Silvia
Inés Arredondo (1928-1989) “...mi necesidad es la de encontrar y tratar de comprender almas, aunque para ello tenga que recurrir, a veces, al oficio menor de describir caracteres. Creo que si uno no es mirado, es decir, reconocido, no puede tener más que una realidad amorfa.” Inés Arredondo
Junto con Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo y Sergio Pitol, entre otros, Inés Arredondo forma parte de la generación de escritores mexicanos que despuntó en la década de 1960. Publicó tres libros de cuentos: La Señal (1965); Río Subterráneo, por el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia (1979), y Los Espejos (1988). Su verdadero nombre fue Inés Camelo Arredondo, pero en honor a su abuelo, quien siempre la apoyó, y por amor a su madre se quedó simplemente con el apellido Arredondo. De su infancia dijo: “Como todo el mundo, tengo varias infancias de dónde escoger, y hace mucho tiempo elegí la que tuve en casa de mis abuelos, en una hacienda azucarera cercana a Culiacán llamada El Dorado.“ Los temas de sus cuentos son ilimitados y sus numerosos viajes generaron una literatura de aire cosmopolita. La hacienda –una de las más productivas en la historia de Sinaloa– y la figura de la madre son dos ejes sobre los que gira la obra de la autora. Los estudiosos de su obra sostienen que posee la característica de dejar fluir a sus personajes, quienes viven sin cuestionamiento moral, jugando siempre al borde de lo prohibido con un delgado hilo de inocencia y liberados en una sexualidad plena. Deja escapar a los demonios que la sociedad mantiene en secreto como la homosexualidad y el incesto. Bajo tópicos como el erotismo, la locura, lo escatológico, el destino, y permeadas por la belleza, el arte y la búsqueda de sí misma, la cuentística de Inés Arredondo propone un camino nada sencillo de recorrer.
Arredondo ha tenido la suerte de crear, encontrar y fundirse en cada una de sus Inés Arredondo búsquedas, en cada uno de sus cuentos. Así pues, gracias al otro, al símbolo, a la soledad, a la locura, al erotismo, a la pérdida, a la ausencia, a ese ente que es esencialmente insustituible, la cuentista mexicana sugiere que podemos llegar a ser nosotros mismos:
Silvia Molina
“Nadie me mira ya a los ojos. No podría decir que antes lo hicieran con frecuencia aparte de la mirada inconscientemente sostenida que usamos cuando se habla, se pregunta y se contesta” (Los inocentes). Arredondo, de manera semejante a Julio Cortázar, busca de manera infatigable que el lector le ayude a decodificar su prosa llena de misterios; cuando eso sucede, el arte surge: “Ahora sí creo que mi padre está muerto. Pero no, en este preciso instante, dulcemente, sonríe: complacido. O me lo ha hecho creer la oscilación de la vela” (Apunte gótico). La tarea de la autora –escribió María del Carmen Millán– “consiste en reconstruir las sensaciones físicas producto del deslumbramiento del amor; describir el halo impalpable que comunica dos cuerpos; acechar el chispazo de un presentimiento que en una mirada se adueña de la voluntad y vacía el pensamiento; señalar las verdades ásperas por las cuales el deseo tropieza y se encarniza con sus víctimas”. Inés Arredondo fue una cuentista más aplaudida que leída y más adulada que comprendida. A partir de 1965 –fecha en que se publica su primer libro, La señal–, fue motivo de escasos comentarios críticos. Su obra fue poco conocida de los años sesenta a los ochenta. Recientemente ha resurgido el interés por su cuentística, gracias a la edición de sus obras completas.
México D.F. Otoño de 2005. Año 4 Número 13
Cuentista y ensayista mexicana, Inés Arredondo, hizo estudios de biblioteconomía y de letras. Colaboró en diversos suplementos literarios mexicanos y trabajó en torno a la obra del poeta Jorge Cuesta, del grupo Los Contemporáneos.
