MURSIYA POÉTICA Nº 17
Cárceles del tiempo
©David López Sandoval lautopsia.wordpress.com
Editado por Colectivo Iletrados. colectivoiletrados.blogspot.com
ilustrado por Cristina Franco Roda. www.menganitadecual.com
MURCIA, MAYO DE 2014
CARPE DIEM Nº 501 Tu ne quaesieris, scire nefas… Horacio
Que nos está vedado conocer el sino que los dioses han dispuesto y que toda esperanza has de apartar del borde de la copa, cosas son que otra vez puedo decirte si tú así lo deseas. Mas no pidas, Leucónoe, que te vuelva a escribir aquella necedad de carpe diem, pues, en la poesía, nunca existió mayor falacia. Los días se nos van, pero lugares hay que los retienen, suites de hotel donde se aman cada noche dos cuerpos que han jurado gozar de aquel instante, exprimirlo hasta la última palabra porque para morir se les concede. Son cárceles del tiempo a las que nos condenan nuestros actos, de las que no podremos salir nunca, donde cada segundo aprovechado duele en el corazón porque se perderá, sí, pero constantemente.
DE CONTEMPTU MUNDI El cielo gris ceniza de esta tarde, el punto medio exacto entre la nada y yo, ese no sé qué que es tan neutral como la misma Suiza, y el spleen, por cierto, de París y del trabajo que siempre traigo a casa con el vano propósito de hallar un aliciente. Todo esto y poco más. Esto tan sólo. ¿Y tú eras el traidor? ¿Tú eras el cruel y el canalla? Qué pérdida de tiempo adjetivarte, mundo, cuando no eres más que lo que eres, huera medianía, ni frío ni calor, la consunción hasta la muerte a golpe de fastidio y corrección política, el bostezo que con el lento paso de los años está adquiriendo un toque un poco zen. Ojalá fueras algo horripilante, ojalá que mirarte me arrancara las uñas de un tirón y que pudiera maldecirte ante el cuerpo aún caliente de Melibea. Al menos sentiría que hay vida más allá y que en el fondo, en las entrañas de la tierra, bajo la sombra de la sombra de la sombra, todavía se oculta ese animal que me habitara, el rayo y la tormenta, la tragedia dispuesta a devorarme.
VINTAGE A lo mejor resulta que las cosas envejecen también y que la misma lealtad a lo que una vez mostraron les procura esa sensación, que es marca de la casa, de andar algo perdidas. Recuerda, por ejemplo, aquellos discos de Dylan que tu padre te dio, cuántas veces los escuchaste convencido de tener un tesoro, y sin embargo ahora ya no sabes en qué caja los metiste o, lo que es peor, siquiera eres capaz de oírlos con agrado. Mira, si no, estos cuadros de familia, o incluso las primeras ediciones de Valle o de Baroja, date cuenta qué poco dicen hoy a quien se muere por salir de la jaula de sí mismo. Y sin embargo, ¿no es esto una excusa? Porque en realidad, después de todo, sucede que las cosas van ganando galones casi tan rápidamente como tú vas perdiendo facultades, y que aunque tú no seas ya capaz de amarlas, ellas tienen confirmada la eternidad y un día en el amor que los otros, sin duda, han de otorgarles. Y eso es una verdad como un templo. Y otra verdad es, nunca has de olvidarlo, que ahora, a estas alturas de tu vida, matarías por ser igual que ellas.
TARDE Ya estás aquí. Y ahora, ¿qué? ¿A qué diablos has venido? Cogiste el coche esta mañana por esa peregrina idea de huir durante horas que a menudo te asalta, cuando algo no va muy bien en tu cabeza. Tenías el raro cometido de estar solo, de pensar observando este paisaje y, con un poco de fortuna, conciliarte con la naturaleza, como dicen que hacen los hombres de tu edad que están en crisis. En otro tiempo hubieras disfrutado de la premonición de primavera que esta tarde de enero te sugiere, e incluso puede que también consideraras hacerte una casita en plan Thoreau y vivir la gloriosa medianía de los hombres casados. Pero ahora nada de eso es posible, y no porque no seas ya aquel pater familias virtuoso que al final terminó prendiendo fuego al bosque, sino porque -lo sabes, vaya si lo sabesnunca pudiste concebir mayor placer que el de vivir siempre insatisfecho. Y por eso esta tarde nada ha funcionado. Estás ahí, frente a la inmensidad del precipicio y del silencio como un romántico ante el mundo, y sin embargo no dejas de pensar en la otra noche, sumido en la dulcísima resaca todavía de la coca y los besos. Así que, anda, regresa al coche de una vez, definitivamente nada se te ha perdido por aquí. Ya es demasiado tarde para continuar haciendo como que aún persigues esa gran revelación que podría cambiar tu vida. De hecho, ya es demasiado tarde para casi todo y empieza a hacer un frío del carajo.
