a ev nu
11
a oc ép
Revista del Centro de Creatividad Literaria
Distribución gratuita
año 3 (segunda época) Diciembre de 2016
Daniel Gallo: la locura de ser un clown El arte del grabado de Maricarmen Pérez Bachelard y el tiempo vertical Varela, un monero con conciencia social MujerEs el poder de decidir Una charla con Roldán Peniche
Memoria de Gabuch, crónica lírica de un ecocidio
O
4 Hay que estar loco para ser un payaso: Daniel Gallo Raúl Castro-Lebrija
I
Revista del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Director Miguel Meza
R
Consejo directivo José Luis Gaytán Saules (Director) Marcos Constandse Madrazo (Fundador) Carlos Constandse Madrazo (Fundador)
Norma Quintana Lourdes Cabrera Martín Ramos Lorena Careaga Agustín Labrada Kenia Cano David Anuar Ramón Suárez Caamal Antonio Vera Jorge Cortés Ancona
A
Consejo editorial Javier España José Díaz Cervera Wildernain Villegas Carrillo Carlos Torres Marién Espinosa Felipe Reyes Antonio Leal Elvira Aguilar Angulo Karinna Maich Rodolfo Novelo
M
Asistencia editorial Lizbeth Peña René Vera Diseño Mauricio Cejín
U
Consejo artístico Gena Bezanilla Leonard Escamilla Angélica Mercado Norma Ordieres Jesús Montalvo Corresponsal en Playa del Carmen Ana María Moreno Pérez
S
Corresponsal en Yucatán Svetlana Larrocha Administración Servicios Corporativos de Cancún, S. C. Comercialización Georgina de la Parra Peniche gina@georginadelaparrapeniche.com M. +52 998 8740148
ENTREVISTA
4
10 Llevo la arena metida en el pellejo: David Anuar Guadalupe Gerónimo Salaya 17 Varela, el monero de Cancún: humor y conciencia social Lizbeth Peña 38 Para escribir, mi biblia es el Popol Vuh: Roldán Peniche Katia Rejón 30 Hay alquimia en la magia del grabado: Maricarmen Pérez Jorge Luis Arcila TRASLUZ 8 Elegía a Gabriel Garrido Argüelles David Anuar LATINTATENTA 11 La memoria caribeña de David Anuar Margaret Shrimpton
14
17
35
12
TROPO a la uña es una publicación trimestral del Centro de Creatividad Literaria, A. C. Oficinas: Av. Contoy 48, SM 17, Esq. Av. Nichupté, Cancún, Quintana Roo. Teléfonos: 01 (998) 887 4374 y 01 (998) 887 4364. No se responde por originales no solicitados. Las opiniones contenidas en los artículos firmados son responsabilidad exclusiva de los autores. Se autoriza la reproducción total o parcial de los artículos incluidos en TROPO a la uña, siempre que se citen la fuente y el autor. Certificado de licitud y contenido: en trámite. Número de Reserva al título en Derechos de Autor: 04-2000-032217031500-102. Visítenos en nuestra página web: www.centrodecreatividadliteraria.org Envío de colaboraciones: revistatropo@cclcancun.com Centro de Creatividad Literaria – CCL Consulte la revista digital en: issuu.com/centrodecreatividadliteraria
30
12 Memoria de Gabuch, la crónica lírica de un ecocidio Norma Quintana 14 El tiempo vertical Marién Espinosa Garay 22 El gran teatro integral de Oklahoma Carlos Torres 24 ¿Qué significa “Pienso, luego, existo”? Héctor Hernández
48 Del amor doliente al júbilo reflexivo Mariel Turrent 49 Entre la cordura y la locura Ma. Ofelia Arruti 50 La verdad de la microhistoria Miguel Miranda 51 No deje de leerlos Maricarmen Pérez Rodríguez También las piedras sienten Técnica: Aguafuerte. Medidas: 30 x 16 cm
28 La antropoesía de Miguel Meza Mauricio Ocampo Campos
52 La ruta cardinal de alguna cruz Gustavo Íñiguez
29 Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga Viliesid
53 La mujer sola (teatro) Mónica Aguilar
59 La era de la incertidumbre Marcos Constandse Madrazo
35 MujerEs el poder de decidir Vanesa González-Rizzo K.
54 La belleza de la fatalidad Cristian Poot
60 La cámara: de la oscuridad a la lucidez Angélica Mercado
40 Whatsappeo, luego existo Jorge Jufresa PAPIROS 44 La gula del deseo Svetlana Larrocha
TERTULIAS 55 Niña de noche mirando el mar Sol Pineda 58 Humo sagrado (videocine) Miguel Meza
P U N T O S
D E
PORTAFOLIO 62 Benoit Poinot EPISTOLARIO 64 Magdalena Hidalgo
D I S T R I B U C I Ó N
CANCÚN: LIBRERÍAS: Porrúa • Dante • Educal • Iztaccíhuatl
EMPRESAS Y ORGANISMOS: Grupo Xcaret • CCE • Delphinus
Needful Things • Colibrí • Utopía City
AMMJE • Ayuntamiento
CENTROS CULTURALES : Casa de la Cultura • Instituto de Cultura y
HOSPITALES, CLÍNICAS, NOTARÍAS Y COMERCIOS: Galenia
Artes • Café Divertimento • Teatro Xbalanqué • La Pitahaya • El Pa-
Hospiten • Notaría 6 • Notaría 2 • Estética Yareri • C. Dental Evolución
bilo • Centro de Creatividad Fotográfica • Talulah • Galería de Plaza
OTROS: Talleres y salas de lectura, ferias de libros, cruzadas poeticas y
Caracol • Biblioteca Barocio
encuentros de escritores y medios de difusión
RESTAURANTES: Pasteletería • 100% Natural • Tapioka Café
PLAYA DEL CARMEN: Café Andrade • Jardín El Edén
Bisquets Obregón • La Casa de los Abuelos • Marakamé • Mangiare
Le Lotus Rouge Galería Escamilla • Galería de Arte 5ta. Avenida
UNIVERSIDADES: U. del Caribe • La Salle • U. del Sur
Biblioteca Jaime Torres Bodet
Anáhuac • UNID
MÉRIDA: Centros culturales, librerías y cafeterías
Daniel Gallo
FotografĂa: Arlos Montoya
Entrevista con
Hay que estar loco para ser un payaso Raúl Castro-Lebrija Luego de un trabajo escénico de casi dos décadas —durante las cuales ha participado en prácticamente todas las compañías de teatro locales—, el actor cancunense Daniel Gallo (Guanajuato, 1969) encontró en su personaje Zazá un “otro yo” que le ha permitido construir un universo muy personal dentro del arte del clown. En este mundo confluyen elementos propios de la dramaturgia y la creación escénica, la mejor tradición de las técnicas del clown y la creación de mundos alternos donde la imaginación inteligente, el sentido del humor y la diversión están al servicio de un solo objetivo: contagiar de locura a sus públicos, niños y adultos.
N
El clow y su provocación pedagógica
uestra plática se lleva a cabo al término de su rutina en el Museo Casa Fosado —esa residencia construida en 1975 por el artista orfebre Víctor Fosado, y rescatada por un grupo de promotores culturales para echar a andar un centro cultural independiente—. En la sala de esta casa ha hecho su aparición Daniel Gallo, por mucho, el más importante cuentacuentos de Cancún y, actualmente, el artista de esta ciudad con el mayor nivel de exposición internacional gracias a Zazá, su personaje. Aquí realiza actualmente sus presentaciones sabatinas, luego de haber cerrado hace unos meses un ciclo de cinco años de espectáculo semanal en la librería Gandhi. Hasta acá lo sigue un público fiel, no importa si la primera vez resulta arduo llegar al lugar. De hecho, una madre con dos pequeños —junto con este reportero— tuvieron que recorrer juntos gran parte de la calle Robalo, en la Supermanzana 3, porque simplemente no encontraban el museo. (Pero el sábado no sabe igual sin disfrutar de este espectáculo).
La presentación de Daniel Gallo no cambia. Supuestamente es para niños, pero algunos padres llegan a estar más atentos y a ser más participativos. Con todos ellos canta, baila, interpreta algún instrumento y hace malabares. Después, todo el grupo se toma de la mano para dirigirse a la que fuera la habitación de Fosado —fallecido en 2002— para iniciar un taller de libro-objeto, con lo cual experimenta las posibilidades pedagógicas de su arte. —En realidad —nos dice mientras las familias recortan, pegan, dibujan y editan en total concentración su primer texto—, el taller y el libro son un pretexto para reunir a padres e hijos para construir algo juntos, en equipo, y que mejore la comunicación entre ellos. A veces es el padre quien enseña al hijo, pero a veces es el hijo quien lleva al padre; de pronto salen cosas muy interesantes. Zazá y la realidad alterna Así como un artista pinta un autorretrato, Daniel Gallo ha venido construyendo su obra maestra, un “otro yo” del que está completamente enamorado por su absoluta libertad y tremenda locura. Se trata de un payaso, o clown —pues el término payaso puede sonar despectivo a algunos espe-
5
cialistas— de nombre Zazá. Totalmente despeinado, con camisa y pantalones excesivamente holgados sostenidos con tirantes, y un maquillaje que recuerda al guasón de Heath Ledger, este clown no necesita hablar para llamar la atención y divertir a los más diversos públicos. —La idea nació al conocer el trabajo de Jef Johnson —“si actuamos para satisfacer al público, no somos artistas”— quien me marcó por lo experimental, por romper la cuarta pared. Luego conocí a Gabriel Chame, que es argentino. Lo importante del clown es que teniendo un guion te puedes salir en el momento que quieras. Un actor dramático repite el mismo guion siempre, pero Zazá hace todo tipo de cosas. Ese “todo tipo de cosas” incluye jugar con los espectadores, hacerlos parte del espectáculo, improvisar con ellos y seguir sus ocurrencias. Por ejemplo, en una presentación en el Palacio Municipal de Benito Juárez, el antiguo reloj comenzó a sonar marcando las siete de la noche y el payaso puso a cinco voluntarios del público a moverse como un reloj de péndulo, provocando una sonora carcajada. —Oye, pero tú no te llamas Daniel Gallo ¿cierto? —Mi nombre es Daniel Adrián Gutiérrez Sánchez. Lo de Gallo nació porque, durante algún tiempo, tuve un ne-
6
gocio de publicidad con un socio. Nos conocían como Los Gallos. El gallo es un animal fuerte, entrón. Pero después el socio se fue de Cancún y yo me quedé solo con el negocio, como Daniel Gallo. Nacido en Guanajuato en 1969, Daniel inició su carrera como bailarín en el ballet de Ema Pulido y, además, cursó la carrera de diseño gráfico por la ENEP Acatlán. En el D. F. hizo algunas obras de teatro y en Cancún, adonde llegó hace 18 años, se integró a la compañía La Bambalina; desde entonces prácticamente ha estado con todas las compañías de teatro locales. Ahora, Daniel y Zazá han representado ya a Quintana Roo en la Muestra Regional de Teatro del Sureste, celebrada en septiembre de 2015 en Mérida. Su última presentación, donde hubo toda clase de incidentes, registró un lleno total. De ahí recibe una invitación para presentarse en Polonia, donde se mide en diversas ciudades con los payasos rusos, y en Bélgica. —¿Hay que estar loco para desenvolverse así en escena? —Sí —contesta con cara de ¿me estás diciendo loco?—. Zazá no tiene que hacer reír ni es un payaso para niños. Tiene un universo loco. Es idiota y la gente que es idiota, que está en estado de clown, lo resuelve todo.
El arte como intervención social Desde hace varios años, Daniel Gallo predica en el desierto. En una de sus primeras obras teatrales, Interrogatorio en Elsinore (2001), ya trataba temas que deberían ser de alto impacto social, como la tortura. Más tarde, unió su creatividad a la de la artista y titiritera Araceli Pzemiarower para presentar la obra Las peripecias de don Risóforo Manglarrez. La historia cuenta que, debido a la basura y la contaminación, el manglar se ve imposibilitado de cumplir con su misión: ser un ecosistema que permita la vida de múltiples especies animales, que transforme el dióxido de carbono en oxígeno y sea un escudo verde en la temporada de lluvias que, en este destino, se escribe con “H” de huracán. El centro de la pieza lo constituía el impresionante títere de don Risóforo, que, gracias a la participación y conciencia de los niños, recuperaba vida y aliento. El artista remataba con el público bailando y cantando a ritmo de salsa ¡Que manglera de quererte, que manglera! —Trabajé con biólogos para que la obra tuviera un mensaje bien construido, pero pocas escuelas se interesaron en ella. Irónicamente, se presenta el problema de Malecón Tajamar y todos se dan cuenta de lo importante: ¡que gracias al manglar estamos aquí!
—¿Qué pasa con la sociedad de Cancún? —A la gente no le gusta hablar de esos temas. La gente no quiere ver la realidad y quiere vivir en la idea del “paraíso”. Nos tiene que pasar una tragedia, tenemos que llegar al límite para que reaccionemos y ya nos estamos acostumbrando a eso. Tenemos muchas posibilidades y muchas herramientas como sociedad, pero no nos hemos podido unir. —¿Y Tajamar puede ser el detonador de una nueva sociedad? —Sí, pero hace falta conformar una verdadera campaña para educar a la gente, que se hable a profundidad de la importancia del manglar. Cuando vas a ciudades desarrolladas ves áreas verdes, ves planeación. Aquí tenemos que generar una campaña que hable de un cambio. Tropo
Raúl Castro-Lebrija (Coatzacoalcos, 1974). Periodista con más de 20 años de carrera en medios impresos, digitales, Radio, Televisión y oficinas de Comunicación Social tanto en la Ciudad de México como en Cancún, a donde llegó en el 2009. Actualmente edita el sitio de información cultural Uik’en Cancún. www.uikencancun.com.
7
t r a s l u z
Elegía a Gabriel Garrido Argüelles David Anuar En esta noche Gabuch pero en esta noche he venido a enterarme con dos días de retraso de la puesta de sol que ha consumido definitivamente la cálida luz de tu nombre en la alborada de una ciudad que te dejó vagar como un ocaso prolongado y sin horizonte definido He buscado las raíces Gabuch y ahora vuelves a ellas para encontrar lo que nosotros aún no encontramos Y ahí en lo profundo de ese mar oscuro lleno de arena negra y de soles eclipsados que no iluminan sino la borrasca ahí es donde tú vas como la roca desechada por los constructores de esta ciudad cinocéfala y basilisca ahí es donde tú has ido para volverte cabeza de ángulo y fundar con los blasones de tu muerte un pasado común para inventarnos.
8
t r a s l u z
De Memoria de Gabuch (fragmento) David Anuar dónde estás Julieta dónde enterraste a Julieta Emilio en qué oscura brecha la segaste en qué profunda tierra la hundiste en qué benigno lodo la amparaste ah Julieta dónde está tu voz dónde está el canto de tus senos el barbotear de tus piernas maduras Julieta no me digas que yaces perdida en el pozo de las mil noches no me digas Julieta que tú tampoco soportaste el asedio de los insectos en la caldera hirviente del verano Julieta no me digas que tú también reposas entre sábanas de tierra y polvo no me digas que el silencio también te veló los ojos no me digas que tú también no me digas
9
e n t r e v i s t a
D a v i d
c o n
A n u a r
David Anuar lee fragmentos de Memoria de Gabuch durante la presentación del libro en la Feria Internacional de Lectura de Yucatán, el 19 de marzo. En la foto aparecen, de izquierda a derecha: René Alberto Vera (director de Letramar), el autor, Margaret Shrimpton y María Dolores Almazán (ambas investigadoras de la Facultad de Ciencias Antropológicas en la Universidad Autónoma de Yucatán).
Llevo la arena metida en el pellejo Guadalupe Gerónimo Salaya
D
avid Anuar termina una clase más de la asignatura “Literatura de Quintana Roo”, y escucha las inquietudes de los estudiantes rezagados en el aula 202. La universidad nunca le ha sido ajena a David desde que era estudiante. Los años universitarios pesaron en sus textos que aspiraban a ser cuentos y poemas. Pero ahora es profesor, la novela que está escribiendo en estos momentos pertenece a otra etapa suya y ya tiene en sus manos su obra más ambiciosa: Memoria de Gabuch. Le pido agua como después le pediré respuestas. Recuerdo las preguntas que oscilaron por su cabeza a los veinte años y llevaron su escritura a encontrar un objetivo que está a tres horas de Mérida. ¿Quién soy?, ¿de dónde vengo?, ¿hacia dónde voy? Cancún que en la Memoria de
10
Gabuch y David se escribe “Kaan Kun”, la siempre veraniega, la de todo incluido, menos las respuestas a esas preguntas… aquellas no entran en el paquete en promoción. —Tengo claro que nací en Cancún, y esa fue una de mis preocupaciones cuando cumplí veinte años. Como cancunense vengo de muchas partes, pero determinar cuál sería mi origen preciso es difícil. Mauro Barea dice que los cancunenses somos de ninguna parte. Yo pienso que somos de todas partes, que en el fondo es lo mismo: ser de ninguna y todas partes. David tiene su origen en un panadero nacido en el barrio de Santiago, a quien él llamó abuelo, y en una familia de Acapulco, otra ciudad turística. A los diez años migró a Michoacán, con su abuela materna. Estuvo viviendo en una casa en el centro, en uno de cuyos cuartos tenía unas cestas de mimbre con unos cuantos libros. David encontró uno en
La memoria caribeña de David Anuar Margaret Shrimpton Memoria de Gabuch (2016) es la más profunda narración identitaria de David Anuar, en su constante encuentro y diálogo con las raíces diversas y subterráneas de su historia pen/insular. Entretejidas en una poética compleja, aquí se enredan dos historias —la anónima “Crónica de Koppara” y la “Memoria de Gabuch”. Es así, una historia tanto personal (de David Anuar) como colectiva (de Cancún-Koppara). Una narrativa poética que expone una deuda estética con Aimé Césaire, George Lamming y Kamau Brathwaite, las voces caribeñas (de ese Caribe insular-anglo) que trazaron las primeras rutas rizomáticas del viaje de David Anuar al encuentro con Cancún, esa isla de tierra fime, esa “isla rodeada de selva”: memoria caribeña. (Texto de la contraportada de Memoria de Gabuch, publicado por Letramar). Tropo cuya portada aparecían dos figuras abrazadas; lo abrió. En las primeras páginas aparecían como dos o seis líneas. Se preocupó por los espacios en blanco, «qué gran desperdicio de páginas» dijo. Ese fue su primer encuentro con Sabines. —Si me preguntas de dónde soy, te diría que soy cancunense. ¿Y de dónde viene Cancún? De unos banqueros a los que se les ocurrió fundar un proyecto turístico a finales de los sesenta. ¿Realmente de dónde vengo? Soy un invento, como un buen cuento que se inventaron unos inversionistas. —¿Cuál fue la epifanía de esto? —Mi cuestionamiento se da a partir de mi encuentro con la Literatura Caribeña. Me doy cuenta de que, tanto en Cancún como en mí mismo, hay cosas del ser Caribe. Bebo de una taza prestada. Contiene agua fresca que me comparte David. Tiro un poco sobre mi barbilla y el profesor ríe como seguro años atrás lo haría el estudiante. Le recuerdo una anécdota sobre una profesora muy querida y el acto de beber agua en público; me dice que lo ignora, pero fue él quien estuvo en ese momento. ¡Qué curioso, hablando de la memoria! —No tengo buena memoria —me dice, mientras me quedo pensando en mi lectura de Gabuch. —Me parece que Memoria de Gabuch es un libro fundacional para Cancún, no corresponde al periodo de su fundación, pero esa línea quiere seguir. Me hizo preguntarme si existe una memoria de Cancún. Nunca había asociado la memoria a esta ciudad. ¿Gabuch quiere dejar una memoria de qué? —Memoria de Gabuch es mi primer proyecto ambicioso. Es un libro sobre un espacio que aparentemente no tiene memoria, al ser Cancún una ciudad inventada. Aunque no nos vayamos con la finta, Cancún existía desde tiempo atrás. Fue una isla donde vivían unos cuantos pobladores que cuidaban los ranchos. Entonces, lo que me interesó
fue decir que antes de que esta ciudad llegara, existieron otras cosas. Son esas historias que se van perdiendo. Mi deseo fue recuperar esta historia, salvar la memoria. —Regresar a la arena. —Llevo la arena metida en el pellejo, pronuncia Gabuch en algún punto. Es la recuperación de la arena. —¿Gabuch existió? ¿Cómo sucedió ese encuentro? —Algunos libros lo señalaban como el primer poblador de Cancún, pero mi encuentro con él fue libresco. Entonces, me interesé por la historia e investigué más sobre él. Hice un trazado de fechas en que lo encontraba. A partir de esas fechas creé Memoria de Gabuch, aun cuando el manuscrito se perdió. —Pero hiciste la transcripción… Me contó que encontró el rastro de este señor cuando estaba en una investigación, la primera sobre Cancún. En una librería de viejo halló un cuaderno de piel: eran los manuscritos de Gabuch. Ahora en su libro se reúnen la transcripción de la supuesta crónica y los testimonios poéticos de su autoría. —También por eso es Memoria de Gabuch, memoria del cuaderno y de Gabuch. Al final la transcripción no fue cien por ciento fiel, porque estaba haciéndolo en función de un trabajo poético. ¿Qué fue de Gabuch y qué es mío? No sabría decirlo. Tropo Guadalupe Gerónimo Salaya (Tabasco, 1992). Egresada de la Licenciatura en Literatura Latinoamericana de la UADY. Sus ensayos, entrevistas y artículos han sido publicados en la sección “Cultura” y Unicornio, Suplemento Científico y Cultural del periódico PorEsto!; y en las revistas Miopía, Morbífica y Los otros. Periódico universitario. Fue becaria en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE 2014, por el género de ensayo. Radica en Mérida, Yucatán.
11
Memoria de Gabuch, la crónica lírica de un ecocidio Norma Quintana El joven poeta cancunense David Anuar González acaba de presentar en la Feria Internacional de la Lectura de Yucatán (FILEY) su más reciente poemario Memoria de Gabuch (Crónica de Koppara), quizá la obra que lo sitúa como la voz más interesante de la poesía local. Editado bajo el sello de Letramar (proyecto editorial del Centro de Creatividad Literaria), el libro se encuentra ya en circulación y a disposición de los lectores. Para dicha edición, la crítica Norma Quintana ha elaborado un prólogo preciso e iluminador que permite al lector acceder a la compresión cabal de las intenciones del poeta. Se publica a continuación dicho texto con autorización del editor.
