Manifiesto Azul 19

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MANIFIESTO AZUL

depósito legal: MU-3094-2008

© Lucas Brox

fanzine de literatura e inquietudes varias invierno 2019 numero 19


editorial

El tranquilo azul de sus páginas ya te acompaña. Déjalo mecerte, acariciarte el vientre,posarse en tus pestañas huérfanas de rímel. Convertido en polilla es posible que este Manifiesto Azul te atraviese el corazón, como un río de cometas en el aire.

Sí, es el fanzine atemporal y está ya en tus manos. Siéntelo como pieza única. Como aquel amor de verano que el otoño se llevó sin una fría explicación de invierno. Levantando testamento prematuro de una soledad anunciada durante la publicidad.

Te mece este Manifiesto Azul si te dejas, perdido en la danza del

tiempo. Te meterá mano ahora que la gente parece flores al fin. Y es que no es políticamente correcto. Nunca lo ha sido. Nunca lo será. Más bien, si lo dejas, será tu nudo con el mundo real. El sastre capaz de tejer tu destino. Un miércoles de desencanto, quizá.

Hemos convenido, acordado, sellado tácitamente este acuerdo par-

cial. Este pacto de señoras, y caballeros, que lleva una firma en cada reverso: Tomás, Marta, Eric, Pedro, Purificación… Detrás de cada historia, hay un personaje desdoblado. Detrás de cada letra, meses de cavilaciones. Y ahora tú puedes darle trámite.

Escribe cuanto quieras cuando hayas digerido el encanto de perder tu tiempo en su lectura, de ganarte unos minutos de merecida soledad, de maduro bienestar.

Reposa este editorial en tu estómago, déjalo crecer como espuma

de mar en la salinidad de cualquier orilla. Manifiesto Azul, el 19, como mes de agosto en pleno mes de febrero, llega para darte ese abrazo de calor que siempre buscas los domingos por la noche. Antes de cerrar la semana, segundos antes de preparar tu cabeza para un lento desfile de sueños.


ÁLVARO BELLIDO

VERANO. [POEMA PARA UN INVIERNO].

“Te observo al descender y una extraña sensación después…”

(Un verano fatal, Nacho Vegas / Christina Rosenvinge)

Saltábamos desde las rocas al agua limpia de aquel verano azul desteñido, casi en blanco. Te veía subir, mojada y radiante, decidida a empujarme al precipicio de las cosas entonces importantes. Después, observaba cómo te arrojabas sin miedo –quizá

la felicidad era aquello:

con el vértigo de tu mirada acantilado, alimentando mi sinestesia de caricias-cristal y sabor a algo tan blanco como el salitre.

poesía

un instante ingrávido –y yo,


poesía

Saltábamos desde las rocas pero no era al mar donde caíamos. La adolescencia nos esperaba abajo. Para salpicarnos las inocencias. Para sumergirnos de resacas y arrecifes. Para hacernos tragar demasiada agua. Convertimos la playa en aquel desierto tan Thelma & Louise, tan nuestro, tan baldío. Sólo un charco de océano podrido como recuerdo de aquel verano azul que te dejó abismada en coral, que nos naufragó el futuro y los sueños, que en mi empeño nos hizo morir de frío.


MERY SALEM TESTAMENTO PREMATURO (Si alguna vez el deseo maternal me invade, la marcha atrás vuelve hacia delante y no podemos evitarlo porque queremos, queremos ser dueños de otra vida que no nos pertenece). Deseo que seáis malos por naturaleza y el bien os corrompa. Que me digáis que no, que os marchéis de casa y volváis para cenar. Que luchéis por todo lo que nosotros perdimos por no luchar. Que esta idea de revolución. hijos míos, no se cura con la edad. Vuestra madre no vivió la posguerra,


pero caminó sobre cunetas. Ojalá nunca tengáis que luchar, ojalá no hagan falta guerras. Os sentiré volando sobre las azoteas, polinizando cada flor, llenando la tierra de vida, derrotando imperios y salvando a infieles. Por favor, rechazad lo ficticio, abrazad la causa. Llorad a cara descubierta, vomitad sobre el folio rajaos las gargantas.

Seréis nuestra única esperanza.


ÓSCAR NAVARRO LA COMETA Guardo en mis estantes muchos libros de piel roja —lomos de tela roja, tapas rojas— que encuadernó hace ya tanto mi abuelo. Él había trabajado,

entre otras cosas,

en una pequeña imprenta de barrio puedo oler aún el intenso dulzor de la tinta viscosa y negra de la linotipia; después la cambiarían por una aburrida impren ta ófset, y todo fue distinto. Yo pasaba con mi abuelo, para entonces jubilado, horas y ho ras entre el bosque de resmas de papel, rodillos y tipos de plomo arrumbados; me fascinaba en especial el mecanismo implacable de la guillotina. Sin embargo, de su oficio nunca saqué nada en claro, salvo las docenas de volúmenes de tebeos con encuaderna ción roja que guardo todavía en mis estantes y la certeza fabricada con sus propias manos, una cometa de caña y papel de seda, siempre azul o rosa.

poesía

de que cada primavera llegaría,


poesía

JOSÉ ÁNGEL CASTILLO VICENTE

EL ENCANTO DE PERDER Me identifico con el perdedor. Con el que se queda en tierra cuando los demás escapan. El que acostumbra a morirse al acabar la historia, casi siempre; el que nunca se queda con la chica aunque fuese su amor en lo real; con ése al que despiden del trabajo; con quien suele quedar solo, fumando un cigarrillo junto al mar esperando ganar alguna vez. El

alma

mezcla más con quien perdió.

