Manifiesto Azul 18

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MANIFIESTO AZUL

© María Alicia Rueda

Norman Reedus

fanzine de literatura e inquietudes varias invierno 2018 numero 18

depósito legal: MU-3094-2008


editorial

Podrían ser 28 pero son más, algunos textos más. Da igual si en forma de poema, relato o recomendazión. Textos con los que es posible alcanzar la felicidad, otra forma de soñar. Tenemos suerte porque otra vez nos queréis bien, contáis la verdad con historias de recuerdos olvidados. En esta Galaxia Paradise, en este gallinero sin gallos creado tras un hechizo azaroso todos tenéis vuestro propio hueco. También los exploradores. Si estás solo o si eres un beautiful loser como el vecino de arriba, también tienes espacio en Manifiesto Azul para contarlo. Y es que lo bueno de estar triste o tener una espina clavada es que siempre encuentras la manera de canalizar esa sensación. Una sensación como de cobre en la garganta que llega, a menudo, en pleno equinoccio de primavera, cuando polillas y luciérnagas dormitan juntas. Cuando nieva nada, cuando decides apostar por un último brindis nocturno para después perderte entre sombras, yéndote apenas de perfil. Es lo que tiene vivir a mano alzada, ser cómplice de un True Crime al que nadie te ha invitado pero del que eres actor secundario. La vida, en azul, es así. Y sí, si lees este fanzine del derecho y del revés encontrarás casi todos los títulos de poemas y relatos sueltos e insertos en este texto de bienvenida. Es un círculo aún por cerrar. Un redondel textual en el que cabemos todos. También tú en la próxima edición. Si quieres dejar de ser humo para ser la sombra revelada. Si estás dispuesto a formar parte de este círculo iletrado.


LA MANERA ¿Sabéis esa sensación de sumergir el cuerpo sin prisa, el nervio diciéndonos cómo el agua hace en sus vísceras una trémula horma para la piel, hasta contenernos? De esa manera debemos ofrecernos al otro cuerpo. Ewal Carrión

poesía

© María Valgo


poesía

LO BUENO DE ESTAR TRISTE

Hubo un día en el que llamó al timbre de mi hogar la tristeza con tono melancólico entró despacio y sin hacer ruido y empezó a narrarme el por qué su existencia y yo que la conocía incluso mejor que a mí misma la miré a los ojos y abrí mis oídos tanto que deseé poder llegar algún día a abrir mi corazón de aquel modo desde aquel día aprendí que lo bueno de estar triste lo útil de ponerte el bañador y sumergirte en tu “yo” dudoso, atemorizado, inseguro supone comprender que todos tenemos un lado gris, un rincón dentro de nosotros donde nos quitamos las expectativas ajenas, la presión diaria o la falsa fortaleza y en el que también somos nosotros supone aceptar que tu luz necesita de una sombra para recordar lo maravillosa que es porque nadie puede apreciar el oro si no ha tenido ente sus manos ceniza ni saborear un buen costillar sin haber tenido tatuado en el estómago la palabra necesidad y haber sentido en sus carnes la ausencia de ésta por eso


cada vez que mis ojos dan a luz una lágrima hago mía mi pena me sumerjo en el placer que da la tristeza en vez de tratarla como a un enemigo indeseable y la hago parte de mi ejército porque lo bueno de estar triste es eso seguir estando.

Aida Imrani

SOMBRAS

Los días soleados incitan a elevar la mirada en busca de un horizonte luminoso. Cuando los cielos grises nos transforman en seres cabizbajos ya es imposible encontrar esa oscura silueta dibujada sobre el asfalto. Nadie conoce su propia sombra. Ícaro Carrillo


VIVIR A MANO ALZADA Cuando los días no son más que una sucesión de alarmas de despertador, el sueño una trampa a la vuelta de la esquina y el hambre una llamada a la cordura sabes que un reloj parado puede dar la hora exacta dos veces al día. Consuelo de tontos, pero no deja de ser cierto que siempre estás a tiempo de bajar la persiana y esconderte durante un año si nadie llama al timbre ni cambia de lugar el mando. Es este un tiempo denso que se sueña con los párpados abiertos mientras sigue cayendo arena de un reloj que nadie invierte. Es el tiempo del lobo de vivir a mano alzada y tirar la basura desde dentro del cubo en una espera que se desmiembra mientras se construye.


Todo para que cuando muera la espuma al fondo del vaso y sobrevenga la lucidez tratemos de arreglar aquello que siempre estuvo roto y cuya esencia por tanto desconocemos antes de que arrecie el siguiente vendaval y las velas esta vez no resistan. Es entonces cuando proyecto mi vida en el espejo para recordar de nuevo que al final Rosebud no era más que un jodido trineo.

Luis Sánchez Martín

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poesía

BRINDIS NOCTURNO

No me detengas ahora Llevo carrerilla de noches dormida Días llenos de herrumbre y yodo, Disparada desde mi portal Ni la luz de tus ojos me alcanza Propago una sombra que quema, Solo quiero destilar mi saliva Solo quiero que la bebamos. (De “Lapsus Violeta” Tigres de Papel, 2015.) Violeta Nicolás


NIEVA y todo tiene el color de lo imperecedero. Hay un silencio de escarcha y mercurio adormecido, la calma instantes antes de un amanecer con metralla. Un escalofrĂ­o, ruido de encender hogueras invisibles que dejan en cenizas promesas con la palabra no. Miro al suelo: hoy ya no amanecerĂĄ nunca: Ha pasado el diablo y ha dejado en la nieve tus huellas. Ă lvaro Bellido


EQUINOCCIO DE PRIMAVERA El complaciente Hades, el primero de los muchos “rodríguez” que en este mundo han sido, ha otorgado a Perséfone de nuevo vacaciones forzosas (¿qué remedio?) y por salvar su ausencia se prepara un Peppermint con soda mientras piensa: “a fe que es mejor cosa el perder a la esposa por un tiempo que ganar a la suegra por un día...” Él sabe en su omnisciencia que volverá a ofrecerle, tentadora, el grano carmesí que unió sus dos destinos con alevoso engaño. Que llegarán las noches gélidas del invierno, y, con ellas, la gracia de que sean, otra vez, ad aeternum, en exclusiva suyos su risa contagiosa y juguetona y el permanente enigma de su sexo disuelto, como absenta, en su mirada. Charo Guarino


poesía


Y sí, odio a Iberdrola y a Repsol y a cualquier compañía que me lleve a la contradicción más loca e imprudente. Y sí, me he comprado un nuevo push-up que niños chinos han hecho en Taiwán pero es que me sube las tetas más que nunca. Y sí, me he comprado las zapatillas esas con el diseño de moda que rechazaré la siguiente semana porque ya no están tan de moda. Y en la vivienda loca de este eterno absurdo compruebo todos los días cada noticia en mi nueva pantalla que brilla más que la anterior y me preocupo, o hago como que me preocupo, y me enfado, me altero, me irrito, me vuelvo tierra, verde cólera. Pero ni siquiera sé por qué y hacia quién dirigir esta rabia imparable que me aterra. Porque en esta sociedad de sociedades yo también soy verdugo, borrego claro del camino que me marcan. Aunque cada noche pienso, que sí, que pienso, y tomo una desviación que me devuelve a la misma ruta en este terreno de una o dos horas razono, cavilo y calculo.


