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Inrtoducción
Introducción
Las ideas que pueden surgir a partir de la palabra archivo son muchas, la mayor parte nos remiten a un lugar donde se almacenan cosas, un edificio al que se acude en busca de algo. Pocas veces pensamos en nuestro propio archivo, o en el archivo de nuestra ciudad o comunidad; sobre todo porque no es algo instituido, no es un espacio, no es algo en principio reconocido, es sólo una posibilidad.
Un archivo —entendido como un conjunto de documentos—, puede ser el punto de partida para un proyecto de investigación; un archivo es un transmisor, un potencial medio de comunicación, del cual obtenemos información y códigos. Existen diversas formas de constituir un archivo, desde un álbum familiar, hasta todos aquellos documentos que se guardan en los acervos estatales y nacionales. Podemos afirmar que todo archivo es patrimonio en potencia, ya que todo archivo es susceptible de ser valorado de múltiples maneras, no sólo comercialmente.
Ésta es la premisa de las iniciativas que buscan constituir archivos a partir de las colecciones familiares de fotografías y películas de un barrio, de una unidad habitacional, de un pueblo o de una región. A la par de estas experiencias, se ha difundido la práctica de compilar imágenes de diferentes archivos para propiciar su visibilidad respecto a un tema. En algunos casos estas experiencias se llamarán a sí mismas “comunitarias” por apelar al lugar que se espera tengan respecto a las sociedades en las que se producen. Lo que las caracteriza, más allá de esta nominación, es el propósito de evidenciar la responsabilidad colectiva por generar las condiciones que propicien el conocimiento de las imágenes en los archivos, lo cual, pensamos, significa construir un concepto de historia en la que la imagen se convierte en fuente para el conocimiento. Esto nos sitúa en el campo de la investigación social, desde donde podemos pensar el patrimonio como fuente para conocer más sobre nosotros y nuestro entorno.
Pensemos en un grupo de documentos y en el interés que pueden generar como fuente de conocimientos sobre diversos aspectos de las personas y la
sociedad que los produjeron. Ahora imaginemos que estos documentos son imágenes que muestran no sólo retratos o momentos de convivencia familiar, sino también aspectos de barrios, viviendas, zonas rurales y urbanas, procesos de fabricación y elaboración de diversos productos, entre muchos otros temas. Podemos asignarles varios tipos de valor a estos documentos, relacionados todos con la posibilidad de conocer sobre espacios y procesos en diversos momentos y diferentes contextos.
Ahora pensemos que, por algún motivo, las imágenes y los diversos documentos que pueden acompañarlas resultan de interés en la actualidad porque aquello que nos pertenece, que nos identifica, siempre suele ser revisitado, y para las personas que accedan a ese archivo puede ser un detonante para entender su mundo. Aquí surgen varias preguntas: ¿cómo abordamos papeles, fotografías, latas de película, periódicos e ilustraciones que contienen información sobre lo que buscamos? ¿Los observamos y describimos? ¿Nos quedamos con lo que podemos entender a partir de abordarlos? ¿Indagamos más? ¿Acudimos a los lugares ahí descritos o capturados? ¿Buscamos a posibles protagonistas de lo narrado o registrado?
Si poseemos este tipo de documentos tenemos varias alternativas: seguirlos acumulando y almacenando sin orden, como ha sucedido a menudo, lo que ha representado un gran problema para la gestión e investigación del patrimonio. También podemos ocuparnos en elaborar inventarios y catálogos que permitan organizarlos y acceder a ellos; recurrir a los que nos interesen y convertirlos en fuentes de investigación de acuerdo con nuestros marcos teórico-metodológicos y nuestras preguntas; indagar acerca de sus contenidos o sobre los soportes donde se encuentran. Este libro aborda todas estas opciones y propone diversas vías metodológicas de trabajo con estas fuentes.