H
e aquí un libro misionero. Viene abriendo camino en la conciencia con las armas de la belleza y la memoria. Alguien lo ha enviado para que tengamos la revelación de nuestra ruina. Tiene el arte caminos misteriosos para llegar al fondo de la verdad, porque el pensamiento por imágenes —que es el que sustenta su lenguaje— tiene el poder único de revelarnos lo general, esencia de las leyes, a través de lo concreto, y nunca aprendemos mejor, ni aprehendemos mejor que cuando vemos materializado el mundo en esos asombrosos universos que nos ofrecen las obras artísticas. Por esos medios, en este libro está dibujada la silueta de una ciudad nacida de la codicia, no es la misma que sus habitantes recorren diariamente con el afán de atra-
12
par sus sueños; la ciudad de este libro está en la fantasía de unos pocos, y en el recuerdo de los fantasmas que sobrevuelan sus orígenes. Es por eso que a los “gentiles” que pasean displicentes cada día sobre el alma —aplastada, tapiada, fundida con el cemento y el ruido— de uno de los sitios más bellos que se hayan visto, estas páginas les disparan a bocajarro, los confrontan sin misericordia para enseñarles la ruta hacia la verdadera fe: el pasado no tiene remedio, pero en él podemos leer las claves para cuidar el presente. Memoria de Gabuch está bordado sobre un concepto inteligente. A medio camino entre la épica y la lírica, viene a demostrar una vez más cuán esquemáticas e inútiles son las clasificaciones cuando enfrentamos el fenómeno creativo limpio del polvo y la paja de la “taxidermia” crítica. En la mejor tradición de la novela (¿novela? ¡Sí!) moderna, toma el modelo de “la historia que me encontré”
l a t i n t a t e n t a
(recuérdese El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y El nombre de la rosa, entre otras), ese recurso de la “superchería literaria” que desde el siglo XVIII enriquece la perspectiva del narrador para reforzar la ilusión de realidad en el discurso, y con la mayor libertad arma un relato con personajes, dimensiones espacial y temporal, y trama, solo que cruzada como por un latigazo por una corriente de lirismo, sustentada en un discurso paralelo que se basa en el empleo casi exclusivo de la imagen como fundamento de su búsqueda expresiva. A la manera en que lo hicieron entre las décadas de 1960 y 1970 los poetas nicaragüenses que postularon la poética del “exteriorismo” (Ernesto Cardenal, José Coronel Urtecho), con un lenguaje cercano a la palabra de todos los días que da forma a una poesía despojada de retórica, ascética, despliega el cuerpo del poema a través de una sucesión de imágenes en las que el lector reconoce hechos y fenómenos del vivir cotidiano. Hay líneas discursivas que se entrecruzan a lo largo de todo el libro: la del relato en forma de diario, supuestamente escrito por Gabuch, el guardián de un rancho coprero; la del sujeto lírico que recobra el mundo en que vivió el personaje, sus emociones y experiencias a través de imágenes poéticas; y, finalmente, la línea de lo que podría denominarse “fatalidad”, en su sentido de fatum, en la que habitan otros personajes involucrados en la historia, los que van a definir el destino de Koppara y de Kaan Kun, la “isla de arena en forma de siete”, el “enorme caracol a punto de incrustarse en la piedra caliza del continente”. Con una idea muy clara de a dónde quiere ir a parar, va trenzando la crónica de una invasión desde la triple perspectiva de los invadidos (la naturaleza encarnada en Gabuch y sus amigos), los invasores, y los que ocuparon después el paraíso, quienes a veces inocentemente y otras no tanto llevan sobre sí la culpa del pecado original. Memoria de Gabuch es también la recreación muy personal del mito del Paraíso perdido y la historia de un ecocidio perpetrado en aras del “progreso”, ese parásito de dos caras que se alimenta y se hipertrofia en el corazón del poder, disfrazado de buenas intenciones dentro del discurso político. La literatura que lentamente ha ido naciendo en torno a ese fenómeno económico y social llamado Cancún es tal vez la que más flechas lanza a la tradición literaria afincada en la representación del mundo urbano, en sus personajes y aconteceres. Esa multitud cosmopolita que se afana en
Fotografía: Norma Ordieres. Autorretrato.
las amplias avenidas del centro de la ciudad, en el universo irreal de la zona hotelera, en los barrios periféricos, ha cargado con sus raíces desde los cuatro puntos cardinales del mundo y amanece día tras día con la voluntad de sortear las zancadillas que les pone la vida en la urbe. Sobre eso han escrito con mayor o menor fortuna narradores y poetas, volviendo una y otra vez sobre los temas de la soledad, el desarraigo, la alienación, la siempre detestada presencia de la corrupción, el crimen, la miseria material y humana. Este libro de clasificación complicada se viene a sumar a esa corriente, de innegable carácter crítico y comprometido, a la cual aporta la originalidad de su concepción y la excelencia del resultado. A pesar de lo que puedan argumentar los teóricos del hecho literario, el arte de la palabra no necesita alejarse de lo contingente para cumplir con su cometido estético: todo arte es social y su utilidad es directamente proporcional a la eficacia de sus recursos: el libro que van a leer a continuación es una prueba de ello. Tropo
13
l a t i n t a t e n t a
El tiempo vertical Marién Espinosa Garay
¿
La poesía es una metafísica instantánea. Gaston Bachelard
Es posible vivir a medio camino entre la ciencia y la poesía? ¿Cómo habitar el espacio donde se cruzan todos los senderos: el pensamiento, la emoción, la filosofía, el arte, los impulsos viscerales y las vibraciones místicas? Ese es precisamente el sitio donde Gastón Bachelard se ubicaba para percibir el mundo, suspender los juicios y mirar cada objeto —real o imaginario—, como si reluciera de esplendores nuevos, propios, inéditos, como si cada cosa volviera a aparecer de la nada ante los ojos, tal y como dicta el quehacer de un fenomenólogo, además de científico, filósofo y amante de la poesía, con todo lo que esto último tiene de arriesgado y heroico. Pero comencemos por el principio. Después de trabajar en oficinas de correos y participar en la Primera Guerra Mundial, Bachelard se convirtió en un teórico de la ciencia, donde causó bastante escozor afirmando que el conocimiento científico nunca es suficientemente objetivo, ya que la manera de conocer afecta el resultado de lo conocido. Este galimatías podría explicarse quizá afirmando que las verdades de la ciencia jamás son absolutas, sino siempre aproximativas, ya que cada nuevo descubrimiento se configura en contra de una certeza anterior, y a su vez será desbancado por una nueva verdad. De esta manera, el observador modifica lo observado. Como si esto no fuera suficiente, en los escritos de madurez de Bachelard aparecen cada vez más sus reflexiones sobre la imaginación, encontrando maneras de tejer en discursos poéticos los hilos de la ciencia,
14
el arte, la filosofía y la literatura. Sin embargo, uno de sus textos más deslumbrantes ocupa apenas el espacio de ocho páginas de un librito donde aparece como un ensayo entre tantos, pero cuyo análisis de la poesía es capaz de detener la sucesión de los tiempos, y esto no es una exageración.1 Según Bachelard, el tiempo —como dijimos antes sobre las ciencias naturales—, es incapaz de presentarse completamente objetivo a la experiencia humana, por lo que es principalmente asunto de la consciencia y la percepción. De esta manera nuestro autor desmenuza el tiempo que experimentamos íntimamente y que nada tiene qué ver con las manecillas del reloj. Pero, además, contagiado de los alborotos de la física cuántica, insiste en que el tiempo es discontinuo, formado de instantes que aprendemos a hilar en lo que llamamos pasado y futuro, sin garantías de alguna precisión. El ins-
l a t i n t a t e n t a
“En todo verdadero poema pueden hallarse los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue la medida, de un tiempo que llamaremos vertical, para distinguirlo del tiempo común que huye horizontalmente como el agua del río, como el viento que pasa. De esto se desprende una paradoja que es preciso enunciar con claridad: mientras que el tiempo de la prosa es horizontal, el tiempo de la poesía es vertical”. tante es al tiempo lo que el átomo a la materia, asegura, y refiere otro ejemplo: “La duración está hecha de instantes sin duración, como la recta de puntos sin dimensión”. 2 Así las cosas, para escándalo de los científicos más recalcitrantes —como mencionamos antes—, a Bachelard le dio por meditar sobre la poesía y, en medio de sus reflexiones, elabora una imagen tan poderosa como efectiva para poner de cabeza la aparente parsimonia del tiempo: “En todo verdadero poema pueden hallarse los elementos de un tiempo detenido, de un tiempo que no sigue la medida, de un tiempo que llamaremos vertical, para distinguirlo del tiempo común que huye horizontalmente como el agua del río, como el viento que pasa. De esto se desprende una paradoja que es preciso enunciar con claridad: mientras que el tiempo de la prosa es horizontal, el tiempo de la poesía es vertical.3 ¿Tiempo en cruz? ¿Una encrucijada sideral? Al parecer, el tiempo prosaico fluye, corre, se extiende y se recuesta en la horizontalidad. En cambio, el tiempo poético corta de un tajo la marea de la cotidianidad, la cruza, la pone patas arriba, y entonces en un solo instante, en un átomo de tiempo sin duración, no hay sino dos direcciones, hacia lo alto y hacia lo bajo, porque como afirma nuestro autor. “El tiempo ya no fluye. Brota”.4 Y abunda: “El tiempo vertical se eleva. A veces también se hunde… para quien sabe leer El Cuervo ya nunca volverá a sonar horizontalmente. Suena en el alma descendiendo, descendiendo...”5
Fotografía: Norma Ordieres. Inmensidad.
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!6 Así el escalonamiento de la desesperación del personaje que ha perdido al amor de su vida, va bajando hasta un abismo donde la mancha negra en el suelo no es el límite sino el umbral, un pórtico hacia descensos aún más profundos, infinitos, donde el cuervo siempre presente se ha convertido en el signo ominoso de la muerte, la soledad y el dolor que, según anuncia el ave agorera en sus graznidos, no tendrán fin.
15
l a t i n t a t e n t a “En el tiempo vertical descendente se escalonan las peores penas, las penas sin causalidad temporal, las penas agudas que atraviesan un corazón sin motivo, sin menguar jamás…”7 Pero existe también el tiempo poético ascendente. Es el camino de los místicos, de los extáticos, de los pintores de noches estrelladas o de los poetas cuando miran al cielo. “Soy hombre: duro poco Y es enorme la noche. Pero miro hacia arriba: Las estrellas escriben. Sin entender comprendo: También soy escritura Y en este mismo instante Alguien me deletrea”.8 Más aún, la maroma existencial más desgarradora para el poeta —y para aquel que se deja atrapar por el poema—, es ascender las cumbres de la exaltación y también bajar a los abismos del dolor, en un mismo momento, sin pausa, sin cesura, la síntesis de los contrarios, la dialéctica de los precipicios y las alturas. Entonces se paraliza el tiempo, precisamente en el punto sin dimensión donde el espíritu se extiende entre dos infinitos. Bachelard pone a Baudelaire como ejemplo, citando una confesión del poeta de Las Flores del Mal: “Naturalmente, en la perspectiva del instante, se pueden experimentar ambivalencias de mayor alcance: ‘Siendo niño, sentí en mi corazón dos sentimientos contradictorios: el horror a la vida y el éxtasis de la vida’.9 Como consecuencia, en medio del desgarramiento del instante, donde se han borrado las fronteras del placer y el dolor, el ser es sustraído de la duración común. No se trata aquí de un recuento de alegrías y penas, sino de recibir el fuego de un rayo y caer, como Ícaro, más allá del devenir de las cosas y de las maquinarias que miden los momentos. “Contrastes tan agudos, tan fundamentales, proceden de una metafísica inmediata. Se vive su oscilación en un solo instante, el éxtasis y la caída…”10 Entonces esta verticalidad es también una violenta síntesis. Señala nuestro autor: “Es en el tiempo vertical de un instante inmovilizado donde la poesía encuentra su dinamismo específico. Hay un dinamismo puro de la poesía pura. Es el que se desarrolla verticalmente en el tiempo de las formas y de las personas”.11 ¿Pero cómo machacar las palabras para cercenar los vertederos del tiempo y extender de pronto una grieta vertical y sideral? Bachelard acusa a Mallarmé de violentar directamente la duración horizontal, de invertir la sintaxis para regar guijarros en el arroyo y poner zancadillas al tiempo que fluye. También en nuestra lengua hay poetas que juegan con los intervalos, los sentidos, los colores, las palabras, ver-
16
ticalizando la música del lenguaje, hasta abrir los cerrojos del instante y dejar entrar de golpe las sombras y la luz. “Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro cae mi voz y mi voz que madura y mi voz quemadura y mi bosque madura y mi voz quema dura como el hielo de vidrio como el grito de hielo…”12 Tal vez entre el éxtasis del placer de los amantes y el éxtasis místico de los santos exista un éxtasis estético, que estremece al que se acerca a la poesía inocentemente, para terminar a medio camino del goce y el dolor, como aquellos mareos y taquicardias que Stendhal refiere haber experimentado en Florencia, como consecuencia de las violentas emociones que lo azotaron peligrosamente ante las obras de arte. ¿Y por qué no arrimar el corazón a las encrucijadas de los tiempos perpendiculares? “Que yo caiga por el mundo a toda máquina Que yo corra por el universo a toda estrella Que me hunda o me eleve Lanzado sin piedad entre planetas y catástrofes…”13 Que así sea. Tropo NOTAS 1 “Instante poético e instante metafísico”, en BACHELARD, GASTÓN (1987) La intuición del instante, México, FCE pp. 89-96. 2 La intuición del instante. p. 18. 3 Instante poético… p. 90. 4 Ibid. P. 92. 5 Ibid. p. 93. 6 POE, Edgar A. El cuervo (fragmento). 7 Op.cit. p. 93. 8 PAZ, Octavio Hermandad. 9 Baudelaire, referido por Bachelard, Mon coeur mis a nu, p. 88. 10 Op. Cit. p. 95. 11 Ib. p. 96. 12 Villaurrutia Xavier, Nocturno en que nada se oye (fragmento). 13 Huidobro, Vicente. Altazor, Canto I. Marién Espinosa Garay. (Monterrey, NL, 1953). Maestra en Estudios Humanísticos y Licenciada en Ciencias Humanas. Primer Lugar Premio FIMPES 2012 a la Innovación Educativa. 1er. lugar concurso de cuento Como el mar que regresa (2000), Casa de la Cultura de Cancún. 2do. lugar Premio FIMPES 1996 a la investigación educativa. Finalista en la XXVIII edición “Cuentos Lena”, Pola de Lena, Asturias, España (1991), Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1990. Docente y responsable de la Coordinación de Humanidades en la Universidad La Salle Cancún. Correo: marien46@hotmail.com
e n t r e v i s t a
C a r l o s
c o n
V a r e l a
El monero vive dentro de mí Lizbeth Peña Con diversas publicaciones (entre ellas, cuatro libros y cuatro revistas), colaboraciones en nueve periódicos y aproximadamente 60 mil cartones editoriales, Varela se ha ganado el sobrenombre de “el monero de Cancún”. Él, que no pensaba ser caricaturista y estudió diseño industrial en la Universidad Autónoma de Guadalajara porque era parecido a su sueño de niño: ser inventor. En esta entrevista nos cuenta cómo ha sido su aprendizaje y nos habla de sus proyectos, como el ambicioso “El chipocle, órgano de penetración social”, donde combina sus ideas y monitos con información útil en beneficio de la comunidad.
R
econocí su oficina fácilmente: “es una casa tipo Jurassic Park”, con plantas y una enredadera que cubre la cerca de la entrada. La puerta principal estaba abierta. Varela no necesita timbre ni ver que han llegado visitas para saberlo: sus perros lo llaman. Al entrar, los ladridos se unen a los Red Hot Chili Peppers. “Soy animalero”, dice. Difunde cuando hay animales en adopción y desea (junto con un amigo) promover un refugio de gatos como un lugar de gatoterapia, “con un cuartito muy bonito donde te metas veinte minutos con gatitos encantadores y amorosos para quitarte el estrés. Lo que se paga es para el refugio y, por otro lado, todo el mundo va a querer llevarse un gato”.
Cambia su voz cuando habla por teléfono con un cliente: ya es el empresario. Durante una llamada fue que comenzó a dibujar en la pared, detrás de él: “Solo será una parte del muro. Voy a continuar con el cielo, donde hay cosas extrañas que salen de una ciudad que aún no dibujo”. Es un alma inquieta el monero de Cancún, quien también publica sus microrrelatos en el Facebook y, como un Arreola, ha tenido los empleos más diversos: como operador de teléfonos, vendedor de seguros de vida, ayudante de herrero, de carpintero, de fibrero, de instalador de antenas de Dish. Siempre que no tenga proyectos propios y que surja algo que represente una capacitación, lo toma. “Ahora soy mejor vendedor, pero porque me he capacitado. También fui de los que van de casa en casa, señora, traemos una oferta…, me fue muy mal, no vendí nada, pero conocí cómo funciona, cómo reacciona
17
la gente, cómo te ve con cara de fuchi. Un tiempo me contrató el grupo Daddy para que le decorara dos bares; les hice desde el concepto, personajes, decoración, menús, juegos, todo, pero al poco tiempo se lo llevó el huracán y no lo terminamos. Me enriquece mucho conocer de todo, platicar con mucha gente; donde haya que aprender, que producir, ahí estoy, por supuesto”. Hace años, cuando vivía con mi mamá y mis hermanos, uno de esos ritos familiares (que surgen de común acuerdo sin tener que instaurarlos) consistía en buscar los monitos de Varela en las publicaciones que se distribuían en diferentes negocios. De saber que también podíamos encontrar sus caricaturas en el periódico, seguramente nos hubiéramos vuelto consumidores asiduos. El amor imposible de globito y nopalita, la serie de “mamá, me siguió a casa”, su concierto para sordos por Jhonny “el mudo” o los problemas de la amiba gigante forman parte de nuestro repertorio compartido. También, quizá, hubiera buscado antes una entrevista con él de saber que, aunque nació en el D.F. (1969), un año después su familia se lo llevó a Acapulco. Fue un encuentro divertido, poner “risas” cada vez que ocurrieron hubiera sido más que repetitivo. Él habla con humor incluso sobre esos seis meses cuando, después de terminar la universidad en Guadalajara, recorrió varias ciudades porque era difícil encontrar trabajo relacionado con su carrera, “sobre todo en esa época que fue la crisis del 94”. Así, un día (otra vez en Acapulco), viendo el periódico, le comentó a su madre que las caricaturas de ahí estaban feas. Ella lo retó: “Hazlas mejor, a ver si es cierto”, y así nació el monero. —Comentabas que el director del periódico Novedades de Acapulco te tomó bajo su tutela, ¿qué consejos te dio?
