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Malvinas: Tácticas y estrategias de una escritura sobre la guerra
Por Chica Galáctica1
Contar una guerra es uno de los tantos tópicos de la literatura y más si esta está en sintonía con el relato nacional. No debe haber nación que no cuente entre su tradición literaria con la epopeya heroica de alguna gesta fundante. Las guerras fundan, en el sentido más estricto de la palabra: erigen, establecen, instituyen, edifican y, por sobre todas las cosas, dan sentido al activar los dispositivos latentes de la identidad nacional. Al ámbito de la literatura, no sólo le ha suministrado temas y motivos como pretexto de escritura, sino que, además, ha propiciado la oportunidad de ensayar diversas matrices narrativas que oscilan entre vencedores y vencidos, entre traidores y héroes, entre beligerantes y pacifistas, o tal vez la amalgama de ambas. La guerra, como contienda violenta entre bandos disidentes, provee, entonces, claves de lectura (y por qué no de relectura) que echan luz sobre fenómenos políticos y sociales, aún cuando lo bélico está ausente del escenario político.2 Sin embargo, la guerra como fenómeno político, histórico y social siempre plantea problemas a la hora de su representación ficcional y muchos más aún, cuando el posicionamiento se da desde el bando de los derrotados, ya que la capitulación y el fracaso frente a una causa perdida siempre es un revés difícil de sobrellevar. No obstante, la Guerra de Malvinas, como hecho histórico que ingresa a la literatura nacional a finales del siglo XX, presenta dilemas aún más intrincados. Porque si las guerras perdidas cuestan, pero con el tiempo se asumen; una guerra que conviene perder, plantea problemas más arduos y acaso insolubles. En este sentido, sólo se pueden entender las implicancias del fenómeno reformulando el famoso axioma de Von Clausewitz, ya que en Malvinas la guerra fue la 1
Profesora en Letras en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, Sede Comodoro Rivadavia. Maestranda en Letras, U.N.P.S.J.B. Becaria de la Especialización en Literatura Latinoamericana, Universidad Federal de Integración Latinoamericana (Foz do Iguaçu - Brasil) (araujoso@hotmail.com) Una versión preliminar del presente artículo fue expuesta en las Jornadas de Debate sobre Identidades en Patagonia, llevadas a cabo en la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la U.N.P.S.J.B. (Sede Comodoro Rivadavia) en setiembre del 2010 2 En este sentido, basta pensar en gran parte de la literatura argentina del siglo XX, que puede ser leída en este registro: Diario de la guerra del cerdo de Adolfo Bioy Casares, Megafón o la guerra de Leopoldo Marechal, etc. en las cuales la guerra no ingresa al terreno de lo literario como fenómeno histórico sino como meramente ficcional, es decir, la ficción produce y ocupa el lugar de una contienda bélica inexistente, para hablar de otra cosa, por ejemplo: del peronismo.
