Hacia la nueva normalidad / Serie 3

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Recopilaciรณn de textos de alumnos UAM

Hacia la nueva normalidad Serie 3


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Coordinaciรณn General de Difusiรณn

mayo - junio 2020

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INTRODUCCIÓN ¿Cómo hacemos comunidad cuando estamos aislados? En el interés de responder esta pregunta La Casa del Tiempo, centro de educación continua y difusión cultural de la UAM, convocó al Taller ONLINE La escritura creativa como herramienta para imaginar y construir otro mundo, como parte del acompañamiento que

la

Coordinación

General

de

Difusión

hace

al

Programa

Emergente de Enseñanza Remota (PEER). La intensión fue convocar a imaginar un futuro post-pandémico, desmenuzarlo, delinearlo y con sus partes imaginar mundos posibles a través de la escritura. El reto incitó a un grupo de estudiantes de las cinco

unidades

de

la

UAM

quienes

durante

ocho

semanas

construyeron un entramado de visiones desde el contexto, los intereses y la historia personal de cada un@. La escritora Martha Patricia Montero, fungió como tallerista y promovió la palabra escrita para nombrar lo que existe y lo que se desea, aprehendiendo al mundo en el que estamos inmersos. La

antología

que

hoy

le

compartimos

a

la

comunidad

universitaria es el resultado del taller que a través de la letras, vislumbra el horizonte que deseamos habitar.

Cynthia Martínez Casa del Tiempo Coordinación General de Difusión

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Una misión extraordinaria Desde que comenzó a anunciarse el inminente inicio del 2020 había un entusiasmo especial en el ambiente. El número remite a la perfección de la visión y parecía traer consigo todas las posibilidades. Y si bien no es como ninguno imaginó, continúa siendo un año singular: junto con el confinamiento obligado nos ha brindado el tiempo para reflexionar sobre las dinámicas vertiginosas de vida sobre las que navegábamos, con muchas voces arguyendo, incluso, que funcionaban de tal manera que no había margen alguno para los cambios que demandaba el planeta. Poner pausa al trajín diario en efecto parecía imposible. Y sin embargo, una arbitrariedad de la naturaleza, que tiene en jaque a los científicos más prominentes del siglo XXI, logró lo que ningún político o empresario: volver desérticas las calles de las grandes capitales, cerrar los comercios y, en el mejor de los casos, reunir a las familias en sus casas,como una forma segura de conservar la salud y la vida. Claro que este panorama va aparejado con el reverso de la moneda: hospitales desbordados, muertes sin despedida, una economía frágil, soledades expuestas y la falta de resolución a problemáticas atávicas que, más por desidia que por falta de

interés,

han

permanecido

como

“inamovibles”

–racismo,

discriminación, clasismo, injusticia social, machismo…–. Un mosaico,

no

grato,

que

es

parte

del

complejo

crisol

de

humanidad que somos. De este tiempo en apariencia sobrado brotan, como en campo fértil, numerosas manifestaciones para dar cuenta del diario 7


acontecer

durante

músicos,

esta

filósofos,

pandemia.

bailarines,

Escritores,

infectólogos,

actores, políticos,

economistas, maestros, fotógrafos, ambientalistas, cineastas… entretejen la historia de nuestros reencuentros, depresiones, esperanzas,

sonrisas

e

incertidumbres.

Los

futuros

historiadores de esta época tienen asegurado, desde hoy, fuentes

valiosas

de

donde

abrevar

para

satisfacer

su

curiosidad y conformar las crónicas pertinentes. En paralelo, desde hace unas semanas comenzó a anunciarse una inminente “nueva normalidad”, porque mientras el virus siga contagiando, enfermando y matando con la misma voracidad, el mundo “de antes”, el de apenas hace tres o cuatro meses, no podrá continuarse. Más allá de las recomendaciones de los expertos y de los códigos sanitarios impuestos, la coyuntura se antojaba idónea para concebir alternativas y proponer hacia dónde llevar la próxima fase de la vida en común. ¿Qué mejor, para esta colosal tarea, que un grupo de mujeres y hombres jóvenes que, desde diferentes ángulos, ya se estaban preparando para hacer suyo este fascinante planeta? Su generación ha sido de las más afectadas, sin duda, porque a la par de sus estudios estaban soltando sus alas, probándose en libertad para fortalecerse e ir tras sus muy diversos y válidos sueños. Ahora, desde sus casas, decidieron sumarse a este

