E
l 11 de octubre del 2011 se llevó a cabo una de las varias mesas de discusión programadas para el Festival Vértigo de los Aires, organizadas como complemento del proyecto crítico de literatura, arte y nuevos medios: agroraspeed.org. El eje temático de las mesas fue la relación entre poesía y nuevas tecnologías. Los textos presentados a continuación son dos de las ponencias leídas por los maestros Araceli Zúñiga y César Espinosa para la mesa titulada “La lírica del código: metacreadores de artefactos poéticos”. Además de estas, los artistas Eugenio Tisselli y Laura Balboa participaron con intervenciones grabadas en video, realizando una exposición acerca de su trabajo y su relación con la poesía y el arte electrónico. Los videos pueden ser consultadas en: http://agoraspeed.blogspot.com/p/ videos.html. El código informático está basado en una serie de permutaciones logradas por el uso de un grupo estructurado de palabras. Un programador trabaja con suposiciones que crearán una acción continua de elementos mediante la transformación de notaciones lógicas en acciones. Uno de los intereses primordiales de la charla fue plantear distintos ángulos acerca de las puertas traseras de la poesía de nuevos medios; su estructura e incidencia, así como proyectos que hacen uso de dichas maniobras para desestructurar el orden de programaciones ya dadas para la creación de disposiciones nuevas. De este modo, la poesía escrita para plataformas virtuales como Internet implica muchas veces la construcción de artefactos informáticos que son en sí mismos el poema. Los programas para construir textos, como el conocido ‘Bacterias Argentinas’ de Santiago Ortiz, utilizan estrategias que ponen en juego la persistencia del poema, enfrentándolo a formaciones fugaces de interactividad que, dado que también proceden mediante una estructura de vacíos y complementos, son capaces de provocar las mismas sensaciones de espacialidad privilegiada que cualquier otro texto literario, pero desde su expansión y virulencia. Las ponencias de los maestros Zúñiga y Espinosa fueron también publicadas en la revista electrónica Escaner Cultural, revista virtual de arte contemporáneo y nuevas tendencias, No. 141, junto con un interesante texto de César Espinosa con reflexiones derivada de aquel día.
poe- y sĂa escri-
tura las bodas del sentir y del sentido
CĂŠsar Horacio Espinosa V.
Entre el concepto Y la creación Entre la emoción Y la respuesta Cae la sombra T. S. Eliot Arte y ciencia son, fundamentalmente, caminos paralelos cuyo objetivo es el mismo: ampliar el conocimiento. Ciertamente, hay quienes mencionan la existencia de grandes diferencias en cuanto a método y metas. De hecho, a finales del siglo XX esas diferencias se decantaron enormemente mediante aproximaciones muy importantes en las neurociencias, la comunicación electrónica y la computación, los avances en las ciencias de la vida y hasta las nuevas visiones del mundo amenazado por el derroche energético, la contaminación y el desastre ecológico global. Hablamos entonces de territorios de frontera entre el sentir y el saber; ámbito liminal donde la búsqueda de conocimiento oscila entre los campos paralelos, que se funden e intersecan, de la investigación científica y la praxis apasionada del artista. Ya vivimos, en las dos últimas décadas, el crecimiento exponencial del interés y la popularidad de la poesía hecha mediante soportes diferentes al gutembergiano, en cuanto las generaciones más jóvenes –nacidas y creadas bajo la influencia enorme de la televisión y las computadoras– comienzan a ejercer su presencia en el campo de la literatura. De allí podríamos asumir que la Poesía no es algo estrictamente verbal, sino que lo verbal es una de las formas de expresarla. La poesía, hoy, se convierte en un mensaje enciclopédico: todos los símbolos contienen, en sí, todas sus acepciones. La obra se construye apelando a la práctica sensorial del lector, donde lo visto y lo leído funcionan desde lo dispuesto por el cuerpo. Sus dispositivos son entonces: ojos, oídos, lengua, manos. El cuerpo textual activa, por ende, otros códigos además del lingüístico: el icónico, el kinésico, el de circulación, Tampoco es permisible el abandono definitivo de las estrategias tradicionales de lectura, pues la poesía visual conserva elementos poéticos tradicionales. Lo transversal, la transdisciplinariedad es producto de los nuevos paradigmas culturales; la pureza parece imposible tanto en el mundo real como en el de las ideas. El poema visual participa de la modernidad, como de la redistribución del espacio poético. En las postrimerías del siglo, por obra de filósofos como Derrida, Deleuze o Foucault, el predominio del logocentrismo verbal fue desconstruido y plegado y desplegado en su abanico de poder y saber, para reivindicar lo sensible, lo visible, el cuerpo y otras instancias interdictas como vías de conocimiento y de aprehensión de la realidad.
