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CUENTOS CLASICOS e
Dolíale á un tombre una muela vino un bartero á sacarla, y estando la boca abierta, ¿Cuál es la que duele? dijo Diole en culto la respuesta, la penúltima diciendo. El barbero, que no era en penúltimas muy ducho, le echó la última fuera
A informarse del dolor acudió al punto la lengua, y dijo en sangrientas voces: ¡La mala, maestro, no es esa! Disculpóse con decir: ¿No es la última de la hilera?
Sí, respondió, más yo dije penúltima, y usted advierta que penúltimo es el que junto al último se asienta
Volvió, mejor informado, á dar al gatillo vueltas, diciendo: ¿En efecto es de la última la más cerca?
Sí, dijo. Pues vedla aquí, respondió con gran presteza, sacándole la que estaba penúltima, de manera que quedó, por no hablar claro, con la mala, y sin dos buenas Calderón un tahur desesperado porque no tenia un real ni camino de buscarlo Sacudió las faltriqueras, y en una se encontró un cuarto, parte y comprálo de soga, y desde allí como un rayo se fué al campo á que le quite los pesares el esparto. Trataba de ahorcarse, en fin, y escogió para esto el árbol á donde el tesoro estaba, y estando poniendo el lazo se le hundió en el hoyo un pié y vió el talego enterrado; cogióle, besóle y fuése, dejando pendíente el lazo de la rama más robusta De allí á un poquito muy falso el tal dueño del talego vino á besarle las manos: halló la tierra movida y vió que le habían hurtado Hallóse la soga allí, y por no sentir su daño mucho tiempo, se ahorcó con lindo desembarazo
JMoreto
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Un hombre tenía un t:lezo de doblones, y el cuitado por tenerle más seguro e salió con él al campo, y al pié de un árbol cavó y le enterró con recato Amaneció el día siguiente
Un hombre que estiba malo, víendo la grande fineza con que le asistía un amigo le dijo en voz lastimera: Plegue á Dios que me veáis sano, amigo, y yo os vea morir á vos, para que conozcáis de mi asistencia lo agradecido que estoy á la mucha piedad vuestra