18
—Me fue corrigiendo sobre la marcha. Me decía: “tienes que ser muy claro con lo que estás dibujando, que entiendan los de 20 y los de 60 años para que se pueda publicar”. O “eso está muy bien, pero es contrario a lo que habías publicado la semana pasada. No puedes ser veleta. No te voy a prestar mi periódico para que critiques por criticar. Tienes que tener tu ideología y la tienes que defender”. O “estás poniendo como héroe a fulanito, pero acuérdate que hace dos meses era un desgraciado. ¿O eso ya no importa, ya pasó, a ti ya se te olvidó?”. Insistía en no jugar con la dignidad de las personas: “Criticas a alguien porque toma una mala decisión que nos afecta a todos; si no estuviera en ese puesto, quién te iba a publicar una caricatura de él. Búrlate de su incapacidad, de su ineptitud, no de él como persona”. “Ser un editorialista no es hacer dibujitos. Eres un experto que da su opinión y tienes que estar a la altura”. Me dejé guiar, pero me cayó todo de golpe en una ocasión que alguien estaba viendo mis monitos. Sentí orgullo hasta que le dijo a otro “mira, nada más, las estupideces que está diciendo este pendejo”. Está bien que me critiquen por mi ideología o porque no están de acuerdo conmigo, pero no por haber hecho una estupidez, eso sí no es aceptable. Y fui poniendo más intención, más interés y más profesionalismo en todo eso. —Llegaste a Cancún por la posibilidad de trabajar en el grupo Anderson (que han desarrollado restaurantes como El Señor Frog’s o Carlos’n Charlie’s), ¿ellos te invitaron? —¡No! Mi hermano es hotelero y en ese tiempo vivía aquí. Él me insistió sobre un anuncio que salió en el periódico. Los del grupo Anderson buscaban un diseñador que además hiciera caricaturas. Les gustó la muestra que
e n t r e v i s t a
envié de mi trabajo y me dieron una entrevista, pero sin ninguna garantía. No estaba haciendo nada en Acapulco así que decidí venir, debió ser el 97. Entré al Novedades de aquí como caricaturista y una semana después me aceptaron también en Anderson. Diseñé desde personajes hasta mobiliario, el trabajo que hacía era para las sucursales a nivel nacional e incluso una que abrieron en Orlando. Yo no pensaba ser caricaturista, nunca se me hubiera ocurrido. Siempre me gustó hacer caricaturas, pero no era bueno, nada más que fui necio; y leía muchas, de todo tipo. En la universidad era el que peor dibujaba, me pasaban nada más porque le echaba ganas; es irónico porque soy el único de mi grupo que vive del dibujo. Yo soy bueno contando historias, eso sí, y creo que la caricatura es un medio. Trato de que no sea como un cuento infantil donde se ilustra el texto, sino más tipo cómic. Soy más de síntesis, que en un cuadro esté toda la historia, lo que está sucediendo y a quién afecta y de qué manera. Decía Picasso que lo peor que le puede pasar a un creador es encontrar su estilo porque entonces dejas de investigar. Por eso siempre estoy haciendo empresas y proyectos nuevos, me cambio de periódico y de repente mi línea es muy básica y a veces muy enmarañada; igual los cartones, a veces son muy complejos o muy sencillos. Apenas desde hace tres o cuatro años es que me considero un artista, los otros veinte fueron de preparación. —¿Tus caricaturas reflejan lo que piensas?, ¿son tus opiniones o también reflejan otras voces? —Depende mucho dónde esté publicando. Cuando son caricaturas blancas o puros cartones, hago lo que se me pega la gana, total, con tal que no pise demasiados callos. Y hago cosas sobre pedido cuando no vaya en contra
de mis creencias o de mi filosofía. Por ejemplo, hice un manual contra el bullying para el Ilat. También me han pedido para campañas políticas, pero no puedo comprometer mi nombre y estar a sueldo de un partido o un político. Los que he hecho o que he apoyado es porque me convencen y sí se dan casos, pero son muy raros. Hablando del caso editorial, hay dos vertientes: una, que coincida con lo que creo, con lo que debe de ser — aunque tengo claro que las cosas no son siempre así—; otra, cómo le afecta a la comunidad —a veces no creo mucho en las cosas que están sucediendo o no me acaban de convencer, pero sé que son para el bien común, que tienen una parte buena: si la comunidad se une por algo, es digno de alabanza—. En cuanto a la línea política, critico a cualquiera que tenga responsabilidad de apoyarnos y no lo esté haciendo —sean verdes, amarillos, azules, o multicolores—. El político que ya está en un puesto o que contiende para uno, el que maneja un partido, o los empresarios. Como cierto fulano que dijo que para acabar con el problema de los tiburones había que matarlos a todos y es el mismo que dijo que no era posible apoyar el turismo gay porque Cancún iba acabar como Sodoma y Gomorra. A empresarios de ese tipo, los critico, pero muchísimo porque nos afectan sus declaraciones. —Has publicado el Manual de la teacher, para aprender a aprender, y tu recopilación de 20 años: La vida más mona. Has realizado programas de radio como “El relleno negro”. Editaste El rapidín y Los monos (publicidad con monitos). Ahora estás haciendo mapas y un libro para que coloreen los adultos (lleva 18 ilustraciones, quiere llegar por lo menos a 25). Y han tenido mucho éxito tus folletos de “El
19
e n t r e v i s t a
Chipocle, órgano de penetración social” (información útil con el objetivo de mejorar la calidad de vida, por ejemplo, sobre el dengue, la diabetes, etc). ¿Cómo estuvo eso de que encontraron tus chipocles en una escuela de Sudamérica? —El Chipocle tuvo muchos beneficios y a la gente le gustó, fue una de las cosas que me animaron a definir el proyecto de los mapas que estoy haciendo. Un supervisor educativo de Venezuela me contactó para decirme que había encontrado Chipocles en una escuela perdida en la sierra. Un maestro se enteró de que podía bajarlos gratis de internet, fue a donde encontró algo de civilización, los imprimió, les sacó copias y se los repartió a los niños. Me cayó como la piedra del Pípila: ¿ya ves lo que puedes hacer?, ¿vas a dejar de hacerlo? ¡No te puedes rajar! Lo de los mapas es negocio y pretendo que sea el motor financiero que mueva los demás proyectos porque el entusiasmo no te sirve cuando llega el momento de pagar. Primero hice uno de 240 espacios, que llené en un año, pero ya no pude volver a repetirlo. Así que pensé que sería más fácil llenar diez mapas cada uno con 24 espacios. Ya salió el de “A comer por la Palenque”, está en imprenta
20
otro, estamos vendiendo uno de servicios y para comer en el centro, luego vamos a hacer uno de deportes, uno de lugares nocturnos, creo que uno de doctores y vamos a sacar en diciembre el de la zona hotelera. Desde hace mucho quería hacer el mapa, pero estaba relativamente fresco que Escudero de Sybaris había dejado de sacar los suyos, él los sacó durante quince años y yo quería esperar otros quince para sacar el mío porque no quería que dijeran que era competencia o retomar la idea, él es un maravilloso y genial ilustrador, su mapa es increíblemente precioso. Espero que el nuestro ni siquiera se compare porque no va a tener su nivel. Como dice aquí (nos muestra una de sus revistas), “no somos los primeros, somos los más monos”. Igual el mapa, no va ser el más bonito, pero pretendo que sea más divertido. Otro proyecto es “Cuadernos para los cuadernos”, las tapas son sobrantes o desperdicio de cualquier imprenta o lugar. No requiere nada más que la mano de obra, voluntarios de servicio social. Los hemos regalado a una maestra de un centro comunitario infantil y a una que le enseñaba a escribir y a leer a los presos. 55 Alcatraces (revista digital que publicaba ilustraciones y textos solo de cancunenses), ya va volver a salir. Y le ayudé como editor a varios autores a sacar su libro, para que lo pudieran llevar a editoriales y decirles “mira, tengo esto, me interesa que lo hagas”. Bueno, están plagados de errores, pero existen. Siempre he creído que es mejor 70% de algo que el 100% de nada. En 2015 hice Las tres reglas de la pareja, consejos y reflexiones para sobrevivir con éxito una relación. Los principios que ahí están me llevaron mucho. Quince años de probarlos e ir enriqueciéndolos, de pláticas con otras personas. Ya con ese texto asentado, convertirlo a libro de caricaturas me llevó como dos semanas. También el dibujo que manejo es muy sencillo, trato de que sea amigable, que le resulte accesible a cualquiera que lo vea. —Dice El Fisgón que las obras de un cartonista no están obligadas a hacer reír, pero que siempre conviene que tengan algo de sentido del humor. ¿Tú siempre buscas que tengan humor? —El Fisgón tiene como cuarenta años haciendo cartones; al principio eran muy simpáticos, pero se le ha ido acabando el humor. Es común en humoristas y cartonistas. Llega un momento en que se cansan y empiezan a hacer cosas casi por resentimiento y dejan de ser brillantes, creativos, simpáticos y empiezan a ser muy corrosivos, ácidos, en el caso de los caricaturistas, o muy vulgares, en el caso de los humoristas. Es una manera de justificar su situación, yo no estoy de acuerdo. En la escuela a los chavos les enseñan mil cosas que no recordarán, pero sí, hasta veinte años después, el chiste que les contaron en el recreo. Si quieres que penetre tu
e n t r e v i s t a mensaje, debes de tocar el humor. Si no te interesa que tu mensaje sea contundente, no lo uses. —Algunos caricaturistas mencionan que se han inspirado en escritores como Steinbeck, Kazantzakis, Marx e incluso Hemingway. ¿Qué autores han influido en tus ideas? —Muchos en diferentes épocas. Te puedo decir, por ejemplo (y hace como un redoble de tambores en su escritorio) que Kundera me gusta mucho. De hecho, La insoportable levedad del ser lo releo cada siete u ocho años, desde los veintitantos, y cada vez le encuentro algo nuevo. Es interesante cómo utiliza la historia —y en eso me identifico mucho con él—, como un método o un medio para dar a conocer sus reflexiones de esas cosas bizarras que suceden. Jorodowsky; me encanta todo lo absurdo que hace. Sé que para los grandes literatos es casi como ponerme al nivel de pornografía, “metafísica para incultos”, pero tiene lo suyo y es muy muy divertido. Además, era monero, creo que aún no lo deja de ser. Tiene unas “Fábulas pánicas” increíbles, que además eran muy vaciadas. Son bizarras y extrañas como él. Salían hace como cuarenta años (en El Heraldo de México). Esta (muestra una en la pantalla) es un fotomentaje, no existía el Photoshop y usa una foto de él. Buscaba y buscaba y buscaba. Tiene su mérito, que yo le reconozco y admiro mucho. Que ahora sea vendedor de ilusiones es otra cosa. El primer libro que leí fue de Rius. Por supuesto, me encanta en algunas cosas. Le reconozco muchísimo el medio, el cómo hizo las cosas, aunque lo único que comunicaba eran sus creencias y sus ideologías. No es lo que yo hago. Yo trato de comunicar lo que al común de la gente le beneficie y en ese aspecto es un poco diferente. —La Poniatowska dijo que un dibujo inteligente nos revela de golpe lo que antes era oscuro y nos hace llegar a la conclusión de que el mundo sería mejor si lo dirigieran los caricaturistas. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación? —No, para nada, pero seríamos muy buenos asesores porque tenemos mucha capacidad de síntesis y análisis. Para decisiones somos muy drásticos porque en una caricatura no puedes dilucidar toda una idea y dar un criterio, tienes que dar una opinión concreta: sí o no. Estadistas, no, seríamos como la reina (de Alicia en el país de las maravillas): ¡que le corten la cabeza! Para nosotros es bueno o malo, porque no tienes manera de dar más opinión, no es que no la tengamos, sino que así nos hemos formado. —Decías que eras el monero en la vida real, ¿no te cuesta problemas serlo? —(Risas). Era muy problemático porque además yo era el que siempre salía con chistes hasta que decía uno que a nadie le gustaba. Iba a los velorios y contaba chistes hasta que se me pasaba la mano. Ahora lo controlo, ya no soy tan bruto. Cuando conozco gente nueva estoy calladito,
para ver qué opinan, qué puedo decir, mientras no agarre confianza. Ya que la riegas lo suficiente, empiezas a medirte; y en lo que no te mides, no te importa. Es muy divertido. Ese, el que vive dentro de mí, Carlos, es el monero; pero no el que administra ni el que toma decisiones porque aquél toma decisiones muy locas. Pero me divierto mucho con él, me cuenta chistes que no me sé. TROPO
Lizbeth Peña (Acapulco, Guerrero, 1987) es coordinadora de la Sala de Lectura La Tlacuila. Fue becaria por el género de narrativa en el Encuentro de Literatura “Los Signos en Rotación” del Festival Interfaz-ISSSTE, 2014. Ha impartido talleres de lectura en escuelas, bibliotecas y en un programa de la SEDESOL. Facebook.com/latlacuila
21
El gran teatro integral de Oklahoma (una interpretación) Carlos Torres
A
nticipo que esta interpretación de la parte final o inconexa de la novela América, “El gran teatro integral de Oklahoma”, es en extremo arbitraria, como me parece que son todas las opiniones, pero también digo que me guía un cierto instinto de ensayista, que me hace creer en lo que voy a plantear. En primer término, esta nota es paradójica, dado que se aparta de la mayoría, si no de todas, las interpretaciones que he leído sobre el sentido profundo de esa parte de América. Es decir, que muchos comentadores coinciden al apuntar que América es muy distinta en el fondo, de las otras novelas de Kafka, porque en aquélla, no hay el tono escéptico y pesimista, como de pesadilla, que distingue a La metamorfosis, El proceso, El castillo. Borges subraya esa condición de pesadilla de la obra de Kafka, y cita algunos pasajes elocuentes al respecto, de El proceso. Borges también se refiere al detalle de que muchas, muchas veces, Kafka alude a procesos infinitos, inacabables, que asfixian al lector, justo como en una pesadilla. Además, Borges menciona, como rasgos típicos de la literatura kafkiana, la recurrencia del laberinto, y de la empresa imposible. Todo esto es sumamente conocido, por quienes han leído a Kafka con la debida atención, y el consecuente terror. Sin embargo, yo afirmo que América es, de principio a fin —un fin que no existe, que se queda para siempre en limbo—, una novela absolutamente kafkiana; o sea, desesperanzada, irónica, acusadora de una civilización cruel, insana, mortífera. De tal manera, tanto el tío providencial que el héroe encuentra en esa ciudad, además de un par de pillos, una joven heredera, los directivos de un hotel donde el protagonista trabaja, los policías que éste encuentra en su estadía
22
Franz Kafka, fotografía de Atelier Jacobi, 1906
l a t i n t a t e n t a en la gran urbe, todos ellos son o devienen, de una manera o de otra, enemigos del infortunado Karl Rossmann. No hay, pues, según mi óptica, ese espacio de oportunidades que el país América (Estados Unidos) ofrece a Karl, como asientan algunos comentaristas de la novela América. En este marco, aparece en las ediciones de América una especie de separata, que es justamente “El gran teatro integral de Oklahoma”, en el que súbitamente y sin ilación con el relato previo, una misteriosa compañía convoca a todos quienes quieran trabajar en dicho teatro, para que se inscriban, pasando por un proceso de admisión sumamente sencillo y hasta tolerante, pues a Karl le dan trabajo, a pesar de que no tiene papeles de inmigrante, y a pesar de que no puede acreditar estudios técnicos, que el protagonista afirma haber cursado en Europa. Bajo las apuntadas premisas referidas, sobre las principales características de las novelas de Kafka, y asimismo tomando en cuenta los agravios que sufre Karl Rossmann en Estados Unidos, no veo por qué deba admitirse que de pronto, mágicamente, el mundo se vuelve sumamente benigno, y Karl encuentre un trabajo digno en el nuevo mundo. Bajo la sospecha, la malicia de lector que nos ha proporcionado la propia literatura kafkiana, lo más lógico resultaría esperar que ese teatro integral devenga en otro horror para Karl, pero eso nunca lo sabremos, porque América tampoco tiene final. No obstante, me es necesario añadir que esa lectura llena de sospechosismo, de “El gran teatro…”, me dio a cada instante la impresión de que Karl ha muerto, y lo que “vive” o experimenta es nada menos que su ingreso a los ámbitos de ultratumba. Baso esta suposición en el hecho de que, luego de un largo viaje en tren, de Nueva York a Oklahoma, un inusitado grupo de personas vestidas de ángeles recibe a los reclutados, la mayoría jóvenes mujeres, que tocan trompetas desafinadas y sin concierto. A este grupo, luego de algunas horas de estar tocando, lo va a sustituir otro grupo, pero ahora de diablos. Esto ocurre en un campo deportivo, cuyas instalaciones se han adecuado para inscribir a todos los que quieran trabajar en “El gran teatro integral”, y se insiste varias veces, en que todos tienen cabida en dicha empresa.
Por otra parte, en la descripción de ese espacio deportivo, así como en los sucesos que ahí leemos, hay el mismo ambiente nebuloso, de pesadilla, a veces absurdo, que Borges nos hizo observar en El Proceso, como cuando los espectadores del juicio famoso tienen que estar agachados porque el techo del recinto donde están sentados, es demasiado bajo. Pero más allá de estas conjeturas mías sobre esa parte final de América, quiero decir para el gran público —porque para quienes admiran a Kafka lo que voy a decir no tiene mayor importancia, por obvio— que en esta su primera novela Kafka ya es Kafka. En otras palabras, más civilizadas, menos arrabaleras, lo que me interesa subrayar es que ya en América, el autor despliega ese talento narrativo innato que lo caracteriza, que nos hace pensar ingenuamente, ¿de dónde saca tantas ideas?, ¿cómo inventa tantas situaciones? En ello está el encanto que tiene Kafka: en la manera de presentarnos un mundo caído, con escritura veteada de humor, ternura, y una religiosidad indudable, aunque la gracia teológica lo haya evadido siempre, como le acontece al agrimensor de El castillo. Quizá Kafka pudo haber dicho, como el bibliotecario perseguidor del absoluto que vemos en La biblioteca de Babel, de Borges: “No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre —¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!— lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros. Que el cielo exista, aunque mi lugar sea el infierno. Que yo sea ultrajado y aniquilado, pero que, en un instante, en un ser, Tu enorme Biblioteca se justifique.”Tropo Carlos Torres. Veracruz. 1949. Autodidacto. Periodista cultual, ensayista y poeta. Ha publicado los libros Canción para la luz de tus ojos (poesía), Los arrebatados cuentos mutuos (relatos) y Nueve Voces (ensayos). Figura en las antologías Voces de ciudad joven y Cancún, poesía selecta. Actualmente colabora en la revista político-cultural El Vigilante, editada en Chetumal
23
¿Qué significa “Pienso, luego, existo”? Héctor Hernández Tim (de unos 6 años de edad), mientras se encontraba activamente dedicado a lamer una olla, preguntó: “Papá, ¿cómo podemos estar seguros de que no todo es un sueño?” Algo confundido el padre de Tim le dijo que no lo sabía y le preguntó cómo pensaba que podíamos saberlo. Después de lamer un poco más la olla, Tim contestó: “Bien, no creo que todo sea un sueño, porque en un sueño, la gente no andaría preguntando si era un sueño”. Garet Matthews.
“P
ienso, luego, existo” es la traducción de la expresión latina “cogito ergo sum” que suele citarse de la obra del siglo XVII Meditaciones Metafísicas escrita por el filósofo francés René Descartes, aunque aparece en forma más nítida en su posterior obra, escrita en latín en 1644, Los Principios de la Filosofía. (Sin embargo, se han encontrado planteamientos similares en otros autores antes). El término “luego” puede conducir a confusión porque en la vida ordinaria suele usarse como sinónimo de “después”, por ejemplo, “Se cayó, luego se levantó” indica que se levantó después de haberse caído. Pero el término “luego” que aparece en la expresión “pienso, luego, existo” no significa “después” porque, si así fuera, la frase estaría afirmando que solo existo después de que pienso, es decir, que primero pienso y después existo; pero si yo no existía antes de pensar ¿cómo es que pude pensar? Más bien, en la expresión “Pienso, luego, existo” el término “luego” significa “por lo tanto”. En una primera aproximación a la frase, se podría reflexionar que del hecho de que pienso se deduce que existo, porque si yo no existiera no podría hacer actividad alguna, en particular, no podría pensar. Así que sin duda es correcto el argumento: “Puesto
24
que pienso, se concluye que existo”, o en su forma más conocida: “Pienso, por lo tanto, existo”. Sin embargo, si ese fuera todo el valor del argumento, no sería muy interesante, pues lo mismo se podría sostener con muchos otros verbos menos elegantes, por ejemplo: Desayuno, por lo tanto, existo; Duermo, por lo tanto, existo. Sin embargo, el cogito (una forma abreviada de referirse a la expresión “pienso, por lo tanto, existo”) encierra algo más profundo y distinto que inferir la mera existencia a partir de realizar una actividad. Para entenderla se requiere explorar algunas de las reflexiones de Descartes presentadas en sus primeras meditaciones. Descartes se dio cuenta de que durante su vida había admitido muchas opiniones falsas como si fueran verdaderas, de modo que no podía confiar ciegamente en lo que otros dicen que es cierto, pues sin importar su experiencia siempre hay el riesgo de que digan algo falso. Para asegurarse de encontrar una verdad fundamental firme, si la había, adoptó el criterio de que todo lo que dejara lugar a dudas quedaría descartado, como si fuera falso, y solo aceptaría lo que es indudablemente cierto para que, sobre esos cimientos sólidos, se pudieran edificar otras conclusiones verdaderas. (Este método se conoce como la duda hiperbólica, la duda sistemática o duda metódica; se trata de dudar de todo lo que sea posible, cuestionando sus fundamentos, para encontrar ulteriormente una verdad fundamental que sobreviva a cualquier duda imaginable, o bien para asegurarse de una vez por todas que todo es digno de duda). ¿Qué afirmaciones podemos encontrar que son seguramente ciertas? Se podría pensar en un ejemplo como “en este momento hay una mesa frente a mí”. Sin embargo, normalmente la razón por la que creo que hay una mesa enfrente es porque la veo y la puedo tocar, es decir, mis sentidos de la vista y del tacto me lo indican, pero cuidado: muchas veces los sentidos nos engañan. Descartes presenta algunos ejemplos: “cuando introduzco un palo en el agua y parece quebrado, o cuando una torre
l a t i n t a t e n t a
me parece redonda en la lejanía y al acercarme observo que era cuadrada, y situaciones semejantes”. No es prudente fiarse de los sentidos para el objetivo de encontrar una verdad indudable, ya que nos han engañado en por lo menos alguna ocasión, y en cada caso no podría yo estar seguro de que esta ocasión en particular no es una de esas en las que estoy siendo engañado. Sin embargo, podría parecer exagerado dudar de todo lo que percibo por los sentidos, ya que me parece evidente que estoy aquí, en un lugar donde hay una mesa, sentado en una silla, escribiendo un texto, con varias personas a mi alrededor que podrían verificar la existencia de estas cosas si se les preguntara; pero ¿en realidad puedo estar seguro de que todo esto existe? ¿Cuántas veces he tenido la misma convicción de que estoy con varias personas en un lugar donde veo con claridad diversos objetos cuando en realidad estoy yo solo, soñando en mi cama y creando en mi mente objetos que me parecen muy reales, pero que, al despertarme, he comprendido que eran solo un sueño? La incapacidad de distinguir el sueño de la vigilia, por exagerado que parezca, me conduce a dudar, no sólo de lo que percibo por los sentidos, sino también de lo que pienso que percibo. Así que, nuevamente, no puedo estar seguro de que estoy aquí, en un lugar donde hay una mesa y una silla, entre otros objetos; pues podría estar soñando en un lugar donde solo hay una cama. La gente a veces dice: “pellízcame para saber que no estoy soñando”, pero podría estar soñando que la pellizcan, así que no es una guía fiable para distinguir el sueño de la realidad. Por otra parte, es razonable pensar que, en última instancia, los objetos que represento en mis sueños, o al menos los elementos que los componen, los he visto antes del algún modo en la realidad y por eso puedo construirlos al soñar. Así que puede haber ciertos elementos que tienen en común las cosas, ya sea percibidas o soñadas, que den lugar a verdades que no dependen de si el objeto existe o no en la naturaleza. Por ejemplo, un triángulo, soñado o real, no tendrá más de tres lados y la suma de 1 más 1 es igual siempre a 2, sea en el sueño o en la realidad. Así que parece haber ciertos conocimientos matemáticos de los que no se puede dudar. No obstante, Descartes plantea la siguiente posibilidad, ¿no es verdad que a veces nos equivocamos en una operación matemática creyendo un resultado que no es el correcto? Si al Dios que nos ha creado no le ha pa-
recido suficientemente malo permitir que nos equivoquemos algunas veces, ¿cómo podemos estar seguros de que no permite que nos engañemos cada vez que hacemos sumas o que contamos los lados de un triángulo? Si se acepta esta posibilidad, incluso nuestros resultados matemáticos serían dudosos. En caso de que esta posibilidad sea inadmisible para alguien, ya sea por ser ateo o por creer en un Dios que es incapaz de tolerar tal engaño, Descartes plantea otras opciones que conducen a la misma duda: es posible que me engañe constantemente por mi propia imperfección, o que exista un genio maligno, poderoso y muy astuto, que esté interviniendo siempre en mis operaciones mentales de tal forma que haga que me equivoque continuamente, de modo que yo esté siempre engañado. Ya que no podemos eliminar estas posibilidades, hasta ahora no hemos podido encontrar una sola verdad que sea segura e indudable. ¿Será que la única verdad segura es que no existen verdades seguras? Ya que puedo dudar de la existencia del mundo, del cielo, de la tierra y de los cuerpos en general, ¿acaso no puedo dudar también de mi propia existencia? Por sorprendente que parezca, en realidad no. Puedo dudar de la realidad de lo que percibo por medio de mis sentidos porque mi percepción podría estar distorsionada (un lápiz dentro de un vaso con agua lo percibo quebrado pero no lo está), puedo dudar incluso de que esté percibiendo algo con mis sentidos sin importar cuán vívida pueda parecer la experiencia que me induce a creer eso (puedo pensar que estoy viendo una mesa frente a mí cuando en realidad tengo los ojos cerrados y estoy soñando que la veo), puedo dudar de la conclusión que resulta de una operación mental como el resultado de una suma (podría estar cometiendo un error sistemáticamente sin darme cuenta, ya sea por mi propia imperfección o por la obra de un engañador poderoso), pero no puedo dudar de que dudo mientras estoy dudando porque si dudo de que dudo, entonces al final de cuentas dudo de algo. Pero si dudo, entonces pienso, porque el dudar es un tipo particular de actividad del pensamiento que percibo directamente. Y si pienso, entonces existo, porque no podría pensar sin existir. Por consiguiente, sea que piense bien o defectuosamente, sea que lo haga en un sueño o en la realidad, sea que lo haga erróneamente, engañado por un genio maligno, o lo haga correctamente; “si pienso, entonces existo”, por lo menos durante el tiempo que estoy pensando.
25
Esto no significa que “si no pienso, no existo”, puedo no pensar y seguir existiendo, pero en ese caso mi existencia no está garantizada, mientras que cada vez que estoy pensando automáticamente verifico mi existencia, mi actividad de pensar revela en forma nítida que estoy presente en la realidad, lo genuino de mi existencia se me presenta mediante la aguda penetración introspectiva de mi pensamiento. Por eso es muy distinto afirmar “si pienso, entonces existo” que “si no pienso, entonces no existo”. Esta última expresión no es una verdad indudable como la primera, más bien es errónea y no procede de Descartes, aunque varios autores se la han atribuido debido a una mala interpretación de sus pensamientos. Algunos han sostenido que el error de Descartes es sostener que para existir es necesario pensar, pero su tesis es más bien que la existencia del pensamiento presupone la existencia de un ente pensante. Algunos han sostenido que para que se siga la conclusión de que existo se requiere de una premisa adicional que afirme “todo lo que piensa existe”, pero ¿por qué tendría que requerirse? Para que sea verdadera la afirmación de que “tengo dinero, por lo tanto, compraré un helado” no se requiere que sea verdad que “todos los que tienen dinero compran helado”, pues no estoy hablando de todos, ni siquiera de algunos, solo estoy hablando de mi dinero y de mi gusto por el helado. De manera similar, Descartes no está hablando de todo lo que piensa, solo está hablando de él mismo, el yo, como un sujeto o ente capaz de pensar. De hecho, en El Discurso del Método dice: “Trato de reformar mis pensamientos, sólo los míos; mi propósito es el de levantar el edificio de mis ideas y de mis creencias sobre un cimiento exclusivamente mío.” Descartes no presenta el cogito en segunda persona (“tú piensas, por lo tanto, existes”) ni en tercera persona (“esa persona piensa, por lo tanto, esa persona existe”) porque no puede estar seguro de que otra persona piense. Cuando está pensando puede percibir directamente que piensa de una forma inequívoca porque tiene una conexión directa e ilimitada con las operaciones de su mente, pero no tiene acceso directo a la experiencia mental de otros, el otro podría ser producto de su imaginación o comportarse como un ente pensante sin pensar realmente, por eso él puede
26
dudar de la existencia del resto de los entes incluyendo su propio cuerpo material. Dice: “desde la ventana, veo pasar unos hombres por la calle: y digo que veo hombres, como cuando digo que veo cera; sin embargo, lo que en realidad veo son sombreros y capas, que muy bien podrían ocultar meros autómatas, movidos por resortes.” Así que la verdad del cogito no requiere siquiera que existan otros seres pensantes, menos aún requiere una premisa que afirme que “todo lo que piensa existe”. Y de hecho esa premisa no ayudaría a construir la verdad incuestionable que buscaba Descartes porque sería muy difícil de verificar y por consiguiente también sería de carácter dudoso y cuestionable a la luz del método de la duda sistemática que estaba utilizando para evaluar las distintas opiniones. Otra objeción que algunos han hecho es que ciertos personajes de ficción, aunque piensan no existen. Por ejemplo, Sherlock Holmes se la pasa pensando, pero no hay un Sherlock en la vida real. Esta objeción, como la gran mayoría de las que se han levantado contra el cogito, es fruto de una confusión. Sherlock Holmes no realiza el acto de pensar en la vida real, sino solo en el mundo de ficción en donde vive y, en ese mundo, sí existe. Por otra parte, si alguien insiste en que sí piensa en la vida real, quizás porque sus “pensamientos” están accesibles a nosotros, a pesar de que dice y hace solo lo que le “dictan” sus creadores, tendríamos que admitir que, en ese sentido, también “existe” en la vida real, como un conocido personaje de ficción, al cual conocemos mediante diversos medios. En cualquiera de los casos, no hay contra-ejemplo al cogito cartesiano. Descartes logra partir de una verdad firme y segura basada en la intuición de que cuando está presente un acto mental, cuando piensa, no es posible estar equivocado en que está pensando, y a partir de esa vivencia se acredita su propia existencia. “Pensar” es una acción que concibo muy clara y distintamente por lo que de ella tengo mucha más certeza que de otras acciones, como “comer” o “caminar”, ya que puedo pensar que como sin comer, o puedo pensar que camino sin caminar, pero no puedo pensar que pienso sin pensar. Por eso la expresión, “pienso, por tanto, existo” es muy distinta a una afirmación como “desayuno, por tanto, existo”, ya que ésta última no parte de algo indudable, sino de una actividad que podría estar solo imaginando o soñando, mientras que “pensar” es una actividad que sigue siendo genuina aún si la hago solo en un
l a t i n t a t e n t a
sueño o la realizo imperfectamente. Puede ser que los objetos de mi pensamiento no tengan existencia, por ejemplo, puede que piense que me voy a comer una manzana que no existe, o que voy a abrazar a una persona que está ausente en este momento, pero lo que no es posible es que, yo, el que tiene ese pensamiento no exista. Incluso si estoy siendo engañado, tengo que existir como víctima del engaño. En el acto de pensar me descubro a mí mismo como un ente pensante efectivo que ya no puede ocultar su existencia tras el velo de la inactividad mental. No es que yo no exista durante el tiempo que no pienso, sino que no puedo manifestar una evidencia clara de que existo, las aparentes manifestaciones de mí existencia dejarían lugar a dudas (creo que veo mi mano moviéndose, pero puede ser una ilusión, creo que oigo mi propia voz, pero puede ser un sueño, etc.) y así, cabe la posibilidad de que deje de existir cuando dejo de pensar, pero no cuando todavía estoy pensando. Es más dudosa la existencia de mi cuerpo que de mi mente, pues los miembros de mi cuerpo podrían ser producto de mi imaginación y lo que percibo por medio de mis sentidos es derivado y obscuro, pero lo que accede a mi mente es claro y distinto. Así, mi mente es una ventana privilegiada que me permite acceder a la realidad de mi existencia de una forma inmediata y evidente, en una forma más directa y clara que por los sentidos u otros medios concebibles que no son parte de mi esencia. Por consiguiente, “pienso, por tanto, existo” es una verdad firme y segura, tan evidente por sí misma que me impide dudar de ella, pero que fue alcanzada tras recorrer un largo camino de duda metódica. En resumen, yo puedo tener la impresión de que “desayuno” cuando solo estoy soñando que lo hago y así estar engañado, por eso si afirmara “desayuno, por lo tanto, existo”, estaría partiendo de una premisa que no puedo garantizar que es verdadera, y así, aunque se infiera mi existencia, sería más dudosa la premisa que la conclusión por lo que la premisa no sería un punto de partida fiable, sólido o incuestionable. Pero para que yo tenga la impresión de que pienso, necesito pensar. Por eso me basta con tener esa impresión para estar seguro de que pienso, y esa impresión la puedo tener directamente sin intervención de mis sentidos. Así que no es necesario, al menos en principio, tener sentidos o cuerpo físico para pensar. En otras palabras, creer firmemente que estoy desayunando no me garantiza que realmente lo esté haciendo, pero si creo que estoy pensando, aunque ese pensamiento
René Decartes. Retrato de Franz Halz.