Derrida nos plantea ya en La Gramatología que más allá de la matemática teórica, el desenvolvimiento de las prácticas de la información extiende ampliamente las posibilidades del “mensaje”, hasta un punto tal en que éste ya no es la traducción “escrita” de un lenguaje, vehículo de un significado que podría permanecer hablado en su integridad. Nos habla de un proceso de escritura generalizada, que abarca todo aquello que pueda dar lugar a una inscripción en general, sea o no literal e inclusive si lo que ella distribuye en el espacio es extraño al orden de la voz: cinematografía, coreografía, pero también “escritura” pictórica, musical, escultórica, etcétera. Y a partir de esto, de todo aquello que pueda dar lugar a una inscripción, es que el biólogo habla de escritura y de pro-grama a propósito de los procesos más elementales de la información en la célula viva. En fin, haya o no límites esenciales, todo el campo cubierto por el programa cibernético será un campo de escritura: la teoría de la cibernética tendrá que conservar la noción de escritura, de huella, de grama o de grafema. En la cultura de la fragmentación y de la especialización en la que nos debatimos, el genio digital compite con el genio poético. La poesía virtual se deriva de la poesía visual, para formar una manifestación artística independiente. Su desfase con la poesía visual obedece al desarrollo de las computadoras, y sus acepciones portátiles actuales, así como el desarrollo de los softwares. A su vez, los poetas visuales encontraron en las computadoras el medio ideal para reunir imágenes (planas o tridimensionales), sonido, música, texto y darle al conjunto movimiento, dinamismo e interacción con el receptor. Por tanto, el hipertexto, el holograma y el mismo código digital son cargados con una intención artística y poética, desde la cual se confieren al poema dos cosas fundamentales: el movimiento y la interacción. El lector deviene creador: puede intervenir, haciendo clicks, en la organización del texto, en el ritmo de aparición de las imágenes y hasta en la misma creación de los poemas. Pinchando aquí: siga las instrucciones y escriba su poema. El poema visual participa del mestizaje mediático, hace patente la picto-textualidad de la obra. Simultáneamente, los avances en las tecnologías y la apropiación de las mismas por quienes intervienen en el campo de la creatividad han propiciado un gran avance en el terreno de los poemas visivos. Bajo esa concepción surgen trabajos artísticos, tecnológicos y científicos, todos ellos encaminados a la búsqueda multisensorial. Hoy en día, los artistas se sienten libres y capaces de “hacer arte” con cualquier material y técnica imaginable. Esta libertad sin límites crea nuevas oportunidades para expresar ideas y conceptos, abre un sinfín de retos, oportunidades, elecciones y decisiones para los artistas. ¿Qué es, entonces, la poesía digital? Se refiere a aquellas obras en las cuales la computadora –en sus diversas y mutantes formas– es la herramienta imprescindible para su creación, pero también el medio por el que se difunde a través de la red de redes. La poesía digital forma parte, así, de un género más abarcador, que Eduardo Kac dio en llamar Poesía de los Nuevos Medios (New Media Poetry), y que también denomina poesía electrónica en donde involucra a todas aquellas prácticas poéticas relacionadas con los medios electrónicos: videopoesía, poesía sonora, holopoesía y poesía digital. Según Kac, los poemas digitales se manifiestan “tentativos, fluidos, cambiantes”: el texto no está dado de antemano, sino que es un parámetro del proceso de comunicación poética. Los mensajes y significados se crean a medida que el espectador percibe la obra, la cual es inmaterial. Pionero del campo denominado Holopoesía, encamina la organización del material con elementos de hipervínculo que ge-
