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El día que todo cambió

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Una nueva realidad

Una nueva realidad

Cuando todo cambió

Mónica Soberón Zubía, 17 años Municipio: Hermosillo, Liceo Thezia

—Ese día se sintió como si el mundo hubiera parado, pero al mismo tiempo una nueva realidad solo había comenzado — empezó a contar mi abuela.

Sentado en el sillón de su vieja casa, al lado de mi hermano Pablo, y emocionado por escuchar de nuevo una de las historias de mi abuela, le pregunté: —¿Qué? ¿A qué te refieres? —¡Al tiempo, en el 2020 donde un virus nos forzó a encerrarnos en nuestras casas! me contestó mi abuela. Al escuchar esto, se me ocurrieron miles y miles de preguntas, pero solo alcancé a decirle:

—¿Qué? ¿Cómo que un virus? ¿Cuánto tiempo? ¿Por qué? antes de que me interrumpiera con su voz tranquila y relajante diciendo: — Emilio, Emilio, cálmate, no te estoy entendiendo nada, habla más despacio, te aseguro que al contarte contestaré todas tus preguntas. —Sí, déjala hablar Emilio, me contestó mi hermano Pablo. —Ok abuela, le dije después de suspirar y hacerle una mueca a Pablo. Al segundo que esas palabras salieron de mi boca, mi abuela se acomodó, inclinó hacia nosotros y comenzó a contarnos todo sobre esos tiempos interesantes. —Todo empezó el trece de marzo del 2020. Llevábamos meses escuchando de un nuevo virus muy contagioso que atacaba tus pulmones, corazón, cerebro y aún más ór-

Mi Mundo en tieMpos de Covid: una perspeCtiva desde la Mirada de niñas, niños y jóvenes de sonora

ganos. Sin embargo, como el virus se originó en China, lo veíamos como algo muy, muy lejano, algo que nunca nos pudiera llegar a afectar a nosotros. — ¿Tan lejos?, le pregunté — Sí, Emilio. Pero el virus de todos modos llegó a México y cambió todas nuestras vidas. El mundo se apagó: las tiendas, Iglesias, restaurantes, aeropuertos, hoteles y escuelas cerraron; la gente no podía salir de sus casas, fue un tiempo con muchas cosas tristes, muchas personas perdieron su trabajo, y, gracias a las compras de pánico, muchas personas se quedaron sin las cosas necesarias para protegerse de la pandemia. Los hospitales estaban llenos de personas y mucha gente murió sin poderse despedir de sus familias. —Eso suena horrible abuela, le dije, confundido porque esta historia no era feliz como las que acostumbraba contarme. —¡Pero eso no es todo! Aunque había muchas cosas feas también fue un tiempo lleno de cosas positivas. —¿Cómo le hicieron para verle un lado positivo a algo tan feo? le pregunté desconcertado.

—No fue tan difícil. La pandemia ayudó mucho al mundo. Nos enseñó muchísimas cosas, como la importancia de cuidar el medio ambiente, la importancia de ayudar en tu comunidad, que la familia siempre será lo más importante y nos enseñó a apreciar todas las cosas simples, como ir a la escuela o un abrazo, que antes ni tomábamos en cuenta. —¡Guau! exclamamos al mismo tiempo mi hermano y yo. —¡Sí! nos contestó —la verdad es que ayudó mucho a la Tierra, ya que estaba teniendo muchos problemas por el cambio climático y la contaminación. Como la gente no podía salir de su casa, muchos dejaron de usar sus carros y casi nadie viajaba en aviones. Entonces la contaminación del aire disminuyó demasiado.

También la gente empezó a usar menos electricidad y pararon las fábricas industriales. Las playas se volvieron limpias con agua cristalina por la falta de turistas. También mucha

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gente decidió usar sus redes sociales para sensibilizar a la gente sobre el cambio climático. Ellos daban diferentes maneras específicas para ayudar al medio ambiente, como compostar. Yo me acuerdo perfectamente de cuando mi mamá, tu bisabuela, nos empezó a pedir que separáramos las cáscaras de los plátanos y huevos para que pudieran ayudar a crecer a nuestras plantitas. — ¿Y qué dijiste de tu comunidad? ¿Qué es eso? —¡Es la gente que te rodea y vive cerca de ti!, durante la pandemia, se unieron mucho las comunidades, le gente se acercó a sus vecinos y se hicieron aún más amigos. —Qué padre abuela —dijo Pablo. —¡Sí! Era muy bonito saber que cualquier cosa que necesitaras, fuera azúcar para hacer un postre o un gel antibacterial, tus vecinos siempre estaban dispuestos a compartir y ayudar.

