Valles Calchaquíes, Salta, para Lonely Planet

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Salta

Caminos de ripio que serpentean entre cardones, cerros hojaldrados y cuestas panorámicas. Un viaje en auto con escalas estratégicas en peñas y estancias coloniales, puestos artesanos y viñedos de altura. TEXTO Y FOTOS CONSTANZA COLL OLIVER

TONADA

CALCHAQUÍ

Cardones y sierras con picos nevados en algún lugar de la Ruta 33, entre Piedra del Molino y el pueblo de Cachi.

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Antes de llegar a Cachi, en Sala de Payogasta hay buena sombra, mucho silencio y cocina bien norteña. Entre los platos de la carta destaca la cazuela de cordero y cabrito calchaquí

L

a primera vez que estuvimos en Salta fue hace diez años. Teníamos veinte, cargabamos mochilas de 50 y 75 litros, y llevábamos un total de $2300 para gastar bajo todo concepto. Con poca plata y mucho tiempo, cada peso que regateábamos era un kilómetro más que podíamos sumarle a esa aventura, que empezó con un par de pasajes a San Miguel de Tucumán, trepó por Bolivia hasta Machu Picchu, y volvió a dedo por Chile hasta la altura de Mendoza. Diez años después, la ecuación se invierte, ya no tenemos tiempo indefinido para vacaciones, pero sí un poco más plata para invertir en lo que nos hace bien. Esta vez, Salta no es un destino más en la carrera por subir más alto, por ir más lejos, sino el lugar donde quedarse a mirar, almorzar largo con varios pasos y una botella de vino rico, aprovechar la hora de la siesta, parar a cada vuelta de ruta y en el puesto artesano que se nos antoje. Otro plan, sin mochilas, con tarjeta de crédito. Tenemos cinco días por delante. Es inevitable hacer comparaciones y tratar de recordar cómo éramos de viaje hace diez años. En vez de micro semi-cama

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y dedo hasta donde se pueda, aterrizamos en Salta en una hora y media, alquilamos un auto en el aeropuerto, cargamos las valijas, el termo y nuestro primer destino en el GPS: Cachi. “Siga por la RN68 durante 15 kilómetros, introdúzcase en la rotonda y tome la segunda salida”, dice la gallega, y nosotros le hacemos caso. No hubo tiempo de mirar los caminos antes de despegar, así que toca confiar en el aparato y los carteles de ruta. Todo por asfalto, el tiempo estimado hasta destino es de 2 horas 33 minutos. Avanzo las pantallas del GPS para ver los detalles del recorrido en el mapa: vamos a ir por esta ruta hacia el sur hasta la localidad de El Carril, luego vamos a tomar la ruta provincial 33 hacia el oeste hasta Payogasta, y por último, un tramito corto de la 40 hasta Cachi. Salvo por la RN40, que ya tiene su fama, estas rutas llevan por nombre simples números, “33”, “68”, que no le hacen juicio a todo lo que significan. En las dos horas y media que supone este viaje (y que nosotros haríamos en casi cuatro), se pasa junto al Parque Nacional Los Cardones, se escala 3350 metros sobre el nivel del mar hasta la Piedra del Molino, y se baja por la Cuesta del Obispo en curvas cerradas y

contracurvas que se abren en vistas infinitas. “¿Podemos parar?”, insisto, y Juan se hace a un costado cada vez que la ruta se ensancha en una banquina. En estos días vamos a dibujar un triángulo más o menos equilátero en el centro de la provincia de Salta, unos 500 kilómetros en total, sin contar los desvíos, sean o no intencionales. Vamos por el primer lado: Ciudad de Salta - Cachi.

TIERRA DE LLAMAS Y CARDONES

El paisaje nos sorprende como si fuera la primera vez. Y de hecho, debe serlo, porque en aquel viaje hace diez año íbamos saltando de pueblo en pueblo, apurados por la ansiedad de llegar más lejos, de conocer más lugares, como si se coleccionaran. En colectivo, los viajes eran sólo el medio para avanzar, traslados que aprovechábamos para recuperar sueño, para leer, y si acaso había televisión, ver alguna película. Hoy, la autonomía que nos da manejar hace que miremos por donde vamos, que podamos parar sin pedir permiso, y que el tiempo sea de verdad nuestro. Llegamos cuando llegamos, porque en estos primeros ciento cincuenta kilómetros, ya vemos que lo más

En Colte se venden ponchos, mantas, ruanas y más tejidos. Este es de lana de oveja, teñida con cáscara de nuez.