consista solo en estar dudando, eso es suficiente para garantizar que pienso, y si pienso, es imposible que mientras lo hago, no exista. El cogito se basa en la idea de que el acto de pensar exhibe la indubitabilidad de mi ser, señala la pureza y transparencia con la que puedo ser inmediatamente consiente de mi acto de pensar porque lo capto directamente, a diferencia de las creencias que adquirimos por los sentidos que pueden ser turbias e indirectas. Así que después de poner en duda la existencia de todo, Descartes llegó a una verdad de la que no puede dudarse: “Pienso, luego, existo”. Al dirigir nuestra mirada mental contemplativa hacia nuestra propia mente y develar en cada uno la verdad del cogito, podemos aceptar con suficiente evidencia que existimos como seres pensantes y a partir de allí inferir la existencia de otras cosas y obtener otras verdades evaluadas y siempre tutoradas por el riguroso juicio de la razón. “Pienso, luego existo” resulta ser el punto de partida de un camino trazado en tierra firme en busca del verdadero conocimiento del mundo una vez que la duda férrea identificó y descartó las arenas movedizas de las opiniones dudosas resguardadas en las apariencias. Así fue como Descartes superó un período de incertidumbre y escepticismo y abrió paso a una nueva luz de esperanza de encontrar la verdad fundada en el poder de la razón. Tropo
27
l a t i n t a t e n t a
La antropoesía de Miguel Meza Mauricio Ocampo Campos
A
llá por 1998, en dos lugares de Cancún se desarrollaban simultáneamente actividades culturales. Por un lado, El Rincón Rupestre llevaba a cabo lo que, ahora sé, se llaman tertulias. Ahí, un grupo de jóvenes nos reuníamos e intercambiábamos rolas y poemas, la mayoría originales. En el otro extremo de la ciudad, en una casa particular alquilada y abierta al público hacían las mismas actividades. Hablo de La Casa del Escritor. Ninguno de los dos espacios llegó a coincidir hasta muchos años después cuando me invitaron a escribir en TROPO y tuve la fortuna de conocer a ese personaje emblemático que en mi inmadurez de antaño llegué a suponer a modo de prejuicio era un escritor egocéntrico y elitista. En febrero pasado y junto con René Vera, pude intercambiar algunas apreciaciones sobre cultura con Miguel Meza, y confieso, siempre termino descubriendo mi ignorancia literaria. Meza habló, por ejemplo, de la exquisitez de leer a Leopoldo Lugones y su Lluvia de fuego, del proceso editorial de un libro, de la revisión ortotipográfica, de la de estilo, de la riqueza que hay en desmembrar quirúrgicamente una obra y apropiársela... Miguel habla y describe paisajes, los pinta con su sonrisa de complicidad y emoción para avasallar con otro tema, le aflora la pasión; su cuerpo menudo y sus manos pequeñas nos muestran a un gigante que crea y destruye torres de Babel. En ocasiones se retira los lentes y me mira de verdad, otras más, cambia el cristal, y yo atónito, no quiero hablar, pues tengo frente a mí al antro, aquel que al crear se recrea y nos invita a mirar por su mirilla. Tengo en mis manos un libro en cuya portada con fondo blanco presenta un poste clavado junto a una vegetación, con una ciudad gris y un pez globo alrededor de cual aparecen garabatos como de párvulo. En la parte inferior y en letras mayúsculas, subrayada, la palabra POESÍA, y en la parte superior, centrado, el nombre del autor, MIGUEL MEZA, y debajo el título: El rostro que habitamos. Tal parece adrede la ubicación de cada elemento: el poeta baja la mirada a la ciudad, va más abajo y se encuentra a la poesía, regresa a esa ciudad, la matiza con su mirada y la escribe para presentarnos las fotografías que ha tomado vueltas letra.
28
Miguel Meza con David Anuar. Fotografía: René Vera.
Meza no es un poeta cualquiera. Revestido de un estilo libre, a veces en prosa, a veces en verso, nos presenta el rostro que habitamos de este Cancún híbrido, rompiendo estilos literarios, haciendo poesía que parece microficción. En esta ciudad Miguel es un elitista literario. En sus letras nos presenta su mirada de ese Cancún profundo, ahí donde el único maquillaje que se aprecia es el del estilo literario que estéticamente hace de lo trágico lo más insigne. Sus temas son sociología o antropología vuelta poesía o viceversa. Si en Cada quien su paraíso nos hizo descender a ese lugar submetropolitano del Cancún pueblo, en El rostro que habitamos, esta ciudad la vuelve espejo que mira al infierno cotidiano. La descripción estética que el poeta hace de la ciudad amortigua la vergüenza de mirarla de frente, pero también nos reclama a repensar nuestro ser. Parecen sus letras una epístola de los suicidas, de los amantes, de las putas olvidadas que comen a través de su entrepierna, que caminan buscando milagros entre callejones en los que ha de morir alguien en manos de un niño sicario. Pero, ¿cómo negar lo que estamos siendo? ¿cómo ser lo que no somos? ¿en dónde quedaría el ser ético de un poeta si la sangre sólo la usara para pintar flores y no para decir aquí estamos? Al fin y al cabo, nadie puede negar que ese sea el rostro que habitamos y menos cuando la realidad se proyecta en un estudio antropoético como en este poemario. Tropo Mauricio Ocampo. Sociólogo con especialidad en Cultura y maestro en Pedagogía. Es autor del libro La Universidad Pública: vendedora de paisajes oníricos como objetos de consumo (Ediciones del Lirio, 2012).
Crónicas de Ambarluna Lorena Careaga Viliesid
N
o parece ser por un mero e inexplicable descuido que el ambarluna no aparezca en los principales textos alquímicos, ni que haya sido dejado fuera inadvertidamente de las fórmulas mejor conocidas y perfeccionadas de la transmutación. No, más bien parece una omisión hecha a propósito, planeada y ejecutada a sabiendas y con un fin inmarcesible que desconocemos, lo que resultó ser a la postre una ventaja, pues de esa forma se ha logrado conservar inexplotado su oscuro y potente elixir, disponible tan solo para aquellos que descubran su clave y descifren su secreto sortilegio. A Teofrasto Bombast von Hohenheim, mejor conocido como Paracelso, por ejemplo, el ambarluna le pasó inadvertido. Isaac Newton, por su parte, ciertamente adivinó sus propiedades magníficas en sus incursiones y disquisiciones alquímicas —de las que nadie habla por ser científico-políticamente incorrecto hacerlo, a pesar de que escribió más de un millón de páginas sobre el tema bajo el pseudónimo y anagrama de Jeova Sanctus Unus. Sin embargo, aunque Newton intuyó la naturaleza profunda del ambarluna en aquellas sus noches de culpas y locura, cuando componía interminables listas de defectos capitales y pecados cometidos; cuando autoconfeso aceptaba en el papel sus arrebatos de ira, sus episodios de amenazas físicas y verbales, sus ansias aniquiladoras, de todas formas, no logró aislar completamente sus aceites primarios ni decantar, a su entera satisfacción, su quintaesencia. De nada le valió al afamado científico sumergirse en la Prisca Sapientia, desentrañando los códigos y símbolos de estos antiguos textos cabalísticos, ya que solo logró obtener muestras impuras e inacabadas. Las referencias a esta caprichosa resina aparecen en signos cifrados en su famosa “Tabula Smaragdina”, así como al final de algunos de sus listados de faltas, yerros, omisiones, daños, engaños, agravios, injurias, olvidos, culpas y descuidos. Las irradiaciones ambarlunares son des-
critas como un remedio potente para el mal del alma, aunque Newton no consiguiera probar esa hipótesis ni verificar en carne propia su poderío liberador. A pesar de sus notables propiedades, ¿habría podido el ambarluna aliviar en algo las pesadillas de este ser atormentado, dedicado al obsesivo estudio de la naturaleza y composición de la luz, del espectro de sus colores en el prisma, de la convección térmica, de la velocidad del sonido, de la mecánica de los fluidos, del origen de las estrellas y de la fabricación de colorantes, además de todo el asunto de la gravitación? ¿Cómo habría reaccionado a este potente alcaloide su mente brillante y genial, presa frecuente de accesos de cólera y reacciones bipolares y que no obstante, provocando nuestra ternura ante su modestia, restaba importancia a sus logros científicos cuando afirmaba comportarse como un niño que, jugando al borde del mar, se divertía buscando de cuando en cuando una piedra más pulida y una concha más bonita de lo normal, mientras que el gran océano de la verdad se exponía ante él completamente desconocido? Al parecer, Newton gustaba de automedicarse, probar en sí mismo infusiones, pócimas, filtros, elíxires y bebedizos preparados en su laboratorio de Cambridge y experimentar con potentes estupefacientes, venenos y ambrosías. Sólo podemos especular si acaso las fortificantes emanaciones naturales del ambarluna le sirvieron en estos casos de antídoto y si la simple proximidad de la emulsión aromática de esta resina contribuyó a su longeva vida de 84 venerables años… Tropo
29
e n t r e v i s t a
c o n
Maricarmen Pérez Rodríguez
Hay alquimia en la magia del grabado Jorge Luis Arcila Maricarmen Pérez Rodríguez es egresada de la Academia de San Carlos como maestra en artes gráficas y ha trabajado en la Universidad del Claustro de Sor Juana como profesora en historia del arte. Artista, maestra, madre, mujer, pareciera que Maricarmen se mueve a través de muchas capas de pintura, papeles y fijadores. Cada faceta de su vida es como una de sus fotografías, un espejo: se muestra una porción de ella misma, como en la siguiente entrevista.
E
ncontrar una palabra para definir a una persona es difícil; en el caso de Maricarmen Pérez Rodríguez quizá sea “trabajo”. Esta artista trabaja y trabaja siempre. Tiene un taller de dibujo de figura humana y grabado dentro de una cafetería de la que también es propietaria. En constante movimiento, se toma un respiro para platicar con nosotros sobre sus primeros amores, sus alumnos y su trabajo. —Maricarmen, te has establecido en Cancún desde 2003. ¿Qué piensas de la gente y sobre ser artista en esta ciudad? —Bueno, nadie dijo que fuera fácil y menos si la gente
30
Autorretrato. Técnica: Grabado sobre madera. Xilografía. Medidas: 70 x 50.
no se une. No se sienten arraigados, vienen a buscar una oportunidad, pero no se comprometen, no han entendido que este lugar no es solo la laguna, no es el mar, somos todos, una sociedad, una nación, y si no nos sentimos conformados o parte de ella, pues qué progreso o ideales puedes tener. Tus ideales tienen que ser tu familia y tu entorno, y si estás aquí tienes que responsabilizarte de tus acciones, de esta manera de socializar, de pensar y respetar, sobre todo. Ese es uno de los problemas más grandes de esta ciudad, la parte cívica. Es una ciudad joven y al final del día tú vienes y tomas la desición de permearte en el mercado artístico; y cómo lo vas a lograr: haciendo cosas buenas, respetándolas, no politizándolas. O buscas apoyo y eso te somete a muchas cosas o te lo van a dar porque te lo mereces. Es un tema de ética, de educación, no es la escuela. Es problema de proyecto de familia, de formación, esa educación que solo pueden dártela tus padres. —¿En tu taller tienes equipo para grabado? —Hacemos huecograbado, que es en metal. Tiene ese nombre porque el surco que haces es el dibujo que vas a obtener cuando pones el papel humedecido, eso será lo que quede impreso. A través de profundizar con varios materiales como puntas de acero, esmeriles, cuñas, una
Sin título. Aguatinta. Técnica: Tinta sobre papel algodón. Medidas: 22x30 cm
gama muy amplia con lo que podemos intervenir el acero, lámina negra o cobre, aluminio, etc. —¿Por qué estudiaste esto? —Yo estudié artes plásticas en la universidad (ENAPUNAM) y luego hice mi maestría en grabado (en la Academia de San Carlos). La magia del grabado te atrapa: ver reproducida una obra original que se puede multiplicar por medio de diversas intervenciones, donde puedes meter tintas, colores, acuarelas, es un mundo. Es complejo, es totalmente alquimista. Son fórmulas químicas, tienes que conocer la brea, el polvo; los combinas, haces barnices líquidos para el aguafuerte, barnices blandos para tecnica suave. Es un proceso bastante interesante, yo lo considero
Sin título. Técnica: Grabado. Aguafuerte. Medidas: 10 x 6 cm
31
e n t r e v i s t a
Sin título. Acuarela. Técnica: Acuarela sobre papel algodón. Medidas:22x30cm
más alquimista que artesanal. —¿Los jovenes se interesan por esto? —Sí y no. Si no entienden una máquina de escribir que es un proceso mecanico y está más cercano a ellos, no pueden entender esto hasta que lo viven. Aquí en el taller tengo niños de cinco años que se impresionan cuando ven que pueden grabar sobre una tablita de madera, aunque no comprenden cómo pueden transferir una imagen y además multiplicarla. Para ellos es este sentido mágico que tiene, que los atrapa; por eso quieren hacer más grabados, experimentar, y explorar esa parte del ser humano de querer ser creativo. La experimentación parte de lo que redescubres cuando encuentras una impresión. —¿Qué representa para ti enseñar? —Enseñar es un compromiso muy grande. Estoy muy comprometida con lo que enseño, que sea verídico y lleve a las personas a sentirse satisfechas, a querer aprender más, a sentirse más humanas, a despertar este sentimiento de amor a sí mismos, a la naturaleza, de armonia con el entorno. Trato de transmitir a mis alumnos la forma en que yo aprendí, con su depuración, porque a fin de cuenta hay cosas que a ti no te gustaron y otras que te gustaron mucho, que afinas, personalizas y vuelves tuyas. A mis
32
alumnos les enseño a manera de introspección, de adentro hacia afuera. Cuando alguien llega y me dice “es que yo no sé dibujar”, yo le digo: aprender es como andar en bicicleta, es tener las ganas y la emoción. —Enseñar también te retroalimenta, ¿qué has aprendido de tus alumnos? —He encontrado que cada persona se sorprende de lo capaz que puede ser con lo que hace. Llámale una acuarela, un trabajo a lápiz, lo cierto es que la emoción en sus rostros es simplemente la felicidad que viven al poder producir una obra. Veo en mis niños emoción, muchas preguntas y muchas ganas de hacer cosas nuevas; de comprender a través de un papel, de una mancha, una línea de miles de puntos, cómo poder encontrarse ellos mismos, cómo transmitir sus mismos sueños. Los niños son fantasiosos; esa es la magia de ser niño, poder fantasear y que nadie te diga que “eso no es real”. Las cosas son tan reales como tú quieres que sean. Ellos tienen la capacidad de desarrollarse de una manera emocional. A diferencia de los adultos, los niños son muy espontáneos, no se ponen límites. —En tu infancia, ¿cuál fue el primer material que utilizaste? —Mi padre coleccionaba plumas de oro. Era común en mi casa tener plumas fuentes, de tinta. Siempre me regalaba unas y a mí me encantaban. Aunque no era mi único pasatiempo, pues siempre me gustó hacer cosas con las manos. Posteriormente, tuve una maestra en secundaria que siempre me decía “qué bueno es tu trabajo de puntillismo y con los plumones”, y empecé a meterme con acuarelas, figura humana, hasta que encontré en los paisajes los colores. Empecé a educarme a través de esa clase, que era muy
Sin título. Aguatinta. Técnica: Tinta sobre papel algodón. Medidas: 22 x 30 cm
básica. Esa sería una de las cosas que haría en este país: aumentar las horas de clases artísticas, fomentar en los papás que el arte y la creatividad es lo único que les dará a sus hijos más satisfacción. Que dejen de agobiarlos con el tema de las matemáticas, y entenderán mejor y serán mas felices. —En la plástica, ¿cuál fue tu amor a primera vista? —Manuel Álvarez Bravo, el fotógrafo. Mi maestro de ética en la prepa era fan de él y fuimos a ver una exposición. En la plástica mexicana Álvarez Bravo hace toda una reflexión de la figura humana, de la mujer, los valores, del hombre trabajando en el campo. Esos contrastes que yo encontraba en su trabajo fotográfico me hicieron amar las imágenes. —Has tenido distinciones internacionales (en la Trienal Internacional de grabado en Finlandia, en la Bienal de San Juan de Puerto Rico, en Tokio, y en el Museo Nacional de la Estampa en México). ¿Qué representan para ti estos reconocimientos? —Ganar un premio o ser seleccionada en una bienal hace sentir que tu trabajo es valorado no solo por ti. Que lo que ves en tu trabajo lo ven también otras personas y que seguramente ven más de lo que tú viste. El ser multidisciplinario te ayuda a ver cosas que nadie más ve. Por eso las obras de arte son únicas; tras tu visión y tu bagaje cultural, social y emocional puedes producir algo único. Puede que alguien encuentre en tu trabajo algo que lo hizo sentir, reflexionar, moverse y decidir en algun comité de bienales que tu trabajo tenía valor. —¿Qué opinas de los jóvenes y los medios que utilizan para darse a conocer y versificarse? —Yo creo que las personas estamos buscando todo el tiempo cosas que ya se han hecho para reinterpretarlas,
Sin título. Aguatinta. Técnica: Tinta sobre papel algodón. Medidas: 22 x 30 cm
retraducirlas, reusarlas como escudo, como herramienta para un libro, y no pasa nada. Sin embargo, creo que todo es válido, creo que el sistema de manejarlo a través de un medio gráfico o cibernético solo nos dice que hay más medios. Creo que tienen valores diferentes. A diferencia de un trabajo hecho de manera alquimista, una fotografía digital no demerita en absoluto. Es otro proceso que te lleva a otras cosas. Creo que son complementarios. —Algún artista vendió pinturas invisibles en una exposición. ¿Hay truco en el nuevo discurso o crees que el arte debe ser algo tangible? —Es muy triste y curioso que el ser humano se pueda cansar en el arte. Creo que Marcel Duchamp, más que Warhol, revoluciona la parte conceptual del arte. De él se desprenden varios escritos e investigaciones donde se plantea qué es museable y qué no es museable. Él encontró un objeto ante el cual se dijo “yo lo puedo meter a un museo y lo
Restos vigentes anteceden. Grabado. Técnica: Aguafuerte en color. Medidas: 46 x 18 cm
33
e n t r e v i s t a
voy a exponer” debido a valores estéticos. Y si decimos que tiene valores esteticos y lo defiendes, pues los tiene. Agarra el urinario y lo descontextualiza y lo lleva a un museo. Creo que no es una lucha. ¿Qué es o qué no es arte? ¿Quién decide eso? Hay críticos de arte que, a mi juicio y con el conocimiento que tengo al dia de hoy, no deberian ser críticos. Creo que el arte debería de valorarse bajo circunstancias reales. Para mí el arte es tangible. Las ideas tienen valor, por supuesto. Por eso, para mí, Duchamp es un parteaguas en la historia del arte. La gente está tan cansada del día a día que una coladera o un urinario o una lata de sopa los hace despertar. El valor de una idea tiene justificación cuando un artista sustenta su trabajo con conceptos reales, claro que tiene valor. —¿Cómo te retroalimentas? —Soy una viciosa de la figura humana, amo verla, la dibujo y la pinto muchísimo. Creo que la figura femenina me tiene atrapada desde hace años. He realizado muchas series fotográficas de figura humana, en parejas y femenina. Es esta parte de encontrarte con esas personas, les pido permiso para verlas, para tomarlas, extraer sus cuerpos y llevarlos al papel o a una tela. Esa parte me sigue emocionando, cada vez más. —¿Cómo encaras una exposición? —Naturalmente muestras una parte de ti. Cada trabajo que se hace lleva un pedazo de ti, un sentimiento, en esa transición. Y lo manejo por proyectos, hago un proyecto de grabado o de fotografía. Mi cerebro trabaja así. Las personas vamos desarrollándonos bajo lo que vemos todos los días, lo que descubrimos. Hay libros que vuelvo a ver y no los veo igual que antes, ya cambié. No soy la misma persona. Considero que sí evoluciono y eso me permite ver cosas que no veía, disfruto de manera diferente un atardecer, el caminar en la playa, el sentir el agua. Cada cosa hoy dia es diferente que hace diez años. —Mencionaste evolución. ¿Renovarse o morir? —Renovarse es, como dijeran los grandes pintores y artistas, estar consciente de que esto no para, que diariamente tienes que aprender algo y experimentar porque en el arte nada está escrito ni terminado de hacer. Tropo
Jorge Luis Arcila (Cancún, 1980). Ha tomado talleres de dibujo, de figura humana con Silvana Arciniega en la Casa de la Cultura de Cancún y de escultura con Elier Amado Gil en el Instituto para la Cultura y las Artes de Benito Juárez. Está en proceso de graduación de la carrera técnica profesional en guitarra eléctrica y toca en hoteles de la Riviera Maya. Creación y evolución. Grabado. Técnica: Aguafuerte en color. Medidas: 18 x 46 cm
34
l a t i n t a t e n t a
MujerEs el poder de decidir Vanesa González-Rizzo Krasniansky
E
Cada vez que una mujer intenta un movimiento, siente las cadenas. Rosa Luxemburgo
l cuerpo ha sido trabajado desde distintos discursos, cada uno de los cuales se ubica en lugares específicos, y ha sido abordado por todas las artes y las ciencias. Cada aproximación se distingue por los valores que le atribuye, por los puntos de vista que destaca. Es así que la medicina pone el acento en la biología, la sociología ha hablado del cuerpo social, la economía del cuerpo productivo, el psicoanálisis del cuerpo erógeno, del conflicto colocado en el cuerpo… Asimismo, cada quien transita por procesos históricos y procesos personales en la conformación del cuerpo, y en ese cruce se encierra un punto posible de quiebre: en la constante necesidad de que otro ayude en el pasaje del trozo de carne al cuerpo deseante, un pasaje que, si no es acompañado, no se puede realizar. Pues la otredad nos da existencia, nos nombra y, en el mejor de los casos, nos vehiculiza para decir “yo soy…” El cuerpo psíquico acompaña al cuerpo físico y viceversa, hay una danza que teje un porvenir. Esto que se describe apunta a lo micro, a una persona en algún tipo de familia, pero ¿podrá una mujer en un contexto social, en un espacio público, portar su cuerpo con libertad? ¿Cuánto peligro encierra el cuerpo de mujer para la cultura dominante? Voy a afirmar sin temor a equivocarme que en este orden establecido una mujer que desee, una mujer deseante, resulta peligrosa.
