Homenaje al Maestro Luis Fernando Luna Guarneros

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Índice Página 3. Carta Editorial Por: Ana Patricia Carbajal Córdova Página 4. Foto Sala Netzahualcóyotl Por: Gelasio Acevedo Página. 5. Luis Fernando Luna Guarneros: El Director que transformo vidas a través de la música Por: Pablo Diaz Cazares Página 9. A la memoria de Luis Fernando Luna Guarneros Por: Darinka Romero Ángeles Página 12. Después de mucho ensayar Por: Jazmín Valenzuela Página 14. Gracias Maestro Por: Ileana Seguí Página 18. Me siento afortunada de haber sido testigo de su enorme talento. Por: Marisa Derbez Página 19. Lo recordare toda mi vida, descanse en paz Por: Maximina Guadalupe Herrera Página 20. Nib óolal Luis Fernando Por: Claudia Gisela Luna Guarneros Página 25. Canción Por: Aldo Bantó Página 30. Aniversario del Programa Coral Universitario 2014 Por: Luis Fernando Luna

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Carta Editorial Por: Ana Patricia Carbajal Córdova

Cuando perdemos a un ser querido, muchos pensamientos y preguntas llegan, los recuerdos se agolpan y la impotencia se apodera de nosotros. La sensación de saber que Luis, nuestro querido "pollo" estaba desaparecido, nos carcomió durante varios días, y nos llenó de tristeza y coraje. Hoy sabemos que ya no está con nosotros, y entonces retomamos aquellos momentos compartidos y los atesoramos para guardarlo en nuestra memoria y agradecer el habernos topado con él en alguna etapa de nuestra vida. Hoy agradecemos a la música que lo acompañó siempre y que nos hizo parte de su vida. La música coral se vio enriquecida siempre con su trabajo, generosidad y entrega. Con este boletín especial honramos la memoria del amigo, hijo, hermano, maestro y gran ser humano, Luis Fernando Luna Guarneros.

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Cuando ensayamos para el Concierto del XV Aniversario del PCU (Programa Coral Universitario), a escasa media hora antes de que comenzara el concierto alguien hizo una entrevista al maestro Luna con filmadora en mano y fue ese momento que aproveché para retratarlo. Espero les guste esta grafica tomada en la Sala Netzahualcóyotl de la UNAM.

Por: Gelasio Acevedo

"Concierto XV Aniversario Programa Coral Universitario"

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Luis Fernando Luna Guarneros: El Director que transformo vidas a través de la música Por: Pablo Diaz Cazares La reciente desaparición del Maestro Luna ha conmocionado a amigos, familiares, alumnos y en general a toda la comunidad musical del país y de muchas partes del mundo. A raíz de esto los medios de comunicación, prensa y televisión han redimensionado su legado, la pérdida que representa y el gran vació que deja. Conocí al Maestro en el 2000 y eso me permitió vivir y estar en contacto con el músico, con el ser humano y sobre todo con la visión del mundo que tenía. Luis Fernando vivía la música, vivía con la música y amó profundamente a su prójimo, su talento excepcional no solamente se limitaba al área musical, sino también a la de un gran visionario, creando proyectos de promoción, investigación y educación musical. Durante 12 años de arduo trabajo y por supuesto con la colaboración de diversas personalidades estuvo involucrado en la creación de la actual Orquesta Sinfónica, Orquesta Sinfónica Juvenil, la Escuela Superior de Artes de Yucatán, y la Escuela de Música Popular dedicada al estudio formal de la Trova Yucateca tradicional. Su última creación fue el Programa Estatal de Bandas Sinfónicas y su tan amada Banda Sinfónica Juvenil “Luis Fernando Luna Guarneros”. Digo tan amada porque con su Banda viajo a diversas localidades de Oaxaca, y miembros de la misma agrupación también hicieron varios viajes a Iowa, Estados Unidos. Destaca también la creación del Coro Filarmónico de Yucatán que abordaba de forma excepcional las obras sinfónicas corales y operísticas. Luis Fernando fue un hombre que creyó en la evolución del hombre mediante la música y así era capaz de enseñar con toda paciencia desde