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continuación de la política, pero no por otros medios, sino por los mismos. En esta línea de pensamiento, León Rozitchner propone la continuidad entre la “guerra sucia”, emprendida por los militares al interior del territorio nacional, con la otra: la “guerra limpia”, llevada adelante fuera del país. Dicho enfoque arroja luz sobre ese punto ciego de la crítica política al impugnar el paradojal alineamiento de cierto sector de la izquierda argentina, más precisamente del Grupo de Discusión Socialista exiliado en ese momento en México, con la Junta Militar. Al respecto manifiesta Rozitchner: “…Sucede que, para la perspectiva ilusoria del Grupo Socialista, el acto violento ejecutado por la Junta, que prolongó hacia afuera la prepotencia impune armada interior, no era un acto de guerra: era de “recuperación”. Es otra apariencia e ilusión lo que aquí impera y […] nuestros amigos toman del proceso temporal de la guerra, sólo el acto puntual comenzante, el “hecho” que “parecería” ser sin violencia […] pero no la totalidad de los actos que le dan su acabado y que es la resistencia inglesa a la agresión […] Y estos dos aspectos la ofensiva y la defensiva, son los que constituyen la unidad del acto de guerra…”ROZITCHNER, León (2005: 34)
De esta manera, el planteo de Rozitchner dilucida el extraño sofisma al que arriba la izquierda argentina, al realizar una operación de desplazamiento cuando coloca a la Junta Militar como un “mal menor”
respecto de ese “mal mayor” que supondrían las
aspiraciones colonialistas de Inglaterra y EEUU. Así, tanto derecha como izquierda quedan alineadas bajo la omnipotencia de la fuerza bruta de una guerra que es presentada bajo el eufemismo de la “recuperación”. Si las Malvinas son argentinas, lo son en la medida en que refuerzan o ratifican esa condición de despojados, de víctimas del colonialismo. Al respecto Martín Kohan afirma: “… En la conformación de la identidad nacional, la cuestión de la mera posesión territorial de las islas no parece ser lo decisivo. Integradas al territorio nacional, las Malvinas serían argentinas en la misma medida en que lo son la provincia de La Pampa, la ciudad de Alta Gracia o la laguna Epecuén. Estando, en cambio, en poder de los ingleses, las Malvinas ocupan un lugar único en el imaginario de los argentinos: son las “Hermanitas perdidas” a las que hay que recuperar…” KOHAN, Martín (1997: 56)
En el plano discursivo, el ingreso del evento Malvinas al sistema de la narrativa argentina se da bajo el signo de una clara autoconciencia narrativa. En todos los casos se traza una
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trayectoria elíptica respecto del hecho histórico y concreto de la guerra, para hablar de otra cosa: de la pura farsa de la ofensiva armada, de la culpa colectiva por el apoyo a la Junta Militar y de la inanidad del discurso épico oficial. Desde Los pichiciegos de Fogwill (escrita durante el desarrollo mismo de la guerra, pero publicada recién en 1983), “Memorándum Almazán” de Juan Forn (en Nadar de noche 1991), El desertor de Marcelo Eckhardt (1992), “El amor de Inglaterra” de Daniel Guebel (en El ser querido 1992), Las islas de Carlos Gamerro, (1998) hasta Una puta mierda de Patricio Pron (2007), la literatura expone y opone, a la versión del discurso oficial de la gesta histórica, su propia versión: la de la irrelevancia sobre la soberanía de las islas. Al hacerlo, cuestiona el núcleo fundante del relato de la identidad nacional: ese Gran Relato Argentino cuya función es homogeneizar, otorgar un horizonte común al imaginario social, y por ende legitimar un sistema de inclusión y exclusión basado en el proyecto político hegemónico. Táctica I: Escritura como falsificación Los relatos de Juan Forn y Diego Guebel hacen centro en lo tocante a la presencia de una escritura que falsea, adultera y corrige los acontecimientos narrados. En “Memorándum Almazán” de Juan Forn, el foco está puesto en la figura del excombatiente y su supuesta legitimidad debido a la escasez de registros precisos sobre los contingentes movilizados a las islas.3 Forn construye la trama del cuento en base a la usurpación de identidad: un joven chileno se hace pasar por Matías Almazán, soldado mendocino que efectivamente había luchado en Puerto Argentino, y que se presenta en la embajada argentina en Santiago de Chile alegando ser un ex combatiente para obtener un empleo en ese organismo. El fraude se consuma cuando el usurpador se presenta, además, como mudo y es allí donde la escritura entra a jugar un rol fundamental, ya que la comunicación se dará, entonces, a partir de “papeles garabateados” y “papelitos lacónicos” que cerrarán el círculo perfecto de la farsa. Esa comunicación escrita que establece el falso Almazán ni siquiera roza la más
3
