Rodrigo Carugati - Chef argentino y aventurero, viviendo en México, originario de Mar del Plata, con el corazón mexicano. Hoy en día lo puedes encontrar en su negocio en la ciudad de Puebla . Disfruta compartir la cultura de su país siendo la gastronomía y costumbres su mejor herramienta para transmitir su historia. Estudió gastronomía y administración de hoteles en Argentina.
Mariano Cuaderno - Periodista argentino, relator de fútbol, conocedor de música argentina e hincha fanático de Boca Juniors (no se puede ser perfecto), trabaja en radio desde hace 10 años y lo pueden escuchar actualmente en "Radio Vinilo 89.1" de Mar del Plata , Argentina.
Flor Holística- Argentina, residente de la bella ciudad de Mar del Plata, docente, numeróloga y maestra de Reiki, además de ser estudiante de biodecodificación. Es sumamente curiosa e inquieta, aprendiz incansable de terapias holísticas como Gemoterapia, Astrología, Runas, Tarot, entre otras. Amante de la naturaleza, conectada con las plantas y sus beneficios, la luna y sus ciclos, el mar y el césped como cable a tierra.
Después de unos cuantos meses fuera, volvemos con El Morfi en este 2023, con el claro objetivo de difundir la cultura de Argentina y México, así como otros temas de interés general, que sobrepasan fronteras.
Por supuesto que ésta es una una edición muy especial pues, como ya saben, somos fanáticos, muy apasionados, del fútbol, así que festejamos a todo pulmón (y letras) la copa del mundo de Argentina. ¡Vaaaamos muchachos!
Para completar, nos meteremos a la cocina para conocer la historia de la milanesa y del ragú, eso sí, estaremos bien acompañados de vinos y libros.
Y prepárense para conocer datos importantes sobre lo que se viene en el 2023, ¡Les deseo que hayan tenido un gran cierre del 2022, que haya sido un gran maestro para lo que viene en el 2023: brindo con ustedes por un año nuevo lleno de momentos piantaos, con amigos y familia, lleno de éxitos, risas, comida, buenas charlas y fútbol!
Cada año que comienza trae una energía particular, la cual será propicia para enfocarnos en determinados asuntos, así como para evitar otros.
En Numerología, el 2023 es un año universal 7, esta cifra se obtiene de la suma total de los dígitos del año: 2+0+2+3= 7 El 7 es considerado un número mágico, simbolizado por el triángulo dentro del cuadrado, lo cual representa un puente entre el cielo y la tierra. Entre el sagrado número 3, que simboliza la divinidad y la perfección, junto al número 4 asociado a la tierra con sus cuatro elementos y sus cuatro puntos cardinales. Obteniendo así esta vibración 7 que representa la totalidad del universo en movimiento, esta energía está relacionada a lo místico, a lo oculto, de ahí derivan los 7 días de la creación, los 7 días de la semana, los 7 chakras, los 7 colores del arcoiris, las 7 maravillas del mundo, los 7 continentes, los 7 océanos, los 7 pilares de la sabiduría.
Esta vibración anual representa la sabiduría, el análisis y la reflexión. Es por esto que, durante este período, sentiremos una profunda necesidad de conexión interior, de introspección y de autoconocimiento.
Dejamos atrás un anual 6, donde el foco estuvo puesto en el amor, la armonía y los lazos, sobre todo en la construcción del amor propio. Esa etapa nos pidió revisar nuestras formas de sentir, de relacionarnos, de nutrirnos, de servir a los otros y de ver cómo satisfacemos nuestras propias necesidades y deseos. Esa energía nos abrió la posibilidad de darnos permiso para pensar en nosotros, priorizarnos, preservarnos, cuidarnos y dejar que nos cuiden.
El año universal 7, por su parte, nos invita a tomar todo este aprendizaje y a elevarnos en consciencia a partir de él. A continuar profundizando en nuestra interioridad, a analizar y observar con detenimiento, eligiendo muy bien nuestros próximos pasos.