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SALTA

arriba Iglesia de Cachi. medio Uno de los patios de estilo colonial del hotel boutique Balcón de la Plaza. abajo En la Ciudad de Salta, vista desde el teleférico que trepa el Cerro San Bernardo, ​inaugurado en diciembre de​ 1988.

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lindo de Salta está en sus caminos. En la rotonda de acceso a El Carril, doblamos en la salida de la RP33 en dirección a Chicoana. Por los espejitos vemos una estela de polvo seco y todas las vueltas que venimos contando cuesta arriba. Para un lado y para el otro, los oídos se hacen eco de los tres mil y pico de metros sobre el nivel del mar. A los costados de la ruta, las laderas de los cerros verdes, marrones y grises se cubren de cardones, flacos, altos y pinchudos, paraditos como postes de luz o soldados que saludan a la bandera. Llegamos a la Piedra del Molino. Hay un balcón natural para mirar a lo lejos y unos cinco puestos de artesanos que improvisaron un techo de media sombra para protegerse del sol del norte. Ya son las doce y media del mediodía. Sobre los tablones de madera se venden tallas y colgantes hechos con piedras de la zona (onix negra y verde, rodocrosita, lapislázuli, amatista), gorros y sacos tejidos con lana de llama, cueros, cactus en macetas de barro pintadas a mano y unas llamitas de colores que salen por $50. “Le hago dos por ochenta, y la foto se la regalo”, dice Hugo, pispireto, al verme interesada en sus llamitas, sacándole fotos desde todos los ángulos. Él comparte el puesto con su mujer Fabiola y su hijo más chico, David, de 13 años, que los ayuda a cargar todo desde Cachi, cada mañana, y de vuelta al atardecer. “No hay mucho turista hoy, más que nada los que viajan en moto. Se vendió bien en las vacaciones de invierno, ahora toca esperar, de acá a poco llegan los europeos”. Hugo y su familia de seis viven de las artesanías que venden en este mirador de la Cuesta del Obispo. Seguimos viaje. Según calcula el GPS, tenemos 44 kilómetros más de camino de montaña hasta Payogasta, donde podemos almorzar. Todas estas curvas y volteretas hacen posible trepar y bajar semejantes pendientes, son la forma que encontró el hombre para hacerse paso entre los cerros más altos y conquistar lo que hubiera del otro lado. Empezamos a descender y de pronto la ruta se endereza, sube y baja leves lomadas en una recta perfecta llamada Tin Tin. Según estudios antropológicos, esta recta de 18 kilómetros de extensión, a 3000 metros sobre el mar, fue trazada y caminada durante siglos por los pueblos originarios de la zona. Incluso, dicen que constituye uno de los ramales del Camino del Inca. A un lado y al otro de la ruta están los cerros Negro y Tin Tin, y al frente se despliega la Sierra de Cachi, con su pico máximo de 6.380 metros de altura, la Cumbre del Libertador General San Martín. La recta choca de frente con la RN40, la tomamos hacia el norte y nos mete en el centrito de Payogasta. “Abierto”, leemos en una pizarra de chapa, junto a un quincho con mesitas y sillas tapizadas con cuero con pelo. Sin

dudar un segundo, Juan estaciona el auto bajo la sombra de un árbol y nos lanzamos a leer la carta. Hay empanadas, tamales, humitas, locro, cazuela de cordero y cabrito. Las entradas cuestan menos de $50 y los principales más suculentos, $130. Bajo la amenaza de que la cocina cierra en quince minutos (porque la cocinera se va a dormir la siesta aunque llueva un contingente de turistas muertos de hambre), nos apuramos a pedir la recomendación de la casa: Locro del Valle, con maíz, porotos, zapallo dulce y carne cortada a cuchillo. Con la panza llena y los ojos cansados, por suerte nos restan sólo trece kilómetros hasta La Merced del Alto, el hotel que elegimos para pasar nuestra noche en Cachi.