reto

propuesto

por

la UAM y

hacer

de

la

escritura

creativa una herramienta para imaginar y construir otro mundo: primero intercambiando ideas, artículos, fotografías y hasta memes, y casi enseguida haciendo de su voz una vía tangible para andar hacia este porvenir, así menos incierto, menos desigual, más promisorio, empático y posible. 8


Estoy segura de que aceptaron una misión extraordinaria. Si bien cada cambio generacional trae consigo transformaciones, muchas se circunscriben al lenguaje, las modas, las tendencias musicales, las aspiraciones… Pocas personas tienen ante sí una carga histórica como la actual –quizá las que han padecido guerras que las cimbraron por años–, es decir, vivir en carne propia el parteaguas y redefinir a un tiempo los caminos por los cuales volver a transitar. El conjunto de ensayos Hacia la nueva normalidad nos habla de su

alta

calidad

como

estudiantes,

escritores

y

personas

curiosas, pero, sobre todo, de su nobleza como seres humanos. Sus enfoques se enriquecen unos a otros, a la vez que nos refrescan, invitándonos a salir de cualquier letargo, para acompañarlos

en

esta

aventura

única

de

re-pensarnos

y

moldearnos para otro tipo de mejor convivencia, entre nosotros y con el planeta. Tienen además un plus, una estudiante que forma parte del grupo es también fotógrafa, Yolanda Reyes, y con la buena disposición de todas y de todoshizo lo posible, desde la distancia,para

contar

con

retratos

que

complementan

sus

semblanzas. Para mí inmensa fortuna, me tocó guiarlos en este quehacer de la escritura y les agradezco de todo corazón esta oportunidad. La UAM, donde estudié hace ya algunos años Comunicación en el plantel Xochimilco, continua tal y como yo la pienso siempre: fomentando

la

investigación,

el

compromiso

social,

la

realización de las ideas. ¡Qué privilegiados todos! No queda más que dar paso a una lectura fértil y amena. Martha Patricia Montero 9


¿Sálvese quien pueda? Daniela García Bernal Licenciatura en Ingeniería Física UAM-A

“El Covid-19 nos recuerda que somos y seremos parte de una larga lucha por la supervivencia.”

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¿Sálvese quien pueda? Daniela García Bernal La unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo. Isaac Newton Aferrados a la idea de que las cosas están por mejorar, hemos pasado por alto el hecho de que mal se ha convertido en el nuevo normal. Estamos en constante incertidumbre, porque al primer dolor de garganta nos imaginamos lo peor o respondemos una llamada familiar con miedo a que contenga malas noticias. Recuerdo la primera vez que corrí mi primer kilómetro sin parar. En la mente la automotivación sólo falta un poquito más. La sensación de que mis piernas podían aguantar unos metros más hizo que continuara y al día siguiente fue emocionante el reto de averiguar lo extra que podría resistir. Después de ese difícil, jadeante y cuesta arriba kilómetro, descubrí que eso era la parte más difícil de correr; la práctica hizo el resto del trabajo, que es la promesa de salud a cambio de mantener una buena condición física. Hace un par de días la OMS anunció que el Covid-19 es otro virus con el que debemos coexistir, recordándonos

que

fuimos,

somos

y

seremos

parte

de

una

constante lucha por la supervivencia. Me gusta pensar que seguimos en este primer kilómetro del que sólo falta resistir un poco más, no sólo el confinamiento o el lavado constante de nuestras manos, sino también para lograr mentalizarnos que algunas cosas no pueden regresar a lo que antes fueron, al menos no por un largo periodo. Desde hace meses el estado de pánico es nuestro compañero de rutina; al inicio fue cómplice de la escasez de productos de limpieza, el mismo que arrojo parte de esas compras al personal 11


de salud que viajaba en el transporte público, ni hablar de cuando prendió fuego a los nidos de murciélagos porque ambos individuos

se

habían

convertido

en

sinónimo

de

posible

contagio. A lo largo de mi carrera estudiantil las materias relacionadas con las ciencias naturales me repetían que debía cuidar el planeta. No le había dado la suficiente importancia a estas palabras hasta que Ecología, el nombre de una materia que

cursé

en

la

preparatoria,

llegó

a

mi

vida:

