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El Tintinar de las monedas

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Secreto a voces

Secreto a voces

Redactado por: Tania Sofía Estupiñán Ramírez. Estudiante de Comunicación Social. En la fotografía Guillermo Carmona a las afueras del D1. Tomada por: Tania Sofía Estupiñán Ramírez.

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Caminando por la ciudad de los mil nombres con el gélido clima como enemigo y las colinas que caracterizan a esta capital de asfalto, tomaba siempre la misma ruta para llegar al descanso de mi hogar, a lo lejos se escucha el tintinar de las monedas golpear contra el metal de una lata manifestando la melodía y presencia del señor Guillermo Alberto Carmona Terán.

Al acercarme lentamente a él para saludar llegan a mi mente algunos pensamientos de cómo será su trato al intentar conversar, pues, es bien sabido que las personas que trabajan en la calle, a la fuerza han tenido que aprender a ser fuertes y duros para no ser atacados por otros vendedores y para aceptar la mirada discriminatoria de las personas que transitan y el simple hecho de la existencia que les molesta.

Una vez llegue al D1 del Parque de los novios establecimiento donde don Guillermo cumple su horario laboral pidiendo monedas a los que salen después de mercar y ofreciendo “La bolsita vecinita, la bolista” como él dice, en busca de un sustento para mantener a su sobrina, tres niños y a el mismo, me saluda con una amabilidad ensordecedora que disipa todos mis temores y penas para entablar una conversación acompañada de una empanada, una gaseosa y una agradable conversación.

Don Guillermo nació en 1947 en Santa Rosa Venezuela, pero, no sabe si tiene 74 o 75 años de edad y su fecha exacta ya se le ha olvidado ya que sus canas y arrugas revelan el peso que carga diariamente en sus hombros y algunos detalles de su vida los ha dejado en el pasado.

En este lugar que no visita ya hace muchos años, vivió sus primeros días de infancia en una parcela ayudando a sus papás con sus labores cotidianas y a su vez estudiando hasta tercero de primaria que era lo normal en esa época, no recuerda mucho de su infancia, pero me comenta que toda su vida solo fue trabajar y trabajar, el descanso no es una palabra que este en su vocabulario.

Le pregunté porque estaba acá en Colombia intuyendo de ante mano su respuesta, pero no podía estar más equivocada, le da un sorbo a su gaseosa para humectar su garganta e iniciar su relato del porque terminó en este país y como el amor y la muerte a lo largo de su vida lo han acompañado como una sombra. Hubo una época contrario a lo que sucede hoy en día, la población colombiana emigraba constantemente a Venezuela en busca de mejores oportunidades y en su vivienda siempre recibían a muchas jóvenes emigrantes con el propósito de darles un refugio y hogar de paso antes de seguir toda la travesía, es ahí donde conoce a su primera esposa, una joven colombiana que como un sinfín de personas termino en este lugar donde buscaba un esposo para legalizar su estancia y conseguir los papeles que necesitaba, don Guillermo acepto y se casaron a la edad de 26 años, pero su amor no duro mucho, al cabo de unos meses en un crisis se lanzó de un carro en movimiento para darle fin a su vida pero esto no fue impedimento para volver a casarse.

No quise ahondar en detalles porque no me pareció prudente yo solo era una oyente de lo que Don Guillermo me quisiera contar, así que prosiguió a contarme acerca de su segunda esposa que fue el motivo de abandono su país.

Su segunda esposa era venezolana él se dedicaba a la construcción como forma de sustento cuando la conoció y el amor y el tiempo hicieron que don Guillermo se volviera a casar con la esposa que sería el gran amor de su vida con quien tuvo 3 hijos, y aunque no sabe cuánto tiempo tuvo de casado si sabe que tiene 11 años de muerta ya que esta sufría de hipertensión y por las malas prácticas de la medicina le aplicaron un medicamento que no debían, llevándola a la muerte a la 1:00 p.m. hora que jamás va olvidar es por esto que toma la decisión de abandonar su país con un sentimiento de traición y dolor, terminando en Pamplona desde hace tres años y con ansias de volver a Venezuela apenas pueda costear los pasajes.

Asumí que el motivo era para ver a sus hijos, pero con una oración cortante me dijo que todos murieron sin decirme por qué pero que allá tiene muchos conocidos y que quiere averiguar que es de su familia si aún siguen vivos hermanos y algunos amigos; terminó su gaseosa y nos dirigimos nuevamente a trabajar donde lo acompañé hasta la culminación de su jornada laboral.

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