18 minute read

Entre dos formulaciones estéticas

Elsa Núñez fue considerada por el gran maestro Darío Suro como la pintora más importante de la generación de los sesenta en la República Dominicana. Es autora de una prolífica obra artística y, en colaboración con su esposo, el fallecido pintor y actor Ángel Haché, desarrolló una importante labor como gestora, animadora cultural y docente en la Escuela Nacional de Bellas Artes (actual Escuela Nacional de Artes Visuales) y en los talleres infantiles coordinados para Casa de Teatro, el Museo de las Casas Reales y el Museo de Arte Moderno. Alma adentro: Elsa Núñez exposición antológica abarca cinco décadas de su fecunda producción. El formato —de carácter antológico— presenta las experiencias y el desarrollo de los lenguajes plásticos de la artista mediante una selección de más de 50 obras que cubren un periodo que inicia en los sesenta del pasado siglo y termina en la segunda década del siglo XXI.

Elsa Núñez: su encuentro con el arte Su imagen de contextura frágil contrasta con su gran fuerza interior. Elsa Núñez nació en Santo Domingo en 1943. Su padre, Ramón Antonio Núñez, era militar de carrera, y su madre, Guillermina Castillo de Núñez, era profesora de economía doméstica. El matrimonio infundió a sus 12 hijos los altos valores de la educación. La pasión de Elsa Núñez por la pintura comenzó con apenas 5 años y fue sabiamente estimulada en el colegio María Auxiliadora, donde la futura artista cursó la primaria, rodeada de monjas salesianas que la ponían a pintar.

paula gómez Jorge

Curadora e historiadora del arte

miguel piccini

Curador independiente

A los 12 años su deseo de estudiar arte era tan fuerte que su padre decidió llevarla a la Escuela Nacional de Bellas Artes, donde fue entrevistada por Gilberto Hernández Ortega, quien era por aquel entonces director de la institución. A pesar de no tener la edad reglamentaria para ingresar como alumna, Hernández Ortega valoró sus dibujos y decidió aceptarla. Poco después, la adolescente comenzó el bachillerato en el Instituto de Señoritas Salomé Ureña, es decir, que mientras completaba sus estudios de educación media también estudiaba la carrera de artes. Además de Gilberto Hernández Ortega, sus maestros y principales mentores en la Escuela Nacional de Bellas Artes fueron José Gausachs, Jaime Colson, Clara Ledesma y Marianela Jiménez, entre otros grandes artistas.

Hoy, cuando recuerda esa época, Elsa Núñez no puede disimular la emoción: «Fueron unos años maravillosos. Como el grupo de estudiantes era pequeño (Leopoldo Pérez, Cándido Bidó, Iván Tovar, Rincón Mora y yo), los profesores nos llevaban a pintar fuera de las aulas, incluso a visitar estudios de artistas. Pasamos mucho tiempo con Gilberto Hernández Ortega. Estos encuentros fueron determinantes en mi vida porque, además de hablarnos de arte, él nos ponía música y despertó en mí el amor por los compositores clásicos. También recuerdo que nos llevaba a casa de coleccionistas que eran amigos suyos. Así pudimos apreciar obras de grandes artistas dominicanos». Elsa Núñez terminó la carrera de bellas artes en 1962 y ese mismo año recibió el premio a la mejor pintura en la exposición de fin de curso celebrada en el Salón Español del Palacio de Bellas Artes. Luego, en 1963, completó los estudios de Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, donde obtuvo el título de licenciada. Entre 1970 y 1973, la artista vivió en Madrid, España, donde realizó estudios de posgrado en la Real Academia de San Fernando y un curso libre para profesionales en el Círculo de Bellas Artes. Esta experiencia europea le permitió ampliar su horizonte artístico, gracias al estudio directo de las obras de El Greco, Goya, Velázquez y Picasso, entre otros grandes maestros de la pintura universal.

Apuntes sobre la selección curatorial Para los curadores, acceder al universo de Elsa Núñez constituyó un enorme desafío. Nunca imaginamos que su producción era tan extensa y que muchas de las obras identificadas en libros y revistas serían imposibles de localizar en la actualidad. Para la investigación bibliográfica, un recurso de mucha ayuda fue el valioso archivo de prensa, catálogos y fotografías organizado por su esposo Ángel Haché desde que se conocieron en 1966. Nuestro objetivo era ofrecer un recorrido por cincuenta años de producción artística, pero a partir de las obras paradigmáticas que mejor reflejan las experiencias estéticas y las búsquedas formales y conceptuales de Elsa Núñez. Existen unas doscientas obras debidamente catalogadas y del análisis de esos trabajos seleccionamos 54 pinturas de significativas cualidades. Estas obras pertenecen a colecciones privadas, instituciones públicas y la propia artista. Alma adentro: Elsa Núñez exposición antológica fue estructurada en cinco ámbitos sin sujeción cronológica, pero articulados según las ideas, las experiencias o los lenguajes que han impulsado a la artista en sus grandes momentos creativos: Permanencia del llanto, Transposiciones estéticas, Elogio del trabajo, Mujer: ciclos de vida y arquetipos y Experiencias matéricas.