La vida se divide en a
La vida se divide en antes y después de LEER
Nuevo número de atención a clientes: 01 800 001 LEER www.clublectores.com
–¿Está la maestra Silvia Molina? –preguntamos a través del enrejado de metal a una señora que, afanosa, trabajaba en la puerta. Entonces, La Morita salió a recibirnos con toda la faramalla de un cachorro de pastor alemán de tres meses que aún no sabe si defender la casa o darnos la bienvenida. –Sí, sí está –nos dijo un hombre de mirada sonriente que acudía a abrirnos. –¡Morita, estate quieta! –le dijo a la cachorra que todavía no decidía qué hacer respecto a nosotros. Cruzamos la reja y el patio entre los ladridos de Morita y las disculpas del amable hombre que nos dio paso a la casa. Adentro es un lugar lleno de cosas suaves: cojines afelpados y mullidos sillones. Al fondo, la vista descansa en el jardín verde esmeralda, con un pasto que también parece de felpa. Con gesto dulce y suave, la maestra Silvia Molina salió a nuestro encuentro y en unos minutos estaba hablando con Club de Lectores de su excepcional carrera en las letras. El descubrimiento de su vocación Me di cuenta cuando intenté escribir mi primer libro. Se me hizo muy fácil escribir un libro, contando mi propia historia, después de leer una obra que me había impactado mucho, de José Agustín. En la época en que lo leí, estaba terminando la preparatoria y los libros que nosotros leíamos no eran adecuados para nuestra edad. A mí, la obra de José Agustín me gustó porque el lenguaje era muy fresco, porque era un libro irreverente, me hablaba de mi ciudad y me vi retratada en ese libro y vi el retrato de mis hermanos; y como parecía que José Agustín escribía como se hablaba, entonces se me hizo muy fácil escribir mi primera novela –agrega con una sonrisa–, que rompí años más tarde cuando me di cuenta de lo que era escribir. Sus inicios como escritora Fui una estudiante tardía porque salí muchas veces a vivir fuera de México, por lo cual prolongué mucho la preparatoria. Pero haber vivido en tantos países me dio mucha libertad para desenvolverme porque estaba acostumbrada a desempeñarme como una muchacha sola en un país extranjero. Los viajes también me alimentaron como autora. Tenía unos 18 años cuando comencé a escribir.
Silvia Molina
LA FAMILIA VINO DEL NORTE Desde la alegoría que hace referencia a la familia política, hasta la relación amorosa de la joven historiadora que escribe los aconteceres de sus familiares, la autora combina distintos niveles narrativos, espacios dramáticos y tiempos históricos, sin utilizar el artificio ni complejidades inútiles. 156 págs.
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Silvia Molina
La vida se divide en antes y después de LEER por Susana Garduño
Silvia Molina
LA MAÑANA DEBE SEGUIR GRIS Novela que narra con desenfado y frescura una inusitada historia de amor que es, a la vez, la reiterada historia de amor de los clásicos, contemporáneos e inimaginables amantes por venir. 102 págs.
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Versión de Silvia Molina
LAS DOS IGUANAS LEYENDAS MAYAS DE LA CREACIÓN Ocho leyendas que cuentan cómo concebían los mayas la creación del cielo, la tierra, las plantas y los animales. La imaginación de los niños despertará mientras descubren la herencia cultural de los antiguos mexicanos. 32 págs.
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Silvia Molina y Mónica Miranda
EL ABUELO YA NO DUERME EN EL ARMARIO Alejandro recibió de regalo de cumpleaños algo insólito, distinto, diferente a cualquier regalo. Si supieras cuál fue su regalo… ¡querrías vivir una aventura como la suya! 39 págs.
