Florianópolis + Top 5 de playas de Brasil, publicada en Lonely Planet - Nov/2016

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NÚMERO 61

LA FLORIDA

Mar, parques, naturaleza y más N OVIEMBRE 2016

TRAVELLER NOVIEMBRE 2016

MÉXICO COLONIAL

Guanajuato, San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo

GRAN ESCAPE A FLORIDA ESPECIAL BRASIL VENECIA GAS TRONÓMICA

Brasil ESPECIAL

MÉXICO COLONIAL

De Sur a Norte, te invitamos a las mejores playas

DOS CARAS D E TOKIO

DESCUBRÍ LAS DOS CARAS DE TOKIO

VENECIA

Un paseo tradicional, pero en cuchara

7

$70 - RECARGO INTERIOR $2,50

MINI GUÍAS DE REGALO BUENOS AIRES › PARÍS › SEATTLE › MADRID › FLORENCIA › MONTREAL › KUALA LUMPUR


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Florianรณpolis a los cuatro vientos TEXTO CONSTANZA COLL FOTOS l ENTE DE TURISMO DE BRASIL


Por todos los flancos, Floripa está repleta de bahías como esta, escondidas tras los morros, a las que sólo se llega a pie.

DÍAS, 30 PLAYAS. ESE FUE EL DESAFÍO LA primera vez que estuvimos en Florianópolis. Cada mañana mirábamos cómo venía el viento y le preguntábamos para dónde nos convenía rumbear a cualquiera que tuviera una tabla bajo el brazo. Surfistas: expertos en la ciencia de los mares, si los hay. O en los barcitos, caída la noche, entre caipirinhas y caipiroskas, sacábamos el tema del desafío 30/30 en una charla con alguna pareja de manecinhos (nacidos y criados en la isla), intentando que nos develaran cuál era Su playa, esa que hubieran preferido que quedara para siempre escondida tras los morros. Entonces, al otro día nos levantábamos temprano y salíamos para la terminal de ómnibus, conectábamos hasta cuatro líneas para llegar, algunas veces, al punto de partida de un sendero de dos horas entre la mata, mucho barro y piedras resbalosas. Trilhas, como le dicen en Brasil, que ni siquiera estaban señaladas, angostas y barridas por la lluvia. Fue así que conocimos la Florianópolis de verdad, esa que vive calladita detrás de Canasvieiras, Joaquina y Jureré Internacional, que no alardea de sus playas más lindas, de sus barrios centenarios, de las ostras gigantes, de los ranchos con la mejor cocina del sur de Brasil. En este viaje volvemos a esos lugares, esos que cuesta compartir. Nuestra selección de Floripa, a los cuatro vientos.

Viento Norte

la calma y la brava

Las islas tienen una magia especial: por estar rodeadas de mar, por los cielos más estrellados, por las historias y las costumbres que se quedan entre su gente, porque estando en ellas uno se siente un poco encerrado y muy libre a la vez, preso de tanto horizonte, llenito de tanto océano. Desplegamos el mapa de Florianópolis, una isla alargada de norte a sur, conectada al continente en el centro por un par de puentes, con bahías por todos los flancos, islitas alrededor y las lagoas da Conceição y do Peri en el centro, como si fueran el corazón y el pulmón de la isla.