SILENCIO DE PUEBLO BLANCO

Sin alarmas ni teléfonos cerca, la siesta se estiró hasta las cinco y media de la tarde. El silencio es otro de esos lujos que se uno no valora en el corriente, hablamos del silencio absoluto, pueblerino, de las construcciones antiguas con paredes gruesas, techos altos, patios y galerías, el silencio de la gente respetuosa y sin apuro. ¿Qué sería el silencio a nuestros veinte? Claramente no era un lujo, tal vez, ni siquiera nos detuvimos a escucharlo. El hotel mira al valle desde arriba, está alejado unos dos kilómetros por tierra del centro de Cachi. Corremos, apenas, para aprovechar las últimas horas de luz, las mejores para hacer fotos, caminar por ahí y tomarse un aperitivo antes de la cena. Si bien todavía no llega el verano, el calor de Salta obliga a dejar pasar las horas de sol más fuerte y tienta con un paseo al atardecer, cuando la temperatura desciende varios grados y aparecen las primeras estrellas: dicen que este cielo es uno de los más diáfanos de todo país. La noche cae despacio sobre las calles de piedra y las casas de adobe pintadas de blanco, con puertas altas y rejas de hierro forjado en las ventanas. Se prenden los faroles amarillos. Es el Pueblo Viejo, de estilo colonial, que se construye a partir del Siglo XVIII alrededor de la Iglesia de Cachi, aún más antigua, de estilo neogótico y con vigas, altares y confesionarios hechos con madera de cardón. Declarada Monumento Histórico Nacional, esta iglesia se levantó para dar catequesis y consolidar la lengua española entre los nativos de estas tierras, los diaguitas, que por el 1300 también formaron parte del imperio incaico. En lengua diaguita, Cachi es la unión de los vocablos “Kak”, peñón o piedra, y “chi”, silencio o soledad. Mirando alrededor, se entiende perfecto el nombre de este poblado, ubicado en un valle rodeado de cerros, montañas andinas y los ríos Cachi y Calchaquí. Volvemos a La Merced del Alto para la cena. Comemos nueces de mollejas crocantes y un paté de llama de entrada, y

​La Garganta del Diablo​es una de las formaciones rocosas más famosas de la Quebrada de las Conchas, en el camino que une Cafayate con Salta capital.

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SALTA Daniel “Chiquito” López es uno de los tres encargados de los caballos. Tienen 30 en la estancia, entre los que usan para los paseos, los de polo y los potrillos. Chiquito nos ajusta las monturas y encabeza la tropilla, vamos a cabalgar hasta unas dunas naturales por allá, bien al fondo: “Esto es inmenso -Chiquito mira a lo lejos, haciéndose sombra con la mano- tiene 500 hectáreas toda la propiedad”. Avanzamos a paso peruano, mi corsel se llama Azabache y el de Juan, Pochoclo. Chiquito nos cuenta de su trabajo con los caballos, de cómo los entrenan para jugar y cómo los cuidan, y de cuando uno de los dueños de todo esto le pidió de hacer una cabalgata hasta Cachi: “Fue la más larga que hice hasta ahora, anduvimos tres días por los cerros, el camino daba muchas vueltas, pero nosotros íbamos recto, a campo traviesa”.

RUTA 68 Y NOCHE DE PEÑA

Viñedos de El Esteco, una de las bodegas más antiguas y prestigiosas de Salta. IZQUIERDA Elpidio Gonza demora unos 18 días en tejer un poncho tradicional criollo​.

una bondiola de cerdo con risotto de quínoa, manzanas horneadas y batatas glaseadas de principal. El vino, cafayateño, claro. Mañana vamos por más.

CANTAR LAS 40

Con la fama que tiene, la Ruta 40 es un sueño compartido por los argentinos, y hasta exportado, ya sea de punta a punta, desde La Quiaca hasta Ushuaia, o por tramos, un trayecto entre cardones en el NOA, otro pedacito entre glaciares y estancias patagónicas, y así. Hoy hacemos los 160 kilómetros de La 40 que separan Cachi de Cafayate, hacia el sur, prácticamente todo por ripio, pasando por el Camino de los Artesanos en el departamento de Seclantás y el pueblo colonial de Molinos, donde calculamos llegar para la hora del almuerzo. Según el GPS vamos a demorar unas cuatro horas hasta Cafayate, es decir, que vamos a andar a un promedio de 40 kilómetros por hora. Las cosas con calma, obliga el camino, y esto, descontando las veces que iríamos a parar para ver ponchos, alfombras y mantas tejidas a mano, en los puestitos montados junto a la ruta. En la radio sintonizamos la FM 89.3, Radio Alba, la única que se escucha más o menos bien en esta parte de la provincia. 62