neran un sentido tridimensional, en el que se puede circular por el poema en varias dimensiones; el desplazamiento del lector por los diferentes caminos en el orden que éste decide le da al poema una configuración cambiante y de sentidos múltiples. La holopoesía es una forma que ilustra la idea de la discontinuidad del pensamiento; la percepción del holopoema no tiene lugar ni lineal ni simultáneamente, sino en fragmentos que el lector selecciona y que adquirirán sentido en función de las decisiones que éste elija, de acuerdo a las opciones que adopte tendrá lugar la construcción del sentido. Esta inmaterialidad transforma el campo de la comunicación poética gracias a la posibilidad de realizar exploraciones imposibles de llevar a cabo en un medio gutembergiano, dando lugar a nuevas interrelaciones entre los distintos campos de la comunicación. El movimiento se ha tornado un componente básico de la poesía en el universo jobsiano, mientras la desfragmentación del discurso es una reacción de este movimiento. La hoja blanca, o el color blanquecino de la pantalla (símil del vacío), hace que el verbo se transmute en cuerpo que flota y se traslada: sea palabra, frase, oración, totalidad que salta de página recorriendo el libro o la pantalla del monitor. El lector ha saltado de su asiento para asumir un rol; el escenario es el poema. (Raydel Araoz). El signo/símbolo mallarmeano, en la apoteosis del Golpe de dados…, se expande como un big bang a través del papel dándole a la relación palabra/hoja el sentido de la analogía sólido/vacío, arquetipo de la caída. Desde ese big bang, la palabra se quiebra, cae o simula un hundimiento en la nada, en los diversos juegos del letrismo y el concretismo, donde el verbo desaparece o se transforma: el poema se desdobla en una atmósfera que se abre a la vista pero se cierra en la economía de las significaciones dándole al texto una sensación de inestabilidad. El juego de la indefinición, de la sustracción, conduce el movimiento del poema entre las fronteras (cuento, ensayo, teatro, pintura, diseño), al originar un lenguaje polidiscursivo o transgenérico. La poética-quark, en sus variantes de extraña, encanto, fondo y cima de alta inestabilidad, encuentra en Internet una gama de opciones en los dispositivos o recursos de proliferación de sentido, pues permite nuevas forma de expresión para el universo ya rico de la palabra. Es, necesariamente, una literatura inestable, una literatura fractal. Según Timothy Leary (teórico y “pontífice” de los hippies), tanto William Burroughs como James Joyce aplicaron la teoría del caos a la lingüística. Se trata de una pulverización electrónica del signo lingüístico. El mismo Leary propone la noción de una Psibernética, una literatura del «psiberespacio», cuando la próxima frontera es nuestro propio cerebro, el “neuromundo”. Aquí se funde el “signo fluido” desarrollado por Eduardo Kac en el marco de una poesía “work in progress”, en el sentido de Finnegans Wake, más cercana al funcionamiento real del cerebro. Lo que nos lleva a la noción, relativizada, de Meta-autor y Metapoema. Hoy, los sistemas de intercambio simbólico incorporan toda una batería de elementos multimedia, caracterizados por la fusión entre las telecomunicaciones, la computación a tiempo real y las redes a escala mundial.
