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Estándar de la industria artística | Bartek Buczek

Bartek Buczek

Como visitante en la Bienal SACO, trabajé con los otros artistas invitados como técnico e instalador, que es mi trabajo habitual. He venido trabajando así desde hace doce años, en paralelo con mi carrera artística. A medida que mi personalidad artística se desvanece, mi práctica como instalador sale a la luz. En lugar de hacer mis propias obras mediocres, opté por aportar a las obras de artistas más interesantes.

Llamé a mi proyecto Estándar de la industria artística, dado que lo que trato de hacer es de alcanzar ciertos patrones o desarrollarlos en los campos donde aún no se han establecido. Es una exploración performativa de largo aliento. La industria del arte no tiene muchos estándares, lo que puede provocarnos ansiedad. Para un exartista y trabajador del arte curioso esta Terra incognita es una gran oportunidad para fijar nuevas reglas y divertirse jugando con ellas. Es un juego de nicho. No voy a pretender que se trate de una pieza significativa de arte o de un proyecto de investigación sumamente importante, pero esta transición de artista a instalador me permite poner más atención y apreciar el mundo del arte mejor que en toda mi carrera artística. Trabajar en el nuevo terreno internacional fue una oportunidad para verificar los métodos, herramientas, destrezas y creencias que he venido desarrollando hasta ahora. Fue también una ocasión de enfrentar la creación desde distintos puntos de vista y rastrear cómo los artistas manejan el estrés, los dramas del mundo del arte y las catástrofes. Un instalador cariñoso y consciente debe tratar con cuidado a sus artistas.

Durante la realización de SACO1.0 tuve el placer de trabajar con un grupo diverso de creadores. Traté de aportar lo mejor que pude a sus obras. Esto incluyó cavar mucho para Carole Louis y lograr hundir un par de viejos refrigeradores en la tierra. Me sirvió el hecho de ser muy comunicativo para ayudarla a mantener su idea lo más libre posible (entonces aprendí cuán abierta de mente puede ser una artista). Eric Conrad, el más encantador en todo el mundo del arte conocido, necesitó mis dos eficientes manos y mi velocidad para resolver, mentalidad A-hacia-B. A cambio, él me mostró cómo su aparente indecisión combina muy bien con su alegre creatividad. Elodie Antoine me sorprendió al revelarse como la autora de una de mis obras favoritas de todos los tiempos. Me vi obligado a vencer mi vértigo (que de hecho comparto con Elodie) para colgar sus esculturas textiles. Las pinturas de Ángelo Álvarez se fundían con el espacio del Centro Cultural Casa Azul; trabajar en su apabullante exhibición me permitió sumergirme en el contexto local. Con una exigente obra y personalidad, Adrien Tirtiaux me la puso difícil. Fue mi gran crítico, pero también un gran camarada.

Para mí, la magia del arte aparece en las experiencias entre los artistas de los que me ocupo y yo como cuidador. En el peor escenario –el completo fracaso del proyecto–, aún podría desenvolverme como el más competente instalador de arte que puedo ser. En mi honesta opinión, eso no está nada de mal.

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