Por otra parte, fui muy mala lectora. Empecé a leer en la preparatoria. Pero soy un caso especial, porque soy disléxica, así que aprendí a leer muy tarde. Mis lecturas eran muy pobres, eran muy pocas, no me gustaba leer. Y además, las lecturas que me daban en la escuela no eran propias para mi edad. Me formé como escritora en un taller donde daban clases Elena Poniatowska y Hugo Hiriart… por una parte, la disciplina con Elena y por otro lado, quien sí me enseñó definitivamente a escribir fue Hugo Hiriart. Él me enseñó a reflexionar y me decía: “Escribir es poner en orden… tienes que elegir las palabras”, y me decía cómo hacerlo. Me enseñó cuál era en la práctica el oficio del escritor. Y aprendí que era más bien quitar que poner. La escritura consiste más en reformar componer y en poner en orden lo que uno hizo como una primera versión. Quiero ser la que seré Obtuve el premio Leer es Vivir que otorga la editorial Everest en España con ese cuento. Cuando me dieron la convocatoria no me interesó en ese momento, pero poco después, me quedé reflexionando sobre el título del premio. Pensé que cuando aprendí a leer, realmente aprendí a vivir, para mí la vida se divide en antes y después de leer, porque yo entré a primero de secundaria y era desastroso, una falta de seguridad absoluta. Estuve en un colegio de mujeres y me sentía igual que muchas de mis compañeras e incluso había cosas que hacía mejor que ellas, pero no aprendí a leer. Cuando vi el título del premio reflexioné, porque eso es cierto, cuando aprendes a leer, aprendes a vivir. Y pensé, si yo pudiera contar mi experiencia, mandaría ese cuento. Esa noche empecé a pensar sobre qué podría escribir y me propuse como un reto contar una historia sin nombrar la palabra dislexia y fue lo que hice, en el cuento nunca aparece la palabra dislexia como un justificante. Conté la historia de una niña que va a la escuela y sufre esta discapacidad, no entiende por qué no sabe leer como el resto de sus compañeros. Tiene la suerte de contar con una familia que la comprende –ése no fue mi caso, porque en mi casa todos me querían ayudar, como la familia de mi personaje,
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Silvia Molina y Guadalupe Pacheco
EL TOPO Y LA CODORNIZ La codorniz tuvo cuatro polluelos que vio divinos, y enseguida saltó del nido para presumírselos a todos. Como los dejó solitos, tenían hambre y frío, ¿quieres saber cómo los ayudó el topo? 23 págs.
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pero no sabían cómo hacerlo. En esa época nadie sabía realmente cómo ayudarme. Nada más hacían que yo me fatigara más y yo terminaba llorando. La tarea era tema de llanto todos los días. No entendían por qué en lugar de “el” yo leía “le”. Mi personaje tiene un medio familiar favorable que cuenta mucho para el desarrollo de esa pequeña niña.
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PARA LEER MUCHO MÁS QUE PALABRAS Los hombres y mujeres han tenido siempre necesidad de comunicarse, no sólo con palabras y gestos, sino, también, haciendo viajar su mensaje a través del tiempo y del espacio.
La superación de la dislexia Entré a primero de secundaria sin saber leer. El primer día de clases de español, entró la maestra y me señaló. –¡Tú! Empiezas a leer Platero y yo, en la página 7. Traté de fingir que no me hablaba a mí, sino a la muchacha de atrás. Pero me volvió a decir: –¡Tú! ¿Qué no entiendes? Empieza a leer en lo que acomodo mis cosas. Era una maestra española que amaba la literatura y además era la maestra de teatro. Cuando empecé a leer me regañó de un modo horrible. –¿Qué haces aquí?
EL ARTE DE LEER Y ESCRIBIR (6 TOMOS) N° 101101 1470 puntos OFERTA 1450 puntos
“Aprendí que el oficio del escritor es más quitar que poner.”
Esta serie nos narra la increíble aventura del lenguaje escrito, desde la invención de los nudos para tomar nota de cantidades, hasta el uso de la computadora en nuestros días.
LA CUNA DE LA ESCRITURA N° 101095 245 puntos
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¡Te vas a primero de primaria! ¿Cómo has pasado de año si nunca has sabido leer? Y lo que había pasado fue que tuve un hermano muy generoso quien se dio cuenta de que nunca iba a aprender a leer y se ocupó de hacer que yo me aprendiera de memoria todo lo que enseñaban en la escuela, porque pensó que de otra manera yo no iba a tener ningún futuro. Él revisaba mis apuntes que eran difíciles de descifrar incluso para él y después sacaba los libros y hacía que me aprendiera de memoria cada clase. Con eso, a la hora del examen, yo más o menos reconocía lo que sabía de memoria en los exámenes de opción múltiple. Fui pasando de año. Sin ninguna buena calificación o promedio, pero así terminé la primaria. Mis maestros no me tomaban mucho en cuenta, más bien, no me tomaban en cuenta. Me reprobaron en segundo año, como al personaje de mi novelita. Eso para mí fue durísimo, porque perdí a mi mejor amiga quien sí pasó de año. Y además, fue la primera vez que me sentí realmente distinta. Pensaba: ¿qué tengo yo que todas mis compañeras pasan de año y yo no puedo pasar? La maestra de español de primero de secundaria, que se apellidaba Soriano, me dijo: “Yo te voy a enseñar a leer”. Ella tenía un carácter muy firme y era muy directa y brusca. Al principio me asustaba mucho. Cuando había que alegrarse yo trataba de interpretar lo que leía –¡qué me iba yo a alegrar!– y ella me decía: –¡No es así! ¡Te tienes que alegrar! A ver, ¿cómo te alegras? –y es que ella era también la maestra de teatro. De manera que cuando terminé de leer con ella Platero y yo, me dijo: –Tu premio es que vas a ser actriz en la obra de teatro que vamos a montar. Esa obra no la montaban en primer año de secundaria, sino en tercero. Pero yo pasé directo de ahí a tomar un papel en la obra de teatro. Porque me había enseñado a leer, no solamente bien, sino interpretando a los personajes.
