La mancha 135

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Voces, música e ideas

año 13

número 135

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Oscar Sotillo Meneses


Editorial Quinta Crespo Surtida de cuentos chinos Los Palmeros de Chacao Venus de la ciudad Increíble como en Macondo José Manuel Briceño Guerrero Presupuesto nacional de cultura Voy por Caracas a pie Pasado presente Trabajo Ciudad que soy Tiempo anónimo A la ceiba de El Valle No juzgo... Nuevos paisajes etílicos para... La percepción El “quesito” valenciano Mi Caracas de siempre Espacios descriptibles Pueblo: Dialéctica de las ciudades

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Abusador ISSN: 1690-2718 Depósito Legal: pp200201cs565 Tlf: (0212) 578 07 30 / 0416 631 72 12 Apartado Postal: 17362 zp. 1015-A Ipostel Parque Central Caracas Venezuela lamanchax@yahoo.com lamanchax@gmail.com http://www.lamanchaweb.blogspot.com

COLECTIVO Oscar Sotillo Meneses Janette Rodríguez Herrera Francisco Issa Zambrano Gastón Fortis Silva Dayana López Villalobos Juan Carlos Sotillo Nicanor Cifuentes Gil Roger Altuve Leila Medina Sandra Velázquez Jouseline Rodríguez César Santana Moisés Mirele Oscar Fernández Oscar Rodríguez Pérez Lucía Aimara Borjas Manuel Azuaje Reverón Beatriz Aiffil Oswaldo Antonio González Félix Gerardi Laotse Armas María Teresa Hernández Cheo Niño Luis Pernía

Darién Giraldo Bogotá-Colombia

lamanchax@gmail.com Corrección Colectiva

Agradecimientos

A la revolución

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Ciudad musical

Stalin en Lechería


Carro con identificación oficial estacionado en plena caminería frente al Hotel Anauco Suites en Bellas Artes. Ejemplo de abuso y de falta de consideración con los peatones.

Para que no digan que Caracas no es una ciudad musical. En plena parroquia Altagracia conseguimos este RE botado por allí.

Aunque usted no lo crea. En Lechería, el barrio más sifrino del norte de Anzoátegui está esta estatua de José Stalin, boceto a escala de la que estuvo en Bucarest hasta el año 1958.

Aquí y ahora LA MANCHA 135

digital y llena de color La Mancha, a partir de este número asume la imposibilidad de pagar los altos costos de imprenta, papel y tintas y decide mantener su espacio para las ideas ahora en formato digital, con todos los beneficios que esto nos trae. Por primera vez toda la revista se viste de colores y entrega 44 páginas llenas de imágenes acompañadas de textos que en esta edición presentan una visión de la ciudad como espacio de lo posible. Mantener una revista por trece años es y sigue siendo un desafío, lo bueno es que siempre nos lo planteamos así. La Mancha ha generado su propio piso, su espacio para disfrutar el compartir de ideas, el trabajo y el hacer. Porque no nos hemos quedado en la cháchara dicharacherística y para muestra un montón de botones… Ahora nos planteamos lanzar al paisaje venezolano una revista electrónica que posibilite el encuentro (¿confrontación?) llano en la aventura de pensarNOS en temas diversos que involucren nuestra cultura e idiosincrasia, vistos con el hermoso lente de la política. Seguimos con la necesidad y ahora más que nunca, de escucharNOS –leerNOS– en otras formas ahora tecnológicas que abran puertas para reflexionarNOS. Damos gracias a todxs los que creen en el proyecto La Mancha y lo hacen suyo ayudándonos a mantenerlo, gracias a todxs ustedes nos planteamos continuar empujando espacios para compartir ideas. 5 5


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Quinta Crespo Imágenes y texto: Beatriz Aiffil

Los taxistas, porque a veces

una se monta en su taxi, no quieren ir a Quinta Crespo. No quieren oír mencionar esa localidad. –Señor, ¿nos puede llevar a Quinta Crrr…? Hasta ahí llega el cantar. No te dejan terminar la frase. Era azul el taxi, pasado, se fue. Es sórdida la cosa, jevi, es como vivir en el Bronx o en Johannesburgo o en Bangkok. En Quinta Crespo, Santa Teresa –que es Santa Texas entre nos–, San Juan, Santa Rosalía y El Silencio el panorama es similar. Conforman un barrio plano, tal como si nos hubiésemos derramado de El Calvario. Es lo que llaman daun taun, los gringos. Ahí está todo: Miraflores, el Capitolio, el Centro Simón Bolívar, la central de bomberos, el mercado, bodeguitas y supermercados, ventas de trajes de novia, tiendas de brujos, casas de instrumentos musicales, iglesias misteriosas de peca-

dos simulados, templos que ofrecen sanar dolores de alma, pensiones, plazas, teatros recuperados y devueltos. Todos los poderes, todas las oficinas, todo. Además está el corazón de Caracas: la Plaza Bolívar. Pero para entrarle a Quinta Crespo, y aunque pertenezca al mismo saco, hay que nombrar todo, menos Quinta Crespo. Ahora que se armó la de san Quintín Crespo, menos que menos. En ese saco hay refugios, residencias, tugurios, guaridas, cubiles, casas, pensiones, viviendas Venezuela, calles sucias y dos calles limpias. Hay gente organizada y anárquica, preocupada y apática, sucia y aseada, indolente y decente; hay especuladores, buena gentes, mafiosos, buhoneros desalmados y honestos, malandros malísimos y malandros buenos –categoría aceptada–, narcos al detal –los narcos al mayor están en el