Esta necesidad de reflexión nos llevará a buscar espacios y tiempos propios, eligiendo pasar más momentos con nosotros mismos, en silencio, lejos del ruido, reconectando con la sabiduría de la naturaleza y volviendo a las raíces.
Tendremos tendencia a enfocarnos en actividades relacionadas con el desarrollo de la espiritualidad, como puede ser la realización de Yoga, Tai Chi, Reiki, meditación, el estudio de disciplinas metafísicas, astrología, numerología, tarot, o cualquier otra que colabore en encauzar nuestra energía, agudizar la intuición y hallar la paz interior. Será un año propicio para rodearnos de gente afín a nuestra frecuencia vibratoria.
A nivel colectivo se espera un año positivo. Se destaca la energía de progreso, la cual colaborará en la realización de grandes cambios y actualizaciones a todo nivel, pudiendo haber innovaciones y descubrimientos importantes, sobre todo en lo concerniente a la tecnología y el internet, ya que podrían surgir nuevas herramientas digitales que nos facilitarán la vida.
Si bien la energía anual favorecerá este proceso de autodescubrimiento personal y desarrollo espiritual, nada se da por arte de magia, sino que a los cambios hay que acompañarlos, desearlos, intencionarlos e ir tras ellos.
Es por esto, que les recomiendo en este 2023, que buceen en las profundidades de su ser, que se realicen todas las preguntas que necesiten para saber si están en el lugar que desean, rodeados de las personas que aman y haciendo las actividades que los hacen felices. Busquen esas respuestas y hagan los cambios que necesiten, aunque duelan. Y, como ya saben, lo que no aporte nada positivo a su plan de vida, hay que descartarlo, para así, poder avanzar más livianos y libres.
Desde hace muchos años, en casa de mis papás, se cocina "espagueti a la boloñesa"; este es un platillo compuesto por espagueti con crema y carne sazonada con jitomate. El día que se servía, era un día especial, porque al final como dicen en México "panza llena, corazón contento". Es así que, no sólo con el espagueti a la boloñesa, sino con cualquier platillo que llevara pasta, descubrí que mi comida favorita tenía su base en la comida italiana.
Mi primer encuentro cercano con la cultura italiana, fue cuando comencé a trabajar en Disney World, era compañera de cuarto de 2 italianas, que me enseñaron que el día comienza con un café, que los dos idiomas se parecen y que nuestras culturas son igual de cálidas. En esta experiencia que duró un año, conocí más italianos, me divertí, bailé y me enamoré.
Es así que, desde hace casi 6 meses, mi vida cambió de rumbo, me casé con el italiano del que me enamoré y me vine a vivir a Italia ¡qué sueño hecho realidad!; puedo comer pasta todos los días, sin que me digan que he comido demasiada pasta. Pero puedo asegurar que, aunque mi cuerpo ya se acostumbró, sí he visto cambios en mi cuerpo, que han valido toda la pena.
Dentro de mi acercamiento a cocinar comida italiana, un día me llamó mi suegra para enseñarme a preparar Ragù que, un poco ingenua, pensé que era como lo hacíamos en mi casa, y no, hay que conocer todos su secretos para poderlo preparar. En principio los condimentos con los que se prepara la carne (apio, cebolla, perejil, zanahoria), la salsa de jitomate y luego la paciencia para mezclar la salsa hasta que quede en la consistencia deseada, más o menos en toda la preparación son dos horas. Este Ragù se come con pasta, lasagna, solo, con verduras o como la base para cualquier otro platillo y se prepara de manera semanal.
Descubrí que el Ragù no es como en casa, descubrí que en Italia, la comida, es el motivo de sentarse en una mesa, acercarme a cocinar comida italiana y de preparar la comida favorita de mi esposo. Cuando logré hacerla sola, le di a probar a mis suegros ¡fue todo un éxito!. Así que, ahora cada semana, me doy tiempo para preparar Ragù, ya que, aunque no es como en casa, es ahora ¡mi casa!