Suena Coplita de amor, de Raly Barrionuevo, y que canta: “Sabe que nunca la olvido / que siempre la llevo en mi corazón / si nunca va a dejarme / para acompañarme coplita de amor. / Lejos la llevó el camino / esa coplita de amor / con una copa de vino / cualquiera te canta lo mismo que yo”. El Camino de los Artesanos hilvana caseríos de adobe y techos de paja, esparcidos sobre la Quebrada El Colte, y con una larga trayectoria en la confección de ponchos y otros tejidos en telar criollo. Paramos en el puesto de Silvia López y Elpidio Gonza, ella nos da la bienvenida mientras termina de colgar las prendas en perchas; él sigue callado, avanza en un poncho típico salteño, apretando con fuerza las lanas finas de color rojo y negro. Va a demorar un total de 18 días para terminarlo. “Los hombres hacen ese tipo de trabajos, las mujeres tejemos cosas más livianas y hacemos los flecos, las decoraciones”, explica Silvia, que por lo que parece es la encargada de las relaciones públicas en esta empresa familiar. Los cinco hijos también tejen, y de tanto en tanto, el mayor de los varones viaja a Buenos Aires para vender lo que confeccionan todos los artesanos del pueblo. Por $ 800 llevamos una ruana de lana de oveja, teñida con cáscara de nuez.

A CABALLO ENTRE VIÑEDOS

Paramos en la Hacienda de Molinos para almorzar, una casona construida en el Siglo XVIII, donde nació, vivió y murió Don Nicolás Severo de Isasmendi de Echalar, último gobernador de Salta por mandato del Rey de España. Eso, al menos, es lo que se lee en unos azulejos pintados a mano que decoran la entrada a este restaurante y casa de huéspedes del pueblo de Molinos. Seguimos viaje hacia el sur por 130 kilómetros más hasta Cafayate, cruzamos varios ríos secos, vemos cóndores en el cielo y atravesamos la Quebrada de las Flechas, declarada “Monumento Natural Angastaco”, con formaciones rocosas en tonos ceniza, ocre y rojizo, dispuestas en capas como si fuera una gran torta de hojaldre, con puntas afiladas, gargantas profundas y paredones verticales. Hacemos el check in en el hotel Grace a las 17 horas, exactamente. Las distancias en este triángulo salteño son justas, lo suficientemente largas como para aprovechar la ruta, los mates, las vistas, pero no tanto como para llegar a cansarse o aburrirse. En Grace Cafayate tenían preparado todo un plan para nuestra estadía: un asado criollo para la cena, un picnic junto a uno de los lagos de la estancia a la mañana siguiente, y una cabalgata por la cancha de polo y los viñedos. Cafayateño de cepa y de 26 años,

Desayuno junto al lago con panes, dulces y facturas caseras, una de las propuestas del hotel Grace Cafayate. ​

Fundada en 1892 por la familia Michel Torino, El Esteco es una de las bodegas más antiguas y prestigiosas de Cafayate, y la Argentina, con etiquetas tan conocidas como Don David, Elementos y Altimvs. Tiene 470 hectáreas plantadas de vid, dedica toda su producción a la elaboración de vinos alta gama, y tiene un hotel y restaurante en el casco de la finca, Patios de Cafayate. Después de hacer una visita y cata guiada en la bodega, almorzamos con unas copas de la casa y arrancamos. Eso sí, antes de salir a la ruta, buscamos algún lugar que pudiera vendernos hojas de coca, y que estuviera abierto a la hora de la siesta. En el almacén “Lo de Alicia”, los 25 gramos nos cuestan $30. Juan se mete unas cuantas hojas en la boca y enseguida se sacude la fiaca. Según la gallega, tenemos 197 kilómetros por la RP68 hasta la Ciudad de Salta. Esto es, tres horas al volante, sin contar las paradas en los puntos destacados de la Quebrada de las Conchas: El Sapo, El Fraile, La Garganta del Diablo, El Anfiteatro, Los Castillos, La Yesera. Tenemos una noche más antes de volar de regreso a Buenos Aires. En estos cinco días hicimos algo más de 500 kilómetros, y si bien estamos cansados, no podemos dejar Salta sin haber pasado por una peña. Dejamos las valijas en el hotel boutique donde nos quedamos, El Balcón de La Plaza, una casona colonial del año 1896, y sin darnos tregua, vamos para lo de Balderrama. Lejos del centro de la ciudad, en la esquina que forman la avenida San Martín y El Canal del Esteco, esta casa del folklore inspiró la zamba que canta Mercedes Sosa: “A orillitas del canal, cuando llega la mañana, sale cantando la noche, desde lo de Balderrama”. Es un poco turístico de más, pero la misión está cumplida. Completamos la famosa Vuelta Calchaquí y acá estamos, de vuelta donde empezamos, pero llenitos de ruta, silencio de pueblos viejos, llamas y cardones, tejidos, dulce de cayote, oxígeno y estrellas, empanadas con papa, zambas y el mejor torrontés.