Este-, indigentes, trabajadoras de la calle, obreros portugueses, españoles, colombianos, dominicanos, venezolanos. Todos los días hay alguien que cumple años. Hay tiros, puños, bofetones. Hay amor, sonrisas, solidaridad también. En ese saco hay un Mandela bajo una mata de caucho. Un Alí entre gente que llaman fea. Un Bolívar con palomas que lo tratan de tú y se le paran confianzudas en la cabeza. También hubo niños ahora jóvenes que recibieron ansiosos clases de inglés en improvisado salón del refugio que ellos llaman “de la alegría”. Niños a los que llevábamos en filita a las actividades de reciclaje organizadas el Gobierno Bolivariano en Plaza Caracas. Gente que vive en galpones mientras construyen su propio edificio.

Y un hermoso amigo, Chicho, que siempre ofrece llevarnos en su mototaisi pa África. 7


Surtida de cuentos chinos Imagen y texto: Oswaldo Antonio González

“Puedo electrificar la ciudad, pero la ciudad me ignora.” Cecilia Ortiz

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Odalisca dormida después

de cuatro días de rumba a todo volumen. Chama tuki maquinando a los pies del sultán enamorado. Sinuosa sifrinita embauladora de su Guaire postergado, inestable pero parapeteándose, echándole bolas pa llegar a fin de quincena, cuadrando un negocito bien bueno, inclinada a todo menos a inclinarse. Surtida de cuentos chinos, desabastecida de idealistas y poetas ad honorem. Surcada por ruedas que perdieron el pudor y por marchas

que no acaban de llegar. Dividida y mezclada, lista pa la parrilla donde comen el niñito de papá y el landron. Voy de Petare rumbo a La Pastora, y acelero pa resolver un beta en Lomas de Propatria. Valle de lágrimas, vega de la eterna primavera, con ganas de llegar al cielo para huir de su infierno privado y su caos público. Motorizada comiéndose la luz. Planchándose el cabello para entrar al estadium universitario a ver las sombras vencer la luz. Punzopenetrante.

Penetrada, invadida. Colonizada y a la vez invocando a sus dioses toromaymas. Con su Reina escondida cabalgando desnuda sobre la danta, y la otra, la copia, tragando humo, y sus muchas otras reinas de silicón barato oliendo pega para olvidar la golpiza de anoche. Con sus catedrales que se caen a la vuelta de una página del diario. Eléctrica y electrizante. Tripiando sin güiro. Y es que yo quiero tanto a mi Caracas. Te loviu que jode, la mía. La que da el ejemplo.

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Los Palmeros de Chacao

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de los primeros peones asentados en la periferia de la hacienda de café del Curato, área que con el tiempo llamaron El Pedregal. Herederos de una tradición que data de 1700, fueron declarados Patrimonio Cultural Municipal en 1999. Los Palmeros suben cada viernes anterior al Domingo de Ramos y bajan el sábado siguiente con las hojas de palmas que serán bendecidas en la celebración del día en que la tradición cristiana recuerda la “entrada triunfal” de Jesús en Jerusalén, exactamente una semana antes de la resurrección. Conocimos a Luis Reyes, heredero directo de esta hermosa manifestación en la sede de Los Palmeros, el artista plástico Héctor Fuenmayor nos presentó y quisimos hacer esta pequeña nota solo para recordar el trabajo de nuestros cultores, quienes entregan su vida a las tradiciones que nos dan la identidad. Gracias a Los Palmeros de Chacao por su trabajo.

