Entrevista a Ricardo Darín

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@  NOTA DE TAPA  /  COVER STORY

Always on the go Con nueva película en cartel, Darín habló del pasado y del presente del cine argentino, de las cosas que lo emocionan y de sus ganas de dirigir. Ricardo Darín, the lead in Carancho, reviews great moments in Argentinian movies.

W Texto / Text: Julia Talevi y Constanza Coll - Fotos / Photos: Margarita Fractman Agradecimiento / Thanks to: Hotel Legado Mítico and Etiqueta Negra

ntes de que empiece la escena Ricardo Darín ya sabe que va a llorar. Norma Aleandro está sentada en un banco de plaza en el patio de un geriátrico con la mirada perdida y un osito de peluche entre las manos. Y el personaje de Darín, un hombre de cuarenta años que fracasó en casi todo, se sienta junto a su madre, que tiene alzheimer, buscando consuelo. “Vi 'El Hijo de la Novia' mil quinientas veces y en esa escena siempre lloro como una magdalena. No puede ser que me pase esto siendo yo el actor. Es patético”. Darín está sentado sobre un sillón de almohadones blancos en el deck de un hotel boutique en Palermo Soho, cerca de su casa. Y a sus 53 años reconoce sin sentir vergüenza que llora más de una vez al mes, con las cosas más imperceptibles de las películas, que llora hasta con los noticieros. Por eso, cuando era chiquita su hija Clara, que ahora tiene 16, le pidió a su mamá que por favor no lo dejara mirar el noticiero. Desde entonces Darín tiene prohibido sentarse a ver los canales de noticias en su casa. Para el actor tanta sensibilidad, tanta emoción latente a punto de estallar en cualquier momento tiene que ver con el oficio: “Juego todo el tiempo a ser otro, pero siempre en el mismo cuerpo, eso me lleva a estar más erosionado. Pero me emociono con tranquilidad, y más desde que me enteré que Cortázar decía que a él no le daba vergüenza llorar porque era sanador”. Parafraseando un chiste del director español Fernando Trueba, dice que una película no es muy buena hasta que resiste una segunda, tercera o cuarta vez y describe, como si la hubiera visto ayer, una escena de "La historia oficial". Otro personaje de Norma Aleandro consigue emocionarlo todas las 48

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veces: ella descubre que su propia hija es hija de desaparecidos y que su marido fue cómplice de la dictadura militar. “Es un momento terrible, muy fuerte, y como ése hay muchos más en nuestra historia, en obras de Favio, Aristarain y Mignona, tipos que hicieron cosas gloriosas”. Pero Darín se va más lejos, hasta los principios del cine argentino, en los años '40 y '50, cuando los directores tenían que inventar los medios técnicos sobre la marcha. El de hoy no es ningún boom: según el actor, es gracias a esos pioneros que hoy estamos bien parados en la escena internacional, y que Campanella pueda hacer la secuencia de la cancha en "El secreto de sus ojos" de una manera que el mundo todavía no pudo descifrar. Pero la parafernalia técnica y los efectos especiales son lo de menos, la clave de una buena película siempre está en la historia. “No es que llamando a fulano de tal o haciendo un despliegue de superproducción te asegurás el éxito, para mí las estrellas son las ideas”. Darín puede rechazar protagónicos, interpretar personajes mínimos o hacer películas con totales desconocidos en función de la historia. Y si además genera algo positivo a nivel social o político, mejor: “Yo no espero nada, estoy grande para esperar cosas. Cuando sos pibe tenés la sensación de que podés cambiar el mundo… a veces se puede, como pasó con 'Luna de Avellaneda', que nos hizo tomar conciencia de la importancia que tienen los clubes de barrio”. - ¿Cuándo te diste cuenta de que ibas a ser actor? - Cuando empecé a plantearme lo que iba a hacer ya hacía rato que era algo. Mis viejos eran dos grandes actores y no me querían en ese entorno, pero yo me crié dentro del medio, era 49


