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Una mirada a la vida sacerdotal Entrevista al sacerdote pamplonés Andrés Francisco Gómez
UNA MIRADA A LA VIDA SACERDOTAL
Entrevista al sacerdote pamplonés Andrés Francisco Gómez
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Redactado por: María Victoria Jaimes Castro Estudiante del programa.
PUNTOS DE VISTA
Al recorrer las calles de Pamplona, es sorprendente encontrar una gran variedad de parroquias, pertenecientes a la Iglesia Católica. Se siente en el aire un ambiente religioso y de mucha consagración. Por esta razón, decidí realizar una entrevista muy interesante sobre un personaje que cumple una gran labor, de quien me atrevería a opinar, el nacer en este municipio tan creyente tuvo su repercusión al tomar la decisión de elegir la vida sacerdotal. Nuestro encuentro se dio un miércoles lluvioso a las 3 de la tarde en el Seminario Mayor Santo Tomás de Aquino. Mientras esperaba en una de las bancas del lugar, vi como caminaba a paso seguro con una gran sonrisa en su rostro, saludando con algunos chistes a los jóvenes seminaristas que ingresaban por la puerta principal. Nuestra presentación fue muy respetuosa, me dio un cálido saludo que disminuyó un poco los nervios que tenía por realizar la entrevista. Ingresamos a la sala de comunicación del Seminario, donde me invitó a tomar asiento y dar inicio a nuestra conversación. Andrés Francisco Gómez Acevedo, nació el 18 de noviembre de 1986 Pamplona. Se graduó como bachiller del Colegio San José Provincial y el 21 de septiembre de 2012 fue ordenado como sacerdote en la Catedral Santa Clara de Pamplona. Actualmente, es docente del Seminario Mayor donde instruye en materias filosóficas.
Fotografía: Padre Andrés Francisco Gómez, en sala de comunicaciones del Seminario Mayor de Pamplona/Norte de Santander. Foto tomada por María Victoria Jaimes.
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María Victoria: ¿Cómo surge su vocación sacerdotal?
Francisco Gómez Acevedo: Desde muy pequeño, ya que mi familia es muy católica y en ese ambiente de Fe es donde nace mi vocación. Más adelante hice parte de un grupo juvenil en la Parroquia de San Francisco y en ese ambiente es donde conocí un poco más sobre lo que es la misión, y la palabra, entonces tuve ese último empujón que me faltaba para darle un sí al Señor. Además, participé de algunos retiros espirituales en la Casa de Nazaret, que lo organiza el Seminario Mayor de Pamplona y con la asistencia de un director espiritual tomé esa decisión de aceptar la vida sacerdotal.
MV: ¿Qué estudios realizó para convertirse en sacerdote y cómo fue esa experiencia?
FGA: Como todo niño y joven realicé mis estudios de primaria y secundaria; esta última en el colegio Provincial San José de Pamplona. Ya después, a los 16 años, cuando decidí ser sacerdote ingresé al Seminario Mayor, en el cual, estudié aproximadamente durante 8 años. Este estudio está divido en dos ciclos, uno filosófico y el otro teológico además, de realizar un año de pastoral, que es para tener más experiencia de comunidad y parroquia. Al culminar mis estudios teológicos recibí la Sagrada Ordenación Sacerdotal el 21 de septiembre de 2012 en la Catedral de Santa Clara.
MV: ¿Cuál fue en el momento la respuesta de su familia al contarles sobre la decisión de ser sacerdote?
FGA: Al principio de mucho asombro porque en bachillerato tenía pensado estudiar Ingeniería Química y era algo que ya había hablado con mis padres, de ir a estudiar esta carrera en Bucaramanga. Pero cuando aparece esta nueva propuesta, se sorprendieron mucho. Mi papá en algún momento me dio entender que a nosotros no nos inculcaron esto de ser sacerdote y para mi mamá también fue una total sorpresa. Pero luego ya lo asimilaron mejor y han sido muy felices, inclusive cambiaron mucho, ya rezan un poco más, vienen a eucaristía juntos todos los días, hacen muchas obras de caridad, así que esta decisión no solo hizo una conversión en mí, sino en mis padres, mis hermanos y mi familia.
MV: ¿Por qué la vida en servicio de Dios y no otra profesión?