Janette Rodríguez Herrera

Sus integrantes descienden


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LucĂ­a Aimara Borjas


Increíble como en Macondo Gastón Fortis Silva

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Sandra Velázquez


García Márquez, mejor conocido como Gabo, asistir a unos cuantos eventos importantes, algunos de orden estrictamente personal y otros de mayor magnitud, de esos que involucran a un país entero. Regresaba el Gabo de una larga estancia en Europa y tuvimos la suerte de que su puerto de arribo fuera Venezuela. El mismo país del norte de América del Sur en el que presenciaría como en la “Vaca Sagrada” saldría huyendo el dictador Marcos Pérez Jiménez, suceso que se registra el 23 de enero de 1958, año importante incluso para Gabo que en marzo contraía matrimonio con Mercedes Barcha. Pero el 58 fue además la antesala del triunfo de la revolución cubana, el mundo se sacudía y era la América Latina y caribeña el epicentro de esa sacudida. Luego la propia revolución cubana le convocaría a formar parte de su recién estrenada agencia de noticias “Prensa Latina”, y todo esto mientras construía la obra que haría del Gabo uno de los escritores latinoamericano más importantes de todos los tiempos. Pero la vida de Gabo es una larga e intensa historia, y la que hoy nos ocupa es una breve e incierta. Alguien me contó una vez, que por aquellos años del Gabo en Venezuela, andaba una noche de juerga por Caracas con el escritor Salvador Garmendia quien le propuso ir a “echarse los palos” en un bar de moda por esa época, y llegados los dos narradores a la puerta del bar los ataja el portero quien le dice a Salvador refiriéndose a Gabo, que en aquel local no se permitía el ingreso de los caballeros sin vestir un saco, Salvador sin demoras preguntó: -¿pero bueno, es que usted no reconoce a este caballero? A lo que respondió el portero. -¡Ni que fuera el premio Nobel, por esta puerta no me pasa nadie sin saco!

Félix Gerardi

Entre 1957 y 1960, le correspondió a Gabriel

José Manuel Briceño Guerrero Nació en Palmarito, estado Apure, el 6 de marzo de 1926. Fue filósofo, filólogo y escritor reconocido en el mundo por su obra ensayística y narrativa. El 31 de octubre de 2014 falleció en Mérida. El también conocido por el heterónimo Jonuel Brigue, nos dejó una amplia y profunda creación literaria, filosófica y de reflexión sobre la identidad latinoamericana. Para él todo nuestro amor

En este enlace puedes leerle: http://vereda.ula.ve/jonuel_brigue/ 13 13


Presupuesto Nacional de Cultura Francisco Issa

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VCaracas oy por a pie

Imágenes y texto: Oscar Sotillo Meneses

Todavía es temprano, el sol no acaba de apa-

recer en la avenida Universidad. Hay cafeceros ambulantes que pregonan caféee, toddy, manzanilla, pero prefiero meterme en una taguarita que vende empanadas y pedir un marrón grande en plena esquina de San Francisco. Ya el sol pega de frente y las sombras se proyectan largas en las aceras emparchadas. Pongo rumbo hacia Parque Carabobo. Están reconstruyendo esa vieja plaza según un proyecto engavetado por décadas que trazó Carlos Raúl Villanueva. Se ven los plásticos hondeando con la brisa y se oye la algarabía de los muchachos del Liceo Andrés Bello. Ya el mural de la historia de Venezuela comienza a despedazarse por la intemperie. Al frente del liceo hay una patética casa de apuestas deportivas. Una barbaridad. 17


La nueva sede de la GAN luce gigantesca, los vigilantes se asoman al portón y ven pasar la gente mientras Benito Juárez le da la espalda desde su pedestal histórico. La presencia del café es permanente, en la mañana todos tomamos café, como los negros de Mamá Inés. Arrecia un pasticho musical desde el mercado que revende baratijas chinas y discos quemados. En todo el centro del mercado quedó atrapada una escultura de Baltasar Lobo. Están construyendo la Plaza del Alba, casi en secreto. Es esa gran explanada que está entre la Avenida México y la avenida Bolívar. Parque Central luce envejecido, allí donde en otros tiempos quedó El Conde. Sus mamotréticas torres generan una densidad casi infernal. Odiado y querido ha sido éste símbolo de la modernidad alocada de Caracas. Prefiero seguir por la avenida y cruzar temerariamente la calle para alcanzar el Teresa Carreño y la sede de Uneartes, que antes fue el Ateneo de Caracas. Ya en junio no huele a flores de caoba, pero sus sombras confortan en esta caminata. Aquellos jardines secretos del Museo de Ciencias se han convertido en el Paseo del

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Buen Vivir. Pasan los muchachos y las muchachas en pleno nacimiento creativo. La gente sigue tomando café por todas partes. La plaza de los museos es un círculo de cemento perfecto para que el calor te calcine, pero aún es temprano y los dos edificios neoclásicos del Museo de Ciencias y la antigua Galería de Arte Nacional lucen hermosos con sus relieves de Francisco Narváez. Hay gente trotando y caminando a los perros. Les lanzan pelotas que van gustosos a recoger. Hay varios muchachos practicando malabarismos, otros aparecen de pronto en una patineta. No voy a entrar a los museos, voy a seguir de largo por la escalera que custodia Teresa de la Parra que nace de una fuente vacía. Viene más gente con sus perros. Los caobos, los mijaos y los bucares refrescan el parque en la mañana. Más gente trota y ya hay novios besándose, colegialas escapadas y futbolistas de pasión. Al final del camino aparecen los carros que cruzan por Plaza Venezuela, cerca del Abra solar de Otero. Caracas es mucho más larga. Sigue Sabana Grande, El Recreo, Chacaíto, Chacao, si siguiéramos caminando llegaríamos a Petare, pero me cansé.