estudiar. Estaba tan contenta de que ya había descubierto el chiste de la escritura y la lectura que me sentaba a estudiar y pasé a ser, de un cero a la izquierda, pues… ¡un número a la derecha! Sacaba muy buenas calificaciones. En esa época, en la escuela daban medallas y a fin de año tenía yo una medalla de una cosa o la otra. Para mí fue un cambio de vida rotundo. De que nadie me tomaba en cuenta, pasé a ser una alumna destacada. Y todo gracias a esta maestra que no era especialista, ni era terapista, ni sabía qué cosa era la dislexia, ni nada. El entrenamiento que ella me dio, me enseñó a leer la frase completa con la vista, ni siquiera la pronunciaba yo. Luego me regresaba reconstruyendo el lenguaje. Lo que no entendía, trataba de recomponerlo. Cada vez más y más, hasta que fui logrando leer de corrido. Y sobre todo entender. Porque de pronto estaba tan preocupada en poner las palabras en orden que no entendía la lectura. Después, ella me enseñó a reflexionar y no sólo a eso, sino a interpretar a los personajes.
“Quiero que los niños vean que la literatura es un lugar a donde pueden llegar a divertirse.”
La vida después de leer Después vi la vida distinta. Me había vuelto muy disciplinada porque mi hermano me estaba esperando a que llegara de la escuela para que me aprendiera las lecciones de memoria. Entonces, después de que aprendí a leer en la secundaria no me costaba trabajo realmente sentarme a
Los premios de literatura La maestra Silvia Molina recibió el Premio Xavier Villaurrutia 1977, por La mañana debe seguir gris; el Premio Nacional de Literatura Juan de la Cabada 1992, por Mi familia y la Bella Durmiente cien años después; el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 1998, de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, por El amor que me juraste; el Premio Leer es Vivir 1999, de Editorial Everest en España, por Quiero ser la que seré. Algunas de sus obras han sido traducidas a varios idiomas. –Cuando me dieron el Premio Xavier Villaurrutia, en 1977, me asusté mucho. Porque no había leído mucho, no había tenido las lecturas que había que tener. Por eso me asusté, pensé: me dan un premio que tiene mucho prestigio y yo no soy una persona que provenga del mundo de la literatura ni que tenga experiencia en ella. Me inscribí a la Facultad de Filosofía y Letras, porque había estudiado primero Antropología. Empecé poco a poquito. Me costaba muchísimo trabajo, por ejemplo la ortografía. Y me sirvió mucho estudiar la gramática francesa, aprendí cómo funcionaba la gramática española en la universidad, pero antes de eso, me ayudó haber estudiado la gramática francesa. “¿Y su mamá sabe?” Un vez encontré a una señora ya mayor en un avión y me contó su vida. Me dijo que tenía un
hijo disléxico y que él no había hecho nada. Le dije: “¿Cómo, señora? Yo soy disléxica”. Y me dijo: –¡Pero cómo! ¿Usted es disléxica y es autosuficiente? Y cuando le conté que era escritora, me dijo: –Bueno, ¿y su mamá sabe? Porque ella no sabía si mi mamá vivía o no. Le respondí: –Sí, mi mamá sabe. –Yo nunca hubiera pensado que una persona disléxica pudiera llegar a ser escritora. Me hubiera encantado que mi hijo hiciera algo. Le dije que hay diversos grados de la dislexia y quizá tuve mucha suerte. Pero bueno, aunque mi mamá ya había muerto, sí alcanzó a ver que yo había escrito. Su mensaje a quienes enfrentan el problema de la dislexia Sobre todo a los padres, que tengan mucha paciencia y que pongan a sus hijos en manos de los especialistas. Y a los niños que no se desesperen, porque hoy es un problema que se supera muy fácilmente. Tengo una hija disléxica y no sabía lo que le pasaba. Cuando me di cuenta fui a ver a la maestra y le dije: “¡Tiene lo mismo que yo!”, toda asustada. La maestra me contestó: –¡Ay, señora, usted ni se preocupe! Si es dislexia, la vamos a pasar con la psicóloga de la escuela. La dislexia no se quita, pero se adquiere la capacidad de leer, y entender lo que se lee, con ejercicios. Y a los educadores les diría que, cuando detecten a un niño con problemas, es al niño a quien más atención le deben poner. Pero una atención verdaderamente cariñosa. Porque en mi época, cuando un niño tenía problemas, como no sabían qué hacer con él, lo pasaban a la fila de hasta atrás y seguían con la clase como si no existiera. A