HAPPY GIRL Qué quieres que te diga a estas alturas. A mí, que de repente me ilusiono con tu vestido negro y ajustado, que en este rendez-vous de treintañeros en busca de la nada y algo más quiero ver la versión desvergonzada de un film de los cuarenta -los silencios, ya sabes, las miradas elocuentes y quizá hasta un revólver en la liga-, se me muere la noche cuando sueltas todo ese rollo sobre el optimismo, y te me vas muriendo tú también como la bruja mala del oeste. Qué quieres que yo diga en tu favor ahora que has nombrado la palabra proscrita y, mientras tanto, se presentan en esta última cena, en este invierno de nuestro descontento, tiempo y vida, y todo empieza a ser como una broma. Qué quieres que te diga, happy girl, si acabo de observar qué mal te sienta en la bendita edad de la derrota esa felicidad que aún ansías que continúe haciéndote feliz. Hoy no quiero mentirte. Escucharás la verdad, la verdad solo, sin rímel ni discursos con los que cautivarme: el mundo es una ciénaga apestosa, nuestra existencia un cúmulo de errores, ya nada volverá a estar en su sitio, te estás haciendo vieja aunque no quieras y yo suelo amar sólo a chicas tristes.
BIG CRUNCH Si considero aquel propósito sagrado de convertirme en algo así como un casto Jedi próximo a los cuarenta, he de decir que a veces todo va como la seda y las galaxias parecen alejarse en su obstinado merodeo, que la vida entonces cobra cierto sentido, que la rutina de estar solo frente a la inmensidad del desayuno o de esas tardes transcurridas en la nada de cualquier libro que antes adorase sobre todas las cosas, sienta bien y tiene hasta su punto. Y sin embargo -¿a quién quiero engañar?- muy poco de esto es cierto, y no porque no tenga algo de Jedi -que lo tengo- o porque la soledad -a la que siempre amé- me aterrorice, sino porque en la guerra de más de dos mil años entre el deseo y la realidad yo ya he elegido bando, y muchas veces -la mayoría- ocurre que me basta descubrir, con ese gesto tan proustiano, aún el olor de ella en la misma punta de mis dedos, para ver cosas que vosotros no creeríais. Ver de qué modo brillan, por ejemplo, los Rayos-C tan cerca de la Puerta de Tannhäuser, o ver cómo arden todas esas naves más allá de Orión. Ver cómo en definitiva se da al traste con la monstruosa broma de un universo -el mío- entrado ya en barrena, decidido por siempre a ser de nuevo una mota de polvo en el vacío.
EL PLAN DE 1995 Es el noventa y cinco y nada ocurre que parezca demasiado importante: se desangra en Sarajevo lo que queda de Europa, suena aún About a girl a pesar de que Cobain ya se ha volado los sesos, las noches son más largas en el sueño de la coca y hay días en que todo pierde pie y se va a pique. Pero hoy algo está a punto de cambiar, el universo ha olvidado sus reglas, ha olvidado que la vida es dolorosa. Y esta tarde, de pronto, vienes tú del futuro, sin coche ni escafandra, con lo puesto, el pelo recogido en una cola y los ojos como estrellas. Y te acercas despacio y me susurras que, aunque ahora el mundo que conozco se me antoje el resultado de una noche de farra, y la vida me reserve la despedida de un maestro, dos fracasos célebres, una separación y, por supuesto, aquella urgencia de ser amado cueste lo que cueste, al final, dentro de dieciséis años -que son dieciséis siglos-, en una tarde de domingo exactamente igual que esta, te atreverás a dar el tan ansiado paso para la humanidad que es desnudarte ante mis ojos y dejar que me adentre en las oscuras hondonadas de tu cuerpo, olvidar que lo demás, irremediable, muere todos los días y que el cielo caerá, eso es seguro, sobre nuestra cabeza alguna vez. Me dices: es cuestión de tiempo, el plan está ya en marcha. Me dices que para eso he de vivir de ahora en adelante.
PLENITUD DEL GALLO Post coitum omne animal triste, praeter gallum qui cantat Ovidio Después de todo debo suponer que esto es como una especie de condena; el no poder hablar, quiero decir, cuando te agarras fuerte a mi cintura y lo hacemos sin descanso. Y también supongo que precisamente era eso el no sé qué que quedan balbuciendo del bueno de San Juan. Y sin embargo luego, cuando me dejas, las escenas van acudiendo y, mientras pienso en ti y en todo lo que hubiera proclamado de no haberme tenido entre tus piernas, de no haberte tenido a ti en mi boca, presiento cómo las palabras cruzan la frontera y se van haciendo fuertes, listas para invadirme el corazón y, sin duda, instaurar la tiranía del recuerdo melifluo y de la pose poética. Si esta es la plenitud de la que los amantes hablan siempre, qué idea tan vacía y qué locura no evitar que te vayas, no pedirte más, muchísimo más, hasta la muerte por pura extenuación o por colapso cardíaco, y en cambio conformarme con ser aquel gallo de Ovidio, el único ser vivo al que, post coitum, le entran ganas de ponerse a cantar como un idiota.
