Reflexiones de Cuaresma con el Papa Francisco

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Reflexiones de Cuaresma con el Papa Francisco

La Cuaresma es un tiempo para dedicarnos a meditar sobre el gran amor de Dios por nosotros, su sacrificio en la cruz, y nuestra propia humildad y deseo de acercarnos a Cristo. Con ese espíritu, ofrecemos esta colección de reflexiones diarias. Este devocional presenta extractos de las lecturas bíblicas de cada día del leccionario y reflexiones de los escritos, homilías, mensajes y audiencias generales del Santo Padre. Esperamos que sea una fuente de inspiración y sirva como un buen compañero en el camino hacia la Pascua.

Reflexiones de Cuaresma con el Papa Francisco
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eñor Jesús, elevamos nuestras voces a Ti, confiados en que nos escuchas. Mira compasivo a nuestras familias, acompaña su camino, sostenlas en sus dudas, consuela sus afectos heridos, infúndeles la valentía de amar, concédeles la gracia del perdón.

Señor Jesús, Tú que eres el Crucificado Resucitado, haz que no nos dejemos robar la esperanza de una nueva humanidad, de los cielos nuevos y la tierra nueva, donde enjugarás toda lágrima de nuestros ojos y no habrá ni llanto ni dolor, porque lo antiguo ha pasado y seremos una gran familia en tu casa de amor y paz.

— De la oración de inicio del Vía Crucis presidido por el Papa Francisco, Viernes Santo, 2022

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Miércoles de

Pero aún ahora –oráculo del Señor–vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras, y vuelvan al Señor, su Dios, Porque él es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad, y se arrepiente de tus amenazas. (Joel 2,12)

on sus invitaciones a la conversión, la Cuaresma viene providencialmente a despertarnos, a sacudirnos del torpor, del riesgo de seguir adelante por inercia. La exhortación que el Señor nos dirige por medio del profeta Joel es fuerte y clara: «Convertíos a mí de todo corazón» (Jl 2, 12). ¿Por qué debemos volver a Dios?

Porque algo no está bien en nosotros, no está bien en la sociedad, en la Iglesia, y necesitamos cambiar, dar un viraje. Y esto se llama tener necesidad de convertirnos. Una vez más la Cuaresma nos dirige su llamamiento profético, para recordarnos que es posible realizar algo nuevo en nosotros mismos y a nuestro alrededor, sencillamente porque Dios es fiel, es siempre fiel, porque no puede negarse a sí mismo, sigue siendo rico en bondad y misericordia, y está siempre dispuesto a perdonar y recomenzar de nuevo. Con esa confianza filial, pongámonos en camino.

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Después dijo a todos:

“El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. ¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida?” (Lucas 9, 23-25)

l estilo cristiano está precisamente en este estilo de humildad, de docilidad, de mansedumbre. Quien quiera salvar su vida, la perderá. En el Evangelio, Jesús repite esta idea. Recordad cuando habla del grano de trigo: si esta semilla no muere, no puede dar fruto» (cf. Juan 12, 24).

Pensemos en Jesús que está delante de nosotros que nos guía por ese camino. Ésta es nuestra alegría y ésta es nuestra fecundidad: ir con Jesús. Otras alegrías no son fecundas, piensan solamente, como dice el Señor, en ganar el mundo entero, pero al final se pierde y se arruina a sí mismo. Al inicio de la Cuaresma pidamos al Señor que nos enseñe este estilo cristiano de servicio, de alegría, de negación de nosotros mismos y de fecundidad con Él, como Él la quiere.

— Homilía, 6 de marzo 2014

7 Jueves después
del Miércoles de Ceniza

después del Miércoles de Ceniza

Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, Dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; Cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.

Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; Delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.

Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: ¡Aquí estoy!

(Isaías 58, 6-9)

l ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (Fratelli Tutti, 93).

— Mensaje para la Cuaresma, 2021

8 Viernes

Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. (Lucas 5, 27)

omo el publicano Mateo, cada uno de nosotros se encomienda a la gracia del Señor, a pesar de los propios pecados. Todos somos pecadores, todos hemos pecado. Llamando a Mateo, Jesús muestra a los pecadores que no mira su pasado, la condición social, las convenciones exteriores, sino que más bien les abre un futuro nuevo. Una vez escuché un dicho bonito: «No hay santo sin pasado y no hay pecador sin futuro». Esto es lo que hace Jesús. No hay santo sin pasado, ni pecador sin futuro. Basta responder a la invitación con el corazón humilde y sincero.

— Audiencia General, 13 de abril 2016

9 Sábado
después del Miércoles de Ceniza

Jesús, lleno del Espíritu Santo, regresó de las orillas del Jordán y fue conducido por el Espíritu al desierto, donde fue tentado por el demonio durante cuarenta días. (Lucas 4,1) n el tiempo de Cuaresma, el Espíritu Santo nos empuja también a nosotros, como a Jesús, a entrar en el desierto. No se trata — como hemos visto— de un lugar físico, sino de una dimensión existencial en la que hacer silencio y ponernos a la escucha de la palabra de Dios, «para que se cumpla en nosotros la verdadera conversión»

(Oración colecta 1er Domingo de Cuaresma B). No tengáis miedo del desierto, buscad más momentos de oración, de silencio, para entrar en nosotros mismos. No tengáis miedo. Estamos llamados a caminar por las sendas de Dios.

11
Primer Domingo de Cuaresma Gustave
La
— Angelus, 21 de febrero 2021
Doré,
Tentación de Jesús, 1866.

Lunes de la Primera Semana de Cuaresma

Los justos le responderán:

“Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber?

¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos?

¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?”. Y el Rey les responderá:

“Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”.

(Mateo 25, 37-40) l testimonio que el mundo espera de nosotros es sobre todo el de hacer visible la misericordia que Dios tiene para con nosotros, a través del servicio a los más pobres, a los enfermos, a los que han abandonado su tierra para buscar un futuro mejor para sí mismos y para sus seres queridos. Poniéndonos al servicio de los más necesitados experimentamos que ya estamos unidos: es la misericordia la que nos une Queridos jóvenes, los aliento a ser testimonios de misericordia. Mientras los teólogos llevan adelante el diálogo en el campo doctrinal, ustedes sigan buscando con insistencia ocasiones para encontrarse, conocerse mejor, rezar juntos y ofrecer su ayuda los unos a los otros y a todos los que están en la necesidad.

— A los Participantes en una Peregrinación de Luteranos, 13 de octubre 2016

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“Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes.

Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”.

