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El estado y la ficción en La ciudad ausente de Ricardo Piglia Por pasavento
Desarrollo En La ciudad ausente Piglia trabaja con varias tramas aunque todas parecieran aludir y desembocar en materializar lo no visible1; a propósito de esto, podríamos conjeturar que la máquina ideada funciona como una metáfora de la novela. La ausencia aparece bajo el género de lo femenino: una mujer, una ciudad, una nación. Ese tridente es combatido a partir de la ficción. La mujer a partir de la invención de una máquina; la ciudad a partir del rescate de memorias-ausentes. La nación a partir de la combinatoria de ambas. En la novela surge una alimentación mutua entre la Historia y la ficción. Hemos de considerar que ambas se alimentan y se confunden. Por momentos, una hace de soporte de la otra y en otros casos el mecanismo se invierte. A su vez, la retórica y la crítica literaria nutren a la ficción. Es interesante este punto porque aquí los saberes (léase las teorías cuyo campo discursivo es el ensayo) engrosan la ficción. No deberíamos, también, no suponer que La ciudad ausente es un ensayo sobre la construcción de una realidad a partir de una pérdida y del (los) artefacto(s) que se inventan para hacer visible esa ausencia. En tal caso, la operatoria es inversa a la anterior: la imaginación literaria está al servicio de los saberes. En cualquier caso, la combinatoria de recursos discursivos interpela a la Historia. Nicolás Rosa dice que “el discurso de la Historia pretende colocar la ficción del lado de lo irreal, cuando es la realidad la que está del lado de la ficción. La Historia ambiciona decir lo real y quiere decirlo compulsivamente, pero se encuentra siempre atrapada entre
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Podríamos extender esta acepción y hablar de una contra-realidad.
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las leyes del discurso y del acontecimiento (…) Nunca como hoy las fabulaciones han invadido el mundo de la realidad haciéndose pasar por lo real”.2
La Ciudad Ausente de Ricardo Piglia puede leerse bajo la hipótesis que desarrolla el autor en Crítica y Ficción: se narra un viaje o se narra un crimen. Sobre lo primero, aspecto que tendremos en cuenta en principio, podría decirse que quien realiza un doble viaje es Junior, un periodista-investigador, que se sumerge por los caminos no oficiales (clandestinos) de la ciudad y en ese recorrido como si fuese una metonimia de la propia novela debe desplazarse por los relatos de la máquina-Elena quien se encuentra en el Museo3. Althusser caracterizaba al estado en dos grandes aparatos: el represivo y el ideológico. El primero funciona mediante la represión (legitima la violencia); el segundo mediante la ideología (legitima, su ideas, a través de la persuasión). En ambos controla y disciplina; busca en su doble combinación de producir (sujetos en serie), imponer (a aquellos que no someten a la ley) y reproducir (en continuado): es visto como un gran ad-hesivo de esas individualidades. Persuasión y violencia (sus dos) brazos ejecutores que utiliza el estado para garantizar la reproducción de las condiciones de producción.
La ficción del Estado El estado en La Ciudad Ausente aparece como una tiranía que somete y oprime a sus ciudadanos y sobre sus conciencias y del que hay que huir, en principio, por los caminos ausentes del tránsito oficial, pero también como un ente que, mediante ficciones, articula los relatos de sus ciudadanos. Dice Piglia que el estado construye ficciones4 y 2
Nicolás Rosa, Artefacto. Rosario: Beatriz Viterbo, 1992. Páginas 35-36. En un reportaje que le realicé a Martín Kohan a propósito de su libro Museo de la revolución, el escritor afirma que “no necesariamente el museo es un cementerio, es decir aquello que no tiene vida o aquello que no tiene vigencia; se podría pensar que un museo es un ámbito de capitalización de la memoria, es un lugar de activación”. Esta idea podría también aplicarse en el texto de Piglia. 4 Hay una máxima, creada por el líder del mayor partido político argentino y repetida hasta el hartazgo por sus discípulos, “la única verdad es la realidad”. 3
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que no se puede gobernar sin construir ficciones. Vale acaso preguntarse ¿Qué es un juez cuya sentencia confina a una persona a la cárcel? ¿O bien un individuo, con sotana, que ultima con sus palabras a una pareja a estar juntos para siempre? ¿O un uniformado capaz de golpear, torturar y vejar en nombre de la ley? Pareciera que son meros roles ficcionales insertos en una red de más ficciones a la que solemos llamar democracia y en la que, amparados bajo su tutela, debemos con-vivir a diario. Ahora bien, sabemos que no siempre, en la cotidianidad, se cumple un orden. Y es allí cuando aparecen los conspiradores o los perturbadores de lo establecido. En La Ciudad Ausente, su título, pareciera aludir a una pérdida. Pero, durante su lectura, los lectores podemos percibir que esa falta no es tal. Lo ausente, en tal caso, es la presencia