mí me pasó. Y no me daban ganas de esforzarme en nada porque no contaba en la escuela, porque era un problema. Creo que lo mejor que podían hacer los maestros, para la salud de su salón en general, para no perder tiempo y favorecer un ambiente agradable es darle una especial atención a ese niño o niña. Sus cuentos vistos por ella misma Me gustaría que mis cuentos fueran una diversión para niños, padres y maestros. No escribo para enseñar algo. Todo lo que he escrito ha sido para entretener. Si ya después de eso pueden sacar de la lectura algunas cosas me parece muy bien, pero mi idea original no es enseñar absolutamente nada. Pero quiero que los niños puedan imaginar, soñar, reírse; sentir ternura o cualquier otro sentimiento, y que vean que la literatura es un lugar a donde pueden llegar a divertirse.
LEGAL
Club de Lectores constituye un sistema para la consecución de fines culturales donde se anima a descubrir y compartir el gusto por la lectura, facilitando la adquisición de buenos libros con la intención de formar e incrementar el acervo de las bibliotecas familiares. Club de Lectores trata de acercarse, particularmente, a personas o comunidades que en razón de su situación social, física o cultural no pueden acudir a otras instancias.
Programa Nacional Hacia un País de Lectores La consolidación de nuestra democracia, a través del ejercicio cabal de la ciudadanía, exige la formación de ciudadanos en el sentido completo de la palabra: personas capaces no sólo de elegir a sus gobernantes sino de participar en la toma de decisiones que afectan a la vida colectiva. Para la formación integral del ciudadano, para su capacidad de decisión, para el desarrollo cultural del individuo y el de los grupos sociales, la lectura es una condición indispensable: una lectura libre, autónoma, ejercida como forma de vida, como afición placentera y satisfacción personal, como manera de encuentro con los otros […] […] Este Programa es el conjunto de esfuerzos que el gobierno de la República propone a la sociedad para incorporar la lectura en la vida de todos los mexicanos: en el hogar, la escuela, la universidad, los espacios culturales, los lugares públicos, y los centros de distribución y acceso a los libros y a otros materiales de lectura. Considera, asimismo, la unión y la colaboración de todos los actores y esferas de la sociedad como condición básica para lograr su objetivo: autores, editores, impresores, libreros, bibliotecarios, promotores voluntarios, maestros, padres de familia, organizaciones sociales y privadas, medios de comunicación y ciudadanos en general. También el firme compromiso y la colaboración de los órdenes de gobierno: federal, estatal y municipal. De ahí que, como política de Estado, habremos todos de garantizar un esfuerzo colectivo sin precedentes para desarrollar nuestras capacidades y consolidar nuestro proyecto democrático; esto es, hacer de México un país de lectores. Fuente: Programa Nacional Hacia un País de Lectores, Presidencia de la República. 2
Otoño 2005
Bienvenido a Club de Lectores En Club de Lectores trabajamos para procurarle una gran variedad de libros cuyas características —así como nuestras promociones— se dan a conocer en nuestra revista trimestral y en nuestra página web www.clublectores.com Una vez que seleccione los libros de su agrado comuníquese al 01 800 001 5337 o ingrese a www.clublectores.com y utilice sus puntos para adquirirlos y recibirlos en el siguiente envío mensual. Al solicitar el canje, le sugerimos confirmar la equivalencia en puntos y la existencia de los libros elegidos, ya que éstas pueden variar sin previo aviso debido a cambios de políticas en las distintas editoriales que proveen a Club de Lectores. Asimismo, la presentación de los libros que usted reciba puede ser diferente de la que se muestra en esta revista, debido al frecuente lanzamiento de nuevas ediciones. Todo lo ofrecido en esta revista será válido únicamente del 1 de septiembre de 2005 al 30 de noviembre de 2005. Para cualquier aclaración, o para realizar su canje de puntos, también puede recurrir a la sección "Use sus puntos" en www.clublectores.com Agradecemos su confianza y esperamos que disfrute de las excepcionales facilidades que Club de Lectores ofrece para hacer de la lectura una actividad de deleite familiar.