(Mateo 6, 14) a ley del talión: lo que me hiciste, te lo devuelvo, Jesús la sustituye con la ley de amor: lo que Dios me ha hecho, ¡te lo devuelvo! Pensemos hoy, en esta hermosa semana de Pascua, si puedo perdonar. Y si no me siento capaz, tengo que pedirle al Señor que me dé la gracia de perdonar, porque saber perdonar es una gracia.

Dios le da a cada cristiano la gracia de escribir una historia de bien en la vida de sus hermanos, especialmente de aquellos que han hecho algo desagradable e incorrecto. Con una palabra, un abrazo, una sonrisa, podemos transmitir a los demás lo más precioso que hemos recibido ¿Qué es lo más precioso que hemos recibido? El perdón, que debemos ser capaces de dar a los demás.

— Audiencia General, 24 de abril 2019

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Martes de la Primera Semana de Cuaresma

La palabra del Señor fue dirigida por segunda vez a Jonás, en estos términos: “Parte ahora mismo para Nínive, la gran ciudad, y anúnciale el mensaje que yo te indicaré”. Jonás partió para Nínive, conforme a la palabra del Señor. (Jonás 3, 2)

l Señor se pone en camino: va a Nínive, a Galilea… a Lima, a Trujillo, a Puerto Maldonado… aquí viene el Señor. Se pone en movimiento para entrar en nuestra historia personal y concreta. Lo hemos celebrado hace poco: es el Emmanuel, el Dios que quiere estar siempre con nosotros. Sí, aquí en Lima, o en donde estés viviendo, en la vida cotidiana del trabajo rutinario, en la educación esperanzadora de los hijos, entre tus anhelos y desvelos; en la intimidad del hogar y en el ruido ensordecedor de nuestras calles. Es allí, en medio de los caminos polvorientos de la historia, donde el Señor viene a tu encuentro.

14
— Homilía en Lima, Perú, 21 de enero 2018
Miércoles
de la Primera Semana de Cuaresma

Jesús dijo a sus discípulos: “Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá”.

(Mateo 7, 7) s propio de la misericordia de Dios no sólo perdonar —eso todos lo sabemos— sino ser generoso y dar más y más... Nosotros quizá en la oración pedimos esto y esto, y ¡Él nos da más siempre! Siempre, siempre de más… Jesús es el compañero de camino que nos da lo que pedimos; el Padre que se preocupa de nosotros y nos ama; y el Espíritu Santo que es el regalo, es ese de más que da el Padre, lo que nuestra consciencia no se atreve a pedir.

— Homilía, 9 de octubre 2014

15
Jueves de la Primera Semana de Cuaresma

Jesús dijo a sus discípulos: “Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. (Mateo 5, 23-24)

l amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer las paces con el prójimo. Y dice así: “Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano” (vv. 23-24). Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor en la oración.

— Ángelus, 16 de febrero 2014

16
Viernes de la Primera Semana de Cuaresma

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos.

(Mateo 5, 43-45) mad a vuestros enemigos. Hoy nos haría bien, durante y después de la Misa, repetirnos a nosotros mismos estas palabras y aplicarlas a las personas que nos tratan mal, que nos molestan, que nos cuesta aceptar, que nos quitan la serenidad. Amad a vuestros enemigos. Nos haría bien preguntarnos también: “¿Qué me preocupa en la vida: mis enemigos, quien me aborrece, o amar?”. No te preocupes de la maldad de los demás, o del que piensa mal de ti. En cambio, comienza a transformar tu corazón por amor a Jesús. Porque quien ama a Dios no tiene enemigos en el corazón.

— Homilía en Bari, Italia, 23 de febrero 2020

17
Sábado de la Primera Semana de Cuaresma

de Cuaresma

Jesús tomó a Pedro, Juan y Santiago, y subió a la montaña para orar. Mientras oraba, su rostro cambió de aspecto y sus vestiduras se volvieron de una blancura deslumbrante.

Y dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que aparecían revestidos de gloria y hablaban de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén. (Lucas 9, 28-31) a Transfiguración de Cristo nos muestra la prospectiva cristiana del sufrimiento. … Mostrando así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades con las que nos enfrentamos tienen su solución y quedan superadas en la Pascua. Por ello, en esta Cuaresma, subamos también al monte con Jesús. ¿Pero en qué modo? Con la oración. Subamos al monte con la oración: la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración siempre buscando al Señor. Permanezcamos algún momento en recogimiento, cada día un poquito, fijemos la mirada interior en su rostro y dejemos que su luz nos invada y se irradie en nuestra vida.

— Ángelus, 17 de marzo 2019

18
Segundo
Domingo
Cherubino Alberti (Zaccaria Mattia) La Transfiguración con Cristo, flanqueada por dos Santos y con los Apóstoles a continuación, 1570-1615.

Jesús dijo a sus discípulos:

“Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso.

No juzguen y no serán juzgados; No condenen y no serán condenados; Perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará.

Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes”. (Lucas 6, 36-38)

i tienes el corazón amplio, grande, puedes recibir más». Y un corazón grande no se enreda en la vida de los demás, no condena, sino que perdona y olvida, precisamente como “Dios ha olvidado y perdonado mis pecados”. Para ser misericordiosos es necesario, por lo tanto, invocar al Señor —«porque es una gracia»— y «tener estas dos actitudes: reconocer los propios pecados avergonzándose» y olvidar los pecados y las ofensas de los demás. He aquí que así “el hombre y la mujer misericordiosos tienen un corazón amplio: siempre disculpan a los demás y piensan en los propios pecados”. Y si alguien les dice: “¿has visto lo que hizo aquel?”, tienen la misericordia de responder: “pero yo ya tengo bastante con lo que hice”. Si todos nosotros, los pueblos, las personas, las familias, los barrios, tuviésemos esta actitud ¡cuánta paz habría en el mundo, cuánta paz en nuestros corazones, porque la misericordia nos conduce a la paz!

— Homilía, 17 de marzo 2014

20
Lunes de la Segunda Semana de Cuaresma

Jesús habló a la multitud y a sus discípulos, diciendo:

“No se dejen llamar tampoco “doctores”, porque sólo tienen un Doctor, que es el Mesías. Que el más grande de entre ustedes se haga servidor de los otros, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. (Mateo 23,10-12)

ios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se abaja, levanta a quien sirve… Entonces, hoy podemos preguntarnos, cada uno de nosotros en nuestro corazón: ¿cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y ser alabado, o más bien pienso en servir? ¿Sé escuchar… o solo quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio… o siempre estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las discusiones, o solo trato siempre de sobresalir? Pensemos en estas preguntas: ¿Cómo está mi humildad?

21
Martes
de la Segunda Semana de Cuaresma

Pero Jesús los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero que se haga su esclavo: Como el Hijo del hombre, que no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una multitud”.

