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Antofagasta y el desafío artístico en el desierto de Atacama | Johannes Pfeiffer
Johannes Pfeiffer
La invitación a la Bienal SACO1.0 presentó un gran desafío artístico: crear una obra de arte en el Sitio Cero, un área expositiva de 4.500 metros cuadrados en el puerto de Antofagasta, y realizar una instalación en el desierto.
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Mi gran pasión en el arte es el diálogo con los espacios. Esto se aplica tanto a interiores como exteriores y lidiar con el desierto es un tema que me preocupa especialmente en este momento. El desierto es utilizado como sinónimo de espacio infinito o “vacío”, lo que, por supuesto, no es en absoluto. El desierto está vivo, pero es muy inhóspito para la gente. Su vacío solo significa un paisaje sin ella. Entrar en un diálogo con el desierto y cambiarle la cara por un corto tiempo fue una gran fascinación para mí.
El secreto de una instalación site-specific es aceptar el entorno, aceptarlo interiormente por lo que es. Eso significa que debo involucrarme con el carácter del lugar, con su esencia. Para ello necesito acceso al conocimiento inconsciente. Mi intuición me guía. En este lugar especial, la luz y el aparente vacío juegan un papel importante. Aceptarlo y hacerlo brillar por un corto tiempo, esa fue mi idea espontánea. En algunas partes del desierto, esta es una cualidad inherente. Para hacerlo, cubrí las rocas que habían caído de las montañas con una malla de alambre, y sobre ella una tela roja. Un proceso como si hubiera cargado de energía las rocas seleccionadas. Elegí estas rocas y les di un significado especial con el género rojo. Un rojo brillante en el paisaje desértico, hermoso pero también dramático. El color rojo implica tanto dolor como amor. Los puntos rojos en el desierto son como faros en el mar. Nos ayudan con la orientación. Ayudan a dirigir la atención hacia adentro. Como un espejo, reflejan su ser en nuestro interior espiritual. Desierto y “vacío”, combinando diversidad y abundancia infinita.
Luego me llevé las formas vacías de las rocas en un viaje al puerto de Antofagasta. Las piedras pesadas se transforman, se vuelven ligeras y aparecen bajo un nuevo carácter. Incluso en el puerto, su figura descansa pesadamente en el Sitio Cero. Pero su esencia ha cambiado. El puerto es el punto de llegada y de salida de un viaje. Las conchas rojas de las rocas yacen junto a los contenedores, esperando ser embarcadas. Su envío a una nueva ubicación desconocida. Esta incertidumbre permanece.
Lo bueno de las obras de arte es que no todo está aclarado, no todo es legible, queda lo inexplicable. Ese arte le da al espectador un secreto que llena su esencia. Aquí se produce una transformación a través del arte, y transformación también significa asimilación. El espectador no puede evitar llevarse la impresión de que ha ganado algo y procesarla internamente. Nada permanece como estaba y por eso el aspecto efímero de la instalación en el desierto es una maravillosa metáfora de la naturaleza, de las personas y de su historia.