“Todos

dependemos de todos” era la esencia del curso. A la profesora le gustaba recalcar que el señor que recoge la basura es igual de importante que la abeja que se encarga de polinizar, contextos totalmente distintos, pero que son parte de un todo. Dos días a la semana no eran suficientes para ponernos reflexivos, al final de cada sesión siempre se llegaba a la misma conclusión: qué inconscientes somos, incapaces de mirar el futuro impacto que trae consigo el actuar de nuestro presente. Ahora me doy cuenta, mirando un par de meses atrás, que todas las acciones que el pánico nos llevó a realizar son el claro ejemplo del egoísta sálvese quien pueda, el mismo que nos hizo olvidar que, si hemos de sobrevivir, lo haremos todos juntos, no sólo como especie sino como diversidad. Con el continuo bombardeo de noticias, que vienen de todas partes

del

mundo,

el

estar

informados

se

ha

vuelto

una

condición involuntariamente necesaria y con el tiempo de sobra que

trae

consigo

experimentarlo),

el

confinamiento

resulta

imposible

(para evitar

quienes la

podemos

cuestión:

¿realmente vivíamos en la normalidad? Los semáforos siguen pintando colores alarmantes, la cuarentena ya es centena, y la percepción del vaso medio vacío ya no debería ser una opción. Carentes de perspectiva, no habíamos logrado visualizar que nunca ha habido un mejor momento en la historia de la humanidad, 12


no podemos condenar la ignorancia del pasado con la sabiduría del presente. Tal vez es nuestro deber tomar esta oportunidad que, aunque no sabíamos que necesitábamos, es para darle la bienvenida al cambio, el que nos hace despertar. De vez en cuando mis amistades se hacen presentes mostrando su interés por mi salud y de los que quiero. Me causa mucha alegría saber que nos hemos convertido en personas más conscientes, que esta epidemia nos hizo ver lo que realmente importa: la salud. En un capítulo de la serie Abstract: The Art of Desing, el fotógrafo Platón relata que alguna vez fue víctima de un asalto y lo mucho que lo violentaron en dicha ocasión, tras lo cual hace la reflexión: “Si pude superar la experiencia de lo que me sucedió, ahora sé lo que es estar herido, esa es una puerta a algo que nunca había tenido antes y eso es la empatía”. La herida que hoy compartimos como humanidad se llama pandemia y pienso que sólo la empatía, para con todo y todos los que nos rodean, hará que la superemos.

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¿Nueva normalidad? Yola Reyes Licenciatura en Arte y Comunicación Digitales UAM-L “Los abrazos están prohibidos, pero el mundo no se detiene. ¿Qué significa adaptarse?”

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¿Nueva normalidad? Yola Reyes La incertidumbre se apodera de ti con tan sólo pensar que en unos cuantos días saldrás del aislamiento. Imaginar que dejarás tu casa, tu refugio, te llena de dudas. No tienes idea de qué sucederá, te haces un sinfín de preguntas y ninguna tiene respuesta. La normalidad que conocías quedó atrás, los abrazos están prohibidos. En la ciudad se respira cierto aire fantasmal. Las plazas públicas están clausuradas, los cines y los teatros cerrados, se siente el vacío de la actividad humana. Los pocos negocios que abren toman las medidas que sus recursos les permiten: algunos marcan la distancia, otros restringen la entrada y unos cuantos intentan mantener su antigua normalidad. La convivencia con el otro se ha vuelto frágil por el miedo a contagiar o contagiarse; el terror de llevar el bicho ese a casa se hace cada vez más presente. El enemigo puede estar, o no, escondido en cualquier sitio. Es algo muy parecido a la paradoja expuesta por Erwin Schrödinger en 1935, donde plantea “un sistema formado por una caja cerrada que contiene un gato en su interior y un dispositivo que después de cierto tiempo tiene el 50% de activarse y matar al gato, o no activarse y dejar vivo al gato”. Sólo que aquí no es un gato encerrado el que te preocupa, es un virus, un bicho diminuto que tiene tantas probabilidades de atacarte como de no hacerlo, esel virus de Schrödinger. En