Su papel es mejor y más discreto : el de un hombre,

cansado y muy

sereno,

envuelto del sutil encanto gris del que dio media vuelta y se marchó, por no contradecir sus convicciones....


LUIS SÁNCHEZ MARTÍN

AHORA QUE LA GENTE PARECE FLORES AL FIN Qué cantos se oyen en las calles; la gente parece flores al fin (Charles Bukowski)

Cuando era un borracho y lloraba por todo hacía la compra en gasolineras: pan de molde, fiambre, dos paquetes de Lucky Strike y latas de cerveza de una marca impronunciable. Nunca supe, ni me importó, quiénes eran Chemical Brothers, Linking Park o los Gallaher, y es más que probable que haya escrito alguno mal. Escuchaba tus problemas antes de que estuvieran de moda y me encerraba en el baño a vomitar cuando te ibas


tus hijos tu hipoteca tu negocio de zumos naturales con leche de soja nunca me importaron y la Nochevieja que caí por el hueco de una escalera supe que iba a ser un buen año y lo fue aunque mis manos sangraron abiertas de tanto esperar. y ahora que la gente parece flores al fin tengo tiempo para lo importante: la eternidad es la suma de todos los domingos de agosto un movimiento continuo de diástole frente a un espejo que vierte sonidos al abismo es un billete entre las cuerdas de la guitarra de Johnny Cash es la puerta siempre abierta del lado frío de la almohada perder la mirada


sobre el rostro perforado de Bukowski y aún diría más si quisieras escucharme pero sé que cierras a las siete y no seré yo quien te haga llegar tarde a casa.

poesía


ANTONIO SÁNCHEZ

Sé que eres tú quien cambia las señales de tráfico por las noches. Te amo por ello y te respeto. Sé que juegas a los laberintos con las calles y que te escondes de tu sombra y huyes de todos los alientos de la madrugada. Y te amo y te respeto por ello. Te despiertas, cada día, a mi lado y disimulas la cacería nocturna y pides café y tostadas


como quien dice “no puedo vivir sin ti�. Por ello te amo y te respeto. Te amo y te respeto y te sigo a hurtadillas por el laberinto.

poesĂ­a


poesía

ÍCARO CARRILO

CRISTALES ROTOS

Octubre aniquila castillos de arena y arrastra la luz por las orillas del frío. Mientras tanto, el poeta refugia versos en su tintero fracasando en el desesperado intento de domesticar huracanes recién nacidos. Quién sabe si el otoño no es más que un rastro de cristales rotos entre los pies desnudos del verano.


PURIFICACIÓN GIL

DANZA DEL TIEMPO

Y no existe deseo que no tenga testigos. Raquel Lanseros

A Mari Carmen Ayala

Confieso haber perdido el tiempo en tardes como esta, entretenida buscando ese otro tiempo… Hoy es miércoles, este cielo, junto a algunos trastos innecesarios que me he acostumbrado a tener cerca, dictan que regrese al festín de días incendiados. A las noches con luna y olas; a la danza de los astros entre mis pies y la arena. ¡Fueron tantas

horas desgranadas en el roce de unos dedos!

Obediente, no lo niego, regreso a ellos como testigos, y recolecto miradas abrazadas al viento… Mientras contemplo esta luz, juego con la quietud de aquel paisaje,


donde todo podía haber sido, cuando todo pudo ser más fácil, donde la ternura de la piel se rendía al silencio de la edad. Así, a esa desnudez primera, que convertimos en eternidad junto al mar nuestro, voy en esta tarde de miércoles, y única. Como únicos y fugaces fueron aquellos azules. Hoy retengo momentos, entre tanto se visten de lila algunas calles de la ciudad, la voz encendida de Marwan sigue girando, y sigiloso el sol se retira.


PEDRO TERUEL

NO POEMA IX

A este río sin dirección llamo culpable, al agua estancada, a la apatía pactada y al mal humor del mar cuando no lo surcan, llamo culpable. Llamo culpable a las uvas y no a la zorra; llamo culpable al girar de la Tierra y no a la inoperancia; llamo culpable a la distancia y no a la circunstancia. Llamo culpable a los cables que decoran el cielo, a las antenas de los edificios, a los grises y negros, a los blancos desteñidos. Llamo culpable al sentimiento de culpabilidad que tengo y que no me pertenece. No me corresponde. Llamo culpable a una voz muerta, a un latido lejano. Llamo culpable a mi incapacidad de palabras exactas, a todas las agujas que viven en mi Llamo culpable a la huida, al miedo, a la altura del piso donde no vivo. Llamo culpable al todo, a la escalera que me habita, al cuarto donde decido que no existo.

poesía

frente.


