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PEDRO SOTORRA %%

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CABOS ATADOS e

CABOS ATADOS e

Hay algo de extraño en el sentimiento que experimentamos hacia los artistas de teatro. Y es extraío precisar ente porque se trata de un sentimiento. Una mujer muy culta que adora á su marido hombre de gran corazón y gran talento, decía: El amor y la pasión. se desvanecen; solo el sentimiento queda; mi marido e; superior á mí, lo sé, y experime.to por él un grand: y pod:r039 sentimiento.

Lo; artistas de teitro se aleja1, se vi7 y sin embargo seguimos recordándoles, amá1doles: Y es que nos dieron un instante un poco de arte que es algo de sol, y mucho de paz. Yal marcharse, al continuar la vida errante, azarosa, llenas de reflejos, de ruido; á vece: comedia y á veces drama, se va tras ellos nuestro cariño como un eterno rumor de alas.

Conocí á Pedro Sotorra una noche de ópera en:que el noble artista cantaba Zucrecia Borgid. Cuantas veces volvió á Puerto Rico le siguió mi admiración y simpatía. El caballero español y el artista se confunden en una grande y dulce conjunción. Uno, vale tanto como el otro, y al estrechar su mano se experimenta el agradable descanso de hablar un instante en la quietud de la vida, en el remanso misterioso de la paz, con alguien todo corazón, todo nobleza.

Siempre escribe y siempre envia para Puerto Rico una eterna explosión de agradeci miento. Ama áesta tierra quizás tanto como la suya la tierra española llena de arte, de (alegría, de sol y tiene para nosotros

Lavaos las manos

Eso aconseja la Academii de Medicinma de París: lavaos las manos cuando en los establecimientos de comest:bles ofrecéis al público artículos alimenticios. Lavaios las manos, y especialmente las uñas, cuando preparais los alimentos, porque el tocar éstos con las manos sucias, es orígen de peligrosos contagios. Los hombres comen lo q. hallanal alcance de su mano, no pensando que, al hacerlo sin tomar una frase que parece un suspiro de desterrado.

Su última carta desde Tcrrente (Valencia) es una larga efístola tan amable como las anteriores; sin él saberlo se conduce como un expontáneo escritor; y es que deja escapar su alma á través de la líneas; es que pone esa ternura de los grandes cuando pasean en el color de las expansiones Ííntimas, el sencillo corazóa de muchacho.

Vu:lvo escribe -vuelvo por última vez á esa buena y generosa tierra puertorriqueña. Voy ádecir adiós á mi vida de artista p2r» n> sin llegar hasta ustedes que tan bueno: han sido para mí....Ya supe la muerte de la p»b:e Blanchard; son dos ya....pero fuera de la patria ¿en dónde mejor podrían descansar eternamente que ahí en esa hospitalaria Puerto Rico? Desearía para mí. esa suerte

El veterano del arte vuelve á estrechar nuestras manos antes del doloroso adiíós á la escena. Y hav en la despedida de un artista lírico, algo de solemnidad silenciosa. Es el ave que no cantará más en la selva de arte; un trovidor que enmudece, algo humano que se rompe y algo divino que desaparece entre el fondo del bosque negro, haciendo brillar por última vez en fatal mescolanza imagen de la vida, hojas de laurel que son triunfos y perlas de desengaños que son lágrimas.

J: E. LEVIS

ciertas precauciones, introducen en su boca un enen.igo mortal.

¡Lavaos las mríanos,! este es el grito de alarma que lanz:i el célebre Metchnicoff, Director del Instituto Pasteur. Dependien. tes de comercio, nmo toqueis con las manos los comestibies que vendeis al público!.... Utilizad para ello unas pinzas, una tenacillas, cuchara, tenedores.... Cualquier cosa que no sean las manos.

ErL perro se puso á dormir, tendido al sol sw»bre la arena, pero pasado un breve rato, este admirable , perro s: cansó de dormir y creyó ¡rudente desperezarse. >t estiró, pues, sobre sus pata, abrió la boca, bostezó, miró al cielo, y confortado con la vista de aquel hermoso firmamento azul, salió trotando á pasito corto.

despreciar, se me acercó, i¡Fi, ,fi, fi....! le sildé yo desde lejos Y el bueno Cel can, considerando que el hal azgo de un amigo no es cosa que se ceba cambió de rumbo al oir mi siibido y con la co:a Ce punta y los ojos alegres.

Fuimos paseando, como dos perfecto camarada, camino adelante, hacía un campo de hierba matizado de inocentes margaritas Y nos comunicábamos los dos nuestras impresiones de la manera que usan los hombres y los perros para entenderse: yo, pronunciando palabras, haciendo gestoó lanzando imprecaciones, y éi, saltando, meneando la cola ó rompiendo 4 correr entre delirantes alaridos de entusciasmo. Y tan completa, tan absoluta y firme era la alegría de aquel perrol que repentinamente me detuve y le dirigí a mi imprevisto amigo estas cándidas palabras:

Pero tú humilde sér canino, ¿cómo te arreglas para estar dichoso, y tan dichoso tan terminantemente dichoso? ¿Cuál es tu secreto, si es que tiene algún secreto-panacea. .. =

Entonces el perro me miró recta y profundamente, dió un salto bru<co, salió corriendo y pegó ladrido, tal como si me dijera: «Ahora vas á ver la entraña de mi secreto.>

Efectivamente, el perrose llegó hasta un guarda de campo, que le amenazaba con la escopeta é ipso facto mi buen perro le ense-

5ó los diente al garda y le ladró con fuerte, con estentóreo ladrido; después se marchó á la puerta de una casa, donde había un niño mofletudo que lloraba á lagrimas vivas Ó grito pelado, y acercándose al niño le lamió las manos, le lamió la mejilla, hizo una pirueta gro tesca, hasta conseguir que el niño cambiase su llanto per una sonrisa; finalmente salto un cercado, vió la pradera esmaltada de margarita, y en aquella blancura é inocencia de las flores silvestres, el admirable canm, ino ente como las mismas margaritas, se revolcó y se gozó hasta cansarse.

Y desde allá lejos, el perro se puso erguido sobre cuatro patas, me miró y lanzó un brusco, un juvenil ladrido, tal como si dijera: «Mira aquí explicado, con las tres cosa que acabo de hacer, el secreto de la felicidad El secreto consiste en ser libre, en ser bueno y en ser inocente....>

M? SALAVARRIA

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