el

supermercado

las

filas

parecen

ser

eternas

y

los

restaurantes están vacíos. Todos toman su distancia, se miran como si el otro fuera a desatar la catástrofe. La confianza de 15


muchos se ha minado, un estornudo puede desatar el caos. Los rostros de las personas ahora están ocultos bajo retazos de tela y trozos de plástico, es más difícil adivinar si sonríen o hacen una mueca. Sus voces pierden volumen y sus miradas se confunden con los reflejos de la luz en la careta. Hay que encontrar otra forma para comunicarse. El rastro de la nueva normalidad no sólo está presente en el exterior, la rutina también cambió. Esta vez no puedes llegar a casa como si nada, ahora tienes que ser más cuidadosa y repetir un montón de recomendaciones, que desde hace semanas has

escuchado

hasta

el

cansancio;

y

a

pesar

de

haberse

convertido en algo tan cotidiano, muchas veces te asaltan las dudas: ¿Rociaste bien los zapatos antes de entrar? ¿Te lavaste correctamente las manos? ¿Desinfectaste ese paquete de galletas que compraste? Y eso te carcome la cabeza porque te aterra pensar que el bicho pueda colarse silencioso a tu refugio. Otros días quieres lanzar todo por la borda y salir corriendo de esta nueva realidad, huir de la incertidumbre, adelantar el tiempo, congelarlo, retroceder, hacer algo, o simplemente no hacer

nada.

Sin

embargo,

no

se

puede

huir

de

esta

incertidumbre.No hay cómo huir de esta incertidumbre. El virus de Schrödinger está ahí y no piensa irse, hay que aprender a vivir con él. Pasará un tiempo antes de que puedas disfrutar un concierto o ir al cine, al teatro, a los museos, hacer largas caminatas entre las calles que rebosaban de gente; la pandemia congeló tus

planes.

Dos

meses

atrás

organizabas

una

fiesta,

una

reunión, un reencuentro, un viaje. Hoy, lo único que quieres es mantenerte sano, lo más sano posible. Es terrible pensar 16


que por cualquier descuido te puedes convertir en una cifra más. Y es que la nueva normalidad no tiene nada de normal, porque no es normal distanciarte de tus amigos, ni de tus padres, ni de tus hermanos para curarte en salud. ¿Quién iba a pensar que aislarnos y evitar todo contacto sería la mejor forma de mantenernos

a

salvo?

Nada

de

normal

tienen

los

rostros

cubiertos por mascarillas que ves en la calle, nada de normal tiene formarse a casi dos metros de otra persona o que la cajera del supermercado use guantes y una careta, haciéndola parecer

un

personaje

salido

de

alguna

novela

de

ciencia

ficción. No, la nueva normalidad no es normal, pero habrá que acostumbrarse porque se acentuará un poco más la inseguridad que se apodera de ti cuando estás entre la multitud y sientes el temor a ser víctima de un asalto (en el menor de los casos); ahora hay que agregarle el miedo a estar expuesto a un virus del que apenas se conocen algunas cosas, para el que no hay cura ni inmunidad. Quizás termines acostumbrándote a escuchar a diario el número de víctimas del virus de Schrödinger, al igual que pasó con todas aquellas cifras mortuorias que inundan a diario los medios, y lo único que esperas es que ni tú, ni tus amigos, ni tu familia sean parte de ellas. Al final uno se acostumbra a las malas noticias, a vivir todos los días nuevas normalidades y de eso estás segura, porque hoy las noticias ya no hablan del COVID, parece que quedó en segundo término. Nadie se imaginaba que, en medio de una pandemia que parecía tener

pausado

a

todo

el

mundo,

se

iban

a

desatar

manifestaciones, viajes al espacio y giras políticas. Y ya no sabes si el semáforo se mantiene en rojo por la cantidad de 17