Club de Lectores Revista trimestral Año 4 Núm. 13 Septiembre 2005 Director Ignacio Uribe Ferrari Director Administrativo Miguel Echenique Información y textos Susana Garduño Soto Coordinación del fondo editorial Virginia Krasniansky Corrección de estilo: Virginia Krasniansky Miguel Echenique
Diseño, formación y fotografía digital Pedro Zúñiga Montes Asistente de Diseño: César Herrera Vergara Fotos Silvia Molina: Laura Alejandra Alcaraz Editor responsable Nelson Uribe de Barros El contenido de las colaboraciones es responsabilidad exclusiva de sus autores.
©Club de Lectores es una publicación trimestral editada por Edilar S.A. de C.V. con domicilio en Blvd. Manuel Ávila Camacho 1994, Desp. 403, Torre Ejecutiva Satélite, Tlalnepantla, Edo. de México, C.P. 54055. Teléfonos (01) 55 53 61 96 11, larga distancia sin costo 01 800 001 5337. Fax (01) 55 53 62 08 51. Correo Electrónico: club@clublectores.com, dirección en Internet: www.clublectores.com. Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2002-090919153500-102. Número de Certificado de Licitud de Título: 12203. Número de Certificado de Licitud de Contenido: 8858. RFC: EDI000424HP8. Editor Responsable: Nelson Uribe de Barros. Edición computarizada: Edilar, S.A. de C.V. Impresión: Pressur Corporation S.A. Zona Franca Colonia Suiza, Ruta 53, Km. 120.500, Nueva Helvecia - Departamento Colonia. Uruguay Teléfonos: 00 598 55 476 70 / 71 • informes@pressur.com
EDITORIAL
A lo largo de su vida, el ser humano se traslada en el espacio, vaga en el tiempo, se desplaza en un sentido geográfico, recorre lapsos, y aunque nunca en total estatismo –pues si la vida no se detiene se viaja en la vida–, el ser humano se mueve inmóvil, cuando camina en la conciencia, hacia lo pretérito; cuando, con temor o curiosidad, adelantándose, se precipita en el porvenir, o cuando se extravía en la alucinación y la videncia, mediante el desconcierto de los sentidos. Más allá de la naturaleza intrínsecamente errante de la existencia humana, las formas del viajar adoptan imágenes reconocibles al inscribirse en el discurso. El ser humano viaja viviendo y vive viajando. Viaja en un barco, un tren o un avión, un autobús, una diligencia o una bicicleta. Pero también viaja en la lectura, en la instancia de la letra por mundos remotos y ajenos, aun cuando esté cómodamente instalado en una cama. Leer es viajar. Se camina por la hoja en blanco, desde la izquierda hasta la derecha, de renglón a renglón, de página a página. Leer es trasladarse hacia los mundos factibles, es desplazarse a lo imaginario. Al leer se deja una huella, la huella del contacto entre lo que se lee y quien lo lee. Hay tantos viajes de lectura como lectores y en ese intercambio el objeto es aprehendido por un sujeto que actúa sobre él y al mismo tiempo se alimenta de él. Un ejemplo imaginado de esta acción de la lectura sería la locura de Alonso Quijano quien, por leer novelas de caballería, se convierte en un caballero andante en Don Quijote. Otros, de cómo en la Toscana medieval, Paolo y la mal casada Francesca de Rímini, se dejan arrastrar por un torbellino apasionado, leyendo los encuentros de Lanzarote y
Ginebrina. Torbellino envolvente que los envuelve para siempre en el Infierno de Dante. O de cómo, en Los sufrimientos del joven Werther, otra pareja inmortal llega por fin a juntar sus bocas, suave y fugazmente, en un solo beso, a pesar de la resistencia de Carlota, joven casada, porque se han inflamado con la lectura del falso Ossian, con la descripción de ingentes pasiones en parajes nórdicos de mares enhiestos y cumbres borrascosas. Al leer estas aventuras de la lectura, quien lee viaja con esos personajes, como viaja con Ulises en su regreso a Ítaca, donde Penélope lo espera tejiendo y destejiendo un velo en la Odisea; con Adán y Eva, al