Cada ave que pierde su volar humanamente engangrenado por un rayo irresistible en el que apoyarse Cada miembro amputado, la visión perdida, visión lejanamente pura y transparente. Y sí, cada mañana vuelvo a despertar con un vago arrepentimiento en la mirada mojada. Y sí, cada mañana despierto y mi primer paisaje es el de la pantalla esa tan brillante que me dice: Batería cargada. Iberdrola, que te jodan a ti y a tus torres de alta tensión.   Alba Martínez Cánovas

poesía

. . . Y todas las mentiras Tengo un poema en el estómago, puedo masticar toda su nausea. Cada verso sale de mi boca como un becerro que acaba de nacer: escuálido, pringoso, sin poderse aún tener en pie. Tengo un poema binario, que es hombre y número, siglo y deseo; que está más cerca de la máquina que de la carne, pues aquí es donde ahora habita.


poesía

Tengo un poema que niega al padre, que se declara huérfano, que a nadie pertenece; ni a los ojos de los hombres, ni al metal de las ciudades, ni a los píxeles, ni a las realizaciones. Tengo un poema que no acaba, una maraña de miles de voces que se relamen en mi oído y en los oídos de todos aquellos dispuestos a escuchar todas las verdades y todas las mentiras.   Javier Calabria

NADA

La voluntad caprichosa y la duda, la idílica ausencia de cadenas, el hedonismo exhausto con ginebra y tónica, lo estimulante que resulta a veces lo desconocido enfrentado al calor que da la norma. Quiero ver arder el guion sin guion y en la vasta inercia que me infecta, me muerdo la lengua deseando que lo hicieras tú,


y nunca pasa nada. Aquí nunca pasa nada. Me provocas todos los impulsos, y sigo sin rumbo al más fiero engalanando lo etéreo con el carmín que no te mancha la piel, y no alcanzo. No alcanzo al suelo por el que me arrastro cuando faltas, cuando las luces de feria se llenan de polvo, y no de aquel que nos volvía locos. Aquí nunca pasa nada, y todo es verbo, y todo es nada. Tama Imrani

PERFIL “Se puede ser feliz”: hay que abrir el espacio pulsando en la pantalla, deslizar por tu imagen, exultante, nuestros dedos apenas, cuando, vertiginosa, te vas y reapareces sonriente, estudiada, ante algún monumento. Hace tiempo que leo que te gusta la nieve,


los viajes, los deportes, las frases ingeniosas. Tus doscientos amigos, los cuarenta en común que nos enlazan, la visión de tu piel de Juno saturado y tu página web, que has titulado aprovechaelmomento, lo repiten: “se puede ser feliz”. Y, sin embargo, en la fotografía de tu perfil, en sepia, con los ojos hinchados, te enjugabas las lágrimas. Jesús Montoya

POLILLA & LUCIÉRNAGA

La falta de sueño te impide siquiera plantearte leer Tus ojos secos a duras penas siguen el ascenso de la cinta de Moebius de las redes sociales en la pantalla del móvil Bostezas


mas sabes que aletea por ahí dentro la polilla de la ansiedad Calculas sin pensarlo demasiado esa ecuación que equilibra el dolor de cabeza las molestias estomacales y la angustia existencial y te dice en cada momento qué pasti te vas a tomar si sales o mejor te quedas llamas a tu madre o escribes un poema depresión o zozobra cerveza o polen de hachís Te concentras en las superficies Solo existe una profundidad y es la tuya pozo tal vez trastero combate de insectos voladores y nocturnos salta al ring la luciérnaga del deseo sonada como un sparring Tú podrías estar en un mall estar en un mall Qué haces aquí cuando podrías tú podrías estar en un mall

José Daniel Espejo

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ahora.


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“N’Y TOUCHEZ PAS. / IL EST BRISÉ.”* ( Sully–Prudhomme) El recuerdo se oscurece, cada vez más lejano, más extraño. Lo perderé: No puedo preservarlo de la distancia, del cansancio, del feroz olvido. No sabrá nadie nada. La vida sigue, en apariencia intacta. Pero el agua se escapa, sin que pueda advertirse, paso a paso: El vaso está quebrado. *( “No lo toquéis,/ está roto”)

(Inédito. De la serie “Variaciones”)

Aurora Saura


UNA ESPINA CLAVADA

Rosa ¿qué más? Las feas, las gordas, gordifeas no teníais derecho siquiera al apellido. Si no recuerdo mal, tampoco nos cebábamos contigo casi nunca: se diría que, por no tener, carecíais incluso del honor de la mofa en el patio y el escarnio en el aula. Sin embargo, aquel día fue distinto: votábamos por el guapo y la guapa de la clase. El maestro instó -cándido el hombre- un sufragio secreto y, así, la urna de la miss de 6ºA rebosó con tu nombre, Rosa la gorda, fea, fea y gorda la Rosa tan desapellidada. No, yo no te voté (estaba tan colado por Marina..., Marina Hernández Casanova), y hasta puedo alegar -podría- en mi favor que todo aquello, Rosa: el recuento, tu nombre, Rosa, Rosa, sonando, resonando con su mayoría absoluta entre las carcajadas, esa inopia impostada del maestro, esa otra indignación fingida de las guapas -más viles en aquellos abrazos de consuelo que el resto de cretinos en su jactancia miserable-, tu cara, Rosa, de desconcierto al principio (¿es que te lo llegaste a creer, estuviste a punto de firmar la paz con el espejo?), tu cara, Rosa, Rosa, tu cara del final,


esa mezcla de rabia, desolación, vergüenza, deshonra, infamia, lacha, obscenidad, estigma, agravio, punición, escarmiento, venganza, todo, Rosa, te juro que todo lo que vi aquel día en la clase me pareció algo más que repugnante, un metro por encima de lo cruel y nauseabundo, la semilla -pienso hoyde un árbol con los frutos podridos que ya no hay manera de arrancar de raíz. Rosa, Rosa la gordifea, miss 6ºA del colegio Nicolás de las Peñas del año 88, perdóname si puedes: no, no ganaste con mi voto, pero yo también reí, me uní también yo al coro, y fui -y soy- culpable

Alberto Chessa


PHOENIX DACTYLIFERA Con Carmen, en el Palmeral de Santiago y Zaraiche

Las palmeras me recuerdan a la piel del verano, a su instinto de amarse repetidamente sin la hondura del tiempo. Pero este palmeral no es el motivo como tampoco lo es el futuro incierto, es solo el reducto de lo que no ha podido ser destruido por el fuego, de lo que ha resistido a la suerte de ansias y planes urbanísticos. Hay que asirse a esos momentos –me repitocomo un niño a su nodriza, porque lo real no atiende a fundamentos, lo real -como este paseo en una tarde cualquierapasa sin más mientras tratamos de buscarlos.

poesía

Hubo mucho fuego aquí, en donde ahora los surcos de la piel apenas se aprecian. El tizne es el recuerdo aún visible en sus troncos pero hay palmeras que se alzan con su piel ganada y sus frutos intactos.


poesía

Hay que asirse a esos momentos –me digoyo, que nunca acerté a doblar el plano por sus ángulos exactos una vez ojeado el camino. Me pierdo por sus troncos calcinados con la sensación de un colegio vacío, con el vacío que dejan los viajes de vuelta que han sido hermosos. El aire nunca falta en el cerebro cuando en el pecho se echa de menos de la misma manera que en este palmeral que es reducto del pasado. Pero hay en sus brotes nuevos un crecimiento vigoroso, una luz que mancha el palmeral como un lienzo francés aún intacto. Hay que asirse a esos momentos –me digo-, hay que asirse.

Alberto Caride


APAGĂ“N Con este silencio maldito Que lo envenena todo, Me pides un sacrificio mudo Que hoy te hace polvo Y a mi, aĂąicos. Pensativo, respiras Mirando nada crees verlo todo Y con cada sonoro parpadeo, Con cada acompasado bombeo De esa vena de tu sien, Provocas un apagĂłn En toda esta ciudad herida, En la que hoy Me encuentro perdida.