pacientes activos y muertes confirmadas o por la cantidad de feminicidios, asesinatos y desapariciones en los últimos días. Es tan extraño todo, que no sabes si lo que estás viviendo es parte de una nueva normalidad o es la misma normalidad de siempre, pero con Susana Distancia. Te detienes a pensar que la nueva normalidad no es tan nueva como queremos creer, es sólo otra más que hay que agregar a tu día a día. Es posible que esta sea más evidente porque paró, prácticamente, a tus artistas favoritos y a los políticos más controversiales. ¿Recuerdas aquel día que te bolsearon en la micro y tuviste que ser más cuidadosa a la hora de guardar el celular? ¿O la vez que te anunciaron que sería tu último día en el trabajo y la rutina cambió de un día para otro? ¿La ocasión en la que perdiste a alguien y lo único que pudiste hacer fue resignarte a su ausencia? Así es como todos los días aparecen nuevas normalidades que no deberían ser normales. No eres la misma de hace tres meses porque ha sido mucho tiempo para aprender a aguantarte a ti y a aquellos con quienes convives a diario. Semanas atrás el virusde Schrödinger te instaló en una nueva normalidad, te obligó a adaptarte a las clases en línea, a las compras en línea, a los conciertos en línea, al teatro en línea, a las reuniones en línea, a las fiestas en línea… Encontraste la forma de no perder la cabeza cuando ya no sabías ni qué hacer para matar el tiempo, porque terminó por aburrirte todo. Esta nueva normalidad más bien parece estar retando tu paciencia. Un organismo más pequeño que una pelusa vino a sacudir tus costumbres y tu modo de ver el mundo. En medio de tantos cambios intentas retomar tu rutina, o lo que queda de ella. Por lo pronto seguirás resistiéndote a salir más allá de lo necesario, estás dispuesta a continuar corriendo 5 kilómetros en un patio 18


de tres metros y a seguir experimentando con recetas de cocina que jamás creíste hacer. Las videollamadas dejaron de ser tediosas

para

convertirse

en

un

desborde

de

emociones

encontradas: por un lado, te alegra ver a tus amigos, a tu familia, a tus compañeros y a tus profesores; por otro, te desanima pensar que la pantalla no te permite intercambiar miradas, susurros, risas y sonrisas de complicidad. Hay un vacío enorme que ni el meme más ingenioso puede llenar.Todo se reduce a un montón de imágenes cuadriculadas donde, entre fallas y accidentes, se asoma la intimidad de cada uno. Y mientras adaptas tu vida a la nueva normalidad el mundo no se detiene. Las malas noticias, los malos entendidos y las crisis continúan, porque la promesa de que las personas se volverían más empáticas después de la pandemia se quedó en eso, en promesa. Lo sabes porque a lo lejos has escuchado a tus vecinos

hacer

fiestas

(en

plena

emergencia

sanitaria)

o

gritarle al vendedor ambulante que desesperado va de puerta en puerta buscando un sustento, y porque también notaste como poco a poco ese terreno baldío, que alcanzas a ver desde tu ventana, se llena de mascarillas y caretas desechadas. A cualquier nivel cada quien vela por sus intereses. La nueva normalidad es la vida misma y, al igual que el gato de Schrödinger, está encerrada en una caja que lo mismo puede ser una trampa mortal o su salvación.

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Habitando el abismo Alan Daniel Hernández Jiménez Maestría en Comunicación y Política UAM-X

“Estamos en una crisis que ofrece la oportunidad de replantear la maquinaria de lo cotidiano.”