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HACELO REALIDAD

Salta

CÓMO LLEGAR Y MOVERSE

altitud, que supera los diez grados centígrados. Las lluvias se concentran en el verano, junto con los turistas que viajan para los festejos del carnaval salteño. Otras fechas claves son el Día de la Empanada Salteña, el 4 de abril, la Fiesta Nacional de la Pachamama, los primeros días de agosto, y la Fiesta a San José, en la que se queman de cardones muertos.

Desde el Aeroparque Jorge Newbery hay vuelos a Salta a cada rato, por Aerolíneas Argentinas, Lan y Andes Líneas Aéreas, (desde $2370, aerolineas. com.ar). Una vez en el aeropuerto de Salta, la rentadora de autos Hertz ofrece tarifas diarias desde $ 1095 (hertz.com.ar).

CUÁNDO IR

MÁS INFORMACIÓN

La temperatura media anual es de 22 ºC, con temperaturas moderadas en las estaciones intermedias, y un poco más extremas en los meses de invierno y verano, especialmente por la amplitud térmica propia de la

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Si querés leer más sobre la Vuelta Calchaquí en Salta y otros circuitos para hacer en la provincia, podés descargarte el capítulo dedicado al NOA de la guía Lonely Planet Argentina.

SALTA

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PAYOGASTA CACHI

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PROVINCIA DE SALTA

CAFAYATE

REFERENCIAS DEL MAPA

Parque Nacional Los Cardones Cuesta del Obispo Recta del Tin Tin Quebradas de las Conchas Quebradas de las Flechas

Piscina y fachada de Patios de Cafayate, el hotel boutique de la Bodega El Esteco.​

DONDE COMER Y DORMIR EN LA VUELTA CALCHAQUÍ

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Antes de llegar a Cachi, se puede almorzar rico y barato en Sala de Payogasta. Los tamales y el locro son especiales. Eso sí, hay que llegar antes de las 14 porque la cocinera duerme la siesta (entradas por $35 y principales desde $100, en Ruta Nacional 40 - Km. 4509, Payogasta, saladepayogasta.com). Se puede dormir y comer en la Hacienda de Molinos, casona colonial del siglo XVIII, con muros de adobe, frescas galerías y un patio con macetones y mesitas bajo la sombra de un árbol (la habitación doble cuesta desde $1150 y un almuerzo promedio, $250, en Abraham Cornejo s/n, Molinos, haciendademolinos. com.ar). Se recomienda la visita guiada con cata de la bodega El Esteco ($100, www.elesteco. com), y ahí mismo, su hotel y restaurante Patios de Cafayate. Tiene 31 habitaciones con vista a jardines, pérgolas cargadas de uvas y patios de estilo colonial. El chef Martín Garramón usa verduras y hierbas de la huerta en los platos de la carta. Imperdible el carpaccio de llama con alcaparras, brie, nueces y mermelada de limón (cubierto promedio $500, habitaciones dobles desde US$182, patiosdecafayate.com). Al pie del Nevado de Cachi, La Merced del Alto tiene 14

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habitaciones con vista a los cerros y jardines de lavandas. Cuenta con un spa con jacuzzi al aire libre, ducha escocesa y servicios de masajes, una piscina con vista panorámica y solarium. El restaurante Las Vistas ofrece un menú de cocina andina gourmet y una selección de los mejores vinos argentinos (desde US$142 la habitación doble, con desayuno buffet, en Fuerte Alto, Cachi, lamerceddelalto.com). Con 500 hectáreas en los Valles Calchaquíes, la Estancia Cafayate es un destino en sí mismo y Grace, su gran hotel. Tiene 12 habitaciones y 20 villas con vistas a los viñedos y las montañas. Los huéspedes pueden usar todas las instalaciones de la estancia, como el campo de golf, las canchas de polo y el Spa. Se recomienda especialmente el picnic de desayuno que ofrecen junto al lago (dobles desde US$174, más tasas, en RN40 Km. 4427, gracehotels.com). A media cuadra de la plaza principal de Salta Capital, el hotel boutique Balcón de la Plaza ocupa una casona colonial construida en el año 1896, con diez habitaciones distribuidas en dos plantas y un desayuno buffet con productos artesanales (dobles por $1653, en España 444, balcondelaplaza.com.ar).

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