(Mateo 20, 25-28) l camino del servicio es el antídoto más eficaz contra la enfermedad de la búsqueda de los primeros puestos; es la medicina para los arribistas, esta búsqueda de los primeros puestos, que infecta muchos contextos humanos y no perdona tampoco a los cristianos, al pueblo de Dios, ni tampoco a la jerarquía eclesiástica. Por lo tanto, como discípulos de Cristo, acojamos este Evangelio como un llamado a la conversión, a dar testimonio con valentía y generosidad de una Iglesia que se inclina a los pies de los últimos, para servirles con amor y sencillez.

23
Miércoles
— Ángelus, 21 de octubre 2018
de la Segunda Semana de Cuaresma
Rembrandt van Rijn, Cristo Predicando, c. 1652.

¡Bendito el hombre que confía en el Señor y en él tiene puesta su confianza!

Él es como un árbol plantado al borde de las aguas, que extiende sus raíces hacia la corriente; No teme cuando llega el calor y su follaje se mantiene frondoso; No se inquieta en un año de sequía y nunca deja de dar fruto. (Jeremías 17,7-8)

nvito a todos a la esperanza renovada, porque la esperanza “nos habla de una realidad que está enraizada en lo profundo del ser humano, independientemente de las circunstancias concretas y los condicionamientos históricos en que vive. Nos habla de una sed, de una aspiración, de un anhelo de plenitud, de vida lograda, de un querer tocar lo grande, lo que llena el corazón y eleva el espíritu hacia cosas grandes, como la verdad, la bondad y la belleza, la justicia y el amor. […] La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a grandes ideales que hacen la vida más bella y digna”

— Encíclica, Fratelli tutti, 2020

24
Jueves de la Segunda Semana de Cuaresma

Jesús dijo a los principales sacerdotes y a los ancianos del pueblo: Por eso les digo que el Reino de Dios les será quitado a ustedes, para ser entregado a un pueblo que le hará producir sus frutos. Los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír estas parábolas, comprendieron que se refería a ellos. Entonces buscaron el modo de detenerlo, pero temían a la multitud, que lo consideraba un profeta. (Mateo 21, 43-46)

orque para amar hay que despojarse de todo lo que nos desvía del camino y nos encorva sobre nosotros mismos, impidiéndonos dar fruto. Pidamos, pues, al Padre que nos quite los prejuicios sobre los demás y los apegos mundanos que dificultan la plena unidad con todos sus hijos. Así, purificados en el amor, sabremos poner en segundo lugar las trabas terrenales y los obstáculos del pasado que hoy nos distraen del Evangelio.

— Homilía, Vísperas, Semana de Oración por la Unidad Cristiana, 25 de enero 2021

25 Viernes de la Segunda Semana de Cuaresma

Solemnidad de San José

El Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: “José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, Porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados”. Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa. (Mateo 1, 20-24)

omo Dios dijo a nuestro santo: “José, hijo de David, no temas” (Mt 1,20), parece repetirnos también a nosotros: “¡No tengan miedo!”. Tenemos que dejar de lado nuestra ira y decepción, y hacer espacio —sin ninguna resignación mundana y con una fortaleza llena de esperanza— a lo que no hemos elegido, pero está allí. Acoger la vida de esta manera nos introduce en un significado oculto. La vida de cada uno de nosotros puede comenzar de nuevo milagrosamente, si encontramos la valentía para vivirla según lo que nos dice el Evangelio. Y no importa si ahora todo parece haber tomado un rumbo equivocado y si algunas cuestiones son irreversibles. Dios puede hacer que las flores broten entre las rocas.

— Carta Apostólica sobre San José, 8 de diciembre 2020

26
A.A. Morel después J.B. Wicar
A.R.
Ángel
Sueño,
Sábado de la Segunda Semana de Cuaresma
después
Mengs, El
le habla a José en un
s.f.

Les dijo también esta parábola:

“Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no loa encontró.

Dijo entonces al viñador:

‘Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los hallo.

Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?’.

Pero él respondió:

‘Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante.

Si no, la cortarás’”. (Lucas 13, 6-9) amentablemente, cada uno de nosotros se parece mucho a un árbol que, durante años, ha dado múltiples pruebas de su esterilidad. Pero, afortunadamente, Jesús se parece a ese campesino que, con una paciencia sin límites, obtiene una vez más una prórroga para la higuera infecunda: «Déjala por este año todavía —dijo al dueño— […] Por si da fruto en adelante» (v. 9). Un «año» de gracia: el tiempo del ministerio de Cristo, el tiempo de la Iglesia antes de su retorno glorioso, el tiempo de nuestra vida, marcado por un cierto número de Cuaresmas, que se nos ofrecen como ocasiones de revisión y de salvación, el tiempo de un Año Jubilar de la Misericordia. La invencible paciencia de Jesús. ¿Habéis pensado en la paciencia de Dios? ¿Habéis pensado también en su obstinada preocupación por los pecadores? ¡Cómo es que aún vivimos con impaciencia en relación a nosotros mismos! Nunca es demasiado tarde para convertirse, ¡nunca! Hasta el último momento: la paciencia de Dios nos espera.

— Ángelus, 28 de febrero 2016

28
Tercer Domingo de Cuaresma

Jesús dijo a la gente en la sinagoga de Nazaret: “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra.

(Lucas 4, 24)

esús dice que vosotros no aceptáis al profeta porque no lo necesitáis, estáis demasiado seguros. Las personas que Jesús tenía delante, en efecto, estaban muy seguras en su “fe” entre comillas, muy seguras en su observancia de los mandamientos, que no necesitaban otra salvación. Una actitud que revela, el drama del cumplimiento de los mandamientos sin fe: yo me salvo por mí mismo porque voy a la sinagoga todos los sábados, trato de cumplir los mandamientos; y que no venga éste a decirme que son mejores que yo ese leproso y esa viuda, esos marginados. Pero mira, si tú no te sientes en zona marginal, no tendrás salvación. Esta es la humildad, la senda de la humildad: sentirse tan marginado de tener necesidad de la salvación del Señor. Sólo Él salva; no nuestra observancia de los preceptos.

— Homilía, 24 de marzo 2014

29
Lunes de la Tercera Semana de Cuaresma

Entonces se adelantó Pedro y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga?

¿Hasta siete veces?”

Jesús le respondió: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”.