La tradicional de carne de res o hasta de pollo, frita o al horno, empanizada o la napolitana, que quiere decir con salsa de tomate, jamón y queso derretido, De cualquier manera, la milanesa o "milanga", es un plato infaltable en la Argentina y en el mundo, que se ajusta a todos los gustos.
Si me voy a mi infancia recuerdo que si se ponía una bandeja en la mesa llena de milanesas, sin importar si éramos 2 o 6 personas, se acababan enseguida, no quedaba ni una. Y desde entonces, puedo decir que es de mis platillos favoritos, ¡siempre napolitana, eso sí!
La milanesa inició como una comida rápida de viajeros lombardos en la Edad Media, ya que al freírse se lograba una cocción inmediata, sin olvidarnos que, el rebozado de pan protegía la carne y le permitía transportarla y hasta dejarla comer fría.
Su época dorada y su creación fue en la ciudad de la que viene su nombre, Milán, en Italia, donde el proceso que se usa es un baño de harina y huevo, y un rebozado de pan rallado y se fríe en aceite.
Si viajamos un poco, en Austria se come la “cotoletta alla milanese”, una costillita o bife a la milanesa y también en otros rincones se han elaborado milanesas de pescado, aves, o incluso de alguna verdura, como de berenjena.
Volviendo a Sudamérica, en la década de los 30, la milanesa fue el boom en los restaurantes que la ofrecían y la famosa cocinera argentina, Petrona C. de Gandulfo, la llamo la “carne panada”
Un dicho por Argentina, dice “la verdad de la milanesa” esto se refiere a que en algunos restaurantes debajo del empanizado se tapa una carne de mala calidad, pero el rebozado es suficiente para engañar a los paladares de los comensales. Lo que nos da a entender que la verdad no está fácilmente a la vista y, si queremos conocerla, hay que ver más allá de la superficie, ¡Ojo!
Hubo un momento exacto en el que todos los ojos se inundaron de lágrimas. Justo después de que las gargantas se apaguen por completo, dañadas por los gritos y ahogadas por emociones inolvidables. Un instante en el que la memoria crea una película de imágenes sincronizadas que traen las frustraciones del pasado, pisoteadas por tan magnífica realidad. Con el premio al mejor jugador del mundial en su mano izquierda, con el pecho inflado y la sonrisa más extensa y verdadera que alguien puede mostrar, nuevamente se cruzaron las miradas. El reflejo de sus propios ojos en ella le hizo dar cuenta que lo había logrado. Esta vez, se iba a poder tocar. Y esa foto que todos queríamos ver, no tuvo que esperar más. Lionel Messi posó su mano derecha por encima, acercó su rostro y le estampó su beso más enamorado a la Copa del Mundo.
El sueño se cumplió. El de sus compañeros, que además de anhelar ser campeones mundiales como todo futbolista, deseaban poder colaborar para que el Capitán pueda tener ese trofeo en sus manos. Pero también el de nosotros, los que amamos este deporte, con sus maravillas y sus miserias. Acostumbrados a que las injusticias formen parte de la vida cotidiana y resignados a expresar “qué lindo hubiera sido…”, nos vemos obligados de la manera más hermosa a modificar la conjugación de ese verbo y afirmar “qué lindo ¡ES! verlo a Messi con la Copa del Mundo”. Ese momento, ese beso, esa alegría nos hizo sentir que lo justo puede tener lugar en el fútbol y que Lionel supo al fin cuánto pesa el trofeo más importante de todos.
Atrás quedaron los tropiezos y las inexplicables críticas. La pesada mochila de esa caprichosa decisión del destino de negarle el título con la Selección Argentina al 10 se la quitó en la Copa América 2021. Claro, todo tenía que ser lindo y emocionante. Por eso, ese certamen cuyo sitio designado a priori era nuestro país, la pandemia hizo que tenga que disputarse nuevamente en Brasil, como hacía dos años. Con la final en el mítico Estadio Maracaná y contra el combinado local,
la “Albiceleste” alcanzó la gloria continental de la mejor manera. No solo para Messi, sino también para la nueva camada de jugadores y para el entrenador, Lionel Scaloni, quien fue blanco de prejuicios absurdos y palabras descalificadoras, que lograron ser reemplazadas por merecidos elogios y numerosos pedidos de disculpas.