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un niño residente en alguna población marginada hasta un estudiante de música de nivel superior. Su sólida formación académica adquirida en Ciudad de México, Milán y Viena desarrolló en el músico su talento natural que le permitía no solamente dirigir coros, bandas y orquestas, sino también arreglar, componer, cantar y tocar el piano con una soltura envidiable. Era siempre franco en su trato y sencillo, como en aquellos grandes artistas dueños de sus habilidades. A pesar de haber sido blanco de “rencillas políticas” él tenía muy claro la misión que se había procurado desarrollar. En una sola frase, cambió radicalmente el concepto musical en Yucatán. Durante este periodo muchos músicos yucatecos pudieron salir a estudiar a Rusia, Austria, Italia, Canadá, Francia y Estados Unidos. A pesar de sus innumerables viajes y propuestas concretas de trabajo en otros estados de la República él quería vivir aquí, él quería quedarse en Yucatán. Aprendió los ritmos y las estructuras de la música popular yucateca. Entendió que la espontaneidad musical de este estado radicaba precisamente en la música popular y eso lo encantó, lo enamoró. Y lo recuerdo todavía en su camioneta negra yendo a los pueblos con su “montón de instrumentos” de banda, jóvenes, niños e instructores. Muchos de ellos hicieron su primer viaje en avión con su maestro. Tenía su casa en el centro de Mérida y él decía que así podía llegar en poco tiempo a sus ensayos, por eso vivía allí. Alguna vez le pregunté que hubiera sido si no se hubiera dedicado a la música y él me contesto, no sé yo siempre supe que sería músico. A prácticamente un mes de su desaparición, el ambiente que se vive entre los músicos que lo conocimos de cerca es de: sentimientos encontrados, de un profundo agradecimiento a la vida a Dios y por supuesto a la Familia Luna Guarneros por habernos prestado al maestro. Es casi imposible no encontrar a algún alumno que no se ría con lágrimas en los ojos de sus locuras pero que al mismo tiempo que se pregunte ¿por qué él? Pregunta que yo mismo me he hecho todos los días, sobre todo por todo el bien que hizo a lo largo de más de una década de trabajo ligado a las instituciones musicales yucatecas.

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Los restos del maestro Luna (como todos lo llamaban) descansan aquí, sé que él está contento de finalmente tener su casa aquí en Mérida, donde reposará eternamente. Sobre todo porque estoy seguro que es el “no yucateco” que más amo y trabajo por estas tierras. La desconsolación se hace más grande para el ambiente musical porque, acá las bandas, los coros, las orquestas sus alumnos y sus niños, nos lo recuerdan todo el tiempo.

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A la memoria de Luis Fernando Luna Guarneros Por: Darinka Romero Ángeles Coralista de “Fratelli” de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM ¿Cómo iniciar? Es siempre la pregunta constante, para la tarea, para pedir algo, decir algo. Yo, a estas alturas de los acontecimientos, aun no sé cómo. Comenzaré diciendo que no iba a cantar en el concierto del XV Aniversario del Programa Coral. Había entrado a un curso intersemestral en la Facultad y era bastante pesado (tenía que asistir todos los días, por las mañanas). Sin embargo a eso le sume los ensayos en la Escuela Nacional de Música, una semana, todos los días por la noche. Aún recuerdo mis palabras: Quisiera ir, pero no puedo. De lo que me hubiera perdido. Es aquí donde las lágrimas comienzan a salir y un nudo en la garganta comienza a formarse, pues sin Luis Fernando Luna, me atrevo a decir, el XV Aniversario del PCU no hubiera sido el mismo. Esa semana llegaba a la ENM agotada por intersemestral, no obstante después de cada clase salía más enamorada del canto coral. Cada noche absorbía las experiencias y consejos de Luis Fernando Luna, supe por él que había ido a China y su experiencia en los baños de allá, todo esto para ejemplificar una técnica de respiración. Recuerdo su forma de bailar al dirigir, su entusiasmo por hacernos cantor con pasión, por seducir a la audiencia como soprano cada vez que cantáramos Adiemus de Karl Jenkins. Gracias a él conocí a mis compañeros del PCU mientras nos ponía a dar de vueltas por escenario, sus opiniones cada vez que nos invitaba a participar, cada vez que nos ponía a trabajar en parejas para dejarnos llevar por el movimiento del otro. Hice de todo, aprendí con él de todo.