En este sentido Jorge Warley afirma: “…Las cifras que el periodismo y las organizaciones que agrupan a excombatientes han publicado en el último período son claras. El número de los que reclaman haber estado en la guerra es casi el doble de los que efectivamente lo hicieron…” En WARLEY, Jorge (comp.): La guerra de Malvinas (Argentina, 1982) Bs. As., Biblos, 2007; p. 25
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mínima alusión sobre Malvinas, pero activa en sus lectores una interpretación que sólo puede ser leída en clave de culpa social y cargo de conciencia frente al ex combatiente: “…el chico escribió que […] tenía un cansancio de tal naturaleza que sólo un trabajo prolijamente rutinario le produciría alivio[…] Aranguren que había perdido toda capacidad de análisis leyó cansancio y pensó en la guerra, en barro, escarcha y neblina, pesadillas tremendas y ya no me acuerdo cuántas cosas más…” FORN, Juan (2007: 25)
De esta manera, la escritura expone y activa los resortes de una culpa colectiva entre los que se quedaron en el continente y, eventualmente, vitorearon en la plaza y los que fueron a combatir. Una controversia que todavía sigue dando que hablar y que divide las aguas respecto del respaldo popular frente a la ocupación de las islas. Por un lado, León Rozitchner manifiesta: “…En ese momento no hubo ojos ni palabras en el interior del país para espejar este instante criminal donde toda una población se une en la complicidad del crimen para soslayar el miedo que le aterra […] esa población agradecida por los bienes recibidos, no por conquistados […] un país reventado ahora por ocultar, en ese compromiso, el terror del cual creyeron salvarse en la complicidad infame…” ROZITCHNER, León (2005: 23)
Por el contrario, Vicente Palermo asume una posición muy distinta a la de Rozitchner respecto de la actitud popular frente a la ocupación de las islas: “…Creo que a Rozitchner se le va la mano, y está lejos aquí de la comprensión del acontecimiento como aquellos que se limitaron a despacharlo como demencia colectiva. Los argentinos no se unieron en la complicidad de un crimen, por mucho que yo considere que […] lo que se estaba festejando sea un acto criminal […] Creo que no se puede identificar, como lo hace Rozitchner, sin más ni más, los móviles del régimen para invadir con los motivos de una sociedad para celebrar la invasión; se superponen en parte, pero no en todo. No es que no me parezca terrible lo que entiendo de veras criticable […] Pero si había una implícita e incluso abyecta complicidad social en materia de violación de los derechos humanos […] se había instalado en vastos sectores sociales bien antes de la ocupación de las islas, ya desde fines de 1979 (una vez que el paso de la CIDH trae los crímenes a la luz pública de un modo que ya nadie puede negar “saber”) […] Me parece que en la desorientación de Rozitchner hay cierto reduccionismo, que
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deriva de que no termina de aprehender la densidad política y cultural de la propia “causa Malvinas” PALEMO, Vicente (2007: 224)
Como vemos, el texto de Forn ficcionaliza un debate aún no saneado en la sociedad argentina: el de la responsabilidad popular de secundar y apoyar la decisión de la Junta Militar de invadir las islas. Por otra parte, si una peculiaridad tuvo la Guerra de Malvinas fue, justamente, su carácter extraterritorial, ya que los enfrentamientos se produjeron siempre en el mar y en las islas a kilómetros de distancia del continente. No obstante, una de las aprehensiones que surgieron en esos días quedó para siempre inmortalizada en la ya clásica canción de Charly García: “No bombardeen Buenos Aires”. En el texto de Daniel Guebel, “El amor de Inglaterra”, el temor se vuelve realidad; la acción transcurre en medio de una Buenos Aires con refugios antiaéreos, silbidos de bombas y constantes ataques de la aviación enemiga. Sin embargo, la guerra no es más que el telón de fondo de una historia de amor, ya que la verdadera contienda se lleva a cabo en otro ámbito: en el de la literatura. Porque, básicamente, es en el territorio de las letras en el que este amor encuentra su máxima consumación. Alcira, la protagonista de la historia, se fascina con la escritura del novelista Henry James y emprende la monumental tarea de comentar y prologar toda la obra del narrador inglés. Y si lo agonístico trae consigo los signos más funestos del aniquilamiento del enemigo, en este caso el desenlace nos se hace esperar, Alcira muere pero lo hace, paradójicamente, bajo las bombas de los aviones que llevan las banderas de su autor predilecto y al cual le ha dedicado gran parte de su vida. A su deceso, su pareja prologa y reescribe íntegramente la obra sobre Henry James y lo publica, por error, bajo su autoría con gran éxito editorial: “…había olvidado señalarles a los editores la autoría de lo expuesto en el libro […] corrí hasta las oficinas y me encontré con el primer ejemplar recién llegado de la imprenta: en lujosa encuadernación, el trabajo de Alcira se desmerecía ostentando sólo mi nombre y mi apellido. Me indigné pero ya era tarde para modificarlo […] Todo el mundo creyó encontrar, en esta delicada obra, la configuración teórica de la decadencia y ruina de la literatura inglesa. Ingenua o deliberadamente se homologaba el ensayo a la situación bélica […] Frente a esta mentira políticamente necesaria, ¿para qué iba a molestarme en anunciar la clarinada de una verdad que nadie quería oír? Esa verdad estaba condenada al silencio…”GUEBEL, Daniel (2005:27)
