Poemonte
César Espadas Sosa
Poemonte Dr. César Espadas Sosa
Premio Certamen de Poesía: “JOSÉ DÍAZ BOLIO 2010” PROHISPEN
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PRÓLOGO
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DE TIERRA Y ÁRBOLES Y P ÁJAROS ESTÁ LLENO EL MONTE
Esta poesía sencilla en su forma y en su contenido, que canta lo cotidiano y la presencia y primacía de la naturaleza y del campo, sin mayores pretensiones que la música de las palabras, y a la cual debería de aspirar toda poesía verdadera, nos introduce al verdor del monte que acampa y campea en estos lugares (poéticos en su presencia contundente) feraces y feroces “con sus arbustos tomados de la mano”. El día amanece en estos sitios luminosos y el poeta le canta y le dice: “Siempre amaneces sobre el rocío de aguas secretas”. Y también le susurra emocionado y cercano: “Esa profunda agua lejana que es sangre viva de nuestras almas”. La palabra sencilla, recobrada y precisa, entre metáforas frescas y radiantes. A la virtud de la sencillez poética, se une la desnudez de las palabras que nombran las cosas en su naturalidad e intimidad primigenia (de primer día de la creación), como si el mundo despertara cada mañana y anunciara su propio descubrimiento diario. Y el poeta (dador de palabras bellas) interpreta ese himno y participa de esa creación cotidiana del monte y de los seres que lo habitan. Entonces, canta y se emociona mencionándolos. La poesía nombra esos resplandores y los descubre al lector que los interpreta y que, a su vez, se vincula con la palabra del poeta y hace suya esa palabra y con ella se adentra (desde su propia emoción) en el corazón que señala las cosas y las hace aparecer en la conciencia de quien lee el poema y lo hace suyo. Y en ese goce de la palabra, la poesía se convierte así, en un medio de conocimiento y perdurabilidad en el tiempo, en la memoria. Esta poesía de César Espadas Sosa nos incumbe por la desnudez de una poética de serenidad conceptual y cercana. Nos habla de “las amarguras del pueblo solo” y de una emoción de la naturaleza en la que “palpita el monte en la fatigada tierra”. Nos habla (y canta) también de un “lenguaje de fuego y 3
sol” y de una “cortina fresca de llovizna verde” en la que sitúa su palabra en el centro de sus sueños poéticos y de sus verdades fraguadas en su alma. Un ansia de soledad y ensimismamiento recorre este poema en toda su estructura y en toda su secuencia de nostalgias verdes escondidas. El poeta tiene, en este sentido, un gran deseo de transmutarse en monte y selva él mismo: “Sólo me queda meterme en tus entrañas monte, dormir contigo y convertirme en piedra, en viento, en sombra…y querer ser esa materia renaciendo”. Y el ansia de retornar espiritualmente a la tierra (a su tierra) y a todos los elementos conocidos: lluvia, agua, pozos, viento, árboles y plantas: jabines, ciricotes, lirios, jazmines y pájaros entrañables de esos lugares en los que se ha vivido, y que ahora, resurgen en el poema y vuelven a cantar haciendo coro al misterio profundo y único de la noche, de la vida.
Roger Campos Munguía Mérida, 18 de diciembre de 2010
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El monte siempre fue su refugio, su paraíso, su mar. Desde su infancia temprana los pájaros, lagartijas, conejos, mariposas, bejucos, el incesante viento del monte, así como el infatigable sol durante el día, la húmeda y refrescante luz de luna, bordaron en su piel obscura y en su alma palpitante, sueños de gloria con olor a lirios y jazmines. La fuerza tenaz de la indestructible piedra anidó en su pecho, corrió con quitanes, jalebes y armadillos, alcanzaba en su vuelo codornices, se trepaba a los inmensos tzalames y chukumes con cenzontles y xtakayes. En la noche o con la lluvia, el monte transformaba sus figuras y sonidos, el camuflaje de sus hojas, sus troncos y animales imponían respeto y gran misterio que solamente las nubes, el viento, el relámpago y el trueno podían comprender en un lenguaje violento y reclamante o con su voz, a veces convertida en un murmullo de sensualidad embriagante. Entendió la cultura maya bebiendo pozole en sus jícaras y calabazos, comiendo el producto de la milpa: maíz, frijol tzamá, chiles, jícamas y piñuelas; saboreó el agua de las sartenejas que recibían con el sereno la luz de la luna y las estrellas. El dolor por la muerte de familiares, el carácter fuerte y devorador de los machos familiares y los otros avatares de ese entonces, hallaban su remanso en el verde monte, aquel mar en el que la fantasía y el ensueño permanentemente acudió a abrazarlo, a tocarle la frente con el viento, con la brisa nocturna que besaba sus labios, sus manos y su pecho. Las emociones sin freno, el deseo y el impulso de golpear, de sentir que de lo más profundo de su ser podían salir alaridos de los padres, los abuelos y los tíos; cantos, voces que repetían con voz ronca: “tienes que ser fuerte, que nadie te denigre, que siempre encuentres las fuerzas en tu pecho, para reclamar lo tuyo”. En ese monte, día y noche, agarraba su machete y corría cortando corrientes de viento, de agua, de hierbas, de arbustos entrelazados, sentía que
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de su mano, y del machete salĂa una energĂa poderosa muchas veces iluminante, otras, se dejaba conducir por el mismo hierro incandescente.