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Recordar la presentación en la Sala Nezahualcóyotl trae a mí una sensación de alegría, aun siento los nervios antes de comenzar a cantar, sin embargo recuerdo a Luis Fernando Luna y su seguridad al entrar a la Sala, la elegancia y humildad que emanaba esa noche, su pasión en cada momento, su inmensa alegría al alzar los brazos, al voltear e invitar aplaudir a la audiencia. En pocas ocasiones alguien me impresiona tanto. Sé que varios me criticarían mis lágrimas diciendo: no era tu amigo, ni siquiera hablaste más de cinco minutos con él, él solo los dirigió. Inhumanos, si la música y el canto son lenguajes diferentes, difíciles de significar, de entender, acaso ¿no es un don el poder acceder a ellos? ¿Acaso él no hizo lo posible por enseñarnos algo que él, con su esfuerzo aprendió, entendió y amo? Por eso esa semana fue la mejor de todas, porque él me hizo sentir profesional, porque él sin conocernos nos valoró, nos respetó y nos quiso. Nos alentó y no gurdo nada para sí, nos regañó cuando era necesario y nos aplaudió cuando lo logramos. Aún recuerdo sus palabras: me gusta trabajar con gente como ustedes porque son maleables, la gente profesional ya tiene sus mañas y te ponen peros. Ustedes no, lo hacen. A cualquier otro le hubiera dado lo mismo, al final son jóvenes que no se dedican a esto. Por eso lloro, me enojo, por eso me entristezco, porque sin conocerle a fondo le quise, le aprecié y aun lo hago, porque el sin dudarlo nos aceptó tal y como somos, primero. Maestro Luis Fernando Luna, su luz brille para siempre y sea ejemplo para muchos. Para mí el mayor ejemplo que pudo darme fue su entrega y humildad ¿Qué impresionante, no lo cree? Solo fue una semana y siento que le conocí toda mi vida.

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Por: Jazmín Valenzuela Después de mucho ensayar con el Coro de la Facultad de Derecho, las maestras Gaby e Ivette nos avisaron que con el fin de homogeneizar las interpretaciones de todos los coros, íbamos a tener un taller que nos permitiría mejorar nuestro trabajo y que las voces de todos se escucharan bien. Las profesoras nos dijeron que íbamos a estar con un excelente profesor, y que podríamos tener la oportunidad de mejorar en muchos aspectos. Era importante que fuéramos. Aunque realmente yo no hice ninguna suposición antes de llegar, el trabajo en los talleres me sorprendió, ya que fue más de lo que yo esperaba. El maestro Luna tenía un gran currículum, pero al trabajar con eĺ, nunca pensé en ello, ya que era una persona muy sencilla. Fue una experiencia muy agradable ser guiados por el Mtro. Fernando Luna, porque siempre trabajaba con una sonrisa. Al llegar hacíamos actividades que nos permitían, a la vez, relajarnos, pero concentrándonos en la música. Cosa curiosa, porque muchas veces concentración implica estrés. Creo que lo logró en parte porque sus dinámicas nos hacían sentir en confianza, pero sobre todo por un fuerte sentimiento de unión y pertenencia que imperaba en todos los coralistas; hicimos actividades que nos permitieron vincularnos con nuestros compañeros de coro de forma distinta a la habitual. Al estar practicando en conjunto sentíamos que justo ahí era donde debíamos estar. Debo resaltar que la mayor parte de los coralistas somos amateurs, sin embargo, el Mtro. siempre fue muy paciente con nosotros, instándonos siempre a esforzarnos más, animándonos, recordándonos que el XV Aniversario del PCU era un evento nuestro, y que como tal debíamos dar lo mejor, con ganas y disfrutándolo. La culminación del trabajo, el evento en la Sala Nezahualcóyotl, fue algo muy emocionante, y ser guiados por el Mtro. Nos dio seguridad para