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Como vemos, al igual que en el texto de Forn a la escritura como falsificación, le sigue la usurpación de la identidad. En este sentido, tanto en Guebel como en Forn la escritura opera como falsificación: adultera y corrige los acontecimientos narrados y al hacerlo toca irremediablemente el problema de la Verdad y de la Memoria. Quizás, menos en términos de Verdad Histórica, que en tanto Historia como construcción narrativa, como postula Hayden White. En las novelas de Carlos Gamerro y Patricio Pron, en cambio, el dislate y el absurdo parecen permear como principio constructivo de la narración, con la certeza de que sólo así es posible contar lo disparatado de la empresa militar en Malvinas. Mientras en Las islas de Gamerro se entrecruzan pasado y presente y Malvinas prolifera en múltiples instancias de representación y de simulacro (en la torta de los excombatientes, en el video game en el que los argentinos siempre ganan, en las manchas de la pared del Borda, en las dos hermanitas Down: Malvina y Soledad etc.) en Una puta mierda, Pron ensaya una mirada infantil para narrar la guerra como un cuento absurdo y disparatado.
Táctica II: Escritura como memoria Por otra parte, en Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill la escritura ingresa bajo la forma de una transcripción que recupera la memoria de un pichi, un soldado que cuenta no la guerra sino apenas una visión subterránea de la misma. El que narra es un sobreviviente de Malvinas cuya supervivencia se debe, no al hecho de haber combatido y haber salvado su vida, sino, justamente, por no haberla ni siquiera puesto en juego en el campo de batalla. La particularidad de estos soldados radica en que no participan de la guerra como combatientes; son pichis que viven bajo tierra en algún punto del suelo malvinense, entre las líneas argentina y las tropas inglesas, y que sobreviven robando o intercambiando con un bando y con otro aquello que necesitan para su supervivencia, mientras esperan que pase el enfrentamiento. En este sentido, la estrategia de construcción de la pichicera opera como una desterritorialización que escapa a la lógica territorial de la guerra, con otras reglas y otras jerarquías procuradas, quizás, de lo bélico pero adoptadas de manera desviada. Es
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decir, menos al servicio de ganar la guerra que de sobrevivir a cualquier precio a ella. De esta manera, lo que caracteriza la voz de Quiquito, único soldado sobreviviente de la pichicera, es justamente, la prescindencia de ese tono épico propio de una gesta guerrera, porque según Julio Schvartzman: “…elige la perspectiva y la lengua de una picaresca de guerra, de la corrosión de los límites entre los bandos, de la negativa cínica a hablar en serio de los bandos involucrados […] Pero en la línea de la picaresca de guerra, la comprobación del engaño no conduce, en el interior del relato, a la denuncia, sino a la adaptación y a la adopción de estrategias similares. Todo lo cual naturaliza la figura de la alta traición, es decir, desarrolla una práctica sin culpas que se mueve como pez en el agua, y que sólo el discurso estatal podría nombrar como alta traición, una categoría nunca establecida en el texto…” SCHVARTZMAN, Julio (1996: 135-148)
Eliminados, entonces, los sostenes morales y nacionales fundantes de esta guerra, la memoria adopta una materialidad formateada con valores de mercado y de intercambio: se recuerdan marcas de productos (Jockey Club, Nestlé, Tres Plumas, Seiko, Kolynos, Camel, Parisiennes, etc.), se recuerdan pesos, medidas, cantidades y distancias porque como afirma Beatriz Sarlo: “…Sin héroes y sin traidores […] la novela evalúa en términos de mercado de sobrevivientes y, se sabe, un mercado es abstracto en sus reglas de funcionamiento general de intercambios y concreto en la apreciación particular de las mercancías…”SARLO, Beatriz (2007:450)
De esta manera, ya casi al final de la novela cuando el protagonista evoca el momento en que encuentra a todos sus compañeros muertos en la pichicera, no aparece ninguna huella cabal de estremecimiento ante el horror: “…si lo recuerda bien, cree que lloró un poco…” FOGWIL, Rodolfo (2008: 155).
