Quinto Evangelio. Proclamación del Cristo del Corcovado, de Leonardo Boff.

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DEL QUINTO EVANGELIO

PROCLAMACIÓN DEL CRISTO DEL CORCOVADO

Leonardo Boff

Editorial La Mano.


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DEL QUINTO EVANGELIO PROCLAMACIÓN DEL CRISTO DEL CORCOVADO

Leonardo Boff

Editorial La Mano

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Catalogación TÍTULO: Proclamación del Cristo del Corcovado. AUTOR: Leonardo Boff. TRADUCCIÓN: Marcel Arvea. EDITORIAL: La Mano. COLECCIÓN: Guelaguetza. TEMÁTICA: Educación. Ecología, Economía, Bienaventuranzas, Comunidad, Historia de América, Ecología, Bioética.

Traducción: Marcel Arvea. Fotografía de portada: Dominio público Página web: https://mybookhq.wordpress.com/category/chapters/ Diseño de portada e interiores: Alejandra Duarte de la Llave y Fernando Cupé.

Editorial La Mano. Comunicación: Facebook: Editorial “La Mano” Hecho en México. Primera Edición. Oaxaca de Juárez, Oaxaca, 14 de septiembre de 2016.

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DEL QUINTO EVANGELIO PROCLAMACIÓN DEL CRISTO DEL CORCOVADO Leonardo Boff

n aquellos días, al cumplirse 80 años de su existencia, el Cristo del Corcovado se estremeció y reanimó. Lo que era cemento y piedra se hizo carne y sangre. Extendió los brazos, como queriendo abrazar el mundo, abrió la boca, habló y dijo: «Bienaventurados son todos ustedes: pobres, hambrientos, enfermos y caídos en tantos caminos sin un buen samaritano que les socorra. El Padre, que es también Madre de bondad, los tiene en su corazón y les promete ser los primeros herederos del Reino de la justicia y la paz. ¡Ay de ustedes, dueños del poder! que durante 500 años han chupado la sangre de los trabajadores, reduciéndoles a combustible barato para sus máquinas productoras de riqueza injusta. No seré yo quien les juzgará, sino las víctimas que hicieron y detrás de las cuales yo mismo me escondí y sufrí. Bienaventurados son ustedes, indígenas de tantas etnias, primeros habitantes de estas tierras sonrientes, que viven en la inocencia de una vida en comunión con la naturaleza. Fueron casi exterminados; pero ahora resucitan con sus religiones y culturas, dando testimonio de la presencia del Espíritu Creador que nunca les abandonó. ¡Ay de aquéllos que los subyugaron! matándoles por la espalda y por la cruz, negándoles su humanidad, satanizando sus cultos, robándoles sus tierras y ridiculizando la sabiduría de sus chamanes.

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Bienaventurados, una vez más bienaventurados, ustedes, mis hermanas y hermanos negros, injustamente traídos de África para ser vendidos como objetos del mercado, hechos carbón para consumirse en los ingenios; siempre acosados y muriendo prematuramente. ¡Ay de aquéllos que les deshuamanizaron! La justicia clamará a los Cielos hasta el día del juicio final. ¡Maldito el barracón, maldita la picota, maldito el látigo, maldito el grillete, maldito el barco negrero! Bendito el refugio, adviento de un mundo de libertos y de una fraternidad sin distinciones. Bienaventurados los que luchan por tierra en el campo y la ciudad, tierra para vivir y trabajar, para obtener el alimento para sí, para los otros y para las hambres del mundo entero. Maldito el latifundio improductivo que expulsa a sus propietarios y asesina a quien lo ocupa para vivir, trabajar y ganar el pan de sus hijas e hijos. En verdad les digo: llegará el día en que serán expoliados. Y la poca tierra del campo será puesta sobre sus sepulturas. Bienaventuradas son ustedes, mujeres del pueblo, que resisten contra la opresión milenaria, que conquistan espacios de participación y libertad y que luchan por una sociedad que no se define por el género. Sociedad en la cual hombres y mujeres: juntos, diferentes, recíprocos e iguales, inauguren la nueva alianza perenne del compartir, de amor y corresponsabilidad. Benditos son ustedes, millones de niñas y niños mendicantes, expulsados a las calles, víctimas de una sociedad de exclusión que perdió la ternura por la vida inocente. Mi Padre, como gran Madre, enjugará sus lágrimas y les estrechará en su seno porque ustedes son sus hijos e hijas más queridos. Felices los pastores que sirven, humildemente, al pueblo, entre el pueblo, con el pueblo y para el pueblo. ¡Ay de aquéllos que portan vestimentas vistosas, se envanecen de sus televisores, usan símbolos sagrados de poder, exaltan el Padre Nuestro y olvidan el Pan Nuestro! Cuántos no usan su cayado contra las ovejas y no contra los lobos. No los reconozco ni testimoniaré en su favor cuando comparezcan delante de mi Padre. 5


Bienaventuradas las Comunidades Eclesiales de Base, los movimientos sociales por tierra, por techo, por educación, por salud y seguridad. Felices quienes, sin necesidad de hablar de mí, asumen la misma causa por la cual viví, fui perseguido y ejecutado en la cruz. Sin embargo, resurgí para continuar la insurrección contra el mundo que valora más los bienes materiales que la vida, que privilegia la acumulación privada a la participación solidaria y que prefiere alimentar a perros antes que a personas hambrientas. Bienaventurados los que sueñan con un mundo nuevo, posible y necesario, donde todos puedan caber, la naturaleza incluida. Felices son aquellos que aman a la Madre Tierra como a su propia madre, respetan sus ritmos, dándole paz para que pueda rehacer sus nutrientes y continuar produciendo todo aquello necesario para vivir. Bienaventurados los que no desisten sino resisten e insisten que el mundo puede ser diferente y lo será; mundo donde la poesía caminará junto al trabajo, la música se unirá a las máquinas y todos se reconocerán como hermanos y hermanas, habitando la única Casa Común que tenemos: este bello y luminoso pequeño planeta Tierra. En verdad, en verdad les digo: Felices son ustedes porque todos son hijos e hijas de la alegría, pues están en la palma de la mano de Dios. Amén.»

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