Marta Delgado


EL VECINO DE ARRIBA Desde siempre he odiado al vecino de arriba, pero hoy he empezado a temerle. Comenzaré por el principio de esta historia: cuando se casaron, mis padres compraron un apartamento en una primera planta que yo heredé a su muerte. Durante años fueron pasando por el piso superior todo tipo de personas, a cual más ruidosa. Recuerdo la familia numerosa de mi infancia, la empresaria de los tacones de mi juventud o los estudiantes juerguistas de los últimos años. Pero eso se acabó. Después de mucho tiempo de aguantar sus ruidos, he podido vender la casa y mudarme a un piso más caro. Creía que el esfuerzo económico y la condena de treinta años en forma de hipoteca merecerían la pena. Y es que, por supuesto, mi nuevo piso es un séptimo, el último de un edificio antiguo cercano al que he vivido toda mi vida. Hoy es la primera noche que paso en él y aunque no tengo aún muebles ni más sitio donde dormir que un colchón en el suelo he venido bien preparado. Me he traído un equipo de música, una pelota de baloncesto, un martillo e incluso unos zapatos de tacón para pasear por mi recién adquirida casa. Sin embargo, acabo de descubrir que todo ha sido en vano. Hace un rato me he cruzado con la anciana señora que vive en el apartamento de al lado y le he preguntado por los inquilinos del piso de abajo,“no quiero molestarlos”, le he dicho con una sonrisa maléfica. “No te preocupes”, me ha contestado, “lleva años cerrado y no vive nadie”. Mi gozo en un pozo; con sus palabras he descubierto que no podré vengarme de tantos años de ruidos provenientes del piso superior. Ante mi sorpresa, la vecina ha añadido unas palabras que sólo ahora empiezo a comprender.“Quizás te moleste el vecino de arriba”me ha dicho señalando misteriosa hacia el techo. Yo he pensado que la buena mujer chocheaba, ya que el séptimo es el último piso de la finca y encima no hay


ni siquiera una terraza, me aseguré antes de comprar el piso. Sin embargo, desde hace unos minutos he comenzado a oír un extraño ruido que proviene del techo: alguien parece arrastrar una pesada carga y después lo deja caer de manera estruendosa; la escena parece repetirse una y otra vez en bucle. Por primera vez en mi vida tengo miedo del vecino de arriba. Comienzo a echar de menos mi antiguo piso. Basilio Pujante

BEAUTIFUL LOSERS La fiesta comenzó en 1999. Acababa de llegar a la ciudad y compartíamos piso. Todos trabajábamos, y aunque intentamos poner reglas para que durante la semana la cosa no se nos fuera de las manos, era imposible llegar a casa y no encontrarte con algún desconocido bebiéndose tus cervezas, muchas veces sin que estuviera ninguno de los compañeros. Para no discutir aprendimos a vivir con ellos, incluso dejamos de preguntar si alguien los conocía. Nunca lo confirmé, pero intuía que nuestra dirección pasaba de boca en boca y que se dejaban entrar unos a otros.

Cuando me casé con Miriam se acabó lo de compartir piso, pero no lo de los extraños. No sé cómo descubrieron nuestra dirección ni cómo se siguen colando en casa. Mi mujer dice que esto se tiene que acabar, que los tengo que echar de nuestro hogar, pero yo ya no sé vivir de otra manera: me he acostumbrado a ellos. ¿O acaso le digo yo algo de los extraños que vienen con ella? (Del libro “Vosotros, los muertos”, Cuadernos del Vigía, 2016)

Ginés S. Cutillas

narrativas

Nos mudamos a un piso más grande pero, lejos de acabarse, el problema se agravó, pues cabía más gente. Comenzaron a quedarse a dormir y, aunque nunca pudimos contrastarlo científicamente, llegamos a pensarquealgunoshabíanmuertocerebralmentealcoholizadosypaseaban erráticosporlospasillos,emitiendoinquietantesgruñidosybuscandorestos de comida y culos de botella.


GALAXIA PARADISE Disfrutas porque te lo hago gratis, porque te observé toda la noche en el clandestino, tomabas y reías en distintas mesas, bailaste con más de tres mujeres y movías la pelvis tal cual como lo debes hacer cuando te follas a alguna hembra. Hablaste conmigo, me dijiste que eras decente, que tu padre era pastor luterano, pero la verdad, con lo poco que hablamos y por todo lo que vi, te puedo decir que hasta mi prima que es mechera es más decente que tú, primor. Mis pantis se rajaron con el roce del pavimento, pero sé que en mucho tiempo no podré tener ese chorizo africano o polinésico en mis labios, porque tú eres así, me buscas cuando no hay más opción y eso, no pasa a menudo. Siempre hay alguna vieja caliente que quiere comprarte los tragos, siempre hay una niña caliente que quiere llevarte al parque para que la folles por el culo (porque por el chico no hay guagua) Conmigo es siempre una o dos veces al mes y te gusta, porque sabes que yo sé que la dinámica entre nosotros es así, por lo mismo, me esmero para que te adictes , a veces creo que lo logro, porque consigo que acabes en mi boca más de una vez. Me dijiste que te gustaban las blancas, de preferencia rubias, por eso me guiñaste el ojo la primera vez que nos vimos en el clandestino, andaba con mi peluca lisa y rubia. No tengo mayores deseos en esta vida, más que tener algunas chauchas para el pan, saciar mi ninfomanía masculina – femenina, bailar en algún escenario y chuparte el pico una o dos veces al mes. Emilia Conclaire


HECHIZO AZAROSO

José Luis Velarde

narrativas

Los amantes fueron de brindis en brindis y de caricia en caricia hasta agotar las frases coherentes y tres o cuatro botellas de vino. La somnolencia pareció aniquilarlos, pero no dejaron de beber mientras las bocas enrevesadas pronunciaban diálogos imposibles de traducir. Durante horas dijeron palabras más parecidas a un idioma extranjero o a un hechizo tan antiguo como la misma humanidad, pero a ellos no les importaba entenderse, aunque las frecuentes carcajadas parecían afirmar lo contrario. El azar permitió a la mujer proferir un encantamiento poderoso y doble efecto justo cuando el amanecer iluminaba la habitación de los amantes. El hombre no supo que se trataba de un hechizo destinado a sanar y devolver a la normalidad a la persona capaz de pronunciarlo; ella nunca se enteró de que las palabras recién dichas mandaban al infierno a cualquier otro que se encontrara a menos de un metro de distancia. Cuando ella se descubrió sola apenas pudo suponer que el hombre se había ido por culpa de alguna frase hiriente escapada sin desearlo. Desde entonces la mujer bebe con frecuencia y no para de hablar, aunque nadie le entienda. Jura, a cualquiera que se le ponga enfrente, que mientras le alcancen las fuerzas seguirá emborrachándose, pues sabe que no es capaz de explicarse el abandono del único hombre que juró amarla para siempre.