Está claro que las llamadas de teléfono y los mensajes de correo electrónico nunca serán lo mismo cuando el video de movimiento completo (30 imágenes por segundo) conquiste las líneas digitales de banda ancha. A través de presentaciones, sistemas e instalaciones efímeras, el arte digital opera en los ámbitos del paisaje mediático y la vida en la red, de las interfaces entre el cuerpo humano y las computadoras, y de otros dispositivos electrónicos. La obra en sí deja de ser un objeto o un proceso cerrado, sino que, dotada de una forma de vida artificial, evoluciona sin solución de continuidad y por impulso propio, sea que intervenga en ella o no un ejecutor humano (según Pablo Györi). Se establece un método de producción poética simulada, que mayormente sugiere que en un mediano plazo la labor poética habrá de ser una tarea compartida entre individuos humanos y entidades artificiales, dentro de un entorno o dominio virtual. Una tarea creativa compartida con y asistida por dichas entidades artificiales en el mismo ciberespacio. Para quienes practicamos y propalamos la Poesía Experimental, los formidables recursos y márgenes de creación-recepción inaugurados por las actuales tecnologías electrónicas implican un vasto espectro de campos vírgenes que requieren un nuevo aprendizaje de lectura-escritura y dar rienda suelta a las posibilidades ilimitadas de semiosis de este nuevo libro y esta nueva imprenta.
César Horacio Espinosa Vera. Mexicano. Escritor, docente, poeta visual. Creó y ha sido coorganizador de las Bienales Internacionales de Poesía Visual y Experimental (1985-2006). Autor de libros y ensayos sobre poesía, arte, política cultural y comunicación, uno de ellos -en coautoría con Araceli Zúñiga- La Perra Brava. Arte, crisis y políticas culturales, del cual una selección de textos aparece en Ediciones Especiales de esta revista virtual.
Escaneografías de Maese Mathüsz
elvex
2 Araceli Zúñiga Vázquez
- Elvex, ¿me oyes? - Sí, doctora Calvin – respondió el robot. - ¿Continuó tu sueño? Dijiste antes que los seres humanos no aparecían al principio. ¿Quiere esto decir que aparecieron después? - Sí, doctora Calvin. Me pareció, en mi sueño, que eventualmente aparecía un hombre. - ¿Un hombre? ¿No un Robot? - Sí, doctora Calvin. Y el hombre dijo: “¡deja libre a mi gente!” - ¿Eso dijo el hombre? - Sí, doctora Calvin. - Y cuando dijo “deja libre a mi gente”, ¿por las palabras “mi gente”se refería a los robots? - Sí, doctora Calvin. Así ocurría en mi sueño. - ¿Y supiste quién era el hombre..., en tu sueño? - Sí, doctora Calvin. Conocía al hombre. - ¿Quién era? Y Elvex dijo: - Yo era el hombre. Susan Calvin alzó al instante su arma de electrones y disparó, y Elvex dejó de ser. Isaac Asimov, Sueños de Robot
¿Historias de robots? ¿Historias de ciencia ficción? Tal vez, pero sólo tal vez, porque creo que, cuando Isaac Asimov escribe sobre estas máquinas creadas por ingenieros para servir a los seres humanos, y cuando menciona unas leyes robóticas –padre él mismo de estas leyes–cuando nos forja la estructura de un Imperio galáctico –Trántor– de una forma de vida terrestre esparcida como plaga por los planetas de la galaxia –y cuando asumimos estos relatos como lejanos a nuestra realidad porque es ciencia ficción; con psicohistoriadores y robots que no sólo piensan por sí mismos sino que sienten y ejercen libre albedrío, y se casan con terrícolas y, que representan, finalmente, una nueva forma de vida, entonces creo que Asimov siempre nos está hablando de algo más... Este científico, divulgador científico, poeta y escritor de ciencia ficción decía que al tratar de expresar la tecnología del futuro era posible acertar. Y él acertó. Recreó un mundo muy similar al nuestro, al de estos días, y muy probablemente al de los días por venir, pero con una concepción del arte, de la ciencia –y de la divulgación de la ciencia– diferente. Y por lo tanto acertada. Porque Asimov habló de un mundo distinto, con una ciencia y un arte diferentes en su concepción, hechura y herramientas, como diferente será en tiempos no muy lejanos nuestra concepción de la ciencia, las artes y las humanidades. Y las fronteras entre un lenguaje y otro serán abolidas, como lo han estado siempre para los grandes artistas y los grandes científicos de todos los tiempos y de todas las culturas. La desaparición de estos muros conceptuales entre las ciencias, las artes, y las humanidades pareciese ser una de las condiciones que signan nuestro tiempo: fronteras del pensamiento; de los sensores corporales; de la poesía y la belleza, de la violencia y de la fealdad; de la escatología; de la interacción y la tolerancia; de la medición fractálica y la no linealidad; de los lenguajes todos (serpientes venenosas) que en un cambio de piel forma/fondo nos invitan, nos seducen, a la mutación...