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Pasado presente Imagen y texto: Janette Rodríguez Herrera

Pensaba su vida en la Galicia ahora tan lejana, mientras

su mirada se paseaba por la espuma blanca que dejaba el inmenso océano que lo rodeaba al chocar contra el diminuto artefacto en que viajaba. Sentía escalofrío en todos y cada uno de sus huesos, cada vez que trataba de imaginar su futuro en el nuevo mundo. Un frío gélido le recorría el cuerpo, mientras bajo el luto cerrado de su sotana, los chorros de sudor lo recorrían desde el rostro, le rodaban por los brazos, por el pecho, por las entre pierna y bajaban como chorros hasta los pies. Nunca había sido tan consciente de su cuerpo hasta que empezó a sentir los rayos del sol en el Caribe. Estaba entrando en tierra de indios. En los pequeños caños se podían ver las extrañas construcciones. Tendría que cristianizar a toda esa gente. A todos los salvajes. Sería un trabajo titánico. Tendría que dedicar la vida entera. No había bajado del barco y ya se preguntaba ¿Cuándo iba a regresar? No se acostumbraba a la sensación de miedo que lo invadía. Él siempre había sido muy seguro, hacía su trabajo con confianza, conocía a todos sus feligreses. Habían crecido juntos. Toda su vida había sido segura. Ahora por primera vez estaría entre extraños, todos extraños… ajenos, nadie lo conocía y él, no conocía a nadie... Cuando bajaba del barco en la ciudad de Bolívar, como la llamaba, sintió la brisa del Orinoco. Y escuchó el soni20


do de las voces de los lugareños. Hablan español, pero distinto, casi no entendía. Había un grupo de personas que agitaban sus pañuelos y caminó hacia ellos. Poco a poco fueron juntándose los familiares y se fueron retirando y se acercó una joven mujer que le dijo: -Bienvenido Padre José. Y José sintió nuevamente el sudor que lo hacía tan consciente de su cuerpo y de los rayos del sol y de los ojos que miraban directamente a los suyos. Ella era tan... delgada, sus largos brazos terminaban en unas manos con dedos muy finos, a pesar de que se notaba que eran manos trabajadoras, estaban tan limpias. Bajo el vestido medio luto, se notaban sus piernas y al final del vestido, tan largo, se podían ver sus tobillos coronando unos zapatos cuidados y muy limpios, muy viejos y muy limpios. Ella era... ¿africana? Era mulata, ...era negra. Ella... era hermosa. Y usted señorita ¿cómo se llama? Y ella mirándolo directamente a los ojos, dijo: María. Me llamo María Dolores. Me enviaron de la parroquia a guiarlo en su nueva vida... A los tres meses se casaron. Cuatro hijos y mucho trabajo después, José seguía dando las gracias a su Dios, por haberle abierto la vida a una realidad tan diferente de la que había imaginado. Ahora sabía del amor... las aguas del inmenso río Orinoco le traían todos los días su luz hasta la ventana. 21


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rabajANDO... T Playa Lido. Lechería, estado Anzoátegui

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Ciudad que soy Imágenes y texto: Nicanor Cifuentes Gil

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ienso la ciudad como si me mostrase sus andamiajes, como si me entendiera capaz de descifrarle sus tantos tatuajes incomprendidos, sus relatos de polvo y huella efímera, sus elementales laberintos. Es puro tiempo esta ciudad. La misma torre blanca no permite que se erosione la cal que la viste. La plaza se deja peinar de brisa y el exacto brillo del bronce cuando enciende el sol sus sonidos no me habla de espacio alguno... es puro tiempo esta ciudad. No estás habitada por mansedumbre ni rocío. Un aturdido gesto se pluraliza eco y resuena desde que

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el párpado del día renueva su mirada. Sé de tus muros invisibles... tropiezo con ellos como imantado a sus presencias. Por qué entonces me desplazo por entre tus sombras como sangre derramada luego de la violencia. Por qué colecciono frases dichas en tus paredes. Por qué la necesidad de verte amorosa, condecorada de bombillas encendidas expandiendo colores. No eres nicho de insecto ni locus de estadística demográfica... como barro intacto a la espera de un delicado contacto narras cómo ha sido de arduo el


lamento por tu dermis corroída, mil veces inflamada por traficantes de la nada. Yo te escucho... me escucho en silencio. Cabilla, camafeo oculto en la privada gaveta de la inocencia, derrape, metralla, envoltorio de caramelo, corbata, poliuretano, aroma amarillo, miel de la piel están en tí. Gato que se deja habitar por mi caricia, gato callado que no cierra su mirada y comunica tanto. A la final, cada iglesia o templo, cada verdor de seña en cada esquina, cada reloj que te mide en diversa

circunstancia y en puntual latido no es más que la inmensa necesidad de juntarnos los todos, las todas para vencer el miedo a la soledad de ver pasar los ocasos sin la debida sensación de sabernos vivos. Ya vendrán las esquirlas, los pétalos, las enumeraciones, las descripciones, las coordenadas, las sinuosas escaleras, las palabras y sus señas aéreas para asociarte a un gris desespero, a un aullido a destiempo que cifra su torpeza a creerte solo urbe de urbanas razones. Al menos sé que así no eres... ciudad que soy. Atardece temprano el 24 de enero.