FGA: El llamado universal de Dios es a la santidad. Y esta, la podemos encontrar en las diferentes vocaciones que encontramos en la Iglesia. Este estilo de vida va un poco más allá, es esa búsqueda de plenitud, de felicidad, de comprender que mi vida tiene sentido. Es Cuando contemplo la vida de Cristo y digo, quiero vivir de esa manera y es además, un regalo de Dios, no es que yo quiera ser sacerdote, sino que El Señor me llamó a serlo. Fui comprendiendo que mi vida tenía sentido cuando predicaba la palabra. Muchas veces me decía no encuentro otra palabra en este mundo que me haga tan feliz, tan libre, tan pleno como el Evangelio. Así que las veces que salíamos al campo, la misión con los jóvenes, catequesis con los niños, visitar enfermos, fue donde encontré lo que realmente me hacía feliz, el hacer que mi vida fuera un instrumento de Dios para el bien de los demás. Aunque las otras vocaciones son muy hermosas y especiales, en esta es donde realmente me siento libre.
MV: ¿Qué retos ha enfrentado al ser sacerdote?
FGA: He tenido muchas, por montones, yo pienso que en la vida sacerdotal todo el tiempo estamos en un camino de aprendizaje y conversión. En mi caso, tuve la gracia de estar en misión en Argentina, a los días de ordenarme como sacerdote. Entonces como primer y gran desafío fue ir a anunciar a Cristo a otro país, en otra realidad, donde hay pocos sacerdotes y donde mucha gente dice ser católica pero no práctica su Fe. Otro aspecto difícil fue mi propia conversión, predicamos sobre la palabra, pero primeramente debo estar en comunión con Dios para así poder animar y acompañar la conversión de los demás. Después de estar 9 años y 3 meses en misión en la Patagonia, administrando dos parroquias, me pidieron asumir un compromiso en el Seminario de Pamplona, así que tener que volver a Colombia y retornar a mi arquidiócesis, pero asumiendo un rol de formador en el Seminario Mayor, no fue fácil. Venir de un ambiente de misión a uno más académico, fue todo un desafío, pero lo viví de la mejor manera y así con mi experiencia poder motivar a mis alumnos hacer lo mismo.
MV: ¿En algún momento pensó en tener una familia propia, esposa e hijos?
FGA: ¡Claro!, Sobre todo cuando estuve en el colegio, por lo que uno crece en un ambiente de familia. Como todo ser humano se plantea la vocación familiar, pero cuando descubrí la vida sacerdotal encontré en la Iglesia no solo una madre, sino también una esposa, y una comunidad que después se convierte como en mi propia familia. En Argentina lo viví en carne propia, tenía a mis papás casi a 7 horas de vuelo, una distancia muy grande. Pero las comunidades que administre allá me hacían sentir como en familia, entonces eso es algo muy bonito. No tengo hijos naturales, pero a todos los que he bautizado, a los que he prestado en mi vida sacerdotal, como un padre espiritual, de una forma los siento como hijos y me siento en familia.
MV: ¿Tiene aspiraciones dentro de la Iglesia, como ocupar algún cargo en especial?
FGA: Como tal no, como sacerdotes, lo único que queremos es ser pastores siempre, solo estoy disponible para lo que mi obispo y Dios me encomienden. Cuando nos ordenamos como sacerdotes ya no hay ningún pedido, ahora es únicamente lo que Dios y la Iglesia me pidan para el bien que pueda realizar en el lugar donde esté.
MV: ¿Qué tiene que hacer alguien que quiera servir a la Iglesia, cuál es el paso a seguir?
FGA: Ser parte de la Iglesia amerita el sacramento del bautizo, a vivir realmente como bautizados, escuchar la palabra, orar, participar de la Eucaristía en sus comunidades, principalmente el domingo; la vida de caridad y el testimonio. El Señor siempre nos llama, aquellos jóvenes universitarios que sientan el llamado de Dios, nuestras puertas están abiertas. En el Seminario pueden encontrar la pastoral vocacional, así que todo aquel que tenga inquietud, puede acercarse y pedir la información necesaria. Durante el año se realizan algunas convivencias donde se dan muchas herramientas para que un joven pueda discernir si realmente es llamado por Dios a este estilo de vida.
¿Qué sucede cuándo un sacerdote decide renunciar?
No es tan fácil, son muchos años de formación y experiencias en nuestro corazón, en ocasiones es mejor tomar esa decisión que vivir por ejemplo en una doble vida. La Iglesia sufre mucho cuando un sacerdote no es buen pastor, entonces primeramente amerita un acompañamiento fuerte desde la pastoral sacerdotal, lo ideal es que un sacerdote que esté en crisis no se sienta solo, busque ayuda en otros con más experiencia. Pero cuando ya pierden la motivación de seguir en el ministerio, algún escándalo o una doble moralidad, es mejor dar un paso al costado. Estas decisiones no se toman a la ligera, es un proceso de mucha seriedad con el acompañamiento de un guía espiritual, que suele ser otro sacerdote con un poco más de experiencia y luego se habla directamente con el obispo, que es el encargado de realizar el proceso pertinente.