Parecía que el mejor momento de nuestra selección era en junio de 2022, cuando Argentina aplastó a Italia, campeón de Europa, en el Estadio
inglés de Wembley, otro escenario histórico, para que el capitán pueda alzar un nuevo trofeo. Pero el Mundial, esta vez, era en el cierre del calendario, en el medio de la temporada de clubes. Y nos lamentamos que no sea en los tiempos de siempre, justamente por estar en un presente futbolístico ideal. La forma en la que iban a llegar los protagonistas al cierre del año era una incógnita. No solo por la fecha, sino también por la sede: Qatar. Un sitio lejano, con costumbres muy distintas y un clima cruel para hacer deporte. No importaba cuándo ni dónde, las esperanzas estaban intactas y el objetivo era claro: “Ganar la tercera”.
Hasta perder el partido inicial frente a Arabia Saudita le dio ese toque emotivo a la consagración final. Porque ahí, la selección nacional quedó al límite de la eliminación, de una nueva frustración mundialista. Sin embargo, fue el cachetazo a tiempo para olvidarse del récord de partidos invicto que acumulaba y preocuparse definitivamente en clasificar a la siguiente fase de la Copa del Mundo. Messi ya había anotado de penal en el debut y volvió a abrir el marcador con un golazo de afuera del área ante México, que sufrió también la calidad de quien resultaría ser luego el mejor jugador joven del torneo. Enzo Fernández convirtió uno de los tantos más lindos del mundial y Argentina dio el paso adelante para superar la adversidad, con buen rendimiento y mucho carácter. Luego enfrentó a un equipo fuerte de Europa como Polonia, que, los dirigidos por Scaloni, borraron de la cancha y derrotaron con claridad para pasar primeros en el Grupo C. Ya en los duelos mano a mano, se sacó de encima con muchas dificultades a Australia y comenzó a aparecer quien sería una de sus grandes figuras: el arquero marplatense Emiliano Martínez, con una tapada decisiva en el final del partido.
Ahora sí, en cuartos apareció el rival más complicado que debía afrontar Argentina Una sólida selección de Países Bajos llegó con mucha fe. Demasiada, porque su entrenador, Louis Van Gaal, habló triunfante antes de tiempo, al igual que muchos de sus jugadores. Y, se tuvo que meter esas palabras en el bolsillo. Si bien nuestro combinado disputó un gran partido y sacó dos goles de ventaja, se apagó en el final y los de naranja llegaron a un empate agónico e inmerecido. Argentina tuvo varias oportunidades de ganarlo en el tiempo suplementario pero hubo que llegar a los penales, para que “Dibu” sea otra vez protagonista y que Lautaro Martínez convierta el último de la serie para ponernos entre los cuatro mejores del planeta.
Croacia venía de ser subcampeona el mundial pasado y, con Luka Modric, era un equipo muy respetable. Sin embargo, Messi y compañía desplegaron un fútbol extraordinario para ganar con comodidad y esperar en la gran final al vigente campeón, Francia, que tuvo que trabajar duro para sacarse de encima a Marruecos. Se había cumplido el objetivo de estar otra vez en la definición. Pero claro, los fantasmas de Italia 90’ y Brasil 14’, con caídas en ambas ocasiones ante Alemania, hacían temer lo peor. Aunque había que jugarla y estábamos en condiciones reales de vencer a cualquiera. Con participación de todo su plantel de campo durante esos seis partidos, con grandes figuras en el terreno, muy buenos reemplazos y un comando excepcional por parte de todo el cuerpo técnico, las esperanzas estaban intactas y el trofeo muy cerca.