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hacer aquello para lo que nos habíamos reunido, y al mismo tiempo alegría, por hacer algo que nos gusta mucho, que es cantar.

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Gracias Maestro Por: Ileana Seguí Estas son las canciones que serán los cantos comunes en nuestro concierto con el que se celebrará el XV aniversario del Programa Coral Universitario en la Sala Nezahualcoyotl”, y nos entregaron “Adiemus”, “Tintinabulum” y “Bethelehemu”. Lo primero que hice fue buscarlas en YouTube, me emocionaron mucho y sobre todo “Bethelehemu”. La encontré con un coro norteamericano, me la imaginé con toooodos nosotros y la piel se me erizó al instante. Se había organizado un taller de una semana para poner las canciones con el director que vendría de Mérida para trabajar con nosotros. Después supimos que se trataba de Luis Fernando Luna Guarneros hermano del Víctor Luna Guarneros, director del Coro Convivium con el que ya habíamos trabajado en otra ocasión y que nos dejó una impresión magnífica. Yo trabajo en la FES Acatlán y para mí era muy difícil poder asistir a todo el taller, pero estudié mucho por mi lado, pues no quería quedar por debajo del trabajo de mis compañeros y poder participar en este evento por demás importante para mí, ya que he participado ocho de los quince años en el Programa y, afortunadamente, pude asistir a los ensayos próximos al concierto. Por fin pude conocer al maestro Luna del cual ya había oído muchos comentarios de mis compañeros que estaban fascinados con su trabajo, su trato, su simpatía. Y bueno, para mí no fue distinto. Sólo hicieron falta unas cuantas horas para admirarlo, respetarlo y guardar solo sentimientos buenos en mi corazón por él. Un profesional impecable, respetuoso, inteligente, simpático y muy paciente pues somos amateurs y estoy segura que batalló más con nosotros que con las personas con las que está

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acostumbrado a trabajar. Pero eso no fue traba para que siguiera buscando las formas de explicarnos lo que él quería escuchar de nuestro gran grupo y siempre las encontró y el resultado era bueno cada vez. En un momento nos dijo: “Vamos a repetirlo bien, porque si no se va a hacer un “xe’ek”, ésta es una palabra maya que los yucatecos usan para decir que algo está todo revuelto. Y me reí. Salí de ese ensayo encantada por lo que acababa de vivir gracias al maestro. El día del concierto ensayamos antes, luego nos fuimos a preparar y por fin llegó la hora que esperábamos desde el año anterior. El maestro Luna salió muy elegante con una hermosa guayabera y nosotros con la camiseta que se mandó a hacer ex profeso para ese día. Con su sonrisa, su energía y todas sus instrucciones, señas, caras y ademanes, que ya teníamos entendidos (y podría decir, pactados con él previamente), nos lanzamos a cantar para mucha gente estas canciones hermosas que preparamos para ese día. La fuerza que pueden tener 300 personas cantando es impresionante, lo sentimos nosotros y también el público. La energía fue creciendo con cada interpretación. Nosotros muy pendientes del director que se hizo uno con nosotros. Para cantar la última canción que fue “Bethelehemu”, el maestro se cambió su guayabera por una camiseta igual a la nuestra. Fue un detalle lindísimo que nos conmovió y nos alegró a todos. Esta canción es poderosa, imponente, te hace sentir cosas en la panza, te eriza la piel. Y eso fue lo que Luis Luna Guarneros consiguió de nosotros, para nosotros, para él y para el público. Terminamos el concierto todos emocionados y felices.