negro y de Eugenio de Rastignac en Papá Goriot; se apiada tal vez de Raskolnikov por su nietzscheana pretensión de ser un superhombre en Crimen y Castigo y de los sufrimientos de las heroínas de Ana Karenina y Madame Bovary, esclavas de sus pasiones. Puede sorprenderse con Gregorio Samza convertido en insecto en la Metamorfosis; y sufrir porque Horacio Oliveira ha perdido definitivamente a la Maga en Rayuela o porque el Musicólogo nunca más encuentra el camino de regreso a Santa Mónica de los Venados en Los pasos perdidos. Puede subirse a los árboles con Cosimo, en El barón rampante, para no descender jamás, y como Oscar, en El tambor de hojalata, decidir no crecer. Quien lee acompaña a sus héroes en el periplo vital. La palabra puede arrullar o excitar, deleitar o alucinar, porque desata la imaginación y anima el ánima, porque construye universos posibles y codifica el entorno. Leerla permitirá explicar lo ignoto, intentar sortilegios, articular conjuros, instaurar modelos de conducta, contar historias. De la adhesión a la lectura el ser humano no se despojará nunca pues en el lenguaje yace el mundo. Leer es el encuentro con rastros y trazos, una exploración y reconocimiento, un viaje hacia el misterio y el fulgor, hacia las razones del corazón; es enrumbar hacia Citerea, hacia el sueño imposible y el encantamiento galante, en el barco ebrio, que mece su arboladura en busca de otros climas y llega al cementerio marino. Leer es travesía hacia el ser y la voz, la ajena y la propia, con la intensa plenitud de los sentidos.
La Travesía de la lectura ser expulsados del Edén en la Biblia; con Scherezada narrando a diario para escapar a la muerte en Las mil y una noches; con Eneas cuando abandona a Dido en Cartago y se marcha a fundar Roma, en la Eneida; y escucha en un camino Los cuentos de Canterbury; o en el Decamerón, los que narran los jóvenes refugiados de la peste en las afueras de Florencia: historias de curas, pillos y beatos, y de mujeres que disfrutan sin culpabilidad su cuerpo. Quien lee sigue a Cándido durante su éxodo, al ser expulsado del castillo de Westfalia por besar a Cunegunda en Cándido o el optimismo; admira quizás el arrojo juvenil de Julián Sorel en El rojo y el
Nara Araújo Universidad Autónoma Metropolitana Club de Lectores Nº 13
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Silvia
Inés Arredondo (1928-1989) “...mi necesidad es la de encontrar y tratar de comprender almas, aunque para ello tenga que recurrir, a veces, al oficio menor de describir caracteres. Creo que si uno no es mirado, es decir, reconocido, no puede tener más que una realidad amorfa.” Inés Arredondo
Junto con Juan García Ponce, Juan Vicente Melo, Salvador Elizondo y Sergio Pitol, entre otros, Inés Arredondo forma parte de la generación de escritores mexicanos que despuntó en la década de 1960. Publicó tres libros de cuentos: La Señal (1965); Río Subterráneo, por el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia (1979), y Los Espejos (1988). Su verdadero nombre fue Inés Camelo Arredondo, pero en honor a su abuelo, quien siempre la apoyó, y por amor a su madre se quedó simplemente con el apellido Arredondo. De su infancia dijo: “Como todo el mundo, tengo varias infancias de dónde escoger, y hace mucho tiempo elegí la que tuve en casa de mis abuelos, en una hacienda azucarera cercana a Culiacán llamada El Dorado.“ Los temas de sus cuentos son ilimitados y sus numerosos viajes generaron una literatura de aire cosmopolita. La hacienda –una de las más productivas en la historia de Sinaloa– y la figura de la madre son dos ejes sobre los que gira la obra de la autora. Los estudiosos de su obra sostienen que posee la característica de dejar fluir a sus personajes, quienes viven sin cuestionamiento moral, jugando siempre al borde de lo prohibido con un delgado hilo de inocencia y liberados en una sexualidad plena. Deja escapar a los demonios que la sociedad mantiene en secreto como la homosexualidad y el incesto. Bajo tópicos como el erotismo, la locura, lo escatológico, el destino, y permeadas por la belleza, el arte y la búsqueda de sí misma, la cuentística de Inés Arredondo propone un camino nada sencillo de recorrer.