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Tiempo anónimo Imágenes y texto: Juan Carlos Sotillo

Solo, allí en el tranquero de los tiempos, se te va

Time C.A.

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yendo, viejo, tu historia. La ciudad te atrajo, te usó, te regaló lo que ella sabe y lo que te hizo saber, y acaso te abandonó, a que el tiempo se encargara de ti. Total, es implacable, todo lo cura y abona el olvido. Allí eres anónimo, viejo, y si eres pobre, más. A la ciudad cuerpo no le importas, ella no tiene el alma que tú sí. ¡Cómo quisiera verte, viejo, echándole color a una calle para que se ponga sonrisas! Pero capaz no hay tiempo. Ya vendrá otro, otra, que te suplante. El tiempo se encarga de ti y en la ciudad es anónimo.


Cielo intervenido La ciudad capitalista

roba del cielo sus azules. La ciudad capitalista dibuja las sendas así en su tierra como en sus cielos. La ciudad capitalista hiere los azules con grises polvorientos, con harapos de llanto, a veces disfrazados de oropel. La ciudad capitalista entra, líquida, en cada hendija nuestra. La ciudad capitalista nos hace carne de su carne, es cuerpo de nuestros cuerpos. Somos la sangre que va oxigenando sus órganos-edificios. La ciudad capitalista nos usa y, como el capitalista, de vez en cuando nos da vacaciones de colores en sus edificios pintaditos de falso, de pura fachada. Allí, sin embargo, a veces pareciera que muy lejos, espera ese punto de luz.

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Astillas imperiales Astillas afiladas son las cercas de los pobres. Del pueden ser las ciudades de otra forma. Sus calles no vidrio con logo imperial hacen ellos su cerco disuasivo, porque en esta ciudad si no te defiendes, te invaden el patio, te llevan las gallinas. Porque, pues, parece que atrás quedaron los patios abiertos, aquellos que cualquier vecino atravesaba con el saludo y hasta el cafecito en la taza pa la vecina de al lado. La ciudad cercó las existencias y de allí a cercar las casas contra acechos que quieren lo mío, mi propiedad privada de la que usualmente estoy privado, hay un solo paso. La ciudad que conozco niega lo colectivo y claro está propicia lo individual. La ciudad es mímesis de las estructuras de las ideas que construyen el mundo, no

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son para humanos sino pistas para carros. Sus lejanías modifican el tiempo junto con el espacio. Su espacio está demarcado, para definir lo mío, lo tuyo y lo de nadie. Allí en la ciudad poco se ve un de todos porque lo que ella emula carece de esa noción. La ciudad niega lo colectivo, lo entorpece, lo oculta, lo aniquila, aunque en promesas de políticos se pregone otra idea. Estas ciudades nuestras no están hechas para cambios profundos. Así como están, no permiten disidencia ni revolución alguna. Con las astillas del imperio, oh ironía, se construyen los límites dentro de ella. Quién sabe, a estas alturas, qué podrá salir de allí.


Qué dice brodel? Allá en aquel rincón

de la ciudad que se alejaba estaba Simón, con lentes, custodiando algo de partes eléctricas para carros. Allá, lejos de la visión protocolar, se puso sus lentes oscuros porque en esta ciudad el sol es arrecho. Allá, en su rinconcito, eso sí, con lentes oscuros, velaba Simón por que la vaina siguiera por el camino de la lucha, por esas sendas que él predicó, las de la libertad, las de no someternos a voluntad ninguna. Allá, en el borde de la ciudad, se atrevían a tratar a Simón de panita, de vestirlo como en ese borde son, de ponerle lentes de sol, de hacerlo escribir como allá escriben. Allí en el borde vivía este Simón, porque la última vez que fui se había marchado. Pusieron arriba de su imagen, sobre la pintura blanca que lo cubrió como sudario, un letrero azul y rojo que decía Se Vende ¿O era se vence?

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Luis Pernía G.

A la Ceiba de El Valle. 5 de octubre del 2014

Sábado, cuatro de octubre sobre la húmeda calle cayó con un gran estruendo nuestro centenario símbolo que fué la Ceiba de El Valle. Allí te quedaste inmóvil inerte bajo la lluvia cual derrotado coloso con tus ramas aplastadas solitario y silencioso. Tú que fuiste un ser vivo fuerte, alto y colorido que engalanaste El Valle y viviste más de un siglo cuantas cosas vivirías y fuiste mudo testigo. Cuantas aves, cuantos nidos en tus ramas albergaste y a miles de parroquianos les distes sombra y abrigo hoy mueres heroicamente héroe del deber cumplido.