(Mateo 18, 21-22)

s difícil entender el misterio del perdón, porque es un misterio: ¿por qué debo perdonar si la justicia me permite seguir adelante y pedir que esa justicia haga lo que tiene que hacer? La respuesta la ofrece la Iglesia, que hoy nos hace entrar en este misterio del perdón, que es la gran obra de misericordia de Dios. La Iglesia retoma el pasaje del Evangelio y explica qué significa ese “setenta veces siete”. Quiere decir que siempre debemos perdonar. De hecho, yo puedo perdonar solamente si me siento perdonado. Si tú no tienes conciencia de ser perdonado nunca podrás perdonar, nunca. Pidamos hoy al Señor la gracia de entender este “setenta veces siete”. Por otro lado, si el Señor me ha perdonado tanto, ¿quién soy yo para no perdonar?

— Meditaciones Diarias, 21 de marzo 2017

31
Martes de la Tercera Semana de Cuaresma
Rembrandt van Rijn, Regreso del Hijo Pródigo, 1620-69.

“No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. (Mateo 5, 17-18)

cogiendo la Ley de Dios en nuestros corazones entendemos que, cuando no amamos a nuestro prójimo, nos matamos de alguna manera a nosotros mismos y a los demás, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraternal, que es la base de las relaciones interpersonales… Aceptando la Ley de Dios en el corazón se entiende que los deseos deben ser guiados, porque no se puede tener todo lo que uno desea, y no es bueno ceder a sentimientos egoístas y posesivos. Cuando se acepta la Ley de Dios en el corazón, se comprende que hay que abandonar un estilo de vida de promesas rotas, así como pasar de la prohibición del perjurio a la decisión de no jurar en absoluto, asumiendo la actitud de plena sinceridad con todos. Y Jesús es consciente de que no es fácil vivir los mandamientos de una manera tan completa. Por eso nos ofrece la ayuda de su amor: vino al mundo no sólo para cumplir la Ley, sino también para darnos su gracia, para que podamos realizar la voluntad de Dios, amándolo a Él y a nuestros hermanos y hermanas. ¡Todo, todo lo podemos hacer con la gracia de Dios!

32
Ángelus, 16 de febrero 2020
Miércoles de la Tercera Semana de Cuaresma

Jesús les dijo:

“El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”.

(Lucas 11,23)

oy, en este día cuaresmal, podemos preguntarnos: ¿Escucho la voz del Señor, o hago lo que yo quiero, lo que me gusta? Con este pueblo que “perdió la fidelidad” el Señor es claro: “El que no está conmigo, está contra mí”. Alguien podría preguntar: “¿Pero no existirá otro camino de componenda, un poco de aquí y un poco de allá?” No, o estás en la senda del amor, o estás en la senda de la hipocresía. O te dejas amar por la misericordia de Dios, o haces lo que quieres según tu corazón, que se endurece cada vez más por esta senda. No existe una tercera senda posible.

— Meditaciones Diarias, 12 de marzo 2015

33
Jueves de la Tercera Semana de Cuaresma

Viernes de la Tercera

Semana de Cuaresma

Solemnidad de la Anunciación del Señor

María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. (Lucas 1,38)

ujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel, responde también a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos. Las escucha como Madre. Como y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación. María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Rezando con nosotros. ¿Por qué? Porque ella es nuestra Madre.

— Audiencia General, 24 de marzo 2021

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Martin Schongauer, La Anunciación, c. 1484.

‘¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!’ Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado”. (Lucas 18, 13-14)

i Dios prefiere la humildad no es para degradarnos: la humildad es más bien la condición necesaria para ser levantados de nuevo por Él, y experimentar así la misericordia que viene a colmar nuestros vacíos. Si la oración del soberbio no llega al corazón de Dios, la humildad del mísero lo abre de par en par. Dios tiene una debilidad: la debilidad por los humildes. Ante un corazón humilde, Dios abre totalmente su corazón. Es esta la humildad que la Virgen María expresa en el cántico del Magníficat: “Ha puesto los ojos en la humildad de su esclava. [...] su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen”. Que nos ayude ella, nuestra Madre, a rezar con corazón humilde. Y nosotros, repetimos tres veces, esa bonita oración: “Oh Dios, ten piedad de mí, que soy un picador”.

— Audiencia General, 1 de junio 2016

36
Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma

“Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió profundamente, corrió a su encuentro, lo abrazó y lo besó. El joven le dijo:

‘Padre, pequé contra el Cielo y contra ti; no merezco ser llamado hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus servidores:

‘Traigan enseguida la mejor ropa y vístanlo, pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies. Traigan el ternero engordado y mátenlo. Comamos y festejemos, porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y fue encontrado’”. (Lucas 15, 21-24)

uánta ternura; lo vio cuando él estaba todavía lejos: ¿qué significa esto? Que el padre subía a la terraza continuamente para mirar el camino y ver si el hijo regresaba; ese hijo que había hecho de todo, pero el padre lo esperaba. ¡Cuán bonita es la ternura del padre! La misericordia del padre es desbordante, incondicional, y se manifiesta incluso antes de que el hijo hable. Cierto, el hijo sabe que se ha equivocado y lo reconoce: “He pecado... trátame como a uno de tus jornaleros”. Pero estas palabras se disuelven ante el perdón del padre. El abrazo y el beso de su papá le hacen comprender que siempre ha sido considerado hijo, a pesar de todo. Es importante esta enseñanza de Jesús: nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y, por lo tanto, nadie nos la puede quitar, ni siquiera el diablo. Nadie puede quitarnos esta dignidad.

— Audiencia General, 11 de mayo 2016

37
Cuarto Domingo de Cuaresma

Así dice el Señor: Sí, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva. No quedará el recuerdo del pasado ni se lo traerá a la memoria, (Isaías 65, 17) a Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un “tiempo de gracia” (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: “Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero” (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos. Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos. Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente.

— Mensaje para la Cuaresma, 2015

38
Lunes
de la Cuarta semana de Cuaresma

When Jesus saw him lying there and knew that he had been ill for a long time, he said to him, “Do you want to be well?”

The sick man answered him, “Sir, I have no one to put me into the pool when the water is stirred up; while I am on my way, someone else gets down there before me.”

Jesus said to him, “Rise, take up your mat, and walk.” Immediately the man became well, took up his mat, and walked. (Jn 5:6-9)

stamos en Cuaresma, tenemos que convertirnos. Alguien, dijo, podría reconocer: “Padre, hay tantos pecadores por la calle: los que roban, los que están en los campos nómadas... —por decir algo— y nosotros despreciamos a esta gente”. Pero a este se le debe decir: “¿Y tú quién eres? ¿Y tú quién eres, que cierras la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer, que tiene ganas de mejorar, de volver al pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo ha obrado en su corazón?”. Incluso hoy hay cristianos que se comportan como los doctores de la ley y “hacen lo mismo que hacían con Jesús”, objetando: “Pero este, este dice una herejía, esto no se puede hacer, esto va contra la disciplina de la Iglesia, esto va contra la ley”. Y así cierran las puertas a muchas personas. Por ello, pidamos hoy al Señor la «conversión a la misericordia de Jesús: sólo así la ley estará plenamente cumplida, porque la ley es amar a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos.

