Microrrelatos de autores

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El dinosaurio

Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Augusto Monterroso Anónimo mexicano: Él le propuso matrimonio//Ella no aceptó//Y fueron felices. Metacuento El escritor, frente a una hoja en blanco, buscó en su memoria aquella idea que por la mañana lo había estremecido, la misma que le hizo enchinar la piel. Este será un cuento perfecto, pensó, tiene que ser meta literatura, no puede ser de otra manera. Entonces escribió: “Decidí matarlo. Lo hice con una daga. Lo tomé por la espalda y enterré el filo en la suavidad de su carne. Perforé su pulmón y cayó casi tan lento como su propia sangre que escurría a cuenta gotas desde las costillas hasta la parte más baja de su espina dorsal. Ni siquiera notó el sueño que le provocaba el vacío”. Apenas terminó de apuntar, sintió un dolor agudo en su espalda. El sangrado era ya muy avanzado y la respiración se le hizo dificultosa. Murió a los pocos segundos de dejarse caer. Ni siquiera le dio tiempo de sacar la pluma que, de manera dolorosa, quedó encajada en su pulmón. Gustavo Gamboa Cortísimo metraje Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que

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abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse.Automovilista en vacaciones recorre las montañas del centro de Francia, se aburre lejos de la ciudad y de la vida nocturna. Muchacha le hace el gesto usual del auto-stop, tímidamente pregunta si dirección Beaune o Tournus. En la carretera unas palabras, hermoso perfil moreno que pocas veces pleno rostro, lacónicamente a las preguntas del que ahora, mirando

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los muslos desnudos contra el asiento rojo. Al término de un viraje el auto sale de la carretera y se pierde en lo más espeso. De reojo sintiendo cómo cruza las manos sobre la minifalda mientras el terror poco a poco. Bajo los árboles una profunda gruta vegetal donde se podrá, salta del auto, la otra portezuela y brutalmente por los hombros. La muchacha lo mira como si no, se deja bajar del auto sabiendo que en la soledad del bosque. Cuando la mano por la cintura para arrastrarla entre los árboles, pistola del bolso y a la sien. Después billetera, verifica bien llena, de paso roba el auto que abandonará algunos kilómetros más lejos sin dejar la menor impresión digital porque en ese oficio no hay que descuidarse. Julio Cortázar Por sólo tres dólares contemple a Blancanieves. Observe su plácida y serena hermosura. Como nadie lo ignora, permanece así después de haber mordido la manzana envenenada que preparó su cruel madrastra. Encontrarla en los bosques de Europa Central y traerla para formar parte de un inusitado espectáculo, no fue tarea sencilla: los siete enanitos que la protegían se negaban a entregar el cuerpo y tuvieron que ser sometidos por la fuerza. Pase, admire su absoluta inmovilidad dentro de su sarcófago de cristal, y por un poco más de dinero, usted podrá darle un beso. Si es afortunado, verá cómo despierta. René Avilés Fabila Como no quisieron pagarle sus servicios, el flautista, furioso, decidió vengarse raptando a los niños de aquel ingrato pueblo. Los conduciría por espesos bosques y altas montañas para finalmente despeñarlos en un precipicio. Sus padres jamás volverían a verlos. Para ello no era suficiente su flauta mágica, sino algo más poderoso. Optó, entonces, por prender el aparato televisor: los niños encantados lo siguieron hacia su perdición. René Avilés Fabila Euclideana (24 palabras) En una ciudad actual la distancia más corta entre dos puntos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos. René Avilés Fabila(México) En: Lauro Zavala, La minificción en México, p. 34