LOS EXPLORADORES No, los fantasmas no existen. Eso me respondió, sin dar ninguna otra explicación. Me dejó a solas con su respuesta, en medio de la noche, con la brisa fresca del mar golpeándome el rostro. A lo lejos se escuchaba el romper de las olas, en una melodía monótona y salvaje. La miré, como quién mira a alguien a sabiendas que le está mintiendo, como si esa mirada, de ojos ardientes, obligase a decir la verdad. Pero su rostro no me observaba. Estaba enfocada en el viejo faro, que pretendía esconderse entre las sombras de la noche a unos pocos metros de dónde estábamos. Pero la noche era clara y la luna lo delataba sin piedad. Majestuoso y olvidado, el faro dormía con su único ojo apagado desde que tenía memoria. Empezó a tararear una canción. Ella, no el faro. Le pregunté si quería volver al hotel, pero guardó silencio. Mi hermana podía hacerme perder la paciencia muy velozmente, pero esa noche en particular su falta de palabras no tuvo ese efecto, al contrario. Tuve una sensación de confort, de fría calma. Solo algo me inquietaba. La mujer que ella juraba haber visto saludando desde la playa. Había dejado la luz encendida. No recordaba si la hornalla de la cocina también. Desde la playa podía observar la ventana de nuestra habitación en el hotel. Estaba abierta y la cortina se ondulaba con poca gracia. Cuando escuché sus gritos salí corriendo, así que era probable que la hornalla siguiera prendida. Su mano sobre la mía me sobresaltó. - ¿Y si están muertos? ¿Si todo este tiempo tenías razón? Su voz, quebrada, trataba que sus oídos escucharan lo que su mente no se permitía. La realidad. Porque desde que papá y mamá se perdieron en el mar habían pasado ya diez años. Y durante cada uno de esos diez años, todos los veranos, ella me obligaba a acompañarla. No usábamos la palabra veranear. Sino explorar. Porque eso hacíamos, así pasábamos las


horas, siempre en el mismo sitio. Explorábamos. Y hasta esta noche, solo habían sido horas perdidas, abandonadas a una causa insensata. Cómo si, por arte de magia, por nuestro espíritu incansable, mamá y papá pudieran emerger de las aguas de la mano de algún milagro marítimo desconocido. Pero entonces, ella había visto una figura y gritado. Fuerte, casi hasta las lágrimas. Porque esa figura, dijo, era igual a la de mamá. ¿Un fantasma, acaso viste un fantasma? le había preguntado. No, los fantasmas no existen. Me respondió. Y sé que en el fondo me esconde la verdad. Porque esa misma tarde habíamos discutido en la heladería. Le había dicho que era el último año que vendría, que no quería seguir con esta farsa, con esta búsqueda sin sentido. Y entonces, esa figura despierta de nuevo la esperanza, porque los fantasmas no existen, y si no existen, la playa, el faro y mi hermana fueron testigos de algo más, algo que es difícil de explicar. La abracé. Dejé que llorara sobre mi hombro y le prometí, con las olas rompiendo detrás nuestro, que la seguiría acompañando, que lo haría por siempre. Porque eso hacen los hermanos. Se quieren, se ayudan y nunca dejan que los sueños del otro se derrumben. Luego, nos alejamos de la playa. Miré hacia atrás y no vi a nadie. Solo el faro, el mar y la playa, todos bajo la sombra de la noche. Me mordí los labios para no llorar. Ernesto Parrilla

narrativas


narrativas

SOLO Andaba delante de mí y yo estaba demasiado angustiado ese día para sacarla de mi camino. No deseaba su compañía en absoluto. Hay momentos en que deseas quedarte verdaderamente solo. Es decir, yo estaba angustiado por algunas razones personales, razón por la cual todo parecía molestarme, especialmente su compañía en este momento, como he dicho. Pero… ¿Cómo hacerle entender? Ya sabía que no sería suficiente exclamar ásperamente:“¡Piérdete! ¡Desaparece! “ y ni siquiera decirle cortésmente: “Por favor, ¿podrías dejarme solo de una vez?” No me habría escuchado. Yo conocía muy bien su obstinación. ¿Qué podría hacer, entonces? ¿Cómo sacármela de encima? La solución al problema se me presentó inesperadamente: ¡un bar! Sí, ¡un bar! Quedaba justo frente a mí, a pocos metros de distancia. Entré casi corriendo e inmediatamente me sentí libre cuando, mirando hacia abajo, no la vi más. La sombra, mi sombra... no estaba conmigo: ella se había quedado fuera de la habitación bajo el sol– por lo menos es lo que yo creo. Suspirando me acerqué al mostrador con la intención de ahogar mi angustia en una botella de ron completamente solo.

(Titulo original: “Da solo”. Traducción del italiano: Adriana Alarco de Zadra)

Paolo Secondini (Italia)


EL GALLINERO Antonio José se despierta, de golpe, como suele hacerlo después de una noche de borrachera. La única diferencia importante entre esta y otras mañanas de resaca está en el hecho de que se encuentra tirado, boca arriba, en un gallinero. Lo descubre, ni bien abre los ojos lo suficiente como para ver, la luz del amanecer que se filtra por entre las maderas, y a las decenas de gallos y gallinas que lo miran entre tímidos cacareos. La otra cosa significativa de esta mañana es que Antonio José no está solo en el gallinero. Además de las tribunas gallináceas, hay otro hombre tirado en un rincón, que ahora comienza a despertarse, y a darse cuenta de su propia existencia, de la existencia de las gallinas, y de la de Antonio José que lo mira con recelo. Entonces, un par de gallos pequeños, de cogote pelado, se arrojan sobre los hombres, les picotean la espalda, la cabeza, los brazos, los obligan a ponerse de pie. En ese momento, Antonio José se percata que tiene un puñal atado a la pierna derecha, mira a las gallinas que ahora cacarean alocadas, y a los gallos que baten sus alas desafiantes, y comprende. Mira al desconocido que ha descubierto, demasiado tarde, su propio puñal en su pierna derecha. Antonio José se le anticipa y lo atropella, decidido a matarlo, mientras los cacareos se multiplican. Sandro W. Centurión

RECUERDOS OLVIDADOS

Estás sentada en tu sillón medio adormilada. ¿Soñando, quizás? ¡Quién sabe en qué momento hay lucidez en tu mente! Tal vez solo recuerdes en los sueños. Giras la cabeza hacia mí, pero no me miras, no me ves. Al principio tu desmemoria me dolía mucho. Solo con verte la cara abobada y esos ojos perdidos, se me hacía un nudo en la garganta. La verdad es que no sé porqué disimulaba el llanto, si a ti te daba igual.Ya desconocías la diferencia