— Meditaciones Diarias, 17 de marzo 2015

39
Martes de la Cuarta semana de Cuaresma

Jesús les dijo, “Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. (Juan 5, 24) or esto, queridos hermanos y hermanas, no renunciemos a la Palabra de Dios. Es la carta de amor escrita para nosotros por Aquel que nos conoce como nadie más. Leyéndola, sentimos nuevamente su voz, vislumbramos su rostro, recibimos su Espíritu. La Palabra nos acerca a Dios; no la tengamos lejos. Llevémosla siempre con nosotros, en el bolsillo, en el teléfono; démosle un sitio digno en nuestras casas. Pongamos el Evangelio en un lugar donde nos recordemos abrirlo cada día, si es posible al inicio y al final de la jornada, de modo que entre tantas palabras que llegan a nuestros oídos llegue al corazón algún versículo de la Palabra de Dios. Para poder hacer esto, pidamos al Señor la fuerza de apagar la televisión y abrir la Biblia; de desconectar el móvil y abrir el Evangelio. En este Año litúrgico leemos el Evangelio de Marcos, el más sencillo y breve. ¿Por qué no leerlo incluso a solas, aunque sea un pequeño pasaje cada día? Nos hará sentir la cercanía del Señor y nos infundirá valor en el camino de la vida.

— Homilía, 24 de enero 2021

41
Miércoles
Gustave Doré, Jesús Predicando a la Multitud, 1866.
de la Cuarta semana de Cuaresma

Moisés imploró al Señor, su Dios, diciendo:

Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob, tus servidores, a quienes juraste por ti mismo diciendo:

“Yo multiplicaré su descendencia como las estrellas del cielo, y les daré toda esta tierra de la que hablé, para que la tengan siempre como herencia».

Y el Señor se arrepintió del mal con que había amenazado a su pueblo.

(Éxodo 32, 13-14)

or este motivo, ninguno de nosotros puede poner condiciones a la misericordia; ella será siempre un acto de gratuidad del Padre celeste, un amor incondicionado e inmerecido. No podemos correr el riesgo de oponernos a la plena libertad del amor con el cual Dios entra en la vida de cada persona. La misericordia es esta acción concreta del amor que, perdonando, transforma y cambia la vida. Así se manifiesta su misterio divino. Dios es misericordioso, su misericordia dura por siempre, de generación en generación abraza a cada persona que se confía a él y la transforma, dándole su misma vida.

— Carta Apostólica, Misericordia et misera, 20 de noviembre 2016

42
Jueves de la Cuarta semana de Cuaresma

Entonces Jesús, que enseñaba en el Templo, exclamó:

“¿Así que ustedes me conocen y saben de dónde soy? Sin embargo, yo no vine por mi propia cuenta; pero el que me envió dice la verdad, y ustedes no lo conocen. Yo sí lo conozco, porque vengo de él y es él el que me envió”.

Entonces quisieron detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él, porque todavía no había llegado su hora.

(Juan 7, 28-30) ios no ha mandado a su Hijo al mundo para castigar a los pecadores ni para acabar con los malvados. Sino que es a ellos a quienes se dirige la invitación a la conversión para que, viendo los signos de la bondad divina, puedan volver a encontrar el camino de regreso. Como dice el Salmo: “Si en cuenta tomas las culpas, oh Yahveh, ¿quién, Señor, resistirá? Mas el perdón se halla junto a ti, para que seas temido” (Salmo 130, 3-4). Nosotros cristianos creemos en el Dios de Jesucristo, y nuestro deseo es el de crecer en la experiencia viva de su misterio de amor. Esforcémonos entonces en no anteponer obstáculo alguno al actuar misericordioso del Padre, y pidamos el don de una fe grande para convertirnos también nosotros en señales e instrumentos de misericordia.

— Audiencia General, 7 de septiembre 2016

43
Viernes de la Cuarta semana de Cuaresma

Sábado de la Cuarta semana de Cuaresma

Señor, Dios mío, en ti me refugio: sálvame de todos los que me persiguen; Líbrame, para que nadie pueda atraparme como un león, que destroza sin remedio.

(Salmos 7, 2-3)

ios no es un ser lejano y anónimo: es nuestro refugio, la fuente de nuestra serenidad y de nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación, a la que podemos aferrarnos con la certeza de no caer; ¡quien se aferra a Dios no cae nunca! Es nuestra defensa del mal siempre al acecho. Dios es para nosotros el gran amigo, el aliado, el padre, pero no siempre nos damos cuenta. No nos damos cuenta de que nosotros tenemos un amigo, un aliado, un padre que nos quiere, y preferimos apoyarnos en bienes inmediatos que nosotros podemos tocar, en bienes contingentes, olvidando, y a veces rechazando, el bien supremo, es decir, el amor paterno de Dios. ¡Sentirlo Padre en esta época de orfandad es muy importante! La esperanza cristiana tiende al cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene frente a ninguna dificultad, porque está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca falta. Es fiel, es un padre fiel, es un amigo fiel, es un aliado fiel.

44
— Ángelus, 26 de febrero 2017

Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó:

“Mujer, ¿dónde están tus acusadores?

¿Alguien te ha condenado?”

Ella le respondió: “Nadie, Señor”.

“Yo tampoco te condeno”, le dijo Jesús.

“Vete, no peques más en Adelante”. (Juan 8, 9-11)

ueridos hermanos y hermanas, esa mujer nos representa a todos nosotros, que somos pecadores, es decir adúlteros ante Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuestra salvación a través de Jesús. Él es la gracia que salva del pecado y de la muerte… Dios no nos clava a nuestro pecado, no nos identifica con el mal que hemos cometido. Tenemos un nombre y Dios no identifica este nombre con el pecado que hemos cometido. Nos quiere liberar y quiere que también nosotros lo queramos con Él. Quiere que nuestra libertad se convierta del mal al bien, y esto es posible — ¡es posible! — con su gracia.

