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Un ciudadano de Cali por el mundo
Eduardo Ángel es arquitecto, fotógrafo y cineasta, recientemente certificado como sommelier profesional en Lisboa, Portugal, su actual lugar de residencia, donde vive con Catherine, su coequipera de vida y amada esposa. Lo describimos como un ciudadano de Cali para el mundo porque desde hace veintitrés años ha residido por fuera de Colombia, en varias ciudades de Estados Unidos, y ha viajado por más de sesenta y siete países.
Stanley Kohlenberg, uno de los mentores de Eduardo, lo describió como “un caleño de alma nómada con una curiosidad infinita, mente de arquitecto y ojos de poeta”. Luego de graduarse en la promoción de 1993 del Colegio Alemán de Cali y de prestar servicio militar en la isla de San Andrés, estudió Arquitectura en la Universidad de los Andes, en Bogotá, Colombia, donde aprovechó su pasión innata por la fotografía y sus viajes para retratar espacios urbanísticos, cotidianidades y todo lo que su buen ojo artístico era capaz de enaltecer a través del lente.
Después de graduarse como arquitecto, ejerció durante varios años su profesión hasta que tomó la decisión radical de cambiar su carrera por la fotografía. Él dice que no era un arquitecto que disfrutaba de la fotografía, sino un fotógrafo que amaba la arquitectura. Con este propósito, obtuvo una Maestría en Bellas Artes (MFA) en Fotografía en Savannah College of Art and Design, una de las escuelas más prestigiosas de Estados Unidos en estas áreas. Posteriormente, ganó media beca para estudiar una maestría en el Instituto Departamental de Bellas Artes de Cali. Ambas experiencias resultaron fascinantes para él porque fue lo que siempre soñó.
Como fotógrafo y cineasta, a Eduardo le gusta compartir los retratos de personas y los lugares extraordinarios que ha tenido el privilegio de conocer, muchas veces desapercibidos por la gente.
Este apasionado por la fotografía se convirtió, junto con un equipo de estudiantes, en el ganador de un premio EMMY como director de fotografía en una serie sinigual sobre el Bronx, un proyecto audiovisual de la Alcaldía de New York. Anteriormente nadie había sido capaz de mostrar mediante imágenes testimoniales otra cara de este sector, un lugar que también posee su dignidad y que por años ha padecido muchos conflictos y altos índices de criminalidad, a pesar de lo cual ha sido cuna de grandes exponentes de géneros musicales como el rap y el hip hop, además de albergar el Yankee Stadium, sede del equipo de béisbol de los Yankees, el histórico zoológico del Bronx y el New York Botanical Garden, un extenso jardín botánico que aloja especies tropicales.
Nuestro protagonista se declara fan número uno de su familia, con cuyos integrantes ha sido muy cercano, por lo cual para él no hay mejor aliciente que compartir con ellos. Evoca la cantidad de travesuras que se inventaba con María Clara, su hermana, con quien jamás había tiempo para aburrirse. Considera, pues, que ella es el mejor regalo que le ha dado la vida.
De sus épocas en el Colegio reconoce que lo que más le gustaba era pertenecer al grupo de los Boy Scouts: de ahí su ingenio para alistar maletas y viajar eficientemente alrededor del mundo. Menciona, que gracias a esta experiencia aprendió a ser recursivo, a conocer personas diferentes y a disfrutar de las incomodidades. “Han pasado décadas y aún aplico lo aprendido en ese tiempo”, enfatiza Eduardo. Como si fuera poco, tocaba guitarra eléctrica en la banda de rock del Colegio, como válvula de escape para toda su energía creativa, ya que las matemáticas, la química y la física eran complicadas para él.
Este amante del lenguaje audiovisual ha dictado clases de cine hasta en trece universidades de varios países, ha sido consultor para varias empresas americanas y ha desarrollado proyectos de cine como director de fotografía.
En su último viaje a Japón hizo un documental (teaser) sobre Kentaro Inada, uno de los doce artesanos que quedan en el mundo que practica la técnica de Higo Zogan, una forma de artesanía tradicional de más de cuatrocientos años de historia, en la que se utilizan hojas de oro y plata para incrustar diseños intrincados en una base de hierro. Definitivamente, este trabajo, además de lo que le significó audiovisualmente, lo inspiró a optimizar sus días no para “hacer más” sino para enfocarse en lo que considera realmente importante. “Pasé años afinando mi horario y creo haber encontrado el equilibrio ideal. Raramente trabajo más de veinte horas a la semana, duermo ocho horas cada noche y disfruto de por lo menos un tercio del tiempo con mi esposa. Casi siempre se puede controlar cómo empieza tu día y cuándo termina”, menciona Eduardo.
Actualmente, está comenzando un nuevo proyecto llamado EnoFragments.com, un portal en el que comparte historias originales sobre el vino, la comida y sus experiencias en Portugal, dirigido a propios y a visitantes que anhelan descubrir tesoros terrenales.
Sueña con regresar a Japón para vivir en Kyoto y posteriormente, en Oaxaca, México, lugares que considera cultural, gastronómica y fotográficamente inagotables.
Y por último, desde Portugal comparte tres consejos para los estudiantes del Colegio Alemán de Cali:
Primero, la vida se basa en dos tipos de decisiones: instrumentales y fundamentales. Las decisiones instrumentales son las que se toman porque se cree que conducirán a algo más, como fama, dinero, conexiones, etc. Las decisiones fundamentales son, en cambio, las cosas que uno hace simplemente porque son interesantes y gratificantes, esas que nos llenan el alma, aun cuando el futuro sea incierto. Casi siempre las decisiones fundamentales son las correctas.
Segundo, la mejor estrategia para una vida creativa y plena es tener una buena educación financiera. Contar con suficientes ahorros ofrece opciones y libertad, y la libertad es el combustible de la creatividad.
Tercero, creo que una vida bien vivida es aquella en la que se tienen pocos amigos verdaderos, muchas risas, buena comida, hábitos saludables y proyectos desafiantes. Considero además que las buenas ideas nacen en el tiempo libre, y al conocer otras culturas que posibilitan descubrirse a sí mismo.
Por Inés María Materón B. Jefe del Departamento de Mercadeo y Comunicaciones Colegio Alemán de Cali