Identidades humanas y diversidad convivencial

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IDENTIDADES HUMANAS Y DIVERSIDAD CONVIVENCIAL

Marcel Arvea Damián

Materiales de Estudio de los Círculos de Investigación


IDENTIDADES HUMANAS Y DIVERSIDAD CONVIVENCIAL* Marcel Arvea Damián

La identidad ontológica del ser humano El ser humano es un ser excepcional, extraordinario y único. La ciencia en general y todas las disciplinas científicas en lo particular no dejan de demostrarlo; con todo, estas cualidades esenciales e intrínsecas a la condición humana nunca han sido reconocidas ni respetadas por la institución escolar, sino siempre han sido violentadas, perseguidas, segregadas y hasta asesinadas. El ser humano es un ser excepcional porque representa la materia viva más compleja y desarrollada por la evolución de la vida en el planeta. Extraordinario porque además de ser natural y biológico es un ser cultural y biográfico; un ser biológico, cultural, histórico y existencial. Único porque es irrepetible, irreductible, inacabado e indeterminado. Precisamente: la unicidad del ser humano es lo que le hace ser a cada individuo irrepetible, irreductible, inacabado e indeterminado. Cada ser humano es una excepción única en el universo y en la historia, y por ello cada persona representa una originalidad igualmente única, irreductible, inacabada e indeterminada: multidiversa como multiverso es donde el ser humano es y existe. Ello no sólo sucede en el ser humano en tanto persona e individuo que es, sino esa originalidad y diversidad se expresa también en pueblos, naciones, grupos, comunidades, sociedades y culturas. Cada cultura y cada sociedad, cada comunidad o grupo, cada ser humano en su momento histórico y existencial, es único y excepcional. Esta unicidad excepcional que le hace ser de algún modo singular y particular es precisamente la identidad generadora de la diversidad humana; la identidad refiere al ser y al “modo de ser”, identidad ontológica por la cual el ser del ser humano se expresa de algún modo particular (su modo de ser). Por esta razón el ser humano es uno y múltiple en su identidad y diversidad. Aún más, una operación del pensamiento nos permite comprender que el universo no es otra cosa que la manifestación de la complejidad dinámica de la materia. Ninguna estrella se parece a otra a pesar que podamos verlas y comprenderles como iguales por la palabra que las identifica: «estrellas». Todo en el universo es diversidad y la materia tiene una vocación natural a ello, a la especialización, complejidad y perfeccionamiento. Esta diversidad como especialización y complejización de la materia que busca perfeccionamiento en su unicidad, en su identidad, se observa también en toda la *

Ponencia presentada por el autor para el I Congreso Internacional de Interculturalidad, celebrado en la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH), Tapachula, Chiapas, México (octubre 2014). 2


materia y antimateria componente del universo, de tal manera que la «diversidad» está en sintonía y armonía con el desarrollo universal de la materia; por eso la identidad de la materia es siempre diversa y con tendencia natural a la diversidad. Incluso, esa tendencia de la materia a la diversidad es tan poderosa como inacabada, “infinita” dijeron Pascal y Teilhard de Chardin, pues ambos observaron que hay un infinito hacia lo inmenso (macrocosmos) y otro hacia lo diminuto (microcosmos), pero existe también un tercer infinito hacia lo complejo (desarrollo). El ser humano es entonces el organismo más desarrollado creado por la naturaleza y la evolución de la materia, por la evolución de las especies. Pensemos en una neurona humana y comprenderemos muy pronto que se trata de la materia más compleja del universo conocido; más compleja que una estrella o un pulsar; se trata de materia viva consciente de sí misma; célula autoconsciente capaz de transformar su realidad. La neurona humana es un universo de sensación, percepción y pensamiento, de conciencia y autoconciencia humana; por ello decimos que esa complejidad especializada y única que es el ser humano le hace −en su unicidad irrepetible−, un ser con identidad en su diversidad. Cada cultura, cada experiencia histórica y existencial influyen en la vida de cada persona, pueblo, comunidad y nación. Cada creación material y espiritual del ser humano es única y excepcional. El ser humano es una identidad única y singular en un universo de total diversidad. Hasta aquí podemos decir que la identidad es condición ontológica del ser humano pues le es intrínseca en cuanto su unicidad y diferencia; sin embargo, la diversidad no es inmanente a su ser, no le es intrínseca a su condición humana, sino es, en estricto sentido, producto de las relaciones que establece con otras identidades humanas, únicas y diversas también. No hay diversidad sino como relación de las identidades humanas. Con todo esto pretendo decir que los seres humanos somos iguales pero no idénticos. De ser así, nuestra igualdad humana se desarrolla conforme a nuestra condición común; esto es: todos los seres humanos somos iguales porque poseemos la misma dignidad, la misma libertad y los mismos derechos; ello es en esencia la igualdad de la condición humana, pues en todo lo demás somos únicos y distintos, semejantes y diferentes, ello conforme a nuestra identidad y a la diversidad que le condiciona. Todo lo aquí escrito y referido reafirma la primera proclamación de los Derechos Humanos hecha hace quinientos años, aquí, en Chiapas, por Fray Bartolomé de las Casas: «El género humano es uno, y todos los hombres son iguales.»