45
— Ángelus, 13 de marzo 2016
Quinto Domingo de Cuaresma

Jesús les dirigió una vez más la palabra, diciendo: “Yo soy la luz del mundo. El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la Vida”. (Juan 8, 12) a misión de Jesús es iluminar: la luz. Él mismo ha dicho: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). El profeta Isaías había profetizado esta luz: “El pueblo que caminaba en las tinieblas vio una gran luz” (Mt 4,16 y cf. Is 9,1) También la misión de los apóstoles es llevar la luz. Pablo se lo dijo al rey Agripa: “Fui elegido para iluminar, para llevar esta luz —que no es mía, es de otro— pero para llevar la luz” (cf. Hch 26,18). Es la misión de Jesús: llevar la luz. Y la misión de los apóstoles es llevar la luz de Jesús. Iluminar. Porque el mundo estaba en tinieblas… Pero el pueblo, la gente, su pueblo lo ha rechazado. Está tan acostumbrado a las tinieblas que la luz lo deslumbra, no sabe caminar… Y este es el drama de nuestro pecado: el pecado nos ciega y no podemos soportar la luz… El Señor nos salva de nuestras tinieblas interiores, de las tinieblas de la vida cotidiana, de la vida social, de la vida política, de la vida nacional, internacional... Hay muchas tinieblas interiores. Y el Señor nos salva. Pero nos pide que las veamos primero; tener el valor de ver nuestras tinieblas para que la luz del Señor entre y nos salve. No tengamos miedo del Señor: es muy bueno, es manso, está cerca de nosotros. Vino a salvarnos. No tengamos miedo de la luz de Jesús.

— Meditaciones Diarias, 6 de mayo 2020

46
Lunes de la Quinta Semana de Cuaresma

Moisés intercedió por el pueblo, y el Señor le dijo: “Fabrica una serpiente abrasadora y colócala sobre un asta.

Y todo el que haya sido mordido, al mirarla, quedará curado”. Moisés hizo una serpiente de bronce y la puso sobre un asta.

Y cuando alguien era mordido por una serpiente, miraba hacia la serpiente de bronce y quedaba curado. (Números 21, 7-9)

oisés hace una serpiente y la levanta. Jesús será levantado, como la serpiente, para dar la salvación. Pero el núcleo de la profecía es precisamente que Jesús se hizo pecado por nosotros. No ha pecado: se ha hecho pecado. Como dice San Pedro en su carta: “Llevó nuestros pecados en su propio cuerpo” (cf. 1Pe 2,24). Y cuando miramos el crucifijo, pensamos en el Señor que sufre: todo eso es verdad. Pero nos detenemos antes de llegar al centro de esa verdad: en este momento, Tú pareces el mayor pecador, Tú te has hecho pecado. Ha tomado sobre sí todos nuestros pecados, se ha aniquilado a sí mismo hasta ahora. La cruz, es verdad, es un tormento, está la venganza de los doctores de la Ley, de los que no querían a Jesús: todo esto es verdad. Pero la verdad que viene de Dios es que Él vino al mundo para tomar nuestros pecados sobre sí mismo hasta el punto de hacerse pecado. Todo pecado. Nuestros pecados están ahí. Debemos acostumbrarnos a mirar el crucifijo bajo esta luz, que es la más verdadera, la luz de la redención.

— Meditaciones Diarias, 31 de marzo 2020

47
Martes de la Quinta Semana de Cuaresma

de la Quinta Semana de Cuaresma

Jesus said to those Jews who believed in him, “If you remain in my word, you will truly be my disciples, and you will know the truth, and the truth will set you free.” (Jn 8:31)

l antídoto más eficaz contra el virus de la falsedad es dejarse purificar por la verdad. En la visión cristiana, la verdad no es sólo una realidad conceptual que se refiere al juicio sobre las cosas, definiéndolas como verdaderas o falsas. La verdad no es solamente el sacar a la luz cosas oscuras, “desvelar la realidad”, como lleva a pensar el antiguo término griego que la designa, aletheia (de a-lethès, “no escondido”). La verdad tiene que ver con la vida entera. En la Biblia tiene el significado de apoyo, solidez, confianza, como da a entender la raíz ‘aman, de la cual procede también el Amén litúrgico. La verdad es aquello sobre lo que uno se puede apoyar para no caer. En este sentido relacional, el único verdaderamente fiable y digno de confianza, sobre el que se puede contar siempre, es decir, “verdadero”, es el Dios vivo. He aquí la afirmación de Jesús: “Yo soy la verdad” (Jn 14,6). El hombre, por tanto, descubre y redescubre la verdad cuando la experimenta en sí mismo como fidelidad y fiabilidad de quien lo ama. Sólo esto libera al hombre: “La verdad os hará libres” (Jn 8,32).

— Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, 2018

48
Miércoles

Abram cayó con el rostro en tierra, mientras Dios le seguía diciendo:

“Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abram: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones.

(Génesis 17, 3-5)

eyendo el libro del Génesis, descubrimos cómo Abraham vivió la oración en continua fidelidad a esa Palabra, que periódicamente se aparecía en su camino. En resumen, podemos decir que en la vida de Abraham la fe se hace historia: la fe se hace historia. Todavía más, Abraham, con su vida, con su ejemplo, nos enseña este camino, esta vía en la que la fe se hace historia. Dios ya no se ve sólo en los fenómenos cósmicos, como un Dios lejano que puede infundir terror. El Dios de Abraham se convierte en “mi Dios”, el Dios de mi historia personal, que guía mis pasos, que no me abandona; el Dios de mis días, el compañero de mis aventuras; el Dios Providencia. Yo me pregunto y os pregunto: ¿nosotros tenemos esta experiencia de Dios? ¿“Mi Dios”, el Dios que me acompaña, el Dios de mi historia personal, el Dios que guía mis pasos, que no me abandona, el Dios de mis días? ¿Tenemos esta experiencia? Pensémoslo.

— General Audience, 3 June 2020

49
Jueves de la Quinta Semana de Cuaresma

¡Canten al Señor, alaben al Señor, porque él libró la vida del indigente del poder de los malhechores! (Jeremías 20, 13) imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza… Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.

— Mensaje para la Cuaresma, 2014

51
Viernes de la Quinta Semana de Cuaresma
Atribuido
a Pieter de Jode I, Cristo Sanando al Leproso, s.f.

Así dice el Señor:

Mi morada estará junto a ellos: yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo. Y cuando mi Santuario esté en medio de ellos para siempre, las naciones sabrán que yo soy el Señor, el que santifico a Israel. (Ezequiel 37, 27-28)

nte nuestra fragilidad, el Señor no retrocede. No permanece en su beata eternidad y en su luz infinita, sino que se hace cercano, se hace carne, desciende a las tinieblas, habita tierras extrañas a Él. ¿Y por qué Dios hace esto?