Es amenazante encontrarse con una mujer sujeta deseante y no solo objeto de deseo. VIOLENCIAS SIMBÓLICAS En México, como en muchos otros países, las mujeres se reconocen desde distintos niveles. Muchas veces resulta sencillo pensar que todas somos iguales por el simple hecho de ser mujeres; nada de eso. Compartimos problemáticas, nos atraviesan historias parecidas, tenemos mu-
35
l a t i n t a t e n t a
cho en común, pero una mujer del … una mujer que desee, una voy a decir que no quiero porque campo no es igual que una de ciuse va a enojar”, o “ya me dijo que dad, una mujer joven tiene otras mujer deseante, resulta peligrosa. no le gusta usar condón porque no necesidades, distintas a la de una Es amenazante encontrarse con siente igual, mejor no le insisto…” mujer anciana. Mi propuesta no es solamenEstas diferencias resultan te- una mujer sujeta deseante y no te educar a los hombres e ir incirribles en el terreno de los derediendo en la sociedad para lograr solo objeto de deseo. chos sexuales y reproductivos, los cambios estructurales. Tamasí como en el de la salud sexual bién es que nosotras podamos y reproductiva. Allí donde todas merecemos tener cabida, permitirnos la reflexión para hacer un recorrido que nos las diferencias se hacen abismos, los cuerpos se cosifican descoloque del lugar en el que nos ponen, nos ponemos, y se transforman en estadísticas. Ese es el terreno de las nos quedamos (como lo quieran ver o pensar). La idea es acciones efectivas y el lugar en el que mayores estrategias lograr un cambio interno. de control se han desarrollado. El inconsciente nos domina. No pensamos en ello Los poderes fácticos se sienten amenazados por el todo el tiempo, pero es allí donde cobra significado la exmovimiento que producen los cuerpos de mujeres, quie- periencia de decidir, decidir sobre nuestro cuerpo. Ese es ren dominar a su descendencia y han desarrollado distin- el lugar de la significación, donde se comienza a gestar tas estructuras para lograrlo. Las mujeres que resultan con una transformación que impacta en la vida. En la medida más perjuicios son aquellas en condiciones precarias, con en que cada una de nosotras porte un cuerpo deseante, menores apoyos sociales y políticos. dejará de operar parte de esa violencia silenciosa que se Conocemos la historia, sabemos el lugar en el que lleva en lo profundo. se le ha puesto a las mujeres y sobre todo esta reveEl deseo implica una acción, es contrario al reposo; y rencia agresiva al concepto de maternidad: para ser una mujer que quiera tomar decisiones sobre su cuerpo, mujer hay que ser madre. Socialmente no resulta “na- aunque tendría que ser lo más natural, resulta revoluciotural” negarse a ese “instinto” y cualquier mujer que lo naria. Nos lleva a la idea de libertad. ¿Cuán libres somos intente será señalada. Incluso, nos dan dos opciones las mujeres? Revisar conceptos y creencias es muy imporfundamentales: o madre, o una “cualquiera” que solo tante. anda de coscolina. Creo que hacer una reflexión sobre los lugares a los ABORTO: TEMA QUE POLARIZA A LA SOCIEDAD que históricamente hemos pertenecido es un ejercicio de crecimiento. Nos daremos cuenta de cómo opera no Un tema crucial en relación con el cuerpo es el del solamente la violencia más brutal, esa que golpea y deja aborto; no me refiero al aborto espontáneo o accidental, marcas permanentes en los cuerpos, sino, y con mucha sino al aborto por una decisión; interrumpir un embarazo fuerza, la violencia que el filósofo francés Pierre Bour- porque así lo decide la mujer. Es un tema polémico y quizá dieu plantea. Es la violencia simbólica, esa que ya nos uno de los que más polariza a la sociedad. resulta normal, de manera invisible e insidiosa, a través Marta Lamas —una mujer con más de 35 años trabade la familiarización insensible con un mundo físico jando el tema con mucha seriedad— nos dice: aunque en simbólicamente estructurado y de la experiencia precoz el fenómeno actual del aborto hay un manojo de cuestioy prolongada de interacciones penetradas por estructu- nes imbricadas, para desentrañarlas hay que responder ras de dominación. una pregunta fundamental: ¿por qué hay abortos? La resEstá normalizado para nosotras pensar en qué reco- puesta es sencilla: el aborto es la manera ancestral que tierrido tenemos que hacer en el día para decidir si pode- nen las mujeres para resolver el conflicto de un embarazo mos o no ponernos la falda que tanto nos gusta; también no deseado. está normalizado pensar que, aunque la estemos pasando Pero entonces ¿por qué en pleno siglo XXI hay embamaravillosamente en la comida, es mejor irnos porque, si razos no deseados? Hasta donde se ve, hay tres tipos de se hace de noche, corremos riesgo si usamos transporte causas: a) las que tienen que ver con la condición humapúblico… Hay miles de ejemplos, incluso de alcoba: “no le na: olvidos, irresponsabilidad, violencia y deseos incons-
36
cientes. Aquí desempeñan un papel protagónico las violaciones sexuales y los “descuidos” o errores individuales; b) las que se relacionan con carencias sociales, en especial, la ausencia de amplios programas de educación sexual — lo que se traduce en una ignorancia reproductiva generalizada y en acceso restringido (por motivos económicos y sociales) a los métodos anticonceptivos modernos—; c) las fallas de los métodos anticonceptivos. Tal vez el primer conjunto sea el más complicado de enfrentar. Pues, aunque se pudieran erradicar las fallas técnicas o educar totalmente a la población, difícilmente se podría transformar la condición humana: los seres humanos no somos perfectos, y los olvidos, descuidos y errores son parte constitutiva de nuestra naturaleza. Además, como cualquier esfuerzo por controlar el inconsciente de las personas está destinado al fracaso, todo intento de reglamentar la vida psíquica es, al menos hoy en día, imposible. Por eso no solo la ignorancia o la violencia sexual propician la realización de los abortos, sino que también el peso de la subjetividad en los procesos sexuales y reproductivos es un elemento inapelablemente definitorio. En Quintana Roo pocas mujeres (y personas) saben que hay cuatro situaciones en las cuales el aborto es posible: I. Cuando sea resultado de una conducta involuntaria o accidental (a ello le dicen culposa) de la mujer embarazada. II. Cuando el embarazo sea resultado de una violación, que haya sido denunciada ante el Ministerio Público, y siempre que el aborto se practique antes de los 90 días de la gestación. III. Cuando a juicio de cuando menos dos médicos, exista razón suficiente para suponer que el producto padece alteraciones genéticas o congénitas, que den por resultado el nacimiento de un ser con trastornos físicos o mentales graves, o IV. Cuando a juicio del médico que atienda a la mujer embarazada, sea necesario el aborto para evitar un grave peligro para su vida. Es muy importante que conozcamos lo que está en nuestras leyes, ya que nos permite exigir y hacer valer nuestro derecho, además favorece la cultura de la denuncia frente a actos terribles como la violación. Cabe recordar que en nuestra entidad también contamos con
Fotografía: Norma Ordieres. ¿Cuánto cuesta?
una tasa de violencia familiar por encima del promedio nacional en todos los grupos de edad (incluida la infancia), de acuerdo con datos del Sistema Nacional de Salud (SINAIS 2013). Animarnos a hablar del tema, compartir nuestro sentir y pensar con las y los demás, nos ayuda. Movemos las cadenas, portamos deseos, y los hacemos valer con menos miedo porque somos mujeres que se renuevan. Nuestro cuerpo como la primera posesión. Esa que nos sostiene, la que nos permite decir yo soy y esto es lo que quiero para mí. Con libertad, conocimiento y con el apoyo de otras y otros para construir en colectivo. Tropo
Vanesa González-Rizzo Krasniansky. Psicoanalista con más de 15 años de experiencia clínica en el tratamiento de bebés, niños, adolescentes y adultos. Fundadora en el 2005 del Espacio de Desarrollo Infantil e Intervención Temprana (EDIIT) en la Ciudad de México. Miembro activo de la Asociación Mexicana para el Estudio del Retardo y la Psicosis Infantil (AMERPI), integrante de la Asociación Mundial para la Observación de Lactantes. Ha sido docente en el Círculo Psicoanalítico Mexicano, la Universidad la Salle Cancún, entre otras instituciones.
37
e n t r e v i s t a
R o l d á n
c o n
P e n i c h e
B a r r e r a
Para escribir, mi biblia es el Popol Vuh Katia Rejón Cuando decidió irse al extranjero, a los veinte años, Roldán Peniche quemó sus revistas y sus manuscritos, incluida su primera novela El Mago. “Todo va a ser nuevo ahora”, dijo, mientras veía cómo ardían los papeles en un árbol de zapote en el patio de su casa. Varios años después, aquel joven se ha convertido en uno de los escritores más reconocidos en Mérida y su extensa obra sobre mitología maya es una de las más ponderadas. Para hablar de esto y otros recuerdos, conversamos con el escritor en un ambiente ameno e informal.
P
ara Roldán Peniche, el café es un requisito de la mañana. Nos reunimos en una cafetería un sábado a las nueve. Aunque llegué unos minutos antes de la cita, él ya estaba sentado con una taza leyendo el periódico. Al poco rato, comenzó a hablarme de su infancia, su primer contacto con la literatura. —Mi papá era dramaturgo; yo estaba admirado de su enorme biblioteca. Él me regalaba libros,
38
infantiles, claro. En Estados Unidos trabajé en el periódico La Opinión, que se publicaba en español; y en otro diario hacía caricaturas políticas. Eso lo dejé. A mí lo que me interesaba era la literatura. Roldán escribió su primer libro a los 28 años: El último sol, que trata sobre la mitología maya. Era muy joven en ese entonces y no tenía mucha experiencia. De esta edición regaló la mayoría de los libros. Después escribió varias obras: Cristóbal Cupul, Fantasmas mayas, Mitología
maya (bilingüe), y Nostalgia de la ciudad de Mérida, entre otras. Toda esta escritura implicó investigar personajes mitológicos que no fueran los de siempre. Llegó a reunir ochenta de ellos, asegura. —A mí siempre me interesó la mitología maya, quizá por influencia de mis nanas, quienes me decían: la Xtabay y el Huay Chivo te van a asustar. Sin embargo, fue en el extranjero cuando me decidí a investigar en serio sobre esta cultura gracias a dos maestros, eruditos de Harvard que hablaban maravillas de la literatura y arquitectura mayas, y quienes ya estaban fastidiados de madonnas y vírgenes. Yo conocía por supuesto Chichen Itzá. De chico, había ido al sitio e hice lo que hacían todos: brincar y pasear. Pero cuando regresé a Mérida, empecé a leer literatura maya de todos los géneros ya con otro interés. Y cuando descubrí el Popol Vuh se me abrió el cielo; por eso puedo decir: mi biblia para escribir es el Popol Vuh. Así, investigué en libros y colecciones, y llegué a reunir una gran biblioteca, muy rica, que tuve que vender cuando llegaron tiempos difíciles. La literatura no me ha dejado un centavo. Ahora vivo de mi pensión y los extras del periódico, pero ya tengo otra biblioteca. Por cierto, tengo algunos ejemplares míos, te voy a dar algunos. ¿Tomas otro café? Uno de los últimos libros que publicó fue Mérida, reflejo de la historia de Yucatán, como un encargo de la Librería Dante, el cual se presentó en la Feria Internacional de la Lectura Yucatán 2016 (Filey) así como una recopilación digital de sus publicaciones en el extinto Diario del Sureste, hecha por Faulo Sánchez Novelo, director de la Biblioteca Yucatanense ubicada en el antiguo edificio de dicho periódico. La presentación estuvo a cargo de Indalecio Cardeña, arqueólogo “que ha descubierto inclusive ruinas”, y Antonio Novelo que trabajó con Faulo Sánchez. —Un día te los voy a presentar. Una vez a la semana nos reunimos en el Café Moncho. Ellos van diario, pero yo no puedo, tengo que trabajar en mi casa. Faulo recuperó todo lo que escribí, va a ser una publicación virtual, pues ahora es muy costoso imprimir un libro. La última novela que estoy escribiendo será digital también y estará disponible en Amazon. Es una novela negra aún sin título basada en un crimen de 1932 en Yucatán, el de un hombre que mató a diez personas en menos de una hora. Cuando fui director de la hemeroteca me la pasaba leyendo perió-
dicos y revistas antiguas, e hice varios libros con noticias curiosas de Yucatán del siglo XIX. Y ahora estoy preparando otras cosas. Cuando me iban a hacer un homenaje por… no recuerdo por qué, le dije a Roger Metri: no quiero un homenaje, no me interesan los homenajes, publícame una novela. Tengo dos libros, uno sobre Jacinto Canek y otro sobre mis memorias fuera del país. Uno lo enviaré a Metri; y ya veré cómo saco el otro. Roldán Peniche es presidente del Consejo Editorial de Sedeculta, formado por otros diez destacados escritores, organismo del cual es director Jorge Cortés Ancona. Al preguntarle acerca de la producción literaria actual en Yucatán, comentó que, así como reciben mucho material que no cumple con la calidad requerida para el dictamen, hay escritores que destacan, como el poeta Rodrigo Ordoñez y el escritor Enrique Trava. —Jorge Cortés hace un trabajo excelente. Los libros son una maravilla. Una novela mía que se llama Historia del héroe y el demonio del noveno infierno la hizo Cecilia Gorostieta que trabaja en Dante. Me gustó mucho la edición. Entre las influencias del escritor destacan, entre otros Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, César Vallejo en poesía, y Alfonso Reyes en el ensayo. —Borges decía que Alfonso Reyes era el literato que mejor escribió en español en toda la historia. Es un estilo perfecto, bien logrado. Aunque la obra de Borges me influyó muchísimo en el estilo, me lo tuve que quitar. La base para escribir es leer, tienes que leer un montón, y si te interesa la poesía tienes que leer a Huidobro, Vallejo, Paz, Rubén Darío, Alfonsina Storni. Cuando venga Raúl Cáceres Carenzo te lo voy a presentar, es uno de los mejores poetas del país. ¿Tú tienes biblioteca? Estoy pensando, voy a armarte un paquete y cuando te vuelva a ver te doy unos libros. Tropo
Katia Rejón Márquez (Cd. del Carmen, Campeche, 1993). Egresada de la licenciatura en Periodismo, es estudiante de Comunicación Social en la UADY. Colabora en medios digitales e impresos sobre cultura y arte como La Vieja Guardia. Dirige la revista digital Memoriasdenomada.com. Ha publicado poemas en Enter Magazine y Círculo de Poesía. Vive en Mérida, Yucatán.
39
Whatsappeo, luego existo* Jorge Jufresa
D
Un análisis de la historia de la tecnología muestra que el cambio tecnológico es exponencial…. Así que en el siglo XXI no experimentaremos cien años de progreso, sino que serán más, como 20.000 años de progreso (al ritmo de hoy). Raymond Kurzweil La ley de Rendimientos acelerados
ías atrás, el destino me alcanzó. De pronto comencé a sentirme excluido de las conversaciones, acuerdos, e incluso de algunas reuniones, que ocurrían entre una docena de cancunenses adict@s a leer y escribir cuentos, con l@s que comparto una entrañable tertulia semanal. Durante más de diez años nos comunicamos por correo electrónico o por teléfono. En cuestión de dos o tres semanas, tod@s habían dado el salto a Whatsapp, mientras yo seguía con mi No-kiero-ablardemás (“Nokia”, en maorí oriental). Reaccionando en cadena, otros grupos de rescate, como mis condiscípulos de solfeo y de tambores, mi familia y mi compañera, se dieron a la tarea de bombardear mi burbuja de sana distancia. La presión se hizo insoportable. No paró hasta que un alma caritativa me regaló su versión anterior de iPhone. Entonces experimenté lo que era vivir CONECTADO. Pasé directamente de sentirme ignorado a sentirme desnudo, fiscalizado y condenado a la obsolescencia por el resto de mis días. 1** ¿Dónde estás, qué estás haciendo, por qué no atiendes mi llamada, por qué tardas tanto en corregir el mensaje que estás escribiendo…? ¿Ya bajaste el Twilight para evitar que te desvele el brillo de tu celular durante la noche; o tu Clue para conocer tus días fértiles? ¡Cómo, ¿todavía no instalaste: https://play.google. com/store/apps/details?id=josedlujan.unicaribe.app. com.miunicaribe?!
40
¡Agrégale el constante martilleo de miles de bytes de información y aplicaciones que todavía no sabes que tienes, o para qué, pero que igual compiten por tu atención! ¿Se trata de poner a prueba las capacidades de detección de relevancia de nuestro cerebro? En el trasfondo, escucho a la Biónica cantar su tema emblemático: “Quítate tú, pa’ ponerme yo”.
l a t i n t a t e n t a
Por lo pronto, tengo la sensación de estar atravesando un umbral. Los grados de disponibilidad, renuncia de intimidad, ubicabilidad, transparencia y actualización a que se somete la persona en el contexto de esta sinergia de TIC (Tecnologías de Información y Comunicación) que no pierden oportunidad de confabularse, hacen saltar por los aires las viejas separaciones entre lo privado y lo público, y acabarán, una hora u otra, con el discreto bálsamo del anonimato. No digo que esté bien o mal. Tal vez se trata de la realización de un anhelado avance de la humanidad, si es que nos aceptamos como la especie más gregaria y cooperativa que existe sobre la Tierra (véanse los trabajos de Michael Tomasello). Al fin y al cabo, si, como he leído, las ballenas se comunican a 5 mil kilómetros simplemente por acompañarse y decirse que no están solas en el universo (ya que no se me ocurre un fin utilitarista para tales intercambios), no veo por qué el resto de seres hablantes no debamos tener urgencias similares. Pero lo que sí digo es que, para quienes hemos rebasado la mitad de nuestra vida bajo otros parámetros, este ultra-metichismo equivale a someternos al estruendo de una discoteque, full time. Con todo, mi verdadera alarma actual es que sólo he dado el primer paso. Aún no he aproximado mi cursor, ni remotamente, al botón del Twitter. Porque me doy cuenta de que uno no puede permanecer “medio moderniza-
do”. Cuando las circunstancias te obligan a poner un pie fuera de tu esfera romántica, te percatas de que la gente normal te lleva años luz y de que acabas de comprar un paquete que no alcanzas a abarcar de una sola mirada. Efectivamente, en los pocos días que llevo tímidamente “actualizado”, las novedades tecnológicas acumuladas me han caído encima como cascada. No hay día en que no tope con un neologismo que todavía no existe en los diccionarios vulgares, ni siquiera en los digitales. Recientemente, dieron a conocer el cambio de una carrera en la Universidad del Caribe. La lectura del texto de justificación para sustituir el Programa Educativo de Ingeniería en Telemática por el de Ingeniería en Datos e Inteligencia Organizacional (IDeIO) me obligó a googlear no menos de 10 conceptos para entender de qué iba la propuesta: cloud computing, Internet of things (Iot), wearable computing, ubiquitous computing, acompañados por una inacabable lista de siglas que se creen elocuentes, como: WPAN (Wireless Personal Area Network= Redes Inalámbricas de área personal), por ejemplo: Bluetooth o NFC (Near Field Communication); más otros vocablos que se supone que ya están en español: biónica, domótica, aviónica. Aprendí, de paso, que ahora contamos con una flamante ciencia surgida de las sorpresas que arroja la simple acumulación inédita de datos cuando se ven alumbrados por lecturas azarosas: big data. Tuve que echarle una mirada a la
41
Ley de Moore, a la Ley de Rendimientos acelerados de Kurzweil, y a las visiones de otros futuristas como G.S, Hawkins (Mind Steps, Cultural Evolution and Accelerating Change). (Vaya mi eterno agradecimiento a la descalificada Wiki y a todo el trabajo colaborativo de la Web por hacer menos bochornoso mi analfabetismo funcional. Al término de esta extenuante indagatoria, me vino a la mente aquella expresión del buen Blas Pascal: He ahí todo lo que los hombres han podido inventar para ponerse contentos.) 2 Sin duda, no soy el mismo que antes de whatsapp y del montón de atisbos a los que he tenido acceso desde entonces. Ya me había permitido cruzar algunas líneas rojas con una computadora. No tuve tantos escrúpulos para convertirme en un ávido internauta, explorador de muchos de los tesoros colgados en la Red. Pero a partir de mi incipiente incursión redsocialista, me doy cuenta de que no soy el único que tiene reservas respecto a lo que nos depara el futuro. Cuando expreso tales reservas se me echa en cara que a todos los timoratos les sucedió algo parecido cuando Gutemberg conectó su knockout mediático. Aceptando el reproche, no voy hablar por mí mismo, sino que le voy a ceder la palabra a alguien de quien no se puede sospechar que padezca en absoluto esta especie de ludismo reciclado que parece atacarme a mí. La Universidad de Gothenburg, en Suecia, organizó en 2015 un Simposio con el título: Reconsidering Humanity: Big Data, the Scientific Method, and the Images of Hu-
42
mans. Los propósitos de la convocatoria parecen bastante angelicales: “explorar las promesas, visiones y esperanzas que se encuentran actualmente en las discusiones sobre la tecnología de big data”. Pero cada uno de los temas de la agenda intentaba aplacar temores que por lo visto no son sólo míos. Una de las conferencias, “Salvar a la humanidad del nihilismo de la big data”, aunque expresa la confianza de su autor (Paul Verschure)3 de saber cómo hacerlo no deja de advertir cuánto depende dicha salvación de ciertos pasos previos: Nos hemos movido de un ciclo empírico tradicional, en el que las hipótesis guiaban la recolección de datos, a un modelo en el que primero capturamos datos y posponemos su interpretación para un análisis post hoc (búsqueda de patrones no previstos)*, a menudo (dictado) por máquinas. Esta transición se ha acompañado por un nihilismo científico en el estudio de la mente y el cerebro […] Voy a alegar (en el Simposio)* que este desarrollo conlleva una gran responsabilidad para nuestra ciencia y para la humanidad. Primero, necesitamos ponernos de acuerdo en la manera de entender la facultad fundamental de la humanidad: la experiencia consciente. En segundo lugar, necesitamos un camino claro para transformar los (enormes volúmenes de datos)* (big data), en comprensión y significado: los datos por sí mismos no son suficientes, necesitamos incorporarlos en estructuras conceptuales significativas (que siguen siendo)* dependientes del pensamiento
l a t i n t a t e n t a
… tengo la sensación de estar atravesando un umbral. Los grados de disponibilidad, renuncia de intimidad, ubicabilidad, transparencia y actualización a que se somete la persona en el contexto de esta sinergia de TIC que no pierden oportunidad de confabularse, hacen saltar por los aires las viejas separaciones humano. Mi propia investigación apunta a ambas metas. (* Mis intercalaciones) Nuestro autor confía en que esto es posible. Yo también creo que una comunidad científica podría salir bien librada de estos desafíos para bien de nuestra especie. En lo que no confío es en que estén dadas las condiciones políticas y sociales para contar con verdaderas comunidades científicas, es decir, comunidades de discusión arropadas por sociedades civiles capaces de debatir esos temas y co-construir los saberes junto con sus investigadores. A la vista de lo que sucede actualmente con los regímenes supuestamente democráticos, y particularmente en la esfera de la educación, mi imaginario catastrofista ya no abreva en las famosas distopías suaves de Aldous Huxley (Un mundo feliz), George Orwel (1984) o Ray Bradbury (Farenheit 451); se nutre directamente del postmodernismo sin retorno visualizado por Paul Auster en El País de las Últimas Cosas. Temo que, al cabo de esta precipitada e intensiva inmersión en la marea tecnológica, me he pasado de plano
entre lo privado y lo público, y acabarán con el discreto bálsamo del anonimato. al otro lado. El briefing (instrucción cursiva) que recibí para utilizar las funciones más básicas de mi Iphone, me convenció de que no hay vuelta atrás: nos encontramos en caída libre hacia el viejo sueño de la “Información Completa”, aspiración de la Economía clásica y la Teoría de los Juegos, con miras a extenderse a todos los ámbitos de la humana existencia. En unos pocos años, nadie va a poder vivir sin su ingeniero de cabecera. ¡Enhorabuena a los que opten por graduarse como IDeIOistas! Yo, me regreso pa’ retrolandia, bien lejos de las tentaciones de Coursera y sus MOOCs. Si se vale pedirlo, en tales condiciones, por favor no me borren de su whatsapp. Tropo NOTA Para documentar mi optimismo, esta mañana recibí por UNOTV.COM la siguiente noticia: “VENDE A SU BEBÉ PARA COMPRAR IPHONE”
1-*El “pienso, por lo tanto, existo” de Descartes debe interpretarse como: “puesto que no puedo dudar de que pienso, no puedo dudar de que existo”. Me pregunto si le funcionaría al filósofo su famosa “duda metódica” en un mundo en el que, si no apareces en whatsapp, todo te indica que no existes por mucho que pienses. **Uso la arroba (@) por adhesión a la lucha contra el sexismo. Prefiero pecar por quebrar reglas gramaticales y lógicas que por permanecer indiferente ante el persistente abuso machista. 2-Cuenta Pascal que cuando azuzado por ciertas reflexiones de Montaigne, se puso a pensar sobre el ardor con que los seres humanos se entregan a la guerra, la caza, las fiestas, la plática, a toda clase de correrías y pasiones, juegos y diversiones, generándose así una inacabable cauda de penas, peligros, querellas, sinsabores, enemistades, quebrantos de salud, etc…, primero se dijo que “todo ese malestar se derivaba de una sola cosa, que es no saber quedarse tranquilamente en casa”. Pero, luego, como buen precursor del racionalismo, tuvo que preguntarse por la “razón del efecto”. ¿Por qué los hombres no encuentran placer en quedarse solos y en paz en su casa?” Porque no soportamos vernos obligados a pensar en nuestra condición de mortales, en nuestra fragilidad y nuestras miserias existenciales. Intensidad ficticia-mata-intensidad real. Al menos, por un rato. 3-Paul Verschure es Maestro y Doctor en Psicología. Trabaja en la unificación de las teorías de la mente y el cerebro para encontrar aplicaciones técnicas a la neurorehabilitación y mejora de la calidad de vida. Es profesor de Investigación del ICREA (Instituto Catalán de Investigación Avanzada); profesor del Departamento de Tecnología de la Universidad Pompeu Fabra; director del Centro de Sistemas Autónomos y Neurorobótica (NRAS); director científico de la Maestría en Sistemas Cognitivos y Medios Interactivos (CSIM). Es fundador del grupo SPECS (Synthetic, Perceptive, Emotive, Cognitive), un colectivo multidisciplinario de doctores y post doctorados. Ha sido conferenciante TED. Ver Consciousness and the Machine. Representa a Suiza ante la OCDE.