entre alegría y tristeza. Ya se te había olvidado, me habías olvidado, nos habías olvidado. ¡Qué doloroso es dejar de existir para quien todavía quieres! No puedo saber si a ti te pasa lo mismo, pero intuyo que no, porque ya has dejado de ser tú. ¿Seguimos siendo alguien sin la memoria de una vida? Recuerdo un día en que al oír en la televisión el nombre de Ramiro, te echaste a reír y así estuviste durante unos minutos. Jorge y yo, que estábamos contigo, nos contagiamos de tu alegría imitando la carcajada espontánea y absurda de un niño. Al rato comenzaste a llamar Ramiro a Jorge, y le preguntaste si la guerra ya había terminado y venía a buscarte. Mi hermano y yo nos miramos sorprendidos e ignorantes de lo que decías y, como en otras ocasiones,tampocoquisimoshacertedemasiadocaso.Peroestavezinsistías tanto en llamar Ramiro a mi hermano, que yo te pregunté quién era ese hombre al que confundías con Jorge. «Mi novio el rojo», me contestaste con una sonrisa pícara. Entonces los dos quisimos saber más y que nos contaras una historia como hacías antes de olvidarlo todo. Algo se conectó en tu cabeza y empezaste a hilvanar un recuerdo con ese tal Ramiro con quien te ibas a fugar una noche en bicicleta, porque tus padres eran del otro bando y sabías que no te iban a permitir una relación con un rojo. Contabas que tiraba piedrecillas al cristal de tu dormitorio y tú salías a su encuentro, o hablabais de amores por la ventana. Y llegó la guerra y él se fue al frente, y…comenzaste a hablar de tu marido que trabajaba en un banco. Luego tu padre se confundía con tu marido y con ese tal Ramiro. Tras nuestras preguntas, te desmentiste a ti misma y comenzaste a preguntarnos quiénes éramos con tono defensivo. Así que tuvimos que dejarlo y concluir que esa historia no era más que fruto de tu demencia. Nunca sabremos porqué no te fuiste con él o si realmente ocurrió esa historia. Tiene que haber algún recuerdo soterrado en tu desmemoria que quiera ser revelado. Que lo liberes y que te liberes, sin miedo alguno, porque nadie lo va a creer. Que rías o que llores como una niña al contarlo y que nos hagas sentir lo mismo a los que te escuchamos, por triste, alegre, cierto o falso que sea.Y es que cuando te vemos rememorar nos sentimos felices, aunque lo que evoques no haya sucedido y lo crees, quizás, para los que seguimos a tu lado deseando permanecer en tu memoria. En algún rincón de tu ser nos tienes que tener. Encerrados bajo llave, pero seguimos existiendo en ti. ¿Dónde estamos, abuela? ¿Dónde nos escondes? —¿Qué quiere usted, señorita? —me preguntas mirándome al fin, y me quedo callada sin saber qué responderte. Pienso en convertirme en ti y tras un breve silencio te respondo que soy tú, Rosalía. Te cuento que tengo una zapatería, que mi marido trabaja en un banco y tenemos dos hijas. Pareces


interesada y te fijas en mis zapatos. Mueves la mano para intentar tocarlos. Me descalzo y te doy uno; te levantas y me lo pones como hacías con tus clientes. Afirmas que son cómodos y elegantes, que sirven para trotar y para ser lucidos, pero de inmediato desvías la mirada al infinito y dejas de escucharme, de mirarme, de estar ahí. Y yo vuelvo a ser Miriam, tu nieta. Te pongo el babero, destapo un yogur y empiezo a dárselo a esa extraña que no me mira, que no me conoce y que me escupe la primera cucharada a la cara, intuyendo que he usurpado por unos instantes un pedazo de su vida. María Luisa Gil

LA VERDAD Peter se veía en una oscura y triste prisión, pensando en un crimen que no había cometido. Pensaba y pensaba incansablemente en escapar para revelar la verdad. Sabía que el único modo de mostrar la verdad era cogiendo el diario del marido de su amante, Mary. Mary fue asesinada y Peter declarado culpable del crimen. En aquel diario el marido tenía escrito cadadetalledelarelaciónconsuesposa.Anotabasentimientos,sensaciones y sucesos. En una ocasión Mary leyó cuánto era odiada por su marido, dudaba incluso de su fidelidad. Peter, enamorado, no intuía las consecuencias de su historia de amor.

Después de superar varias dificultades por fin veía la casa de Mary. El marido parecía no estar, era la ocasión de no dejar impune el asesinato de su amada amante. Peter entró por una ventana que encontró entreabierta. La casa estaba en la oscuridad más absoluta pero aun así se apreciaba la suciedad en aquella extraña casa. Era extraño todo. Todo más extraño cuando todoleresultabaparticularmentefamiliar.Eracomosihubieraestadoviviendo allí en una vida anterior. Intuía o más bien sabía extrañamente donde se escondíaeldiario.Caminandoinstintivamentellegóaunahabitaciónyabrió un cajón de los muchos que había. Abrió el diario empezando a leer. De

narrativas

Un día Peter vio la oportunidad, después de cenar, en el camión de la basura era el momento ideal para huir. Guiado siempre por el pensamiento de la venganza dejó una almohada bien preparada y una pelota sobre la cama fingiendo una figura humana. Se las arregló para introducirse en la parte de atrás del camión y, agachado, logró huir.


narrativas

repentereconociósupropialetra.Enajenado,cogióunapistoladelescritorio y se disparó en la cabeza. Al día siguiente Peter se veía en una oscura y triste prisión, pensando en un crimen que no había cometido. Antonio Neruda

SUERTE Tropezó con él en la calle. Lanzó un grito de sorpresa y gusto. Tenía frente a él un colchón nuevo. Ya era casi medianoche y ninguna mirada indiscreta se percató cuando lo introdujo a su departamento. No dejaba de felicitarse por su buena fortuna. Al ir a descansar sintió como su nueva adquisición se amoldaba perfectamente a su cuerpo. Era tan placentero. Día a día pasaba más tiempo recostado, al mismo tiempo tenía la sensación de estar en algo más mullido que el día anterior. Sus horas de sueño se extendían. Sus familiares lo buscaron cuando les hablaron del trabajo para preguntar si sus reiteradas faltas se debían a una enfermedad grave. En su departamento sólo encontraron un oso de peluche y un esqueleto, ambos sobre un reluciente colchón nuevo. Marcela Georgina López Hernández

28 Hola, me presento. Yo soy un número. No sé exactamente cuándo nací, en realidad no creo que haya nacido nunca. Soy una simple abstracción, nacida de aquella que llaman mente. Si de algo estoy seguro, es de que soy bastante viejo, aunque no sé con seguridad cuánto. Me llaman número. Esta es una de las pocas certezas de que dispongo. A decir verdad sé también que soy natural, después del 27 y antes del 29. Junto a unos pocos elegidos, soy perfecto, porque la suma de mis divisores es igual a mí mismo. Pero no me preguntéis qué tiene esto de perfecto. No sabría responder. He sido y soy utilizado para muchas cosas durante mi exis-


tencia. A veces son las más banales, otras, cosas verdaderamente importantes, pero el hecho es que siempre me he aburrido. No puedo cambiar, soy siempre igual, porque cuando intento hacerlo me trasformo en otras cosas, otros números, y dejo de ser yo. Debo quedarme siempre en este limbo a esperar a que alguien me piense o me utilice para echarle una mano. Pero poco después me arrojan aquí. ¡No tienen modos! Ciertos números en cambio gozan de pequeños momentos de gloria cuando consiguen aparecer en alguna fórmula importante, que se hace famosa inmortalizándolos para siempre. Algunos de ellos se sienten realmente importantes por esto, sin entender que es el “todo” lo que será recordado. ¿Qué importancia podría tener jamás un simple coeficiente respecto a todo el resto? A pesar de todo, yo nunca he tenido grandes ambiciones, pero sí que tengo algún momento que me gusta definir como mágico. Como cuando entro en la cabeza de un muchacho por días y días, solamente porque soy el número del portal de la chica de quien se ha perdidamente enamorado. Es entonces cuando estoy listo para aspirar emociones. Porque es esto lo que hago. Me he olvidado de decíos la cosa más importante: Si estoy aburrido, es porque no puedo amar, no puedo sufrir. Yo existo solamente. Yo soy un número. El 28. Franceso La Rocca