DARWINISMO
¿No lo hueles, amor, no lo percibes? ¿No hay algo en este cielo azul que suena a póstumo homenaje? ¿No parece que todo se desboca y nos desvela el verdadero rostro de los años? ¿No sientes esa inercia? ¿No presientes la fuerza de la ley que nos dirige a todos, hombres y animales, cuerpos y almas, culpables e inocentes? ¿Puedes acaso distinguir entre el deseo de un mundo destinado a la armonía y esta realidad de eterna lucha por la supervivencia? En el amor el darwinismo es todavía más brutal, también más efectivo, y sigue las desalmadas reglas que el más fuerte siempre acaba imponiendo. Por eso hoy he decidido al fin verlo tan claro, asumir el hecho de que en mí todo está muerto, que aquel antiguo hábito de amarte se convierte esta mañana en algo insoportablemente inútil, y que para que yo vuelva a vivir tengo que destrozarte el corazón, abrirte las entrañas y matarte como se mata, amor mío, esa mosca que no ha dejado nunca de zumbar sobre un cadáver que se pudre.
BIENVENIDA
Ahora que te he dado la patada, precisamente ahora que he dejado tu cuerpo en la cuneta, como a un perro, ahora que estás más sola que la una, bienvenida a mí, amor, y bienvenida también a este extrañísimo lugar que es mi vida. Hoy percibirás algunas novedades importantes y has de estar preparada. Aquellas cosas que te pertenecieron han pasado inevitablemente a mí. Esas cosas que estaban para ti en los altares yo las he profanado. Mantendrás el nombre y la apariencia, pero nada encajará si no aparezco yo para explicarlo. Ahora soy la parte más jodida de ti, la que te acecha, la que al final acabará contigo.
NUEVO LENGUAJE
Comienzo a percibir que todo tiene una sombra que oculta lo importante, y que el lenguaje se hace extrañamente dúctil y ambiguo, y que mi corazón ha estallado por fin en mil palabras que duelen como duelen estas noches eternas. Los sonidos, por ejemplo, del tráfico en la calle, los susurros de una conversación en el oído, aquellos monosílabos soltados a destiempo, el rumor que se deshace en un beso muy largo, todo tiene el ex libris del tiempo, el memorándum de lo que ya no existe y la advertencia de que, después de todo, soy mortal. De ahora en adelante los preceptos de la vida que vivo serán algo claro y distinto y el idioma hará el resto. Cuando diga porvenir diré pasado, cuando diga tú diré yo mismo y cuando diga amor diré cualquier palabra que recuerde a la ruina, a la pérdida, al naufragio.
AL REVÉS
Y tú, superviviente especialista en toda clase de martirios, tú, recalcitrante mártir cuyo ejemplo sacude la conciencia del inicuo que ha osado imaginar un mundo en el que tu tormento no es imprescindible, ¿qué harás con el cadáver de ella esta mañana?, ¿cómo podrás vivir ahora, cuando todo está al revés y Cristo por fin anda por ahí crucificando a los romanos?
Esta plaquette con poemas de David L贸pez Sandoval se reparte de forma gratuita en el ciclo Mursiya po茅tica desarrollado durante el mes de mayo de 2014 en la ciudad de Murcia.
David López Sandoval, nacido en Córdoba en 1975, reside actualmente en Murcia. Tras haber recorrido durante su infancia media España y un cuarto del extranjero (vivió en Marruecos seis años), “dio con sus huesos en Murcia, donde se doctoró en Filología Hispánica”, indica el propio autor. En la actualidad, David López Sandoval es profesor de Secundaria y Bachillerato en un instituto de Bullas. Lector a tiempo completo y escritor a tiempo parcial, ha publicado una novela, ‘Viaje al Parnaso’ (Editorial Epígono, 2001), un libro de poesía, ‘Náufragos’ (Editorial Tres Fronteras, 2010) y también algunos cuentos en revistas y antologías ad hoc. Su poética se podría resumir con las típicas pinceladas de siempre: “aclarar ideas, revelar algunos estados de ánimo, poner orden al caos en el que nos sumergen ciertas experiencias, y, sobre todo, decirlo todo con sinceridad suficiente como para que sea entendido por el lector”, concluye el poeta.