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Cuando las nubes bajaban a los árboles y el viento convertido en brisa soltaba su tibieza y su silbido, entonces su pecho dejaba de agitarse, los músculos, nervios y tendones contraídos antes, se relajaban lentamente, después dormía sobre el suelo entre las hojas, en el aire fresco, bañando con caricias su joven cuerpo, los ensueños comenzaban a llegarle y entonces en el crisol de su mente centellante, las emociones burbujeaban lentamente. Llegó el tiempo inevitable de la partida. Debería marchar hacia el mundo urbanizado, a iniciar en las escuelas el despliegue de su mente inquieta, de sus ansias de entender y conocer el mundo de la ciencia, la ilustración de la preparatoria, los libros, la vida del monte a través de la gran botánica y la humana anatomía; a vivir con el dolor de los que sufren, a reparar los pechos destrozados, a curar y prevenir, y para alejar la llegada de la omnipresente e inevitable muerte. Se metió al universo de la mente, a sus conflictos de la condición humana vulnerable y ayudó a las almas deprimidas, angustiadas, frágilmente estructuradas o psicóticas como máxima expresión de su patología. Viajó, visitó los lugares que despertaron su conocimiento y las emociones que sintió desde su temprana educación. Los centros culturales y arqueológicos que vivían con él, lo nacional y lo universal; desde la Casa de Pakal al paso de las Termópilas. Tomó vino con los dioses de la Acrópolis de Atenas, en el Coliseo de Roma, en la Casa del Greco, visitó el puntual sitio donde Julio César fue apuñalado, la tierra donde Príamo suplicó a Aquiles por el cuerpo deshecho de Héctor y lloraron ambos. Admiró las manos de Miguel Ángel en la “Pieta”, la belleza de David en mármol, la Isla que Borges soñaba con frecuencia, la región de los sueños épicos de Cervantes y la última y desdichada realidad de Don Quijote. Los lugares, las obras, la subyugante emotividad de tanto y bello mundo. Cómo poder plasmarlo, cómo poder decirlo con su alma y su palabra? Entonces comprendió que podía cantar con sus desvelos, que podía jugar con su dolor de hombre, que podía surgir del baluarte del silencio y mirar la infancia y las vivencias, era necesario retomar el camino y recorrerlo, hacer que la
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memoria reconstruya y no permita que el polvo del olvido entierre para siempre aquella edad que en alguna dimensiĂłn del tiempo habĂa quedado
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dormida; pero en su alma y en su mente, se convirtió en la fuerza generadora de su destino. Sólo en su recuerdo queda, el monte de aquel ayer, hoy… la magia de la poesía, lo hizo reverdecer.
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Espejo-piedra de la infancia
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Espejo-piedra de la infancia
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Espejo-piedra de la infancia
y la fragante juventud temprana. Solar de música cristalizada en el que nuestros corazones verdes brincaron con la lluvia, la lluvia de hoy, la lluvia de siempre que entonces nos traía la música de pájaros, que con papá y mamá cantaban entre aromas de lirios y jazmines. Primigenio poblado de ancestral amor secreto; árboles, solares, albarradas, monte, tierra hirviente, lluvia; paraíso espinoso
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Espejo-piedra de la infancia donde por primera vez
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yprobamos el misterio las ciruelas
y por fin, nos descubrimos. Parcela de la transparente ilusión infantil que nos llevó a tener conciencia de nuestra adulta realidad constante, con formas y procesos inacabables, donde fuimos plenamente sinceros donde al fin, nacieron nuestros sueños. Pueblo de lunas y de sombras en el que oímos y leímos las primeras palabras
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yprobamos el misterio las ciruelas de la magia
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yprobamos el misterio las ciruelas
que volaban como alas de oro y nácar; que poco a poco nos condujeron al espumoso jardín de la poesía, de la vida. Poemas, canciones y sueños de mieles y de flores impregnadas de polen y jaleas, sostenidas por las “blancas mariposas”; libres y burbujeantes en el mar del monte enamorado,
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yprobamos el misterio las ciruelas monte fiel y silencioso
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que por siempre
y para siempre nos espera.