Porque los poemas se hacen de sonido y de luz. De sonido y de luz desde la música, desde la danza, desde el video, desde los bordes irregulares de los fractales; modelos matemáticos de la naturaleza, desde los plasmas; el cuarto estado de la materia desde el que es posible la fusión nuclear; los poemas desde la sonrisa socarrona de un gato que ya no podemos ver, pero que sabemos está allí... ¿De qué estamos hablando? Estamos hablando de arte, de humanidades, de tecnología, de ciencia, de ciencia ficción, pero no bajo los conceptos asfixiantes de la cultura del hermano mayor que nos ha negado el placer de jugar, buscando... Y de las mutaciones nos está hablando desde hace muchos años este científico loco, este robot que soñaba: Asimov, irreverente, caótico, divergente, divertido, y, por lo mismo, acertado. Debemos entonces ABRIR los espacios para (tratar de) acercarnos a las nuevas formas, a los nuevos modos de vivir. De pensar, de ser... desgarrando –sin anestesia– las viejas costuras de la piel que nos cubrieron en la glaciación que hoy termina para dar cabida, y poder ser, a las nuevas escrituras del milenio, esto es: proyectos radicales de escritura y/o lectura pertenecientes a la nueva imprenta y al nuevo libro. Como los artistas del año dos mil, con propuestas inter, multi y transdisciplinarias, que interactúan con todos los lenguajes transfronterizos de la Aldea Global, ejerciendo la sinestesia – syn/unión y aisthesis/ sensación–, la percepción simultánea de estímulos sensoriales paralelos, cuando la luz y el sonido, por ejemplo, pueden mezclarse en un punto informativo y adquirir el mismo significado. Arthur Rimbaud escribió, en 1871... Esta lengua será el alma para el alma, resumiendo todo, perfumes, sonidos, colores, el pensamiento enganchado al pensamiento, y jalando. ¡El poeta definirá la cantidad de desconocido despertándose en su tiempo en el alma universal, dará más que la fórmula de su pensamiento, que la anotación de su marcha al progreso! ¡Enormidad convirtiéndose en norma, absorbida por todos, él será realmente un multiplicador del progreso! Pero si Rimbaud fue el intuitivo, el vidente, con ese necesario y sistemático desarreglo de todos los sentidos, como menciona el poeta uruguayo Víctor Sosa en su ensayo Hacia una Poesía Tecnológica, Mallarmé sería el arquitecto, el indiscutible constructor de la poesía moderna abierta hacia una radical experimentación con el lenguaje. La psicodelia exploró la percepción sinestésica a través de las drogas, hoy en día lo hace la tecnología electrónica de la comunicación y la contracultura cibernética. Vivimos la vida mirando imágenes/chatarra en el cine, la televisión, las revistas, los espectaculares y ahora el Internet, somos esos espías/voyeurs de los que hablaba Jim Morrison en Los Señores: notas sobre la percepción de imágenes (1969)... Puedes mirar las cosas, pero no probarlas... No puedes tocar esos fantasmas. Para nosotros, exploradores sinestésicos de la palabra, artistas multimedia e investigadores visuales y sonoros, la sinestesia es una forma de aprehensión simultánea, una experiencia en sí misma, y los sinestetas asumidos comenzamos a reivindicarla, a romper el tabú