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El discípulo Cuando murió Narciso, el remanso de su placer se trocó de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, y llegaron llorando a través de los bosques las ninfas de las montañas, las oréades, para consolar al remanso con su canto. Y cuando vieron que el remanso se había trocado de una copa de aguas dulces en una copa de lágrimas saladas, soltaron las verdes trenzas de sus cabellos y gritando al remanso le dijeron: - No nos sorprende que hagas un duelo tal por Narciso, tan hermoso como era. - ¿Era hermoso Narciso?.- dijo el remanso. - ¿Quién había de saberlo mejor que tú? –respondieron las ninfas-. A nosotras siempre nos desdeñaba, pero a ti te cortejaba, y solía recostarse en tus orillas e inclinarse a mirarte, y en el espejo de tus aguas reflejaba gustoso su belleza. Y el remanso respondió: - Pero yo amaba a Narciso porque, cuando recostado en mis orillas se inclinaba a mirarme, en el espejo de sus ojos veía mi propia belleza reflejada. Oscar Wilde Otra vez “El cuervo y el zorro” El cuervo subido a un árbol, estaba, no con un queso según dice la fábula clásica, sí con un sangriento pedazo de carne en el corvo pico. Llegó el zorro. El olor le hizo levantar la cabeza, vio al cuervo banqueteándose y rompió a hablar: -¡Oh, hermoso cuervo! ¡Qué plumaje el tuyo! ¡Qué lustre! ¿No cantas, cuervo? ¡Si tu voz es tan bella como tu reluciente plumaje, serás el más magnífico de los pájaros! ¡Canta, hermoso cuervo! El cuervo se apresuró a tragar la carne y dijo al zorro: - He leído a La Fontaine. Álvaro Yunque

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La verdad sobre Sancho Panza Con el correr del tiempo, Sancho Panza, que por otra parte, jamás se vanaglorió de ello, consiguió mediante la composición de una gran cantidad de cuentos de caballeros andantes y de bandoleros, escritos durante los atardeceres y las noches, separar a tal punto de sí a su demonio, a quien luego llamó don Quijote, que éste se lanzó inconteniblemente a las más locas aventuras; sin embargo, y por falta de un objeto preestablecido, que justamente hubiera debido ser Sancho Panza, hombre libre, siguió de manera imperturbable, tal vez en razón de un cierto sentido del compromiso, a don Quijote en sus andanzas, y obtuvo con ello un grande y útil solaz hasta su muerte. Franz Kafka Más vale pájaro en mano que cien volando Eso le enseñaron. Lo mamó desde la cuna. Lo oyó desde sus primeros pininos. Se hizo carne en él. Entonces dejó volar los noventa y nueve pájaros y apretó fuerte, bien fuerte, el que tenía en la mano. El pájaro murió asfixiado. Isidoro Blaisten Prehistoria Era primavera, allá por el cuaternario. Un prehistórico estaba terriblemente enamorado de una prehistórica. La amaba. ¡Oh, cuánto la amaba! Era verla y el corazón le latía con la fuerza desbocada del galope de un mamut. Como prueba de su amor, decidió fabricarle un collar de cuentas. Derribó unos setenta árboles y los convirtió en astillas. Limó las astillas y las convirtió en bolitas. Ahora tenía que agujerear las bolitas para pasarles un piolín. La única herramienta que tenía para perforarlas era otra astilla de madera. Se puso a trabajar, dale que dale. No terminó el collar, pero inventó el fuego. Algo es algo. Ema Wolf