43
Papiros
La gula del deseo Svetlana Larrocha
L
El amor es hambre Ana Clavel Alfaguara 2015 168 pp.
a novela más reciente de Ana Clavel aborda la vida de Artemisa Rodríguez, una chef consumada y consumida desde niña en los placeres de la carne. La protagonista nos cuenta, como en una biografía —en su “cuaderno boscoso”, como lo llama—, la historia de su vida, la que decide escribir ante la muerte inminente de Rodolfo, su amado tutor. Proveniente de una familia amorosa, Artemisa describe a sus padres como de holgada posición económica, haciendo siempre énfasis en su calidad de cultos y liberales, comportándose como Adán y Eva cada vez que podían, “subyugados por una voz que no era la de Dios Padre” sino aquella que venía de sus corazones y piel. Por su estatus económico, la pequeña recibe una educación superior a otras niñas de su edad — Liceo, ballet, hipismo—, lo que le da acceso a mundos que fortalecen su
44
imaginación y la hacen percibir todo lo que los sentidos puedan necesitar para desbordarse. ¿De dónde le viene el gusto por la cocina? Artemisa nos dice que su madre amaba cocinar, cuando su trabajo como bióloga se lo permitía y su marido no la asaltaba para amarse. La personalidad de la niña es única: segura de sí misma, sabedora de que con su físico podía obtener lo que deseaba y lo que no, pero especialmente consciente de su atractivo y carisma: Se sentía tan bien tener algo que los demás no poseían, algo tan propio que alimentaba la certeza de estar plantada sobre mis piernas y que me enfrentaba al mundo con fiereza y osadía. Para los lectores de Ana Clavel, es inevitable que mucho de Artemisa nos evoque a Ada, personaje de la anterior novela de esta autora, Las ninfas a veces sonríen (Premio Iberoamericano de Novela “Elena Poniatowska”, 2013), una nínfula que transgrede terrenos sociales y morales, quizá hasta religiosos, ¿por qué no?, para llegar a sus propios paraísos sexuales, de los cuales se siente verdaderamente orgullosa. Libro controversial para muchos porque el personaje sabe, desde edad muy temprana, usar el cerebro —y todo lo que éste le dice usar— para obtener lo que desea; incluso, sin importarle tabúes, ella se deja “usar”
por gente de mayor edad (pedófilos, claro) como otra forma de obtener su placer y lo que desea. Desde que la memoria le acompaña, o sea con apenas unos tres o cuatro años, Artemisa fue testigo de los actos sexuales entre sus progenitores, juegos amorosos en los cuales ella misma se ufana de haber formado parte: … papá se retrasaba, algún asunto en la fábrica lo entretenía. La cercanía de mamá, de su pecho oloroso todavía a miel, me despertó esa ansiedad que desasosiega con el hambre. Me prendí a su blusa y ella entendió el mensaje. Se descubrió el pecho desbordante que había empezado a gotear apenas se supo requerido. Cuando llegó Joaquín, nos encontró a una en brazos de la otra, adormecidas por el sopor y el goce: yo por haber comido, ella por prodigarse… Y continúa con este hecho que “hincó sus dientecillos feroces en la piel de la memoria”: … comenzaron a amarse. Un aura de dicha y carnalidad se extendía en torno a ellos y me rozaba a mí también. Gorjeé porque esa alegría exultante se contagiaba por cada poro de la piel. (…) Joaquín mojó un dedo en el
cuenco, depositó unas gotas en mi boca y después comenzó a derramar el líquido espeso y cristalino sobre mi cuerpo. Luego, entre los dos, procedieron a lamer y a comerme literalmente a besos. Mamá diría después que mis ojos grandes crecían voraces en su éxtasis. Al igual que en Las ninfas…, Artemisa tiene la capacidad para ver y entender la sensualidad en cada acto de la vida, como podemos advertir en una de sus reflexiones luego de una clase de hipismo: Meses después lo comprendería con asombro por mí misma al observar que Gitana y otras yeguas de la caballeriza, cuando estaban en celo, hacían parpadear sus vulvas en una señal lúbrica que ponía fuera de sí a los machos. Un verdadero guiño de ese ojo vertical y secreto que ellas descubrían apartando la cola de agitadas crines para provocar que las montaran. Luego de la muerte de sus progenitores —con quienes, como en la anterior novela, Artemisa marca un distanciamiento, refiriéndose a ellos solamente como Joaquín y Camila—, Artemisa es educada por sus padrinos de bautizo, el matrimonio formado por Mirna (una profesora de botánica como la madre de Artemisa y que adoraba cultivar plantas carnívoras), mujer elegante pero fría, “una estatuilla de Lladró”, y Rodolfo, un solvente rentador de maquinaria para construcción que se encerraba como pasatiempo en su torre, una habitación-guarida donde libros y maquetas abundaban. Esta pareja no era muy adicta al sexo, aunque el padrino fuese figura fundamental en la sexualidad de nuestra protagonista y desperta-
ra en ella embeleso, incluso antes de convertirse en su tutor: Apenas llegaba a visitarnos a casa de mis padres y me veía mirarlo con una alegría que rayaba en la fascinación (…), me alzaba en el aire o me sentaba en sus piernas (…) Y cuando no podía hacerlo porque estábamos en un espacio más solemne como una iglesia, o una cena en casa en la que por mi edad yo no debía estar presente, entonces desde la distancia me guiñaba un ojo. Yo podía enloquecer de felicidad, pues percibía que aquello era una caricia alada. Rodolfo y Artemisa compartían lecturas desde la llegada de ésta a la casona de sus padrinos: Podíamos permanecer horas abrazados —yo sentada en sus piernas, acurrucada en su regazo; él volcado sobre mí como si fuera una montaña protegiéndome y calentándome—. Me encantaba acariciar su pelusa animal en contraste con la firmeza de alguna de sus partes que crecía y se endurecía provocándole a él sofocos y a mí una alegría acalorada que se me agolpaba entre las piernas con una sonrisa turgente y dispuesta. Una cuestión enigmática es saber si su madrina —embebida en su trabajo y en su jardín— alguna vez advierte la relación existente entre su ahijada y su marido: Era la noche cerrada en la torre cuando nos quedamos dormidos yo y Rodolfo, una en brazos del otro. Ya no era yo tan pequeña como para que me leyera cuentos y poemas, pero seguíamos haciéndolo a veces cuando Mirna no estaba (...) Un cuerpo de colegiala de quince años sin más prendas que unos zapatos de colegiala y unas cal-
Ilustración: Maricarmen Pérez. Sin título. Aguatinta. Técnica: Tinta sobre papel algodón. Medidas: 22 x 30 cm
cetas perfectamente blancas en unas pantorrillas que habían dejado de ser infantiles. (...) Yo dormía, pero en medio del sueño tuve la sensación de que alguien se paraba en el marco de la puerta y nos observaba. (...) La escuché aún refugiarse en su alcoba. Y de sus muros, de donde nunca se escapaba ni el más leve rumor de gozo, pude oír derramarse un llanto en cascada. Pero, ¿de verdad lo que el personaje nos cuenta es real? ¿O acaso es su verdad? De la anterior escena, ella afirma luego que no estoy tan segura. (...) Tal vez estaba yo dormida y soñé que Mirna nos encontraba. Tal vez fue ella quien me imaginó desnuda cuando en realidad vestía yo todavía el uniforme del Liceo, tal vez... Artemisa, además de jugar con su padrino lo hace con nosotros al decir: Muchas veces he pensado que la memoria se parece a una pantalla de cine donde se proyecta una película que, según las circunstancias, editamos, ampliamos y corregimos para entender o reafirmar el confuso presente.
45
Papiros
Mucho se ha cuestionado en estudios acerca de la pedofilia cuándo desaparece el deseo del adulto hacia el/la infante, cuándo el objeto deja de ser “tan” apetecible. Artemisa sabe que ya no resulta tan atractiva para su tutor cuando, conforme crecía, Rodolfo jugaba menos conmigo. Como si la casona ya no tuviera espacio para mí, ni los brazos de mi tutor me guarecieran lo suficiente. Me sentía como una Alicia que hubiera tomado demasiada poción para crecer y el cuerpo inquieto se me hubiera desbordado. Esta relación con Rodolfo (y su esposa) marca la vida del personaje, ya que luego de irse/escapar del refugio/hogar de sus padrinos sus relaciones posteriores se dan con personas mayores a ella que “terminaban por albergarme o cuidarme”, atraídas quizá por un “magnetismo u orfandad”. ¿Es consciente la condición de Lolita, entonces? ¿Es una necesidad también de la ninfeta o del faunúnculo sostener y luego continuar este tipo de relaciones? Pero, al igual que Ada en Las ninfas…, Artemisa no concibe la imposición o el forzamiento, la “costumbre malsana de que el deseo de uno es suficiente para avasallar al otro”. Ella puede llegar a ser una verdadera fiera si “el otro” intenta tomarla a la fuerza. Si hasta entre los leones y las hienas es la voluntad y el instinto de dos. (…) Que yo fuera dócil en dejarme llevar obedecía a un propósito propio, que no el suyo. Aunque claro, después, si le hubieran preguntado, él habría dicho que yo sabía a lo que me arriesgaba entrando a un cuartucho con un desconocido. Y yo insistiría: sólo iba por las flores. Aunque podía ima-
46
ginarme que las cosas tomaran otro rumbo, no era lo que yo quería. (…) De un solo movimiento le hinqué una rodilla en los bajos. Trastabilló, lo empujé y salí corriendo. Un punto interesante en El amor es hambre es su intratextualidad. La voz narrativa, en la voz de Artemisa, “se codea” ni más ni menos que con Ana Clavel: Sé que no existe el azar. O que el azar es otro nombre del destino cuando aún no da del todo la cara, cuando nos va poniendo migas de pan en el camino para marcarnos una ruta, o para que nos desviemos hacia nuestra propia espesura. En la revista Domingo del periódico donde ha salido un reportaje a todo color sobre lo que los especialistas han llamado mi exitoso toque carnal (el reportaje se titula: El arte de desgarrar: Artemisa Rodríguez o el regreso de los carnívoros en un mundo anémico de deseos y pasiones vegetarianas), no deja de ser una señal espejeante que aparezca también un artículo de una tal Ana Clavel, que escribe Caperucita en la cama. En esta referencia a Caperucita roja, Clavel/Artemisa parecen poner al cánido no tan “feroz” como Perrault/hermanos Grimm presentan la historia: un ser que hasta cierto punto —y visto con otros ojos— es el seducido por la niña, quien atrae la atención del lobo desoyendo las advertencias maternas. Sexualidad-malicia y deseo hacia “la bestia” por parte de la pequeña, seducción por partida doble: primero, por el lobo que la invita a la cama para ‘calentarse’; segundo, por las preguntas aparentemente ingenuas de la niña que, cual Alicia curiosa, interroga sobre el tamaño de los atributos cor-
porales de su predador. (...) De hecho, en la versión de Perrault, el lobo no se disfraza de abuelita, sino que simplemente se acuesta en la cama. Al llegar Caperucita, le pide que se meta entre las sábanas. Ella se desnuda y se acuesta con él con las consabidas consecuencias. Un antecedente de Lolita, dice la autora, la niña que juega con fuego y se deja llevar por sus instintos, un sujeto “provocador y también deseante”. Un ejemplo de esta teoría “El lobo, si es lobo, cree que lo sabe. Pero en realidad tampoco sabe lo que va a pasar.” Artemisa recalca este hecho de la niña que juega con fuego y sigue sus propios fuegos transgresores y sexuales, pureza de la infancia que desencadena apetitos, diferente respecto a la mayoría de cuentos tradicionales cuyas heroínas juveniles buscan preservar su pureza, no obstante, las pruebas a las que se ven sometidas, como Blanca Nieves, Cenicienta y Rapunzel. Asumida Caperucita, Artemisa sabe que su lobo vendrá por ella y lo espera. Por supuesto, ya siendo chef, Artemisa bautiza a su restaurante de especialidades carnívoras con el nombre de “Corazón de lobo”, un sitio cuya decoración central es una Caperucita en la cama con el lobo. Se trata de una niña como de animé, con ojos enormes, desquiciados, que le ruega a un lobo embobado: “Devórame sin labios”. Esta relación hambre/deseo sexual ya ha sido abordada anteriormente en otras obras, pero en ésta Clavel nos introduce inicialmente a esta condición desde la visión de una niña. Igualmente, la autora nos presenta una variedad de títulos de li-
bros y tratados acerca de la cocina, lo que también le sirve para hacer hincapié en lo que todo gourmand debe conocer para llegar a su propósito: … hay circunstancias en que el amante y el goloso quedarían por debajo de sus posibilidades, si el arte no viniera en ayuda de la naturaleza… (…) ¿No es acaso la cocina una “alquimia del amor”, como bien sabían De la Reynière y Maupassant? Y luego, ¿podía haber mejor plato donde lamer, tocar, untar, saborear la comida que en el cuerpo de un amante? Incluso, si ese doble placer fuese clandestino, si consigue sus designios no debería causar repulsión: Uno de esos deleites oscuros que ha puesto últimamente de moda, el rosabudding, traducido por los entendidos como prodigarse cual capullo de rosa, podría sugerir esa gula por el otro y lo que ha comido, si no fuera demasiado grotesco a pesar de la delicadeza de su nombre. Como siempre, Ana nos llena de sus metáforas alusivas al tema, plenas de descripciones, y de su acostumbrado humor sardónico, que no es precisamente para espíritus/conciencias pudibundas. Sin embargo, en esta novela Clavel deja al lector siempre con la sensación de estar en un sueño, hermoso, sí, pero un sueño, finalmente, donde no se sabe si lo que pasó, pasó; se creyó que pasó; o se deseó que pasara, pero nada más aconteció a medias. No me gustaría pensar que Ana Clavel se autocensuró en El amor es hambre, porque parece que, en esta ocasión, aunque resurge el tema de la pedofilia y la complicidad del personaje, parece que evita ser explícita. Incluso, el hecho de contar
Fotografía: Norma Ordieres. Alocasia
fragmentos de su recordada infancia para luego afirmar en más de una ocasión que “creo que así debió pasar”… ¿Será una forma de atenuar conciencias pudorosas y así responsabilizarnos de nuestras propias conclusiones? No sé. Tropo
Svetlana Larrocha (Mérida, Yucatán, 1967). Escritora, periodista y asesora editorial. Actualmente se desempeña como profesora de español para extranjeros.
47
Papiros
Del amor doliente al júbilo reflexivo Mariel Turrent Niños en el tiempo Ricardo Menéndez Salmón Seix Barral 2015 220 pp.
H
e vivido experiencias que en su momento me han parecido irrelevantes, pero que, con el tiempo, han cobrado sentido y se han vuelto entrañables. Eso me pasó con este libro recomendado por una desconocida en la librería quien, al escuchar que yo buscaba alguna novedad interesante, un libro sobre el que casi nadie hubiera escrito aún, me señaló Niños en el tiempo. “Te lo lees en una tarde, no podrás parar”. Y como yo no creo en las casualidades, no lo pensé más y le dije al chico de las rastas que me atendía: “Me lo llevo”. Niños en el tiempo se divide en tres relatos: el primero La herida, a su vez estructurado en veinte partes, es la incisión donde queda al descubierto el corazón que da vida al libro, pues habla de lo que ocurre a un matrimonio cuando pierde un hijo. “Precisamente porque el mundo permanece indemne ante cada pequeña catástrofe, son mi mundo, su mundo, nuestros personales e innegociables mundos los que se desmoronan”, se dice aquí en algún momento. Después La cicatriz, subdividido en
48
veintidós letras del alfabeto hebreo, es el remedio que ayuda a sanar la lesión, la narración de una historia que nunca se ha contado, la infancia de Jesucristo, donde la literatura sirve como catarsis al padre. “La única aurora del hombre es el lenguaje. Hay personas, sólo unas pocas, que, si no escriben, mueren.” Y por último La piel, formado por treinta capítulos, un viaje a Creta donde se cierra el círculo que da sentido a las tres partes unidas por el tema del amor, pero no el amor hollywoodense vendido por la mercadotecnia, sino el de la vida real, el inherente al dolor: “… el amor de la carne, la sangre, el vínculo primordial y el amor azaroso tropezado en las esquinas del tiempo.” Ricardo Menéndez Salmón (1971), uno de los escritores más prestigiosos en el panorama de la narrativa contemporánea española, demuestra en Niños en el tiempo un gran manejo del lenguaje. Su primera parte despliega una prosa ágil y fluida que nos va envolviendo con su lirismo, reflexivo y descarnado. Detalla con minucia la sombra de sus personajes y lo que se destapa en quienes viven el dolor de las heridas incurables. Su segunda parte fluye como una melodía simple que se va deslizando suavemente, que se desacelera, para relatar una historia de amor infantil, unido siempre al sufrimiento y a la muerte. Al mismo tiempo, hace una reflexión sobre el sentido de la literatura: ¿para qué y por qué se escribe? Este ritmo nos prepara para la última parte donde el silencio tiene la
cadencia de la naturaleza, el sol, el mar, el viento, en un relato impregnado de misterio, con un tono esperanzador, a veces alegre pero siempre nostálgico. En realidad, me llevó más de una tarde leer esta novela. Entusiasmada, devoré la primera parte, pero después muchas veces paré durante la segunda e incluso en algún momento me sentí atorada. Pero al terminar, supe que había valido la pena leerla. Que la historia se había colado por mi cuerpo, y el final jubiloso me dejó la sensación de un libro extraordinario con un personaje entrañable que sale de escena para enseñarte una parte de él, más profunda, exorcizando su dolor a través del lenguaje, un personaje que reaparece más grande, más fuerte, más sabio, para enseñarme lo que de verdad vale de la vida. Un libro intenso para rumiantes reflexivos, quienes una vez terminada la lectura siguen digiriendo sus enseñanzas. Tropo Mariel Turrent Eggleton (México, D. F., 1967). Ha publicado los libros Desde adentro (aforismos) y Cajón de muertes y amores (cuentos), y La jornada del viento y Desnudeces de agua (poemas). Obtuvo el primer lugar en el segundo Concurso de Cuento Juan Domingo Argüelles (1999). Correo electrónico: marielturrent@gmail.com
Entre la cordura y la locura Ma. Ofelia Arruti Nadie me verá llorar Cristina Rivera Garza Tusquets Editores 2008 (Colección Maxi), (1ª. Ed.1999) 254 pp.
N
adie me verá llorar, de la doctora en historia y escritora Cristina Rivera Garza (Tamaulipas, 1964), es una de las novelas más importantes de la literatura mexicana contemporánea. Cómo se convierte uno en un fotógrafo de locos?, pregunta al inicio de la novela Matilda Burgos, una interna de La Castañeda, un manicomio situado en una ex hacienda de Mixcoac y que Porfirio Díaz inauguró en el marco de los festejos por el centenario de la Independencia. La pregunta revolotea en la cabeza del fotógrafo Joaquín Buitrago como el zumbido de una abeja, mientras se esfuerza por recordar dónde vio por primera vez a Matilda. La novela, dividida en ocho capítulos, transcurre en diversos escenarios y múltiples espacios temporales, que se van acomodando como si se tratara de un rompecabezas para armar una narrativa donde todo se conjuga de una manera
casi perfecta. No hay linealidad en la narración, pero el dominio de la trama mediante los saltos temporales es uno de los muchos logros de esta novela. Los temas más evidentes son la locura, la adicción, la muerte y la soledad, pero también se entretejen otros temas seductores: la memoria, la búsqueda de identidad, el contexto histórico del México de principios del siglo XX, el amor imposible y el posible. Y todos ellos nos llevan a reflexionar en la delgada línea que existe en el ser humano entre la cordura y la locura. La novela gira en torno a la vida de Matilda, cuya historia vamos conociendo a través del interés de Joaquín, quien, obsesionado por la identidad de la enferma, en la que cree reconocer a una prostituta que fotografió años atrás en el burdel La Modernidad, logra conocer el expediente de la enferma. A través de este expediente y apoyado en otros libros de historia, Joaquín empieza a averiguar los orígenes de la familia de Matilda. La narración se estructura con la información que Joaquín investiga, los relatos que ella misma le cuenta, los momentos que comparten ambos y los escritos que Matilda y otros enfermos escriben en el manicomio. Matilda nació en Veracruz, su familia se dedicaba al cultivo de la vainilla, eran muy humildes y su padre se volvió alcohólico. Para que Matil-
da tuviera mejores oportunidades, la envían a la Ciudad de México a vivir con un tío, que era un médico muy reconocido que quiso poner en práctica con ella una singular teoría médico-social. El turbulento torrente de recuerdos que Matilda le cuenta a Joaquín, provoca que el fotógrafo también analice su vida y los motivos que lo llevaron a su terrible adicción a la morfina. Al compartir sus vivencias, surge en los protagonistas una especie de historia de amor que, desde su inicio, está condenado al desencuentro. No hay duda de que Nadie me verá llorar es una magnífica novela que vale la pena leer y recomendar ampliamente. Tropo
María Ofelia Arruti. Es traductora, editora y correctora de estilo. Radica en Cancún desde 2003.