contra el conocimiento interno, contra el miedo a ser diferentes, a sentir diferente, a escribir y leer de otra manera. Diferente. La desaparición de estos muros conceptuales (muros de cal y canto) entre arte, tecnología y ciencia –ciencia ficción– conformarán –lo hacen ya– los lenguajes signos de los cuales hablan los nuevos filósofos de las ciencias y la estética de los tiempos de lo por venir, curiosamente amalgamados en disciplinas muy diversas, como los semiólogos no ortodoxos Umberto Eco y Omar Calabrese, hasta matemáticos radicalmente no lineales como Marvin Minsky, o divulgadores científicos, poetas y escritores de ciencia ficción como Isaac Asimov. Minsky, este científico cínico, descarado y audaz (como se le llama por allí) sostiene que la inteligencia artificial podría ser igual a la inteligencia biológica, por lo que él trabaja desde los complejos modelos de las neurociencias. Matemático y filósofo del arte virtual representa el fin del humanismo, tal como lo conceptualizamos hasta ahora, su filosofía estética es, entonces, la que recorre las inciertas y deshabitadas zonas del cerebro humano, señalando que este cerebro puede prescindir del cuerpo: el cuerpo es nuestra interface entre el cerebro y el resto del mundo, plantea. Minsky se adhiere al esquema evolucionista de Richard Dawkins: esto es, ahora se trata de esclarecer y mejorar la especie humana en función, no ya de procesos éticos, sino de la desnuda condición biológica. Existe también la posibilidad de elaborar un arte creado totalmente por la Inteligencia Artificial que sea capaz de interactuar con el arte producido por la inteligencia humana actual, pero asistida por audaces prótesis insertadas directamente en el cerebro. La conjunción arte/ciencia que propone Minsky está llena de protuberancias, de intersticios, de posibilidades, y es que con Minsky –enfatiza Daniel Rivera, artista multimedia– uno se encuentra con la piel de la sospecha, con el universo geométrico en infinitas transformaciones. ¿Hay un carácter, una contraseña general con la cual tratar de definir nuestra época?, nos plantean Eco y Calabrese. ¿Dónde reside un carácter semejante? ¿En la psicología de la gente, en los comportamientos públicos y privados, en la historia política o económica, en la estructura de la sociedad, en las formas del pensamiento, en las artes, en las ciencias? Preguntan. Estamos mutando, responden. Cada día somos otros. Diferentes. No sabemos si mejores o peores, pero otros. Diferentes. Para acceder a este nuevo estadio espiritual y estético de la humanidad, para poder adaptarnos a estas costuras nuevas (y diferentes) (y divergentes) (y transgresoras) hemos mutado, nos hemos ido transformando, reconstruyendo, reinventando, desde hace muchos años. Con los estallidos de esta nueva sensibilidad estamos procesando, en una digestión muy compleja, con nuestros propios jugos y ácidos culturales, las propuestas tecnológicas/artísticas de lo por venir, regresándolas en una regurgitación propia, logrando(se) el objetivo principal y caracterizador de la interacción. Este aire del tiempo, del cual nos hablan estos científicos/ artistas de los nuevos signos, es la búsqueda de formas –y valoraciones– en la cual asistimos a la pérdida de la integridad, de la sistematización ordenada, a cambio de la inestabilidad, de la polidimensionalidad, de la mutabilidad. El mismo McLuhan llegó a la conclusión de que, al triunfo de los medios –de los nuevos medios– moría la Era Gutenbergiana y daba nacimiento a seres diferentes, habituados a sentir el mundo de otra manera, porque las lecturas y las escrituras ya no eran las mismas.