LA OTRA Los días de luna llena le gustaba encerrarse en el baño para observar la extraña luz que se filtraba por la claraboya y se extendía a lo largo de la líquida llanura como un manto de nácar. Siempre pensó que bajo el agua de la bañera otro mundo se agitaba tembloroso. Cuando sumergía su cuerpo sentía cómo parte de él cobraba vida propia y se mezclaba con sombras y reflejos que habitaban el agua. Su silueta, nítida y sensual en la superficie, perdía poco a poco el perfil real para convertirse en una sustancia voluble e indefinida al cruzar la frontera. Y en su espíritu, una mezcla de placer y temor. El deleite de sentir el tacto cálido de un líquido que la cubría casi con impudicia; el miedo al desaparecer en ese engañoso fluido que metamorfoseaba su esencia. Desde la atalaya de un cuerpo tendido en ángulo recto, susojosobservabaninquietoscómolospiesydespués,lentamente,piernas, caderas y cintura abandonaban este mundo para entrar en otro de leyes


desconocidas. Siempre dudaba de que el rostro que se dibujaba sobre las ondas de estaño fuera un reflejo, pensaba que era el semblante de la Otra que se acercaba a observarla con descaro, invitándola a seguirla a través de un laberinto de tuberías y alcantarillas. ¿Y si vivieran ahí, ocultos, todos sus miedos y todas sus dudas flotaran, como amenazadoras medusas, en ese misterioso mar doméstico? ¿Y si los seres de esos dominios, turbios e imprecisos a los sentidos, entraran en su baño, en su cuerpo y en su alma, del mismo modo que ella traspasaba cada mes, a oscuras, esa cortina inasible, resbaladiza, escurridiza que la dejaba a solas consigo misma? Fernando Cuadrado Mulero

Alfonso Cuadrado ©


La sombra revelada revelar (del lat.revelàre) 1.Descubrir o manifestar lo ignorado o secreto 2. Proporcionar indicios o certidumbre de algo. 3. Hacer visible la imagen impresa en la placa o película fotográfica. 4. Rel. Dicho de Dios: Manifestar a la humanidad sus misterios.

transiciones

La sombra es engañosa, una anciana esperando el autobús en un día de lluvia podría parecer un vampírico ser surgido de entre la bruma. Un caminante en la escena de un crimen. Un niño que juega en un arriesgado salto en el vacío, jóvenes de fiesta en unas hordas que avanzan o monstruosos animales de forma indefinida.


transiciones

1. Ultratumba 1. Ultratumba

2. TrĂ­o


Amamos las sombras tanto como las tememos, nos debatimos a diario entre la inquietud que nos provocan y la seducción de lo desconocido, del misterio que albergan, la noche, lo oscuro, la muerte, lo prohibido, pero también los sueños, los deseos inconfesables, los temores. La sombra es ésa parte inseparable de la luz con la que se conforma la dualidad que siempre llevamos dentro, de la que difícilmente podemos desprendernos, parte indisociable de los dos extremos en los que el ser humano se debate. El orden y el caos, claridad y oscuridad que solemos identificar con el bien y el mal. La sombra nos necesita para existir, somos el objeto, el cuerpo que se interpone ante la luz y le da razón de su existencia, pero ¿necesitamos nosotros de la sombra?. ¿Qué tememos más en realidad, la sombra que nos oculta o la luz que nos traspasa y revela?

3. Animales y hombres


5. Hordas En la fotografía no existe la identificación del blanco y el negro, la luz y la sombra con el bien y el mal. Son dos partes de una misma luz que expresan unidas un todo. No existe la fotografía sin la luz como no existiría sin la sombra. Desandar el revelado para ver las sombras “en positivo” de unas imágenes que negativadas pierden el sentido que asignamos a lo oscuro. Sabemos que no es la realidad la que se oculta tras la imagen, la sombra sigue siendo sombra pero quizás ya no la observemos del mismo modo.


6. La huida

transiciones

4. Escena de un crimen


dímelo en la calle

©

“If you are reading this, i win” F.

© MARTA

Calle Andrés Baquero. Murcia


© BASI “¿Cuándo miden las altas horas de la madrugada?” Corvera. Murcia


TELEFUNKEN por Toni

Más a�á del asesinato:

True crime

en la era de la postverdad

Rivas

El relato del crimen, especialmente del homicidio, ocupa desde siempre un espacio privilegiado en los medios de comunicación. Es más, el desarrollo de este género, la noticia, la crónica luctuosa o el reportaje de investigación sobre un suceso, no puede desligarse del crecimiento de los medios de comunicación de masas. Insertos en una sección de los periódicos o sueltos (como los Penny Dreadful), el sensacionalismo nace con el recuento de estas historias y con el nacimiento del público que las consume. Y si echamos un


vistazo a nuestro alrededor, sea a la prensa o a la televisión, nos daremos cuenta de que el interés no ha decaído . Y, en parte, no debe sorprendernos-como dicen todos los que se han acercado al relato policial-el asesinato abre una brecha en el corazón de la sociedad que no se cierra o solo se sutura parcialmente hasta que el responsable no ha sido identificado y debidamente neutralizado. Un ejemplo televisivo que me llama la atención es la producción francesa « Faites entrer l’accusé », algo así como « Que entre el acusado », un programa semanal en el que se narra la historia, reconstrucción, apresamiento y juicio correspondiente a un crimen del pasado reciente de Francia. La escabrosidad y el suspense, propios del género, son sometidos en última instancia al dominio del sistema jurídico y a los conocimientos y al buen hacer del cuerpo policial. Una combinación de éxito, a juzgar por las cuotas de pantalla del que ha gozado este programa durante las dieciocho temporadas que ya lleva emitiéndose.

A su vez, he notado otro tipo de relato que asoma a través de las nuevas plataformas (casi exclusivamente de la factoría Netflix). Tampoco aquí se ahorra sensacionalismo ni tecnicismos, pero el relato es bien distinto pues expresa tanto una desconfianza como una toma de partido de los productores. El caso más popular es Making a Murderer y su obvio cuestionamiento del sistema judicial supuso también la reapertura del caso para uno de los acusados. Sea desde la evidente culpabilidad


del primero o la presunta inocencia del segundo de los casos, ambas producciones adoptan el formato de la serie para explorar el asunto de manera profunda y multidimensional. En este sentido, Making a Murderer es también un retrato de unas condiciones de vida, así como del contexto local y familiar en el que tuvieron los hechos. Otro de los focos de atención de estas series es, precisamente, la prensa, no solo como ejemplo de la repercusión de una historia (la presencia de un pú-


blico añade sentido de espectáculo) sino también por su poder para moldear la historia y construir asesinos. Es este, a mi modo de ver, el interés fundamental del documental sobre Amanda Knox, donde la resolución del enigma o el descubrimiento de la verdad queda en cierta manera relegado por el proceso de construcción del supuesto monstruo Amanda Knox. Esta “construcción” de la verdad es la que se evidencia en The confession tapes, también -por cierto- de Netflix, de cuyas entregas sale muy cuestionado la prueba última de la culpabilidad y los métodos policiales para extraerla. Por último, me gustaría comentar: The Keepers (expresión que aquí podría traducirse por «las protectoras »), docu-serie que relata tanto la historia del encubrimiento de unos crímenes y la inacción (cuando no complicidad) por parte de la iglesia, la policía y hasta la fiscalía del estado, como el relato la investigación que emprenden dos ex-alumnas del colegio donde se cometieron las violaciones y en el que trabajaba la víctima del asesinato. De este modo, es el documental en su enunciación misma un intento de mínima restitución de la justicia.