Argentina jugó la final del mundo como se tiene que disputar. Con muchísimo fútbol, pero también con garra y corazón en cada pelota. Así, se puso dos tantos arriba en la primera parte gracias a los goles de Messi de penal y de Ángel Di María, luego de una excelente jugada. A pesar de los retos en el entretiempo, Francia continuó vapuleado por el despliegue argentino en el complemento, pero la jerarquía indiscutible de los Galos igualó las acciones a diez minutos del final con un tanto de penal y otro de volea de su máxima figura, Kylian Mbappé. El arquero Hugo Lloris sacó por encima del travesaño lo que pudo haber sido el triunfo agónico con un remate de afuera de Messi que, de haber sido gol, coronaba un final mágico, un cierre de película.
Con sabor amargo por haber igualado la final luego de un desempeño brillante en la mayor parte del encuentro, Argentina no dejó que ese golpe lo derribara y fue en busca de la gloria en el tiempo extra. Y, como no podía ser de otra manera, Lionel otra vez apareció para volver a ponernos en ventaja en el segundo tiempo suplementario tras un rebote del arquero, luego de un disparo de Lautaro Martínez. Pero la historia de nuestra nación está escrita sobre sangre, sudor y lágrimas, sobre sufrimiento, sacrificio y dificultades, sobre levantarse una y otra vez para internarlo de nuevo. Francia alcanzó nuevamente la igualdad con otro penal del mismo autor. Y si esto no pareció lo suficientemente sádico para torturar los sentimientos de millones de argentinos, en el tiempo adicionado del bendito suplementario, cuando no había más nada por delante y un mínimo detalle podía definirlo todo, apareció la atajada más influyente de la historia de los mundiales. Luego de que Kolo Muani quedó mano a mano con la pelota picando, a la carrera y entrando al área, definió fuerte de aire con destino al palo izquierdo, pero con el porte gigantesco de quien se viste de prócer o de superhéroe para defender a su país, rodilla derecha en el piso, pecho inflado con brazos extendidos en su máxima longitud, mirada al frente y la pierna zurda extendida, mágica como la de nuestro capitán, Emiliano Martínez evitó el gol de la consagración francesa y del derrumbe de nuestros sueños.
Todavía temblando por esa sensación de haber recibido una puñalada mortal, pero sin poder creer el gol que erró el “Toro” en la jugada siguiente con un cabezazo solo en el área que tiró afuera, llegaron los penales: Messi y Mbappé demostraron ser infalibles en estas circunstancias y apareció la otra gran figura de Argentina, “Dibu”, quien atajó uno y obligó a errar otro, para que Gonzalo Montiel anote el último y Argentina vuelva a coronarse en un mundial después de 36 años. Con “Cuti” Romero y Otamendi como pilares en la defensa, Molina y Tagliafico, junto con Acuña y Montiel, fueron piezas fundamentales en los laterales, la gran aparición de Alexis Mac Allister en el mediocampo, acompañado por la calidad de Enzo Fernández y la eficacia perfecta en los pases de Leandro Paredes, más el motor imparable que tiene este equipo: Rodrigo De Paul. Y qué decir de la grata actuación consagratoria de Julián Álvarez, una de las promesas que pasaron a ser certeza. Claro, todo gracias al trabajo minucioso de un cuerpo técnico detallista, humilde y resolutivo, conformado por Lionel Scaloni, Pablo Aimar y Walter Samuel, ex futbolistas que supieron ganar un mundial en juveniles y hoy logran levantar la Copa FIFA de mayores como entrenadores.
Argentina es campeón del Mundo después de aquel inolvidable México 86’, con el eterno y deslumbrante Diego Armando Maradona como capitán y figura. Tiene sentido, cualquier similitud con la actualidad, no es pura coincidencia. El Messías no podía ser menos y también consiguió lo que todos soñamos, pero que solo los enormes pueden conseguir. Ganamos la tercera, festejamos como solo nosotros sabemos hacerlo y pusimos las cosas en su lugar. Un día, el fútbol volvió a ser un lugar justo. El Capitán jamás bajó los brazos y le demostró al mundo que nunca hay que darse por vencido, que siempre hay que levantarse de las caídas y que tarda en llegar, pero al final hay recompensa.