¿Por qué desciende entre nosotros? Lo hace porque no se resigna a que podamos extraviarnos yendo lejos de Él, lejos de la eternidad, lejos de la luz. He aquí la obra de Dios: venir entre nosotros. Si nosotros nos consideramos indignos, esto no lo detiene. Él viene. Si lo rechazamos, no se cansa de buscarnos. Si no estamos preparados y bien dispuestos para recibirlo, prefiere venir de todos modos. Y si nosotros le cerramos la puerta en la cara, Él espera. Es precisamente el Buen Pastor. ¿Y la imagen más bella del Buen Pastor? El Verbo que se hace carne para compartir nuestra vida. Jesús es el Buen Pastor que viene a buscarnos allí donde nosotros estamos: en nuestros problemas, en nuestra miseria… Ahí viene Él. —

52
Ángelus, 2 de enero 2022 Sábado de la Quinta Semana de Cuaresma

Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto.

Y decían:

“¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!

¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!”. (Lucas 19, 36-38)

sta semana se encamina hacia el misterio de la muerte de Jesús y de su resurrección. Hemos escuchado la Pasión del Señor. Nos hará bien hacernos una sola pregunta: ¿Quién soy yo? ¿Quién soy yo ante mi Señor? ¿Quién soy yo ante Jesús que entra con fiesta en Jerusalén?

¿Soy capaz de expresar mi alegría, de alabarlo? ¿O guardo las distancias? ¿Quién soy yo ante Jesús que sufre?... ¿Soy yo como Pilato? Cuando veo que la situación se pone difícil, ¿me lavo las manos y no sé asumir mi responsabilidad, dejando que condenen – o condenando yo mismo – a las personas? ¿Soy yo como aquel gentío que no sabía bien si se trataba de una reunión religiosa, de un juicio o de un circo, y que elige a Barrabás? Para ellos da igual: era más divertido, para humillar a Jesús. ¿Dónde está mi corazón? ¿A cuál de estas personas me parezco? Que esta pregunta nos acompañe durante toda la semana.

— Homilía, Domingo de Ramos 2014

53
Domingo de Ramos

Domingo

Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.

(Juan 12, 1-3) ueridos hermanos y queridas hermanas, solo la humildad es el camino que nos conduce a Dios y, al mismo tiempo, precisamente porque nos conduce a Él, nos lleva también a lo esencial de la vida, a su significado más verdadero, al motivo más fiable por el que la vida vale la pena ser vivida. Solo la humildad nos abre a la experiencia de la verdad, de la alegría auténtica, del conocimiento que cuenta. Sin humildad estamos “aislados”, estamos aislados de la comprensión de Dios, de la compresión de nosotros mismos. Es necesario ser humildes para entendernos a nosotros mismos, mucho más para entender a Dios.

— Audiencia General, 22 de diciembre 2021

54
de Ramos Lunes de Semana Santa

Después que Judas salió, Jesús dijo: “Ahora el Hijo del hombre ha sido glorificado y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también lo glorificará en sí mismo, y lo hará muy pronto.

Hijos míos, ya no estaré mucho tiempo con ustedes”.

(Juan 13, 31-33)

orque quien quiere conocer a Jesús debe mirar dentro de la cruz, donde se revela su gloria. Mirar dentro de la cruz… En la imagen de Jesús crucificado se desvela el misterio de la muerte del hijo como supremo acto de amor, fuente de vida y de salvación para la humanidad de todos los tiempos. En sus llagas fuimos curados.

Puedo pensar: “¿Cómo miro el crucifijo? ¿Como una obra de arte, para ver si es hermoso o no es hermoso?

¿O miro dentro, en las llagas de Jesús, hasta su corazón?

¿Miro el misterio del Dios aniquilado hasta la muerte, como un esclavo, como un criminal?”. No os olvidéis de esto: mirad el crucifijo, pero miradlo dentro. Está esta hermosa devoción de rezar un Padre Nuestro por cada una de las cinco llagas: cuando rezamos ese Padre Nuestro, intentamos entrar a través de las llagas de Jesús, dentro, precisamente a su corazón. Y allí aprenderemos la gran sabiduría del misterio de Cristo, la gran sabiduría de la cruz.

55
— Ángelus, 18 de marzo 2018
Domingo de Ramos Martes de Semana Santa

Domingo de Ramos Miércoles de Semana Santa

Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo:

“¿Cuánto me darán si se lo entrego?”

Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.

(Mateo 26, 14-16)

l corazón de Judas, inquieto, atormentado por la codicia y atormentado por el amor a Jesús —un amor que no ha logrado hacerse amor—, atormentado por esta niebla, vuelve a los sacerdotes pidiendo perdón, pidiendo salvación. “¿A nosotros, ¿qué? Tú verás...” (cf. Mt 27,4): el diablo habla así y nos deja en la desesperación. Pensemos en tantos Judas institucionalizados en este mundo, que explotan a la gente. Y también pensemos en el pequeño Judas que cada uno de nosotros tiene dentro de sí a la hora de elegir: entre lealtad o interés. Cada uno de nosotros tiene la capacidad de traicionar, de vender, de elegir por el propio interés. Cada uno de nosotros tiene la posibilidad de dejarse atraer por el amor al dinero o a los bienes o al bienestar futuro.

“Judas, ¿dónde estás?”. Pero la pregunta la hago a cada uno de nosotros: “Tú, Judas, el pequeño Judas que tengo dentro: ¿dónde estás?”.

— Meditaciones Diarias, 8 de abril 2020

56

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes?

Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy.

Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.

(Juan 13, 12-15) ivir es andar por distintos caminos, distintos senderos que dejan su marca en nuestra vida. Y por la fe sabemos que Jesús nos busca, quiere sanar nuestras heridas, curar nuestros pies de las llagas de un andar cargado de soledad, limpiarnos del polvo que se fue impregnando por los caminos que cada uno tuvo que transitar. Jesús no nos pregunta por dónde anduvimos, no nos interroga qué estuvimos haciendo. Por el contrario, nos dice: “Si no te lavo los pies, no podrás ser de los míos” (Jn 13,9). Si no te lavo los pies, no podré darte la vida que el Padre siempre soñó, la vida para la cual te creó. Él viene a nuestro encuentro para calzarnos de nuevo con la dignidad de los hijos de Dios. Nos quiere ayudar a recomponer nuestro andar, reemprender nuestro caminar, recuperar nuestra esperanza, restituirnos en la fe y la confianza. Quiere que volvamos a los caminos, a la vida, sintiendo que tenemos una misión; que este tiempo de reclusión nunca ha sido y nunca será sinónimo de expulsión. Vivir supone “ensuciarse los pies” por los caminos polvorientos de la vida y de la historia. Y todos tenemos necesidad de ser purificados, de ser lavados. Todos. Todos somos buscados por este Maestro que nos quiere ayudar a reemprender el camino.