permanencia del llanto1

La subjetividad emotiva —propia del estilo expresionista en su versión figurativa— predomina en la más temprana producción pictórica de Elsa Núñez. Por un lado, en el tratamiento de la figura humana y su extenso repertorio de personajes2, y, por el otro, en todos los motivos y géneros que comienzan a configurar su universo temático en la primera década del desarrollo de su lenguaje pictórico (bodegones, naturalezas muertas, retratos, paisajes y temas religiosos). Entre el ocaso de la feroz dictadura de treinta años de Rafael Leonidas Trujillo, los hechos posteriores a su caída en 1961, los estremecimientos provocados por el inicio de la anhelada época de libertad y las heroicas luchas populares por reivindicaciones democráticas, encontramos a Elsa Núñez culminando su formación artística en la Escuela Nacional de Bellas Artes (1955-1962). Al mismo tiempo, como estudiante de la carrera de Filosofía en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, in-

1. Título inspirado en el libro «Permanencia del llanto», de la autoría del poeta dominico-haitiano Jacques Viau Renaud (1941-1965), combatiente que dio su vida en defensa de la democracia y de la soberanía dominicanas durante la ocupación norteamericana de 1965. 2. Músicos, actores, poetas, danzantes, vendedores, trabajadores de la tierra y personajes fantásticos como brujas y hechiceros, entre otros.

tegrada al grupo estudiantil Fragua, y, al igual que una gran parte de su generación, participando en las luchas universitarias por la democratización del país. Esta etapa tan convulsa de nuestra historia influyó de manera decisiva en su expresión plástica tanto a nivel formal como conceptual. Su arte germinó con una impronta testimonial, de denuncia clara y abierta. La obra titulada Mujeres tristes (Figura femenina) (1962) demuestra cómo Elsa Núñez planteaba la imagen femenina en sus inicios como artista: de manera realista, acercándose casi al retrato. En otra vertiente, Vendedoras de peces3 (1967) muestra la manera en que su trazo evoluciona formalmente hacia un grafismo con mayor síntesis, representando el cuerpo distorsionado y frágil, con cuellos alargados y rostros de intenso dramatismo. Como ella misma explica, «era una época en la que los dominicanos reflejaban dolor y angustia. Eso me afectó tanto que me llevó a pintar obras muy fuertes y dramáticas. Usaba el rojo como símbolo de violencia y el luto que todos vivíamos se evidencia en mis dibujos y pinturas con las líneas gruesas, deformaciones de las figuras y los fondos negros». Para entonces ya se advierte una primera evolución de su lenguaje plástico que, desde un fuerte expresionismo, se dirige con firmeza hacia la síntesis formal y la acentuación de grandes contrastes de luz y sombra. Los críticos de la época, entre ellos el eminente Manuel Valldeperes, reconocen en la joven pintora a una talentosa heredera del tenebrismo de su maestro Gilberto Hernández Ortega y su filiación estilística al expresionismo alemán4 . La representación de la imagen femenina —sola o en grupo— se convirtió en el motivo principal de este periodo, pero sin estar planteado desde una perspectiva de género o feminista, sino como alegoría de la nación herida. Mujeres angustiadas por la situación imperante de persecución, muerte y violencia, pero siempre decididas en la búsqueda de libertad y democracia como podemos apreciar en las obras Sin título (circa 1961), Mujeres tristes (1962), Despedida en el convento (1965) y Patéticas (1967). Durante la Revolución de Abril de 1965, Elsa Núñez colabora brevemente con el Frente Cultural Constitucionalista5 y, tras el asesinato de su hermano en el conflicto

3. Tercer premio del III Concurso de Arte Eduardo León Jimenes, Santiago de los Caballeros, República Dominicana. 4. Valldeperes, Manuel. Obra Crítica en el Periódico El Caribe. Vol. I, Artes Plásticas, página 281. 1998. Ed. Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro, Santo Domingo, República Dominicana. 5. Con la insurrección popular de abril de 1965, tras el golpe militar y las movilizaciones populares por la reposición de la Constitución de 1963 y el gobierno democrático de Bosch, artistas de diversas disciplinas, entre ellas, la pintura, la gráfica, la literatura, la música y el teatro se unen ante la convocatoria de Silvano Lora quien asume el liderazgo del Frente Cultural Constitucionalista.