«Todas las naciones del mundo son hombres y de cada uno de ellos es una no más la definición.»

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Es decir, la igualdad humana nace de la dignidad, libertad y derechos, de nuestra identidad ontológica única y distinta y en la diversidad humana que todo ello puede generar.

El ser humano es único como identidad biológica y cultural Así, el ser humano es único biológicamente porque su identidad genética es irrepetible aun cuando su genoma pueda ser replicado. La oveja Dolly −por ejemplo−, clonada e idéntica a su madre, nace distinta de ella por el desgaste cromosomático heredado, lo cual le hace distinta de su madre y parte de la diversidad. Aun cuando dos o más seres pudieran ser idénticos genéticamente (genotípicamente), el fenotipo les expresará diferentes, distintos y únicos; en pocas palabras, la tendencia a la diversidad fenotípica −los memes−, distinguirán a unos de los otros para proseguir en sintonía con el desarrollo de la diversidad universal de la materia. El ser humano también es único social y culturalmente pues su experiencia y existencia histórica le singularizan en su identidad única y particular. Es decir, una persona es única en sí y para sí misma y lo es también para su comunidad vital y existencial…. El niño Margarito García, hijo de Linda y Alejandro García, ambos mazatecos, es un ser único e irrepetible conforme a su identidad ontológica y humana; único también como indígena mazateco, único como oaxaqueño, mexicano y latinoamericano que es.

La prohibición de las identidades humanas Por ello, por ir contra las identidades humanas, la escuela capitalista ejerce profunda violencia contra ellas; se trata de una escuela discriminadora, racista, machista, homofóbica, clasista, sexista, etc.; toda una larga lista de agravios contra la condición humana pretenden ahora ser diluidos −o mejor dicho ‘disueltos’−, en la retórica de la “educación inclusiva”, “atención a la diversidad” y otros sofismas retóricos y mal intencionados que no permiten centrar el problema en el foco del conflicto: la invisible injusticia que sufren los “anormales”, “testigos de Jehová”, “enfermos de SIDA”, homosexuales, lesbianas, personas que sufren el estigma social de la discapacidad… Y es que la escuela capitalista y su largo medallero de agravios contra la condición humana hace cada vez más penitenciarios y selectivos los procesos de ingreso, permanencia y egreso de su denominada educación “de calidad”; seleccionando y rechazando conforme a diferencias humanas, contra todas las identidades humanas que por ser distintas al totalitarismo del sistema, son excluidas, neutralizadas e invisibilizadas. La selección del sistema elige solamente personas y grupos que por su capacidad productiva y su enajenación y 4


subordinación al modelo productivo, les convierten en forzados candidatos a un largo vía crucis de escolarización y domesticación que además dice ser laica, gratuita y obligatoria. Así, la escuela capitalista violenta y finalmente expulsa a quienes, por su identidad o condición “otra”, son excluidos, agraviados, menospreciados y violentados por los criterios discriminatorios y clasistas que norman las relaciones, procedimientos y prácticas de la educación y escolarización capitalista. Con todo, la evidencia nos demuestra que las personas con identidades “otras” son “prohibidas de ser” (Freire), de tal modo que no tienen ni encuentran otra opción que luchar y defender sus legítimos derechos. Es entonces que la emersión y participación de las identidades diversas, por llamarlas de algún modo, se organizan y trabajan para reclamar una escolarización que respete y aliente −en igualdad−, la identidad ontológica de cada ser humano.