Más allá de los múltiples depósitos que pueden crearse a partir de colecciones particulares, invitamos a pensar en el potencial propio de cada acervo, para conocer acerca de nosotros y de nuestro entorno, para entendernos y explicarnos mejor de acuerdo con el contexto en que vivimos. Ahí radica la importancia de organizar, sistematizar y catalogar, entre varias alternativas, para impulsar la gestión y puesta en acceso del patrimonio que pueda ser clave para la futura investigación social, que hoy convive con la mayor producción y creación visual en la historia de la humanidad.
Es pertinente preguntarnos qué, cómo y para qué lo archivamos. ¿Qué tienen que ver estos procesos de archivación del patrimonio con la búsqueda proustiana del tiempo perdido o la recuperación de la memoria que tanto ha preocupado históricamente a la humanidad? La proliferación de los usos de internet ha sido un motivo más para replantearnos el futuro inmediato de esta materia, sobre todo a la luz de nuestra mayor ocupación y preocupación: la investigación social, que concebimos como abierta y transversal a la conjunción de diversas prácticas disciplinares y, sobre todo, impulsada por retos interdisciplinares que pocas veces logran concretarse pese a los numerosos intentos por conseguirlo.
Conocemos por medio del pensamiento y la imaginación, y para ello es clave contar con vestigios. Todo vestigio es evidencia de algo. En la medida en que logramos recuperar las coordenadas básicas de un vestigio, es decir, los diversos aspectos de su contexto de producción, es que alcanzamos a conocer qué constituye evidencia. De ahí que desde la investigación social el gran reto radique en la transformación de toda evidencia en fuente, porque de acuerdo con la capacidad de pensamiento e imaginación es que podemos precisar qué indagamos, por qué y para qué lo indagamos y, por lo tanto, cómo podemos hacerlo.
Imágenes, archivo e investigación social son los grandes temas sobre los que vamos a hilar en el presente libro, con el fin de tejer algunas propuestas metodológicas en busca de una mayor articulación entre investigación, gestión y acceso al patrimonio visual y audiovisual, con el propósito principal de otorgar mayores opciones en la construcción de fuentes y potenciar historias locales y más participación ciudadana en la indagación sobre sus procesos de construcción y conocimiento.1 De hecho, esta obra colectiva no fue pensada sólo para las necesidades y los intereses de la academia, desde la investigación y la docencia que en ella se practica, sino para un público más amplio dedicado a investigar y enseñar desde otros ámbitos del quehacer social.
1 Partimos de ideas y propuestas que se han trabajado y desarrollado por más de diez años en el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social del Instituto Mora, con proyectos concretos que han servido de base para ello. El lector encontrará referencias y ejemplos puntuales de lo puesto en práctica y desarrollado en este espacio cuyo origen radica justo en el interés por abordar estas “fuentes no convencionales”, más allá de las fronteras disciplinares tradicionales, y cuyas experiencias atraviesan diversos aspectos teóricos, metodológicos y técnicos que expondremos en cada apartado de esta obra colectiva.
Volvamos a la idea del archivo entendido no sólo como la acción o el lugar donde se atesoran documentos, sino como punto de partida para proponer una investigación. Lo que presentamos a continuación es una alternativa para responder las preguntas que surgen cuando damos ese paso; alternativa para buscar respuestas utilizando la diversidad de fuentes que se crean con lo que se localiza, pero también construyendo las propias. Dos líneas paralelas que definen nuestra propuesta y que demandan diversos tipos de conocimiento para su búsqueda, procesamiento, documentación, utilización y concatenación.
A lo largo de las tres partes que componen este libro, y sus diversos apartados, haremos evidente en qué momento las rutas coinciden y en cuál, cada una de ellas, siguen su propio cauce. La propuesta implica que quienes desarrollen el proyecto tengan conocimiento de cómo construir fuentes alternativas, principalmente las imágenes y los testimonios orales; tanto aquellos que se buscan, gestionan y obtienen de personas o instituciones; como aquéllos que se generan como parte del trabajo de campo.