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Habitando el abismo Alan Daniel Hernández Jiménez “…Aún estás a tiempo de alcanzar y comenzar de nuevo, aceptar tus sombras, enterrar tus miedos, liberar el lastre, retomar el vuelo, que la vida es eso, continuar el viaje, perseguir tus sueños, destrabar el tiempo, no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y calle el viento, aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”. Mario Benedetti Los

desastres

comienzan

sin

siquiera

percibirlos

y

nunca

terminan realmente. El futuro no será como solía pensarse, de forma tan lineal y progresiva; el pasado igual que siempre, será crucial para entender el momento en que cruzamos la boca del abismo, la noche que transcurrió entre la apariencia y la realidad. Hemos

llegado

a

una

encrucijada,

hemos

salido

de

lo

que

asumimos era normal. Las cosas se han derrumbado de repente. Una de nuestras tareas principales, ahora, especialmente para aquellos

de

nosotros

que

no

estamos

enfermos,

no

somos

trabajadores de primera línea y no estamos lidiando con otras dificultades económicas o de vivienda, es comprender este momento, lo que podría requerir de nosotros y lo que podríamos hacer de manera efectiva. El desastre ha cambiado el mundo y nuestra visión de él. Nuestro enfoque cambia, y lo que importa cambia. Lo que en apariencia era fundamental flaquea y se rompe bajo una nueva presión, lo que era en apariencia desechable se torna frente a nuestros

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ojos como algo oculto que emerge. El cambio no sólo es posible, nos arrastra. Nosotros

mismos

prioridades,

cambiamos

ya

que

la

a

medida

conciencia

que

cambian

nuestras

intensificada

de

la

mortalidad nos hace despertar a nuestras propias vidas y a la preciosidad

de

la

vida.

Incluso

nuestra

definición

de

“nosotros” podría cambiar a medida que nos separamos de los compañeros de escuela o de trabajo, compartiendo esta nueva realidad

con

extraños.

Nuestro

sentido

de

identidad

generalmente proviene del mundo que nos rodea y, en este momento, estamos encontrando otra versión de quienes somos. En las primeras semanas de la pandemia, cuando empezaba a golpear con fuerza a las sociedades europeas, decíamos que era momento de atender a la preocupación por nuestras personas más cercanas, pero sin olvidar que esta crisis lo era también a nivel mundial. Insistíamos, desde la solidaridad, en que los graves efectos que sentíamos tan cerca se podían, ya en esos primeros momentos, estar multiplicando en otros continentes. Se decía con acidez que a la pandemia sanitaria en América Latina o en África se le sumaría la pandemia social y política causada por la injusticia e inequidad. Precisamente, el primer continente es conocido en las últimas décadas como el de la desigualdad. Tierra donde esta se multiplica día a día y donde la

brecha

entre

las

minorías

enriquecidas

y

las

grandes

mayorías, cada vez más empobrecidas, podía convertirse en terreno abonado para el crecimiento sin freno de los efectos más catastróficos de la pandemia en la vida de estos países. Algunos dirán que estamos ante una crisis sanitaria y que esta se solventa con medidas de la misma índole, más la famosa 22


distancia social, hasta que dispongamos de la vacuna prometida. Defenderán, también, la urgente reactivación de la economía local y mundial a cualquier precio, incluso por encima de la vida, sin querer aceptar que la forma en que hemos vivido hasta ahora,

los

sistemas

a

los

que

nos

estructuras en las que nos encontramos,

hemos

alienado

y

las

han sido cuestionadas

en sus pilares fundamentales por la propia pandemia y que, por ello,

requieren

una

profunda

revisión

y

consiguiente

transformación radical. Es fácil de entender que la crisis que atraviesa el planeta se ve cruzada por otras variables, además de la climática, que son determinantes en su profundización y que yendo más allá del estricto campo de la salud definen la misma viabilidad, tanto de esta última como del modelo de desarrollo construido. Por eso se puede afirmar que la verdadera pandemia en, por ejemplo, América Latina, no es el Coronavirus, sino la creada por

las

políticas

excluyentes

y

desiguales,

un

régimen

económico que ahoga un continente en la injusticia social. No hace

falta

un

repaso

pormenorizado

de

la

situación

para

reconocer esta realidad. Es una constante el acceso sin problemas a la sanidad privada de determinados sectores minoritarios de la población, frente al practicamente inexistente sistema público que garantice la cobertura a las mayorías. Sucede igual con el acceso a la información, a medios y a las recomendaciones sanitarias en los ámbitos urbanos más favorecidos, frente al abandono y desatención por parte de los Estados, cuyo resultado es una ausencia total de coberturas sociales en los centros rurales y populares. Son los anteriores algunos ejemplos de las realidades que la pandemia está poniendo en evidencia a lo largo del continente. 23


