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Zaqueo en el árbol Sicómoro

Zaqueo era recaudador de impuestos para los romanos y era muy rico. Los judíos odiaban a los recaudadores de impuestos porque trabajaban para el enemigo, los romanos. Todos sabían también que los recaudadores de impuestos engañaban a la gente cuando cobraban impuestos.

Zaqueo vivía en Jericó, una ciudad cercana a Jerusalén. Un día, Zaqueo se dio cuenta de que por la ciudad pasaba una gran multitud, y oyó decir que la multitud estaba allí por causa de Jesús.

Quería ver a ese Jesús del que todo el mundo hablaba. Pero era un hombre muy bajo. No podía ver por encima de las cabezas de la gente. Y tampoco podía acercarse a Jesús, porque todos los demás trataban de acercarse lo más posible. Entonces Zaqueo ideó un plan inteligente. Se adelantó a la multitud y corrió hacia una higuera sicómoro de grandes ramas. El árbol estaba justo al lado del camino. Zaqueo se subió rápidamente al árbol. Ahora podía verlo todo.

La multitud se acercaba cada vez más. Por fin, Jesús se hallaba justo debajo de Zaqueo, en la rama de su árbol. Y entonces Jesús se detuvo.

Jesús levantó la vista y dijo:

—Zaqueo, por favor, baja enseguida. Hoy tengo que quedarme en tu casa.

Todos sabían que el rico recaudador de impuestos estaba sentado en el sicómoro. Pero a Zaqueo no le importaba. Estaba contento de que Jesús se hubiera fijado en él. Bajó en seguida y recibió a Jesús en su casa. Estaba muy contento porque tendría la oportunidad de conocer a Jesús.

La gente que sabía quién era Zaqueo y vio que Jesús iba con él a su casa empezó a refunfuñar entre sí.

—¿Cómo puede Jesús hacer eso? —decían. —¿No sabe que Zaqueo es un tramposo y un pecador que trabaja para el enemigo? ¡Jesús no debería hacerlo!

Zaqueo sabía lo que se decía. También sabía que su vida no volvería a ser la misma. Había conocido a Jesús e iba a seguirle desde aquel día. Así que Zaqueo se levantó y dijo:

—¡Mira, Señor! Aquí y ahora doy la mitad de lo que tengo a los pobres. Y si he estafado a alguien, se lo devolveré. Devolveré cuatro veces la cantidad que tomé.

Jesús también estaba contento. Le dijo a Zaqueo:

—Hoy he llegado a la casa adecuada. Mi trabajo consiste en buscar a todos los que están perdidos y salvarlos. Hoy te he encontrado y te he salvado. Desde ahora eres hijo de Dios.

Lucas 19:1–10

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