poesía

Llamo culpable al ahogo de una existencia que no he elegido. Llamo culpable a este sentimiento aplastado. A este dibujo sin pintar. A esta red agujereada. Llamo culpable a los espejos, a mis textos, a una mañana en la cama o una noche en la barra. Llamo culpable al altavoz silenciado, a la llave de casa cruzada, a la bombilla fundida que aún no he cambiado. Llamo culpable a la obligación de admitir lo que soy. Me llamo culpable por ser un cobarde. Por el atar de folios tras besar un costado de hojas secas y no quemar el aire gritando lo cierto. Y, lo cierto, es. Que te vayas si quieres pero que yo te espero, que haré poemas en cáscaras de naranjas y bailaré con escorpiones para hacer tiempo. Que no pasa nada si no me quieres, en serio. Que yo soy el chapoteo de dos zapatos sobre charcos. Que después del revuelo vuelvo a mi sitio. Que soy una cometa atada a un hilo tan fino que me siento vuelo. Que lo único que me pertenece es esta nariz de payaso, este barco no tripulado, este querer tan exprimido. Que si dijeras ‘montaña’ yo sería nube que riega y que si no quisieras agua y mejor


niebla, me esparciría por toda la Tierra. Que si prefieres soledad y silencio, seré la cuerda del suicida. Que si prefieres algo de yo, tengo un montón de mí. Que todo esto que te digo, nunca te lo he dicho. Que no hay puentes colgantes para explicar lo que he sido. Por eso me quedo en este sitio. Por eso me defino y me explico por lo que soy. Un cobarde, ya os digo.


TOMÁS GARCÍA-PURRIÑOS NO SOY UN RÍO

No soy un río. Al menos no siempre el mismo río. Es de las pocas certezas que tengo. Pero quizás sea un pájaro, volando sobre las cimas del mundo con la facilidad del sabor del agua. No soy tampoco una nube, o al menos no siempre la misma nube, es otra de las pocas certezas que tengo. ¡Ah!, pero quizás sea viento, silbando tímido en los bordes


de tu ventana, con el alma en la mano simple como el color del agua. No, no soy lluvia, ni gas, ni nieve, ni charco, ni por supuesto, mar, tengo la certeza de ello: ¡es tan complicado ser agua! Pero quizás podría ser una ola, salpicando tus mejillas desde lo lejos, o arena, o espuma. Sí, ser espuma aventurera navegando sobre nuestra alma blanca y sencilla, como el olor del

poesía

agua.


poesía

MARÍA SÁNCHEZ-SAORÍN

PALABRAS DE UNA VENUS APÓCRIFA Aquí tienes —a mí— de una piel pálida y tierna, con mirada virginal, en mitad de este cuarto claroscuro. Te has vestido elegante para verme encerrada en el marco, quieta y callada; puedes dibujarme a tu gusto o darme voz quitándome la mía.

Me miras, yo respondo. Un último vistazo —está bien— y retomas la marcha —es normal—, tantas veces así me has conocido: tan trozo, tan manzana, naturaleza muerta a finos rasgos.


ALBERTO CARIDE

XV Y ahora compartimos noches con el primero que pasa y abrazamos cucharas para ver si alguna encaja. ‘Tú, garfunkel’- The New Raemon

A cucharadas de miel traté de comerme las noches que siguieron al eclipse. Debería haber caminado bajo su luz mientras fue posible para no andar a tientas la mayor parte del camino. En la penumbra no hay sombras a las que seguir o abrazarse, referencia que anticipe las caídas y hondonadas, porque todo es desorientada emoción.


Después, superado el delirio y sin zapato con el que calzar tu huella, tantee en los cuerpos curvados tu medida repetidamente. En cada noche fría, como el niño de Matrix que curvaba las cucharas, traté yo de curvar los cuerpos hasta ajustarlos a tu ausencia. A ellos me abracé desesperadamente por ver si alguno hacía crac en mi cabeza: pero ninguna eras tú ni yo el mismo sin tu espalda.

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MARTA DELGADO MARÍN NUDOS Estamos empezando a soltar nudos Y son dobles algunos, Apretados con tanta fuerza… Por eso es curioso cómo la rabia, el orgullo y el rencor Se convierten en un tándem perfecto Y consiguen hoy su cometido: Acuchillar corazones, Hacernos polvo, Curarnos

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3 poesía


narrativas

JESÚS MONTOYA

Asaltar los cielos Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos. Gn, 28:12

Como venida de un sueño, una escalinata blanquísima se posa sobre la tierra y se pierde al amanecer. Peldaño a peldaño, asciendes, del otro lado de las nubes, el aire diáfano de la última mañana del mundo y tus ojos se extasían ante los legendarios muros bañados por la luz. Ante ti se postra el tramo final de todo tu deseo. Mas tras las puertas, abiertas, no hay ángeles, ni centinelas y nadie hace sonar trompetas en tu honor. Mutiladas esfinges sedentes flanquean apenas tu recorrido, bajo los arquitrabes, estancia tras estancia, mas tú las sabes ídolos sometidos a otros reyes, fantasmas de piedra que, ignorándote, fijan sus ojos ausentes en un mundo invisible. Deambulas entre cofres, urnas, expoliados, hasta alcanzar el atrio superior del Templo. Descubres cómo aún flotan en el viento tus últimos pasquines, papiros y pliegos borrosos llamando a una revolución. Pronuncias esa palabra. Sientes su sabor a arena entre los dientes. Paladeas tu victoria. Ha llegado tu momento. Hasta aquí te han traído el sudor y la lucha, la mentira y la fe, el rencor y la rabia. Mas todo eso se ha desvanecido cuando dejas atrás el patio e ingresas al enorme salón, vacío ahora. Tu objetivo está cerca. Te aproximas despacio. Acaricias la piedra del respaldo, su frío milenario, la erosión del tiempo al contacto con un cuerpo. “Así que era esto”, te dices y no te parece real. De súbito,