de las micro-historias que van surgiendo desde la máquina-Elena y que se van enlazando a través de Junior, quien vagabundea por circuitos no tradicionales. La máquina-Elena -clara alusión biográfica a Macedonio Fernández y a la imposibilidad de olvidar la muerte de su esposa Elena de Obieta- recoge, reproduce y rescata del olvido todas las historias y voces que están ocultas en la ciudad y que, a su vez, re-escriben otra historia: la no-oficial. Invento que surge a partir de la negación de una pérdida, los relatos que nacen de la máquina-Elena se duplican en (por) su traducción y se multiplican en (por) su recreación5: funcionan como una metonimia del texto. En uno de los relatos, Junior se encuentra con una ex militante de izquierda, ella en su cuerpo y mente sufre la re-conversión de haber sido re-habilitada (previa internación clínica) por el poder estatal. A diferencia de la mujer de los años 70’, Julia Gandini, ahora en los 90’, estaba apta para vivir en la superficie. “Yo en los 70’ interpretaba la realidad impulsada más por la emotividad que por la lógica política. Hoy mi visión del pasado es totalmente distinta. Vivíamos el fanatismo ideológico. Creo que la revisión no tiene que ser a partir de los últimos años, sino que va mucho más allá. Crecimos a partir de una cultura civil y política equivocada.
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Qué otra cosa es sino el proceso de traducción que duplica el texto original; y qué el proceso de lectura que re-crea otra vez el texto.
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Tuvimos que pasar esta hecatombe para darnos cuenta el valor de la vida y de la democracia”. 6 Ad-herir a este discurso, el que se oficializa en la década del 80’, con la Teoría de los dos demonios7, significaba estar adaptado ya a los valores epocales y posibilitaba el alta médica de la clínica re-habilitadora a Julia. Esa aceptación, además, de-mostraba la hipótesis que Piglia presenta en Crítica y Ficción: “el Estado en una gran máquina de hacer creer” (..) “el poder se sostiene desde la ficción” (…).
El Estado y la Ficción La ciudad que describe Piglia en la novela está siempre bajo la omnipresencia asfixiante del Estado: luz constante, autos que custodian, alarmas o sirenas reiteradas y policías con la “última palabra” son (algunos) signos y símbolos que emergen entre calles, avenidas, subterráneos y museos reconocibles, ante los ojos del lector, y que configuran el mapa del texto. Sobre ese mapa en el que se mueve Junior se entre-cruzan los relatos que salen de la máquina-Elena. Ese cruce, visible en la novela, por su carácter fragmentario, permite que la novela se des-gaje en varios núcleos narrativos (muchos salen de la máquina) capaces de des-doblar-se en múltiples historias8. Junior lee, con sus ojos estrábicos, las historias que surgen de la máquina-Elena, mientras recorre lo oculto de la ciudad; en tanto el lector también debe tener una mirada estrábica: con un ojo debe ver la parte (las múltiples historias de la máquina-Elena) mientras que con el otro debe recorrer el todo (la novela). Esa mirada “virola” obliga a ver la fragmentación en su totalidad y la totalidad en su fragmentación.
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Ricardo Piglia, La ciudad ausente. Buenos Aires: Planeta, 2004. Página 95. Cuyos escribas son beneficiados, cada tanto, con algún préstamo estatal para alguna Fundación. 8 La novela parece un gran zapping de relatos, en el que el lector, como si entrase a un shopping, parece perder las coordenadas espacio-temporales. Las figuras que empleamos: zapping y shopping no son meras casualidades. 7
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Si tenemos en cuenta que el Estado ficcionaliza lo real (hace creer) para borrar los signos de la opresión, la res-puesta que sub-yace en ausencia, sería la máquina-Elena, símbolo del estrabismo y que surge en respuesta a la mirada cosificadora y al discurso monologal del Estado: ve la realidad tal cual “es” (la oficial) pero mira9 lo oculto, “la otra” historia que surge de la esa ficción10. “La inteligencia del Estado es básicamente un mecanismo destinado a alterar el criterio de la realidad. Hay que resistir. Nosotros tratamos de construir una réplica microscópica,
una máquina de defensa femenina, contra las experiencias y los
experimentos y las mentiras del Estado”. 11 La máquina-Elena, al narrar las realidades ausentes, al trabajar con la (c)o(n)trarealidad, aparece como una alternativa al poder unívoco del Estado. Este, en tanto, al manipular la realidad busca producir, imponer y reproducir su ley. Es por eso que desde el estado se busca des-activar la máquina-Elena para que la gente la olvide. El Estado de la Ficción “Combato la realidad desde la ficción” (Piglia)
La de-construcción derridiana, término heredado de “destruktion” de Heidegger, deshace las estructuras metafísicas y retórica para re-construirlas de otra forma. Surge de des-mantelar desde el interior, el pensamiento moderno basado en oposiciones binarias: bien-mal;
centro-periferia;
ficción-realidad.
