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LAS ÁREAS EN LAS QUE ME CONOZCO
Cuando hablamos de nosotros mismos, solemos presumir las actividades profesionales, los logros académicos, los galardones, premios o entrevistas. Solemos pensar en aquello que nos representa, que nos da un lugar. Pero este lugar pertenece al exterior. A lo que otros ven, y que con facilidad permitimos que vean. ¿Alguna vez te has mirado al espejo y te has aplaudido por dejar de criticar tu aspecto físico? ¿Te has descubierto más libre o feliz, para que esa nueva forma de mirarte te permita seguir aceptando nuevas maneras? De pronto, te diste cuenta de que ese pensamiento recurrente hoy ya no está. Algo cambió en el último mes, porque ahora sabes que cuando te deprimes o te sientes amenazado buscas consuelo en un platillo determinado, en alguna bebida o manía: ya puedes identificar que, justo cuando estabas a punto de caer en lo de siempre, paraste y algo cambió. Avanzaste. Solemos caer con facilidad en todas aquellas formas que nos habitan por aprendizaje, por repetición, por búsqueda, por cultura, por costumbre, porque no cuento con nada más, porque no hay otras herramientas. Y entonces caemos en el ataque. Des-
truimos los “pequeños logros” y
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engrandecemos los faltantes. Cuando tenga el cuerpo perfecto, cuando logre la meta del mes, cuando en un futuro lejano algo suceda; podré soltarme un poco y perdonar la voz interna y lacerante de “me falta”. Una buena pregunta sería: ¿Qué te falta? Experimentar con ella es maravilloso; porque puede que nos lleve en un camino de auto aceptación que abra nuevas posibilidades. Partir desde lo que no tengo, suele colocarnos en un lugar de dolor. Y si es muy profundo, no nos llevará a un “¿Para qué?”; sino a un “¿Por qué?”; y nos veremos atrapados mucho tiempo intentando darle respuesta. Cuando podamos darnos a la tarea de observar nuestra naturaleza cambiante y única, y aquella permanente, podremos lograr el equilibrio. Es excelente que hayas identificado que tu cuerpo necesita algunos ajustes, con que la pandemia nos subió de peso, que la ansiedad nos llevó a comer dulces y harinas para sentirnos mejor. Que el pijama con el que andamos en la oficina virtual ha dado espacio para que nos tomáramos a bien un gusto más. Bueno y, ¿qué hemos aprendido de todo esto? ¿Qué áreas de ti haz descubierto? Porque el viaje no sólo ha sido encierro, comer y ver tele… ¿Qué has despertado en ti? En el momento presente, se escapa una oportunidad cada minuto para dar espacio a lo que puedo agregar a mi lista de logros personales. Y
me refiero a las capacidades que han surgido en una época difícil. Nuevas conexiones neuronales. Soluciones novedosas. Esclarecimientos. ¡Cuántas cosas habremos dejado ir! ¡Cuántos duelos, cuántos llantos, enojos, desesperación, junto con el ejercicio de adaptarnos a una nueva manera de vivir, de “vivirnos”! Y luego de pasar por todo eso, llegan videos de personas que sufrieron en otras épocas y minimizamos el dolor, la pena, el fastidio. Como si no fuera legal sentir, porque lo nuestro es nada. Está bien como perspectiva, pero no como valor. Damos una escala a las emociones, luego entonces, nuestras alegrías también son menos comparadas con otros. Observamos… siempre lo exterior, siempre comparando. Hay una idea que recuerdo de un profesor en la universidad que nos hablaba del biotipo o la forma de graficar la estructura del cuerpo humano, él nos decía: La persona se debe comparar contra sí misma: dónde comenzó y cómo ha ido cambiando. No con el mejor atleta de alto rendimiento del mundo, el cual ni siquiera tiene la misma estatura. Esta idea me dio lo que yo llamo el autocrítico sano. En el mundo de la nutrición, mucho del ejercicio es mirar los logros. Y cómo podría hacer eso, si permanentemente me estoy minimizando; si estoy intentando alcanzar a otros en lugar de descubrir mis ritmos. Sin nombrar las formas nuevas en las que he cambiado, crecido. Una cosa es segura: no puedo ir al punto cero, no puedo porque, aunque no logre verlo, no estoy ya en ese sitio. Es vital reconocer aquellos peldaños que he logrado avanzar para desarrollar de manera sana al crítico interno. Al que puede evaluar el camino y que puede partir desde una mirada compasiva. Al que ve nuestras áreas de oportunidad. Actualmente, se nos dice que está bien ser multitareas; pero ello nos lleva a estar en todos lados y en ninguno a la vez. Expande toda nuestra mente y no en el sentido adecuado. Estamos queriendo abarcar todo y, al no ser posible esto nos deprime, nos cansa, nos enfada. Y abandonamos. Nos rendimos. Entonces… Un momento a la vez, éste. La propuesta es simple: dejemos descansar un poco a la mente de sus ocho a trece mil pensamientos por minuto y paremos sólo un momento. Parece que estamos en un torbellino, en un ejercicio de dolores y pensamientos constante y no logramos respirar. La respiración cambia en todos los eventos importantes de nuestra vida: al nacer, respiramos por primera vez y una bocanada grande nos inunda, llenamos los pulmones; al morir la respiración cesa y se vacían, pero antes de este paso el ritmo cambia. En el lapso entre un punto y otro nuestra respiración se ajusta y desajusta, dependiendo de lo que esté sucediendo. Por ello, parar y observar nos da la pauta para cambiar la manera en cómo lo hacemos. Entramos a un espacio distinto cuando respiramos profundamente y, entonces, nuestra mente está dispuesta, puede ser entrenada. ¿Qué estoy haciendo ahora? Lees y eso te coloca en atención, en este punto puedes continuar con: “Lo estoy haciendo bien, me doy permiso para estar, para disfrutar, lo he logrado en este momento”. ¡Listo! has pasado a un instante distinto, sin el látigo, sin el juez. Mi abuela decía, y tenía mucha razón: “Se jalan más moscas con miel, que con vinagre”. Por tanto, la intención es desestructurar aquello que hemos aprendido a hacer. Construir una nueva voz interna más sana, con atención y paciencia. Justo hoy estaba viendo un video, y una frase quedó dando vueltas en mi mente; la comparto: “Cuando miras el cero, ves nada. Pero cuando miras a través de él, ves todo”.