Capital del Estado de Santa Catarina y ranqueada entre las ciudades con mejor calidad de vida de Brasil y de América Latina, Floripa tiene más de cien de playas en sus 430 kilómetros cuadrados. El único problema, y este es un punto en contra para cualquier isla más o menos pequeña, es el tránsito en las temporadas pico. No hay dónde hacer más rutas, no hay espacio para más carriles, entonces la cantidad de coches se pone imposible los fines de semana largos, en épocas de carnaval o de fiestas. Ya estuvimos ahí, y no está bueno. Si toca viajar en estas fechas, el mejor plan es alquilar una casa en la playa que uno prefiera y quedarse ahí, sin moverse más que a pie o en bicicleta. En el extremo norte de la isla hay una combinación de playas que puede ser ideal para estos casos: Lagoinha y Praia Brava. A un lado y al otro de la isla, una apuntando al continente y la otra al Atlántico abierto, estas playas están separadas por un morro alto, y conectadas por un sendero que trepa empinado y baja como un tobogán hasta la otra bahía. A 5 minutos caminando, es difícil encontrar un parecido entre estas dos playas. Lagoinha se llama así porque su mar es una seda, como una pileta de agua templada, ideal para nadar largo, hacer la plancha y buscar peces en los costados de piedra. Hay casitas tipo chalet, almacenes con lo justo y restaurantes para comer camarones a la milanesa o al vapor con los pies en la arena, mientras los chicos van y vienen del agua con los baldes que desbordan, para dar firmeza a sus castillos con torres, puentes, túneles y canales. Brava también le hace honores a su nombre. Las olas en esta playa te separan los pies del piso, te levantan, y si te agarran desprevenido, te dan varias vueltas hasta que te escupen de vuelta en la orilla. El tiempo pasa rápido barrenando, peleando con la corriente que chupa, saltando las rompientes, esperando la próxima tanda de olas, y otra, y una más. El agua no es tibia como en Lagoinha, pero el mar revuelto obliga a nadar, correr, saltar, y así no a quién sienta el frío. Por otro lado, no hay casitas alrededor, sólo condominios y hotelazos con piscinas inmensas. Esta combinación de playas, calma y brava, con y sin olas, más templada y más fresca, resume bastante bien la diversidad que ofrecen las islas en general, y Florianópolis en particular.

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Viento Sur

trilhas y cachoeiras

En Florianópolis el tránsito de autos y de gente es especialmente complicado del centro hacia el norte de la isla. Por no hablar del cuello de botella que se estrangula en la Lagoa, el único camino posible hacia Mole, Joaquina y Barra, las preferidas de las surfistas, atascadas de sombrillas argentinas y muy moviditas por la noche. Por eso, ante la duda, muchas veces es mejor poner rumbo hacia sur y explorar la parte más agreste de la isla. Allá abajo, desde Caieira da Barra do Sul, se abre un camino de unos cuatro kilómetros, muy apretado entre la mata pinchuda y las piedras resbalosas, que lleva a Praia da Naufragados. Probablemente porque sólo se puede llegar a pie o en barco, esta es una de las playas más tranquilas de Floripa, una bahía amplia y muy virgen, de arena fina y olas que, si el viento pega del sur, se llenan de surfistas (ellos sí que caminan cualquier cosa por montar una buena ola). En una de las puntas de la playa hay un faro que ilumina la isla para los navegantes, construido y funcionando desde 1860, y en la otra punta, el Bar do Cacao, con cerveza

El puente colgante Hercílio Luz se construyó en los años 20 pero está en desuso desde 1982.

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siempre fría y espacio para hacer camping, la única opción para quienes quieran pasar la noche en este paraíso. Para no volver por la misma trilha que nos trajo hasta Naufragados, y aprovechar el día para conocer una playa más, probamos un sendero que viaja más de siete kilómetros hacia el este, y a través del morro, hasta Solidão, otra perlita del sur con poca prensa. Solidão es limpia, extensa y tiene buen sol todo el día. El bonus track de esta playa es que tiene muy cerca una cascada de agua dulce, fresca. Hay que seguir los pasos del río que desemboca en el mar, trepar un poco, sortear algunos obstáculos y esperar tu turno para saltar desde la piedra más alta. Pero todo vale la pena por un chapuzón en esa pileta natural, donde el agua helada se precipita de a chorros y golpea con fuerza en el fondo de piedras. Sin sal en la piel ni en el pelo, y con el cuerpo rendido de tanto caminar y patalear en el mar, la siesta es inevitable.

Viento Oeste

ostras y bois de mamão

Florianópolis no es para quedarse tirado en la playa, al menos, no todos los días. Hay trilhas que arriman a cascadas y bahías escondidas tras paredes de mata atlántica, hay centros comerciales como el Camelódromo, en el centro, donde se puede comprar casi cualquier cosa, hay mercados de frutas, de pescados y mariscos, de artesanías, hay bares y restaurantes donde come, bebe y baila gente real, vecinos, no turistas. Porque más allá de ser un destinazo en el sur de Brasil, Florianópolis es una ciudad que vive y colea durante todo el año. En la parte noroeste de la isla, Santo Antônio de Lisboa y Sambaqui son los barrios más antiguos de la isla. Tienen ritmo de pueblo del interior, con calles angostas de adoquines, ranchos y barcazas de pescadores a orillas del mar, escuelas, farmacias, videoclubes,


ESPECIAL BRASIL

Toma aérea de Florianópolis

De Barra da Lagoa a Brava, hay olas para todos los niveles de surfistas en Floripa.