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Coincidí con el maestro en los pasillos de la Sala y no pude aguantarme las ganas de darle las gracias por todo, por sus enseñanzas, por su esfuerzo, simplemente por haber aceptado venir desde Mérida a trabajar con nosotros, le dije que fue un placer trabajar con él. Le comenté que mi familia era de Yucatán y le dio mucho gusto y me abrazó. Así somos los que amamos Yucatán cuando nos encontramos, como si fuéramos familia. Le dije: “por eso cuando dijo usted que se iba a hacer un “xe’ek”, fui la única se re rió”…Y reímos juntos. Le di las gracias otra vez y nos despedimos con un beso y un abrazo. Debo dar gracias otra vez a la vida, a Dios, al universo y a todos a quienes haya que agradecer por haber tenido el honor de conocer y trabajar con Luis Luna Guarneros, un hombre excepcional. Me siento orgullosa y privilegiada.

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Por: Marisa Derbez Bastó tan poco tiempo para ganarse el cariño y respeto de todos; por su carácter afable, por su empatía, por su profesionalismo y exigencia, por la paciencia por perfeccionar cada nota, cada compás; por enseñarnos a conectar con cada uno de nuestros compañeros, porque como él nos decía: "Las emociones se transmiten con el cuerpo, con las manos, con la mirada, y no tengan miedo ni mucho menos vergüenza de mostrarlas". Porque llevo en el corazón todas sus divertidas dinámicas, sólo puedo decir.....¡¡ Muchas gracias maestro Luis Fernando Luna Guarneros!! Me siento afortunada de haber sido testigo de su enorme talento.

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Por: Maximina Guadalupe Herrera Trabajar con el Maestro Luna, fue para mí una experiencia muy grata y satisfactoria. Sus ensayos eran muy amenos, empezando con ejercicios de respiración y relajación, con un gran sentido del humor, siempre haciéndonos reír por todo... Lo recordare toda mi vida, descanse en paz.

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Nib óolal Luis Fernando Por: Claudia Gisela Luna Guarneros, Vancouver, Canadá Diciembre 2014 Cuando yo llegué, él ya estaba ahí. Fue el primero de seis hermanos, el líder. Todos los demás que lo seguimos fuimos cómplices y aliados de sus travesuras. Robarse piñatas enteras en fiestas infantiles era una estrategia cuidadosamente planeada y ejecutada por él. Todos admirábamos su osadía. En una ocasión nos confiscaron una bolsa llena de cohetes, no recuerdo la razón, seguramente hicimos alguna diablura y nos mandaron a nuestras habitaciones; esa noche no habría celebración. Con el desafío característico de su personalidad, Luis aprovechó la ausencia de nuestra madre para apoderarse del botín y junto con su aliado Víctor, se dieron a la divertida tarea de quemar cohetes mientras los demás observamos desde nuestras “celdas”. Todavía era un niño cuando empezó a organizar grupos. La famosa “Sinfonía Minina” fue obra de su creatividad interminable. Nos invitó a participar en su aventura musical, imitando la conversación entre perros y gatos sin importar las altas horas de la noche. Compartimos ésta obra maestra con todo el vecindario, gruñendo y maullando de ventana a ventana, recibiendo más de un aplauso en el trasero por interrumpir el descanso de los vecinos y el de nuestros padres. Las travesuras de la infancia pronto se transformaron en proyectos reales. Intentó armar una Banda Bossa Nova inspirada por Sergio Mendez & Brasil ‘66 como regalo de bodas para nuestros papás. “La promesa del pescador” se quedó en promesa, nunca se tocó, pues la joven e inmadura agrupación estaba muy entretenida en hacer rabiar a su director. Lejos de detenerse, se motivó para salir de la rutina del hogar y lanzarse al mundo. David desafiaba a Goliat en esos viajes diarios a la Ciudad de México en busca de conocimiento e instrucción musical. Era duro y