© William Blake

una compasión infinita se apodera de ti. Lamentas con todas tus fuerzas haber posado tus pies sobre el primer peldaño de la escalera de Betel y te preguntas por qué toda profanación extermina siempre el deseo, cómo aquel dolor que abría las entrañas puede a la vez echarse tanto de menos. Aceptas tu destino. Recoges el cetro, caído y sin brillo. Con los ojos cerrados escuchas cómo llega hasta ti el clamor de tu nuevo pueblo. Confusas resuenan, Legión, en tu cabeza, plegarias en las que se repiten las mismas preguntas que acudieron a tus labios en mil y una noches solitarias y frías. Y ahora, como entonces, tampoco conoces las respuestas. Sientes que eres un fraude, mas tu triunfo es definitivo. La maquinaria de la eternidad te encadena a su vértigo y tus ojos ya solo contemplan el abismo. Te sientas aterrado en la silla de Yahvé.


ERIC LUNA

Eureka No me creían capaz, pero lo conseguí. Desde que me recluí en este pueblo perdido del norte, a proseguir con mis experimentos, les anuncié a mis nuevos vecinos, no sin cierto secretismo, que mi presencia aquí les cambiaría la vida. Sé que me tomaban por una especie de eremita y que especulaban con malicia sobre mi trabajo en el laboratorio. Sé que los padres advertían a sus hijos que no se acercaran a mi casa y que la opinión que tenían sobre mí era la de un perturbado, un loco, que puede que hasta fuera peligroso. Me consta que hacían cábalas sobre de dónde procedía el dinero con el que yo financiaba mis investigaciones y que me permitía pagar el alquiler o bajar a la tienda a comprar víveres, herramientas y productos de limpieza. Sé que se habló mucho de mí: Que por qué elegí aquel lugar para vivir (para algunos yo era prácticamente un convicto fugado o alguien en busca y captura en algún lugar) o cuál era el origen de las explosiones que se escuchaban desde el sótano de mi chalet. Vamos, que sé que fui la comidilla del pueblo de un año a esta parte. Hasta ayer. Mi último proyecto, un dispositivo capaz de generar las condiciones climatológicas de una noche de verano en pleno invierno oceánico, produjo los resultados esperados. Aún incrédulos, muchos lugareños vinieron a casa a mostrarme su admiración. Nunca habían tenido unas temperaturas tan agradables. Se improvisó una gran verbena, a la que acudí como invitado de honor. Hubo conciertos, barbacoas, hogueras en la playa. Chicos y chicas


bañándose en el mar hasta altas horas. Incluso aparecieron unos turistas (nadie sabe de dónde) ataviados con ropa veraniega, demandando mojitos. El problema vino esta mañana, cuando todo volvió a la normalidad y los vecinos deambulaban por la calle, envueltos en sus abrigos, con una evidente resaca post-vacacional. Los que de verdad me preocupan son ese grupo de jóvenes que hay en mi jardín, voceando y lanzando piedras a las ventanas. No dejan de gritar que les devuelva sus amores de verano.

narrativas


narrativas

ABEL MAAS

El sastre Hacía treinta años que no sabía nada de Rodolfo, me enteré anoche que murió la semana pasada en un accidente de tránsito. Esta mañana durante el desayuno estuve pensando en él, sólo supe en estos años que se hizo contador y trabajaba en un pequeño banco cooperativo del conurbano bonaerense. Rodolfo era mi amigo de la infancia; amigo y compañero de la escuela primaria y de la secundaria; de niños nos juntábamos para jugar a las figuritas y a los autitos y ya adolescentes para estudiar las famosas materias; las fáciles que tenían letras, de las otras cada uno se ocupaba como podía. A mí me gustaba que fuéramos a su casa y no a la mía; el olor de la merienda que nos preparaba su madre, su sonrisa de italiana y el modo de servirla eran un combustible para mí. Estela era una madre profesional, todo terreno y la mía tenía una confusión con ese oficio. El padre de Rodolfo era sastre y tenía su comercio en la misma manzana de su casa pero del otro lado del cuadrado, sobre la avenida paralela y todas las mañanas dibujaba esa U con sus piernas cortitas y antes de terminar el cigarrillo que había encendido en la puerta de su casa ya estaba levantando la persiana; pero un día arrancaba hacia la derecha y al siguiente hacia la izquierda. “Para evitar la rutina”, explicaba. Rodolfo me lo contaba con amargura y decía que eso era lo único que sabía de su padre; igual que lo que me pasaba a mí pero con otro formato: Mi padre hablaba conmigo de un modo abundante y generoso, tratábamos temas variados que él proponía o me preguntaba y hubiera sido mejor que