— Visita a los Presos, Filadelfia, 27 de septiembre 2015

57
Jueves
Santo

Al ser maltratado, se humillaba y ni siquiera abría su boca: como un cordero llevado al matadero, como una oveja muda ante el que la esquila, él no abría su boca. (Isaías 53, 7)

eñor Jesús, ayúdanos a ver en tu Cruz todas las cruces del mundo: la cruz de las personas hambrientas de pan y de amor; la cruz de las personas solas y abandonadas incluso por sus propios hijos y parientes;

la cruz de los pueblos sedientos de justicia y paz; la cruz de las personas que no tienen el consuelo de la fe; la cruz de los ancianos que se arrastran bajo el peso de los años y de la soledad;

la cruz de los migrantes que encuentran puertas cerradas por miedo y corazones blindados por cálculos políticos; la cruz de los pequeños, heridos en su inocencia y en su pureza;

la cruz de la humanidad que vaga en la oscuridad de la incertidumbre y en la oscuridad de la cultura de lo momentáneo; la cruz de las familias rotas por la traición, por las seducciones del maligno o por la ligereza homicida y el egoísmo;

la cruz de los consagrados que buscan incansablemente llevar tu luz al mundo y se sienten rechazados, ridiculizados y humillados; la cruz de los consagrados que, por el camino, han olvidado su primer amor;

la cruz de tus hijos que, creyendo en ti y tratando de vivir de acuerdo con tu palabra, se encuentran marginados y descartados incluso por sus familiares y sus coetáneos;

la cruz de nuestras debilidades, de nuestras hipocresías, de nuestras traiciones, de nuestros pecados y de nuestras numerosas promesas rotas;

la cruz de tu Iglesia que, fiel a tu Evangelio, le cuesta llevar tu amor también a los mismos bautizados; la cruz de la Iglesia, tu esposa, que se siente continuamente atacada desde dentro y desde fuera; la cruz de nuestra casa común que se marchita ante nuestros ojos egoístas y ciegos por la codicia y el poder.

Señor Jesús, reaviva en nosotros la esperanza de la resurrección y de tu victoria definitiva contra todo mal y toda muerte. Amén.

59
Viernes
— Oración de Viernes Santo, 2019
Santo
Ubaldo Gandolfi, Cristo en la Cruz, siglo 18.

Así dice el Señor: En su angustia, me buscarán ardientemente. “Vengan, volvamos al Señor: él nos ha desgarrado, pero nos sanará; ha golpeado, pero vendará nuestras heridas”. (Oseas 5, 15; 6, 1) ste año percibimos más que nunca el sábado santo, el día del gran silencio. Nos vemos reflejados en los sentimientos de las mujeres durante aquel día. Como nosotros, tenían en los ojos el drama del sufrimiento, de una tragedia inesperada que se les vino encima demasiado rápido. Vieron la muerte y tenían la muerte en el corazón. Al dolor se unía el miedo, ¿tendrían también ellas el mismo fin que el Maestro? Y después, la inquietud por el futuro, quedaba todo por reconstruir. La memoria herida, la esperanza sofocada. Para ellas, como para nosotros, era la hora más oscura. La Virgen, en el sábado, día que le sería dedicado, rezaba y esperaba. En el desafío del dolor, confiaba en el Señor. Sin saberlo, esas mujeres preparaban en la oscuridad de aquel sábado el amanecer del «primer día de la semana», día que cambiaría la historia. Jesús, como semilla en la tierra, estaba por hacer germinar en el mundo una vida nueva; y las mujeres, con la oración y el amor, ayudaban a que floreciera la esperanza.

60
— Homilía, Vigilia Pascual, 2020
Sábado Santo

El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada.

(Juan 20, 1)

l anuncio de Pascua recoge en pocas palabras un acontecimiento que da esperanza y no defrauda: “Jesús, el crucificado, ha resucitado”. No nos habla de ángeles o de fantasmas, sino de un hombre, un hombre de carne y hueso, con un rostro y un nombre: Jesús. El Evangelio atestigua que este Jesús, crucificado bajo el poder de Poncio Pilato por haber dicho que era el Cristo, el Hijo de Dios, al tercer día resucitó, según las Escrituras y como Él mismo había anunciado a sus discípulos. El Crucificado, no otro, es el que ha resucitado. Dios Padre resucitó a su Hijo Jesús porque cumplió plenamente su voluntad de salvación: asumió nuestra debilidad, nuestras dolencias, nuestra misma muerte; sufrió nuestros dolores, llevó el peso de nuestras iniquidades. Por eso Dios Padre lo exaltó y ahora Jesucristo vive para siempre, y Él es el Señor. Los testigos señalan un detalle importante: Jesús resucitado lleva las llagas impresas en sus manos, en sus pies y en su costado. Estas heridas son el sello perpetuo de su amor por nosotros. Todo el que sufre una dura prueba, en el cuerpo y en el espíritu, puede encontrar refugio en estas llagas y recibir a través de ellas la gracia de la esperanza que no defrauda.

61
— Urbi et Orbi, Pascua, 2021 Domingo de Pascua

Créditos: Extractos de las Escrituras de USCCB, Leccionario para Misas para uso en las diócesis de los Estados Unidos, segunda edición típica, Copyright © 2001, 1998, 1997, 1986, 1970 Confraternidad de la Doctrina Cristiana.

Escritos y reflexiones del Papa Francisco de la Santa Sede, vatican.va

Cubierta: Gustave Doré, Jesús Orando en el Huerto, 1866

Página 3: Gustave Doré, La Última Cena, 1866

Créditos para las imágenes:

Cubierta, Oprea Nicolae/Alamy Stock Photo; página 2, Kotkoa/Adobe Stock; página 3, Artokoloro/Alamy Stock Photo; página 4, foto CNS /Vatican Media; página 10, Archivist/Adobe Stock; páginas 19, 30, The Metropolitan Museum of Art; página 22, Minneapolis Institute of Art; página 27, Open Art Images; página 35, Art Institute of Chicago; página 40, Nickolae/ Adobe Stock; página 50, The National Gallery of Art; página 58, Los Angeles County Museum of Art; página 62, Renáta Sedmáková/ Adobe Stock.

Artista desconocido, Litografía de la Resurrección en Missale Romanum, siglo 19.

Somos una asociación católica fundada por el Papa Pío XI en 1926 para expresar su amor y solidaridad con los necesitados. Acompañamos con orgullo a las históricas iglesias orientales, que forman la columna vertebral y brindan el sustento a tantos que sufren y luchan en el Medio Oriente, el noreste de África, la India y Europa del Este.

Durante casi un siglo, gracias a la generosidad de buenas personas como usted, hemos caminado junto a ellos.

Para aprender más, visite: cnewa.org/es

Catholic Near East Welfare Association 1011 First Avenue, New York, NY 10022-4195

www.cnewa.org/es • 1-800-442-6392

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