—¿Y, abuela, no te hartabas de estar con tus hermanos todo el tiempo? Yo creo que, si estuviera encerrado tanto tiempo en mi casa con mis hermanos, yo sí me hartaría. —¿Cómo que te hartarías de mí?, me preguntó mi hermano, mientras me miraba sin creerme.

—Pues perdón Pablo, le contesté —es sin ofender, pero imagínate vivir juntos encerrados más de un mes.

— ¡Emilio, la cuarentena duró alrededor de un año entero! exclamó mi abuela.

— ¿Un año entero? dijimos Pablo y yo al mismo tiempo, asombrados, imaginándonos que hubiéramos hecho nosotros en esa situación. —Sí niños, un año entero. Y, no les voy a mentir, al principio si era un poco difícil, nos dijo. —¿Y qué hicieron, si no había nada que hacer? —preguntó Pablo.

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—Estaba encerrada en mi casa con todos tus tíos abuelos. Hacíamos miles de cosas. Grabábamos videos, cocinábamos juntos, dibujábamos, jugábamos video juegos, veíamos películas en familia… —¿También salían a caminar? le pregunté. —Sí. Hacíamos ejercicio juntos, salíamos a caminar en familia, jugábamos a las escondidas y a juegos que nosotros inventábamos. A veces si era muy divertido, solo teníamos que usar nuestra creatividad. La cuarentena me ayudó mucho a acercarme a mi familia. Empecé a tener conversaciones muy profundas y completas con mi mamá y mi hermana mayor. También me empecé a llevar mucho mejor con mis hermanos menores. La cuarentena nos dejó a todos un aprendizaje muy, muy importante: pase lo que pase, la familia es para siempre. En un tiempo tan difícil, en el que todo, tus amigos, lugares favoritos, cosas materiales, se sentían tan distantes, tu familia estaba más presente que nunca. Todos listos para apoyarte y escucharte. —¡Guau abuela! Hasta me dan ganas de estar encerrado un rato para convivir así con mi familia, le contesté al darme cuenta de lo tanto que se había acercado a su familia. Al escuchar mi comentario, mi abuela nada más se rio un poco y continúo diciendo: —Pero, niños, lo que fue lo más importante, es que la cuarentena nos enseñó a ser agradecidos de las cosas que tenemos. Nos enseñó a apreciar muchos momentos que antes ni considerábamos especiales. —¿Cómo que abuela? le pregunté. —Sí, ¿Como qué? dijo Pablo, copiándome como siempre. —Pues vean, nos contestó —como en la cuarenta no podíamos salir a ver a nuestros amigos y abrazarlos, en cuanto acabó la cuarentena todos empezamos a valorar mucho más los abrazos. Además, como en la cuarentena teníamos que tener nuestras clases en línea, viendo una pantalla por horas, con el internet fallando a cada ratito, todos estuvimos encantados de volver a la escuela cuando abrieron.

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— ¿En serio estaban encantados de ir a la escuela?, le pregunté. — Sí, me contestó —También de poder volver a ir a restaurantes, de poder viajar, de poder visitar a nuestros familiares, de poder conocer gente nueva. —¿Todo eso no podían hacer? preguntó Pablo. —Sí, eso y muchas cosas más, contestó mi abuela —pero al final del día, pudimos disfrutar muchísimo más cada uno de esos momentos, una vez que terminó la cuarentena. Esto fue porque ahora si veíamos lo importantes y especiales que eran. Es como cuando te quedas a dormir muchos días a casa de uno de tus amigos, empiezas a apreciar y extrañar la manera en la que cocinan tus papás, y te ayudan a hacer tarea, y te despiertan en las mañanas.

—Ah, ya entendí, dijo Pedro lentamente. —Bueno niños, ya se está haciendo tarde, creo que ya es hora de que los lleve de regreso a su casa. Quiero que se queden con estas cuatro ideas… —¿Cuáles son?, interrumpí. —Cuiden el medio ambiente, ayuden en su comunidad, disfruten y aprovechen ir a la escuela, abracen a sus papás y amigos, y aprecien cada pequeño momento bonito que tengan. — Ok abuela, gracias, contestamos Pablo y yo al mismo tiempo, mientras caminábamos hacia el carro eléctrico de nuestra abuela. Mientras estábamos en el carro miré afuera a los árboles y plantas. También observe las ventanas de las casas, y en ellas veía la silueta de familias jugando o platicando juntas. Al ver esto, me puse a pensar un poco sobre las palabras de mi abuela sobre la pandemia. Llegué a la conclusión que, a lo mejor, la cuarentena no fue una cosa tan mala. Claro, fue un tiempo con tristeza y estrés, pero la gente aprendió mucho sobre la solidaridad y la gratitud. Y es por eso que hoy en día, las familias son tan unidas, la gente aprecia cada pequeño momento feliz, y los árboles y plantitas se ven tan grandes y verdes.

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Rodolfo Robinson Bours

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