TELEFUNKEN

En definitiva, frente a la crónica de pretendida objetividad donde un sistema se presenta como casi infalible ante cualquier misterio, estas series norteamericanas se construyen como el relato no de una historia, sino de la revisión de un relato, exteriorizando una fuerte desconfianza hacia todo un sistema de justicia.


perversiones

El microrrelato en

Islandia

por Kristín Guðrún Jónsdóttir La novela y la poesía han dominado el escenario literario islandés desde hace siglos. Basta recordar las sagas islandesas de los siglos XIII y XIV para entender esto, y la poesía a menudo incluida en ellas. Las formas menores han sufrido por esto. No quiere decir, sin embargo, que no se hayan escriton cuentos y prosa breve en el país. Los poetas de las primeras décadas del siglo pasado escribieron poemas en prosa (algunos de los cuales pueden clasificarse como microrrelatos) cuando intentaron salir de la “cárcel” de las estrictas reglas poéticas. Algo nuevo y original emergió en el campo literario con ellos. No obstante, habrá que esperar hasta finales del siglo pasado a los primeros microrrelatos modernos con los autores aquí presentados, que son los más representativos de la forma. Todavía el microrrelato moderno no se ha “establecido” como forma literaria en la isla; hay falta de estudios y discusión sobre el microrrelato y otras formas breves, lo cual ha causado bastante confusión en cuanto a la terminología. Esperamos llenar este hueco con un proyecto gemelo que verá luz próximamente: una antología de microrrelatos hispanos traducidos al islandés con un estudio exhaustivo sobre la forma, y otra de textos breves (sea poema en prosa, sea microrrelato) de escritores islandeses desde principios del siglo pasado hasta el día de hoy. Probablemente la microficción hispana va a abrir el camino islandés hacia el estudio serio de las formas breves literarias.


Kristín Ómarsdóttir (1962) LÁGRIMA Érase una vez un hombre pescando en el puerto una lágrima que se le había caído a su mujer cuando eran jóvenes. Y estaba sentado en una silla pescándola. Iba a devolvérsela a ella para que pudiera recibirla de nuevo y volver a ser como era entonces. Y justo al ponerse el sol la lágrima picó el anzuelo, tiró de la caña y el hombre se puso de pie. Colocó la lágrima en un pequeño estuche verde y después en su maleta, y volvió a donde estaba su mujer que se había quedado dormida durante la espera. Le entregó la lágrima. Y por la noche se pusieron a bailar.

TÁR

Einu sinni sögur (Cuentos de “Érase una vez“), 1991

Einu sinni var maður að veiða eitt tár sem konan hans hafði misst þegar þau stóðu á bryggjunni þegar þau voru ung. Og hann sat í stól að veiða það. Hann ætlaði að skila því til hennar svo hún gæti fengið það aftur og orðið einsog hún var þá. En umleið og sólin settist beit tárið á öngulinn og kippti í stöngina og hann stóð upp. Hann setti tárið í lítið grænt flugubox og oní töskuna sína og gekk til kon unnar sinnar sem hafði sofnað á meðan hún beið. Og hann fæði henni tárið. Og um kvöldið fóru þau að dansa.


Gyrðir Elíasson (1962)

DOBLE OSCURIDAD

La acera de la parte trasera de la casa se puso muy oscura al anochecer y cada vez que iba al taller de papá llevaba una linterna para iluminar las baldosas cubiertas de musgo y para apartar las tinieblas. Una noche mi padre estaba sentado en la cocina escuchando la radio (esto ocurrió antes de que tuviéramos la televisión). Me pidió que saliera al taller para apagar la luz, ya que él se había olvidado. No me agradó mucho la tarea, sin embargo salí a la oscuridad con la linterna. Vi las ventanas del taller iluminadas y me entró miedo, me aterrorizó el momento en que apretara el interruptor y volviera a casa llevando la oscuridad sobre mis hombros. Abrí la puerta del taller, y allí, bajo la luz de una bombilla, estaba mi padre, de pie, pintando. Absorto en el lienzo no se dio cuenta de mi presencia. Quería preguntarle porqué estaba también allí, pero no lo hice. Apreté el interruptor con los dedos como si estuvieran adormecidos y fríos de escarcha, notando apenas su silueta donde él seguía pintando en la oscuridad. Cuando volví a la cocina él todavía estaba allí escuchando la radio, pero había apagado la luz.

Lungnafiskarnir (Los peces pulmonados), 2014


TVÖFALT MYRKUR Stéttin bak við húsið var skuggaleg á kvöldin og þegar ég fór út í vinnustofuna til pabba var ég yfirleitt með vasaljós til að lýsa mosagrónar hellunar og ýta dimm unni frá. Eitt kvöldið sat pabbi í eldhúsinu og var að hlusta á útvarpið (þetta var áður en við fengum sjónvarp). Hann bað mig að skreppa út í vinnustofuna og slökkva ljósið, hann hefði gleymt því. Ég var ekki sáttur við þetta verkefni, en fór samt út í myrkrið með vasaluktina. Ég sá upplýsta vinnustofugluggana, og óttaðist augnablikið þegar ég ýtti á rofann þar og færi svo með myrkrið á herðunum aftur inn í íbúðarhúsið. Ég opnaði vinnustofudyrnar, og þar, í birtu frá einni peru, stóð pabbi og mál aði. Hann var niðursokkinn við strigann, og tók ekki eftir mér. Mig langaði að spyrja hvers vegna hann væri þarna líka, en ég gerði það ekki. Með fingrum sem voru líkt og dofnir og frostkaldir slökkti ég ljósið, og rétt greindi útlínur hans þar sem hann hélt áfram að mála í myrkrinu. Þegar ég kom aftur inn í eldhúsið sat hann þar enn og var að hlusta á útvarpið, en hafði slökkt ljósið.

perversiones

Óskar Árni Óskarsson (1951)


perversiones

TALLA DE CALZADO 49 No recuerdo haber visto a mis padres pero ellos me vieron a mí. Me enviaron a la capital cuando tenía catorce semanas. Me acomodaron en una caja de zapatos número 49 que entregaron a mi tía, que iba a viajar en bus hacia Reykjavík. No se sabe mucho de este viaje pero mi tía entregó la caja a un matrimonio joven en la calle de Bjargarstígur, y allí me crié. Durante mucho tiempo la caja sirvió para guardar ornamentos de Navidad. A veces cuando entro en una zapatería y siento el olor a piel y escucho el ruido del papel percibo esa noche lejana; oigo el traqueteo del bus rodeado de tinieblas y ante mis ojos bailan unos dedos pequeñitos.

Truflanir í vetrarbrautinni (Perturbación en la Galaxia), 2004

SKÓSTÆRÐ 49 Ég man ekki til þess að hafa séð foreldra mína en þau sáu mig. Ég var gefinn suður fjórtán vikna gamall. Það var búið um mig í skókassa nr. 49 og honum komið á frænku mína sem ætlaði með áætlunarbílnum til Reykjavíkur. Engum sögum fer af þessu ferðalagi en hún afhenti kassann ungum hjónum á Bjargarstígnum og þar ólst ég upp. Kassinn var lengi notaður undir jólaskraut. Stundum þegar ég kem inn í skóbúð og finn leðurlyktina og heyri skrjáfið í pappírnum finnst mér ég skynja þetta löngu liðna kvöld; ég heyri skröltið í rútunni, það er myrkur og fyrir augunum dansa litlir fingur.


Elísabet Jökulsdóttir (1958)

LA CHICA DE LOS CIGARROS Cuento para Linda Vilhjálmsdóttir

Este cuento narra la historia de la chica de los cigarros. Siempre cuando recibía una flecha en el ojo, una bala en el pecho, una lanza en las entrañas o un gancho en el muslo, sacaba un paquete viejo de cigarros del bolsillo trasero, eligía con diligencia uno y lo encendía. Se quedaba de pie en un rincón con el cigarrillo entre los labios, con una flecha en el ojo, una bala en el pecho, una lanza en las entrañas o un gancho en el muslo fumando con una expresión asquerosamente insidiosa. Con el correr los años esta expresión se le quedó para siempre en la cara porque no podía dejar de fumar.