Cerca de tu esbelto tronco construyeron una escuela es la gran” Elías Toro” cuyas aulas han forjado a niños de Venezuela. Cuantos niños observaste con sus gritos y sus juegos con risas y algarabía saboreando su merienda en el tiempo del recreo. Tantas lluvias, tantos soles que te hicieron crecer fuerte pese al embate del viento fuiste un árbol altivo amigo y benevolente. Hoy observo con tristeza tu cuerpo de Ceiba caído que las sierras indolentes en trozos te han convertido.

Tu erguido tronco y tus ramas vieron la transformación que vivieron los valleros con la modernización.

Pero nos queda tu esencia tu espíritu combativo que la lluvia, el sol o el viento no lograron reducirlo.

Esas pequeñas veredas angostas y pueblerinas tornáronse en anchas calles y modernas avenidas.

Hoy ha muerto un noble árbol símbolo de cosas buenas quien, a la Parroquia El Valle le dió amor, a manos llenas. 31


Nuevos paisajes etílicos Dayana López

COCUY: Bebida alcohólica destilada en alambiques artesanales, mayormente en comunidades de los estado Lara, Falcón y hasta en Yaracuy. PECAYA: Territorio de indios Ajaguas, ubicado en la serranía de Falcón. PENCA: (De or. inc.). Hoja, o tallo en forma de hoja, craso o carnoso, de algunas plantas, como el nopal. O, nervio principal de las hojas de ciertas plantas, como la acelga, el cardo, la lechuga, etc. Troncho o tallo de ciertas hortalizas.

Roger Altuve 32


para la fauna urbana

¿Quién recuerda cuánto vale una caja de cerve-

za? Tampoco es que importe mucho. Lo que manda -aquí y ahora- es el Cocuy. Esta bebida espirituosa se obtiene de la planta conocida como Agave Cocui y uno de los más apreciados es el Cocuy pecayero, producido en una comunidad dedicada íntegramente a su producción. Dicen los expertos que, junto al ron y al cacao venezolano, el Cocuy de Pecaya es uno de los tres productos nacionales con “Denominación de Origen” certificada. No sé si a los catadores de Cocuy les importe mucho el dato, lo cierto es que el pecayero es uno de los más cotizados y mejor destilado, según ciertos paladares. Que me perdonen quienes prefieren los destilados en Lara. De todas maneras Cocuy es Cocuy venga de donde venga. Al igual que el ron venezolano, este elíxir nada tiene que envidiar a las mentadas etiquetas rojas, blancas, negras y azules escocesas. Nuestra creatividad ha dado para tanto, que al Cocuy se le ha visto además mezclado con jugo de papelón, flor de jamaica, parchita y ha protagonizado versiones criollas del mojito “cubano” en ciertos bares de Caracas. Lo mejor es que todo el mundo -etílico- hoy en día sabe cuánto vale una botella de Cocuy; y también sabe que, a ese precio, el Cocuy es como el agua: NO SE LE NIEGA A NADIE, PORQUE SINO TE MUERES AHOGADO. 33

Janette Rodríguez Herrera


NEUROCIUDAD

N Ó I C P E C R E P A L Oscar Fernández

a “creamos al mundo que nos cre a” vid os am en la eterna espiral que llam

tantáneaAl hablar de la percepción ins universo mente nos adentramos en el ión deac de los sentidos, y la interpret á depenrivada a través de éstos variar especial diendo de quien observa y en servador de la experiencia que dicho ob servado. posea frente al fenómeno ob de obserDicha observación (al hablar rcepción vación nos referimos a la pe sentidos generada a través de los cinco os intertid e incluso a través de los sen la anticinos tales como la intuición y rsona que pación) irá desde aquella pe uella que no percibe nada, hasta aq el común puede identificar detalles que en recode los observadores no pued cha dimu nocer o que descubren con diversidad ficultad. ¿A qué se debe tal ómeno?, perceptiva ante un mismo fen tido gea todo esto lo llamamos en sen como dice nérico experiencia. Pero ¿es cabeza es un refrán común que cada y no a la sí un mundo?, la respuesta es e la alievez. Ya que si bien es cierto qu de cons nación a través de los medio casi autósumo de masas nos ha vuelto de dicha matas negando la posibilidad mundana, diversidad en dicha cabeza epciones por otro lado siempre hay exc r que la que permiten ir más allá y pensa en pequediversidad existe aunque sea no desde ña escala. ¿Entonces, hay o una o ión la perspectiva de la percepc a ciudad varias ciudades? ¿Es la mism un artispara un músico, un poeta o la ciudad, ta plástico que se inspira en 34


