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El lenguaje de las piedras | Sebastián Riffo
Sebastián Riffo
Trabajé en el Centro de Residencias Artísticas ISLA, en Antofagasta, del 17 al 20 de abril del 2021, con el objetivo de conocer, a grandes rasgos, los principales lineamientos teóricos y metodológicos de la Bienal. Luego viajé a San Pedro de Atacama, específicamente a la residencia artística La Tintorera, dirigida por la artista y trabajadora social Verónica Moreno, en el Ayllu de Solcor, a pasos del centro histórico de San Pedro.
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Allí, entre el 20 de abril y el 7 de mayo, aprendí sobre el ancestral y delicado arte del teñido de telas con tintes naturales, al mismo tiempo que me vinculaba con los saberes ancestrales de las culturas andinas a través de encuentros con diferentes personas del pueblo lickan-antay o atacameño. En La Tintorera mis principales espacios de taller fueron la cocina y el fogón del patio. Con Verónica hervimos casi diez metros de tela junto a diferentes materiales tintóreos, entre ellos cúrcuma, hojas de eucalipto, cochinilla, cebolla blanca y morada. El ritmo de trabajo estuvo determinado por el lento pero sistemático proceso de cocción, secado y planchado de los géneros. Con los amarillos, morados y verdes que emergieron, generé matrices y patrones geométricos con una ineludible influencia andina. Realicé un video que recorre lentamente la superficie del alero de Taira y una pintura de gran formato que representa su panorámica general.
De igual modo, realicé diferentes pinturas con referencias directas y figurativas de las pinturas rupestres del alero rocoso de Taira, un conjunto de pictografías y petroglifos ubicado a 75 kilómetros al noreste de la ciudad de Calama, en el Alto Loa, a unos 3.150 metros sobre el nivel del mar y que datan de entre los años 800 a 400 a.C. Me interesó estudiar estas manifestaciones, no solo por su potencial expresivo naturalista, sino también por los diferentes modos en que estas expresiones se relacionan directamente con su entorno natural, geográfico, estelar y cósmico. En ese sentido, para mí, pensar en este universo pretérito es volver a imaginar el espacio de lo sagrado, de lo mágico y, sobre todo, de las armonías posibles entre los seres humanos y la naturaleza. Al mismo tiempo es una instancia para reflexionar sobre su desaparición, pues está bien documentado que el alero de Taira ha sido afectado tanto por la destrucción como por el robo de sus componentes.
Gracias a los vínculos establecidos entre la Bienal y Helena Horta Tricallotis, del Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (IIAM) de la Universidad Católica del Norte (UCN), pude conocer en profundidad los trabajos científicos que han expuesto y sistematizado los principales saberes y conocimientos expresados en Taira. Sin embargo, mi mayor aprendizaje, o exaltación emocional, fue verlo en vivo el 8 de junio del 2021, gracias a la Bienal y la guía en terreno de la profesora Silvia Lisoni, de la agencia de turismo Sol del Desierto.
Para llegar al alero, bordeamos y cruzamos descalzos el zigzagueante río Loa, enmarcados por su monumental cañón de más de sesenta metros de altura. El espectáculo fue siempre conmovedor, abrazados por colosales muros rocosos, cerros y volcanes aledaños, entre ojos de agua y frondosas colas de zorro. Verlo directamente y sin mediación alguna, fue sopesar todas aquellas cosas que las fotografías o las ilustraciones científicas no podían transmitir: el peregrinaje y la travesía como primeras experiencias sensibles del alero; su escala y, con ello, su interpelación a nuestro propio cuerpo como medida del espacio; su amplia extensión volumétrica y el esfuerzo que exigía su contemplación; el múltiple uso de las dimensiones de la piedra; sus texturas, los grosores y profundidades de las líneas horadadas, así como el color de los pigmentos usados y su interacción con las huellas propias de las piedras en las que estaban emplazadas, entre otros muchos factores.
Como resultado de esta residencia, realicé un video que recorre lentamente la superficie del alero de Taira. Asimismo, una pintura de gran formato que representa su panorámica general. Su escala y potencial inmersivo buscó motivar una experiencia sensible que involucrara no solo la mirada, sino también al cuerpo. Además, se presentaron telas más pequeñas con representaciones de fragmentos del arte de Taira, junto con motivos geométricos que aluden directamente a la cultura textil andina. En su conjunto, esta experiencia de residencia reivindicó los diferentes modos de hacer y entender el arte andino como un lenguaje vivo, multiforme, transhistórico y no lineal, capaz de interpelar nuestra contemporaneidad desde su señalamiento, reacomodo y transfiguración simbólica y formal.