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que por siempre
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que por siempre
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que por siempre
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Monte,
avalancha de verdor con sus arbustos que tomados de la mano vienen hacia mĂ como la mar hermosa, como monte-mar que me levanta que me devora; que me lleva a buscarte entre sus nidos, sus pĂĄjaros, silvestres flores aguas verdes y sonoras; entre sus hojas y frutos, entre bejucos luminosos que como brazos amorosos, atarme quisieran y yo me hundo en ellos.
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Monte,
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Monte,
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Monte,
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Siempre Esa profunda amaneces
sobre el rocĂo de aguas secretas; siempre debajo de ese tu aire de azul espejismo. Despiertas siempre en diminutos granos de tiempo, con luz que viene goteando rayos de tu polvorienta lĂĄmpara vieja. Oyes carrillos desde temprano haciendo viajes
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Siempre Esa profunda amaneces al fondo puro de tus entraĂąas buscando agua.
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Siempre Esa profunda amaneces
agua lejana, que es sangre viva de nuestras almas. DespuĂŠs comienzan a visitarte por tus caminos interminables, entrelazados al verde cuerpo del monte fiero, pies de tus gentes, pies y alpargatas pueblan las grietas con que respiran sus tristes almas, por las que sale su triste historia
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Siempre Esa profunda amaneces sin esperanzas.
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Grietas porenlasfuego corriendo que entra
el grito infecundo, por las que entran las amarguras de pueblo solo. Pueblo que tienes en tu aislamiento de fuerza bronca, tus ojos secos tu piel de piedras; altar de ecos entre tus hierbas con mil espinas en tu cabeza. Cierra tus ojos el sol que seca
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Grietas porenlasfuego corriendo que entra y tapa tus poros. Tienes visiones por las que pasan
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Grietas porenlasfuego corriendo que entra
los mil caballos que en ti nacieron, que se incendiaron al mediodĂa de tu aislamiento. AĂşn conservas viento azulado en tardes lentas. Tenemos monte con ceibo al centro, con piel desnuda, centro de ombligo con llanto alegre, como inocente reciĂŠn nacido. AĂşn rebosan entre tus patios
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Grietas porenlasfuego corriendo que entra y entre tu monte,
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las lunas llenas
con que se lavan las albarradas, y que descorren azules pĂĄrpados de aquellos mares que nunca viste, que te baĂąaron en viejos tiempos, tiempos remotos desde que existes.
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las lunas llenas
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las lunas llenas
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las lunas llenas
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Sólo piedras rumor vago,
y cenizas, como tumbas quedaron en el tiempo emocional, ensueños, polvo sólo. Viento hueco es ahora el compañero, sin pájaros, oscuro y neutral, fría la luna, miedo. Mudos espejos sin mirada, magia muerta. En el aire sepulto un movimiento, un soplo
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SĂłlo piedras rumor vago, como sombra lejana,
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Sólo piedras rumor vago,
en su centro una chispa las piedras consiguieron, un olor a lluvia percibieron. Palpita el monte en la fatigada tierra, la lluvia regresó, como un eco la espiga abrió su pecho y el verdor que escapó, lo pobló todo. Nadie nunca recordó tu nombre, se enterró en la piedra sin memoria. Sólo revivirá en las nubes abiertas
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SĂłlo piedras rumor vago, a las mil y una estrellas,
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cuando tu soledad
de madre sola, moje la tierra.
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cuando tu soledad
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cuando tu soledad
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cuando tu soledad
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Entre rumor de ĂĄrboles
en el profundo monte persigo tu cuerpo cubierto de pĂĄjaros, bajo cielos verdes y voces del viento En nubes disueltas mi rostro tĂş buscas, en lunas ocultas, en ausentes piedras, en resecas aguas, en fechas ya muertas.