el living de mi casa. Además, hacía falta un aporte económico, aunque la verdad nunca lo sentí un trabajo, era como si me estuvieran regalando guita. Pensé en ser veterinario, psiquiatra… Creo que de vago me quedé trabajando de actor. - ¿Y te imaginás cambiar? - Siempre que me imagino cambiar, no hay nada que me guste más. Me encantaría volver a dirigir, creo que hasta me divierte más que actuar. Incluso tengo algunas ideas dando vueltas por la cabeza, pero todavía no tienen una forma concreta. -¿Qué cosas te obsesionan? -Muchas. Soy un obsesivo en general, pero al mismo tiempo lucho contra eso. Mi mayor obsesión es con el trabajo de equipo, defiendo la discusión porque creo que ahí nace el desarrollo. Cuando hay ocho cabezas pensando en la misma dirección, aún sin estar de acuerdo, es mucho más fácil. -¿Y cómo juega el ego ahí? -El ego no juega, precisamente hay que tratar de tenerlo con una rienda corta. A mí me encanta que me critiquen, sobre todo si es con buena intención, con explicaciones. -¿Estás abierto a reconocer tus errores? -Sí, sospecho todo el tiempo de mí. Tengo principios no negociables, pero estoy dispuesto a ponerlos arriba de una mesa para ver qué pasa. Es el juego que debo proponer para que los demás hagan lo mismo. -¿Hay algo de lo que te avergüences? -¿Tenés tiempo? Me avergüenzo de algunas agachadas, de haber sentido que tenía que decir algo y de no haberlo hecho por ser conciliador. Hay momentos en los que debería haber dicho “No” sin que importaran las consecuencias. › Before the scene even starts, Ricardo Darín already knows he is going

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to cry. Norma Aleandro – who plays his Alzheimer’s ridden mother – is sitting on a bench in the patio of a senior’s home, her eyes lost in the distance and a teddy bear in her hands. Darín’s character, a middle aged man who has failed in nearly everything in life, sits next to her looking for consolation. “I’ve seen The Son of the Bride more than a thousand times but when this scene comes on the screen I always cry like a baby, it never fails. It’s ridiculous, especially when you are the actor in the scene. It’s kind of pathetic, you know.” Darín is sitting on a couch with white cushions on the sun deck of a boutique hotel in Palermo Soho, a hip neighborhood in Buenos Aires, near his place. This 53 year-old actor can now own, without blushing, to the fact that he cries more than once a month, that he gets teary-eyed with imperceptible details in movies, that he weeps even with the newscast. That’s why, his sixteen-year-old daughter Clara used to ask: ‘Please don’t let him watch the news, mom’, when she was little. Since then, Darín has been banned from a seat in front of the TV when a news channel is on at home. For him, all this sensitivity and all this latent emotionality ready to show at any time is an occupational hazard: “On screen I play other people all the time, but it’s always the same me, my body, and that has thinned out my skin, if you will. But I take this thing about getting emotional in a stride, especially since I read that Cortázar said he was never embarrassed about crying because it is healing.” Paraphrasing Spanish film director Fernando Trueba, he says that a movie cannot be considered very good unless it passes the test of the second, third and fourth viewing, and he describes a scene from The Official Story as if he had seen it yesterday. Again, a role by Norma Leandro that brings tears to his eyes every time: She discovers that her child is in fact the daughter of missing people and that her husband was an accomplice to the crimes of the military dictators. “It is a tremendous moment, really impactful, and there are many moments like that one in films by other Argentinian directors