El arte interactivo, por ejemplo, corresponde a las impurezas del arte de nuestros días. Arte de intervención, con técnicas y hechuras transdisciplinadas y de múltiples disciplinas y autorías, lo que le proporciona un sabor fuerte, de guiso entrecruzado, fronterizo, al borde del abismo, sin concesiones, cuerda en tensión, atrás de la raya, off de record, border line, hijo de la catrina enchilada. La nueva glaciación se ha iniciado. La hibridación hombre/ maquina, mujer/maquina está en marcha. Y todos nuestros circuitos fisiológicos y mentales se preparaban, desde hace años, para ello. Será tal vez por esto que me fascinan las historias sobre robots de Isaac Asimov, feliz autor de Yo, Robot. Y será también porque, ya lo mencioné, creo que en ellas –como en toda obra de arte– siempre subyace algo más de lo que se dice abiertamente y que estas metáforas maravillosas tienen que ver, no con el mundo del futuro, no con el mundo de la utopía, sino con el mundo de ahora, el de estos días. Borges señala un aspecto fundamental de la ciencia, del arte y de la ciencia ficción: representan lenguajes que traducen formas de vida pasados, actuales o futuros, y al plantearnos estos códigos más o menos crípticos estamos ejerciendo la fascinante posibilidad que se les presentó a los primeros seres humanos en este planeta: preguntarnos quiénes somos y qué hacemos aquí. Ya el renacimiento observó, por boca de Giordano Bruno y de Bacon, que los verdaderos antiguos somos nosotros y no los hombres del Génesis o de Homero. ¿Cómo pueden tocarme estas fantasías, y de una manera tan íntima? Toda literatura (me atrevo a contestar) es simbólica; hay unas pocas experiencias fundamentales y es indiferente que un escritor, para transmitirlas, recurra a lo fantástico o a lo real, a Macbeth o a Raskolnikov, a la invasión de Bélgica en agosto de 1914 o a una invasión de Marte. ¿Qué importa la novela, o novelería, de la sciencefiction? En este libro de apariencia fantasmagórica, Bradbury ha puesto sus largos domingos vacíos, su tedio americano, su soledad, como los puso Sinclair Lewis en Main Street. Desde luego que la irrupción de las nuevas tecnologías tiene mucho que ver con estas preguntas y sus posibles respuestas, cada vez más complejas, porque la integración de tecnologías electrónicas está creando cambios en nuestros sistemas nerviosos, en la manera en que cognocemos, en la manera en que pensamos acerca de las cosas. Estos tiempos de profetas gnósticos, necesariamente tecnológicos, como Bill Gates, Nicholas Negroponte, Neil Postman, Marvin Minsky, Eduardo Kac, coinciden en que las ciberculturas, a través del ciberespacio posibilitarán, por primera vez en la historia de la humanidad, los oráculos del nuevo milenio y que consisten en fortalecer, a través de las mismas herramientas tecnológicas, dos conceptos aparentemente encontrados: el tribalismo y la diversidad. Nuestra mirada ya no será más la del animal carroñero cuyo campo visual sólo puede enfocar un rectángulo de luz sobre su presa, ahora somos los cyborg, organismos cibernéticos, híbridos, mitad hombres, mitad mujeres, mitad maquinas. Pero no los cyborg de la hiperguerra, sino los que
