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HABILIDADES PARA EL ACOMPAÑAMIENTO

El voluntariado es considerado desde siempre, un buen entorno donde se aprende a desarro-

llar ciertas habilidades

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sociales y actitudinales, también conocidas como “habilidades blandas”. Las habilidades blandas son aquellas destrezas relacionadas con nuestras formas de ser y modos de relacionarnos que incorporamos a nuestro carácter a través de la práctica y experiencia constante. Las habilidades determinan la manera en la que nos enfrentamos a los retos y problemas de nuestro día a día, además, son un magnífico complemento para nuestras habilidades duras, aquellas que son más técnicas, científicas o metódicas, como las carreras de: administración, medicina, nutrición, enfermería, por mencionar algunos, que requieren de cálculos matemáticos, soporte científico y objetividad.

Dentro de las habilidades blandas están las habilidades sociales, estas son el conjunto de conductas que nos permiten relacionarnos con los demás de manera

favorable, por lo que son importantes en cualquier ambiente que nos podamos encontrar, ya sea en familia, en el trabajo, en la calle, en una asociación, etc. Son muchas las cualidades que un voluntario puede incorporar en su formación, todas suman y ninguna es menos importante que otra; aquí se mencionan algunas: Iniciativa

Las personas curiosas, con espíritu crítico y con disposición de mejorar el contexto, estamos más predispuestas al voluntariado. Enfrentarse a situaciones diferentes, conocer otras realidades y asumir responsabilidades, nos harán vivir y apropiarnos de nuevas experiencias y aprendizajes tanto prácticos como vitales. Compromiso

Trabajar en equipo para lograr un bien común significa involucrarse, asumir deberes y cumplir con lo establecido, todo lo anterior bajo un marco institucional y ético. Las personas que realizan voluntariado de una manera regular y continua, desarrollan mayor conciencia social y capacidad de compromiso.

Organización y planificación

El servicio al otro implica organizar nuestro tiempo libre para cumplir con los compromisos. Planear el trabajo, priorizar tareas y aprender a ser eficaces, son algunas de las competencias que podemos poner en práctica a través de la acción voluntaria. Innovación y creatividad

Exponernos a múltiples escenarios nos invita a pensar de manera innovadora, a enfrentar y resolver los problemas desde distintas perspectivas. El voluntariado nos demanda ser más flexibles y creativos en la elección de opciones. El otro grupo dentro de las ha-

bilidades blandas son las llamadas habilidades actitudinales, estas son disposiciones de la voluntad que dirigen el comportamiento hacia la superación personal y el bien común; la lista es larga, sin embargo, se seleccionan las siguientes: Respeto y tolerancia

Empatía y comunicación interpersonal

Relacionarse con personas diversas a las que habitualmente forman parte de nuestro entorno, siempre será una bue na oportunidad para disponer de la escucha activa, la empatía, el entendimiento y la comunicación interpersonal. La base de esta capacidad está en la de captar los propios estados emocionales y la de los otros, así como el lenguaje no verbal asociados a las emociones; no olvidemos que ser empáticos es valorar al otro.

Autoestima

Trabajar en un proyecto donde es posible apreciar los frutos es realmente satisfactorio. Ver que otras personas mejoran sus condiciones de vida, en parte gracias a nuestro esfuerzo, nos hace sentirnos orgullosos de nuestra labor. En este sentido, el voluntariado puede ayudarnos a mejorar la confianza en nosotros mismos y darnos una inyección de motivación.

Asertividad

Es la habilidad que nos sirve para comunicarnos de forma efectiva, afectiva y resolutiva, nos lleva al éxito social y personal. El voluntario aprende a reconocer, defender y respetar sus derechos y de los demás. En estos ambientes de convivencia, podremos expresar nuestros sentimientos sin agresividad, tener la capacidad de decir NO, saber aceptar nuestros errores y valorarnos a nosotros mismos y a los demás.

La tolerancia es aquella habilidad del voluntario que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas, aunque no coincidan con las propias. Está ligado al respeto como un reconocimiento de la dignidad del otro, no en el sentido de “soportar al otro a pesar de…” sino de apreciar las diferencias de los otros como parte de la riqueza humana. Como podemos ver, el voluntariado impacta positivamente a la sociedad y a nuestro crecimiento personal. Es posible (seguramente) que ningún voluntario reúna bien desarrolladas todas las habilidades, pero debe contar al menos con la apertura y la motivación, que serán de gran soporte durante la práctica para que se vayan desarrollando las demás. Las habilidades tienen la bondad de ser complementadas con otras que, de acuerdo al tipo de voluntariado, se hacen presentes y necesarias, por ejemplo: además del respeto, amor y perseverancia para el acompañamiento a personas que tienen alguna discapacidad. Recorrer el camino del voluntariado suele tener tropiezos, éxitos, fracasos, momentos buenos y no tan buenos, pero indudablemente siempre será enriquecedor. Pedir ayuda a los demás para que nos enseñen aquello que consideramos que nos hace falta poner en práctica, siempre es una actitud de reconocimiento personal y valentía. No olvidemos las palabras tan acertadas de Greg Louganis: “nunca subestimes tu habilidad para mejorar la vida de alguien”; yo agregaría, “y nunca subestimes las habilidades de los demás para mejorarte”.

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