se callara un poco pero ya se sabe que en estas cuestiones nunca nadie está conforme. Rodolfo me contó que solía meter las manos en los bolsillos del saco de su padre, no para robarle nada sino para encontrar algo que hablara de él pero nunca encontraba nada; solo algunas monedas, botones y algún billete de baja denominación pero un día tocó algo, lo levanto y era una caja de forros. Se quedó con la caja en una mano y con la otra se tomó la frente y en la confusión pensó: “Los viejos cojen”. Rodolfo era un sentimental y un ingenuo, como yo, pero yo no era tan ingenuo como él; cómo los padres no iban a cojer si eran seres humanos, le dije. Yo sabía desde muchachito que los padres practicaban esa noble y laboriosa actividad pero como dije antes; para que tenía que saberlo. Poco tiempo después y sin olvidar el descubrimiento de Rodolfo en el bolsillo de su padre, hice lo propio en los lugares ocultos de mi madre: Ella tenía varias cajas en su placard, en los cajones de la cómoda y revisé todo cuidándome de dejar las cosas en su lugar. Debajo del cajón de los corpiños, en otro cajón, había sobres con cartas atados con una gomita, los abrí y eran todas cartas de mi padre; casi todas de amor. Empezaban con “Querida Chuchi” y cuando vi esas letras me nació el mismo gesto que a Rodolfo ante la caja de forros: había escuchado dos o tres veces esa palabra acompañada con una palmadita en el cráneo con la mano abierta y cóncava y tal vez los dedos rascaran el cabello, asunto medio burlón pero siempre cariñoso pero un día, un día cualquiera, la palabra chuchi fue reemplazada para siempre por la otra, la escrita con tinta china en su libreta cívica. Guardé las cartas, las até con la gomita y me acordé que una vez el sastre, el padre de Rodolfo, le había hecho un traje azul a mi padre que él llamaba ceremoniosamente, el traje de los casamientos.


MARÍA ESTER CORREA

Viejos blues Caminaba por la orilla del sendero abandonado en la búsqueda de una calle asfaltada o circunvalación de la autopista que me llevara al pueblo más cercano. Atrás había quedado la camioneta sin gasolina. No tenía otra alternativa, abandonar el lugar, buscar a la policía para que junto al remolque sacaran de la huella al vehículo. Le puse la alarma antes de tomar la ruta y me propuse volver a la mañana. A esa hora este sitio se veía muy peligroso y la verdad no quería perder mis pertenencias, antes estaba mi vida. Saqué al retirarme una linterna, un abrigo, y una brújula ya que la zona me era totalmente desconocida.

Había andando ya largo tiempo. Miré el reloj y luego la brújula. El campo magnético había sufrido una alteración, y por lo tanto las agujas bailaban desconcertadas. En dos horas no había logrado llegar a ningún lado. Parecía haber estado caminando en círculos, hasta percatar que siempre volvía al mismo punto. Decidí tomar por otra senda y noté que había efigies de un antiguo cementerio, cruces, medias lunas, placas con fechas y nombres en un idioma inentendible. También carteles en los grandes mausoleos escritos en curiosos caracteres y con fotografías o rostros de personas de color. Yo no era negro, ni menos podía descifrar ese lenguaje. Algo raro estaba ocurriendo, la alteración del magnetismo había trastocado la lógica de mi pensamiento y borrando los recuerdos. Tampoco podía pensar en el futuro, solo estaba viviendo un eterno presente que no se movía ni fluía. Una presencia extraña e invisible envolvió mi cuerpo, iluminé con un farol del cual emanaba un humo apestoso. La realidad era absolutamente


divergente. ¿ No llevaba una linterna?—pensé— El miedo se había apoderado de mi raciocinio, y comprendía lo que acontecía. Mis ojos se pegaron a las sombras de las gárgolas de los promontorios que se interponían al andar y serían tal vez lo que yo había sentido que rondaban mis pasos. ¿ Serán fantasmas?—pensé. Aparecieron figuras espectrales que avanzaron hacia mí, me tomaron, me envolvieron en una sábana. No pude zafar. .. Pedí auxilio, más nadie escuchó. Miré alrededor, era raro, diría totalmente ambivalente, contradictorio, hasta diría delirante. Dónde me encontraba era una caja de madera, un sarcófago donde apenas pude volver la cabeza. A los lejos vi el coche fúnebre acarreado por dos percherones negros y el cortejo de negros, y negras que iban cantando unas viejos blues abandonando el camposanto.

ROSA LUJÁN

Mapa de un orgasmo

Cuando mis manos acarician Glasgow, siento un hormigueo que viene desde Londres. Diviso fuertes corrientes marinas que la noche belga estuvo insuflando. ¿Qué coño es ese ruido? Mientras el agua intuye su desagüe, se cierra la puerta. Los niños vuelven de inglés.

narrativas

Duermo la siesta en mi bañera, tan estrecha. Donde una rodilla roza Liverpool y la otra bebe en Dublín.


narrativas

MARCELA LÓPEZ

Clip Es un segmento de alambre al que se le han doblado los extremos en forma de letra u alargada. Se forma al doblar el alambre de un extremo hacia arriba y el otro hacia abajo. Una de las u es ligeramente más pequeña que la otra. Sin embargo, el clip aún no está terminado, falta que se doble el alambre por el medio, de tal manera que ambas úes queden una encima de la otra. La estructura contradictoria del clip definió su carácter. Su función es añadir hojas a un documento, pero no de manera permanente. Asegura aquello que puede ser desprendido e incluso desechado. Sabe que podría unir incluso para siempre lo que se espera apartar. De todo lo antrior es que nace su tendencia a la melancolía.

GIOVANI ARREOLA

Desencanto Cinco meses han pasado desde aquella noche, cuando las usó por primera vez. Cenicienta las ha extraviado. El rey no ha dejado de preguntar por ese par. Mientras la delicada reina se dirige a su aposento ensaya mil excusas para su consorte; sabe que sin ellas no podrá dormir en la alcoba real. Abre la puerta y ve a su príncipe azul encorvado sobre la robusta figura de la madrastra. La madrastra, sólo viste las zapatillas de cristal.