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Cenicienta III Advertidas por sus lecturas, las hermanastras de Cenicienta logran modificar, mediante costosas intervenciones, el tamaño de sus pies, mucho antes de asistir al famoso baile. Habiendo tres mujeres a las que le calza el zapatito de cristal, el príncipe opta por desposar a la que ofrece más dote. La nueva princesa contrata escribas que consignan la historia con su dictado. Ana María Shua Por escrito gallina una Con lo que pasa es nosotras exaltante. Rápidamente del posesionadas mundo estamos hurra. Era un inofensivo aparentemente cohete lanzado Cañaveral americanos Cabo por los desde. Razones se desconocidas por órbita de la desvió, y probablemente algo al rozar invisible la tierra devolvió a. Cresta nos cayó en la paf, y mutación golpe entramos de. Rápidamente la multiplicar aprendiendo de tabla estamos, dotadas muy literatura para la somos de historia, química menos un poco, desastre ahora hasta deportes, no importa pero: de será gallinas cosmos el, carajo qué. Julio Cortázar En busca del dragón Un caballero andante sale en busca de un dragón. Durante meses y meses atraviesa tormentas y tempestades, junglas y desiertos, valles y montañas, buscándolo, en vano. Y cuando pasa el tiempo y el dragón no aparece el caballero piensa que el dragón debe ser tan horrible que se volvió infinitamente pequeño, porque verlo sería intolerable, y que tal vez ese horror esté volando alrededor de él. Como el primer día se transformó en la primera noche, los primeros meses se transforman en el primer año. El caballero sigue su marcha entre las tormentas, las tempestades, las junglas, los desiertos, los valles, las montañas, el frío, el calor, y un terremoto. Y finalmente ve (cuando el caballo relincha, el suelo tiembla y los árboles caen), que dos montañas surgen del paisaje, y ve que no son montañas sino alas, enormes alas, enormes alas de murciélago; ve que la caverna hacia la que se dirige no es una caverna sino una inmensa boca, y que las estalactitas no son estalactitas sino dientes y se da

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cuenta de que el dragón no era invisible sino demasiado visible y que lo había encontrado desde que partió, porque el dragón no era chico sino grande, tan grande que era el paisaje. Jorge Torres Zavaleta La otra vida Desesperados por los tormentos y trabajos que les imponían los españoles –el español Las Casas es quien cuenta- los indios de las Antillas empezaron a huir de las encomiendas. De nada les valía: con perros los cazaban y despedazaban. Entonces los indios decidieron morir. Unos incitaban a otros, y así pueblos enteros se colgaron de los árboles, seguros de que, en la otra vida, gozarían de descanso, libertad y salud. Los españoles se alarmaron al ver que se iban quedando sin esclavos. Una mañana cierto encomendero advirtió que un gran número de indios abandonaban las minas y marchaban hacia el bosque, con sogas para ahorcarse. Los siguió y cuando ya estaban eligiendo las ramas más fuertes, se les presentó y dijo: -Por favor, dame una soga. Yo también me voy a ahorcar. Porque si vosotros os ahorcáis, ¿para qué quiero vivir acá, sin vuestra ayuda? Me dais de comer, me dais oro... No, quiero irme a la otra vida con vosotros, para no perder lo que allá tendréis que darme. Los indios, para evitar que el español se fuera con ellos y durante toda la eternidad les mandara y fatigara, acordaron por el momento no matarse. Enrique Anderson Imbert

Ágrafa musulmana en papiro de oxyrrinco Estabas a ras de tierra y no te vi. Tuve que cavar hasta el fondo de mí para encontrarte. Gabriel García Márquez

Mi madre me ajusta el cuello del abrigo, no porque empieza a nevar, sino para que empiece a nevar. César Vallejo