Educación en la identidad y diversidad humana Cuando el Sistema Educativo Nacional se incluye y participa en la política educativa de “atención a la diversidad”, lo hace ignorando las identidades sustantivas y constitutivas de esa pretendida “diversidad”. Lo cierto es que la diversidad es propia y natural a la educación como relación humana, y ello quiere decir que toda práctica educativa que no respete la identidad y diversidad humana no podrá ser en el estricto sentido del término educación, pues la educación debe por fuerza y necesidad reconocer la igualdad, libertad y derechos de la condición humana, generadoras del amplio espectro de la diversidad. Si el ser humano se expresa siempre conforme a una identidad única y excepcional, la educación no puede sino reconocerla y desarrollarla respetando su identidad original, su modo único y propio de ser, su cultura de origen, desde la propia raza, lengua, orientación sexual, credo o condición corporal o mental, etc. Por ejemplo, a nuestras hijas e hijos les educamos alentando la identidad y unicidad intrínseca a su ser; educo a Paulo para que sea Paulo conforme a su identidad única, conforme a su excepcionalidad irrepetible, para desarrollar al máximo la identidad potencial latente en todo su ser. Paulo tiene derecho a ser reconocido como Paulo pues nadie puede ocupar su lugar; sin embargo, esa identidad única de Paulo no sólo debe ser reconocida sino promocionada y alentada siempre y cuando sirva a la vida y su desarrollo, pues educamos al ser para que sea lo mejor posible, y ese “mejor posible” sólo puede ser y suceder conforme al desarrollo de su identidad y singularidad irrepetible, respetando y alentando su identidad humana y su modo único de ser. En consecuencia, existe un malévolo error metodológico cuando el Sistema Educativo Nacional pretende atender la diversidad sin considerar el derecho legítimo de autodeterminación de las identidades humanas, especialmente de las identidades oprimidas. Lo peor de este modelo paradigmático de “atención a la diversidad” es que pretende resolver los agravios hechos a las identidades 5


oprimidas desde los criterios y prácticas enajenantes de las identidades dominantes −de las clases dominantes−. Es el desarrollo de la identidad única del ser lo que podría permitir la justa participación en el marco de la diversidad educativa, pero el problema lamentablemente ha sido enfocado al revés. Ante tal desigualdad y menosprecio contra las identidades oprimidas, el sistema educativo ofrece equidad, inclusión y calidad, pero siempre referenciadas al patrón escolar de capacitación para el trabajo y conforme a estándares que obviamente nunca consideran la diversidad de las identidades humanas sino un estándar uniformador de rendimiento, eficiencia, eficacia y productividad. La mano de obra también se reproduce y selecciona en la escuela conforme a un patrón de calidad y rendimiento. Por ello pensamos que es necesaria una educación en la identidad y no sólo una educación que atienda la diversidad, pues como hemos argumentado la identidad única del ser es a priori de la diversidad humana. No es la diversidad quien hace las identidades; son las identidades quienes generan la diversidad. Si ello es así, la educación y la escuela deben salvaguardar el derecho a la identidad y a la diversidad humana, y este reconocimiento, defensa y promoción de las identidades en su legítima diversidad es esencial a la educación, a sus procesos y procedimientos todos, a sus rituales y ritos, a su reglamentos y prácticas escolares, pues no hay educación que pueda atender la diversidad sin el previo reconocimiento, respeto y desarrollo de las distintas y diversas identidades humanas.