BASILIO PUJANTE

Epifanía Seguramente lo habrás sospechado mucho antes. Algo dentro de ti se ha preguntado antes la razón de esas miradas y esas sonrisas. Desde pequeño a tu madre le franqueaban la puerta en todos los bancos, le ofrecían el mejor género en las carnicerías y le cedían el paso en todos los cruces. Ahora te vas dando cuenta de lo que tenían en común todos aquellos extraños. Eran hombres. Jóvenes, mayores, adolescentes. Todos la miraban de esa forma y todos te hacían sentirte extrañamente orgulloso. Desde el pediatra que te atendía cuando ibas al centro de salud del barrio hasta el maestro que te enseñó en los últimos tres años del colegio. Todos pare-


narrativas

cían formar parte de un culto secreto que tenía como deidad a tu madre. Tú, cuando eras más pequeño, creías que aquello era lo normal; que todas las madres de tus amigos recibían las mismas atenciones. Pero, al llegar a la adolescencia, comenzaste a pensar en el por qué. La razón de que se giraran cuando andabais por la calle o de que se arremolinaran en torno a vosotros en la playa. Te llegaban palabras sueltas a las que no querías hacer caso y que hoy recobran su sentido, como las piezas de un puzle que has tardado diecisiete años en recomponer. Tus amigos habían ido mucho más allá en los últimos tiempos. Pasaban las horas muertas en tu casa esperando a que tu madre volviera y se mostraban tan displicentes ante ella como con la chica más guapa del instituto. Pero no pasaban de ahí y de dedicarle algunos halagos que tú considerabas exagerados y que jamás hubieras unido a la imagen de sus progenitoras. Pero hoy te has dado cuenta, por fin, de todo. Ha sido una epifanía absurda y cruel. El azar juega algunas manos sin comodines ni ases y acaba ganando la partida. El aburrimiento, la libido y el encontrarte solo en casa han hecho que teclearas esas cinco palabras inverosímiles en Google. Cinco palabras que, como la combinación de una caja fuerte, han abierto el secreto de tu madre. Cinco palabras que te la han mostrado con veinte años menos, con otro color de pelo y con un nombre imposible. Cinco malditas palabras que te han enseñado lo que no querías ver, pero que has visto. A tu madre, la mujer fuerte e independiente que te ha criado sola, en posturas que ponían a prueba su elasticidad gritando cosas que jamás pensaste que pudieran salir de su boca. Te han bastado esos pocos segundos para darte cuenta de todo y para saber, a ciencia cierta, que ya nada volverá a ser igual.


Eugenio G. Barceló ©


RELATOS GANADORES DEL I CERTAMEN DE MICRORRELATO ERÓTICO ‘JUGUETITOS PARA ADULTOS’

MARGARITA DEL BREZO

David Me conquistó nada más verlo, tan desnudo, tan perfecto, tan sin vergüenza. Imaginé sus caricias de manos grandes recorriendo cada centímetro de mi piel sedienta, y los rizos de su sexo, despeinados como helechos en primavera, buscando refugio entre mis piernas. —¡Huyamos! —le supliqué con tono febril. Pero él respondió con un silencio secular tallado a golpe de cincel sobre sus labios. Regresé a casa triste y contrariada. Y allí quedó él, subido en su pedestal, mayestático, soberbio, sin desviar la mirada del camino, esperando que algún día regrese el escultor que se llevó con él su corazón de piedra.


FLORA JORDÁN

Ars depilatoria

“¿Piernas completas verdad? Son 15 euros”.

narrativas

Me indicó que me tumbara en la camilla del fondo. Hablaba español con acento del este, podría ser rusa o ucraniana. Empezó a recorrer mis piernas acercándose y dejando ver su escote azul. El calor del habitáculo hacía que alguna gota de sudor cayera por su frente y su piel resplandeciera todavía más su juventud insultante. Se iba aproximando a la cara interna de mis muslos y no pude evitar sentir el cosquilleo de las primeras veces, cuando el sexo es un mundo por descubrir. Apoyaba una mano sobre mi monte de Venus y estiraba fuerte con la otra (llevaba poco tiempo). Me imaginaba sus uñas puntiagudas color azul noche moviéndose circularmente de la ingle…Cerré los ojos y disfruté cada lamida de cera en mis piernas. “Date la vuelta” me susurró con sus ojos azules. Obedecí como una niña pequeña, respiré profundo, estaba siendo el momento más placentero de aquel verano…La miré al terminar, quería pedirle el teléfono. Ella también parecía querer decirme algo. No supe cómo reaccionar y me fui corriendo al mostrador.


perversiones

NIZAR QABBANI En las páginas siguientes aparecen dos poemas de Diario de una mujer indiferente obra publicada en 1968 por el reconocido diplomático y poeta sirio. Qabbani logró mediante la simplicidad del coloquialismo un modo sincero y elegante de expresar el placer erótico, su inquietud por la lucha feminista o la reivindicación de la identidad de la cultura árabe. Es considerado el poeta nacional de su país y el mismo año de su fallecimiento en 1998 publicó el último de sus más de 30 poemarios, El alfabeto de Jasmine.

por Juan

Manuel Sánchez


2 Soy un mujer, una mujer que vino al mundo un día. Encontré una determinación y actué. No vi la puerta de mi juzgado, No vi la cara de mi juez.