Galdrabók Ellu Stínu (Libro de magia de Ella Stína), 1993 SÍGARETTUSTELPAN Þessi saga er um sígarettustelpu. Alltaf þegar hún fékk ör í augað, byssuskot í brjóstið, spjót í kviðinn eða ífæru í lærið, dró hún velktan sígarettupakka upp úr rassvasanum, valdi sér sígarettu af kostgæfni og kveikti sér í. Svo stóð hún úti í horni með sígarettu í munnvikinu, ör í auganu, byssuskot í brjóstinu, spjót í kviðnum og ífæru í lærinu og reykti með viðbjóðslega lúmskum svip. Loks festist þessi svipur á hana af því að hún var alltaf reykjandi.


despensa melódica

Jack White El Orson Welles del rock and roll por JULIO RÓDENAS

“No confío en nadie al que no le guste Led Zeppelin”. Jack White lanzó la frase con cierta retranca, pero la cosa no dejaba de ir en serio. Sabe qué decisiones tomar y qué caminos no recorrer. Lo tiene claro. A veces da la sensación de que el fundador de The White Stripes hubiera llegado a este mundo con todo perfectamente calculado.Y que no se malinterprete esto como una falta de naturalidad en su música: todo lo contrario. Es precisamente en ese dominio de su sonido y de su imagen donde reside la autenticidad de este artista. John Anthony Gillis (Detroit, Michigan, 1975) es el Orson Welles del rock del siglo XXI. Al igual que el cineasta, White se ha empeñado siempre en ejercer un control total de su trabajo. No es de extrañar, pues, que sea un admirador confeso del director de ‘El tercer hombre’. “Es duro porque estoy en un constante dilema sobre lo que es bueno y malo del ego”, reconocía hace 15 años a Jim Jarmusch en una entrevista con el realizador y fan de su carrera. “Pero precisamente porque Orson Welles es un auténtico ídolo para mí, amo el concepto de autoría”.


Un par de detalles nada triviales: su sello discográfico/estudio de grabación se llama Third Man Records, y llegó a crear una canción con frases de ‘Ciudadano Kane’ -‘The union forever’, incluida en ‘White blood cells’, tercer álbum de The White Stripes-. Es evidente: en su trayectoria hay, además de audacia y virtuosismo musical, un interesante poso intelectual.

despensa melódica

Porque su obra va mucho más allá de ‘Seven Nation Army’, ese himno redondo que trascendió el mundo del rock para transformarse en cántico de las hinchadas futboleras -la canción se convirtió en el himno extra oficial de la selección italiana al ganar el Mundial de 2006-. Jack White no es un one-hit wonder. Desde que, junto a Meg White, formó The White Stripes en 1997 -posiblemente el dúo de rock más cool de todos los tiempos-, el artista ha forjado a base de trabajo una de las carreras más admiradas, sólidas y respetadas de nuestros días. White es un currante del rock and roll: con Third Man Records, en Nashville, ha construido un santuario para los amantes de la música, mostrando pasión y respeto por el sonido antigua y la grabación a la vieja usanza. Desde allí, no para de producir material propio pero también ajeno: ha puesto su talento al servicio de artistas legendarios -Wanda Jackson, Neil Young, Loretta Lynn, Jerry Lee Lewis, Willie Nelson-, y emergentes-CourtneyBarnett o Margo Price está entre sus últimas apuestas-. ¡E incluso ha grabado a coros y grupos de instituto!


Boarding house reach (XL Recordings. 2018)


También le ha dado tiempo a fundar dos super bandas, The Raconteurs y The Dead Weather, con las que ha registrado cinco álbumes en total, publicados con su sello discográfico. Da la impresión de que Third Man es un hervidero constante de ideas, algunas realmente locas, como esa proeza de grabar, publicar y distribuir una disco en menos de cuatro horas, o la bizarrada de editar un vinilo que al ser reproducido proyecta un holograma.

Ya no hay duda: Jack White se ha convertido en referencia indiscutible para muchas bandas que están empezando en esto del rock and roll. Hoy, algunos podrán decir: “No confío en nadie al que no le guste Jack White”.

despensa melódica

En efecto, como casi todo genio, Jack White también tiene sus excentricidades; la última de ellas pasa por prohibir el uso de teléfonos móviles en los conciertos de presentación de‘Boarding house reach’, su tercer álbum en solitario -se publica el 23 de marzo-, un disco que parece más experimental y disperso que sus anteriores entregas -los deliciosos‘Blunderbuss’y‘Lazaretto’-, pero que seguramente nos deparará un montón de recovecos donde perdernos. Porque la música de este artista está llena de detalles y a la vez es sencilla, accesible. Su sonido es clásico y moderno al mismo tiempo. En sus canciones hay mucha influencia de los viejos bluesmen, pasada por un evidente filtro ledzeppeliano, pero poniendo al día ese sonido, con cierta actitud punk y garajera, y con ese irresistible toque personal que aportan tanto su voz como su forma de tocar la guitarra.


recomendaziones

De una lectura necesaria: Saúl R. Deus Vertedero clausurado Los relatos de formación se prestan a la evocación sentimental de un espacio y de un tiempo, a hacer de la ficción el trasunto de la nostalgia autobiográfica, como un intento por recuperar una época y unos lugares para siempre perdidos. Pues bien, quien se adentre en los cuentos de Saúl R. Deus hallará la inversión completa de dicho planteamiento. Al modo de Dublineses de Joyce, este libro se circunscribe fundamentalmente a una geografía muy concreta, la de la localidad de Sentmenat, un pueblo cercano a Barcelona, y a una década, la que va de mediados de los ochenta a mediados de los noventa, o lo que es lo mismo a unos


años de “extraña confluencia” cuando emergen polígonos industriales por los mismos parajes en los que se practica con orgullo la caza del jabalí (Deus expresa magníficamente ese momento de tránsito en “Ultracongelados”, relato que podría titularse “El arte del pan en la era de su reproductibilidad técnica”). A su vez, los cuentos dibujan un paisaje despiadado e hilarante que incluye improvisados basureros, los últimos vómitos de un yonqui, la “muerte de mierda” del superhéroe local, las viviendas a medio construir o el negocio del estiércol... todo ello en unas tramas propias del gótico sureño preñados de referencias culturales y anticulturales, que David Roas, autor del prólogo, califica de “charnego trash”.

Por esta razón, entiendo que el valor de los cuentos de Deus proviene, por un lado, de la destreza con la que están construidas las historias, y por el otro por la saludable carga de escepticismo tan necesario para este nuestro tiempo de tantas (y tan variadas) exaltaciones patrioteras. Toni Rivas

recomendaziones

Pero, ante todo, el libro de Deus vehicula un fuente sentimiento de desarraigo hacia el lugar al que, fatalmente, se está ligado por origen. La “pequeña, claustrofóbica y violenta comunidad rural” encierra fatalmente a los personajes, como la “Liturgia” repetitiva en la que se convierte la adolescencia o el destino trágico de “Así de fácil”. La poética del libro se encontraría así encerrada abismáticamente en “Un pueblo milenario”, cuento que narra el retorno de Fran, protagonista a su vez de la primera de las historias, como reportero sensacionalista, quien poco menos que aprovecha su reportaje para pintar Sentmenat como un lugar maldito poseído por la barbarie. Ahora bien, a mi modo de ver este profundo desarraigo no se circunscribe a la pequeña localidad catalana sino que se dirige hacia el tiempo histórico de la mayoría de los relatos, una época en la que todavía pervive el oscurantismo religioso, los prejuicios contra los inmigrantes, las memorias de un fascismo no tan lejano, o la desastrosa historia de la industrialización reciente.



© Rubén Espín. Pólemos 4

ilustrados


© Rubén Espín. Pólemos 5


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