Incluso

hay

sectores

poblacionales

doblemente

castigados,

donde los efectos y consecuencias se incrementan. Es el caso de los territorios indígenas y campesinos donde, por ejemplo, la

misma

capacidad

notablemente

inmunológica

pequeña

y

el

ante

abandono

los de

nuevos los

virus

es

gobiernos

es

inversamente mayor. Dicho de forma breve, la realidad económica de la región, responsable en gran medida del plus de gravedad, se caracteriza por una vuelta a postulados neoliberales que están haciendo retroceder últimas

importantes

décadas

con

avances

sociales

gobiernos

alcanzados

progresistas,

en

las

ahondando

nuevamente en la brecha de la desigualdad. En lo político, precisamente la mayoría de los actuales gobiernos se definen por su poca o nula legitimidad social e importantes niveles de corrupción, con políticas sanitarias erráticas, que van desde la negación de la propia pandemia hasta múltiples medidas contradictorias que anulan cualquier posibilidad de éxito a la hora de garantizar la vida y la salud de los pueblos. Ante estos escenarios, y ahora que Europa acelera el deseado desconfinamiento, es importante no olvidar que millones de personas aún están inmersas en procesos de escalada de la pandemia del Coronavirus, pero también, en circunstancias de desigualdad e injusticia social que, evidentemente, agravan los efectos de la primera. Esta pandemia nos ha servido para revalorizar la importancia de las políticas por lo público, por lo más cercano, por lo comunitario. Nos ha enseñado también que años de medidas neoliberales en manos

de

transnacionales,

exclusivamente

económicos,

mercados son

los

y que

de

sus

han

intereses,

agravado

las

consecuencias de la misma al no poder, por ejemplo, disponer 24


de elementos tan sencillos como mascarillas, respiradores o equipos de protección, porque alguien había decidido que eso no se podía producir a nivel local y le era más beneficioso adquirirlo a miles de kilómetros. Todo

esto

nos

ha

hecho

revalorizar

la

importancia

de

la

solidaridad entre las personas y los pueblos. Por todo ello, pasados quizá los meses más duros y ante la posibilidad de futuros nuevos brotes, tanto en nuestro entorno más cercano como en aquellos otros que requieren atravesar mares y océanos para llegar a ellos, debemos hacer que la solidaridad y la lucha contra la desigualdad al lado de nuestros vecindarios de aquí y de allá sea ya una costumbre tan insuperable, como las ganas de seguir dignamente vivos y vivas. “Si alguna vez necesitábamos recordar que vivimos en un mundo interconectado, el nuevo Coronavirus lo hizo evidente. Ningún país puede abordar esto solo y ninguna parte de nuestras sociedades puede ser ignorada si queremos enfrentar de manera efectiva este desafío global”, indicaron Michelle Bachelet y Flippo Grandi, altos comisionados de la ONU para los Derechos Humanos

y

los

Refugiados,

en

concordancia

con

estas

reflexiones. Hace unos días, leyendo un artículo en el diario The Guardian, se quedaron muy grabadas en mí estas palabras: “Hoy somos testigos de muestras diarias de amor que nos recuerdan las muchas razones por las cuales los humanos han sobrevivido tanto tiempo. Nos encontramos con actos épicos de coraje y ciudadanía todos los días en nuestros vecindarios y en otras ciudades y países, casos que nos susurran que las depredaciones de unos pocos eventualmente serán superadas por legiones de personas obstinadas, que rechazan el consejo de la desesperación, la 25


violencia,

la

indiferencia

y

arrogancia

que

los

llamados

líderes parecen tan ansiosos de desencadenar hoy en día”. Considero que ahora será importante preguntarnos si veremos el mundo de la misma forma a la que estábamos acostumbrados, la respuesta obligatoria tendría que ser “NO”. Tal vez apreciaremos más el valor del contacto directo cara a cara.