Negatividad de la educación en la identidad y diversidad La escolarización, es decir, la forma de ‘educar’ en el capitalismo, se ha negado persistentemente a respetar y animar el desarrollo de la identidad como tendencia natural y universal de todos los seres y legítimo derecho de cada persona; la escolarización persiste en desconocer la identidad única e irrepetible de cada ser humano. La escuela y escolarización capitalistas son instituciones y procedimientos que buscan obsesivamente “normalizar” y “domesticar” las identidades diversas, y ello se hace desde el marco paradigmático de la “atención a la diversidad” y la “educación inclusiva”, pues la evidencia demuestra que la escuela niega e invisibiliza persistentemente las identidades humanas en todas sus prácticas y procedimientos adoctrinadores y enajenantes. Por ejemplo, la tolerancia como valor propio para una instrucción enajenante; tolerancia a la diferencia y singularidad de cada identidad que constituye lo fecundo de la diversidad humana. El sistema educativo “tolera” las identidades diversas pero separándolas siempre; las incluyen pero las dificultan; las integran pero desde la diferenciación y segregación. Es inhumano para niñas y niños hacer de sus escuelas zonas de tolerancia para una educación diversificada. Por el contrario, una educación verdadera y humana comprende el derecho a la 6


identidad y diversidad y a todo cuanto ello produce; pues la educación debe ser, en primera instancia, antes que un acto de aprendizaje, una práctica humana de dignidad, libertad y justicia. Con todo, la escuela capitalista y su instrucción enajenante no pueden separarse de la sintonía ni del ritmo universal de la diversidad. Conforme a ello, el sistema supone diversidad cuando en realidad impone “diversificación”; la escuela capitalista reconoce diversidad sólo para diluirla en el plano de la equidad y no conforme a la justicia y desarrollo de la identidad singular a la que cada persona, pueblo o nación tienen derecho; de tal manera que la identidad única del ser (individuo, comunidad, pueblo, nación) termina por diluirse en las aguas turbias del paradigma neoliberal de la diversificación y nulificación, de asimilación e invisibilización de las identidades humanas. El Sistema Educativo Nacional asimila las identidades humanas en el marco limitativo de la “atención a la diversidad” y por tal razón muy pronto dejarán de existir escuelas indígenas, de educación especial, integradoras, inclusivas… Nunca debemos olvidar que esa ‘diversidad’ que dice atender la escolarización capitalista −conforme a la diversificación−, son políticas educativas aplicadas siempre sobre personas, grupos, comunidades y pueblos históricamente oprimidos, explotados, olvidados, condenados, discriminados, víctimas históricas de las injustas prácticas de la escuela capitalista. Una niña tzotzil, por ejemplo, que habla y piensa como tzotzil, desplazada con su familia a la ciudad de México por causa de la pobreza y la violencia, diluye su identidad tzotzil en la diversificación heterogénea del grupo escolar. Una escuela semi-urbana de la ciudad de México no puede atender su identidad tzotzil, la cual es única, singular y particular. Todo lo contrario, de pronto, la niña tzotzil se ve obligada a ‘integrarse e incluirse en la diversificación de la prácticas escolarizantes que diariamente le despojan de toda su identidad original tzotzil; de su modo de ser tzotzil; de su sentir, pensar y hacer tzotzil… Al final de su escolarización despersonalizante (lo que ello dure), la niña tzotzil egresará o desertará de la escuela con un profundo desmedro en su identidad ontológica original. Así, una educación en la diversidad debe atender necesariamente la identidad ontológica de cada persona conforme a su dignidad, libertad y derechos, pero también conforme a su condición cultural, social, racial, sexual, mental, corporal, etc. Este reconocimiento de la igualdad humana en cuanto seres con libertad, dignidad y derechos debe trascender en el desarrollo de la identidad ontológica de cada persona o grupo humano; dicha educación podría entonces favorecer y desarrollar la identidad de las personas, pueblos y naciones desde el desarrollo de su cultura y lengua, conforme a sus necesidades de desarrollo particulares y en el respeto mutuo que supone la humana convivencia en la diversidad. Esto demanda ampliar nuestra visión de escuela como centro transmisión del saber; es decir, dejar de concebirla solamente como una institución para la transmisión de conocimiento para ampliarla y transformarla −humanizarla−, en un centro de libertad, democracia y justicia; un espacio de igualdad y dignidad donde se aliente la diversidad desde el desarrollo mismo de las identidades 7