Muerte en el escenario. 1973. (detalle)

bélico, se advierte un recrudecimiento de su lenguaje plástico. En Herido de guerra (1965), enfáticos trazos negros conforman y desfiguran a cuatro soldados marcados por la angustia, tres de los cuales sostienen a uno lesionado. A través de un expresionismo muy agudo, la artista sumerge al espectador en los horrores de la guerra. Esta pintura formó parte de las exposiciones colectivas que realizó el Frente Cultural Constitucionalista durante la contienda6. También a este periodo pertenece su primera obra expresionista abstracta, la impactante Elegía a mi hermano (1965), que rinde homenaje a su hermano Rafael7 . Elsa Núñez reconoce que esa muerte marcó su pintura y, en este sentido, el crítico Manuel Valldeperes destaca en uno de sus artículos: «Hallamos una importantísima carga de reproche contenida en la angustia de la artista —angustia existencial— que es lo que convierte en testimonio su pintura»8. Por eso, en la década de 1960, la humanidad doliente es el tema predominante de su producción pictórica. Sin embargo, debemos señalar que con obras como La danza de las brujas (1967) la artista empieza a mostrar su peculiar atracción por los temas fantásticos, el preludio de una línea de trabajo que desarrollará de manera más definida en la década siguiente. En resumen, Permanencia del llanto permite contemplar y estudiar en su conjunto el dominio técnico y conceptual alcanzado por Elsa Núñez entre los años 1961 y 1970, un periodo que pone de manifiesto la evolución de su sensibilidad artística y su compromiso ético como pintora profundamente humanista.

Transposiciones Estéticas Las obras expuestas en este ámbito pertenecen a varios periodos. Sin embargo, el grueso de pinturas corresponde a la segunda mitad de la década de 1970, cuando la artista rompe con el tenebrismo y la figuración expresionista de los sesenta. Estas obras ilustran diversos casos de transposición, un procedimiento que Elsa Núñez aborda de manera reiterada para incorporar referencias, temas y homenajes a otros campos de la creación, entre ellos el cine, la danza, el teatro, la música y la literatura. En otras palabras, estamos hablando de un momento en que la artista reafirma rupturas y adopta nuevas concepciones estéticas que conducirán a cambios temáticos importantes.

6. Otros artistas participantes fueron Ada Balcácer, Ramón Oviedo, Silvano Lora, Gilberto Hernández Ortega, Jaime Colson, Asdrúbal Domínguez, Leopoldo Pérez (Lepe), José Cestero, Gisela Risk, Dionisio Rodríguez, Cándido Bidó, Guilo Pérez y Julio Susana, entre otros. 7. En 1965, durante la Revolución de Abril, Rafael Núñez fue ultimado injustamente a raíz de un error de identidad. 8. Valldeperes, Manuel, Obra Crítica en el Periódico El Caribe. Vol. I, Artes Plásticas, página 205. 1998. Ed. Comisión Permanente de la Feria Nacional del Libro, Santo Domingo, Rep. Dominicana.

La primavera. 1981. (detalle)

Entre las principales características de estas pinturas podemos mencionar la intensidad expresiva, así como la solidez compositiva o el refinamiento de los detalles, ostensibles gracias a una estudiada liberación cromática. La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid y Europa no son únicamente escenarios donde Elsa Núñez aprende nuevas técnicas de pintura, descubre las semejanzas casuales de su obra y la de El Greco o estudia los claroscuros dramáticos de Caravaggio, sino también donde conoce la producción de los creadores vanguardistas del momento: Truffaut, Bergman, Pasolini y el mejor cine de autor; el teatro kabuki o la danza butoh; los nuevos intérpretes del jazz, etcétera. Obras como Adela H. Homenaje a Truffaut (1976) y Danza del infini-ga-to (1979) son dos buenos ejemplos de «transposiciones» cinematográficas y danzarias.