En el centro de la ciudad, la Catedral Metropolitana de Florianópolis se construyó en 1908.

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panaderías. La calle Padre Lourenço Rodrigues de Andrade se mete de lleno en el centro histórico de Santo Antônio y luego, siempre por la costanera, se llega hasta la punta de Sambaqui. Sea que uno vaya en ómnibus o en auto, el paseo arranca en la iglesia Nossa Senhora das Necessidades, donde todos los años desde 1754 se hace la Fiesta del Divino Espíritu Santo. Así de antiguo es Santo Antônio, el primer lugar de Florianópolis donde llegaron y se instalaron los colonos portugueses, más precisamente, inmigrantes provenientes de las Islas Açores. Frente a la iglesia está la Plaza Getulio Vargas, donde se arma una feria de artesanías los fines de semana, y todo un sector peatonal, con casas de puertas y ventanas altas pintadas en colores fuertes, y una escalinata de piedra que baja hasta la costanera. Por acá y hasta el final del camino, se hace un “carnaval de rua” bastante particular, donde los vecinos usan máscaras y disfraces de personajes de la tradición açoriana, como la Bernúnça, una especie de dragón maligno, y el Boi de Mamão, un buey de ojos desorbitados, cuernos afilados y mantas coloridas. Hasta acá, historia y arquitectura típica açoriana, pero Santo Antônio de Lisboa y Sambaqui aparecen mencionados en esta nota porque ofrecen las mejores vistas con la mejor gastronomía. Junto con Cacupé, forman parte de la Ruta Gastronómica del Sol Poniente: sobre la costanera se aprietan lado a lado decenas de restaurantes, algunos más coquetos, otros, bancos en la vereda, samba en el aire y poco más, pero siempre con vista al sol que se pone sobre el mar y las luces que se encienden en el Puente Hercílio Luz y la Florianópolis continental. Casi en la punta de Sambaqui, colgado de un barranco, un barcito construido con troncos vende ostras por docena, sin copas ni manteles, sólo ostras con un chorrito de limón. El secreto se devela al mirar por las ventanas: toda la bahía está cultivada de ostras y hay un botecito que va y viene para recolectarlas y cumplir con las comandas. Son esas las otras, con un chorrito de limón.

Viento Este

escaleras al cielo

Una noche, caipirinha va, caipiroska viene, una pareja de manecinhos nos habló de una trilha, “la trilha de las trilhas de Florianópolis”. Ellos, nacidos y criados en la isla, nunca la habían hecho, pero sí habían escuchado hablar de ese camino y de la playa a la que llevaba: Lagoinha do Leste. En los treinta años que llevaban viviendo en la isla no se habían animado a la caminata, que según decían, era muy cuesta arriba y demoraba unas dos horas desde Pantano do Sul. Entonces el desafío 30/30 se potenció: en ese momento decidimos sumar esta playa que, incluso para muchos locales, era un pendiente… y de brillantes. Antes de llegar a la bajada a la 52

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playa de Pantano do Sul, por una calle de lajas hexagonales muy empinada que sale hacia la derecha, se llega al inicio de esta trilha. Hay que preguntar, porque no hay carteles, y tener un poco de suerte, para dar con alguien que quiera compartir el secreto de este lugar. Los gemelos queman en los primeros 300 metros de caminata por esa callecita entre casas y perros que ladran, pero enseguida el camino baja un poco la exigencia, se achata unos cuantos grados, aunque sí hay partes que obligan a usar las manos para trepar las piedras, o para agarrarse de algún tronco y no perder el equilibrio. En la cima del Morro das Coroas hay una serie de balcones construidos en madera para tomarse un recreo y mirar horizontes 360°, con bahías perfectas, acantilados y mucho verde alrededor. Luego el sendero continúa cuesta abajo, y acá lo que quema no son los gemelos sino los cuádriceps. Pero en esta parte hay un sonido que seduce, que empuja y hasta nos hace correr en los tramos que lo permiten. Es el ruido de las olas, el sonido del éxito: llegar a Lagoinha do Leste. Para caminantes de largo aliento, se puede ir y volver por esta trilha, para los demás mortales, también hay lanchas que te llevan de regreso a Pantano do Sul. Ahí, a modo de premio y cena de campeones, el Bar do Arante es un clásico de la isla. En 1958, Don Arante Monteiro y su mujer abrieron un almacén para los pescadores del pueblo, y un par de años más tarde, ya en el local que ocupan hasta la actualidad, doña Osmarina Maria Monteiro empezó a cocinar pescado frito para darles algo de comer a los viajeros que llegaban hasta Pantano. En los 70s esta playa se puso de moda entre los mochileros de São Paulo y Rio Grande do Sul. Sin celulares ni internet, fueron ellos los que empezaron a dejar notas colgadas en las paredes del bar para avisarles a los amigos que ya habían llegado, que estaban acampando por ahí. Hoy no hay donde pegar una nota: la última vez que contaron, había más de 70.000 papeles con mensajes de viajeros de todo el mundo. Arante pasa por las mesas y convida cachaça de cortesía para todo el mundo. Bien merecida para esta mesa: fueron 30 playas en 30 días.


