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Priscila Urdiales. Duda Calcárea

Priscila URDIALES Cuenca, Ecuador. 1991

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Duda calcárea

Escultura/Objeto 2020

“En el devenir, en la desmesura de lo inseguro flota un instante y vuelve a sumergirse.

Creer es un acto de espesura, de compacidad y riesgo”

Rafael Courtoisie

El proyecto hace alusión a la información consumida, la realidad no aceptada... Las dudas sólidas crecen como cristales ante verdades no digeridas.

Esta propuesta se ha basado en las piedras bezoar- cálculos vesiculares no digeridos que se acumulan hasta formar una piedra semipreciosa-. A través del tiempo se ha utilizado como un anti veneno/ antídoto contra varias enfermedades físicas y mentales.

La duda calcárea está incrustada en la deficiente estructura del imaginario social y es consumida por todos.

Actualización pospandemia:

Duda calcárea es una pieza que roza con toda la infodemia no asimilada que crece y se petrifica en un espacio liminal entre la incertidumbre y la espera. Se presenta con pequeños cristales, como bezoares que expulsamos vacilantes ante las nuevas formas de vivir la realidad.

Dichas formas orgánicas nacen del objeto-periódico que es un ejemplar de un Diario de la ciudad de Cuenca que acaba de cerrar debido a la pandemia, de esta forma la obra se actualiza y adquiere propiedades que se manifiestan debido al tiempo.

Priscila Urdiales C.

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Damián SINCHIQ Cuenca, Ecuador. 1982

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La rebelión de las masas Una breve metafísica sobre las manzanas acarameladas de Damián SinchiQ

“Quien no piense como todo el mundo, corre el riesgo de ser eliminado” José Ortega y Gasset

Lo que Damián SinchiQ formula a través de este proyecto de escultura, en su formato relacional y expandido −como propósito primordial−, es poner en la mesa de diálogo, los pormenores asintomáticos de la dualidad individuo-masa, en un mundo que ha sometido la riqueza de lo individual (entendiéndolo desde su explicación más capital “lo que no se puede dividir”) a favor del delirio permanente de las masas, masas como poder de la multitud que han desabordado en una ontología social con filósofos como Spinoza o Negri.

Por ello, dualidades como diferencia y comunidad, ente y colectividad; y claro, individuo y masa, son puestas en escena en un jugueteo virulento que se articula a través de mil objetos escultóricos similares (manzanas), como cuántos de esa multitud poseen el don de la diferencia y, por lo tanto, el poder de permutación. Interesante apuesta que vierte sobre este campo asintomático, un cuestionamiento primordial y que por ser tan básico pasa desapercibido, la imposibilidad del mundo globalizado neoliberal, de potenciar lo individual, porque solo lo masivo adquiere valor como producto de mercado.

Por otro lado, se trata también de equiparar, por medio de los sentidos, la realidad enfrentada a su grado mimético más alto, en un ejercicio opuesto de transformación de dos realidades diferentes. La primera una realidad a la que estamos acostumbrados, la realidad palpable, la cotidiana, esa que nos ha tocado vivir, la que activa los sentidos en cuanto son ellos los que nos acercan al mundo (la única forma posible de saber que existe esta realidad es a través de la activación de los sentidos), realidad que no nos causa incertidumbre, esa realidad pragmática del ver para creer, una realidad posible en la medida de lo sensorial y que nos abre la puerta de

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entrada al mundo que lo llamamos mundo real, una realidad de la cual jamás dudaríamos.

La segunda, considerada un efecto de realidad, cuyo crítico más asiduo ha sido Platón, el filósofo que expulsa al artista de su República ideal, porque imita mal esa realidad y en esa mala imitación confunde. Con SinchiQ damos un paso adelante y lo que podríamos llamar mímesis, adquiere un carácter mucho más real, porque no solo activa el sentido de la vista, sino que engaña el resto de los sentidos; entonces, es cuando el artista nos enfrenta a los desarrollos hiperrealistas de la escultura, la cual abre una brecha discursiva entre la realidad tal cual la conocemos y esa otra realidad, una realidad paralela en donde todos los sentidos, excepto el gusto, superan a la primera realidad, una hiperrealidad donde las manzanas son mejores, tienen mejor color, huelen mejor, se ven mejor, se sienten más reales, porque es una realidad, otra, que al no preocuparse de su sabor, permite que se potencialice en el resto de sentidos. Esta realidad es la realidad del aspecto, de la apariencia, de la forma, pero es una realidad más cómoda, más fácil, más perfecta; en esta realidad las manzanas no se pudren, por lo tanto, no huelen mal (mientras las manzanas reales con el tiempo empezarán a mostrarse defectuosas), las de esta otra realidad siempre se mantendrán fastuosas.

Esa dualidad confusa, presente ya no entre la realidad y su mímesis, sino en la realidad pragmática y esa otra realidad (hiperreal), es la que nos hace pensar en el truco que SinchiQ introduce y que solo el proceso de tiempo (tiempo de putrefacción) nos mostrará y nos permitirá diferenciar entre cuáles son las unas de las otras. Esa misma razón también nos hace percibir que la otra realidad está enfrascada en un mundo atemporal, un mundo donde la dimensión del tiempo no existe, y al no existir no puede ser afectada, este doble truco nos hace pensar que sin tiempo no hay pasado ni futuro, solo un presente continuo que se repite incesablemente y de ahí su condena, el gran problema de la eternidad del vampiro

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−es el aburrimiento que puede producir no poseer principio y fin−, por lo que el castigo más alto de los dioses (de cualquier religión o creencia) es su condena a la eternidad.

Para finalizar (y como anexo al propósito del artista), diremos que hay algo entre los códigos visuales del artista que no se puede pasar por alto, y es que el objeto al ser tallado es precisamente una manzana, símbolo del pecado original; la primera participación del objeto sensorial en el mundo bíblico. La primera objetualización de las sensaciones, morder la manzana del pecado, comerse el objeto exquisito y tentador, dar una mordida al pecado, saborear el pecado y con ello abrirse paso al mundo de los humanos, al mundo en donde el dolor, el sufrimiento, la muerte persisten y son el núcleo creador y creativo que nos hace avanzar, entonces esas deliciosas manzanas acarameladas −mejor no pueden ser−, se encuentran provocando al espectador a que sea parte de la obra y que al ser parte de esa obra se introducen en el mundo de los sentidos y del pecado (sin saber cuáles son reales y cuáles no), una verdadera apuesta de realidad y esa es la tentación a la que SinchiQ invita para el deleite, la de una sobredosis de realidad.

Hernán Pacurucu C. Crítico y curador de arte contemporáneo

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