49
Papiros
La verdad de la microhistoria Miguel Miranda La casa del dolor ajeno Julián Herbert Random House 2015 305 pp.
A
las generaciones más jóvenes tal vez no les pase, pero a los que nacimos entre los sesenta y setenta las clases de historia en la escuela primaria y secundaria eran como religión: existía un dogmatismo ferviente al contar las historias de la patria con cierto aire de mistificación: el cura Hidalgo, Benito Juárez, los Niños Héroes y hasta Venustiano Carranza (inspirador del mexicanísimo verbo “carrancear”) pasaron ante nosotros como héroes inmaculados que derramaron su sangre por la justicia y la libertad. Fuimos varias generaciones que crecimos con la verdad oficial, con nuestros héroes encapsulados en un apartado de asepsia histórica, donde la historia discurrió como en una película de aventuras protagonizada por Errol Flynn. Julián Herbert (Acapulco, 1971) se cuestionó algunos tópicos por el estilo cuando era un post-infante, a los 14 años, después de que un pseudo amigo lo descalabrara a pedradas después de un lío de faldas, ya viviendo
50
en Torreón, Coahuila. En su convalecencia, se enteró de la matanza de 303 chinos en 1911, la cual era atribuida popularmente a Pancho Villa. El muchachillo descalabrado creció, se convirtió en escritor, músico y poeta y se obsesionó con la historia de los chinos masacrados un día de mayo, en plena revolución mexicana. El resultado es La casa del dolor ajeno, un libro que comienza como un western, prosigue como ensayo, intercala entrevistas sui generis tanto a taxistas de Torreón como a protagonistas indirectos del siglo XX y finalmente discurre en conclusiones y relatos personales, íntimos. Herbert define él mismo en una entrevista: “Este libro es una crónica documentada que atraviesa por el tamiz de mi punto de vista, un retrato de 1911 que dialoga con el presente; y al hacerlo vemos temas que aún permanecen, como los asesinatos masivos, la migración en México, los conflictos regionales, la xenofobia y las interpretaciones jurídicas desde el poder”.* Aunque él mismo comenta, todo comenzó con la reedición de Entre el río Perla y el Nazas, de Juan Puig; Julián tenía la intención de escribir una reseña, sin embargo, su investigación previa le dio la tela suficiente para desarrollar el relato donde se van combinando elementos históricos nacionales y locales, algunos datos interesantísimos del México revolucionario y otras anécdotas que hacen de la lectura un
compendio de historia viva, palpable. Y así, el escritor lleva las páginas de La casa del dolor ajeno a una inmersión por la diáspora china, parte de la historia del imperio celeste en el siglo XIX que influiría en la sociología de México y Estados Unidos. Lo notable es la precisión de la crónica de Herbert, así como el rigor en su investigación; el lector podrá corroborarlo revisando el último capítulo de referencias, con la explicación precisa y documentada de cada dato. Lo triste de todo es que La casa del dolor ajeno se trata de una matanza de 303 chinos, en mayo de 1911 en Torreón, Coahuila, México. El autor no intenta desenmascarar, proteger, soslayar, condenar o justificar a los culpables, simplemente cuenta, a través de recursos extraordinarios que denotan una pluma exacta, lo que sucedió a partir de una masacre perpetrada por mexicanos. Un compromiso penosamente histórico. Tropo *Recuperado de Excelsior: http://www.excelsior.com.mx/expresiones/2015/10/11/1050510
Miguel Miranda Saucedo (Cd. de México, 1966). Licenciado en Diseño Gráfico. Es profesor en la Universidad Anáhuac Cancún.
No deje de leerlos LA RIDÍCULA IDEA DE NO VOLVER A VERTE. ROSA MONTERO (Seix Barral, 2013). Guiada por el diario de Marie Curie y su espíritu guerrero, Rosa Montero reflexiona en esta obra sobre la muerte, la vida y la capacidad de sobreponerse al dolor. Al recrear la historia de esta mujer extraordinaria, la narradora española afirma que lo aparentemente imposible no existe si el espíritu se lo propone. ¿Cómo conquistó esa polaca sin apoyo ni dinero todo lo que se propuso? ¿Qué hay detrás de esa guerrera en una época donde a las mujeres no se les permitía casi nada? Entre la biografía, la memoria personal y el homenaje a las mujeres guerreras, este libro inolvidable hace vibrar: es un verdadero tónico para el alma. (CLAUDIA EDITH) A FLOR DE PIEL. JAVIER MORO (Seix Barral, 2015). Basada en una de las mayores proezas humanitarias de la medicina de principios del S. XIX, esta novela histórica conjunta la historia de la Real Expedición Filantrópica de la vacuna contra la viruela con las vicisitudes que experimenta la expedición en altamar y su paso por el Nuevo Mundo, donde Francisco Javier Balmis y el Dr. Salvany, se disponen a inmunizar a miles de habitantes del imperio español. Por su lado, Isabel Zandal, encargada del cuidado de niños huérfanos que a modo de caja de Petri transportan el antígeno vivo que erradicará la epidemia mortal de la época, personifica el lado humano de la novela y protagoniza una imposible historia de amor y superación personal. (MÓNICA AGUILAR) EL PRÍNCIPE QUE FUI. JORDI SOLER (Alfaguara, 2015). Con una mezcla de ficción y realidad, esta novela teje la historia enigmática entre una princesa azteca, un tesoro perdido, una capa de plumas y el linaje del último heredero de la Corona Azteca. Narrada con una prosa sencilla, impregnada de humor y comentarios del autor, la obra es una especie de crónica a partir de dos hechos históricos: la salida incomprensible de la princesa Xpaguazin, hija del emperador Moctezuma II hacia España, y la creación de la Soberana e Imperial Orden de la Corona Azteca por su Alteza Imperial el Príncipe Federico de Grau Moctezuma, último de los descendientes del Imperio Azteca. Imaginativa y divertida (MÓNICA AGUILAR) ENSAYOS SOBRE LA VIDA HUMANA. TOMAS NAGEL (1979. 1a. Ed. español, 1981. 2da. Ed. FCE. 2000). Compuesta por catorce ensayos, esta obra expone la filosofía práctica de uno de los filósofos más sugerentes de la actualidad. Reúne ideas sobre la muerte, la igualdad y la moral, pero también sobre la perversión en la sexualidad, el absurdo, la guerra y las masacres. Desde las primeras líneas, Nagel nos advierte que sus escritos no son ajenos al momento que le ha tocado vivir, lo cual da pie a una obra muy personal que en sus últimas páginas abre la búsqueda entre los límites de lo objetivo y lo subjetivo de la vida misma. Lectura necesaria para el lector que gusta de reflexionar a fondo. (ABEL NAAL)
51
Tertulias Papiros
La ruta cardinal de alguna cruz Gustavo Íñiguez Götterdämmerung. Antología personal Luis Armenta Malpica El Ángel Editor, Col. El Otro Ángel Quto, Ecuador, 2015 168 pp.
L
as antologías personales pudieran encerrar un procedimiento más o menos perverso. La conformación de un libro con una selección de textos propios se parece mucho a la escena doméstica donde los padres evidencian la predilección por uno de los hijos, y sus conocidas consecuencias. Por otro lado, es una ardua labor de reconocimiento y autocrítica: un recorrido por la escritura hacia una consciencia espiritual y justa del trabajo particular. Luis Armenta Malpica nos entrega Götterdämmerung (El Ángel Editor, Quito, 2015) una antología personal, contundente, en la que cada uno de los textos cumple con el objetivo de representar un momento específico de su escritura en estos más de veinte años de trabajo a partir de la primera edición de Voluntad de la luz. Para establecer los puntos cardinales en el trabajo de Armenta Mal-
52
pica, comienzo por fijar al centro: el pez, que en su escritura es el emblema de tres elementos importantes: el otro, el amor y Dios. Es decir, el eje central que indica el arriba y abajo, es el “Amor a Dios a través del otro”. La reunión de las iniciales en griego de las palabras que en español equivalen a Jesús Cristo Hijo de Dios Salvador se leen como Pez es una de las razones por las que este se ha vuelto un signo para identificar a Cristo. Y no es casual que al centro de este libro se coloque el texto: “Stabat Mater”, del que cito tres fragmentos: Desciendo de la gran cruz oscura de la luna con las manos abiertas, francas, sacrificiales por los clavos del hombre que esta noche rasgaron mis costillas. Caigo a la luz del alba a la pátina en bronce que el viento ha cincelado luego de tanto tiempo de venir a mirarse por mis ojos. […] Yo creo en un Dios eterno, inmaculado, vivo. A él le rezo en usted, mis manos en su boca
con mi aliento de parra. […] Usted: la viva imagen de un dios crucificado en el cuerpo de otro hombre. Luis Armenta Malpica es un poeta católico. No se apega a los dogmas, pero asimila con fervor el imaginario y lo exuberante de esas variaciones que van modelando los textos para perfilarlo así. Desde aquí se yergue, en el sentido ontológico, para proyectar los cuatro puntos cardinales. Al norte están los ángeles que representan la fragilidad. En algunos poemas aparece ligado al naufragio, como si los seres en los que Armenta Malpica coloca las alas fueran criaturas indefensas que requieren de la protección del poeta, esa protección que otorga la palabra cuando se reúne para formar, en el conjuro, la fraternidad. Cito tres fragmentos del poema “Sanctus / Benedictus”: El ángel es exacto cuando la luz escurre, humedece su cuerpo. Quien lo ama no está solo. Sonríe a los otros ángeles. […] Es el desconocido, el vulnerado.
Ángel ebrio de Dios, caído –un par de veces; el ángel amoroso cuyo vuelo cayó sobre la nuca –le decían «contrahecho» nomás por jorobarlo. […] Mírame, Dios, cómo me vuelvo un ángel semejanza e imagen de tus pájaros. Desde casa mis padres me custodian. Zarabanda: retumba su mirar sobre mis ojos. Mirando al sur veremos pasar los dragones, el revés de los ángeles: imagen de una fuerza intelectual. Signo de quien se ha nutrido de las artes con cierta predilección por la ópera. Aunque con alto acierto aparecen también los Caravaggio. Y con naturalidad lo cuenta, con gracia los dragones aparecen en los textos para dejar clara la potencia creativa. Cito un fragmento del poema “El huevo de la serpiente”: Al compás de la rosa de los
La mujer sola Mónica Aguilar
vientos, la bestia del océano se convirtió en un hombre y le cantó a su amante. Las huestes de Serafín bajaron de las nubes. Entonces salió el huevo: el corazón del monstruo. Por el levante, la ciudad: Mi corazón es la ciudad más grande que conozco, dice, y ahí el sol naciente del libro es un ocaso, no el de los dioses sino el de la vista que puebla de manchas y sombras la ciudad del poeta. Aquí está el padre y un tono emotivo que conmueve hasta las lágrimas. Hay un extraño fenómeno en que el poeta y el padre parecen tener la misma edad, o es la obsesión del poeta por la ceguera lo que los vuelve, más hermanos: Él entra en la penumbra guiado por las migajas que he dejado al azar siguiéndolo en la muerte. Al poniente está el mar, con un oleaje altísimo que alcanza a bañar la obra completa y lo recogido en este libro.
Bien lo dice Eduardo Moga, autor del estudio introductorio de la antología El agua recobrada (Vaso Roto, España, 2012) preparada por el poeta Luis Aguilar: “El agua es el principal eje metafórico en la poesía de Luis Armenta”. Estamos de acuerdo los que nos acercamos a los textos de Luis como a los textos sagrados, si entendemos lo sagrado como lo explica Mircea Eliade: es sagrado porque está impregnado de ser. Entonces, por el agua y la luz que recorren este territorio, podríamos decir que hemos asistido a la lectura de un evangelio líquido: Hay/ un lugar en el cielo en donde el agua también es nuestra tierra// es decir la palabra con/junta.
Gustavo Íñiguez (Jalisco, 1984). Licenciado en Turismo por la Universidad de Guadalajara, formó parte del taller literario El Tintero, en Puerto Vallarta. Dirigió la revista literaria Quiescencia. Es autor del poemario Espantapáramos (CECA Jalisco, 2013).
Teatro
La actriz Gina Saldaña personifica a “María”, la protagonista de “Una mujer sola”, uno de los soliloquios más conocidos del acreedor al Premio Nobel de Literatura en 1997, Dario Fo. Dirigido por María Córdoba y presentada en el Teatro Xbalambqué, este monólogo convoca al análisis y a la reflexión en torno a la violencia intrafamiliar que se presenta como una situación cotidiana en nuestra sociedad. María, que ha estado encerrada dentro de su hogar por más de un mes, descubre por la ventana la presencia de una nueva vecina a la que le cuenta, entre risa y llanto, su historia de vida. En el transcurso de la obra, la protagonista se descubre como una mujer víctima de la violencia machista que fácilmente podría ser reconocida en cualquier rostro de nuestra sociedad actual. La crudeza de sus experiencias traspasa los poros y se cuela hasta los huesos dejando una sensación de angustia y desasosiego. La actuación es impecable, pues durante más de una hora Gina Saldaña acapara la atención del público que la sigue, cambiando de estado de animo constantemente. La adaptación realizada para este montaje, a pesar de la cantidad de humor negro que maneja, está cargada de una fuerza dramática tal que no le permite al espectador un respiro para reponerse de la aflicción. Ni la atención personalizada, ni el ambiente familiar, ni el bajo costo del boleto, las palomitas y las bebidas, impiden salir con pesadumbre en el alma. Tropo
53
Tertulias Papiros
La belleza de la fatalidad Cristian Poot
A
La sal enferma Rodrigo Quijano Sedeculta 2015 50 pp.
ún no sale el sol en el desierto. Es la Alborada de los días en La sal enferma, en que Rodrigo Quijano nos hace partícipes de un viaje lleno de presencias extrañas que aguardan en la arena. Fantasmas, quizás recuerdos y penas acompañan al poeta. El sujeto lírico que plantea Rodrigo en este poemario, nos va guiando en una búsqueda introspectiva. El poeta presiente compañías que se yerguen de la sal. Su visión se nubla. Nada es claro, pues praderas se mezclan con el cielo. En su viaje es testigo de la caída de gigantes, de fenómenos cíclicos que comienzan y terminan. El autor del libro se pregunta: ¿Qué podría sostenerse de los huesos consumidos de un cobarde? ¿Qué podría levantarse de la arena? (Quijano, 2015: 20) Por otro lado, el fuego es un elemento persistente en la poesía de Quijano. Algo en el ambiente le dice que arder es el destino de todos los seres en el
54
mundo, un inevitable incendiarse. El constante arder está presente en estos versos. La destrucción de lo que parecía invulnerable, también. El clímax de la crisis metafísica que libra el poeta en la nada del desierto tiene como destino arder, volverse polvo: sobre el polvo de las vigas derrumbadas, nadie se imagina que las torres -y su orgullofueron tierra: sal amarga, sinsentido, triste arena… (Quijano, 2015: 25) Y es que el poeta en su catarsis, ante la destrucción y la desolación en que se ve inmerso, no abandona la esperanza de la comunión consigo mismo y con el ambiente natural del que se sabe es una extensión. Parte de la contemplación a la acción. Busca en la belleza de las flores, y aun en la sal y los destrozos, su última esperanza: En los íntimos destrozos, una sombra crece y dulcifica las cenizas… (Quijano, 2015: 41) Tal es el optimismo del poeta, que de pronto, de manera similar a Octavio Paz en Árbol adentro, se sabe partícipe en la reconstrucción de su universo, y del reverdecer, en que participa de manera activa con su cuerpo:
Dices que en mi pecho late un árbol, y sus frondas cubren los fragmentos de la Tierra. ¡Cuánto más quisiera que esta lluvia levantara un nuevo mundo de mis grietas… (Quijano, 2015: 45) Pero además del optimismo llevado a la materialización de elementos como el árbol, consciente del poder de la palabra, Rodrigo funda su esperanza también en el lenguaje y se descubre capaz de recrear el mundo con tan solo nombrarlo: Voy a nombrar el amor, voy a decirlo con el verbo de los bosques, con el llanto de la arena. (Quijano, 2015: 50) Se podría decir, en síntesis, que La Sal enferma de Rodrigo, no obstante, el título poco alentador, es ante todo un poemario optimista en el que puedo leer a un Rodrigo franco en su decir. A un poeta joven que es consciente de su tradición literaria. A un Rodrigo que en cada poema nos entrega la posibilidad de rehacer el mundo con la sola música de sus versos, con el solo hecho de nombrarlo. Tropo
Tertulias
Niña de noche mirando el mar Sol Pineda
C
–¿A dónde han ido? –Al mundo real. –Me pregunto cómo será estar ahí. –No parecen muy entretenidos La rosa púrpura del Cairo, 1985
onocí el mar a los tres años. Queda constancia en el reverso de una fotografía en la que se puede leer de la mano de mi padre “la vez en que conocieron el mar”. A través de la sonrisa transparente de mi madre es posible apreciar los últimos rayos de sol que se esfuerzan en iluminar también nuestras propias sonrisas. Los cuatro tomados de la mano. Mamá con el pelo castaño a los hombros y un ondeante vestido, de esos que el viento abre sin esfuerzo como un paraguas ignorando cualquier atisbo de recato. Nosotros tres con trajes de baño iguales pues a pesar de que las dos mayores éramos niñas, usábamos por esos días bañadores masculinos. El uso de tal prenda hizo irreales las imágenes fijas de la realidad, pues a la hermana grande la hacía parecer más robusta de lo que siempre ha sido y a mí, gracias a mi despeinada cabellera consiguió darme un asombroso parecido a “Viernes”, el amigo de Robinson Crusoe. La impresión solo supo ser justa con el más pequeño. De aquel viaje solo recuerdo la mano de mi padre rescatándome del mudo desasosiego que me producía estar enfrente de ese animal eterno, inacabable, que cada tanto daba lengüetazos a la arena sin luz. Porque al mar lo conocimos en la primera parte de la noche. Obedeciendo a una de tantas manías de mi padre, los demás días que permanecimos en el puerto, así como todas las posteriores vacaciones, solamente a esa hora era cuando nos era permitido bañarnos o dibujar rápidamente la geografía de nuestras huellas en el suelo arenoso, antes que la oscuridad nos impidiera verlas o que alguna ola, saliéndose de la coreografía esperada las dejara en el olvido. A pesar de que el sólo hecho de mencionarme la carretera a mis padres les significara un calvario, pues los mareos y las náuseas no se me hacían del rogar, al año siguiente regresamos al mar. Con dos novedades: mi her-
mana y yo estrenando trajes de baño completos y la segunda, que esta vez nos acompañaría Raquel, la muchacha que ayudaba en casa. Raquel era joven y risueña. La recuerdo con sus vestidos chillantes que contrastaban con su piel oscura. “Es la típica acapulqueña”, decía mi madre a las vecinas cuando la quería describir. Nunca entendí si esa adjetivación correspondía a algo bueno o malo. Para mí Raquel era la niña grande que imitaba a Pedro Picapiedra gritándole a Vilma que lo dejara entrar, mientras nos repartía ciruelas amarillas que dividía exactamente entre tres. La que nos daba la mano al cruzar la calle y nos cantaba cancioncillas para distraernos mientras enjuagaba nuestras rodillas permanentemente raspadas. El hotel al que llegamos durante esos veranos estaba ubicado en la avenida principal del puerto. De estilo neoclásico según mi padre, antiguo según mi madre y viejísimo para nosotros, el hotel insistía en conservar los mismos muebles y decoraciones originales con una mezcla de estoicismo y resignación. Estaba muy cerca del café donde acostumbrábamos merendar chocolate caliente a pesar de las altas temperaturas y donde mi padre se reunía a conversar a gritos con ancianos de boina y puro, casi o más viejos que él. A nosotros nos encantaba treparnos en el espacioso ascensor de áureas y brillosas puertas plegables controladas por Eloy, un uniformado botones que se comía las eses finales de las palabras y que desde el primer día no despegó los ojos de los labios de Raquel. Prácticamente no recuerdo a qué dedicábamos las mañanas y los mediodías, pues realmente nuestras vacaciones empezaban cerca de las cinco de la tarde, hora en que nos poníamos nuestros recién adquiridos trajes de baño y nos dirigíamos al mar. El bañador de la hermana grande era a cuadros color de rosa y el mío era azul con un grabado muy menudo que evocaba pequeñas crestas de olas. Cuídenlos mucho, nos recomendaba mi madre, son “Catalina”. Como si a esa edad nos importaran mucho la calidad y las marcas. Ninguno de los tres sabíamos nadar y eso sumado a una sofocante aprensión materna ocasionaba que no nos mojáramos más allá de la cintura. A pesar de eso, como niños que éramos podíamos ser felices con muy poco y nos conformábamos con recolectar conchitas y dibujar huellas de tigres y osos en la arena. A Raquel,
55
Tertulias que había crecido en la costa, la perdíamos de vista en el horizonte y a veces tardaba tanto en volver, que más de una vez mi madre empezó a hacerse preguntas retóricas sobre qué cuentas iba a entregar a los familiares cuando preguntaran por ella. Del primer año que nuestra nana nos acompañó a la vacación, guardo agridulces recuerdos. Todas las noches cerca de las nueve, mi padre se calzaba las “antiparras” como él las llamaba, al tiempo que mi madre repasaba sus labios con distintos tonos de rojo y nos dejaban al cuidado de Raquel. Vamos al Ateneo, decía mi padre y luego a cenar. Apenas cerraban la puerta de la habitación, Raquel cambiaba su camisón por el vestido que usaba los domingos y al igual que había hecho su patrona, empezaba a delinearse la boca con las mismas labiales. No se lo digan a su madre, nos ordenaba. A partir de ese momento cada rato, se asomaba por el balcón principal que permanecía siempre abierto y del que ondeaban unas fantasmales cortinas de color indefinido. —¡A dormir! —No tenemos sueño, tenemos calor. —Ahorita enciendo el ventilador —Cuéntanos una historia de cuando eras pequeña en Acapulco. Como lo haces en México —No me acuerdo de ninguna. Voy a apagar la luz para que vayan agarrando sueño —Pero sin son “vacas”. ¿A quién esperas Raquel? ¿Vas a salir? ¿Nos vas a dejar solos? Vuelta al balcón a repasar la calle. Recuerdo entonces a una nana impaciente que se alisaba el vestido con unas manos inquietas que no paraba de mover. A partir de allí y únicamente con la escasa luz que se reflejaba de fuera empezaban las historias, tan distintas a las que nos tenía acostumbrados, que al principio nos costó trabajo creer que eran contadas por la misma persona: debajo de la cama vivía un dragón que, si se te quedaba mirando fijo, hacía que te crecieran cuernos como de toro. En la noche cuando se estaba cerca de una playa, el mar entraba y subía y subía por las escaleras de tal manera que en los pisos no había suelo, solo mar. Y como el mar era oscuro y no tenía fin, si en algún momento decidíamos bajar los pies de la cama nos podíamos hundir y aparecer como náufragos en alguna isla desierta. —¡Fiuuuuu! Una vez escuchada la señal, Raquel se apresuraba a bajar. —¿Escuchan ese silbido? Es la voz de una sirena. Ella es mi amiga y me va a regalar polvo de caracolas para protegernos del mal. Y de esto, ni una palabra a sus padres porque si les cuentan, el polvo pierde sus efectos. Ahora deduzco que los polvos únicamente se los echaba ella.