Por otro lado, estas pinturas responden a un proceso de reafirmación de los principios estilísticos, conceptuales e ideológicos de Elsa Núñez sobre la función del arte, pues más allá del celebrado misticismo de los setenta, de sus acusadas referencias mitológicas, de las asociaciones filosóficas y religiosas, de los ambientes fantásticos, o las correspondencias mágicas, la artista rinde homenaje a la figura del creador, convirtiendo cada disciplina artística en una necesidad vital. Desde muy joven, los problemas anímicos y psicológicos del ser humano fueron del interés de Elsa Núñez. Asimismo, la situación política y social del país. Cuando todavía era estudiante de posgrado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, la artista confesaba a Brinella Fernández en una entrevista dedicada a dominicanos en el extranjero que sentía «temor e incertidumbre» cada vez que recibía noticiobelisas de un crimen cometido por el régimen de Joaquín Balaguer. Pensar que su compromiso con la justicia desapareció por completo tras el periodo español sería un desacierto. Elsa Núñez contribuye con su trabajo —quizá con timidez— a visibilizar ciertos acontecimientos funestos que estremecieron a República Dominicana y América Latina en la década de 1970. Nos referimos al retrato del periodista Orlando Martínez Howley9 y a los dibujos encargados para el suplemento especial del periódico El Nacional contra la dictadura militar en Chile.

Elogio del trabajo Este pequeño ámbito de transición en el recorrido expositivo guarda una estrecha relación con los personajes meditabundos, indiferentes y ligeramente distantes que habitan otras pinturas del mismo periodo. Son características que empujan a una

9. Este retrato fue portada de la revista ¡Ahora! en septiembre de 1975.

reflexión que trasciende los aspectos técnicos o formales de la pintura. Los hombres y las mujeres que aparecen en estos «elogios del trabajo» —como El cazador (1974), Cosecha de algodón (1976) y Vendedora (1976)— son más que puras figuraciones. Para el crítico de arte español Carlos Areán, «Elsa Núñez arremolina con ímpetu y también con ansia y sed de justicia sus ritmos a menudo alucinados y su materia en encabalgamientos dramáticos. Pinta sobre todo mujeres dolientes o desposeídas y lo hace no tanto para mostrar, igual que su admirado José Gutiérrez Solana, la existencia de algunas situaciones injustas, sino para exigir con su grito su modificación inmediata».

Mujer. Ciclos de vida y arquetipos Elsa Núñez aborda la pintura desde una mirada simbolista y romántica. Este ámbito muestra a una artista que recrea sus reflexiones filosóficas y psicológicas en torno a los ciclos de vida y los arquetipos femeninos. La mayoría de las obras resumen la iconografía e imaginario estético del tema cuyo tratamiento sobresale, entre otros valores, por su universalidad. En el periodo comprendido entre los años 1973 y 1989, la artista reafirma su dedicación a la mujer, con un acercamiento desde lo mítico y lo místico, pasando por lo esotérico y lo simbólico, hasta lo sentimental, lo emocional y lo físico, y que retomará posteriormente en diferentes momentos de su trayectoria creativa. Tras su regreso de España en 1973 y la presentación de una exposición individual en el Palacio de Bellas Artes, los críticos de la época advirtieron un giro en su obra hacia la tradición pictórica romántica y simbolista, alejándose del expresionismo dramático que hasta entonces había marcado su lenguaje visual10 . Evocando la iconografía de este período, la pintora nos refirió lo siguiente: «Dejé atrás el expresionismo dramático de los años sesenta, una pintura que reflejaba los tiempos difíciles que vivió el país. En la nueva etapa que inicié durante mi estancia en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el Círculo de Bellas Artes de Madrid, me sentí inspirada por la literatura, el teatro y el cine. La temática empezó a cambiar, introduje temas míticos, una versión romántica y simbolista». A partir de entonces, las búsquedas, las posibilidades y recursos plásticos de la artista fueron ganando en eficacia y amplitud. La fuerza del blanco emergió impactante en los lienzos mientras las tonalidades azules, amarillas, verdes y lilas provocaron nuevas vibraciones, gracias a la luminosidad y la intensa huella que imprimió la pincelada.

10. Peña Defilló, Fernando, periódico El Caribe, 22 de septiembre de 1973: «Un dibujo torturado y filoso de definida tendencia expresionista caracteriza la obra de la pintora y parece demostrarnos las inquietudes de un temperamento inclinado hacia lo romántico-simbolista, si no —en frecuentes ocasiones— hacia lo declaradamente sentimental».

Elsa Núñez ha plasmado su universo propio en telas marcadamente representativas, entre ellas La niña de las mariposas (Coleccionista de mariposas) (1973), símbolo del alma como aliento y principio de vida; y En el fondo del mar (1976), que recuerda a las Nereidas, ninfas de las aguas. En cambio, en la obra Diálogo (1976) nos muestra uno de los temas predilectos de los simbolistas, lo esotérico y el interés por resaltar el sentido de lo sobrenatural. Por último, es pertinente destacar la práctica muralista de Elsa Núñez, quien ha abordado el tema de la mujer en las diversas obras que ha realizado en la ciudad de Santo Domingo y otros centros urbanos del país. Puntualizamos en su diseño del año 1997 para el Obelisco de Santo Domingo, el mural en homenaje a las hermanas Mirabal, titulado Un canto a la libertad, con técnica de acrílica11, una obra que confirma su militancia en la lucha patriótica, democrática y por la igualdad de género, evidente en esta creación de arte público que exalta la memoria de las tres grandes heroínas dominicanas: Patria, Minerva y María Teresa Mirabal.