Si
simplificásemos
(mucho)
ese
pensamiento podríamos arriesgar y decir que Piglia des-compone desde el interior de la ficción esas oposiciones binarias de la filosofía occidental hasta con-fundirlas: se puede decir, entonces, que en esos supuestos universales se establece una jerarquía (el bien sobre el mal; el centro sobre la periferia; la realidad sobre la ficción, ¿la historia sobre la ficción?) que como bien lo mostró Nietzsche esconde un instinto de dominación. La tensión que surge en la novela entre los aparatos estatales y la máquina-Elena quizás deba leerse en ese sentido. Por un lado, la voz del estado erigiéndose en el centro como 9
El ver busca cosas; el mirar sentidos. Esta idea no está muy alejada a la tesis de Piglia sobre el cuento. En Crítica y Ficción sostiene que en el cuento siempre se narran dos historias: una manifiesta y la otra latente. 11 Ricardo Piglia; La Ciudad Ausente. Buenos Aires: Planeta, 2004. Página 153. 10
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única y exclusiva para representar la realidad, dispuesto a unificarlo todo y, en el otro, la máquina incorporando y reproduciendo la contra-historia (la de la novela) y la de la contra- Historia. Visto así, el Estado se transforma en un sistema generador de ficciones y esos relatos los re-presenta como (su) verdad: lo real es sometido a la ficción en su representación. Piglia, en La Ciudad Ausente, diseña un mecanismo ficcional, simbolizado en la máquina-Elena, que operaría como opuesto a la ficción estatal y en cuyo funcionamiento se articularan una contra12-ficción-estatal. En ese orden, la literatura podría definirse como una ficción que, asumiendo su carácter, busca aproximarse a la verdad, sabiendo desde el mismo inicio (de) sus limitaciones. En cambio, la ficción estatal, narra una mentira, que se presenta como una verdad unívoca para dominar a los hombres. De La Ciudad Ausente, de la máquina-Elena, emergen, entonces, pedazos de historias13 que el estado oculta: los desaparecidos en dictadura, los fusilamientos a los primeros anarquistas, la picana de Lugones, los olvidados de Malvinas pero no sólo rescata el pasado mediato de la historia argentina sino también vagabundos, suicidas, locos, inventores, anarquistas, seres cuyas voces son marginadas de los poderes del estado. Piglia, entonces, des-hace la ciudad, pone en superficie lo oculto (o lo callado)14 no con el fin de dominar, ese sería el objetivo del estado y caería en lo que socava, sino con el objetivo de que sean vistas (o leídas) o, al menos, escuchadas. Al des-hacer la ciudad tal como desde el estado nos la re-presenta; en su doble acepción de presentación: la visible, ante los ojos; y en su re-presentación: desde la escritura; Piglia, al vaciarla, al des-mantelarla, le niega la posibilidad de un centro, de un punto fijo del cual asirla, y la re-convierte, a su ciudad, en un mero discurso capaz de
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No debiéramos leer el pre-fijo como una oposición, sino más como un peso a soportar. Convendría aquí leer en sus dos acepciones: la-s historia-s que surgen de la novela y la Historia como gran receptáculo de la memoria de los hombres. 14 Hace poco, un rey español interrumpió el discurso de un mandatario latinoamericano al grito de “Por qué no te callas”. En su no breve discurso, el presidente, elegido democráticamente, enumeraba las tropelías cometidas por la corona española en el continente. Es decir: le daba voz, con ello los hacía visibles, a los ausentes. 13
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configurar una nueva cartografía, cuyas divisorias, como si fueran significados que se mueven, se desplazaran de significante en significante.