Quizás

los

europeos

que

cantaron

juntos

desde

sus

balcones o aplaudieron juntos por sus trabajadores médicos, y los estadounidenses que salieron a cantar o bailar en sus bloques

suburbanos,

tendrán

un

sentido

diferente

de

pertenencia. Quizás encontraremos un nuevo respeto por los trabajadores que producen nuestra comida y por quienes la traen a nuestras mesas. Es casi sintomático pensar, a partir de esta coyuntura, que la forma tan acelerada en la que hemos vivido se debe a la separación simbólica que lleva gestándose desde la instauración civilizatoria de la humanidad, al punto de volverla una forma “natural” de vivir; pero en un sentido honesto, aquello que creemos más natural en esta vida y su relación con nuestra especie tiene una profunda raíz cultural innegable. Nuestro entorno lo hemos construido con base en nuestro lenguaje, pero las barreras que hemos levantado por la complejidad de los territorios que habitamos crean la ilusión de la separación y la retirada de la sensación de un destino común, con los lazos sociales. Es importante que esta experiencia compartida de catástrofe revierta o, al menos, intente revertir el proceso. Seremos testigos de (quizás) formar una nueva conciencia de cómo cada uno de nosotros pertenece al todo y depende de él. Si todo está conectado como lo ha demostrado esta pandemia, es importante repensar cada acción desde lo individual como una 26


fuerte repercusión en lo colectivo. La creación de esta nueva conciencia nos invoca a pensar en que vivir no vale la pena sino vivimos bien. En otro artículo del New York Times descubrí un fragmento que me llevó hasta las lágrimas, al pensar en el efecto que el dolor y la esperanza tienen frente a un momento como éste, donde estamos atravesados no sólo por una pandemia, sino por profundos problemas sociales y estructurales: “Hace siete años, Patrisse Cullors escribió una especie de declaración de misión para Black Lives Matter: proporcione esperanza e inspiración para la acción colectiva para construir el poder colectivo para lograr la transformación colectiva. Arraigado por el dolor y la ira, pero apuntando hacia la visión y los sueños”. Es hermoso, no sólo porque es esperanzador, sino porque reconoce que

la

esperanza

puede

coexistir

con

la

dificultad

y

el

sufrimiento. La tristeza en lo más profundo de nosotros y la furia que arde en lo más alto no son incompatibles con la esperanza, porque somos seres extremadamente complejos, porque la esperanza no es optimismo de que todo estará bien independientemente de lo que suceda.La esperanza nos posibilita un claroscuro en medio de la incertidumbre que nos aplasta. Habrá conflictos en los que vale la pena unirse y la posibilidad de ganar algunos de ellos. Una de las cosas más peligrosas para esta esperanza en la que deberíamos crearnos es creer que todo estaba bien antes de esta pandemia, y que todo lo que tenemos que hacer es volver a las cosas como estaban. La vida cotidiana antes de la pandemia ya

era

una

catástrofe

de

desesperación

y

exclusión

para

demasiados seres humanos, una catástrofe ambiental y climática, una desigualdad obscena.

27


Seguimos corriendo en línea recta, anhelando un regreso, una vuelta a la anhelada “normalidad”, tratando de unir nuestro futuro a nuestro pasado y negándonos a reconocer el quiebre, pero el quiebre está aquí y en medio de esta crisis nos ofrece la oportunidad de replantear la maquinaria de lo cotidiano, que

se

encaminaba

al

desbordamiento

construido para nosotros mismos.

final

que

habíamos

Nada podría ser peor que un

regreso a la normalidad. Este encierro que supone una cuarentena alargada, para quienes tienen el privilegio de llevarla a cabo, pone a prueba nuestra responsabilidad afectiva con el “otro”. Al mismo tiempo, nos deja a la deriva con nuestros vacíos, pero con la promesa de un

cuidado

solidario.

Todos

necesitamos

más

que

nunca

el

aliento cálido que nuestra fraternidad pueda ofrecer y aquí nos tenemos, en la que puede ser nuestra última oportunidad. El cuidado colectivo debería salvarnos.

28


Pronto más textos.

Collage en portada: Alejandra Osorio Olave.

® Derechos reservados Universidad Autónoma Metropolitana. 29


30


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