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disciplinado en ésta batalla de todos los días y proyectaba ser muy serio e inaccesible. El paso inevitable del tiempo trajo consigo cambios para todos. La familia Luna adoptó a La Ex-Hacienda de Santa Mónica como sede parroquial y el ministerio de música llegó a manos de Luis Fernando. Lo que empezó como un servicio litúrgico, pronto se transformó en fuente de inspiración: El Coro Getsemaní se formó con jóvenes de la colonia, carentes de instrucción musical. Trabajando con alegría, amor y perseverancia, adiestró oídos sordos, entonó voces discordantes, imprimió partituras modificadas para iletrados musicales, grabó pistas de estudio para las diferentes secciones del coro, regaló su sabiduría a todos los que se le acercaban. Abrió la puerta exclusiva del conocimiento musical para dar acceso a todas las personas, así músicos profesionales y gente común convivían en perfecta armonía. Getsemaní dejó huellas imborrables, participando en concursos y conciertos, logrando brillante presencia en el Conservatorio Nacional de Música, además surgieron carreras musicales, parejas fundadoras de hogares sanos y buenas familias, se hicieron lazos de amistad que continúan a pesar del tiempo y la distancia. Llegó nuevamente el tiempo de cambios. Europa, la Meca de todo músico, le atrajo para continuar sus estudios musicales. Lejos de la patria puso a prueba sus talentos y capacidades; desafiando lo desconocido se descubrió a sí mismo y transformó su rigidez en adaptación, armonía y alegría. Desconozco los motivos que lo hicieron regresar a México, tal vez vio el potencial de la juventud mexicana y quería ser parte de ello; no lo sé. Lo cierto es que se apoyaba en la familia como fuente constante de energía renovadora, aprovechaba cualquier oportunidad para reunirse con nosotros recordando cosas de la infancia entre bromas, ocurrencias y anécdotas.

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Luis Fernando vivía en otra dimensión, pensaba en otra frecuencia; lo entiendo ahora después de tantos años. Aceptaba los cambios de la vida y los veía desde otro punto de vista: el paso de los abuelos al más allá fue motivo de regocijo, no de pena; pues ya estaban liberados de la limitación de sus cuerpos. Recibió a los primeros sobrinos de la familia sin prejuicios, con la genuina alegría del milagro de una nueva vida. Pude reconocer su dimensión cuando aceptó a Víctor como músico y colega. Fui testigo de su lealtad y amor a nuestro hermano. Compartió con él sin reservas toda su sabiduría y experiencia con el genuino deseo de verlo ser mejor. Luis Fernando vive ahora en su dimensión de armonía perfecta. Nib óolal es gracias en Maya. Nib óolal hermano, por dejarnos ser parte de tu mundo mientras viviste en esta tierra. Querida familia Maya, Nib óolal por recibirlo como a uno de los tuyos. Lo dejamos en el lugar donde quería trascender: en la Blanca Mérida, hermosa ciudad de gastronomía exquisita y costumbres pintorescas, toda llena de luz, color y música. Descansa en paz querido hermano. Nib óolal Luis Fernando.

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Canción de Aldo Bantó Yo vengo del silencio de mi tierra de su belleza viva sin igual, y salgo del murmullo de ese viento que sopla y mueve el campo, el pastizal. Volando por los montes y los llanos para que el mar me enseñe su cantar y cantaba en mi piel, cantaba en mi alma toda mi tierra alegre su bondad. Cantaba de aquel mar los vivos sones las marchas de los llanos cantaba, la trova del camino de los montes y del hombre cantaba su cantar. El cielo me enseñó a cantar de amores, la lluvia de la vida que vendrá el fuego que rugía, y su corazón que ardía me dijo: “¡Nunca pares de cantar!” Pero han pasado muchos, muchos años desde que en mi canción solía vivir mi tierra que vibraba y en su magia envolvía misterios y pasiones hasta el fin. -Hoy todo eso acabó Las selvas y los bosques son talados, los ríos ya no corren por el ancho pastizal, los montes se derrumban, los llanos se requiebran, y el hombre contra el hombre puesto está. Las madres que no encuentran a sus hijos, los niños que no pueden salir más a jugar, y en el campo las manos se cansan de esperar la lluvia que jamás regresará. Mi tierra ahora muere desangrada: saquearon sus entrañas y quemaron su piel; y cambiaron mi canto por un intenso llanto un grito que no deja de crecer.