humanas, pues ciertamente son las relaciones entre identidades quienes generan la diversidad. Esas relaciones entre identidades capaces de generar diversidad deben ser convivenciales, pues la diversidad no supone “vivir” ni “sobrevivir” sino “convivir” humanamente en comunidad (Íllich, Dussel), todas y todos por igual porque todas y todos somos seres humanos con identidad única, extraordinaria y excepcional; porque todas y todos somos iguales en dignidad, libertad y derechos. Así, una educación en la identidad sólo puede ser y suceder en la negatividad que representan las identidades subyugadas, menospreciadas y violentadas por su condición “otra” a la dominante y totalitaria. Sólo situándonos en la negatividad de las identidades oprimidas podrá ser elaborada y desarrollada una educación en la identidad, en la alteridad y diferencia, en la convivencia de la diversidad humana. Por tales razones, la educación en la identidad desarrolla y reflexiona su acción contra el racismo y sus atrocidades inhumanas, contra la violencia de género; contra la discriminación religiosa; contra la injusticia diaria que sufren muchas personas con discapacidad. Una educación en la identidad y diversidad convivencial es esencialmente una lucha por igualdad, dignidad, libertad y justicia. Entonces, una educación en la identidad supone una lucha para crearla y concretarla desde el ejercicio práctico de principios éticos; supone también que las identidades se igualan, integran y fortalecen en la dignidad, libertad y derechos que les corresponde, pues se trata de principios éticos superiores capaces de construir la convivencia humana que supone la dialéctica entre identidad y diversidad.

Identidades prohibidas en la escuela y educación capitalista Enfrentamos diversas prohibiciones a resolver: • Género (Contra el machismo y discriminación de la mujer y otras orientaciones e identidades sexogenéricas.) • Raza (Discriminación por origen étnico, lengua, vestimenta, diferencias corporales como altura, constitución física, color de piel, ojos, pelo, etc.) • Cultura. (Contra discriminación de grupos, pueblos y comunidades humanas y de sus respectivas prácticas de reproducción cultural.) • Religión. (Contra la discriminación por credo y prácticas de culto.) • Discapacidad. (Contra la injusticia que sufren personas por alteraciones corporales, motoras o mentales, etc.) • Enfermedad o condición insólita y excepcional. (Contra el desprecio educativo que sufren niñas y niños por causa de enfermedad, migración, guerras, situación hospitalaria o carcelaria, etc.) • Edad (Contra la gerontofobia del Sistema Educativo Nacional)

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Necesitamos crear una educación lo suficientemente humana que pueda atender la diversidad e inclusión en un marco de igualdad y diferencia; es decir, desde la dignidad, libertad y derechos intrínsecos y comunes a la condición humana; pero también, necesariamente, una educación que reconozca, respete y promueva el derecho a la identidad ontológica de cada comunidad, pueblo, cultura o nación, de cada ser humano, pues todo ello no podrá ser ni suceder si la escuela persiste en la diversificación de la injusticia, violencia y discriminación de siempre. Por el contrario, se trata de crear, construir y concretar una educación en la identidad y diversidad de la convivencia humana. Para lograrlo, la escuela debe, necesariamente, dejar de ser un centro de transmisión del saber para convertirse en una comunidad de identidades dignas, libres e iguales: un centro de justicia y democracia para el desarrollo de las identidades humanas, y desde ellas, de la diversidad convivencial que las define. Finalmente, la educación en la identidad y diversidad convivencial no podrá ser sin la formación humana y profesional del magisterio. Exige de maestras y maestros amplio criterio, actitud correcta y ejercicio práctico de principios éticos capaces de respetar, reforzar y alentar las identidades diversas, pues dichos principios éticos son capaces de desarrollar la convivencialidad necesaria a las identidades y diversidades humanas. No es la diversidad en sí lo que se busca crear, no se trata de una diversidad cualquiera sino de una diversidad convivencial. Es responsabilidad intransferible del magisterio educarse y educar privilegiando la identidad ontológica de cada persona desde su comunidad vital y existencial; respetando, animando y desarrollando las identidades humanas en diversidad convivencial.

Universidad Autónoma de Chiapas Tapachula, Chiapas, México; verano 2014

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