El lector tendrá acceso a una serie de posibilidades: por un lado, planteamos qué hacer con los documentos de un archivo, desde su localización, procesamiento, digitalización, documentación, y demás pasos que llamaremos la cadena documental; hasta su uso como fuente. De la misma forma nos introducimos en la construcción de nuestras propias fuentes, el trabajo de campo y la realización de entrevistas a profundidad. Para ello hacemos propuestas que nos llevan a aspectos técnicos, como la operación básica del equipo: cámara fotográfica, de video, iluminación, grabadoras de audio y micrófonos; abordemos el tema de la documentación, para lo cual planteamos el uso del lenguaje audiovisual como código para dar orden a nuestro trabajo; y desde luego vertimos sugerencias sobre cómo actuar ante situaciones concretas tanto en entrevista como al registrar imagen fija o en movimiento.
Trataremos las posibles salidas para los resultados de este tipo de trabajo. Más allá de los necesarios textos, proponemos otras alternativas ligadas directamente con el aprovechamiento de las fuentes audiovisuales, llámense exposiciones, productos multimedia o proyectos audiovisuales, entre otros. Cuando se ha trabajado con la imagen como fuente, se adquiere la experiencia necesaria para poder transferir esta información a otros lenguajes como el audiovisual. La creación de un archivo de tales características amerita no quedarse sólo en lo textual; en estos casos se vuelve imperativo ver y escu-
char las fuentes que han intervenido en la construcción del conocimiento, lo cual implica retos metodológicos y creativos importantes.
En resumen, plantearemos una propuesta de trabajo, una forma de investigar que considere fuentes no convencionales y que dé un peso específico a las imágenes y al testimonio oral; nos preguntaremos qué se genera a partir de una visión particular sobre la investigación social, y qué se sustenta en diversas metodologías de trabajo, tomaremos en cuenta las necesidades técnicas; todo ello con el afán de despertar —en el lector, en aquél que tiene un archivo o que está en vías de construir uno, en el estudiante, en el investigador o en cualquier interesado en el conocimiento— la inquietud por explorar este camino que de antemano sabemos no es fácil, pero puede derivar en productos con trascendente valor tanto para individuos como para colectividades.
Reiteramos el potencial y las diversas implicaciones que conlleva la incorporación de las imágenes en el trabajo de campo y en el trabajo de archivo para, paso a paso, profundizar en cada una de ellas. La documentación visual y audiovisual en el trabajo de campo —de la mano de la observación y el registro de espacios, situaciones, sujetos, etcétera— potencia la propia documentación de lo que pretendemos analizar. Al dibujar, grabar, pintar, fotografiar, videograbar, filmar, escanear; podemos registrar en un momento dado y en otro posterior y así contrastar o comparar; todo ello otorga mayores posibilidades para la construcción de fuentes y atiende las necesidades de confrontación documental y análisis, así como el acercamiento a los propios sujetos de estudio.
Con los documentos visuales y audiovisuales que localizamos en archivos, nos enfrentamos a registros y expresiones generados por otros en diferentes contextos espaciales y temporales de manera previa a nuestra indagación. Estas imágenes capturadas o registradas por alguien más, en esos otros momentos o espacios, pueden convertirse en documentos de interés para nuestra investigación; al revisitarlas a los ojos de nuestras propias preguntas se vuelven fuentes potenciales. Estas imágenes podemos encontrarlas en archivos públicos, colecciones particulares, álbumes y películas familiares, diarios y documentación personal, correspondencia postal, redes sociales, entre otros. Fotografías, dibujos, caricaturas, planos, mapas, anuncios, grafitis, códices, películas, documentales, noticieros, partituras, programas de televisión, sitios de internet y un sinfín de producciones gráficas y audiovisuales son también vestigios a considerar.