56
Nunca supimos a qué hora regresaban Raquel y mis padres. El sueño acababa por vencernos abrazados y sudorosos abajo del edredón. En las tres vacaciones siguientes se dieron casi las mismas circunstancias: mareos similares en la carretera, iguales paseos vespertinos por la playa, las salidas nocturnas de mis padres por el malecón. Lo único que variaba eran las historias que Raquel improvisaba. Lo que nos había mantenido temerosos y callados un año, al siguiente perdía su efecto. De tal manera que pronto los caballitos de mar enfurecidos y las profundidades sin fin del océano fueron sustituidos por demonios de dos cabezas, robachicos, hombres lobo y piratas que habían perdido la razón. ¿Cómo era posible que Raquel siendo tan buena en la ciudad apenas llegábamos a ese hotel parecía que se quería deshacer de nosotros? ¿Por qué les mentía a mis padres? ¿Por qué la veíamos nerviosa cada vez que nos acompañaba en el ascensor? ¿Quién le silbaba? ¿Por qué no podíamos platicarlo a los adultos? Al no encontrar respuestas, los tres hermanos acordamos tácitamente conservar una complicidad que no nos proporcionaba alivio, pero al menos nos hacía sentir acompañados. Casi a punto de cumplir diez años mi padre falleció de viejo. Luego de su partida dejamos la costumbre de ir a veranear a Veracruz. Raquel también desapareció de nuestras vidas: un día salió a comprar ciruelas amarillas y ya no regresó. “Se fue como lo que es, una chacha”, comentaba mi madre a las vecinas con un tono despectivo contradicho por una mirada que aseguraba que la iba a echar de menos. Durante varios años dejamos la costumbre de vacacionar en familia. Mis hombros lo agradecieron, pues las últimas veces que necesité usar traje de baño mi madre insistía en que usara el “Catalina” talla ocho que conservaba desde hacía años: “¡pero si está casi nuevo!” No había poder humano que la convenciera que ya no me quedaba. A mi hermana le iba igual con el suyo, era una auténtica tortura: nuestros hombros y entrepiernas quedaban marcados por la tela tensada hasta el extremo. Años después volví a la playa en el viaje de fin de cursos de la preparatoria, (afortunadamente ya sin el “Catalina”). Acapulco nos esperaba ofreciéndonos como plato fuerte lo que más nos apetecía en esos momentos: libertad. De las cinco amigas que nos quedamos en el cuarto, sólo Meche se salía de los estándares: extremadamente bajita, corpulenta y con piernas delgadísimas, aún así despertaba nuestra envidia pues era poseedora de unos pechos enormes a los que no les sabía sacar el suficiente provecho pues acostumbraba vestir prendas aseñoradas cuyo escote sostenía con prendedores ancestrales. Tal vez para compensar sus desventajas, que a esas edades suelen ser importantes, Meche se nos revelaba como la colega más
fiel, divertida y predecible de nuestro grupo. Sabía guardar como nadie los secretos y ejecutaba perfectamente todos los pasos de cualquier estilo de baile. Eso de no poder disfrutar el mar con luz de día parecía escrito en mi destino. Únicamente cuando llegamos pudimos dorarnos la piel, pues durante toda nuestra estancia trasnochábamos tanto que efectivamente nuestro día empezaba a las cinco de la tarde. Nos tomaba cerca de una hora decidir el lugar al que iríamos a bailar y otras dos el arreglarnos. Por mucha asesoría que recibiera, ni para salir a la discoteca Meche abandonaba sus anteojos. Y era una pena porque tenía unos ojos enormes sombreados por unas muy tupidas pestañas. Definitivamente mi amiga tenía su estilo. Incomprendido diría yo. Obsoleto opinaban las demás. Lo cierto es que Meche pasaba gran parte de la noche sentada en una mesa o bailando sola. Alguna vez alguien tuvo el mal gusto de preguntar la razón de venir acompañadas por nuestra tía. Tan mayor así se veía. De las tres primeras noches que pasamos en Acapulco, ella fue siempre la que llegó primero a la habitación y la que tenía menos que contar al día siguiente. Era un hecho que yo estimaba a Meche. Por eso me contrariaba que no pudiera pasarla tan bien como nosotras. En solidaridad con mi amiga la última noche, antes de salir del cuarto le prometí que estaría a su lado dándole compañía hasta que decidiéramos regresar. Promesa que para mí no representaba inconveniente alguno porque además de bailar muy bien (cosa que a mí nunca se me ha dado) tenía una plática muy ocurrente. A menudo acabábamos llorando de risa con sus comentarios inoportunos. En esa ocasión ni siquiera le insistí para que se quitara el prendedor de piedras verdes que acostumbraba ponerse en el escote. Desde el ventanal amplio de la discoteca era posible observar la gran cantidad de luces originadas en los hoteles más altos y en las pequeñas embarcaciones ancladas en la bahía. Como en una película muda se apreciaban las olas que no podíamos escuchar cuando golpeaban en la arena. Gruesos vidrios y una música ensordecedora lo impedían. Todo iba transcurriendo bien. Luego de dos cubas empezamos a bailar. Nos reíamos. Hasta cantamos a coro alguna canción que en ese entonces estaba de moda. Las demás del grupo, como siempre, a lo suyo, moviéndose siempre en el mismo segmento del mercado. De repente lo vi. De repente me vio. Hasta la fecha sostengo que las barbas siempre han sido mi perdición. Empezó de pronto a escucharse una canción tranquila. Casi estoy segura que era alguna versión de “I´ve got you under my skin”. Rozó mi espalda con sus manos. Percibí el aroma de la loción que traía. Extendió su mano jalándome suavemente. Sentí los ojos expectantes de Meche. Antes de irme, lancé a mi amiga una sonrisa que no encontró respuesta.
Ilustración: Maricarmen Pérez. Sin título. Aguatinta. Técnica: Tinta sobre papel algodón. Medidas: 22 x 30 cm
El quebranto a la lealtad enredado en la mirada pestañuda de Meche. La realidad secuestrada por un apetito ilusorio. Inevitable. Necesario. Como reflejados en un espejo, pude ver mis ojos en los de la amiga llenos de un callado reproche, que emanaba helado de su cuerpo pero que a medida que se acercaba al mío hasta la pista de baile, empezaba a derretirse al contacto vivo de una mano varonil en mi cintura. Justo en ese instante me acordé de Raquel. Las preguntas expresadas hacía años, por fin en ese momento encontraron sus respuestas. Entendí la vida como una carrera de relevos en los que salían sobrando las explicaciones. No había culpas ni remedios. Como en su momento Raquel había hecho en la búsqueda de una prometida plenitud, a mí me tocaba ahora burlar sin éxito los primeros egoísmos adolescentes. Dormimos en el autobús casi todo el trayecto de regreso. Cada una volvía a casa con una maleta llena de anécdotas, nuevos números telefónicos, ropa sucia, primeras borracheras, ilusiones y desilusiones (según de quien se tratara). Además de todo eso, yo traía la mía con las respuestas a la serie de preguntas formuladas hacía años con mis hermanos, durante las noches interminables de otro mar. Tropo
57
E c o l o g í a ,
f i l o s o f í a ,
e c o n o m í a
y
p o l í t i c a
La era de la Incertidumbre Marcos Constandse Madrazo
E
n el siglo XX se revolucionaron todas las grandes revoluciones de la humanidad (V. recuadro). Todas estas transformaciones fueron configurando lo que se ha dado por llamar, la globalización del mundo. “La aldea global”: todos los seres humanos, todos sus productos, en todos lados, “al mismo tiempo”. Ahora nos resulta perfectamente normal comunicarnos en 30 segundos con otro ser humano, en el otro lado del mundo, viéndonos mutuamente en un celular, para tratar cualquier tema de interés común. De igual manera, consumimos productos que fueron cosechados ayer a cinco mil kilómetros de distancia, o, por ejemplo, regalar flores en invierno en New York, cosechadas en Colombia ayer; y eso es similar con prácticamente cualquier artículo de consumo. Es por eso que la denominación “aldea global” define perfectamente este fenómeno: es como si todos viviéramos en una pequeña aldea, en la que nos encontráramos domésticamente “todos con todos” pero a una escala mundial; eso es la globalización del mundo. Suena fascinante. Sin embargo, no todo es tan fácil. El mundo, con todos esos avances, tiende a ser “uno” unificado, pero las barreras ideológicas, políticas, sociales y, sobre todo, económicas, nos hacen ser distintos como seres humanos y como países. Somos una aldea pero de “diferentes”: no pensamos ni reaccionamos igual. Las aldeas convencionales tienen historia, lengua y tradiciones comunes. Los habitantes de una “aldea común” tienen una
58
gran cantidad de factores comunes; la “visión de mundo” es compartida. Aunque esté en evolución y los más inquietos discrepen, existe un apego a la tradición, las costumbres, etc., todo lo cual genera muchos denominadores comunes que hacen comprensible la interrelación. A través de la historia, la humanidad ha buscado diferentes formas de integración y convivencia, desde las antiguas ciudades-estado hasta las nuevas naciones. En el siglo pasado, quedaron (aunque con fallas) básicamente definidas las naciones del mundo y sus fronteras físicas y culturales. Y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) estableció después de 10 mil años de civilización “los derechos humanos universales” de cada uno de los habitantes del planeta. También con el final de la guerra fría y la caída natural del comunismo, se definió que el mejor sistema político de integración y desarrollo, sería la democracia, sustentada en el concepto de mercado libre que pregona el capitalismo. Parecía que el mundo se definía: se esclarecían fronteras, se lograban independencias, se terminaba el colonialismo, se definían las naciones y se esclarecía la unión democrática y capitalista como la ruta que todos deberíamos seguir. Asimismo, se definió la “Unión Europea”, el mayor esfuerzo de integración de la historia de la humanidad, la cuna de civilización occidental convertida en una unidad económica única, sin fronteras. En suma, al final del siglo XX, con la desaparición del mundo bipolar, todo hacía prever que entraríamos en la era del desarrollo y del bienestar. Hoy, la realidad nos hace dudar que así sea. La democracia no ha acabado de comprenderse en toda su
Siglo XX: la revolución de las revoluciones La revolución del fuego (energía) La revolución de la rueda (transporte) La revolución de la agricultura La revolución de la medicina La revolución de las comunicaciones La revolución del transporte La revolución de las matemáticas La revolución de la vivienda La revolución de la luz La revolución de los alimentos La revolución de la recreación La revolución de la comunicación directa La revolución del transporte
La energía atómica La llanta neumática La agricultura genética Vacunas, penicilina, nano tecnología Los satélites Motor de combustión (tierra-aire-mar) La computación Los rascacielos La electricidad Pasteurización, enlatados y congelados La televisión Los celulares El automóvil etc. ect. etc.
dimensión global y en su vernan el poder las fuerzas retródadera estructura de fondo, gradas del proteccionismo y la que es básicamente moral. El diferenciación de las razas y acuerdo de voluntades y valolos credos, al tiempo que pierres comunes de justicia, verde por razones también histódad y bondad, se ve permaricas su liderazgo universal. nentemente alterado por las África y Medio Oriente se despasiones humanas: el egoísbordan debido a la pobreza y mo, la corrupción, el deseo de la violencia, y sobre Europa y poder y las perversiones. Las el mundo y se genera una coideologías arcaicas arraigadas rriente incontrolable de exiliase resisten a la integración, dos y emigrantes en búsqueda y los poderosos quieren rede bienestar y seguridad. gresar al proteccionismo que Y TODO, sucede al missu poder les garantiza. Así, la mo tiempo y nos enteramos unión europea tiene más tenen “tiempo real “día con día. Javier Cuberos (Xubero). La era de la incertidumbre. dencia a desintegrarse. Todo lo que creíamos sólido, Collage de papel e hilo sobre papel. En conclusión, los resulse vuelve plástico, elástico; los tados democráticos son muy valores quedan indefinidos, cuestionables. España, por los vecinos se desconocen ejemplo, se queda casi un año sin gobierno, el gobierno y no se aceptan, y en la globalización nos precipitamos, alemán se desestabiliza por una posición humanitaria de aun con nuestra inmensa tecnología, a “la era de la incersu canciller ante el problema de Siria, el terrorismo cunde tidumbre”. Tropo en el mundo y las luchas ideológicas no solo no se resuelven, sino que se polarizan. Ahora, cunden las “dictaduras democráticas” en Latinoamérica, por una desviación Marcos Constandse. Empresario cancunense. Autor de los libros Yo del concepto de mayoría “numérico” y los demagogos lo soy nosotros. Una visión transpersonal del mundo (Diana, 2002) y aprovechan. Asia se desarrolla a ritmos incomprensibles Ecología y espiritualidad (Diana 2003). Su más reciente libro es una al abrigo de sistemas mixtos de comunismo y capitalismo, novela sobre la historia de Cancún que próximamente entrará en cirintegrados en forma imprevista. Y en Estados Unidos gaculación. marcos@xcaret.com
59
fot
Tertulias
grafía
De la oscuridad a la lucidez Angélica Mercado
H
oy en día, una cámara puede ser el aparato más diverso que existe; las hay de gran formato, compactas, miniaturas, integradas… también pueden ser de metal, de madera, de plástico, de fibra de carbono y hasta de cartón. Algunas cámaras pueden funcionar bajo el agua, otras en el espacio e inclusive, dentro del cuerpo; existen cámaras para película, digitales, instantáneas, rayos x, infrarrojo, también cámaras estereoscópicas, panorámicas, aéreas y especiales. Prácticamente, existen cámaras para resolver cualquier tipo de fotografía en casi cualquier situación y ante los ojos de la mayoría, entre más grande y apantallante mejores fotografías resultarán. La realidad es que, pese al tamaño o el material de una cámara, sin comparar la calidad de una óptica Zeiss con una lente de pulido menos fino, ésta es como cualquier otro aparato: la calidad es relativa ya que depende de su operador. Podría asegurar que todo fotógrafo ha tenido que responder la pregunta de cajón: ¿qué cámara usas? Y sonreír ante la reacción inmediata a tu respuesta “¡ah! con razón, esa cámara saca bonitas fotos” … El aparato se antepone al fotógrafo como si la marca de una máquina de escribir o computadora asegurara la calidad de una novela literaria; imaginemos preguntar a Pita Amor (con el humor que la caracterizaba) con qué pluma o lápiz y qué papel había usado para escribir su poesía… Lo curioso es que la cámara fotográfica es construida bajo el mismo principio desde su inicio y es gracias a la invención y perfeccionamiento de las lentes que se ha modificado nuestra forma de percibir el mundo. Por otro lado, los avances tecnológicos se han encausado a hacernos la vida más fácil y la cámara, pese a ser un aparato complejo, se ha convertido en un clic automatizado con variedad de filtros y efectos digitales a escoger.
60
Desde que Kodak lanza la primera cámara “…que todos pueden usar sin instrucciones”, la caja mágica se convirtió en un aparato de uso popular. Conocer el interior de una cámara es adentrarse a la anatomía del ojo y el cerebro; y como la mayoría de los aparatos, su estructura y funcionamiento han sido inspirados en la perfección de la naturaleza. El principio de la cámara oscura fue conocido durante mucho tiempo. Aristóteles afirmaba que, si se hacía un minúsculo orificio en la pared de una habitación oscura, el haz de luz dibujaría una imagen invertida sobre la pared opuesta; y más de un siglo después, Da Vinci la ilustra y describe por primera vez. Pero lo que realmente propició el uso de la cámara oscura fue el estudio de la perspectiva geométrica lineal. Alberti y otros colegas florentinos basaban su teoría en que la luz que refleja un objeto es recibida por el ojo en el vértice de un cono. La imagen reflejada fue comparada con una ventana abierta, donde se podía dibujar con exactitud. Pronto se descubrió que la ventana teórica de Alberti podía convertirse en una ventana real, y pintores como Durero no dudaron en usarla para sus retratos. Este uso de
2015
la cámara fue ilustrado por Battista, y tan solo quince años después Barbaro demostró que si se le colocaba un lente en el lugar del orificio se podía obtener una imagen más brillante. Una mini habitación ambulante resultaba inútil para los artistas hasta que se hizo portátil; sólo quedaba esperar un siglo más para usarla como cámara fotográfica. Una vez que la cámara se convirtió en herramienta indispensable para todo ser moderno interesado en registrar su vida, la furia por la novedad ha llevado a las marcas de cámaras a diminutos mecanismos enfocados a la inmediatez. Hace tan solo veinte años debías esperar a revelar la película para ver tus fotografías, imprimirlas y hasta enmarcarlas, y se cargaba un estuche especial con todo el equipo y material. Ahora el celular es suficiente para muchos, y las fotografías impresas son reservadas para ocasiones muy especiales. Era de esperarse que Kodak se fuera a bancarrota aun siendo líder en tecnología fotográfica y que la existencia de la cámara oscura se remitiera a un invento antiguo. La experiencia de ver a través de una cámara oscura es tan reveladora que invita a comprender cómo vemos y a demostrar el principio básico de toda cámara. Inclusive podrías hacer fotografías con una caja de zapatos y el material fotográfico necesarios. Hacer una es más sencillo de lo que parece y si estás interesado en la fotografía es un paso que no te puedes perder. Hacer fotografía con una cámara estenopeica u oscura es muy interesante e implica un reto, ya que la paciencia y tolerancia al error son parte del aprendizaje. Hacer tu propia cámara puede sonar rudimentario pero el factor sorpresa importa; la nitidez de la imagen obtenida puede ser superior a muchas cámaras comerciales.
Puedes probar con una caja de cerillos, una cilíndrica de avena o una de zapatos, o bien, en una habitación como la ventana teórica de Alberti. Existen en el mercado actual marcas como Lomography que ponen a tu alcance el armado de una cámara, ideales para quienes incursionan en el estudio de la fotografía o simplemente por el placer de aprender. Algunos museos han 1879 incluido en sus tiendas de recuerdos cámaras de cartoncillo de irresistible apariencia, aunque de franca fragilidad. Por otro lado, la complejidad de las cámaras profesionales de gran formato reside en la elaboración de sus lentes y cristales, así como su exacto mecanismo que permite al operador crear imágenes de calidad inigualable; resulta curioso que siendo las mejores cámaras sean las más parecidas a las antiguas. En sí, toda cámara es como cualquier otro aparato: no es autónomo ni responsable de lo que produce, no es la resolución ni el formato, o la marca o el precio; aunque la calidad importa es más sobre las necesidades de quien lo opera. Hoy en día fotógrafos profesionales experimentan cada vez más con cámaras integradas en celulares, sobre todo fotorreporteros de renombre. Y es válido, ya que no se trata del medio sino del mensaje, fenómeno que no sucede cuando alguien hace clic en automático a una súper cámara con cantidad de megabytes en resolución que ni sabríamos diferenciar visualmente… Como dijo Ansel Adams: “ no hay nada peor que la imagen nítida de un concepto difuso”. Bajo estos hechos, desempolva tu vieja cámara o arma una de cartón y renueva tu forma de hacer fotografía; cualquiera que sea el aparato, si comprendes cómo funciona lo sabrás manipular. Tropo
61
62
Benoit Poinot
p o r t a f o l i o
63
Benoit Poinot .Fotoperiodista independiente francés, llegó en 1998 a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela Activa de Fotografia y en el Centro de la Imagen. Colaboró con la agencia de prensa francesa Globalphoto y para Luces del Siglo en Cancún. benhur80@hotmail.com 9981 66 05 72
Niega Magdalena Hidalgo que haya existido “canibalismo” o “feudos” en compañías teatrales de Cancún Cancún, 23 de enero de 2016 Estimado amigo Miguel Meza: En el número 10 de la revista TROPO a la uña, que dignamente diriges, hay un escrito firmado por Raúl Castro-Lebrija que ha llamado mucho mi atención por carecer de consistencia y veracidad. Motivo por el cual escribo estas líneas aclaratorias. Para el conocimiento de mi buen amigo Raúl, y de todas las personas que leen con agrado esta revista, les comento que desde que se planeó la creación del anterior Teatro 8 de octubre siempre fue para dar un espacio a todas las agrupaciones teatrales de la localidad, que en 1994 no éramos muchas. El teatro fue coordinado en sus actividades artísticas por tres personas en diferentes etapas durante su funcionamiento, la primera fui yo, Magdalena Hidalgo Cano (quizá en otro momento escriba la historia de por qué fui yo la coordinadora en primera instancia, por qué y cómo se creó el Teatro 8 de octubre), después siguió Pilar Vega, luego fue Suzzette Fernández Anderson, y nuevamente recayó en mí la responsabilidad de coordinar este espacio. Mencionaré a los directores de teatro que hicieron uso del 8 de octubre desde que abrió sus puertas, hasta el final sin ningún problema, con cualquiera de las tres coordinadoras, las cuales llevábamos agenda, mi querido Raúl. Gina Saldaña, Ernesto Aquino, La Bambalina, Jorge Piña, Beatriz Bauche, Angel Hadad, Carlos Düring, Luis Manuel Vega, Ángel Hadad, Laura Guzmán, solo por mencionar a los más conocidos, pues no recuerdo los nombres de los grupos noveles que se presentaron en muchas ocasiones. Por supuesto, sin olvidar a todos los grupos de danza contemporánea, músicos, actores argentinos, españoles, cubanos, hondureños, colombianos, grupos de Chetumal, de Playa del Carmen, de José María Morelos, de Mérida, de Campeche, de Tabasco, de Monterrey, de Chihuahua y de México, que hicieron con su trabajo la construcción de este movimiento teatral que ahora disfrutamos. Fíjate, Raúl, todos los del gremio teatral hemos sido solidarios cuando se requiere; en la enfermedad, en huracanes, en el trabajo, en la alegría, porque en todas hemos hecho acciones muy grandes. Los directores siempre nos hemos reunido para analizar, proponer y hacer acciones que nos lleven al crecimiento, a
64
la madurez, no es de ahora que nos reunimos y nos pusimos a trabajar, entiende que todo esto es parte del proceso de un gremio teatral, creador, propositivo, preocupado y ocupado de hacer nuestro trabajo lo mejor posible. Hace algunos años, en una de tantas reuniones en el 8 de octubre, teníamos en el orden del día, qué hacer para que nuestros jóvenes actores tengan referencias de trabajo teatral; pues decidimos que todos fueran a ver nuestras funciones con entrada gratuita sin importar en qué espacio se presentaría la obra, el único requisito que pusimos era ir a gozar el suceso teatral sin criticar y aplaudir con mucha enjundia, pues hacer teatro en esta ciudad es una hazaña. Los que participaron en esta propuesta fueron Ernesto Aquino, Gina Saldaña, Beatriz Bauche, Carlos Düring, Laura Guzmán, y Magdalena Hidalgo. Te equivocas, amigo Raúl, con la palabra canibalismo, no la acepto. Todos mis colegas teatrales tienen mi respeto y admiración, y sé que son recíprocos. Te equivocas también cuando hablas de los feudos, según tu punto de vista. De quien hablas, del teatro ¿Xbalamké? Sé que Gina lleva una agenda, y jamás me ha negado su espacio. ¿Te refieres al antiguo 8 de octubre? Nunca me enteré de alguna gestión tuya para dar cabida a un grupo, como tampoco nunca recibí la llamada de “arriba” para agendar a alguien en particular; en todo caso puedo decir que cuando tú llegaste al Instituto de la Cultura y las Artes siendo el director Alejandro Ramos, te conocí de esta manera. Lo recuerdo muy bien pues estaba fuera del teatro colocando un pequeño cartel en un tripié, tú caminabas al lado de Alejandro, se acercaron donde yo estaba y te presentó conmigo con bombo y platillo, como el encargado de difundir todas las actividades del Instituto y te dio como primera instrucción ahí delante mío dar prioridad al Teatro 8 de octubre para promover las actividades en todos los medios, y siempre fuiste ciego y sordo. Para finalizar, comento lo siguiente; todos los que nos dedicamos a hacer teatro o cualquier otra actividad artística, lo hacemos con ayuda de presupuesto o sin él, te aseguro que nada ni nadie nos detiene. Gracias Magdalena Hidalgo Compañía Municipal Usigli Directora