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Callé durante mucho cualquier canto, se fue todo lo bueno y las ganas de seguir y luego me di cuenta que si no canto yo ¿cómo se escucharía este clamor? Y aunque se hayan llevado mi alegría y aunque ya nunca pueda cantar más al amor no cesará mi canto: retumbará mi voz buscando un mundo nuevo buscando un nuevo sol… Y aunque no tenga nombre, ni rostro, ni color cantaré a todos esos que luchan como yo. Mi voz que fue tan suave como niebla, hoy el mar que ruge, volcán en erupción: un grito que se alza por toda la ciudad protesta por justicia y libertad! Y atrévete a llamarme por mi nombre y mirarme a los ojos si vienes a decir que cantarás conmigo: tu voz será mi voz cantando todos juntos luchando sin temor pues te daré mi vida, mis manos, mi dolor hasta que nos escuchen… hasta que salga el sol…! -¡que por ti canto mi Canción!-

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decoromx.wordpress.com Noticias y eventos de la mĂşsica coral

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Aniversario del Programa Coral Universitario 2014 Por: Luis Fernando Luna Mérida, Yucatán 2014 El canto individual o en conjunto es una de las prácticas universales presentes en todas las civilizaciones del mundo, que identifican al género humano y que se constituyen como una de las manifestaciones culturales más vivas de una comunidad al ser un vivo medio de expresión ya que a través de la voz cantada se transmiten las más diversas emociones y se cuentan las cosas del acontecer que de nuestro entorno tienen y han tenido las generaciones actuales y antiguas. El canto coral es un ejercicio cuyas bondades en todos aspectos saltan a la vista al convocar voluntades y sumar la individualidad al gran todo, al abrir brechas para el acceso, descubrimiento y disfrute de la actividad artística que agudice los sentidos de coreutas y público hacia los diversos lenguajes musicales que el repertorio coral propone, al ofrecer una alternativa que incida en desarrollo integral de las personas proporcionando bienestar físico y emocional, revitalizando y nutriendo nuestra vida cultural. Creo que tal es la experiencia en el reciente Encuentro de Coros del Programa Coral Universitario en el que, gracias a la dirección de la Mtra. Ana Patricia Carbajal, al apoyo de su equipo de directores, músicos y entusiastas cantantes provenientes de coros de diversas facultades de la UNAM, se dieron cita para refrendar la presencia de este programa y el carácter humanista de nuestra máxima casa de estudios, celebrando así un año más de vida del feliz proyecto cuyos frutos están a la vista. Asumir nuevos retos solidariamente, explorar nuevos métodos, abordar estilos, encontrar y proponer soluciones para los diversos problemas que plantea la actividad coral es parte de una labor conjunta entre la sociedad civil, comunidad artística, autoridades educativas y del ramo cultural, con

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el fin de dinamizar relaciones y favorecer el buen desarrollo del tejido social. El PCU es un espacio vivo de continua experimentación y aprendizaje, un ambiente de apoyo entre colegas, donde la convivencia y la confianza entre amigos, hacen del canto coral un refrescante y renovado ejercicio. Agradezco la invitación a participar en este magno encuentro y esperamos con interés y entusiasmo la edición 2015 y deseando que este movimiento coral continúe ampliando su cobertura y ganando más voces que quieran sumarse a la inigualable experiencia del canto coral.

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