ecologista o un que para un político, un solo citar a unos matemático? Por tan rario ¿es la ciucuantos. O por el cont tros sentidos cual dad una ilusión y nues n cuál es la reamatrix nunca nos dirá ido todo lo que lidad real y en tal sent os en torno a la hagamos y/o pensem o intelectivo inciudad, será un ejercici o percibes tú a la trascendente? Y ¿Cóm egre, dinámica, ciudad?: bulliciosa, al aminada, mágicaótica, colorida, cont bería preguntarte ca, peligrosa, o… de ciudad? ¿Cómo te sientes en tu ¿temes vivir en ¿Tu ciudad te asusta, ntrario celebras dicha ciudad o por el co ? Estas pregunla magia de ser citadino ples, son el puntas aparentemente sim caminar tu vida, to de partida para en rcibas la ciudad ya que tal y como pe nte aún así serás así será y más importa quieres sentirte o tú. Entonces, ¿Cómo a tu ciudad? No cómo quieres que se se trata de mirar se trata de fantasear, hacia adentro, la ciudad no de afuera irarla de adentro sino por el contrario m ta de ver lo que hacia afuera. No se tra lo que hay y preno hay, se trata de ver siento con eso guntarnos ¿Cómo me ibo? Y entonces y/o ante eso que perc mal, bien o indiaccionar. Si me siento cer para que esa ferente, ¿qué debo ha o desaparezca? emoción se mantenga la ciudad, debo ¿Debo mudarme de colectivo como formar parte de algún guir haciendo lo La Mancha o debo se nto bien así? Reque hago pues me sie ad habita dencuerda que tu neurociud equilibrio entre tro y fuera de ti y es el inará a qué tipo ambas el que determ ces. de neurociudad pertene 35


Una receta

Otro viejo plato del país es el “quesito” valencia-

El “quesito” valenciano

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Ramón David León

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no, que disfruta de justificado prestigio en la ciudad que le da nombre. Es de neto origen colonial, y como algunas fórmulas de cocina criolla de prestancia, tiene algo de español y mucho de nativo. Antes de la Patria era manjar de campanillas en las mesas aristocráticas de la Valencia del Rey. Aseguran las crónicas de entonces que jamás faltaba en los comedores de las casas curales y en los refectorios de los Conventos, muy particularmente a las horas del desayuno. En las solemnidades hogareñas, en los felices aniversarios domésticos y en la celebración de los santos y cumpleaños de las niñas de la familia, era elemento obligatorio en las comidas. Los domingos y días de fiesta no fallaba en ninguna residencia solariega. Después de la Emancipación vino a menos. Su preparación es tan sencilla como los ingredientes que la componen. Queso blanco llanero, mantequilla, cebollas y leche son las materias primas que entran en el “quesito” valenciano. El primero se corta en tiras de escaso grosor, que son fritas luego en la gustosa grasa, en la cual se sofríe también la cebolla convertida en delgadas ruedas. Después, unidos ambos componentes, se les pone en el caldero y se les va derramando leche poco a poco, hasta que todo quede bien compacto y cubierto de una espesa salsa. Se debe servir caliente. Como plato es excelente a la par de liviano. Es una de las confecciones de fogón que se recomienda por sí mismas. Se refiere que lo inventó una monja que era muy adicta a las comidas refinadas. El “quesito” valenciano tiene significación espiritual, a más de estirpe. Es plato de selección fino y mesurado, incapaz de causar perturbaciones digestivas, casi uncioso. Su origen parece estar confirmado por su apariencia y sabor: una mente religiosa lo imaginó, y manos seráficas lo confeccionaron. Por menores prendas muchos humanos y algunas cosas de este mundo han alcanzado si no la santidad sí la beatificación. De resultar veraz la leyenda que atribuye a la monjita la célebre preparación culinaria, bien merece que se la evoque píamente cada vez que se la saboree. Tomado de: Geografía gastronómica de Venezuela, Línea Ediciones, Colección Yantares. Pág. 112 y 113.


Mi Caracas de siempre

Imagen y texto: María Teresa Hernández

La hemos moldeado a través del tiempo, su configuración social, política y

económica, nos ha hecho vivirla de muchas maneras: con gratitud y temores, lo que nos hace tener gran esperanza en que un día sea la que queremos vivir y que pensamos sus ciudadanos sin dejarnos arrinconar por sus habitantes. Tenemos el lujo de contar en toda su extensión con una gran montaña que nos guía –Warairarepano– , nos orienta y nos acompaña con su presencia y ha aguantado estoicamente como el resto de los ciudadanos las consecuencias de nuestro día a día. Pero vamos bien…con muchas ganas de vivirla y seguir poniendo todo lo posible en nuestro actuar y pensamiento, para seguirla acompañando y disfrutando con gozo y libertad. 37