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a Pili, en agradecimiento por descubrirme esta voz

perversiones

Agujas de este reloj ballena de labios negros que me doblega... Sus agujas como serpientes en la pared guillotinas, horcas como un cuchillo me despiezan. El acelerador aplica sus métodos desde el principio persiguiéndome y persiguiéndome ¿Porqué no destruirla? Todos los minutos dedicados a eliminarla, me eliminan Soy una mujer y dentro de mí se detuvo el latido del tiempo... No hay luz, lo sé ... ni abril me reconoció...


transiciones

por

JAVI FERNĂ NDEZ




transiciones


dímelo en la calle

“Un amor, uns carrers” Calle San Mateo. València


“Exponer el arte directamente en la calle es un medio para romper con los roles establecidos, ¿Quién es apto para exponer o no en una galería, quién establece que es arte y qué no? en la calle todo es arte...” Plaza del Mercado. València


TELEFUNKEN

EL DIRECTOR DE CINE CON DOS CABEZAS y CUATRO MANOS

por Francisco

Martínez Serna

Así es como se han definido en alguna ocasión los protagonistas de estas palabras, los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, directores de cine belgas. Según sus propias palabras, a nivel creativo son “una misma persona” y “si unos de los dos no estuviera, el otro no sería capaz de hacer la película que quiere hacer”. Dos directores consagrados dentro del panorama del cine social europeo y reconocidos internacionalmente, con dos Palmas de Oro en el Festival de Cannes en su haber.


Comenzaron su carrera como cineastas dentro del género Documental a finales de los setenta para pasar posteriormente a hacer películas de ficción una década después, pero éstas siguen impregnadas de aquel género en la forma tan realista de retratar el entorno donde se desarrollan todas sus historias, el área industrial de Seraing, en la provincia de Lieja (Bélgica), su provincia natal y donde siguen viviendo. Es muy llamativo que siempre usen el mismo escenario para desarrollar sus historias y que además este sea su propia “casa”, como ellos mismos cuentan en el documental El home cinema de los hermanos Dardenne (Jean-Pierre Limosin, 2006). Sin embargo, siguen diseccionando este entorno buscando y encontrando nuevas fuentes de inspiración para seguir contándonos historias. Según admiten ellos mismos “somos como buitres, siempre volando en círculos en busca de nuestra próxima víctima” Su salto definitivo a la fama con Rosetta (1999), una desgarradora historia sobre una adolescente sin empleo que vive al límite de la exclusión social, que supone una dura visión de la realidad en la que viven las personas más desfavorecidas de la clase obrera


belga (y extrapolable al resto de Europa) y que creó tal impacto en su país que provocó cambios en las leyes en beneficio de la integración laboral de los jóvenes. Un ejemplo del poder que puede alcanzar este tipo de cine de denuncia social. Todas sus películas, producidas con presupuestos ajustados, poseen un estilo común “marca de la casa”, desprovistas de banda sonora, donde el único ruido que se escucha son los sonidos de las fábricas, del tráfico, las voces de la gente, lo que hace más cercanas sus historias y crea una ambientación algo fría y desoladora como contexto de la temática de sus historias. Mediante su uso de la cámara, siguiendo continuamente a los protagonistas (casi siempre, actores no profesionales o con poca experiencia) y usando planos muy cercanos, nos involucran y nos hacen muy partícipes a los espectadores de los sentimientos, inquietudes y dilemas morales a los que se enfrentan. A pesar de la fama y el reconocimiento, este estilo no ha cambiado, aunque se ha ido depurando y perfeccionando a lo largo de sus películas. Hacer un cine social tan real y comprometido con los problemas de la sociedad actual a través de buenas historias, pero sin intentar moralizar o tomar partido, ni transmitir una postura política, no es nada fácil y los Dardenne lo consiguen en cada película. Un cine tan incisivo con los temas que trata como sensible con los protagonistas de sus historias. Y a pesar de todo, (casi) siempre aparece una puerta a la esperanza. Gracias, señores Dardenne, por seguir agitando nuestras conciencias.


TELEFUNKEN


PÁJARA REY NUESTRA ÚLTIMA ESPERANZA

por Víctor Martínez

Solo una maqueta de seis canciones les ha bastado para conquistar los corazones de media Región. Desde su aparición en el último CreaMurcia, donde llegaron a la final, sería raro que no hubieras oído hablar de Pájara Rey; el grupo que salió mejor parado de entre todos los que participaron en el certamen. Y recordamos que no ganaron, quedaron segundos. Pero ya se sabe cómo les va a estos, ¿os acordáis de Bisbal en la primera edición de Operación Triunfo? Lo que sí es un hecho es que son ya una docena de conciertos, los que llevan, incluyendo festivales como Ruidismo (Bullas) o Pulpop (Roquetas de Mar), donde sí se alzaron con el triunfo en el concurso de nuevos valores.