E S P EXCX I AXLX B X RXAXSXIXL Sandboard en las dunas brasileras.

HACELO POSIBLE

Florianópolis

NORTE

CÓMO LLEGAR Y MOVERSE Desde Buenos Aires hay vuelos directos al aeropuerto Hercílio Luz por Gol Líneas Aéreas y en temporada alta, también por Aerolíneas Argentinas (desde US$699, aerolíneas.com.ar). Una vez allá se pueden usar los ómnibus de línea que llegan a casi todas las playas, o alquilar un auto (desde US$ 25 por día, alugueldecarro.com.br).

CLIMA Y CUÁNDO IR No por ser Brasil, hace calor durante todo el año. Al estar ubicada en el Estado de Santa Catarina, en el sur del país, la temporada de playas va de noviembre hasta marzo. Por fuera de la cantidad de turistas, las fechas lindas para viajar a Florianópolis son Año Nuevo, porque el espectáculo de fuegos artificiales redobla las apuestas año a año, y la semana de carnaval, especialmente para ver los “blocos de rua”, como en Santo Antônio de Lisboa y Sambaqui.

ESTE

Quienes elijan viajar en temporada alta, pueden alojarse como se sugiere en la nota en Lagoinha o Brava, para poder combinar esas dos playas tan distintas. En Brava, Entremares Residence tiene salida directa y servicio de playa, con reposeras y sombrillas, una terraza con piscina, apartamentos con cocina, Wifi y desayuno incluido (desde US$240 el apartamento para dos, www.entremares.com.br).

En Pantano do Sul, a una cuadra de la playa, el Bar do Arante ofrece una carta a base de productos del mar, y buffet libre los fines de semana y feriados. “Nosotros cobramos la comida e usted paga la bebida”, anuncia el menú. Es el buen humor de Don Arante y su señora, que llevan en el negocio casi 60 años (platos para compartir desde US$23, www.bardoarante.com.br).

Para quienes se animen a hacer el sendero a Naufragados con la carpa a cuestas, en el Bar do Cacao también hay espacio para hacer camping. Es totalmente agreste, sin ningún tipo de servicio. Hay que llevar dinero en efectivo porque no se aceptan tarjetas, claro. Si se regresa por la trilha que va hasta Solidão, ahí sí hay restaurantes que venden “petiscos” (cosas para picar) y platos a base de frutos de mar.

Restaurante do Gugu fue uno de los primeros y continúa entre los mejores de la Ruta Gastronómica del Sol Poniente. Hay que reservar con tiempo porque se llena, y eso que está bastante escondido en una calle cortada que no lleva a ninguna parte, bastante lejos del mar, en Sambaqui (abre de día y de noche, salvo el lunes, ubicado en Rua Antônio Dias Carneiro 147, Tel.: +55 48 3335-0288).