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Entre rumor de รกrboles
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Entre rumor de รกrboles
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Entre rumor de รกrboles
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con voz perdida
Sรณlo hablas con tu lenguaje de fuego y sol, con la lengua de tus lluvias escasas, con tus palabras de piedra. Sรณlo escuchamos el eco de tus generaciones pasadas, en un presente de polvo y de cenizas. Con tus ortigas pulverizadas, tus eclipses colgantes y tus espuelas clavadas al tronco de tu erecto ceibo. Voces de lejos que gritan
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con voz perdida a destiempo,
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con voz perdida
como lamento.
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con voz perdida
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con voz perdida
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con voz perdida
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Prolonga el cielo su beso
hacia la tierra, cortina fresca de llovizna verde desgranada y rumorosa. Cae de abajo viene de siempre, es la que trae el sueño en realidad pasada. Pasas por ella y vivirás los tiempos que quedaron sólo en la memoria ingrata; te vas con ella y nacerás de nuevo en la gota misteriosa que murió en tu parto.
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Prolonga el cielo su beso
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Prolonga el cielo su beso
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El viento del nutrientes demonte afecto,
comienza a llamarme, me dice que debo a él acercarme. No importan los años que pasé en la nieve y en los hospitales de Missouri y Kansas. Tampoco ya importa el haber bebido el vino con dioses en Roma y Atenas, los libros leídos, los buenos amigos, el diario trabajo el deporte sano; la consulta blanca, la ansiedad vivida
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El viento del nutrientes demonte afecto, con pacientes tristes,
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El viento del nutrientes demonte afecto,
que con sus dolores llenaron mi vida. Toda mi familia plena y generosa, el amor vivido con pasiรณn airosa. Todo sabe el viento que vive en el monte; que hoy con un susurro me llama y se esconde.
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El viento del nutrientes demonte afecto,
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A quién veré
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A quién veré
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A quién veré
si dejo de mirarte, luna. Qué más decir si dejo de escucharte, monte. A dónde iré sin el rayo de tu luz, estrella. Dónde dormiré sin tu lecho refrescante, sombra. Qué escuchar sin tu frescura relajante, agua. Qué camino andaré sin tus piedras calcinantes, tierra.
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A quién veré
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Qué espinas marcarán
mi piel sin tus latidos, hierba. Sólo me queda meterme en tus entrañas monte, dormir contigo y convertirme en piedra, en viento, en sombra, en estrella, luna, agua; para volverme tú, para volver a ser yo mismo, a ser materia renaciendo.
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Qué espinas marcarán
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Qué espinas marcarán
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Qué espinas marcarán
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Otra vezcon bajarán seremos Aurora monte,
volveremos a la tierra, con la lluvia dormiremos en el agua de los pozos, con la luz de la luna en nuestros ojos. Cantaremos con el viento a la amapola. Los jabines, tzalames, ciricotes y chukumes gritarán con vigor y fortaleza que nos tienen. Los jazmines y los lirios le darán su perfume a nuestros sueños. El cenzontle, la xcokita
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Otra vezcon bajarรกn seremos Aurora monte, y los mil chinchimbacales,
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Otra vezcon bajarĂĄn seremos Aurora monte,
haciendo coro a la voz del Viejo eternizado en nuestro monte, en el misterio y alma‌ de la noche.
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Otra vezcon bajarรกn seremos Aurora monte,
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A “Poemonte” Tu gestación se dio paulatinamente, cada parte de ti se fue haciendo en diferentes tiempos, circunstancias y momentos especiales de inspiración pueblerina. No cabe duda, que por tus venas corre sangre nuestra, tu corazón está hecho del amor por los seres queridos y por el terruño; tu espíritu es la esencia del monte… huele y sabe a monte. En ti se conjugan las palabras, las metáforas y los símbolos que juegan con imágenes, historia y presente. En tu final, se vislumbra algo que no tiene tiempo, viene del etéreo y queda moviéndose en el aire, es una mezcla de sentimientos encontrados que trascienden y se aferran a la esperanza de renacer en la tierra, en el agua, en los árboles, en el canto de los pájaros, en las flores, en el viento, en la luz de la luna y en el amanecer. Hoy, celebramos tu nacimiento; te conocerá mucha gente que te abrazará con reconocimiento por todo lo que vales. Debes saber que serás bien amado por todos los que queremos a quien te creó, te dio el color, la frescura, el aroma y el espíritu de su ser. ¡Eres un bello poema! Poemonte: tú… eres él. Ligia 13 de Octubre de 2010 41