Arredondo ha tenido la suerte de crear, encontrar y fundirse en cada una de sus Inés Arredondo búsquedas, en cada uno de sus cuentos. Así pues, gracias al otro, al símbolo, a la soledad, a la locura, al erotismo, a la pérdida, a la ausencia, a ese ente que es esencialmente insustituible, la cuentista mexicana sugiere que podemos llegar a ser nosotros mismos:
Silvia Molina
“Nadie me mira ya a los ojos. No podría decir que antes lo hicieran con frecuencia aparte de la mirada inconscientemente sostenida que usamos cuando se habla, se pregunta y se contesta” (Los inocentes). Arredondo, de manera semejante a Julio Cortázar, busca de manera infatigable que el lector le ayude a decodificar su prosa llena de misterios; cuando eso sucede, el arte surge: “Ahora sí creo que mi padre está muerto. Pero no, en este preciso instante, dulcemente, sonríe: complacido. O me lo ha hecho creer la oscilación de la vela” (Apunte gótico). La tarea de la autora –escribió María del Carmen Millán– “consiste en reconstruir las sensaciones físicas producto del deslumbramiento del amor; describir el halo impalpable que comunica dos cuerpos; acechar el chispazo de un presentimiento que en una mirada se adueña de la voluntad y vacía el pensamiento; señalar las verdades ásperas por las cuales el deseo tropieza y se encarniza con sus víctimas”. Inés Arredondo fue una cuentista más aplaudida que leída y más adulada que comprendida. A partir de 1965 –fecha en que se publica su primer libro, La señal–, fue motivo de escasos comentarios críticos. Su obra fue poco conocida de los años sesenta a los ochenta. Recientemente ha resurgido el interés por su cuentística, gracias a la edición de sus obras completas.
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Cuentista y ensayista mexicana, Inés Arredondo, hizo estudios de biblioteconomía y de letras. Colaboró en diversos suplementos literarios mexicanos y trabajó en torno a la obra del poeta Jorge Cuesta, del grupo Los Contemporáneos.
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La vida se divide en antes y después de LEER
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–¿Está la maestra Silvia Molina? –preguntamos a través del enrejado de metal a una señora que, afanosa, trabajaba en la puerta. Entonces, La Morita salió a recibirnos con toda la faramalla de un cachorro de pastor alemán de tres meses que aún no sabe si defender la casa o darnos la bienvenida. –Sí, sí está –nos dijo un hombre de mirada sonriente que acudía a abrirnos. –¡Morita, estate quieta! –le dijo a la cachorra que todavía no decidía qué hacer respecto a nosotros. Cruzamos la reja y el patio entre los ladridos de Morita y las disculpas del amable hombre que nos dio paso a la casa. Adentro es un lugar lleno de cosas suaves: cojines afelpados y mullidos sillones. Al fondo, la vista descansa en el jardín verde esmeralda, con un pasto que también parece de felpa. Con gesto dulce y suave, la maestra Silvia Molina salió a nuestro encuentro y en unos minutos estaba hablando con Club de Lectores de su excepcional carrera en las letras. El descubrimiento de su vocación Me di cuenta cuando intenté escribir mi primer libro. Se me hizo muy fácil escribir un libro, contando mi propia historia, después de leer una obra que me había impactado mucho, de José Agustín. En la época en que lo leí, estaba terminando la preparatoria y los libros que nosotros leíamos no eran adecuados para nuestra edad. A mí, la obra de José Agustín me gustó porque el lenguaje era muy fresco, porque era un libro irreverente, me hablaba de mi ciudad y me vi retratada en ese libro y vi el retrato de mis hermanos; y como parecía que José Agustín escribía como se hablaba, entonces se me hizo muy fácil escribir mi primera novela –agrega con una sonrisa–, que rompí años más tarde cuando me di cuenta de lo que era escribir. Sus inicios como escritora Fui una estudiante tardía porque salí muchas veces a vivir fuera de México, por lo cual prolongué mucho la preparatoria. Pero haber vivido en tantos países me dio mucha libertad para desenvolverme porque estaba acostumbrada a desempeñarme como una muchacha sola en un país extranjero. Los viajes también me alimentaron como autora. Tenía unos 18 años cuando comencé a escribir.