora para Luces del Siglo, de grupo Reforma.
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Angélica Mercado. Fotógrafa independiente, egresada de la Escuela Activa de Fotografía, y docente de historia del arte, fotografía y técnicas de laboratorio blanco y negro. Colabora para Luces del Siglo de grupo Reforma.