En este sentido, la memoria pichi sólo salvaguarda
aquello que puede ser percibido objetivamente en términos mensurables para la supervivencia. No hay lugar para el sentimentalismo, la denuncia o el cuestionamiento de una guerra justa o no; sólo el ajuste a las reglas del juego: “…La guerra tiene eso […] Si entendés te salvás, si no, no volvés de la guerra…” FOGWIL, Rodolfo (2008:67) Táctica III: Escritura como deserción
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Ahora bien, dentro del panorama de la literatura patagónica, la referencia a la obra de Marcelo Eckhardt resulta un hito insoslayable a la hora de referirnos a la narrativa sobre Malvinas. Si como afirma Martín Kohan: “…Para la literatura, la guerra de Malvinas no ofrece […] más peripecias que las de la supervivencia o las de la deserción…” Eckhardt ensaya esta última opción. En El desertor, el protagonista de la historia abandona el campo de batalla en una balsa junto a un gurka, llamado irónicamente Hang Teng, hasta que son rescatados por los tripulantes del Patusán, un barco factoría ruso, y a partir de allí emprenden un viaje nómade y errático por el océano recalando en un sinfín de lugares: Perú, Berlín, Barcelona, Paraguay, etc. Si en Fogwill asistíamos a una materialización del recuerdo, en El desertor de Marcelo Eckhardt, en cambio, la preeminencia está puesta en la materialización de la escritura: “… La birome choca contra el papel amarillo […] La birome hace un ruido pequeño y raro…” Una escritura que, a su vez, se interroga sobre sus propias imposibilidades e incertidumbres: “…Te contaré cómo y hasta dónde pueda la historia de Yo perro García y ojalá pueda hacerlo…” El texto de Eckhardt trabaja en los intersticios entre la voz y el silencio y en esa tensión la escritura aparece apenas como un “…ruido de la nada en la cinta de la guerra…” para correr el mismo destino que sus personajes: adoptar la forma de la fuga y el devenir respecto del Gran Relato Nacional. Si como afirma el protagonista de la historia: “…En el mundo actual todo es mezcla, confusión; no se entiende del todo lo que acontece…”la escritura lleva consigo el sino de la incomunicación, del puro ruido bajo la forma de la mera redundancia o, en algunos casos, de una mala traducción: “…XXhP dijo que él sólo se limitaba a traducir literalmente porque, a su entender, lo histórico debe traducirse en forma literal; aunque, claro aquí es donde surgen los problemas puesto que la traducción literal cambia el sentido de las frases y de las ideas pero que, una vez más: a su entender, ese ya no era un problema del traductor sino de los individuos intervinientes…” ECKHARDT, Marcelo (1992:58)
Al poner a la escritura en crisis acerca de sus propias posibilidades de realización, Eckhardt cuestiona, por ende, la verosimilitud del discurso histórico como construcción narrativa. De allí, que en el relato de Karl Bernárdovich Radek, aquel héroe – traidor que escribe a favor de la paz y de la deserción, la incertidumbre sobre el final de su vida se resuelve en el plano
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de los gestos y las señas elocuentes, ante
la imposibilidad de otorgar y ordenar