Todo, a base de jijipunk. Si en el punk del 77 era imprescindible aquello de estar siempre enfadado, ¿qué demonios es esto ahora? Muy sencillo: justo todo lo contrario. Lavarle la cara al género y llevarlo casi al pop; con melodías que se pegan tan fácil como un chicle a tu melena y letras rebosantes de costumbrismo intrascendental. Vamos, una vertiente que no es nueva, en la que hay maestros como Buzzcocks, Ramones, Los Nikis, Airbag…, pero no por ello deja de ser bien recibida (e incluso aplaudida y vitoreada, si hace falta) cuando aparece. Por luminosa, fresca, espontánea, natural y, sobre todo, por divertida.

despensa melódica

Este lado del Segura tampoco ha sido nunca un gran caladero de bandas punkpop, la verdad. Quizá Vacaciones sea el ejemplo más claro (aunque a aquello le llamaran tontipop, en su día). Luego, la irrupción de Perro con aquella demo que contenía “Bicicleta” y, más recientemente, Disonaurios con “Hemos decidido” o el fogonazo ganador que supuso “Brazo robot 2042” de Los Pepsicolos, llegaron a causar los mismos efectos que “La vida son cosas” de Pájara Rey. Canciones directas, sencillas, con gancho… Redondas, en definitiva. Que hablan de ti, de mí y de todos los demás. Que te pellizcan y dejan un moratón que se queda ahí para siempre.


Belchi (batería), Martaé (teclados), Rosa (b Todas las miradas están sobre Virginia, Rosa, Martaé y Belchí. Lo saben, son nuestra última esperanza. Por eso este mes de enero entraron a grabar, ya en condiciones, su primer EP o LP (no se sabe aun) en el estudio El Miradoor de Alhama de Murcia, de la mano de Marco A. Velasco. Eso significa que se avecinan nuevos himnos (junto a éxitos mejorados, claro está). La lección está aprendida y el examen, hecho. Ahora solo queda disfrutar.Además, mientras escribo estas líneas, me dicen por el pinganillo que Los Pepsicolos se han vuelto a juntar para ensayar estos días. Parece que no todo está perdido en Murcity.


son Pรกjara Rey

despensa melรณdica

bajo y coros) y Virginia (guitarra y voz)


recomendaziones

Por qué la literatura experimental amenaza con destruir la edición, a Jonathan Franzen y la vida tal y como la conocemos. Con unos pinitos en pedantería Ben Marcus y Rubén Martín Giráldez Jekyll & Jill, 2018 160 págs. 15€.

por Basilio

Pujante Cascales

En uno de los fragmentos más delirantes de este ensayo, Ben Marcus cuenta que el escritor norteamericano Jonathan Franzen recibió un día un extraño paquete cuyo remitente firmaba como FC2. El hecho de que Franzen no lo esperara, de que el nombre recordara a firma del terrorista Unabomber (FC por Freedom Club) y, también reconozcámoslo, cierto alarmismo, le llevaron a creer que podía tratarse de un artefacto explosivo. Sin embargo, aquel paquete contenía solamente un libro editado, eso sí, por un sello, FC2, dedicado a esa literatura experimental que tanto odia el autor de Las correcciones. Cuando llegó a mi casa un paquete de parte de la editorial Jekyll & Jyll no pensé en que se trataba de una bomba, no soy tan paranoico como Franzen, pero después de leer el libro me he dado cuenta de que se trata de un artefacto de potente onda expansiva.


Ya el título es una bofetada a las convenciones de la literatura actual: un ataque directo a un autor famoso, el reconocimiento de la pedantería de uno de sus textos y una extensión que hace casi imposible citarlo en cualquier artículo o conversación. El contenido no rebaja el nivel de mordacidad e ironía a lo largo de los tres textos independientes que integran el volumen y que tienen el mismo objetivo: defender la literatura experimental frente a los ataques de aquellos que abominan de la dificultad lingüística o estructural.

El segundo texto del volumen es un ensayo que su autor, Rubén Martín Giráldez, define con ironía como “pinitos en pedantería”. El texto es una muestra de erudición sobre el tema: hay decenas de citas, especialmente importantes son las de Rafael Sánchez Ferlosio, y hasta 64 notas al pie de página, mezclada con altas dosis de humor y con un manejo exuberante del lenguaje que se aleja de la prosa funcionarial que tanto abunda por estos lares. Además, Martín Giráldez se adelanta a sus críticos y reconoce que no puede ofrecer un catálogo de narrativa experimental. Quizás peque aquí de exceso de humildad ya que sus últimos libros, Magistral (2016) y El fill del corrector/Arre, arre, corrector (2018), este último pergeñado junto Adrià Pujol, se encuentran entre lo más original publicado en España en esta década. El libro, que se cierra con otro breve artículo de Marcus (una especie de captatio benevolentia irónica), es, en su conjunto, una lúcida e interesantísima defensa de la literatura más arriesgada y menos acomodaticia.

recomendaziones

He de reconocer que mi primera reacción ante el texto de Marcus fue de sospecha; me gustan las novelas de Jonathan Franzen y temía que un intelectual sabihondo destrozara la trilogía con la que tanto he disfrutado (Las correcciones, Libertad y Pureza). Sin embargo, Marcus no lanza sus dardos contra el Franzen escritor, sino a sus artículos críticos en los que ha sido especialmente beligerante con los escritores que se alejan de la claridad. El autor del texto, muy acertadamente, pone en entredicho que un grupo de literatos de escasa repercusión supongan, tal y como sostiene el afamado narrador norteamericano, un peligro para la literatura. Además, Ben Marcus lanza un ataque directo a la argumentación de su oponente dialéctico asegurando que sus novelas son, según los tests que miden la claridad de un texto (sí, los yanquis tienen este tipo de herramientas), más difíciles que las de autores supuestamente experimentales como William Gaddis.


@ciletrados

© Lucas Brox


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