Al final del camino, las imágenes vuelven a ser importantes en la medida en que pretendamos dar a conocer los resultados de una investigación. Así como escribimos diversidad de textos que derivan en ponencias, artículos, ensayos o libros, también podemos pensar en salidas hacia revistas gráficas, sitios de internet, multimedia, documentales, exposiciones, películas, lo cual puede ser mejor, pensando en el mundo visual en que vivimos, desde luego más cercano a las nuevas generaciones, en la medida en que los lenguajes para este tipo de medios les son más familiares. Pero no sólo eso, todas estas salidas potencian la circulación y apropiación de las investigaciones, más allá del ámbito académico, por medio de foros culturales, medios masivos y espacios alternativos de formación, entre otras vías cada vez de mayor acceso.
Cada una de estas etapas tiene implicaciones metodológicas y técnicas, que en las últimas décadas han venido a trastocar las propias concepciones de lo social y su estudio. Con el gran peso puesto en la construcción de fuentes, enfatizaremos sobre todo en aquéllas que atañen al patrimonio visual y audiovisual, y sus procesos de documentación, archivación, gestión y acceso.
La estructura de la obra responde a la concepción de tres partes a nivel teórico y conceptual, metodológico y técnico, y proyectivo-divulgativo.
En la primera parte, “Patrimonio, archivo e investigación social”, planteamos el abordaje de los documentos visuales y su articulación con la generación de conocimiento y los procesos de patrimonialización, para enseguida entrar en la concepción de lo que es un archivo y precisar cómo ubicamos a las imágenes al interior de la investigación social, en la necesidad de su construcción como fuentes.
En la segunda parte, “Investigación con imágenes. Propuestas teóricas, metodológicas y técnicas”, introducimos unas primeras pautas de análisis de las imágenes fotográficas, destacamos las diferencias entre ilustrar e investigar con ellas, y concretamos propuestas metodológicas y técnicas para la construcción de fuentes fotográficas y audiovisuales.
Y en la última parte, “Gestión, puesta en acceso y divulgación”, concluimos con el planteamiento de algunas vías de libre acceso al patrimonio y su divulgación por medio de exposiciones y producción audiovisual, para cerrarla con un catálogo de las diversas experiencias referidas a lo largo de la obra.
En fin, podemos decir que toda investigación social ya es de por sí complicada por el carácter mismo de lo que se observa y analiza: sujetos sociales, sus expresiones y pensamientos en el tiempo, sus relaciones e interacciones, su comportamiento y construcción social, entre otros relativos. Sin embargo, a las dificultades que implica la localización, descripción, documentación, análisis e interpretación de vestigios escritos, se suman otras teóricas, metodológicas y técnicas, derivadas de ese anhelo por trabajar con otro tipo de indicios de la acción y el pensamiento sociales: lo fotográfico y lo audiovisual.
Sobre estas dificultades particulares trata esta obra: Tejedores de imágenes — con el ánimo de abonar a un territorio todavía incipiente. Sus contenidos abarcan la revisión de diversas experiencias que han permitido el diseño de propuestas teórico-metodológicas y técnicas para la construcción de fuentes, desde el trabajo con archivos fotográficos y audiovisuales, y también con el trabajo de campo, en el que incluimos entrevistas de historia oral. Es en este marco que el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social (lais) presenta estas experiencias y propuestas de investigación derivadas de un par de décadas de trabajo en esta línea procurando abonar el terreno para quienes se introducen en ella.
Preocupados por contribuir en este campo y considerando que el concepto de archivo visual comunitario está en proceso de construcción, nos parece clave el desarrollo de metodologías para los procesos de archivación que involucren a diversos actores sociales, donde pensamos que las propuestas aquí vertidas abonan, en el marco de las discusiones actuales sobre la preservación colectiva del patrimonio.
Las imágenes no son creadas, al menos en su mayoría, pensando en los futuros historiadores. Sus creadores tienen sus propias preocupaciones, sus propios mensajes.
Peter Burke, 2001
La pregunta sobre si se puede hacer historia a partir de las imágenes no sólo es pertinente sino necesaria y, posiblemente, imprescindible. Tomás Pérez Vejo, 2012