discursivamente el relato: “…Tratamos el tema de la traición y del héroe desde la narración de Nicolás acerca de un tío abuelo suyo, un tal Karl Radek, héroe y traidor de la revolución rusa […] a través del filtro comunicativo de XXhp. XXhp filtraba los sonidos de Nicolás y los transfusionaba a un español correcto, sobrio; pero los gestos de Nicolás, exaltados y torpes, rara vez coincidían con la traducción […] Hay tres versiones sobre su muerte: una, que fue fusilado; otra, que murió a manos de sus propios compañeros de cárcel […] la última que murió de un ataque cardíaco […]meses después descubrimos con Nicolás que XXph tradujo mal el final de la historia de Radek ¿Cómo lo descubrimos? Fácil, a través de gestos y elocuencias…” ECKHARDT, Marcelo (1992:56-58)
En este sentido, en la narrativa de Eckhardt se opera un deslizamiento desde esa Verdad con mayúscula, propia del discurso oficial, hacia otras zonas a partir de las cuales la escritura queda en primer plano y sin solapadas intenciones se exhibe como lo que realmente es: como pura mediación. Si en Forn y Guebel la escritura opera bajo la forma de la falsificación y adulteración de los hechos narrados y pone en crisis las identidades, en El desertor, en cambio, se debate en la propia incertidumbre e imposibilidad de narrar y opta por la deserción de ese tono épico, ya ensayado por su antecesora Los pichiciegos de Fogwill, escrita en clave picaresca. De esta manera, vemos cómo en la narrativa sobre Malvinas, las ficciones ensayan diversas posibilidades y al hacerlo se interrogan sobre lo Real; sobre los propios alcances y los medios de su interrogación. Así, la escritura prescinde de la Historia como documento, como fuente y, de ese modo la Guerra de Malvinas pasa a ser apenas una mera referencia en estos relatos para hablar de otra cosa: de cómo se escribe la Historia, de cómo se falsifica la memoria y de cómo se construye la identidad nacional y al hacerlo la Literatura produce otra verdad. Una verdad a contramano y acaso paradojal, pero no por eso menos certera e irrebatible. BIBLIOGRAFÍA: ECKHARDT, Marcelo: El desertor. Bs. As., Quipu, 1992
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FOGWILL, Rodolfo: Los pichiciegos. Bs. As., Interzona, 2008 FORN, Juan: “Memorandum Almazán” En WARLEY, Jorge (comp.): La guerra de Malvinas (Argentina, 1982) Bs. As., Biblos, 2007 GUEBEL, Daniel: “El amor de Inglaterra” En WARLEY, Jorge (comp.): La guerra de Malvinas (Argentina, 1982) Bs. As., Biblos, 2007 KOHAN, Martín: “El fin de una épica” en Revista Punto de Vista. Bs. As., N° 64, 1999 -------------------: “Malvinas en seis partes”. En Espacios de crítica y producción, Nro. 22, Bs. As., U.B.A., Nov.-Dic. 1997 ROZITCHNER, León: Malvinas: de la guerra sucia a la guerra limpia. Bs. As. Losada, 2005 PALERMO, Vicente: Sal en las heridas: Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea. Bs. As. Sudamericana, 2007 SARLO, Beatriz: “No olvidar la guerra de Malvinas” en Escritos de literatura argentina. Bs. As., Siglo XXI, 2007 SCHVARTZMAN, Julio: “Un lugar bajo el mundo: Los pichiciegos de Rodolfo Fogwill” en Microcríticas. Lecturas argentinas (Cuestión de detalle) Bs. As., Biblos, 1996 WARLEY, Jorge (comp.): La guerra de Malvinas (Argentina, 1982) Bs. As., Biblos, 2007