podemos reconstruir, metamorfosear, nuestra nueva, sincrética y dual realidad. El universo de las vanguardias científicas, tecnológicas y artísticas de este siglo resulta ser un BIG BANG que nos explota en plena cara y donde los procesos de la experimentación se renuevan –al final del diluvio– con estas nuevas escrituras y reflexiones, impulsadas por la búsqueda y producción de nueva información pero, y por supuesto, de nuevo conocimiento. En la “Tecnología del Deseo”, artículo de Jesus Silva-Herzog Márquez, se menciona que el diseño, como nos recuerda Deyan Sudjic en El Lenguaje de las cosas, logra captar “la belleza de la utilidad”. Las Mac, las varias generaciones del iPod, el iPhone, el iPad son mucho más que contenedores de tecnología: son objetos de innegable valor estético. Nuestra relación con ellos no es meramente utilitaria. Nuestro vínculo es emocional, sensual, tal vez. Los inventos de Steve Jobs son almacenes de música pero son algo más; son teléfonos pero son algo más; son instrumentos de trabajo pero también algo más. No me refiero al hecho de que cada cosa sirva para muchos propósitos: lo que digo es que, además de servirnos satisfacen otro apetito. Objetos que nos recuerdan la vital aspiración de belleza. Creo, reflexiona Silva-Herzog, que ésa es la principal aportación de Steve Jobs, su principal mensaje: la era del conocimiento tiene que ser también el tiempo de la sensibilidad estética, de la creatividad artística (…) una tecnología del deseo”. Terminaría comentando que el arte virtual, y en general las ciberculturas, en su sentido más profundo y apasionado, nos ayudan a desaprender para volver a aprender, desafío muy ácido, propio de los artistas del siglo XXI.
Referencias Bibliográficas: - El Neobarroco, de Omar Calabrese con introducción de Umberto Eco. - Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury. - Revista Plasmas, de Daniel Rivera, artista multimedia. Revista de filosofía ética científica y ciberculturas. - Ensayos diversos sobre “De Las Mutaciones”, de Araceli Zúñiga. - Ensayo “De las mutaciones” seleccionado para participar en el I Encuentro Universitario de las Humanidades y las Artes denominado “Las Humanidades y las Artes entre dos siglos y dos milenios”, convocado por el Consejo Académico del Área de las Humanidades y de las Artes, de la UNAM, publicado en la memoria de este coloquio en mayo del 2000 (fragmentos) - Artículo “Tecnología del deseo”, de Jesús Silva-Herzog Márquez, Periódico Reforma, lunes 10 de octubre del 2011, página 10.
Araceli Zúñiga Vázquez es escritora, poeta experimental y promotora cultural. Investigadora/guionista de radio y televisión educativa (TV-UNAM, Radio UNAM, Radio Educación). Ensayista sobre ciberculturas y vanguardias artísticas. Asesora de proyectos transdisciplinarios sobre arte y multimedia. Miembro del consejo editorial de la revista virtual Clon, de la UAM Xochimilco. Miembro del Consejo del Instituto de Semiótica y Cultura de Masas, centro de investigación y análisis crítico, A.C., Member of IASS/International Association for Semiotics Studies. Miembro del consejo editorial de la revista Escáner Cultural. Curadora y promotora de videoarte, video independiente y video experimental. Co-cordinadora de las diez Bienales Internacionales de Poesía Experimental, A.C.
Cuadernillo 3/10 del número 1 Un proyecto de César Cortés Diseño Rearmable Correo postliteraturas@gmail.com Agradecimientos: César Espinosa, Araceli Zúñiga, Maese Matus, Rodolfo de Matteis, Julio García Murillo, Julián López Huerta, Lola Proaño, Alejandra Proaño, Mariana Botey, Laura García, Ricardo Gómez, Hugo Cortés, Eugenio Tisselli, Aurelio Meza, Ahahím Darama, Natalia Padilla, María Belén Moncayo, Vivian Abenshushan, Vanessa Kister, José González, Nahum Torres, Eduardo Cortés y Festival Vértigo de los Aires. Este cuadernillo 3 del número 1 se realizó con apoyo de la Asociación de Escritores de México A.C. por medio de un convenio de colaboración con la Secretaría de Cultura del Distrito Federal.