Manuel Azuaje Reverón

Espacios descriptibles 38

¿Qué es nuestra ciudad? Vale la pena preguntarnos por aquello que nos hace sentir nuestra a la ciudad, aquello que define a una ciudad desde la pertenencia a ella. No a partir de reflexiones escolares o definiciones bibliográficas, sino a partir de cómo la vivimos, cómo sentimos el espacio en el que crecemos, militamos, transitamos y nos perdemos. Porque la ciudad no es un terruño en el que estamos situados, la ciudad se caracteriza por su tamaño. No por la dimensión de sus edificios, sino porque no podemos recorrerla fácilmente y porque cualquier intento de capturar su imagen se pierde en un mosaico de espacios indescriptibles. La ciudad está asociada directamente al capitalismo, a su necesidad de atraparnos a todos en su dinámica mercantil, su tiempo medido y supeditado al trabajo, el desgaste y la transformación de cada uno en una pieza del mecanismo. Por eso tal vez, esos momentos en los que quienes luchamos y soñamos por construir una sociedad distinta, deseamos abandonarla lo más pronto posible. Cuando los bloques de cemento, los árboles enrejados y las cervezas muy caras nos empujan a buscar el monte. Pero la ciudad, en su vorágine mercantil, en sus dimensiones imposibles de definir sencilla y sus tiempos mecanizados, también nos parte en dos. Nos atrapa bajo su encanto, sus bares hasta entrada la noche, sus calles para caminar junto al humo del tabaco, sus cervezas en vaso de plástico y los encuentros inesperados, también desesperados. Aunque muchas veces queremos huir de ella, nos dejamos atrapar. Porque es ella la que nos ha provocado horas de reflexión militante y nos regala esos lugares, donde nos vemos los rostros los amantes de nuestra ciudad.


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Oscar Sotillo Meneses


PUEBLO:

Dialèctica de las ciudades El caos no era hasta la explosión del universo.

Antes todo era nada. Al aparecer el caos mediante una explosión se rompió el equilibrio, la quietud dejó de ser: en todo este cosmos el equilibrio es la muerte. El caos es la vida, la perpetuidad, es desorden, entropía. Encontramos la autopoiesis como sustancia del caos: bello acto universal de auto creación que generó la metáfora del movimiento. Y se crearon las galaxias en bellas explosiones. Y se auto-organizaron sistemas planetarios dentro de las galaxias. Y surgieron los planetas como evidencias del orden inicial porque el caos es imposible sin la dialéctica con un orden. Y quedó un planeta con vida en el sistema solar: la tierra. Aquí, donde vivimos tú y yo, desde esta vida que auto creamos a cada instante, también hemos creado las ciudades. Uno de los asientos de la dialéctica entre orden y caos son las ciudades y el dinamizador de esta dialéctica es el pueblo. Nada demuestra con más brillo la dialéctica cósmica entre orden y caos que cualquier ciudad, donde el pueblo como dinamizador, activa todos los desórdenes en todos los órdenes y viceversa. Una ciudad son todas las ciudades y un pueblo son todos los pueblos. Con sus similitudes y diferencias las ciudades se parecen y se diferencian igual que

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Oscar Rodríguez Pérez


los pueblos. En las ciudades siempre hay pueblos alegres hasta la carcajada y el baile, humoristas con toda la carga de suspicacia ante las acciones del prójimo, metidos en todo cuanto le pasa por sus sentidos, solidarios con quien lo necesite, inventores de soluciones, resteados con la amistad y las causas sociales, laboriosos con el hacer diario e infinito. Los pueblos dinamizan y caotizan las ciudades y además: las ordenan y civilizan. Sin pueblos no hay ciudades posibles. Esto se sabe desde los griegos y sus polis y lo supieron siempre las antiguas civilizaciones indígenas. El dilema de las democracias (que también son inherentes a esta dialéctica) es que los pueblos puedan ejercer plenamente el derecho (y el deber) de civilizar las ciudades. Las hegemonías dominantes impiden esta tarea a través de pequeños grupos (adinerados) que tienden a realizar síntesis cultural para abrogarse esta tarea: nunca la cumplen porque niegan la dialéctica y se apegan al orden en detrimento del caos. La exacerbación del orden (desde la dominación) lleva al control como sistema, y allí gravitan todos los estamentos sociales. Este control que hace solo dialéctica con el equilibrio (muerte), al sustituir el orden (desde la democracia) genera represión. Es por esto que cuando en las ciudades 41

Oscar Sotillo Meneses


se instaura el control, subsisten focos democráticos que se rebelan planteando un orden dialéctico con el caos para romper el control. El control social busca el equilibrio humano que produce alienación a la vida y a la civilidad (muerte). Cuando las ciudades son controladas se produce una asfixia por atosigamiento de mecanismos conductuales (enagenación). El control aliena las conductas, el orden-caos se dinamiza a través de las actitudes. Todos los males ciudadanos provienen de los mecanismos de control que impiden la dialéctica del caos. Los procesos de occidentalización de las ciudades del planeta han producido la instauración de mecanismos para controlar el caos posible, necesario y perpetuo: el Carnaval de Río de Janeiro, Brasil, es una muestra. Pero como en el «Big Bang» que desencadenó el universo, los pueblos se las ingenian para generarle pequeños caos a los mecanismos de control y así generar otros órdenes posibles que oxigenen la vida en las ciudades. El pueblo artista en las calles de la ciudad es una demostración de encuentro de otras formas de orden desde el caos. También el pueblo trabajador se encarga de caotizar el control hegemónico ejercido sobre los órdenes posibles. Todas las formas de ser pueblo (caos) hacen dialéctica con las ciudades (orden) para salvar a la humanidad y a la vida. 42


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Juan Carlos Sotillo


Voces, música e ideas

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año 13

número 135


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