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Amor en tiempos de caos / Love in the time of chaos Por: Constanza Coll Después de "Leonera", Pablo Trapero vuelve a sacudirnos con "Carancho". Protagonizado por Ricardo Darín y Martina Gusmán, este policial negro denuncia algo que se sabe pero de lo que nadie habla: el negocio de los seguros, la mafia detrás de los accidentes y los accidentados. “Investigamos durante un año, hablamos con víctimas y con abogados que trabajan en ese tipo de estudios. La idea es siempre destapar la realidad y que se genere algo afuera del cine”, dice el director. "Carancho" es una película que atrapa hasta los títulos, que por momentos te obliga a dar vuelta la cara y por otros te sonroja. Porque más allá de una geografía extrañísima y circunstancias totalmente atípicas, pésimas, es una historia de amor: “El desafío era ver cómo en ese universo tan caótico podían enamorarse y formar un vínculo tan intenso dos personas”. After Leonera, Pablo Trapero returns to shock us with Carancho. With Ricardo Darín and Martina Gusman in the leading roles, this thriller/ film noir tells a story known to many but of which few speak: the insurance industry and the

like Favio, Aristarain and Mignona, all guys that created glorious stuff.” Darín goes back to the beginnings of Argentinian movies; he travels back in time to the 40’s and 50’s, when directors had to come up with the technical means to do what they wanted on the go. According to Ricardo, today’s boom is not a sudden occurrence or a happy coincidence. It is thanks to those pioneers that nowadays we have a spot in the international scene, and that directors like Campanella are able to shoot a scene like the one in the soccer stadium in The Secret in their Eyes in a way that the movie world is still trying to figure out. Anyway, the technical fireworks and FXs are just details; the key to a good movie is always in the story. “It’s not a question of having a star in the lead or throwing millions to produce a blockbuster, those things cannot guarantee success. For me, the real stars are the ideas.” Darín may reject a leading role, play a small part or make a movie with a cast of unknown actors – the key is the storyline. And if it generates something positive in the sociopolitical arena, so much the better: “I don’t have expectations, I’m too old for that. When you are a kid, you have the feeling that you can change the world... and sometimes you actually can, as was the case with Luna de Avellaneda, which raised awareness about the importance of those old clubs in Greater Buenos Aires neighborhoods.” - When did you realize that you were going to be an actor? - When I started thinking about what I was going to do, I had already been doing it for a while. My parents were both great actors and did not want this world for me, but I was brought up in show biz, it felt like home to me. Also, we needed money... although I never thought of it as a job. It felt as if they were giving the money away, as a present. I

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organized crime behind accidents and victims. “We researched this for a whole year; we talked to victims and lawyers who work with these kinds of firms. The idea was to unveil a reality and to generate something beyond the movie theater,” says the director. Carancho is a film which grips you until the very end credits; at times it makes you look away and at times it makes you blush. But beyond an extremely odd geographical environment and totally atypical circumstances, it is a love story. “The challenge was to see how such a chaotic universe could be the background to falling in love and building such an intense bond between two people.”

thought about becoming a vet or a shrink, but I think that I kept working as an actor out of laziness. - Do you imagine yourself doing something else? - I always think about changing, that’s my favorite pastime. I’d love to sit in the director’s chair again. I think it’s even more fun than acting for me. I have some ideas in my head, but they haven’t completely clicked yet. - Any obsessions? - Many. I have an obsessive personality in general, but I fight it all the time. My biggest obsession is with teamwork. I am a champion of discussion, because I think it’s the birthplace of development. When you have eight heads thinking in the same direction, even if they disagree, things become much easier. - And what role does ego play there? - Ego plays no role, that’s precisely the point, keeping egos at bay. I love being criticized, especially if your critics mean well and they provide an explanation. - Are you open to admitting to your own mistakes? - Yes, I am always suspicious of myself. I have principles that are deal breakers, but I am willing to put them on the table to see what happens. Those are the rules of my game, so that others play by them, too. - Is there anything you are ashamed of? - I wouldn’t know where to begin. I am ashamed of the times when I did not rise to the occasion, you know, when I should have said something but didn’t, trying to avoid conflict. There are times when I should have said “no” regardless of the consequences.


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