SUR

OESTE

Más información: www.visitbrasil.com Noviembre 2016 Lonely Planet Traveller

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TOP

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PLAYAS DE BRASIL

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ESPECIAL BRASIL

1 Pipa, Río Grande del Norte Bares y tiendas hindi, bahías con olas perfectas para aprender a surfear y delfines curiosos que hociquean por las bahías cuando cae el sol. Pipa es un pueblo de pescadores que descubrió el turismo y se fue para arriba hace poco más de una década, es calles angostas que trepan laderas y miran desde arriba a las playas rodeadas de mata y acantilados de piedra, es gente linda que sale de noche en Havaianas pero con los labios pintados, es verano todo el año. “Pipa” porque cuando llegaron por primera vez los portugueses vieron una piedra con forma de barril, que es “pipa” en su idioma. La Bahía dos Golfinhos es de las más lindas de la zona, con delfines que se asoman sin medio hasta muy cerca de la costa, sólo accesible por un sendero de arena desde la playa del centro. Eso sí, hay que calcular bien los horarios de las mareas porque el camino queda tapado por el agua a ciertas horas del día. Otra playa hermosa, más retirada, es Madeiro, muy extensa, con bastante ola y rodeada de acantilados que la protegen del viento. Desde el centro vale la pena tomar uno de los paseos de barco que recorren Praia do Amor, Praia dos Afogados, Pedra do Moleque, Chapadao y Praia da Cancela, por mencionar algunas recaladas.

HACELO REALIDAD LLEGAR El aeropuerto más cercano a Pipa es Natal, a 115 kilómetros. Desde Buenos Aires hay vuelos por Gol, con una escala en Sao Paulo, desde US$ 600 (voegol.com.br). Desde ahí se puede viajar en ómnibus (US$ 30 aprox.) o en taxi (US$ 90 aprox.). DORMIR A 15 minutos de auto del centro de Pipa, el hotel Ponta do Madeiro ocupa un predio rodeado de mata atlántica, con pasarelas para caminar sobre los acantilados que miran al mar, piscinas y vilas 5 estrellas, de 25 a 60 metros cuadrados y rodeadas de jardín (desde US$ 140 la noche, pontadomadeiro.com.br).

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2 Canoa Quebrada, Estado de Ceará A tres grados del Ecuador, el calor está garantizado en Canoa Quebrada. Para los que quieran hacer playa al 100% en sus próximas vacaciones, los cielos acá son limpios, azules y con mucho sol casi todos los días del año. La mejor opción para recorrer el destino son los paseos en buggy, que pueden ser con o sin emoción, más o menos adrenalínicos, trepando y derrapando pendientes imposibles por las dunas de arena. Expertos en esto de manejar por superficies imposibles, los conductores y guías de Canoa nos hacen gritar y transpirar -¡todavía más!-, como si estuviésemos en una montaña rusa. El paseo termina en un parque con tirolesas que bajan en picada y terminan con un chapuzón en lagunas naturales que se forman entre las dunas. En los últimos años, Canoa Quebrada se volvió un destino de culto para los amantes del parapente, por las corrientes de aire caliente en los acantilados, y del kitesurf, por la combinación de aguas calmas, sin olas, y buen viento, que ronda los 30 kilómetros por hora. HACELO REALIDAD LLEGAR El aeropuerto más cercano es el de Fortaleza, a 165 kilómetros (desde US$650 con Gol Líneas Aéreas). Desde la terminal de ómnibus de esa ciudad, la empresa São Benedito ofrece una línea directa a Canoa Quebrada. El trayecto demora unas 4 horas y cuesta US$10. DORMIR A dos cuadras de la playa, y dos de la avenida principal, Pousada Tranquilandia Village tiene una hermosa piscina, terrazas con reposeras y hamacas desde donde ver el atardecer sobre el mar, un desayuno con todo, habitaciones simples pero prolijas (desde US$ 43, www.tranquilandia.it).

3 Ilha Grande, Estado de Rio de Janeiro Muchos llegan a esta isla desde la ciudad de Río y piensan “¿cómo no vine antes? ¿cómo no me quedé más días?”. Están advertidos: Ilha Grande es un destino en sí mismo, un lugar para instalarse y sentirse un poco afuera del mundo, lejos y desconectado de todo. Es la más importante del archipiélago de Angra dos Reis, que tiene 365 islas e islotes, una por cada día del año, la misma cantidad que suma entre iglesias y capillas. Ilha Grande tiene 130 kilómetros de playa y una superficie montañosa, con un pico máximo de 1031 metros sobre el nivel del mar llamado Pico da Pedra d’Agua. La isla está repleta de “trilhas” que arriman a ruinas y vestigios de un pasado bastante peculiar: durante el siglo XIX Ilha Grande fue el lugar donde ponían en cuarentena a los viajeros antes de que entraran a Río