La posibilidad de un(a) a(isla)miento “Precisamente porque la literatura nos permite comprender la vida, nos deja fuera de ella” (Enrique Vila-Matas)
¿Cómo escapar de una máquina de control y vigilancia que actúa sobre la memoria (o sobre el pensamiento) de los habitantes? ¿Cómo vaciar esa memoria? ¿Cómo soportar la ausencia de una pérdida? ¿Cómo re-escribir la ciudad? ¿Desde dónde? El último desplazamiento de Junior en la novela es hacia el afuera de la ciudad: a una isla15. Ese viaje de ida del personaje por el Delta del río Paraná, cuyo destino final desemboca en la Isla Santa Marta, refiere a su vez a uno de las historias (al menos espacialmente) que surgen de la máquina. Allí, en esa isla-real, se conecta con Russo, el inventor de la máquina y que le revela las razones de su construcción: la desesperación de Macedonio por retener a Elena, más allá de su muerte. Russo había aprendido del físico-alemán Richter, el arte del invento. Su maestro había engañado a Perón “sólo con palabras” 16. Le había hecho creer que tenía el secreto de la bomba atómica para luego establecer una simetría: “Los políticos le creen a los científicos (Perón-Richter) y los científicos a los novelistas (Russo-Macedonio). Los científicos son grandes lectores de novelas”. 17 Esa argucia de Russo -que copia a Richter- pone de manifiesto el poder de la ficción para crear realidades y desmantela desde el interior la máxima de Perón: “la única verdad es la realidad”. Esa inversión de poder que hace coincide con la búsqueda de Piglia: “No se trata de buscar la realidad en la ficción” (realismo) sino de buscar la ficción en la realidad” (utopía) . 18 15
Pareciera ser otro guiño autobiográfico a Macedonio. El escritor de Museo de la novela de la Eterna viaja junto a Julio Molina y Vedia, entre otros, hacia una isla del Paraguay en 1897 para fundar una comunidad anarquista. 16 Piglia aquí parodia el poder de persuasión oral de Perón. LCA. Página 150. 17 Ricardo Piglia, La ciudad ausente. Buenos Aires: Planeta, 2004. Página 151. 18 Ricardos Piglia; CyF. Buenos Aires: Anagrama, 2001.
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El viaje de Russo hacia la isla, su estadía, le permite entender el poder la ficción pero además conecta su historia, como si fuera una lectura en espejo o auto-referencial, con uno de los relatos de la máquina-Elena. Allí, en ese relato, también surge lo utópico, lejos del alcance estatal. En “La isla”19 las fronteras lingüísticas-geográficas-sociales-políticas han sido derruidas. Sus habitantes, fugitivos del mundo, construyen un lenguaje en común pese a sus diferencias. “el lenguaje se transforma según ciclos discontinuos que reproducen la mayoría de los idiomas conocidos (registra Turnbull). Los habitantes hablan y comprenden la nueva lengua, pero olvidan la anterior” (..) “El carácter inestable de la lengua define la vida en la isla”.20 Transformación e inestabilidad para definir modos (formas) de vida; comprensión (llegada) y olvido (apertura); términos que conviven en un no-lugar (utopía) desde donde asirse
pero que señalan movilidad. Y en ese movimiento, donde todo se
transforma, la voz (¿de la literatura? ¿de Macedonio? ¿Piglia? ¿la máquina?) para contar no la verdad oficial, sino su (in)posibilidad, su búsqueda e(x)terna (ausente) como meta y no como destino.
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En la novela, era el lugar donde eran enviados los disidentes políticos de todo el mundo. Podríamos suponer que, irónicamente, Piglia haya pensado en Malvinas: sitio, en contra-partida, al que eran llevados los obedientes patriotas defensores de la Nación. 20 Ricardo Piglia, LCA. Buenos Aires: Planeta, 2004. Páginas 128 y 129.
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Bibliografía: Ricardo Piglia; Crítica y Ficción. Buenos Aires: Anagrama, 2001. Ricardo Piglia; La ciudad ausente. Buenos Aires: Planeta, 2004. Jonathan Culler; Sobre la deconstrucción. Madrid: Cátedra, 1998. Marc Goldschmit, Jacques Derrida, una introducción. Buenos Aires: Nueva Visión, 2004. Nicolás Rosa, Artefacto. Rosario: Beatriz Viterbo, 1992. Macedonio Fernández; Museo de la novela de la eterna. Buenos Aires: Corregidor, 2007. Alvaro Abos; Macedonio Fernández, la biografía imposible. Buenos Aires: Plaza & Janés, 2002. Diego Vecchio; Egocidios. Rosario: Beatriz Viterbo, 2003.