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Teoría de Dulcinea En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos. En el umbral de la vejez, una mujer de carne y hueso puso sitio al anacoreta en su cueva. Con cualquier pretexto entraba al aposento y lo invadía con un fuerte aroma de sudor y de lana, de joven mujer campesina recalentada por el sol. El caballero perdió la cabeza, pero lejos de atrapar a la que tenía enfrente, se echó en pos a través de páginas y páginas, de un pomposo engendro de fantasía. Caminó muchas leguas, alanceó corderos y molinos, desbarbó unas cuantas encinas y dio tres o cuatro zapatetas en el aire. Al volver de la búsqueda infructuosa, la muerte le aguardaba en la puerta de su casa. Sólo tuvo tiempo para dictar un testamento cavernoso, desde el fondo de su alma reseca. Pero un rostro polvoriento de pastora se lavó con lágrimas verdaderas, y tuvo un destello inútil ante la tumba del caballero demente Juan José Arreola Espiral Regresé a casa en la madrugada, cayéndome de sueño. Al entrar, todo oscuro. Para no despertar a nadie avancé de puntillas y llegué a la escalera de caracol que conducía a mi cuarto. Apenas puse el pie en el primer escalón, dudé de si ésa era mi casa o una casa idéntica a la mía. Y mientras subía temí que otro muchacho, igual a mí, estuviera durmiendo en mi cuarto y acaso soñándome en el acto mismo de subir por la escalera de caracol. Di la última vuelta, abrí la puerta y allí estaba él, o yo, todo iluminado de Luna, sentado en la cama, con los ojos bien abiertos. Nos quedamos un instante mirándonos de hito en hito. Nos sonreímos. Sentí que la sonrisa de él era la que también me pesaba en la boca: como en un espejo, uno de los dos era falaz. "¿Quién sueña con quién?", exclamó uno de nosotros, o quizá ambos simultáneamente. En ese momento oímos ruidos de pasos en la escalera de

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caracol: de un salto nos metimos uno en otro y así fundidos nos pusimos a soñar al que venía subiendo, que era yo otra vez. Enrique Anderson Imbert EL POZO Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años. Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la circunstancia de la familia numerosa. Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse. En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el interior. "Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje. Luis Mateo Díez

Todo tiempo futuro fue peor “Anoche se sobrepuso a las balas que lo acribillaron y huyó de la policía entre la multitud. Se escondió en la copa un árbol, se le rompió la rama y terminó ensartado en una verja de hierro. Se desprendió del hierro, se durmió en un basural y lo aprisionó una pala mecánica. La pala lo liberó, cayó sobre una cinta transportadora y lo aplastaron toneladas de basura. La cinta lo enfrentó a un horno, él no quiso entrar y empezó a retroceder. Dejó la cinta y pasó a la pala, dejó la pala y fue al basural, dejó el basural y se ensartó en la verja, dejó la verja y se escondió en el árbol, dejó el árbol y …buscó a la policía. Anoche puso el pecho a las balas que lo acribillaron y se derrumbó como cualquiera cuando lo llenan de plomo: completamente muerto.” Raúl Brasca

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El nunca correspondido amor de los fuertes por los débiles Hasta el fin de sus días Perseo vivió en la creencia de que era un héroe porque había matado a la Gorgona, a aquella mujer terrible cuya mirada, si se cruzaba con la de un mortal, convertía a éste en una estatua de piedra. Pobre tonto. Lo que ocurrió fue que Medusa, en cuanto lo vio de lejos, se enamoró de él. Nunca le había sucedido antes. Todos los que, atraídos por su belleza, se habían acercado y la habían mirado en los ojos, quedaron petrificados. Pero ahora Medusa, enamorada a su vez, decidió salvar a Perseo de la petrificación. Lo quería vivo, ardiente y frágil, aún al precio de no poder mirarlo. Bajó, pues, los párpados. Funesto error el de esta Gorgona de ojos cerrados: Perseo se aproximará y le cortará la cabeza. Marco Denevi

La fe y las montañas Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía. La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe. Augusto Monterroso

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EL MIEDO Una mañana, nos regalaron un conejo de indias. Llegó a casa enjaulado. Al mediodía, le abrí la puerta de la jaula. Volví a casa al anochecer y lo encontré tal como lo había dejado: jaula adentro, pegado a los barrotes, temblando del susto de la libertad. Eduardo Galeano

LA CITA DE SU VIDA El lunes sueña con la cita. El martes se entusiasma pensando que se acerca. El miércoles comienza el nerviosismo. El jueves es todo preparativos, revisa su vestuario, va a la peluquería. El viernes lo soporta como puede, sin salir de su casa. El sábado, por fin, se echa a la calle con el corazón rebosante. Durante toda la mañana del domingo llora sin consuelo. Cuando nota que vuelve a soñar, ya es lunes y hay trabajo Andrés Neuman

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