Experiencias matéricas Antes de que finalizara el siglo veinte, el lenguaje plástico de Elsa Núñez presenta una nueva ruptura formal y conceptual como resultado de sus inquietudes e investigaciones en torno a la tradición pictórica del paisaje. A principios de los años ochenta comenzó a experimentar con la materia, el color y la luz del trópico, que se convirtieron en una nueva pasión que la llevaría al campo de la abstracción no figurativa. Las obras que dan forma a este ámbito registran referencias inmediatas a las exploraciones de la artista sobre el paisaje. Se trata de su reencuentro con la luz tropical, a través de la experiencia directa con el paisaje insular que le provocan serias reflexiones que la empujan a plantearse un nuevo abordaje del color y la forma. Sobre sus primeras incursiones en el paisaje abstracto, la crítica de arte Marianne de Tolentino comentó: «Los paisajes de Elsa son una invitación al viaje, pero al viaje como evasión en el imperio de los sueños. Es el continente de la utopía y del espejismo. Es casi una abstracción, una sugerencia esquemática que construye la organicidad, pues estos bosques, llanuras, lunas, cielos y lagunas son eminentemente orgánicos. Los podríamos calificar como entrañas del sueño»12 .

11. En sus años de formación, Elsa Núñez fue discípula de Jaime Colson (1901-1975), figura cimera del arte dominicano quien fundara en Santo Domingo, en la década de los años cincuenta, la Escuela de Pintura Mural. 12. Tolentino, Marianne de. «El expresionismo sereno de Elsa Núñez en Casa de Teatro». Listín Diario. 2 de diciembre de 1980.

La sierra (1983) permite reconocer su interés por lo matérico, la aglomeración del empaste y las texturas, recursos que aportan un efecto tridimensional a dicha composición. Derivaciones de este mismo motivo están presentes en Abstracción (1983) —que anuncia un llamativo tránsito hacia la abstracción «pura»—, convirtiendo la pintura en un paisaje de manchas de color en el que casi se desdibujan las referencias a los elementos de la naturaleza. Por otro lado, en las pinturas de clara filiación abstracta escogidas para la sección correspondiente, Elsa Núñez dirige una mirada personal y subjetiva, concentrándose en lo cromático, las formas y la materia, para lograr una serie de abstracciones plenas en belleza y armonía. Sobre este asunto, la crítica de arte Jeannette Miller escribió: «La materia ha ganado mucho, el trabajo de estos cuadros armoniza con las ideas en juego y permiten catalogar a Elsa Núñez como una excelente pintora abstracto-expresionista. Su manejo cromático es evidente en esos juegos de iluminación de morados, azules, tierras, ocres…. como si tratara de comunicar la belleza de una luz amortiguada, de una luz casi teatral y por lo tanto dramática»13 . Sublimación pictórica es el efecto que logra la artista en pinturas abstractas como El misterioso fondo del mar (1985), obra en la que presenta variaciones significativas en el formato y la composición, dominada por grandes masas de color, de envolventes y sinuosos trazos, que crea una sensación de ingravidez plena, mientras la paleta de color transmite un intenso lirismo en la gama de verdes, azules y magentas. Desde los años noventa hasta la actualidad, Elsa Núñez viene cultivando la abstracción con mucha entrega, vigor y constancia, tal como demostró en su exposición individual de 2016: Los latidos de Ángel en el Centro Cultural Mirador. En conclusión, Alma adentro: Elsa Núñez exposición antológica muestra los grandes aportes de la artista al arte dominicano y la profundidad social y humanista de su discurso visual. Asimismo, destaca aquellos rasgos que la convierten en figura clave de la historia del arte latinoamericano y, sobre todo, en una pintora que busca permanentemente nuevas posibilidades creativas.

13. Miller, Jeannette. «Elsa Núñez: lucha entre su obra y la demanda». El Caribe. 30 de marzo de 1985.

Las obras que dan forma a este ámbito registran referencias inmediatas a las exploraciones de la artista sobre el paisaje. Se trata de su reencuentro con la luz tropical, a través de la experiencia directa con el paisaje insular.

This article is from: