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Una pequeña complicación

Helena Rubio Carreño, 17 años Municipio: Hermosillo, Liceo Thezia

—¡Hola! Mi nombre es Maya, y te quiero contar una historia:

Cuando tenía ocho años visité un lugar en donde mis pies se elevaban. Claro, hay una explicación científica del hecho, me encontraba en un planeta con menos gravedad que en la Tierra. Es una extraña sensación, fue como estar saltando a cada paso y sin querer hacerlo. Aunque si me daba un poco de miedo que, si no fuera por los zapatos que traigo puestos, las botas Z3000 que tienen gravedad extra incluida, estaría flotando por el espacio sin una fuerza que me sostenga a Magenta. Estamos a una distancia de 750 giga metros de la Tierra; es una distancia extraña para quien no acostumbra hacer viajes galácticos, pero como es el trabajo de mi madre, estoy muy enterada del tema.

Magenta es un planeta sorprendentemente hermoso, llena de cosas que me despiertan tanto curiosidad como asombro. Lo que se ve aquí parece como un mundo inverso de cómo es la Tierra. El suelo es azul y en realidad al mirar arriba se ve un tono de café. Aparte de las poblaciones de plantas exóticas que habitan aquí, hay varios cuerpos naturales, como las tres lunas que se pueden ver fácilmente. Recuerdo que mi madre nunca dejaba de observarme desde lejos, poniendo toda su atención en que no me pase nada malo. Por supuesto que a ella no le asombraba nada de esto, porque viene aquí cada mes por su trabajo, incluso vivió aquí en un momento de su vida. En cambio, yo, siendo mi primera vez viendo todas estas maravillas, mantuve los ojos y boca bien abiertos del asombro, mientras mi madre me guiaba por el terreno desconocido y misterioso.

Este día de mi infancia me cambió para siempre. Fue cuando conocí a esta persona llamada Ted, quien es amigo de mi madre desde hace mucho tiempo. Él sabe y conoce

Mi Mundo en tieMpos de Covid: una perspeCtiva desde la Mirada de niñas, niños y jóvenes de sonora

tantas cosas, especialmente sobre tecnología y biología, que hablar con él es como abrir un libro de enciclopedia. Ted es, y ha sido, una gran ayuda a los habitantes de Magenta, junto con mi madre claro, desde que encontraron este planeta. Antes no había ni una pizca de vida aquí, como todos sabemos que no hay agua ni plantas en ningún otro planeta más que en la Tierra.

Ted me contó que después de experimentar mucho descubrieron que las plantas pueden crecer con una luz, una tierra y un oxígeno falso, es decir, recreado como copia en una impresora 3D. Ted cuidaba de sus plantas con las copias que tiene de luz, tierra y oxígeno por medio de la tecnología; y decidió hacer equipo con mi mamá, ella iba a traer vegetación y agua desde la Tierra para hacer posible la vida aquí.

Eso es lo que hace mi madre ahora, ya que, si no hay plantas, no hay vida. Ella trae las cosas mensualmente y Ted las recibe y les da cuidado con las copias de las necesidades básicas de las plantas. Eso hicieron por varios meses, y funcionaba. O al menos eso creíamos.

Después de un rato de que vieran que las plantas crecieran, hicieron un llamado a la Organización de Avances Tecnológicos para hacerles saber de la posible vida en este planeta particular. Después de eso, varios grupos de personas se interesaron en ir a vivir para allá sin estar muy informados de nada. Decían que estaban inconformes de la basura y del calor que hacía donde vivían, dicho esto se fueron a vivir a Magenta.

Cuando tuve doce años ya era toda una experta sobre Magenta. Conocía casi todas las especies de plantas. Pero había algo misterioso sobre ellas que quería estudiarlas más de cerca. Sólo quería que llegara el día del mes en que mi mamá hiciera sus entregas, para acompañarla y poder descubrir cada vez algo nuevo.

A los 14 años me preguntaba si los habitantes de aquí no extrañaban el océano. Que es una de las mejores cosas del mundo. O cada estación del año, porque aquí tan sólo hay una temperatura y se mantiene la misma durante todo el año. —“Que aburrido sería” comenzaba a pensar.

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–“Sin el calor del verano que te recuerda que son vacaciones, o el frío que llama la Navidad. No habría nada de eso si viviera en otro planeta, las estaciones saben exactamente cuándo cambar en la Tierra”.

Ese día pasó algo inesperado para todos. Ted creó una serie de robots con metal. Ellos harían todo su trabajo en los cuidados de las plantas y se encargarían de construir más viviendas para responder al aumento de población. Han estado naciendo niños en este planeta en los últimos años. Ahora es una nueva generación de personitas nacidas en Magenta. Necesitarán de un nuevo hogar. Necesitamos el oxígeno para vivir, el mismo que sueltan las hermosas plantas de la Tierra. En donde hay luz solar y tierra reales y puras. Y necesitarán un nuevo orden y nuevas instalaciones en el planeta, por esto contrataron a más personas con el trabajo de mi madre. Ahora hay mucha más gente en nuestro cohete para ayudar con la entrega.

La asamblea de Magenta llegó un poco después de los cambios que estaban ocurriendo. Ahora ellos se han construido un edificio para poner reglas y orden. Han contado a la población y planean seguir haciendo cambios.

Como había más niños, yo hice nuevos amigos. Sandra y Joaquín son muy inteligentes y divertidos. Ahora me acompañan a explorar cada vez que vengo. Ellos también vivían antes en la Tierra, y estaban igual de asombrados que yo al llegar aquí. Pero ya nos hemos acostumbrado. A veces hacemos excursiones a alguna Luna, o le podemos dar la vuelta al planeta en 1 hora. También hay otros niños quienes son muy buenos compañeros y convivimos con ellos de vez en cuando. Como siempre decimos todos –“Entre más mejor”-.

Un día estábamos contando cuántos pétalos tenía una planta extraña de color azul fosforescente y, de pronto, la planta soltó un gas naranja justo cuando la estábamos observando. En ese momento no supimos qué significaba, pero nos quedamos con la pregunta rondando por nuestra mente.

Un día fui a hablar con mi mamá y le conté al respecto. Ella se preocupó y nos dijo que debíamos contarlo a las autoridades. Ellos no hicieron nada, y nos comentaron que esta-

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ban muy tranquilos y alegres en este país. No había basura y no tenían que preocuparse por crecer sus alimentos o cuidar las plantas porque ya lo hacían los robots.

Un día vimos a un niño jugando entre unos árboles, vimos como de pronto se desmayó. Rápidamente pedimos ayuda y cuando llegaron las autoridades dijeron que solo era por falta de oxígeno y que podía arreglarse dándole un nebulizador. Nadie supo del niño por unas semanas, y al cabo de un mes supimos que lo habían mandado de regreso a la Tierra. Me asustó saber que hubo muchos casos más, y todos tenían la similitud de que el afectado estaba entre plantas.

Me decidí a resolver este misterio, por mi bien y por el de los que habitan aquí. Mis amigos quisieron ayudarme y me acompañaron a hablar con Ted al respecto. Lo visitamos en su taller y estaba arreglando a un robot descompuesto misteriosamente. Me dijo que también se le hacía muy misterioso. Fuimos a un lugar en donde recientemente una mujer se había desmayado. Con lupas y bitácoras, cortamos algunas plantas y observamos sus reacciones con agua, fuego, tierra y aire. Todo esto con las plantas dentro de un cristal para estar precavidos. Con el fuego descubrimos lo que pasaba y no era nada bueno.

En cuanto nos enteramos y lo pensamos, descubrimos que todo era falso. En eso se había convertido y siempre lo había sido. No fue una buena idea tratar de vivir en otro lado. Las plantas crecieron a ser tóxicas para las personas, no funcionaban como normalmente lo hacen. Las plantas soltaban un gas extraño y tóxico. Cuando consumían la copia del dióxido de carbono, soltaba un gas nuevo venenoso para quién lo respire. Toda la asamblea de Magenta dio alarmas de seguridad de inmediato. Se evacuaron a todas las personas lo más rápido posible. En un rato me encontré mirando por la ventana del cohete, observando el planeta que una vez pensé que era una maravilla, convertido en un planeta antibiótico y peligroso.

Después de todo, solo existe un hogar para el hombre, los animales y las plantas, el planeta Tierra. Y lo debemos de cuidar pase lo que pase.

Francia Esquivel Hernández

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