"
Un día me reconocí hecha de palabras, desde muy pequeña ellas me habitaban y brotaban en mí cuando mis ojos inquietos y observadores miraban a su alrededor en busca de comprender el mundo y la naturaleza humana...
Desde muy pequeña me abrazaron sentimientos e historias, una mezcla de percepción y la imaginación de darle sentido a nuestra finita existencia...
Y acaso si no fuese de historias, de palabras, de creencias, ¿que sería lo que nos construye?
Conscientes o no de ello, ese es el universo que nos atraviesa y nos habita tanto en aquello que expresamos como lo que silenciamos...
En cada acto por acción u omisión estamos manifestando lo que somos, es hermoso cuando podemos ver y vernos, sin juzgar y a partir de palabras que edifican, que construyen, que tejen puentes y redes, dar lugar a liberarnos y, de ese modo, sanar y sanarnos.
¡Qué hermoso que es aceptar la naturaleza de cada uno y gestar recursos y herramientas en conjunto para generar bienestar y amor en esta vida, en donde los embates vienen solos y, en la cual más allá de individualidades, compartimos un gran mundo en común, el hilo conductor que nos conecta a todos, el mundo emocional que nos atraviesa a todos por igual! Nos las permitamos o no, ese es el lenguaje universal.
Todos identificamos el amor, el dolor, la pérdida, la alegría...con tan sólo escuchar realmente podemos captar la vulnerabilidad del otro y permitirnos compartir desde ese lugar.
Las ideas pueden separarnos, sin embargo, los sentimientos y emociones, nos dan real conciencia y dimensión de que, más allá de las circunstancias que nos toquen vivir a cada uno, la vida nos traspasa haciendo que caiga toda lógica y toda razón, allí es donde gana el corazón.
Usemos sabiamente palabras y silencios, seamos cuidadosos, ya que son las semillas de los frutos del mañana. Las semillas con las que construimos nuestro mundo y tejemos lazos en él.
Sin duda alguna no es uno de los maridajes más frecuentes, pero ¿acaso no te encontraste a vos mismo en un sillón o la cama con una copa de vino y un buen libro?
Desde el invierno que nos invita a decantarnos en el sofá con un plumoso edredón, un Merlot y un título atrapante; al verano con sus interminables horas de luz que nos propone una lectura, tal vez más ligera, un after beach de patio, novela rosa y un vino a tono.
Sacando provecho de la dualidad de nuestra sommelier, Quimey Navas, quien además es bibliotecaria, les proponemos un maridaje tan distinto como atrapante. El sin fin de emociones que evoca un libro en perfecto maridaje con las cientos de sensaciones que nos entrega un vino:
Tras cien años de sueño profundo, la Bella Durmiente abrió los ojos al recibir el beso del príncipe. Se despertó completamente desnuda y sometida en cuerpo y alma a la voluntad de su libertador, quien argumenta que, por haberla liberado de ese sueño maldito, a ella y a su reino, ahora le pertenece para prestar vasallaje (vínculo de dependencia y fidelidad que una persona establece con su señor). Ahora toda actividad la tendrá que hacer sin prenda alguna; lo cual a la princesa le parece un castigo. Al llegar al reino descubre que no es la única esclavizada, ya que observa a varios príncipes en su misma situación: desnudos, pero no están sufriendo como ella, cada momento que pasa lo disfrutan y, ella en lo único que puede pensar, es de qué forma va a poder sobrevivir a tal humillación y qué cosas atroces le deparan. Esta novela tan erótica como morbosa continúa con dos libros más.
Un texto de alto voltaje, vamos a acompañarlo con un Cabernet Sauvignon, que al igual que el príncipe de esta trilogía, está caracterizado por su elegancia, sin embargo, su lado bondage suele imponer distancia a muchos paladares.
Dejemos que domine nuestros sentidos, sometámonos a sus taninos potentes, seductores aromas a chocolate y a un masoquista “final feliz”.
Trilogía de la Bella Durmiente (Cabernet) / Anne Rice¡Se termino la número 23, más morfable que nunca!
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