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de Janeiro, más tarde se transformó en una colonia de enfermos de lepra, y acá también funcionó una cárcel de máxima seguridad, para presos políticos de los años 60 y para los criminales más peligrosos de Brasil. HACELO REALIDAD LLEGAR: De Buenos Aires a Río de Janeiro hay vuelos sin escalas por Aerolíneas Argentinas, Latam, Emirates y Gol, desde US$ 450. Una vez en Río hay que tomar un transfer a Angra dos Reis y de ahí, un ferry. En este punto, hay que saber de antemano en qué parte de la isla uno se va a alojar: Vila do Abraão, Bananal o Araçatiba. DORMIR: En Ilha Grande se puede, y vale la pena, hacer camping, ya que en muchos casos las zonas de acampe ocupan partes del área de preservación ambiental de la isla. Para los amantes de la naturaleza, se recomienda acampar en las playas do Aventureiro y Parnaioca, sin energía eléctrica y de difícil acceso. (ilhagrande.es)


ESPECIAL BRASIL

4 Fernando de Noronha, de Pernambuco A más de trescientos kilómetros del continente, en medio del océano Atlántico, Fernando de Noronha conserva sus playas vírgenes, sus mares limpios y la mayor diversidad de flora y fauna de Brasil. Es más lejos y más caro que cualquier otro destino, sí, pero Noronha paga con creces la inversión: la Bahía de Sancho ranquea entre las más lindas del mundo, Cacimba do Padre tiene las mejores olas para surfear, y en el fondo marino la visibilidad supera los 50 metros, con naufragios, piedras, túneles con corriente y morros subacuáticos. Declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2001, se trata de un archipiélago de formación volcánica, con 21 islas

pero sólo una de ellas habitada por el hombre, el resto constituye un Parque Nacional Marino. Por cuestiones de preservación y lejanía, hay poco construido, poco servicio en general, pero suficiente para los 600 turistas que caben por día en Noronha. Además de los gastos regulares de cualquier viaje, quien quiera entrar al paraíso debe pagar US$ 20 por día en concepto de tasa de preservación ambiental, más US$ 70 cada diez días para entrar en las áreas protegidas. HACELO REALIDAD PAQUETE POSIBLE: La Secretaría de Turismo de Pernambuco junto con los prestadores de la isla y la aerolínea Azul, crearon una campaña llamada “Mais Noronha”, que ofrece paquetes promocionales en temporada baja, con aéreos desde Natal y hospedaje, desde US$ 450. Mirá las opciones en ilhadenoronha.com.br

5 Porto do Galinhas, Estado de Pernambuco Una pecera gigante. Esa es una buena definición para el mar en esta parte del nordeste de Brasil, protegido por una barrera de corales paralela que recorre toda la costa, y que forma piletones naturales cuando la marea baja. Es entonces que salen los paseos en “jangadas”, unas balsas con vela, bien chatitas para poder pasar por encima de los arrecifes sin lastimarlos. Sin olas y con un buen equipo de snorkel (se puede alquilar ahí mismo), las horas acá se pasan con la cara metida en el agua, buscando peces de colores entre las algas, en los rincones y pasadizos que dibujan los corales. Quienes busquen olas, también las encuentran en Galinhas, pero en la playa vecina de Maracaípe, donde se puede surfear y hacer kite surfing. Ahí mismo, se puede remontar el río Maracaípe en una tabla de stand up paddle o en jangada. En este último caso, el bonus track es que el jangadeiro sabe en qué manglares viven los caballitos de mar, y los saca del agua por unos instantes para mostrarlos. HACELO REALIDAD LLEGAR: El aeropuerto más cercano es el de Recife, Capital del Estado de Pernambuco, a 70 kilómetros de Galinhas. Los vuelos desde Buenos Aires son con una escala y cuestan desde US$ 580. La opción más económica para llegar a Galinhas es el ómnibus de línea Cruzeiro, que demora dos horas y media, y cuesta US$ 4. DORMIR: Hay que tener en cuenta que Galinhas es el principal destino turístico de Pernambuco, con más de un millón de visitantes al año. Pero también hay muchos y muy variados hoteles. Entre los resorts destaca Porto do Galinhas Praia Hotel, con mucho espacio, piscinas, varios restaurantes y salida al mar (desde US$ 104, portodegalinhaspraiahotel.com.br).

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